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HISTORIA DE LA TERMODINÁMICA

¿qué es calor? . teníamos a aquellos científicos que pensaban que eran las pequeñas partículas
que componían la materia en movimiento y, por otro lado, se encontraban aquellos científicos
que seguían la teoría de la electricidad (siglo XVIII), los cuales, imaginaban el calor como un
“líquido imponderable” de forma similar a cómo se veía la electricidad en aquella época. No
obstante, a finales del siglo XVIII, Joseph Black, un médico, físico y químico de reconocido en
Escocia descubrió, con la ayuda del recién inventado termómetro, que se podía medir la
temperatura de un cuerpo pero no el calor efectivamente aportado al mismo (esto pasa por
ejemplo, al derretir hielo ya que, el calor aportado queda “oculto” en gran medida pues si se
coloca un termómetro junto a un bloque de hielo que se está calentando con el fin de derretirlo,
la temperatura de |dicho bloque sigue siendo de 0 ºC).

En 1780, Antonine-Laurent de Lavoisier y Pierre Simon Laplace, desarrollaron un calorímetro


de hielo. Con este “artefacto” midieron el calor entregado por un cuerpo. En esa misma época,
el estadounidense Benjamin Thompson , creyó descubrir qué era el calor. Afirmaba que el calor
era el movimiento de las partículas minúsculas que componían la materia.

El gobernador de Baviera encomendó a Thompson la supervisión de los cañones construidos


para la defensa de las fronteras. En el proceso de taladrar el ánima de los cañones, Thompson
observó que se producía un aumento de temperatura en la estructura del cañón, en las virutas
metálicas y en el propio taladrador, de modo que parecía generarse calor continuamente en lugar
de conservarse (como predecía la teoría del fluido calórico). Para intentar demostrar qué pasaba,
llevó a cabo una serie de experimentos para medir el cambio de temperatura que ocurría al
utilizar maquinaria rudimentaria desafilada en ese proceso de taladrado. En uno de dichos
experimentos utilizó agua para refrigerar el taladrador y la estructura del cañón. El también
conocido como conde de Rumford, midió el aumento de temperatura del agua y observó “el
asombro que expresaban el público allí presente viendo que la gran cantidad de agua que podía
hervir sin necesidad de emplear ningún fuego”. Su conclusión particular fue que el calor no
podía ser una sustancia material, ya que parecía no tener límite. Más bien parecía que era el
resultado del rozamiento o del trabajo realizado por las fuerzas aplicadas. No obstante, la “teoría
del calor” de Benjamin Thompson no acababa de tener mucha aceptación en los círculos
académicos de la época.

Michael Faraday, había inventado en 1821 un motor eléctrico que serviría como prototipo para
que se fuera mejorando en la industria años más tarde. Joule, descubrió que el motor de Faraday
poco tenía que hacer, tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista de
la eficiencia en la producción, frente a la máquina de vapor existente a nivel industrial
(consumía demasiado Zinc y líquido de batería). No obstante, Joule observó un fenómeno
curioso: durante el funcionamiento del motor eléctrico, la batería y los conductores eléctricos
sufrían un elevadísimo calentamiento. Esto le llevó a preguntarse si sería esa la causa del escaso
rendimiento del motor. Esta duda condujo a Joule a llevar a cabo experimentos durante varios
meses, consistentes básicamente en hacer pasar corriente eléctrica por alambres metálicos de
diferente longitud, espesor y material. Simultáneamente, iba midiendo el calor producido y llegó
a una conclusión muy interesante y que hoy conocemos como Ley de Joule: “el calor producido
aumenta con la resistencia del conductor eléctrico, el cuadrado de la intensidad de la corriente y
la duración de la circulación de la misma”.
Tras el descubrimiento de esta Ley, Joule siguió trabajando día y noche sobre la medición del
calor en diferentes procesos. Un experimento sumamente curioso e importante en la historia de
la ciencia, consistió en poner una rueda con paletas acopladas en un gran barreño con agua.
Dicha rueda, se accionaba con intención de que girase en el agua gracias a unas pesas de plomo
suspendidas por sogas y acopladas a una polea que se accionaba manualmente. El trabajo
mecánico pues, era fácil de calcular sabiendo la altura a la que subían dichas pesas y la masa de
las mismas. Posteriormente, se dejaba que las ruedas descendiesen, lo que generaba el
movimiento de la rueda con paletas que, finalmente, provocaba un ascenso de temperatura del
agua en el barreño. Lo que Joule pretendía era comparar el calor generado por el trabajo
mecánico y el del agua. Esto no fue tarea sencilla con los instrumentos de la época y más
teniendo en cuenta que la elevación de la temperatura del agua no había sido demasiado alta. En
pocas palabras, se requería de una mayor precisión de la que le podía proporcionar su
instrumental por lo diseñó y posteriormente encargó, termómetros muy precisos para tal fin.
Finalmente logró establecer una relación precisa entre el trabajo realizado y la elevación de la
temperatura, descubriendo así el equivalente mecánico del calor (una determinada cantidad de
trabajo mecánico produce una determinada cantidad de calor). Debido a la importancia de este
descubrimiento, en el año 1976 se decide cambiar el nombre de unidad de energía por el de
Joule (Julio). Después de este descubrimiento Joule, se pondría en contacto con otros científicos
de la época para compartir sus experiencias y las conclusiones derivadas de las mismas. Pero, al
ser un investigador desconocido, su impacto fue nulo, dicho en otras palabras: no le prestaron
atención. Aparte de esto, su tesis sobre cómo se generaba el calor, se oponía al paradigma
imperante en la época.

. A Carnot le gustaba la idea de comparar la máquina de vapor con “la fuerza del agua”: al igual
que el agua cae desde una determinada altura, impulsando una rueda de molino, en una máquina
de vapor, el calor fluiría desde una temperatura mayor a otra menor además también planteó una
analogía con la cantidad de agua y de calor ya que, así como la cantidad total de agua es la
misma en el molino de agua, el calor en la máquina de vapor tampoco sufriría cambios. Carnot
señaló que una determinada cantidad de calor absorbida, siempre tenía que volver a ser
entregada después de realizar un trabajo mecánico. Es decir, la teoría de Carnot estaba basada
en un circuito térmico cerrado en donde ya está presente el calor y, por tanto, no necesitaba ser
producido.

Thomson, quien había estudiado con dedicación a Carnot, veía una contradicción con las ideas
de Joule, pues este último había comprobado que el trabajo mecánico genera calor mientras que
Carnot había presentado un circuito cerrado donde ya existía el calor. Fueron cuatro los años
que dedicó Thomson a descubrir cuál de las dos teorías era la correcta. Después de esto
concluyó que tanto Joule como Carnot, tenían razón, simplemente, había que ser capaz
de vincular dichas teorías. Es así como Thomson desarrolló una nueva teoría del calor: la
termodinámica. Para ello, partió de dos postulados fundamentales. El primero de estos
postulados resumía las conclusiones de Joule: el calor no es más que una forma de energía que
es generada por ejemplo, a través de trabajo mecánico. Dicho de otra manera: si contemplamos
un sistema aislado, la energía contenida en él puede pasar de una forma a otra pero en su
totalidad, no puede ni aumentar ni disminuir. Es lo que hoy en día conocemos como primer
principio de la termodinámica . El segundo postulado recogía los resultados de Carnot y los
interpretaba: el calor nunca puede ser transformado en su totalidad en trabajo mecánico, ya que
una parte siempre queda sin usar. Por ejemplo, toda máquina térmica entrega una parte del calor
que le es provisto en forma de “descarga de calor”, o sea, que las transformaciones no son
equivalentes en ambos sentidos.
EVOLUCIÓN DE LA TERMODINÁMICA

Pero, después de este repaso histórico, seguimos sin saber cuál es la verdadera naturaleza del
calor. Volvamos a la historia pues. Al principio, la termodinámica sólo se dedicaba a las
magnitudes que se podían medir y las relaciones que guardaban entre ellas. Pues bien, en este
aspecto, Joule había avanzado un poquito más lejos: retomó la idea del Conde de Rumford que
decía que el calor no era más que el movimiento de las partículas en el interior de un cuerpo.
Esa idea le obsesionó durante toda su vida pero, después de tantos estudios y los avances hechos
por otros científicos, lo tenía claro: tenía que ser así. Varias décadas después, los científicos
acabarían demostrando que tanto Rumford como Joule, tenían razón.

Joule y Thomson forjaron una profunda amistad teniendo la ciencia como nexo común.
Realizaron numerosos experimentos. Uno de ellos consistía en intentar saber qué pasaba con la
temperatura de un determinado gas en un recipiente, al modificar la presión sobre sobre él.
Estos experimentos fueron apoyados por el Gobierno Británico, quién les financió en gran
medida. Descubrieron lo que hoy se conoce como efecto Joule-Thomson. 

A finales del siglo XIX, Carl Von Linden, aplicó el efecto Joule-Thomson reiteradamente en un
experimento, hasta conseguir llevar el aire a una temperatura tan baja, que se volvió líquido.
Este procedimiento que a priori puede que no nos llame excesivamente la atención, se usa hoy
en día para convertir en líquido diferentes gases y poder almacenarlos en tanques o botellas

Mayer, Julius Robert von


En el curso de este viaje estudió las variaciones producidas en el organismo humano y
particularmente en la sangre, debidas a la influencia de los climas cálidos. En Java
observó, al operar a un nativo, que la sangre venosa de éste tenía un intenso color rojo,
casi tanto como la arterial, a diferencia de lo observado en la sangre venosa de los
individuos de otras latitudes del planeta; y como es sabido, esta sangre es la que llega a
los pulmones para oxigenarse. Mayer explicó este fenómeno con la afirmación de que
en las zonas tropicales, con un clima caluroso, no se requiere gran consumo de oxígeno
para mantener la temperatura del organismo, y por tanto, se requiere un grado de
oxidación menor de los alimentos. A lo largo de los años, la idea se convirtió en el
primer enunciado, dado por Julius, del principio de la conservación de la energía o
primer principio de la Termodinámica.

Por otra parte, teniendo en cuenta la equivalencia entre la energía calorífica y la energía
de movimiento, en 1842, Mayer sugirió una equivalencia general entre la conservación
de todas las formas de energía. Postuló que en la naturaleza existen formas de energía
que no están necesariamente asociadas con el movimiento, caso de la energía cinética,
ni con la elevación y descenso de un cuerpo, que sería la energía potencial, y
consideraba por tanto la existencia de otras formas de energía. Estableció una clara
equivalencia entre el calor y la energía mecánica (cinética o potencial), al tener en
cuenta que el calor se puede generar por fricción y por tanto debía ser una forma de
movimiento. Tres años más tarde, en 1845, Mayer consiguió determinar el "equivalente
mecánico del calor", es decir, la cantidad de calor correspondiente a una cantidad dada
de energía cinética o potencial (1 caloría = 4,184 julios). También se le atribuye el
cálculo de la diferencia entre los calores específicos de un gas perfecto a presión y
volumen constantes (R = 1,98 cal/mol ºC).

Sin embargo, fue ridiculizado y atacado por los físicos, los cuales aprovechando la poca
claridad de los escritos de Julius, no aceptaban estos descubrimientos y menos si
provenían de un médico, por lo que su trabajo pasó desapercibido por la comunidad
científica y no recibió crédito alguno durante los siguientes 20 años. Además,
cuando Joule enunció básicamente el mismo principio de conservación de la energía,
ambos entraron en una controversia por la prioridad, que provocó la internación de
Julius en un sanitario, del que posteriormente salió.

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