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IDENTIDAD PROFESIONAL DOCENTE


Estrés, burnout y salud mental

Según De Simone, Cicotto y Lampis (2016) los sucesivos cambios en la profesión docente, como
resultado de profundas transiciones que han afectado el desarrollo político, social y económico,
han dado lugar a altos niveles de estrés de los profesores. Por otro lado, la enseñanza se ha
descrito como una actividad profundamente emocional, pero se sabe poco sobre las demandas
emocionales a las que se enfrentan los maestros o cómo estas afectan a su bienestar (Kinman,
Wray y Strange, 2011).

Sin embargo, los trastornos de origen psicosocial: estrés, síndrome del quemado, depresión, etc.
(Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, 2003) no están incluidos como
enfermedad profesional del profesorado, aunque muchos estudios sugieren implicaciones
importantes del estrés en su salud.

El estrés laboral, según la Comisión Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, se define como las
nocivas reacciones físicas y emocionales que ocurren cuando las exigencias del trabajo no igualan
las capacidades, los recursos o las necesidades del trabajador. Cuando la persona se percibe
totalmente agotada, exhausta, desbordada, como consecuencia de un proceso de desgaste se
denomina síndrome de burnout o desgaste profesional (Rodríguez Carvajal y de Rivas Hermosilla,
2011).

La etiología de este estrés del profesorado puede ser debido según Bermúdez De Alvear, Martínez
Arquero, Ríus Díaz y Esteve Zarazaga (2004) al trabajo continuo y directo con el alumnado en el
aula dada la poca motivación del alumnado, la ausencia de disciplina, la falta de atención, la
limitación de tiempo para alcanzar los objetivos pedagógicos o la sobrecarga de trabajo. A lo que
podemos añadir en menor nivel: la percepción de bajo salario o estatus socioeconómico, el poco
apoyo institucional, los conflictos con otros colegas a causa de factores muy diversos como los
desacuerdos en materias académicas o la organización de los horarios.

Algunos estudios muestran que los profesores, que están sometidos a un estrés ocupacional
intenso, pueden ver afectado negativamente su estado de salud mental (Hinz et al. 2016; Kidger et
al. 2016).

Además del estrés ocupacional, los profesores, en el curso de sus carreras, se enfrentan a
problemas de salud física que son causados o empeorados por sus trabajos, e incluso por su
trabajo anterior (Ritvanen, Laitinen y Hänninen, 2004).
De hecho, Zhang y otros (2015) señalan que la incidencia de estrés psicológico es un factor de
riesgo para todas las enfermedades crónicas, respiratorias y mentales y el estrés fisiológico es un
factor de riesgo para las enfermedades mentales. Además, afirman que el estrés ocupacional en el
profesorado de secundaria tiene diferente intensidad relacionándose con el tiempo que el
profesor lleva ejerciendo o con las características del alumnado. Asimismo, Kiel, Heimlich,
Markowetz, Braun y Weiß (2016) señalan que los estudios comparativos internacionales muestran
que los profesores de educación especial tienen un nivel de estrés más alto que sus colegas que
trabajan en el sistema escolar general.

Pero, son los estudios de burnout o profesor quemado una de las temáticas que más análisis
concentra (Arís, 2009; Latorre y Sáez, 2009; Tejero, Fernández y Carballo, 2010; Pyhältöa,
Pietarinen y Salmela-Aro, 2011; Castejón Costa, 2016). El estudio Kinman, Wray and Strange
(2011) examinó las relaciones entre el «trabajo emocional», el agotamiento (agotamiento
emocional, despersonalización y logro personal) y la satisfacción laboral en una muestra de
profesores del Reino Unido. Se observaron asociaciones significativas entre el trabajo emocional y
todas las demás variables, con una relación positiva entre el trabajo emocional y el logro personal.
Se encontró evidencia de que el apoyo social mitiga el impacto negativo de las demandas
emocionales sobre los sentimientos de logro personal y la satisfacción laboral. Un resultado
también importante es que los profesores más experimentados manifiestan mayores niveles de
trabajo emocional.

De ahí la necesidad de implementar programas de capacitación para aumentar la conciencia de las


demandas emocionales que requiere la enseñanza y considerar diferentes formas de mejorar las
habilidades de regulación emocional en profesores veteranos y aquellos recién incorporados al
sistema educativo. Además, sería importante también crear programas de concienciación social
sobre la transcendencia de la labor del profesor en el desarrollo académico, social y cultural en
nuestra sociedad.

De hecho, Otero López y otros (2010) señalan al apoyo de los compañeros, el optimismo, la
personalidad resistente, las contrariedades cotidianas y los acontecimientos vitales como
predictores válidos del estrés, el burnout y la insatisfacción laboral de los profesores de
secundaria.

Pero, el nivel de estrés y sus consecuencias se pueden reducir y prevenir a través de una
identificación precisa de sus fuentes y conseguir un efecto positivo en la salud individual y
organizacional.

Para ello ya existen instrumentos que permiten medir el estrés ocupacional. Entre los más
conocidos y utilizados en el ámbito español se encuentra el Inventario de burnout de Maslach para
docentes (IBM) adaptado al español por Seisdedos (1997). El cuestionario está compuesto por 22
ítems distribuidos en tres escalas: agotamiento emocional, despersonalización y realización
personal. Para abordar los problemas asociados con el burnout se ha desarrollado el «Spanish
Burnout Inventory» (SBI) (Gil Monte, 2005; Gil-Monte, Carlotto & Gonçalves Câmara, 2010). El SBI
comprende 20 elementos divididos en cuatro subescalas: entusiasmo hacia el trabajo,
agotamiento psicológico, indolencia y culpabilidad.
Otras patologías que los maestros tienen más probabilidades de padecer según Besse, Howard,
Gonzalez y Howard (2015) son los desórdenes depresivos. En su estudio, el perfil del profesorado
eran hispanos, divorciados, tenían menos experiencia, enseñaban en los niveles más bajos,
manifestaban baja satisfacción en el trabajo y tuvieron mayor ausentismo y mayor probabilidad de
dejar la profesión. Los maestros con depresión tenían niveles más altos de estrés percibido,
ansiedad, trastorno de pánico y somatización y menor calidad de vida. }

Por tanto, los procesos de salud mental en los profesores necesitan más atención y una
prevención eficaz (Mahboub y Milbourn, 2015; Zhang, Zhu, Tang, Li y Lan, 2015).

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