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Indumentaria nahua

Ropa y ornamento de los nahuas de la


Cuenca de México
Siglo XVI
Luis Armando de la Luz Alarcón

Luis Armando de la Luz Alarcón


Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Guerrero
Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México
Otoño 2019
CC: 1910312369162
A los pueblos originarios de México y América
Índice
Introducción ............................................................................................................. 1
Sobre la indumentaria ............................................................................................. 3
Textiles .................................................................................................................... 4
Vestimenta femenina ............................................................................................... 6
Vestimenta masculina ........................................................................................... 18
Vestimenta de guerra ............................................................................................ 44
Comentarios finales ............................................................................................... 91
Bibliografía ............................................................................................................ 92
Introducción
La vestimenta es un aspecto único de la especie humana, su propósito primigenio
fue la protección del cuerpo ante las inclemencias del clima, sin embargo, en algún
momento de la historia y probablemente no mucho después de sus primeras
apariciones, la vestimenta adquirió también un uso semiótico, es decir, las pieles
con las que se confeccionaba, los ornamentos que se le incorporaban y la forma en
que se usaba enviaba mensajes intersubjetivos al resto de la comunidad para
denotar superioridad, virtudes, sexo, género, jerarquía, así como para señalar la
pertenencia a una tribu o clan. Asimismo la indumentaria conquistó los espacios de
lo mítico, alcanzó vincularse también con lo sagrado, lo divino, lo enecúmene de lo
material, en algún momento los humanos se ataviaron con prendas echas
exclusivamente para hablar con los dioses o bien para ser su manifestación terrenal.

La vestimenta mesoamericana ritual,


militar y cotidiana, es al igual que las del resto
del mundo preindustrial una gama de mensajes
y códigos que nos permiten ver el reflejo de la
estructura social. Una primera división
jerárquica es la de producir textiles que
distingan los estratos de la comunidad, en el
caso de los nahuas prehispánicos el algodón
estaba restringido para los pipiltli y los
macehualtin que habían destacado en las guerras, para el resto de la población se
empleaba tela de henequén, bastante fina pero no a la altura de las noblezas del
algodón, así pues quien usara textiles que no fueran propios a su estatus podía ser
castigado con la muerte.

Hablar de indumentaria no es solo hablar de las pieles, los textiles y sus


formas de producir prendas, sino también del imaginario, de los códigos sociales,
de la jerarquía, de la guerra. La vestimenta es el reflejo de la sociedad, es su historia
y su pensamiento hecho materia. Este pequeño trabajo es el resultado de siete años
de estudio de la vestimenta, la religión, el pensamiento y la dinámica social de los

1
nahuas del siglo XVI, las principales fuentes para el análisis y representación de los
atavíos que aquí se mostraran son de carácter histórico, es decir, el corpus de
fuentes son códices, manuscritos y crónicas de la época hechas tanto por españoles
como por los propios nahuas. Buscando que el lector tenga una vinculación a la
historia más allá de la que pueda alcanzar con el lenguaje científico he optado por
involucrar una gran cantidad de ilustraciones que acompañen a un poco de texto
que brinde contexto y datos importantes para la comprensión de la misma.

2
Sobre la indumentaria

La indumentaria cotidiana nahua en el siglo XVI era muy básica y general para toda
la región, existiendo ligeras variaciones o aditamentos particulares entre ellas. La
organización social: falocéntrica e inherente a la guerra, posicionaba y concedía
privilegios a una familia por los méritos militares que alcanzaba el patriarca, a
mayores logros se le concedían tierras, riquezas, grados castrenses y por ende
privilegios de guerra, como obtener una mayor parte de los saqueos derivado de su
estatus guerrero. Las familias cuyo patriarca no lograba destacar en asuntos de
guerra tenían dos limitantes para acceder a materia prima y telas finas; 1) la escases
económica, ya que sólo podrían acceder al usufructo de las tierras comunales y los
ingresos que derivaran de su actividad artesanal; y 2) las normativas de vestimenta,
ya que la sociedad mesoamericana no permitía el uso de algodón, piedras preciosas
y ciertos tipos de joyería a individuos de bajo linaje o de nulo prestigio militar.

El algodón era un textil que solo se le permitía a la nobleza y a los soldados


prestigiosos cuya licencia para usarlo se concedía en una ceremonia llevada a cabo
en la veintena de ochpaniztli y frente al tlatoani. Debido a que la única manera en
que las mujeres podían ascender de estatus social era por medio del matrimonio, el
que ellas usaran algodón o henequén dependía de los méritos de su pareja, no
obstante, sus hijos varones no tendrían legitimidad de usar textiles finos hasta que
ellos mismos obtuvieran el privilegio.

3
Textiles
Los textiles mesoamericanos eran lienzos realmente refinados, pese a que el telar
de cintura no era una técnica tan sofisticada como los telares que ya se utilizaban
en Asia Menor y Europa para el siglo XVI, el acabado es igualmente fino. De acuerdo
con Stressers-Pean:

[…] cuando era de buena calidad, la tela era tejida casi siempre con dos hilos de
trama por cada hilo de urdimbre. Esta costumbre rige aún en los poblados indígenas,
ya que las tejedoras consideran que la doble trama le da mayor solidez a las telas1

La técnica del telar de cintura ha sobrevivido al paso de los años y al “progreso”


capitalista, lo cual nos brinda un mayor entendimiento del significado de las prendas,
su manufactura y el tiempo que se tardan las tejedoras en fabricarlas. Así pues en
trabajo de campo realizado con artesanas ñomndaa del poblado de Xochistlahuaca,
Guerrero, aseguran que un huipil requiere de por lo menos cuatro o cinco meses de
trabajo constante por lo tanto es deducible que el tiempo de fabricación en el perido
prehispánico no sería muy distinto de este.

A pesar de la habilidad indudable de las tejedoras ñomndaa, en la época


prehispánica las mujeres también hacían textiles de hilo emplumado, dichas telas
debieron ser tan finas como apenas se logra apreciar en las magníficas ilustraciones
del Códice Ixtlilxochitl. Las plumas empleadas en la elaboración de textiles eran
específicamente los plumones, es decir, esas plumas tersas y afelpadas que se
encuentran en el pecho de las aves y bajo las semipluma y plumas de contorno; las
mujeres no empleaban pues las plumas rectriz, rémige ni las plumas de contorno
pues la dureza del raquis haría que estas se quebraran al doblarse la prenda, en
cambio los plumones brindan una gran flexibilidad al tejido.

Los textiles emplumados podían estar elaborados con tres tipos de hilo 1)
hilos de pluma hilada: el cual “se compone de fibras de algodón que se hilan en
malacate junto con plumón, con lo cual se logra un hilo emplumada”. 2 2) Hilos de

1 Stresser-Péan Claude, De la vestimenta y los hombres – Una perspectiva histórica de la


indumentaria indígena en México, México, FCE, 2016, p. 233.
2 Meneses Lozano Héctor Manuel, “Telas emplumadas la exquisitez del tejido mesoamericano” en

Conservación de Arte Plumario, México, CONACULTA, 2014, p. 36.

4
pluma torcida, los cuales se hacían torciendo un hilo de pluma con un hilo de
algodón, esta hebra quedaba más gruesa y presionaba mejor los plumones. 3)
Cordones de pluma torcida, “Una vez que se elaboró un hilo con las características
descritas en el inciso anterior, se retuercen dos o tres pares entre sí para lograr un
cordón de hasta cuatro cabos”.3 Las telas emplumadas estaban destinadas a vestir
a la nobleza y los guerreros de elite, con ellas se elaboraban mantas, huipiles,
quechquemitin, faldas y diferentes tipos de tlahuiztin (plural de tlahuiztli) como los
ehuatin (plural de ehuatl) y los yaotlaquimeh (plural de yaotlaqui).

De acuerdo con las investigaciones de Stressers-Pean “esta práctica, que perduró


hasta el siglo XX, parece haber existido en todo México”.4 La aseveración de esta
antropóloga parece no distar de lo cierto, pues en Chihuahua fue hallado el cuerpo
momificado de un niño envuelto en una manta adornada con plumas, dichos restos
funerarios datan de hace aproximadamente 1080 años, sin embargo los estudios
sugieren una variante en la hechura del textil.

Las mantas emplumadas encontradas en Oasisamérica destacan porque las plumas


se sostienen de los hilos de urdimbre; la variante que presentamos, en la que el
raquis de las plumas se enrolla alrededor del hilo base y entre los cuales se añade
plumón para dar la apariencia de hilo emplumado, no ha sido referida para
Mesoamérica, lo que, aunado a su temporalidad más temprana, cobra mayor
importancia.5

Sin duda los textiles mesoamericanos eran y son prendas de gran valor artístico y
simbólico, el que los pueblos originarios aun preserven sus técnicas y herramientas
de manufactura nos ofrece una ventana al pasado invaluable que nos vincula a la
historia de las tejedoras, de los guerreros y sus ropajes emplumados y de los
grandes señores que lucían elegantes capas de algodón.

3
Ibíd., p. 37.
4 Stresser-Péan, Óp. Cit., p. 236.
5 Mansilla Lory Josefina y Ritter Marivete María, “La manta emplumada de la momia de la cueva de

La Ventana, Chihuahua” en Arqueología Méxicana, no. 159, México, 2019, p. 76.

5
Vestimenta femenina
Las mujeres nahuas tenían una vestimenta muy
similar y al parecer sin variantes notables entre
regiones, puesto que la indumentaria representada
en pictografía, esculturas y descrita en documentos
siempre señala el uso del huipil para cubrir el torso
y falda para las piernas.

Los senos femeninos no eran considerados


como un atributo sexual (imagen 1) por lo que era
común que en lugares calurosos las mujeres no se
preocuparan por cubrir su torso. No obstante, el
huipil es una prenda sumamente representada en
Imagen 1: Mujer macehualli con el
el contexto de la vida urbana ya que la materia, el busto descubierto. American Museum
of Natural History, Nueva York.
tejido y los diseños con los que estaban hechos
eran símbolo de estatus social.

En el Códice Mendoza, el Florentino y el Matriense se pueden distinguir dos


tipos de huipil: 1) corto, sin mangas y de largura hasta las caderas; 2) Largo hasta
las pantorrillas y cubre todos los brazos dejando únicamente las manos fuera de la
prenda.

En la actualidad aún se elaboran ambas variedad de huipiles, el corto no es


más que un lienzo doblado por la mitad a lo ancho y cosido por los costados,
dejando los huecos para la cabeza y los brazos. El huipil largo se hace por lo menos
con tres lienzos de entre 2.50 metros de largo, los cuales doblan por lo ancho y
cosen entre sí para formar la prenda.

La falda era una prenda indispensable ya que las mujeres nahuas no


mostraban su vagina ni sus nalgas en público; estaba hecha con un lienzo ancho
de tela, el cual se envolvía en la cintura y se ataba con cintas o la propia tela de la
falda; estas podían ser tan largas que hay figurillas femeninas que muestran la
prenda siendo atada desde los senos, anulando así la necesidad del huipil (imagen
2).

6
Los arreglos de las mujeres
mexicas tenían como propósito
trasmitir su estado civil, posición
social y como en el caso de periodos
anteriores también existe la
preocupación por atraer; Sahagún
describe los atavíos de las señoras
diciendo que visten “huipiles labrados,
[…] mudas en la cara con color
colorado o amarillo, o prieto hecho de Imagen 2: Mujer mexica con restos de pintura corporal.
The Metropolitan Museum
incienso quemado con tinta; y también
untaban los pies con el mismo color prieto […] Usaban también pintar las manos
con todo el cuello y pecho […]”.6 La pintura corporal en Mesoamérica siempre tiene
un profundo vínculo con el pensamiento mítico, los colores rojo (colorado), amarillo
y negro (prieto) son propios del género femenino, en la cosmovisión dual de los
nahuas del posclásico el mundo está dividido fuerzas masculinas y femeninas, el
occidente se consideraba la casa del sol, es decir donde se esconde al anochecer,
se creía que las madres muertas en parto seguían al astro de fuego en su puesta,
por lo tanto el rumbo del Este corresponde a las féminas, cihuatlan; por lo que los
colores mencionados, inherentes del crepúsculo, son sinónimo y exaltación de la
feminidad, por lo tanto no es extraño que estos ornamentaran la piel de las mujeres;
entre los pigmentos citados destaca el rojo que “[…] remitía a la sexualidad de la
mujer, a la fertilidad terrestre y a la juventud del maíz.” 7 Por lo tanto, mostrar la piel
teñida de este color sería una evocación a la fertilidad de la portadora. El uso de la
pintura como ornamentación del cuerpo tiene significados arraigados en la
cosmovisión, sin embargo era “una práctica que en cierto sentido escapaba al uso

6 Sahagún Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, México, FCE,
2014, p. 450.
7 Stresser-Péan Óp. Cit., p. 167.

7
meramente ritual o de identificación social, pues también se utilizaba
cotidianamente.”8

La escultura femenina mexica hecha en basalto con número de acceso


00.5.16 de la colección del Metropolitan Museum of Art de Nueva York (imagen 2),
demuestra el uso de los tres colores mencionados por Sahagún en la ornamentación
corporal de las mujeres. El rostro de la pieza denota la aplicación de pigmentos
negros obtenidos de la ceniza del copal, distribuidos de forma vertical en ambos
lados de la cara, ocupando las regiones faciales infratemporal, infraorbitaria,
parotidomaseterina y la mejilla; pintura roja extraída de la cochinilla, en toda la
región frontal de las orejas y tinte amarillo hecho con xiuhamolli, cubriendo el cuello,
el pecho, la espalda y los brazos.

Al mismo tiempo es evidente el


uso de orejeras y una cueitl sostenida por
una cinta a la altura de los senos y de
largo hasta las rodillas. El peinado de la
mujer representa dos mechones de
cabello cruzados por atrás y anudados al
frente tal como lo describe López de
Gómora. Como parte de esta
investigación, en la imagen 3 se muestra
una recreación elaborada en Octubre de
2017; utilizando las pinturas antes
mencionadas, en colaboración de una
mujer nahua del estado de Guerrero y en Imagen 3: Recreación de pintura facial y cueitl.

base al aspecto de la imagen 2, se realizó


la reconstrucción viva de la figurilla.

Gómora relata el cuidado que tenían las mujeres de su cabello y el vello


corporal: “Crían largo el cabello, [hácenlo] negro con tierra por gentileza y porque

8Vela Enrique, “Pintura Corporal”, Arqueología mexicana, núm. Especial 37, México, Diciembre
2010, p. 22.

8
les mate los piojos. Las casadas se lo rodean a la cabeza con ñudo al frente; las
vírgenes y por casar lo traen suelto y echado atrás y adelante. [Pélanse] y [úntanse]
todas para no tener pelo sino en la cabeza y cejas […]”9 por la descripción citada se
infiere que la escultura previamente mencionada se trata entonces de una mujer
casada. El peinado más representado pictográficamente es el neaxtlahualli, que
consiste en dos mechones de cabello tomados de la nuca y anudados a los lados
de la cabeza para sobresalir como pequeños cuernos al frente (imagen 4).

Sahagún afirma también que otras


mujeres afeitan todo el cuero cabelludo y
algunas más dejaban crecer su cabello por los
lados pero rapaban la cabeza, “[…] otras traían
los cabellos largos de una parte y otra de las
sienes y orejas, y toda la cabeza trasquilada
[…]”10, mismo peinado que realizan algunas
mujeres indígenas del Amazonas. Al igual que
embadurnaban su cuerpo con colores, las
Imagen 4: Peinado neaxtlahualli.
féminas también lo hacían con su cabello y sus
dientes “Usan también las mujeres teñir los cabellos con lodo prieto, o con una yerba
verde que se llama xiuhquilitl, por hacer relucientes los cabellos, a manera de color
morado; y también limpian los dientes con color colorado o grana.”11 Claude
Stresser-Péan asegura que “Hasta la década de los años sesenta, las mujeres
nahuas de Tetelcingo (Morelos) seguían tiñéndose el cabello con una pasta
obtenida a partir de las hojas verdes de un arbusto, Koanophyllon Albicaule […]”12

Fuera de la vestimenta, la ornamentación nahua del cuerpo por medio de


deformaciones como propiciar la ausencia de la curvatura del occipucio dejando a
los bebés de ambos sexos en la cuna por largos periodos de tiempo, la expansión
de los lóbulos para el uso de orejeras, la pintura corporal y el cuidado y teñido del

9 López de Gómora, Historia de la conquista de México, México, Porrua, 2006, p. 306.


10 Sahagún, Óp. Cit., p. 450.
11 Ibíd., p. 450.
12 Stresser-Péan, Óp. Cit., p. 135.

9
cabello también son de gran importancia entre la sociedad prehispánica y revelan
en cierta medida sus apreciaciones de la corporalidad con respecto al cosmos.

10
11
Las mujeres solteras solían usar el cabello suelto, asimismo, solteras o casadas
podían teñir de morado su cabello con xiuhquilitl o de dorado con xiuhamolli.

12
La evidencia pictográfica muestra que los diseños de los huipiles solo tenían como
limite la imaginación y habilidad de la tejedora quien podía labrar estos diseños
incluso con pluma, sin embargo esto último estaba reservado especialmente para
las mujeres de alto linaje, es decir, las hijas, sobrinas, tías, etc.. Del tlatoani o algún
gobernador (tlacochcálcatl).

13
14
Las mujeres pipiltin destacarían del resto por sus elaboradas prendas y el uso de
joyas de oro, plata, jade, turquesa y otras piedras preciosas, sin embargo, el uso de
calzado no sería forzoso pues en la ciudad se andaba descalzo y los cactli se
empleaban únicamente al salir de la ciudad.

15
16
17
Vestimenta masculina
La indumentaria de los hombres está muy bien documentada en las fuentes
históricas, e igualmente es similar entre los habitantes de la Cuenca de México e
incluso en otras regiones como Guerrero, Oaxaca o Puebla, sin embargo siempre
existen aditamentos, prendas u ornamentos característicos de una región en
particular. En el contexto de los nahuas de la cuenca, la vestimenta masculina
consistía en un maxtlal, el cual estaba destinado a cubrir el pene y los testículos,
asimismo esta prenda era un símbolo de virilidad y estatus, los maxtlatl más
ornamentados y tejidos en colores blanco, rojo o azul estaban reservados para los
pipiltin y los macehualtin que hubieran logrado grandes proezas en la guerra.

Los varones no solían cubrir su cuerpo más que con una


tilmatl o capa la cual al igual que el maxtlatl denotaba su
estatus social y militar, pese a que los nahuas conocían el
xicolli -una prenda masculina similar al huipil pero con una
abertura al frente- este atuendo se representa exclusivamente
en contextos ceremoniales, -como sacrificios- solemnes,
–como la presentación de embajadores ante el tlatoani- o
usado por espías; por lo tanto es poco probable que el xicolli
se usara para protegerse del frio, para ello, según las crónicas
de la época, las personas (hombres y mujeres) se cubrían con
varias capas de ropa, en el caso de los varones con varias
tilmatin (plural de tilmatl), tal como se muestra en la imagen 5,
donde se representa a un noble nahua con dos tilmatin. Imagen 5: Pilli
(Probablemente de nombre
Mixtliltic) usando varias
Las tilmatin eran prendas de aproximadamente 1.50 timlatli.
Códice Tepetlaoztoc.
metros en cada lado, sin embargo este es un aproximamiento
que surge de la especulación del largo de las tilmatin representadas en los códices
y documentos novohispanos y la estatura de los hombres nahuas cuyo promedio es
de 1.70 metros, no obstante existe una gran posibilidad de que las medidas variaran
entre cada región, pueblo e incluso entre una tejedora y otra.

18
Además de usarse de forma cotidiana, las
tilmatin al ser prendas sumamente simbólicas también
se usaron de forma ritual pues algunos de sus diseños
estaban asociados a los dioses o al ciclo de la vida y
de la muerte. En el nombramiento de los huey
tlahtoque, el electo y su sequito se ataviaban con una
tilmatl de color negro o verde y con diseños de huesos
lo que estaba relacionado con la muerte de un ser
terrenal, el nacimiento de un hombre-dios y con
Imagen 6: Miembro del sequito del
Huitzilopochtli. nuevo tlatoani. Esta ataviado con
una tilmatl negra con huesos
durante la ceremonia de
Al igual que los pipiltin, los tlemanacazque, nombramiento.
Códice Florentino
teopixqui o sacerdotes tenían sus propios atavíos, si
bien usaban tilmatl y maxtlal de forma cotidiana, existían atuendos propios de cada
estrato jerárquico del teopixcayotl, asimismo en las fiestas y ceremonias de sacrificio
se ataviaban de formas diferentes y correspondientes a su papel en el performance
que acompañaba el ritual.

El Códice Mendoza representa a los sacerdotes embadurnados de tinte


negro en el cuerpo y rojo en las orejas a lo que Antonio Peñafiel argumenta que
esta tinta estaba hecha de “hollín de ocotl, que era una especie de pino bastante
aromático, y sobre aquella costra se ponían ocre y cinabrio”, 13 el color ocre, según
la imaginería del Códice Mendoza se untaba en el rostro, este tinte se extraía de un
mineral que llamaban tezocáhuitl el cual tiene tonalidades desde amarillas hasta
rojas y del mineral llamado cinabrio se extraía el color bermellón.

La resina aromática con la que se cubrían los sacerdotes pudo haber


mitigado los malos olores que provocaba la práctica del sacrifico humano y el estado
en que portaban el cabello, pues a pesar de bañarse cada noche en los estanques
del templo, Fray Bartolomé de las Casas menciona que usaban el cabello muy largo
y sucio: “Criaban el cabello hasta las corvas, negros, a manera de los nazarenos
del Testamento Viejo, encordonados, de gordor la encordadura de un molledo de

13
Peñafiel Antonio, Indumentaria antigua mexicana, México, Porrúa, 2015, p. 74.

19
un brazo. Tenían estos cabellos muy sucios y muy feos porque nunca los lavaban
ni peinaban”.14 La característica forma de ornamentar su cuerpo con tintes, aromas
(pues los buenos aromas eran de mucha importancia dentro del culto a los dioses)
y un cabello con rastas que llegaban a las rodillas (las rastas en América también
están presentes en algunas tribus de Aridoamérica, por ejemplo en la tribu cree de
Canadá y la quechan que habitan al sur de Arizona, por lo que quizá haya sido una
práctica cultural de origen chichimeca), exaltaba la ocupación del individuo y lo
deferencia tajantemente del resto de los habitantes mexicas quienes únicamente
usaban un maxtlal y una tilma.

14 de las Casas Bartolomé fray, Los Indios de México y Nueva España, México, Porrúa,
2014, p. 88.
20
Después de los 10 años de edad, de acuerdo con lo señalado por los informantes
de Sahagún, las madres dejaban crecer una vedija en la nuca de sus hijos, esta
sinónimo de que aún no habían participado en ningún enfrentamiento. Asimismo les
llamaban cuexpalchicácpol, lo cual se convertía en un insulto de decírselo a un
varón ya maduro.

21
Si los jóvenes de 15 años regresaban victoriosos de la batalla y con un cautivo que
haya apresado con ayuda de otros jóvenes, se le cortaba la vedija de la nuca para
dejarle crecer una en el costado derecho de la cabeza, se le permitía usar algodón
y recibía el nombre de tlamani que significa cautivador.

22
23
Si un novato en más de tres batallas no capturaba a un solo enemigo, aunque fuese
recibiendo ayuda de sus compañeros, se le llamaba cuexpalchicácpol de forma
despectiva, se le afeitaba la coronilla y la nuca y se le obligaba a vestir con prendas
de ixtli.

24
Los jóvenes que en su primera batalla capturaban a un enemigo por si solos se les
llamaba telpochtli yaqui tlamani, se les cortaba el cabello a manera de capitán
(temillotl), se les otorgaba el permiso para usar algodón y el de ser capitán de los
novatos. De acuerdo con el Códice Mendoza, si el telpochtli yaqui tlamani había
capturado a un enemigo se le entregaba una tilmatl de flores, asimismo, Sahagún
señaló que si capturaba dos en su primera batalla se le daba una tilmatl de color
amarillo con una cenefa blanca y una roja; si el joven capturaba tres enemigos se
le daba una tilmatl color rojo con caracoles labrados.

25
Los jóvenes que capturaban a cuatro enemigos en batalla se les nombraba ocelopilli
(guerrero jaguar, para los macehualli) o cuauhpilli (guerrero águila para los pilli), se
les entregaba un bezote de ambar o jade, una tilmatl de color negro y amarillo, se
les cortaba el cabello a manera de capitán y se les daba un lugar en el concejo del
tlatoani.

26
En los actuales pueblos nahuas de la cuenca del rio Balsas de Guerrero, a los
hombres mayores se les llama teáchcauh, en el periodo prehispánico esta distinción
se le daba a los veteranos de guerra, los cuales en el Códice Mendoza aparecen
ilustrados con el peinado característico de los rangos otomitl y cuachic y con una
cuauhtlalpiloni que era una cinta de cuero rojo, blanco o dorado que utilizaban los
hombres valientes y servía para sujetar la trenza de los varones.
Estos veteranos se encargaban de recibir bajo su tutela a un paje, el cual
entrenarían y llevarían a batalla hasta que capturara a un enemigo.

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28
29
Los tlacátecatl eran junto con el tlacochcálcatl los encargados de administrar y dirigir
al ejército imperial, asimismo las provincias sometidas a Tenochtitlan, cuyo
gobernador había sido removido o asesinado, eran gobernadas por un
tlacochcálcatl que siempre era perteneciente a los pipiltin y un tlacátecatl el cual
podía ser un macehualtin que haya logrado grandes proesas en batalla y más de
seis capturas en un solo enfrentamiento.

30
El tlacochcálcatl era un cargo público y militar, quien enarbolaba este título era
gobernador de alguna provincia sujeta a Tenochtitlan y estaba encargado de
administrar los suministros del ejército imperial.

31
32
33
34
El cihuacoatl era el segundo al mando después del huey tlatoani, este cargo lo
ocupó Tlacaélel por gran parte de la historia de Tenochtitlan y en la mayoría de
situaciones él mostro más poder que los propios tlahtoqueh.

35
El huey tlatoani fue el título que se le dio al gobernador de Tenochtitlan, sus atavíos
cotidianos, así como los de los tlahtoqueh de Tlacopan, Texcoco y otros altépetl del
centro de México, no debieron ser distintos a los de la ilustración, sin embargo, en
ceremonias y rituales debió vestirse con insignias de Huitzilopochtli u otros dioses
de la teogonía mesoamericana.

36
Atavíos de un señor texcocano de acuerdo al Códice Matriense.

37
De acuerdo con el manuscrito de Glasgow, los atavíos de los señores de Tlaxcala
no debieron variar mucho. Aparentemente la guirnalda trenzada y el tocado de
plumas fue lo que distinguió a los tlaxcaltecas del resto de los nahuas de la Cuenca
de México.

38
Sacerdote con el cuerpo tiznado con cecina de ocotl, pintura facial color rojo en las
cienes y el cabello enmarañado.

39
Generalmente los sacrificadores son ilustrados en los códices usando un xicolli y en
ocasiones algún turbante.

40
De acuerdo con Antonio Peñafiel en el nombramiento de un nuevo teotecuhtli (señor
de los dioses o señor de lo sagrado) “el de los totonacas [el teotecuhtli] era ungido
con sangre de niños, y esta ceremonia se llamaba unción divina. Lo mismo dicen
algunos autores del de México [Tenochtitlan”.
Peñafiel Antonio, Óp. Cit., p. 73.

41
Sacerdote ataviado con mascara y prendas de Tlálocantecuhtli

42
Posible indumentaria de un sacerdote ataviado con los atributos de Huitzilopochtli

43
Vestimenta de guerra
Los mesoamericanos desarrollaron toda una gama de indumentaria
específicamente fabricada para usarse durante enfrentamientos armados, siendo el
ichcahuipilli, la prenda defensiva primordial la cual podía adornarse con plumas de
diferentes colores con lo que recibía el nombre de ehuatl o también podía cubrirse
con un yaotlaqui, es decir, una traje hecho en algodón emplumado que cubría las
piernas, el trozo y los brazos del portador y cuyo uso estaba reservado para los
guerreros de elite y de la nobleza.

La indumentaria militar así como la de uso


cotidiano denotaba el rango militar del portador, su
etnia, su clase, pertenencia a un calpulli, a un altépetl
e incluso devoción a un dios en particular, tal es el
caso de los atavíos de guerra de Axayácatl en el
Códice Cozcatzin que consisten en un yaotlaqui de
piel humana probablemente curtida y procedente de
su primer cautivo realizado en la batalla de
entronización, los cual lo vincula estrechamente con
Xipe Tótec, asimismo porta insignias hechas con
Imagen 7: Axayácatl usando insignias de
plumas de quetzal, posiblemente emparentadas a Xipe Tótec. Códice Cozcatzin

Xipe Tótec o Quetzalcóatl.

Los atavíos castrenses se complementaban con los plantli o estandartes,


estas piezas se ataban a la espalda por medio de correas, su uso recuerda de forma
forzada a los shashimono de los samurái cuyo uso era el mismo que el de los pantli,
es decir, fungía como símbolo del capitán, indicaba la pertenencia a un calpulli o a
un escuadrón, lo cual facilitaba al resto de guerreros ubicar su posición y el avance
de su grupo en batalla.

No existió en la Cuenca de México una gran variedad en la indumentaria


bélica de los nahuas, siendo incluso similar entre grupos étnicos como los
matlatzinca y otomíes, asimismo, los nahua-mexica incorporaron a su corpus de
vestido, trajes típicos de regiones conquistadas.

44
El grueso de los ejércitos nahuas y mesoamericanos en general se conformaba
por guerreros sin el privilegio de portar armadura, cuyo oficio principal fuese la
agricultura, su participación en batalla estaba condicionada a los ciclos agrícolas,
es por es ello que lo más plausible es que las guerras de conquista se realizaran
durante otoño e invierno que es cuando la carga del trabajo agrícola disminuye.

45
Los varones que lograban capturar de uno a tres enemigos en una sola batalla
eran nombrados telpochtli yaqui tlamani (el joven cautivador). Se le otorgaba el
privilegio de usar ichcahuipilli y ropa de algodón, asimismo, durante el ritual de
paso donde el tlatoani le daba sus armas e insignias, se le cubría el cuerpo con
pintura amarilla, el rostro con pintura roja y se le vestía con una tilmatl con franja
moradas.

46
Las insignias de cuaxtecatl o huasteco, se les entregaban a los jóvenes que
habían realizado dos capturas en una sola batalla. Los atavíos de cuaxtecatl
fueron tomados por los mexicas de la indumentaria bélica de los huastecos
después de las campañas de conquista de Moctezuma Ilhuicamina en el actual
Veracruz, las franjas negras simulan los tatuajes de los huastecos y el gorro en
punta es una copia de los que ellos usaban en el campo de batalla.

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Variante de las insignias de cuaxtecatl.

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Variante de las insignias de cuaxtecatl.

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Las insignias papalotl (mariposa) se le entregaban a los guerreros que lograban
apresar tres cautivos en una sola batalla.

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Los guerreros que volvían de batalla con cuatro cautivos de la etnia nahua eran
condecorados con las insignias de ocelopilli, de acuerdo con Durán, esta
indumentaria estaba destinada a los macehualtin, por ser seres terrenales,
mientras que las insignias de cuauhpilli (guerreo águila) estaban reservadas para
los pipiltin, pues por estar emparentados con el tlatoani y por su linaje tolteca,
estaban más cercanos al sol y a Huitzilopochtli, lo cual era simbolizado por medio
del águila. Por otro lado los macehualtin estaban relacionados estrechamente a
Tezcatlipoca y por ende al jaguar.

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Variante de las insignias de ocelopilli.

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Variante de las insignias de ocelopilli.

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Variante de las insignias de ocelopilli.
Los colores exóticos de estas variantes son porque los trajes de ocelopilli
para los macehualtin estaban hechos con algodón emplumado o pintado; los
yaotlaqui de piel de jaguar estaban reservados para los tlahtoqueh.

54
En el Códice Mendoza no figura el cuauhpilli, por lo tanto no está clara la forma
en que los guerreros accedían a esta orden. Fray Durán los coloca al mismo nivel
que los ocelopilli pero advierte que los cuauhpilli eran estrictamente de linaje
tolteca, es decir pipiltin.
Sus escasas apariciones en los códices, al igual que las de guerrero jaguar
obligan a deducir que los cuauhpilli y los ocelopilli no fueron numerosos, por lo
que debió ser muy complicado lograr llegar a estas condecoraciones.

55
Durante el asedio a Tenochtitlan en 1520, los Annales de Tlatelolco registraron
a un tlacátecatl de nombre Coyohuehuetzin, quien llegó a la batalla navegando
desde Tolmayecan y ataviado con insignias de águila-jaguar.
El texto no describe como eran estas insignias, sin embargo en la plástica
mexica existen representaciones antropomórficas y zoomórficas de indumentaria
y animales con cuerpo de águila y cabeza de jaguar.

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Las insignias de otomitl, fueron tomadas del pueblo homónimo y eran entregadas
a los guerreros que volvían de batalla con cinco o seis cautivos nahuas.

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Los atavíos de cuachic engalanaban a los guerreros que en las guerras contra
los huexotzincas habían capturado a seis de ellos. La cabeza afeitada y la cresta
al centro era un estilo de cabello que distinguía a los hombres valientes.

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Los tlamacazquimeh (sacerdotes) también participaban en batalla y tenían su
propia estratificación guerrera con indumentaria característica, aunque los
nombres recibían sus insignias no son de todo claras, ya que la única fuente que
los ilustra es el Códice Mendoza.
Una de las peculiaridades de los sacerdotes guerreros es que se
embadurnaban las cienes y las orejas con pintura roja.

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Insignias entregadas a los tlamacazquimeh que volvían de batalla con dos
cautivos.

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Insignias entregadas a los tlamacazquimeh que volvían de batalla con tres
cautivos.

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Insignias entregadas a los tlamacazquimeh que volvían de batalla con cuatro
cautivos.

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Insignias entregadas a los tlamacazquimeh que volvían de batalla con cinco
cautivos nahuas.

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Insignias entregadas a los tlamacazquimeh que volvían de batalla con seis
cautivos nahuas.

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La indumentaria utilizada para enfrentamientos armados en Mesoamérica no difiere
demasiado entre una región y otra; en la Cuenca de México, los distintos grupos
étnicos usaban las mismas prendas, sin embargo, los tlaxcaltecas se distinguían del
resto por el uso de una guirnalda de algodón rojo y blanco y usualmente un tocado
de plumas.

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Los tlaxcaltecas, al igual que otros nahuas utilizaron el yaotlaqui y estandartes
atados a las espaldas, sin embargo no hay registro de los estratos militares ni del
nombre que recibían dichas insignias, por lo que se ha optado por llamarles
únicamente tlaxcaltecatl tecuhtli.

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Los estandartes tlaxcaltecas con cruces aparecen en el Lienzo de Tlaxcala y en el
Manuscrito Glasgow y parecen representar la fe católica, sin embargo es posible
que también sea un diseño previo a la llegada de los españoles.

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Algunos de los pantli taxcalteca deben ser emblemas de los calpulli sin embargo
también existen otros que parecen estar relacionados con los dioses, como el caso
particular de este pantli, cuyo significado puede estar relacionado con el Tlallocan.

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En el Lienzo de Tlaxcala aparece repetidas veces el pantli del barrio de Tizatlán, el
cual, junto con Ocotelulco, Tepeticpac y Quiahuixtlan fueron fundadores de
Tlaxcala, sin embargo, parece ser que Tizatlán tenía mayor influencia política sobre
los otros tres.

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Comentarios finales
Hace menos de 500 años la Cuenca de México se vestía de plumas y exóticos
textiles labrados por diestras mujeres, señores con bellas capas emplumadas se
paseaban por las calles y palacios de las ciudades que se levantaban entre aquel
valle, mujeres tejían historias y describían la vida del paisaje en largos vestidos
coloridos; sus ropajes quedaron plasmados en sus libros pintados y descritos en las
crónicas de los hispanos que se maravillaron al verlos marchar tan galanos a la
batalla.

El paso de los siglos no ha borrado todo


aquel matiz de colores, pues aún entre montañas
y valles las mujeres resguardan los antiguos
saberes que hilan historias; aún las mujeres
indígenas toman su telar y con sus manos nos
abren una ventana al pasado.

Este breve documento tiene dos


propósitos específicos: 1) ofrecer al lector un
vistazo a la indumentaria prehispánica por medio
del uso de fuentes históricas e ilustraciones
digitales que le permitan una mejor interpretación
de la vestimenta plasmada en los códices
prehispánicos y novohispanos; 2) ofrecer una
guía visual e incentivar a la comunidad
interesada en el recreacionismo histórico a optar por la reconstrucción de atavíos
prehispánicos y la formación agrupaciones de académicos y aficionados dedicados
a la divulgación histórica por medio de las actividades que se realizan en el marco
de la llamada Historia Viva.

Esclarecidos los propósitos de este documento cabe señalar que la


indumentaria nahua y mesoamericana en general es mucho más amplia de lo que
aquí se presenta, por lo tanto se espera que este material sea un incentivo para
continuar en la investigación de este tema.

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