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valentia, en cambio, él se confor con inventar historias, mien- tas la uch alrededor. ¥ ahora, ella pedeia estar muerta mientras él seguia viviendo su torpe vida. Decidlié que ya no regresaria nunca mds al centro de Lima, Divis6 al moro que le traia. un nuevo so y, de un npulso, sitbita mente molesto contra todos, pagé y se marché Al salir, Santiago escuché las r medida que avan as que fueron acallindose a aba por las veredas hiimedss, llenas de mendigos. Auris de dl, ris se dirigia al Bransa Un aire, casi humo de sudores evaporindose, llena el ambiente. Todo. | ico del hombre que se des cuelga ras. Tie nos aplasta, Hasta el grito casi e¢ por el estribo. Ou grito, Una mujer protesta. Hay mil ia, Yo también estoy gritando, tienen el mismo aspecto de indiferen Da igual. Si armo un escdndalo por los pellizcos en las nalgis, por los codazos en las tetas, nada sucederd, Me quedaré sin trabajo si llego con algunos minutos de retraso. Es mejor hacerse la idiota. Pronto descenderé y caminaré tres cuadras. Sola, sola. Un alivio. Por cinco minutos estaré sola, entre bosques de cemento y casi sonimbula, pero sola. Luego serd como entrar a otro microbits caido al suelo cerca de un Una n sjer eargando un bebé muchacho que viaja sentado, El sale de su sopor y se levanta, La ayuda pic enternados también hat dole disculpas y le ofrece el asiento. Otros hombres reaccionado; solo los que visten terno, sera nano? En realidad, todos se muestran solicitos. La nto. Su bebé icido como un titere abandonado. Pienso en un tipo de mujer sonrie: gracias al tropiezo ha conseguido un no ha Hlorado: est Maritza. Hace unos meses tenia la edad de este bebé y yo solia pa- sarme horas contemplindola, maravillada de su existencia. Hast que tuve que salir de esa especie de letargo para entrar a este otro, ie esta concatenacién de empujones. Madre solrera. Si, me empujaron, como ahora me empujan los pasajetos, El carro se detiene, tropieza, vuelve a arrancar y yo me dejo con inte por la marea humana. El joven que cedié el nto me mira Yo lo miro como si fuera un dtbol, Intenta sontet La escena de la mujer cai debe haberle hecho despertar algiin re- sorte en su cerebro, Desea acerca , pero yo desvio la mirada. Den tro del estrecho espacio que t corresponde obligo a cuerpo a fricciondndo- me. Solo me resta esperar a que baje. A mi me falta aiin media hora para llegar. El sexo impuesto. De prow de direccién. Siento su pierna concra k 0 veo solo rostros lascivos mientras noro que el sudor y los humores de todos los cuexpos a nden en un vaho. Huele a dormitorio cerrado a media mafiana, Se empath los vidrios. Empiezo a sentir calor a pesar del inyierno, Sudo, me as fixio. Dos hombres se miran con complicidad, y, por simple reflejo, agarro mi cartera con fiereza, Ellos no me mitan, Uno esconde ka mano con un periddico de donde sobre len, como gruesos gusanos, dos dedos que ahora se mueven en el interior del bolso de una sefio- ra, El oto mira a su alrededor. :Me quedaré calluda? Todos lo hacen. de mirar hacia otto lado, Se hacen los desen~ gno se Nadie dice nada, « tendidos. Senora da cuenta de que le estan rol ndo?», digo a vor en cuello, Despuds me asusto, La mujet gorda atrae hac cartera y revuelve el interior con desesperacién. No encuentra lo que busca. C pero ya los hombres estan bajando a la carrera sin que nadie haga el menor esfuerzo por detenerlos. Uno de ellos me mira un ndo socarronamente. Logré lo que queria, y ahora, ka sefiora me observa con hostilidad como si yo fue culpable de lo ocustido, En todo este alboroto, un hombre mayor me cede “ En quince minutos mi tarjeta de entrada marearé la hora en 1 estar jugando con el osivo que le compré; mi madre mimeros de una hoja rojo. Marit regard a la nueva sirvienta; yo transer 2. otra, redactaré cartas, Hlenaré algunos cheques. Estoy sentada pero robtis. Cada ver esti mis a del no puedo ver la calle por la ve atestado, el aite es mis denso, el ambiente més opresivo. Pienso en pueblos serranos, en playas desérticas, en una pobreza mas limpia, Ja préxima esquina. Doy de tumbos, tropiezo, gar una tar- Decido deseender Al fin logro pagar, pero dudo. No bajaré, no pued Permanezco de pie. Ahora los empujones me hacen trastabi- dan llar. La gente entra y sale con la cabeza gacha, sube y baja, hormigas sgigances. Hasta que al fin Hego al paradero. Entonces escucho winar a los go! disonante y hermosa, Disfruto del aire, de una rifaga de soledad. Al cabo de tres cuadras me encuentro ante el edificio, Entro y auto- jones, Crean una m maticamente busco mi tarjeta. Mujeres y hombres se agolpan ance la de escritorios me espera, Alli, en un rinedn, esté el que me correspon- iquina, apresurados por un amenazante rojo. Una sak Ie ron a llegarme de, Me acerco; apenas esboro un saludo y ya empe cuentas por revisar, Un auxiliar se aproxima precipitadamente; sin querer, me empuja. Se disculpa. No importa: me zambulliré de por vida en este microbiis. El miedo Has llegado al ocaso y el temor sigue ahi, como una piedra helada en el estémago. Avanzas con prisa, como si alguien te esperara, car gando en una m otra, la bolsa de no tu maquina de escribir y, en artesania incaica con lipices y cuadernos, Ves los barg incoloros meciéndose sobre un mar gris, se- mejante a un gran lago de plomo derretido, Los alcatraces, hant brientos, pasean por la orilla, mientras las gaviotas sobrevuelan las embarcaciones, chillando vidas y tercas. El baln fi casi de- io sierto como todos los inviernos. Algunos pescadores te mi 2, te ‘nuantes entre ellos, Tienes ganas de dar media silban, sonrien yuela, de abandonarlo todo. Ti remor se acentiia, pero sabes que eres obstinada y nada te hard desistir de tu proyecto. Solo vienes en busca de una constatacién. Caminas cruzando chalets deshabitados, bares sin parroquia- nos y tiendas selladas con puertas de hierro. El pueblo ce offece un silencio amenazador, ‘Tomas el angosto camino de tierra y Hegas al descampado. Junto a los cerros, todas las casitas son iguales y por un momento ce desorientas. Pruebas las cerraduras hasta que la puerta de una de las casas se abre y al fin entras, Te cercioras de que es la casa de tu madre al ver los muebles familiares distribuidos en el fiving, la cama Reina Ana en el cuartucho que hace de dormitorio, los utensilias de cocina todavia sobre la mesa. Fi imagenes que te rodean, ‘Te concer en tu mente las s en ellas hasta que el exterior se convierte en una obsesidn, una semilla creciendo en tu rincén més profundo, absorbiendo tu espiticu. Pa cas por lis habitaciones pol fe preparas un café y Iuego ya no te percatas del tiempo ahora solo existes en la intemporalidad de tu obsesi6n. Fres un solo pensamiento que vuelve y vuelve, cada vez con més fuerza, cada ver, produciendo un temor nvis intenso. Ha Hlegado el momento. ‘Te sientas a la mesa y empiezas el relator: Anochecia cuando legs al balneario/no se veia a nadie y miedo/un temor que la acompaniaba desde que dejara la ciudadlya no podia retractarse/recordé anteriores mom ntos de angustia y se de que necesitaba absoluta soledad/siguiendo las instruc- ciones que le diera Olga salié hacia cl descampado y bused la casa que ella le habia prestado/no la encontré/ prob hu una puerta se de Ol 0 las cerraduras/ in dudafel chalet ga/sus muebles estaban en el living y sus adornos favoritos ya- rid y atraves6 el umbrallera este cian sobre la mesa cubiertos de polvo/arrimé los adornos/colocé su lar maquina y se dispuso a escribirlescri de pronto se sintié cansada y decid sali as horas con ansiedad/ las calles ridos de perros en algunas pidamente y casi corriendo llegé al pequenio res- taurante/algunos pescadores lt miraron sorprendidos/hicicron insi- nuantes comentarios en vor alta y luego emperaron a teitfella bebid el café a grandes sorbos/nerviosa emprendié el regreso hacia la casal una vez alli se tendié en la cama dispuesta a lver/no se escuchaba lencio como un tambor sordo que causaba dolor fomar un ca estaban desiertasfsolo se escuch esquinasa sa oidasfintenté concentrarse en el libro pero una idea martilleabafob- fa cerrojos/las ventanas cenian un sesivalen su cerebrofla casa no te un brazo y abrir la puerta vidio rotofpor esa abertura podia entra desde el interior/el miedo la invadié/ahora pensaba en el cuchillof isto sobre u en un largo y ancho cuchillo de cocina que habi mesita/se burlé de si mismafera una idea ridicula/se levants y fue a recogerlofempezé a sentir ruidos extrafios/unos silbidos lejanos/ tunos pasos sigilesos/comprobé que era solamente su imaginacién y volvid despatio para poder escuchar algiin sonido/se tendié sobre la camalguardé el cuchillo debajo de la almohada/continus leyendofel to alumbrado por la luz de una vela/ella lencio/luego tiempo no pasaba en ese c y el cuarto formaban un cosmos y todo el cosmos era solo el sonido de su coraz6n latiendo empezaron los ruidosfo se con ferocidad/queriendo escaparse/no pudo dominar la mano que 1 calmarse/pero cra imposi- tembl6 al encender un cigarrillo/ine ble razonar el micdo/ese sentimiento que se apoderaba ahora de ella obligindola a esperar con mis intensidad el instante/ese instante! fa ventana se abrié con un ruido metilico y fugaz/esperd/ya no se alse incorpord para inspeccionar la casa/de pronto/frente a ella/vio. a un hombre bajo y gordo mirindola fijamente/inmévil observélle parecié un marcianofde su cabeza triangular surgian unas punta/tuvo la esperan: «as del hombre y orejas grandes y separadas que terminaban za de que fuera una alucinacién/las Ea los pelos grisiceos erectos en el crineo le daban un aspecto irreal/lo vio acercarse lentamente hacia ella/sonriendo a cada pasoftaimadot como pidiendo disculpas/sintié suf comprobé que todo eta real/el contacto la electrizé/se derrumbé en cl escamosa sobre el hombro y la cama y esperdfentonces él la tome del brazo/la acaricié casi con i6 inmévil, mientras él paseaba sus manos lee por los senos/presionéndolos/eausando dolor/luego los hes6/sus ojos eran los de un sondmbulo/vacios de placerfella entonces cogid el cu- chillo con la mano izquierda y se lo mostré/no dijo 1 su voz temblara clemasiado y ella solo queria asustarlofobligatlo a daftemid que que huycrafel hombre no reaccioné/primero la mité con odio y lue- go le arrebaté el cuchillo/ella empezé a sollozar/él le arrancé la ropa con estrellindola contra la pared/y ahora la desnuda/Cinthia espera/espera/no sabe cuindo siente el cuerpo desnudo sobre ella! el sudor pegajoso/el olor del sexofve el cuchille brillande con la luz de la vela/estd sobre la cama/aparece intermitente junto con el movi- ‘miento lateral del hombre/ahora Cinthia ha sido penetrada/ha sido invadida por un cuerpo extrafiofcomo un movimiento reflejo estira el brazo/toma el arma y la hunde en la nuca del hombre/él levanta la cabeza y en sus ojos se percibe el dolor y el placer confundidos en la misma sensaciénv/ ti 1 sensacién/parece enloquecer/trata de incor- porarse pero luego su alvera cae pesada sobre ef hombro de Cinthia! rigidos ambos semejan una estatua de Rodin/es medianoche. Estés cansada. Ya no puedes dejar de pensar en Cinthia. Tado és silencio ahora que ya no se escucha el acompasado tecleo de la ‘maquina, Te recuestas en la cama y coges el libro de Katherine Anne Porter que trajiste para leer, para olvidar, para evadir, desaparecer Pero no pi des, El miedo no te abandonaré ast te refugies en el puc- blo desolado que conocié tu infancia. Oteos tiempos Pensaste que huir de Lima te salvaria, nadie en la ciudad po- dria protegerte, No lo debiste matar, debiste confesar en el momento, debiste explicar que era una violacién, pero sabias que nadie iba a crcerte, Empicza a amanecer, te levantas de la mesa y dejas el papel sobre el rodi Jo como una tibia confesién, Apenas te lavas la cara, 4 hacia el coges tu mochila y sales a buscar el 6mnibus que te leva sur, eada ver més lejos hasta llegar al frio mas frfo, hasta la Patagonia de tus suefios, Hasta la libertad de ser una desconocida para todos. s sgresar —insistié Yolanda, y fue como si le es tuviera hablando a Livia—. Toma, te regalo la munca ahora es tuy le dijo—, , pero ya no llores, por favor. Perla la apreté contra su pecho mientras Yolanda descendia por la escalera. Nuevamente, el pirpado le temblaba. Ca ming atemorizada hacia la estacidn del tren, sin mira cemiendo que alg cabiab: a los costados, n la reconociera, la seftalara. La ciudad estaba llena de enemigos y ella no tenfa papeles. Ahora 0 nunca, ahora 0 nunca: volvié a sentir la vor martillan- do en su cerebro, No existe nunca —se respondié tratando de darse dnimos. Tenia miedo, tenia frio, Era mejor que regresara al sanatorio, antes de que el director se er ra de su ausencia, La mujer invisible Y bien, finalme jc me he convertido en la myjer invisible. Y aunque deba seguir cumpliendo con mis obligaciongs cid ws, no puedo hegar que esta situacién entrafia para mi algunos beneficios, Por cjemplo, estar eximida de la penosa tarea de hablar. Por ejemplo, no tener q c dar explicaciones a nadie, Lo mis importante, sin em- bargo, es que mi nueva condicién me ha glyado definitiv: te de desi tegrarme, rie 0 que me amenaza dyde que llegué a vivir a este lugar En ese enconces, Marisol, la hija del primer maerimonio de mi ma- rido, ter m apenas seis aos y constantemage preguntaba por su Ire, Yo percibia esa presencia en todas ly estancias de la casa y pensaba que en cada objeto | su espirin, Promo descubri que la madre de Marisol habia sido una victima, como lo soy ahora yo, del hechizo que existe aqui. La .titud apretensiva de Ignacio me lo aba. Pero cuando él refa, olvidaba ks ppresentimientos que me invadian al quedarme sola en cas Fig pe inspiraba, me lle nnaba de alegres intenciones; entonces yo coyfgoa en que la casa fi- nicia y cede nte nalmente me pertenecerfa, acabarla Con yr nucva ducita. Pensaba que podria dypexjarla de ese aire de presidio que la recorria de largo a largo. En balde hice todos los arreglos que surgieron de mi imagina- cidn y de la de los amigos, porque en ese entonce, tin cenfa amigos. Vendi los muebles, compré otros, los pinté de diversos colores, los de lugar. Fue intitil, la casa me venci6. Perdi toda esperanza i ordené construir una habicacién en la azoea. En ello utilicé dinero que le habia sacado a los kilos de car 1 c, de papas, de verduras a costa de esfuerzo y tes6n, Tusa de m seria mi refuygio, que pensé que exa habitacién saparia al influjo de la ca Permanecia alli casi a mitad del dia y nunca permit? que nadie entrara. A pesar de ello, la casa invadiés tambign de este lugar. Todas las noches sofiaba con una olla grande que encontré en 1a cocina. En mis pesadillas aparecia con verduras, pero esta v igantesca y Ia tenia que llenat 1 unas centimetros por encima di cabera y yo no podia alcanzarla. Si lo hacia, me ensuciaba las manos con su tizne, Luego pasab: de negro, Las verd as manos por mi cara y la veia manchadla aparecian desparramadas cn el su En esos dias no teniamos servidumbre, era yo quien cocinaba y hac limpieza. En vez de hacerlo, me pasaba horas ocupada en las ollas, ‘Tenian que brillar, brillar, porque en caso contrario se ganadas por la casa. A pesar de ello todas lucian, al cabo de una semana, una manchita negra. Limpiaba cada una a media mafana, pero cuando concluia cl almuerzo, volvia a encontrar la persistente sefial, Miraba atentamente la olla de turno antes de s srvirles la co- midaa Ignacio y a Marisol y, atin mientras estaba ser segutia pensando en ella ada a la mesa, Al cabo de un ano me di por vencida, Contraté a Sonia, la cocinera, y me desentendi para siempre de todo aquello. No exagero si digo que jamais volvi a entrar a la cocina, Me dediqué entonces a leer revistas de decoracién, lo que me br ce tema inagorable de conversacién con Ignacio, quien veces hablaba conmigo. En cuanto a Marisol, quien iba creciendo répidamente como una bella flor, solo me dirigia la palabra para que la asistiera en las tareas que atin no era eapay de realizar por si misma: amarrarse los zapatos, altos. carse la chompa, aleanzar objetos de lug Peto ni las revistas de decoracién ni el refugio que edifiqué me ayudaron cuerpo moverse fi Estaba ecl impecé a notar cambios en mi misma. Y, un dia, vi mi fade m ada en la cama de Ignacio cua Me asusté do vi pa- sar mi figura lentamente hacia el comed los cabellos despeinados colgindome hasta la cincura. Una figura ; jorobada y distante, con deprimente, pensé. No lo pude soportar y corré hacia ella, La sacudi, cogiéndola de los hombros y ella, o yo, me miré y me dijo en tono seco, imperturbable: déjame en paz, Quedé paralizada de terror. Cuando abst los ojos estaba nuevamente en fa cama y Sonia me mi- taba con extrafieza. Me habia arrastrado hasta alli desde el comedor. nbrando a estas visiones, hasta que, hace .. Todos en la casa se Luego me fui aco unos dias, me volv’ invisible y ya no me a presencia deambulara sin rumbo do. por la mn acostumbraron a que mi extr por la casa, salve cuando permanecia en mi refuugio mirs ventana Pero no dejé de asistir a las re jones que mes a mes organi- zaban mis compaiieras de colegio. Estas sesiones formaban parte de mi vida, Al principio nos contdbamos todo. Yo sabia cémo hacia el amor eada uno de los maridos de mis excompaferas de aula; cémo les enamoraron; el sueldo que ganaban y qué nuevos artefactos compraban para sus casas. Poco a poco dejé de comunicarme con ellas mpecé a disfrutar de mi nueva condicién. Asi, yo escuchaba estas sesiones con interés de entomdloga: atendia y observaba a esos scres, aambiaban informacién sobre ilusiones, como si de que inte intereses, compromisos, n panal de abejas se eratara, Mis compafieras se limitaban a abrirme las puertas de sus casas sin siquiera saludarme. Yo buscaba un buen lugar para sentarme y mirarlas. Era un privile- gio ol 8 a los mismos personajes que hablaban sin detenerse, en una suerte de histeria pe Yo permanecia muda Claro, ellas contaban sobre sus hijos, pero yo no tenia hijos; de los fan, pero yo no vi era para mi todo un enigma, Se la aba; de sus matidos, pero Ignacio aban de s ba ce sobre las cel pleadas do- mésticas, pero yo hacia aftos que no eruzaba palabra con nadie en mi casa, Discutian apasionadam novelas, pero yo dora de una obra lena de actrices, hasta que falté a una reunién y perdi la pista de las siguientes. Con- no las veia, Yo era la nica espect sideté entonces que casi veinte afios en esas andan mas que visible, ol e Ignacio ala suficientes. Ya habia disfrutado en exceso del placer de ser 5 toral, siempre me quedaban los di hora del almuerzo a los que ‘logos de M chia con cierto placer. El Gnico problema consistia en la host Jad de mi figura hacia mit: ella no me permitfa observarla y empezé a insultarme. Me lla- maba espia. Aleguba que cuando yo no la miraba se sentia invisible, igo alli, observindola, se daba cuenta de que no lo era. En fin, que no solo tenia que ser invisible para el resto del mundo, sino también para mi misma. Fue asi como hace algunos dias dejé de deambular por la casa y no logré ver més mi imagen reflejada en el espejo. Este pequeiio problema, sin embargo, no es nada si lo com- paro con los beneficios de la invisibilidad. Es la tiniea forma en que me he podido sentir libre. Y tengo no pocos privilegios: estar exi- mida de la penosa tarea de hablar; no tener que dar explicaciones a 36 nadie, y, sobre todo, saber que venef ala casa, porque ahora soy la cast. Deambulo por rodos sus pasillos y conozco mis que nadie sus na de sus rincones secretos, las horas en que hay que estar en cad luz los beneficia, Me place tam! astos de la cocina 0 con estancias, los ins vigilar el paciente trabajo de Sonia con los jones de Marisol sigui arido oa mi hijastra, ntes en ql do los indecisos las rutinarias conyers gestos de los visitantes que vienen a ver a mi No tiene ninguna importancia que Marisol ¢ Ignacio hablen yo no estuviera con ellos; que la hora del almuerzo como de se turnen para ir a visitarme, segiin dicen, a un sanatorio. No saben que soy invisible y que es prec salvado de desintegrarme. Les dejaré creer lo que quieran, Total, ya los tiznes, ni las ollas, ni preocuparme por Mari amente esta condicién la que me ha nada me molest sol, ni hablarle a I pequefias tareas que se me imponen: Soy invisible, soy libre. Desde el exilio Miro los ojos atentos de Gonzalo y me pierdo en dos pozos negtos; insondables, Manotea sin cesar; en él la vida es movimiento puro. Accién, Me pierdo en sus ojos y me alejo; mi mente vuela de do mi cuerpo inmévil. (En qué momento perdi la libertad, en qué momento dejé de saltar vallas y permaneeé contemphindolas). La casa huele a coliftor y ajos, pero hay silencio, Una aparente paz. Mi inmovilismo la convierte en un sanatorio, La indecisién de mis pasos impide al extrafio ver una escena de normalidad cotidiana. (En qué momento perdi el ritmo, cuando abandoné la carrera). Qué no: gia ahora el jardin de la casa materna, el triciclo oxidado, el silbido del viento en las ventanas apolilladas. El domingo fi alli a recobrarme, a sentir que yo alguna vez poblada de fantasmas, Fantasma ntada en un sillén mirando a través de la ventana. habia existido. La casa estaba va era mi madi Fantasmas los hermanos y sobrinos; presencias sin alma deambu- lando por los corredores de Ia infancia. Mi hermano encontré una bolsa con cartas antiguas. Avidos nos pusimos a leer! estaba la prueba de que habia un pasado en comtin, cuando andibamos suel tos bus indo seales que no encontrariamos. Nos desconcertamos. Mi hermano dijo que pondsfa una tiendla para vender ropa de iiltima mod Yo miré a Gonzalo sentado en su coche, frente al espejo, y tave ganas de Horar. No lo hice. En cambio, me tendi sobre la cama y me dormi Durante el regreso trataba de darme dnimos; cuando algo se acaba es porque algo comienza, me decfa. En verdad comenzaba la vida de Gonzalo, pero yo ya no estaba en ella, :En qué momento se terminé el dia? ;Cudndo entré a vivir el suciio? Esa noche no pude dormir. Recordé las calles. Estaba iada de mi propia vida, Mi vecina, la costurera, pasé toda la noche trabajando, Cada vez.que me levantaba a beber por la sed que me produc la lactancia, veia el filgor de la luz de su casa sobre el comedor de la mia. Trabaja mucho y su vida es gris. Hace un mes que yo no escribo una linea y mi vida también es gris. Una vex perdido el amuleto, la suerte esti chada, Eso no evita que sienta un indefinible malestar cada ver que veo su luz encendida durante la med noche. Yo suelo pasarme toda la noche pensando. Inmévil, pensando y recordando. Nada puedo construir ya, solo exorcizar el pasado. Tengo uma llave que abre las puertas que alguna ver cerré, no abre nuevas puertas. U perdido el amuleto... pero tengo un , una criacura que nacié de imi y que veo crecer hora tras hora. Afucra estd la incesante lucha, dentro de mi una batalla mas despiadada se desarrolla, 2 Ayer vino mi tia a visiaarme; trajo un kilo de aztican, meloco: cosas bien, no tienen carencias, En cambio, ti, siempre envuelta en problemas. ;No lo ves? Por eso tengo que ayudarte, Te compadezco, 100 no tienes el talento necesario para vivir. Y yo explicando, demos- dad para clegir, que no soy como ella nact teando que sf, que tengo «a ni como la gente que conoce, que amo otras cosas. Es igu: con cl estigma de los seres indefensos. Todo lo que vcurra con mi persona la moverit a compasidn. A veces me pregunto cudntas veces de mi, ¥ siempre me traicioné por cambiar esta imagen que tie fracasé, siempre clla gand. Es cierto: nadie me amé, todos me clava- npre. Hasta que me escond en esta ron cuchillos por la espalda casita, en mi sanatorio privado, Soy la vergiienza de una familia cuya arse de cada instante de su existencia, nnaturaleza la obliga a lam Yel dinero, he ahi el problema. Deber no quiero provocar compasién. Mira a tu alrededor, me dicen, mira EL dinero mueve al mundo, me explican, {Cuando entenderis de qué a preocuparme de eso si cémo todos luchan hasta desangrarse por vivir con comodi 1 angustia entonces me cortoe. Ya no puedo leer, ido, me preocupo por mi vilia se trata la vida? tno puedo escribir, paso los dias durm casa amoblada con las vejeces que la aspecto fisico, por n quiso botar. Me duclen los pies al caminar; necesitaria un aucomévil. sca que es el simbolo de estos tiempos, cuando el oropel Leo una res criunfa sobre la laneza, Pienso que deberia contagiarme de ese brillo, vestir disfraces rutilantes y ser alguien que sabe disfrutar de la vida, @ pesar de los nifios que tocan a mi puerta pidiendo comida. Entonces decido trabajar por un sueldo y es rodo lo que frecuentar fiestas hawaiana ‘empiezo a sentirme proxima al suicidio. Una caren me ocurte, pero es una carencia fundamental, Sin embargo, ayer en la maftana, cuando sali a pasear con verdes por la gartia de la no- Gonzalo por el parque y vi los arbok che, el pasto hiimedo en un dia de niebla y resolana, volvi a sentir la magia de la vida, Habia un silencio de tareas nobles, una atmésfera 01 de destinos que se cumplen cabalmence y, en ese instante, a mitad del paseo en que me recobré, entendi que estaba en mi lugar, Y es- taba ocurriendo lo que debia ocurri, Un muchacho me siguié y me dijo que lo iban a llamar a mi teléfono, Estaba tan apesedumbrado que no me pude negar. No sabia quién era. A los pocos minutos una vor. de mujer joven preguntaba por él. Lo fui a Ikamar al parq Hlegé presuroso a hablar con ella. Un par de jévenes en problemas: una huida, un aborto, voces alarmadas. Todo esto tambien tenia que ocurrir una mafiana de niebla en noviembre, El muchacho salié de mi casa y st historia es ahora na de los millones de historias que se cstin desarrollando alli cerca: en el parque. No vayas a hy sin mi, le advirtié el muchacho a la muchacha, yes seguro que cada ccual actuari a su manera, tomard su propio rumbo y quizd pronto se recuerden sin amor. La vida de cada persona la constituyen solo al- ‘gunos instantes. Todo cambia con un gesto, en el omento preciso. No creo en la continuidad, la rutina, el comportamiento de horm {g: no somos insectos, sino entes paces que de pronto se iluminan y vuelven a apagarse y toda la vida es eso: bitsquecda de lu. Yo recuerdo muy bien esos instantes. Mis cineo anos en la habitacién de mi madre. Mi hermana mayor y yo mirindonos en el espejo y de pronto la sensacién de un rayo eleccrizando mi cerebro Ella no es yo, ella es otra, me decia perpleja y luego preguntindoselo, quién eres, qué sientes tt de no ser yo y ella mirindome extrafiada para luego verse reflejada en el espejo, sefialarlo y decirme risuenas yo soy esa. Bra la soledad, mi compaiera. Miré el mar gris del invierno y comprendi que ya no habia retorno, Por primera ver, senti miedo Desde ese dia tengo la misma sensacién cuando veo el mar en el invierno. En cambio, el mar del verar pstalgia de mis 10s, cuando el universo era yo. 102 Pero debe set me han acuchillado por la espalda, In- ciertos enemigos me han Ilevado de las narices hacia el borde del cierto: abismo. Y aqui estoy: treinta afios, todos los suefios derrumbados, nperecedcro suefio de ser yo. Un milagro. ¥ p' 0 menos uno, el que decidi que la literatura seria mi arma, ahora me impongo escti bir. Debo dinero a la vecina, al verdulero. Podria escribir algunos articulos literarios para ganar algunos soles. Pero c. Una no puede vivir treinta aftos de su vida aferrindose a ros, mis inexistentes libros, tendrin En todo aceder; por algo Pedro hipoteca su vida diariamen- aes una situa- cidn limit algo que nunca ha visto. Mis que aparecer, aunque para ello tenga que dejar de com caso no ha de te. Por algo hemos construido esta pequefia canoa cimbreante que flota en un rio de pitaas, Y no Hlegamos a caer en la tentacion de >, y no caemos tampoco en los dientecillos pasar al yate del proj de los peves. Pedro sale a trabajar todas'las mafanas con los bolsillos, de los pantalones descosidos, la camisa zurcida por él mismo, pero esti Ileno de dnimos. Su imagen me paraliza durante una hora y me revuelvo en la cama sin saber qué hacer. Todo ese tiempo perdido y escribir, escribir, suena a algo muy abstracto cuando tienes un ma: anas para poder subsistir. En la rido que sale a luchar todas las casa, los olores de la comida me marean: culantro, ajos, coliflor. Son nfancia los mismos olores de mi Miro los insondables ojos negros de Gonzalo y recuerdo otros ojos. Estoy ante el espejo: todavia soy una adolescente. Me miro 103 fijamente; mis cabellos escasos pero largos, mi larguisima nariz. Me digo asustada y a cambi resiva, desde hoy ya no seris virgen, desde hoy is. Siento miedo. La reputacién de una mujer es como el espejo: si se acercan mucho a ella, se emparia, me dice mi made. Y yo, recordindolo, me acerco y empaiio el rostro en el espejo de mi habitacién. Estoy preparada, ropa interior nueva, perfume, nada de maquillaje, Ksto no impide que me manana de abril y el sol hace brillar mis cabellos al salir de la casa. ita una victima, Es una Mi madre me ha pedido que le haga una gestidn en cl banco. Me despido de ella con un beso y soy Judas. La traicionaré, le haré dato al acostarme con un hombre, seré una puta. Siempre nos ha dicho que el sexo es asqueroso y que las mujeres superiores, como debemos ser nosotras, son igidas. Me rebelo: estay entre él y ella Paseo un rato por el malecén es de decidirme a ir. Estoy preparada, pero algo en mi se resiste. Me siento forzada. Nada es espontineo. Me encamino hacia su solo. Golpeo la venta asa; a esta hora él ya estard de su dormitorio, timidamente. El apare- ce envuelto en una gran sibana blanca, Parece un monje tibeta Se pone muy nervioso al verme; se excita y corre hacia la puerta haciéndome sefias para que me dirija hacia alli. Lo sigo hasta su habitacién, Alli se despoja de la si to ni 2 mirandome sontiente. Sien- cas y no quiero ver esa carne col de libros y él empieza a conversar a nce, Miro hacia el estante ntando tranquilidad. Luego me rucga que me acueste junto a dl. Me disculpo diciéndole que solo venia de paso, que tengo que salir al banco por encargo de mi madre. Me siento una esttipida; no creo en lo que estoy diciendo y él empieza a impacis yodes én entonces se torna cémica y cr, Empiezo a enfurecer. Me levanto con: co desapar nte de que estoy actuando y empiczo a desnudarme a la par que amenazo; 04 me mira perplejo. Lo sorprendi, suda de nervios, Me acuesto en. Fos cucrpos se tocan, Siento que voy a ser Jroga. Se sube encima de la estrecha cama, nu operada, una enfermera me inyectaré una mi y forcejeo. Estoy paralizada, Finalmente me dice, perdéname, y yo siento un gran alivio; no sé qué ocurrid, pero sigo virgen. Ahora nos baftaremos en la tina como se ve en kas peliculas, A mi me repele esa intimicad fingida, Salimos a la calle y me compra un regalo, Al despedirnos, me ruega que no comente con nadie que no llegamos copular, y nuestra relacién, que siempre fue literaria, siguié su curso a pesar de elo. Una mujer que cuida dle su casa termina siempre por volverse invisible, Sucede leneamente, sin que ella Jo note, Vive en una cons- cendliendo a los hijos, limpiando la casa, lavando y a su propia meta- ante agitacién, cocinando. Por eso es casi imperceptible para el morfosis. Hasta que llega a los cincuenta aftos. Esta edad, que ser ideal para la cosecha en la mujer, es la edad del abandono, de su ble. Se torna en una reliquia, Se ha én como mujer inv ido mimetizando can los muebles de la casa y su anonimato es, por cierto, el mas escandaloso de todos. Protectora de seres preocupados en si mismos, solo nota su terrible soledad cuando las presencias n marchado. Pienso esto ahora que paso todo el dia con » la hora de dormir. \s se ha Gonzalo esperando la hora del almuerzo y luc; Mi madre esta ahora sola en su vieja casa y a ve mafiana, Me dice que est mareada, J. siente que ss me olvido de su existencia. La he I Cuando sube a los altos de la cai mbrada a estar rodeada que siente angust yaa perder ef equilibrio. Una mujer acost 105 de nifios que tiran de sus brazos y faldas, siempre en medio de pre- sencias que exigen la atencién de ella es como una equilibrista. Mi madre esta a punto de caer porque necesita una muleta. Ahora me sucede lo mismo con Gonzalo, Por eso he optado por no salir de mi pequefia casa: mi sanatorio privado, He pedido dinero prestado y cuando lo k ia fantaseaba con 1 proyecto de estar trabajando, Me imaginaba como una periodista estrella, viviendo la vorigine de los acontecimientos politicos, arras- ada por el vaivén del mundo, Pronto deseché la idea, Ciertamente quiero dejar al mundo correr sin mi, quiero abstrac paréntesis hasta descubrir el ne, vivir en un isterio que Hevo centro, Para eso es- cribo: para desentrafiar. Esto que me obsesiona es mic wencia, Esta algunos casos des- precio, en otros, compasidn. La gente a menudo intenta sacudirme. carenci me paraliza y es por ello que provoco Yo la miro desconcertada; igndrenme, les digo, soy invisible, pero inevitablemente sus tretas me provocan angustia. Pero lo entiendo: nos han programado para vivir en una atmésfera de oropel y el amor a las imige ituye siempre por el verdadero amor. 6 Miro los insondables ojos negros de Gonzalo, st oscura ter, sus rasgos tan ajenos a los mios. En ellos veo mi esperanza, mi anhe- lo de sentirme pertenceiente a alguien. Porque esta sensacién de ser a todo lo que me rodea me ha perseguido desde siempre, He les personas actuar en corno a mi, envolverme sin poder participar en mi propia vida. Se me ha implicado en todas Jas escenas sin que yo act Me he dejado arrastrar por ellos, los actores. Por eso escribo historias en las que el tinico personaje soy yor el resto son f as justi apariciones fugaces. A veces inten ficaciones, los razonamientos, esas pequefias trampas que te enredan te ellos y ante mi misma. con el prajimo: fracasé, Fracas paralizada, no escribo. Para probarme excribo, ‘me describo, $i se puede hablar de alguien, ese alguien es real. Estoy empecinada en ser. Durante mi adolescencia me descubri como un ser eréreo, comparada con mis hermanas. Mientras en llas la vida transeurrfa 1 todos los personajes de los libros afuera, yo era un ser invisibl que leia y todos los libros. ¥ mit los espejos para constatarlo que el mundo les decia que mente, en el silencio de la noche, yo lo hacia para interrogarme, p tras mis hermanas se miraban en saber si existia ono. Y cuando a fuerza de raciocinio aceptaba mi ser, el mundo se encargaba de desaparecerme. Y ahora, solo ahora, tengo tiempo para pensar en ello y no sé si es peor esto que no tener tiempo y moverme por todos los lugares con el pensamiento que oprime, con el miedo a que ese pensamiento me invada. ¢Qué somos sino un tinico pensamiento que vuelve y vuelve? Yo seré siempre ese pensamiento descubierto a los cinco afios, cuando me interrogaba te que me hace huir de al espejo. Ese pensamiento de duda const todo. La indecisisn que me ha convertide en una mujer invisible, anatorio. me ha acortalado en esta Gonzalo esta sencado frente a mi y a la maquina de escribir; me incerrumpe a cada momento con sus pequetios gritos. Le aleanzo a cucharita de mi taza de café porque ya lanz6 lejos de sf todos st tiene una juguetes. La observa sorprendido. Es la primera ver qu cuchara entre sus manos. La descubre, la mira, la voltea, se la lleva varias veces a la boca en todas las posi ones. Cuando la ha probado lo suficiente, la suelta. Para dl solo existe el presentes para mi, lo que fue y no podri volver. Durante mi adolescencia buscaba este perfecto ensumblaje, constrifiéndome, reduciendo mi mundo. Aparté de mi las centa- ciones mundanas para no mentit, para ser verdadera. Habitaba un a de novelas y poemas. Salia a pasear mirando la luna y me sentia com= pleta. E con la muerte diariamente. Hablaba sola, el futuro no existia. Lo negué todo menos a mi mis cuarto muy oscuro en la azotea de la casa de mi made, rod completa, Tanto que jugab ma y por ello intenté varias veces el suicidio, Luego fui arrancada como una mansa palomita de mi pedante autosuficiencia, Entonces lo acepté todo y yo me negué, Como cuando tenia cinco afios, volvi a preguntar al espejo, quién soy, quie inbres siempre me dieron respuestas maravillosamente inconsistentes y fue una delici vivir esas ilusiones a destiempo. intelectual en los ojos de otros. cetes. Los h ‘ui una diosa, una musa, una hicida Ahora, a los treinta afios, me impongo una tarea de la que no me siento capaz, Sin embargo, no he encontrado la sefial que descubri en mi infancia. Quiaé llegue a los cuarenta intentando em- pevar nuevamente, El almuerzo ya esta casi listos he echado hierba buena al guiso, os noe DESDE EL CONFINAMIENTO DEL EXILIO AL HORIZONTE DE LA ESCRITURA YoLanpa WustrHaLen Desde el exilio, libso de cucntos de Mariella Sala, tiene una larga his- toria, aparecié por primera vez en 1984, tivo una segunda edicién en 1988 con el titulo Desde el exilin y otros cuentos y gané el premio para una cercera edicién que es la que hoy sale a luz bajo el sello Cocodrilo Edie ceva versi6n editorial conserva el titulo inicial, pero con una nu vididos en tres seeciones, incorpora cinco nui vemos el verano», «Mientras la siesta»,"«Bilichis, «Cielo» y «Noche a dos de la segunda edicién. Libro emblemitico nes. Lan va estructura, retine ahora 14 cuentos di- fos cuentos —«Nos limefiae— y re de la literatura eserita por mujeres de la década del 80 del siglo XX, vuelve a renacer empoxerado en el siglo XX1, como lo hacen las nuevas luchadoras sociales y de la cultura Desde el titulo, la autora nos sumerge en la condicién de e: lio en el que vive la mujer, exilio entendido en todas sus acepcion como separacién (y marginacién) de la tierra en la que vive —1 sociedad patriarcal peruana y latinoamericana—, como lugar en el que vive la exiliada o mejor dicho el conjunto de ellas y, por tiltimo, exilio es un lu- el efecto que dicho estado tiene sobre la persona Gn, una condicién de vida, un estado gar de expatri imico y un lugar de enunciaci6n, 109

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