Las neurociencias están tomando un espacio muy importante en lo que
es la psicoterapia, especialmente para los neurocientíficos cognitivos y afectivos los cuales trabajan en lo que es la neurociencia afectiva nombrando el término como “el lugar donde todos los abordajes pueden conciliarse y trabajar conjuntamente”, los cuales indican que se pueden establecer conexiones entre entidades neutrales concretas y diversos conceptos abstractos psicológicos y psicoanalíticos.
Aunque la neurociencia tiene una escasa tendencia a incorporar
dominios funcionales complejos en sus esquemas conceptuales, ya hay trabajos donde los datos psicológicos y neuropatológicos se combinan en forma efectiva para destacar la naturaleza de los sueños, o la comprensión neuropsicológica de los procesos afectivos.
La psicología evolutiva apenas empieza a conceptualizar cómo las
estrategias socio biológicas reflejan de forma marcada las presiones que permean nuestras racionalizaciones cerebrales más elevadas, pero aún tiene que lidiar con la naturaleza biológica básica de los afectos.
El modo en que las emociones sociales más elevadas (presumiblemente
funciones superyoicas) como la envidia, la culpa, los celos emergen de estos sistemas constituye uno de los capítulos apasionantes de la neuropsicología, en la que empieza a aparecer investigación de orientación psicoanalítica (Lewis, 1998).
Para Panksepp, la técnica clásica podría reflejar, y quizás operar, a
través de el establecimiento de relaciones de dominación-sumisión. Una observación consistente con la conducta animal es que los animales sumisos suelen exhibir una conducta más social (una especie de asociación libre comportamental), mientras que los animales dominantes exhiben un comportamiento menos amistoso y típicamente sólo responden si se les solicita María Antonieta Quiñonez Aguilar 16319-13
activamente. A veces la terapia se termina abruptamente cuando esta relación
asimétrica resulta psicológicamente intolerable para el paciente. Por otro lado, la terapia llega a una conclusión más satisfactoria cuando el paciente inicialmente sumiso, a partir de la elaboración de las energías emocionales negativas, emerge con una actitud más individualizada y dominante o de aceptación frente a la vida.
Las áreas cerebrales que generan todas estas respuestas afectivas
deben ser anatómicamente distintas de los sistemas tálamo-corticales que median la qualia básica que deriva de las sensaciones exteroceptivas.
Si bien estos sistemas interactúan con múltiples zonas del cerebro,
permitiendo a los valores permeabilizar las percepciones a medida que los estímulos externos acceden a los sistemas internos de valoración, para ayudar a establecer patrones de conducta aprendidos más complejos.
En la amígdala es donde más se han estudiado las conexiones
adquiridas, pero se pueden anticipar numerosas áreas donde estos fenómenos tienen lugar. Por ejemplo, gran parte del aprendizaje social y de la regulación emocional transpira (cursivas añadidas) dentro de la corteza frontal y el área anterior del cíngulo, especialmente para la frustración y las pérdidas sociales.
Recientemente existe documentación que apunta que la psicoterapia
puede mejorar la hiperactivación de dichas áreas cerebrales.
Existen numerosas razones para entender las dificultades de ambas
disciplinas para aproximarse.
El mayor legado de Freud puede ser, sigue Panksepp, su voluntad de
conceptualizar cuan profundamente los sentimientos se engranan en nuestro ser y la intensidad con que los procesos inconscientes influyen las experiencias conscientes.
La neurociencia puede proporcionar un conocimiento de los
fundamentos, esencial para comprender el funcionamiento de la mente. Por supuesto, el ingrediente crítico para todas las modalidades de pensamiento será su capacidad para generar predicciones que puedan ser apoyadas o descartadas por medio de metodologías científicamente aceptables. María Antonieta Quiñonez Aguilar 16319-13