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Música e Identidad Pablo Vila PDF
Música e Identidad Pablo Vila PDF
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Una primera
propuesta para entender sus relaciones
Pablo Vila Revista Transcultural de Música (2) 1996.
http://www.sibetrans.com/trans/a288/identidades-narrativas-y-musica-una-primera-
propuesta-para-entender-sus-relaciones
Introducción
En los últimos diez años se ha producido un importante cambio en la manera de
abordar el tema de las identidades sociales. Obviamente ligado a lo que se dió en
llamar "el giro lingüístico" en las ciencias sociales, pero precisando mucho más la
relación entre identidades y discursos, este cambio hace hincapié no sólo en el
origen discursivo de las identidades (algo ya avanzado por el interaccionalismo
simbólico americano y por Althusser y Foucault a principios de la década de los 70s,
y muy bien sintetizado por Laclau y Mouffe en los 80s), sino también en su origen
narrativo. Con base inicial en los monumentales trabajos de Ricoeur y Taylor
durante los 80s (los tres volúmenes de Time and Narrative, Oneself as another en el
caso de Ricoeur, y Sources of the Self en el caso de Taylor), pero con aportaciones
muy importantes de autores ligados a la nueva psicología social tales como Bruner,
Gergen, Harré, Polkinghorne, Rosenwald, Sarbin, y Shotter; el feminismo, en el caso
de Donna Haraway; la literatura, como David Novitz; historia, en el caso de Sewell,
esta nueva manera de entender el tema de las identidades busca distanciarse no
sólo de las teorías substancialistas acerca del yo, sino también de las distintas
variantes del estructuralismo y que concedían muy poco lugar a la idea de agencia
en relación a los actores sociales.
Para expresarlo en muy pocas palabras podríamos decir que esta nueva manera de
estudiar las identidades sociales sostiene, parafraseando a Fredric Jameson (1981),
que la narrativa es una categoría epistemológica que fue tradicionalmente
confundida con una forma literaria. Y no sólo esto sino que, de acuerdo con Ricoeur
(1984), la narrativa es uno de los esquemas cognoscitivos más importantes con que
cuentan los seres humanos, dado que permite la comprensión del mundo que nos
rodea de manera tal que las acciones humanas se entrelazan de acuerdo a su
efecto en la consecución de metas y deseos. En otras palabras, si por un lado
parece no haber comprensión del tiempo humano fuera de su inserción en un marco
narrativo, por otro lado la narrativa sería la única forma cognoscitiva con que
contamos para entender la causalidad en relación a las acciones de los agentes
sociales.
Cabe aquí aclarar que si por un lado entiendo que el proceso de construcción
identitaria es básicamente discursivo, con esto no quiero proponer una suerte de
"imperialismo lingüístico". En este sentido estoy de acuerdo con lo que plantean
Rosenwald and Ochberg cuando sostienen que:
At its limit ... this line of reasoning can be taken to support the notion that social life
counts for nothing outside discourse. On this track the improvement of life can be
accomplished if one tells a better story about it. But life is not merely talk ... changes
in narrative are significant to the extent that they stir up changes in how we live
(Rosenwald & Ochberg 1992: 7).
Así, yo tampoco creo "la vida es mero discurso". No obstante, sí creo en que los
cambios en la manera en que vivimos son en sí mismos una forma de discurso, si
entendemos discurso a la Laclau y Mouffe (1987) como aquellas prácticas
lingüísticas y no lingüísticas que acarrean y confieren sentido en un campo de
fuerzas caracterizado por el juego de relaciones de poder; o a la Haraway, si
entendemos a la identidad social como encuentro:
En esta comunicación sólo voy a hacer una propuesta muy tentativa sobre el tema
de las relaciones entre identidades y música, dado que yo mismo estoy
experimentando cambios teóricos en mi propio trabajo, saliendo un poco de la idea
post-estructuralista de las identidades discursivas (pero no mucho ...) e
incorporando la idea de las identidades narrativas.
Así, las músicas y las subculturas son descriptas de acuerdo a patrones sumamente
rígidos, y la aparición de nuevas subculturas necesariamente requerirían de una
mutación de las formas musicales existentes para, homológicamente, representar la
nueva experiencia subcultural. Esta forma de entender la relación entre música e
identidad tiene muchas dificultades para explicar cambios en los gustos musicales
de actores sociales que o no han cambiado su posición estructural en la sociedad, o
no han modificado los rasgos básicos de su subcultura. Ni tampoco puede dar
cuenta de aquellas clases sociales o subculturas que adoptan diferentes estilos
musicales al mismo tiempo, algunos de ellos claramente no homólogos a su
situación social (Middleton 1990).
Lo que la escuela subculturalista tiene muchas dificultades en explicar es: "At what
point, on what level, by what mechanism, does the semiotic 'play of difference' within
the music discourse meet up with and get focused upon the 'experience', the
'demands', the 'central values' and 'focal concerns', of a particular group?" (Middleton
1990: 165). Es decir, lo que justamente no puede explicar es la operatoria de la
homología que, de acuerdo a esta teoría, sería la base de la relación entre
identidades subculturales y música popular.
Popular songs, no less than other cultural practices ... produce "orientations toward
reality -though these are linked to socially generated assumptions and conventions
... At the same time, music is -to use Wittgenstein's formulation- a "language game"
... governed by the particularities of its own rules of construction. The question,
therefore, is less one of "adequacy to" (a pre-existing reality) ... than "adecuacy as"
(a part of reality), productive of useful knowledge and effective practice ... (Middleton
1990: 254).
De esta manera, una de las críticas básicas a la teoría subculturalista es que la idea
de homología estructural no permitiría la negociación de sentido necesaria si el
estilo cultural es entendido como construcción social (Shepherd 1994: 134). Es aquí
donde la ideas de "articulación" e "interpelación" hacen su aparición para dar cuenta
de la relación entre música e identidad.
En mi caso particular, mis últimos trabajos sobre rock nacional ("Argentina's Rock
Nacional: The Struggle for Meaning," Latin American Music Review, 10 (1) 1989): 1-
28; y "El rock nacional: género musical y construcción de la identidad juvenil en
Argentina," en Cultura y Pospolítica. El debate sobre la modernidad en América
Latina, Néstor García Canclini compilador. México: Consejo Nacional para la Cultura
y las Artes, 1995); pero sobre todo mis trabajos sobre tango e identidades étnicas
("Tango to Folk: Hegemony Construction and Popular Identities in Argentina,"
Studies in Latin American Popular Culture, 10 (1991): 107-139; y "Le tango et la
formation des identités ethniques en Argentine" en Tango Nomade. Ramón Pelinski,
ed. Montreal: Editions Triptyque, 1995) están claramente influenciados por Laclau y
Mouffe. En estos trabajos utilizo explícitamente la idea de "interpelación" (Althusser
1971) y articulación de sentidos.
The conative function [of music] operates most obviously in certain sorts of direct-
address lyric (for example, 'save the last dance for me', 'come on everybody, let's
rock') . . . It may also be associated, however, with 'imperative' rhythms, which set
bodies moving in specific ways, and, in a general sense, with mechanisms of
identification whereby listeners' self-image is built into the music. On this general
level, it can be regarded as the function of 'interpellation', through which listening
subjects are located in particular positions as addressees (Middleton 1990: 242).
... we use pop songs to create for ourselves a particular sort of self-definition, a
particular place in society. The pleasure that pop music produces is a pleasure of
identification -with the music we like, with the performers of that music, with the other
people who like it (Frith 1987: 140).
"Pop tastes do not just derive from our socially constructed identities; they also help
to shape them. For the last fifty years ... pop music has been an important way in
which we have learned to understand ourselves as historical, ethnic, class-bound,
gendered subjects" (Frith 1987: 149).
It is certainly clear that words about music -not only analytic description but also
critical response, journalistic commentary and even casual conversation- affects its
meaning. The significations of ragtime, rock 'n' roll or punk rock cannot be separated
from the discourses which surrounded them (Middleton 1990: 221).
Esta peculiar característica de la música es central en el análisis que hace Simon
Frith del "sentido" de la música. Así, para Frith:
Arguments about music are less about the qualities of the music itself than about
how to place it, about what it is in the music that is actually to be assessed. After all,
we can only hear music as having value ... when we know what to listen to and, how
to listen for it. Our reception of music, our expectations from it, are not inherent in the
music itself -wich is one reason why so much musicological analysis of popular
music misses the point: its object of study, the discursive text it constructs, is not the
text to which anyone listens (Frith 1990: 96-97).
We do not ... choose our musical tastes freely; nor do they reflect our "experience" in
any simple way. The involvement of subjects in particular musical pleasures has to
be constructed; indeed, such construction is part and parcel of the production of
subjectivity. In this process, subjects themselves -however "decentred"- have a role
to play (of recognition, assent, refusal, comparison, modification); but it is an
articulatory, not a simplistically creative or responsive role. Subjects participate in an
"interpellative dialectic," and this takes specific forms in specific areas of cultural
practice ... popular music has been centrally involved in the production and
manipulation of subjectivity ... popular music has always been concerned, not so
much with reflecting social reality, as with offering ways in which people could enjoy
and valorize identities they yearned for or believed themselves to possess (Middleton
1990: 249).
Lo que también plantee en mis artículos sobre tango es que este tipo de música, al
ser un artefacto cultural muy complejo, no sólo ofrecía diversas posibilidades de
construcción identitaria a través de sus letras, sus músicas y sus interpretaciones,
sino también a través de la concurrencia de códigos muy diversos en cada uno de
estos componentes. Así las letras de tango, a pesar de hablar del género desde un
punto de vista estríctamente masculino y de presentar un discurso acerca de la
moralidad y la sexualidad que siempre parece remarcar la superioridad moral del
hombre respecto de la mujer (Archetti 1988: 23) ; y a pesar de presentar un enfoque
muy conservador en relación al cambio social, lo hace usando un tipo de lenguaje
étnico que reconoce y valora la presencia de un actor social que es cuestionado in
toto (hombres y mujeres, pobres y ricos por igual) por la clase dominante de su
época. De esta manera, cuando el tango propone una especie de "compromiso de
clase" a su audiencia, lo hace tratando los temas de clase a través de la vitalidad de
las luchas que se articulaban a principios de siglo en términos básicamente étnicos
(Gilroy 1987: 35). Así, si estudiamos las letras de tango deteniéndonos únicamente
en lo que el tango dijo en términos de género o clase social, no tenemos otra
alternativa que reconocer que el tango fue totalmente funcional a los intereses
hegemónicos de su época. Sin embargo, si analizamos al tango a través de como
dijo lo que dijo, podemos, por el contrario, sostener que jugó un papel sumamente
importante en la construcción de una identidad de europeo-inmigrante en un período
de la historia argentina en que dicha identidad era muy cuestionada por el poder
hegemónico. Algo muy similar se puede decir acerca de la compleja relación que
existe entre lo que las letras de tango dicen y la envoltura musical de tales letras.
Como dice Middleton: "The significance of lyrics is governed not primarily by their
obvious denotations but by their use of conventions, and these in turn are organized
in terms of musical genres (Middleton 1990: 228)." En este sentido, lo que las letras
de tango dicen en términos de género y de clase es dicho al interior de un género
musical específico caracterizado por su importancia como interpelador de temas
étnicos.
Este tipo de perspectiva teórica nos permite otra posibilidad de explicación al hecho
de por qué las mujeres y los obreros se sintieron tan cautivados por el tango a pesar
de las imágenes más que negativas que recibían vía las mayoría de las letras de
este género musical. Así, en lugar de usar la hoy bastante desacreditada respuesta
que hace hincapié en la "falsa conciencia", se podría sostener que dichos actores
sociales valoraron más el mensaje étnico del tango que su mensaje de género o de
clase.
Pero en realidad mis artículos sobre tango e identidad quisieron ir un poco más allá
del tango en sí mismo, y trataron de mostrar como el entendimiento de distintos
procesos musicales nos permiten comprender mejor los mecanismos de
construcción identitaria en la Argentina contemporánea. Así, en el caso del tango de
los años veinte y treinta, lo que traté de mostrar es como las interpelaciones que
manejó el tango trataron de cambiar el contenido de los rótulos étnicos tan
estigmatizados en el discurso de sentido común de la época ("tanos", "gringos",
"rusos", etc.), aceptándolos pero tratando de invertir su sentido, transformándolos de
cuasi insulto a definición étnica valorizada. En el caso de la música folclórica de los
años cuarenta y cincuenta el proceso de negociación de identidad tomó un camino
diferente. Así, la música folclórica planteó interpelaciones que intentaron cambiar
tanto el nombre como el contenido de los rótulos étnicos en boga, en este caso
rechazando el altamente estigmatizado rótulo de "cabecita negra" proponiendo en su
lugar el eufemismo "gente del interior" o "provincianos". Con esto la música folclórica
buscó interpelar a los migrantes internos como una suerte de reservorio de la cultura
y la tradición argentinas.
Yo creo que tales residuos cartesianos están ligados al origen intelectual de la idea
de interpelación: el psicoanálisis en su versión Lacaniana, donde la "idea clara y
distinta" aún parece asomarse en la explicación de por qué una interpretación
psicoanalítica es aceptada por un paciente, mientras que otras son descartadas. De
manera similar, si bien se habla en la teoría de la articulación de la lucha por el
sentido y de cómo distintas interpelaciones luchan por establecer una correlación
entre realidad y discurso, nunca queda claro por qué una interpelación es más
exitosa que otra, salvo recurriendo, teleológicamente, a la idea de hegemonía, que
era, en principio, lo que se quería explicar.
Es aquí donde la idea de narrativa puede venir a ayudarnos a entender mejor cómo
funcionan las interpelaciones en la vida real de actores sociales concretos y por qué
algunas interpelaciones (en este caso aquellas ligadas a la música popular) "pegan"
y otras no. De ahí que mi propuesta teórica para el estudio de la música popular
busca resolver los problemas de la teoría interpelatoria usando los desarrollos de la
teoría narrativa.
Así, nuestra posición teórica sostiene que la identidad social se basa en una
contínua lucha discursiva acerca del sentido que define a las relaciones sociales y
posiciones en una sociedad y tiempo determinados. Uno de los resultados de esta
lucha discursiva es que los nombres y rótulos que definen a las diversas relaciones
y posiciones sociales entran a formar parte del reino del sentido común (Gramsci
1975: 1396) impregnados con las connotaciones propuestas por los "ganadores" de
esta batalla por el sentido. Esto es así porque este proceso de uni-acentualidad
implica una práctica de "clausura", esto es, el establecimiento de un particular
sistema de equivalencias entre lenguaje y realidad (Volosinov 1973: 23). Así, la
construcción social de las identidades involucra una lucha alrededor de las formas
en que el sentido queda "fijado". Sin embargo, esta noción de clausura es siempre
condicional en este tipo de planteo teórico, ya que los sentidos que han sido
exitosamente acoplados a cierta realidad, siempre pueden ser desacoplados de la
misma. De ahí que la lucha por el sentido de una identidad o posición de sujeto
nunca está completamente cerrada. En otras palabras, la identidad social y la
subjetividad son siempre precarias, contradictorias y en proceso, y los individuos
son siempre el espacio de lucha de conflictivas formas de subjetividad. Esta idea de
la naturaleza precaria de la identidad (y del orden social en general) es muy bien
capturada por Laclau y Mouffe (1985; Laclau, 1991) con su noción de la
"imposibilidad de la sociedad":
... "Society" is not a valid object of discourse ... Any discourse is constituted as an
attempt to dominate the field of discursivity, to arrest the flow of differences, to
construct a centre. We will call the privileged discursive points of this partial fixation,
nodal points ... The practice of articulation, therefore, consists in the construction of
nodal points which partially fix meaning; and the partial character of this fixation
proceeds from the opennes of the social, a result, in its turn, of the constant
overflowing of every discourse by the infinitude of the field of discursivity (Laclau y
Mouffe 1985: 111-113).
Por lo tanto, las diferentes posiciones de sujeto que convergen para formar lo que a
primera vista aparece como un individuo "único y unificado" son en realidad
construcciones culturales discursivas (entendiendo por discurso a las prácticas
lingüísticas y no lingüísticas que acarrean y confieren sentido en un campo de
fuerzas caracterizado por el juego de relaciones de poder) (Laclau y Mouffe 1987).
Usualmente la gente encuentra los discursos que les permiten armar sus
identidades en las diferentes construcciones culturales de una época y una sociedad
determinadas. Así, es precisamente en el reino de la cultura donde se desarrolla la
lucha por el sentido de las diferentes posiciones de sujeto, y la música es una fuente
muy importante de tal tipo de discursos.
Por supuesto no todas las opciones culturales tienen la misma fuerza en la lucha por
el sentido, y aquí aparece el problema de la construcción de la hegemonía (Gramsci
1971: 161). Esto es así dado que dicha construcción se realiza, esencialmente, a
través de la propuesta de identidad que se les hace a los diferentes actores
sociales; propuesta de identidad o de posiciones de sujetos que son funcionales a
los intereses de los grupos hegemónicos. De ahí que se pueda afirmar que la batalla
hegemónica más importante se gana cuando los actores sociales aceptan (por
supuesto a través de un proceso muy complejo de reconocimiento, lucha y
negociación) las posiciones de sujeto tal cual son ofrecidas por el grupo
hegemónico. Y es aquí justamente donde el tema de las interpelaciones converge
con el de los sistemas clasificatorios y las identidades narrativas.
En The Order of Things, Foucault, citando a Borges, nos cuenta que una antigua
enciclopedia china propone una muy peculiar clasificación de los animales. De
acuerdo con la misma los animales se dividirían en: "a) pertenecientes al
Emperador; b) embalsamados; c) amaestrados; d) lechones; e) sirenas; f) fabulosos;
g) perros sueltos; h) incluidos en esta clasificación; i) que se agitan como locos; j)
innumerables; k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello; l) etcétera; m)
que acaban de romper el jarrón; n) que de lejos parecen moscas" (Foucault 1970:
xv).
En este sentido podemos sostener que la renovación del discurso público crea
oportunidades de "auto-posesión" antes inexistentes: "Constantly energized by the
various collective struggles, new categories for understanding social life endow
stammered, vague complains with a recognized topicality." (Rosenwald 1992: 280).
El objetivo de las luchas por el sentido de las posiciones sociales es tan complejo
como el proceso de cambio descrito más arriba. Algunas veces estos actores
sociales que cuestionan las imágenes hegemónicas eligen tratar de modificar el
contenido del rótulo que los describe, pero sin cuestionar ni el sistema clasificatorio
que los enmarca, ni el nombre que la taxonomía les adjudicó (Hall 1982: 80). En
otros casos, dichos actores luchan para cambiar el nombre que el sistema
clasificatorio les adjudica, dado que descubren que dicho nombre está tan cargado
de contenido hegemónico, que hace imposible el cambio de contenido del rótulo sin
un drástico cambio en el nombre. Finalmente, otros grupos son más radicales aún, y
proponen un sistema clasificatorio completamente nuevo para poder así cambiar el
contenido de la imagen de su grupo.
Las más de las veces, sin embargo, estos movimientos sociales que buscan
redefinir las identidades colectivas de una sociedad y época determinadas son la
excepción y no la regla, y la gente usualmente se contenta con aceptar sin mucha
discusión el o los sistemas clasificatorios hegemónicamente construidos y edificar su
identidad social al interior de los mismos; o pragmáticamente "negocia" ciertos
espacios de identidad valuada dentro de estos sistemas clasificatorios. Que la
aceptación o la transacción de sentido sean más comunes que los cambios
drásticos en los sistemas clasificatorios habla a las claras de la fuerza que tiene la
construcción hegemónica a estas alturas del desarrollo de nuestras sociedades.
... the sounds of music provide constantly moving and complex matrices of sounds in
which individuals may invest their own meanings. The critical element in [Wicke's]
theory is that while the matrices of sounds which seemingly constitute an individual
"piece" of music can accommodate a range of meanings, and thereby allow for
negotiation of meaning, they cannot accommodate all possible meanings ... This
means that while the meanings and values of music are not intrinsic to music's
sounds -they are intrinsic to the individuals who invest them in the sounds- music's
sounds are nonetheless heavily implicated in the construction and investment of
those meanings and values. The sounds of music ... do not cause meanings and
they do not determine meanings. They do not even carry meanings. The most that
we can say is that they call forth meanings (Shepherd 1994: 135).
Yo creo que para tratar de resolver este problema hay que avanzar un poco más en
por qué "... music's sounds [not having meaning in themselves] are nonetheless
heavily implicated in the construction and investment of those meanings and values".
En este sentido quiero proponer que muchas veces una determinada matriz musical
"permite" la articulación de una particular configuración de sentido cuando los
seguidores de tal matriz cultural sienten que la misma se "ajusta" (por supuesto
luego de un muy complejo proceso de ida y vuelta entre interpelación y trama
argumental) a la trama argumental que organiza sus identidades narrativas.
Y lo que a primera vista parece una tautología, donde la gente parece aceptar una
propuesta de sentido porque ésta tiene sentido para su construcción identitaria,
esconde un intrincado proceso de ida y vuelta entre interpelaciones y tramas
argumentales en donde ambas se modifican recíprocamente. De esta manera, si por
un lado estamos de acuerdo con Wicke en que la música no tiene un sentido
"intrínseco", por otro lado pensamos que Wicke no está en lo cierto cuando plantea
que la música no tenga sentido y que tal sentido siempre proviene de los oyentes,
quienes simplemente lo "volcarían" en la formación musical. La música para
nosotros sí tiene sentido (no intrínseco, pero sentido al fin), y tal sentido está ligado
a las articulaciones en las cuales ha participado en el pasado. Por supuesto que
estas articulaciones pasadas no actúan como una camisa de fuerza que impide su
re-articulación en configuraciones de sentido nuevas, pero, sin embargo, sí actúan
poniendo ciertos límites al rango de articulaciones posibles en el futuro. Así, la
música no llega "vacía", sin connotaciones previas al encuentro de actores sociales
que le proveerían de sentido, sino que, por el contrario, llega plagada de múltiples (y
muchas veces contradictorias) connotaciones de sentido.
Cabe aquí hacer notar que nuestra discusión previa acerca de la manera en que los
sistemas clasificatorios trabajan en la construcción de la identidad se relaciona con
lo que Bruner llama el modo "paradigmático" de entender la realidad, es decir, el
proceso de construcción de categorías para entender la conducta humana, donde el
reconocimiento de que una persona en particular pertenece a una categoría se
produce al evaluar el nivel de semejanza que dicha persona tiene en relación a la
imagen prototípica que se tiene de dicha categoría. Como bien plantea Bruner, el
otro proceso cognoscitivo se basa en premisas muy diferentes al sistema
paradigmático categorial. En palabras de Polkinghorne:
The recognition or construction of a plot employs the kind of reasoning that Charles
Pierce called "abduction," the process of suggesting a hypothesis that can serve to
explain some puzzling phenomenon. Abduction produces a conjecture that is tested
by fitting it over the "facts." The conjecture may be adjusted to provide a fuller acount
of the givens. The reasoning used to construct a plot is similar to that used to
develop a hypothesis. Both are interactive activities that take place between a
conception that might explain or show a connection among the events and the
resistance of the events to fit the construction (Polkinghorne 1988: 19).
Cabe aquí hacer notar que las narrativas que usamos para entender la realidad que
nos rodea están repletas de categorías, de ahí que llamar la atención sobre la
importancia de las narrativas en la construcción social de la realidad no significa
abandonar toda idea de construcción categorial de la misma, sin embargo, "Unlike
the attempt to explain a single event by placing it in a specified category, narrativity
precludes sense-making of a singular isolated phenomenon. Narrativity demands
that we discern the meaning of any single event only in temporal and spatial
relationship to other events" (Sommers 1992: 601).
Por todo lo antedicho es que nosotros entendemos que muchas veces la gente
desarrolla su sentido de identidad pensándose como protagonista de diferentes
historias (Bhavnani and Haraway 1994, Bruner 1987, Burgos 1989, Gergen and
Gergen 1983, Novitz 1989, Polkinghorne 1988, Ricoeur 1992, Rorty 1990,
Rosenwald 1992, Rosenwald and Ochberg 1992, Sarbin 1986, Sewell 1992, Shotter
1989, Sommers 1992, 1994, Taylor 1989). En los textos de tales historias, lo que
hacemos es narrar los episodios de nuestras vidas de manera tal de hacerlos
inteligibles para nosotros mismos y los demás. Y esto es así, dado que para
entendernos como personas, nuestras vidas tienen que ser algo más que una serie
aislada de eventos, y es aquí, precisamente, donde intervienen las narrativas al
transformar eventos aislados en episodios unidos por una trama. Como bien explica
Sommers:
... it is through narrativity that we come to know, understand, and make sense of the
social world, ant it is through narratives and narrativity that we constitute our social
identities ... we come to be who we are (however ephemeral, multiple, and changing)
by our location (usually unconsciously) in social narratives and networks of relations
that are rarely of our own making (Sommers 1992: 600).
Asi, narrar es mucho más que describir eventos o acciones. Narrar es también
relatar tales eventos y acciones, organizarlos en tramas o argumentos, y atribuirlos a
un personaje en particular. En este sentido podemos afirmar que el personaje de
una narrativa es, en definitiva, concomitante con sus experiencias, tal como son
relatadas en la trama particular de una narrativa (Reagan 1993). Es por eso que
creemos que, en definitiva, es la narrativa la que construye la identidad del
personaje al construir el argumento de la historia. Así, lo que produce la identidad
del personaje es la identidad del argumento y no viceversa (Ricoeur 1992). Y esto es
de suma importancia, dado que la gente actúa o deja de actuar en parte de acuerdo
a como entiende su lugar en las diferentes narrativas que construye para dar sentido
a su vida.
Pero al mismo tiempo que explico mi vida presente dando cuenta de mi pasado a
través de una historia, también proyecto mi vida hacia un futuro posible (Taylor
1989: 48). De ahí que conocer mi identidad presente siempre implica una dimensión
temporal que relacione las tres dimensiones, presente, pasado y futuro. Como bien
explica Novitz:
". . . narrative . . . is the only variety of discourse which selectively mentions real or
imaginary events, orders them in a developmental or sequential way (the plot), so
that the whole discourse (and the sequence of events which it mentions) eventually
acquires a significance, usually a moral significance, from the way in which its parts
are related to one another (closure)" (Novitz 1989: 61).
Pero la íntima relación que existe entre categorías y narrativas no termina aquí, sino
que se extiende aún en otra dirección. Así, es muy común que los actores sociales
usen narrativas para apoyar la connotación de las categorías que utilizan para
describir la realidad que los circunda, sobre todo cuando se trata de aquellas
categorías que utilizamos para describir a los "otros" en un contexto de lucha
simbólica por el sentido. Tal vez la gente no necesite de una historia para explicar
por que utiliza la categoría "mesa" para describir aquel pedazo de madera apoyado
en cuatro patas, pero no cabe duda que es una gran ventaja tener una historia
personal a mano para alguien que cree que "los jóvenes son subversivos", o que "el
rock nacional es un culto satánico", o que "todos los italianos son anarquistas", o
que está convencido que "todos los cabecitas negras son borrachos y peronistas"
(para nombrar sólo algunas de las connotaciones que encontré en mis trabajos de
música e identidad en la Argentina). De esta manera, para mostrar que los "otros"
tienen las propiedades negativas representadas en sus actitudes y conductas, o que
"nosotros" somos mejores que "ellos", la gente prefiere apoyar tales reclamos con
"evidencia". Y las historias que contamos acerca de nosotros mismos y los "otros"
son presentadas justamente como "estableciendo los hechos" que apoyan nuestras
opiniones acerca de los "otros", ya que tales historias reportan acontecimientos que
la gente o ha presenciado o en los cuales ha participado personalmente. Así, lo que
van Dijk propone cuando se refiere a "historias acerca de minorías" podría muy bien
ser extendido a las narrativas en general:
In the linguistic order, elements are related primarily according to their similarities
and dissimilarities rather than according to their inclusion in or exclusion from a
category ... Only in fields like biology and botany can differences between species
and individuals be clearly found. In the organic realm, types have substantial
supports ... and because these reproduce almost identically one can objectivelyt
distinguish the typical and individual peculiarities among them. In the realm of
meaning, not everything is typical, and understanding does not reproduce iteself
exactly (Polkinghorne 1988: 167).
Por lo tanto nosotros creemos que todas las personas construyen narrativas que
utilizan para pensarse a sí mismas. Por supuesto diferente tipo de gente selecciona
distintos elementos articuladores o "puntos nodales" para construir tales narrativas,
pero no obstante tal diversidad, la gente prefiere seleccionar y organizar los
acontecimientos de su pasado, y preveer su futuro de acuerdo a ciertos elementos
articulatorios. Y esto es así porque la gente, inescapablemente, tiene que de alguna
manera parar el flujo constante de diferencias con las cuales nos enfrentamos
cotidianamente, de manera tal de construir un "centro" alrededor del cual
determinado tipo de orden pueda ser edificado. A nosotros nos parece que tal centro
está representado, precisamente, por la trama argumental de una narrativa.
Y parece ser que la civilización occidental tiene cierta predilección por cierto tipo de
"auto coherencia" en relación a la identidad, coherencia que contínuamente centra lo
que básicamente es una realidad de múltiples identidades descentradas. Como dice
Novitz: "It certainly is a feature of the society that we inhabit, and seems to have
taken root in the Greek, Jewish, and Christian injunction of 'know thyself,' the day of
judgment, it would seem, looms large in our lives, and demands a single, unified
view of self: a flawless whole which determines our direction in the afterlife" (Novitz
1989: 62). Y para desarrollar una imagen del yo que aparezca como una y unificada,
parece ser que los seres humanos no tenemos otra herramienta cultural que la de
contar historias, construir narrativas acerca de nosotros mismos y los demás. Así, el
proceso de construcción identitaria está caracterizado por un contínuo movimiento
de ida y vuelta entre contar y vivir, entre narrar y ser:
A good story presents a coherent plot. The narrative "now" must grow plausibly out
of what has come before and point the way to what might reasonable come next.
This literary criterion has implications for identity as well. For in telling their stories
individuals make claims about the coherence of their lives."This person I am today is
who I have been years becoming." Further, what is included and omitted from the
account renders plausible the anticipated future (Rosenwald & Ochberg 1992: 9).
De ahí que la trama argumental que utilizamos para componer nuestras narrativas
va a determinar el foco de nuestra atención, proveyéndonos de los principios que
nos van a permitir distinguir entre lo que es un primer plano de lo que sólo es
contexto.
The life narrative is open-ended: future actions and occurrences will have to be
incorporated into the present plot. One's past cannot be changed ... However, the
interpretation and significance of the [events of our past] can change if a different
plot is used to configure them. Recent events may be such that the person's plot line
cannot be adapted to include them. The life plot must then itself be altered or
replaced. The rewriting of one's story involves a major life change -both in one's
identity and in one's interpretation of the world- and is usually undertaken with
difficulties. Such a change is resisted, and people try to maintain their past plots
even if doing so requires distorting new evidence (Polkinghorne 1988, p. 182).
Por supuesto que nuestra propuesta teórica aún tiene que explicar por qué
determinadas personas prefieren algunas tramas narrativas en lugar de otras. Y
explicarlo discursivamente, sin apelar a alguna respuesta homológica o usando la
idea de hegemonía para explicarlo todo (esto dicho sin dejar de reconocer cuán
importantes son las condiciones sociales y los discursos hegemónicos para entender
la prominencia de algunas tramas argumentales y no de otras). Sin embargo,
considero que la compleja relación entre identidad social - sistemas clasificatorios -
interpelaciones musicales - narrativas acerca de mi mismo y los "otros" que estoy
proponiendo en esta comunicación nos permitiría avanzar un poco más en la
comprensión del complejo proceso de construcción identitaria. Al menos ahora
dispondríamos de un nuevo y más concreto lugar en donde buscar la complicada
relación que existe entre estructura y agencia, es decir, en las tramas argumentales
que diferentes actores construyen para entender sus identidades sociales.
... no sets of actors in the world are preconstituted with their skin boundaries already
clearly pre-established. There are no pre-established actors in the world ... There are
no pre-constituted entities ... It is in relational encounters that worlds emerge, they
emerge in plots of materialized stories. And the actors are the result of encounter, of
engagement. So there is no pre-discursive identity for anyone, including machines,
including the non-human. Our boundaries form in encounter, in relation, in discourse
... (Bhavnani and Haraway 1994: 32)
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