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RITUAL DEL

MATRIMONIO

REFORMADO POR MANDATO DEL CONCILIO VATICANO 11,


PROMULGADO POR SU SANTIDAD EL PAPA PABLO VI
Y REVISADO POR SU SANTIDAD EL PAPA JUAN PABLO 11

APROBADO POR LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO


Y CONFIRMADO POR LA CONGREGACIÓN
PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

EDICIÓN PREPARADA POR LA COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL


LITÚRGICA DE MÉXICO

SEGUNDA EDICIÓN TÍPICA


CONGREGATIO DE CULTU DIVINO
ET DISCIPLINA SACRAMENTORUM
Prot. N. CD 1068189

Ritus celebrandi Matrimonium, qui olim in Ritual¡ Romano inveniebatur, ex decreto


Concilii Vaticani 11 instauratus est anno 1969 per promulgationem a Sacra Rituum
Congregatione factam Ordinis celebrandi Matrimonium.
In hac editione typica altera idem Ordo exhibetur ditior in Prwnotandis, ritibus ac precibus,
variationibus nonnullis introductis, ad normam Codicis luris Canonici
anno 1983 promulgati.
Congregatio de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, de speciali mandato
Summi Pontificis IOANNIS PAULI lí, novain hane editionem eiusdem Ordinis publici
iuris facit. Ordo Yero in editione typica altera et lingua latina exaratus, statim ac
prodierit, vigere incipiet; linguis autem vemaculis, cum transiationes ab Apostolica
Sede sint confirmatw, a die quem Conferentiw Episcoporum statuerint.
Contrariis quibuslibet minime obstantilus.
Ex sedibus Congregationis de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, die 19
martii 1990, in sollemnitate S. loseph.

DECRETUM EDUARDUS Card. MARTÍNFZ


Preafectus
+ Ludovicus Kada
Archiep. tit. Thibicensis
a Secretis
PRESENTACIÓN

El matrimonio es sagrado porque viene de Dios. Él creó al hombre y a la mujer como seres
complementarios en orden a que formaran una unidad misteriosa y fecunda: "serán los dos
una sola carne...; crezcan y multiplíquense" (Gén 2, 24; 1, 28). Jesucristo elevó el
matrimonio, instituido por Dios desde la creación del ser humano, a la dignidad de
sacramento.

El Concilio Vaticano II se expresa bellamente de él e inspira no sólo el modo como debe


celebrarse, sino también su vivencia permanente dentro de la comunidad cristiana. En
efecto, en la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual dice:

Así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de
fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de
los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con
ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como Él
mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella... La familia cristiana, cuyo origen está en el
matrimonio, el cual es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la
Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica
naturaleza de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad de los
esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros (GS 48).

El presente Ritual del matrimonio ha sido preparado con esmero por la Comisión Episcopal
de Pastoral Litúrgica de México conforme a la segunda edición típica del Ritual latino,
teniendo en cuenta lo propio de nuestras costumbres con el fin de facilitar su uso.

Lo primero que debe esperarse de los pastores y de toda la comunidad eclesial es que sea
profundamente conocido para que en su letra se descubra el espíritu que anima su
celebración y su vivencia. Que siempre se tenga en cuenta la participación consciente y
activa de la comunidad eclesial reunida, ya que el matrimonio es el sacramento que,
precisamente, la representa como Iglesia-esposa de Cristo.
RITUAL DEL MATRIMONIO

Por su parte, los contrayentes deben saber perfectamente que la gracia sacra- mental hace
de su unión conyugal el signo de la unión amorosa entre Cristo y la Iglesia y el lugar de la
santificación para los esposos. De hecho, el matrimonio cristiano, por ser sacramento, es un
acto de Cristo, mediante una acción de la Iglesia realizada en el poder del Espíritu Santo.
La entrega mutua de los contrayentes, manifestada con las palabras y el gesto de tomarse
las manos, símbolo de su donación afectiva y corporal, son el signo visible del
sacramento. Éste es, sin duda, el signo fundamental.

Pero también hay otros signos que podemos llamar "explicativos", que ponen de relieve
aspectos esenciales del matrimonio: la fidelidad, la unidad y lo que implica compartir toda
la vida.

Los anillos son el símbolo que quedará a lo largo de la vida matrimonial de los esposos
como testimonio de su mutua fidelidad; les evocarán la alianza por la que han unido sus
vidas y el compromiso permanente que han adquirido por su propia voluntad.

El signo de las arras pone de manifiesto que la unión matrimonial exige compartir con
alegría todo en la vida, "como prenda de la bendición de Dios".

Con la imposición del "lazo", sobre todo si se hace en el momento de la bendición nupcial,
el matrimonio se muestra como la realización más directa y profunda de la identidad de la
criatura humana, hombre y mujer, unidos en un solo destino. Así se indica que el
matrimonio no constituye una mera institución humana convencional, sino una realidad
sagrada que el Señor mismo ha puesto como base de la humanidad para su edificación.
Expresa visiblemente la unidad que ha comenzado a existir en la vida de los que ya son
esposos.

La bendición al final de la celebración no es un simple augurio sino el "envío" de los


nuevos esposos para anunciar con su vida el "Evangelio del amor esponsal" y para dar
cumplimiento al don de la vida, que brota del encuentro conyugal, como un don propio de
Dios.
Aunque en esta celebración litúrgica el ministro asistente no es quien confiere el
sacramento, sí tiene un papel muy importante. Si es ordenado, su persona es también
presencia de Cristo que confirma y bendice, junto con la Iglesia, la unión de los esposos, de
la que son ministros los contrayentes. Esto aparece en la fórmula con la que el ministro que
asiste recibe y ratifica oficialmente el compromiso matrimonial: El Señor confirme este
consentimiento que han manifestado ante la Iglesia, y cumpla en ustedes su bendición. Lo
que Dios ha unido, no lo separe el hombre. El amén y la aclamación de la Iglesia presente
lo corroboran.

El Ritual ofrece tanto en sus prenotandos como en las oraciones y, sobre todo, en la Palabra
de Dios, una forma digna, bella y sencilla, a la vez que profundamente humana, de celebrar
este sacramento.
Además de ser un instrumento funcional para la celebración, el Ritual posee una dimensión
pedagógica que ayuda a comprender a fondo el sentido y el valor de lo que se celebra y a
vivir con plenitud lo que se ha celebrado. Es por lo que vivamente se recomienda a los
pastores el conocerlo y seguirlo sin añadiduras que obscurezcan su verdadero significado.

Su elaboración ha tenido en cuenta que la misión del matrimonio, y de la familia que de él


se deriva, se basa en la solidez de la identidad cristiana de quienes han de formar la Iglesia
doméstica, solidez que depende en muy alto grado de los matrimonios y familias bien
fundamentadas por este sacramento. A fin de que el Ritual se aproveche mejor en todas sus
dimensiones, la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de México ha añadido unas
"orientaciones litúrgico-pastorales" que son de gran utilidad.

Esperamos que su uso correcto sea fuente de bendiciones no sólo para los que unen sus
vidas como esposos cristianos, sino para toda la Iglesia, y por su medio, para toda la
humanidad, sobre todo en estos tiempos en que la realidad del matrimonio, querida por
Dios para el ser humano, se encuentra tan devaluada. Que a esto nos anime lo que S.S. Juan
Pablo II dijo en una ocasión: Se puede afirmar con legítimo orgullo que cuanto la Iglesia
enseña hoy sobre el matrimonio y la familia ha sido una enseñanza constante en fidelidad a
Cristo (Homilía en Cebú, Filipinas, 19-2-1981).

+ Jonás Guerrero Corona


Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México
Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica
ORIENTACIONES
LITÚRGICO-PASTORALES
DE LA COMISION EPISCOPAL
DE PASTORAL LITÚRGICA DE MÉXICO

En la historia de la salvación, el Matrimonio


cristiano es un misterio de fe. La familia
es un misterio de amor, al cooperar
directamente en la obra creadora de Dios'
(Juan Pablo II).*

INTRODUCCION

[1] Los pastores de la Iglesia hemos sido puestos al frente del Pueblo de Dios para velar por
su bien espiritual, y no podríamos dejar de intervenir cuando tantas fuerzas han dispersado
y confundido al rebaño que se nos ha confiado, de modo particular en una materia tan
importante como es el Matrimonio.

Los medios de comunicación y el ambiente han importado costumbres e ideologías ajenas a


nuestro medio. Se promueve, por ejemplo, el divorcio, la infidelidad, la unión consensual o
solamente civil, las aventuras sexuales, sin responsabilidad ni amor, las parejas
homosexuales, la promiscuidad y las comunas sexuales, etc. Eso ha provocado que las
nuevas generaciones no valoren debidamente el amor oblativo, lo definitivo de un
compromiso, la responsabilidad en la transmisión de la vida, la fidelidad, la castidad, la
unidad de la familia integrada, entre otros valores con los que Dios ha enriquecido la vida
humana.

Y así, aumenta el número de cristianos que viven unidos maritalmente, pero sin el
sacramento del Matrimonio, por considerarlo, quizás, una limitación a su libertad, una
carga, o una mera Normalización social. Muchos acuden a celebrar el Matrimonio por la
Iglesia sólo por un embarazo no deseado o presionados por el ambiente; aumenta el número
de separaciones, divorcios, procesos de nulidad, con la consecuente desintegración
familiar y los conflictos existenciales.

[2] Ahora bien, el Matrimonio no puede considerarse simplemente como un contrato


cualquiera, o como un intercambio o compraventa de cosas o de servicios medidos en
valores económicos, pues va de por medio la realización de las personas, y una misión
social y eclesial. El Matrimonio es más que nada una alianza de amor interpersonal.

Por eso los pastores de la comunidad cristiana católica, al presentar este Ritual del
Matrimonio, revisado conforme a las indicaciones del Concilio Vaticano II, ofrecemos
estas Orientaciones litúrgico-pastorales.

[3] El sacramento del Matrimonio tiene su realización y perfeccionamiento de modo


permanente a lo largo de la vida conyugal, de tal manera que el crecimiento de los esposos
como comunidad de amor debe ser progresivo.
El Matrimonio nace de una alianza indisoluble de amor entre los esposos, y está destinado a
construir entre ellos la más alta comunidad de seres que se conozca. Este amor tiene un
sentido creativo, entraña en sí mismo la exigencia de la fecundidad, está llamado a
prolongarse y expandirse, a sus- citar nuevas vidas. No se agota en los esposos.

El Matrimonio nunca ha sido un asunto meramente privado, sino que implica


profundamente tanto el ámbito eclesial como el social. El desarrollo de la persona y de la
sociedad depende y está íntimamente vinculado a la pequeña comunidad conyugal y
familiar.

El punto de partida hacia el momento sacramental, que supone la fe, es la realidad humana
del amor como base y centro de la misma unión matrimonial y de la comunión de personas,
como constitutivo de la familia. Los esposos cristianos deben ser conscientes, además, de
que, en la vivencia del amor conyugal, Dios los llama a participar y manifestar el misterio
de unión y amor fecundo de Cristo y de su Iglesia. El Matrimonio es, pues, imagen de la
comunión de Dios con el hombre y, como sacramento, actualiza y manifiesta la unión,
amor y entrega de Cristo a la Iglesia.

El Matrimonio surge de la misma naturaleza humana y ha existido como institución divina


desde los comienzos de la humanidad. Para los cristianos, además, es un sacramento, signo
mediante el cual el amor y la fidelidad de Dios, que se revelaron en Jesucristo, se actualiza
en la vida de los esposos cristianos.

El Matrimonio cristiano es, pues, una realidad humana querida por Dios, pero asumida
profundamente por Cristo, que lo convierte en presencia suya mediante un sacramento
específico. De este modo, “la comunidad íntima de vida y amor conyugal es elevada y
asumida en la caridad esponsal y es enriquecida por su fuerza salvadora”

Este sacramento determina toda la vida de los cónyuges a partir de su ser en Cristo: "En
virtud de la sacramentalidad de su Matrimonio, los esposos quedan vinculados uno a otro
de una manera más profundamente indisoluble. Su recíproca pertenencia es representación
real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia”

I. DIMENSIONES DEL MATRIMONIO

a) Dimensión antropológica

[4] La comprensión cabal del Matrimonio siempre deberá partir de la misma realidad
humana. El sacramento asume totalmente la realidad humana: cuerpo y espíritu, amor y
sexualidad, compromiso y fidelidad, persona y comunidad.

El Matrimonio es, ante todo, la manifestación de un amor humano sin reservas; signo vivo
de que, para el hombre, es esencial trascenderse mediante el amor.

La dimensión antropológica subraya que el hombre está llamado a elegir su camino. Esta
elección no encadena la libertad, sino que la realiza.
La elección responsable y fiel da unidad a la vida y conduce a la madurez del ser humano.
El ser humano está llamado a opciones duraderas, definitivas, en la confianza mutua. La
opción matrimonial determinará la vida entera y para siempre. Se ama a una persona para
siempre y de forma total, sin condiciones ni intereses, sin límites. Así lo exige su dignidad.

b) Dimensión histórico-salvífica

[5] La Historia de la salvación es una historia de amor esponsal entre Dios y su pueblo,
llena de acontecimientos salvíficos. La Sagrada Escritura se inicia, en el libro del Génesis,
con la creación del hombre y la mujer en orden al Matrimonio, y termina, en el libro del
Apocalipsis, con las Bodas del Cordero y su Iglesia (Cfr Catecismo de la Iglesia Católica -
CEC - 1602).

'Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer
los creó y los bendijo diciendo: crezcan, multiplíquense, llenen la tierra y domínenla' (Gén
1, 27-28). Los creó para la comunión con Él y como colaboradores e imágenes suyas en el
mundo.

Como paraninfo, le entregó a Adán como esposa a Eva, sacada de su misma naturaleza,
como complemento de su vida, evitando así la soledad y el vacío existencial, y expresando
al mismo tiempo la reciprocidad y la complementariedad de los sexos. Adán, al verla,
exclamó: "Ésta sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos" (Gén 2, 23).

Pero el pecado destruyó este proyecto de amor y unidad. Se culparon el uno al otro: 'La
mujer que me diste por compañera me engañó y comí" (Gén 3, 13). Y vino la dolorosa
sentencia de Dios a la mujer: 'Con dolor parirás los hijos, vivirás sometida a tu marido y él
te dominará'; y al hombre: "Comerás el pan con el sudor de tu frente" (Gén 3, 16-17).

Y en el mundo, incluso en el mismo pueblo de Dios, se multiplicó el pecado: infidelidades


matrimoniales, explotación de la mujer, abandono del hogar, poligamia, violencia familiar,
paternidad irresponsable, adulterios, divorcios, degeneraciones...

Era necesario redimir a la humanidad en aspectos tan importantes como la sexualidad, la


generación, el amor y la familia. Los profetas anuncia- ron la nueva Alianza con la
comparación del Matrimonio (Cfr Os 1-3; Is 54; 62; Jer 2-3; 31; Ez 16, 62; 23); su
culminación la encontramos en el Cantar de los Cantares.

Por su Encarnación, Cristo asumió todo lo humano para redimir al hombre, uniendo
esponsalmente lo humano y lo divino en una sola Persona, la segunda de la Santísima
Trinidad, el Hijo.

Por su Misterio Pascual, Cristo redimió todos los pecados; y del costado abierto del nuevo
Adán surgió la Iglesia, nueva Eva, purificada con la Sangre del Cordero y engalanada como
una Esposa (Ef 5, 25-26).
Por su glorificación y el don del Espíritu Santo, Cristo ha santificado el Matrimonio,
elevándolo a sacramento, signo e instrumento de su amor salvífico. Se cumplió así la
abundancia mesiánica pascual anunciada en las bodas de Caná (Cfr Jn 2, 1-11) y que tendrá
su cabal cumplimiento al final de los tiempos (Apoc 19, 7. 9; 21, 9).

El Matrimonio es sacramento instituido por Cristo porque significa y con- densa esa
historia de amor. De ahí arrancan sus exigencias de unidad e indisolubilidad: 'Ya no son
dos sino una sola carne; lo que Dios ha unido no lo separe el hombre' (Mt 19, 6).

c) Dimensión teológica

[6] En su Misterio más íntimo, Dios no es un ser solitario, sino una comunión de Personas:
Padre Hijo y Espíritu Santo. Dios crea al hombre a su imagen para reflejar su unidad
trinitaria en la comunión de personas. Por eso estamos llamados a la comunión.

La comunidad básica es la familia, cuya matriz y núcleo es el Matrimonio. Así que los
esposos son un reflejo de la unidad y el amor fecundo del Padre, del Hijo, y del Espíritu
Santo, puesto que hay un solo Dios, una sola vida divina, pero vivida en común por las tres
Personas distintas.

Al Padre atribuimos el poder creador, al cual asocia al hombre y a la mujer mediante su


capacidad generativa y transformadora. Él es la fuente de todo ser, vida, amor y paternidad
en el cielo y en la tierra (Cfr Ef 3, 14).

Cristo es el modelo del hombre nuevo, el redentor de la humanidad, que eleva a sacramento
la institución matrimonial, como participación de su Pascua. Se hace presente en la
celebración del Matrimonio, y es camino para el amor oblativo, fiel y perpetuo. En él se
han unido para siempre, esponsalmente, Dios y el hombre. El ha hecho extensiva esta unión
a la Iglesia, su esposa.

El Espíritu Santo, amor personal de Dios, santifica a los esposos y realiza en ellos la
comunión divina y humana, actualizando la Historia de la salvación. Es invocado sobre los
esposos, y es el sello de su alianza y la fuerza de su fidelidad.

En vista de todo esto, con toda razón, san Pablo puede recomendar: “Cásense, pero en el
Señor” (1 Cor 7, 39).

d) Dimensión cristológica

[7] El Matrimonio cristiano expresa la historia de un amor esponsal, que comienza en la


creación y alcanza en Cristo su suprema realización. En Cristo se encuentra la cima del
amor de Dios por el hombre y se actualiza en el amor matrimonial (Cfr CEC 1602).

Este aspecto es el núcleo esencial, la razón fundamental, de la sacramentalidad del


Matrimonio cristiano: 'Esto es un misterio grande, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia' (Ef
5, 32).
Jesucristo es la alianza personificada de Dios con los hombres. En Él, Dios ha asumido
todo lo humano y, al hacerlo, ha confirmado al hombre en su dignidad humana.

El amor y la fidelidad matrimonial de los que "están en Cristo' por la fe y el Bautismo, se


ven asumidos, perfeccionados y sostenidos por el amor y la fidelidad de Dios: 'Nadie tiene
mayor amor que el que da la vida por sus amigos' (Jn 15, 13).

El amor matrimonial es asumido por el amor divino. Así, entonces, el amor y la fidelidad
conyugal son señal eficaz, símbolo realizado, verdadera actualización del amor de Dios en
Cristo: 'Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla' (Ef 5, 25-
26).

e) Dimensión eclesial

[8] La Iglesia es el sacramento de Cristo, como Cristo es el sacramento del Padre. La


Iglesia es, además, la esposa de Cristo, y su Cuerpo. Éste es el fundamento del sacramento
del Matrimonio, con un elemento divino y uno humano.

La íntima relación existente entre el Matrimonio y la Iglesia asume su expresión más


patente en el momento mismo de la celebración del sacramento.

Por su naturaleza, el Matrimonio no constituye un asunto privado, sino algo público y


eclesial (Cfr CEC 1630-1631). En este sentido es importante celebrar el Matrimonio en
presencia y con la participación activa de la comunidad. La celebración litúrgico es la
manifestación principal de la Iglesia (Cfr SC 26)@

La comunidad reunida en asamblea litúrgico ha de ser consciente de que su presencia y


participación en la celebración del Matrimonio es fundamental. Es testigo del compromiso
de los esposos ante Dios y ante la comunidad cristiana. Su presencia es expresión de la
Iglesia que los acompaña y acoge en el sacramento que la significa.

Si el sujeto de la acción litúrgico es toda la asamblea (Cfr IGMR, 3a ed., 16), entonces no
sólo los esposos sino toda la Iglesia celebran el amor de Dios.

Del sacramento del Matrimonio surge la familia como 'Iglesia doméstica" (Cfr CEC 1655-
1656), comunidad de amor a imagen de la unidad trinitaria de Dios.

II. EL RITO SACRAMENTAL DEL MATRIMONIO

a) Sus principales momentos y sus signos

[9] La liturgia está constituida por signos, que nos ponen en contacto con el misterio de la
salvación (Cfr SC 7; IGMR, 31' ed., n. 20). Todo está ordenado entre sí para conducir a los
contrayentes y a la comunidad cristiana reunida en asamblea a descubrir y celebrar el signo
principal: la donación de Cristo a su Iglesia y de la Iglesia a Cristo; y para que, a través de
los ritos, todos valoren la riqueza de este sacramento
b) Estructura de la celebración:

1) Recibimiento y acogida de los contrayentes

[10] El Ritual ofrece dos posibilidades. Recibir y saludar a los novios a la puerta de la
iglesia para entrar con ellos en procesión hacia el altar; o recibirlos en el lugar preparado
para los novios o, también, desde la sede, al llegar los novios a su lugar.

No está de más recordar que en la recepción de los novios es muy conveniente cuidar el
canto de entrada, de modo que exprese la fe de la Iglesia y sea acorde con el rito del
Matrimonio.

2) Liturgia de la Palabra

[11] Debe de ser reconocida como elemento importante y esencial en la celebración. En


cuanto a su proclamación, cabe advertir que los novios no deben hacer nunca las lecturas.
Lo exige así el propio protagonismo que les corresponde en la celebración, atendiendo a la
disposición de la reforma conciliar de que 'cada cual, ministro o simple fiel, haga todo y
sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción litúrgico" (SC 28). Los
novios, ese día, no están allí para proclamar a los demás la Palabra de Dios, sino para
escuchar lo que Dios les dice a ellos. Más que proclamarla, les corresponde acogerla.

La homilía corresponde a quien preside: Obispo, presbítero o diácono, y no debe omitirse.


Debe partir de los textos bíblicos proclamados.

3) Liturgia del Matrimonio

a. Interrogatorio

[12] La Iglesia exige que antes del consentimiento se haga constar públicamente, de parte
de los novios y ante la comunidad eclesial, la libertad de los contrayentes, la determinación
de que siempre van a ser fieles el uno al otro, y su apertura a la procreación y educación de
los hijos en la fe.

b. Consentimiento mutuo de los contrayentes

[13] El amor conyugal se hace explícito a través del consentimiento libre que es un
elemento esencial del Matrimonio. Va más allá de expresar un contrato o un mutuo
acuerdo. Es el reconocimiento y aceptación total del otro; es la radicalización del amor
oblativo a semejanza de Cristo.

Este momento ha de ser especialmente significativo. Se trata de que los novios expresen, es
decir, declaren libremente su mutuo amor y entrega para toda la vida ante la comunidad
eclesial.

El consentimiento tiene un valor sacramental. Éste ha sido puesto de relieve por el


Catecismo de la Iglesia Católica, donde afirma que "en la Iglesia latina se considera
habitualmente que son los esposos quienes, como ministros de la gracia de Cristo, se
confieren mutua- mente el sacramento del Matrimonio expresando ante la Iglesia su
consentimiento' (n. 1623).

Por eso los novios deben hacer su declaración, en voz alta, de tal manera que sea escuchada
por la asamblea, y mirándose el uno al otro, tomados de las manos. Este momento concluye
con la recepción del consentimiento por parte del sacerdote, en el nombre del Señor, y una
aclamación de la asamblea.

c. Entrega de los anillos

[14] Este gesto expresa el signo del amor y la fidelidad conyugal. Los anillos, llamados
también “'alianzas”, serán un recuerdo permanente de su amor en Cristo.

d. Entrega de las arras

[15] Este signo expresa que los nuevos esposos se comprometen a compartir lo que son y lo
que tienen, a administrar responsablemente los bienes necesarios y a superar el egoísmo.

4) Eucaristía

[16] “La celebración del Matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente
dentro de la santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el
Misterio Pascual de Cristo. En la Eucaristía se realiza el memorial de la nueva Alianza, en
la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada, por la que se entregó. Es,
pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento por el que se dan el uno al otro,
mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia,
hecha presente en el sacrificio eucarístico, y recibiendo la Eucaristía, para que, comulgando
en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de Cristo, formen un solo cuerpo en
Cristo”(CEC 1621).

[17] Cuando se celebra la Eucaristía, en el momento de las Intercesiones, dentro de la


Plegaria eucarística, hay que incluir la que el Misal señala como propia para la Misa del
Matrimonio, ya que, con ellas "se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión
con toda la Iglesia celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus
miembros vivos y difuntos, miembros que han sido todos llamados a la participación de la
salvación y redención adquirida por el Cuerpo y la Sangre de Cristo”
(IGMR, 31'ed., n. 79, g). En las Misas rituales se tienen presentes de modo particular a los
que celebran un sacramento específico dentro de la Eucaristía.

5) Bendición nupcial

[18] Aunque la fórmula del consentimiento sea esencial para el sacramento, la fórmula de
bendición sobre los esposos es la más expresiva del rito. Por muchos siglos fue la única
expresión litúrgica del Matrimonio entre los cristianos. Ya no está configurada sólo como
bendición a la esposa y, aunque se mantiene la fisonomía original, da espacio a los deberes
del esposo y al final es oración por los dos. La parte central es la invocación al Espíritu
Santo o epíclesis. "En la epíclesis de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo
como comunión de amor de Cristo y de la Iglesia... El Espíritu Santo es el sello de la
alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará
su fidelidad' (CEC 1624).

6) Comunión eucarística

[19] La Comunión tiene para los nuevos esposos un sentido único y especial. En ella Cristo
personalmente alienta su vida conyugal para vivir el misterio de la comunión de amor: con
Dios, entre sí, y con la Iglesia. Los lleva a reconocer y compartir los dones que por Cristo
reciben del Espíritu Santo. La Comunión eucarística expresa su participación en el Misterio
Pascual de Cristo (Cfr CEC 1621). Es conveniente que los cónyuges reciban la Comunión
bajo las dos especies.

7) Rito de conclusión

[20] La bendición final significa el envío de los nuevos esposos al mundo, en donde
deberán tener presente su responsabilidad de ser célula de la sociedad y de la Iglesia. Son
enviados a ser testigos del "Evangelio" de la vida y del amor.

III. PASTORAL DEL MATRIMONIO

[21] 'En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al
Matrimonio y a la vida familiar' (FC 66).

Ante la escasa formación religiosa y moral del pueblo, “se presenta en toda su urgencia la
necesidad de una evangelización y catequesis prematrimonial y postmatrimonial puesta en
práctica por toda la comunidad cristiana" (FC 68).

La pastoral del Matrimonio debe ser plural, esforzándose por adaptarse a las diversas
situaciones de los fieles en nuestro país: etnias, inmigrantes, marginados, etc.

1. Preparación al Matrimonio

[22] Al hablar hoy de preparación al Matrimonio, la Iglesia distingue tres momentos:


preparación remota, preparación próxima y preparación inmediata.

a) Preparación remota:

[23] Abarca una gran parte de la vida, y es la “formación para el amor por el amor”,
desarrollada en la vida familiar, y que implica la "transmisión y enraizamiento de los
valores cristianos", como también "una fe que implica la comunión de gracia y amor con
Cristo Resucitado' (PSM 25).

La importancia del Matrimonio en la vida de los esposos, la opción que toman y los
compromisos que adquieren los invitan vivamente a prestar una especial atención en
prepararse debidamente.
El noviazgo es un camino para madurar progresivamente el “Sí” de su misión matrimonial
que comprometerá para siempre toda su vida y su persona. Constituye una etapa
fundamental de la cual depende el proyecto de la vida conyugal. No se le puede reducir a
algo provisional o a un hecho mera- mente sentimental. Es camino final de una vocación ya
iniciada. La vocación al Matrimonio nace mucho antes del día del Matrimonio.

Esta preparación se realiza en los grupos juveniles y en la pastoral vocacional.

[24] Tiene lugar en el tiempo del noviazgo. En ella hay que verificar la madurez de los
valores humanos y cristianos. Es una etapa para la evangelización y para percibir las
posibles dificultades en orden a vivir una vida auténticamente cristiana (Cfr PSM 32).
Deberá apoyarse en una catequesis alimentada por la Palabra de Dios y el magisterio de la
Iglesia. Se da sobre todo en las catequesis prematrimoniales, en el examen de la doctrina
cristiana y en otros momentos.

"El resultado final de este período consistirá en el claro conocimiento de las notas
esenciales del Matrimonio cristiano: unidad, fidelidad, indisolubilidad, fecundidad; la
conciencia de fe sobre la prioridad de la Gracia sacra- mental, que asocia a los esposos
como sujetos y ministros del sacramento al Amor de Cristo Esposo de la Iglesia; la
disponibilidad para vivir la misión propia de las familias en el campo educativo, social y
eclesial' (PSM 45).

En esta etapa de preparación se lleva a cabo la "presentación matrimonial", en la que la


Iglesia verifica sus motivaciones para contraer Matrimonio y su madurez humana y
cristiana. Es un momento significativo para los novios; en él manifiestan su firme decisión
de casarse. Esta es una buena oportunidad para celebrar la Bendición de los prometidos,
que aparece en el Apéndice del Ritual (n. 288 y ss.).

c) Preparación inmediata:

[25] La finalidad de esta preparación es la siguiente:

- Sintetizar el recorrido de la preparación próxima en orden a superar posibles carencias de


la formación básica.
- Efectuar experiencias de oración y retiros espirituales.
- Preparación litúrgico adecuada, celebración del sacramento de la Reconciliación, y
preparación de la celebración del Matrimonio.
- Buscar recibir orientaciones con personas de mayor experiencia, que pueden ser sus papás
o sus padrinos, otros matrimonios y también los presbíteros, en orden al cumplimiento de lo
establecido por la Iglesia.

2. Celebración del Matrimonio

[26] Se debe encontrar el momento y el tiempo necesarios para el adecuado conocimiento


del rito matrimonial. 'La preparación litúrgica al sacramento del Matrimonio debe resaltar
el valor de los elementos rituales actualmente disponibles. Normalmente la celebración del
Matrimonio se inserta en la celebración eucarística, a fin de establecer una relación más
clara entre el sacramento nupcial y el Misterio Pascual' (PSM 53).

Pastoralmente es muy recomendable el no multiplicar "objetos simbólicos" y bendiciones


que, más que aclarar, oscurecen el principal signo litúrgico: 'Explíquese bien a los testigos
que no sólo son garantes de un acto jurídico, sino también representantes de la comunidad
cristiana, que por su medio, participa en un acto sacramental que le afecta, porque toda
familia nueva es una célula de la Iglesia" (PSM 55).

3. Proyección del Matrimonio

[27] Al principio de estas orientaciones afirmábamos que el sacramento del Matrimonio


tiene su realización y perfeccionamiento de modo permanente a lo largo de la vida
conyugal, de tal manera que su crecimiento como comunidad de amor debe ser progresivo.

Por ello es necesario que en las parroquias, siempre que sea posible, exista un equipo de la
pastoral familiar que ofrezca a los recién casados diversas oportunidades para continuar su
preparación como cónyuges, e iniciarlos a la vida familiar. Este ayudará a que la gracia
recibida por los esposos en el sacramento del Matrimonio, rinda mejores frutos de santidad
para ellos mismos, para su familia y para la comunidad entera (Cfr CEC 1641).

Ante la cultura de la muerte que invade nuestra sociedad, es importante que las familias
cristianas sean un santuario de la vida; los esposos deben ser los principales protagonistas
en la promoción y defensa de los valores de la vida y del verdadero amor; que la Iglesia
doméstica sea casa y escuela de comunión y santidad.

CONCLUSIÓN

[28] Con el afán de ayudar al pueblo de Dios confiado a nuestro cuidado, hemos presentado
estas orientaciones. Deseamos así que la celebración del Matrimonio sea un verdadero
acontecimiento de salvación.

Todos estos elementos de la celebración sacramental ayudan a comprender que se trata no


sólo de una celebración, sino de un encuentro de fe y de fiesta en Jesucristo. Se celebra
ciertamente la realidad humana del amor, pero en el sacramento se celebra el amor que se
quiere vivir para siempre en el Señor.

La celebración también tiene en cuenta que la Iglesia es signo e instrumento sacramental,


anticipación simbólica de la reunión y reconciliación final y de la paz escatológico entre los
pueblos. También el Matrimonio es signo de esperanza escatológico entre los pueblos.
Signo del amor esponsal de Cristo y de la comunidad de los salvados, es también signo de
los tiempos nuevos y de las realidades últimas. Es un signo del acontecimiento definitivo,
del gozo final de la humanidad redimida.

“Felices los invitados al banquete de bodas del Cordero!” (Apoc 19, 9).
Introducción general
(Praenotanda)

I
IMPORTANCIA Y DIGNIDAD DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

1. La alianza matrimonial, por la que el hombre y la mujer se unen entre sí para toda la
vida', recibe su fuerza primordial del acto creador de Dios, pero además, para los fieles
cristianos, se eleva a una dignidad más alta, ya que se cuenta entre los Sacramentos de la
nueva alianza.

2. El Matrimonio queda constituido por la alianza conyugal o consentimiento irrevocable


de los cónyuges, con el que uno y otro se entregan y se reciben mutua y libremente. Tanto
la misma unión singular del hombre y de la mujer como el bien de los hijos exigen y piden
la plena fidelidad de los cónyuges y también la unidad indisoluble del vínculo.

3. Por su propia naturaleza, la misma institución del Matrimonio y el amor conyugal se


ordenan a la procreación y educación de la prole, y con ellas se coronan logrando su cima,
ya que los hijos son en realidad el don más excelente del Matrimonio y contribuyen
sobremanera al bien de los mismos padres.

4. La íntima comunidad de vida y de amor, por la cual los cónyuges 'ya no son dos, sino
una sola carne, ha sido fundada por Dios Creador, provista de leyes propias, y enriquecida
con la única bendición que no fue abolida por la pena del pecado original". Por lo tanto,
este sagrado vínculo no depende del arbitrio humano, sino del autor del Matrimonio, que lo
quiso dotado de unos bienes y fines peculiares.

5. Cristo el Señor, al hacer una nueva creación y renovarlo todo', quiso restituir el
Matrimonio a la forma y santidad originales, de tal manera que lo que Dios ha unido no lo
separe el hombre", y, además, elevó esta indisoluble alianza conyugal a la dignidad de
Sacramento, para que significara más claramente y remitiera con más facilidad al modelo
de su alianza nupcial con la Iglesia.

6. Con su presencia trajo la bendición y la alegría a las bodas de Caná, convirtiendo el


agua en vino, anunciando así por adelantado la hora de la alianza nueva y eterna: "Pues de
la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo con una alianza
de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres se ofrece a la Iglesia como esposo
cumpliendo en su misterio pascual la alianza con ella.

7. Por el Bautismo, sacramento de la fe, el hombre y la mujer, de una vez para siempre, se
insertan en la alianza de Cristo con la Iglesia, y así su comunidad conyugal es asumida en la
caridad de Cristo y enriquecida con la fuerza de su sacrificio". Por esta nueva situación, el
Matrimonio válido de los bautizados es siempre Sacramento
8. Por el sacramento del Matrimonio los cónyuges cristianos significan el misterio de
unidad y de amor fecundo entre Cristo y la Iglesia y participan de él; debido a ello, tanto al
abrazar la vida conyugal, como en la aceptación y educación de la prole, se ayudan
mutuamente a santificarse y encuentran ellos también su lugar y su propio carisma en el
pueblo de Dios

9. Por este Sacramento, el Espíritu Santo hace que, así como Cristo amó a la Iglesia y se
entregó a sí mismo por ella'-, también los cónyuges cristianos, iguales en dignidad, con la
mutua entrega y el amor indiviso, que mana de la fuente divina de la caridad, se esfuercen
por fortalecer y fomentar su unión matrimonial. De modo que, asociando a la vez lo divino
y lo humano, en la prosperidad y en la adversidad, perseveren fieles en cuerpo y alma,
permaneciendo absolutamente ajenos a todo adulterio y divorcio".

10. El verdadero cultivo del amor conyugal y todo el sentido de la vida familiar, sin
subestimar los demás fines del Matrimonio, tienden a que los cónyuges cristianos estén
animosamente dispuestos a cooperar con el amor del Creador y Salvador, quien por medio
de ellos amplía y enriquece día a día a su familia"'. Y así, confiando en la divina
Providencia y ejercitando el espíritu de sacrificios, glorifican al Creador y se esfuerzan por
alcanzar la perfección en Cristo cuando cumplen la función de procrear con generosa
responsabilidad humana y cristiana.

11. Dios que llamó a los esposos al Matrimonio, continúa llamándolos a perfeccionar su
propio Matrimonio. Los que se casan en Cristo, pueden, por la fe en la palabra de Dios,
celebrar con fruto el misterio de la unión entre Cristo y la Iglesia, vivirlo santamente y dar
de él público testimonio delante de todos. El Matrimonio deseado, preparado, celebrado y
vivido cotidianamente a la luz de la fe, es aquel 'que la Iglesia une, que la oblación
confirma, que la bendición refrenda, que los ángeles proclaman, que el Padre tiene por
válido... ¡Qué preciosa la unión entre dos fieles que tienen una misma esperanza, un mismo
modo de vida y de servicio! Ambos son hijos de un mismo Padre, ambos servidores de un
mismo Dueño, sin ninguna separación ni en la carne ni en el espíritu. Son ciertamente dos
en una sola carne; donde hay una sola carne, hay un solo espíritu.

II
OFICIOS Y MINISTERIOS

12. La preparación y celebración del Matrimonio, que atañe en primer lugar a los mismos
futuros cónyuges y a sus familias, compete, por razón de la cura pastoral y litúrgico, al
Obispo, al párroco y a sus vicarios y también, según le es propio, a toda la comunidad
eclesial'.

13. Teniendo en cuenta las normas o indicaciones pastorales que la Conferencia Episcopal
haya podido establecer acerca de la preparación de los novios o la pastoral del Matrimonio,
corresponde al Obispo regular en toda la diócesis la celebración y la pastoral del
Sacramento, disponiendo la atención a los fieles para que el estado matrimonial se
mantenga en el espíritu cristiano y se vaya perfeccionando24.

14. Los pastores de almas deben procurar que en la propia comunidad esta atención se
proporcione sobre todo:

1) con la predicación, con la catequesis apta para los niños, los jóvenes y los adultos,
empleando incluso los medios de comunicación social, para que con ello se instruya a los
fieles acerca del significado del Matrimonio y de los deberes de los cónyuges y padres
cristianos;

2) con la preparación personal en orden a contraer Matrimonio, en la que los novios se


dispongan para la santidad y obligaciones de su nuevo estado;

3) con la fructuosa celebración litúrgica del Matrimonio, por medio de la cual se ponga de
manifiesto que los cónyuges significan el misterio de la unidad y del amor fecundo entre
Cristo y la Iglesia y participan del mismo;

4) con la ayuda proporcionada a los casados, para que ellos, observando y protegiendo
fielmente la alianza conyugal, alcancen una vida familiar cada día más santa y más plena.

15. Se requiere un tiempo suficiente para la debida preparación del Matrimonio., y se debe,
advertir con antelación a los novios de esta necesidad.

16. Los pastores, movidos por el amor a Cristo, han de acoger a los novios y antes que nada
fomentarán y robustecerán su fe: pues el sacramento del Matrimonio la supone y exige,

17. Después de recordar oportunamente a los novios los elementos fundamentales de la


doctrina cristiana, de los que se ha hablado antes (Cfr nn. 1-11), se les dará una catequesis
sobre la doctrina del Matrimonio y la familia, del Sacramento y sus ritos, preces y lecturas,
para que así puedan celebrarlo de manera consciente y fructuosa.

18. Los católicos que no hayan recibido todavía el sacramento de la Confirmación, lo


recibirán antes de ser admitidos al Matrimonio, con el fin de completar la Iniciación
Cristiana, siempre que pueda hacerse sin dificultad grave. Se recomienda a los novios que
en la preparación del sacramento del Matrimonio reciban, si es necesario, el sacramento de
la Penitencia y se acerquen a la Sagrada Eucaristía, principalmente en la misma celebración
del Matrimonio.

19. Antes de que se celebre el Matrimonio debe constar que nada se opone a su celebración
válida y lícita.

20. Durante la preparación, teniendo en cuenta la manera de pensar del pueblo acerca del
Matrimonio y la familia, los pastores se esforzarán por evangelizar a la luz de la fe el mutuo
y auténtico amor entro los novios. Incluso aquellas cosas que son requeridas por el Derecho
para contraer Matrimonio válido y lícito pueden servir para promover en los novios una fe
viva y un amor fecundo, a fin de formar una familia cristiana.
21. Pero si, a pesar de todos los esfuerzos, los novios manifiestan de manera clara y expresa
que rechazan lo que pretende la Iglesia cuando se celebra el Matrimonio entre bautizados,
el pastor de almas no puede admitirlos a la celebración; por mucho que le pese, debe tener
en cuenta la realidad y hacer ver a los interesados que no es la Iglesia, sino ellos mismos,
quienes, en estas circunstancias, impiden la celebración, por más que la soliciten

22. En el Matrimonio, más de una vez se dan casos especiales: como es el Matrimonio con
parte bautizada no católica, con un catecúmeno, con parte simplemente no bautizada, o
también con parte que ha rechazado explícitamente la fe católica. Los pastores tendrán
presentes las normas de la Iglesia para estos casos y, si es necesario, recurrirán a la
autoridad competente.

23. Conviene que sea un mismo presbítero, quien prepare a los novios, haga la homilía en
la celebración del Sacramento, reciba el consentimiento y celebre la Misa.

24. También el diácono puede, recibida la facultad del párroco o del Ordinario, presidir la
celebración del Sacramento", sin excluir la Bendición nupcial.

25. Cuando no haya sacerdotes ni diáconos, el Obispo diocesano puede, previo voto
favorable de la Conferencia Episcopal y obtenida la licencia de la Sede Apostólica, delegar
a laicos para que asistan a los Matrimonios. Se elegirá a un laico idóneo, capaz de instruir a
los novios y que sea apto para realizar debidamente la liturgia matrimonial. Éste pide el
consentimiento de los esposos y lo recibe en nombre de la Iglesia.

26. Los demás laicos pueden tomar parte de varias maneras, tanto en la preparación
espiritual de los novios como en la misma celebración del rito. Conviene que toda la
comunidad cristiana coopere siendo testigo de la fe y manifestando el amor de Cristo al
mundo.

27. El Matrimonio se celebrará en la parroquia de uno u otro de los novios, o en otro lugar
con licencia del propio Ordinario o del párroco.

III
CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO

Preparación

28. Puesto que el Matrimonio se ordena al crecimiento y santificación del pueblo de Dios,
su celebración tiene un carácter comunitario, que aconseja también la participación de la
comunidad parroquial, por lo menos a través de algunos de sus miembros. Teniendo en
cuenta las costumbres de cada lugar, si no hay inconveniente, pueden celebrarse varios
Matrimonios al mismo tiempo o realizarse la celebración del Sacramento en la asamblea
dominical.
29. La misma celebración del Sacramento debe prepararse cuidadosamente, y, en cuanto
sea posible, con los que van a casarse. El Matrimonio se celebrará normalmente dentro de
la Misa. No obstante, el párroco, atendiendo tanto a las necesidades pastorales como al
modo con que participan en la vida de la Iglesia los novios o los asistentes, juzgará si es
mejor proponer la celebración del Matrimonio dentro o fuera de la Misa. De acuerdo con
los mismos novios, si es oportuno, se escogerán las lecturas de la Sagrada Escritura que
serán explicadas en la homilía; la fórmula con que expresarán el mutuo consentimiento; los
formularios para la bendición de los anillos y arras, para la Bendición nupcial, para las
intenciones de la plegaria universal y para los cantos. Conviene también utilizar
correctamente las variantes previstas en el rito y las costumbres locales que puedan
conservarse, si son oportunas.

30. Los cantos que se van a interpretar han de ser adecuados al rito del Matrimonio y deben
expresar la fe de la Iglesia, sin olvidar la importancia del salmo responsorial en la liturgia
de la, Palabra. Lo que se dice de los cantos vale también para la selección de las obras
musicales.

31. Es necesario que se exprese de manera adecuada el carácter festivo de la celebración del
Matrimonio, incluso en la ornamentación de la iglesia. Sin embargo, los Ordinarios
cuidarán de que no se haga ninguna acepción de personas privadas o de clases sociales,
excepto los honores debidos a las autoridades civiles, según las leyes litúrgicas.

32. Si el Matrimonio se celebra en un día de carácter Penitencial, sobre todo en tiempo de


Cuaresma, el Párroco advertirá a los esposos que tengan en cuenta la naturaleza peculiar de
aquel día. En ningún caso se celebrará el Matrimonio el Viernes Santo en la Pasión del
Señor ni el Sábado Santo.

Rito que se ha de emplear


33. En la celebración del Matrimonio dentro de la Misa, se emplea uno de los formularios
ofrecidos en el capítulo I. En la celebración sin Misa, el rito debe realizarse después de la
liturgia de la Palabra, como se indica en el capítulo II.

34. Cuando el Matrimonio se celebra dentro de la Misa, se utiliza la Misa ritual 'Por los
esposos' con ornamentos de color blanco o festivo, a no ser que la celebración tenga lugar
alguno de los días reseñados en los números 1-4 de la tabla de los días litúrgicos, en cuyo
caso se emplea la Misa del día con sus lecturas, conservando en ella la Bendición nupcial y,
si se cree conveniente, la fórmula propia de la bendición final.

No obstante, si durante el Tiempo de Navidad o el Tiempo ordinario la Misa en que se


celebra un Matrimonio en domingo es participado por la comunidad parroquias, se toma el
formulario de la Misa del domingo.

Cuando no se dice la Misa "Por los esposos", una de las lecturas puede tomarse de los
textos previstos para la celebración del Matrimonio, puesto que la liturgia de la Palabra,
acomodada a su celebración, tiene una gran fuerza para la catequesis sobre el Sacramento
mismo y sobre las obligaciones de los cónyuges (n. 280).

35. Se destacarán los principales elementos de la celebración del Matrimonio, a saber: la


liturgia de la Palabra, en la que se resalta la importancia del Matrimonio cristiano en la
historia de la salvación y sus funciones y deberes de cara a la santificación de los cónyuges
y de los hijos; el consentimiento de los contrayentes, que pide y recibe el que legítimamente
asiste al Matrimonio; aquella venerable oración en la que se invoca la bendición de Dios
sobre la esposa y el esposo; y, finalmente, la comunión eucarística de ambos esposos y de
los demás presentes, con la cual se nutre sobre todo su caridad y se elevan a la comunión
con el Señor y con el prójimo.

36. Si el Matrimonio se realiza entre parte católica y parte bautizada no católica, debe
emplearse el rito de la celebración del Matrimonio sin Misa (cap. 11, nn. 170-208); pero, si
el caso lo requiere, y con el consentimiento del Ordinario del lugar, se puede usar el rito de
la celebración del Matrimonio dentro de la Misa (cap. 1, nn. 47-169); en cuanto a la
admisión de la parte no católica a la comunión eucarística, se observarán las normas
dictadas para los diversos casos". Si el Matrimonio se celebra entre parte católica y parte
catecúmeno o no cristiana, se debe usar el rito que se halla más adelante (cap. IV, nn. 250-
277), empleando las variantes previstas para los diversos casos.

37. Este Ritual incluye el rito de la bendición y entrega de las arras, de gran tradición en
México, que sirve para expresar la comunidad de vida y de bienes que se establece entre los
esposos.

38. Como en muchas regiones de México se acostumbra la 'imposición del lazo', este ritual
propone que ésta tenga lugar inmediatamente después de la Oración universal (o del Credo,
cuando se dice), pero puede reservarse para la Bendición nupcial. La entrega de la Biblia,
para aquellas regiones en las que existe esta costumbre, puede hacerse al terminar la
entrega de las arras.

39. Porque los pastores son ministros del Evangelio de Cristo en favor de todos, tendrán un
cuidado especial hacia aquellas personas, ya sean católicas o no católicas, que nunca o casi
nunca participan en la celebración del Matrimonio o de la Eucaristía. Esta norma pastoral
vale en primer lugar para los mismos esposos.

40. Si el Matrimonio se celebra dentro de la Misa, además de lo requerido para la


celebración de la misma, estará preparado en el presbiterio el Ritual Romano y los anillos
para los esposos. Si parece oportuno, se preparará también el acetre con agua bendita y el
hisopo, y un cáliz con suficiente capacidad para la comunión bajo las dos especies.
IV

ADAPTACIONES QUE DEBEN PREPARAR


LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES

41. Compete a las Conferencias Episcopales, en virtud de la Constitución sobre la sagrada


liturgia, acomodar este Ritual Romano a las costumbres y necesidades de cada región, de
modo que, una vez confirmados los textos por la Sede Apostólica, se aplique en las
regiones de que se trata.

42. En esta materia, será competencia de las Conferencias Episcopales:

1) Determinar las adaptaciones de que se habla posteriormente (nn. 43.46).

2) Si el caso lo requiere, adaptar y completar la "Introducción general" que figura en el


Ritual Romano a partir del número 36 y siguientes ("Rito que se ha de emplear"), para
hacer que la participación de los fieles sea consciente y activa.

3) Preparar las traducciones de los textos, de manera que se acomoden realmente a la índole
de las diversas lenguas y a la manera de ser de las diversas culturas, añadiendo, siempre que
sea oportuno, melodías aptas para el canto.

4) Al preparar las ediciones, ordenar la materia en la forma que parezca más adecuada para
el uso pastoral.

43. Al preparar las adaptaciones, se tendrá en cuenta lo siguiente:

1) Las fórmulas del Ritual Romano pueden ser adaptadas o, si el caso lo requiere,
enriquecidas (incluso el interrogatorio antes del consentimiento y las mismas palabras del
consentimiento).

2) Cuando el Ritual Romano presenta varias fórmulas ad libitum, se permite añadir otras
fórmulas del mismo género.

3) Respetando la estructura del rito sacramental, se puede variar el orden de las partes. Si
parece más oportuno, el interrogatorio antes del consentimiento puede omitirse, quedando a
salvo la norma de que quien asiste pida y reciba el consentimiento de los contrayentes.

4) Si la necesidad pastoral lo exige, se permite que el consentimiento de los contrayentes se


pida siempre con el interrogatorio.

5) Terminada la entrega de los anillos, teniendo en cuenta las costumbres del lugar, se
puede proceder a la coronación de la esposa o a la velación de los esposos.
6) Si en algún lugar el darse la mano o la bendición y entrega de los anillos es incompatible
con las costumbres del pueblo, se permite la supresión de estos ritos o que sean suplidos
por otros.

7) Se considerará con atención y prudencia qué es lo que puede admitirse de las tradiciones
y manera de ser de cada pueblo.

44. Además, cada Conferencia Episcopal tiene la facultad de elaborar un rito propio del
Matrimonio, a tenor de la Constitución sobre la sagrada liturgia, conforme a los usos de los
lugares y pueblos, y con la aprobación de la Sede Apostólica, quedando a salvo la norma de
que el legítimo asistente pida y reciba el consentimiento de los contrayentes y que se
imparta la Bendición nupcial. El rito propio ha de ir precedido también de la 'Introducción
general" que contiene el Ritual Romano, exceptuando lo que se refiere al rito que se ha de
emplear.

45. En cuanto a los usos y maneras de celebrar el Matrimonio que están en vigor en los
pueblos recién evangelizados, se sopesará comprensivamente todo lo que sea honesto y no
esté entremezclado de manera inseparable con supersticiones y errores, y, si es posible, se
conservará completo y cabal, más aún, se admitirá también en la misma liturgia, a
condición de que concuerde con la índole del verdadero y auténtico espíritu litúrgico.

46. En aquellos pueblos en que, por costumbre, tienen lugar en las casas ceremonias
matrimoniales, incluso durante varios días, conviene adaptarlas al espíritu cristiano y a la
liturgia. En este caso, la Conferencia Episcopal puede establecer, según las necesidades
pastorales de los pueblos, que el mismo rito del Sacramento pueda celebrarse en las casas.
Capitulo I

CELEBRACION DEL MATRIMOIO


DENTRO DE LA MISA
FORMULARIO A

RITOS INICIALES

*Primer modo
47. A la hora convenida, el sacerdote, revestido de alba, estola y casulla del color litúrgico
que corresponde a la Misa que se celebra, se dirige, junto con los ayudantes, a la puerta de
la iglesia, recibe a los novios y los saluda amablemente, haciéndoles saber que la Iglesia
comparte su alegría. Puede usarse agua bendita (véase el rito que se propone a
continuación).

*Cuando se hace la aspersión


Cuando se usa el agua bendita puede hacerse de la siguiente manera:

Monición

El sacerdote introduce la aspersión con las siguientes palabras u otras semejantes:

Hermanos, bienvenidos a esta celebración que a todos nos llena de alegría. Recordando
nuestro Bautismo, agradezcamos a Dios este don de su amor.

(Un momento de silencio.)

Agradecimiento a Dios por el don del Bautismo

Después, todos agradecen a Dios el don del Bautismo. El sacerdote dice:

Bendito seas Dios, Padre todopoderoso, que en tu amor inefable nos has hecho hijos tuyos
por medio del Bautismo.

R. Bendito seas por siempre, Señor.

Bendito seas Dios, Hijo único, Jesucristo, que por el Bautismo nos has perdonado todos
nuestros pecados y nos has hecho partícipes de tu vida divina.

R. Bendito seas por siempre, Señor.

Bendito seas Dios, Espíritu Santo Consolador, que por el Bautismo nos has hecho
miembros de la Iglesia y templos vivos de la Santísima Trinidad.

R. Bendito seas por siempre, Señor.


Aspersión

A continuación el sacerdote se signa primero con el agua bendita y después rocía con ella a
los presentes, diciendo:

Rocíanos, Señor, con el agua de tu misericordia y purifícanos de todos nuestros pecados

Invitación a iniciar la procesión

Enseguida, el sacerdote invita a los presentes a iniciar la procesión hacia el altar, diciendo:

Vayamos con alegría al encuentro del Señor.

R. Amén.

*Cuando no se hace la aspersión


Terminada la recepción en la puerta de la iglesia, enseguida, el sacerdote invita a los
presentes a iniciar la procesión hacia el altar, diciendo:

Hermanos, vayamos con alegría al encuentro del Señor

48. Se hace la procesión hacia el altar. Preceden los ayudantes, si sacerdote, después los
novios, a los que, según las costumbres locales, pueden acompañar honoríficamente, por lo
menos, los papás y los testigos, hasta el lugar que se les tiene preparado. Mientras, se
entona el de entrada o se toca festivamente el órgano u otro instrumento. El canto de
entrada o la música deben expresar la fe de la Iglesia y ser adecuados al rito del
Matrimonio. Todos deben cuidar que esta procesión tenga verdadero carácter litúrgico y se
evite la apariencia de cualquier cosa.

49. Respecto al lugar preparado para los novios, conviene tener en cuenta, a ser posible,
que queden situados de tal modo que no den la espalda asamblea.

50. Al llegar los novios al lugar que se les tiene preparado, si es oportuno,
los papás pueden darles la bendición antes de irse a sus lugares.

51. El sacerdote se acerca al altar, lo saluda con una inclinación profunda y lo venera con
un beso. Después va a la sede.

*Segundo modo
52. A la hora convenida, el sacerdote, revestido de alba, estola y casulla del color litúrgico
que corresponde a la Misa que se celebra, se dirige, junto con los ayudantes, al lugar
preparado para los novios.
53. Cuando los novios han llegado a su lugar, el sacerdote los recibe y los saluda
amablemente,.haciéndoles saber que la Iglesia comparte su alegría.

54. Luego, mientras se entona el canto de entrada o se toca festivamente el órgano u otro
instrumento, se acerca al altar, lo saluda con una inclinación profunda y lo venera con un
beso. Después va a la sede.

Signo de la cruz y saludo


55. Entonces hace la señal de la cruz y saluda a los presentes, utilizando una de las
fórmulas que propone el Misal Romano.

56. Luego se dirige brevemente a los novios y a los presentes, para disponerlos a la
celebración del Matrimonio, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos:
Llenos de alegría, nos hemos reunido en el nombre del Señor, para esta celebración,
acompañando a N. y N. en el día en el que se disponen a celebrar el sacramento del
Matrimonio. Para ellos este momento es de singular importancia. Por eso, acompañémoslos
con nuestro cariño, amistad y oración fraterna. Escucharemos atentamente con ellos la
palabra que Dios nos va a dirigir hoy. Después, como Iglesia, invocaremos a Dios Padre,
unidos a su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, para que acoja complacido a estos hijos suyos,
los bendiga y les conceda vivir siempre unidos.

*O bien:
N. y N., la Iglesia participa de su alegría y los recibe cordialmente, junto con sus familiares
y amigos, en el día en que van a unir para siempre sus vidas delante de Dios, nuestro Padre.
Que el Señor los escuche en este día de gozo, les otorgue su bendición celestial y los
proteja. Que les conceda los deseos de su corazón y atienda todas sus peticiones.

Otras moniciones alternativas, n. 278.

Se omite el acto penitencial. Se dice el himno Gloria a Dios, excepto en Adviento y


Cuaresma.

57. Los días en que se permiten las Misas rituales, se dice la Misa "Por los esposos', con las
lecturas propias.

Si concurre algún día de los reseñados en los nn. 1-4 de la tabla de los días litúrgicos (Misal
Romano, p. 114*), se dice la Misa del día, pero sin omitir en ella la Bendición nupcial y, si
se cree oportuno, la fórmula de bendición final propia.
Si la Misa en que se lleva a cabo el rito del Matrimonio se celebra en domingo y es
participado por la comunidad parroquial, se dice la Misa del día, incluso en los domingos
del Tiempo de Navidad y del Tiempo ordinario.

Oración colecta
58. El rito de entrada concluye con la Oración colecta. Si el día de la celebración coincide
con alguno de los reseñados en los nn. 1-4 de la tabla de los días litúrgicos, se dice la Misa
del día. En los demás casos, se dice una de estas colectas u otras de las propias de la Misa
ritual -(n. 279). Igualmente se hará con la Oración sobre las ofrendas y la Oración después
de la Comunión.

Oremos.

Escucha, Señor, nuestras súplicas


y protege bondadosamente
la institución del Matrimonio,
a la que tú le asignaste
la propagación del género humano,
para que, lo que tú has unido,
Con tu ayuda se conserve.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo,
Que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
Por los siglos de los siglos.
R. Amén.

*0 bien:
Dios nuestro, que al crear el género humano quisiste establecer la unión entre el hombre y
la mujer une en la fidelidad del amor a estos hijos tuyos {N. y N.], que van a contraer
Matrimonio, para que siempre den testimonio con su vida del amor divino que hoy los trae
a tu altar. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
R- Amén.

Otras oraciones colectas, n. 279.

LITURGIA DE LA PALABRA

59. Sigue la liturgia de la -Palabra en la forma acostumbrada. Pueden hacerse tres lecturas,
la primera de las cuales será del Antiguo Testamento, o del libro de los Hechos de los
Apóstoles o del Apocalipsis en Tiempo pascual (n.280). Se elegirá siempre por lo menos
una lectura que hable explícitamente del Matrimonio.
60. Cuando no se dice la Misa ritual, la segunda lectura puede tomarse de las que propone
el leccionario para esta Misa (capítulo V de este Ritual n. 280), a no ser que concurra uno
de los días indicados en los nn. 1-4 dé la tabla de los días litúrgicos.

En este formulario se Proponen aquellas lecturas que expresan de modo peculiar la


importancia y dignidad del Matrimonio, en el misterio de la Salvación.

Fuera del Tiempo pascual

PRIMERA LECTURA

Hombre y mujer los creó.

Del libro del Génesis


1, 26-28. 31

Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del
mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se arrastra sobre la
tierra”.

Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó.

Y los bendijo Dios y les dijo: "Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla;
dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la
tierra".

Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 127

R. Dichoso el que pone su confianza en el Señor.

Dichoso el que teme al Señor


y sigue sus caminos:
comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.

Tu mujer, como vid fecunda,


en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor:
"Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos". R.

En el Tiempo pascual

PRIMERA LECTURA

Vivían en comunión fraterna y celebraban la fracción del pan.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles


2, 42-47

En los primeros días de la Iglesia, todos los que habían sido bautizados eran constantes en
escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en
las oraciones. Toda la gente estaba llena de asombro y de temor, al ver los milagros y
prodigios que los apóstoles hacían en Jerusalén.

Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Los que eran dueños de
bienes o propiedades los vendían, y el producto era distribuido entre todos, según las
necesidades de cada uno. Diariamente se reunían en el templo, y en las casas partían el pan
y comían juntos, con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y toda la gente los
estimaba. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de salvarse.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 99

R. El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Aleluya.

Alabemos a Dios todos los hombres,


sirvamos al Señor con alegría
y con júbilo entremos en su templo. R.

Reconozcamos que el Señor es Dios,


que él fue quien nos hizo y somos suyos,
que somos su pueblo y su rebaño. R.

Entremos por sus puertas dando gracias,


crucemos por sus atrios entre himnos,
alabando al Señor y bendiciéndolo. R.
Porque el Señor es bueno, bendigámoslo,
porque es eterna su misericordia
y su fidelidad nunca se acaba. R.

SEGUNDA LECTURA

Éste es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

De la carta del apóstol san Pablo a los efesios


5, 2. 25-32

Hermanos: Vivan amando, como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros.

Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella para
santificarla, purificándola con el agua y la palabra, pues él quería presentársela a sí mismo
toda resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e inmaculada.

Así los maridos deben amar a sus esposas, como cuerpos suyos que son. El que ama a su
esposa se ama a sí mismo, pues nadie jamás ha odiado a su propio cuerpo, sino que le da
alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.

Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos
una sola carne. Éste es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

Palabra de Dios.

ACLAMAClÓN ANTES DEL EVANGELIO


Cfr Sal 133

R. Aleluya, aleluya.
El Señor que hizo el cielo y la tierra
los bendiga desde Sión.
R. Aleluya.

En Tiempo de Cuaresma:

Cfr 1 Jn 4, 16. 12. 11

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


Dios es amor; amémonos unos a otros como Dios nos amó.

R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.


EVANGELIO

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Del santo Evangelio según san Mateo


19, 3-6

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y, para ponerle una trampa, le
preguntaron. “¿Le está permitido al hombre divorciarse de su esposa por cualquier
motivo?” Jesús les respondió: “¿No han leído que el Creador, desde un principio los hizo
hombre y mujer, y dijo: 'Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su
mujer, y serán los dos una sola carne'? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Así
pues, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre".

Palabra del Señor.

61. Después de la lectura del Evangelio, el sacerdote, en la homilía, explica, partiendo del
texto sagrado, el misterio del Matrimonio cristiano, la dignidad del amor conyugal, la
gracia del sacramento y las obligaciones de los cónyuges, atendiendo, sin embargo, a las
diversas circunstancias de las personas.

LITURGIA DEL MATRIMONIO

62. Cuando se celebran dos o más Matrimonios a la vez, el interrogatorio antes del
consentimiento, el mismo consentimiento, como también la aceptación del consentimiento,
se harán siempre en singular para cada Matrimonio; lo demás, sin excluir la misma
Bendición nupcial, se dirá una sola vez en plural para todos.

Monición

63. Terminada la homilía y después de un breve momento de silencio, puestos de pie los
novios, y situados los testigos a uno y otro lado, el sacerdote se dirige a los contrayentes,
con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos:

Estamos aquí, junto al altar de Dios, para que él confirme con su gracia la voluntad que
ustedes tienen de contraer Matrimonio ante el ministro de la Iglesia y esta comunidad
cristiana que la hace presente. Cristo bendice con abundancia el amor conyugal que ustedes
se tienen, y él, que los consagró un día con el santo Bautismo, los enriquece hoy y les da
fuerza con un Sacramento peculiar para que se guarden mutua y perpetua fidelidad y
puedan cumplir todas las obligaciones del Matrimonio. Por lo tanto, ante esta asamblea, les
pregunto sobre su intención:
Interrogatorio antes del consentimiento
64. Entonces el sacerdote los interroga acerca de la libertad, la fidelidad y la aceptación y
educación de los hijos, y cada uno de ellos responde.

- N. y N., ¿han venido aquí a contraer Matrimonio por su libre y plena voluntad y sin que
nada ni nadie los presione?

R. Sí, vengo libremente.

¿Están dispuestos a ser fieles el uno al otro en el Matrimonio, durante toda la vida?

--R. Sí, estoy dispuesto(a).

La siguiente pregunta se puede omitir si las circunstancias lo aconsejan, por ejemplo, si los
novios son de edad avanzada:

--¿Están dispuestos a recibir de Dios, responsable y amorosamente, los hijos, y a educarlos


según la ley de Cristo y de su Iglesia?

R. Sí, estoy dispuesto(a).

*0 bien:

N. y N., ¿vienen a contraer Matrimonio con entera libertad?

R. Sí.

¿Se comprometen a amarse y guardarse mutua fidelidad durante toda la vida?

R. Sí.

¿Están dispuestos a recibir responsablemente los hijos, fruto de su amor, y a educarlos en la


fe de Cristo

R. Sí.

Consentimiento
65. La comunidad se pone de pie.

El sacerdote invita a los novios a expresar su consentimiento:

Así, pues, ya que quieren establecer entre ustedes la alianza santa del Matrimonio, unan sus
manos, y expresen su consentimiento delante de Dios y de su Iglesia.
Los novios, vueltos el uno hacia el otro, unen sus manos.

El novio: Yo, N., te acepto a ti, N., como mi esposa


y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas,
en la salud y en la enfermedad,
y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

La novia: Yo, N., te acepto a ti, N., como mi esposo


y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas,
en la salud y en la enfermedad,
y amarte y respetarte todos los días de mi vida.

*0 bien:

El novio: N., ¿quieres ser mi esposa?

La novia: Sí, quiero.

La novia: N., ¿quieres ser mi esposo?

El novio: Sí, quiero.

El novio: N., yo te acepto como esposa y prometo amarte fielmente durante toda mi vida.

La novia: N., yo te acepto como esposo y prometo amarte fielmente durante toda mi vida.

*0 bien:

El novio: Yo, N., te acepto a ti, N., como esposa


y me entrego a ti como tu legítimo esposo,
según lo manda la santa Madre Iglesia católica.

La novia: Yo, N., te acepto a ti, N., como esposo


y me entrego a ti como tu legítima esposa,
según lo manda la santa Madre Iglesia católica.

66. Si parece más oportuno, el sacerdote puede solicitar el consentimiento de los


contrayentes por medio de un interrogatorio.

En primer lugar interroga al novio:

N., ¿aceptas a N. como esposa,


y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas,
en la salud y en la enfermedad,
y amarla y respetarla todos los días de tu vida?
El novio responde:

SI, la acepto.

A continuación el sacerdote interroga a la novia:

N., ¿aceptas a N. como esposo,


y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas,
en la salud y en la enfermedad,
y amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

La novia responde:

Sí, lo acepto.
_________________________________________________________________________

Confirmación del consentimiento


67. Luego el sacerdote que recibe el consentimiento, extendiendo la mano sobre las manos
unidas de los esposos, dice:

El Señor
confirme con su bondad
este consentimiento
que han manifestado ante la Iglesia
y cumpla en ustedes su bendición.
Y lo que Dios acaba de unir, que nunca lo separe el hombre.

*0 bien:

El Dios de Abraham,
el Dios de Isaac,
el Dios de Jacob,
el Dios que unió a nuestros primeros padres en el paraíso
confirme este consentimiento mutuo
que ustedes han manifestado ante la Iglesia
y, en Cristo, les otorgue su bendición,
de manera que lo que Dios ha unido,
nunca lo separe el hombre.
68. El sacerdote invita a los presentes a alabar a Dios:

Bendigamos al Señor.

Todos responden:

Demos gracias a Dios.


0 bien:

Sacerdote:

Bendigamos al Señor.

Todos:

Amén.

Puede utilizarse otra aclamación.

Terminada la aclamación la comunidad se sienta.

69. En este momento, según las costumbres del lugar, el esposo levanta el velo con el que la
esposa cubre su rostro.
Bendición y entrega de anillos y arras
70. * Modo A:

Bendición y entrega de anillos y arras, unidos.

El sacerdote dice:

Bendice , Señor,
a estos hijos tuyos, N. y N.,
y santifícalos en tu amor,
y que estos anillos y estas arras,
símbolos de fidelidad y de ayuda mutua,
les recuerden siempre el cariño que se tienen.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Si es oportuno, rocía los anillos y las arras con agua bendita y entrega los anillos a los
esposos.

El esposo coloca en el dedo anular de la esposa el anillo a ella destinado, diciendo:

El esposo: N., recibe este anillo como signo de mi amor


y de que siempre te seré fiel.
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.

De la misma manera, la esposa coloca en el dedo anular del esposo el anillo a él destinado,
diciendo:

La esposa: N., recibe este anillo como signo de mi amor


y de que siempre te seré fiel.
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.

El esposo toma las arras y, teniéndolas entre las manos juntas, las entrega a la esposa, que
las recibe con las dos manos debajo de las de su esposo, y dicen:

El esposo: N., recibe también estas arras


como prenda de la bendición de Dios
y del cuidado que tendré
de que no falte lo necesario en nuestro hogar.
La esposa: N., yo las recibo
como prenda de la bendición de Dios
y en señal de los bienes que vamos a compartir.
_____________________________

71. * Modo B:

Bendición y entrega de anillos y arras, por separado.

1. Anillos

El sacerdote dice:

El Señor bendiga estos anillos


que van a entregarse el uno al otro
en señal de amor y de fidelidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R, Amén.

*0 bien:

Envía, Señor, tu bendición sobre estos anillos


que bendecimos en tu nombre,
para que quienes los van a llevar
se guarden absoluta fidelidad,
gocen de la paz que da el cumplir tu voluntad
y vivan siempre amándose mutuamente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Si es oportuno, rocía los anillos con agua bendita y los entrega a los esposos.

El esposo coloca en el dedo anular de la esposa el anillo a ella destinado, diciendo:

El esposo: N., recibe este anillo como signo de mi amor


y de que siempre te seré fiel.
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.

De la misma manera la esposa coloca en el dedo anular del esposo el anillo a él destinado,
diciendo:

La esposa: N., recibe este anillo como signo de mi amor


y de que siempre te seré fiel.
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
2. Arras

El sacerdote dice:

Bendice Señor, estas arras,


que N. y N. se entregan,
y derrama sobre ellos la abundancia de tus bienes.

El esposo toma las arras y, teniéndolas entre las manos juntas, las entrega a la esposa, que
las recibe con las dos manos debajo de las de su esposo, y dicen:

El esposo: N., recibe también estas arras


como prenda de la bendición de Dios
y del cuidado que tendré
de que no falte lo necesario en nuestro hogar.

La esposa: N., yo las recibo


como prenda de la bendición de Dios
y en señal de los bienes que vamos a compartir.

* Entrega de la sagrada Biblia

Según la costumbre de algunos lugares, en este momento el que preside puede hacer la
entrega de la Biblia a los esposos con estas o semejantes palabras:

Reciban el libro de la Sagrada Escritura,


que contiene la Palabra de Dios.
Que esta Palabra sea fuente de luz y de vida
en el camino que hoy emprenden
como esposos cristianos.

72. Entonces toda la comunidad puede entonar un himno o un canto de alabanza:

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