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María Camila Lora Camacho

Cod. 2200487

Expresión oral y escrita


Luis Carlos Castillo Garzón
“Durante toda su vida, ella espera el regreso de su padre”
- Oscar a mejor cortometraje

Un día soleado de verano, en donde las nubes no lograban dar mayor sombra;
Gabriela y Fabián, su padre, pasean en bicicleta. Tranquilamente y con un poco de
esfuerzo pero sin faltos de entusiasmo, coronan la pequeña colina que frente a ellos
se levantaba. Siguieron pedaleando anímicamente hasta llegar a un camino de
árboles y con los bordes infinitos de agua.

Padre e hija descienden de sus vehículos no motorizados y el padre con un gesto


puntual abraza a su bebé, a la luz de sus ojos que guía su vida, con pocas palabras
se despide
- Gabi, hija y luz de mi vida, recuerda que siempre te esperare en el final del
mundo, puedes encontrarme siempre en este hermoso atardecer...
Cuando Fabián está llegando a embarcar su nave recapacita, frena en seco y
regresa corriendo a los brazos de aquella niña que nada entendía. Con un abrazo
más profundo y lleno de cosas imposibles de decir en tan poco tiempo, la suelta y
retorna a su intención inicial…..

Ahora sí más decidido desciende de la pequeña pendiente y aborda su balsa. La


pequeña gabriela desde la cima ve como su padre se aleja con una mirada de un
hasta pronto. Poco a poco él va fundiéndose con el horizonte hasta hacerse
imperceptible. Espera y espera inquieta por el regreso de su padre, se queda en la
orilla. Al pasar del tiempo va atardeciendo y el horizonte se va volviendo más
naranja, siendo esa la señal para que la la hija nostálgica retorne a casa.

Cada día posterior a la partida de su padre, Gabriela subió sin mucho esfuerzo y con
demasiada esperanza al lugar donde su padre, sin saberlo le dio un último abrazo,
que jamás fue suficiente para una despedida.

A pesar del pasar de los años, de los climas adversos y obstáculos cada vez más
grandes nunca aquella Gabriela, aquella niña inocente que un dia vio desaparecer a
su padre en el horizonte y que creía en la promesa de su padre, perdió la fe de
volverse a encontrar con él.

Un día lluvioso, la abandonada hija de Fabián, como era de costumbre, recorre los
últimos pasos que había dado con su padre. Pero este día Gabriela se encontró con
una imagen sorpresiva. La bicicleta de su padre ya no estaba recostada en el árbol
de gran sombra…

- Quién habrá sido? Será que mi padre se la llevo? Él volvió y no me buscó?


Infinidad de preguntas rondaban por la cabeza de la joven Gabriela y decidió irse
para volver al otro dia como era de costumbre a preguntarle el por qué la falta de su
padre al horizonte.

Años después, paseando con sus amigas se detuvo frente al gran lago de
atardeceres infinitos. Mirándolo recordó los últimos momentos con su padre,
reviviendo cada instante y cada sensación que él gran abrazo había dejado en ella.
Sus amigas al ver que Gabriela se había perdido en el horizonte, le preguntaron que
si estaba bien, a lo que ella responde
-Sí, estoy bien, solo que en este lugar viví los momentos más felices y tristes de mi
vida y al venir aquí se me hace imposible no irme con ellos un rato.
Se acomodó nuevamente en su bicicleta y siguió el rumbo con sus amigas.

Otro día paseando, pero ahora con su futuro esposo Daniel. Gabriela paró también
en frente al gigantesco estanque de agua, le contó a su prometido aquella historia
triste e incomprensible para aquella niña inocente y esperanzada que era ella en ese
entonces. Con un abrazo lleno de consuelo y amor Daniel trata de tranquilizar a
Gabriela.

Después de haber tenido ya dos hermosos hijos, Daniel y Gabriela,en un plan de


paseo familiar van a aquel lago, que se había convertido en su lugar sagrado. A
pesar de que su esposo y sus hijos bajan hacia el lago a jugar en él, ella aún no
puede, no es capaz. Sin embargo se queda en la cima de aquella pendiente con
esperanza, nostalgia y con un gran hueco en su alma mira hacia aquel punto de
fusión entre el agua y el cielo.

Pasaron las cuatro estaciones del año una y otra vez… hasta que por fin Gabriela
toma valor suficiente para bajar la pequeña colina hacia el lago, pero para su gran
sorpresa el agua azul y cristalina ya no estaba y en su lugar había desierto y
pequeños rastros de agua.

Un día de verano cuando las aves reboloteaban cerca del lugar especial de padre e
hija, vuelve Gabriela como era de costumbre pero eso sí mucho más anciana y
aminorada en sus fuerzas. Nuevamente desciende pero está vez decide avanzar
entre el gran pasto ya crecido. Luego de caminar y caminar llega a un despejado en
donde encuentra aquella balsa, esa donde su padre se había marchado hacia el
horizonte.

Con nostalgia dentro de ella y sintiéndose más cerca de su padre se acuesta poco a
poco entrando en un profundo sueño. Sin importar arena y matas que la incomodaba
ella descanso y se sintió cómoda como hace mucho tiempo no lo hacía.

Cuando la envejecida Gabriela despierta ve algo en el horizonte, la respuesta y el


momento que tanto espero. Avanza y avanza, rejuvenecido con cada paso dado
hasta que que llegando a los brazos de Fabián, su padre. Cuando llega a donde él
está convertida en una niña otr vez. Sus abrazos siguen siendo tan reconfortantes
como los recordaba y tan cercanos como los venía deseando.
Por fin se había sellado el pacto que entre miradas y abrazos habían hecho padre e
hija "siempre al final de cambian estaré yo esperándote con los brazos abiertos".

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