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«¡como si tuviese más letras un no que un sí!»... eduardo olid guerrero
De este modo, y además de las descripciones iniciales de las biografías de Paterson (2005:110), «a master of ecphrasis,
or description, abandoning the narrative, on
Rincón y Cortado, el narrador se limita a insertar acotaciones orales convir- cue, to engage with an object, person or event
tiéndose finalmente en un trujamán, a semejanza del que acompaña a Maese with a lexical precision and procedural order
that leave an impression of an underlying
Pedro en el Quijote, con locuciones dirigidas al lector como «veis aquí» (p. 174), repertoire of exercises dutifully fulfilled».
«olvidábaseme de decir» (p. 182), o «al volver que volvió» (p. 192). Estamos pues
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Vino el que tenía a cargo el dinero tras mí; prendiéronme; tuve poco favor,
aunque viendo aquellos señores mi poca edad, se contentaron con que me
arrimasen al aldabilla y me mosqueasen las espaldas por un rato, y con que
saliese desterrado por cuatro años de la corte (p. 166).
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La descripción de los personajes secundarios que van llenando el escenario irónica con el mundo exterior al patio: «This
simulacrum of decent society involves people
crea la expectación en nuestros jóvenes espectadores y en nuestra lectura ante who apparent sincerity believe they can
la espectacular entrada en escena de Monipodio. Esta figura es descrita como consciously sin and still keep a certain contact
with the Church».
un supuesto juez imparcial que destaca por unas características monstruosas,
con un físico descomunal que además necesita ir armado, y que en suma: «Re- 6 García López (Novelas, p. 184, n. 180),
presentaba el más rústico y disforme bárbaro del mundo» (p. 184).6 Su poder se siguiendo a Rodríguez-Luis entre otros,
relaciona a Monipodio con el Menipo de
manifiesta enseguida al bautizar a los nuevos miembros añadiéndoles esos dimi- Velázquez, con el personaje de Proteo y con la
nutivos que los identifican como aprendices de pícaros a ojos de la organización. iconografía de Polifemo.
Como nosotros los lectores, Rincón y Cortado no dan crédito a sus ojos,
y ya como espectadores del patio se limitan a reaccionar con rapidez cuando
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zón fundamental que lleva esta mujer a la casa de Monipodio es para pedir sin embargo, «el mote Cariharta refleja
una forma del rostro (‘carirredonda’ o
justicia tras sufrir una brutal agresión. El narrador/trujamán nos ayuda a vi- ‘mofletuda’) de probable intencionalidad
sionar cómo es la terrible imagen con la que esta mujer irrumpe en la alegre erótica».
escena: 10 Cobarrubias define descabellado como
«el que trae el cabello revuelto», sinónimos
Venía descabellada y la cara llena de tolondrones, y así como entró en el serían despeinada o desgrañada; tolondrones
es «el bulto que se levanta en la cabeza,
patio se cayó en el suelo desmayada. Acudieron a socorrerla la Gananciosa y cuando ha recibido un golpe, sin que salga
la Escalanta, y desabrochándola el pecho, la hallaron toda denegrida y como sangre». Según García López (Novelas, p. 196),
denegrida es morada por los golpes.
magullada (...). Y alzándose al instante las faldas hasta la rodilla, y aún un poco
más, las descubrió llenas de cardenales (p. 197).10
Una vez que recupera la conciencia, las primeras palabras de Juliana son
primero para reclamar justicia. Juliana señala al culpable, da su versión sobre la
relación personal que la une con el agresor, así como ciertas características que
definen a este, y aporta una descripción pormenorizada de los hechos desde la
causa de los mismos, hasta el último detalle de cómo sucedió la agresión:
La justicia de Dios y del rey venga sobre aquel ladrón desuellacaras, sobre
aquel cobarde bajamanero, sobre aquel pícaro lendroso, que le he quitado
más veces de la horca que tiene pelos en las barbas (...), león con las ovejas y
cordero con los hombres (...). Desta manera me ha parado aquel ingrato del
Repolido, debiéndome más que a la madre que le parió. (...) No lo hizo más
sino porque estando jugando y perdiendo, me envió a pedir con Cabrillas, su
trainel, treinta reales, y no le envié más de veinte y cuatro (...). Y en pago de
esta cortesía (...) esta mañana me sacó al campo, detrás de la Güerta del Rey,
y allí, entre unos olivares, me desnudó, y con la petrina, sin escusar ni recoger
los hierros, (...) me dio tantos azotes que me dejó por muerta. De la cual ver-
dadera historia son buenos testigos estos cardenales que miráis (pp. 197-198).
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vez del insulto mediante el apelativo vulgar de prostituta: «¡Por Dios que
voy oliendo, señora trinquete, que lo tengo que echar todo a doce, aunque
nunca se venda!» (p. 202).
Monipodio intenta poner orden en su tribunal y situar de nuevo a Repo-
lido en su lugar de acusado. Sin embargo, esta vez utiliza astutamente la tesis 12 Como recuerda Villalba Pérez (2004:246-
de la violencia por amor antes mencionada por las propias víctimas, para 249), los escritores recogían una mentalidad
dictar una sentencia de mero efecto espectacular que toca únicamente en el popular en la que abundaba el escepticismo
sobre la veracidad de la denuncia femenina
honor público del acusado: ante la violación: por ejemplo Tirso de
Molina en El vergonzoso en palacio pone
estas tajantes palabras en boca de uno de
En mi presencia no ha de haber demasías: la Cariharta saldrá, no por ame- sus personajes: «¿Piensas de veras que en el
nazas, sino por amor mío, y todo se hará bien, que las riñas entre los que bien mundo ha habido / mujer forzada? / (...) / si
se quieren son causa de mayor gusto cuando se hacen las paces… ¡Ah, Cari- Leonela no quisiera / dejar coger las uvas de
su viña, / ¿no se pudiera hacer toda un ovillo
harta, sal acá fuera, por mi amor, que yo haré que el Repolido te pida perdón / como hace el erizo, y a puñadas, / aruños,
de rodillas! (p. 202). coces, gritos, y a bocadas, / dejar burlado a
quien su honor maltrata, / en pie su fama
y el melón sin cata?». O Mateo Alemán
A las amenazas de Repolido, le sucede un desafío y posible duelo por honor en su Guzmán de Alfarache, que recoge la
que hace olvidar el cumplimiento de la edulcorada sentencia de Monipodio siguiente creencia popular: «Porque real y
verdaderamente, hablándola entre nosotros,
que condenaba a Repolido a humillarse ante su víctima. El veredicto jamás se no hay fuerza, sino grado. No es posible
cumple y el entremés narrativo pasa del caos de una exacerbada demostración hacerla ningún hombre solo a una mujer,
si ella no quiere otorgar con su voluntad. Y
de virilidad sexista, acompañada de la respectiva sumisión femenina, a la falsa si quiere, ¿qué le piden a él?» (libro III, pp.
armonía momentánea entre las partes en forma de música y baile. 267-273). Como sabemos Cervantes recoge
Aun así, y a pesar del intento de Repolido por borrar de la memoria común también la idea de que la mujer no puede
ser forzada contra su voluntad. Leocadia en
lo ocurrido, su caso ocupa toda la parte central del relato y tiene más exten- La fuerza de la sangre es violada por Rodolfo
sión que ningún otro. Con Rincón y Cortado, el lector sonríe ante el absurdo cuando se encuentra desmayada, y una vez
despierta, el joven intenta repetir la agresión
espectáculo que ofrece esta cofradía, pero también está obligado a oír a una pero no puede doblegar físicamente a
víctima de la violencia de género pidiendo justicia tras una brutal agresión.12 la muchacha.
Esto apunta a la manera en que este tipo de casos se trataba por la justicia y los 13 José Luis de las Heras Santos (1994:224)
tribunales ordinarios de la época. El hecho de que al final la denuncia de esta bajo el epígrafe «Delitos contra la moral
maltratada prostituta no altere en lo más mínimo el futuro de las violentas rela- sexual dominante» para el muy extenso
periodo que va de 1572 a 1700 anota los
ciones entre los proxenetas y sus empleadas, indica que fuera de este escenario, siguientes datos: «Tal es el caso del estupro,
el panorama es el mismo, porque o bien no se llegaban a producir nunca estas las violaciones, y los raptos de mujer que
denuncias, como bien ejemplifica La fuerza de la sangre, o bien cuando llegaban en conjunto alcanzaron el 5% del total de
delitos perseguidos. Las restantes infracciones
al litigio raramente el culpable era acusado como tal, o si lo era, la pena podía recogidas bajo este epígrafe supusieron el
ser tan leve como la que intenta aplicar Monipodio a Repolido.13 7,7% del conjunto de faltas reprimidas. Entre
ellas proliferaban los amancebamientos,
La cuarta y última interrupción es la de un cliente particularmente exi- adulterios, tratos ilícitos, inquietar casadas,
gente que viene del exterior. De nuevo se rompe el distanciamiento irónico ‘solicitar mujeres’ y ‘perseguir doncellas’».
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al haber una relación directa con un personaje fuera de la realidad virtual del
patio. La violencia rebasa ahora los límites de la analogía, pues este caballero
es un cliente que, con su deseo de venganza, perpetúa la existencia de grupos
criminales como los que Rincón y Cortado están contemplando. El inter-
cambio comercial que implica aplicar justicia de modo arbitrario dinamita
de nuevo los cimientos del organismo que aplica la ley en la ciudad andaluza.
La lectura del libro de memoria lleva finalmente la violencia a todos los
rincones de la ciudad. Este documento que contiene las cuentas saldadas y
por saldar de esta mafia señala la dependencia de un grupo de criminales de
la palabra escrita para organizar sus actividades delictivas, parodiando con
ello indirectamente la burocracia judicial sevillana.
Tenemos además la paradoja de que Monipodio no sabe leer. Lo que
desde esta lectura no es un descuido cervantino como se ha querido ver, sino
un acierto ya que destaca la habilidad de Rincón para hacerlo. De este modo
nos damos cuenta de que los datos y eventos que contiene el inventario no
tienen importancia por sí mismos sino por la historia que cuentan. Monipo-
dio no puede entender esto, pero Rincón sí, y así puede reconstruir la historia
imaginada de esta hampa sevillana para tomar una decisión sobre su futuro
en ella. Rinconete y Cortadillo conservan sus recién adquiridos diminutivos,
pero deciden abandonar a esta «bendita comunidad». La decisión viene des-
pués de asistir al insaciable deseo agresivo que manifiesta el supuesto caba-
llero, y tras volver a formar parte de la escena leyendo Rincón ese estado de
cuentas y delitos por cometer por la cofradía. Ambas escenas finales rematan
esa crítica del texto a la administración de justicia sevillana de la época desde
el caos entremesil de la casa de Monipodio. Es un apunte moral y ético que
el narrador pone en la mente de Rinconete como razón para abandonar ese
escenario interior. Y es también una lección destinada a que el joven aprenda
por lo observado a cuidarse del mundo exterior, para terminar así su vida
picaresca y con ella este interludio en prosa: «Finalmente, exageraba cuán
descuidada justicia había en aquella tan famosa ciudad, (...) y propuso en
sí de aconsejar a su compañero no durasen mucho en aquella vida tan per-
dida y tan mala, tan inquieta y tan libre y disoluta» (p. 215). Como pedía
Collingwood del historiador, Rinconete reconstruye la historia del patio de
Monipodio a través de los datos que ha acumulado como testigo y espec-
tador. Por eso el narrador sugiere que no tendrá dificultad en convencer a
su compañero Cortado para que abandonen semejante compañía. De este
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