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Seminario de fundamentos de cuántica

“La verdad habita en  
las profundidades”

Meridion AC
2012

Compilado por Cuántica para Todos  
www.facebook.com/cuantica.paratodos
Indice

TEXTOS PRINCIPALES
“La verdad habita en las profundidades” de W. Heisenberg  ......................................... 3
“La ciencia y lo bello” de W. Heisenberg  ........................................................................ 13

TEORÍA CUÁNTICA
“Comportamiento cuántico” de R. Feynman  ................................................................. 33
“The present state of quantum mechanics” de W. Schrödinger  .................................... 50

FILOSOFÍA
“Acerca de lo que hay” de W. Quine  .............................................................................. 71
“Manifiesto del círculo de Viena” de varios  ................................................................. 83

CUÁNTICA Y ARTE
“Cortázar cuántico” de C. Ferrer................................................................................... 101
—6—

Comportamiento cuántico

Mecánica atómica
En los últimos capítulos hemos discutido las ideas esenciales necesarias para una
comprensión de la mayoría de los fenómenos luminosos importantes, o de la radiación
electromagnética en general. (Hemos dejado unos pocos temas especiales para el
próximo año. Concretamente, la teoría del índice de refracción de los materiales
densos y la reflexión total interna.) Lo que hemos tratado se denomina «teoría clásica»
de las ondas eléctricas, que resulta ser una descripción muy adecuada de la naturaleza
para muchos efectos. No hemos tenido que preocuparnos todavía por el hecho de que
la energía luminosa se da en porciones o «fotones».
Como nuestro siguiente tema, nos gustaría abordar el problema del
comportamiento de pedazos de materia relativamente grandes: sus propiedades
mecánicas y térmicas, por ejemplo. Al discutir éstas, encontraremos que la teoría
«clásica» (o más antigua) falla casi de inmediato, porque la materia está hecha
realmente de partículas de tamaño atómico. Seguiremos tratando sólo con la parte
clásica, porque esa es la única parte que podemos entender utilizando la mecánica
clásica que hemos estado aprendiendo. Pero no tendremos mucho éxito. Veremos que
en el caso de la materia, a diferencia del caso de la luz, nos encontraremos en
dificultades relativamente pronto. Podríamos, por supuesto, prescindir
sistemáticamente de los efectos atómicos, pero en lugar de ello insertaremos aquí una
pequeña digresión en la que describiremos las ideas básicas de las propiedades
cuánticas de la materia, es decir, las ideas cuánticas de la física atómica, de modo que
ustedes podrán hacerse una idea de lo que estamos omitiendo. Pues, en efecto,
tendremos que dejar fuera algunos temas importantes aunque inevitablemente nos
acerquemos a ellos.
Así pues, daremos ahora una introducción al tema de la mecánica cuántica, pero
no seremos realmente capaces de profundizar en el tema hasta mucho más tarde.
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

La «mecánica cuántica» es la descripción del comportamiento de la materia en


todos sus detalles y, en particular, de lo que sucede a escala atómica. Las cosas a una
escala muy pequeña no se comportan como nada de lo que ustedes tengan
experiencia directa. No se comportan como ondas, no se comportan como partículas,
no se comportan como nubes, o como bolas de billar, o como pesos colgados de
muelles, o como nada que ustedes hayan visto alguna vez.
Newton pensaba que la luz estaba hecha de partículas, pero luego se descubrió,
como hemos visto aquí, que se comporta como una onda. Sin embargo,
posteriormente (a comienzos del siglo XX) se encontró que la luz sí se comportaba a
veces como una partícula. En épocas pasadas se pensaba que el electrón, por ejemplo,
se comportaba como una partícula, y luego se encontró que en muchos aspectos se
comportaba como una onda. Así que realmente no se comporta como ninguna de las
dos cosas. Ahora hemos cedido. Decimos: «No es ni una cosa ni otra».
Hay, no obstante, una feliz circunstancia: los electrones se comportan
exactamente igual que la luz. El comportamiento cuántico de los objetos atómicos
(electrones, protones, neutrones, fotones y demás) es el mismo para todos; todos son
«partículas-ondas», o como quiera que ustedes prefieran llamarlos. Así que lo que
aprendamos sobre las propiedades de los electrones (que utilizaremos como ejemplos)
se aplicará también a todas las «partículas», incluyendo los fotones de la luz.
La acumulación gradual de información sobre el comportamiento atómico y a
pequeña escala durante el primer cuarto de este siglo, que proporcionó algunos
indicios sobre el comportamiento de las cosas pequeñas, produjo una confusión cada
vez mayor que fue resuelta finalmente en 1926 y 1927 por Schrödinger, Heisenberg y
Born. Estos obtuvieron finalmente una descripción consistente del comportamiento de
la materia a pequeña escala. Abordaremos las principales características de esta
descripción en este capítulo.
Puesto que el comportamiento atómico es tan diferente de la experiencia
ordinaria, resulta muy difícil acostumbrarse a él y se presenta como algo peculiar y
misterioso para todos, tanto para el novato como para el físico avezado. Ni siquiera los
expertos lo entienden tan bien como quisieran, y es perfectamente razonable que no
lo hagan porque toda la experiencia y la intuición humana directa se aplican a objetos
grandes. Sabemos cómo actuarán los objetos grandes, pero las cosas a pequeña escala
no actúan de ese modo. Así que tenemos que aprender acerca de ellas de manera
abstracta o imaginativa y no mediante una conexión con nuestra experiencia directa.
En este capítulo nos encontraremos inmediatamente con el elemento básico del
misterioso comportamiento en su forma más extraña. Decidimos examinar un
fenómeno que es imposible, absolutamente imposible, de explicar de cualquier forma
clásica, y que contiene el corazón de la mecánica cuántica. En realidad, contiene el
único misterio. No podemos explicar el misterio en el sentido de «explicar» cómo
funciona. Les contaremos cómo funciona. Para contarles cómo funciona tendremos
que hablarles de las peculiaridades básicas de toda la mecánica cuántica.

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

Un experimento con balas


Para tratar de entender el comportamiento cuántico de los electrones, compararemos
y contrastaremos su comportamiento, en un montaje experimental concreto, con el
comportamiento más familiar de partículas tales como balas y con el comportamiento
de ondas tales como las ondas de agua. Consideremos primero el comportamiento de
las balas en el montaje experimental mostrado esquemáticamente en la figura 6.1.
Tenemos una ametralladora que dispara un chorro de balas. No es una ametralladora
muy buena, pues las balas se dispersan (aleatoriamente) sobre una extensión angular
bastante grande, tal como se indica en la figura. Frente a la ametralladora tenemos
una pared (constituida por una lámina acorazada) que tiene dos agujeros del tamaño
suficiente para permitir el paso de una bala. Detrás de la pared hay una pantalla
(digamos una pared gruesa de madera) que «absorberá» las balas cuando incidan en
ella. Delante de la pantalla tenemos un objeto que llamaremos un «detector» de balas.
Podría ser una caja que contenga arena. Cualquier bala que entre en el detector
quedara frenada y almacenada. Cuando lo deseemos, podemos vaciar la caja y contar
el número de balas que han sido recogidas. El detector puede moverse de un lado a
otro (en lo que denominaremos la dirección x).

6.1 Experimento de interferencia con balas.

Con este aparato podemos encontrar experimentalmente la respuesta a la


pregunta: «¿Cuál es la probabilidad de que una bala que pasa a través de los agujeros
de la pared llegue a un punto de la pantalla situado a una distancia x del centro?». En
primer lugar, ustedes deben darse cuenta de que tenemos que hablar de probabilidad,
porque no podemos decir categóricamente dónde irá a parar cada bala concreta. Una
bala que incida por casualidad en uno de los agujeros puede rebotar en los bordes del
mismo y terminar en cualquier parte. Por «probabilidad» entendemos las posibilidades
de que la bala llegue al detector, que podemos medir contando el número de balas
que llegan al detector en un intervalo de tiempo dado y tomando luego el cociente
entre este número y el número total de balas que inciden en la pantalla durante este
tiempo. O, si suponemos que la ametralladora dispara siempre al mismo ritmo durante
las medidas, la probabilidad que buscamos es simplemente proporcional al número de
balas que llegan al detector en un intervalo de tiempo estándar.
Para nuestros propósitos actuales nos gustaría imaginar un experimento algo
idealizado en el que las balas no son balas reales, sino que son balas indestructibles,

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

que no pueden partirse en dos. En nuestro experimento encontramos que las balas
siempre llegan en porciones, y cuando encontramos algo en el detector, se trata
siempre de una bala entera. Si el ritmo al que dispara la ametralladora se hace muy
lento, encontramos que en cualquier instante dado o bien no llega nada o bien llega
una y sólo una exactamente una bala a la pantalla. Además, el tamaño de la porción no
depende del ritmo de disparo de la ametralladora. Diremos: «Las balas llegan siempre
en porciones idénticas». Lo que medimos con nuestro detector es la probabilidad de
llegada de una porción. Y medimos la probabilidad como una función de x. El resultado
de tales medidas con este aparato (aún no hemos hecho el experimento, de modo que
en realidad estamos imaginando el resultado) se representa en la gráfica dibujada en
la parte (c) de la figura 6.1. En la gráfica representamos la probabilidad hacia la
derecha y x en vertical, de modo que la escala x se ajusta al diagrama del aparato.
Llamaremos a esta probabilidad P12 porque las balas pueden haber atravesado el
agujero 1 o el agujero 2. Ustedes no se sorprenderán de que P12 sea alta cerca del
centro de la gráfica y se haga pequeña si x es muy grande. Ustedes pueden
preguntarse, sin embargo, por qué P12 tiene su valor máximo en x = 0. Podemos
entender este hecho si repetimos nuestro experimento después de tapar el agujero 2 y
lo volvemos a repetir mientras está tapado el agujero 1. Cuando el agujero 2 está
tapado, las balas sólo pueden pasar a través del agujero 1, y obtenemos la curva
marcada P1 en la parte (b) de la figura. Como ustedes esperarían, el máximo de P 1
ocurre en el valor de x que está alineado con la ametralladora y el agujero 1. Cuando el
agujero 1 está cerrado, obtenemos la curva simétrica P 2 dibujada en la figura. P2 es la
distribución de probabilidad para las balas que pasan a través del agujero 2.
Comparando las partes (b) y (c) de la figura 6.1, encontramos el importante resultado
de que

P12= P1+ P2 (6.2)

Las probabilidades simplemente se suman. El efecto cuando ambos agujeros están


abiertos es la suma de los efectos con cada agujero abierto por separado. Llamaremos
a este resultado una observación de «ausencia de interferencia», por una razón que
verán más adelante. Hasta aquí lo relativo a las balas. Ellas llegan en porciones, y su
probabilidad de llegada no muestra interferencia.

Un experimento con ondas


Ahora queremos considerar un experimento con ondas de agua. El aparato se muestra
esquemáticamente en la figura 6.3. Tenemos una cubeta profunda de agua. Un
pequeño objeto etiquetado como «fuente de ondas» oscila verticalmente movido por
un motor y produce ondas circulares. A la derecha de la fuente tenemos de nuevo una
pared con dos agujeros, y más allá de ella hay una segunda pared que, para simplificar
las cosas, es un «absorbente», de modo que no hay reflexión de las ondas que llegan a
ella. Puede hacerse construyendo una «playa» de arena en pendiente. Delante de la
playa colocamos un detector que puede moverse de un lado a otro en la dirección x,
como antes. El detector es ahora un dispositivo que mide la «intensidad» del

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

movimiento del agua. Ustedes pueden imaginar un aparato que mida la altura del
movimiento del agua pero cuya escala esté calibrada en proporción al cuadrado de la
altura real, de modo que la lectura sea proporcional a la intensidad de la onda.
Nuestro detector lee entonces en proporción a la energía transportada por la onda; o
más bien, al ritmo al que la energía es transportada al detector.
Lo primero que hay que notar, con nuestro aparato de ondas, es que la intensidad
puede tener cualquier valor. Si el movimiento de la fuente es muy pequeño, entonces
hay solamente un movimiento muy pequeño de ondas en el detector. Cuando hay más
movimiento en la fuente, hay más intensidad en el detector. La intensidad de la onda
puede tener cualquier valor. No diríamos que haya «saltos» en la intensidad de la
onda.

6.3 Experimento de interferencia con ondas de agua.

Midamos ahora la intensidad de la onda para varios valores de x (manteniendo


siempre igual la actividad de la fuente de ondas). Obtenemos la interesante curva
marcada I12 en la parte (c) de la figura.
Ya hemos calculado cómo pueden surgir tales figuras cuando estudiamos la
interferencia de las ondas eléctricas. En este caso observaríamos que la onda original
se difracta en los agujeros, y nuevas ondas circulares se dispersan a partir de cada
agujero. Si tapamos un agujero cada vez y medimos la distribución de intensidades en
el absorbente encontraremos las curvas de intensidad bastante simples mostradas en
la parte (b) de la figura. I1 es la intensidad de la onda procedente del agujero 1 (la que
encontramos midiendo cuando el agujero 2 está bloqueado) e I12 es la intensidad de la
onda procedente del agujero 2 (vista cuando el agujero 1 está bloqueado).
La intensidad I12 observada cuando ambos agujeros están abiertos no es
ciertamente la suma de I1 e I2. Decimos que hay «interferencia» de las dos ondas. En
algunos lugares (donde la curva I12 tiene sus máximos) las ondas están «en fase» y los
picos de las ondas se suman para dar una gran amplitud y, por consiguiente, una gran
intensidad. Decimos que las dos ondas están «interfiriendo constructivamente» en
tales lugares. Habrá tal interferencia constructiva donde quiera que la distancia desde
el detector a un agujero sea un número entero de longitudes de onda mayor (o menor)
que la distancia desde el detector al otro agujero.
En aquellos lugares donde las dos ondas llegan al detector con una diferencia de
fase de π (donde están en «oposición de fase») el movimiento ondulatorio resultante
en el detector será la diferencia de las dos amplitudes. Las ondas «interfieren

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

destructivamente» y obtenemos un valor pequeño para la intensidad de la onda.


Esperamos estos valores pequeños donde quiera que la distancia entre el agujero 1 y
el detector difieren de la distancia entre el agujero 2 y el detector en un número impar
de semilongitudes de onda. Los bajos valores de I12 en la figura 6.3 corresponden a los
lugares donde las dos ondas interfieren destructivamente.
Recordarán ustedes que la relación cuantitativa entre I 1, I2 e I12 puede expresarse
de la siguiente forma: la altura instantánea de la onda de agua en el detector para la
onda procedente del agujero 1 puede escribirse como (la parte real de) ĥ 1eiwt, donde la
«amplitud» ĥ 1 es, en general, un número complejo. La intensidad es proporcional a la
altura media al cuadrado o, cuando utilizamos los números complejos, a |ĥ 1|2.
Análogamente, para el agujero 2 la altura es ĥ2eiwt y la intensidad es proporcional a
|ĥ2|2. Y cuando ambos agujeros están abiertos, las alturas de las ondas se suman para
dar la altura (ĥ1+ĥ2)eiwt y la intensidad |ĥ 1+ĥ2|2. Omitiendo la constante de
proporcionalidad para nuestro propósito actual, las relaciones adecuadas para las
ondas que interfieren son

2 2 2
I1 = |ĥ1| , I2 = |ĥ 2| , I12 = |ĥ1+ĥ2| (6.4)

Notarán ustedes que el resultado es completamente diferente del que se obtenía


con balas (6.2). Si desarrollamos |ĥ1+ĥ2| vemos que

2 2 2
|ĥ1+ĥ2| = |ĥ1| + |ĥ 2| + 2 |ĥ1| |ĥ2| cos δ (6.5)

donde δ es la diferencia de fases entre ĥ 1 y ĥ2. En términos de intensidades


escribiríamos

1/2
I12 = I1 + I2 + 2 (I1I2) cosδ (6.6)

El último término en (6.6) es el «término de interferencia». Hasta aquí lo relativo a


las ondas de agua. La intensidad puede tener cualquier valor, y muestra interferencia.

Un experimento con electrones


Imaginemos ahora un experimento similar con electrones. Se muestra
esquemáticamente en la figura 6.7. Tenemos un cañón de electrones que consiste en
un filamento de tungsteno calentado mediante una corriente eléctrica y rodeado por
una caja metálica con un agujero. Si el filamento está a un voltaje negativo con
respecto a la caja, los electrones emitidos por el filamento serán acelerados hacia las
paredes y algunos pasarán a través del agujero. Todos los electrones que salgan del
cañón tendrán (aproximadamente) la misma energía. Frente al cañón hay de nuevo
una pared (simplemente una placa metálica delgada) con dos agujeros. Detrás de la
pared hay otra placa que servirá de «pantalla». Delante de la pantalla colocamos un
detector móvil. El detector podría ser un contador geiger o, quizá mejor, un
multiplicador electrónico, que está conectado a un altavoz.

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

6.7 Experimento de interferencia con electrones.

Habría que decir antes de seguir que ustedes no deberían tratar de montar este
experimento (como podrían haber hecho con los dos que ya hemos descrito). Este
experimento nunca ha sido realizado exactamente así. La dificultad está en que el
aparato tendría que construirse a una escala imposiblemente pequeña para mostrar
los efectos en los que estamos interesados. Estamos realizando un «experimento
mental», que hemos escogido porque es fácil de imaginar. Sabemos los resultados que
se obtendrían porque se han realizado muchos experimentos en los que la escala y las
proporciones han sido escogidas para mostrar los efectos que vamos a describir.
Lo primero que notamos con nuestro experimento con electrones es que oímos
«clicks» agudos procedentes del detector (esto es, del altavoz). Y todos los «clicks» son
iguales. No hay «medios clicks».
Deberíamos notar también que los «clicks» se producen de forma muy errática.
Algo parecido a: click… click click… click… click… click click… click…, etc., como, sin
duda, ustedes habrán oído en un contador geiger en acción. Si contamos los clicks que
llegan durante un intervalo de tiempo suficientemente largo digamos muchos minutos
y luego los contamos de nuevo durante otro periodo de tiempo igual, encontramos
que los dos números son aproximadamente iguales. De este modo podemos hablar del
ritmo promedio al que se oyen los clicks (tantos y tantos clicks por minuto en
promedio).
Cuando desplazamos el detector, el ritmo con el que aparecen los clicks se hace
más rápido o más lento, pero el tamaño (el ruido) de cada click es siempre el mismo. Si
bajamos la temperatura del filamento en el cañón, el ritmo de clicks disminuye, pero
cada click sigue sonando igual. Tendríamos que notar también que si colocamos dos
detectores separados en la pantalla, uno u otro hará click, pero nunca los dos a la vez.
(Salvo que, de cuando en cuando, si hubiera dos clicks muy próximos en el tiempo,
nuestro oído quizá no notase la separación.) Concluimos, por consiguiente, que sea lo
que sea lo que llega a la pantalla lo hace en «porciones». Todas las «porciones» son del
mismo tamaño: sólo llegan «porciones» enteras, y llegan a la pantalla de una en una.
Diremos: «Los electrones llegan siempre en porciones idénticas».
Podemos proceder ahora de la misma forma que hicimos en nuestro experimento
con balas para encontrar experimentalmente la respuesta a la pregunta: «¿Cuáles son
las probabilidades relativas de que una «porción» electrónica llegue a la pantalla a
diferentes distancias x del centro?». Como antes, obtenemos la probabilidad relativa
observando el ritmo de clicks mientras se mantiene constante la actividad del cañón.

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

La probabilidad de que llegue una porción a un x concreto es proporcional al ritmo


promedio de clicks en dicho x.
El resultado de nuestro experimento es la interesante curva señalada P 12 en la
parte (c) de la figura 6.7. ¡Sí! Así es como funcionan los electrones.

La interferencia de las ondas electrónicas


Tratemos ahora de analizar la curva de la figura 6.7 para ver si podemos entender el
comportamiento de los electrones. Lo primero que tendríamos que decir es que,
puesto que llegan en porciones, cada porción, que podemos llamar un electrón, ha
atravesado o bien el agujero 1 o bien el agujero 2. Escribamos esto en forma de una
«Proposición»:

Proposición A: cada electrón y atraviesa el agujero 1 o atraviesa el agujero 2. (6.8)

Aceptando la Proposición A, todos los electrones que llegan a la pantalla pueden


dividirse en dos clases: 1) los que han atravesado el agujero 1, y 2) los que han
atravesado el agujero 2. Nuestra curva observada debe ser entonces la suma de los
efectos de los electrones que atraviesan el agujero 1 y los electrones que atraviesan el
agujero 2. Comprobemos esta idea mediante el experimento.
En primer lugar, haremos una medida para los electrones que atraviesan el
agujero 1. Bloqueamos el agujero 2 y hacemos nuestro recuento de clicks del detector.
A partir del ritmo de recuento, obtenemos P 1. El resultado de la medida se muestra en
la curva señalada P1 en la parte (b) de la figura 6.7. El resultado parece bastante
razonable. De modo análogo medimos P2, la distribución de probabilidad para los
electrones que atraviesan el agujero 2. El resultado de esta medida se muestra
también en la figura.
Es evidente que el resultado P12 obtenido con ambos agujeros abiertos no es la
suma de P1 y P2, las probabilidades para cada agujero por separado. Por analogía con
nuestro experimento con ondas de agua, decimos: «Hay interferencia».

Para electrones: P 12:≠ P1 + P2 (6.9)

¿Cómo puede producirse una interferencia semejante? Quizá deberíamos decir:


«Bien, esto significa, presumiblemente, que no es verdad que las porciones atraviesen
el agujero 1 o el agujero 2, porque, si así fuera, las probabilidades deberían sumarse.
Quizá siguen un camino más complicado. Se dividen por la mitad y...». Pero ¡no! No
pueden, llegan siempre en porciones... «Bien, quizá algunos de ellos pasan a través de
1, y luego vuelven a pasar a través de 2, y luego vuelven algunas veces más, o por
algún otro camino complicado... entonces, al cerrar el agujero 2 cambiamos las
posibilidades de que un electrón que empezó atravesando el agujero 1 llegue
finalmente a la pantalla...» ¡Pero, un momento! Hay algunos puntos a los que llegan
muy pocos electrones cuando ambos agujeros están abiertos, pero que reciben
muchos electrones si cerramos un agujero, así que cerrar un agujero aumenta el

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

número de electrones procedentes del otro. Nótese, sin embargo, que en el centro de
la figura P12 es más del doble de la suma P1 + P2. Es como si cerrar un agujero
disminuyese el número de electrones que atraviesan el otro agujero. Parece difícil
explicar ambos efectos proponiendo que los electrones viajan por caminos
complicados.
Todo esto es bastante misterioso. Y cuanto más lo miren, más misterioso parece.
Se han propuesto muchas ideas para tratar de explicar la curva P12 en términos de
electrones individuales que siguen vías complicadas a través de los agujeros. Ninguna
de ellas ha tenido éxito. Ninguna de ellas puede dar la curva correcta para P 12 en
términos de P1 y P2.
Pero, de forma bastante sorprendente, las matemáticas que relacionan P 1 y P2
con P12 son extraordinariamente sencillas. En efecto, P12 es exactamente igual que la
curva I12 de la figura 6.3, y ésta era sencilla. Lo que está pasando en la pantalla puede
describirse mediante dos números complejos que podemos llamar ø1 y ø2 (son
funciones de x, por supuesto). El cuadrado del valor absoluto de ø1 da el efecto cuando
sólo el agujero 1 está abierto. Es decir, P1 = |ø1|2. El efecto cuando sólo el agujero 2
está abierto viene dado por ø 2 de la misma forma. Es decir, P2 = |ø2|2. Y el efecto
combinado de los dos agujeros es simplemente P 12 = |ø1+ ø2|2. ¡Las matemáticas son
las mismas que teníamos para las ondas de agua! (Es difícil ver cómo se podría obtener
un resultado tan sencillo a partir de un juego complicado de electrones que van y
vienen a través de la placa siguiendo alguna trayectoria extraña.)
Concluimos lo siguiente: los electrones llegan en porciones, como partículas, y la
probabilidad de la llegada de estas porciones se distribuye como la distribución de la
intensidad de una onda. En este sentido es en el que decimos que un electrón se
comporta «a veces como partícula y a veces como onda».
Dicho sea de paso, cuando estábamos tratando con ondas clásicas definíamos la
intensidad como la media temporal del cuadrado de la amplitud de la onda, y
utilizábamos números complejos como un truco matemático para simplificar el
análisis. Pero en mecánica cuántica resulta que las amplitudes deben representarse
con números complejos. Las partes reales solas no bastan. Este es un punto técnico,
por el momento, porque las fórmulas parecen exactamente Iguales.
Puesto que la probabilidad de llegada a través de ambos agujeros viene dada de
una forma tan simple, aunque no sea igual a (P1+P2), esto es realmente todo lo que hay
que decir. Pero hay muchas sutilezas implicadas en el hecho de que la naturaleza
funcione de este modo. Quisiéramos ahora ilustrar para ustedes algunas de estas
sutilezas. En primer lugar, puesto que el número que llega a un punto concreto no es
igual al número que llega a través de 1 más el número que llega a través de 2, tal como
hubiéramos concluido a partir de la proposición A, indudablemente deberíamos
concluir que la Proposición A es falsa. No es verdad que los electrones pasen o bien a
través del agujero 1 o bien a través del agujero 2. Pero esta conclusión puede ser
verificada con otro experimento.

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Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

Observando los electrones


Intentaremos ahora el siguiente experimento. A nuestro aparato de electrones le
añadiremos una fuente lumínica muy intensa, colocada detrás de la pared y entre los
dos agujeros, como se muestra en la figura 6.10. Sabemos que las cargas eléctricas
dispersan la luz. Así, cada vez que pase un electrón, e independientemente de por
dónde pase, en su camino hacia el detector dispersará luz hacia nuestros ojos y
podremos ver dónde está el electrón. Si, por ejemplo, un electrón fuera a tomar el
camino a través del agujero 2 que está indicado en la figura 6.10, deberíamos ver un
destello luminoso procedente de la vecindad del lugar señalado en la figura. Si un
electrón atraviesa el agujero 1 esperaríamos ver un destello en la vecindad del agujero
superior. Si se diera el caso de recibir luz de ambos lugares al mismo tiempo, porque el
electrón se divide por la mitad... ¡Hagamos simplemente el experimento!

6.10 Un experimento diferente con electrones.

Esto es lo que vemos: cada vez que oímos un «click» procedente de nuestro
detector electrónico (en la pantalla), vemos también un destello luminoso o bien cerca
del agujero 1 o bien cerca del agujero 2, ¡pero nunca ambos al mismo tiempo! Y
observamos el mismo resultado sea cual sea la posición del detector. A partir de esta
observación concluimos que, cuando miramos los electrones, encontramos que ellos
atraviesan un agujero o el otro. Experimentalmente, la Proposición A es
necesariamente verdadera.
¿Qué es entonces lo que está mal en nuestro argumento en contra de la
Proposición A? ¿Por qué P12 no es exactamente igual a P1 + P2? ¡Volvamos al
experimento! Sigamos la pista de los electrones y descubramos qué están haciendo.
Para cada posición (localización x) del detector contaremos los electrones que llegan y
también tomaremos nota de qué agujero atraviesan, observando los destellos.
Podemos tomar nota de las cosas del modo siguiente: cada vez que oigamos un «click»
anotaremos un punto en la columna 1 si vemos el destello cerca del agujero 1, y si
vemos el destello cerca del agujero 2, anotaremos un punto en la columna 2. Cada
electrón que llega queda registrado en una de las dos categorías: aquellos que
atraviesan 1 y aquellos que atraviesan 2. A partir del número registrado en la columna
1 obtenemos la probabilidad P’1 de que un electrón llegue al detector vía el agujero 1;
y a partir del número registrado en la columna 2 obtenemos P’2, la probabilidad de que
un electrón llegue al detector vía el agujero 2. Si ahora repetimos tales medidas para

106
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

muchos valores de x, obtenemos las curvas para P’1 y P’2 mostradas en la parte (b) de
la figura 6.10.
Bien, ¡esto no es demasiado sorprendente! Obtenemos para P’1 algo bastante
similar a lo que obtuvimos antes para P1 al bloquear el agujero 2; y P’2 es similar a lo
que obtuvimos al bloquear el agujero 1. Así pues, no hay ningún asunto complicado
como pudiera ser el paso a través de ambos agujeros. Cuando los observamos, los
electrones los atraviesan simplemente como esperaríamos que los atravesasen. Ya
estén los agujeros abiertos o cerrados, aquellos electrones que vemos pasar a través
del agujero 1 se distribuyen de la misma forma independientemente de que el agujero
2 esté abierto o cerrado.
¡Pero esperen! ¿Qué tenemos ahora para la probabilidad total, la probabilidad de
que un electrón llegue al detector por cualquier camino? Ya tenemos esa información.
Simplemente hagamos como si no hubiéramos mirado los destellos luminosos y
acumulemos los clicks del detector que hemos separado en las dos columnas. Tan sólo
debemos sumar los números. Para la probabilidad de que un electrón llegue a la
pantalla atravesando un agujero u otro encontramos P’12 = P1 + P2. Es decir, aunque
tuvimos éxito en observar por qué agujero pasó el electrón, ya no obtenemos la
antigua curva de interferencia P12, sino una nueva, P’12, ¡que ahora no muestra
interferencia! Si desconectamos la luz, recuperamos P12.
Debemos concluir que cuando miramos los electrones la distribución de los
mismos en la pantalla es diferente de cuando no los miramos. ¿Quizá es el encendido
de nuestra fuente luminosa lo que perturba las cosas? Probablemente los electrones
son muy delicados, y la luz, cuando es dispersada por los electrones, les da un empujón
que cambia su movimiento. Sabemos que el campo eléctrico de la luz actuando sobre
una carga ejercerá una fuerza sobre ella. Quizá deberíamos esperar por ello que el
movimiento sea alterado. En cualquier caso, la luz ejerce una gran influencia sobre los
electrones. Al tratar de «observar» los electrones hemos alterado sus movimientos. Es
decir, el empujón dado a un electrón cuando el fotón es dispersado por él es tal que
altera el movimiento del electrón lo suficiente para que, si hubiera podido ir allí donde
P12 tenía un máximo, en su lugar aterrizará donde P12 tenía un mínimo; por esto es por
lo que ya no vemos los efectos de interferencia ondulatoria.
Quizá ustedes estén pensando: «¡No utilicemos una fuente tan brillante!
¡Reduzcamos la intensidad! Las ondas luminosas serán entonces más débiles y no
perturbarán tanto a los electrones. Seguramente al hacer la luz cada vez más tenue
llegará a ser finalmente suficientemente débil para tener un efecto despreciable». Muy
bien. Intentémoslo. Lo primero que observamos es que los destellos luminosos
dispersados por el paso de los electrones no se hacen más débiles. Los destellos tienen
siempre el mismo tamaño. Lo único que sucede cuando la luz se hace más tenue es
que a veces oímos un «click» procedente del detector pero no vemos ningún destello
en absoluto. El electrón ha pasado sin ser «visto». Lo que estamos observando es que
la luz actúa también como los electrones; sabíamos que era «ondulada», pero ahora
encontramos también que viene «en porciones». Siempre llega o es dispersada en
porciones que llamamos «fotones». Cuando disminuimos la intensidad de la fuente
lumínica no cambiamos el tamaño de los fotones, sino sólo el ritmo al que son
emitidos. Esto explica por qué, cuando nuestra fuente es tenue, algunos electrones

107
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

pasan sin ser vistos. Resulta que no había ningún fotón presente en el instante en que
el electrón atravesó el agujero.
Todo esto es algo descorazonador. Si es cierto que cada vez que «vemos» el
electrón vemos un destello del mismo tamaño, entonces los electrones que vemos son
siempre los perturbados. Intentemos, en cualquier caso, el experimento con una luz
tenue. Ahora, cada vez que oigamos un click en el detector anotaremos un punto en
alguna de las tres columnas: en la columna (1) los electrones vistos en el agujero 1, en
la columna (2) los electrones vistos en el agujero 2, y en la columna (3) los electrones
no vistos. Cuando juntamos nuestros datos (para calcular las probabilidades)
encontramos estos resultados: los «vistos en el agujero 1» tienen una distribución
similar a P’1; los «vistos en el agujero 2» tienen una distribución similar a P’ 2 (de modo
que los «vistos por el agujero 1 o por el agujero 2 tienen una distribución similar a
P’12); y los «no vistos» tienen una distribución «ondulatoria» exactamente igual que P 12
de la figura 6.6! Si los electrones no son vistos, ¡tenemos interferencia!
Esto es comprensible. Cuando no vemos el electrón, ningún fotón lo perturba, y
cuando lo vemos es que un fotón lo ha perturbado. Hay siempre la misma cantidad de
perturbación, puesto que todos los fotones de la luz producen efectos del mismo
tamaño, y el efecto de los fotones al ser dispersados es suficiente para borrar cualquier
efecto de interferencia.
¿No hay alguna forma de que podamos ver los electrones sin perturbarlos?
Aprendimos en un capítulo anterior que el momento) transportado por un «fotón» es
inversamente proporcional a su longitud de onda (p = h/λ). Ciertamente el empujón
dado al electrón cuando el fotón es dispersado hacia nuestros ojos depende del
momento que transporta el fotón. ¡Ajá! Si sólo queríamos perturbar ligeramente a los
electrones no deberíamos haber disminuido la intensidad de la luz, sino que
deberíamos haber disminuido su frecuencia (que es lo mismo que incrementar su
longitud de onda). Utilicemos luz de un color más rojo. Podríamos entonces utilizar luz
infrarroja, o radioondas (como el radar), y «ver» dónde fue el electrón con ayuda de
algún equipo que pueda «ver» luz de estas longitudes de onda más largas. Si utilizamos
luz «más suave» quizá podamos evitar el perturbar tanto a los electrones.
Intentemos el experimento con ondas más largas. Seguiremos repitiendo nuestro
experimento cada vez con luz de una mayor longitud de onda. Al principio, parece que
nada cambia. Los resultados son los mismos. Luego sucede algo terrible. Recordarán
ustedes que cuando discutimos el microscopio señalamos que, debido a la naturaleza
ondulatoria de la luz, hay una limitación a lo próximos que dos puntos pueden estar y
seguir viéndose como dos puntos separados. Esta distancia es del orden de la longitud
de onda de la luz. Por ello, ahora, al hacer la longitud de onda más larga que la
distancia entre nuestros agujeros, vemos un gran destello borroso cuando la luz es
dispersada por los electrones. ¡Ya no podemos decir por qué agujero pasó el electrón!
¡Simplemente sabemos que fue a alguna parte! Y es solamente con luz de este color
cuando encontramos que los empujones dados a los electrones son suficientemente
pequeños para que P’12 empiece a parecerse a P12, que empezamos a obtener algún
efecto de interferencia. Y es sólo con longitudes de onda mucho más largas que la
separación de los dos agujeros (cuando no tenemos ninguna posibilidad de decir
dónde fue el electrón) cuando la perturbación debida a la luz se hace suficientemente
pequeña para que obtengamos de nuevo la curva P12 mostrada en la figura 6.7.

108
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

En nuestro experimento encontramos que es imposible disponer la luz de tal


modo que uno pueda decir por qué agujero pasó el electrón y al mismo tiempo no se
perturbe la figura. Heisenberg sugirió que las entonces nuevas leyes de la naturaleza
sólo podrían ser consistentes si hubiera alguna limitación básica a nuestras
capacidades experimentales que hasta entonces no se había reconocido. Él propuso,
como un principio general, su principio de incertidumbre, que podemos establecer en
términos de nuestro experimento de la siguiente forma: «Es imposible diseñar un
aparato para determinar por qué agujero pasó el electrón y que no perturbe al mismo
tiempo los electrones lo suficiente para destruir la figura de interferencia». Si un
aparato es capaz de determinar por qué agujero pasó el electrón, no puede ser tan
delicado que no perturbe la figura de una forma esencial. Nadie ha encontrado nunca
(ni siquiera imaginado) una forma de evitar el principio de incertidumbre. Por ello
debemos suponer que describe una característica básica de la naturaleza.
La teoría completa de la mecánica cuántica que utilizamos ahora para describir los
átomos y, de hecho, toda la materia, depende de la corrección del principio de
incertidumbre. Puesto que la mecánica cuántica es una teoría tan acertada, nuestra
creencia en el principio de incertidumbre se ve reforzada. Pero si se descubriera alguna
vez una forma de «batir» al principio de incertidumbre, la mecánica cuántica daría
resultados inconsistentes y tendría que ser descartada como una teoría válida de la
naturaleza.
«Bien dirán ustedes, ¿qué pasa con la Proposición A? ¿Es cierto, o no es cierto,
que el electrón pasa a través del agujero 1 o pasa a través del agujero 2?» La única
respuesta que puede darse es que hemos encontrado a partir de experimentos que
tenemos que pensar de una forma especial para no caer en inconsistencias. Lo que
debemos decir (para evitar hacer predicciones erróneas) es lo siguiente: si uno mira los
agujeros, o más precisamente, si uno tiene un aparato que es capaz de determinar si
los electrones atraviesan el agujero 1 o el agujero 2, entonces uno puede decir que
atraviesan el agujero 1 o el agujero 2. Pero, cuando uno no trata de decir qué camino
sigue el electrón, cuando no hay nada en el experimento que perturbe a los electrones,
entonces uno no puede decir que un electrón atraviesa o el agujero 1 o el agujero 2. Si
uno dice eso, y empieza a hacer deducciones a partir de dicho enunciado, cometerá
errores en el análisis. Esta es la cuerda floja lógica sobre la que debemos caminar si
queremos describir acertadamente la naturaleza.
Si el movimiento de toda la materia así como el de los electrones debe describirse
en términos de ondas, ¿qué pasa con las balas en nuestro primer experimento? ¿Por
qué no vimos allí una figura de interferencia? Resulta que para las balas las longitudes
de onda eran tan minúsculas que las figuras de interferencia se hacían muy apretadas.
Tan apretadas, de hecho, que con ningún detector de tamaño finito se podrían
distinguir los máximos y los mínimos separados. Lo que vimos era sólo una especie de
promedio, que es la curva clásica. En la figura 6.11 hemos tratado de indicar
esquemáticamente lo que sucede con objetos a gran escala. La parte (a) de la figura
muestra la distribución de probabilidad que podría predecirse para las balas, utilizando
la mecánica cuántica. Se supone que las rápidas oscilaciones representan la figura de
interferencia que se obtiene para ondas de muy corta longitud de onda. Cualquier
detector físico, sin embargo, promediará varias oscilaciones de la curva de

109
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

probabilidad, de modo que las medidas muestran la curva suave dibujada en la parte
(b) de la figura.

6.11 Figura de interferencia con balas: (a) real (esquemática); (b) observada.

Primeros principios de la mecánica cuántica


Escribiremos ahora un resumen de las principales conclusiones de nuestros
experimentos. Sin embargo, pondremos los resultados en una forma que los haga
verdaderos para una clase general de tales experimentos. Podemos escribir nuestro
resumen de forma más sencilla si definimos primero un «experimento ideal» como
uno en el que no hay influencias externas inciertas, es decir, no hay agitación u otras
cosas que pasan y que no podemos tener en cuenta. Seríamos bastante precisos si
dijéramos: «Un experimento ideal es uno en el que todas las condiciones iniciales y
finales del experimento están perfectamente especificadas». Lo que llamaremos «un
suceso» es, en general, sólo un conjunto específico de condiciones iniciales y finales.
(Por ejemplo: «un electrón sale del cañón, llega al detector, y no sucede ninguna otra
cosa».) Ahora nuestro resumen.
RESUMEN
1) La probabilidad de un suceso en un experimento ideal viene dada por el
cuadrado del valor absoluto de un número complejo ø que se denomina amplitud de
probabilidad.

P = probabilidad
ø = amplitud de probabilidad
2
P= |ø| (6.12)

2) Cuando un suceso puede ocurrir de varias formas alternativas, la amplitud de


probabilidad para el suceso es la suma de las amplitudes de probabilidad para cada
forma considerada por separado. Existe interferencia.

ø = ø1 + ø 2
2
P = |ø1 + ø2| (6.13)

110
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

3) Si se realiza un experimento que es capaz de determinar si se ha seguido una u


otra alternativa, la probabilidad del suceso es la suma de las probabilidades para cada
alternativa. Se pierde la interferencia.

P = P 1+ P 2 (6.14)

A uno aún le gustaría preguntar: «¿Cómo funciona? ¿Cuál es el mecanismo que


subyace en la ley?». Nadie ha encontrado ningún mecanismo tras la ley. Nadie puede
«explicar» nada más que lo que acabamos de «explicar». Nadie les dará ninguna
representación más profunda de la situación. No tenemos ninguna idea sobre un
mecanismo más básico a partir del cual puedan deducirse estos resultados.
Nos gustaría resaltar una diferencia muy importante entre la mecánica clásica y la
cuántica. Hemos estado hablando de la posibilidad de que un electrón llegue en una
circunstancia dada. Hemos dado por hecho que en nuestro montaje experimental (o
incluso en el mejor montaje posible) sería imposible predecir exactamente lo que
sucedería. ¡Sólo podemos predecir las probabilidades! Esto significaría, si fuera cierto,
que la física ha abandonado el problema de tratar de predecir exactamente lo que
sucederá en una circunstancia definida. ¡Sí! La física ha abandonado. No sabemos
cómo predecir lo que sucedería en una circunstancia dada, y ahora creemos que es
imposible, que lo único que puede predecirse es la probabilidad de sucesos diferentes.
Hay que reconocer que esto es un retroceso en nuestro ideal primario de comprender
la naturaleza. Quizá sea un paso atrás, pero nadie ha visto la forma de evitarlo.
Haremos ahora unos pocos comentarios sobre una sugerencia que se ha
propuesto a veces para tratar de evitar la descripción que hemos dado: «Quizá el
electrón tiene algún tipo de mecanismo interno —algunas variables internas— que
aún no conocemos. Quizá sea por esto por lo que no podemos predecir lo que
sucederá. Si pudiéramos mirar más de cerca el electrón podríamos ser capaces de
decir dónde acabaría». Hasta donde sabemos, esto es imposible. Seguiríamos estando
en dificultades. Imaginemos que dentro del electrón hay algún tipo de mecanismo que
determina dónde va a ir a parar. Este mecanismo debe determinar también por qué
agujero va a pasar en su camino. Pero no debemos olvidar que lo que está dentro del
electrón no debería ser dependiente de lo que nosotros hacemos, y en particular de si
abrimos o cerramos uno de los agujeros. Así, si un electrón, antes de salir, ha decidido
ya a) por qué agujero va a pasar, y b) dónde va a acabar, deberíamos encontrar P 1 para
aquellos electrones que han elegido el agujero 1, P 2 para aquellos que han elegido el
agujero 2, y necesariamente la suma P1 + P2 para aquellos que llegan a través de los
dos agujeros. No parece haber ninguna forma de evitar esto. Pero hemos verificado
experimentalmente que este no es el caso. Y nadie ha imaginado una forma de escapar
a este rompecabezas. Así, en el momento actual debemos limitarnos a calcular
probabilidades. Decimos «en el momento actual», pero sospechamos con mucha
fuerza que hay algo que seguirá para siempre con nosotros que es imposible romper el
rompecabezas y que así es realmente la naturaleza.

111
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

El principio de incertidumbre
Esta es la forma en que Heisenberg estableció originalmente el principio de
incertidumbre: si ustedes hacen una medida en cualquier objeto, y pueden determinar
la componente x de su momento con una incertidumbre Δp, entonces ustedes no
pueden, al mismo tiempo, conocer su posición x con precisión mayor que Δx = h/Δp.
Los productos de las incertidumbres en la posición y en el momento en cualquier
instante deben ser mayores que la constante de Planck. Este es un caso especial del
principio de incertidumbre que fue establecido antes con más generalidad. El
enunciado más general era que no hay modo de diseñar un montaje para determinar
cuál de las dos alternativas es tomada sin destruir al mismo tiempo la figura de
interferencia.
Mostremos para un caso particular que el tipo de relación dada por Heisenberg
debe ser cierta para evitar el vernos en dificultades. Imaginemos una modificación del
experimento de la figura 6.6, en la que la pared con los agujeros consiste en una placa
montada sobre rodillos de modo que se puede mover libremente arriba y abajo (en la
dirección x), como se muestra en la figura 6.15. Observando cuidadosamente el
movimiento de la placa podemos tratar de decir por qué agujero pasa un electrón.
Imaginemos lo que sucede cuando el detector está colocado en x = 0. Cabría esperar
que un electrón que pasa a través del agujero 1 fuera desviado hacia abajo por la placa
para llegar al detector. Puesto que la componente vertical del momento del electrón
es alterada, la placa debe retroceder con un momento igual en dirección opuesta. La
placa recibirá un empujón hacia arriba. Si el electrón atraviesa el agujero inferior, la
placa debería experimentar un empujón hacia abajo. Es evidente que, para cada
posición del detector, el momento recibido por la placa tendrá un valor diferente para
un paso a través del agujero 1 que; para un paso a través del agujero 2. ¡Así, sin
perturbar los electrones en absoluto, sino simplemente observando la placa, podemos
decir qué camino siguió el electrón!

6.15 Un experimento en el que se mide el retroceso de la pared.

Ahora bien, para hacer esto es necesario saber cuál es el momento de la pantalla
antes de que el electrón la atraviese. De este modo, cuando medimos el momento
después de que ha pasado el electrón, podemos calcular cuánto ha cambiado el
momento de la placa. Recordemos, no obstante, que según el principio de

112
Seis piezas fáciles Comportamiento cuántico

incertidumbre no podemos conocer al mismo tiempo la posición de la placa con una


precisión arbitraria. Pero si no sabemos exactamente dónde está la placa no podemos
decir exactamente dónde están los dos agujeros. Estarán en un lugar diferente para
cada electrón que pase. Esto significa que el centro de nuestra figura de interferencia
tendrá una posición diferente para cada electrón. Las oscilaciones de la figura de
interferencia quedarán borradas. Se podría mostrar cuantitativamente que si
determinamos el momento de la placa con precisión suficiente para determinar a
partir de la medida del retroceso qué agujero fue utilizado, entonces la incertidumbre
en la posición x de la placa será, según el principio de incertidumbre, suficiente para
que la figura observada en el detector se desplace en un sentido u otro a lo largo de la
dirección x una distancia aproximadamente igual a la que hay desde un máximo a su
mínimo más próximo. Tal desplazamiento aleatorio es suficiente para borrar la figura
de modo que no se observe interferencia.
El principio de incertidumbre «protege» a la mecánica cuántica. Heisenberg
reconoció que si fuera posible medir el momento y la posición simultáneamente con
una precisión mayor, la mecánica cuántica se vendría abajo. Por ello, propuso que
debe ser imposible. Luego la gente se sentó y trató de imaginar formas de hacerlo, y
nadie pudo imaginar una forma de medir la posición y el momento de algo una
pantalla, un electrón, una bola de billar, cualquier cosa con una precisión mayor. La
mecánica cuántica mantiene su peligrosa pero precisa existencia.

113
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS

ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

A translation of:
Die gegenwärtige Situation in der Quantenmechanik
Die Naturwissenschaften, 48, 807-812, 823-828, 844-849 (1935).

C ONTENTS
1. The physics of models 1
2. The statistics of variables in quantum models 3
3. Probabilistic forecasts: examples 4
4. Is an ensemble interpretation tenable? 5
5. Are variables really indistinct? 6
6. Epistemological reform 7
7. Wave functions as expectation catalogues 8
8. Measurement theory-I 9
9. ψ-functions as state descriptions 10
10. Measurement theory-II 11
11. Entanglement resolution, an intervention of consciousness 14
12. An example-I 15
13. Example-II: all possible measurements are entangled 16
14. Time variation of entanglement; status of time 18
15. A law of nature or just an algorithm 20

1. T HE PHYSICS OF MODELS

In the second half of the nineteenth century an Ideal of the exact description of nature
was achieved that is the fruit of hundreds of years of research and an aspiration for eons.
Built on the kinetic theory of gases and the mechanical theory of heat, it is described as
‘classical,’ and has the following characteristics.
For those natural objects for which one would like to comprehend their observed be-
havior, one constructs an image, based on experiment but without excluding intuition, that
is accurate in all details, actually, in view of practical limits, more exact than obtainable
by any possible empirically means. The precision of this image should compare with that
of a mathematical construction or a geometrical figure, which, from a limited number of
specifications, allows the calculation of all other details. For example, knowing one side
and two angles of a triangle is sufficient to calculate the remaining sides and angle, the
inscribed circles and their radii, etc. Such an image would differ from geometric figures
only in that it exists in time and must be configured in four dimensional space-time as pre-
cisely as a geometrical figure in three. That is, the difference is (as is obvious) that such an
image evolves in time and can take on various states; and, if a state in all details is given
1
2 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

at a particlar time, then not only are all other details for this moment to be calculable (as
for a triangle), but also all details for later times as well. An integral part of such an image
is its intrinsic ability to evolve in a particular way; that is, if left alone, it will evolve in
time continuously through a particular progression of states. This is its essential nature, its
hypothetical basis the existence of which, as noted above, one presupposes on intuition.
Naturally, no one is so simple minded as to think that a totally faithful image can be
achieved for anything in the real world. This implicit reservation is revealed already by
the fact that such a fabricated image is called a picture or model. With the uncompromised
clarity not obtainable without certain arbitrary simplifications, one seeks to show only that
a particular hypothesis can be verified in detail without introducing even more arbitrary
input into the tedious calculations exploring its various consequences. However, because
of practical constraints, one actually achieves only what a clever fellow could interpolate
directly from empirical data. In any case, it should be clear what input in the hypotheses
of the model is arbitrary and is, therefore, to be revised if calculation does not conform
to observation—an eventuality that one must be forever prepared to accept. When many
experiments confirm the model, it is considered to faithfully represent the reality of the
object in all important aspects. On the other hand, if disagreement is found, it is not taken
as a setback, rather as the fortuitous identification of an inadequacy just where the model
is to be improved thereby fostering convergence to an ever more accurate model.
This classical method of achieving precision of a model aims at isolating the unavoid-
able kernel of arbitrariness in the hypotheses set, like nuclei in cells, ready for modification
in the course of the developments spurred on by new empirical data. One might say that
this method is based on the belief that somehow the initial conditions actually determine
uniquely time evolution, or that a complete model would agree exactly with reality thereby
permitting calculation of outcomes for all experiments. Perhaps even, it’s the other way
around, this belief is based on the model. Nevertheless, it is most likely that this process
of model development consists of an endless series, and that, the notion of a “complete
model” is oxymoronic, similar to the phrase “largest whole number.”
The foundation for all that follows is a clear conception of what is meant by the speci-
fications of a state in the model. It is especially important to distinguish the difference be-
tween a particular model and a particular state within that model. For example, RUTHER -
FORD ’s model of the hydrogen atom consists of two point masses. As specifications one
could select the six coordinates and six momentum components of the two masses—that
makes twelve items altogether. On the other hand, one could alternately take the coordi-
nates of the location and the velocity of the center of mass and also the vector separation of
the two masses and its angular orientation with time derivatives; again this makes twelve
items. It is not part of RUTHERFORD’s model that these twelve items have particular val-
ues, which do, however, specify a particular state. A clear overview of the totality of
possible states—without relationships to one another—constituents “the model” or “the
model in an arbitrary state.” However, a model is not complete given just a particular state,
but must also encompass whatever is needed to specify the time evolution from state to
state whenever there are no external influences. (For half of the specifications, the other


half provides some information, but that half must be declared.) This knowledge is latent


in the statement: The two point particles have mass m, and M, and charges e and e, and
are, therefore, attracted together by the force e2 r2 if r is their separation.

These parameters, i.e., particular values for m M and e (but naturally not r) belong
to the specification of the model (not a particular state), and they cannot be called state
specifications. On the other hand, the value of r is exactly such a state specification. In the
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 3

second set of specifications given above, however, r does in fact appear seventh on the list;
but still in the first set r is not an independent 13th specification, as it can be deduced from
the others using
r   x  x   y  y   z  z 
1 2
2
1 2
2
1 2
2

 
The number of specification items (usually called variables in distinction to model pa-
rameters, e.g., m M e) is unlimited. Twelve appropriate values are sufficient to specify
all others at any given moment, that is, the complete state at that moment. No particular
twelve values, however, are privileged to be the specification. Examples of other, particu-
larly important variables include: energy, the three components of momentum with respect
to the center of mass, and the kinetic energy of the center of mass. This latter choice has the
particular characteristic that they are variables that can have different values for different
states, but retain their values for that sequence of states actually seen under time evolution,
and are known, therefore, as constants of the motion.

2. T HE STATISTICS OF VARIABLES IN QUANTUM MODELS

At the crux of the current formulation of Quantum Mechanics (QM) there is certain
dogma, which may still suffer some modification, but which, I sense, will remain dogma.
It consists in the belief that models with specifications capable of precisely determining
reality, as were presupposed in classical physics, do not exist.
One might think, that for those accepting this dogma, classical models have exhausted
their potential. But this is not so. Rather, they are used still, not only to criticize nega-
tive aspects of the new dogma, but also to describe the reduced mutual determination that
remains in the new theory among the same variables of just those classical models used
earlier. This transpires as follows:
A. The classical concept of a state is abandoned, insofar as a well chosen half of the
former set of variables allows full state determination. For the RUTHERFORD model,
for example, the six position variables, or the momentum components (other choices are
possible) suffice. The other half then remains undetermined, i.e., these newly redundant
specifications can exhibit various degrees of uncertainty. In general in a full set (for the
RUTHERFORD model, twelve in number) all can be known only with uncertainty. The de-
gree of uncertainty can be best determined, with guidance from H AMILTONian mechanics,
when care is taken in the choice of variables so that they are ordered pairwise as canon-
ical conjugates, for which the most elementary example is one in which the coordinate x
is matched with the momentum in the same direction px (i.e., mass time velocity). Such
pairs mutually limit each other’s precision with which they can be determined in that the
product of their tolerances or variations (symbolized with ∆) cannot be less than a given
constant1ie.:
(1) ∆x∆px
h
(The H EISENBERG uncertainty relationship.)
B. If all the variables at a given moment are not determined, then naturally at later
times they cannot be determined from former values. One could call this the Principle
of Causality, but in view of §A, it is nothing really new. If at no time a classical state
can be specified, this situation cannot be changed by force. What does change, and then
by compulsion, are the statistics or probabilities. Individual variables can be precise, but


1h 1 041 10
times this value.
27

erg-sec. and in the literature is denoted usually by the symbol , where h itself is then 2π
4 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

others then made imprecise. All in all it is so, however, that the overall precision of a
description does not change through time, which is a consequence of the fact that the
limits explicated in ¶A are at all times the same.
But now, what exactly do the terms: “imprecise, statistics, and probability” actually
mean? QM responds as follows. It commandeers any conceivable measurable variable
or specification from classical models as directly measurable, even accepting its unlimited
precision, with the proviso that only one is selected. If use of a well selected and limited
number of measurements maximally determined an object’s state, as per ¶A is possible,
then the new theory has the mathematical machinery to specify a statistical distribution
at the same moment or for any other time for any variable. That is, it is able to give
the percentage of cases falling within specific ranges of all variables (i.e., probabilities).
The general opinion is that these probabilities in fact are those for the relevant variable
giving the likely value to be obtained by a measurement. With a single measurement the
accuracy of such a probability forecast cannot be verified, except partially if the distribution
is sharply peaked in a small interval. In order to fully verify these distributions, the whole
experiment, including orientation and preparation measurements, must be fully repeated
very often, and then consider only those cases where the orientation measurements are
identical. In those cases, for a specific variable given the same orientation results, statistical
predictions will be verified by measurement—such is the popular opinion.
One must take special care in criticizing this opinion, because it is very difficult to parse;
a situation which is a consequence of our language. There is, however, another criticism
that arises naturally. No physicist in the classical epoch, having conceived a model, would
have been so rash as to believe that specifications for objects in nature are measurable di-
rectly in fact. Usually only derived consequences from such models actually turned out
to be amenable to experiment. Moreover, it would have been anticipated on the basis of
much experience, that long before adequate experimental techniques are developed, the
model would have been already substantially modified to accommodate newly found em-
pirical facts. — While the new theory declared the classical model incompetent to regulate
the interrelationships among specifications (for which its originators has intended it), it
does anoint itself competent to certify which measurements of the object are in principle
doable; this, its founders should have considered an insolent usurpation of possible future
developments. Now, is it not presumptuous fantasy, to think that researchers from earlier
times, who one hears nowadays did not even know what measurement actually is, never-
theless have bequeathed to us unintentionally the instrument to judge what is measurable
on hydrogen today?
I hope to show below that this reigning opinion was born of necessity. But first I con-
tinue with its description.

3. P ROBABILISTIC FORECASTS : EXAMPLES

Nowadays as before, all predictions relate to the specifications of a classical model,


i.e., to the locations and velocities of mass points, or energy and momentum and the like.
The nonclassical aspect is that only probabilities can be predicted. Ideally with QM, it is
considered that the task always involves projecting the maximally accurate probabilities
that nature allows for results of measurements to be made momentarily or at another future
time based on current measurements. But now, what is the actual situation? In important
and in typical cases, it is as follows:

 
If one measures the energy of a P LANCK oscillator, the probability of finding an energy
value between E and E can be different from zero if between E and E there is one of the
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 5

  
values
 
3πhν 5πhν 7πhν 9πhν 

For all intervals not including one of these values, the probability is zero; i.e., other values
are excluded. The acceptable values are odd multiples of the model parameter πhν (h

P LANCK’s constant, ν oscillator frequency). Two things stand out here. One, there is no
relation to previous measurements—they are unnecessary. Two, the value does not suffer
uncertainty, in fact it is more precise than any possible measurement.
Another typical example is measurement of angular momentum. In Fig. 1 let M be be a


mobile mass point, where the arrow depicts both the measure and direction of its momen-
tum (mass velocity), O is an arbitrary pivot point in space, the origin of the coordinate
system, say, that is not a point of any physical significance, just a geometrical landmark.
The angular momentum with respect to O in classical mechanics is given by the product of
the momentum vector and the length of the perpendicular to its ‘line-of-flight’ OF.
In QM, analogous to the energy of an oscillator, angular momentum is quantized; the
probability of its values falling in intervals not including the values
(2)      3 h 3  4  h 4  5    
0 h 2 h 2
is zero again; in other words, only one of these values can result from measurement. Once
again, it is not dependant on previous measurements. One can well imagine just how
substantial this precise prediction is, much more so than knowledge of which value or
the probability for each permissable value in any particular case. It is also notable that
there is no mention of the orientation point O; wherever it is put, the series of admissible
values, (2), is the same. Thus, in a model, this point is irrelevant, since the lever arm
OF changes continuously as the point O is displaced while the momentum vector remains
constant. This example illustrates how QM uses a model to read off which variables can
be measured, while it still must designate which interrelationships among these variables
that are valid simultaneously.
Does one not get the feeling in both cases that the essential
content of what is to be said, can be shoe-horned only with great
effort into a prediction of the probability to encounter this or that
measurement result of a variable of the classical model? Does
one not have the impression that the issue here is the fundamental
characteristic of new groups of indications having no more than
a name in common with classical counterparts? This unease concerns not just exceptional
cases, even truly important predictions have this character. While there are actually some
tasks approaching the sort for which this means of expression is tailor made, they do not
have nearly the same importance. All the more those that one naively fabricates as didactic


examples, that have absolutely no importance really. “Given the location of an electron in
hydrogen at time t 0; one construes what the probability of its location is at a later time.”
Who cares?
Literally taken, such predictions do concern the model. But the useful conclusions are
not imaginable; and, what is imaginable, is virtually useless.

4. I S AN ENSEMBLE INTERPRETATION TENABLE ?

In QM a classical model plays a protean role. Each of its specifications can be, de-
pending on circumstances, an item of interest and acquire a certain reality. But never all
together—now it is these, then it is those, and always only half of a full compliment needed
for a clear determination of the momentary state. What happened to the rest of them? Do
6 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

they not have any reality? Maybe (see below) in just a vague, fuzzy way? Or, do all of
them have unique meanings, but such that knowledge of only half is possible?
This second supposition is commodious for statistical theory of the sort developed in the
latter half of the previous century; especially so while the new theory was born from it in
analysis by P LANCK from December 1899 on the theory of heat radiation. The essence of
this mode of thought is found in the fact that one practically never knows all specifications
for a system, but only a few. For the description of a realistic body at a given moment one
does not call on a state of the model, rather a so-called G IBBSian ensemble, which is an
ideal, merely imagined collection of states corresponding to the actual knowledge in hand.
The body is then considered to execute just one of the states contained in the ensemble.
This viewpoint has enjoyed great success. Its greatest triumphs were there, where each of
the options cannot be found pertaining to a single member of the ensemble. The body then
really does behave erratically, exactly corresponding to probabilistic expectations (think:
thermodynamic fluctuations). Thus, one is tempted to attribute quantum uncertainty to the
plurality of such possibilities—but such that just which one is realized remains unknown.
Unfortunately, the example given above involving angular momentum shows that this
surmise is not tenable. Consider an ensemble in which each member is related to a dif-
ferent point O and with different linear momenta. Then one can chose the length of the


momentum vector with respect to any pivot point such that any of the admissible values,
(2), is obtained. But then for any other pivot point, O , the values arising might not be
among the admissible ones. Transplanting the issue to an ensemble does not resolve this
discrepancy. Another example is that of the energy of an oscillator. Consider the case in
which its energy has a sharp value, e.g., the lowest one, 3πhν, say. The separation of the
two mass points (that constitute the oscillator) is then very imprecise. In order to be able
to transfer these facts to an ensemble, the statistics of the separations should be limited
from above so that the potential energy never exceeds 3πhν. But this is not what happens
in fact, arbitrarily large separations are also included, albeit with diminishing probability.
Moreover, this defect is not an ancillary calculational quirk to be corrected without affect-
ing the essential kernel of the theory. Among many other effects, this feature is the basis
of G AMOV’s quantum explanation for radioactive decay. Such examples are to be found
without limit. Note that in all of this there is no mention of ‘time.’ Nor would it help at all
to accept models incorporating “nonclassical” features, say instantaneous “jumping.” Even
at a single instant, that would not work; there does not exist a collection of classical model
momentary states which would adequately cover the totality of quantum predictions. This
can also be expressed as follows: if I for any instant attribute a particular (but unknown to
me) state to a model system, or equivalently fix all values (again, just not known to me) for
the model’s specifications, there still is no conceivable prediction which is not in conflict
with a portion of the quantum conclusions.
This is not entirely what one expects when one hears that the results of the new theory,
in comparison to classical theory, are never sharp.

5. A RE VARIABLES REALLY INDISTINCT ?

The alternative would be to ascribes reality to whatever variables are distinct and sharp;
or. more generally put: to attribute to variables exactly that degree of reality corresponding
to the sharpness which quantum theory allows them.
That it is not impossible to express in just one completely clear construct, the degree
and sort of indistinctness of all variables, is manifested by the fact that QM has and uses
just such an instrument, namely the so-called wave or ψ-function, or sometimes called the
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 7

system vector. We shall have much more to say about it below. Such functions, being
abstract mathematical entities without visualizable content, as is oft noted with respect
to the new mode of thought in general, is devoid of consequence. In any case it is a
conceptual entity encompassing the indistinctness of all variables at any given instant as
clearly and exactly as a classical model does their exactitude with numbers. In addition,
its law of time evolution is in no way less clear and precise, for isolated systems, than
that for a classical model. Consequently, ψ-functions are appropriate for situations where
indistinctness is limited to the scale of unverifiable atomic dimensions. In fact, one has
extracted from such functions quite imaginable and commodious notions, for example, the
“negative charge cloud” surrounding an atomic nucleus etc. Serious reservations arise,
however, whenever this indistinctness should pertain to macroscopic objects for which the
is simply misplaced. The state of a radioactive nucleus has presumably just such a degree
and type of indistinctness in that neither the time nor direction of a decay of an α-particle
are fixed. Confined to the interior of a nucleus, this does not disturb us. The ejected
particle can be described, if one seeks an image, as a spherical wave expanding away from
the nucleus such that it would impact a spherical detector centered on the nucleus over
is whole surface. Such detectors, however, do not respond this way, but flashes at single
spots, or, to fully respect truth, flashes occur arbitrarily here and there as it is not possible
to carry out this exercise with a single radioactive atom. If instead of a spherical detector
a space filling ionizable gas is used, the tracks seen depict linear trajectories2, departing
from the α-emitting nucleus (i.e., W ILSON cloud chamber tracks of condensation on ions
engendered by the expelled particles).
One might even consider a burlesque illustration. Suppose a cat is confined in a box to-
gether with, but isolated from, a devilish gadget consisting of a G EIGER -counter to trigger
a hammer to smash a vile of lethal prussic acid. Further suppose the counter is set before a
miniscule amount of radioactive material which within an hour has an equal likelihood of,
or of not, one α-decay. Now, a ψ-function for the total system, cat and gadget, according
QM principles, after one hour is a mix of live and dead cat!
The significant point here is that what originally was limited to the microscopic atomic
domain, is transfered to a macroscopic arena available to direct observation. This illustra-
tion strongly throttles a naive understanding of any “indistinct model” as a representation
of reality. In and of itself, there is nothing unclear or contradictory here. It simply illus-
trates the difference between an out-of-focus photograph and one of a cloud or fog bank.

6. E PISTEMOLOGICAL REFORM
In §4 we saw that it is not possible simply to adapt the classical model and ascribe
precise values to indistinct or unknown variables. In §5 we saw that indeterminacy is
not just indistinctness, as there are cases where an easily made observation compensates
any indeterminacy. So, what remains? To escape this dilemma, epistemology is called
to the rescue. Often we are assured that there is no real difference between the state of a
natural object and what one knows about this object, or rather what one could know with
sufficient effort. Reality— it is posited—is actually just that, what one perceives, observes
or measures. Thus, if I have at any moment the best possible information on an object
allowed by nature’s laws, then I am entitled to reject all further questions about that object
as vacuous, at least insofar as I am convinced that no additional observation could increase

2For examples on the pages of this journal, see Figs. 5 & 6, p. 375 of the year 1927 and p. 734 of last year,
1934, where however, the tracks were made by hydrogen nuclei.
8 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

my knowledge—without, however, destroying already held information, e.g., by changing


its state.
This throws some light on the genesis of the remark made at the end of §2, that I de-
scribed as rather far reaching: namely that all of a model’s quantities in principle are
measurable. This, as an article of faith with universal dominion, simply cannot be dis-
regarded if one finds oneself compelled to call upon a rescuing omnipotence for aid in
physics methodology.
Reality resists mental imitation via models. So one grants naive realism free reign and
falls back directly on the indubitable thesis that in the end reality (for a physicist) is only
observation or measurement. In which case all ruminations on physics problems are based
on and pertain to the results of feasible measurements, as though all other sorts of reality
and models thereof are impotent. All numerical quantities that arise in physics calculations
then must be designated measurement results. But, as we were not born yesterday so as
to be starting afresh today to do science, and already posses a well developed quantum
calculus, which now, after substantial successes, we do not wish to abandon, we seem to
feel obliged to “dictate from the desk” just which measurements are possible in princi-
ple, i..e, which must exist so as to verify our calculus. Since this allows a sharp value
for every variable of the model separately (if for only a “half set”), each separately must
be precisely measurable. We must allow ourselves no less, having lost our naive realist
innocence. We have nothing better than our calculus to show us where Nature has drawn
the ignoramus-border, that is, what constitutes the best possible knowledge of an object.
Should our calculus be inadequate, then our measurement-reality would depend on the
conscientiousness of experimenters to garner information. We must instruct them on just
how far they may go, if clever enough. Otherwise, it is to be feared that just there, where
further questioning is forbidden, something useful might turn up.

7. WAVE FUNCTIONS AS EXPECTATION CATALOGUES

In the continuation of the explication of orthodoxy, let us turn again to the ψ or wave
function. It is the instrument of prediction for probabilities of measurement results. Within
it is to be found the totality of valid future expectations, a catalogue as it were. It provides
the bridge of relationships and conditions between measurements and subsequent measure-
ments, similar to the model and its current state in classical theory, which is something it
has in common with wave functions. It can be, in principle, uniquely determined by a suit-
able selection of measurements on the object, half as many as would be necessary in the
classical case. In this way, the catalogue of expectations is compiled. Thereafter it changes
with time, just like the state in a model in classical theory, inevitably and unambiguously


(“causally”)—the evolution of a ψ-function is governed by a partial differential equation
(first order in time and solved from ∂ψ ∂t). This corresponds to an unperturbed motion
in classical theory. But this proceeds only so long as no measurement is made. At each
measurement, one is required to attribute to a ψ-function an abrupt modification depending
on the numerical results of the measurement that itself is not predictable. All of which says
that this secondary sort of change has absolutely nothing to do with the orderly evolution
of a ψ-function between measurements. The abrupt change occasioned by measurement
relates closely to the matters considered in §5, which are the most interesting aspects of the
theory. It constitutes exactly the point that requires a break with naive realism, and which
precludes equating a ψ-function with a state in classical theory, not because unpredictable
abrupt alterations cannot be attributed to ontological objects or encompassed in a model,
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 9

but because an observation of a natural process is as much a part of nature as the object
itself.

8. M EASUREMENT THEORY-I
Rejecting realism has logical consequences. A variable has in general no particular
value preceeding its measurement; that is, measuring it does not just reveal the value that it
had a priori. What does it mean, really? There must exist a criterion for whether a measure-
ment is right or wrong, a method good or bad, accurate or inaccurate—whether it deserves
the title ‘measurement’ or not. Every machination with a meter in the vicinity of an object,
from which one at some point takes a reading, cannot really constitute a measurement of
this object. Thus, it is rather clear, if reality does not determine measured values, then
measured values at least determine reality, which must be available after a measurement in
the sense certified by our epistemology, i.e., as measured values. In other words, the sought
criterion can be only: reiteration of a measurement must yield the same measured value.
With such serial measurement repetition then, the accuracy of the measuring process can
be checked and thereby demonstrated that it is not just empty theatrics. It is comforting,
that this instruction coincides with the experimentalist’s procedure for whom a “true value”
is unknown in advance. We capture the essence of this point as follows:
The intentional interaction of two systems (measured object and measurement instru-
ment) is called a measurement of the first system if some diagnostic indicator of the second
system (measurement instrument reading) for an immediate repetition of this interaction
(where no intervening influence on the measured system is allowed) always yields, within
given tolerances, identical results.
This definition surely needs refinement, it is not without defects. The ontic is always
more complex than its mathematical representation and difficult to formulate in smooth
prose.
Before the first measurement any quantum theoretical forecast can be valid. After such
a measurement in all cases: further measurement results must fall within relevant toler-
ances. That is, the catalogue of predictions (the ψ-function) is altered with respect to the
measured variable by measurement. When the measurement procedure is known to be re-
liable, then the first measurement reduces the theoretical pallet of expectations to be within
the tolerances, regardless of its previous extent. This constitutes the abrupt alteration of
ψ-functions mentioned above. But the fact is that not only the measured variable’s cata-
logue of expectations is unpredictably altered, but also that for other variables, in particular
for ‘conjugate variables.’ If a rather sharp prediction for a particle’s momentum prevails
before its location is measured beyond that allowed by Eq. (1), then the forecast for the
momentum must also have been altered. The quantum calculus automatically takes this
effect into account; there exists no ψ-function from which with appropriate methods an
expectation not in accord with Eq. (1) can be obtained.
In that the expectation catalogue is altered by measurement, the object itself then be-
comes no longer useful for checking the complete catalogue of probabilities of the incom-
ing state, in particular for the measured variable which retains its first revealed value. In
order to check the whole palette, in other words to check the experiment that is the ratio-
nal behind the prescription in §2, namely to check the probability catalogues encompassed
in a wave function, the measurement procedure must be faithfully repeated ab ovo. One
must prepare identical objects with ψ-functions identical to the one valid for the first mea-
surement. (Note, this repetition, being of the experiment not just of a measurement, is
10 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

fundamentally different from that mentioned above!) This must be done not just twice, but
very often. Thusly, forecast statistics can be verified—per current opinion.
The difference between error limits and statistical scatter of measurements on one hand,
and theoretical expectation statistics on the other must be kept in mind. They are unrelated,
they engage two types of repetition, as was just emphasized.
At this point notions regarding constraints on measurement can be refined. There are
measurement apparatus which hold their readings after use; or, what’s worse, the pointer
might get stuck accidentally. Reruns then yield the same result repeatedly; and, the exper-
imenter might conclude, following the above principle, that his measurement is somehow
special and particularly accurate. But this is a result pertaining not to the object, but to the
instrument. In fact, therefore, the above principle is incomplete in an important respect,
one that earlier could not be considered easily, namely by neglecting the essential differ-
ence between the object and measuring instrument (that only the latter delivers readings,
is a superficiality). For example, often an instrument must be reset, as we have just noted,
to its initial condition before reuse—as is well known to experimenters. Theoretically this
matter is dealt with best by proscribing that all instruments be recalibrated so that for each
repetition the same ψ-function pertains when re-exposed to the instrument. In addition, any
deliberate perturbing interaction with the object itself must be prevented during “control
measurements” i.e., “repetition of the first sort” (leading to measurement error statistics).
That is a characteristic difference between object and instrument. For a “repetition of the
second sort” (to check quantum forecasts) the object-instrument distinction vanishes; i.e.,
it is really quite insignificant.
From this we learn that for a second measurement an identically constructed and pre-
pared instrument may be used, it need not be the identical instrument; in fact, sometimes
instrument exchanges are made just to check the original one. Even totally different types
of instruments can be used for sequential measurements (repetition of the first sort) if they
yield compatible results, i.e., they measure essentially the same variable and are mutually
calibrated.

9. ψ- FUNCTIONS AS STATE DESCRIPTIONS

Rejecting realism engenders certain responsibilities. From a point of view based on


classical models, ψ-functions are, in terms of their content, incomplete, they include, seem-
ingly, only 50% of a total description. From the QM stand point, however, they must be
complete for reasons that were mentioned at the end of §6. It must be impossible to attach
still more valid forecasts to them or else one loses the right to disregard all further demands
for more specificity, as pointless.
Therefrom it follows that two different catalogues for the same system under different
conditions or at different times, can overlap partially, but never so that one is completely
contained in the other. Were it otherwise, it would be possible to enlarge one with addi-
tional information, namely the difference of the overlap. The theory takes this automati-
cally into account; there exists no ψ-function yielding all the same expectations as some
other, but also additional ones.
Therefore, whenever a ψ-function is altered, be it from within by itself, or from with-
out by measurement, the revamped function always yields some different expectations not
extractable from the unaltered version. That is, the catalogue will have not only new pre-
dictions, but will also have lost some previous ones. Now, information can be obtained,
but not thereafter lost. The loss of expectations can only mean then that what was correct
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 11

to begin with, becomes false thereafter. A correct pronouncement can become false, if its
essence changes. I find the following conclusion in this regard faultless:
T HEOREM I: If there are different ψ-functions for a given system, then the system is in
different states.
If the matter concerns systems for which there exists only one ψ-function, then the
inverse obtains:
T HEOREM II: Given identical ψ-functions, the system is in the same state.
This inverse does not follow directly from the first without also assuming completion.
Were one to hold that a difference for the same catalogues as possible, this would admit
that it still does not give answers to all questions. The language used by nearly all authors
reflects this point, in that they are essentially fabricating a new sort of reality, and I believe
fully legitimately. Such language is, moreover, not tautological, not simply a definition
for the word “state.” Without the assumption of catalogue completeness, alterations to
ψ-functions would be effected simply by acquisition of new information.
There is still one other objection to T HEOREM I that must be assessed. It could be said,
that each individual statement of conviction involved here, the actual object of concern,
is really no more than a probability statement which in the catalogue rightly or wrongly
does not concern an individual item but only the collective, that arises in that one has
prepared the same system a thousand times (so as to carry out identical measurements;
see §8). That is true, but still all members of this collective must be verified as absolutely
identical, because for each the identical ψ-function obtains, i.e., they have the identical
catalogue of expectations and differences not already in the catalogue are inadmissible (see
the reasoning for T HEOREM II). This collective consists, then, of identical single items. If
an expectation for it is false, then each single item must have been altered, otherwise the
collective would be false too.

10. M EASUREMENT THEORY-II


Discussion (§7) and clarification (§8) above led to the notion that measurement suspends
the law of continuous ψ-function time evolution, interrupting it with a lawless alteration
dictated by the measurement result. However, during measurement some other unnatural
law cannot reign; measurement is as natural a process as any other, and therefore unable to
violate natural law. As ψ-functions are in fact interrupted, they (as was noted in §7) cannot
be considered candidate depictions of objective events as with classical models. Exactly
this is the idea crystallized in the previous section.
Let’s try, in outline, to draw contrasts: 1. The collapse of the expectation catalogue is
unavoidable; if measurement is to make sense then a good measurement result must be no
less than its numerical outcome. 2. The abrupt change cannot be regulated by the time
evolution law, as it depends on the numerical result, which arises first at the moment of
measurement. 3. This change includes (because of completeness) loss of knowledge, and
as knowledge as such is indestructible, this means that the item itself has changed—also
abruptly and unpredictably, in contrast to normal evolution.
Does this make sense? The situation is not at all simple; and concerns the most difficult
and interesting aspect of the theory. To begin, we must attempt to capture the essence of
the interaction of object and instrument. To do so, first some abstract technicalities need
be explicated.
The crux is this. If one has two fully separated bodies, or better said, for each a separate
expectation catalogue (i.e., maximal knowledge), then naturally one also has complete
12 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

knowledge for the pair together, that is, considering them as a totality, not separate units,
whose combined future is of interest3.
But now, the inverse is not true. Maximal knowledge of the pair does not include max-
imal knowledge of the parts, even when they at the moment are widely separated and do
not interact. It can be, however, that a portion of what one knows pertains to the interre-
lationship or conditionality between the pair (we limit ourselves here to two items) thusly:
if a particular measurement gives a particular result for one, then there will be particular
expectation statistics for the other; but if the first result were something else, then other,
different expectation statistics obtain for the second. Or further, if a third result is ob-
tained on the first, then still other expectation statistics obtain for the other, and so forth.
This structure resembles a complete disjunction of all numerical results that the considered
measurement of the first variable can deliver. In this way the measurement process (or
what is the same, a variable of the second system) is coupled to an as yet undetermined
value of the first variable, and of course, visa versa. When that is the case, i.e., when such
conditional probabilities are in the total system catalogue, then it cannot be maximal for
the component systems. Thus, when the content of two maximal single catalogues should
suffice by itself as a total catalogue, these conditional probabilities are inadmissible.
Such qualified predictions are, moreover, not something new popping up here. They ex-
ist in every expectation catalogue. If one knows the ψ-function and makes a measurement
giving a particular result, then one still knows the ψ-function, voilà tout. But in the case at
hand, as the whole system consists of two fully separated parts, the situation is quite differ-
ent. Here it makes sense to differentiate between a measurement on one part or on the other.
This in turn justifies the desire for a complete catalogue for each individually; otherwise,
it could be possible that a portion of that information on the mutual conditional aspects is
wasted, so-to-speak, and leaves the wish for separate catalogues unfulfilled—despite the
fact that the catalogue for the whole is complete, that is, its ψ-function is known.
Let us dwell here for a moment. The just made remark in all its abstraction actually says
everything. The best possible knowledge for a total system does not included necessarily
the same for its parts. Translated into the terminology of §9: The total system is in a
particular state, but the parts by themselves not so.
-How so? Any system must be in some state.
=No! State equals ψ-function, and is maximal knowledge—this does not imply that
actually I have gained possession of such knowledge. Maybe I’m lazy, in which case the
system would be in no state at all!
-Fine, then the agnostic question-prohibition is not yet ratified and I can consider that
for each part there is a state (i.e., ψ-function) , and, just don’t know which.
=Not so! Saying “I just don’t know” is unacceptable. After all, maximal information
for the total system is indeed at hand.
The insufficience of a ψ-function as an ersatz for a model, results exclusively from the
fact, that one does not always have it. Once one does have it, it surely is a good and trusty
description of the state. But, actually one doesn’t really have it in some cases where one
expects to have it. In which case one may not assert that “actually there is one, but I just
don’t know it;” the chosen underlying epistemology forbids that. “It” is namely a sum of
knowledge, and knowledge known to nobody is no knowledge at all.

3Naturally, information on the relationship of the two to each other cannot be missing. If it were, then it could
enter into one or the other of the ψ-functions; and that is precluded by definition.
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 13

We continue. That a portion of the knowledge in the form of disjoint conditionalities


between the parts hangs in the blue, cannot be true for the case where the parts are as-
sembled from opposite ends of the universe and have had no interaction, so much so that
the parts would be totally ‘unaware’ of each other. Measuring one cannot reveal anything
about the other, its future, its fate or whatever. Whenever in fact there is an “entanglement
of predictions,” obviously it can arise only if the parts at some time in the past constituted a
single system, that is, interacted so as to leave traces thereof. If two separate bodies which
separately are maximally known come to a situation in which they affect each other, and
then move apart again, a conditional predictably arrises that I have called entanglement of
our knowledge of the parts. The common expectation catalogue logically consists origi-
nally out of the sum of the catalogues of the parts; but during interaction, catalogues evolve
or develop according to well known laws (of course, here measurement is not involved).
Knowledge remains maximal, but in the end, as the parts move apart the catalogue is not
restored to the sum of those for the parts. What remains therefrom, is, maybe even severely,
less than maximal. Notice the contrast here to classical model theory, where naturally the
initial state and the known outcomes or final states are all individually known.
The measurement process described in §8 falls directly under this scheme, if we apply
it to the total object complex and instruments. In constructing an objective picture of
this process, as would be done for any other process, we might hope to clarify the weird
jumping associated with ψ-functions, maybe even banish it altogether. Moreover, one
body is now the object, while the other is the instrument. In order to preclude all external
influences, the setup should be so imagined that the measuring instrument has built into
it an automatic control mechanism so it can sneak up on the object, measure, and later
sneak away. The actual reading of the meter shall be postponed because first we wish to
determine just what “objectively” transpired; but we have arranged that the measurement
result itself be recorded and read out later, as is often done in fact nowadays.
So, what does this automatic measurement amount to? Again, we start with a maximal
expectation catalogue; but, the read-out is, of course, not in it. With respect to the in-
strument, the catalogue is quite incomplete, and does not even tell us where the recording
pen did its writing. (Recall the poisoned cat.) So one gets the idea that our knowledge
has sublimated certain conditionalities: if the pen reaches filer mark 1, then for the ob-
ject probability is this or that, if filer mark 2, then another probability, if 3, then a third,
etc. Has the ψ-function of the object made a jump? Or has it, on the other hand, evolved
according to the appropriate law (the differential equation)? Neither, actually; it ceased
to exist. It has, according to inviolable law for the total ψ-function, gotten tangled with
that of the instrument. The expectation catalogue for the object has split into a conditional
disjunction of expectation catalogues, like an artful folding map. In each fold one finds the
probability of its own occurrence—transfered from the original catalogue for the object.
But the issue now is: which fold of the map is relevant? The answer is given by the filer
mark.
What happens if it is not read? Say, it is recorded on photographic paper that is acciden-
tally over-exposed before development, or just lost. Then this unfortunate measurement
not only teaches us nothing new, but actually has reduced our knowledge. Knowledge that
one almost had earlier, is lost forever. One has to now carefully reorganize everything so
as to regain what went astray.
So, what has this analysis brought us? First, insight into the disjunctive split of ex-
pectation catalogues, which transpires quite continuously via embedding into the common
catalogue for object and instrument. From such multiplicity the object can be liberated
14 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

finally only when a mortal experimenter finally reads the instrument. At some time that
must happen, if the enterprise is really to constitute a measurement—since mortals con-
scientiously always work with maximal objectivity. That is the second bit of insight: only
after reading the meter, which resolves the multiplicity, does something discontinuous or
jump-like, occur. One is tempted to perceive it as a mental act, since the object itself has
in fact already moved on and is no longer physically involved, whatever else happens.
But still it would not be totally correct to say that a ψ-function for the object, otherwise
always evolving according to a differential equation independent of an observer, changes
now jumpwise as a consequence of a mental act. There for an instant, it existed no more.
What isn’t, can’t change. Then suddenly it is resurrected, resuscitated out of the entangled
knowledge held by an observer by a process that has no physical effect on the object. From
the former ψ-function to the new one, there is no continuous path as it passes through an-
nihilation. But by fore-and-after contrasts, it appears jump-like. In fact there is important
developments in between: namely the effect of the two parts on one another, during which
the object possessed no private catalogue, and had no right to one, because it did not exist
independently.

11. E NTANGLEMENT RESOLUTION , AN INTERVENTION OF CONSCIOUSNESS

Let us return to the general issue of “entanglement” without focusing on measurement.


Consider the expectation catalogues for two objects, A and B, entangled by cause of tem-
porary interaction. Now let the two be separated. Then one can select one, B say, and
his under-maximal knowledge of it and boost it by means of measurements up to maximal
knowledge. It can be said, that as soon as that is accomplished, but not sooner, first of all
the entanglement will have been resolved, and secondly, by exploitation of the condition-
alities, the best maximal knowledge of A will have been gained also.
In the first place knowledge of the whole system remains maximal always, because

 
good and accurate measurements never would expunge knowledge. Secondly, conditional
statements of the form: “if at A , then at B ,” can no long be valid as soon as a maximal
catalogue for B is compiled, which would not be conditioned and so, no more informa-

 
tion concerning B can be invested into it. Third, conditional statements in the opposite
direction (“if at B , then at A ”) can be converted into statements only on A, because
all probabilities for B are completely known in advance. The entanglement is thereby to-
tally resolved, and as knowledge of the whole system remains, it must be attributed to the
maximal catalogue for B, as well as another one for A.
It cannot happen that A indirectly through measurements on B, becomes maximally
known, before even B does. If it did, then all arguments would work in reverse, that is,
for B also. The systems become maximally known mutually. Incidentally, we note that,
that would be so also if measurement were not focused on just one of the two parts. The
curious factor here is, that focus can be limited to one part and still permit getting good
results.
Which measurements and in which order they are made is up to the discretion of the
experimenter. He need not select a particular variable in order to exploit the conditionali-
ties. He may confidently make a plan bringing him maximal knowledge of B, even when
he knew nothing of B. No damage is thereby done; even if he, wondering after each step
whether he is finished, just checks so as to spare useless further effort.
Which A-catalogue of this type indirectly arises, depends naturally on the numerical
measurement results derived from B (before the entanglement is completely resolved, but
not by later measurements, in case further superfluous ones are made). Suppose now, I had
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 15

found this sort of A-catalogue in a particular case. Then I can contemplate and consider
whether I would have found a different A-catalogue has I used another plan to measure
B. Because I have not had contact with the system A really, nor would I have had it in the
contemplated alternative, so the predictions of the other catalogue, whatever it could have
been, are all also correct. They must all be in the first catalogue also, as it was maximal.
That was true too for the second; so they must be identical.
Peculiarly the mathematical formalism does not automatically satisfy this requirement.
Even further, examples can be constructed where this requirement is violated necessarily.
While for each attempt only one scheme of measurements (always on B) can be executed
in that as soon as it is, the entanglement is resolved and one finds, via further measure-
ments on B, no more knowledge over A. But there are cases of entanglement, in which for
measurements on B, there are two distinct programs, for which 1.) the entanglement must
be resolved, and 2.) that lead to an A-catalogue to which the other absolutely cannot lead—
whatever the numerical measurement result in this or that experiment. It is simply the case,
that two rows of A-catalogues, that for one or the other program could be employed, are
perfectly distinct and have no elements in common.
There are particularly critical cases, in which this situation arises often. In general one
must consider matters more carefully. If two programs for the measurement of B are then
available, and also two rows of A-catalogues to which they could lead, then it is not enough
that the two rows have one or more common elements in order to be able to say: ‘well, one
or the other can always be used,’ and thereby put aside the above requirement as “presum-
ably fulfilled.” That is not enough since one knows the probability of every measurement
on B, seen as a measurement on the total system, and by multiple ab-ovo-repetitions each
must enter with its attributed frequency. The two rows of A-catalogues must therefore
agree element for element and further the probabilities in each must be the same. And that
not only for the two programs, rather for each of endlessly many conceivable variants. But
this is by no means the issue here. The demand that the A-catalogue, which one gets, must
be the same regardless of which measurements are expected to be made on B, is never in
any way accomplished.
Let us consider now a “peculiar” example.

12. A N EXAMPLE -I 4

For the sake of simplicity, let us consider two systems with only one degree of freedom.
That is, each shall be characterized by only one variable q and its canonically conjugate
partner p. The classical image is that of a mass point confined to one dimensional motion
like a bead in an abacus. p is the product of mass and velocity. For the second system we
use the use large Q and P. Although we do not insist on having them mounted on a wire,


if they are we nevertheless do not insist that the origin for both variables is the same, so
that q Q does not imply that they are coincident. The two systems can be completely
separated.
In the cited paper the two possibly entangled systems, for which at a particular instant,
all that follows relates, are succinctly described by the equations
q  Q and p  P
That is: I know if a measurement of q an the first system yields a particular value, the same
value will result for Q-measurement on the second, and visa versa; and I know that if a
4 A. E INSTEIN , B. P ODOLSKY and N. ROSEN , Phys. Rev. 47, 777 (1935). Their paper stimulated me to
write this—should I call it screed or testimony?
16 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

p-measurement made on the first gives a particular value, a P-measure yields the opposite
value, and visa-versa.
A single measurement of q or p or Q or P resolves the entanglement and renders both
systems known. A second measurement on the same system modifies then a forecast on
it, but says nothing about the other. That is, both equations can not be verified in one
experiment. But one can endless repeat it ab ovo; duplicating the entanglement; and then
as one wishes, test one or the other equation, to find it confirmed. We consider this herein
to have been done.
If after many runs one decides to measure q on the first system and P on the second, and
gets:
  
q 4 P 7;
may one doubt that
   
q 4 p 7
would be a correct prediction for the first system; or
Q  4 P  7
correct for the second system? Quantum predictions are never fully testable in a single
experiment, but correct nevertheless because whoever has them in hand is in no danger of
later disappointment no matter which half he does in fact test.
This is beyond doubt: Each and every measurement on a system is the first measurement
on it. There can be no direct influences from other measurements on separated systems, a
phenomenon which it existed would be pure magic. Neither can it be just random coinci-

 
dence as thousands of measurements on virginal systems do coincide.
The forecast catalogue q 4 and p 7 would be, naturally, maximal.

13. E XAMPLE -II: ALL POSSIBLE MEASUREMENTS ARE ENTANGLED

Actually a forecast with this degree of comprehensiveness, according to QM principles


examined herein to their last consequence, is not even possible. Many of my friends are
thereby comforted and assert that what a system would have told an experimenter if
—has nothing to do with real measurements and is not derived from our epistemological


standpoint.
Let us again be completely clear. Focusing on the system with variables p q (let us call
it the ‘small’ one), I can pose via direct measurements, one of two questions, either what
is q or p. Before I do so, if I like I could have measured a fully separate system (to be
considered an ancilla) to answer either of these questions, or I might just intend to do so
later. My small system, like an examined student, can know neither whether I have done
so nor which I have done; or intend to do later. From many previous runs I know, that, as it
were, this student always gets the first question right. That implies that he must know the
answer to both. That the very process of questing so upsets the student that all subsequent
questions he doesn’t get right, changes nothing on this conclusion. No responsible school
principle would conclude otherwise, no matter how much he would wonder what the cause
of this strange behavior is. In any case, it would not occur to him that because the examiner
checked his notebook that the student answered correctly, or even that the notebook was
altered after-the-fact so as to conform to the given answer.
Thus, the small system keeps handy an answer for whichever question comes first. This
answer-in-reserve cannot be ‘fixed’ by measuring Q on the ancillary system (in the anal-
ogy: that the teacher checks one of the questions in his notebook and thereby the page on
which the answer to the other question is found, is render illegible). The QM practitioner
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 17

asserts that after a Q measurement on the ancilla, my small system gets a ψ-function in
which “q is fully sharp, but p is completely diffuse.” But still no ‘fix’ changed my small
system so that for it the p question holds a precise answer ready, and that it is just that one
found earlier.
The situation is really worse. The student has an answer not only for the q- and p-
question, but also for a thousand others although I have no idea how he does it. p and q are
not the only variables that can be measured; any combination, e.g.,
p2 q2
corresponds, according to QM principles, to a particular measurement also. It turns out5


that for this combination also there exists a measurement on the ancilla to be made to get
the “small” answer, namely on P2 Q2 , and here again the answers is identical. According
to general QM rules the result must be one of
h  3h  
 5h  7h  9h 
 
The answer for the p2 q2 -question (when this is the first measurement to which it
is subject) that the small system has ready must be from this series. Likewise for the
measurement of
p2 a2 q2 
where a is an arbitrary positive constant. In this case, per QM, the result must be one of
ah  3ah  5ah  7ah 
For each value of a there is a new question, and for each the small system has an answer
from the above series ready (with the appropriate value of a).

 
Now, the astounding fact is: these answers can be inconsistent with each other! As, let
q be the answer, which for the q-question, p the answer, which for the p-question is held
ready, then it is not possible that
a2 q 2 
p2
an odd whole number
  
ah
 
holds for any values q and p and for any positive number a . This is not just a machination 
 
with dreamed up numbers having only formal meaning. Two of the measured results one

 
can get, e.g., q and p , the one by direct, the other indirect measurement. And then one can
convince oneself (see below), that the above expression with q and p and the arbitrary a,
is not an odd number.
The deficit of insight into the interrelationships among the already held answers (us-
ing the student’s memory technique) is quite extensive; the gaps do not arise from a new

 
QM algebra. The deficit is even more strange in that one can prove: the entanglement is
already uniquely specified by the requirements by q Q and p P. If we know that
the coordinates are equal and the momentum opposed, then there exists a particular and
unambiguous quantum attribution for all possible measurements. For any measurement on
the small system, one can get a corresponding one on the “large” system, and each such
latter measurement orients simultaneously on results that a particular measurement on the
small yielded. (Naturally in the same sense as above: only a virginal measurement on each
system is valid.) As soon as we have brought the two systems together, such that (briefly
said) then their position and momentum take on a correspondence and do all other variables
also.
5 E. S CHR ÖDINGER , Proc. Camb. Phil. Soc. (in press).
18 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

But just how the values among themselves of all these variable interrelate, we know
nothing, although the system for each must have an answer ready, as it can be determined
by direct measurements on the ancilla.
Should one think, that because we know nothing about the relationships among the
variables of one system, that no such relationships exist, or that even arbitrary combinations
can arise? That would mean that such a system with one degree of freedom uses not just
two variables, as does classical mechanics, for its specification, but many more, perhaps
infinity many. But then it would be remarkable, that two systems agree always over all
variables, if they agree on any two. One might think that this is so because of our lack of
finesse, that we are unable to bring two systems together as a single one with agreement
regarding two variables without nolens volens getting agreement for the other variables,
although it would not in itself be necessary. These two assumptions must be made in order
not to experience embarrassment for the deficit on insight into the interrelationships among
the variables within a system.

14. T IME VARIATION OF ENTANGLEMENT; STATUS OF TIME

It is perhaps not idle to recall that all in §12 and §13 pertain to a single instant. But
entanglement is not time constant. It persists uniquely as an entanglement of all variables,
but its attribution among them changes. That is to say, at a later time t one can surely
learn by measurement on the ancilla the momentary value of q or p, but the measurements
to do so on the ancilla are different. What they should be is easily seen in simple cases.
It depends naturally on whatever forces are in play between the systems. Let us assume
that there are no such forces. The masses, for simplicity’s sake, are set equal and denoted


m. Thus in a classical model the momenta p and P remain constant, as they are just mass
times velocity; and, the coordinates at time t (distinguished with subscript “t”) (qt Qt ) can
be found from the initial ones by
  
qt
Qt 
q pt m
Q Pt m 
Considering first the small system, the most natural way to describe classically it at time t is
by giving coordinates and momenta at this time by qt and p. But, there are also alternatives.
Instead of qt one, in analogy to personal data, can give q corresponding to age (48 in my
case), or qt corresponding to birth date (1887 in my case). Now, from above one gets:

q qt
m
p
t; 
and likewise for the large system. Thus, for specifications we may take
 pt  m and p
 Pt m and P
for small system qt
for large system Qt
The advantage is that between these, entanglement remains invariant, namely:
 pt  m  Q  Pt  m 
p  P;
qt t

q  Q  2tP  m 
or

p  P
t t

What changes with time then is that the coordinates for the small system can not be ob-
tained as a coordinate measurement on the large system, but rather by a measurement of
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 19

the aggregate
Qt  2t
m
P
One should not imagine that one measures Qt and P separately; that does not work. Rather
one must, as is always the case in QM, recall that there is a direct measurement for the
aggregate. Otherwise, all that was said in §12 and §13 still holds, for each moment there
is the one unique entanglement of all variables with their usual consequences.
It is precisely the same when forces between the systems are in play, but then q and p
are entangled with variables more complicated that just sums of Qt and P.
This by way of preparation for the following. Time variation of entanglement is cause
for pause. Must all considered measurements transpire instantaneously to procure their in-
evitable consequences? Can the exotic conclusions be precluded by calling on the finitude
of the duration of measurement? Not at all. One needs for each single experiment only
one measurement; only the virginal one is admissible, others are simply beside the point.
Measurement duration can be ignored because no follow-on measurement is intended. The
two virginal measurements must be so executable that they give values for the same pres-
elected instant, known in advance because we must measure a pair known to be entangled
at the chosen instant.
-Is it always possible to do so?
=Maybe not. I suspect not in fact. Still, at present QM must require it; QM is so
formulated that its forecasts are made for a particular instant. As these forecasts concern
numerical results, they would be pointless were the measurements not doable at a particular
instant, regardless of how long or short the procedure itself takes.
Just when the experimenter finally learns concretely what the result is, makes no differ-
ence, however. Theoretically it is as immaterial as the fact that it takes a month to integrate
the equations predicting the weather for a single day. The farfetched example of the exam-
ination actually, while relevant in spirit, in fact is not faultlessly germane. The expression
“the system knows” may not mean that the result derived from an instantaneous event, but
actually came from a succession spread over an extended interval. But this need not con-
cern us so long as the system somehow revealed the result without external intervention,
except that (via experimental procedures) it is told which question is to be answered and
when the result can be attributed to a particular instant, which per QM, for better or worse
must be assumed or the forecast rendered empty.
Here in this discussion we stumble on a new possibility, namely, if it makes sense that a
quantum forecast relates never or seldom to a sharp instant, then it need not be required of
the numerical results either. This, as the entangled variables exchange places in the course
of time, would substantially impede emergence of an antinomy.
That a temporally sharp forecast is a mistake, is probable for other reasons also. Any
numerical time reading is also an observational result. May one admit exceptional status
for a clock reading? Should it not, as with all others, relate to a variable, having in general
no sharp value and, in any case, simultaneously can not have one with every other variable?
If forecasts of the value for some other variable at a particular instant, need one not fear
that neither can be known sharply? Within QM, this issue cannot be investigated, because
time is considered a priori as precisely known, although it must be kept in mind that any
sort of clock-reading disturbs the clock itself to some uncontrollable degree.
I emphasize, we do not now have a formulation of QM from which forecasts do not
pertain to a particular instant. It seems to me that this deficit is made manifest by the
antinomy noted above. By which I do not want to say, however, that this is the only
manifested deficit.
20 ERWIN SCHRÖDINGER (1887-1961)

15. A LAW OF NATURE OR JUST AN ALGORITHM

That “sharp time” is an inconsistency within QM, and independently that the special
status of time encumbers the application of the principle of relativity to QM, are points I
have emphasized repeatedly in recent times, regrettably without being able to suggest the
shadow of a remedy.6 The overview of the whole situation, as attempted herein, leads to
a remark of another sort pertaining to the voraciously sought, but still not truly achieved,
“relativization” of QM.
The contrived theory of measurement, the apparent jumps of a ψ-function and finally
the “antinomy of entanglement” all originate by cause of the simplicity of the means by
which the quantum calculus allows two separate systems to meld into a unity, for which
it seems artificially tailored. When two systems enter into interaction, it is not their ψ-
functions that enter into interaction, rather these functions immediately cease to exist and
a new one for the combined system reified. It consists, briefly put, to begin simply as the
product of the two individual functions; for which one depends on quite different variations
than does the other, and it is a function of all these variations “in a region of much higher
dimensionality” than for the individual functions. As soon as the systems start to influence
each other, the total function ceases to be a product; and later when the subsystems separate
it does not split up into the factors that can be attributed to the individual subsystems. Thus,
as precursor (until the entanglement is resolved by observation) one has only a common
description of the two in the higher dimensional zone. That is the reason knowledge of
the individual systems is reduced to a minimum, even totally destroyed, while the common
knowledge remains maximal. The best possible knowledge of the combined system does
not include the best possible knowledge of the parts—and that is the whole mystery.
Whoever reflects on it, must thoughtfully cogitate over the following fact. The con-
ceptual melding of two or more systems into one encounters great difficulties as soon as
one seeks to introduce Special Relativity in QM. The single electron problem was solved
seven years ago by P. A. M. D IRAC7 in an astoundingly simple manner. A series of exper-
imental verifications ornamented with the technical jargon “electron spin, pair production,
positron,” etc., leave no room for doubt in the rectitude of his solution. But still it steps
smartly away from the paradigmatic scheme of QM (which I tried to describe herein)8;
moreover, one encounters sever problems as soon as an attempt is made, following the
example of classical theory, to develop a relativistic many-body electron theory. (That a
solution to this problem must be outside the conventional scheme, is revealed by the fact
that this problem exists already for the combination of the simplest sort of subsystems.)
In this effort I presume to make no evaluation of attempts in this direction that have been
made9. That they have had the last word I doubt, however, because even they themselves
do not make such a claim.
The situation with respect to the electromagnetic field is just as problematic. Its laws are
indeed “the very embodiment of relativity;” a nonrelativistic treatment is simply impossible

6 E. S CHR ÖDINGER , Berl. Ber. (16 Ap 1931); Ann. de l’Institue H. P OINCAR É , p. 269 (1931); ‘Cursos de la
universidad international de verano en Santander I’ (Signo, Madrid, 1935) p. 60.
7 P. A. M. D IRAC , Proc. Roy. Soc. Lond. A 117, 610 (1928).
8 P. M. A. D IRAC , ‘The principles of quantum mechanics,’ (Clarendon Press, Oxford, 1930) p. 239; and 2nd
Ed. (1935), p. 252.
9Some of the more important citations: G. B REIT, Phys. Rev. 34, 553 (1929) and 37, 616 (1932); C.
M ØLLER, Z. Phys. 70, 786 (1931); P. M. A. D IRAC, Proc. Roy. Soc. Lond. A 136, 453 (1932) and Proc.
Cambridge Phil. Soc., 30, 150 (1934); R. P EIERLS , Proc. Roy. Soc. Lond., 146, 420 (1934) ; W. H EISENBERG ,
Z. Phys. 90, 209 (1934).
THE CURRENT SITUATION IN QUANTUM MECHANICS 21

in spite of the historical fact that this field, in its classical avatar as heat radiation, provided
the impetus for QM, i.e., it was the first system to be “quantized.” This was achieved with
simple means because photons, as “light atoms,” do not interact with each other10, rather
only with the intermediary of electric charge. Thus, we still do not have a really faultless
quantum theory of the electromagnetic field11 One get quite far with the construction of a
composite system (D IRAC’s theory of light12), but not to the goal.
Perhaps the elementary methods offered by the nonrelativistic quantum theory are no
more than convenient algorithms, which having deep influence, have strongly prejudiced
our whole approach to nature.
Acknowledgement. I warmly thank the Imperial Chemical Industries Ltd. for support for


this work.
Translated by A. F. KRACKLAUER c 2006
O XFORD

10This may be only approximately true. See: M. B ORN and I. I NFELD, Proc. Roy. Soc. A, 144, 425
and 147, ibid., 522 (1934); ibid., 150, 141 (1935). This is the most recent attempt at formulating Quantum
Electrodynamics.
11Some further important citations, some of which belong to the last but one footnote. P. J ORDAN and W.
PAULI , Z. Phys. 47, 151 (1928); W. H EISENBERG and W. PAULI , Z. Phys. 56, 1 (1929), ivid. 59, 168 (1930);
P. A. M. D IRAC, V. A. F OCK and B. P ODOLSKY, Phys. Z. der Sov. Uni. 6, 468 (1932); N. B OHR and L.
ROSENFELD, Danske Videnskaberne Selskab. math-phys. Mitt. 12, 87 (1933).
12An excellent citation: E. F ERMI , Rev. Mod. Phys. 4, 87 (1932).
I. ACERCA DE LO QUE HAY
1948

Willard V. O. Quine

[En: Desde un punto de vista lógico, Orbis, Barcelona, 1985, pp. 25-47]

[25] Un rasgo curioso del problema ontológico es su simplicidad. Puede formularse


en dos monosílabos castellanos: '¿Qué hay?' Puede además responderse a él con una
sola palabra: 'Todo', y todo el mundo admitirá que la respuesta es verdadera.1 No obs-
tante, esa respuesta se limita a decir que hay lo que hay. Queda margen para discrepan-
cias en casos concretos; por eso ha quedado estancada la cuestión a través de los siglos.
Supongamos ahora que dos filósofos, McX y yo, discrepamos en nuestra ontología.
Supongamos que McX sostiene que hay algo que yo niego que haya. McX, muy cohe-
rentemente con su punto de vista, describe nuestra discrepancia diciendo que yo me nie-
go a reconocer ciertas entidades. Yo protestaré, por supuesto, diciendo que su formula-
ción de nuestra discrepancia es incorrecta, porque lo que yo sostengo es que no hay en-
tidades del tipo que él aduce y que yo deba reconocer; pero el que yo considere inco-
rrecta su formulación de nuestra discrepancia es irrelevante, pues necesariamente tengo
que considerar incorrecta su ontología en cualquier caso.
Pero si, por otra parte, soy yo el que intento formular nuestra diferencia de opinión,
parece que me encuentre en una aporía. No puedo admitir que hay cosas que McX sos-
[26]-tiene y yo no, pues al admitir que hay tales cosas entraría en contradicción con mi
recusación de las mismas.
Si ese razonamiento fuera consistente, resultaría que en toda discusión ontológica el
que sostiene la parte negativa tiene que cargar con el inconveniente de no poder admitir
que su contrincante discrepa de él.
Tal es el viejo rompecabezas platónico del no ser. El no ser tiene que ser de alguna
manera, pues, de otro modo, ¿qué es lo que no es? Esta enredosa doctrina puede ser
apodada la barba de Platón; la tal barba ha probado históricamente su vigor, mellando
más de una vez el filo de la navaja de Occam.
Una línea de pensamiento como ésa es la que mueve a filósofos como McX a postu-
lar ser en casos que, de otro modo, podrían permitirles quedarse satisfechos reconocien-
do que no hay nada. Tomemos, por ejemplo, el caso Pegaso. Si no hubiera tal Pegaso,
arguye McX, no estaríamos hablando de nada cuando usamos la palabra; por tanto, sería
un sinsentido incluso decir: 'Pegaso no es'. Y pensando que eso muestra que la negación
de Pegaso no puede ser mantenida coherentemente, McX concluye que Pegaso es.
Pero McX no puede convencerse a sí mismo plenamente de que alguna región del
espacio-tiempo, próxima o remota, contenga un caballo alado de carne y hueso. Si pues
se le urgen ulteriores detalles sobre Pegaso, dice que Pegaso es una idea presente en la
mente de los hombres. Aquí, empero, empieza a manifestarse una confusión. Por amor
del argumento podemos conceder que hay una entidad, y hasta una entidad única (aun-
que esto ya resulta muy poco plausible), que es la mental idea-Pegaso; pero esta entidad
mental no es precisamente aquello de lo que uno habla cuando niega a Pegaso.
McX no confunde nunca el Partenón con la idea-Partenón. El Partenón es físico, la
idea-Partenón es mental (dicho sea en pleno acuerdo con la versión de las ideas por
1
Texto original: "It can be put in three Anglo-Saxon monosyllables: «What is there?» It can be answered,
moreover, in a word —«Everything»— and everyone..." etc. (N. del T.)
McX; no tengo mejor versión que ofrecer). El Partenón es visible; [27] la idea-Partenón
es invisible. No podemos imaginar fácilmente dos cosas más heterogéneas y menos sus-
ceptibles de confusión que el Partenón y la idea-Partenón. Pero en cuanto pasamos del
Partenón a Pegaso se instaura la confusión, por la sencilla razón de que McX se dejaría
engañar por el más grosero y palmario simulacro antes de admitir el no ser de Pegaso.
La noción de que Pegaso tiene que ser, porque de otro modo sería un sinsentido in-
cluso decir que Pegaso no es, ha llevado a McX, como se ha visto, a una confusión ele-
mental. Mentes más sutiles, aun tomando el mismo precepto como punto de partida, sa-
len adelante con teorías de Pegaso que son menos patentemente erróneas que la de McX
y otro tanto más difíciles de desarraigar. Una de esas mentes es, pongamos, el señor Y
Griega. Pegaso, sostiene Y Griega, tiene el ser de un posible no actualizado. Cuando de-
cimos que no hay tal cosa Pegaso, decimos más precisamente que Pegaso no tiene el es-
pecial atributo de la actualidad. Decir que Pegaso no es actual es lógicamente paralelo a
decir que el Partenón no es rojo; en ambos casos decimos algo acerca de una entidad
cuyo ser no se discute.
El señor Y Griega es naturalmente uno de esos filósofos que se han confabulado en
la empresa de arruinar la buena y vieja palabra 'existir'. A pesar de su adhesión a los po-
sibles no actualizados, Y Griega limita la palabra 'existencia' a la actualidad, a lo en
acto, preservando así una ilusión de acuerdo ontológico entre él y los que repudiamos el
resto de su hipertrofiado universo. Todos somos propensos a decir, en nuestro uso de
sentido común de 'existir', que Pegaso no existe, entendiendo por ello simplemente que
no hay tal entidad. Si Pegaso hubiera existido, estaría en el espacio-tiempo, pero simple-
mente por el hecho de que la palabra 'Pegaso' tiene connotaciones espacio-temporales, y
no porque las tenga la palabra 'existir'. Si no hay referencia espacio-temporal cuando
afirmamos la existencia de la raíz cúbica de 27, ello se debe simplemente a que una raíz
cúbica [28] no es un tipo espacial de cosa, y no a que seamos ambiguos en nuestro uso
de 'existe'.2 No obstante, el señor Y Griega, en un esfuerzo mal concebido por hacerse
agradable, nos concede cordialmente la inexistencia de Pegaso para insistir luego en que
Pegaso es, contrariamente a lo que entendemos por inexistencia. Una cosa es existencia,
nos dice, y otra subsistencia. La única manera que conozco de hacer frente a esta confu-
sión de problemas consiste en regalar al señor Y Griega la palabra 'existir'. Intentaré no
volver a usarla: seguimos contando con 'es' y con 'hay'. Baste esto sobre materia lexico-
gráfica y volvamos ahora a la ontología de Y Griega.
El superpoblado universo del señor Y Griega es desagradable desde varios puntos de
vista. Ofende la sensibilidad estética de quienes sabemos gustar de paisajes desérticos;
pero ése no es su peor defecto. El suburbio de los posibles del señor Y Griega es un cal-
do de cultivo de elementos subversivos. Fijémonos, por ejemplo, en el hombre gordo
posible que está en aquel umbral y en el posible flaco situado en aquel otro. ¿Son el
mismo hombre posible o son dos hombres posibles? ¿Cómo podríamos decidir esta
cuestión? ¿Cuántos hombres posibles hay en aquel umbral? ¿Hay más hombres posibles
delgados que gordos? ¿Cuántos de ellos son iguales? ¿O acaso al ser iguales se convier-
ten en uno solo? ¿No pueden ser iguales dos cosas posibles? ¿Equivale eso a decir que
es imposible que dos cosas sean idénticas? Por último, ¿es el concepto de identidad sim-
2
La tendencia a distinguir terminológicamente entre existencia en tanto que aplicada a objetos actualiza-
dos en algún punto del espacio-tiempo y existencia (o subsistencia, o ser) en cuanto aplicada a otras enti-
dades se debe acaso parcialmente a la idea de que la observación de la naturaleza no es relevante más que
para cuestiones de existencia del primer tipo. Pero esta idea es fácil de refutar mediante contraejemplos
tales como "la razón del número de centauros al número de unicornios". Si existiera una tal razón, sería
una entidad abstracta, esto es, un número. Sin embargo, sólo mediante el estudio de la naturaleza pode-
mos concluir que el número de centauros y el de unicornios son ambos 0, y que, por tanto, no hay tal ra-
zón.
plemente inaplica-[29]-ble a los posibles no actualizados? Pero ¿qué sentido puede tener
hablar de entidades de las que no pueda decirse significativamente que son idénticas
consigo mismas y distintas las unas de las otras? Esos elementos son prácticamente in-
corregibles. Se podría hacer algún esfuerzo para rehabilitarlos mediante la terapéutica
fregiana de los conceptos individuales;3 pero me parece que es mejor arrasar el suburbio
de Y Griega y seguir adelante.
La posibilidad, igual que las demás modalidades —necesidad, imposibilidad, con-
tingencia —, suscita problemas; no deseo aconsejar que nos volvamos de espaldas a
ellos. Pero, por lo menos, podemos limitar las modalidades a enunciados completos. Po-
demos aplicar el adverbio 'posiblemente' a un enunciado en su conjunto, y podremos sin
duda tener nuestras preocupaciones a propósito del análisis semántico de ese uso del ad-
verbio; pero poco progreso real podemos esperar para ese análisis por el procedimiento
de ampliar nuestro universo hasta incluir las llamadas entidades posibles. Me temo que
el principal motivo de esa expansión del universo sea simplemente la vieja noción de
que Pegaso, por ejemplo, tiene que ser, pues de otro modo resultaría un sinsentido decir
que no es.
Pero toda la exuberante plétora del universo de posibles del señor Y Griega parece
reducirse a una nada con sólo proceder a una ligera modificación del ejemplo, pasando a
hablar no de Pegaso, sino de la redonda cúpula cuadrada que remata Berkeley College.
Si, a menos que Pegaso sea, es un sinsentido decir que no es, por la misma razón, si no
hay tal redonda cúpula cuadrada en Berkeley College, será un sinsentido decir que no la
hay. Pero, a diferencia de Pegaso, la redonda cúpula cuadrada de Berkeley College no
puede admitirse ni siquiera como posible sin actualizar. ¿Podemos obligar ahora al se-
ñor Y Griega a admitir también un reino de imposibles inactualizables? Si lo admitiera,
podría plan-[30]-tearse una dilatada serie de turbadoras preguntas a propósito de ese rei-
no. Podemos, por ejemplo, esperar que el señor Y Griega caiga en contradicción hacién-
dole admitir que algunas de esas entidades son simultáneamente redondas y cuadradas.
Pero el astuto señor Y Griega se decide por el otro cuerno del dilema: concede que es un
sinsentido decir que no hay tal redonda cúpula cuadrada en Berkeley College. Dice que
la frase 'redonda cúpula cuadrada' carece de significación.
El señor Y Griega no ha sido el primero en adherirse a esa alternativa. La doctrina
de la asignificatividad de las contradicciones se remonta a tiempos muy antiguos. Y su
tradición sobrevive, además, en autores que no parecen compartir ninguna motivación
con el señor Y Griega. Pero me asombraría que la primera tentación de abrazar esa doc-
trina hubiera podido ser sustancialmente diversa de la motivación que hemos observado
en el señor Y Griega. La doctrina no tiene, en efecto, ningún atractivo intrínseco, y ha
llevado a sus devotos a tan quijotescos extremos como es la recusación del método de
demostración por reductio ad absurdum — recusación en la que yo veo una reductio ad
absurdum de la doctrina misma.
Además, la doctrina de la asignificatividad de las contradicciones tiene el grave in-
conveniente metodológico de que hace por principio imposible el establecimiento de
cualquier prueba efectiva para decidir sobre qué tiene sentido y qué no lo tiene. Con esa
doctrina nos sería definitivamente imposible arbitrar procedimientos sistemáticos para
decidir si una sucesión de signos hace sentido o no lo hace — incluso individualmente
para nosotros, por no hablar ya de los demás. Pues de un descubrimiento lógico mate-
mático debido a Church [2] se sigue que no puede haber una prueba de contradictorie-
dad que sea de aplicación universal.

3
Cfr. infra, p., 219.
He hablado despectivamente de la barba de Platón, sugiriendo con malevolencia que
es muy enmarañada. He considerado con detalle los inconvenientes que presenta para
[31] moverse ágilmente. Ha llegado el momento de tomar medidas oportunas.
En su teoría de las llamadas descripciones singulares, Russell muestra claramente
cómo podemos usar nombres aparentes sin necesidad de suponer las entidades supuesta-
mente nombradas por ellos. Los nombres a los que se aplica directamente la teoría de
Russell son nombres descriptivos complejos como, por ejemplo, 'el autor de Waverley',
'el actual rey de Francia', 'la redonda cúpula cuadrada de Berkeley College'. Russell ana-
liza sistemáticamente esas frases como fragmentos de los enunciados completos en los
que aparecen. El enunciado 'el autor de Waverley fue un poeta' se explica como un todo
con la significación 'Alguien (mejor: algo) escribió Waverley y fue un poeta, y ninguna
otra cosa escribió Waverley'. (La importancia de esta última cláusula, la que sigue a 'y',
estriba en que afirma la unicidad implícita en el artículo 'el' en la frase 'el autor de Wa-
verley'.) El enunciado 'la redonda cúpula cuadrada de Berkeley College es roja' se expli-
ca como 'Algo es redondo y cuadrado y cúpula de Berkeley College y es rojo, y ninguna
otra cosa es redonda y cuadrada y cúpula de Berkeley College'.4
La virtud de ese análisis es que el nombre aparente, que es una frase descriptiva,
queda parafraseado en el contexto como un símbolo de los llamados incompletos. Como
análisis de la frase descriptiva no se ofrece ninguna expresión unificada, pero el comple-
to enunciado que era contexto de la frase conserva toda su cuota de significación —es
verdadero o falso.
El enunciado sin analizar 'El autor de Waverley fue un poeta' contiene una parte
—'el autor de Waverley' — de la que McX y el señor Y Griega suponen erróneamente
que exige una referencia objetiva para tener significación. Pero en la traducción de Rus-
sell — 'Algo escribió Waverley y fue [32] un poeta, y ninguna otra cosa escribió Waver-
ley' — la carga de la referencia objetiva impuesta antes a la frase descriptiva se desplaza
ahora sobre palabras del tipo que los lógicos llaman variables ligadas, variables de
cuantificación, esto es, palabras como 'algún', 'ningún', 'todo'. Lejos de pretender ser es-
pecíficos nombres del autor de Waverley, esas palabras no aspiran en absoluto a ser
nombres; refieren a entidades de un modo genérico, con un tipo de intencionada ambi-
güedad que les es peculiar.5
Estas palabras cuantificacionales o variables ligadas son sin duda una parte básica
del lenguaje, y su significatividad —en contexto al menos— no puede ser discutida.
Pero su significatividad no presupone en modo alguno que haya un autor de Waverley o
una redonda cúpula cuadrada de Berkeley College, ni ningún otro objeto determinado.
En cuanto que se trata de descripciones, no hay ya la menor dificultad para afirmar o
negar ser. 'El autor de Waverley es' se explica según Russell como significando 'Alguien
(o, más estrictamente, algo) escribió Waverley y ninguna otra cosa escribió Waverley'.
'El autor de Waverley no es' se explica consiguientemente por la alternativa: 'O bien nin-
guna cosa escribió Waverley o bien dos o más cosas escribieron Waverley'. Esta alterna-
tiva es falsa, pero tiene significación, y no contiene ninguna expresión que pretenda
nombrar al autor de Waverley. De modo análogo se analiza el enunciado 'La redonda cú-
pula cuadrada de Berkeley College no es'. Con esto se echa por la borda la vieja noción
de que los enunciados de no ser se destruyen a sí mismos. Cuando se analiza un enun-
ciado de ser o de no ser mediante la teoría russelliana de las descripciones, ese enuncia-
do deja de contener toda expresión que pretenda nombrar la entidad aducida y cuyo ser
se discute, de tal modo que no puede seguir pensándose que la significatividad del enun-
ciado presuponga el ser de aquella entidad.
4
Más sobre la teoría de las descripciones, infra, pp. 132 s., 237 s.
5
Tratamiento más explícito de las variables ligadas, infra, pp. 127, 153 s.
[33] Pero, ¿qué hay de 'Pegaso'? Tratándose aquí de una palabra, y no de una frase
descriptiva, el argumento de Russell no se aplica inmediatamente. No obstante, es fácil
conseguir su aplicación. Nos basta con reformular 'Pegaso' como descripción, de cual-
quier modo que parezca adecuado para individualizar nuestra idea; por ejemplo: 'el ca-
ballo alado que fue capturado por Belerofonte'. Sustituyendo 'Pegaso' por esa frase des-
criptiva, podemos proceder a analizar los enunciados 'Pegaso es' o 'Pegaso no es' en pre-
cisa analogía con el análisis russelliano de 'El autor de Waverley es' y 'E1 autor de Wa-
verley no es'.
Para poder subsumir bajo la teoría russelliana de la descripción un nombre o supues-
to nombre de una sola palabra, tenemos naturalmente que ser capaces de traducir la pa-
labra a una descripción. Pero ésta no es una verdadera restricción. Si la noción de Pega-
so hubiera sido tan oscura o tan básica que no se hubiera ofrecido ninguna posibilidad
de traducción adecuada a frase descriptiva por procedimientos habituales, habríamos
podido servirnos, en todo caso, del siguiente expediente artificial y a primera vista tri-
vial: podríamos haber apelado al atributo ser Pegaso, ex hypothesi inanalizable, irreduc-
tible, y habríamos adoptado para su expresión el verbo 'ser-Pegaso' o el verbo 'pegasear'.
El nombre 'Pegaso' podría entonces tratarse como derivado, e identificado en última ins-
tancia con una descripción: 'la cosa que es Pegaso', 'la cosa que pegasea'.6
No tiene importancia que la connotación de un predicado como 'pegasea' parezca
obligarnos a reconocer que un atributo correspondiente, pegaseante, se encuentra en el
cielo platónico o en las mentes de los hombres. Ni nosotros ni el señor Y Griega ni McX
hemos discutido hasta ahora acerca del ser o no ser de los universales, sino más bien
acerca del ser o no ser de Pegaso. Si en términos del atributo pegasear [34] podemos in-
terpretar el nombre 'Pegaso' como un sujeto descrito según la teoría russelliana de la
descripción, habremos liquidado la vieja noción según la cual no puede decirse que Pe-
gaso no es sin admitir que en cierto sentido Pegaso es.
Nuestra argumentación es ahora bastante general. McX y el señor Y Griega suponí-
an que no se puede sentar significativamente un enunciado de la forma 'tal y cual cosa
no es', con un nombre simple o descriptivo en el lugar de 'tal y cual cosa', sin que tal y
cual cosa fuera. Se ha visto ya que esa suposición carece en general de fundamentos,
puesto que el nombre singular en cuestión puede ampliarse siempre a descripción singu-
lar — trivialmente o no — y luego analizarlo a la Russell.
Cuando decimos que hay números primos mayores que un millón nos compromete-
mos con una ontología que contiene números; cuando decimos que hay centauros nos
obligamos a sostener una ontología que contiene centauros; y cuando decimos que Pe-
gaso es, nos sometemos a una ontología que contiene a Pegaso. En cambio, no nos ata-
mos a una ontología que contenga a Pegaso o al autor de Waverley o a la redonda cúpula
cuadrada de Berkeley College cuando decimos que Pegaso no es, que el autor de Wa-
verley o la cúpula en cuestión no son. No debemos seguir trabajando bajo la ilusión de
que la significatividad de un enunciado que contiene un término singular presupone una
entidad nombrada por el término en cuestión. Un término singular no necesita nombrar
para ser significativo.
Un atisbo de esa circunstancia podía haber iluminado al señor Y Griega y a McX,
incluso sin beneficiarse de Russell, con sólo haberse dado cuenta —como nos damos
tan pocos— de que hay un abismo entre significar y nombrar incluso en el caso de un
término singular que sea genuinamente nombre de un objeto. El siguiente ejemplo de
Frege [3] será útil en este punto. La frase 'lucero de la tarde' nombra cierto gran objeto
físico de forma esférica que se mueve en el espacio a varios millones de millas de noso-
6
Para ulteriores observaciones acerca de tal asimilación de todos los términos singulares a descripciones,
cfr. infra, p. 237, y QUINE, [2], pp. 218-224.
tros. La frase [35] 'lucero del alba' nombra la misma cosa, como probablemente estable-
ció por vez primera cierto buen observador babilonio. Pero no se puede considerar que
las dos frases tengan la misma significación; de tenerla, aquel babilonio habría podido
ahorrarse sus observaciones y contentarse con reflexionar acerca de la significación de
sus palabras. Las dos significaciones, puesto que difieren, deben ser algo diverso del ob-
jeto nombrado o denotado, el cual es uno y el mismo en los dos casos.
La confusión de significar y nombrar no sólo acarreó la convicción de McX de que
no podría repudiar a Pegaso sin caer en un sinsentido; la continua confusión de signifi-
car y nombrar le ayudó sin duda también a engendrar su absurda noción de que Pegaso
es una idea, una entidad mental. La estructura de su confusión es como sigue. McX con-
fundió el aducido objeto nombrado Pegaso con la significación de la palabra 'Pegaso',
infiriendo consiguientemente que Pegaso tiene que ser para que 'Pegaso' tenga significa-
ción. Pero ¿qué cosa es una significación? Es éste un punto discutido, pero, de todos
modos, uno puede explicar plausiblemente las significaciones como ideas presentes en
la mente, suponiendo que sea capaz de dar sentido claro a la idea de ideas presentes en
la mente. Pegaso, por tanto, inicialmente confundido con una significación, termina por
ser una idea en la mente. Lo más notable es que el señor Y Griega, sujeto a la misma
motivación inicial que McX, evitaría esa concreta confusión encontrándose al final, en
cambio, con los posibles no-actualizados.
Atendamos ahora al problema ontológico de los universales: la cuestión de si hay
entidades tales como atributos, relaciones, clases, números, funciones. Es característico
de McX Pensar que hay tales cosas. Cuando habla de atributos dice: "Hay casas rojas,
rosas rojas y crepúsculos rojos; todo eso es cosa de sentido común prefilosófico que to-
dos tenemos que aceptar. Ahora bien, esas casas, esas rosas y esos crepúsculos tienen
algo en común; lo que tienen en común es lo men-[36]-tado mediante el atributo de la
rojez". Así pues, para McX el que haya atributos es incluso más trivial que el hecho tri-
vial y obvio de que hay casas rojas, rosas rojas y crepúsculos rojos. Esto es, según creo,
lo característico de la metafísica, o, por lo menos, de la parte de la metafísica llamada
ontología: quien considere verdadera una afirmación de esa rama tiene que considerarla
al mismo tiempo trivialmente verdadera. La ontología de cada cual es básica para el es-
quema conceptual mediante el cual interpreta todas las experiencias, incluso las más tó-
picas. Considerada en el marco de un determinado sistema conceptual —¿y de qué otro
modo sería posible el juicio?— una afirmación ontológica vale sin más, sin necesidad
de justificación especial. Las afirmaciones ontológicas se siguen inmediatamente de to-
dos los tipos de afirmaciones accidentales de hechos vulgares, exactamente igual que —
desde el punto de vista, desde luego, del esquema conceptual de McX— 'Hay un atribu-
to' se sigue de 'Hay casas rojas, rosas rojas y crepúsculos rojos'.
Juzgada, en cambio, dentro del marco de otro esquema conceptual, una afirmación
ontológica que es axiomática para McX puede ser sentenciada como falsa con la misma
inmediatez y trivialidad. Uno puede admitir que hay casas rojas, rosas rojas y crepúscu-
los rojos y negar al mismo tiempo que tengan algo en común, como no sea según una
manera de hablar popular y susceptible de inducir a error. Las palabras 'casas', 'rosas' y
'crepúsculos' son verdaderas de numerosas entidades individuales que son casas y rosas
y crepúsculos, y la expresión 'rojo' u 'objeto rojo' es verdadera de cada una de numero-
sas entidades individuales que son casas rojas, rosas rojas o crepúsculos rojos; pero no
hay además de eso ninguna entidad, individual o no, denominada por la palabra 'rojez',
ni, por lo demás, entidades denominadas 'caseidad', 'roseidad', 'crepusculeidad'. El que
las casas, las rosas y los crepúsculos sean todos ellos rojos puede ser considerado hecho
último e irreductible, y puede sostenerse que McX no gana ninguna capacidad explicati-
va con todas las entidades [37] ocultas que pone bajo nombres del tipo de 'rojez' o 'lo
rojo'.
Antes de prestar atención al problema de los universales Se destruyó una argumenta-
ción con la cual McX habría podido intentar muy naturalmente imponernos su ontología
de los universales. McX no puede argüir que predicados como 'rojo' o 'es rojo', predica-
dos que todos usamos, tienen que ser considerados como nombres, cada uno, de una en-
tidad singular, si es que han de tener significación. Pues hemos visto que ser nombre de
algo es característica mucho más especial que la de ser significativo. Tampoco puede re-
procharnos —por lo menos, no puede hacerlo con ese argumento— el haber puesto un
atributo pegasear por nuestra adopción del predicado 'pegasea'.
No obstante, McX apela a otra estratagema. "Admitamos — dice — esa distinción
entre significar y nombrar que tan importante le parece. Admitamos incluso que 'es
rojo', 'pegasea', etc., no son nombres de atributos. Pero usted mismo admite que son sig-
nificaciones. Y esas significaciones, ya sean nominales o no, siguen siendo universales,
y hasta me atrevo a decir que algunas de ellas pueden ser las mismas cosas que yo llamo
atributos, o algo, en última instancia, muy parecido desde el punto de vista de su fun-
ción."
Se trata, sin duda, de un discurso sorprendentemente penetrante para tratarse de
McX; tan penetrante que el único procedimiento que conozco para hacerle frente consis-
te en negarse a admitir significaciones. La verdad es que no siento en realidad ninguna
repugnancia por seguir esa vía y negarme a admitirlas, pues no por ello tengo que negar
que las palabras y los enunciados sean significativos. McX y yo podemos coincidir a la
letra en nuestra clasificación de las formas lingüísticas en significativas y asignificati-
vas, aunque McX construya la significatividad como el tener (en un determinado senti-
do de 'tener') cierta abstracta entidad que él llama significación, mientras que yo no la
construyo así. Yo puedo sostener libremente que el hecho de que un determinado uso
lingüístico sea significativo (o significante, co-[38]-mo prefiero decir, más activamente,
para no invitar a hipostatizar, por el uso pasivo, las significaciones en entidades) es una
cuestión fáctica última e irreductible; o bien puedo intentar analizar ese hecho directa-
mente en términos de lo que hace la gente en presencia del uso lingüístico en cuestión y
de otros usos análogos.
Los usos útiles según los cuales habla o parece hablar comúnmente la gente acerca
de significaciones se reducen a dos: el tener significación, que es la significatividad, y
la identidad de significación, o sinonimia. Lo que se llama dar la significación de un
uso lingüístico consiste simplemente en usar un sinónimo formulado, por lo común, en
un lenguaje más claro que el original. Si pues nos sentimos alérgicos a las significacio-
nes como tales, podemos hablar directamente de los usos lingüísticos llamándoles signi-
ficantes o no-significantes, sinónimos o heterónimos unos de otros. El problema de ex-
plicar esos adjetivos —'significante' y 'sinónimo'— con alguna claridad y algún rigor —
y, preferiblemente, según creo, en términos de comportamiento— es tan difícil como
importante.7 Pero el valor explicativo de esas entidades intermediarias especiales e irre-
ductibles llamadas significaciones es seguramente ilusorio.
Hasta el momento he sostenido que podemos usar significativamente términos sin-
gulares en enunciados sin necesidad de suponer que hay unas entidades que aquellos
términos pretenden nombrar. He argüido además que podemos usar términos generales,
predicados por ejemplo, sin necesidad de conceder que sean nombres de entidades abs-
tractas. También he sostenido que podemos considerar los usos lingüísticos como signi-
ficantes y como sinónimos o heterónimos los unos de los otros sin complicarnos con un
reino de entidades llamadas significaciones. En este punto McX empieza a dudar de que
7
Cfr. los ensayos II y III.
nuestra inmunidad ontológica tenga algún límite. ¿Es que nada de lo que podamos decir
nos obli-[39]-gará a admitir los universales u otras entidades que nos resulten desagra-
dables?
He sugerido ya una respuesta negativa a esa pregunta al hablar de las variables liga-
das, o variables de cuantificación, en relación con la teoría russelliana de las .descripcio-
nes. Podemos complicarnos muy fácilmente en compromisos ontológicos diciendo, por
ejemplo, que hay algo (variable ligada) que tienen en común las casas rojas y los cre-
púsculos; que hay algo que es un número primo mayor que un millón. Pero ésa es esen-
cialmente la única vía por la cual podemos contraer compromisos ontológicos: nuestro
uso de las variables ligadas. En cambio, no es un criterio el uso de supuestos nombres,
pues podemos perfectamente repudiar su naturaleza denotativa, a menos que una enti-
dad correspondiente pueda ser localizada entre las cosas que afirmamos en términos de
variables ligadas. De hecho, los nombres son irrelevantes para el problema ontológico,
pues, como hemos mostrado a propósito de 'Pegaso' y de 'pegasear', los nombres pueden
convertirse en descripciones, y Russell ha mostrado que las descripciones pueden elimi-
narse. Todo lo que puede decirse con la ayuda de nombres puede decirse también en un
lenguaje que no los tenga. Ser asumido como entidad significa pura y simplemente ser
asumido como valor de una variable. Dicho según las categorías de la gramática tradi-
cional, eso equivale, aproximadamente, a encontrarse en el campo de referencia de un
pronombre. Los pronombres son los medios de referencia básicos; habría sido más ade-
cuado llamar a los nombres propronombres. Las variables de cuantificación — 'alguno',
'ninguno', 'todo'— recorren nuestra ontología entera, cualquiera que ésta sea; y se nos
hará convictos de una determinada suposición ontológica si y sólo si el supuesto aduci-
do tiene que encontrarse entre las entidades que constituyen el campo de nuestras varia-
bles para que una de nuestras afirmaciones resulte verdadera.
Podemos, por ejemplo, decir que algunos perros son blancos sin obligarnos por ello
a reconocer ni la perreidad ni la [40] blancura como entidades. 'Algunos perros son
blancos' dice que algunas cosas que son perros son blancas; y para que esta afirmación
sea verdadera, las cosas que constituyen el campo o recorrido de la variable ligada 'algu-
nos' tienen que incluir algunos perros blancos, pero no la perreidad ni la blancura. En
cambio, cuando decimos que algunas especies zoológicas son cruzables, nos estamos
comprometiendo a reconocer como entidades las especies mismas, por abstractas que
sean. Así quedamos, al menos, comprometidos mientras no arbitremos algún expediente
para parafrasear el enunciado de tal modo que resulte que la aparente referencia de
nuestra variable ligada a las especies era una manera de decir inesencial y evitable.8
La matemática clásica, como ilustra claramente el ejemplo de los números primos
mayores que un millón, está comprometida hasta el cuello en una ontología de entidades
abstractas. Por ello la gran controversia medieval de los universales ha vuelto a encen-
derse en la moderna filosofía de la matemática. Pero el problema es ahora más claro que
entonces, pues hoy contamos con un criterio más explícito para decidir cuál es la onto-
logía con la que está comprometida una determinada teoría o una determinada manera
de hablar: una teoría está obligada a admitir aquellas entidades — y sólo aquéllas— a
las cuales tienen que referirse las variables ligadas de la teoría para que las afirmaciones
hechas en ésta sean verdaderas.
Por el hecho de que ese criterio de compromiso ontológico no surgió claramente en
la tradición filosófica, los modernos filósofos de la matemática no se han dado suficien-
temente cuenta, en general, de que estaban debatiendo el mismo viejo problema de los
universales, aunque en una forma más clara. Pero las divisiones fundamentales entre los
modernos puntos de vista en el terreno de la fundamentación de la matemática apuntan
8
Cfr. más sobre este problema en el ensayo VI.
de modo muy explícito a des-[41]-acuerdos sobre el tipo de entidades que pueden admi-
tirse como objetos de referencia de las variables ligadas.
Los tres puntos de vista principales en la Edad Media a propósito de los universales
han recibido de los historiadores los nombres de realismo, conceptualismo y nominalis-
mo. Las mismas tres doctrinas vuelven esencialmente a aparecer en los resúmenes de la
filosofía de la matemática en el siglo XX, bajo los nuevos nombres de logicismo, intui-
cionismo y formalismo.
Realismo, cuando la palabra se usa en el contexto de la controversia medieval sobre
los universales, es la doctrina platónica de que los universales, o entidades abstractas,
tienen un ser independientemente de la mente; ésta puede descubrirlos, pero no crearlos.
El logicismo, representado por Frege, Russell, Whitehead, Church y Carnap, permite
usar las variables ligadas para referirse indiscriminadamente a entidades abstractas co-
nocidas y desconocidas, especificadas e inespecificadas.
El conceptualismo sostiene que hay universales, pero que son producidos por la
mente. El intuicionismo, asumido en los tiempos modernos, de un modo u otro, por
Poincaré, Brower, Weyl, etc., defiende el uso de las variables ligadas para referirse a en-
tidades abstractas sólo en el caso de que tales entidades puedan ser elaboradas a partir
de ingredientes previamente especificados. Como ha dicho Fraenkel, el logicismo sos-
tiene que las ideas se descubren, mientras que el intuicionismo afirma que se inventan
—correcta formulación, en realidad, de la vieja oposición entre el realismo y el concep-
tualismo. Esta oposición no es mero bizantinismo; da lugar, en efecto, a una esencial di-
ferencia en cuanto a la parte del acervo de la matemática clásica que uno está dispuesto
a suscribir. Los logicistas, o realistas, pueden obtener, partiendo de sus presupuestos, los
órdenes de infinitud ascendentes de Cantor; los intuicionistas, en cambio, se ven obliga-
dos a detenerse en el orden inferior de infinitud, y, como consecuencia indirecta, a aban-
donar incluso algunas [42] de las leyes clásicas de los números reales.9 La moderna con-
troversia entre logicismo e intuicionismo surge precisamente de discrepancias a propósi-
to del infinito.
El formalismo, asociado con el nombre de Hilbert, se hace eco del intuicionismo al
deplorar el desenfrenado recurso de los logicistas a los universales. Pero el formalismo
considera insatisfactorio también el intuicionismo. Y ello por una de dos razones opues-
tas. Al igual que el logicista, el formalista puede oponerse a la mutilación de la matemá-
tica clásica; o bien, al igual que el antiguo nominalista, puede negarse en redondo a ad-
mitir entidades abstractas, incluso en el sentido restringido de entidades producidas por
la mente. El resultado es el mismo: el formalista concibe la matemática clásica como un
juego de notaciones no significantes. Este juego de notaciones puede sin duda ser útil,
todo lo útil que ha mostrado ya ser como muleta del físico y del técnico. Pero utilidad
no implica significación en ningún sentido lingüístico literal. Ni tampoco tiene que im-
plicar necesariamente significación el llamativo éxito de los matemáticos en su tejer te-
oremas y en su hallazgo de bases objetivas para aceptar sus resultados respectivos. Pues
una base adecuada para el acuerdo entre los matemáticos puede hallarse simplemente en
las reglas que regulan la manipulación de las notaciones, reglas sintácticas que, a dife-
rencia de las notaciones mismas, son plenamente significantes e inteligibles.10
He indicado ya que el tipo de ontología que adoptemos puede ser consecuencia de
determinadas necesidades, especialmente en conexión con la matemática, pero éste es
sólo un ejemplo. ¿Cómo podemos juzgar entre ontologías rivales? Evidentemente, la
respuesta no viene dada por la fórmula semántica "Ser es ser el valor de una variable";

9
Cfr. infra, pp. 181 ss.
10
Cfr. GOODMAN AND QUINE. Para ulterior discusión de los temas tocados en las dos últimas páginas, véase
BERNAYS [1], FRAENKEL, BLACK.
esta fórmula, por el contrario, sirve más bien para examinar la [43] conformidad de una
observación dada o de una doctrina con un determinado criterio ontológico previo. Si
atendemos a las variables ligadas en conexión con la ontología no es para saber lo que
hay, sino para saber lo que una determinada observación o doctrina, nuestra o de otro,
dice que hay; y éste es muy precisamente un problema de lenguaje, mientras la cuestión
¿qué hay? es de muy otro linaje.
Al entablar una discusión acerca de lo que hay se tienen siempre razones para operar
en un plano semántico. Una razón es el deseo de escapar a la aporía indicada al princi-
pio de este ensayo: la aporía que consiste en que no puedo admitir que hay cosas afir-
madas por McX y no por mí. Mientras yo me atenga a mi ontología, opuesta a la de
McX, no puedo permitir que mis variables ligadas se refieran a entidades que pertene-
cen a la ontología de McX y no a la mía. Puedo empero describir consistentemente
nuestra discrepancia caracterizando las afirmaciones de McX. Siempre que mi ontología
admita formas lingüísticas o, por lo menos, notaciones y usos concretos, puedo hablar
de los enunciados de McX.
Otra razón para pasar a un plano semántico consiste en la necesidad de hallar un te-
rreno común en el cual discutir. Las discrepancias en la ontología suponen siempre una
discrepancia en los esquemas conceptuales básicos; pero McX y yo, a pesar de esas dis-
crepancias básicas, consideramos que nuestros esquemas conceptuales convergen lo su-
ficientemente en sus ramificaciones medias y superiores como para permitirnos comuni-
carnos con éxito acerca de cuestiones como la política, el tiempo atmosférico y, espe-
cialmente, el lenguaje. En la medida en que nuestra básica controversia ontológica pue-
da ser elevada y traducida a controversia semántica sobre palabras y sobre sus usos,
puede retrasarse el colapso de la controversia, su desembocadura en peticiones de prin-
cipio.
No puede pues asombrar que la controversia ontológica desemboque en controversia
sobre el lenguaje. Pero de esto no hay que saltar a la conclusión de que la cuestión de lo
[44] que hay o es dependa de palabras. La traducibilidad de una cuestión a términos se-
mánticos no es una indicación de que la cuestión sea lingüística. Ver Nápoles es llamar-
se con un nombre que si se antepone a las palabras 've Nápoles' da un enunciado verda-
dero; pero en el ver Nápoles no hay nada lingüístico.
Creo que nuestra aceptación de una ontología es en principio análoga a nuestra
aceptación de una teoría científica, de un sistema de física, por ejemplo: en la medida,
por lo menos, en que somos razonables, adoptamos el más sencillo esquema conceptual
en el cual sea posible incluir y ordenar los desordenados fragmentos de la experiencia
en bruto. Nuestra ontología queda determinada en cuanto fijamos el esquema concep-
tual más general que debe ordenar la ciencia en el sentido más amplio; y las considera-
ciones que determinan la construcción razonable de una parte de aquel esquema concep-
tual —la parte biológica, por ejemplo, o la física— son de la misma clase que las consi-
deraciones que determinan una construcción razonable del todo. Cualquiera que sea la
extensión en la cual puede decirse que la adopción de un sistema de teoría científica es
una cuestión de lenguaje, en esa misma medida —y no más— puede decirse que lo es
también la adopción de una ontología.
Pero la simplicidad, como principio-guía en la construcción de los esquemas con-
ceptuales, no es una idea clara e inequívoca, y es muy capaz de presentar un criterio do-
ble o múltiple. Imaginémonos, por ejemplo, que hemos arbitrado el más económico
conjunto de conceptos apto para comunicar la experiencia inmediata al hilo de los he-
chos. Podemos suponer que las entidades sujetas a ese esquema —los valores de las va-
riables ligadas— son acaecimientos subjetivos individuales de la sensación o de la refle-
xión. Sin duda comprobaremos que un esquema conceptual fisicalista, orientado a ha-
blar de objetos externos, ofrece grandes ventajas para la simplificación de nuestras co-
municaciones generales. Por el procedimiento de fundir acaecimientos sensi-[45]-bles
separados y tratarlos como percepciones de un objeto, reducimos la complejidad de
nuestro flujo experimental a una simplicidad conceptual manejable. La regla de la sim-
plicidad es en efecto la máxima que nos guía al asignar datos sensibles a objetos: aso-
ciamos una sensación de redondez anterior y otra posterior a la misma llamada peseta, o
a dos llamadas pesetas, según la exigencia de simplicidad máxima en nuestra total ima-
gen del mundo.
Aquí tenemos dos esquemas conceptuales en competencia, uno fenomenalista y otro
fisicalista. ¿Cuál debe prevalecer? Cada uno de ellos tiene sus ventajas y su especial
simplicidad a su manera. Cada uno de ellos merece, en mi opinión, ser desarrollado.
Cada uno de ellos puede efectivamente considerarse como el más fundamental, aunque
en diversos sentidos: el uno es epistemológicamente fundamental, el otro físicamente
fundamental.
El esquema conceptual fisicalista simplifica nuestra exposición de la experiencia
porque miríadas de acaecimientos sensibles separados se asocian con llamados objetos
singulares; no obstante, no es verosímil que todo enunciado sobre objetos físicos pueda
efectivamente traducirse, ni siquiera indirecta y complejamente, al lenguaje fenomena-
lista. Los objetos físicos son entidades postuladas que redondean y simplifican nuestra
exposición de la experiencia, igual que la introducción de los números irracionales sim-
plifica las leyes de la aritmética. Desde el punto de vista del esquema conceptual de la
aritmética elemental de los números racionales, la aritmética más amplia de los números
racionales e irracionales tendría el status de un mito conveniente, más sencillo que la
verdad literal (a saber, la aritmética de los números racionales), el cual contiene sin em-
bargo esa verdad literal como parte dispersa en él.11
¿Y qué puede decirse de las clases o atributos de los objetos físicos? Una ontología
platonizante es, desde el punto [46] de vista de un esquema conceptual estrictamente fi-
sicalista, tan mítica como mítico es el esquema fisicalista mismo para el fenomenista.
Pero este superior mito es bueno y útil en la medida en que simplifica nuestra exposi-
ción de la física. Puesto que la matemática es una parte integrante de ese mito superior,
resulta evidente la utilidad del mismo para la ciencia física. Al llamarle, a pesar de ello,
mito, me hago eco de la filosofía de la matemática a que he aludido antes bajo el nom-
bre de formalismo. Pero con igual justicia puede adoptar una actitud formalista ante el
esquema conceptual de la física el esteta puro o el fenomenista.
La analogía entre el mito de la matemática y el mito de la física es bastante estrecha
en algunos otros puntos, que acaso sean accidentales. Considérese, por ejemplo, la crisis
provocada en la fundamentación de la matemática a principios de siglo por el descubri-
miento de la paradoja de Russell y otras antinomias de la teoría de conjuntos. Esas con-
tradicciones tuvieron que obviarse mediante expedientes ad hoc nada intuitivos;12 nues-
tra producción de mitos se hizo entonces deliberada y manifiesta para todo el mundo.
Pero ¿y en física? Surgió en ella una antinomia entre la interpretación ondulatoria de la
luz y la corpuscular; y si no redundó en una contradicción tan radical como la de la pa-
radoja de Russell fue, según creo, porque la física no es tan radical como la matemática.
Más adelante, la segunda gran crisis moderna en la fundamentación de la matemática —
provocada en 1931 por la demostración por Gödel [2] de que necesariamente hay enun-
ciados aritméticos indecidibles—, tiene su paralelo en física en el principio de determi-
nación de Heisenberg.

11
La analogía aritmética se debe a FRANK, pp. 108 s.
12
Cfr. infra, pp. 137 ss., 144 ss., 178 ss.
En las anteriores páginas he intentado mostrar que algunos argumentos corrientes en
favor de determinadas ontologías son falaces. He ofrecido además un criterio explícito
para decidir cuáles son los supuestos ontológicos de una teoría. [47] Pero la cuestión de
cuál es la ontología que debe efectivamente adoptarse sigue abierta, y el consejo que
debe darse es obviamente el de ser tolerante y tener un espíritu experimental. Compro-
bemos por todos los medios cuánta parte del esquema conceptual fisicalista puede redu-
cirse al fenomenista; pero también la física exige continuación, por más que sea irreduc-
tible in toto. Veamos si es posible, y en qué medida, independizar la ciencia natural de la
matemática platonizante; pero cultivemos también la matemática y ahondemos en sus
platonizantes fundamentos.
Entre los varios esquemas conceptuales más apropiados para todas esas empresas
hay uno —el fenomenista— que reivindica prioridad epistemológica. Contempladas
desde el esquema conceptual fenomenista, las ontologías de objetos físicos y objetos
matemáticos son mitos. Pero la cualidad de mito es relativa; relativa, en este caso, al
punto de vista epistemológico. Este punto de vista es uno entre varios, y corresponde a
un interés entre nuestros varios intereses, a una finalidad entre nuestras varias finalida-
des.
LA CONCEPCIÓN CIENTÍFICA DEL MUNDO – EL CÍRCULO DE VIENA♣

Prefacio

A comienzos de 1929, Moritz Schlick recibió una tentativa oferta para trabajar en
Bonn. Después de dudar un poco, decidió quedarse en Viena. En esta ocasión, se
hizo claramente conciente para él y para nosotros que existe algo así como un
“círculo de Viena” de la concepción científica del mundo, que desarrolla esta
manera de pensar en un trabajo en conjunto. Este círculo no tiene una organización
fija; sino que la conforman hombres con la misma actitud científica básica. El
individuo trata de obtener la integración, cada uno trata de llevar la unión al
primer plano, ninguno quiere perturbar la cohesión a través de la particularidad.
En muchos aspectos uno puede representar a otro, el trabajo de uno puede ser
continuado por otro.

El círculo de Viena está ansioso por tomar contacto con los de igual juicio y
ejercer su influencia sobre los más distantes. La cooperación con la asociación Ernst
Mach es el resultado de este esfuerzo. El presidente de esta asociación es Schlick y
varios meimbros de su círculo pertenecen al comité ejecutivo.

Junto con la Sociedad de Filosofía Empírica (Berlín), la Asociación Ernst


Mach organiza una conferencia sobre la epistemología de las ciencias exactas para el 15 y
16 de septiembre de 1929 en Praga, en donde tendrá lugar simultáneamente la
Conferencia de la Sociedad Alemana de Física y de la Asociación Matemática
Alemana. Aparte de cuestiones particulares, también se habrá de abordar temas
fundamentales. Se decidió –con ocasión de esta conferencia– publicar un
manuscrito sobre el Círculo de Viena de la concepción científica del mundo. El
escrito se presentará a Moritz Schlick en octubre de 1929 con motivo de su regreso
como profesor visitante en la Universidad de Stanford (California), como señal de
agradecimiento y júbilo por su permanencia en Viena. La segunda parte del folleto
contiene una bibliografía que fue hecha en cooperación con los participantes. Este


Traducción al castellano de “Wissenschaftliche Weltauffassung – der Wiener Kreis” en Otto Neurath,
Wissenschaftliche Weltauffassung Sozialismus und Logischer Empirismus, editado por R. Hegselmann, Francfort del
Meno, Suhrkamp, 1995, pp. 81-101.
Estoy en deuda con Omar Vásquez por haber corregido errores sintácticos y gramaticales de versiones
anteriores del texto. También quisiera agradecer la gentileza de Mario Caimi por haberme ayudado en la
traducción de algunos de los pasajes más difíciles y a David Villena por su constante ánimo para emprender y
terminar este trabajo.


folleto da una mirada general a las áreas problemáticas que el Círculo de Viena
tuvo como propias.

Viena, agosto de 1929


Por la asociación Ernst Mach:

Hans Hahn
Otto Neurath Rudolf Carnap


EL CÍRCULO DE VIENA DE LA CONCEPCIÓN CIENTÍFICA DEL MUNDO

Antecedentes

Que el pensamiento metafísico y teologizante no sólo en la vida, sino también en la


ciencia aumenta hoy nuevamente, ha sido afirmado por muchos. ¿Concierne esto a
una apariencia general o sólo a un cambio limitado en ciertos círculos? La
afirmación se confirma claramente a través de una mirada a los temas de las
cátedras en las universidades y a los títulos de las publicaciones filosóficas. Sin
embargo, el espíritu opuesto, el de la ilustración y la investigación fáctica
antimetafísica, también se consolidan en el presente debido a que han tomado
conciencia de su existencia y labor. Algunos círculos que se basan en la experiencia
van consolidándose a causa del nuevo y creciente antagonismo con la manera de
pensar especulativa, hoy más viva que nunca.

Este espíritu de la concepción científica del mundo está presente en la


investigación de todos los campos de la ciencia experimental. Sin embargo, sólo se
manifiesta de manera reflexiva, fundamental y sistemática en pocos pensadores
líderes, que están dispuestos a congregarse en un círculo con otros colaboradores
que compartan las mismas perspectivas científicas. Encontramos esfuerzos
antimetafísicos particularmente en Inglaterra, donde la tradición de los grandes
empiristas continúa viva. Las investigaciones de Russell y Whitehead en lógica y el
análisis de la realidad han adquirido trascendencia internacional. En los Estados
Unidos estos esfuerzos toman las más diversas formas; en este sentido habría que
contar también a James. La nueva Rusia busca absolutamente la concepción
científica del mundo, aunque seguida de corrientes materialistas antiguas. En
Europa continental se encuentra una concentración de trabajo que apunta de
manera productiva en dirección a la concepción científica del mundo,
particularmente en Berlín (Reichenbach, Petzoldt, Grelling, Dubislav, entre otros) y
en Viena.

Se entiende el hecho histórico de que Viena haya sido, especialmente, un


terreno con las condiciones adecuadas para este desarrollo. En la segunda mitad
del siglo XIX, el liberalismo fue por largo tiempo la tendencia política dominante en
Viena. Su pensamiento proviene de la ilustración, del empirismo, del utilitarismo y
del movimiento liberal inglés. En el movimiento liberal vienés la dirección venía
dada por intelectuales de reputación mundial. Aquí se mantuvo el espíritu
antimetafísico. Recuérdese a Theodor Gomperz, quien tradujo las obras de Mill
(1869-80), Sueß, Jodl entre otros.

Hay que agradecer al espíritu de la Ilustración el que Viena haya conducido


la educación nacional con una perspectiva científica. En ese entonces, bajo la
cooperación de Victor Adler y Friedrich Jodl, se creó y continuó la Asociación


Nacional de Educación. Los “cursos populares universitarios” y la “casa del
pueblo” se fundaron por iniciativa de Ludo Hartmann, el conocido historiador,
cuya actitud antimetafísica y visión materialista histórica se expresaron en todos
sus trabajos. Del mismo espíritu proviene también el movimiento de la “escuela
libre”, que fue la precursora de la actual reforma educativa.

En esta atmósfera liberal vivió Ernst Mach (1838) en Viena como estudiante
(1861-1864) y, luego, como docente universitario. Retornó a Viena más tarde,
cuando se le creó su propia cátedra de Filosofía de las Ciencias Inductivas en 1895.
Se encontraba particularmente solícito a limpiar la ciencia empírica de todo
pensamiento metafísico, especialmente en el campo de la física. Debe recordarse su
crítica al espacio absoluto –la cual lo convierte en un predecesor de Einstein; su
lucha en contra de la metafísica de la cosa en sí y del concepto de sustancia; así
como sus investigaciones sobre la construcción de los conceptos científicos basados
en los últimos elementos: los datos de los sentidos. En algunos aspectos los
resultados de la investigación científica muestran que no estuvo en lo correcto; por
ejemplo: en su postura en contra de la atomística y en su esperanza de un fomento
de la física mediante la fisiología de los sentidos. Sin embargo, los puntos
esenciales de su obra fueron utilizados de modo positivo en el desarrollo científico
posterior. La cátedra de Mach (1902-1906) fue luego ocupada por Ludwig
Boltzmann, quien representaba abiertamente las ideas empiristas.

Es comprensible que la influencia ejercida por las cátedras de los físicos Mach
y Boltzmann se revele en un activo interés en torno a los problemas lógicos y
epistemológicos que se relacionan con los fundamentos de la física. A través de los
problemas de los fundamentos, también se condujo un esfuerzo de renovación en
la lógica. Aquí, en Viena, estos esfuerzos también se veían desde otra perspectiva.
Por intermedio de Franz Brentano el suelo se allanó (fue profesor de filosofía de
1874 a 1880 en la Facultad de Teología y después se desempeñó como docente en la
Facultad de Filosofía). Brentano como sacerdote católico conocía la escolástica.
Partió directamente de la lógica escolástica y de los intentos de Leibniz para una
nueva reforma de la lógica; mientras que dejó de lado a Kant y a los sistemas
idealistas filosóficos. La simpatía de Brentano y su escuela hacia hombres como
Bolzano (Teoría de la ciencia, 1837) y otros, que se esforzaban por conseguir una
nueva fundamentación de la lógica, se hacía cada vez más notoria. Especialmente
Alois Höfler (1853-1922) cambió, a primer plano, la perspectiva de la filosofía de
Brentano ante una audiencia en la cual los representantes de la visión científica del
mundo estaban fuertemente representados por la influencia de Mach y Boltzmann.
En la Sociedad Filosófica de la Universidad de Viena se llevaron a cabo bajo la
dirección de Höfler numerosas discusiones sobre los fundamentos de la física y
problemas relacionados con la epistemología y la lógica. En 1899 la Sociedad
Filosófica editó los “Prolegómenos e introducción a los trabajos clásicos de la
mecánica”. También por intermedio de Höfler y Mach se publicaron algunos


escritos de Bolzano en 1914 y 1921. En el círculo vienés de Brentano (1970-82) vivió
el joven Alexius von Meinong (luego profesor en Graz), cuya Teoría de los objetos
(1907) exhibe cierta relación con las modernas teorías de los conceptos, y cuyo
discípulo Ernst Mally (Graz) también se desempeñó en el campo de la logística. De
estos círculos del pensamiento también provienen los escritos de juventud de Hans
Pichler.

Junto con Mach, trabajó su contemporáneo y amigo Josef Popper-Lynkeus en


Viena. Si bien destacan sus cuantiosas y asistemáticas contribuciones filosóficas,
también figuran sus logros físico-técnicos (1899), así como su plan económico
racional (Impuesto general a la alimentación, 1878). Sirvió concientemente al
espíritu de la ilustración como lo corrobora su libro sobre Voltaire. El rechazo a la
metafísica le era común, así como a otros sociólogos vieneses, por ejemplo: Rudolf
Goldscheid. Es notable recalcar que también se buscó un estricto método científico
(Carl Menger, 1871) en las áreas de la economía nacional en Viena, a través de la
escuela de la Teoría de la utilidad marginal. Este método se aplicó en Inglaterra,
Francia y los países escandinavos, pero no en Alemania. También se mantuvo y
desarrolló la teoría marxista en Viena con particular énfasis (Otto Bauer, Rudolf
Hilferding, Max Adler, entre otros).

Estos desarrollos se dieron en Viena bajo diferentes enfoques,


particularmente al comenzar el nuevo siglo, como consecuencia de las numerosas y
entusiastas discusiones sobre problemas generales en conexión estrecha con la
ciencia experimental, a saber, problemas epistemológicos y metodológicos de la
física, por ejemplo: el convencionalismo de Poincaré; la visión de Duhem sobre el
objetivo y la estructura de las teorías físicas (su traductor fue el vienés Friedrich
Adler, un representante de Mach, y en ese entonces profesor de física en Zürich);
así como también sobre los fundamentos de la matemática, los problemas de la
axiomática, la logística entre otros. En particular, las orientaciones científicas e
histórico-filosóficas fueron las que a continuación presentamos. (Se caracterizan
por aquellos de sus representantes cuyos trabajos fueron fundamentalmente
estudiados y discutidos.)

1. Positivismo y empirismo: Hume, la Ilustración, Comte, Mill, Rich, Avenarius,


Mach.
2. Fundamentos, objetivos y métodos de la ciencia empírica (Hipótesis en física,
geometría, etc.): Helmholtz, Riemann, Mach, Poincaré, Enriques, Duhem,
Boltzmann, Einstein.
3. Logística y su aplicación a la realidad: Leibniz, Peano, Frege, Schröder, Russell,
Whitehead, Wittgenstein.
4. Axiomática: Pasch, Peano, Vailati, Pieri, Hilbert.
5. Eudaimonismo y sociología positiva: Epicuro, Hume, Comte, Bentham; Mill,
Feuerbach, Marx, Spencer, Müller-Lyer, Popper-Lynkeus, Carl Menger (Padre).


El Círculo alrededor de Schlick

En el año 1922, Moritz Schlick fue llamado a Kiel para que trabaje como profesor en
Viena. Su efectividad encajó bien dentro del desarrollo histórico de la atmósfera
científica de Viena. Siendo físico, inspiró a la tradición hacia una nueva vida, la
cual había comenzado con Mach y Bolzano, y continuó en cierto sentido con la
dirección antimetafísica de Adolf Stöhr. En Viena estuvieron sucesivamente:
Mach, Boltzmann, Stöhr, Schlick; y en Praga: Mach, Einstein, P. Frank.

A través de los años, se concentró alrededor de Schlick un círculo, que


asociaba los diferentes esfuerzos tendentes a la concepción científica del mundo.
Como resultado de esta concentración, se produjo una propuesta mutua y
productiva. Los miembros del círculo son aquellos cuyas publicaciones se
mencionan en la bibliografía. Ninguno de ellos es un llamado filósofo “puro”, sino
que todos han trabajado en un área particular de la ciencia. A decir verdad,
provienen de diferentes áreas de la ciencia y, originalmente, de diferentes actitudes
filosóficas. Sin embargo, al correr de los años salió a la luz una uniformidad en
aumento como resultado de la actitud específicamente científica: “lo que puede ser
dicho, puede ser dicho claramente” (Wittgenstein). A pesar de las diversas
opiniones, finalmente es posible un acuerdo, y, por consiguiente, también es algo
que se exige. Resulta cada vez más evidente que no sólo la actitud libre de
metafísica, sino también la antimetafísica significa la meta común de todos.

También las actitudes hacia las preguntas concernientes a la vida muestran


un consenso extraño, aunque estas preguntas no están en el primer plano de los
temas que se discuten en el círculo. Desde un criterio puramente teórico, aquellas
actitudes tienen una relación mucho más cercana con la concepción científica del
mundo que lo que aparenta a primera vista. Por ejemplo, los esfuerzos muestran
una conexión interna con la concepción científica del mundo para la
reorganización de la económica y las condiciones sociales; la unificación de la
humanidad y la renovación de la escuela y la educación. Es manifiesto que los
miembros del círculo afirman estos esfuerzos, contemplados con simpatía y
algunos promovidos activamente.

El Círculo de Viena no se contenta con producir trabajos colectivos como un


círculo cerrado; sino que procura tomar contacto con corrientes vivas
contemporáneas, en tanto que compartan de manera cordial la concepción
científica del mundo y se aparten de la metafísica y la teología. La Asociación Ernst
Mach es hoy en día el lugar de donde el círculo habla a otro público. Esta
asociación, como se señala en su programa, “desea promover y difundir la
concepción científica del mundo. Dispondrá de ponencias y publicaciones sobre las
condiciones presentes de la concepción científica del mundo, de modo que se
demostrará la importancia de las investigaciones exactas para las ciencias sociales


y las ciencias naturales. Así, se han de moldear los instrumentos intelectuales del
empirismo moderno, que también se necesitaría para la organización de la vida
pública y privada.” Por medio de la elección de su nombre, la asociación quiso
recalcar su dirección fundamental: la ciencia libre de metafísica. Sin embargo, con
eso el círculo no quiere declararse de acuerdo únicamente con la doctrina de Mach.
El círculo de Viena en cooperación con la Asociación Ernst Mach cree satisfacer
una demanda actual: se trata de formar herramientas del pensar para la vida
cotidiana, tanto para los intelectuales como para todas aquellas personas que
cooperan de alguna manera en la organización conciente de la vida. La intensidad
de la vida, que es visible en los esfuerzos para obtener una transformación racional
del orden social y económico, también contagia al movimiento de la concepción
científica del mundo. Que Schlick haya sido elegido presidente al fundarse la
Asociación Ernst Mach en 1928, corresponde a la presente situación en Viena, pues
su trabajo en general se concentró intensamente en el campo de la concepción
científica del mundo.

Schlick y P. Frank editaron conjuntamente la colección “Escritos de la


concepción científica del mundo”, en donde están representados los miembros más
predominantes del círculo de Viena.

LA CONCEPCIÓN CIENTÍFICA DEL MUNDO

La concepción científica del mundo no se caracteriza mucho por sus tesis propias,
como sí por su actitud fundamental, puntos de vista y dirección de investigación.
Su meta es lograr la ciencia unificada: lograr conciliar los resultados de los
investigadores individuales con los demás campos de la ciencia. De este objetivo se
sigue el énfasis en el trabajo colectivo; el énfasis en la comprensión intersubjetiva; la
búsqueda hacia un sistema formal neutral, un simbolismo liberado de las cenizas
del lenguaje histórico; y la búsqueda hacia un sistema total de conceptos. Se aspira
a la purificación y dilucidación, y se rechaza las distancias oscuras y las
profundidades insondables. En la ciencia no existen “profundidades”, por todos
lados el terreno es llano: todo lo experimentado forma una red complicada, no
siempre clara, y a menudo comprensible en detalle. Todo es accesible a los
humanos, y los humanos somos la medida de todas las cosas. Aquí el parentesco se
muestra con los sofistas, no con los platónicos; con los epicureístas, no con los
pitagóricos; con todos los que representan la naturaleza terrenal, el aquí y el ahora.
La concepción científica del mundo no conoce enigmas sin resolver. La dilucidación
de los problemas filosóficos tradicionales conduce a que, por un lado, se los
desenmascare como pseudoproblemas y, por el otro, a que se transformen en
problemas empíricos, y que de esta manera estén subordinados al juicio de la
ciencia experimental. La tarea del trabajo filosófico consiste en la dilucidación de
problemas y enunciados, y no en la formulación de enunciados “filosóficos”


propios. El método de la dilucidación es el del análisis lógico, del cual Russell dice:
“fue creado lentamente en contacto con las investigaciones críticas de los
matemáticos. En mi opinión, un avance similar fue alumbrado por Galileo en la
física: resultados singulares demostrables toman el lugar de afirmaciones
indemostrables referidas a la totalidad, afirmaciones para las que sólo se puede
apelar a la imaginación”.

Este método del análisis lógico diferencia sustancialmente al nuevo empirismo


y positivismo de los anteriores, que tenían una mayor orientación biológica y
psicológica. Si uno afirma: “no hay dios”, “la razón primordial del mundo es lo
inconsciente”, “existe la entelequia como principio guía en el organismo”, entonces
no le respondemos: “lo que dices es erróneo”; sino le preguntamos: “¿qué quieres
decir con tus enunciados?”. Entonces se muestra que hay un agudo límite entre
dos tipos de enunciados. Uno pertenece a los que han sido hechos en la ciencia
empírica. Su sentido puede ser determinado por el análisis lógico, específicamente:
a través de una reducción a afirmaciones más simples sobre lo dado
empíricamente. Los otros, que pertenecen a los que se han nombrado hace un
momento, resultan ser totalmente carentes de significado, si uno los toma tal como
alude el metafísico. Con frecuencia, uno puede libremente reinterpretarlos en
afirmaciones empíricas, de modo que pierda su contenido sentimental, que para el
metafísico es fundamental. El metafísico y el teólogo creen, erróneamente, que
afirman algo con sus enunciados, creen representar un estado de cosas. Sin
embargo, el análisis muestra que estos enunciados no significan nada, sino que
sólo son la expresión de una actitud hacia la vida. Expresar tales cosas puede ser,
seguramente, una tarea significativa en la vida; sin embargo, el medio adecuado
para ello es el arte, por ejemplo: la lírica o la música. En lugar de esto se eligió la
vestimenta lingüística de una teoría, de manera que existe un peligro: se simula un
contenido teórico donde no existe ninguno. Si un metafísico o teólogo quiere
mantener la vestimenta usual en el lenguaje, entonces le debe ser claro y mostrar
claramente que no hay representación, sino expresión; que no hay teoría –es decir,
comunicación de un conocimiento; sino poesía y mito. Si un místico afirma tener
experiencias que están sobre o más allá de cualquier concepto, entonces uno no
puede negárselo. Pero resulta que él no puede hablar sobre ello, porque hablar
significa capturar en conceptos, reducirlo a hechos científicos integrables.

La concepción científica del mundo rechaza la filosofía metafísica. Sin


embargo, ¿cómo pueden explicarse las aberraciones de la metafísica? Esta pregunta
puede responderse desde diferentes puntos de vista: en un sentido psicológico,
sociológico y lógico. Las investigaciones en dirección de la psicológica se
encuentran en un estado embrionario; tal vez en el psicoanálisis freudiano existan
enfoques para explicaciones más profundas. Lo mismo sucede en las
investigaciones sociológicas; se menciona la teoría de la “superestructura


ideológica”. Aquí aún hay un campo abierto para ventajosas investigaciones
posteriores.

Averiguar el origen lógico de las aberraciones metafísicas sigue prosperando,


especialmente mediante los trabajos de Russell y Wittgenstein. Dos errores lógicos
fundamentales se encuentran en las teorías metafísicas y también en la formulación
de preguntas: una relación cercana con la forma de los lenguajes tradicionales y una
ignorancia sobre los procesos lógicos del pensar. Por ejemplo, el lenguaje usual
utiliza la misma forma valorativa para el caso del sustantivo, tanto para las cosas
(“manzana”), como para las cualidades (“dureza”), relaciones (“amistad”) y
procesos (“sueño”); de manera que induce a una concepción „cosista“ de conceptos
funcionales: hipostación y sustancialización. Por medio del lenguaje se indican
numerosos ejemplos similares de equívocos, que se han vuelto igual de fatales para
la filosofía.

El segundo error fundamental de la metafísica consiste en la concepción de


que el pensar puede por sí mismo, o bien conducir al conocimiento sin la utilización
de cualquier material experimental, o sólo mediante la circunscripción de hechos
dados puede lograr nuevos contenidos. Sin embargo, la investigación lógica
conduce al resultado de que todo el pensar y todo el deducir, no consiste en otra
cosa que en una transición de unos enunciados a otros enunciados, que no tienen
lo contenido en aquellos (transformación tautológica). Por lo tanto, no es posible
desarrollar una metafísica del “pensar puro”.

El análisis lógico no sólo supera la metafísica en el sentido clásico propio de


la palabra, particularmente la metafísica escolática y la de los sistemas del
idealismo alemán, sino que también a la metafísica escondida del kantismo y del
apriorismo moderno. La concepción científica del mundo no conoce ningún
conocimiento absolutamente válido de razón pura, ningún “juicio sintético a
priori”, como aquellos que se encuentran en la base de la epistemología kantiana,
la metafísica y la ontología pre y postkantiana. Los juicios de la aritmética, de la
geometría y ciertas leyes fundamentales de la física que fueron tomados como
ejemplos de conocimiento apriorístico por Kant, ahora son tema de debate.
Precisamente, la tesis fundamental del empirismo moderno se basa en la negación
de la posibilidad del conocimiento sintético a priori. La concepción científica del
mundo sólo conoce enunciados experimentales sobre objetos de todo tipo, y los
enunciados analíticos de la lógica y la matemática.

Todos los representantes de la concepción científica del mundo están unidos


a favor del rechazo de la metafísica abierta y del apriorismo escondido. Sin
embargo, más allá de esto, el círculo de Viena considera de carácter metafísico a los
enunciados tanto del realismo (crítico) como a los del idealismo sobre la realidad o la
no-realidad del mundo exterior y los objetos de la psique ajena, pues están sujetos


a los mismas objeciones de la antigua metafísica: son carentes de sentido porque no
son contrastables, no son contenedoras de hecho. Algo es considerado”real” por el
hecho de que está integrado en el edificio total de la experiencia.

La remarcada intuición que los metafísicos consideran como fuente de


conocimiento, no es rechazada del todo por la concepción científica del mundo. Sin
embargo, se exigirá y pretenderá gradualmente una justificación racional adicional
para cada conocimiento intuitivo. Todos los medios son permitidos para quienes
buscan; sin embargo, los descubrimientos deben resistir la contrastación. Se
rechazará la doctrina según la cual en la intuición hay un modo de conocer que es
más valioso y que llega a mayor profundidad, que logra conducir más allá de los
contenidos empíricos sensibles y, que no necesita estar ligado por las estrechas
ataduras del pensamiento conceptual.

Hemos caracterizado esencialmente a la concepción científica del mundo


mediante dos determinaciones. En primer lugar, es empírica y positivista: sólo existe
conocimiento de la experiencia que se basa en lo inmediatamente dado. Con esto
han quedado indicados los límites para el contenido de la ciencia legítima. En
segundo lugar, la concepción científica del mundo se caracteriza mediante la
aplicación de un método determinado, a saber, el del análisis lógico. El esfuerzo del
trabajo científico se encamina a alcanzar la meta de la ciencia unificada mediante la
aplicación de este análisis en el material empírico. Debido a que el sentido de cada
enunciado de la ciencia debe dejarse indicar mediante la reducción a un enunciado
sobre lo dado, entonces también el sentido de cada concepto –a cuyo campo de la
ciencia siempre haya pertenecido– debe dejarse indicar mediante la reducción
gradual a otros conceptos, hasta aquellos conceptos del último nivel que se refieren
a lo dado. Si se llevara a cabo tal análisis para todos los conceptos, entonces serían
clasificados en un sistema de reducción, “un sistema de constitución”. Las
investigaciones dirigidas hacia la meta de tal sistema de constitución, la “teoría de
constitución”, constituyen los marcos en donde se usa el análisis lógico de la
concepción científica del mundo. La realización de tales investigaciones muestra
muy pronto que la lógica tradicional, es decir la aristotélica-escolástica, es
completamente insuficiente para este propósito. Sólo en la lógica simbólica
moderna (“logística”) se consigue ganar la claridad necesaria de las definiciones de
los conceptos y enunciados, y formalizar el proceso de inferencia intuitiva del
pensar habitual, o sea, ponerlo, automáticamente, en forma rigurosa y a la vez
controlada mediante el mecanismo de signos. Las investigaciones en la teoría de la
constitución muestran que los conceptos de la experiencia y las cualidades de la
psique propia pertenecen al nivel más bajo. Sobre ellos están almacenados los
objetos físicos, a partir de estos se construyen las psiques ajenas y, por último, los
objetos de las ciencias sociales. La clasificación de los conceptos de los diversos
campos de la ciencia en el sistema de constitución ya es perceptible hoy en día a
grandes rasgos, aunque para las realizaciones más minuciosas aún queda mucho

10 
por hacer. Con la demostración y designación de la forma del sistema total de los
conceptos será perceptible al mismo tiempo la referencia de todos los enunciados a
lo dado, y con ello, la forma estructural de la ciencia unificada.

En la descripción científica sólo se puede tratar la estructura (forma


ordenatoria) de los objetos, no su “esencia”. Las conexiones de los hombres en el
lenguaje son las fórmulas estructurales, en ellos resulta que se encuentran el
contenido del conocimiento común de los hombres. Las cualidades
experimentadas subjetivamente –lo rojo y el deseo– son eso mismo, experiencias y
no conocimientos. En la óptica física sólo se trata lo que también es comprensible,
básicamente, para un ciego.

ÁREAS PROBLEMÁTICAS

Fundamentos de la Aritmética

En las discusiones y trabajos del Círculo de Viena han sido tratados una gran
cantidad de diferentes problemas que pertenecen a diversas ramas independientes
de la ciencia. El esfuerzo consiste en atraer las diferentes direcciones del problema
hacia una unidad sistemática, para que a través de ello se aclare la situación del
problema.

Los problemas de los fundamentos de la aritmética fueron de especial


importancia histórica para el desarrollo de la concepción científica del mundo,
puesto que han sido el motivo para el desarrollo de una nueva lógica. Después que
la matemática había tomado un extraordinario y fructífero desarrollo en el siglo
XVIII y XIX, por lo cual uno había prestado más atención a la abundancia de
nuevos resultados que a la revisión sutil de los fundamentos conceptuales, esta
revisión probó finalmente ser imprescindible, si la matemática no quería perder la
siempre elogiada seguridad de su edificación. Esta revisión se volvió más urgente
cuando aparecieron ciertas contradicciones: “las paradojas de la teoría de
conjuntos”. Se tuvo que reconocer pronto que no sólo involucraba dificultades en
un área de la matemática, sino contradicciones lógico-generales, “antinomias”, que
advierten errores fundamentales en los fundamentos de la lógica tradicional. La
tarea de eliminación de estas contradicciones provee un fuerte estímulo particular
para el perfeccionamiento de la lógica. Por tanto, los esfuerzos para obtener un
esclarecimiento del concepto de número se encuentra con aquellos para una reforma
interna de la lógica. Desde Leibniz y Lambert, siempre ha estado vivo el
pensamiento de dominar la realidad por medio de una claridad en aumento de los
conceptos y procedimientos concluyentes, y alcanzar esta claridad mediante una
copia del simbolismo matemático. Después de Boole, Venn y otros, fueron
particularmente Frege (1884), Schröder (1890) y Peano (1895) los que trabajaron en

11 
este campo. Basados en este trabajo previo fue que Russell y Whitehead (1910[5])
pudieron formar un sistema coherente de la lógica en forma simbólica (“logística”)
que no sólo elimina las contradicciones de la antigua lógica, sino que también la
excede de lejos tanto en riqueza como en utilidad práctica. Ambos dedujeron del
sistema lógico los conceptos de la aritmética y el análisis, a fin de darle a la
matemática un fundamento seguro en la lógica.

Con este intento por superar la crisis de los fundamentos de la aritmética (y


de la teoría de conjuntos) siguen existiendo, no obstante, algunas dificultades
respecto de las cuales hasta hoy no se ha encontrado ninguna solución definitiva
satisfactoria. En la actualidad, se encuentran en este campo tres direcciones frente a
frente. Aparte del “logicismo” de Russell y Whitehead, se encuentra el “formalismo”
de Hilbert, quien entiende a la aritmética como un juego compuesto de reglas
determinadas, y el “intuicionismo” de Brouwer, según el cual los conocimientos
aritméticos se basan en la intuición de la unidad de dos∗. Las discusiones entre
estas tres direcciones son seguidas de cerca con gran interés por el Círculo de
Viena. A dónde vaya a conducir la decisión final, aún no se puede prever. De
cualquier modo, ahí también recae, a su vez, la decisión sobre la estructura de la
lógica y, por consiguiente, la importancia de este problema para la concepción
científica del mundo. Algunos son de la opinión de que estas tres direcciones no se
encuentran tan distantes como aparentan. Conjeturan que los planteamientos
fundamentales de las tres direcciones convergen en un desarrollo posterior mutuo,
y, probablemente, bajo el aprovechamiento del vasto pensamiento de Wittgenstein,
estarán unidas en una eventual solución.

La concepción del carácter tautológico de la matemática que se basa en las


investigaciones de Russell y Wittgenstein, también es defendida por el Círculo de
Viena. Ha de tenerse en cuenta que la concepción no sólo se encuentra en
contraposición al apriorismo e intuicionismo, sino también al empirismo antiguo,
por ejemplo al de Mill, quien quiso derivar la matemática y la lógica de cierto
modo inductivo-experimental.

En relación con los problemas de la aritmética, se encuentran las


investigaciones que se realizaron sobre la naturaleza del método axiomático en
general (los conceptos de completud, independencia, monomorfismo, no-
ambigüedad, etc.); así como también sobre la formulación de sistemas de axiomas
para determinadas áreas matemáticas.


Intuición de la cual más allá no se puede ir [Nota del Tr.].

12 
Fundamentos de la Física

Originalmente, el interés fundamental del Círculo de Viena estaba dirigido a los


problemas del método en la física. Estimulados por los pensamientos de Mach,
Poincaré, Duhem, los problemas del dominio físico fueron resueltos mediante
sistemas científicos, a saber mediante sistemas hipotéticos y axiomáticos. Un
sistema axiomático puede ser considerado, a primera vista, como un sistema de
definiciones implícitas, desprendido totalmente de cualquier aplicación empírica;
esto significa: los conceptos que aparecen en los axiomas no están determinados
por su contendido, sino que sólo estarán definidos en cierto sentido por su relación
mutua mediante los axiomas. Sin embargo, tal sistema axiomático adquiere
significancia para la realidad al añadir más definiciones, es decir “definiciones de
correspondencia”, cuyos objetos de la realidad tienen que ser considerados como
miembros del sistema axiomático. La evolución de la ciencia empírica que quiere
restituir la realidad con una red de juicios y conceptos uniformes y simples tanto
como sea posible, puede darse hoy en día de dos maneras diferentes como se
demuestra históricamente. Los cambios requeridos por las nuevas experiencias
pueden efectuarse, o bien en los axiomas, o en las definiciones de correspondencia.
Por consiguiente, se mencionan los problemas de las convenciones tratados
especialmente por Poincaré.

El problema metodológico de la aplicación de los sistemas axiomáticos en la


realidad se toma en consideración para cada campo de la ciencia. Sin embargo, el
hecho de que hasta ahora las investigaciones hayan sido productivas casi
exclusivamente para la física, se debe entender por el estado actual del desarrollo
histórico de la ciencia; porque la física respecto a la forma y refinamiento de la
formación de conceptos va muy por delante de los demás campos de la ciencia de
su tiempo.

El análisis epistemológico de los conceptos principales de la ciencia natural


ha liberado a estos conceptos cada vez más de los excedentes metafísicos que
tuvieron desde tiempos inmemorables. Los conceptos de espacio, tiempo, sustancia,
causalidad, probabilidad fueron purificados especialmente por Helmholtz, Mach,
Einstein y otros. Las doctrinas del espacio y tiempo absolutos fueron superadas
por la teoría de la relatividad; el espacio y el tiempo ya no son más continentes
absolutos, sino sólo estructuras en orden de procesos elementales. La sustancia
material se disolvió por medio de la teoría atómica y la teoría del campo. La
causalidad fue desvestida de sus caracteres antropomórficos, tales como “efecto” y
“enlace necesario”; y quedó reducida a la relación de condición y clasificación
funcional. Además, en lugar de muchas leyes consideradas rigurosas se presentan
leyes estadísticas, e incluso, a partir de la teoría cuántica, se multiplican las dudas
acerca de si el concepto de una regularidad estrictamente causal es aplicable a los

13 
fenómenos en dominios espaciotemporales mínimos. El concepto de probabilidad
fue reducido al concepto empírico comprobable de frecuencia relativa.

Los componentes empíricos de la ciencia se separan por todos lados de los


puramente convencionales mediante la fuerza expresiva de la definición, que actúa
por intermedio del método axiomático sobre los problemas mencionados. Ahí no
queda ningún lugar para un juicio sintético a priori. Que el conocimiento del
mundo es posible, no se basa en que la razón humana impregna su figura en lo
material, sino en que lo material está ordenado de determinada manera. No se
puede saber nada desde el principio sobre los tipos y grados de este ordenamiento.
El mundo podría estar más ordenado de lo que está; aunque también podría estar
menos ordenando de lo que está, sin que se pierda la cognoscibilidad. Sólo la
continua investigación de la ciencia experimental puede enseñarnos en qué grado
el mundo es regular. El método de la inducción, la inferencia del ayer al mañana, de
aquí a allá, sólo es válido si existe una regularidad. Pero este método no se basa en
algo así como una condición previa a priori de esta regularidad. Le gusta ser
utilizado en todos lados, especialmente donde conduzca a resultados exitosos, si
bien estén suficiente o insuficientemente fundados, nunca se le concede seguridad.
Pero el conocimiento epistemológico exige que se añada significado a la inferencia
inductiva en tanto que pueda ser probado empíricamente. Por eso, la concepción
científica del mundo no descartará el éxito de un trabajo científico sólo porque
haya sido acaparado con medios lógicos insuficientemente explicados o medios
empíricos insuficientemente justificados. Sin embargo, es probable que siempre se
pretenda y exija la contrastación mediante mecanismos que aclaren, es decir: la
reducción directa o indirecta a lo vivenciado.

Fundamentos de la Geometría

Bajo las preguntas sobre los fundamentos de la física, el problema del espacio físico
ha ganado una especial importancia en los últimos diez años. Las investigaciones
de Gauß (1816), Bolyai (1823), Łobatschewskij (1835) entre otros, condujeron a la
geometría no euclidiana, al conocimiento de que la hasta esa entonces única reina, el
sistema geométrico clásico de Euclides, sólo era una entre una cantidad infinita de
sistemas lógicamente iguales. De esta manera nació la pregunta: ¿Cuál de estas
geometrías debería ser la del espacio físico de la realidad? Ya Gauß quiso decidir
esta pregunta midiendo la suma de los lados de un triángulo grande. Con eso, la
geometría física se había convertido en una ciencia empírica, en una rama de la
física. Los problemas fueron posteriormente promovidos en particular por:
Riemann (1868), Helmholtz (1868) y Poincaré (1904). Poincaré enfatizó,
particularmente, la conexión de la geometría física con todas las otras ramas de la
física. La pregunta por la naturaleza del espacio de la realidad sólo se puede
responder con respecto a un sistema total de la física. Luego, Einstein encontró
dicho sistema total mediante el cual la pregunta se respondió, si bien es cierto en el

14 
sentido de cierto sistema no euclidiano.

A través del desarrollo mencionado, la geometría física se desligó de manera


más clara de la geometría puramente matemática. Ésta se formalizó gradualmente a
través del posterior desarrollo del análisis lógico. En primer lugar, se aritmetizó,
esto significa que se interpretó como una teoría de un cierto sistema numérico. De
aquí en adelante, se axiomatizó; esto significa que se representó mediante un
sistema de axiomas, el cual interpreta los elementos geométricos (puntos, etc.)
como objetos indeterminados y sólo especifica su relación mutua. Finalmente, la
geometría se logizó; es decir que se representó como una teoría de ciertas
estructuras de relaciones. La geometría se convirtió así, en la más importante área
de aplicación del método axiomático y de la teoría general de relaciones. Por ello,
dio un gran impacto en el desarrollo de estos dos métodos, los cuales, luego, han
sido tan significativos para el desarrollo mismo de la lógica y, por otra parte, en
general, para la concepción científica del mundo.

La relación entre la geometría matemática y la geometría física condujeron,


naturalmente, al problema de la aplicación de los sistemas axiomáticos a la
realidad; también desempeñó, como se menciona, un papel muy importante en las
investigaciones generales sobre los fundamentos de la física.

Problemas sobre los fundamentos de la Biología y la Psicología

La biología siempre fue caracterizada con preferencia a un área especial del núcleo
metafísico. Esto quedó de manifiesto por una particular doctrina de la vitalidad: el
vitalismo. Los representantes modernos de esta doctrina se esfuerzan por brindar
una versión conceptual clara a la forma oscura y borrosa del pasado. La vitalidad
fue reemplazada por las “Entidades dominantes” (Reinke, 1899) o ”Entelequias”
(Driesch, 1905). Debido a que estos conceptos no satisfacen la exigencia de
reducibilidad a la realidad es que son descartados de la concepción científica del
mundo por considerarse metafísicos. Lo mismo vale para el así llamado
“psicovitalismo” que enseña una intervención del alma, un “rol líder de lo
espiritual en lo material”. Sin embargo, si el núcleo empírico comprensible se
desprende del vitalismo metafísico, entonces sobra la tesis de que los
procedimientos en la naturaleza orgánica se desarrollan según las leyes, las cuales
no pueden ser reducidas a leyes físicas. Análisis más exactos muestran que esta
tesis es equivalente con la afirmación de que ciertas áreas de la realidad no estan
sujetass a una regularidad uniforme y abarcativa.

Es comprensible que la concepción científica del mundo pueda mostrar


confirmaciones más claras en las áreas que ya ha desarrollado mayor claridad
conceptual para sus visiones fundamentales que en otras: en el área de la física más

15 
que en el área de la psicología. Las formas lingüísticas, de las que aún hablamos en
el área de lo psíquico, fueron formadas en la antigüedad a razón de ciertas ideas
metafísicas del alma. La formación de la imagen conceptual en el área de la
psicología es obstaculizada por estos defectos del lenguaje: carga metafísica e
incongruencia lógica. Además, aún vienen ciertas dificultades materiales. La
consecuencia es que hasta ahora los conceptos que más se utilizan en la psicología
están inadecuadamente definidos; de algunos ni siquiera se sabe si tienen
significado, o, si sólo simulan tenerlo por medio del uso del lenguaje. De este
modo, para el análisis epistemológico queda casi todo por hacer en este campo;
desde luego, este análisis es más difícil aquí que en el terreno de la física. El intento
de la psicología conductista de considerar todo lo psíquico en el comportamiento
de los cuerpos, es decir, en una clase accesible de la percepción, está cerca, en su
actitud fundamental, a la concepción científica del mundo.

Fundamentos de las Ciencias Sociales

Como lo hemos manifestado particularmente con la física y la matemática, cada


rama de la ciencia se conduce, en un estadio temprano o tardío de su desarrollo,
hacia la necesidad de una revisión epistemológica de sus fundamentos: un análisis
lógico de sus conceptos. Así también ocurre en las áreas de las ciencias sociales, en
particular: la historia y la economía nacional. Ya desde hace cien años se lleva a
cabo en estas áreas un proceso de eliminación de excedentes metafísicos. Aunque
aún no se ha logrado el mismo nivel de purificación que en la física, tal vez la tarea
de limpieza sea aquí menos urgente. Aquí parece que el orificio metafísico no ha
sido especialmente fuerte, aun en los grandes tiempos de la metafísica y la teología;
tal vez la razón esté en los conceptos de estas áreas como: guerra y paz,
importación y exportación, los cuales se encuentran más cerca de una percepción
inmediata que los conceptos de átomo y éter. No es muy difícil abandonar
conceptos tales como “espíritu del pueblo” y, en su lugar, tomar como objeto de
estudio a grupos de individuos de determinada naturaleza. Quesnay, Adam Smith,
Ricardo, Comte, Marx, Menger, Walras, Müller-Lyer, para nombrar a
investigadores de las más diversas direcciones, han trabajado en el sentido de la
actitud empírica y antimetafísica. Los hombres, las cosas y su disposición son los
objetos de estudio de la historia y la economía nacional.

RETROSPECTIVA Y PERSPECTIVA

La concepción científica moderna del mundo ha logrado desarrollarse mediante los


trabajos llevados a cabo en torno a los problemas antes mencionados. Hemos visto
cómo en la física el esfuerzo inicial de obtener resultados tangibles mediante
herramientas científicas deficientes o incluso insuficientes, se concentró con más

16 
fuerza del lado de las investigaciones metodológicas. Tanto así que se desarrolló el
método de la construcción de hipótesis y, luego, el método axiomático y el del
análisis lógico. Mediante esto, la construcción de conceptos ganó cada vez más
claridad y rigor. Como hemos visto, de estos mismos problemas metodológicos se
condujo al desarrollo de la investigación sobre los fundamentos de la geometría
física, geometría matemática y aritmética. Los representantes de la concepción
científica del mundo se ocupan preferentemente de estos problemas. Se entiende
que en el Círculo de Viena permanezca claramente identificable la procedencia de
sus miembros, por medio de las diferentes áreas que trabajan. De esa manera se
llegan a diferencias en las líneas de interés y puntos de vista, que conllevan a
diferencias en la concepción. Sin embargo, es característico que a través del
esfuerzo por obtener formulaciones precisas sobre la aplicación de un lenguaje
lógico exacto y un simbolismo, así como encontrar una distinción clara entre el
contenido teórico de una tesis y sus nociones subalternas, disminuye la separación.
Gradualmente crece la existencia de concepciones comunes que forman el núcleo
de la concepción científica del mundo en donde se unen las capas exteriores con
una divergencia subjetiva más fuerte.

Ahora, la naturaleza de la nueva concepción científica del mundo se nos vuelve


claramente retrospectiva; al contrario de la filosofía convencional. No se
formularán enunciados filosóficos propios, sino se dilucidarán, y serán ciertamente
enunciados de la ciencia empírica, como hemos visto en las diferentes áreas
problemáticas discutidas anteriormente. Algunos representantes de la concepción
científica del mundo no quieren utilizar en absoluto la palabra “filosofía” en sus
trabajos, a fin de acentuar aun más el contraste con la filosofía sistemática. Ahora,
¿cómo han de constituirse tales investigaciones? Eso resulta muy claro: no existe
ninguna filosofía universal o fundamental que se encuentre aparte o por encima de los
diferentes campos de la ciencia experimental, no existe ningún camino al conocimiento
–en cuanto al contenido– aparte del de la experiencia, no existe ninguna realidad
de las ideas que se encuentre sobre o más allá de la experiencia. No obstante, el
trabajo de las investigaciones “filosóficas” o “sobre los fundamentos” permanece
siendo importante para los propósitos de la concepción científica del mundo
porque la dilucidación lógica de los conceptos científicos, enunciados y métodos se
libera de prejuicios que frenan nuestra marcha. El análisis lógico y epistemológico
no quiere imponer restricciones a la investigación científica; por el contrario,
dispone de un sector completo de posibilidades formales tanto como sea posible,
de las cuales se eligen las experiencias que son correctas, por ejemplo: la geometría
no euclidiana y la teoría de la relatividad.

Los representantes de la concepción científica del mundo han decidido


quedarse en el suelo de la simple experiencia humana. Empiezan trabajando con
confianza por barrer del camino los escombros metafísicos y teológicos del siglo.
O, como opinan algunos: se proponen retornar, después de un intervalo metafísico,

17 
a una visión unificada del mundo como la que se hallaba en la base de las creencias
mágicas, libre de la teología de tiempos antiguos.

El incremento de inclinaciones metafísicas y teológicas que se revelan hoy


en asociaciones y campañas, libros y revistas, ponencias y cátedras universitarias,
parece que se basan en las luchas sociales y económicas del presente. Un grupo de
los luchadores, aquellos que se aferran a formas sociales del pasado, también
mantienen las actitudes, ya superadas en cuanto al contenido, de la metafísica y
teología; mientras que los otros luchadores que giran al tiempo moderno,
especialmente en Europa meridional, desestiman estas actitudes y se quedan en el
suelo de la ciencia experimental. Este desarrollo va de la mano con la del proceso
de producción moderno que cada vez más se equipa tanto mecánica como
técnicamente, y deja cada vez menos espacio para representaciones metafísicas.
También va de la mano con la desaprobación de grandes masas sobre aquellos que
predican la doctrina teológica y metafísica. Por lo tanto, sucede que las masas en
muchos países desestiman estas doctrinas mucho más conscientes que antes, y en
conexión con su actitud socialista se inclinan a una concepción empírica terrenal.
Antes, el materialismo era la expresión para esta concepción; sin embargo, ahora, el
empirismo moderno se ha desarrollado dejando de lado algunas formas deficientes
y ha ganado una figura sólida en la concepción científica del mundo.

De manera que la concepción científica del mundo está cerca de la vida del
presente. Sin duda, la amenazan duras luchas y múltiples hostilidades. No
obstante, hay muchos que no se rinden, sino que en vista de la actual situación
social aguardan la evolución con alegría y esperanza. Desde luego, cada seguidor
de la concepción científica del mundo no será un luchador. Algunos, plácidos en el
aislamiento, llevarán una existencia retirada en los gélidos glaciares de la lógica.
Otros quizá injurien mezclarse con las masas y lamenten la inevitable
“relativización” producto de la propagación. Aun así, sus logros también encajan
en el desarrollo histórico. Experimentamos cómo el espíritu de la concepción
científica del mundo penetra cada vez más en las formas de la vida pública y
privada, las clases, la educación, la arquitectura; y que ayuda a conducir la
organización de la economía y de la vida social según principios racionales. La
concepción científica del mundo sirve a la vida y la vida la acoge.

Traducción: Alonso Zela Torres

18 
CORTÁZAR CUÁNTICO

Carolina Ferrer, estudiante de Doctorado en Literatura.


Universidad de Chile.

"En el siglo XX nada puede curarnos mejor del antropocentrismo


autor de todos nuestros males que asomarse a la física de lo
infinitamente grande (o pequeño)."

-Julio Cortázar: La vuelta al día en ochenta mundos-

A primera vista el nexo parece débil, sin embargo, la proposición de


Cortázar no merece dudas. ¿Hasta qué punto se interesó el escritor
argentino por la física? ¿Es posible encontrar huellas de algunos
principios de esta disciplina -específicamente de la teoría cuántica- en
su obra? Responder estas dos interrogantes es el propósito del
presente estudio (1).

La búsqueda de vínculos entre la obra de Cortázar y la nueva física se


justifica al tener en cuenta la importancia del contexto cultural en la
gestación de las ideas (2). En las distintas disciplinas, las nuevas
teorías se nutren de supuestos emanados de la cultura -de la cual
desde luego forman parte física y literatura. Por ello es posible
encontrar, en áreas aparentemente muy distantes, una serie de
puntos en común, llegando a observarse el surgimiento de teorías
isomórficas (3).

Durante las primeras décadas del presente siglo, importantes


descubrimientos -la Teoría de la Relatividad y la Teoría de los Cuanta-
introdujeron cambios tan profundos en el concepto de mundo que su
incidencia sobrepasó el ámbito de la ciencia y se tradujo en cambios
en la totalidad del pensamiento humano (4).

En términos específicos, la ruptura provocada por la física cuántica


modificó a tal punto la posición del observador que "en la ciencia el
objeto de la investigación no es la Naturaleza en sí misma, sino la
Naturaleza sometida a la interrogación de los hombres; con lo cual,
también en este dominio, el hombre se encuentra enfrentado a sí
mismo" (Heisenberg 1955, 22). Es decir, la índole y magnitud de los
descubrimientos no sólo provocaron un enorme remezón en la ciencia
considerada exacta por excelencia -del cual hasta el día de hoy
intenta reponerse-, sino que además el hombre se ve obligado a
modificar su imagen de mundo y a replantear su posición relativa en
éste.
En el campo artístico, los avances de la nueva física, sumados a las
teorías sicológicas desarrolladas por Freud y a las profundas crisis
políticas, sociales y económicas, tuvieron una alta resonancia que se
manifestó en los numerosos movimientos vanguardistas, los cuales
rompieron con una noción del arte, para dar paso a nuevos conceptos
artísticos acordes con la nueva imagen de la realidad (5).

El mundo ha dejado de ser determinístico y ya no existe la posibilidad


de una mirada absoluta. Muy por el contrario, la realidad se ha
develado como relativa, probabilística, incierta. Entonces el arte, al no
estar sujeto a tantas restricciones como la ciencia, se presenta como
una vía atractiva para comunicar la complejidad circundante. La
literatura -por ejemplo- permite desarrollar el significado de las
nuevas teorías científicas a nivel macroscópico: las leyes y los
principios que permanecen ocultos para los sentidos pueden ser
ampliados en la ficción hasta el punto de regir la realidad y mostrar
su funcionamiento a escala humana (6).

Mediante la aprehensión y la posterior elaboración estética que la


literatura efectúa de la complejidad del mundo, la obra resultante
también es compleja. Por ende sólo la utilización de enfoques
interdisciplinarios logrará sacar a relucir nuevos aspectos de las obras
literarias (7).

FIGURAS Y NUEVA FÍSICA

Una idea clave para comprender la conceptualización de la realidad


cortazariana es la de las figuras. Estas surgen producto de leyes
distintas de las comunmente aceptadas (8), relacionan entre sí
distintos elementos y generan una especie de triángulo, si bien para
las demás personas no constituyen más que una mera coincidencia.
Sin embargo, para Cortázar este vínculo corresponde a otra realidad
invisible que hace tambalear lo aparentemente real y permite la
manifestación de lo fantástico (9), tal como la existencia de los nexos
formados entre las partículas subatómicas escapa a los sentidos
aunque son la base de la materia.

Este diálogo entre las figuras de Cortázar y la física cuántica aparece


de manera más explícita en Rayuela. En una de las "Morellianas" el
escritor afirma: "creer que ese objeto es nada más que una tacita de
café cuando el más idiota de los periodistas encargados de
resumirnos los quanta, Planck y Heisenberg, se mata explicándonos a
tres columnas que todo vibra y tiembla" (Cortázar 1963, 382). Así
mismo, la teoría cuántica aparece como una vía de búsqueda: "Morelli
hablaba de algo así cuando escribía: 'Lectura de Heisenberg hasta
mediodía, anotaciones, fichas [...] Sensación de que Heisenberg y yo
estamos del otro lado de un territorio [...] En fin sigamos leyendo; a lo
mejor Heisenberg...'" (Cortázar 1963, 440).
Cortázar y la física cuántica: el nexo está claro, pero no se limita a
Rayuela, sino se encuentra también subyacente en un gran número
de sus cuentos, en los cuales están presentes, a través de una
elaboración literaria, los conceptos fundamentales de la física
cuántica, específicamente la nueva definición de causalidad originada
por la mecánica cuántica y los principios de complementariedad e
incertidumbre derivados de las investigaciones subatómicas.

ONDAS Y PARTÍCULAS

A fines del siglo pasado, imperaba la mecánica newtoniana, la


materia era corpuscular -se componía de átomos- y la luz era
ondulatoria. El 14 de diciembre de 1900, Max Planck dió nacimiento a
la física cuántica al plantear que la luz no se desplaza en forma
continua, sino agrupada en paquetes o cantidades de acción (10), de
tal forma que la realidad es discontínua. A este punto de partida, se
fueron agregando las investigaciones de Einstein -sobre el fotón-, De
Broglie, Bohr, Heisenberg, Schrodinger, Dirac y muchos otros, hasta
conformar la teoría cuántica tal como se conoce hoy en día.

El concepto central de dicha teoría es el carácter dual de la materia:


ésta es corpúsculo y onda al mismo tiempo. El desarrollo de la física
cuántica implica entonces una ruptura con algunos postulados
básicos de la física clásica, entre otros con el principio de causalidad,
es decir la posibilidad de predecir un acontecimiento a partir de otro.
Este problema surge de la imposibilidad de observar y/o medir los
procesos cuánticos sin perturbarlos, otorgándole de esta forma un
papel fundamental al observador.

Frente a esta situación, una alternativa es contentarse con la


posibilidad de efectuar predicciones a base de funciones
probabilísticas, lo cual significa plantear una ciencia de tipo
indeterminista. La otra opción consiste en elaborar un modelo que
considere la influencia que ejerce el aparato de medición en el
experimento. Sin embargo, al intentar medir dicha influencia se
introduce una nueva alteración en el experimento y así
sucesivamente. Se observa, entonces, que el fenómeno investigado
no está constituído sólo por eventos objetivos, sino debe incorporar
también todo aparato de medición, en última instancia al observador.
De esta forma, el hombre ya no puede considerarse sólo como sujeto
aislado de la naturaleza, sino que se encuentra inserto en el objeto
mismo de su análisis.

En 1927, el físico danés Niels Bohr aborda el problema de la dualidad


onda-corpúsculo estableciendo el principio de complementariedad
según el cual las características corpusculares y ondulatorias de la
materia son dos formas complementarias de representar una misma
realidad.
Este concepto nace de la riqueza de la realidad, la cual no puede ser
abarcada en su totalidad, debiéndose optar por algún punto de vista
parcial. Las distintas descripciones obtenidas, mediante la utilización
de diversos principios clásicos excluyentes entre sí, entregan
representaciones complementarias para un mismo fenómeno.

Cada punto de vista, proveniente de una elección efectuada por el


observador, sólo puede arrojar luz sobre parte de la realidad ya que
ésta sobrepasa toda estructura lógica. Sin embargo, las distintas
representaciones así generadas no se oponen unas a otras sino son
complementarias, perdiéndose así cualquier ilusión sobre la
objetividad del observador.

Werner Heisenberg, físico alemán, elabora el concepto de


incertidumbre. Este principio recoge la imposibilidad de establecer
con exactitud y al mismo tiempo posición y velocidad de una partícula
elemental. Es decir, en microfísica, al determinar el valor exacto de
una variable asociada a una partícula, no es posible conocer el valor
de otra: una de ellas permanece siempre incierta.

Debido a la existencia de una relación probabilística entre posición y


velocidad de la partícula, la medición de una de las variables
introduce una perturbación que impide medir la otra. Desde luego, en
la base de este comportamiento está presente el carácter dual onda-
corpúsculo de la materia y la imposibilidad de captar la realidad
cuántica directamente con nuestros sentidos. Por lo tanto, es
necesario aceptar que en el mundo subatómico siempre una variable
permanece indeterminada, contraponiéndose a lo que hasta ese
momento se consideraba lógico (11).

NUEVA FÍSICA Y NUEVA FICCIÓN

Sin lugar a dudas, el descubrimiento del comportamiento de las


partículas subatómicas conlleva importantes cambios en el
pensamiento occidental. No ajena a dichas transformaciones, la
creación literaria recoge y elabora estéticamente algunos de los
principios de la nueva física.

En términos concretos, realidad, narrador, punto de vista, personajes,


tiempo, espacio, lector son trastocados por la irrupción de la física
cuántica (12). La lógica de "esto-o-lo-otro" es reemplazada por la de
"esto-y-lo-otro", observándose la coexistencia de posibilidades
aparentemente divergentes (13).

Consecuente con la nueva posición del hombre ante la realidad


cuántica, el narrador es limitado, incapaz de controlar y/o explicar los
acontecimientos, carente de información y poseedor de sólo un trozo
de realidad. Por lo demás, este narrador se sabe subjetivo y por ende
no intenta imponer su punto de vista sobre los demás. Más aún, en
repetidas ocasiones, existen varias voces narrativas de tal forma que
surgen puntos de vista cambiantes y mutuamente excluyentes
aunque todos verdaderos (14).

Los personajes de esta nueva ficción deambulan por un mundo


esencialmente dinámico y más que definirse por características
propias lo hacen uno en relación al otro. Incluso en muchas ocasiones
la separación sujeto/objeto se desdibuja y los roles se intercambian,
de tal forma que el observador se transforma en observado y vice-
versa.

Análogamente, los objetos y/o espacios adquieren poder sobre los


personajes, pasando éstos a último plano y siendo la acción dominada
por elementos inanimados.

Tanto el tiempo como el espacio aparecen alterados. Debido a la


multiplicidad de puntos de vista, es imposible mirar los hechos desde
una perspectiva racional y las coordenadas espacio tiempo se
encuentran frecuentemente en estado de crisis (15).

Al igual que el observador de los fenómenos subatómicos, el lector se


ve forzado a enfrentar la literatura de manera activa y construir la
narración. Cabe destacar que, justamente, es Cortázar quien propone
"hacer del lector un cómplice, un camarada de camino [...] copartícipe
y copadeciente de la experiencia por la que pasa el novelista"
(Cortázar 1963, 401)(16), a diferencia del "lector-hembra quien se
quedará con la fachada y ya se sabe que las hay muy bonitas, muy
trompe l'oeil" (Cortázar 1963, 402) (17). Específicamente, "el lector
cómplice deberá buscar (de ahí la complicidad) y quizá no encontrará
(de ahí el copadecimiento)" (Cortázar 1963, 402).

CUENTOS CUÁNTICOS

Una de las principales implicancias de la teoría cuántica es la


imposibilidad para el sujeto de permanecer aislado del fenómeno
observado, problema que aparece una y otra vez en los cuentos de
Cortázar.

En "Las babas del diablo" la posición del narrador es muy confusa


desde un comienzo y no controla en absoluto los acontecimientos:
"Va a ser difícil porque nadie sabe bien quién es el que
verdaderamente está contando, si soy yo o eso que ha ocurrido, o lo
que estoy viendo" (Cortázar 1959, 62).

El protagonista, un traductor-fotógrafo de nacionalidad franco-chilena


-cabe destacar desde el comienzo la presencia de dualidades- sale a
recorrer París con su cámara. En un parque, observa y luego
fotografía una extraña escena: una mujer trata de seducir a un
muchacho por encargo de un hombre. Al intervenir el fotógrafo, el
muchacho escapa a la trampa que le habían tendido. De esta forma,
el observador altera los acontecimientos. Más aún, los papeles de
sujeto/objeto se invierten totalmente cuando el protagonista vuelve a
su casa, revela, amplia y pega en la muralla la foto. Entonces, esta
última cobra vida y el fotógrafo se rigidiza.

De esta forma, el observador/fotógrafo pasa a ser el objeto de la


imagen y la vida empieza a transcurrir en la ampliación y no en la
realidad. Al final (al comienzo) el narrador sólo ve cómo las nubes y,
de vez en cuando, algún pájaro transitan por la fotografía: "Lo que
queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de
cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo clavado con alfileres
en la pared de mi cuarto" (Cortázar 1959, 77).

Análogamente, en "Continuidad de los parques" el lector de una


novela es en realidad la próxima víctima del asesinato allí narrado. En
este cuento se va creando un continuo entre el mundo del lector y el
de la novela; espacio, tiempo y objetos son tan similares en uno y
otro que al final se funden en un solo plano.

En primer lugar -y tal como el nombre del cuento lo indica- ambas


acciones se desarrollan en un parque: el lector "miraba hacia el
parque de los robles" (Cortázar 1964, 9) y en la novela el personaje
"Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos "(Cortázar
1964, 10). El espacio de la novela es idéntico al entorno donde se
situa el lector

Así mismo, el transcurso del tiempo de la narración avanza junto con


la trama de la novela. Cuando el lector retoma el libro "Esa tarde, [...]
después de discutir con el mayordomo" (Cortázar 1964, 9) y luego
mira "más allá de los ventanales [...] el atardecer bajo los robles"
(Cortázar 1964, 9), ambos instantes corresponden a la narración del
cuento, pero cuando el texto llega al punto donde "Empezaba a
anochecer" (Cortázar 1964, 10) ya no se sabe si es en le cuento o en
la novela.

El sillón es un objeto clave, hasta el punto de adquirir casi más


importancia que el personaje. El lugar de la lectura es "su sillón
favorito de espaldas a la puerta [...donde] dejó que su mano izquierda
acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los
últimos capítulos" (Cortázar 1964, 9).

La fusión de los dos planos se da cuando el personaje de la novela


entra a la casa y la descripción corresponde al lugar donde se
encuentra el lector de la novela: "La puerta del salón, y entonces el
puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un
sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo
una novela" (Cortázar 1964, 10). De esta forma el lector/observador
se transforma en la víctima/objeto y pasa a formar parte activa de la
trama, de hecho su destino está contenido en la novela.
Otro cuento de Cortázar que tiene por tema la literatura es "Los pasos
en las huellas". En éste es el escritor quien se involucra con el
contenido de su obra. Desde un comienzo, un crítico literario teme
confundirse con el poeta cuya biografía se propone escribir: "Las
afinidades entre Romero y yo, nuestra común preferencia por ciertos
valores estéticos y poéticos, eso que vuelve fatal la elección del tema
por parte del biógrafo, ¿no me hará incurrir más de una vez en una
autobiografía disimulada?" (Cortázar 1974, 24).

Luego de incursionar bastante tiempo en el pasado del poeta Romero,


el investigador publica exitosamante la biografía, llevándolo del
anonimato a ser primera figura en el ámbito literario. Sin embargo,
durante la investigación, el escritor descubre que el poeta había
mantenido oculta una relación amorosa que desvirtuaba toda su obra.
Al esconder a su vez este hallazgo, la biografía queda también
desvirtuada y el crítico corre la misma suerte que el poeta.

Una vez más, el observador/escritor se ve afectado por el


objeto/poeta que investiga, sus destinos se confunden: "Tal como lo
había temido una lejana noche de septiembre, había escrito su
autobiografía disimulada" (Cortázar 1974, 44-45), y sus temores se
transforman en profecía autocumplida.

En su último libro de relatos, Cortázar también incluye un cuento, "Fin


de etapa", donde se rompe la barrera clásica sujeto-objeto. En él, sin
una razón específica, una mujer detiene su viaje en auto por la
carretera y visita un pueblo. Desde un comienzo el personaje tiene la
extraña impresión de "Ver las cosas como quien es visto por ellas"
(Cortázar 1983, 22).

Para distraerse, decide visitar el museo donde un autor hiperrealista


expone sus obras. A la hora de cierre del museo, la mujer ha visto
todas las obras expuestas, salvo aquella colgada en una sala aparte.
Al regresar a la calle, tiene "Una vez más el sentimiento de no
recorrer un pueblo sino de ser recorrida por él, los adoquines de la
calzada resbalando hacia atrás como una cinta móvil" (Cortázar 1983,
26). Durante este paseo, la mujer ingresa a una casa idéntica a la de
una de las pinturas en exposición, atraída justamente por la simetría
de imágenes: "se sintió como abordando el cuadro desde el otro lado"
(Cortázar 1983, 26).

Luego de almorzar en el pueblo, la mujer reinicia su viaje. De repente,


en medio de la carretera, decide regresar al museo y ver la última
sala. En la escena final se funden la visitante de la galería y el cuadro:
"acaso sería hermoso ver si la luz del sol iba subiendo por la pared,
alargando más y más la sombra de su cuerpo, de la mesa y de la silla,
o si seguiría así sin cambiar nada, la luz inmóvil como todo el resto,
como ella y como el humo inmóviles" (Cortázar 1983, 32).
En este cuento, además de desdibujarse la frontera entre observador
y observado se aprecia la posibilidad de abordar el relato desde dos
perspectivas complementarias. En una, el pintor realizó sus cuadros
utilizando como modelo la casa del pueblo, quedando por determinar
por qué se produce la similitud entre la visitante y la retratada. En la
otra versión, el deseo induce a la mujer a ver una casa cualquiera del
pueblo como la pintada para luego insertarse en la representación
pictórica.

Uno de los primeros cuentos de Julio Cortázar en el que también


coexisten dos realidades complementarias es "Lejana". Por un lado,
Alina Reyes lleva una vida acomodada en una ciudad latinoamericana
y, por otro, siente que existe en forma simultánea en Budapest,
donde su vida es miserable: "A veces sé que tiene frío, que sufre, que
le pegan. Puedo solamente odiarla tanto, aborrecer las manos que la
tiran al suelo y también a ella todavía más porque le pegan, porque
soy yo y le pegan" (Cortázar 1951, 37).

La mujer se obsesiona con la posibilidad de encontrarse con esa otra


versión de sí misma, impulsándola a viajar a Budapest a reunirse con
la mendiga: "En el centro del puente desolado la harapienta mujer de
pelo negro esperaba [...] Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo
las sensaciones de fuera, la luz crepuscular" (Cortázar 1951, 48).

En este encuentro de las dos versiones de Alina, excluyentes entre sí,


ocurre el intercambio de mujeres, quedando el narrador focalizado en
la mendiga: "Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba
entrando por los zapatos rotos, por que yéndose camino de la plaza
iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto
contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose" (Cortázar 1951, 49)
(18).

En "Axolotl" también hay un traspaso de un ser a otro, esta vez entre


un ser humano y un pez. Atraído por un acuario, un hombre lo visita
una y otra vez. Durante horas observa los axolotl, al final afirma:
"Ahora soy un axolotl" (Cortázar 1964, 149).

Cortázar insiste en el riesgo de observar: "'Usted se los come con los


ojos', me decía riendo el guardián, que debía suponerme un poco
desequilibrado. No se daba cuenta de que eran ellos los que me
devoraban lentamente por los ojos, en un canibalismo de oro"
(Cortázar 1964, 153).

La metamorfosis ocurre poco a poco, hasta llegar al cambio de lugar


en torno al vidrio y el hombre se ve a sí mismo en vez del axolotl.

Incluso al final del relato, el personaje es axolotl y hombre a la vez, la


descripción del nuevo ser corresponde a una forma complementaria:
"Ahora soy definitivamente un axolotl, y si pienso como hombre es
sólo porque todo axolotl piensa como hombre dentro de su imagen de
piedra rosa" (Cortázar 1964, 155).

Tal como se aprecia el principio de complementariedad en la


narrativa de Cortázar, también se encuentra presente el de
incertidumbre.

En el cuento "Casa tomada", un hombre y su hermana empiezan a


sentir ruidos en la casa donde viven: "escuché algo en el comedor o
la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de
silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación"
(Cortázar 1951, 13).

A pesar de no lograr identificar quién provoca estos ruidos, los


hermanos desalojan poco a poco las piezas de la casa: "-Tuve que
cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo" (Cortázar
1951, 13). Más aún, ni siquiera tienen claro de qué lugar de la casa
vienen los ruidos: "Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido
en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo
del pasillo apagaba el sonido" (Cortázar 1951, 17).

Los personajes ceden ante esta realidad que sólo logran percibir a
través de uno de los sentidos, el oído. A pesar de la imprecisión
concerniente a los invasores, ambos optan por irse definitivamente de
la casa, sin posibilidad alguna de retorno: "Antes de alejarnos tuve
lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla.
No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en
la casa, a esa hora y con la casa tomada" (Cortázar 1951, 18).

Otro cuento gobernado por la incertidumbre es "La isla a mediodía".


En este relato, Marini -un steward de un avión- es atraído por una isla:
"La isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde
horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era
exactamente mediodía" (Cortázar 1966, 93).

Desde la altura del avión, la imagen de la isla surge como algo irreal.
La obsesión aumenta al grado de desear visitar la isla. Al llegar lo
recibe una especie de patriarca llamado Klaios -con quien pacta el
alojamiento para su estadía- y sus hijos. Al igual que en otros cuentos
de Cortázar, los procesos se invierten: "la isla lo invadía y lo gozaba
con una tal intimidad que no era capaz de pensar o de elegir"
(Cortázar 1966, 98).

Entonces llega el momento en que el avión donde él debería haber


estado trabajando sobrevuela la isla: "abrió los ojos y se enderezó, y
en el mismo momento vio el ala derecha del avión, casi sobre su
cabeza, inclinándose inexplicablemente, el cambio de sonido de las
turbinas, la caída casi vertical sobre el mar" (Cortázar 1966, 99).
Marini se lanza al agua y rescata al único hombre que aparece
después del hundimiento del avión. Al dejarlo en la playa ve la herida
del hombre en la garganta: "con cada convulsión la herida parecía
abrirse un poco más y era como una boca repugnante que llamaba a
Marini, lo arrancaba a su felicidad de tan pocas horas en la isla, le
gritaba entre borbotones algo que él ya no era capaz de oír" (Cortázar
1966, 100).

Cuando Klaios y los muchachos llegan a ver el cadáver, irrumpe la


incertidumbre, ya que no hay rastros de la visita de Marini a la isla en
el presente: "los muchachos rodeaban el cuerpo tendido en la arena,
sin comprender cómo había tenido fuerzas para nadar a la orilla y
arrastrarse desangrándose hasta ahí" (Cortázar 1966, 100); y
tampoco en el pasado: "como siempre estaban solos en la isla, y el
cadáver de ojos abiertos era lo único nuevo entre ellos y el mar"
(Cortázar 1966, 100).

De esta forma la presencia de Marini queda sumida en la


incertidumbre: él llegó -de hecho llevó al sobreviviente nadando hasta
la orilla- y no llegó -Klaios y su familia no se preguntan por él, ni
siquiera lo recuerdan.

Otro cuento de Cortázar regido por la incertidumbre es "Texto en una


libreta". En este relato el escritor menciona expresamente la
incidencia de fenómenos atómicos en la realidad cotidiana: "Lo del
control de pasajeros surgió -es el caso de decirlo- mientras
hablábamos de la indeterminación y de los residuos analíticos"
(Cortázar 1980, 45).

A lo largo del cuento, el narrador intenta descifrar por qué los


resultados de un conteo riguroso de los pasajeros que entran a una
línea de transporte subterráneo no coincide con el número de los que
salen, de tal forma que algunas personas ya sea desaparecen: "creyó
posible explicar el fenómeno por una especie de desgaste atómico
previsible en las grandes multitudes" (Cortázar 1980, 48); o bien
pernoctan escondidos en un lugar de la línea subterránea.

Optando por esta última hipótesis, el narrador investiga cómo vive


bajo tierra este grupo de personas, logrando sólo determinar algunos
datos inciertos, ya que los personajes/ partículas no pueden ser
localizadas con precisión: "Ellos, ahora estaba demasiado claro, no se
localizan en parte alguna; viven en el subte, en los trenes del subte,
moviéndose continuamente" (Cortázar 1980, 51).

Hacia el final del relato, el narrador afirma: "Me parece casi


inconcebible haber llevado a término el análisis de sus métodos
generales y no ser capaz de dar el paso final que me permita la
revelación de sus identidades y de sus propósitos" (Cortázar 1980,
63). Parece sorprendente la similitud entre la posición de este
narrador frente al comportamiento de los pasajeros del subterráneo y
la del físico ante las partículas subatómicas.

Causalidad, complementariedad, incertidumbre: en los cuentos de


Cortázar se encuentran claramente identificables ciertos principios de
la física cuántica.

En varios relatos desaparece la diferencia entre sujeto y objeto:


fotógrafo e imagen en "Las babas del diablo", lector y texto en
"Continuidad de los parques", crítico de arte y poeta en "Los pasos en
las huellas", visitante del museo y cuadros en "Fin de etapa", hombre
y pez en "Axolotl".

Así mismo, en algunos cuentos coexisten realidades que se


complementan entre sí. En "Fin de etapa" la mujer se pasea por el
pueblo y a su vez pertenece sólo a una representación pictórica; en
"Axolotl" el narrador es hombre y axolotl, compartiendo
características de ambos; en "Lejana" el personaje está en ¿Buenos
Aires? y es mendiga en Budapest.

En tercer lugar, la incertidumbre rige casi todos los relatos: "Casa


tomada" en el cual unos ruidos algo imprecisos inducen a los
habitantes a abandonar la casa, "La isla a mediodía" donde un
steward atraído por una isla se salva de perecer en un accidente
aéreo para luego desaparecer sin explicación, "Texto en una libreta"
cuyo narrador sólo logra determinar algunos aspectos externos de la
existencia subterránea de un grupo de personas.

Los narradores no son más que voces y no poseen ninguna visión


particularmente informada de los acontecimientos, menos aún son
capaces de controlarlos.

En cuanto a los personajes, más que sus características personales,


priman las relaciones entre ellos: "Lejana", "Axolotl"; o su relación con
ciertos objetos: "Continuidad de los parques", "La isla a mediodía",
"Fin de etapa".

Asimismo, tiempo y espacio tienden a fusionarse en "Las babas del


diablo", "Axolotl", "La isla a mediodía", "Fin de etapa".

Al estar los cuentos regidos por la complementariedad, el lector debe


buscar/desenredar las distintas versiones. La incertidumbre obliga a
la búsqueda de respuestas de parte del lector. Lo anterior, sumado a
la no separación entre sujeto y objeto, hace imprescindible la
complicidad del lector. De lo contrario este último no será capaz de
armar la narración.

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NOTAS

1.- La inquietud de Cortázar por la astrofísica se puede apreciar en


varios textos y en particular en Prosa del observatorio.

2.- Ver el prólogo del libro de Hayles, Chaos Bound. Orderly Disorder
in Contemporary Literature and Science.

3.- Cabe destacar que no se pretende determinar si la biología influye


en la sociología o si la astronomía en la poesía, sino tan sólo detectar
la existencia de semejanzas entre los distintos campos.

4.- A comienzos del siglo XX, la humanidad fue testigo de dos grandes
líneas de avance en la física, la teoría de la relatividad, desarrollada
por Einstein, y la teoría de los cuanta, cuyo inicio corresponde a
Planck. Otro posible camino para analizar la relación entre física y
arte es a través de los descubrimientos de Einstein.

5.- Horia afirma: "Podremos estudiar aquí las vanguardias europeas


de principios de siglo como 'contemporáneas' de la física cuántica y
del principio de indeterminación" (Horia 14) .Para una descripción de
este cambio en la noción de arte en el ámbito literario
hispanoamericano ver Goic, Historia de la novela hispanoamericana.

6.- Según Bohnenkamp, la nueva física y la narrativa contemporánea


poseen una serie de puntos en común, ver su artículo "Post-
Einsteinian Physics and Literature: Toward a New Poetics".

7.- Sólo ha sido posible encontrar dos análisis que dan cuenta de la
relación entre la obra cortazariana y la nueva física. Capobianco
efectúa lecturas de varios cuentos a la luz de distintas
interpretaciones de la física cuántica, y Ermarth analiza Rayuela a
partir de la teoría de la relatividad.

8.- "Yo sentía que cuando se producía un elemento A, seguido de un


elemento B -que era lo que la gente llamaría una coincidencia o una
casualidad- había un tercer elemento C, que podía ser un elemento
alcanzable , comprensible o no; pero de todas maneras yo sentía que
el triángulo, que la figura, se cerraba" (Prego 88).

9.- Ver Harss, "Julio Cortázar, o la cachetada metafísica.", y la


entrevista de Bélanger, "Julio Cortázar et la réalité en forme
d'éponge."

10.- Este es el origen del término quantum y su plural quanta.

11.- Bohr y Heisenberg tuvieron un rol preponderante en la gestación


de la física cuántica. Sin embargo, muchos científicos empezaron a
oponerse a sus explicaciones y a considerar los principios de
complementariedad e incertidumbre sólo como una interpretación,
denominada de Copenhague por que en esa ciudad se encontraba el
centro de estudios donde trabajaba Niels Bohr y su grupo de
investigadores. Si bien esta es la interpretación más aceptada hasta
el día de hoy, cabe mencionar que existen varias otras, ver Merrell.

12.- Strehle acuña el término "actualismo" para referirse a la nueva


forma de ficción que surge de la incorporación de la física cuántica,
nombre proveniente de la diferencia que Heisenberg efectúa entre la
realidad macroscópica y la realidad subatómica que no es real sino
activa, "actual".

13.- El pensar en términos de "esto y aquello" se puede observar en


algunos autores hispanoamericanos, por ejemplo Octavio Paz.
Además encuentra una correspondencia significativa con la filosofía
oriental, ver Capra y Zukav.

14.- Ver el primer capítulo de The Cosmic Web: Scientific Field Models
and Literary Strategies in the Twentieth Century, de N. Katherine
Hayles.
15.- Ver el estudio de Ermarth, Sequel to History. Postmodernism and
the Crisis of Representational Time.

16.- Utilizando la terminología de Eco, el "lector modelo" de Cortázar


es el "lector cómplice", al que le pide acompañar al autor.

17.- Esta terminología le significó muchas críticas de parte de las


mujeres, especialmente de las feministas.

18.- Cabe destacar que el cuento contiene dualidades o imágenes


correspondientes a reflejos, por ejemplo los palindromas inventados
por Alina. Pero, por sobre todo, la elección de Budapest como lugar de
encuentro no parece ser inocente: por un lado ésta se compone en
realidad de dos centros urbanos situados a cada lado del Danubio y
unidos por puentes y, por otro es una copia intencionada de París.

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