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ímbolos del faraón

Coronas

Máscara del faraón Tutankamón, en la que el rey-niño aparece tocado con el Nemes.

Sin duda, el elemento del vestuario mejor conocido de los faraones egipcios eran sus propias coronas,
de las que existían numerosos ejemplos. Las más comunes y mejor conocidas son:

Ilustración de un faraón portando la Doble Corona.

La Corona Hedjet o Corona Blanca, símbolo del Alto Egipto.

La Corona Desheret o Corona Roja, símbolo del Bajo Egipto.

La Corona Sejemty o Corona Doble, símbolo del Egipto unificado, es una superposición de las dos
coronas anteriores.

La Corona Atef o Corona Osiriaca, presente en algunos rituales de carácter funerario. Precisamente, el
culto funerario era la esfera de influencia del dios Osiris.

La Corona Jepresh o Corona Azul, de significado aún oscuro, pero muy utilizada a partir del Imperio
Nuevo.

La Corona Shuty o Corona Emplumada, que con el tiempo pasó a ser utilizada por las Grandes Esposas
Reales y por las Divinas Adoratrices.

La Corona Hemhem o Triple Atef, compuesta por tres coronas Atef y algunos complementos; parecía
tener una función solar.

Cetros

También existían diversas variedades, cada una de ellas con una sutil función que no hacía más que
remarcar el poder del faraón sobre todo el mundo civilizado. Los más frecuentes son:

El Cetro Nejej, símbolo antiquísimo del estado, tenía la forma de un flagelo o mayal. Era muy utilizado en
las ceremonias, y aparece con mucha frecuencia asociado al dios Osiris.

El Cetro Heka es el eterno acompañante del Nejej. Su función era clara: como el pastor dirige al ganado
con un cayado, el faraón lo «dirige» con el heka a todo su pueblo. El rey suele aparecer con los brazos
cruzados y en cada uno de ellos porta uno de estos símbolos del poder. Reforzaba con ello varios
posibles mensajes: «soy el señor de todas las tierras y rebaños de Egipto», «represento el poder
temporal y espiritual». El Heka era un cetro también asociado a Osiris y con grandes poderes mágicos (la
palabra Heka significa magia).
El Cetro Sejem, utilizado tanto por reyes como por nobles, simbolizaba la fuerza y la energía mágica de
su portador.

Trono

El Cetro Nejej (flagelo), el Cetro Heka y el Nemes.

La ceremonia de la coronación se realizaba en Menfis, primera capital del reino unido, y comenzaba
ascendiendo al heredero al rango de dios entregándole las insignias del cayado (Heka) y el látigo (Nejej),
atributos del poder. Luego, tocado primero con la corona blanca del Alto Egipto, después con la roja del
Bajo Egipto y finalmente con la doble corona, se sentaba en el trono hecho con papiros (símbolo del
norte) y lotos (símbolo del sur).

Otros símbolos del poder

No solo por su corona o por su cetro era reconocido el faraón. La larga historia y la compleja
organización religiosa y ritual del Antiguo Egipto permitió desarrollar decenas de vestimentas,
ornamentos y tocados reales, cada uno con una función específica:

La barba postiza, utilizada por los faraones en las grandes ocasiones por su identificación una vez más
con Osiris, considerado el primer gran monarca egipcio, y que era representado con una larga perilla
similar a la que llevaban sus sucesores.

El uraeus y el buitre: La cobra, animal característico de la diosa Uadyet, patrona del Bajo Egipto. El buitre
era el animal característico de la diosa Nejbet, patrona del Alto Egipto. Así, las Dos Señoras
representaban la unificación de las Dos Tierras en el ser del faraón.

Cola de toro o de león, que remarcaba la potencia creadora del monarca.

Así como infinidad de tipos de collares, pendientes, cinturones, sandalias, vestiduras plisadas de lino y
demás tipos de joyas que harían de la visión del faraón en toda su gloria un golpe de efecto para los
modestos habitantes del Valle del Nilo.

Entorno familiar

Artículo principal: Casa Jeneret

Escultura de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres que acabarían gobernando como faraón en
solitario.

Siempre, al lado del faraón, debía convivir su Gran Esposa Real, el equivalente a una reina y la
transmisora del linaje real. La posición de Gran Esposa Real, en egipcio Hemet nise ueret, implicaba no
solo una posición política a ocupar dentro de la corte, sino también una posición religiosa, ya que la
Gran Esposa Real oficiaba de ritualista en variadas festividades. Considerando que existían variados ritos
distribuidos a través de la geografía del país de las Dos Tierras, estos involucraban al faraón y su
principal esposa. Así, en los cultos que formaban tríadas como las de: Osiris, Isis y Horus; Amón, Mut y
Jonsu; Shu, Tefnut y Atum, etc. cada uno implicaba la participación del faraón, su principal reina y en los
casos donde era posible, de su heredero. En dichos ritos, que se expresaban mediante múltiples
festividades como ser la fiesta de Opet en Karnak, la participación del rey y la reina daban un significado
por emulación de la existencia divina de los dioses representados. Y no solo ello: dado que los egipcios
creían que la legitimidad solo podía poseerla una mujer, las Grandes Esposas Reales eran las garantías y
el principal apoyo del faraón durante su reinado. Por tanto, no es de extrañar que los faraones se
casasen con las hijas de su antecesor (en muchos casos estas hijas eran sus hermanas o sus medio
hermanas) para poder ascender al trono.

A lo largo de la historia egipcia también hubo grandes reinas, algunas de las cuales llegarían incluso a
asumir el poder absoluto a la muerte de sus maridos. Otras ocuparon un determinante papel político o
religioso, y no se podrían entender muchas cosas de la historia egipcia sin tener en cuenta el poder que
ocuparon estas damas a la sombra de sus esposos.

Aunque los antiguos egipcios eran normalmente monógamos, como otro símbolo de su poder y estatus
el soberano tenía numerosas mujeres. Por debajo de las Grandes Esposas Reales, el faraón podía tomar
tantas mujeres como quisiera, e incluso ascenderlas, si así lo quería, al rango de Gran Esposa Real
(aunque esto sería infrecuente). En las primeras dinastías existirían numerosas esposas secundarias y
concubinas, y ya a partir del Imperio Nuevo, los monarcas se encargarían de poseer enormes harenes en
los que todo tipo de mujeres, incluidas las princesas extranjeras, pasaban a residir. Hay grandes
diferencias entre los harenes faraónicos y los legendarios harenes utilizados por califas y sultanes: en el
Antiguo Egipto los harenes reales eran una institución más abierta, no una cárcel de oro guardada por
eunucos. Esta situación solo aparecería con la llegada de los persas y de los griegos.

En cuanto a la descendencia real y la sucesión al trono, las reglas no se mantuvieron inmutables a través
de los miles de años que duró la investidura de faraón. Así, durante la Dinastía XVIII, al comienzo del
Imperio Nuevo, surge con fuerza la posición de Hija del Dios, a quien se emparenta con el dios Amón, y
se la eleva a Dadora de herederos, quedando identificada como la única que puede dotar de un sucesor
al faraón reinante, por encima de las otras reinas de la Casa Jeneret (el harén real). No obstante, la
sucesión normalmente se resolvía mediante un heredero masculino, aun cuando el mismo pudiera no
ser hijo de la Gran Esposa Real, sino de una reina de menor rango. Si el sucesor provenía de una reina de
menor rango, procedía a contraer enlace con una hija de la Gran esposa real del rey fallecido. Este fue el
caso de Hatshepsut y Tutmosis II, de quien se sabe era hijo de una reina de menor rango. Esto se
repetiría también con Tutankamón, quien se desposaría con una hija de Ajenatón y Nefertiti, que
ocupaba la posición de Gran Esposa Real.
El futuro de las hijas dependía del rango de su madre: si eran hijas de una reina, podrían heredar su
cargo o vivir en soltería; y si eran hijas de una esposa secundaria o de una concubina, podían casarse con
algún noble o residir en el harén.

Faraones célebres

A lo largo de tres mil años de civilización no es extraño encontrar todo tipo de reyes en el trono: grandes
conquistadores, vagos e incapaces, megalómanos y egoístas, déspotas y tiranos, bondadosos y
honestos, pacíficos y permisivos, niños y ancianos, avariciosos y mujeriegos... También gobernaron
varias reinas-faraones.

Algunos de los faraones más célebres son:

Zoser

Keops

Kefrén

Micerino

Pepy II

Amenemhat I

Amosis I

Tutmosis III

Hatshepsut

Amenofis III

Akenatón

Tutankamón

Seti I

Ramsés II

Ramsés III

Psamético I

Alejandro Magno (de facto)

Ptolomeo I
Ptolomeo III

Cleopatra VII

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