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LA REALIDAD Y EL ARTE EN CORRESPONDENCIA: LOS AÑOS 60 Y LA

REBELIÓN DESDE ABAJO EN LAS PELÍCULAS TALENTOS OCULTOS Y AL


MAESTRO CON CARIÑO

Preámbulo. En los años 60, fueron inevitables ciertos cambios, ya que diversos movimientos
sociales y culturales se dieron en las orillas del sistema social imperante en Occidente,
expandiéndose hasta convertirse en nuevos modos de vida. Tal fue el proceso vivido por los
movimientos contraculturales cuando surgen los ecologistas, las feministas contemporáneas, los
movimientos en pro de la tolerancia y la legitimidad del otro, de la aceptación de las identidades y
diversidades sexuales, culturales y étnicas; los primeros signos de una nueva economía y la
actitud cultural de la individuación y el desarrollo personal. Y cómo negar que la sensibilidad
implícita en esas “marginalidades dinámicas” hoy son una nueva red de conversaciones. Los
cambios que explosionaron en los 60 fueron de tal envergadura cualitativa y paradigmática, de tal
vigor cultural, que, haciendo una analogía histórica, más parecen signos de un nuevo
Renacimiento.

Así, por ejemplo, el movimiento por los derechos civiles -un elemento clave en la contracultura-
catalizó reivindicaciones antiguas para asegurar que se aplicaran derechos iguales a todos los
ciudadanos. Este fue el caso en muchos de los países occidentales que negaban ilegalmente estos
derechos a los afroamericanos –como sucedía en diversas regiones de EEUU–, por lo que se
convirtió en un tema de grandes protestas violentas y no violentas a principios y mediados de la
década de los 60. En aquellos años se inicia, en realidad, un cambio profundo en la mirada y
sensibilidad humana. Martín Luther King y Malcolm X, entre otros, batallaron y pensaron con los
negros por las calles, coincidiendo con el fin del colonialismo político: ese instrumento de
dominio institucional que, en la época histórica moderna, Occidente impuso a todas las otras
culturas. Aquella liberación fue el hito fundacional de los movimientos anticolonialistas y de los
países no alineados para expresar la diversidad cultural y política del mundo. Fue el inicio de la
liberación cultural de los negros y de otros grupos étnicos, proceso social y paradigmáticamente
crucial.

El “Poder negro” (en inglés, Black Power) representó diversos movimientos en defensa de los
derechos de personas negras por todo el mundo, aunque especialmente por los afroamericanos de
los Estados Unidos. Mantuvo una presencia destacada en la sociedad estadounidense durante la
década de 1960 y a principios de la década de 1970, enfatizando el orgullo racial y la creación de
instituciones culturales y políticas para defender y promover los intereses colectivos de los
ciudadanos negros, fomentar sus valores, y asegurar su autonomía.

También en aquellos años nacieron movimientos juveniles y culturales, hippies y reformas


estudiantiles, iniciando sueños y liberaciones varias que, con su impronta de rebeldía, vendrían a
recordar a la humanidad que el período de preparación y crecimiento, de apertura síquica, es vital
para que cada hombre y mujer actúe y reflexione. Serán los jóvenes los principales protagonistas
de hechos culturalmente claves de esos años. Ellos animaron masivamente el Mayo del 68, en
París, en Praga, en California, en México y en Chile; fueron quienes primero conectarían con los
cambios en la vida sexual, con la nueva sensibilidad ecológica y con la nueva sensibilidad
antipatriarcal. Y serán también ellos los verdaderos amantes del rock, que no fue sólo electricidad,
sino que musicalmente se nutría, entre otras fuentes, del sonido del Blues, ese vital lamento de la
cultura negra.

Por otro lado, en los 60, sobre la base de nuevas miradas y teorías científicas, la ciencia y su
asombrosa búsqueda de sabiduría transitó definitivamente hacia uno de esos cambios de
paradigma que por esos mismos años describía Thomas Kuhn en su “Estructura de las
Revoluciones Científicas”. En esos años se consolida la cibernética y la teoría de sistemas. Surge
la física no lineal y las matemáticas de la complejidad, y unos hombres pisaron la Luna, y de
inmediato se abrió los ojos para observar el espacio cósmico, descubriendo en el horizonte una
hermosa esfera azul que es nuestro vivo y único hogar.

En fin, a partir de los 60 en Occidente vivimos en la vorágine inicial de una nueva manera de
mirar, de una transición epocal de dimensiones aún insospechadas e inciertas, y cuyo proceso
histórico será largo e intenso. Y, por eso, los cambios registrados en la sociedad y el terreno
cultural expresan la inevitabilidad de los mismos, ya que estaban en el curso de la historia en
aquellos años turbulentos de la Guerra Fría, plenos de utopías transformadoras.

El corpus cinematográfico. Una muestra palpable de lo anterior se dio en las artes, en aquella
época cuando lo visual empezaba a cobrar gran protagonismo (el cine y la televisión, por
ejemplo); por ejemplo, en las dos películas elegidas para el presente trabajo. La primera es un
clásico: Al maestro con cariño (To Sir, with love: película británica de 1967 dirigida por James
Clavell y protagonizada por Sidney Poitier; basada en la novela To Sir, with love de E.R.
Braithwaithe). La otra es Talentos ocultos (Hidden Figures: película biográfica estadounidense de
2016 dirigida por Theodore Melfi, basada en el libro de no ficción del mismo nombre de Margot
Lee Shetterly, y ambientada en los 60).

En la primera, un ingeniero negro sin trabajo, llamado Mark Thackeray, lo encuentra como
profesor de un grupo de estudiantes conflictivos en una escuela de las afueras de Londres. Pero
detrás de la ruda y grosera apariencia de sus alumnos, no hay malos sentimientos. Al principio,
Mark intenta ganarse su confianza utilizando métodos tradicionales, pero el fracaso es tal que no
duda en buscar nuevas estrategias educativas. Lo peculiar es que tal docente es un sujeto afro, en
el mundo anglosajón de aquellos años, y todos sus estudiantes –con excepción de uno, que es
moreno– son de fisonomía blanca.

La película discurre en escenarios mesocráticos urbanos, escolares y domésticos, y en general no


aparece un racismo grotesco, sino en contadas ocasiones. Se plantea más bien, desde el inicio, una
suerte de amenaza mediante la inconducta de alumnos rebeldes que requieren de algo o alguien
que los lleve a buen puerto. Este personaje será el profesor Thackeray, interpretado por el actor
Sídney Poitier. Como es usual en cierto cine de masas, los cambios y planteamientos
reivindicatorios se dan mediante un héroe que va de menos a más. En efecto, al comienzo, el
profesor se ve desbordado por dicha inconducta de su alumnado y, sin embargo, halla la luz al
final del túnel cuando descubre que los puede cambiar si los trata como adultos en vez de niños.
De este modo, los enmarca en una inteligente contradicción con la que gana su interés, ya que si
desean ser tratados con respeto deben merecerlo por su conducta. Consigue entonces una
complicidad previsible, si consideramos que tanto los jóvenes como la población afro compartían
en los años 60 la marginalidad de parte de la sociedad tradicional, que excluía a minorías que
ponían en riesgo sus frágiles cimientos. Así, los alumnos contienden con el maestro no por su
color, sino por el trabajo disciplinario que le encargan. Cuando aquel repara en que la manera de
ganarse su confianza es tratándolos desde la libertad y diálogo sin ambages, todo empieza a
cambiar de curso.

Es decir que se trata de una puesta en escena y confluencia de dos rebeldías comunes en aquellos
años: el poder negro y la juventud anticonvencional, que abrieron nuevos horizontes en el mundo
occidental, como dijimos al inicio. De este modo, la vieja sociedad, sus representantes e
instituciones iban despidiéndose hacia el pasado. Darle la palabra al alumnado también encajaba,
además, en políticas educacionales de nuevo tipo, como se pusieron en práctica entonces, de la
mano de la fiebre democratizadora que recorrió Occidente (Europa y América, principalmente).
Lo que también cabe reparar es que esta autopercepción de los jóvenes como adultos, merced a la
estrategia de su profesor, los conduce de forma imperceptible hacia una readaptación en el
formato social, al convertirlos en ciudadanos democráticos, respetuosos de las normas y la ley de
convivencia, así como asumir el predicado docente de no acudir a la violencia para resolver
problemas de cualquier tipo. El trato dado a las mujeres y la concepción de las mismas también es
una manera sutil de encuadrarlas en valores no necesariamente libertarios (como enseñarles a
maquillarse, por ejemplo).

Por otro lado, la visita a un museo, para observar que la humanidad guarda continuidad entre
diversas épocas y sociedades, saca al alumnado de la rutina disciplinaria, y los pone en relación
educativa con espacios públicos, lo cual fue revolucionario contra la escuela tradicional de
obediencia ciega al profesor y las normas de aula. Esta actitud de hacer de lo cotidiano parte del
trabajo educativo-cultural fue también característica de aquella época cuando los íconos populares
y el arte pop condujeron a las masas hacia la revalorización de lo cotidiano, en contra de una
cultura y sociedad elitistas, autoritarias (de allí que otra de las razones poderosas con que el
profesor se gana el respeto y audiencia de su díscolo alumnado es porque él fue obrero y un
marginal, como ellos, antes de sumarse a la escuela ya esa aula).

Otras muestras de lo anterior son que, aunque el alumno más rebelde y arrogante es Bert Denham,
y quien desliza las pocas situaciones racistas que esta película muestra, al enfrentarse en una
competencia boxística con el profesor este no lo golpea todo lo que pudo hacerlo; con lo que se
gana su consideración, al no ser una autoridad abusiva ni vengativa. Asimismo, cuando se
representa el temor grupal de asistir al velorio de la madre del alumno moreno, se da a entender
que es por el (pre)juzgamiento social. Pero es la carismática y guapa alumna Pamela Dare quien
vence el resquemor social, dando a entender con su actitud solidaria y rebelde que la mujer
también se empodera en aquellos años: con lo que se ilustra otra característica de época, como fue
el empoderamiento de la mujer.

En general, esta película evoca también otras en su estilo como aquellas lúdicas protagonizadas
por John Travolta en los 70, y el cine contestatario de los 50 con James Dean (en películas
clásicas como Rebelde sin causa, por ejemplo), donde la juventud buscaba nuevos horizontes
democratizadores. Queda claro, pues, que los cambios estaban en el aire mismo (como cantaba
Bob Dylan en “Blowin' In The Wind”: otro personaje-ícono de época, y una de las emblemáticas
voces del rock y la contracultura), y que estas películas solo expresan lo que venía ocurriendo en
los años 60.
En síntesis, si Al maestro con cariño revaloriza minorías marginadas, a la vez instala una
autoridad democrática representada por un docente de procedencia cultural afro que conduce a la
juventud hacia una mejor adaptación a la sociedad de aquellos tiempos. Algo como, tal vez,
podamos decir que fue Martin Luther King o, muchos años después, Barack Obama, en relación a
quienes veían y ven en dichas autoridades negras una señal de que los tiempos cambian. Sabido
es, sin embargo, que no necesariamente porque ciertas apariencias sociales cambien, las
estructuras del poder cambian.

La otra película, Talentos ocultos, está protagonizada por Taraji P. Henson en el papel de
Katherine Johnson: una matemática afroamericana que calculó las trayectorias de vuelo del
proyecto Mercury y el vuelo a la Luna del Apolo 11 (1969), justo cuando los norteamericanos
competían con la URSS para conquistar la Luna. Es decir, en plena época de la guerra fría, y
cerca de la atemorizante “Crisis de los misiles” (el conflicto entre los Estados Unidos, la Unión
Soviética y Cuba en octubre de 1962, generado a raíz del descubrimiento por parte de Estados
Unidos de bases de misiles nucleares de alcance medio soviéticos en territorio cubano). Estamos
situados, imaginariamente, en un tiempo cuando las contradicciones políticas se tensaban, en los
planos locales e internacionales, y también la inevitabilidad de los cambios era evidente.

En este film, los problemas racistas son más evidentes, reiterados y grotescos que en la anterior
película comentada, y además ocurren en contra de tres jóvenes científicas afroamericanas que las
padecen en su condición de ingenieras en la NASA. Nos hallamos frente al falso dilema:
genialidad vs genitalidad: es decir, aunque dichas mujeres contribuyeron grandemente a los logros
de la NASA y la llegada la Luna, su procedencia étnica y cultural las discrimina a ojos de muchos
otros, en el ámbito público y laboral.

Por lo demás, en medio de una banda sonora que recupera los nuevos ritmos de aquellos años 60,
así como imágenes emblemáticas de los cambios de época (John F. Kennedy, Martin Luther King,
etc.), hay una escena cargada de simbolismo cuando un auto de policía las detiene, y al
identificarse ellas como contratadas por la NASA, el oficial se ofrece a guiarlas a su destino por la
autopista; de tal modo que una concluye, irónicamente, que es una revolución que un auto con
tres negras esté siguiendo a un auto de policía. Así se expresan, otra vez, los nuevos aires que
soplan en Norteamérica durante los 60.

Sin embargo, con todos los aires libertarios que recorren esta segunda película, es también justo
observar que las mujeres no estaban aún en primera línea en el campo científico, pues no hubo
ninguna astronauta mujer y menos aún afroamericana en aquellos años de revoluciones
tecnológicas y espaciales. Lo acotado por el crítico Julio Escalante sintetiza lo anterior, y de paso
enmarca lo que diremos a continuación:

“La película mantiene el tono adecuado para generar sonrisas a pesar del drama. Es
entretenida pero predecible. Una historia de superación preparada con una receta
conocida, que simplifica algunos momentos y se deja ganar por el lado sentimental.
Talentos Ocultos es una película empeñada en dar lecciones, pues las injusticias y la falta
de oportunidades para las mujeres de aquella época están remarcadas para que el
espectador asuma de todos modos una posición, se conmueva y se sienta cómplice de
estas tres anónimas heroínas. Incluso sufren de discriminación en la NASA, un lugar en
el que uno se imagina que están las personas más inteligentes del mundo, pero dónde no
se podía aceptar que un negro compartiera el baño con los demás. Las reglas de una
sociedad racista estaban por encima del sentido común y eso no ha cambiado totalmente:
la película habla tanto de los años sesentas como de nuestros días” (“Talentos Ocultos: el
derecho de las mujeres a volar”).

Del mismo modo, y a diferencia de los híbridos conatos románticos de Al maestro con cariño, en
esta película los negros se vinculan amatoriamente solo con las negras, como el matrimonio que
se da entre la protagonista y un militar afro. Con lo cual, además, se sella el maridaje entre ciencia
y fuerzas armadas: algo simbólicamente representativo de una sociedad como la norteamericana.
Aunque también debe reconocerse que Katherine Johnson es una madre viuda con tres niñas a
cargo, y que así y todo, debido a su precoz genialidad, es contratada y trabaja hasta altas horas de
la noche en la NASA, con lo cual sostiene su hogar; todo lo cual nos pone nuevamente ante aquel
gran tema de la época, que es el empoderamiento de las mujeres, algo que irá luego a
desarrollarse por la diversas corrientes del feminismo en Occidente.

Haciendo un paralelo casi final, es interesante remarcar que ambas películas, de corte didáctico y
apelación emocional, se sitúan en el terreno cultural-educativo; lo cual tiene especial sentido pues
corresponde a una suerte de revalorización, desde los cambios acotados en el centro geopolítico
de Occidente, respecto del modo de vida, en este caso, anglosajón (Inglaterra-Estados Unidos). Lo
anterior no es una situación baladí si consideramos la siguiente opinión de una autoridad
educacional como el filósofo Fernando Savater, citado por el crítico de cine Luis Maldonado
Venegas acerca de Al maestro con cariño:

“El maestro es el soporte básico del cultivo de la humanidad y su labor está ligada al
sentido humanista de la civilización, porque él pone las bases de todo el desarrollo
intelectual futuro, de la persona plenamente humana, civilizadamente decente en
compañía de los demás. Es decir, sin una buena educación dada por el maestro, no hay
posibilidad de que luego aparezcan el científico, el político, el creador artístico. El
maestro tiene a veces un papel socialmente humilde, pero fundamental desde el punto de
vista de la civilización” (“Al maestro con cariño”)

Para remarcar lo significativo de los cambios hasta aquí expresados, y también contenido en la
cita anterior, añadamos que en este tipo de cine podemos apreciar cómo, desde aquellos años 60,
la sociedad y educación, ampliando su radio de acción, empoderan a colectivos minoritarios que
han sufrido antiguas e impunes discriminaciones en sociedades como las occidentales. Desde
entonces, buena parte de aquellas poblaciones desplazadas de privilegios sociales se
profesionalizaron, vencieron barreras, tabúes; a partir de lo cual, no sin cierto romanticismo o
trampa ideológica, se idealiza como que todo EEUU (o la humanidad) fue a Luna, incluidos
jóvenes, negros, mujeres, etc. Considerando los innegables avances históricos pero también las
tareas pendientes, nada más lejos de la verdad, si consideramos además cuál es la realidad del
mundo y las exclusiones en la actualidad (Cf: la crítica de Julio Escalante ya citada).

En esta segunda película, es también conveniente advertir que es el jefe blanco, interpretado por
Kevin Costner (no en balde, el actor que representó a El guardaespaldas, en la película del mismo
nombre; donde fue Frank Farmer: un agente del Servicio Secreto de los Estados Unidos
contratado para proteger a la actriz y cantante afroamericana Rachel Marron: Whitney Houston),
quien pondrá siempre orden en el ámbito laboral de la NASA, ante cualquier huella o embate
racista de los personajes y la institución: en suerte de Superman científico, en pro de la justicia
que incluye a la población afro como representan aquellas tres científicas. Sin embargo,
consideremos que, frente al crecimiento y hegemonía rival de la URSS en el plano geopolítico, así
como las diversas rivalidades en el terreno científico, es lo que le quedaba por hacer a EEUU:
sumar a otras fuerzas en su desarrollo, bajo el manto ideológico y político de
consolidar/ampliar/reafirmar la democracia representativa.

Por todo lo dicho, queda finalmente claro que los cambios democratizadores, que cuestionaron el
orden social y mental imperante en el período en que ambas películas se ubican, los años 60,
constituyeron parte de la múltiple ola transformadora que se vivió en Occidente, principalmente
en territorios como los aquí reseñados. Una vez más, constatamos que el terreno cultural (el cine
es parte relevante del mismo) se articula de manera creativa con la realidad histórica en curso. He
aquí la belleza y pertinencia (y sentido de pertenencia) del arte cuando se lo realiza con sentido
crítico y esfuerzo creativo, que no descuide el plano de la realidad ni sus contradicciones de todo
tipo. De ahí que a este trabajo le planteamos un título global que va en correspondencia con la
tesis que consideramos haber demostrado: las luchas por los derechos civiles, como fue/es el caso
de la minoría afroamericana en sociedades de historial racista como los Estados Unidos y Europa,
fueron resultado de una época en que diversos factores políticos, económicos y sociales las
volvieron de necesidad insoslayable, y cuyas voces y resultados están vigentes hasta la actualidad.
BIBLIOGRAFÍA

Escalante, Julio.  “Talentos Ocultos: el derecho de las mujeres a volar”.  rpp.pe. 02 Feb. (2017).
Web 23 Nov. 2019

Maldonado, Luís.  “Al maestro con cariño”.  rpp.pe. 11 May. (2018). Web 23 Nov. 2019

“Crítica de cine de la película ‘Talentos ocultos’: ¿De qué color es su piel?”. nacion.com.
05 Feb. (2017). Web 23 Nov. 2019

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