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Vivir una vida sensible a Dios

Pastor Tim Melton

En la historia de Marta y María, en Lucas 10: 38-42, vemos un marcado contraste entre una
persona que es sensible a la manera de obrar de Cristo y otra que está tan "distraída con muchas
cosas" que se está perdiendo toda la experiencia.

En estos versículos vemos una historia sobre "andar atareado" que probablemente no es tan
diferente de nuestras propias vidas. Marta era hospitalaria, pero ofrecía una hospitalidad que
parecía encajar más con sus expectativas de cómo las cosas debían ser que cómo le gustaría que
fueran a Cristo, su huésped. ¿Cuál era su motivación? De sus palabras y de la respuesta de Jesús
parece que su motivación se había convertido de algún modo en amor a sí misma. Quizás era un
deseo de ser valorada, de tener buena reputación, control, o muchas otras cosas. No lo sabemos
con seguridad, pero las Escrituras arrojan una luz negativa sobre este aspecto cuando utilizan la
palabra "distraída". Ella era una seguidora auténtica de Cristo, pero en ese momento estaba muy
distraída con sus propios deseos.

En el versículo 41 Jesús intenta ayudarla: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas
cosas. Pero sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será
quitada.”

Marta había actuado con lo que ella pensaba que era un enfado justo, pero en realidad no estaba
siendo "justa" en absoluto. ¿Cómo empezó sirviendo a los demás y terminó siendo la jefa?
¿Incluso hasta el punto de "corregir" a Jesús? Nosotros hacemos lo mismo. Nos centramos tanto
en nuestro trabajo, familia, ingresos y reputación que perdemos de vista lo que Dios quiere hacer
en nuestras vidas. Marta tenía al Mesías, Dios encarnado, sentado en su casa y sin embargo ella se
distraía poniendo la mesa y "preparando el té".

Ella no era nada consciente de lo que Dios quería hacer en ese momento. Si queremos evitar este
mismo error, ¿cómo podemos vivir una vida que esté en sintonía con Dios? Nuestra meta es ser
sensibles al Espíritu Santo en cada momento de cada día. En Gálatas 5, vemos que debemos andar

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en el Espíritu, ser guiados por el Espíritu, dar fruto del Espíritu y vivir en el Espíritu. Esta tiene que
ser la norma, pero para muchos ser sensible a Dios parece ser la excepción.

Hay un pastor que describe nuestra sensibilidad al Espíritu Santo como una paloma que se sienta
sobre nuestro hombro. Cada palabra y acción por nuestra parte crea un ambiente que es acogedor
o inquietante para la paloma. De alguna manera nuestra sensibilidad al Espíritu Santo es la misma.
Sin embargo, nuestra sensibilidad al Espíritu Santo se ve afectada por nuestra obediencia o
desobediencia. Dependiendo de la ternura o dureza de nuestro corazón en una situación dada,
nuestra sensibilidad al Espíritu Santo se ve afectada. Dependiendo de lo ocupados o tranquilos que
estemos en nuestras vidas, nuestra sensibilidad al Espíritu Santo se ve afectada. Dependiendo de
nuestras prioridades piadosas o impías, nuestra sensibilidad al Espíritu Santo se ve afectada.
Nuestra sensibilidad al Espíritu Santo se ve afectada por nuestra confianza o preocupación en una
situación dada. Dependiendo de nuestra misericordia o falta de perdón, nuestra sensibilidad al
Espíritu Santo se ve afectada. Dependiendo de nuestra generosidad o avaricia, nuestra sensibilidad
al Espíritu Santo se ve afectada. Dependiendo de nuestra ira o bondad, nuestra sensibilidad al
Espíritu Santo se ve afectada. Dependiendo de las relaciones piadosas o solo relaciones impías,
nuestra sensibilidad al Espíritu Santo es afectada. Dependiendo de nuestro tiempo dedicado a la
oración y a la lectura de la Biblia, nuestra sensibilidad al Espíritu Santo es afectada.

¿Hasta qué punto dirías que eres sensible ahora mismo a lo que Dios está haciendo o quiere hacer
en tu vida?:

A) Siento que Dios trabaja en mi vida y a través de mi vida de manera regular.


B) De vez en cuando siento que Dios está trabajando en mi vida, pero no con mucha
frecuencia.
C) No siento a Dios trabajando en mi vida en absoluto.

La Biblia nos dice que Dios está siempre trabajando (Juan 5:17) y las noticias son aún mejores. Dios
hace todas las cosas para el bien de aquellos que lo aman y son llamados según su propósito
(Romanos 8:28). Dios está trabajando. La pregunta es ¿cómo nos dicen las Escrituras que
organicemos nuestras vidas para que podamos ser sensibles a lo que Dios está haciendo?

¿Cómo podemos vivir una vida sensible a Dios? En medio de nuestras vidas ajetreadas y de un
mundo sin Dios, ¿cómo vivimos para que podamos ser sensibles a lo que Él está haciendo en
nosotros y a nuestro alrededor?

Los seguidores de Cristo, desde la iglesia primitiva hasta hoy, han buscado seguir las enseñanzas
de las Escrituras y vivir una vida sensible a Dios.

Hay maneras de vivir intencionales que ayudan a las personas a ser más sensibles y entregadas a lo
que Dios quiere hacer en sus vidas. La Biblia nos enseña acerca de la hermandad, la hospitalidad,
la generosidad, el servicio a los demás, el contentamiento, la paz, las prioridades, la compasión, la
confesión, el perdón, la pureza, la responsabilidad, la administración y muchas otras. En medio de

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nuestro mundo apresurado y estresante hay formas de organizar y administrar nuestras vidas que
nos ayudan a ser más sensibles a las obras de Dios.

Se ve en la vida de Jesús. Su costumbre era estar en la sinagoga el día de reposo (Sabbat) (Lucas
4:16). Vemos que Jesús oraba con frecuencia. Sus prioridades eran las correctas. Nunca tenía
prisa. Se sacrificaba, vivía en comunidad con otros seguidores de Dios, ayunaba, conocía las
Escrituras, tenía un corazón lleno de gratitud y perdonaba. Él renunció a sus derechos con el
propósito de promover el reino de Dios. Era un sirviente. Era humilde. Como resultado, Él era
consciente de lo que Dios Padre le había encomendado hacer y Él lo cumplió todo (Juan 17:4.)
También leemos que Jesús solo hacía lo que veía hacer al Padre (Juan 5:19). Debido a que Jesús
llevaba una "vida sensible a Dios", Dios trabajó poderosamente a través de ella. Podemos ver un
patrón similar en los primeros tiempos de la iglesia.

Vemos los primeros ejemplos en el libro de Hechos. En Hechos 2:42, vemos las disciplinas de la
hermandad, la comunión y la oración. En Hechos 3 se ve la disciplina de la compasión. En Hechos
4, vemos las disciplinas de la generosidad, el sacrificio, la adoración colectiva y el testimonio. En
Hechos 7, se encuentra la disciplina del servicio. En Hechos 14, la gente experimenta la disciplina
del ayuno, y en Hechos 15 vemos la disciplina del discernimiento. En todas estas ocasiones, el
pueblo de Dios vivía de maneras que le acercaban a Dios y más en consonancia con lo que Dios
quería hacer en sus vidas y a través de ellas.

Algunas de estas "maneras de vivir" son personales. Algunas son colectivas. Algunas nos llaman a
la acción, mientras que otras nos ayudan a abstenernos. A través de los siglos han sido moldeadas
por las necesidades de los cristianos dependiendo de la cultura y el contexto en el que han vivido.
Mientras que en ciertas épocas algunas disciplinas espirituales se han necesitado más que otras,
han tenido siempre en común el simple enfoque de dar menos importancia al mundo y dar más
importancia a Dios en las vidas de los que habían elegido seguir a Jesucristo.

A medida que pasaron los siglos, los tiempos cambiaron junto con las necesidades de los cristianos
de aquellos días. Mientras que las disciplinas espirituales intemporales de la Escritura
permanecieron sin cambios, nuevas expresiones de las mismas se formaron como respuesta a los
desafíos que enfrentaron los seguidores de Cristo.

A medida que el evangelio se extendía por todo el Imperio Romano, la iglesia siguió
respondiendo a los deseos de la gente de estar en compañía de Jesús. En los siglos IV y V,
cuando la iglesia fue liberada de la persecución, los padres del desierto encontraron que la
naturaleza politizada y nominal del cristianismo saboteaba su primer amor. Deseando
recuperar el amor apasionado por Dios que caracterizó a la iglesia primitiva, se fueron a vivir
al desierto, donde pudieron acercarse deliberadamente a Jesús para su transformación. Su
anhelo de ser conformes a la imagen de Cristo dio lugar a las disciplinas espirituales de
silencio, soledad, contemplación, orientación espiritual y desapego… Los creyentes que
compartían el deseo de profundizar su relación con Dios hicieron espacio en sus vidas para

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Dios. Estas comunidades monásticas forjaron sus vidas alrededor de las disciplinas de
memorización, lectura devocional, hospitalidad, meditación y servicio.1

En el siglo XVI la Biblia comenzó a traducirse del latín a las lenguas nativas de la gente. Con la
invención de la imprenta y los veleros que podían viajar por el mundo, la Palabra de Dios podía
ahora ser llevada a las naciones. Debido a esto, las disciplinas espirituales de testimonio, estudio
bíblico, oración, discernimiento y administración se convirtieron en la propiedad y la llamada
personal de la gente normal.

Hoy en día, a medida que el mundo moderno se ha vuelto más industrializado, urbano e
individualista, una vez más se requieren ciertas maneras de vivir. Muchos han comenzado a volver
a sensibilizar sus vidas hacia Jesucristo a través de llevar un diario, rendir cuentas, pequeños
grupos, dar a los pobres, y los consejeros. El ritmo apresurado y la tecnología, que ahora invade
incluso nuestra vida privada, ha llevado a muchos a planificar el tiempo reservado para uno
mismo, “desconectar”, y el tiempo destinado al día de reposo o descanso.

Esta desconexión del mundo o ralentización se puede encontrar en varios lugares en las Escrituras.
“Estad quietos y conoced que yo soy Dios” (Salmos 46:10). Salmos 62: 5-7 dice esto:

“En Dios solamente reposa mi alma, porque de él viene mi esperanza. 6 Solamente él es mi


roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. 7 En Dios está mi salvación y mi gloria; en
Dios está mi roca fuerte y mi refugio.”

Cuando hablamos de volver a ordenar nuestras vidas para ser más sensibles a Dios, debemos tener
cuidado con la forma en que entendemos esta idea. No significa que si reordenamos nuestras
vidas entonces podremos arreglarnos a nosotros mismos. Nadie puede cambiar y transformar su
propio corazón. Esa es la obra de Dios. Este reordenamiento de nuestras vidas puede ser descrito
como un Cultivo Espiritual.

Un agricultor entiende las Leyes de la Naturaleza que Dios estableció. Con estas leyes en mente, el
agricultor trabaja para crear el mejor ambiente para que las semillas crezcan y den frutos. Cava la
tierra. Arranca las malas hierbas. Fertiliza el suelo. Riega. Incluso puede que use insecticidas, pero
una vez hecho esto se debe sentar y esperar. El agricultor juega un papel importante, pero no
tiene ningún mérito en el desarrollo de la planta que fructifica. Solo está creando un ambiente
fértil.

Vivir nuestras vidas de una manera que sea sensible a Dios es similar. Pedimos ayuda a Dios
mientras intentamos organizar nuestra vida de una manera que sea sensible a Él, pero es Cristo
quien entra en ella y cambia nuestros corazones. Primero debemos mirar en las Escrituras para ver
cómo es una "vida sensible a Dios". Entonces debemos confiar en sus caminos y obedecer con fe
para reordenar nuestras vidas. Cuando nos entregamos a su manera de hacer y a su voluntad, solo
entonces estamos listos para ser cambiados por su gracia.

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Adele Ahlberg Calhoun, Spiritual Disciplines Handbook (Downers Grove: InterVarsity Press, 2005), 17-18.

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Vivir un estilo de vida sensible a Dios tiene muchas formas diferentes. Depende de la edad, la
situación laboral, las responsabilidades familiares, la época en la que se vive y mucho más.

Para ser sensibles al Espíritu en nuestras vidas debemos reconciliarnos con los demás. ¿Hay
alguien con quien necesites disculparte o perdonar? ¿Cómo te estás cuidando físicamente? Es
difícil estar atentos a Dios y a su santidad si estamos agotados, si no dormimos lo suficiente, si no
hacemos ejercicio y si no comemos bien. ¿Describirías tu corazón como lleno de gratitud? Cuando
deliberadamente tomamos conciencia de todas las bendiciones que nos han sido dadas, nuestros
corazones se van a un lugar humilde que está más cerca de nuestro Padre celestial. ¿Somos
buenos administradores de todo lo que Dios nos ha dado? Cuando nos damos cuenta de que todo
lo que somos y todo lo que tenemos es suyo, empezamos a vivir la vida de manera correcta y más
sensible a su voluntad para nuestras vidas. ¿Somos excelentes? ¿Estamos trabajando, estudiando
y viviendo "como para Cristo?" Esto no es una llamada a la perfección ni a la comparación. Solo es
una llamada para dar lo mejor mientras trabajamos como si todo fuera para Cristo.

Estas son solo algunas maneras de vivir una vida sensible a Dios. Tómate unos momentos para leer
la siguiente lista. Toma nota de 3-5 atributos que puedes comenzar a buscar en tu vida. Pídele a
Dios que te de sabiduría, creatividad y la disciplina para llevarlos adelante. Y ten en cuenta que a
medida que Dios obra estos cambios en la forma en que vives tu vida, la tierra estará preparada
para que Él cambie tu corazón y te haga como Cristo.

Obediencia Ayuno Pureza (mente y cuerpo) Ser excelente

Confesión Estar en forma Autocontrol Testimonio

Disculpa Descanso sabático Sacrificio Generosidad

Reconciliación Gratitud Administración Hospitalidad

Adoración colectiva Contentamiento Discurso piadoso Servicio

Oración Silencio Responsabilidad Compasión

Estudio bíblico Soledad Honrar a la familia

Relaciones piadosas Sumisión Obedecer a los padres

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