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Bernat Castany: Literatura posnacional, p. 168.
3
En el libro citado de Castany se hace referencia al estudio de Doris Sommer Foundational fictions y se
explica cómo numerosas novelas románticas narran amores imposibles felizmente resueltos de personas
que representan a las diferentes regiones, razas, partidos o grupos socioeconómicos que forman el país.
Estas novelas despertaban en sus lectores un deseo de felicidad doméstica que se retroalimentaba con un
deseo de prosperidad nacional consiguiendo, de este modo, que las masas apostasen a las élites de un
modo incondicional y ciego a las injusticias de clase, raza, género o región. Prueba de ello es que a pesar
de una inicial y aparente variedad, los amores narrados en estas novelas culminen siempre en un
matrimonio socialmente aceptable. p.252.
4
Roberto Fernández Retamar: “Para el perfil definitivo del hombre” en Para el perfil definitivo del
hombre, p.526.
5
Trinidad Pérez citada por Roberto Fernández Retamar en Ídem.
vorágine (1924) de José Eustasio Rivera, Don Segundo Sombra (1926) de Ricardo
Güiraldes y Doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallegos.
Estas y otras novelas forman el canon criollista, que se forma durante las cuatro
primeras décadas del siglo XX, caracterizadas por buscar la afirmación cultural
latinoamericana y proclamar su diferencia con respecto a la cultura europea. Para
lograrlo los autores apelan a figuras consideradas particulares del país en cuestión y a
espacios no desvirtuados por la modernización. Por otra parte, se diferencia del
romanticismo en que en este último resalta el paisaje sobre el sujeto, mientras que en el
criollismo las imágenes de identificación son más humanas que geográficas.
Sin embargo, nos dice Castany, el criollismo no es solo un movimiento literario afín al
arielismo o al mundonovismo sino, sobre todo, un complejo dispositivo ideológico que
busca naturalizar el estado-nación moderno y su aparato representacional. De este
modo, novelas como Doña Bárbara, La vorágine y Don Segundo Sombra no buscan
solo construir una diferencia nacional o continental, sino también normalizar las nuevas
formas productivas, la acumulación primitiva de capital y la extensión del poder
legislativo del estado-nación6.
Ahora bien, al contrario de la primera, la segunda línea postulada por Aínsa a que
hacíamos mención anteriormente:
[…] se inicia como parte de una tensión activa entre el “yo” (lo que es
propio del personaje) y el “medio” exterior donde se encuentra la
suficiente justificación o ayuda para evitar la desintegración de la
identidad. Pero la meta de estos viajes en lugar de encontrarse en el
“interior” de América, llevan a la Europa (o Cultura Occidental) de “donde
provenimos” y con la cual se identifica una forma idealizada del Paraíso
de los orígenes.7
Ibídem.p. 246.
7
latitudes más diversas por parte de sus autores –José Martí, Rubén Darío, José Asunción
Silva–; y el fin del complejo de inferioridad por el que se entendía la producción
cultural del subcontinente en términos de imitación.
El Modernismo, como gran fundador de esta línea, imprimió su sello renovador. Resulta
interesante verificar el modo en que las raíces europeas se injertaron y transformaron
este movimiento a través de la síntesis, la lectura voraz e irreverente de todas las
tradiciones culturales (la oriental, la francesa, escandinava, española, inglesa,
norteamericana, alemana, etc.) o la asimilación creadora, hasta lograr una expresión
genuinamente hispanoamericana. Los modernistas, pues, fueron los primeros en ampliar
las fronteras de lo nacional, en convertirse en viajeros físicos y literarios.
A lo largo del siglo XX se dieron a conocer una serie de intelectuales que, bajo la
influencia y lección del Modernismo, apostaron por una universalización de las letras.
Escritores de la talla de Leopoldo Marechal, Juan Carlos Onetti, Jorge Luis Borges,
Ernesto Sábato o Mujica Láinez –precursores de lo que se llamó después boom de la
literatura latinoamericana– buscaron en Europa una fuente inspiración, asumiendo la
importancia que tenía este espacio para irradiar un arte contemporáneo, cosmopolita,
abierto, plural. Muchos de ellos tuvieron incluso una etapa intelectual en la cual
primaban las obras de corte nacionalista, el propio Borges afirmaba que su pasado
nacionalista no había sido más que un “error de juventud”8.
Con la llegada del boom de la literatura latinoamericana –un fenómeno tan polémico
que tantos han intentado definir y analizar– la narrativa del continente entró por la
puerta grande del mercado internacional de las letras. Independientemente de la calidad
indiscutible de las obras y autores protagonistas de aquel momento de los años sesenta,
el boom funcionó como una estrategia de mercado9 mediante la cual la literatura
latinoamericana era alcanzada por la globalización, una categoría que habremos de
definir más adelante por su importancia para nuestra investigación. Si bien los escritores
del boom se caracterizaron por hacer emerger una literatura única, autóctona pero al
mismo tiempo universal en términos de representación del espacio, se centraron
mayormente en el contexto latinoamericano. Fue tal el impacto y la repercusión de las
obras de García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, por solo mencionar
los cuatro grandes con más consenso entre la crítica como los principales integrantes,
8
Citado por Bernat Castany en ob. Cit., p. 171.
9
Ver Ángel Rama: El boom en perspectiva.
que se creó una imagen de la literatura gestada en el continente a partir de valores
estéticos y de imaginarios fundados desde el “realismo mágico”, o lo “real maravilloso”,
por ejemplo, o desde un modo de narrar muy propio de estos escritores. Incluso hasta
hoy, muchas de las editoriales más importantes del mercado norteamericano y europeo
tienen como parámetros de sus filtros, en el momento de aceptar la publicación de un
manuscrito latinoamericano, la poética del boom.10
La expresión literaria del posboom, o sea, toda aquella producción que vino después del
gran fenómeno, se mostró mucho más apegada al movimiento centrípeto, el cual sigue
replegándose aún hoy a los límites de lo nacional. La represión y el aislamiento de los
años 60’, 70’ y 80’ y el desigual crecimiento, en especial económico y demográfico, de
los países del continente, sumado a las migraciones y diásporas masivas (debido a
factores políticos, sociales o económicos y hasta culturales) signaron la producción
literaria de ese período. Casi toda esta la literatura se proyecta como social y crítica de
su realidad histórica; una literatura muy “contemporánea de su cotidianidad”,
documentalista, marcada por las dictaduras, el narcotráfico; o que prefiere, en otra
variante, reescribir la historia oficial de sus países a través de las novelas históricas.
10
En El fin de la narrativa latinoamericana, Jorge Volpi confronta la reducción que se ha hecho por parte
de la crítica internacional de nuestras letras a la poética del boom: “Aplicando una de las idées reçues
más perniciosas que envuelven a la narrativa latinoamericana, Berry se empeña en verla como una
singularidad y no como una vertiente excéntrica pero no por ello menos esencial de la literatura de
Occidente. Quizás el mayor ejemplo de esta incomprensión pueda verse en el “realismo mágico”. Desde
la aparición de las obras de Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y sobre todo de Gabriel García
Márquez, lectores y críticos en todo el mundo operaron una gigantesca metonimia que poco a poco redujo
al boom, luego al conjunto de la literatura latinoamericana, y por fin a la propia América Latina, a una
mera prolongación de ese supuesto rasgo dominante de nuestras letras”, p. 39.
Los autores de esta nueva oleada pretenden desentrañar los cabildeos de las grandes
casas editoriales españolas, del marketing y la publicidad, y la alianza
globalización/mercado editorial, siempre insistiendo en la superación de las pautas
sentadas por las corrientes hegemónicas de la producción novelística del continente –
léase el boom–, pautas caducas y asfixiantes para ellos. Ahora son otros los modos de
hacer literatura. El escepticismo, el descreimiento, el individualismo, mezclados con la
escritura de sus novelas, trazan una línea que se aleja totalmente de la establecida por el
boom y el posboom, y buscan escribir esas historias “otras” que dialogan con el
contexto global e interrogan a una Latinoamérica siempre cambiante, híbrida, nomádica
e indescifrable. Estos escritores, totalmente cosmopolitas, intentan retratar en sus textos
sociedades multiculturales y caóticas alejadas de lo que se encontraba tradicionalmente
en las obras representativas del continente. Sus ideas no consisten en renunciar a lo
“latinoamericano” para copiar modelos extranjeros, sino perseguir la misma libertad
artística alcanzada por el boom. De esta forma, el cuestionamiento de la fe en la
existencia de una literatura latinoamericana y con ella de una identidad cultural propia
se hizo mayor. Así se inauguraron nuevos proyectos que pusieron en duda el
nacionalismo cerrado de América.
Hoy vivimos en una época signada por esta conciencia globalizada, donde las relaciones
internacionales y transnacionales son cada vez más abarcadoras, de tal forma que llegan
a interconectar a los pueblos del mundo, sus instituciones y sus culturas. Las industrias
culturales (editoriales, disqueras, periodísticas, de medios masivos de comunicación,
etc.) son de las más contaminadas por esta tendencia. El mundo globalizado nos afecta
a todos por igual, nadie escapa a su poder y todo ello, lejos de verlo como algo negativo,
debemos enfrentarlo como un desafío donde los efectos provocados por el fenómeno
dan lugar a nuevos retos culturales propiciados por los intercambios de las diversas
identidades en contacto.
Retomemos en este punto las nociones esbozadas por Castany, esta vez centrándonos en
lo referente a la línea de la literatura posnacional dentro de la cual se encuentra Santiago
Gamboa. Castany comenta que “hoy en día la literatura se muestra como un lugar
especialmente propicio para la reflexión y construcción del posnacionalismo” 12. Esto
podría deberse a la competencia milenaria entre autores en un espacio que atraviesa las
fronteras y mediante la cual se van formando los grandes cánones. “Este hecho –
explica– hace que en muchas ocasiones los autores traten de trascender la
particularidad de sus culturas con el objetivo de que sus obras sean «universales», esto
es, que puedan ser sentidas como propias por el mayor número de lectores
pertenecientes a culturas diferentes”.13
El libro de Castany no tiene como objeto de estudio la más reciente producción literaria
de Latinoamérica , sino que se limita a analizar escritores como Borges, Vallejo, Vargas
Llosa, Saer, Peri Rosi o Manuel Puig. Sin embargo, es pertinente nuestro trabajo hacer
extensivas las categorías empleadas por este investigador a Santiago Gamboa, quien
cuenta en su haber con novelas de un marcado corte posnacional en las cuales la
transgresión de los límites de la ciudad latinoamericana como escenario de las tramas,
se convierte en un sello de su narrativa.
16
Ibídem. p. 171.
17
Ibídem. p. 269.
18
“Distingo entre seis tipos de posnacionalismo literario: uno propiamente cosmopolita o humanista, que
recuperaría el discurso estoico-ilustrado de corte individualista así como el relativismo escéptico propio
del humanismo; otro, neoliberal, que equipararía mercado a libertad y criticaría el proteccionismo o
nacionalismo económico y cultural; otro, demócrata, que sería una reacción contra las derivas populistas
y totalitarias del nacionalismo, ya sea en países capitalistas como en países socialistas; otro nihilista, que
ante la disolución nacional reaccionaría de un modo desesperado y violento dando lugar a un cierto
malditismo identitario; otro intercultural, propio del emigrante o policultural, que reflexionaría acerca de
los diferentes modos de articular su pluralidad identitaria; y otro mediático, que se centraría, sobre todo
en los cambios que la globalización ha provocado en ámbitos cotidianos como la comida, la tecnología, el
cine, la música o el habla”. Bernat Castany, ob. Cit. pp. 269-270.
nacionales19, Varias de las novelas de nuestro escritor han transgredido las fronteras
nacionales de su país de origen, Colombia, para ubicarse en locaciones de las más
distantes latitudes, tanto geográfica como culturalmente.
Un buen ejemplo de ello es Los impostores (2002) donde el azar sumerge en una
inesperada aventura a tres viajeros, de diferentes nacionalidades, que coinciden en Pekín
por motivos diferentes. En la novela, Suárez Salcedo -un colombiano de 42 años que
reside en París desde hace casi veinte y trabaja en Radio France International- viaja a
China en misión periodística; el sinólogo alemán Gisbert Klauss, profesor de cultura
china en la Universidad de Hamburgo lo hace tras sus investigaciones filológicas; el
peruano Nelson Chouchén Otálora, nieto de un inmigrante chino, recalado en la
Universidad norteamericana de Austin y viviendo sin la nostalgia del "malhadado país",
busca datos biográficos para escribir una novela sobre la inmigración china en Perú. El
viaje, inicialmente emprendido con propósitos diferentes para cada uno de ellos, se va
entrelazando alrededor de una rocambolesca búsqueda de un manuscrito perdido de una
secta católica china sumida en la clandestinidad. El documento termina siendo
falsificado, merced a minuciosas copias y los protagonistas terminarán convertidos en
tres impostores, dueños -cada uno de ellos- de una verdad diferente. En esta obra los
rasgos culturales de cada sujeto se imbricarán en una trama irónica y atractiva,
desarrollada en una ciudad llena de vericuetos y escondrijos que esconde una historia
más que fascinante.
19
Ibídem. p. 309.
Una de las novelas más representativas del drama que puede resultar la emigración es
El síndrome de Ulises (2005) de Santiago Gamboa, la cual recoge en su título el nombre
del mal que padecen los inmigrantes en la soledad de un país desconocido, incubado en
los ghettos y barriadas en donde se hacinan los ilegales o de aquellos que corren el
riesgo de pasar a serlo. La ciudad encargada de albergar a todos estos personajes que no
son solo latinos, sino asiáticos, árabes y europeos del Este, es París. Solo que el París de
Gamboa–como apunta Fernando Aínsa– no es el luminoso de turistas y estudiantes, y
mucho menos la "fiesta" de Hemingway o Fitzgerald y su época, o la ligera y
entretenida de Alfredo Bryce Echenique. “Está más cerca del París desaforado y
precario de Henry Miller o al de El buen salvaje, desoladora novela de otro colombiano,
Eduardo Caballero Calderón (Premio Nadal, 1965). Con Gamboa estamos en la ciudad
subterránea y gris de los emigrantes, de aquellos que habiendo perdido toda esperanza
en su propio país arriesgan la ilegalidad”.20
En consonancia con los estudios de Bernat Castany están los realizados por Jesús
Montoya y Ángel Esteban, quienes han dedicado más de un libro a la investigación
sobre las tendencias de la narrativa latinoamericana escrita por jóvenes de finales del
siglo XX y lo que va del XXI23. Las nociones de desterritorialización y
20
Fernando Aínsa: Palabras nómadas, p.
21
Bernat Castany: ob. Cit., p. 245.
22
Ibídem. p. 319.
23
Dos de los libros que dedican a esta materia son: Miradas oblicuas en la narrativa latinoamericana
contemporánea. Límites de lo real, fronteras de lo fantástico, y Entre lo local y lo global. La narrativa
latinoamericana en el cambio de siglo (1990-2006). El primero pretende analizar algunas formas
contemporáneas del cruce –en el sentido lato del término– de lo realista y lo fantástico en la literatura
latinoamericana actual; y el segundo propone un conjunto de lecturas sobre la narrativa latinoamericana
de las últimas dos décadas. Consciente de la imposibilidad de generalizaciones ante un objeto múltiple,
multiterritorialización son empleadas por ellos para agrupar a jóvenes que optan por una
escritura que trasciende las fronteras nacionales, las cuales se han ido tornando porosas
en los últimos tiempos. “La noción de frontera ha mutado y se ha imbricado en mayor o
menor medida con toda realidad susceptible de ser narrada por la literatura de los
últimos veinte años24.
Las palabras de Juan Gabriel Vásquez son muy iluminadoras en cuanto a la condición
de la literatura latinoamericana de nuestros días: "la literatura latinoamericana actual es
hoy como la naturaleza según Pascal: una esfera cuyo centro está en todas partes y su
circunferencia en ninguna"32
La ciudad es el marco de la existencia del individuo que habita una región determinada.
Durante mucho tiempo se ha reconocido como el lugar donde todos los caminos se
28
Ibídem. p. 4.
29
Jesús Montoya y Ángel Esteban: Desterritorializados…, p. 8.
30
Ibídem. p. 9.
31
Ibídem. p. 10.
32
Citado en Fernando Aínsa: Palabras nómadas. Los nuevos centros de la periferia, p.3, versión digital.
cruzan. Además de ser un espacio construido y poblado, es un cuerpo complejo que va
más allá de los límites geográficos y de la población demográfica. Resultan
insuficientes las definiciones que la muestran como “un conjunto de calles y edificios” y
a su habitante, el ciudadano, como “natural o vecino de una ciudad”. 33 “Es un conjunto
de muchas cosas –escribe Italo Calvino–: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son
lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos
trueques no lo son solo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de
recuerdos”34. Sus imágenes, costumbres y dinámicas son moldeadas por los sujetos que
la andan y desandan y, a su vez, ella transforma sus vidas, e influye en sus
comportamientos. De esta manera, se establece entre sujeto y ciudad una relación
indisoluble y recíproca, una retroalimentación que no termina nunca.
Nos dice Néstor García Canclini, uno de los académicos dedicados al estudio de las
políticas culturales y fenómenos de globalización en América Latina, que las ciudades
no se hacen solo para habitarlas, sino también para atravesar su espacio 35, para
adentrarse en ellas y descubrirnos como individuos ante su enrevesada estructura:
De la misma forma que la literatura – sobre todo a partir del siglo XIX– proporcionó a
la ciudad una realidad imaginada, ficcional, también los cambios en las ciudades
transformaron el texto literario contemporáneo37. La narrativa del siglo XXI que intenta
reflejarlas cobra un ritmo mucho más vertiginoso, pues las dinámicas actuales se
potencian por la rapidez con que se desarrolla la vida urbana posmoderna 38. Santiago
33
Luz Mary Giraldo: Ciudades escritas, p.XI.
34
Italo Calvino: Las ciudades invisibles, p. 12.
35
Néstor García Canclini: Ciudad invisible, ciudad vigilada.
36
Ibídem. p. 2.
37
La nueva geografía de la novela, p. 22.
38
“En Die Unwirklichkeit der Städte (La irrealidad de las ciudades), Klaus R. Scherpe sostiene que la
ciudad moderna depende de la construcción y la posmoderna de sus funciones (más que un espacio
edificable, es un escenario de desplazamientos). La ciudad moderna tiene un apetito devorador de huecos,
la posmoderna se interesa menos en la realidad física; es una complicada región de tránsito, un acarreo de
gente que sigue flechas, de informaciones que palpitan en pantallas cibernéticas”, en Juan Villoro: El
Gamboa afirma que “las novelas son radiografías de las urbes, cada vez más
desesperadas y nerviosas”39, lo cual nos justifica que algunos de los narradores
latinoamericanos40 privilegien la presencia de la ciudad en sus obras, ya que no
conciben la literatura de estos tiempos desligada de las enormes megalópolis. El propio
Gamboa afirma:
Caótico es precisamente uno de los adjetivos más utilizados por la crítica para definir la
naturaleza de las ciudades contemporáneas, las cuales presentan un acelerado
crecimiento basado en la desmesura y el desbordamiento de la propia estructura urbana.
Al respecto García Canclini apunta: “la urbe programada para funcionar, diseñada en
cuadrícula, se desborda y se multiplica en ficciones individuales y colectivas”. 46 A pesar
de este aparente descontrol que impera en las grandes megalópolis, de un modo extraño
el ser humano encuentra la forma de proceder lo más airosamente posible en el
complejo entramado citadino. Según Juan Villoro:
Creemos que a partir de esta afirmación podemos incluir dentro de ese repertorio a la
ciudad sin forma, esas enormes urbes que los topógrafos aéreos han calificado como
“mancha urbana”,51 como pueden ser Tokio, México D.F, Los Ángeles, entre otras. Otro
ejemplo es el de las ciudades donde la gente no interactúa, no busca el contacto social
con sus semejantes, sino que se evaden los unos a los otros intentando aislarse, desean
un refugio frente a la hostilidad del paisaje urbano:
En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al
verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían
ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los
mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y
después huyen, buscan otras miradas, no se detienen. 52
Resulta interesante una de las conclusiones, a las que arriba Calvino en su libro,
relacionada con las dinámicas de vida que se vienen desarrollando en las ciudades de
nuestros días: “¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un
último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como
49
En la nota preliminar que aparece en la edición cubana por el 90 aniversario del natalicio de Italo
Calvino el autor expresa: “Creo que lo que el libro evoca no es solo una idea atemporal de la ciudad, sino
que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna. A
juzgar por lo que me dicen algunos amigos urbanistas, el libro toca sus problemáticas en varios puntos y
esto no es casualidad, porque el trasfondo es el mismo”, en Italo Calvino: Las ciudades invisibles, p. 12.
50
Ibídem. p. 125.
51
En Juan Villoro: ob. cit.
52
Italo Calvino: ob. cit., p. 51.
ciudades. Tal vez estamos acercándonos a un momento de crisis de la vida urbana y Las
ciudades invisibles son un sueño que nace del corazón de las ciudades invivibles”53.
Si son invivibles o no, es una cuestión muy compleja que corresponde desentrañar a los
propios ciudadanos. Lo cierto es que se están desarrollando procesos en las urbes
sociológicos, antropológicos o etnológicos de los cuales los escritores se adueñan para
trasladarlos a sus obras. Dichos fenómenos pueden llegar a hacer que las ciudades vayan
alcanzando una uniformidad cada vez mayor hasta mostrarse tan homogéneas que
llegan a confundirse unas con otras. El reconocido etnólogo francés Marc Augé, autor
de diversos trabajos sobre la relación del individuo con el espacio urbano, refiere en uno
de sus ensayos, Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana, que la
expresión “ciudad genérica” ha sido propuesta por el arquitecto Rem Koolhass para
designar el modelo uniforme de las ciudades que se encuentran hoy en día por doquier
en el planeta.54
56
Marc Augé: Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, p. 83.
57
El término Sobremodernidad es elaborado por Marc Augé para caracterizar la época en que vivimos,
según el etnólogo: “[La sobremodernidad es] la coexistencia de las corrientes de uniformización y de los
particularismos. La situación sobremoderna amplía y diversifica el movimiento de la modernidad; es
signo de una lógica del exceso y, por mi parte, estaría tentado a mesurarla a partir de tres excesos: el de
información, el de imágenes y el de individualismo, por lo demás, cada uno de estos exceso está
vinculado a los otros dos”, en Marc Augé: Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana.
terrestre a los fines de una comunicación tan extraña que a menudo no pone en contacto
al individuo más que con otra imagen de sí mismo.
Tomemos el ejemplo de los aeropuertos para ahondar más en las dinámicas que se
desarrollan en los no lugares. Las terminales aeroportuarias son espacios donde se
cruzan cientos de personas diariamente con los más variados itinerarios. En ellas el
hombre siempre está a expensas de encontrar los más diversos “especímenes”, de
cualquier región, cultura, etnia, religión. En los aeropuertos confluye una masa de
personas que probablemente no vuelvan a cruzarse en la vida, y si bien los desconocidos
pueden entablar una comunicación fluida en determinadas circunstancias, la conexión
entre ellos suele ser efímera. El arquitecto Koolhass, mencionado anteriormente, explica
que “el aeropuerto es hoy día uno de los elementos que caracteriza más distintivamente
a la Ciudad Genérica (…) Es, por otra parte, un imperativo, ya que el aeropuerto es más
o menos todo lo que un individuo medio tiene la oportunidad de conocer de la mayoría
de las ciudades”.58
En uno de los cuentos de Santiago Gamboa, “Tragedia del hombre que amaba en los
aeropuertos”, este no lugar juega un papel fundamental. El protagonista, Aníbal
Esterhazy, es un periodista residente en París y se ve precisado a viajar por trabajo con
frecuencia. Contrario a la opinión de la gente que dice que “en verdad los aeropuertos y
las estaciones de tren son sitios tristísimos, tan tristes que no dan ganas de volver a
viajar”59, nuestro reportero nos dice: “En realidad me gustaban los aeropuertos, pero
también los hoteles, las maletas y las oficinas de cambio. […] Todo eso me gustaba, pero
el momento preferido era la llegada al aeropuerto. Ahí mis poros se abrían como plantas
carnívoras”.60 Luego de la relación furtiva con una azafata de un vuelo, Esterhazy cae en
una red sexual casi maquiavélica tejida entre las aeromozas para alternar entre ellas los
amantes que encuentran en cada destino. Entonces los aeropuertos y los aviones se
convierten en una tortura para él, en un constante ir y venir sometido al antojo de sus
“dueñas”.
Augé señala que el lugar y el no lugar “son más bien polaridades falsas: el primero no
queda nunca completamente borrado y el segundo no se cumple nunca totalmente: son
palimpsestos donde se reinscribe sin cesar el juego intrincado de la identidad y de la
58
Citado por Marc Augé: Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana.
59
Santiago Gamboa: Tragedia del hombre que amaba en los aeropuertos.
60
Ibídem.
relación”.61 Según el autor, el espacio del no lugar “no crea ni identidad singular ni
relación, sino soledad y similitud”.62 Teniendo en cuenta esta afirmación, la
conceptualización esbozada por él sobre los no lugares y la caracterización realizada de
los procesos socioculturales desarrollados en las urbes contemporáneas, proponemos
designar a las ciudades que Santiago Gamboa representa en Plegarias nocturnas como
no lugares, toda vez que se configuran como espacios de tránsito para los sujetos, los
cuales no son capaces de sentirse plenamente identificados en ellas.
Existe otro fenómeno que Marc Augé conecta directamente con las problemáticas de los
no lugares y que para nuestro análisis es esencial: el viaje. “El espacio del viajero será el
arquetipo del no lugar”63, la errancia del individuo que se traslada de un sitio a otro no
permite establecer un vínculo fuerte con ellos, por tanto si tomamos como ejemplo de
no lugar a las ciudades, se podrá inferir que el viajero no logra establecer con ellas una
relación más allá del contacto con el paisaje. Augé escribe:
El viajero de nuestra época a veces ni siquiera necesita atravesar las ciudades, pues los
puntos notables están señalados en carteles en los que se inscriben comentarios,
imágenes, señales de hacia dónde debe ir. A través de Internet el viajero puede
descargar itinerarios, datos necesarios para una visita mucho más rápida e ir
directamente a sus objetivos, “ya no necesita detenerse e inclusive ni mirar"65. Estas
prácticas influyen inevitablemente en la representación de las ciudades en los textos
literarios, ya que el viajero solo aprecia vistas parciales de los paisajes, “instantáneas”,
sumadas y mezcladas en su memoria y, literalmente, recompuestas en el relato que hace
de ellas. “El viaje construye una relación ficticia entre mirada y paisaje. Y, si se llama
61
Marc Augé: ob. Cit., pp. 84-85.
62
Ibídem, p. 107.
63
Ibídem, p. 92.
64
Ibídem, pp. 89-90.
65
Ibídem, p. 100.
“espacio” la práctica de los lugares que define específicamente el viaje, es necesario
agregar también que hay espacios donde el individuo se siente como espectador sin que
la naturaleza del espectáculo le importe verdaderamente”.66
Llegado este punto, creemos necesario explicar otras dos nociones que nos servirán para
trazar las líneas distintivas del espacio citadino en cuanto a la relación sujeto-ciudad, y
son las estipuladas por el propio Augé en El viaje imposible. La ciudad-memoria y la
ciudad-encuentro son dos de las clasificaciones que hace este autor para tratar dicha
relación desde dos puntos de vista. En la primera, el sujeto recorre la ciudad y, al
establecer contacto con una serie de determinados referentes es capaz de evocar
recuerdos o experiencias vividas:
66
Ibídem, p. 91.
67
Santiago Gamboa: ob. Cit.
fenómenos de memoria: en una ciudad volvemos a encontrar, con fastidio o
con placer, lo que habíamos dejado en ella.68
68
Marc Augé: El viaje imposible, p. 117.
69
Ibídem, p. 112.
70
Ibídem, p. 123.
71
Citado por Darío Jaramillo Agudelo: Antología de crónica latinoamericana actual.
72
Idem.
Pretendemos demostrar que la crónica tiene una fuerte influencia en la escritura
narrativa de Santiago Gamboa, y explicar el modo en que aprovecha la porosidad del
género para proponer variantes, transgresiones y creaciones novedosas. En consonancia
con esto, Todorov resume de manera magistral: “No son pues los géneros los que han
desaparecido sino los géneros del pasado; y no es que han desaparecido sino que han
sido remplazados por otros”.73
Una de las características del género es que debe estar elaborada en torno a un referente
público verdadero y común a los lectores.76 Susana Rotker nos dice que “el criterio de
factualidad no debe incluir ni excluir a la crónica de la literatura o del periodismo. Lo
que sí era y es un requisito de la crónica es su alta referencialidad –aunque esté
expresada por un sujeto literario– y la temporalidad (la actualidad)”. 77 Así, se mantiene
leal a un referente que debe ser conocido por el lector, o al menos, es necesario que
exista esa la posibilidad, idea recalcada por Linda Egan, otra estudiosa del tema, cuando
afirma que “el propio referente ha de ser un fenómeno que pertenezca al dominio
público fuera del texto”.78 Esta condición factual de la escritura cronística no impide, sin
embargo, crear textos con autonomía estética y de condición artística, así como hacer
uso de estrategias provenientes del campo de la ficción.
La especialista Sofía Carrizo Rueda hace una distinción entre relato y literatura de
viajes. La literatura de viajes, según la crítica, abarca todas aquellas obras caracterizadas
por complejos procesos ficcionales, donde cualquier referencia al itinerario se
subordina a vicisitudes de la existencia de los personajes. 81 El relato de viajes, por su
parte, lo presenta como un discurso narrativo en el que predomina la función descriptiva
como consecuencia del objeto final, que es la presentación del relato como un
espectáculo imaginario, más importante que su desarrollo y su desenlace.82 La diferencia
básica entre el relato y la literatura de viajes será la funcionalidad del elemento
descriptivo dentro de la trama. Carrizo Rueda afirma que en la literatura de viajes las
descripciones se supeditan a la narración, mientras que en el relato tienen importancia
por sí mismas, hasta llegar a constituir la esencia de la obra.83
84
Santiago Gamboa: ob. Cit., p. 97 y en Los impostores, p. 32.
Luego la propia valoración de Gamboa sobre las palabras de Loti es colocada en las
reflexiones del profesor Klauss, lo cual reafirma esa retroalimentación existente entre
las dos obras. El narrador de Los impostores nos dice: “Gisbert, con sorna, notó que
Loti descargaba el peso de la destrucción sobre los asiáticos, pero la verdad es que la
saña de todos los soldados, y en particular de los alemanes, prefigura los horrores que
vendrían en el recién inaugurado siglo. El libro de Loti era rico en detalles…”85
En este tipo de viajes suelo ir con la literatura por delante, ver qué han
escrito y opinado otros. Los libros y la poesía son mi Lonely Planet. Y así
encontré, por ejemplo, que al llegar a Tokio en 1982 Marguerite Yourcenar
exclamó: «¡Dios santo, once millones de robots!». No logró sobreponerse a
esa imagen caricaturesca y paternal que los europeos tienen de Asia. Otro
fue Richard Brautigan, norteamericano, que se casó en 1978 con una
japonesa. Los norteamericanos viajan mejor (o viajaban), sin exigirle nada a
los lugares a los que llegan. La unión duró dos años, pero Brautigan se
quedó en Tokio hasta que su vida, como dicen sus biógrafos, se «disolvió en
el alcohol y el insomnio». Interesante disolución. A Brautigan le gustaban
los haikús y escribió esto:
Yo creo que la literatura nos ayuda a entrar mejor en una ciudad. Cuando
uno ha leído un par de libros maravillosos sobre una ciudad, uno llega a ella
85
Ibídem, p. 98 e ídem.
86
Santiago Gamboa: Plegarias nocturnas, p. 146.
y ya no es un extranjero. Uno llega a esa ciudad reconociendo, buscando a
alguien, una esquina, un café, queriendo pasar por una ventana donde
ocurrió un crimen. Esos son los espacios que uno busca en las ciudades y
que la literatura te lleva a ellos. Entonces ahí la ciudad ficticia se vuelve real.
Cuando yo llegué la primera vez a Delhi estaba buscando cosas leídas en
Naipul y no encontré nada, pero buscando eso encontré otras cosas. 87
Nuestro escritor explica que a veces la literatura escrita sobre un lugar específico puede
no estar totalmente apegada a la realidad del espacio, bien porque la ciudad ha
cambiado después de la escritura del texto, o porque se destacan ciertos elementos
surgidos de la imaginación del escritor. En Octubre en Pekín, Gamboa experimenta la
sensación de haber llegado a una ciudad diferente de la leída, y acude de nuevo a las
crónicas de los viajeros para entender por qué:
Las primeras imágenes de Pekín son confusas, pues hay algo que no
entiendo. Algo falta. ¿Es esta la gran ciudad que deslumbró a tantos
occidentales? Reviso entonces, en la bibliografía que he traído, el libro La
puerta prohibida del periodista italiano Tiziano Terzani. […] Pero
hablaremos aquí de otro crimen, siguiendo las crónicas de Terzani: la
destrucción de Pekín. De hecho, esa sensación de estar y no estar en una
ciudad tiene una explicación clara, y es que el Pekín clásico, esa
extraordinaria ciudad celebrada por tantos viajeros, ha sido reducida
lentamente a escombros desde el inicio de la República Popular China, el 1ro
de octubre de 1949, para dar nacimiento al extraño lugar que es hoy. 88
90
Ver Anexo 1, pregunta 4.