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LA MÚSICA DE GABRIEL FAURÉ: ESTILO, CARATERÍSTICAS Y

BIOGRAFÍA

Su estilo, tanto armónico como melódico, siempre buscaba ir más


allá. No le gustaba seguir las tendencias de la época. Así, la música
del francés siempre destacó sobre las demás.
La música de Fauré, a diferencia de otros muchos compositores, no
puede catalogarse por sus estilos (inicial, de madurez y tardío)
puesto que su música ha permanecido bastante estable desde sus
inicios. Aaron Copland (1924) lo corrobora diciendo que “los temas,
las armonías, la forma, todo ha permanecido esencialmente igual,
aunque en cada obra nueva se vuelven más frescos, más
personales, más profundos”.
Según Teófilo Sanz Hernández (1997), la música de Fauré podría
resumirse en tres características:
Utilización de motivos rítmicos sutiles y repetitivos, uso magistral
de las modulaciones, cromáticas e inesperadas, estilo musical
“místico”. Hacia una etapa más madura (1906-1910), se cree que
Fauré adoptó este estilo utilizando alteraciones de forma que la
música comunicase sentimientos.
A través del empleo de leves disonancias sin resolver y efectos
coloristas, se anticipó a las técnicas empleadas por compositores
impresionistas. Si recordamos la atracción que sentía Fauré por
compositores como Chopin o Wagner, nos será fácil establecer una
“conexión” entre ellos, ya que éstos según palabras de Heredia
Vásquez (2005), “empezaban a experimentar con nuevas relaciones
entre acordes”.
Se podría, por tanto, considerar a Fauré como uno de los
precursores de la música de Debussy y Ravel, “en lo que concierne
a refinamiento, originalidad y elegancia de la línea melódica, de la
instrumentación y de la armonización”, según Zamacois (1986) o en
tanto en a las primeras manifestaciones del impresionismo musical.
En sus últimos años, Fauré desarrolló técnicas compositivas que
señalaban a la música atonal de Arnold Schoenberg y, más tarde a
las técnicas del jazz.

INFLUENCIA DE FAURÉ SOBRE IBERT Y ENESCO


El musicólogo Henri Prunières afirmó: “lo que Fauré desarrolló en
sus alumnos fue una sensibilidad armónica exquisita, el amor de las
líneas puras, de modulaciones inesperadas y coloridas; pero nunca
les alabó por conocer y comprender su estilo y ese es el motivo de
que todos ellos buscaran sus propias formas o estilos en muchas
direcciones, a veces a menudo, opuestas”. Tal y como lo hicieron
con él en la escuela de Niedermeyer, Fauré animó a sus alumnos a
que experimentaran con la música, que buscaran su propio estilo,
que no se dejaran llevar por las modas de la época. Es por ello,
quizás, que Fauré se convertiría en una de las figuras claves de la
música francesa.
En la música de Georges Enesco podemos encontrar varias
similitudes con la música de Fauré.
El compositor rumano fue alumno de éste durante los años 1895 a
1899 y en concreto, en su obra “Cantabile y Presto” podemos
encontrar elementos que indican una clara influencia del
compositor francés. Además, Enesco, considerado como un
compositor “nacionalista”, reniega de ese estilo para componer
típicamente música francesa, aunque no siempre será así.
Una de las características influyentes que encontramos son los
motivos rítmicos repetitivos. En el segundo movimiento “Presto”,
explota el motivo inicial de la obra con el recurso de las
semicorcheas, picadas y en contraposición después ligadas para
darle un ritmo constante a la obra. Es un recurso que utiliza en
contadas ocasiones; a veces con notas alteradas para ofrecer un
color distinto. Como ya se mencionó anteriormente, una de las
características de la Escuela Francesa fue utilizar las escalas
hexatónicas y octatónicas, además de las de tonos enteros.
Como la escala octatónica y la escala de tonos enteros, la
hexatónica son simétricas, lo cual solo admiten cuatro posibles
combinaciones. L a escala hexatónica puede comenzar por
cualquier tono y enarmonizarse. Se forma con: medio tono, 3ª m,
medio tono, 3ª m y medio tono.
El uso de las escalas hexatónicas ofrecen una sensación de
desapego de la tonalidad. Como podemos ver a continuación, el
uso de esta escala le confiere al pasaje un final melancólico,
nostálgico, Otro recurso que utiliza Enesco, tal como lo hacía su
maestro, era utilizar a menudo las modulaciones para producir
diferentes sensaciones en el oyente.
Además, en diversas ocasiones las realiza cromáticamente para que
la sensación sea aún más intensa, más rápida.
Al analizar la obra de Ibert “Pieza para flauta sola” advertimos
varias similitudes con la técnica de Fauré.
Una de ellas es el recurso que utiliza Ibert de repetir un motivo, en
este caso musical. Otra característica es el uso de las modulaciones,
que pueden apreciarse constantemente durante toda la obra. Ibert
utiliza las alteraciones para llevarnos de una tonalidad a otra
constantemente. Un claro ejemplo se aprecia al inicio donde insiste
repetidamente en la nota “re” haciendo hincapié en ella con formas
rítmicas diferentes durante dos compases, para luego utilizar un
préstamo de la tonalidad de Re b M y volver a continuación a la
tonalidad inicial.
Otro ejemplo se aprecia hacia el final del Andante, donde partiendo
de la tonalidad de Re b M hace un préstamo de la tonalidad de Re
M para volver rápidamente a su tonalidad.
Por último, utiliza esta modulación para hacer de enlace al Tempo
primo.
Como ya se ha comentado anteriormente la Escuela Francesa
gustaba de usar las escalas de tonos enteros, hexatónicas y
octatónicas. La escala octatónica es una escala formada por ocho
notas que alterna tonos y medios tonos. Existen 3 tipos de esta
escala. Puede comenzar desde cualquier tono, pero tiene que
ajustarse a uno de sus tres tipos. Se basa en: tono, medio tono,
tono, medio tono, tono, medio tono y tono. Es una escala muy
flexible, contiene intervalos menores, mayores y disminuidos, y es
por ello por lo que a los compositores les gusta emplearla en sus
partituras.
En este caso, Ibert emplea esta escala al principio de la obra como
introducción antes de llegar al tema principal para otorgar a la
pieza un arranque evocador.
Tal como afirma Gerald Michel (1981) Ibert, en sus inicios, escribe
Le jardín du Ciel (El jardín del cielo) y Elle avait trois couronnes
(Tenía tres coronas). En ellas, explica que puede verse el estilo de
Fauré, aunque éstas son poco impresionistas.
Cuando Ibert solo contaba con unos pocos años de vida, Debussy
estrenaba la que sería la primera obra representativa de la música
impresionista: “Prélude à l’après-midi d’un faune” (Preludio a la
siesta de un fauno) en 1984. A partir de entonces, otros como Ravel
o Satie, se contagiaron de ésta y este género tuvo una expansión
rápida, Una de la característica de esta música es la de emplear
rubato, un tempo más libre. En el caso de la Pièce pour flute seule,
Ibert recurre a un esquema muy simple: A-B-A.
Además, juega con la indefinición y la subjetividad dejando libertad
al oyente para adquirir nuevas sensaciones. Así en esta obra Ibert
indica “a piacere”, para dar una autonomía al ejecutante a la hora
de su interpretación.

BIOGRAFÍA DE GABRIEL FAURÉ

Gabriel Fauré nació el 12 de mayo de 1845 en Pamiers-Ariége, en


Francia, en el 17 de la rué Major. Hijo de Toussaint-Honoré, un
humilde maestro de escuela y de Marie-Antoinette-Hélène Lalène-
Laprade. Nada en su familia podía estimularle a la carrera musical.
Su bisabuelo y abuelo habían sido carniceros y por parte de madre,
su abuelo había sido capitán en los ejércitos del Imperio. Su
apellido, Fauré, provenía del antiguo oficio del herrero, que junto al
fabricante de harinas son los que predominaban en la región. Pero
nada de eso llama la atención del francés.
A la edad de cinco años, su padre fue nombrado director de la
Escuela Normal de Montgauzy.
Un viejo convento se había convertido ahora en un gran caserón y
fue en su capilla donde Fauré estableció su primer contacto con la
música. Le llamó la atención un instrumento que juró aprender a
tocarlo: el órgano.
Su perseverancia y sus cualidades innatas hicieron de él un pianista
aceptable a la edad de siete años. M. de Saubiac, diputado por el
departamento de Ariége, que lo había escuchado tocar, aconsejó a
su padre que lo matriculara en la escuela de música de París,
fundada por Louis de Niedermeyer. Así, a la edad de nueve años
Fauré marcha a la capital e ingresa en la Escuela de Música clásica y
religiosa de París que formará musicalmente, sin saberlo, a un
genio de la música.
En la École Niedermeyer de París el joven músico aprendió latín,
historia, geografía y literatura, y por supuesto, música. De entre
estas materias Fauré sólo sobresalió en música, pero destacó sobre
todos los demás recibiendo además algunos premios como el
Premio de solfeo (1857), Segundo Premio de armonía (1860),
Premio de excelencia de piano (1862) y el Primer Premio de
composición (1865).
Su profesor de órgano fue Clement Loret, Wackerthaler se ocupó
de su enseñanza en las materias de contrapunto y fuga, la armonía
corrió a cargo de Aristide Dietsch y canto, piano y composición con
Louis Niedermeyer. Tanto éste como Gustave Lefevre fueron dos
excelentes maestros, abiertos en la enseñanza y liberales con las
necesidades de cada uno de sus alumnos, lo cual le venía de perlas
a una personalidad como la de Fauré, abierta y antidogmática.
En marzo de 1861 muere Louis Niedermeyer y es sucedido por
Lefevre en la dirección de la escuela y por Camille Saint-Saëns como
profesor de piano. Fauré además de poder ser influenciado por las
técnicas del maestro forjaría una amistad con él hasta la muerte de
éste en 1921.

Sus primeras composiciones fueron escritas en la citada escuela son


para voz y piano. En estas obras ya se puede intuir a un Fauré
original, que despunta sobre los demás con su música tan
característica.
Aquí permanecería durante once años, donde estuvo becado por
esta institución al reconocer el propio director que Fauré poseía un
talento para la música.

Gabriel Fauré en 1868:


A la edad de 20 años termina aquí sus estudios y busca alguna plaza
para trabajar de organista. Y la encuentra en Rennes (París) donde
le ofrecen ser titular de la iglesia de San Salvador. Ese mismo año es
invitado por su amigo Saint-Saëns, junto a otros músicos, a hacer
una peregrinación a Sainte-Anne-la-Palud y dos años más tarde
acompañaría al piano a la cantante
Miolan Carvalho en la que se interpretaría alguna canción del
músico, Pero Fauré quiere más. No se conforma con un puesto de
organista en un lugar perdido de Francia así, que en la primavera de
1870 parte hacia París. Allí encontrará trabajo como organista en la
iglesia de Notre Dame de Clignancourt.
En el mes de julio con la guerra franco-prusiana recién estrenada
Fauré se enrola en el ejército y al año siguiente conoce,
casualmente a André Messager, su primer discípulo y con el que
mantendrá una larga amistad durante toda su vida.
Fauré logra la medalla militar y es nombrado organista de Saint
Honoré deylan en París. Poco después, tras la muerte de Charles
Marie Widor, ocuparía su cargo como organista del coro de Sant
Sulpice y finalmente trabajaría como maestro de capilla en la iglesia
La Madeleine.
El 17 de noviembre de 1871 nace la Sociedad Nacional de música. Y
Fauré, con la llamada de Saint-Saëns, pasa a formar parte de ésta
junto a César Franck, Georges Bizet y Jules Massenet entre otros.
Aquí estrenará algunas de sus primeras obras.
Fue de la mano de C. Saint-Saëns quien le atrajo a la casa de la
cantante Pauline Viardot, lugar donde se celebraban reuniones de
sociedad y sesiones musicales celebradas los jueves y domingos
respectivamente. Aquí se mezclaba el mundo de las letras y la
música y Fauré, bajo este ambiente tan artístico puso música a
poemas de Víctor Hugo, Baudelaire y Gautier. Así como también le
animó a componer canciones, dos de ellas dedicadas a dos de las
hijas de Viardot, de inspiración italiana como la Serenata Toscana,
Après un rêve (Después de un sueño), Tarantelle, la Canción del
pescador y otras bellas melodías.
En París conoce a Camille Clerc, un rico industrial amante de la
música y a su esposa Marie. A Fauré le gusta de ir a visitar a esta
pareja y a sus cinco hijos y se contagia por ese clima tan familiar,
tan lleno de cariño que él añora. En la finca de los Clerc Fauré
escribirá algunas de sus obras maestras de juventud: Cuarteto con
piano Op.15, la Primera Sonata en La mayor para violín y piano
Op.13 y la Balada para piano Op.19.
Fauré, que sigue frecuentando la casa de Pauline Viardot, acaba
enamorándose profundamente de una de sus hijas, Marianne. Sin
embargo, el noviazgo no acaba bien y termina por sumir a Fauré en
un profundo dolor y tristeza. A finales de 1877 viaja a Weimar para
asistir al estreno de Sansón y Dalila, compuesta por su querido
amigo Saint-Saëns. Allí conocerá a Frank Liszt que no podrá intuir,
quizás por su edad ya avanzada, la genialidad de Fauré.
Pero Weimar pretende ser el primero de muchos viajes de Fauré
para entrar en contacto con la música del polémico Richard
Wagner. En 1878 Fauré y Messager compondrán, para piano a
cuatro manos una paráfrasis sobre los temas favoritos del “Anillo
de los Nibelungos” después de haberse empapado de la música del
alemán. Fauré admira a Wagner, pero su influencia casi no se deja
ver en sus obras, ya que sigue predominando su estilo francés.
Durante esta época de viajes a Alemania escribe Nell, Notre amour,
Chanson d’amour, Aurore, Fleur jetée, Pays de rêves, el Poème d’un
jour sobre tres poemas de Grandmougin, Rencontre, Toujours y
Adieu.
Estas canciones corresponden a la segunda colección de melodías
para canto y piano. Las más célebres serían Las rosas de Ispahan y
Les Berceaux (Cunas).
Fauré se enamora de nuevo. Esta vez se trata de María Fremiet, hija
de un escultor. Criada en un ambiente artístico, culta y sensible
parece la mujer idónea para Fauré. El 27 de marzo de 1883
contraen matrimonio y fruto de este amor nacerían Emmanuel y
Philippe. Ambos escogerían el apellido materno, Fremiet, como
primer apellido por la aportación escultórica de su famoso abuelo.
El año 1883 es un buen año para él compositivamente hablando.
Escribe Elegía para violonchelo, dedicada al violonchelista Jules
Loéb. También compondrá las primeras obras para piano, los tres
primeros Impromptus, la Mazurka Op.32, Barcarola Op.36, los tres
primeros Nocturnos, los dos primeros Valses Caprichos y las
primeras Romanzas sin palabras.
En el verano de 1985 año, fallece el padre de Fauré. La tristeza
envuelve al compositor y la refleja en algunas de sus obras como en
el Cuarteto con piano en Sol m, Op.45 y en otras para piano y violín
o cello.
Más tarde le es otorgado el premio Chaitier por sus obras de
cámara.
La ausencia de Toussaint-Honoré Fauré hace que su hijo se rodee
de la música religiosa. Así escribiría una de sus grandes obras “Misa
de Réquiem “op.48.
Entre los años 1888 y 1889 escribirá música para escena como
Calígula o Shylock. Se tratan de las primeras composiciones que
Fauré realiza sobre este género.
En 1891, un viaje a Venecia le ha inspirado para seguir escribiendo
para canto y piano. Una de sus obras maestras en éste ámbito
serán Clair de lune, Spleen, La rose, Larmes. En esta bella ciudad
italiana también escribirá sus “Cinco melodías, Op.58”: Mandoline,
Green, En sourdine, A Clymèney C’est l’extase.
Fauré empieza a sentirse fatigado. Debe trabajar en exceso para
mantener a su familia, a pesar de sus esfuerzos no logra alcanzar la
fama que él aspira, su trabajo le otorga unos ingresos bajos… todo
hace mella en él. En una carta a una amiga le explica su necesidad
de marcharse unos días, despejar la mente. Pero tendrá que
conformarse con las salidas que, llevado por su amigo Saint-Saëns,
harán a los salones artísticos más selectos de la capital parisina. Allí
se dará a conocer el artista y se reencontrará con algunos amigos
como Messager, Debussy, Ravel…
En 1892, el director del Conservatorio de París, Ambroise Thomas
rechaza a Gabriel Fauré para ocupar la plaza de profesor de
composición. A su vez, nombra a Théodore Dubois. En palabras del
propio Ambroise: “¡Jamás! Si él es nombrado yo dimito”. Al parecer
sus ideas musicales tan “innovadoras” no eran compartidas por la
mayoría. Por su parte, Fauré será el nuevo inspector de enseñanza
musical.

Sumado a este rechazo, Fauré también tendrá que asumir otro


varapalo en su vida: su matrimonio. Su mujer, María, empieza a dar
señas de su descontento. Se ocupa de la casa y sus dos hijos, pero
no se siente valorada. Nunca acompaña a su marido en ninguna de
sus reuniones, y menos cuando viaja. Tampoco comparte, ni es
partícipe de la evolución de la música de su marido como lo harán
Emma Bardac y Marguerite Hasselmans.
Desde 1890 a 1896 Fauré se dejó contagiar de la voz y la cultura de
Emma Bardac, que en un futuro se convertiría en la mujer de
Debussy. Así, en 1892 nacería el ciclo de canciones más importante
que Fauré escribiría: “La bonne chanson”, basados en 9 poemas del
poeta Verlaine, que apenas empezaba a darse a conocer. A pesar
de rondar ya el medio siglo de edad, Fauré escribe estás páginas
con una ternura, fragilidad y finura, propia de un joven enamorado.

Algunas de sus mejores obras para piano son de ésta época, como
su sexto Nocturno, su quinta Barcarola o el magistral Tema y
variaciones.
Ambroise Thomas, el hasta entonces director del Conservatorio de
París, fallece el 12 de febrero de 1896. Jules Massenet aspira a
conseguir ese puesto, pero será Dubois quien lo logrará. Massenet
decide dimitir por lo que él considera un atropello.
Este embrollo acabará beneficiando a Fauré. El puesto de Massenet
ha quedado vacío y se piensa en Fauré para ocuparlo. Por otra
parte, es nombrado organista titular de la Madeleine.
La actividad que Fauré, a partir de entonces, realizará como
profesor de composición se considera trascendental para entender
la evolución de la música francesa. George Enesco, Nadia
Boulanger, Roger Ducasse y otros tantos pasarán por sus aulas. E
incluso para otros que no lo hicieron como Honegger, Dukas o
Albéniz reconocen su influencia.
Fauré continuará compartiendo su labor de profesor con la de
compositor. Una de estas obras, Peleas y Melisande, se convierte
en una obra cumbre. Fauré se trasladará a Londres para dirigirla en
1898.
Seguirá componiendo obras pianísticas: Barcarolas y Nocturnos y
en el año 1900 estrenará Prometeo sobre el drama de Lorrain y
Hérold. Su música parece volverse más indefinida, modulante. Su
estilo se acerca más al modernismo.
En 1903 estrenará sus Piezas breves, op.84 y colabora en el diario
Le fígaro como crítico musical. También, durante su viaje a Suiza en
verano escribirá su Quinteto para piano, op.89.
Desgraciadamente, en este mismo año le diagnostican una
enfermedad en el oído, hecho que le marcará hasta el final de sus
días.
En 1905 Ravel es rechazado para el Premio de Roma. El escándalo
vino porque era la cuarta vez que se presentaba y en esta última
prueba había sido eliminado en las pruebas previas. Éste hecho
llegó a la prensa y provocó la dimisión de Dubois como director del
Conservatorio. El cargo sería ocupado por Fauré con asombro e
indignación de unos y otros.
Esta nueva etapa de Fauré al frente del Conservatorio supondría un
cambio radical en cuanto a la manera de gestionarlo. Otorgó un
aire nuevo a la tradicional institución de Dubois. Entre otras
medidas, invitó a Debussy, Vicent d’indy o Albéniz. A éste le uniría
una gran amistad que lo llevó en 1908 a ir a Barcelona para asistir a
los tres conciertos que su amigo había organizado para difundir su
obra. Fue en esta ciudad española donde se enteró de su
nombramiento como miembro de la Academia de Bellas Artes de
París. Allí Mompou quedará influenciado por el francés al
escucharlo al piano.
Entre 1907 y 1913 Fauré se centra en la creación de una ópera:
“Penélope”. Fue la cantante Lucienne Breval quien le propuso la
idea y el hecho de que la historia tratara sobre Ulises y Penélope, él
que era un gran amante del mundo clásico, le convenció de
sobremanera. El encargado de escribir el libreto fue Rene Fauchois
en el cual Fauré trabajó de manera incansable durante seis años.
Fue estrenada el 4 de marzo de 1913 en Montecarlo donde fue
gratamente recibida por el público.
Mientras, en 1909 un grupo de compositores provenientes de la
“Société Nationale de Musique” formaron un nuevo grupo: la
“Société Musicale Indépendante” de la cual Fauré acepta su
presidencia.
Y un año más tarde, en 1910 estrenaría su ciclo de canciones bajo el
nombre de La chanson d’Eve sobre poemas del belga Charles van
Lerbergue con la cantante Jeanne Raunay a la que estaba dedicado.
La pérdida de oído que le acusa no interfiere en absoluto en sus
labores de compositor, aunque trabaja, según sus palabras “como
si tuviera que abrir, en cada obra, una pesada puerta”.
Escribe pues sus Barcarolas, Nueve Preludios, los Nocturnos y el
Impromptu Op.102.
En 1914 llega la fatídica Primera Guerra Mundial. Cuando estalla,
Fauré se encuentra intentando encontrar cura para su sordera, que
cada día se vuelve más acuciante. En París continúa ejerciendo su
labor como director del Conservatorio angustiado por su hijo, que
se encuentra en el frente. De esta época surgen la Segunda Sonata
para violín y piano, la Primera Sonata para violoncello, la Fantasía
para piano y orquesta, Nocturno en mi menor 0p. 107, la Barcarola
Op.106 y el ciclo de canciones Jardín clos.
Su sordera va en aumento, así, en 1920 el ministerio solicita la
inadmisión de Fauré, y éste, con mucho dolor no puede hacer otra
cosa que renegar de su cargo. Como recompensa por sus tantos
años dedicado al Conservatorio se le concede la Placa Oficial de la
Legión de Honor. Pero Fauré espera una remuneración, un sueldo
con el que pasar sus últimos años de vida como agradecimiento a
sus 28 años de colaboración con el Conservatorio. Pero ésta no
llegaría.
Ahora ya puede dedicarse plenamente a la composición. Y así, un
año más tarde, estrena Masques et Bergamasques además de sus
últimas obras pianísticas: la Segunda Sonata para violoncello y
piano, el Segundo Quinteto de piano, la Barcarola en Do Mayor, el
Canto funerario en el que conmemora los cien años de la muerte
de Napoleón, su último ciclo de cuatro canciones titulado L’Horízon
chimérique y el Trío Op. 120. En el Nocturno en Si m, Op. 119, obra
maestra del francés por el uso delicado y refinado que hace de la
armonía, Fauré refleja su tristeza y resignación. A sus 76 años se
encuentra solo, sordo y prácticamente pobre.
En 1922, uno de sus buenos amigos organiza en la Sorbona un
homenaje nacional para aliviar los bolsillos de Fauré que resultó ser
un éxito. Acudieron figuras clave de la política, de la música y las
artes francesas.
En 1923, decide mudarse a Annecy-le-Vieux. Necesitaba encontrar
algo de paz y sus fuerzas empezaban a decaer. Allí escribiría su
última composición: un Cuarteto de cuerda. Su salud empeora;
padece arteriosclerosis, bronquitis y enfisema.
Un año más tarde se encuentra en cama a causa de una neumonía
doble. Su amiga, Marguerite Hasselmans escribe su testamento. El
18 de octubre se le traslada a París en tren con la compañía de su
hijo. Pero el cuerpo fatigado y abatido del francés respira su último
en la madrugada del 3 noviembre. Sus amigos se encargaron de
que le fueran concedidas honras fúnebres nacionales.
Gabriel Fauré fue enterrado en el cementerio de Passy cerca de su
amigo Messager y no muy lejos de Debussy.
Las composiciones de Fauré a diferencia con las de Richard Wagner
y sus seguidores poseían un sonido más discreto y emotivo. No se
dejó llevar por las críticas y por ello pudo componer una Balada
para piano y orquesta (1881), la suite Peleas y Melis Estrella Ortín
Martínez.
Colaboraciones
AGRUPACIÓN MUSICAL “LA ESTRELLA” DE Jaenandra (1889), un
requiem (1887), los ciclos de canciones La bonne chanson con
textos de Paul Verlaine (1891-1892), L’horizon chimérique (1922) y
la ópera Penélope (1913). Escribió además numerosas obras para
piano y música de cámara.

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