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El problema de la jactancia

Qué hacer con nuestros mañanas


Una persona entró a una tienda, y al ver que el dueño de la misma no se hallaba
presente, sugirió al empleado una maniobra de carácter dudoso. El empleado
respondió: "Perdone usted, pero mi Señor está siempre presente». Los creyentes no
podemos excomulgar a Dios de nuestras vidas. No obstante, parece ser que algunos
cristianos en los días de Santiago pensaban que podían hacerlo. Amaban sus planes y
proyectos futuros y se jactaban de ellos.

El autor los acusa de cometer un gran error, y nos exhorta también a nosotros haciendo
cuatro cosas.

Primero, Santiago hace una admisión: podemos jactarnos del futuro.

Santiago nos lleva a pensar que la jactancia que él denuncia es más frecuente entre
Nosotros de lo que pensamos.

 Podemos planear nuestra vida, diciendo: “hoy y mañana”


Suponemos que habrá un mañana. Pero esto es solo una suposición necia, sin mayor
fundamento cierto. Es que Jactarse del futuro es una insensatez (Is. 56.12).

 Podemos planear nuestro destino, y decir «iremos a tal ciudad...


Los antiguos eran grandes comerciantes y viajaban mucho, pero no había seguridad en
el camino. Hoy tenemos más seguridad, pero no podemos garantizar nuestro destino. Si
ni siquiera podemos presumir de poder salir de nuestra casa, ¿cómo podemos jactamos
de llegar a alguna parte?

 Podemos planear nuestro calendario, y establecer que ..Estaremos allá un año...


Pero para Dios el tiempo no existe, y él no se rige por nuestros calendarios humanos
(Sal. 90.4).
Nuestros días ya están contados (Sal. 39.5)
De allí que necesitemos evaluar mejor el término de nuestros años de vida, conforme a
la voluntad de Dios y no sobre nuestra soberbia (Sal. 90.12).

 Podemos planear nuestro trabajo, y ser tan cuidadosos como para decir:
«Estaremos allá un año, y traficaremos».
Esta presunción fue el pecado de Babel (Gn. 11.4). Su necedad está en la presuposición
de contar con la vida, las fuerzas y las oportunidades que son necesarias para el
cumplimiento de los planes que se hacen. Pero todos estos elementos no son de factura
humana, sino divina. Es Dios quien da la vida, las fuerzas y las oportunidades. No tomar
esto en cuenta es olvidar que la muerte puede poner fin a todo.

 Podemos planear nuestras inversiones, y con entusiasmo y gran excitación


exclamar: «i Y ganaremos l ..
No hay nada de malo en las ganancias obtenidas con honestidad. Pero lo malo es
Jactarse de ganancias que solo existen en el mundo de la fantasía Esta fue la necedad
del rico insensato (Lc. 12.18-20).

Segundo, Santiago hace una advertencia: ignoramos lo que pasará


mañana.

El futuro es incierto e impredecible. El misterio lo rodea y no nos ha sido dado el saber


lo que vendrá En realidad, no podemos jactarnos del mañana, porque hay dos cosas
básicas en cuanto al tiempo que viene que ignoramos.

 Por un lado, no sabemos si mañana viviremos. La muerte viene en cualquier


momento y no avisa Nadie puede apresar en sus manos la vida y el futuro (Sal.
144.4).
La Biblia está llena de metáforas que nos hablan sobre el carácter incierto de la
existencia humana: la vida es una sombra que se va (Sal. 102.11), un suspiro o un soplo
(Job 7.7), una nube que se desvanece (Job 7.9), o una flor silvestre (Sal. 103.15).

 Por otro lado no sabemos si mañana vendrá el Señor.


Santiago afirma su convicción de que el Señor vendrá y que su venida se acerca (5.7-8).
La verdad es que el Señor puede regresar en cualquier momento. Así lo indicó él (Mt
24.36-39, 42) Y la promesa se repite reiteradamente en las páginas sagradas. Quien se
jacta del mañana no solo pretende armar su propia agenda humana sino también
determinar la agenda divina.

Tercero, Santiago hace una apelación: debemos someternos a la voluntad


divina.

Nuestro vocabulario debe incluir la frase «SI DIOS quiere... Esto no debe hacerse de una
manera vulgar o mecánica, porque cometeríamos el pecado de tomar el nombre de Dios
en vano (Ex. 20.7).

En Hispanoamérica la expresión es tan común, que incluso se ha transformado en un


cliché carente de sentido. Como ocurrió con aquella señora a quien invité a recibir a
Cristo como Salvador en su corazón, y respondió: -Si Dios quiere, pastor, voy a hacerlo
tan pronto como pueda». -Pues, si eso mismo es lo que Dios quiere le respondí.

No está mal hacer planes para los hijos, el trabajo, la iglesia, la vida personal. Jesús nos
enseña que tal actitud es expresión de prudencia y sabiduría (Le. 14.28-32). Pero todo
lo que pensemos, proyectemos o produzcamos debe ser referido a la voluntad de Dios.
Pablo hacía planes detallados en relación con su ministerio, pero sometía todo a la
voluntad de Dios (Hch. 18.21). Sería un indicio de que nos consideramos autosuficientes
y que no necesitamos de Dios.
Cuarto, Santiago hace una aplicación: debemos procurar hacer lo bueno
en el día de hoy.

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