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El autor los acusa de cometer un gran error, y nos exhorta también a nosotros haciendo
cuatro cosas.
Santiago nos lleva a pensar que la jactancia que él denuncia es más frecuente entre
Nosotros de lo que pensamos.
Podemos planear nuestro trabajo, y ser tan cuidadosos como para decir:
«Estaremos allá un año, y traficaremos».
Esta presunción fue el pecado de Babel (Gn. 11.4). Su necedad está en la presuposición
de contar con la vida, las fuerzas y las oportunidades que son necesarias para el
cumplimiento de los planes que se hacen. Pero todos estos elementos no son de factura
humana, sino divina. Es Dios quien da la vida, las fuerzas y las oportunidades. No tomar
esto en cuenta es olvidar que la muerte puede poner fin a todo.
Nuestro vocabulario debe incluir la frase «SI DIOS quiere... Esto no debe hacerse de una
manera vulgar o mecánica, porque cometeríamos el pecado de tomar el nombre de Dios
en vano (Ex. 20.7).
No está mal hacer planes para los hijos, el trabajo, la iglesia, la vida personal. Jesús nos
enseña que tal actitud es expresión de prudencia y sabiduría (Le. 14.28-32). Pero todo
lo que pensemos, proyectemos o produzcamos debe ser referido a la voluntad de Dios.
Pablo hacía planes detallados en relación con su ministerio, pero sometía todo a la
voluntad de Dios (Hch. 18.21). Sería un indicio de que nos consideramos autosuficientes
y que no necesitamos de Dios.
Cuarto, Santiago hace una aplicación: debemos procurar hacer lo bueno
en el día de hoy.