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Nuevas infancias, Nuevos adulto

Resulta importante recordar que los tiempos de antes no son los de ahora, y que todo

tiempo presente no es mejor que el pasado, esto a concepción subjetiva, ya que, el avance la

evolución y el transcurrir de las épocas han dejado una huella memorable en las historias,

tanto así que podemos notar la decadencia en la juventud actual.

“Una niña de 10 años vende sus juguetes por Internet para obtener el dinero que

le permita comprarse un teléfono celular. Una maestra denuncia ante la justicia a un

chico de 12 años por pegarle en clase. La directora de una escuela primaria cordobesa

declara en los medios que existen casos de consumo de estupefacientes en un primer

grado y habla de una red de tráfico de drogas en la escuela. Un niño que vive y/o trabaja

en la calle en la ciudad de Buenos Aires puede asistir a un cyber especialmente creado

para chicos en esa situación, en el marco de un programa gubernamental. Chicas de 14

años de una escuela privada del norte de la provincia de Buenos Aires cuentan –en los

medios, claro– que practican sexo oral a cambio de que los chicos les hagan las tareas, o

por dinero, o por entrar a un boliche. La venta de psicofármacos para niños en Argentina

creció un 900% entre 1994 y 2005. Por mes, al menos dos niñas de entre 9 y 10 años son

internadas en algún hospital bonaerense con diagnóstico de bulimia y anorexia,

promedio que aumenta al acercarse el verano. Un niño abusado puede llamar –él
directamente– a un número telefónico para hacer la denuncia en una defensoría de

menores.” (Que hay de nuevo en la infancia, Gabriela Diker, 2009 P. 7)

De lo anterior, sustentamos el pensamiento el cual aterriza en este escrito, y si bien

sabemos esta es la realidad de nuestros jóvenes, sumidos en un mundo que busca deteriorar

los valores de estos, casos como los anteriores citados son cercanos otros por el contrario

no los conocemos, pero cuando se muestran a nuestros ojos nos asombramos.

La juventud solo tiene una salida a forjar y mantener los valores y esta se construye del

lado educativo, sabiendo que somos nosotros los que construimos la mente de los niños

somos los capaces de enfocar y dar ejemplos de vida a quienes tenemos a nuestro cargo,

formar no es fácil, por esto y mas resulta convertida en una labor docente ardua a partir de

que la sociedad en pensamiento se ha centrado solo en la educación de las escuelas dejando

de lado los valores los cuales deben ser inculcados desde casa, pero bien si no se gestan

valores desde el seno del hogar, como formadores buscamos que todos en nuestras manos

se lleven los mejores bienes de nuestro ser, sabiendo que no todos tienen la capacidad de

cambiar mentalidades, impulsar vidas y sobrellevar actuares.

Ante todo, esto de cambiar la conciencia de la juventud y aumentar ese autovalor el cual

todos debemos poseer y forjar desde el ser y saber hacer es el compromiso actual ante lo

abismal que resulta la realidad que se muestra donde la tecnología, las drogas, el desenfreno

son pan de cada día y del cual no podemos huir, solo nos queda rescatar lo que podemos

entonces bien “si la infancia está, por lo tanto, llamada a sorprendernos, entonces: ¿cuándo
la sorpresa se convirtió en desconcierto? ¿Cuándo –como dice Débora Kantor– lo nuevo se

volvió hostil? ¿Por qué sostener que en la actualidad hay algo nuevo en los nuevos?” (Que

hay de nuevo en la infancia, Gabriela Diker, 2009 P 16.) son estos interrogantes a los que

muchas veces no tenemos respuesta, pero de los cuales asombrarse no cabe en el rol actual

donde todo es posible y aquello que aun no se ha descubierto ya fue investigado.

Para concluir este tema importante pero extenso a la vez, nos resulta importante citar. “La

infancia así se vuelve también metáfora: de lo que no se puede decir, de lo que no se puede

escribir, de lo que no se deja escribir, de lo que “llama quizás a un lector que no sabe ya

leer o no sabe todavía”, dice Lyotard. Según este autor, la infancia, como posibilidad de

alteración radical del orden del siempre-lo-mismo, puebla el discurso y es a la vez su resto.

Un resto que no encuentra palabras porque infancia es ese estado sin palabras. Salir de la

infancia, dirá Agamben, es justamente constituirse como sujeto del lenguaje, entrar en el

universo de lo semántico, abriendo así la posibilidad de la historia.” (Que hay de nuevo en

la infancia, Gabriela Diker, 2009 P ) la infancia que no deja de ser, pues para todos los

jóvenes esta es una etapa en la que lo que se le muestre y vivan marcara la historia y

procesos internos de cada niño que más adelante.

CASTRO YULIANA
ESTARITA ISABELLA
MANZUR JOCSANA
POLO DANIELA

V SEMESTRE

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