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En un rincón de uno de los ríos más largos del bosque Santullano se encontraba siempre a

muchos pescadores. Muchos de ellos pasaban largas horas sentados a la orilla del río, sobre las
rocas, pero ninguno de ellos era capaz de superar a Telmo.

Telmo era un pescador conocido por todos porque era capaz de estar tres días seguidos sin
levantarse de la roca en silencio hasta que pescaba algo. Además, aquellos días donde todos
finalizaban con una buena pesca, Telmo era siempre el que más peces capturaba. Nadie sabía
el secreto de su constancia ni el motivo por el que los peces acudían más a su cebo que al de
los demás. Muchos pescadores habían intentado copiar sus cebos, pero nunca habían
obtenido sus resultados.

Un buen día un pescador nuevo en la zona acudió con su hija a pescar y se sentaron en piedras
cercanas a Telmo. Llevaban tres horas enteras y no habían pescado nada. La niña se aburría y
no paraba de moverse pidiéndole al padre que se fueran. Estuvieron dos horas más y al poco el
pescador decidió irse, no sin antes mirar con admiración a Telmo que llevaba cinco horas
sentado sin moverse y sin hablar con nadie y aunque tampoco había pescado nada, no parecía
que fuera a irse.

A la semana siguiente el nuevo pescador decidió volver a pescar, está vez sin su hija. Pasó
cinco horas y el pescador, que no había pescado nada, vió como Telmo empezaba a pescar
peces sin parar. Hasta seis vio que metía en su cesto. Decidido, se levantó y fue a hablar con él.

- Perdone que le moleste. Veo que ha pescado muchos peces. ¿Cuál es su secreto?

- Disculpe pero.. ¿Por qué tendría que decírselo? Muchos pescadores han pasado por aquí
antes y todos quieren saber el seEl pescador y el ríocreto para intentar pescar rápido.

- Le prometo que no quiero ser rápido, lo que quiero es saber de dónde saca tanta paciencia.

- No es paciencia lo que poseo sino constancia. Llevo viniendo a este río a pescar diez largos
años y si algo he aprendido es que para conseguir lo que desees debes observar lo que te
rodea, ser constante y seguir intentándolo una y otra vez, una y otra vez hasta que lo logres.

- Vaya, entonces el secreto es la constancia.

- Así es amigo- Contestó el pescador mientras volvió a lanzar el anzuelo al agua una vez más.

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