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Antonio Piñero
Y desde luego tampoco hubo nunca en Jerusalén en los primeros años tras la muerte
de Jesús una comunidad “cristiana” formada por ex paganos. Esa iglesia es un constructum de
cierta teología alemana anterior a la Segunda Guerra Mundial que quiso afirmar que ya desde
los inicios del cristianismo no hubo solo “judíos” en lo que luego sería el cristianismo, sino
también arios (es decir, paganos griegos y romanos: véase el libro de F. Bermejo, “La invención
de Jesús de Nazaret, Madrid 2018, “El Jesús ario. Exégesis bíblica y nazismo”, pp. 677ss).
No tenemos más textos que las cartas auténticas de Pablo, al que podemos considerar
en su etapa de Antioquía el portador de un judeocristianismo no jerusalemita, para reconstruir
hipotéticamente, nunca con afirmaciones seguras, esa teología helenística. Antes de la
intervención de Pablo en la historia nada sabemos de cierto de la formación de grupos
judeocristianos en la capital de Judea, por mucho que si se lee la teología protestante alemana
de casi todo el siglo XX se afirme con rotundidad la existencia de esa teología.
Y, de nuevo, insisto en que estudiemos a fondo al Pablo auténtico y leamos siempre con
atención crítica Hechos de apóstoles, pues su autor, un discípulo íntimo de Lucas que imita el
estilo de su maestro, como he señalado, es un escritor de una teología muy propia, muy sesgada
según muchos exegetas, que intenta igualar y limar las ideas teológicas contrapuestas del
primer judeocristianismo y borrar en lo posible cualquier diferencia. “No hay más que una
doctrina cristiana y esa la inspiró el Espíritu Santo desde siempre” podría ser la bandera
teológica del autor de Hechos…. Y ese es el fundamento de la Gran Iglesia (petrino-paulina)
que nunca cambió. Todo esto es pura especulación.