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Siete Cristos Carlos H Jorge PDF
Siete Cristos Carlos H Jorge PDF
Jorge
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SIETE CRISTOS
Ensayo sobre el cristianismo católico
A la memoria de
José Miguel Jorge Carballido,
mi padre
PRÓLOGO
1.1. Modelo
Del mismo modo que ha habido hombres geniales que han ampliado
los límites de la inteligencia, así también han surgido almas privilegiadas
que se sentían unidas a todas las almas y que, en lugar de permanecer en
los límites del grupo ateniéndose a la solidaridad establecida por la
naturaleza, se han abierto a la humanidad en general por un impulso de
amor. La aparición de cada uno de éstos fue algo así como una creación
de una nueva especie compuesta de un único individuo. De esta manera el
empuje vital ha conducido, de tiempo en tiempo, en un hombre
determinado, a un resultado que no se hubiera podido conseguir de golpe
para el conjunto de la humanidad. Cada una de estas almas marcó un
cierto punto de la evolución de la vida y cada una de ellas manifestó bajo
una forma original un amor que parecía ser la esencia misma del esfuerzo
creador. La emoción creadora que levantaba a estas almas privilegiadas y
que era un desbordamiento de vitalidad se extendió en torno suyo. Al ser
entusiastas, irradiaban un entusiasmo que nunca se ha extinguido por
completo y que siempre puede renovar su llama. Hoy, cuando resucitamos
en el pensamiento a esos grandes bienhechores, cuando les escuchamos
hablar y los vemos actuar, sentimos que nos comunican su ardor y nos
arrastran en su movimiento: no se trata de una coerción más o menos
atenuada, sino de una atracción en cierta medida irresistible -concluye
Henri Bergson.
Una visión muy distinta del modelo ejemplar es la que nos ofrece M.
Eliade. Para el más famoso de los historiadores de las religiones, el
modelo ejemplar es un mito Y mito es el relato de una historia sagrada, es
decir, un acontecimiento primordial que tuvo lugar en el comienzo del
tiempo, ab initio. Mas relatar una historia sagrada equivale a revelar un
misterio, pues los personajes del mito no son seres humanos: son dioses o
héroes civilizadores. Por esta razón sus gesta constituyen misterios: el
hombre no los podría conocer si no le hubieran sido revelados. El mito es,
pues, la historia de lo acontecido in illo tempore, el relato de lo que los
dioses o los seres divinos hicieron al principio del tiempo.
Hay un aspecto en el mito que subraya el historiador de un modo
particular: el mito revela la sacralidad absoluta, porque relata la actividad
creadora de los dioses, devela la sacralidad de su obra. En otras palabras,
el mito describe las diversas y a veces dramáticas irrupciones de lo
sagrado en el mundo. Por otra parte, al ser toda creación obra divina y, por
tanto, irrupción de lo sagrado, representa asimismo una irrupción de
energía creadora en el mundo. Toda creación estalla de plenitud. Los
dioses crean por exceso de potencia, por desbordamiento de energía. La
creación se hace por acrecentamiento de sustancia ontológica. Por esta
razón, el mito que refiere esta ontofanía sagrada, esta manifestación
victoriosa de plenitud de ser, se erige en modelo ejemplar de todas las
10
1.2. Ideal
cosas sus denominaciones y sus predicados, según las Ideas de las que
participan. Platón hace que la Idea se manifieste (parousía) en la
correspondiente cosa sensible. Este presentarse sólo puede entenderse
como trascendente, como ocurre con la presencia real en el retrato, o del
cuadro original en la copia.
Los problemas que presenta tal teoría son tantos y de tal magnitud que
el propio fundador de la Academia les dedicó varios libros. No es éste el
momento ni el lugar para su abordaje. Mantenga, solamente, presentes el
lector estos pocos conceptos, si desea entender (¿?) lo que pueda ser el
seguir un modelo ideal, como nos proponen los teólogos cristianos. En
este sentido, nos atreveríamos afirmar que Platón ( 428-348 a. C.) ha sido
el primer Padre de la Iglesia, pues sin el aporte de su pensamiento gran
parte del dogma católico será impensable.
2. Religión
dioses, pero para ello será necesario que haya dioses, al menos en
preparación, que haya un culto, que el espíritu se haya orientado en
dirección a la mitología. En su punto de partida, la inteligencia se
representa a los muertos como mezclados, sin más, con los vivos, en una
sociedad a la que pueden todavía hacer tanto bien como mal. Los
antropólogos, psicólogos y filósofos modernos han demostrado cómo
persiste el hombre primitivo en la sociedad contemporánea.
Escribió B. Spinoza que el hombre libre en nada piensa menos que en
la muerte. Ese pensamiento de que me tengo que morir y el enigma de lo
que habrá después es el latir mismo de mi conciencia, que me susurra:
"¡Dejarás de ser?" Satisfecha el hambre, surge la vanidad, la necesidad de
imponerse y sobrevivir en otros. El hombre suele entregar la vida por la
bolsa, pero no entrega la bolsa por la vanidad. ¿Y la vanidad qué es sino
ansia de sobrevivirse? Decía Simón Rodríguez que por la gloria se
sacrifica todo6. ¿Qué diosa es ésta en cuyo altar se sacrifican reposo,
caudal y hasta la vida? La verdadera gloria es la inmortalidad que se
manifiesta en la memoria de los pueblos, en la gratitud de los pueblos. "La
Inmortalidad, escribió el filósofo caraqueño, es una sombra indefinida de
la vida que cada uno extiende hasta donde alcanzan sus esperanzas y hace
cuanto puede para prolongarlas. Se complace el hombre sensible
figurándose su existencia proyectada en el espacio interminable de los
tiempos, como se complace en ver, desde una altura, sucederse los valles,
los bosques y los montes más allá de un horizonte sin fin"7. Para muchos,
la manera posible de conquistar la inmortalidad es a través de la santidad.
Y no hay santidad sin religión. La religión, entonces, es la lucha por la
supervivencia, que puede convertir la tierra en un infierno.
Esa sed de vida eterna la sacian muchos, los sencillos sobre todo, en la
fuente de la fe religiosa. La institución cuyo fin primordial es proteger esa
fe en la inmortalidad personal del alma es, entre nosotros, el catolicismo;
pero el catolicismo ha querido racionalizar esa fe haciendo de la religión
una Teología.
Hablar del fenómeno religioso implica hablar de Dios. Pero ¿existe
Dios? Desde luego, no es necesidad racional, sino angustia vital, lo que
lleva a creer en Dios. Y creer en Dios es, ante todo y sobre todo, sentir
hambre de Dios, hambre de divinidad, sentir su ausencia y vacío, querer
que Dios exista. Y es querer salvar la finalidad humana del universo.
Y ahora viene de nuevo la pregunta racional: ¿existe Dios? Esta
persona eterna, que da sentido humano al universo, ¿es algo sustancial
fuera de nuestra conciencia, fuera de nuestro anhelo? He aquí algo
insoluble. La razón no puede probar la imposibilidad de su existencia.
Pero eso no le importa al creyente. Quien cree en Dios anhela que exista
y, además, se conduce como si existiera. Vive ese anhelo y hace de él su
16
(2) un credo) y (3) un código moral personal. Los credos son la fuente
intelectual del conflicto entre la religión y la ciencia, pero la acritud de la
oposición se ha debido más a la conexión entre los credos con iglesias y
códigos morales. Los que ponían en duda los credos debilitaban la
autoridad y, por tanto, podían disminuir... las rentas de los clérigos. En
una de sus obras12 recuerda Simón Rodríguez un relato español. Cuentan
los españoles -decía- que, asistiendo un clérigo a la acusación de un hereje
ante el Santo Oficio, se mostraba indulgente con cada cargo que hacían al
reo. Leía el fiscal el cuerpo del delito y acusaba: "¡Niega el misterio de la
Encarnación!". "¡Miseria humana!", comentaba el clérigo al tiempo que
tomaba un polvo. "¡Niega la pureza de María Santísima!", volvía el fiscal
a la carga. "¡Miseria humana!", repetía el clérigo y tomaba otro polvo.
"¡Niega el juicio final!", gritaba el fiscal. "¡Miseria humana!", otra vez y
nuevo polvo. Siguieron de este modo los cargos y los polvos hasta llegar
al último: "¡Niega la existencia del Purgatorio!". "¡Que lo quemen!", dijo
el clérigo en alta voz dos o tres veces. "¿De qué viviremos entonces?
¡¡¡Que lo quemen!!!". El tribunal conoció la justicia de la exclamación y
mandó quemar al hereje. Desde entonces se estableció la máxima de 'Cree
lo que te diga y dame lo que te pida; peca hasta que te canses, que yo te
absolveré'. El conflicto es, sin embargo, más hondo cuando la ciencia
discute algún dogma cristiano importante o alguna doctrina filosófica que
los teólogos consideran esencial para la ortodoxia
En la medida en que la religión consiste en una manera de sentir, más
bien que en un conjunto de creencias, la ciencia no la puede tocar. Pero
¿por qué el conflicto? El camino por el cual la ciencia llega a sus ideas es
enteramente diferente del de la teología medieval. La experiencia ha
mostrado que es peligroso partir de principios generales y proceder
deductivamente, porque los principios pueden ser falsos y porque el
razonamiento basado en ellos puede ser falaz. Podemos tomar a Tomás de
Aquino como el exponente autorizado del credo que la ciencia se ha visto
obligada a atacar. Sostenía (y sostiene la Iglesia católica romana) que
algunas de las verdades fundamentales de la religión cristiana podían ser
probadas por la sola razón, sin la ayuda de la Revelación. Entre ellas está
la existencia de un Creador omnipotente y benévolo. De su omnipotencia
y benevolencia se seguía que, hasta donde fuera necesario para obedecer
su voluntad, Él no dejaría a sus criaturas sin el conocimiento de sus
decretos. Por lo tanto, debe haber una revelación divina que, como es
obvio, está contenida en la Biblia y en las decisiones de la Iglesia. Una
vez establecido este punto, el resto de lo que necesitamos saber puede
inferirse de las Escrituras y de las declaraciones de los concilios
ecuménicos. Todo el argumento procede deductivamente a partir de
premisas aceptadas antes por casi toda la población de los países
22
3. Fuentes
Este libro no pretende descubrir nada nuevo, puesto que, desde finales
del siglo XVIII hasta hoy, decenas de investigadores han publicado
trabajos científicos que tienden a aclarar los fundamentos de la fe
cristiana. El autor se basa en algunos de ellos.
Para la confección de los siete modelos de Cristo que le propone al
lector, ha seguido dos vías. La primera sigue los datos históricos y el
análisis de textos realizado por expertos. La segunda vía persigue la
tradición y la autoridad de la Iglesia católica que se expresa, sobre todo, a
través del Catecismo y del Código de Derecho Canónico. San Agustín
tenía por axioma: "Yo no creería en el evangelio si no me moviese a ello
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Hay que decir algo de los documentos que se ofrecen como biografías
del fundador (¿?) del cristianismo. Nos referimos a los evangelios, tanto
los canónicos como los apócrifos. Es ésta una cuestión capital que no
puede darse por sabida.
En general, lo primero que llama la atención cuando nos acercamos al
Nuevo Testamento es lo tardío de sus textos. En efecto, no se empezaron a
componer sino en el último cuarto del siglo I y primero del II d. C., con
excepción de las epístolas de Pablo, datadas entre el año 51 y el 67. No se
ve muy comprensible que quienes tenían tanto que atestiguar no
escribieran nada o casi nada. Por el contrario, es digno de admiración que
quienes no pudieron conocer nada directamente escribieran la inmensa
mayoría del canon del Nuevo Testamento.
En segundo lugar, las incoherencias tremendas, que cualquiera puede
apreciar si compara entre sí los cuatro evangelios canónicos, resultan tanto
más chocantes y graves si tenemos en cuenta que estos textos fueron
seleccionados de entre un conjunto de alrededor de sesenta libros
diferentes. Los textos no escogidos fueron rechazados por 'apócrifos', que
quiere decir: 1)º privados, 2)º inauténticos y 3)º sospechosos de herejía
por la Iglesia. Por ello fueron condenados al olvido. Pero buena parte de
los apócrifos era más antigua que los textos canónicos. La selección de los
evangelios canónicos se realizó en el Concilio de Nicea, en 325, y fue
ratificada en el de Laodicea, en 363.
Papías, obispo de Frigia, hizo la primera referencia a los evangelios
canónicos. Pero, ¿por qué cuatro evangelios y no uno? San Ireneo (c.
130-200) les dejó a los obispos que fueron a Nicea un sólido argumento
(en tres versiones) que justifica la selección de cuatro. Escribió: "El
Evangelio es la columna de la Iglesia, la Iglesia está extendida por todo el
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mundo, el mundo tiene cuatro regiones, y conviene , por tanto, que haya
también cuatro Evangelios /.../ El Evangelio es el soplo o relato divino de
vida para los hombres, y pues hay cuatro vientos cardinales, de ahí la
necesidad de cuatro Evangelios /.../ El Verbo creador reina y brilla sobre
los querubines, los querubines tienen cuatro formas, y he aquí que el
Verbo nos ha obsequiado con cuatro Evangelios".
¿Qué son los evangelios? Los evangelios son cuatro relatos de la vida
y enseñanzas de Jesús con que se inicia el Nuevo Testamento. Durante los
servicios religiosos de las iglesias cristianas se leen o cantan pasajes
escogidos de estos libros. La palabra evangelio tiene su origen en el
término griego evangelion ('buena nueva'). Por lo general, los
especialistas coinciden en que los cuatro evangelios fueron escritos en
griego, y que sus autores tal vez utilizaron fuentes arameas orales o
escritas más antiguas que conservaron muchas de las palabras y dichos
reales de Jesús.
¿Cómo fueron escritos los evangelios? En un principio se
compusieron, probablemente, pequeños libros en los que cada redactor
encerraba lo que juzgaba especialmente interesante: una serie de
sentencias atribuidas al Maestro; relatos de episodios de su vida,
edificantes o característicos; descripciones de los signos, es decir, de los
milagros producidos para la confusión de los incrédulos. Nadie se
preocupaba de lo que llamamos exactitud histórica, que supone
escrúpulos, desconocidos o indiferentes a hombres de fe ardiente y
desprovistos de espíritu crítico. Por el contrario, cada uno se esforzaba en
probar la solidez de las esperanzas cristianas, de convencer a los
vacilantes, de edificar a los fieles. Esos libritos, que fueron las fuentes
antiguas de nuestros evangelios, no contenían más que elementos
dispersos y ya muy mezclados de una vida de Jesús, tal como se la
representaban a fines de la generación apostólica.
Basta recorrer nuestros tres evangelios sinópticos para persuadirse de
que sus autores han realizado combinaciones sensiblemente diferentes de
los mismos hechos y de discursos análogos o parecidos, de los que es
preciso concluir que no los ha guiado la verdad objetiva, que no han
tenido una cronología segura de los sucesos. Por el contrario, cada
redactor únicamente atendió al propósito particular de ordenar su obra.
Ninguno de ellos ha hecho otra cosa, más o menos diestramente, que darle
forma a jirones de tradiciones en un conjunto artificial, pero que no
constituye un todo armónico. Es evidente que ninguno de los evangelistas
tiene gran cosa en común con la Historia.
¿Hay algo verdaderamente histórico en los evangelios? Jesús de
Nazaret fue juzgado y condenado a morir en la cruz: son datos históricos
que atestiguan autores romanos, judíos y cristianos. Pero, si bien los
evangelios nos proporcionan cierto tipo de información, no se escribieron
27
"Desde aquella noche Leví, que ahora se llama Mateo, camina tras
la túnica blanca de Jesús, y escribe los hechos y los dichos del Maestro en
las tablillas de madera que antes le sirvieron para anotar las deudas de los
tributarios, y ni una sola palabra del Hijo del Hombre deja de ser copiada
por sus manos. Leer su testimonio será como mirar la vida de Jesús
reflejada en las aguas de un pozo tan claro como profundo" . De este
modo recuerda M. Otero Silva15 la conversión del judío Leví, hijo de
Alfeo, recaudador de impuestos, en uno de los doce apóstoles. No es muy
creíble que Mateo fuera tomando apuntes de todo lo que sucedía con su
Maestro para dejarlo a la Historia.
Como se dijo, el Evangelio según Mateo encabeza el canon del Nuevo
Testamento cristiano y desde principios del siglo II se tiene a este apóstol
por su autor. Sin embargo, el redactor final del evangelio no era judío,
como se desprende del análisis del texto, y no se limitó a actuar como
mero compilador, sino que añadió de su propia cosecha todo cuanto le
pareció oportuno para "mejorar" la capacidad de convicción del escrito
original. Con esta intención, p. e., duplicó el número de personas que,
según Marcos, había sanado Jesús en Gadara y Jericó.
El origen más probable de este evangelio en su redacción griega
(continuación de la primera en arameo, datada en el año 60), se remonta
hacia el año 90 d. C., en Egipto, donde existía una numerosa población
judía, especialmente en Alejandría. Algunos autores prefieren retardarlo
hasta el año 135.
Lo más notable en Mateo es su énfasis en que Jesús es el Mesías
prometido, legítimo heredero del rey David, y en los asuntos relativos a la
Iglesia. Pueden encontrarse muchas pruebas de que probablemente fue
escrito para los cristianos judíos por la abundancia de datos, exclusivos
de este Evangelio, ya que insiste en presentar a Jesús como cumplimiento
y concreción del Antiguo Testamento. Única también es la posición
superior de Pedro, designado por Jesús como guardián de "las llaves del
Reino de los Cielos" (16,19). El profundo interés en los discípulos que
caracteriza a todos los evangelistas aparece aún más resaltado en Mateo.
El autor de este evangelio relata en detalle cómo Jesús los eligió, cómo
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les instruyó, cómo le fallaron y cómo Cristo resucitado los perdonó y les
dio una gran seguridad en su misión.
La influencia de Mateo en el cristianismo ha sido dominante desde su
composición. Además de su importancia teológica en la formulación de la
doctrina, una importancia que comparte sólo con el Evangelio según
Juan, su versión de las secciones más célebres como las
Bienaventuranzas, el Padrenuestro y las historias de la Pasión es más
conocida y citada o leída que los relatos paralelos de los demás
evangelios.
Juan Zebedeo-. Juan el Anciano vivió en Éfeso hasta principios del siglo
II.
Señala Schonfield que la Revelación (o Apocalipsis) de Jesucristo es
un modelo tan excelente de literatura en cuestión que su autor sólo pudo
haber sido un especialista, familiarizado, además, íntimamente con el
templo de Jerusalén y sus misterios, a la vez que versado en la
interpretación escatológica del Cántico de Moisés (Dt 32). Muchos líderes
de sectas destructivas actuales tienen el Apocalipsis de Juan como libro de
cabecera para fundamentar muchas de sus alucinaciones. Algunos de ellos
- como Charles Manson, Jim Jones, David Koresh y otros locos- se han
basado en pasajes de este texto para desencadenar y justificar el asesinato
de centenares de seguidores
3.3. Conclusión
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN
1
Juan A. Ruano Ramos, La moral católica, Ediciones Anaya, Salamanca
(España), 1960.
2
Ramón Jauregui, Ensayo sobre el cristianismo, Universidad de los Andes,
Mérida (Venezuela), 1998.
3
Henri Bergson, Las dos fuentes de la religión y de la moral , Tecnos, Madrid,
1966.
4
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, pag. 89. Labor, Barcelona, 1992.
5
De rerum natura, V, versos 1161-1240
6
Cf. Defensa de Bolívar, OC, t. II, pág. 312
7
Luces y virtudes sociales, OC, T. II, pág. 169.
8
Cf. Díálogos de religión natural, Breviarios del F. C. E., México.
9
El Concepto de religión, pág. 268.
10
Ídem, pág. 269.
11
F. Nietzsche, El anticristo.
12
Cf. Consejos de amigo, O.C., t. II, pág. 4-5.
13
Tractatus logico-philosophicus
14
De Marcos: 7, 24b, 25, 26b-29,30; y de Mateo: 8, 5-12, 13 (ver Lucas, 7, 1-2,
6b-9, 10; Juan, 4, 46-53).
15
La piedra que era Cristo.
16
Lc. 6,20-8,3; 9,51-18,14.
Capítulo 1
EL HIJO DEL HOMBRE
1. Identidad de Jesús
Y todos los heresiarcas forman un corro alrededor de Antonio, que llora con
la cabeza entre las manos.
Esto es: el tiempo ha roído la cara del Hijo del hombre. Pero ¿la tuvo
alguna vez? ¿Ese rostro no habrá sido esculpido por la fe de los creyentes?
"¿Qué es el Cristo histórico? Todo depende de la manera de sentir y
comprender la historia. Cuando yo suelo decir, por ejemplo, que estoy más
seguro de la realidad histórica de Don Quijote que de la de Cervantes o que
Hamlet, Macbeth, el rey Lear, Otelo... hicieron a Shakespeare más que éste
a ellos, me lo toman a paradoja y creen que es una manera de decir, una
figura retórica, y es más bien una doctrina agónica”. Esto lo escribió don
Miguel de Unamuno y creo que plantea el tema como debe ser.
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había peleado con el primero, llamado Zaqueo (cap. VI). Jesús vuelve a
aparecer en la escuela de Zaqueo en el Evangelio árabe de la infancia, cap.
XLVIII. El profesor es castigado de muerte (cap. XLIX). En el cap. L
Jesús se ve entre los doctores. El cap. LI se refiere a la ciencia de Jesús. El
LII nos relata el encuentro del niño con "un filósofo versado en la medicina
natural", que preguntó a Jesús: "¿Posees nociones de medicina natural, hijo
mío? Y Jesús respondió con una disertación sobre la física, la metafísica,
la hiperfísica y la hipofísica, sobre las fuerzas de los cuerpos y de los
temperamentos, y sobre sus influencias en los nervios, los huesos , la
venas, las arterias y los tendones, y sobre sus efectos, y sobre las
operaciones del alma en el cuerpo, sobre sus percepciones y sus potencias,
sobre la facultad lógica, sobre los actos del apetito irascible y los del
apetito concupiscible, sobre la composición y la disolución, y sobre otras
cosas que sobrepujan la razón de una criatura. El filósofo, levantándose, se
prosternó ante Jesús y le dijo: Señor, en adelante, soy tu discípulo y
servidor". A continuación de esta escena aparecen María y José en el
Templo, que andan en busca del niño y lo encuentran "sentado entre los
doctores, preguntándoles y respondiéndoles" (cap. LIII). Según el
Evangelio armenio de la infancia, después de regresar de Egipto Jesús fue
confiado a Gamaliel para aprender las letras (cap. XX).
Es indudable que la lectura de los libros del Antiguo Testamento le
produjo mucha impresión. El canon de los libros santos se componía de
dos partes principales: la Ley, es decir, el Pentateuco, y los Profetas, tal
como hoy los poseemos. La Ley no parece haber tenido para él mucho
encanto; creyó poder realizar algo mejor. Pero la poesía religiosa de los
Salmos encontró una maravillosa consonancia con su alma lírica; aquellos
himnos mejestuosos continuaron siendo durante toda su vida su alimento y
su sostén. Los profetas, en especial Isaías, y su continuador de la época del
cautiverio, con sus brillantes sueños de porvenir, su impetuosa elocuencia,
sus invectivas mezcladas de cuadros encantadores, fueron sus verdaderos
maestros. Sin duda también leyó Jesús varias obras apócrifas. El Libro de
Daniel, en especial, le sorprendió4. Posiblemente también leyó los libros de
Enoc, tan venerados entonces como los libros santos y los demás escritos
del mismo género que mantenían tan importante movimiento en la
imaginación popular. El advenimiento del Mesías con sus glorias y sus
terrores, las naciones que se desplomaban unas sobre otras, el cataclismo
del cielo y de la tierra, fueron alimento familiar para su imaginación. Como
una multitud de personas, Jesús consideraba cercanas estas revoluciones y
trataba de calcular sus fechas. El orden sobrenatural al que nos transportan
tales visiones le pareció, en principio, perfectamente natural y sencillo.
De cada rasgo de sus más auténticos discursos se desprende que no tuvo
conocimiento alguno de la situación general del mundo. La tierra se le
presentaba aún dividida en reinos que se hacen la guerra; parece haber
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mismos, eran “buenos”, sólo que eran denominados “malos” por la tarea
que tenían que cumplir. Poco a poco, fruto de la mentalidad del tiempo, se
empieza a copiar el modo de actuar de las cortes orientales y nacen, ahora
sí, los ángeles y los demonios que irán tomando identidad personal y
actúan, incluso, sobre todo el demonio, con aparente independencia de
Dios, dando lugar al maniqueísmo, religión a la que perteneció san Agustín
en su juventud.
Señalan estos autores que si Jesús "expulsa" demonios para curar
algunas enfermedades, no quiere decir que acepte la existencia real de los
ángeles y de los demonios. Sencillamente sigue la costumbre y la
idiosincrasia de los hombres de su tiempo. Nosotros les decimos a estos
liberados que si aceptan que Jesús era verdadero hombre, debía de tener las
ideas de los hombres de su tiempo y no solamente "seguirlas".
Para finalizar esta parte sobre la infancia y juventud del Hijo del
hombre, digamos que algunos estudiosos creen que su padre putativo,
José, había muerto antes de que su hijo llegara a desempeñar ningún papel
público. De este modo, María quedó convertida en jefe de la familia, lo que
explica por qué, cuando se quería distinguir a Jesús de sus numerosos
homónimos, se le llamaba a menudo "hijo de María"6. Parece que,
sintiéndose extranjera en Nazaret después de la muerte de su marido, se
retiró a Caná (Jn 2,1; 4,46), de donde probablemente era oriunda. Caná era
una pequeña ciudad a dos horas, o dos horas y media, de Nazaret, situada
al pie de las montañas que cierran al Norte. La vista, menos grandiosa que
en Nazaret, se extiende sobre toda la llanura y queda limitada de la manera
más pintoresca por las montañas de Nazaret y las colinas de Seforis. Jesús
parece haber fijado su residencia en aquel lugar durante algún tiempo. Allí
probablemente transcurrió una parte de su juventud y tuvieron lugar sus
primeros destellos. Ejercía, como su padre, el oficio de carpintero (Mt
13,55). Uno o dos de sus discípulos eran de Caná7
denuncian "La iglesia doméstica" (& 1655 ss) y "La familia en el plan de
Dios" (& 2201 ss) del Catecismo.
Pero hay algo más grave que la Iglesia calla. Si los habitantes de
Nazaret, que habían vivido como treinta años con Jesús y su familia, según
Lucas (3, 23), quedaron atónitos al ver el cambio experimentado en su
vecino, no es menor el pasmo que experimenta el lector de estos textos
evangélicos cuando se pone a reflexionar sobre su alcance. En primer
lugar, uno descubre que Jesús tuvo cuatro hermanos varones y un número
indeterminado de hermanas, con lo que si ya era difícil imaginar la
virginidad de María tras un parto, ahora hay que hacer lo propio tras no
menos de siete alumbramientos.
El trance de su rechazo por sus vecinos debió de ser un hecho
notable en la vida de Jesús, ya que Marcos, que no menta palabra sobre la
supuesta infancia prodigiosa del nazareno, reproduce el relato de Mateo
casi textualmente10 con expresa mención del nombre de sus familiares:
"¿No es acaso el carpintero, hijo de María, y el hermano de Santiago, de
José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre
nosotros?"
En los Hechos, Lucas se refiere a los lazos carnales del nazareno, a
propósito de la ascensión de Jesús: "Todos éstos [los apóstoles]
perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la
madre de Jesús, y con las hermanas de éste" (Act 1,14). Hay muchos
lugares en los que se hace mención de los familiares de Jesús11. Lucas
habla del "hijo primogénito" (Lc 2,6-7). Pablo les dice a los gálatas que en
Jerusalén había conocido a "Santiago, el hermano del Señor" (Gal 1, 18-
20). Años después se refirió a los "hermanos del Señor y Cefas" para
señalar que en sus peregrinaciones llevaban "una hermana" (1 Cor 9,3-5).
Y es obvio también que los cuatro evangelistas testificaron en sus
escritos la existencia real de no menos de seis hermanos y hermanas de
Jesús, así como que Pedro y Pablo se relacionaron directamente con
Santiago, el segundo hijo de María y presidente de la Iglesia cristiana de
Jerusalén. Nada menos que en once pasajes, inspirados por el Espíritu
Santo, se muestra la presencia de esos hermanos carnales de Jesús.
En resumen, la familia de Jesús, aunque procediese de uno o varios
matrimonios de José, era bastante numerosa. Jesús tenía hermanos y
hermanas, de los que parece haber sido el primogénito12. Aquí, sin
embargo, difieren los autores. Para algunos los verdaderos hermanos de
Jesús han permanecido en la oscuridad, porque los cuatro citados como sus
hermanos y, entre los cuales, al menos uno, Santiago, llegó a alcanzar una
gran importancia en los primeros años del desarrollo del cristianismo, eran
sus primos hermanos (esto es, Jacobo, José, Simón y Judas). En efecto,
para estos autores María tenía una hermana que también se llamaba María13
52
(Jn 19,5) casada con cierto Alfeo o Cleofás, y que fue madre de varios
hijos que representaron un papel considerable entre los primeros discípulos
de Jesús. Estos primeros hermanos se adhirieron al joven Maestro y
tomaron el título de "hermanos del Señor", mientras que sus verdaderos
hermanos se oponían a él (Jn 7,3 ss). Los verdaderos hermanos de Jesús, al
igual que su madre, no tuvieron notoriedad sino después de su muerte (Act
1,14). Incluso entonces no parecen haber igualado en consideración a sus
primos, cuya conversión había sido más espontánea y cuyo carácter parece
haber tenido más originalidad. Sus nombres eran desconocidos a tal punto
que cuando el evangelista pone en boca de las gentes de Nazaret la
enumeración de los hermanos naturales, son los nombres de los hijos de
Cleofás quienes primero se presentan en su memoria. Sus hermanas se
casaron en Nazaret14.
No deja de ser un tremendo escamoteo el que la Iglesia católica le hace
a sus fieles al ocultar la múltiple maternidad de María y al señalar el
privilegio de la virginidad "antes del parto, en el parto y después del parto"
de Jesús. ¿Qué se puede retener tocante a María, madre de Jesús, y de
José? Parece ser que, en las primeras comunidades cristianas, Jesús había
sido considerado como un hijo de María y de José, puesto que Mateo nos
da el árbol genealógico de José para probarnos que Jesús desciende de
David. Allí sin duda, como entre algunas sectas gnósticas, se veía en Jesús
un hijo dado por el Eterno en el mismo sentido que Samuel. Más tarde,
preocupado por mostrar el origen sobrenatural de Cristo, hiló su velo de
oro y azul: la historia de José y María, la Anunciación y hasta la infancia
de María en el templo son bien legendarios.
¿Y qué decir de la Pietá? Los discípulos habían huido. Sin embargo,
según una tradición, Juan (¿de qué Juan se habla?) permaneció al pie de la
cruz. Puede afirmarse con mayor certidumbre que los fieles amigos de
Galilea, que habían seguido a Jesús a Jerusalén y continuaban sirviéndole,
no lo abandonaron. María Cleofás, María de Magdala, Juana, mujer de
Khouza, Salomé y algunas otras se mantenían a cierta distancia -los
sinópticos concuerdan al colocar al grupo fiel “lejos” de la cruz- y no lo
perdían de vista. Si creemos al cuarto evangelio (Jn 19,25 ss), María,
madre de Jesús, estuvo también al pie de la cruz, y Jesús, viendo reunidos a
su madre y a su discípulo querido, dijo a éste: “He ahí a tu madre”, y a ella:
“ Mujer, he ahí a tu hijo”. Pero no se comprende cómo los evangelistas
sinópticos, que nombran a las demás mujeres, hayan podido omitir a
aquélla cuya presencia constituía un detalle tan sorprendente. Es incluso
posible que la extremada elevación del carácter de Jesús no hiciera
verosímil semejante rasgo de enternecimiento personal.
53
2. El escenario
3. El protagonista
4. Vida pública
4.1. La sinagoga
hermano! Todos los elegidos por Jesús, y no sólo el petit comité, debían
llamarse ”hermanos”33.
Quienes sostienen que Jesús mismo fue el que eligió entre sus
discípulos a aquéllos a quienes, por excelencia, se les llamaba “los
apóstoles” o “los doce”, exhiben el argumento de que al día siguiente de la
muerte del Maestro se los encuentra constituyendo un cuerpo y llenando
por elección el vacío que se ha producido en su seno34. Claro que nada
denotaba en el grupo al colegio sacerdotal regularmente organizado. Las
listas de “los doce” que se han conservado presentan muchas
incertidumbres y contradicciones, dos o tres de los que en ellas figuran
quedarán completamente desconocidos. Algunos personajes que habían
querido mucho a Jesús y basado grandes esperanzas en él, como José de
Arimatea, María de Magdala o Nicodemo, no entraron, al parecer, en
aquellas iglesias primitivas. Tal vez prefirieron atenerse al recuerdo que
habían conservado del Maestro y guardarlo para sí.
Pero recordemos un acontecimiento, en sí anodino, de la época más
trascendental en la vida de Jesús: su muerte.
Antes de hablar de él, hay que señalar que seguramente la pequeña
comunidad que lo había acompañado desde Galilea debió de sentirse muy
desorientada en Jerusalén, a donde había subido para la celebración de la
Pascua. La agitada vida de la gran ciudad, sobre todo cerca de la gran fiesta
judía, no podía dejar de gravitar pesadamente sobre el alma ingenua y la
conciencia de estos israelitas del Norte . Por otro lado, el desprecio de los
hierosolomitas hacia los galileos hacía aún más profunda la separación.
Los galileos hablaban un dialecto bastante corrompido, su pronunciación
estaba viciada, equivocaban las diferentes aspiraciones, lo que ocasionaba
confusiones que hacían reír mucho35. En religión se les tenía por ignorantes
y poco ortodoxos; la expresión "necio galileo" había llegado a convertirse
en proverbial. El renombre de la ciudad natal de Jesús parece haber sido
particularmente malo. Se dice que había un proverbio popular: "¿Puede
venir algo bueno de Nazaret?" (Jn 1, 46). Por todo esto y por la separación
brutal que significó la crucifixión de Jesús, se recuerda la última cena
juntos36. Se la recuerda como una comida totémica, que Juan adorna con
ribetes de rococó (en su descargo debemos decir que, gracias a él, sabemos
que tal acontecimiento ocurrió "antes de la fiesta de la Pascua"). Incluso la
recuerda Pablo que no fue comensal:
4.3. Mujeres
porque es imagen y gloria de Dios; mas la mujer es gloria del varón, pues
no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón; ni fue creado el
varón para la mujer, sino la mujer para el varón" (11,3-9).
Como el lector puede sospechar, Pablo no quería nada con mujeres.
No deja de ser ilustrativo el olvido que hace el fariseo de su madre en el
último pasaje. La negación de la mujer en la comunidad cristiana está
claramente expresada en la Epístola I a Timoteo.
Era este Timoteo natural de Listra , en Licaonia, hijo de padre gentil
y madre judía. Cuando Pablo pasó por Listra en su primera misión,
Timoteo, joven aún y que parece haber perdido a su padre, vivía con su
madre, Eunice, y con su abuela materna, Loida, una fervorosa judía. Toda
la familia abrazó la fe que Pablo predicaba. En la segunda misión, el
apóstol, oyendo los buenos informes que la iglesia de Listra le daba,
resolvió tomar al joven consigo, después de hacerle circuncidar, por
respeto a los judíos de aquellas regiones, que sabían era hijo de padre gentil
y no estaba circuncidado (Act 16,3 ss).
A Timoteo le enseña el fariseo Pablo el modo de orar (que no se
parece en nada a lo que enseñaba el Maestro de Nazaret38):
"Así, pues, quiero que los hombres oren en todo lugar, levantando las
manos puras, sin ira ni discusiones. Asimismo que las mujeres, en hábito
honesto, con recato y modestia, sin rizado de cabellos, ni oro, ni perlas, ni
vestidos costosos, sino con obras buenas, cual conviene a mujeres que
hacen profesión de piedad. La mujer aprenda en silencio, con plena
sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que
se mantenga en silencio, pues el primero fue formado Adán, después Eva.
Y no fue Adán el seducido, sino Eva, que, seducida, incurrió en la
transgresión. Se salvará por la crianza de los hijos si permaneciere en la fe,
en la caridad y en la castidad, acompañada de la modestia" (2,8-15. El
subrayado es mío).
¡Pobre mujer! ¡Un remedio a la concupiscencia de los hombres!
¡Sólo se salva criando hijos que los hombres hacen! Pero el cuarto
evangelio, al que alguien llamó el evangelio femenino, nos cuenta que la
primera persona a quien se apareció el Cristo resucitado fue a una mujer,
María Magdalena, y no a un hombre (Jn 20,15-17), cuando lloraba
desconsolada la desaparición del Señor del sepulcro y no sabía adónde se
lo habían llevado.
El papel de Magdalena en los evangelios es ambiguo y parece que haya
sido oscurecido de forma premeditada, dicen M. Gaigent, R.Leigh y
H.Collins en El Enigma sagrado. Marcos y Mateo sólo se refieren a ella
durante la crucifixión, como si se tratara de una seguidora más de Jesús.
Pero Lucas explica que viajó con él, algo impensable en una época en que
la Ley y el pueblo se comportaban de manera severa con la mujer que
68
Se fue Jesús al monte de los Olivos, pero de mañana, otra vez volvió
al templo, y todo el pueblo venía a él, y sentado, les enseñaba. Los
escribas y fariseos trajeron a una mujer cogida en adulterio y,
poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante delito de adulterio. En la Ley nos aconseja
Moisés apedrear a éstas; tú, ¿qué dices? Esto lo decían tentándole,
para tener de qué acusarle. Jesús, inclinándose, escribía con el dedo
en tierra. Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les
dijo: El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la piedra el
primero. E inclinándose de nuevo, escribía en tierra. Ellos que lo
oyeron fueron saliéndose uno a uno, comenzando por los más
72
5. Doctrina de Jesús
Nos parece claro que el lector debe de saber que Jesús no fue un
teólogo ni un filósofo que tuviera un sistema más o menos bien constituido.
Para ser su discípulo -hemos dicho- no era preciso firmar ningún
formulario, ni pronunciar ninguna profesión de fe; sólo era necesario una
cosa: amarlo. Nunca disputó acerca de Dios, porque lo sentía directamente
en sí mismo. El escollo de las sutilezas metafísicas del cristianismo no fue
en modo alguno establecido por el Maestro de Nazaret. Jesús no tuvo ni
dogmas ni sistema; tuvo una resolución personal fija que, todavía hoy,
influye en los destinos de la humanidad.
Ahora bien, respecto a todo lo que atañe a lo que se pretende que Jesús
enseñó, conviene no afirmar nada sino con extrema prudencia. Por
ejemplo, la mayoría de las cuestiones acerca de las enseñanzas de la Ley
por Jesús son de dudoso valor histórico y, en lo que puedan valer, indican
que esta enseñanza legal, tal como la realizó, era principalmente ad hoc. Es
decir, tales enseñanzas fueron hechas con la intención de responder a las
cuestiones surgidas a consecuencia de las prácticas, un poco heterodoxas,
del propio Jesús y de sus discípulos. No hay motivo para suponer que tales
prácticas se derivaron de la teoría legal, como tampoco se le atribuye a
Jesús teoría legal alguna, ni en los evangelios ni en ningún otro libro del
Nuevo Testamento. Más aún, no la recordaban sus discípulos, que se
habían distanciado con energía de la observancia de la Ley, ni tampoco la
tradición rabínica, que debería estar interesada en el asunto.
No está demás subrayar que Jesús sólo destaca el amor del padre a los
hijos, no al revés. Tampoco está presente en él la fraternidad, aunque sea
fácil deducirla. Jesús dijo: "Amaos los unos a los otros como yo os he
amado" (¿con amor de padre, de hermano o de amigo?). En contra de las
enseñanzas de la Iglesia, no aparece para nada en los evangelios el amor de
la madre a los hijos, ni viceversa,
5.2. El reino de Dios
El nombre 'reino de Dios' o de 'reino de los cielos' -la palabra 'cielo' en
la lengua rabínica de aquella época es sinónimo de 'Dios', que se evitaba
pronunciar- fue el término de Jesús para expresar la revolución que
inauguraba en el mundo. Como casi todos los términos mesiánicos, la
palabra en cuestión procede del Libro de Daniel. Según el autor de aquel
libro, a los cuatro imperios profanos, destinados a hundirse, sucederá un
quinto imperio que será el de "los santos" y durará eternamente42. En los
últimos tiempos de su vida, al parecer Jesús creyó que ese reino iba a
realizarse materialmente por medio de una súbita renovación del mundo.
Pero indudablemente no se trataba de su primer pensamiento. La admirable
moral que extrae de la noción de Dios padre no es la de los entusiastas que
creen el mundo próximo a su fin y se preparan para el ascetismo en una
quimérica catástrofe. "El reino de Dios está entre vosotros", decía a los
que buscaban sutilmente signos exteriores de su próxima venida. Durante
algunos meses, quizá un año, Dios habló verdaderamente en la tierra. La
voz del joven carpintero cobró súbitamente una extraordinaria dulzura. Un
canto infinito emanaba de su persona y quienes hasta entonces lo habían
conocido ya no le reconocían43. El paraíso hubiera sido trasladado a la
tierra si las ideas del joven maestro no hubiesen sobrepasado con mucho
76
ese nivel de mediocre bondad más allá del cual la especie humana no ha
podido elevarse hasta el momento. La fraternidad de los hombres, hijos de
Dios, y las consecuencias morales que de ella resultan eran deducidas con
exquisito sentimiento. Esto lo vio claramente F. Nietzsche, cuando
escribió:
El Reino de los Cielos es un estado del corazón, no es un estado
fuera de la tierra o después de la muerte. En el evangelio falta toda
idea de la muerte natural; la muerte no es un puente, no es un paso a
otra cosa; está ausente, puesto que forma parte de otro mundo
aparente, útil tan sólo en concepto de signo. La idea de la muerte no
es una idea cristiana. La hora, el tiempo, la vida física y sus crisis no
existe para el Maestro del bienaventurado mensaje. El Reino de Dios
no es una cosa que se espera, no tiene ayer ni mañana, no viene en
mil años, es una experiencia del corazón, está en todas partes y en
ninguna (Anticristo, XXXIV).
Un culto puro, una religión sin sacerdotes y sin prácticas, que reposase
enteramente sobre los sentimientos del corazón, sobre la imitación de Dios,
sobre la relación inmediata de la conciencia con el Padre celestial, era la
continuación de aquellos principios. Nunca retrocedió Jesús ante esta audaz
consecuencia que hacía de él, en el seno del judaísmo, un revolucionario de
primer orden. ¿Por qué tenía que haber intermediarios entre el hombre y su
padre? Si Dios sólo miraba el corazón, ¿qué objeto tenían aquellas
purificaciones, aquellas prácticas que sólo se preocupaban del cuerpo?53
Jesús no afectaba ninguna señal externa de ascetismo y se contentaba
con rezar, o mejor dicho, con meditar sobre las montrañas y en los lugares
solitarios, donde el hombre siempre ha buscado a Dios54. La oración
fundamental era el padrenuestro55. Con ella Jesús no hace sino extraer las
consecuencias de su idea fundamental de Dios.
Gracias a Jesús, una idea absolutamente nueva, la idea de un culto
basado en la pureza del corazón y en la fraternidad humana, entraba en el
mundo. Pero esta idea tan elevada fue traicionada por la Iglesia cristiana.
6. Progreso moral
Kant afirmaba abiertamente que el progreso moral forma parte
integrante del desarrollo cultural del hombre. La transformación moral,
operada en los individuos por una ilustración creciente, ha de ir
permitiendo al hombre arrancar las riendas de la Historia de las manos de
la naturaleza para tomarlas responsablemente en las suyas propias y
construir así él, consciente y libremente, una sociedad estructurada
políticamente según los principìos morales de la justicia y de respeto a la
libertad de todo hombre. Esa transformación irá además, para Kant,
indisolublemente unida a una profunda transformación de la conciencia
religiosa: la ilustración supondrá una verdadera crítica de la religión, cuya
incidencia política quedará así subrayada.
El cambio más importante que acompañó la difusión del cristianismo
ocurrió en su forma de promover la moralidad. Al mudarse la Iglesia a
Estado, de sociedad privada que era la moralidad se transformó también y
se convirtió de asunto privado en menester del Estado, y lo que según su
naturaleza pertenece y pertenecería al libre albedrío se transformó en un
deber y, en parte, en un derecho, externo de la Iglesia. La Iglesia ha erigido
los principios de la moralidad y ha indicado al mismo tiempo los medios
para la asimilación de los mismos; ha creado también, en particular, una
amplísima ciencia, llamada casuística, sobre la aplicación de tales
principios a los casos particulares. En todas estas reglas (algunos hechos
históricos, ascetismo, etc.) de la moral y de la prudencia se ha procedido de
un manera a priori; es decir, que se ha tomado la letra muerta como
fundamento y sobre él se ha construido un sistema que prescribe cómo el
79
hombre tiene que actuar y sentir y cuáles son los efectos que tal o cual
"verdad" debe producir. En todo esto se ha concedido un poder legislativo
a la memoria sobre todas las facultades -aun sobre las más nobles- del
alma.
A la idea judía de Dios como señor y soberano, Jesús opone una
relación entre Dios y los hombres que se asemeja a la relación entre el
padre y los hijos. Lo religioso, pues, es el pléroma del amor.
Este espíritu exquisito de Jesús, que se eleva por encima de la moral
corriente, se muestra como directamente opuesto a las leyes en el Sermón
de la Montaña. Éste es un intento, llevado a cabo por medio del ejemplo de
varias leyes, de quitar a las leyes lo legal, la forma de leyes. El Sermón no
predica el respeto ante la Ley, sino que muestra aquello que la cumple,
pero que la cancela en cuanto ley, y que es superior a la obediencia frente a
ella y la hace superflua. Todo mandamiento sólo es capaz de expresar un
deber, puesto que es universal; pero su insuficiencia se descubre de
inmediato al no expresar un ser. Jesús opone a un mandamiento del tipo
"no matarás" una virtud: la disposición del amor hacia los hombres. Esto
no sólo hace superfluo aquel mandamiento en cuanto a su contenido, sino
que suprime también el mandamiento en cuanto a su forma.
Jesús opuso el hombre a la positividad de los judíos; a las leyes y a sus
deberes opuso las virtudes y en éstas se cancela la inmoralidad del hombre
positivo, comentaba el joven Hegel. Y más: tenía que aparecer, por fin,
alguien que atacara de frente al judaísmo mismo. Pero como este hombre
no halló nada en los judíos que le hubiera ayudado a combatirlo y en lo que
se hubiera podido ayudar a vencerlo tuvo que sucumbir después de no
haber fundado otra cosa que una secta más.
Jesús opuso el sujeto a la ley. ¿Opuso la moralidad a la ley? La
moralidad es, según Kant, la subyugación del individuo bajo lo universal,
la victoria de lo universal sobre la individualidad opuesta a él. Aunque más
bien es la elevación de lo individual a lo universal, unificación, cancelación
de las dos partes opuestas por la unificación. La moralidad es la superación
de una división en la vida. Jesús opone al mandamiento la disposición
sensible, la inclinación a actuar moralmente. Pero esta moralidad sólo
supera la dominación sobre el yo a cambio del desgarramiento en uno
mismo.
Jesús sufrió la pesadumbre de ver fracasar completamente su plan de
introducir la moralidad en la religiosidad de su pueblo y experimentó que
hasta sus esfuerzos para infundir esperanzas más altas y una fe mejor, por
lo menos en algunos hombres, habían tenido un resultado muy ambiguo e
incompleto. Cf. Mt, 20,20: "Di que estos dos hijos míos se sienten uno a tu
derecha y otro a tu izquierda en tu reino".
80
7. El fracaso de Jesús
Es evidente que semejante sociedad religiosa, basada únicamente en la
espera del Reino de Dios, debía ser en sí misma muy incompleta. La
primera generación cristiana vivió completamente de esperanzas y de
sueños. En vísperas del fin del mundo, se consideraba inútil todo cuanto
servía tan sólo para la continuación del mundo. El apego a la propiedad se
consideraba como una imperfección56. Todo cuanto ata al hombre a la
tierra, todo cuanto le aparta del cielo, debía desaparecer. Aunque varios
discípulos estuviesen casados, desde el momento en que se entraba en la
secta no se contraían, al parecer, más matrimonios57. El celibato gozaba de
gran predilección (doctrina constante de Pablo). En una ocasión, el
Maestro parece aprobar a los que se mutilan en vistas del Reino de Dios58.
El cese de la procreación fue considerado frecuentemente como señal y
condición del Reino de Dios59. Jesús no hizo ninguna concesión a la
necesidad. Predicó audazmente la guerra a la naturaleza, la total ruptura
con la sangre. "En verdad os digo -decía- que cualquiera que abandone su
casa, su mujer, sus hermanos, sus parientes, sus hijos por el Reino de Dios,
sembrará el céntuplo en este mundo y, en el mundo por venir, la vida
eterna" (Lc 18,29-30).
La instrucción que, se supone, Jesús ha dado a sus discípulos respira la
misma exaltación. Él, tan complaciente para los de fuera; él, que se
contenta a veces con semiadhesiones (Mc 9,38), es para los suyos de un
rigor extremado. No quería términos medios. Se diría que formaba una
Orden con las reglas más austeras.
81
NOTAS AL CAPÍTULO 1
1
Nazaret: Mt, 13,54 ss; Mc, 6, 1 ss; Jn, 1,45,46. Nazarenos: Mt, 26,71; Mc, 1,24;
14,67; Lc, 18,37; 24,19; Jn, 19,19; Act, 2,22; 3,6; 10,38...
2
Historia de un alma, pág. 173-175
3
Mischna, Sanhedrín, XI, 1 y otros.
4
Cf.: Mt 14,15; Mc 13,14.
5
Cf. R. Jauregui Olazábal, Ensayo sobre el cristianismo.
6
Mc 6,3; Mt 13,55.
7
Jn, 21,2; Mt, 10,4; Mc, 3,18;. Mc, 6,3.
8
Mt, 13,57; Mc, 6,4; Jn, 7,3 ss.
9
Mt, 12,48; Mc, 3,33; Lc, 8,21; Jn, 2,4...
10
Cf. Mt, 6,1-6.
11
Mc, 3,21; 3,31-35; Mt, 12,46-50; Lc, 8,19-21; Jn, 2,12; 7, 2-10).
12
Mt, 1,25; 12,46 ss; 13,55 ss; Mc, 3,31 ss; 6,3; Lc, 2,7; 8, 19 ss; Jn, 2,12; 7:
3,5,10; Act, 1,14.
13
Se trata de alguna inexactitud originada por la costumbre de dar casi
indistintamente a los galileos el nombre de María.
14
Mt, 13,56; Mc, 6,3.
15
Mt, 5,1; 14,23; Lc, 6,12.
16
Mt, 17,1 ss; Mc, 9, 1 ss; Lc, 9,28 ss.
17
Mc, 6,15; Mt, 13,58; Lc, 14,23.
18
Mt, 13,57; Mc, 6,4; Jn, 7,3 ss).
19
Mt, 1354 ss; Mc, 6, 1 ss; Lc, 4,16 ss y 23-24; Jn, 4,44.
20
Ambrogio Donini, Historia de las religiones, Editorial Futuro, Buenos Aires,
1961.
21
MT, 4,23; 9,35; Mc, 1, 21 y 39; 6,2; Lc, 4:15,16,31 y 44; 13,10; Jn, 18,20.
22
Mt, 7,28; 13,54; Mc, 1,22; 6,1; Lc, 4, 22 y32.
23
Mt, 9, 1; Mc, 2, 1-2.
24
Mt, 8, 14; Mc, 1, 30; Lc, 4, 38...
25
Mt, 8, 14; 17, 24; Mc, 1, 29-31; Lc, 4, 38.
26
Mt, 4, 18; Mc, 1, 16; Lc, 5, 3; Jn, 21, 3.
27
Mt, 4, 19; Mc, 1, 17; Lc, 5, 10.
28
Mc, 1, 20; Lc, 5, 10; 8, 3; Jn, 19, 27.
29
Mt, 27, 56; Mc, 15, 40; 16, 1.
30
Mt, 27, 55-56; Mc, 15, 40-41; Lc, 8, 2-3; 23, 49..
31
Mt, 17, 56; Mc, 15, 10; Jn, 19, 25.
32
MT,7, 1; 16, 37; Mc, 5, 37; 9, 1; 13, 3; 14, 33; Lc, 9, 8.
33
Mt, 18,4; 20, 25-26; 23,8-12; Mc, 9,34; 10,42-46.
34
Mt, 10, 1; Mc, 3, 13; Lc, 4, 13; Jn, 6, 70; 13, 18; 15, 16; Act, 1, 15; Y Cor, 15, 5;
Gal, 1, 10;
Apoc, 21, 12.
35
Mt, 26,73; Mc, 14,70; Act, 2,7.
36
Mt, 26, 17-29; Mc, 14,12-25; Lc, 22,7 ss; Jn, 13, 1-30.
37
Mc, 14,22-25; Mt, 26,26-29; Lc, 22,19-20.
38
Cf. Mt, 6,5-8.
83
39
Niños: Mc 9,36-37;10,13-16; Mt 19,13-15; Lc 18,15-17. Revelación del Padre a
los pequeñuelos: Mt 11,25-30; Lc 10.21-24.
40
Ver El loco.
41
Psicología de las masas y análisis del yo, p. 2.608.
42
Dan, II,44; VII: 13, 14, 22, 27.
43
Mt, 13,54 ss; Mc, 6,2 ss; Jn, 6,42.
44
Mt, 7,12; Lc, 6,31.
45
Cf. Talmud de Bab., Schabbath, 31 a.
46
Mt, 5,39 ss; Lc, 6,29.
47
Mt, 5,29-30; 18,9; Mc, 9,46.
48
Mt 5,44; Lc, 6,27.
49
Mt 7,1; Lc, 6,37.
50
Lc 6,36 y 37.
51
Mt 23,12; Lc, 14,11; 18,14.
52
Parábola referida en Hechos, 20,35).
53
Mt 15,2 ss; M, 7,6 ss.
54
Mt 14,23; Lc, 4,42; 5,16; 6,12
55
Mt 6,9 ss; Lc, 9,2 ss.
56
Mt 19,21; Lc, 14,33; Act, 4,32; 5,1-11.
57
Mt 19,10; Lc, 18,29.
58
Mt, 19,12; 18,8-9.
59
Mt, 22,30; Mc, 12,25; Lc, 20,35
Capítulo 2
EL PROFETA DE NAZARET
1. Profetismo
"Israel empieza a ser Israel con los profetas... Israel ocupa un lugar
aparte en la historia del mundo, gracias a los profetas". Esto lo escribió E.
Renán. Para este escritor la institución del profetismo israelita fue una
especie de periodismo que hablaba en nombre de Dios. En efecto, ya desde
el siglo VIII, el profeta se convirtió en un periodista al aire libre que
declaraba personalmente sus artículos, traduciéndolos a veces en actos
significativos. Lo principal era llamar la atención del pueblo, reunir a las
masas. Para ello, constantemente utilizaba el profeta alguno de los ardides
que cree haber inventado la publicidad moderna. Se colocaba en un sitio
por donde pasaba mucha gente, sobre todo a la puerta de la ciudad. Allí,
para conseguir un grupo de oyentes, empleaba los medios de reclamo más
descarados, los actos de locura fingida, los carteles ambulantes que él
mismo llevaba. Formado el grupo, recalcaba las frases, las hacía vibrar,
obtenía efectos, ya con tono familiar, ya con amargas chanzas. La bufonada
asociada caprichosamente a un exterior tosco era puesta al servicio de la
piedad. Pero así nació el predicador popular.
El profetismo salvó y perdió sucesivamente a las dinastías. Los
profetas son al mismo tiempo modelo de patriotas y los peores enemigos de
la patria. Muchas veces le impidieron poseer un orden civil, alianzas
exteriores y ejército. Dirigieron contra el gobierno una oposición a la cual
no podía resistir ningún Estado. Pero, a pesar de todo, como último
resultado crearon la importancia histórica de Israel. El profetismo fue un
inconveniente para la vida política del pueblo que le confió sus destinos,
pero fundó varias religiones que perviven en el mundo. ¿Quién podría ser
severo con él?
Tuvo la profecía un significado religioso sin precedentes en el
judaísmo y en el cristianismo. Para el judaísmo, el profeta es un individuo
elegido por Dios, a menudo en contra de su voluntad, con el fin de revelar
las intenciones y los planes divinos a la humanidad. Como portador de la
revelación, el profeta siente la omnipresencia de Dios y recibe la fuerza
86
1.1. Profecía
1.2. Profetas
Dijo Herodías:
-Esa historia no es verdadera, y tú lo sabes. Fuiste tú el seductor, y tú
lo sabes.
Herodes Antipas soliviantó a la mujer con nuevas invenciones
diciendo:
-La historia [del engaño con su hermano Herodes Boethos, que era
el esposo de Herodías] no es verdadera, pero él [Juan el Bautista] la
95
1.3.1. Bautismo
A finales del siglo XVIII, en buena parte del XIX y aún en el XX,
estuvo de moda explicar el cristianismo únicamente por el esenismo. Según
esta visión, Jesús fue un esenio que desarrolló ciertos aspectos de la secta
judía y creó su grupo aparte. El evangelio no sería entonces más que una
redacción de la moral esenia. Escribió E. Schure:
“Lo que quería saber sólo los esenios podían enseñárselo”. Así justifica
E. Schure el contacto del Profeta de Nazaret con la secta judía. Muchos
otros autores han sostenido el contacto para explicar la doctrina y el
comportamiento de Jesús. Pero ¿qué hay de cierto en todo esto? El propio
Schure se pregunta: “¿Por qué él, que ataca con sin igual libertad a todos
los partidos religiosos de su tiempo, no nombra nunca a los esenios? ¿Por
qué los apóstoles y evangelistas tampoco hablan de ellos?" La respuesta
que nos ofrece es realmente desconcertante: "Evidentemente porque
consideran a los esenios como de los suyos, estaban ligados con ellos por el
juramento de los Misterios, y la secta se fundió con la de los cristianos”
En una nota del capítulo III de su obra, este autor nos ha dejado los
puntos comunes entre la doctrina de los esenios y la de Jesús: "El amor al
prójimo ante todo, como el primer deber; la prohibición de jurar para
atestiguar la verdad; el odio a la mentira; la humildad; la institución de la
Cena tomada de los ágapes fraternales de los esenios, pero con un nuevo
sentido, el del sacrificio". Pero no nos dice nada de sus diferencias que, a
nuestro entender, son más y más profundas que las afinidades. Mas antes
veremos más de cerca quiénes eran los esenios.
Los esenios eran miembros de una hermandad religiosa judía,
organizada sobre bases comunitarias profundas y de prácticas de un estricto
ascetismo. La orden, con unos 4.000 miembros, existió en Siria y en
Palestina desde el siglo II a.C. hasta el II d.C. Sus principales
asentamientos se encontraban a orillas del mar Muerto.
Como ya se dijo, a los esenios no se les menciona ni en la Biblia ni
en la literatura rabínica. Toda la información con respecto a ellos está
circunscrita a los escritos de Filón de Alejandría, un estudioso filósofo
judío helenístico, y a las obras del cronista romano Plinio el Viejo y a las
del historiador judío Flavio Josefo.
Hay distintos grupos que han sido identificados como posibles
prototipos de lo que era la comunidad u Orden de los esenios. Dentro de
estos grupos, los principales fueron los tsenium (los modestos o castos), los
hashshaim (los callados), los hasidim harishonim (los santos ancianos o
mayores), los nigiyye, los had Da 'ath (los puros de pensamiento) y los
wattiqim (los hombres rigurosos). Estos términos aluden a las
características de la orden, cuyas enseñanzas fundamentales eran el amor a
Dios, el amor a la virtud y el amor al prójimo.
Los rasgos distintivos más importantes de la organización eran la
comunidad de los bienes y propiedades (distribuidas de acuerdo con las
necesidades de cada uno), la estricta observancia del Sabat y un aseo
escrupuloso (dentro del que se incluía el lavarse con agua fría y usar
prendas de vestir blancas). Tenían prohibido jurar, emitir votos (salvo los
exigidos para ser miembros de la orden), sacrificar animales, fabricar
103
encontraba a gusto con él. A su parecer, el evangelio estaba hecho para los
pobres; es a ellos a quienes trae la buena nueva de la salvación20.
Por lo demás, el cristianismo que se constituyó después de su muerte no
hacía sino seguir en este aspecto las huellas de las sectas judías, que
practicaban la vida cenobítica. Un principio comunista animaba a aquellas
sectas (esenios y terapeutas), igualmente mal vistos por los fariseos y
saduceos. El mesianismo, exclusivamente político entre los judíos
ortodoxos, llegaba a ser entre ellos exclusivamente social. Por medio de
una existencia dulce, metódica, contemplativa, que dejaba su parte a la
libertad del individuo, aquellas pequeñas iglesias -en las que se ha
pretendido ver, posiblemente no sin razón, cierta imitación de los institutos
neopitagóricos- creían inaugurar sobre la tierra el reino de los cielos. Las
almas elevadas estaban preocupadas por utopías de vida bienaventurada,
basadas en la fraternidad de los hombres y en el culto puro del Dios
verdadero, utopías que producían por doquier ensayos audaces, sinceros,
pero de poco porvenir.
Jesús, cuyas relaciones con los esenios son muy difíciles de precisar,
como ya quedó establecido, era indudablemente su hermano en este
aspecto. Durante algún tiempo la comunidad de bienes fue norma en la
nueva sociedad 21 . La avaricia era el pecado capital22; ahora bien, hay que
subrayar que el pecado de avaricia, contra el cual la moral cristiana ha sido
tan severa, era entonces el simple apego a la propiedad. La primera
condición para ser discípulo perfecto de Jesús era vender los bienes y
entregar su valor a los pobres. Los que retrocedían ante esta extremada
medida no entraban en la comunidad23. Jesús repetía con frecuencia que
aquel que ha encontrado el reino de Dios debe comprarlo al precio de todos
sus bienes, y que aún hace un negocio ventajoso con ello (Mt 13, 44-46).
"No os preocupéis por el dinero. No acumuléis ahorros. Es más fácil
para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el
reino de Dios. Así que vended todo lo que tengáis, dad (el producto) a los
pobres y venid, seguidme". Los autores de los evangelios ya estaban
tratando de bajar de tono estas enseñanzas -esto es, son para los que
quieran ser "perfectos", como dice Mt 19, 21- , por lo tanto, no fueron
compuestas por las iglesias para las cuales habían sido escritos los
evangelios. Los apologistas han explicado a menudo que Jesús no quería
decir lo que dijo. Pero estos dichos se ajustan perfectamente con el
decorado histórico. "Los pobres" son Jesús y sus partidarios. Se mantenían
con aportaciones (Lc 8, 3). Lucas tiene una tendencia muy pronunciada al
comunismo (Lc 16, 19-25).
Claro que la prohibición de Jesús de ser previsores no les impedía
llevar una bolsa para el dinero (Jn 12,6; 13,29). Incluso así, escasamente
conseguían que les alcanzara, como se ve en la petición de la oración del
Padrenuestro. En consecuencia, Jesús despreciaba la riqueza. Este
113
agitaba desde hacía largo tiempo al pueblo judío. La idea de que Dios es el
vengador del pobre y del débil contra el rico y el poderoso se reconoce en
cada página del Antiguo Testamento. El nombre de ‘pobre’ (ébion) había
llegado a convertirse en sinónimo de ‘santo’, de ‘amigo de Dios’. Era el
nombre que los discípulos galileos de Jesús gustaban darse; fue durante
mucho tiempo el nombre de los cristianos judaizantes de Batanea y Hauran
(nazarenos, hebreos), que permanecieron fieles tanto a la lengua como a las
primitivas enseñanzas de Jesús, y que se jactaban de poseer entre ellos a los
descendientes de su familia. A fines del siglo II, aquellos buenos sectarios,
que habían quedado fuera de la gran corriente que había alcanzado a las
demás iglesias, son considerados herejes (ebionitas) y para explicar su
nombre se inventa un pretendido heresiarca: Ebión.
Se supone que la secta de los ebionitas se originó cuando fue suprimida
la antigua Iglesia de Jerusalén por orden del emperador romano Adriano,
en el 135 d.C. Algunos de los judíos cristianos emigraron hacia el Este,
cruzando el río Jordán hasta Perea (hoy en territorio jordano),
autoexcluyéndose del cuerpo central de la Iglesia cristiana. En un principio,
adoptaron un credo farisaico muy conservador, pero después del siglo II
algunos de ellos fueron adoptando una mezcla de esenismo, gnosticismo y
cristianismo. Según los escritos de Ireneo, conocido obispo y escritor del
siglo II, se diferenciaban de los cristianos ortodoxos en su rechazo a la
divinidad de Cristo y por considerar a Pablo un apóstata, porque había
declarado la supremacía de las enseñanzas cristianas sobre las leyes
mosaicas. El escritor y teólogo cristiano del siglo III Orígenes clasificó a
los ebonitas en dos grupos: aquellos que creían en el nacimiento virginal, y
aquellos que lo rechazaban. Para ambos grupos, era sagrado tanto el Sabat
como el día cristiano del Señor, y añoraban el establecimiento del reino
mesiánico en Jerusalén. Se sabe que en el siglo V, en Siria y en Palestina,
existían aún algunos miembros de esta secta.
Sin dificultad se puede adivinar que el exagerado gusto por la
pobreza no podía durar mucho. Se trataba de uno de aquellos elementos de
utopía a los que el tiempo suele hacer justicia. Trasladado al vasto medio
de la sociedad humana, el cristianismo iba a consentir muy fácilmente que
los ricos entraran a su seno. Desde entonces, también son miembros del
reino de Dios (y van al cielo). Escribió el joven Hegel:
4. Destrucción y palingenesia
a) El Libro de Daniel
Daniel. Añadamos que gran parte de las imágenes que pueblan estos
capítulos tienen su origen remoto en la mitología mesopotámica y persa.
El Libro de Daniel, que en síntesis es el relato de un joven que se aferra
a su fe a pesar de las tremendas presiones que recibe, quizá fue escrito para
fortalecer y consolar a los judíos oprimidos por el rey seléucida Antíoco IV
a mediados del siglo II a.C. Varios fragmentos del libro fueron hallados en
los Manuscritos del Mar Muerto descubiertos en las cuevas cercanas a
Qumrán en 1947.
b) Libro de Enoc
a) Profecías cumplidas
10. “Por eso yo os digo que os será quitado el reino de Dios y será
entregado a un pueblo que rinda sus frutos” (Mt 21,43). [¿Qué pueblo?
Misterio, como misterio es contra quién es la profecía].
11. “Por esto os envío yo profetas, sabios y escribas, y a unos los mataréis
y los crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los
perseguiréis de ciudad en ciudad, para que caiga sobre vosotros toda la
sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo
Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis
entre el templo y el altar. En verdad os digo que todo esto vendrá sobre
esta generación. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y
apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus
hijos a la manera que la gallina reúne a los pollos bajo las alas, y no
quisiste. Vuestra casa quedará desierta, porque en verdad os digo que
no me veréis más hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre
del Señor (Mt 23,34-39)
12. “Y sentándose en el monte de los Olivos, llegáronse a él aparte unos
discípulos, diciendo: Dinos cuándo será todo esto y cuál la señal de tu
venida y de la consumación del mundo. Jesús les respondió: Cuidad
que nadie os engañe, porque vendrán muchos en mi nombre y dirán:
Yo soy el Mesías, y engañarán a muchos. Oiréis hablar de guerras y de
rumores de guerras; pero no os turbéis, porque es preciso que esto
sucede, mas no es aún el fin. Se levantará nación contra nación y reino
contra reino, y habrá hambre y terremotos en diversos lugares; pero
todo esto es el comienzo de los dolores. Entonces os entregarán a los
tormentos y os matarán, y seréis aborrecidos de todos los pueblos a
causa de mi nombre. Entonces se escandalizarán muchos y unos a otros
se harán traición y se aborrecerán; y se levantarán muchos falsos
profetas que engañarán a muchos, y por exceso de la maldad se
enfriará la caridad de muchos; mas el que perseverare hasta el fin ése
será salvo. Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo,
testimonio para todas la naciones, y entonces vendrá el fin. Cuando
viereis, pues, la abominación predicha por el profeta Daniel en el lugar
santo (el que leyere entienda), entonces los que estén en Judea huyan a
los montes; el que esté en el terrado no baje a tomar nada de su casa y
el que esté en el campo no vuelva atrás en busca del manto. ¡Ay de las
que estén encintas y de las que críen en aquellos días. Orad para que
vuestra huida no tenga lugar en invierno ni en sábado (Mt 24,1-20).
[Según Eusebio de Cesárea, los cristianos huyeron al otro lado del
Jordán cuando vieron todas estas señales, librándose así de todas las
calamidades de la guerra judía, que acabó con Jerusalén y con el
templo. No deja de ser curiosa la preocupación de Jesús por la
posibilidad de tener que huir... ¡en sábado!]
13. Cuarto anuncio de la Pasión (Mt 26,1-3)
121
Y lo que fue más horrendo y aún más espantoso que todo lo dicho,
hubo un hombre rústico y plebeyo, llamado Jesús, hijo de Anano,
cuatro años antes de comenzarse la guerra, estando la ciudad en gran
paz y en gran abundancia, habiendo venido a la fiesta que entonces
se celebraba, en la cual tienen por costumbre ataviar y adornar las
cosas sagradas del templo para honra de Dios, comenzó a dar voces
repentinamente: “Voz por Oriente, voz por Occidente, voz por las
124
Claro que es posible pensar que tal destrucción fue para calmar la ira de
Yahvé, como quieren hacernos creer los evangelios, porque “Vino a los
suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). “Los suyos “ son “los
judíos”, como repite insistentemente el evangelista Juan. Vespasiano y
Tito, autores de la hecatombe judía, no fueron sino “azotes de Dios”, como
Nabucodonosor, Atila, las pestes de la Edad Media, Ali Agca y... ¡el sida!
de hoy. El Corán, heredero directo del judaísmo bíblico, es también
heredero de la idea de la “ira de Dios”, que se cumple: "Cuando ocurrió el
cumplimiento de la primera amenaza -dice en el Sura XVII, 5-, enviamos
a vosotros nuestros servidores, hombres de una violencia terrible;
penetraron hasta el interior de vuestro templo y la amenaza fue cumplida".
Según los comentaristas, que se preocupan por lo demás muy poco de la
exactitud cronológica en todo lo que afecta a los pueblos extranjeros, puede
referirse aquí ora Djalut el filisteo [Goliat], ora a Nabucodonosor, ora a
Senacherib el asirio, instrumentos todos de la ira de Dios.
Aunque la Iglesia no haya dicho nada en ese sentido, Alí Agca, quien el
15 de marzo de 1981 atentó contra la vida del Papa Juan Pablo II, afirmó
saber con certeza que había sido “un instrumento inconsciente de un
diseño misterioso”.
Trastornado, pero también en parte “aliviado” del peso de una
responsabilidad enorme, Ali Agca pudo hablar por primera vez con alguien
-la abogada que fue a visitarlo en la cárcel- sobre la revelación del secreto
de Fátima, que según el Vaticano, preveía el atentado contra Juan Pablo II.
Agca escuchó el anuncio del cardenal Angelo Sodano por la televisión
y, a través de las imágenes de los noticieros, conoció el “misterio” que
entrecruzó su destino de ex terrorista islámico con el del “obispo vestido de
blanco”, que -según los pastorcillos de Fátima, dijo la Virgen en 1917-
“había caído a tierra como muerto, bajo los disparos de un arma de fuego”,
caminando “fatigosamente hacia la cruz entre los cadáveres de los
martirizados”.
“Hoy Alí sabe que fue parte de un diseño y acepta mejor el error”, dijo
la abogada Marina Magistrelli, sin replicar a quien, como el magistrado
Antonio Marini, duda de una simple coincidencia con las revelaciones que
hizo Agca en 1985, cuando el ex lobo gris sostuvo que conocía el tercer
“secreto” de Fátima. Más bien sospecha la existencia de un “apuntador”32.
b) Profecías incumplidas.
126
ardiente en una reparación final, en un día del juicio en que las cosas serán
como deben ser. En tal día se trastornará todo cuanto exista. Será aquello la
revolución radical, la venganza de los débiles, la confusión de los fuertes.
El milagro de la transformación del mundo se realizará en Sión, que será la
capital de un mundo regenerado, donde reinará la justicia. David será aquel
día el rey espiritual de la humanidad.
Tales ideas procedían en Israel de épocas antiguas. Como todas las
ideas fundamentales, habían nacido con el pueblo mismo. La escuela
profética, personificada en Elías y Eliseo, les dio en las tribus del Norte, el
siglo IX a. C., un relieve singular. En la primera mitad del siglo VIII,
Amir, Oseas y su escuela las proclamaron con fuerza extraordinaria en
estilo enérgico, extraño y denso. En 740, estas verdades pasaron a ser
propiedad de Jerusalén. Isaías, con el ardor de su convicción y el ejemplo
de su vida, les presta extraordinario esplendor. Por eso puede decirse que
es el verdadero fundador de la doctrina mesiánica y apocalíptica. Jesús y
los apóstoles no han hecho más que repetir a Isaías. Para estudiar sus
primeros gérmenes, la historia de los orígenes del cristianismo tiene que
empezar en Isaías.
4.3. Apocalipsis
reinado del emperador romano Vespasiano (69-79 d.C.), aunque con mayor
probabilidad bajo el del emperador Domiciano, el autor oyó "una gran voz
como de trompeta" que le decía: "Lo que veas escríbelo en un libro y
envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes,
Filadelfia y Laodicea" (1,10-11).
El Apocalipsis fue escrito para preparar a los cristianos ante la última
intervención de Dios en los asuntos humanos. Como queda dicho, la
primitiva Iglesia creía que este acontecimiento no tardaría en llegar.
Cuando se produjera, comenzaría una nueva Era en el mundo, en la que
Cristo y la Iglesia resultarían triunfantes. Sin embargo, antes se agravarían
e intensificarían los males y terrores del orden mundial existente. El autor
del Apocalipsis parece haber interpretado el empeoramiento de las
condiciones de los cristianos en el Imperio romano de Domiciano como
una señal del comienzo de este periodo catastrófico. Al parecer, escribió,
sobre todo, para alentar a los cristianos a resistir durante esta aterradora
crisis final, en la confiada esperanza del advenimiento de una inminente
Era justa para la eternidad.
Se coincide en que Juan, al comunicar a sus correligionarios cristianos
"lo que has visto, lo que ya ves y lo que va a suceder más tarde" (1,19),
eligió deliberadamente un vehículo literario que pudiese ocultar su mensaje
a los enemigos de la Iglesia. Este vehículo fue un apocalipsis, un estilo
caracterizado por una interpretación simbólica y una predicción de
acontecimientos que, por lo general, se presentaba en forma muy
elaborada. Los símbolos apocalípticos se inspiran en los libros proféticos
del Antiguo Testamento y en la tradición cristiana común. Indudablemente,
los primeros lectores del libro comprendieron sus visiones e imágenes,
pero en los siglos transcurridos desde la redacción del Apocalipsis, se ha
perdido la clave del significado original de su simbolismo. Los esfuerzos
por recuperarla han generado sistemas de interpretación muy divergentes,
aunque ninguno puede afirmar que ha acertado sin discusión en la
interpretación del sentido del autor.
En nuestros días, el Apocalipsis es altamente apreciado por su
magnífica calidad literaria, por su descripción de una crisis histórica del
cristianismo, por su sublime dramatización de la lucha contra el mal y por
sus visiones de Dios y su última redención eterna de los justos. Por eso no
es inusual leer en la prensa noticias como la que destacamos a
continuación:
NOTAS AL CAPÍTULO 2
1
Tratado teológico-político, pág. 31.
2
Idem, pág. 37.
3
Idem, pág. 58.
4
Idem, pág. 139.
5
Tratado teológico-político, pág. 42.
6
I Reyes, 1; I Reyes, 27, 7, y II Par, 18, 7.
7
Mt, 14, 5; 21, 26 y Mt, 11, 14; Mc, 6, 15; Jn, 1, 21
8
Lc, 3, 15ss; Jn, 1, 20.
9
Mt, 21, 25ss; Lc, 7, 3.
10
Mt, 21, 32; Lc, 3, 12-14.
11
Mt, 3, 7; Lc, 3, 7.
12
Jn, 1, 35; Act, 1, 21-22,
13
Cf.: Mt, 3, 7; 12, 34; 23, 33.
14
La piedra que era Cristo. pág. 42
15
Mt,14,6-12 y Mc. 6,21-28.
16
Mt 4, 12; Mc 1, 14; Lc 4, 14; Jn, 4, 3.
17
La piedra que era Cristo.
18
Lev 11,25-40; 15,5-7.
19
Act 19,5-6; 1 Cor. 1,12.
20
Mt 10, 23; 9, 5; Lc 6, 20-21.
21
Act 4, 32, 34-37; 5, 1ss.
22
Mt, 13, 22; Lc, 12, 15ss.
23
Mt, 19, 21; Mc, 10, 21ss y 29-30; Lc, 18: 22, 23 y 28.
24
Mt 12,39 ss; 16,4.
25
Mt 16,28; Mc 8,31-39; Lc 9,22-27.
26
Mt 17,22-23; Mc 9,29-31; Lc 9,44-45.
27
Mt 20,17-19; Mc 10, 32-34; Lc 18,31-34.
28
Cf. Lc 18,31-34.
29
Cf. Dt 4, 25-30
30
Cf. Jer, 25, 8-14
31
La Piedra que era Cristo, p. 98.
32
El Nacional, A/4, Caracas, 15 de marzo de 2000
33
Mt, 16, 27; 19, 28; 20, 21; 23, 39; 24, 30 ss; Lc13. 35; 22, 30
34
Mt, 13, 38 ss; 25, 33.
35
Mt, 8, 11; 13, 43; 16, 29; Lc, 13, 28; 16, 22; 22, 30.
136
36
Mt, 5, 22; 8, 12; 10, 28; 13: 40, 42, 50; 18, 8; 24, 51; 25, 30; Mc, 9, 43, etc..
37
Mt, 7, 12; 22, 13; 25, 60.
38
Mt 3, 29; Lc 22, 69; Act 8, 55.
39
Lc, 8, 8; Act, 2, 17; 3, 19 ss; I Cor, 15: 23-24 y 52; I Tes, 3, 13; 4, 14 ss; 5, 23
40
Lc, 17, 30; I Cor, 1, 7-8; II Tes, 1, 7; I Pedro, 1, 7-13; Apoc, 1, 1
41
Apoc, 1, 3; 22,10, comp. con 1, 1
42
Mt, 11, 15; 13, 9 y 43; Mc, 14, 9 y 23; 7, 16; Lc, 8, 8, 14, 35; Apoc, 2: 7, 11, 27,
29; 3: 6, 13, 22; 13, 9
43
Apoc, 11, 23; 12, 6 y 14, comp. con Daniel, VII, 25; XII, 7.
44
Mt, 24, 36; Mc, 13, 32.
45
Mt, 24, 36 ss; Mc, 13, 32 ss; Lc, 2, 5; 10; 17, 10 ss
46
Lc, 12, 40; II Pedro, 3, 10.
47
(Mt, 10, 23; 24 y 25, enteros y, sobre todo, 24: 29, 34; Mc, 13, 30; Lc, 13, 35;
21, 28 ss)
48
Mt, 16, 28; 23, 36 y 39; 24, 34; Mc, 8, 39; Lc, 9, 27; 21, 32.
49
Mt, 16, 2-4; Lc, 12, 54-56
50
Mt 24,29-31; Mc 13,26-27; Lc 21,27.
51
El Nacional, A/9, Caracas, lunes 3 de julio de 2000.
52
Mc, 6, 15; Mt, 21, 11 y 46; Lc, 7, 16; 24, 19...
53
Mc, 8, 29; Lc, 24, 25; Jn, 4, 25; 7, 40; 9, 35.
54
Mc, 6, 24; 6, 15; 8, 28, Mt, 21, 11 y 46; Lc, 6, 16; 13, 33; 24, 19; Jn, 4, 19; 6,
14; 7, 40; 7, 52; 9, 17; Act, 3, 23.
55
Mc, 8, 28; Lc, 24, 19 y 25; Jn, 4, 19 y 25; 9, 17 y 36).
56
Mc, 6, 4; Lc, 13, 33.
57
II Reyes, 2, 9 y 15; Números, II, 25.
58
Mc, 1, 12; Éxodo, 3, 1; I Reyes, 19, 8.
59
Éxodo, 34, 28; Deut, 9, 9; 10, 10...; I Reyes, 19, 8; Lc, 4, 2.
60
Mc, 1, 16 y 19; 2, 14; Lc, 5, 8; I Reyes, 19, 19
61
Núm, 12, 13; Mc, 1, 41.
62
I Reyes, 17, 21; II Reyes, 4, 34.
63
Éx, 3, 1; 20, 21; 24, 9; 13, 15 y 18; I Reyes, 19, 8
64
II Reyes, 2, 11; Act, 1, 9; Vida, 30 final.
65
Cf.: II Reyes, 1, 10; Lc, 9, 54.
66
II Reyes, 6, 17; Mt, 26, 53.
Capítulo 3
EL MAGO
segundo se abre con un nuevo milagro, pues se nos dice que, cuando
regresó a Cafarnaúm, la multitud que se había congregado era tan grande
que algunos hombres que llevaban a un paralítico tuvieron que subir al
techo y bajar al enfermo, en su camilla, hasta la presencia del sanador (2,
1ss). Otra vez, cuando se hizo a la mar, la muchedumbre lo siguió desde
tan lejos como Jerusalén y Sidón, "oyendo las cosas que él hacía" (3, 8),
"pues había curado a muchos, de modo que todos los que tenían
aflicciones se le echaban encima, intentando tocarlo, y quienes estaban
[poseídos] por espíritus inmundos, cuando lo veían decían: Tú eres el hijo
de Dios" (3, 10ss). Todas las historias anteriores son las que presentan el
tema en el Evangelio según Marcos. Desde aquí en adelante, el
evangelista se refiere con frecuencia a muchedumbres de individuos que
acuden a Jesús o que desean verlo por sus milagros. Inclusos sus
enemigos, mientras lo están crucificando, declaran sus hazañas
milagrosas: "Ha salvado a otros, pero no puede salvarse así mismo" (15,
31).
Lo anterior, a propósito de Marcos. Otro tanto puede decirse de Mateo
y de Lucas. En su redacción original, el Evangelio según Juan concluía
probablemente con las siguientes palabras, que ahora cierran el capítulo
20: "Además Jesús realizó otras señales en presencia de sus discípulos,
señales que no han sido relatadas en este libro. Pero éstas han sido escritas
para que creáis que Jesús era el Mesías, el hijo de Dios, y para que,
creyéndolo, podáis tener vida en su nombre"5.
En resumen, la mayoría de los relatos evangélicos presentan a Jesús
como un milagrero que atraía a sus seguidores mediante los prodigios
relatados. Todos ellos señalan que fue por los milagros por lo que se creyó
que él era el Mesías6 y se hizo de él un dios7. En las iglesias palestinas
primitivas se recordaba a Jesús como alguien capaz de hacer milagros.
Es creencia común que un hombre que puede hacer milagros tiene
alguna clase de poder sobrenatural. Si los milagros son beneficiosos (las
curaciones, sobre todo), su poder se considera santo. Igualmente, su
persona. Como hombre santo, pues, sus frases y sus acciones serán
recordadas y los hombres lo seguirán para beneficiarse de su poder santo.
Si, además de esto, sus numerosos y entusiastas seguidores empiezan a
pensar que él es el Mesías esperado, como para asustar a las autoridades,
este hombre se va a encontrar pronto en serios apuros. Y esto fue lo que
ocurrió. Sus milagros atrajeron enormes multitudes e hicieron que muchos
pensaran que él era el Mesías y las autoridades... ¡temblaron! Juan resume
perfectamente el problema cuando dice que "los príncipes de los
sacerdotes y los fariseos" -después que Jesús hubo resucitado a Lázaro-
"convocaron a una reunión, y dijeron: ¿Qué hacemos, que este hombre
está haciendo muchos milagros? Si lo dejamos así, todos creerán en él, y
vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación"
143
1. ¡Milagro!
"Por orden del Rey, se prohíbe a Dios hacer milagros en este lugar",
rezaba un irónico cartel que fue colocado por la secta de los
convulsionarios el 27 de enero de 1732 en el cementerio de Saint-Médard,
como protesta ante las autoridades.
Nada más alejado de nuestra intención que comparar a Jesús con
ningún otro personaje histórico. Pero recordemos a un suizo llamado La
Fontaine. Nacido en 1803, tras recorrer el territorio francés, sus pasos lo
llevaron a Italia. Muy pronto sus actuaciones en aquel país comenzaron a
granjearle fama de taumaturgo. Las numerosas denuncias cursadas contra
él afirmaban que "realizaba una impía imitación de los milagros de
Cristo". Encarcelado poco tiempo después, fue puesto al fin en libertad
por el rey Fernando de Nápoles, con la condición expresa de que "no
devolviera la vista a los ciegos ni el oído a los sordos". Recibido en
audiencia por el Pontífice Pío IX, La Fontaine no solamente pudo
convencerlo de que sus curaciones no pretendían imitar las de Cristo, sino
que incluso obtuvo una declaración del Papa en la que éste expresaba su
deseo de que "para el bienestar de la humanidad, el magnetismo se
difunda por todas partes...”
En realidad, sabemos muy poco de los efectos que la mente puede
provocar sobre el cuerpo. La psicosomática es aún una ciencia muy joven
y pisa terrenos inciertos y resbaladizos. En otros tiempos los médicos
hablaban de cegueras, sorderas y parálisis histéricas. Algo no demasiado
infrecuente entre los soldados destinados a los frentes de combate. De
alguna manera, es como si las vías nerviosas que unen los órganos
sensoriales con el cerebro, en los casos de ceguera y sordera, y las zonas
motoras del córtex con la extremidades, se desconectaran. No físicamente,
pero los impulsos no pasan. Un estado semejante se puede provocar
mediante la hipnosis. Cuando a una persona la sugestionan de que no vea
si se enciende una luz ante sus ojos, la pupila se contrae, pero el sujeto no
reacciona ni se sobresalta ante el impulso luminoso. El ojo ve; pero el
cerebro, no.
"Levántate, dijo entonces Jesús al paralítico -cuenta el evangelio de
Mateo-, toma tu camilla y vete a tu casa. Él, levantándose, fuese a su
144
Todos los curas católicos reciben esta orden, en otras palabras, todos ellos
están en condiciones de arrojar demonios. Claro que hay especialistas,
como el que se muestra en las exitosas películas del El Exorcista. Pero, en
realidad, “Nadie que tenga potestad de hacer exorcismos puede hacerlos
legítimamente sobre los posesos si no ha obtenido para cada caso licencia
especial y expresa del [obispo] Ordinario. Esta licencia solamente debe
concederla el [obispo] Ordinario al sacerdote que sea piadoso, prudente y
de vida irreprensible; y el sacerdote no debe proceder a hacer los
exorcismos sin antes haberse cerciorado, por medio de una investigación
cuidadosa y prudente, de que se trata realmente de un caso de posesión
diabólica” (&1151).
El lector habrá advertido la insistencia de la Iglesia en la prudencia del
exorcista. Y es que en siglos pasados, el tratamiento de las perturbaciones
mentales era con exorcismos. Este tipo de “terapia” persistió así más
tiempo que cualquiera otra rama de la medicina. Se consideraba que la
locura era debida a la posesión diabólica, una opinión que podía
reforzarse acudiendo al Nuevo Testamento. A veces una cura podía
efectuarse por exorcismo, o tocando una reliquia, o por la orden que un
hombre santo daba al demonio para que saliera. La fórmula del exorcismo
llegó a ser cada vez más grande, y más y más salpicada de oscuridades.
Por tales medios, los jesuitas de Viena en 1583 arrojaron 12.652 diablos.
Claro que cuando fallaban estos métodos mixtos, el paciente era azotado;
si el demonio se resistía todavía, era torturado... Hoy, el tiempo no ha
pasado en vano... ¡gracias a Dios!22 Aunque no tanto: ¡todavía es preciso
hacer milagros para llegar a la santidad!
El Código de derecho canónico, libro IV, parte III, trata de "De las
causas de beatificación de los siervos de Dios y de canonización de los
beatos" (& 1999-2141). Como el lector puede deducir, son 42 artículos
destinados a poner orden en el Cielo, es decir, 42 artículos que norman el
ascenso de un mortal a la inmortalidad o cómo un hombre puede volverse
un dios. En esta parte del Código se señalan los requisitos, que son: 1)
heroicidad de virtudes 2) o martirio y 3) milagros obrados por
intercesión del candidato (& 2116).
Tanto si se han practicado virtudes heroicas como si se ha sufrido
martirio, el aspirante a la santidad, como conditio sine que non, debe
hacer milagros (después de muerto), si quiere entrar al panteón celestial.
Los milagros que se exigen como pruebas de santidad son,
fundamentalmente, sobre enfermedades23.
Como requisitos de forma se exigen juramentos a todos los que
intervienen en el proceso (& 2037), lo cual fue expresamente prohibido
por el Maestro de Nazaret. Las mujeres no pueden ser actores del proceso
(2004), así estén dispuestas a jurar. El Código que estamos consultando
148
todas estas cosas es una "gracia" de Dios. Debiérase, más bien, señalar
que es una desgracia... ¡para la razón! Veamos.
Si nada es necesariamente verdadero sino por decreto divino, es
evidente que las leyes universales de la naturaleza son los decretos
mismos de Dios. Por otro lado, no existe ninguna buena razón para
imponer un límite al poder y virtud naturales, y considerar sus leyes como
apropiadas a tal fin determinado y no a todos los fines posibles. Es claro
que el poder y la virtud de la naturaleza son el poder y la virtud de Dios.
¿Cómo se puede, entonces, definir el milagro? Milagro es todo
aquello que no puede explicarse por causas naturales, tales como la razón
nos las presenta. Pero los milagros tienen otro aspecto. Hoy se mantienen
para el vulgo, ignorante por completo de los principios de las cosas
naturales. Es casi seguro que los antiguos miraban como milagros a todo
lo que no podían explicar del modo como el vulgo explica las cosas, es
decir, pidiendo a la memoria el recuerdo de algún acontecimiento
semejante que fácilmente y sin admiración se pueda recordar. El vulgo
cree comprender suficientemente una cosa cuando ya no le causa
admiración. Se deduce de todo esto que un milagro, es decir, una cosa
superior a la inteligencia humana, no puede hacernos comprender la
esencia y la existencia de Dios, ni enseñarnos absolutamente nada de Dios
o de la naturaleza. Por el contrario, cuando sabemos que todas las cosas
están determinadas y reguladas por la mano divina, que las operaciones de
la naturaleza resultan de la existencia de Dios, que las leyes del universo
son sus decretos y voluntades eternos, entonces conocemos más a Dios y
su voluntad. Cuanto más penetramos en el conocimiento de las cosas
naturales y más estrechamente vemos que dependen de su causa primera
según las leyes eternas, por él fijadas en la naturaleza, más sabemos de
Dios.
Síguese de aquí que, para nuestra inteligencia, los fenómenos que
comprendemos clara y distintamente merecen mejor ser llamados obras
de Dios. Y deben ser atribuidos a la voluntad divina. Por el contrario, los
milagros que nos dejan en ignorancia absoluta, aunque ocupen
fuertemente la imaginación de la gente y la llenen de admiración y
sorpresa, deben ser puestos entre paréntesis y esperar su explicación
racional. En conclusión: los milagros no nos dan a conocer a Dios, ni su
existencia, ni su providencia, sino que todas estas verdades se deducen
mucho mejor del orden fijo e inmutable de la naturaleza, creación divina.
Así debe entenderse por milagro todo lo que excede o parece exceder el
alcance de la inteligencia humana. Porque si se llama milagro una
alteración del orden natural, o una interpretación de su curso, o cualquier
hecho contrario a las leyes, entonces debe decirse no solamente que un
milagro no puede dar algún conocimiento de Dios, sino que llegará a
152
Jesús el mago fue la figura que vieron los más antiguos adversarios de
Jesús. Jesús el hijo de Dios fue la figura que vio aquella parte de sus
seguidores que terminó por triunfar. Jesús real fue el hombre cuyas
palabras y acciones dieron origen a estas interpretaciones contradictorias.
Jesús, el hijo de Dios, está reflejado en los evangelios; las obras que
presentaban a Jesús, el mago, fueron destruidas en la antigüedad, después
de que los cristianos se hicieron con el dominio del Imperio romano.
Conocemos las obras perdidas sólo por fragmentos y referencias, la mayor
parte de las mismas en obras de autores cristianos. De ahí que los eruditos
modernos, cuando se han propuesto descubrir al Jesús histórico existente
detrás de las leyendas evangélicas, no hayan prestado atención, por lo
general, a las pruebas sobre Jesús, el mago, y sólo hayan considerado
como fuentes válidas los evangelios. Así, pues, es comprensible que su
trabajo haya resultado tendencioso. Esto es lo que trató de demostrar
Morton Smith en Jesús el mago.
Sabemos que, en el año 326, Constantino ordenó buscar y destruir los
libros de los herejes, esto es, cristianos que sostenían opiniones
minoritarias. Evidentemente, hizo lo mismo con las obras profanas acerca
de Jesús, puesto que se refiere a la destrucción de algunas de ellas en el
edicto siguiente del año 333. Así, sabemos que se destruyó la obra de
Porfirio denominada Contra los cristianos, aunque de ella sólo nos
quedan fragmentos. De igual modo se pretendió destruir el apócrifo
Evangelio de Taciano, que pudo ser reconstruido... aproximadamente. De
esta manera, poco a poco durante los dos últimos siglos, los eruditos han
156
obedecerían si se los llamaba por sus nombres. En este caso, los escribas
de Jerusalén dijeron que el nombre era Belcebú, "el que gobierna los
demonios". El "espíritu santo" -expresión de Jesús al final del pasaje- es el
espíritu por el cual muchos cristianos creían que Jesús hizo sus milagros.
La blasfemia consiste en llamarle un demonio. La frase demuestra que al
menos algunos cristianos estaban dispuestos a admitir que Jesús "tenía un
espíritu", pero insistían en que era uno (o "el único") santo. Los otros lo
acusaban de "tiene un espíritu inmundo". Veamos las acusaciones de
magia contra Jesús fuera de los evangelios.
Mateo (2, 13-21) sobre su huida a Egipto. Es ésta una historia sólo
conocida por este evangelista y contradicha implícitamente por Lucas,
quien mantiene a la Sagrada Familia cerca de Jerusalén hasta cuarenta
días después de haber presentado a Jesús en el Templo. Después lo envía
de regreso a Galilea. ¿Qué quería decir Mateo? "Sí, Jesús pasó algún
tiempo en Egipto, pero sólo cuando era un niño. No pudo, pues, haber
aprendido la magia en aquella edad". La discusión de Eliezer y del
Evangelio según Mateo son aproximadamente contemporáneas, es decir,
más o menos hacia el año 90 d. C.
retrato espeluznante de la bruja que no quería adorar a los dioses, sino que
dedicó su vida al culto de las potencias del inframundo (a cuya compañía
se consideraba que pertenecía Jesús, un delincuente ejecutado). Un
elemento importante de este mundo era el canibalismo. La bruja de
Lucano (Farsalia VI, 706-711) no se contenta con invocar un alma del
inframundo: la obliga a entrar en el cuerpo muerto y revivificarlo, para
que el hombre entero se levante de entre los muertos (como proclamaban
los cristianos que había hecho Jesús). Al comenzar su rito, en las plegarias
dirigidas a los dioses del inframundo y, entre ellos, al anónimo
"gobernante de la tierra" (un papel que los documentos gnósticos le
asignan a menudo al dios judío), hace gran parte de su canibalismo como
un servicio meritorio por el cual ella recibe la atención merecida: "Si yo te
invoco con una boca suficientemente perversa y sucia, si nunca canto
estos himnos sin haber comido carne humana... concédeme [mi] plegaria"
Plinio, 'el joven', que fue gobernador de Bitinia, al noroeste de Turquía,
investigó a los cristianos los años 110 y 111 y comprobó que eran unos
simples inocentones. Encontró en ellos nada más que una "depravada y
extravagante superstición" y una asociación aparentemente inofensiva:
ellos se encuentran en días señalados antes del amanecer, "cantan un
himno a Cristo como un dios" y se obligan a sí mismos por un juramento:
no cometer ningún delito. Más tarde, vuelven a reunirse para compartir la
comida, "pero común e inofensiva". A pesar de esto, dejó en libertad a los
acusados que negaron ser cristianos y ejecutó a los que admitieron ser
cristianos y rehusaban desistir de ello. ¿Por qué tal conducta? La carta que
envió a Trajano (X, 90) da la respuesta. Las autoridades romanas creían
que los cristianos eran una organización para la práctica de la magia. Para
averiguar la verdad , asistamos a un interrogatorio a que se somete a dos
siervas:
En su Diálogo con Trifón, escrito en Roma entre los años 150 y 165,
Justino mártir le hace a su imaginario interlocutor judío los siguientes
reproches: "[Vosotros, los judíos] habéis enviado hombres escogidos a
todos los rincones del Imperio como representantes oficiales [del Sumo
Sacerdote y del Sanedrín], proclamando: 'Una herejía impía y libertina ha
surgido de un tal Jesús, un mago de Galilea. Nosotros lo hemos
crucificado, [pero] sus discípulos lo robaron por la noche de la tumba en la
que había sido puesto [cuando] se le descendió de la cruz, y engañan al
pueblo diciendo que él ha resucitado de entre los muertos y ha ascendido
al cielo'. [También difamáis a Jesús] diciendo que él enseñó esas cosas
impías, ilegales y atroces que vosotros contáis a toda clase de gentes [en
vuestros ataques] contra aquellos que confiesan a Cristo, tanto [como a su
propio] maestro, como [en su calidad de] hijo de Dios". Las "cosas impías,
ilegales y atroces" incluían la práctica de orgías nocturnas en las cuales,
después de haber comido carne humana, se apagaban las luces y un grupo
de ellos se perseguía a tientas, animado por una relación indiscriminada y
posiblemente incestuosa.
Si se juntan las pocas preguntas de Trifón y lo dicho en las dos
Apologías que dirigió Justino al gobierno romano, tenemos: Jesús fue un
maestro poco escrupuloso ("Sofista", I Apología, 14, 15), "un hombre
nacido de los hombres, que realizó estas [hazañas] que llamamos milagros
por arte de magia y que, por tanto, se creyó que era un hijo de Dios. En
realidad, él era un "mago que llevó al pueblo por mal camino" y sus
milagros fueron "alucinaciones producidas mágicamente".
La acusación de magia presupone el rechazo de la Ley de Moisés, y
este rechazo de la Ley era, probablemente, el fundamento de las
acusaciones de "ilegalidad", "impiedad" e "inmoralidad" que dice Justino
que los judíos formulaban a Jesús.
Luciano, nacido hacia el año 120, que vivió hasta el 185,
aproximadamente, y que fue un famoso ensayista, conferenciante y
brillante hombre de mundo, escribió sobre el fanatismo, la superchería y
la superstición con un sentimiento de diversión desdeñosa. En la Vida de
Peregrinus, nos presenta un retrato de algunos cristianos palestinos,
embaucados por Peregrinus, un filósofo cínico. Escribió: "Ellos todavía
161
reverencian a ese hombre que fue puesto sobre una estaca en Palestina
porque introdujo en la vida [humana] esta nueva iniciación" (cap. 11). Por
consiguiente, "estas pobres criaturas se han convencido a sí mismas de
que serán completamente inmortales y vivirán para siempre. Además, su
primer legislador les persuadió de que todos ellos serán hermanos unos de
otros cuando, una vez se hayan pasado [a la secta], renieguen de los dioses
griegos y adoren a este mismo sofista crucificado y vivan de acuerdo con
sus leyes. Según esto, tampoco le dan importancia alguna a ninguna cosa
y piensan que todas ellas son [de propiedad] común, tomándolas [del
fondo común] sin [dar] ninguna garantía adecuada" (cap. 13).
Celso, un platónico desconocido, hizo un estudio del culto cristiano ( c.
177) y escribió un tratado, atacándolo. Cuando triunfó el cristianismo, este
tratado fue destruido. Antes de esto, hacia el año 247, el apologista
cristiano Orígenes escribió una réplica contra él y citó una gran extensión
de su texto, casi frase por frase. Gran parte del texto al cual replicaba
Orígenes lo podemos reconstruir a partir de sus respuestas. El contenido
de algunos pasajes que él no citó lo podemos deducir de sus comentarios.
Aquello que él dejó sin respuesta, probablemente los puntos más
embarazos, nunca lo conoceremos.
¿Qué decía Celso, según Orígenes? El retrato popular de Jesús que
conoció Celso era principalmente el de un hacedor de milagros. Celso
acusaba a Jesús de haberse inventado la historia del nacimiento de una
virgen, considerando que, en realidad, procedía de una aldea judía y de
una pobre mujer campesina que vivía de hilar con la rueca. Ella había sido
repudiada como adúltera por su marido, un carpintero. Deambulando en
su ignominia, dio a luz en secreto a Jesús, el cual había concebido de un
soldado llamado Pantera. Tras crecer en Galilea, Jesús fue a trabajar a
Egipto como jornalero. Allí aprendió algunos de aquellos ritos mágicos de
los cuales se enorgullecen los egipcios. Regresó a Palestina esperando
grandes cosas de sus poderes y a causa de ellos se proclamó dios él mismo
(Contra Celso, I, 28, 38).
Según Orígenes, después de esto Celso pasó a atacar , primero, la
historia de que el espíritu santo había descendido sobre Jesús, en forma de
paloma, después de su bautismo; luego, la aplicación a Jesús de las
profecías del Antiguo Testamento acerca de un salvador y, finalmente, la
historia de la estrella y de los magos (I, 40).
Informa también Celso que Jesús tuvo sólo diez discípulos que eran
"recaudadores de impuestos y marineros de la peor especie, incapaces de
leer y escribir, con los cuales estuvo corriendo, como un fugitivo, de un
lugar a otro, ganándose la vida vergonzosamente como un mendigo".
Su siguiente ataque a la historia de la huida a Egipto (I, 66) es casi
seguro que está basado en Mateo.
162
Al principio del libro III, Celso concluye tanto el ataque judío como la
defensa cristiana con un proverbio griego: "Una pelea por la sombra de un
asno", porque, teniendo en cuenta que las esperanzas de ambas partes en
la llegada de un Mesías son absurdas, es una pérdida de tiempo seguir con
la disputa de si Jesús cumplía o no con estas esperanzas.
¿Cuál era la personalidad de Jesús según Celso?
1. Jesús "cumplió todas las costumbres judías, incluso [aquéllas
sobre los sacrificios" (II, 6).
2. Era "embustero", "jactancioso" y "profano".
3. En VI, 75, Celso afirma que el cuerpo de Jesús era, "como
decían, pequeño y feo, y más bien mediocre".
4. Declara que Jesús proclamaba ser un dios (II, 9).
5. Se creyó que él era un "ángel" (II, 9, 44; V, 52).
6. "Abandonado y traicionado por sus compañeros, se escondió,
huyó y fue cogido" (II, 9-12).
7. Al llegar a los acontecimientos del proceso y la Pasión (II, 44),
Celso compara a Jesús con un "bandido" (lestés), palabra que
emplea F. Josefopara significar "revolucionario".
8. Otro rasgo peculiar es el de Jesús "lanzándose con su boca
abierta para beber" (II, 37) durante la crucifixión.
9. Que "él no convenció a nadie mientras vivió" (II, 39, 46).
10. Celso escribió: "con su propia voz, [Jesús] proclama claramente,
como vosotros mismos habéis escrito: 'Otros estarán también contigo,
haciendo milagros parecidos, hombres perversos y hechiceros', y
nombra a uno, 'Satán', como inventando estas cosa" (II, 49).
11. La resurrección, según Celso, fue atestiguada por "una mujer
histérica y tal vez algún otro [hombre] de aquéllos de la misma
camada" (II, 55).
Hacia el año 200, un importantísimo teólogo y Padre de la Iglesia,
llamado Tertuliano, resume el relato judío sobre Jesús tal como él lo
conoció: "Hijo de un carpintero y de una prostituta, profanador del
sábado, un samaritano y alguien que tenía un demonio... Comprado [por
los sumos sacerdotes] a Judas... golpeado con una caña y abofeteado,
cubierto de ignominiosos salivazos, le dieron hiel y vinagre para beber...
[Un hombre] a quien sus discípulos hicieron desaparecer [de la tumba] y
así pudieron decir que había resucitado, o a quien el hortelano se llevó de
allí para que la muchedumbre de visitantes no estropeara las lechugas"
(De spectaculis, 30).
¿Cómo enfrentaron los cristianos la acusación reiterada de que Jesús
había sido hijo de Pantera? Hacia el año 300, Eusebio intentó explicar la
historia de Pantera como una comprensión equivocada de la Escritura.
Epifanio, un siglo después, le otorgó a Pantera un lugar legítimo en la
Sagrada Familia al señalar que fue... ¡el abuelo "paterno" del Salvador!
163
5.3. El antievangelio
de los medos y de los persas, conquistó las ciudades griegas del Asia
Menor. Herodoto, que escribió un siglo después, nos dice que eran
intérpretes de sueños, de augurios y de portentos. También cuando un
persa quería ofrecer un sacrificio, debía tener un mago para que cantara un
relato sobre el nacimiento de los dioses. Dirigía además los sacrificios
públicos.
El poder caldeo representaba para el israelita piadoso el reino de la
idolatría, de la fuerza y del mal. Además, era una dominación de hierro,
que no dejaba libre ningún castigo y no consentía esperanzas. La dinastía
persa de Ciro, por el contrario, era más agradable a los seguidores de
Yahvé. Gentes de una moralidad relativa sustituyeron la ferocidad
conocida antes. Israel, que se rebeló contra Grecia y que se hizo quemar
por Roma, trató al Irán como país humano y quiso que participara en la
estima de Yahvé.
El lector debe saber que la dinastía de los aqueménidas gobernó
Persia aproximadamente desde el 550 hasta el 330 a.C. Aunque iniciada
durante el siglo VII a.C. por Aquemenes (Hakhamanish), soberano menor
del reino de Anzán, situado en el suroeste del actual Irán, el verdadero
fundador de la dinastía fue su biz-biznieto Ciro II el Grande, creador del
Imperio persa. En el apogeo de su poder, con Darío I el Grande, los
aqueménidas gobernaron en un imperio que se extendía desde el río Indo,
al este, hasta Libia y Tracia, al oeste, y desde el golfo Pérsico, al sur, hasta
el Cáucaso y el río Jaxartes (actual Syr Daryá), al norte. Proporcionaron a
Persia una magnífica administración basada en la división del Imperio en
20 provincias regidas por sátrapas, un extenso código legal, una moneda
solvente y un servicio postal eficaz. Aunque eran seguidores de las
doctrinas de Zoroastro, fueron tolerantes con otras religiones y durante su
mandato se desarrollaron el arte y la arquitectura, como evidencian las
magníficas ruinas de Persépolis. La dinastía acabó con la muerte de Darío
III, que fue asesinado por sus propios hombres tras su derrota frente
Alejandro Magno en el 334 a.C.
La religión irania, el siglo VI a. C, no estaba bastante unida al tronco
asirio. Ahuramazda el omnisciente (Ormuzd) era una auténtico dios
supremo, más abstracto que Yahvé. Su rival Angramaínius (Ahrimán)
no estaba muy desarrollado, de modo que la religión persa en aquella
época era como un monoteísmo. No tenía templos. Llegaba hasta las
consecuencias ordinarias del monoteísmo, a la intolerancia, al horror
exagerado a las imágenes.
Por todo esto se establecería entre Israel y los nuevos conquistadores
una gran simpatía. La institución de los magos, que puede remontarse a la
Media del siglo VII a. C., tenía sus semejanzas con el levitismo judío. Una
moral que encontramos a través de los siglos en el Avesta, graves y
verosímiles disciplinas, costumbres de compañerismo feudal muy sanos
167
para una humanidad tosca todavía, significaban entre los persas la areté
antigua, la que funda los imperios, pero los disuelve pronto.
En resumen, los magos, fue una casta de sacerdotes de la antigua
Persia. Se dice que fueron los seguidores de Zoroastro, maestro y profeta
persa. Mientras profesaban las doctrinas del zoroastrismo, practicaban un
ritual que incluía el verter libaciones de leche, aceite y miel sobre una
llama, mientras entonaban rezos e himnos. La religión de los magos fue
lentamente incluyendo elementos babilónicos, tales como la astrología, la
demonología y la magia (la cual deriva de la palabra magi). Más o menos
hacia el siglo I d.C., los magos eran reconocidos como hombres sabios y
adivinos. Por eso, los magos mencionados en la Biblia, que vinieron de
Oriente a adorar al niño Jesús (Mat 2,1-12), eran considerados unos
hombres sabios. Pero ¿qué decían de ellos los griegos?
En los dramas de finales del siglo V a. C, la palabra magos significaba
'charlatán', las 'artes de los magos' se igualaban al 'uso de drogas' y a los
'engaños de los dioses'. La palabra mageía (lo que hacían los magos)
aparece por primera vez en esa época.
Herodoto observaba que los "magos se diferencian en muchos aspectos
de los demás hombres", por ejemplo:
1. matan animales nocivos;
2. no entierran un cadáver hasta que un cuervo o ave de rapiña lo
haya arrastrado;
3. practican la endogamia.
En realidad, la endogamia y sus reglas peculiares de purificación les
ayudaban a mantenerse como un grupo aparte, lo cual aumentaba su
reputación de sus doctrinas secretas.
Historias de los magos que ofrecían sacrificios humanos a los dioses
del inframundo aparecen en Herodoto (VII, 114). Plutarco llega más lejos
al atribuirles enseñanzas sobre el próximo fin del mundo, la destrucción
de los malvados y una era de paz y felicidad para los justos. Estas ideas
persas nos han llegado a ser familiares por mediación de las adaptaciones
judías que se conservan en varios libros, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento. No podemos estar seguros de cuánto de esto procede
de los magos en el judaísmo y cuánto en el cristianismo. Una de las
razones de esta incertidumbre es que, además de los auténticos magos,
floreció una gran cosecha de imitadores suyos a lo largo de las tierras
ribereñas del Mediterráneo durante toda la dominación romana.
Hechos (13, 6-12) nos da una breve descripción de uno de ellos, un
judío patrocinado por el gobernador romano de Chipre, hacia el año 48 d.
C. Mal aconsejado, intentó desacreditar a Pablo, que resulto ser... un
competidor más poderoso que él, y lo cegó.
168
6. Hacedor de milagros
a) Exorcismos.
Los paralelos mágicos con éstos nos hablan de la reputación que tenía
Jesús, y que habían extendido sus enemigos, de ser un mago que
dominaba "al que gobierna a los demonios" (Mc 3,22; Mt 9, 34). Aquellos
de sus seguidores que creían que el "espíritu santo" había descendido
sobre él y le había convertido en "el hijo" creyeron que él era capaz de
dominar por sí mismo a los espíritus, y no sólo de ordenarles que salieran
(exorcismo), sino también de enviarlos a hacer recados o enviarlos al
interior de cosas o personas. Esto se puede comprobar en la cura del
171
esclavo del centurión cuando unos amigos enviados por éste le dicen a
Jesús: "Señor, no te molestes en venir tú mismo... Di solamente la
palabra” [mágica ] (Lc 7, 6ss).
Esta manera de gastar espíritus y de dárselos a la gente para que se
sirviera de ellos se atribuía a menudo a los magos. Por ello eran muy
temidos. Era ésta la más negra de las magias, de modo que es
sorprendente que los evangelios mismos minimicen su práctica por parte
de Jesús. Él no envía la legión de demonios a los cerdos gadarenos, sólo
permite que entren en ellos y los destruyan (Mc 15, 13). De la misma
manera es explicada la traición de Judas: es permitida.
Estrechamente relacionada con la práctica de enviar espíritus malignos
está la de causar aborrecimientos. Era ésta una parte normal de las
actividades de un mago. Existía una clase de conjuros, conocidos como
"divinos". La mayoría de las veces se utilizaban en los asuntos amorosos,
pero la magia también tenía un ancho campo en las peleas familiares. Así
Jesús dice: "Yo he venido a poner al hombre contra su padre, y a la hija
contra su madre, y a la nuera contra su suegra, de modo que los enemigos
de los hombres serán aquéllos de su propio domicilio" (Mt 15, 35).
En contraste con el relato de cuando Jesús le dio Satanás a Judas, Juan
era más abierto cuando trataba del envío de espíritus buenos. Insiste en
que el espíritu no fue dado mientras Jesús vivió (Jn 7, 39). De este modo
exculpa a su héroe de la acusación de haber practicado la magia al darlo;
pero hace que Jesús prometa que, después de su muerte, le pedirá al Padre
que lo envíe (Jn 14, 16 y 26), o que él mismo enviará "desde el Padre" (Jn
15, 26) "el espíritu de verdad" para que "esté con vosotros", para
"conduciros a toda verdad" y "anunciaros las cosas que vendrán". Estos
pasajes tienen paralelos en docenas de textos mágicos en los cuales un
mago, o bien envía un espíritu, o bien le pide a una divinidad que lo haga
de vez en cuando para que entre en alguien, y más a menudo para que
revele secretos y prediga el futuro.
Además de hacer que Jesús prometiera enviar "el espíritu de verdad" a
sus discípulos, Juan dice que, tras su resurrección, les envió el "espíritu
santo soplando sobre ellos" (Jn 20, 22). Esto recuerda a los magos
egipcios de Celso que "expulsaban demonios de los hombres y
dispersaban las enfermedades soplando". La idea de que los espíritus
podían ser soplados demuestra el fondo popular de la demonología.
La descripción de Jesús no sólo dice que él tenía dominados a los
espíritus por sí mismo, sino que les había dado a doce de sus discípulos el
poder ("autoridad", dice el evangelio) de expulsar demonios, y les había
enviado fuera para que vivieran como exorcistas itinerantes. Marcos
informa de que éstos expulsaron muchos demonios (Mc, 6, 13). Lucas
tiene una historia de unos setenta y dos discípulos enviados fuera a
172
b) Curaciones.
c) Resurrección.
d) Alimentación.
Jesús hizo dos veces que aumentara el alimento, de modo que una
pequeña cantidad sirviera para una gran congregación (Mc 6, 32 ss; (,
1ss). Estas historias de Jesús están moldeadas sobre su próximo paralelo
de II Reyes, 4, 42ss. Sólo que allí Eliseo alimentó a cien personas; Jesús lo
hizo con cuatro o cinco mil. Sobre la multiplicación de los panes y los
peces escribió M.Otero Silva:
e) Milagros naturales
7. Enseñanza y magia
aprieta con sus manos a la víctima que él cree tener o que querría tener y
la estrangula...
La magia es, pues, innata al hombre, no siendo más que la
exteriorización de un deseo que llena su corazón. Si ha parecido artificial
y ha sido reducido a asociaciones de ideas superficiales, es porque se ha
estudiado en las operaciones que son realizadas, precisamente, para
dispensar al mago de poner en ella su alma y para obtener sin fatiga el
mismo resultado. El actor que estudia su papel se penetra de verdad de la
emoción que debe expresar, anota los gestos y las entonaciones que
surgen de ella y más tarde, delante del público, sólo reproducirá la
entonación y el gesto, pudiéndose ahorrar la emoción. Es lo mismo que
ocurre con la magia. Las "leyes" que se han encontrado en ella no nos
dicen nada del impulso natural del que ha surgido. No son más que la
fórmula de los procedimientos que la pereza ha sugerido a esa magia
original para imitarse a sí misma. Parece, por tanto, que se resuelve en dos
elementos: el deseo de actuar sobre algo, sea lo que sea, incluso sobre
algo que no puede alcanzarse, y la idea de que las cosas están cargadas o
se dejan cargar de lo que llamaríamos un fluido humano. Hay que
remitirse al primer punto para comparar entre sí la magia y la ciencia, y al
segundo para relacionar la magia con la religión.
Al igual que otros magos, a Jesús se le ha presentado como un hombre
sagrado y también como un dios encarnado. En su calidad de ambas cosas
se esperaba que enseñara sobre todos los temas religiosos, desde los
deseos de los dioses hasta las prácticas de los hombres.
Es extraño que casi ninguna de las enseñanzas de Jesús sobre sus
curaciones se haya conservado, a parte de su famosa frase "Tu fe te ha
curado". Tal vez las iglesias primitivas tuvieron menos éxito con
curaciones objetivamente determinables que con los exorcismos. En
consecuencia, perdieran su interés por el tema. Lo mismo pudo suceder
con Jesús. Teniendo en cuenta la antigua ignorancia de la medicina, lo
mejor que uno podía hacer era meterse en la cama y rezar, de ahí que los
cristianos informaran cuidadosamente de las enseñanzas de Jesús sobre la
oración.
La oración era una especialidad de los magos antiguos. La mayor parte
de las instrucciones de Jesús están dentro de la tradición mágica. Ya
hemos mencionado su insistencia en la fe. Algunos de sus dichos para
inculcar la fe tienen paralelos mágicos próximos. Su promesa "Pedid y se
os dará" aparece tanto en los evangelios como en los papiros mágicos.
Éstos últimos también aconsejan al mago que sea breve cuando esté
hablando con los dioses. Otra consecuencia de la práctica mágica puede
haber sido la advertencia que hacía Jesús a sus seguidores de que oraran
180
en privado (como lo hacían los magos) "a vuestro Padre escondido que ve
lo que está escondido" (Mt 6, 6).
Escribió Bergson que, en la religión que denomina "dinámica", la
plegaria es indiferente a su expresión verbal, puesto que es una elevación
del alma capaz de prescindir de la palabra. Pero, en su grado más bajo, no
deja de tener relación con el hechizo mágico. Tiende, si no a forzar la
voluntad de los dioses y sobre todo de los espíritus, por lo menos a ganar
su favor. Consideremos el Padrenuestro.
Cuando examinamos "la oración del Señor" (para todo uso), tal como
figura en Mateo (6, 9ss) y en Lucas (11, 2ss), encontramos que
1. Su referencia a Dios como "padre" y su colocación "en los cielos"
son muy conocidos del material mágico.
2. "Santificado" el nombre, en Mateo y Lucas, y "glorificado", en
Juan, significan la misma cosa: hacer famoso el nombre del dios,
demostrando su poder mediante milagros, obediencia... para que
los que no crean en él lo conozcan y reverencien.
3. "Venga tu reino" no tiene paralelo mágico claro; procede,
naturalmente, del pensamiento escatológico judío.
4. "Tu voluntad sea cumplida" era una plegaria utilizada por los
magos (PGM, XII, 189).
5. "Sobre la tierra como ocurre en el cielo" expresa el objetivo más
general de la acción mágica: cambiar el orden natural mediante las
influencias de lo sobrenatural (en este caso, como a menudo, la
voluntad del dios).
6. "Danos hoy el alimento que nos mantenga hasta mañana" (Lc 11,
3) nos devuelve a la tierra, a la vida real del actuante vagabundo:
actor mago, hombre sagrado o lo que fuera, que depende, tía tras
día, de las contribuciones del público que pueda encontrar en la
aldea siguiente. La patética combinación de esta plegaria de unas
pretensiones mágicas con una genuina pobreza habla a favor de su
autenticidad: la paradoja del mago pobre, que fue ridiculizada por
Celso y por Luciano.
La popularidad no es comestible. La supervivencia de una compañía
errante como aquélla -una docena de hombres, con numerosos adheridos-
presupone que tenía algo que vender: una actuación de alguna clase en la
que se pudiera confiar que aportaría contribuciones.
Si podemos creer en los evangelios, la actuación consistía en los
milagros de Jesús. Todo se centraba en él, los demás eran tramoyistas.
Lucas ofrece una descripción de su llegada a Jericó (Lc 19, 1ss). Todo el
mundo daba vueltas alrededor para ver al que hacía milagros. Un hombre
llegó a trepar en un árbol. Jesús le dijo: "Zaqueo, baja en seguida; hoy
pararé en tu casa". "¡Milagro! Nunca antes había puesto sus ojos en mí y
en seguida supo mi nombre!" Pero los discípulos (¡72!) habían sido
181
NOTAS AL CAPÍTULO 3
1
Vida de Jesús, p. 18.
2
Mc 1, 27; 2, 12; 5, 20; Mt 9, 33; 12, 23; 15, 31; Lc 9, 43; 11, 14; Jn 7, 21
3
Mc 1, 28 y 45; 3,8; 6, 14...; Mt 4, 24; 9, 26 y 31; Lc 7, 17; Jn 12, 17 y ss...
4
Mc 5, 15; Mt 9, 8; Lc 5, 26; 7, 16; 8, 37....
5
Jn 20, 30-31
6
Mc 10, 10, 47ss; 11, 10; 15, 31ss; Lc 7, 18-23 y Mt 11, 2-6; 12, 15-21; 21, 14ss;
183
1. El crucificado
Amaltea). Pero aquí no terminan las penas del nazareno. Días después se
presentan a Herodes el Grande unos magos que vienen del Oriente y le
preguntan: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque
hemos visto su estrella al Oriente y venimos a adorarle. Al oír esto el rey
Herodes se turbó y con él toda Jerusalén” (Mt 2, 2-3). Los magos
prosiguen su camino a Belén. Después de haber adorado al niño que había
turbado a Herodes -verdadero rey de los judíos, en ese momento- “y con
él a toda Jerusalén” y advertidos en sueños, los magos regresan a su tierra
por otro camino. Y sigue el relato: “Partido que hubieron, el ángel del
Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a
su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque
Herodes buscará al niño para quitarle la vida” (Mt 2, 1). Aquella misma
noche, José toma al niño recién nacido y a su madre, recién parida, y se
los lleva para Egipto. “Entonces Herodes, viéndose burlado por los
magos, se irritó sobremanera y mandó a matar a todos los niños que había
en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que
con diligencia había inquirido de los magos” (Mt 2, 16). (“Un niño
inocente de los que mandó a degollar el rey Herodes” duerme el sueño
eterno en la iglesia metropolitana de Valencia en un relicario. De esto no
hablan ni Mateo ni Lucas, pero lo aseguran las autoridades eclesiásticas
de la ciudad española. Un rey mago hace lo propio en la catedral de
Colonia, Alemania).
Investigaciones actuales, basándose en las fechas que aparecen en el
Nuevo Testamento y en documentos de la época, han llegado a la
conclusión de que Herodes no fue el infanticida que retrata el Nuevo
Testamento y que nunca pudo ordenar la ejecución de los niños inocentes.
Como argumento de peso se puede esgrimir el hecho de que Flavio
Josefo, el historiador romano de origen judío (+ en el 100 d. C.), no
reflejó en su detallada obra Antigüedades judías este trascendental
episodio, a pesar de que se encargó de anotar y recordar -uno por uno-
todos los crímenes cometidos por Herodes. (Herodes subió al trono en el
año 716 del calendario romano, lo que equivaldría a decir que lo ocupó
allá por el 37 a. C.; reinó durante treinta y tres años y falleció en la
primavera del año 4 a. C. ). Realmente nada dice la Historia sobre la
matanza de niños ordenada por Herodes en Belén, lo cual no es óbice para
que algunos grupos religiosos se hayan atrevido a ofrecer números de
víctimas en la masacre. Los etíopes en su liturgia y los griegos en su
calendario hablan de... ¡catorce mil niños degollados!
Claro que a Herodes le sobran méritos de crueldad: hizo matar a dos de
sus esposas y a tres de sus hijos. Su mala fama debió de ser tal que se
atribuye a Augusto el siguiente epigrama satírico: "Valía más ser cerdo
que niño en la casa de Herodes". No obstante, hubo un acontecimiento en
su vida que pudo dar origen a esta leyenda. En el año 7 a. C. hizo
187
corazón, en la cruz está el pozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud,
en la cruz está la perfección de la santidad" (II, cap. 12, 1-2).
El maestro asceta de los santos modernos propone una ciencia y un
método. La ciencia no es tanto el clásico conocimiento de sí mismo, sino
el autodesprecio, porque ya se sabe que no tenemos ningún valor. El
método es la mortificación, que, etimológicamente, quiere decir 'dar
muerte'.
Veamos esto con más detenimiento. En primer lugar, el hombre
necesita saber: le va en ello la vida. Pero, ¿cuál es el conocimiento que
importa?, ¿el que nos da la ciencia? ¿De qué ciencia se trata? Responde
Tomás de Kempis: Es cierto que todos los hombres, naturalmente, desean
saber; mas ¿qué aprovecha la ciencia sin el temor de Dios? Mejor es el
místico humilde que a Dios sirve, que el soberbio filósofo que, dejando de
conocerse, considera el curso del cielo. El que bien se conoce tiénese por
vil y no se deleita en alabanzas humanas. Si yo supiese cuanto hay en el
mundo y no estuviese en caridad, ¿qué me aprovecharía delante de Dios,
que me juzgará según mis obras? Por eso recomienda: "No tengas deseo
demasiado de saber, porque en ello se halla que es turbio y engaño. Los
letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales. Muchas cosas hay que, al
saberlas, poco o nada aprovechan al alma; y muy loco es el que en otras
cosas entiende, sino en las que tocan a la salvación" (I, cap. 1, 1-2).
Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te
conozcan ni te estimen. El verdadero conocimiento y desprecio de sí
mismo es altísima y doctísima lección. "Absolutamente necesario es que
tengas verdadero desprecio de ti mismo, si quieres vencer la carne y la
sangre" (III, cap. 13, 1)."Y si llegares al perfecto menosprecio de ti
mismo, sábete que entonces gozarás de abundancia de paz, cuanto cabe en
este destierro" (III, cap. 25, 3).
Para alcanzar la libertad del corazón encamina todas tus fuerzas,
deseos y oraciones al fin de despojarte de todo apego, para seguir así
desnudo a Jesús, desnudo morir para ti y vivir para Dios eternamente. "El
verdadero aprovecharse es negarse a sí mismo; y el hombre negado a sí
mismo es muy libre y está seguro" (III, cap. 40, 4). Reza así: "Señor, Dios
mío, Tú eres todo mi bien. ¿Quién soy yo para que me atreva a hablarte?
Yo soy un pobrísimo siervecillo tuyo y gusanillo desechado, mucho más
pobre y despreciable de lo que yo sé y puedo decir. Pero acuérdate ,
Señor, que nada soy, nada tengo y nada valgo" (III, cap. 3, 5). [Si
hablamos con sinceridad, esto es... ¡el colmo de la humildad!].
Verdaderamente es sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la
suya, sostiene el maestro del ascetismo. Pero ¿cómo saber cuál es "la
voluntad de Dios"?. La respuesta es obedecer. Gran cosa es estar en
obediencia, vivir debajo de un superior y no tener voluntad propia,
asegura el autor de la Imitación. "Mucho más seguro es estar en sujeción
195
que en mando" (I, cap. 9, 1). Es decir, lo único que importa saber es la
voluntad del superior. A esto se reduce todo el conocimiento. Por tanto,
nuestro negocio no es más que desear vencerse a sí mismo, cada día
hacerse más fuerte, aprovechar en mejorarse, cumpliendo siempre la
voluntad de Dios, que es la voluntad del superior.
"Hay gran diferencia entre la sabiduría del varón iluminado y devoto y la
ciencia del letrado y del estudioso clérigo. Mucho más noble es la doctrina
que emana de la influencia divina que la que se alcanza con trabajo por el
ingenio humano" (III, cap. 31, 2). En resumen, en el día del Juicio se verá
que "el verdadero sabio en este mundo fue aquél que aprendió a ser necio
y menospreciado por Cristo" (I, cap. 24, 5). Suma sabiduría es, por el
desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales.
Consideremos ahora el método: mortificación. "El hábito y la corona
(de los religiosos) poco hacen, mas la mudanza de las costumbres y la
entera mortificación de las pasiones hacen al hombre verdadero religioso"
(I, cap. 17, 2).
Si quieres aprovechar algo, consérvate en el temor de Dios y no
quieras ser demasiado libre; por el contrario, refrena con severidad todos
tus sentidos y no te entregues a vanos contentos. Maravilla es que el
hombre pueda alegrarse alguna vez en esta vida, si considera su destierro
y si piensa en los muchos peligros en que está su alma. "Si con más
frecuencia pensases en tu muerte que en vivir largo tiempo, no hay duda
de que te enmendarías con mayor fervor" (I, cap. 21, 1, 5), recuerda el
manual. Por amor de Dios, entonces, debe padecerse todo de muy buena
gana: trabajos, dolores, tentaciones, vejaciones, congojas, necesidades,
dolencias, injurias, murmuraciones, reprensiones, humillaciones,
confusiones, correcciones y menosprecios. Estas cosas aprovechan para la
virtud, todas estas cosas prueban al nuevo soldado de Cristo, todas estas
cosas fabrican la corona celestial. "Yo daré eterno galardón por breve
trabajo, y gloria infinita por la confusión pasajera"(III, cap. 35, 2),
promete Jesucristo según el autor de la Imitación.
¿Qué enemigo debe vencer el "soldado de Cristo"? La pregunta se ve
como muy ambigua. Dos cosas -dice nuestro autor- ayudan especialmente
a enmendarse, a saber: desviarse con esfuerzo de aquello a que
viciosamente le inclina la naturaleza y trabajar con fervor por el bien que
más le falta.
"Oh, si nunca tuvieses necesidad de comer, beber y dormir, y
solamente ocuparte en cosas espirituales" (I, cap. 25, 9), se lamenta el
asceta. La comida, la bebida, el vestido y todas las demás cosas necesarias
para sustentar el cuerpo son muy embarazosos para el espíritu ferveroso.
Por eso la oración a Dios debe ser: "Concédeme usar de todo lo necesario
templadamente y que no me ocupe en ello con sobrado afecto. Ruégote,
196
Señor, que me rija y enseñe tu mano en estas cosas, para que en nada me
exceda" (III, cap. 26, 4). No es lícito dejarlo todo, porque se ha de
sustentar la naturaleza; pero la ley santa prohíbe buscar lo superfluo y lo
que más deleita, porque de otro modo la carne se rebelaría contra el
espíritu.
Ocuparse de cosas espirituales implica alejarse de las materiales,
aunque éstas, también, sean criaturas de Dios hechas a su imagen y
semejanza. "Nada mancilla ni embaraza tanto el corazón del hombre,
cuanto el amor desordenado de las criaturas. Si desprecias los consuelos
de fuera, podrás contemplar las cosas celestiales y gozarte muchas veces
dentro de ti" (II, cap. 1, 8)
Si se desea paz y unión verdadera con Dios, solamente nosotros
debemos estar delante de nuestros ojos. Debe tenerse por vana cualquiera
consolación que venga de alguna criatura. "El alma que ama a Dios,
desprecia todas las cosas debajo de Dios" (II, cap. 5, 2-3). No querer
consuelo de criatura alguna, señal es de gran pureza y de cordial
confianza.
El cap. 8 del libro I se titula: Que se ha de evitar la mucha
familiaridad. Propone: en primer lugar, no hay que tener familiaridad con
ninguna mujer. A las mujeres sólo queda encomendarlas a Dios. Por otro
lado, hay que ser familiar únicamente con Dios y con sus ángeles, y huir
de ser conocido de los hombres. "Justo es tener caridad con todos; pero no
conviene la familiaridad" (I, cap. 8, 1-2), asienta.
Cuando el hombre llega al punto de no buscar su consuelo en ninguna
criatura, entonces comienza a gustar de Dios perfectamente y se contenta
con todo lo que le sucede.
"No hay que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal,
aunque sea inútil y bien querido; ni hay que tomar mucha pena si alguna
vez fuere contrario o enemigo" (II, cap. 1, 3).
Por eso es recomendable la soledad, el quedarse a solas con Dios. Los
mayores santos evitaban cuanto podían la compañía de los hombres y
elegían el vivir para Dios en su retiro. Dijo Séneca: 'Cuantas veces estuve
entre los hombres volví menos hombre'. Por esto, el que quiera llegar a las
cosas interiores y espirituales, le conviene apartarse con Jesús de la gente.
[¿A Jesús le gustaba la soledad? ¿Qué sentido tiene entonces que insistiera
en el amor al prójimo?]
Y así, el que se aparta de sus amigos y conocidos, estará más cerca de
Dios y de sus santos ángeles. Mejor es esconderse y cuidar de sí, que con
descuido propio hacer milagros. "Muy loable es al hombre religioso salir
fuera pocas veces, huir de que le vean y no querer ver a los hombres" ( I,
cap. 21, 1-6).
197
"Ama a todos por amor a Jesús, mas a Jesús por Sí mismo; sólo a
Jesucristo se debe amor singularísimamente, porque sólo Él se halla bueno
y fidelísimo, más que todos los amigos.
"Por Él y en Él debes amar a amigos y enemigos, y rogarle por todos
para que le conozcan y le amen.
"Nunca codicies ser loado y amado singularmente, porque eso a sólo
Dios pertenece, que no tiene igual; ni quieras que algún otro ocupe
contigo su corazón, ni tú ocupes el tuyo con el amor de nadie; mas sea
Jesús en ti y en todo hombre bueno
"Sé puro y libre interiormente, sin ocupación de criatura alguna" (II,
cap. 8, 4-5)
El enemigo no sólo está afuera, está muy bien instalado adentro. El
deseo desordenado es el enemigo que importa vencer (lib. I, cap. 6: De los
deseos desordenados). ¿Por qué? Cuantas veces desea el hombre
desordenadamente alguna cosa, luego pierde el sosiego. El soberbio y el
avariento nunca están quietos, el pobre y el humilde de espíritu viven en
mucha paz. El hombre que no es perfectamente mortificado en sí, presto
es tentado y vencido por cosas pequeñas y viles. El flaco de espíritu y que
aún está inclinado a lo animal y sensible con dificultad se puede abstraer
totalmente de los deseos terrenos. Y cuando se abstiene, recibe muchas
veces tristeza, y presto se enoja si alguno lo contradice. Pero si alcanza lo
que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia
porque siguió a su apetito, el cual nada aprovecha para alcanzar la paz que
busca. En resistir, pues, a las pasiones se halla la verdadera paz del
corazón, y no en seguirlas. No hay paz en el corazón del hombre carnal, ni
en el del que se entrega a lo exterior, sino en el del que es fervoroso y
espiritual
"¿Cuál fue la causa por que muchos de los santos fueran tan perfectos
y contemplativos?
"Porque estudiaron en mortificarse totalmente a todo deseo terreno; y
por eso pudieron con lo íntimo del corazón allegarse a Dios y ocuparse
libremente en sí mismos. /.../
"Si estuviéramos perfectamente muertos a nosotros mismos, y en lo
interior desocupados, entonces podríamos gustar las cosas divinas y
experimentar algo de la contemplación celestial.
"El impedimento mayor y total es que no somos libres de nuestras
inclinaciones y deseos, ni trabajamos por entrar en el camino perfecto de
los santos" (I, cap. 11, 2-3).
De entre todos los deseos que deben ser vencidos, el más fuerte es, sin
duda, el del amor propio. Muchas veces juzgamos según nuestro gusto de
las cosas, y fácilmente perdemos el verdadero juicio por el amor propio.
198
4. Placer y dolor
Tan pronto como ha hecho la nueva falta, tiene que saberlo todo el
mundo. Habiendo rasgado sin querer una esquina del empapelado,
se puso que daba lástima. En seguida iba a correr a contárselo a su
padre. Cuando éste entraba en casa, cuatro horas después, ya no
pensaba nadie en ello; pero ella corría hacia María para decirle:
Cuéntale pronto a papá que he roto el papel. Y se quedaba como
un criminal que espera la sentencia; pues tiene en su cabecita que si
se acusa se la perdonará más fácilmente (p. 32)
6. Mecanismos
Haced que muera mártir por Vos, dadme el martirio del corazón o del
cuerpo. ¡Dadme mejor entrambos!
“Haced que cumpla con toda perfección mis votos, que nada se
acuerde de mí, que sea pisoteada, olvidada como un granito de arena. Me
ofrezco a Vos, Amado mío, para que cumpláis perfectamente en mí
vuestra santa voluntad, sin que jamás las criaturas puedan poner
obstáculos" (p. 226)
El comportamiento provocativo debe entenderse como una confesión
inconsciente: "¡Mira cuán malo soy!" continúa así: "¡Pero debes
perdonarme todo esto!". Esta confesión, seguramente, da por resultado un
maltrato para el masoquista, que satisface su necesidad de castigo. Así se
desarrolla el círculo vicioso que tan a menudo encontramos en los
fenómenos del masoquismo.
Si la primera emoción debió ser interpretada por las palabras: "Mira
cómo soy castigado y cómo sufro", así esta última debe traducirse en las
palabras: "Mira cómo gozo hasta este castigo". La primera es una
concesión a los poderes de la educación y al prohibitorio mundo exterior;
la última, una declaración en contra. La demostración en sus comienzos
prueba la eficiencia de las reglas educativas y morales, pero termina en la
exposición de su bancarrota. Durante la primera fase del desarrollo
masoquista se muestra el éxito de esas fuerzas; durante la segunda, se
demuestra cómo ese éxito se transforma en fracaso. Todos conocemos el
caso del muchacho que, castigado severamente, sin embargo grita: "¡Me
río, me río!" Es obvio que desea probar a su castigador que no le
importan los fuertes golpes, que, por el contrario, goza con ellos.
El masoquista requiere un testigo de su molestia, de su dolor, de su
degradación; alguien a quien mostrar su castigo y su pecado. Sin embargo,
necesita del mismo testigo para demostrar que su castigo no tiene sentido,
que es vano y hasta se torna placer. Exhibe el castigo, pero también el
fracaso de éste. Muestra su invencible rebelión, demostrando que obtiene
placer a pesar de la molestia. Prueba que obtiene placer de resistir al
dolor. El propósito de obtener satisfacción a pesar de todas las amenazas
se transforma en la tendencia a obtener satisfacción en razón de ellas.
Claramente lo expresa Teresa de Lisieux: "Mi primera victoria no fue
grande, pero me costó mucho. Un vasito, dejado por no sé quién detrás de
una ventana, apareció roto. Nuestra Madre, creyéndome culpable de
haberlo dejado caer, me dijo que otra vez tuviera más cuidado porque era
muy desordenada; en fin, que se descontentó. Sin decir nada, besé la tierra
y prometí tener más cuidado en adelante. Por mi poca virtud, estas
pequeñas prácticas, ya lo he dicho, me costaban mucho, y tenía necesidad
de pensar que el Día del Juicio se revelaría todo" (p. 220). [El subrayado
es nuestro].
El texto anterior muestra cómo el masoquista es un revolucionario del
213
La santa añade: "Tenía otro defecto, del que no habla mamá en sus
cartas: un gran amor propio /.../ Mas velaba Jesús por su pequeña
prometida. Supo sacar provecho de todos sus defectos que, en buena hora
dominados, le sirvieron para crecer en perfección. Efectivamente, como
tenía tanto amor propio y tanto amor al bien, bastaba que una vez se
dijera: 'No debe hacerse tal cosa', para no volver a recaer" ( p. 39).
La inversión está destinada a decir: "Sufriré todo dolor, sufrimiento,
humillación y desgracia, pero no renunciaré a mi satisfacción". La
anticipación del castigo con el subsecuente placer sexual permite sólo una
interpretación: "¡Aunque me azotes, ates y humilles, aún así alcanzaré el
placer!". Ordenando su propio castigo, el masoquista se ha hecho señor de
su destino.
6.2. Origen
6.3. Homosexualidad
A escuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en parte donde nadie parecía.
En mi pecho florido,
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
219
tres noches sin pegar los ojos. Mártires que han sido decapitados,
atravesados con hierros o quemados, quizá tengan menos méritos que yo".
También goza de su miseria porque es causa de su orgullo y satisfacción
de su amor propio. La comparación de su miseria con los lujos de los
Padres de la Iglesia en Nicea, que surge de apasionados sentimientos de
rivalidad, casi lo hacen dudar del único camino de salvación. Teresa del
Niño Jesús se pone al lado, como amiga, de grandes santas: Cecilia e
Inés. Leamos el relato. "Antes de este viaje no sentía por la Santa [Cecilia]
devoción particular; pero al visitar su casa, el lugar de su martirio, al oír
proclamarla 'reina de la armonía' por el canto virginal que hizo escuchar a
su esposo virginal en el fondo de su corazón, sentí por ella algo más que
devoción: una verdadera ternura de amiga. Vino a ser mi santa predilecta,
mi confidente íntima. Lo que sobre todo me cautivaba en ella era su
ilimitada confianza y santo abandono, que la hicieron virginizar almas
que nunca habían deseado otra cosa que goces de la vida presente" (p.
179). "Muy agradable fue para mí también la visita a la iglesia de Santa
Inés. Me encontré allí con una amiga de la infancia. Procuré, sin éxito,
obtener una reliquia suya para llevársela a mi madrecita Inés de Jesús. Los
hombres me la negaron, pero Dios se puso de mi parte: despegóse una
piedrecita de mármol rojo de un mosaico cuyo origen se remontaba al
tiempo de la mártir y delicada, viniendo a caer e mis pies. ¿No era aquello
encantador? La misma Santa Inés me daba un recuerdo de su casa" (p.
180). Incluso llega a compararse ... ¡con la Magdalena!, a pesar de que
nunca cometió pecado mortal, como acabamos de leer. "Jesús me ha
perdonado más que a la Magdalena" (p. 118), le confesó a las monjas.
"Quiere que le ame porque me ha perdonado, no mucho, sino todo. Sin
esperar a que le ame mucho, como la Magdalena, me ha dado a conocer la
inefable previsión con que me amó, a fin de que ahora le ame con locura"
(p. 119).
7. Éros y thánatos
NOTAS AL CAPÍTULO 4
1
Cf. Isaías, 42, 1-9; 49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13; 53, 12.
2
Primer anuncio: Mc 8, 31-39; Mt 16, 21; Lc 9, 22-27. Segundo anuncio: Mc 9,
29-31; Mt 17, 22-23; Lc 9, 44-45. Tercer anuncio: Mc,10, 32-34; Mt 20, 17-19;
Lc 18, 31-34. Cuarto anuncio: Mc 14, 1-2; Mt 26, 1-4; Lc 22, 1-2
3
Sociedades Americanas en 1828.
4
Cf. Mt 27,26; Mc 15,15; Jn 19,1.
.
Capítulo 5
EL MESÍAS
1. David
Contra este pío deseo de armonizar razón y fe, hay que decir que, en la
mayoría de los relatos acerca del nacimiento de dioses o héroes, se refiere
la aparición de estrellas u otras señales celestes que anuncian la calidad
sobrenatural del recién nacido. Así, por ejemplo, en la leyenda china de
Buda se habla de una milagrosa luz celeste que anunció su concepción; en
el Bhâvata-Purâna se cuenta cómo un meteoro luminoso anunció el
nacimiento de Krisna; el historiador cristiano Justino refiere cómo la
grandeza futura del rey Mitrídates ya había sido anunciada por la
aparición de un cometa en el momento de su nacimiento y en el de su
ascensíón al trono; el día que Julio César nació, la estrella Ira apreció en el
firmamento y, según Suetonio, no volvió a aparecer hasta la víspera de la
batalla de Farsalia; según recogió Servio del marino Varrón, Eneas, tras su
salida de Troya, vio a diario la estrella Venus y, al dejar de verla, llegado
ya a los campos laurentinos, supo así que ésas eran las tierras que le
asignaba el destino. Muy claro lo dijo el romancero:
Amenábar, Amenábar,
moro de la morería,
el día que tú nacieste
grandes señales había...
esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Son, pues, catorce
las generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta
la cautividad de Babilonia y catorce desde la cautividad de Babilonia
hasta Cristo" (Mt 1,1-17).
Jesús, al empezar, tenía unos treinta años, y era, según se creía, hijo de
José, hijo de Helí, hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de
Janai, hijo de José, hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahúm, hijo de
Esli, hijo de Nagai, hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semein, hijo de
Josec, hijo de Joda, hijo de Joanan, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo
de Salatiel, hijo de Neri, hijo de Melqui, hijo de Addi, hijo de Cosam, hijo
de Elmadam, hijo de Er, hijo de Jesús, hijo de Elizer, hijo de Jorim, hijo
de Matat, hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de
Jonam, hijo de Eliaquim; hijo de Melea, hijo de Menna, hijo de Mattata,
238
hijo de Natam, hijo de David, hijo de Jesé, hijo de Jobed, hijo de Booz,
hijo de Sala, hijo de Naassón, hijo de Aminadab, hijo de Amín, hijo de
Arni, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, hijo de Jacob, hijo de
Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor, hijo de Seruc, hijo de
Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, hijo de Cainan, hijo de
Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, hijo de Matusalá, hijo
de Enoc, hijo de Jaret, hijo de Meleleel, hijo de Cainan, hijo de Enós, hijo
de Set, hijo de Adam, hijo de Dios (Lc 3,23-38).
2. Jesús, ¿Mesías?
Se lee en El Corán:
Los que dicen que Dios es el Mesías, hijo de María, son infelices.
Respóndeles: ¿quién podría, de cualquier manera que esto sea,
impedir a Dios si quisiera aniquilar al Mesías, hijo de María, y a su
madre y a todos los seres de la tierra? (Sura V, 19).
El Mesías, hijo de María, no es más que un apóstol; otros apóstoles
le han precedido. Su madre era justa. Se alimentaba de manjares...
(Sura V, 79).
comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando en
cuanto a él se refería a todas las Escrituras" (Lc 24,25-27).
6. "Les dijo: Esto es lo que yo os decía estando aún con vosotros, que era
preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés y en
los Profetas y en los Salmos de mí. Entonces les abrió la inteligencia para
que entendiesen las Escrituras, y les dijo: Que así estaba escrito, que el
Mesías padeciese y al tercer día resucitase de entre los muertos..." (Lc
24,44-46).
Y por último, Juan:
1. "Encontró Felipe a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel
de quien escribió Moisés en la Ley y los Profetas, a Jesús, hijo de José de
Nazaret" (Jn 1,45).
2. "Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Nadie
puede venir a mí si el Padre , que me ha enviado, no le trae, y yo le
resucitaré en el último día. En los Profetas está escrito: 'Y serán todos
enseñados por Dios" (Is 54,13).
3. "Aunque había hecho tan grandes milagros en medio de ellos,
no creían en él, para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías , que
dice: 'Señor, ¿quién prestó a nuestro mensaje?, y el brazo del Señor, ¿a
quién ha sido revelado?' Por esto no pudieron creer, porque también había
dicho Isaías: 'Él ha cegado sus ojos y ha endurecido su corazón, no sea
que con sus ojos vean, con su corazón entiendan y se conviertan y los
sane'. Esto dijo Isaías porque vio su gloria y habló de él" (Jn 12,37-41).
4. "En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su
señor, ni el enviado mayor que el que le envía. Si esto aprendéis, seréis
dichosos si lo practicáis. No lo digo de todos vosotros; yo sé a quienes
escogí; mas lo digo para que se cumpla la Escritura: 'El que come mi pan
levantó contra mí su calcañar" (Jn 13,16-18).
5. "Si no hubiera hecho entre ellos obras que ninguno otro hizo,
no tendrían pecado; pero ahora no sólo han visto, sino que me
aborrecieron a mi y a mi Padre. Pero es para que se cumpla la palabra que
en la Ley de ellos está escrita: 'Me aborrecieron sin motivo" (Jn 15,24-25).
6. "Dijéronse, pues, unos a otros: 'No la [túnica] rasguemos, sino
echemos suerte sobre ella para ver a quién le toca', a fin de que se
cumpliese la Escritura: 'Dividiéronse mis vestidos y sobre mi túnica
echaron suertes'. Es lo que hicieron los soldados" (Jn 19,24).
7. "Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba consumado,
para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed" (Jn 19,28).
8. "Vinieron, pues, los soldados y rompieron las piernas al
primero y al otro que estaba crucificado con él; pero llegando a Jesús,
como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de
los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre
244
Jesús, esa frase no significa como lo quiso más tarde la Iglesia: Tú eres la
única encarnación del ser absoluto y todopoderoso, la segunda persona de
la Trinidad; sino sencillamente, eres el elegido de Israel. El término de
'hijo de Dios' significaba una conciencia identificada con la verdad divina,
una voluntad capaz de manifestarla. Según los profetas, aquel Mesías
debía ser la mayor de las manifestaciones. Sería el hijo del hombre, es
decir, el elegido de la humanidad terrestre; el hijo de Dios, es decir, el
enviado de la humanidad celeste, y, como tal, contendría en sí al Padre o
Espíritu, que por ella reina en el universo.
ante los romanos, pero no hay señal de que los romanos llegaran ni
siquiera a tomársela en serio. No tenían motivo para ello. En la práctica,
estas pretensiones habían muerto con Jesús. Celso sabía que los cristianos
y los judíos todavía estaban discutiendo sobre esta cuestión. Gran parte de
su material polémico lo obtuvo de una obra escrita desde el bando judío
sobre este asunto, pero puso fin con desprecio a las reclamaciones de unos
y de otros, considerándolas absurdas. Evidentemente, el mesianismo de
Jesús no era un asunto de importancia para los paganos, a los que él
esperaba desalentar de su conversión al cristianismo.
Y parece que tampoco para los judíos, pues Jesús predicó a los judíos
que su esperanza mesiánica no tenía nada que ver con el Estado, sino que
afectaba solamente a la religión. La religión, como tal religión, salvaría a
la humanidad; para ello era necesario que el monoteísmo, libre de todo
ceremonial, restaurado plenamente en el espíritu de los primeros tiempos,
se convirtiera en la religión del mundo. El Mesías es el fundador del reino
de Dios, el cual consiste precisamente en que el hombre se entregue a él y
viva y muera en él. Puede, así, formar el mantillo espiritual en el que,
junto a la existencia política del hombre, se nutra y exalte el sentimiento
de una elevada y universal comunión de la humanidad.
En realidad, si Jesús se creyó Mesías, siempre supo que era un ungido
de otro tipo. Dedicado hasta su edad viril a su propia formación, libre de
la enfermedad contagiosa de su época y de su nación, libre de la inercia
restrictiva que limita su actividad a las necesidades comunes y a las
comodidades de la vida y libre también de la ambición y de otros deseos
cuya satisfacción le hubiera compelido a participar en los acuerdos de los
prejuicios y de los vicios, se propuso elevar la religión y la virtud y
restaurar la libertad de ésta, que es su esencia.
Sólo a la ley moral, y no a la descendencia de Abraham, le asignó
Jesús un valor ante la humanidad; solamente a esta obediencia le concedió
la dignidad merecedora de la bienventuranza en la otra vida. Jesús
encontró establecidos los más altos principios de la moral, no estableció
otros nuevos: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón”12; “Sed,
pues, perfectos”, “Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres,
hacédselo vosotros a ellos13”. Este último, también utilizado como
máxima prudencial, tiene una amplitud demasiado grande como para
poder constituirse en principio moral. Hubiera sido realmente extraño que
una religión como la judía, que puso a la divinidad como su legislador
político, no hubiera contenido también principios puramente morales.
Obsesionado, pues, por su idea cada vez más imperiosa, Jesús
marchará en adelante con una especie de impasibilidad fatal por el camino
que le habían trazado a su asombroso genio las circunstancias en que
vivía. Tenía alrededor de treinta años (Lc 3,23). El pequeño grupo de
250
esa virtud que fundamenta la común dignidad del mundo y del hombre y
que tenemos que definir ahora frente a un mundo que la insulta.
¿Hay que renunciar, por lo tanto, a toda rebelión, bien sea porque se
acepte, con sus injusticias, una sociedad que se sobrevive, o bien sea que
se decida, cínicamente, servir contra el hombre a la marcha frenética de la
historia? ¿Pero vivimos todavía en un mundo rebelde? ¿La rebelión no se
ha convertido, por el contrario, en la coartada de los nuevos tiranos: los
terroristas?
Si este mundo no tiene un sentido superior, si el hombre no tiene sino
al hombre como fiador, basta con que un hombre excluya a un solo ser de
la sociedad de los vivos para que se excluya a sí mismo. Cuando Caín
mata a Abel, huye al desierto. Y si los asesinos forman multitud, la
multitud vive en el desierto y en esa otra especie de soledad que se llama
promiscuidad...
"Mucho más fuerte y positivo que la más fuerte y positiva de las
manifestaciones pacíficas, es un tiro bien dado a quien se le debe dar",
pronunció Ernesto Che Guevara en un discurso a las juventudes
latinoamericanas el 28 de julio de 1960. Pero la libertad más extrema, la
de matar, no es compatible con las razones de la rebelión. La rebelión no
es de modo alguno un reclamación de libertad total. Niega, justamente, el
poder ilimitado que autoriza a un superior a traspasar la frontera
prohibida. Lejos de reclamar una independencia general, el rebelde quiere
que se reconozca que la libertad tiene sus límites en todas partes donde
hay un ser humano, siendo el límite, precisamente, el poder de rebelión de
ese ser. Cuanto más conciencia tiene la rebelión de que reclama un límite
justo, tanto más inflexible se muestra. El rebelde exige, sin duda, cierta
libertad para sí mismo, pero en ningún caso, si es consecuente, el derecho
de destruir el ser y la libertad del prójimo. No humilla a nadie. Reclama
para todos la libertad que reclama para sí mismo; y prohíbe a todos la que
rechaza. Por lo tanto, es posible decir que la rebelión, cuando va a parar a
la destrucción es ilógica. Al reclamar la unidad de la condición humana,
es fuerza de vida, no de muerte. Su lógica profunda no es la de la
destrucción, sino la de la creación. La lógica del rebelde consiste en
querer servir a la justicia para no aumentar la injusticia de la situación , es
esforzarse por emplear un lenguaje claro para no esperar la mentira
universal, y es apostar, frente al dolor de los hombres, a favor de la dicha.
La pasión nihilista, al aumentar la injusticia y la mentira, destruye en su
ira su exigencia anterior y se despoja así de las razones más claras de su
rebelión. Mata, enloquecida al sentir que este mundo está entregado a la
muerte. La consecuencia de la rebelión consiste en negar su justificación
al asesinato, puesto que, en su principio, es protesta contra la muerte. Si
mata, aceptará la muerte. Fiel a sus orígenes, el rebelde demuestra con su
sacrificio que su verdadera libertad no lo es con respecto al asesinato, sino
253
con respecto a su propia muerte. ¿Cómo creer a los que dicen que Jesús de
Nazaret fue un rebelde? Fue un creador, aunque para ello tuviera que
destruir.
Si algún pensamiento llevó Jesús en su último viaje a Jerusalén fue
éste: no hay que pensar en ningún pacto con el antiguo judío. La abolición
de los sacrificios, que tanta repugnancia le habían producido; la supresión
de un sacerdocio impío y altivo, y, en un sentido general, la derogación de
la Ley, le parecieron de una necesidad absoluta. A partir de este momento
no se presenta ya como reformador judío, sino como un destructor del
judaísmo. Algunos partidarios de las ideas mesiánicas habían admitido ya
que el Mesías traería una nueva Ley, que sería común en toda la tierra.
“No se concilia –decía- lo viejo con lo nuevo. No se guarda el vino nuevo
en odres viejos” 15. He aquí, en la práctica, sus credenciales de maestro y
de creador. El templo reconstruido por Herodes el Grande excluía de su
seno a los no judíos con edictos desdeñosos.
Jesús es un revolucionario universal, si se me permite usar esta mala
palabra. Convoca a todos los hombres a un culto basado únicamente en la
condición de hijos de Dios. Proclama los derechos del hombre, no los
derechos del judío. Predica la religión del hombre, no la religión del judío.
Arenga a las masas para la liberación del hombre, no la liberación de los
judíos.
3. Drama mesiánico
que cuide de María como de su propia madre, el coro canta la melodía leit
motiv, con estas palabras: "Entre todos los dolores...". La contralto repite
la última palabra de Jesús en la cruz, en el aria con viola de gamba
obligada: "Todo ha sido consumado". Este es el segundo lugar de gran
lirismo de la obra. El aria tiene una parte central de carácter triunfal: "Así,
pues, Judá, todo ha terminado, tu Héroe Santo ha vencido". Después de la
narración, más bien concisa, de la muerte de Jesús, sorprende el aria para
bajo con acompañamiento de coral: "¡Oh, mi Salvador!", una siciliana con
himnos maravillosamente extraños en el que el coro canta paralelamente
el leit motiv. Es probable que la descripción de la muerte del crucificado,
tal como la encontramos en el Evangelio según Juan, pareciera a Bach
demasiado monótona, pues en este lugar intercaló varios versículos de
Mateo: "El velo del templo se rasgó..." y "La tierra tembló". Sigue un
emotivo arioso para tenor que se adapta a la descripción anterior; no así el
aria para soprano de acentos dolorosos: "¡Estalla en sollozos, oh triste
corazón!", que presenta muy poca trabazón con el texto precedente.
El final de la adaptación musical del texto evangélico es la simple
mención de la sepultura de Jesús. Con una ardiente oración, el coro ruega
por el descanso de los restos sagrados: "Descansa en paz, ¡oh dulce
Salvador!". También el coro ejecuta el epílogo: "¡Que el ángel que no
espero... aparezca en los últimos instantes...", que reconcilia, gracias a la
Pasión y Muerte de Jesús, a los fieles con la idea de la muerte. Hasta aquí
un recorrido, a vuelo de pájaro, por la Pasión según san Juan de J. S.
Bach33.
Hay, en los evangelios, una serie de personajes activos y otros pasivos.
Muchos de los activos son históricamente discutibles. Entre los personajes
activos, José de Arimatea es un personaje histórico. No fue miembro del
gran Sanedrín (pese a lo que diga el tercer evangelista) ni discípulo de
Jesús. Era miembro de un Beth Din inferior (había tres tribunales judíos
en Jerusalén) que tenían encomendada la tarea de asegurar que los
cadáveres de los ejecutados tuviesen un entierro digno antes del oscurecer.
Cumplió este deber de acuerdo con el derecho judío y se recordó este acto
con piedad. La tradición transformó a José de Arimatea en cristiano.
Otro personaje activo, que parece ser histórico, es Simón de Cirene.
Era un transeúnte que pasaba por la vía dolorosa cuando Jesús se dirigía
al Gólgota. Fue requerido para llevar la cruz. El hecho lo resgistran los
evangelistas sinópticos34. ¿Cómo se pudo retener el nombre de alguien
que fue obligado a realizar un servicio y que simplemente pasaba por ahí?
Nos aventuramos a una respuesta: sus hijos se hicieron cristianos. Esto lo
deducimos de la cita de Marcos que dice: "Le sacaron para crucificarle, y
requisaron a un transeúnte, un cierto Simón de Cirene, que venía del
campo, el padre de Alejandro y de Rufo, para que llevase la cruz" (Mc
265
15,20-21). Parece que tales eran dos adeptos bien conocidos por la iglesia
de Roma.
Según los evangelios, hay tres grandes personajes pasivos en el drama
mesiánico: hacen porque se dejan hacer. Esos personajes son Barrabás,
Poncio Pilatos y Jesús de Nazaret . Hablemos de los dos primeros.
Los cuatro evangelios contienen incoherencias en sus diversas
versiones de la liberación de Barrabás. Por si no bastase esto, relatan
todos el supuesto suceso de distinta forma. No hay, por último, ninguna
mención aparte de la suya de que existiese la costumbre, judía o romana,
de conceder el perdón a un preso la víspera de la fiesta de Pascua o
durante la Pascua.
Lo que nos cuenta el segundo evangelista y repite el primero es que
Pilatos tenía la costumbre de congraciarse con la población provincial,
concediendo en esta fecha la liberación de un preso, el que eligiesen35.
Pero los evangelistas no nos explican cómo podía haber adoptado tal
“costumbre” un gobernador romano, obligado por su cargo a respetar el
Derecho romano. Los judíos, que suelen ser muy meticulosos en la
recopilación de todos los detalles de los usos y costumbres nacionales,
tampoco han conservado ningún rastro ni hacen referencia alguna de tal
costumbre. Por tanto, el privilegium paschale es sólo fruto de la
imaginación. No existió tal costumbre. Sin embargo, no parece que haya
sido todo invención. A continuación, P Winter ofrece una hipótesis de
solución del problema, en un intento de explicar lo que pudo haber
sucedido.
Había dos personas llamadas ‘Jesús’ que estuvieron al mismo tiempo
cautivos de Pilatos: Jesús de Nazaret y Jesús el hijo de ( R)Abba(n).
Pilatos había ordenado la detención de uno de ellos: Jesús, el hijo de José.
A este Jesús lo detuvo, en el Monte de los Olivos, un destacamento de
soldados romanos, ayudado por la policía del Templo. De allí lo llevaron
a la residencia del Sumo Sacerdote para que lo interrogase (Jn 18, 12-13).
El Sumo Sacerdote había sido avisado para que tuviese dispuesta un acta
de acusación para una sesión matutina en la corte del prefecto. El otro
Jesús, el hijo de (R)Abba(n), quizás fuese detenido aproximadamente al
mismo tiempo y puesto de inmediato bajo custodia romana. Cuando
llevaron a presencia del prefecto al primer Jesús (Jesús de Nazaret) de la
sala de sesiones del Sanedrín, Pilatos pudo no haber advertido la identidad
de los dos presos que ahora estaban bajo custodia romana, que se
llamaban ambos ‘Jesús’. El gobernador no podía tener un conocimiento
muy profundo del funcionamiento interno de los asuntos judíos y en su
círculo de conocidos no es probable que hubiese individuos del status de
Jesús (de Nazaret). Si le informaron que habían sido detenidos dos
hombres en vez de uno, ambos con el nombre ‘Jesús’, no podía estar
266
del día. En este lugar de Marcos tenemos un leve rastro de una tradición
que indicaba de modo implícito que la detención de Jesús se realizó con
ciertas precauciones por temor a posibles actividades insurgentes.
“Y con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su
izquierda”37. Esto es historia.
El delito por el que lo ejecutaron se proclama implícitamente en el
títulus de la cruz. Sin embargo, aunque Marcos 14, 48, nos indique el
motivo preciso de la detención de Jesús, refuta también la veracidad de la
acusación. Pues Jesús de Nazaret no era, en ningún sentido del término,
un lestés . No era un revolucionario, impulsado por ambiciones políticas
de poder; era un maestro que exponía abiertamente su doctrina. No
proclamó el advenimiento de su propio reino, sino que predicó el Reino de
Dios que llega sin ocultaciones ni cautelas. Aunque la detención fuese
absurda, aunque la sentencia fuese cruel, el evangelio más antiguo nos
indica la razón de ambas cosas. Jesús fue detenido, acusado, condenado y
ejecutado por el delito de rebelión, entre revolucionarios.
Jesús no era un rebelde político (lestés) que quisiese transformar las
condiciones sociales en el mundo por medios violentos. Pero la religión
sin política era tan inconcebible como la política sin religión. Lo primero
habría significado “fe sin obras”, lo otro “juicio sin caridad”. Para Jesús,
como para el pensamiento judío, en general, religión y política son
inseparables.
Sabemos más de Poncio Pilatos por fuentes externas que de ninguna
otra manera, aunque su nombre aparezca en los evangelios. Sin embargo,
no podría haber mayor discrepancia entre el Pilatos que conocemos por la
historia y esa figura débil que juega un papel tan vacilante en el drama de
la Pasión: el Pilatos descrito en los evangelios. Tenemos descripciones
bastante detalladas del Pilatos real en las obras de Filón de Alejandría y de
F. Josefo.
Hay motivos para suponer que el testimonio más fidedigno sobre el
carácter de Pilatos es el de Filón. En primer término, Filón -
contemporáneo de Pilatos- se hallaba en mejor posición que todos los
autores posteriores para dar una imagen exacta; en segundo lugar, en el
juicio de Filón no influía en absoluto el papel que hubiese podido jugar
Pilatos en la Crucifixión. Hay más: Filón no parece tener noticia de la
existencia de Jesús. Nos describe a Pilatos como un hombre de carácter
inflexible, duro y obstinado. En un determinado momento aporta
información que, prima facie, parece prestar un cierto apoyo a un pasaje
del cuarto evangelio. En concreto, nos dice que Pilatos tenía miedo de que
los dirigentes judíos se quejasen al Emperador de su conducta. Pero el
incidente que menciona Filón se relaciona con la instalación de escudos
dorados ornamentales en Jerusalén. Filón, en este sentido, es más explícito
que el cuarto evangelio. Explica que Pilatos temía que los dignatarios
269
quiere decir -traduce el evangelista- Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?" (Mc 15,34).
Los cuatro evangelios nos informan de una inscripción en la cruz de
Jesús, pero hay variantes respecto al contenido de la inscripción39. La
forma más simple es la de Marcos: “El rey de los judíos”. El segundo
evangelio no incluye ninguna información sobre el idioma, o idiomas, en
que se hizo la inscripción, pero como la lengua que se hablaba en Judea
era el arameo, éste parece ser el lógico candidato.
El cambio es completo en el cuarto evangelio, donde las palabras del
titulus (Jn 19, 19), en vez de ser indicación de por qué se había emitido un
veredicto judicial, adquieren un sentido profético: "Jesús Nazareno, Rey
de los judíos", escrito en hebreo, en latín y en griego. Igual que Caifás,
contra su deseo, se ve obligado a anunciar el cumplimiento de un plan
providencial (Jn 11, 51), así Pilatos, cuando ordena que se fije en la cruz
una inscripción , no indica la causa de la muerte de Jesús, sino que
proclama su realeza. Esto corresponde con el carácter general de la
versión juaniana de la crucifixión de Jesús. El títulus no indica ya el delito
del condenado; es una confirmación profética de la soberanía de Jesús
sobre las gentes de todas las lenguas [pareciera que a Jesús lo ajustició un
pelotón de los cascos azules de la ONU] lo que Pilatos
(¿voluntariamente?) ordena fijar en la cruz, y allí permanece pese a la
oposición judía. La cruz no se identifica ya con la mayor humillación del
ser humano, se ha convertido en símbolo de la exaltación de Jesús. Si hay
algo sobre la Pasión de Jesús en Juan que figure en los cuatro evangelios y
esté de acuerdo con la historia, es precisamente el dato de que fue
crucificado y que de la cruz de que colgó su cuerpo torturado una
indicación sumaria de la causa por la que había sido condenado Jesús de
Nazaret al servile supplicium. Las palabras del titulus de Pilatos eran, en
cierto modo, ofensivas, hasta para la visión cristiana de la persona de
Jesús. Lejos de nacer de un deseo de buscar confirmación profética en las
palabras de Mc15, 16, fue precisamente este versículo el que indujo a
algunos cristianos a alterar la redacción del Salmo 95, 10 GK (96, 10 MT)
a fin de que el Antiguo Testamento coincidiera con lo que el Nuevo
pretendía. La “historia” es aquí anterior a la “profecía”
Probablemente la muerte de Jesús ocurrió al principio del mando de
Pilatos, quizás hacia el año 28 d.C. Se ha propuesto incluso una fecha tan
temprana como el 27 d. C., y no sin fundamento. Averiguar cuándo fue
crucificado Jesús es una labor ardua y sin muchas esperanzas de éxito. La
primera referencia cronológica sobre la fecha de la muerte de Jesús
aparece (que sepamos) en Clemente de Alejandría40. Este Padre de la
Iglesia fechaba la crucifixión 42 años y tres meses antes del día en que los
romanos destruyeron a Jerusalén. Esto correspondería la año 28 de la Era
Cristiana. Si la referencia a ‘tres meses’ se interpreta como expresión
275
exacta de tres meses del calendario judío (de cualquier calendario judío),
el día de la crucifixión de Jesús no coincidiría ni con el 14 ni con el 15 de
Nisán, sino con el día 9 de dicho mes. No se sabe de dónde tomó su
información Clemente. Quizás se basase en una información del informe
de F. Josefo de la toma de Jerusalén con la mención del año 15 de Tiberio
de Lc 3, 1. La prestigiosa revista científica Nature ha dedicado un amplio
espacio al asunto. Los británicos Colin Humpherys y W. G, Waddington,
de la Universidad de Oxford, presentaron una interesante tesis basada en
una investigación deductiva que centraron entre los años 26 y 36 de
nuestra Era, durante los cuales Poncio Pilatos fue el procurador romano en
Judea. A partir de ahí, sabiendo que , según el calendario de la época , el
día de la Pasión fue el 14 de Nisán y además viernes, nos quedan dos
posibilidades: 7 de abril del año 30 y 3 de abril del 33. La segunda fecha
es demasiado tardía -dicen estos investigadores- , así que podemos
concluir con seguridad que la crucifixión de Jesús tuvo lugar el 7 de abril
del 30.
Pero, ¿murió solo o acompañado, no sólo por los dos revolucionarios
y los soldados romanos?
El libro III de Los Reyes, cap. 1, empieza así:
"1. Ahora, como el rey David era viejo y de edad muy avanzada,
aunque se lo arropara mucho no se lo podía calentar.
"2. Y sus servidores se dijeron: Busquemos para el rey nuestro señor
una doncella a fin de que esté junto a él y durmiendo sobre su seno le
caliente al rey nuestro señor.
"3. Y buscaron en todas las tierras de Israel una moza hermosa y se la
llevaron al rey.
"4. Era una moza muy hermosa, que dormía junto al rey y le servía y el
rey no la conoció... "
El texto bíblico no nos lo dice, pero David debió de morirse en brazos
de Abisag la sunamita, su última esposa, que calentaba su agonía con
besos y con abrazos. David no la conoció sino en deseo. En realidad, fue
Abisag la última madre del gran rey, aunque virgen.
Jesús no tuvo una sino un grupo de mujeres que lo acompañaron en
su muerte. Entre ellas "estaba María Magdalena, y María la madre de
Santiago el Menor y de José, y Salomé, las cuales, cuando él estaba en
Galilea, le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con él a
Jerusalén" (Mc15,40-41). Lucas escribió: "Todos sus conocidos y las
mujeres que le habían seguido de Galilea estaban a distancia y
contemplaban todo esto" (Lc 23,49. Surayado mío). Juan se puso él en la
escena y a la propia madre de Jesús. Dice el texto: "Estaban junto a la cruz
de Jesús su madre y la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María
Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que
276
del destino Jesús se mantuvo pasivo. Será la fuerza del Imperio romano la
que lo aplastará.
Permíteme, lector, antes de cerrar este capítulo que haga una última
consideración. Si Jesús no fue el Mesías en el sentido en que era esperado,
¿cómo pudieron creer eso de él sus seguidores? Sencillamente, por su
discurso apocalíptico. Si se mezclan esas dos ideas en el cóctel de las
esperanzas de la época, tendremos la tremenda borrachera que se dieron
los cristianos apostólicos.
NOTAS AL CAPÍTULO 5
1. La locura de Jesús
todos los choques. Desde los doce años, tal vez, su primera personalidad
(hijo de carpintero de pueblo) deja lugar a una segunda personalidad:
Mesías, hijo de Dios. Desde entonces, como lo ha dicho Edmond Stapfer1,
él tiene "el sentimiento profundo, invencible, todopoderoso de su
vocación especial". Le contesta a sus padres que lo buscaron durante tres
días: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe
de las cosas de mi Padre?" (Lc 2,49).
Andando los años, confiesa a sus discípulos: "Yo soy el Mesías". A la
samaritana que le comenta: "Yo sé que el Mesías debe venir", Jesús le
responde: "Soy yo, el que contigo habla" (Jn 4,25-26). Por tanto, si él es
el Mesías todos los demás que pretendan serlo serán impostores (Mc 13).
Por ello repasa y rumia sin cesar los pasajes del Antiguo Testamento
relativos a este personaje fantástico2. En Nazaret, en plena sinagoga,
proclama su mesianismo. De ello dan cuenta los tres sinópticos3.
Recordemos el hecho, con su desenlace, relatado por Lucas:
Sin cesar, Jesús les recuerda a sus oyentes que Moisés "ha escrito
sobre mí" (Lc 5); que las Escrituras hablaron sobre él (Lc 24) y que en él
se ha cumplido lo dicho por todos los profetas (Lc 18). Y es que en todo
lo que le sucede, Jesús ve el cumplimiento de una profecía. Relaciona
cada incidente de su vida con una pasaje de la Biblia y se esfuerza en
seguir las indicaciones de cada recuerdo místico.
2. REY.- ¿Cómo concibe Jesús al Mesías? Para él, el Mesías es un rey,
un ungido, el rey de los judíos. La tercera alucinación (tentación) del
desierto muestra que él acarició la idea de alcanzar la dominación
temporal del mundo (Mt 4,8-9). Más adelante prometerá a sus discípulos
que pronto ellos serán ricos feudales, además de que alcanzarán la vida
eterna (Mc 10,29-31). De entre ellos escogió doce para juzgar a las doce
tribus de Israel. Es sobre un asno, montura de los reyes en tiempos de paz,
cómo él hace su última entrada en Jerusalén, mientras la multitud grita:
"Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor. Paz en el cielo y
gloria en las alturas" (Lc 19,38). Pilatos le preguntó: "¿Eres tú el rey de
los judíos? Y Jesús le respondió diciendo: Tú lo has dicho" (Mc 15,2).
Tras su condena, los soldados de Pilatos lo saludan irónicamente: "Salve,
rey de los judíos" (Mc 15,18). En fin, Pilatos manda colocar en la cruz el
títulus de "El rey de los judíos" (Mc 15,26).
Por lo demás, no hay nada en común entre él y los conspiradores de
aquel entonces, los zelotes. Jesús de Nazaret no es republicano ni
legitimista, la opresión romana casi no le incomoda, el ideal davídico no
le preocupa. Jesús tiene un deseo: reinar, pero como hijo de Dios, en la
tierra si es posible; pero si la tierra se rehúsa a dejarse mandar por él, esto
es, en Judea, entonces reinará en las alturas del cielo. El progreso de su
ambición explica que llegue a negar la ascendencia davídica que le había
sido prestada. Jesús prefería una filiación divina a una filiación real. En
un curioso pasaje, en el que se creía el Mesías, llega afirmar que el
Mesías no descendía de David y para ello se basa en este último. Veamos.
cuando le vuelve la vista a un ciego (Jn 5). También por la voluntad del
Padre los discípulos harán milagros (Lc 10). Claro que muchos que le
escuchaban no podían entender lo que oían, "y decían: ¿No es éste Jesús,
el hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Pues cómo dice ahora
yo he bajado del cielo?" (Jn 6,42). (Estos buenos galileos no sabían que
estaban ante uno de los mayores misterios del universo, misterio que ha
empezado a dejar de serlo desde que la Psiquiatría ha puesto sus ojos
sobre él).
Intérprete y agente del Padre, Jesús es el amado de Dios, incluso "antes
de la creación del mundo". Y Dios ama también a sus discípulos, porque
son sus discípulos y en la medida en que ellos aman a su maestro (Jn
14,21). En revancha, Yahvé detesta a los que detestan ser sus discípulos.
Por eso amenaza: "Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador. Todo
sarmiento que en mí no lleve fruto, lo cortará." (Jn 15,1-2). No hay
posibilidad de salvación si no se ama a Jesús, que es amar a Dios, pues
"nadie viene al Padre sino por mí" (Jn 14,6). Con razón decían algunos de
sus discípulos: "¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede oírlas?" (Jn
6,60). De seguro, nadie que tenga sana la razón.
4. DIOS.- Muy a menudo el teomegalómano termina por confundirse
con aquel que habla por su boca. A esto llegó Jesús, según Juan. Por eso
creyó que los bienes de Yahvé eran sus propios bienes: "Todo cuanto
tiene el Padre es mío..." (Jn 16,14); y los suyos, de Yahvé. "Todo lo mío
es tuyo, y lo tuyo mío" (Jn 17,10), le recuerda ingenuamente Jesús al
Padre con la familiaridad que lo caracteriza. El Reino de Dios es su
propio reino (Mt 13, y Lc, 22). Por esta razón expulsa a los mercaderes
del templo de Jerusalén. "Quitad de aquí todo eso y no hagáis de la casa
de mi Padre casa de contratación", les grita (Jn 2,16).
Como hijo de Dios, tiene a su disposición a los ángeles de Yahvé: le
sirven en el desierto, lo reconfortan la noche de su detención. Es más, en
ese momento le dice a Pedro que guarde su espada, pues, si quisiera,
podría rogar a su Padre para que le envíe doce legiones. Lo cual sería una
desmesura, aunque tuvieran que enfrentar "una gran turba, armada de
espadas y garrotes" (Mt 26,47-56).
Si los ángeles son sus servidores, Satán, el enemigo tradicional de
Yahvé, es su enemigo. Por eso en el desierto Jesús le recuerda: "No
tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4,7). Es decir, el Padre y Jesús son una
misma cosa (Jn 10,30), hecho que a muchos les cuesta creer. Mas bien
piensan que quien dice tal es porque está endemoniado, esto es, porque ha
perdido el juicio (Jn 10, 20). "Por esto, dice el evangelista, los judíos
buscaban con más ahínco matarle, pues no sólo quebrantaba el sábado,
sino que decía a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios" (Jn 5,18).
En resumen, no se conoce en la historia de la Psiquiatría un delirio
teomegalomaníaco más resplandeciente... ¡ni mejor camuflado!
285
En pocas palabras, se puede decir que la masa del pueblo era farisea.
La asignación a los fariseos del papel de enemigos implacables de Jesús
tiene su explicación histórica en la situación que se creó cuando los que
292
Pero no se sabe que los saduceos tuvieran relación alguna con Galilea.
No tienen importancia en los evangelios (ninguna, al menos, como
grupo). Es casi seguro que algunos de los dirigentes sacerdotales fueron
saduceos, pero los evangelios no los juzgan dignos de mención. Sin
embargo, hay que decir que si hubo judíos que ejercieron una influencia
efectiva en los acontecimientos que condujeron a la muerte de Jesús,
habrían de ser éstos miembros de la aristocracia sacerdotal, individuos de
la secta saducea.
Si buscamos una época en que los fariseos fueron intensamente
partidarios de Herodes y durante la que uno de ellos se dedicó a perseguir
a los cristianos en Jerusalén (Act 12,1 ss), la encontraremos diez años
después de la crucifixión, durante el reinado de Herodes Agripa I, que
gobernó Jerusalén desde el año 41 hasta el año 44 d. C. Por consiguiente,
podemos conjeturar que los 'herodianos' de Marcos10 son un anacronismo
menor. Esto, por otro lado, permite fechar una de las fuentes de Marcos,
esto es, data de los años cuarenta o más tarde. No deja de ser irónico que
los libros de paganos y judíos, como F. Josefo, nos ofrecen más
credibilidad que los evangelios, "inspirados" por el Espíritu Santo. Pero
esto ya lo hemos dicho en otras ocasiones.
Los 'ancianos' aparecen sólo asociados a los sumos sacerdotes,
excepto en Lc 7,3, en donde es posible que se trate de los ancianos de una
sinagoga. Los 'gobernantes' es un término visiblemente impreciso y no
técnico. Los 'jefes' de Lc 22,4 y 52, son los oficiales encargados de la
guardia del Templo.
5. Judas y el Sumo Sacerdote.- En el versículo 3 de Juan 18, se dice
que Judas iba al mando de la cohorte que apresó a Jesús. En el versículo
296
los suyos) y ocultan bajo una apariencia puritana una lubricidad extrema.
Pero existen otros que ignoran completamente el apetito sexual. El amor
platónico, con su cortejo de abnegación, devoción e imaginación
romántica, también se da entre los homosexuales. En otras palabras, hay
homosexuales vírgenes.
Pero desde el punto de vista psíquico, en el homosexual, virgen o no, el
amor es tan exaltado como en el heterosexual. "El amor del uranista, dice
un autor, reviste a menudo una forma totalmente excéntrica; noche y día,
piensa en el hombre que ama, le sigue paso a paso y lo asalta con
declaraciones y demandas de citas". Como el amor heterosexual, el amor
homosexual es, a veces, exclusivo. El homosexual se siente impotente a la
vista de otros hombres que no sean su amante.
Hagamos la pregunta nuevamente: ¿Era Jesús de Nazaret homosexual?
A continuación presentamos a consideración del lector algunos
argumentos.
1º Las mujeres que le seguían estaban en minoría y jugaban un papel
difuso.
2º No se entretenía con mujeres. Por esta razón los discípulos "se
maravillaban de que hablase con una mujer", la Samaritana (Jn 4,27). Hay
que decir, por otro lado, que algunas de ellas lo adoraban. Pero su actitud
con las mujeres no era la de un varón. Con ellas Jesús se muestra casi
tímido y las trata como hermanas, ya fuesen ellas viejas cortesanas, así
como ellas lo tratan como a un hermano, a quien se puede seguir y
acercarse sin temor.
3º No quería siquiera que se las codiciara y desaconsejaba el
matrimonio, abolido en el Reino de los Cielos, donde todos serán como
los ángeles (Mc 12,25).
4º Por ellas sentía una gran compasión.
5º Ensalzaba la estirilidad. Claramente Jesús desaconseja el matrimonio
sobre la tierra18 y aconseja la automutilación: "hay eunucos que a sí
mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos".
6º No se sabe que tuviera mujer. El celibato pasaba en el judaísmo por
un desorden, tanto desde el punto de vista moral (Gén, 2,18) como desde
del punto de vista de la naturaleza de las cosas. Una de las razones que
hacían imposible el matrimonio era la alienación mental, escribió
Maimónides.
7º Tampoco dejó hijos.
8º Pero tenía Jesús por ciertos hombres verdaderos movimientos de
amor. Marcos recuerda un "flechazo" sobre un joven rico que vino a
decirle que deseaba ser su discípulo. "Jesús, poniendo en él los ojos, le
amó y le dijo: Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los
pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme" (Mc 10,21).
303
2. El perseguidor
307
Son muchos los lugares en los que se puede constatar que Jesús de
Nazaret es un furibundo perseguidor. Como muchos enfermos que
padecen su misma enfermedad, el odio que lo consume está siempre bajo
presión, presión dolorosa que exige una descarga, como la presión sexual.
Es tan frecuente la inclinación al odio de estos enfermos que este hecho
constituye uno de los principales síntomas del delirio de persecución. En
el megalómano, el odio es provocado por las heridas del orgullo. Se ve en
él una negación de la justicia debida a la acción de enemigos poderosos,
esto es, el megalómano se cree víctima de una trama hostil. Ciego por su
orgullo, convencido de que todo el mundo debe eclipsarse ante él, el
megaloteómano se ve estrujado, herido, humillado por las personas con
las que entra en contacto. De ahí las impaciencias, brusquedades,
amenazas, maldiciones y violencias que se encuentran en todos los casos
y que los evangelistas no ocultan en el caso de Jesús de Nazaret.
Aunque sus apologistas hacen de él un dios de amor21, sin embargo el
odio está muy presente de muchas maneras y en muchas ocasiones. Por
ejemplo, contra los incrédulos, contra aquellos que no creían en su
naturaleza divina, en su poder sobrehumano. "El que no está conmigo está
contra mí"(Mt 12,30), dijo. Lo que se dice 'manso', el hijo del carpintero
de Nazaret no lo fue sino cuando las masas le gritaban "¡Tú eres el
Mesías! ¡Tú eres el hijo de Dios!" que emborrachaban su orgullo. El dios
de amor elevó el odio a la altura de una regla moral: "Nadie puede servir a
dos señores, pues, o bien, aborreciendo al uno, amará al otro, o bien,
adheriéndose al uno, menospreciará al otro" (Mt 6,24).
Era tal la intolerancia de Jesús que alcanzaba a los objetos inanimados,
como una tempestad22 o una higuera (M 11,11-14). Pero los accesos de
cólera de Jesús alcanzaban a sus discípulos (Mc 8, 17 y 33), a quienes
curaba (Mc 1,40-45). No soportaba la menor contradicción (Mc 8,31-33),
tanto que los suyos terminaron por no preguntarle a causa del temor que
les infundía (Mc 9,32).
Jesús era racista. Se mofa de los paganos (Mt 6,7), a quienes compara
con perros
( Mc 7,23), de los samaritanos (Mt 18,15-17) y de todas las razas de la
tierra, que se lamentarán de la venida del hijo del hombre (Mt 24,30)
Entre los animosos que se habían dejado arrastrar en la aventura galilea,
varios titubeaban en mostrarse en compañía de este vagabundo hirsuto,
andrajoso y sucio que se llamaba sí mismo "hijo del hombre" con
propósitos un poco incoherentes. Jesús detestaba a estos seguidores
vergonzosos y los amenazaba con avergonzarse de ellos cuando llegara en
su gloria (Mc 8,38).
308
No sin razón quedó dicho por quien pudo decirlo aquello de la locura
de la cruz. Locura, sin duda, locura. El humorista Oliver Wendell Holmes,
por boca de uno de su personajes, dijo que se formaba mejor idea de los
que estaban encerrados en un manicomio por monomanía religiosa que de
uno de los que, profesando los mismos principios religiosos, andaban
sueltos y sin enloquecer. Pero, ¿es que no viven realmente éstos, también,
enloquecidos? ¿Quién no ha visto en nuestras ciudades los inofensivos
savonarolas predicando en las plazas para reformar el mundo?
Afortunadamente para ellos, no les pasará lo que al italiano Girolamo
(1452-1498), quien por el intento entusiasta de eliminar la corrupción de
su tiempo terminó martirizado... sin poder ir al Cielo.
Los piadosos son, en cualquier religión, esencialmente perseguidores.
Se quejan mucho cuando se les persigue, pero les parece muy mal que se
les impida perseguir a los demás. ¡Están convencidos de tener la razón!
Los fanáticos acostumbran quejarse de verse oprimidos cuando no son los
316
2.2.1. Excomunión
2.2.2. La Inquisición
Los fotinianos afirmaban que Cristo fue engendrado por el coito entre
María y José.
Los antidicoramitas decían las mismas barbaridades que los fotinianos.
Los patricianos sostenían que el diablo era el creador de la sustancia
de la carne humana.
Los colucianos proclamaban que Dios no es autor del mal,
oponiéndose con ello a las palabras de Isaías: "Yo, el Señor, he creado el
mal".
Los florienses, por el contrario, decían que Dios había creado el mal,
contradiciendo lo que está escrito en el Génesis: "Dios contempló lo que
había creado. Y era bueno".
Los circonceliones, llamados también escotópicos, se suicidaban por
amor al martirio.
Los priscialinistas difundieron en España una especie de gnosticismo y
maniqueísmo.
Los jovianistas osaban afirmar que no existía la mínima diferencia
entre una mujer casada y una virgen, entre un juerguista y un abstinente.
Los tesaresdecatitas (del griego tessarès y déka, cuatro y diez) decían
que había que celebrar la Pascua en la luna decimocuarta.
Los pelagianos atribuían al libre arbitrio rango superior a la gracia
divina.
Los acéfalos, llamados así porque no tenían jefe, se oponían a la
doctrina del concilio de Calcedonia.
Y otros muchos cuyas características conviene recordar. Dice Eimeric:
Poliac, los limosneros, Pierre Jean (por sí solo veinte veces hereje),
Raimundo Lull ("cuya doctrina contiene más de quinientos errores,
aunque sólo transcribo cien, por mor de brevedad") y los lullistas (que con
generosidad aportan otros veinte errores a los de su jefe), Arnaldo de
Vilanova y los arnaldistas, Segarelli, Dolcino y los seudoapóstoles...
Además de los herejes, la Inquisición se ocupaba de los blasfemos (p
75 ss), los videntes y adivinos (p. 78 ss), los demonólotras o invocadores
del diablo (p. 80 ss), los cristianos adscritos al judaísmo, judíos
convertidos y ulteriormente rejudaizantes (p. 85 ss), los cristianos
adscritos a la secta de los sarracenos (p. 88 ss). Se preguntan los autores
de la obra: "¿Se considerará herejes -y penables, como tales, con los
rigores inquisitoriales- a los judíos y a los infieles, a los demonólatras, a
los propagadores de herejías, a los culpables de cualquier delito contra la
fe cristiana?". Después de una larga disertación llena de distingos,
asientan: "Nosotros creemos que el Papa, vicario de Cristo, no sólo
ostenta poder sobre los cristianos, sino sobre todos los infieles" (p. 89).
Las deducciones que se pueden sacar de esta premisa están patentes. Claro
que Mahoma no reparó en muchos distingos. Veamos algunos versículos
del Corán:
Hegel ha señalado que tenía que aparecer alguien que atacara de frente
al judaísmo mismo. La raíz del judaísmo es lo objetivo, es decir, el
servicio, la servidumbre frente a algo ajeno. Era eso lo que Jesús atacaba.
Por lo general, Jesús opuso el sujeto a la ley. ¿Opuso la moralidad a la
ley? La moralidad es, según Kant, la subyugación del individuo bajo lo
universal, la victoria de lo universal sobre la individualidad opuesta a él.
Es más bien la elevación de lo individual a lo universal, unificación,
cancelación de las dos partes opuestas por la unificación. Moralidad es la
superación de una división en la vida. El principio de la moralidad es el
amor. Querer es la exclusión de lo opuesto. Jesús opone al mandamiento
la disposición sensible, la inclinación a actuar moralmente.
Pero Jesús no halló nada en los judíos que le hubiera ayudado a
combatirlo. Tuvo, pues, que sucumbir él después de no haber fundado otra
cosa que una secta más que se refugia en lo imaginario.
La creación resultante de las predicaciones del Maestro de Nazaret es
un reino imaginario. En el cristianismo, ni la moral ni la religión están en
contacto con la realidad. No hay más que causas imaginarias: Dios, alma,
yo , el espíritu, el libre albedrío o el albedrío no libre. También los efectos
son imaginarios: el pecado, la salvación, la gracia, la expiación, el perdón
de los pecados. Las relaciones entre los seres son, asimismo, imaginarias:
Dios, los espíritus, el alma. La ciencia natural que se postula es
imaginaria, antropocéntrica, con carencia absoluta del concepto de causas
naturales. Una psicología imaginaria que emplea un lenguaje figurado de
las idiosincrasias morales y religiosas: el arrepentimeineto, la voz de la
330
autoritario. La Iglesia lo es, sin duda alguna. Al ser alentado por sus
dirigentes, este sistema delación/castigo acaba implantándose como una
dinámica compensatoria cotidiana entre los elementos más frustrados,
mediocres y ambiciosos de la comunidad religiosa.
Pero al margen de ser un instrumento fundamental para lograr el
dominio y el control del clero, la ley del celibato religioso es una
estrategia fundamentalmente economicista, que permite abaratar los
costos de mantenimiento de la plantilla laboral de la Iglesia católica y, al
mismo tiempo, incrementar su patrimonio institucional. El obligado
carácter célibe del clero lo convierte en una gran masa de mano de obra
barata y de alto rendimiento, dotada de una movilidad geográfica y de una
sumisión y dependencia jerárquica absoluta33.
La ley de celibato obligatorio es fuente de problemas psicológicos y
sociales. Un superior jesuita pone el dedo en la llaga cuando afirma que,
“para muchos, el voto se confunde más o menos con la obligación de
luchar contra el pecado de la carne. Se les ha presentado la castidad como
puramente negativa y como una renuncia a todo amor humano profundo.
Pero algunos se preguntan si esto agrada a Dios. Algunos tienen miedo de
amar, pensando que esto es contrario al voto de castidad. Ven en el amor
conyugal sólo el placer de los sentidos. Otros han fundado la castidad
sobre el desprecio a las mujeres y no ven que se pueda amarlas sino por
pasión. Ellas son objeto de tentación y son peligrosas”34
Álvaro Jiménez sostiene que “en ningún área de la personalidad se
encuentran tantos residuos infantiles como en el aspecto religioso.
Muchas personas cultas, universitarias y profesionales quedan estancadas
en una religiosidad juvenil, mientras la maduración intelectual, emocional
y social se desarrolla de una manera más o menos satisfactoria /.../ Hay
que conceder que no sólo son frecuentes los casos de religiosidad
inmadura, sino que en muchos pacientes se presentan elementos
patológicos de carácter religioso /.../ Este hecho es de extrañar, dada la
profundidad religiosa de la personalidad humana; la religión, lo mismo
que el sexo y la agresividad, por su papel decisivo en la psicología
humana, son energías potentísimas, que lo mismo pueden canalizarse para
la autorrealización del individuo y el bien de la sociedad, o desviarse para
el daño o destrucción propia y ajena35”.
Pero hay algo mucho más grave: los abusos sexuales del clero. En
Estados Unidos, país donde se ha abierto públicamente la caja de Pandora
de los abusos sexuales de sacerdotes católicos a menores, los datos que ya
han sido comprobados son terribles. Tras verificar que en 100 de sus 186
diócesis hubo denuncias por violencia sexual, a principios de la década de
los noventa, la Conferencia Episcopal norteamericana tuvo que solicitar al
Vaticano la posibilidad de reducir al estado laical a los sacerdotes
implicados.
333
NOTAS AL CAPÍTULO 6
1. ¡Resurrexit!
1.2. Resurrección
2. San Pablo
Pero, ¿quién fue san Pablo? San Pablo vio la luz en una familia judía
acomodada, establecida en Tarso (Turquía). Era ésta una ciudad con
mucha vida, situada a la salida de las Puertas cilicianas, por las que se
descendía de la meseta del Asia Menor a Siria. Además, estaba en el cruce
de importantes rutas comerciales que llevaban a la vez ideas y las
influencias de Grecia e Italia, de Frigia y de Capadocia, de Siria y de
Chipre, de Fenicia y de Egipto. Pese a una tentativa bastante reciente de
los reyes de Siria, y especialmente de Antíoco Epifanio (en 171 a. C.),
para helenizarla, Tarso continuaba siendo una ciudad oriental, al menos
345
que un advenedizo sin escrúpulos. Por esta razón, cuando Pablo fue
detenido por los romanos no recibió el menor apoyo o ayuda por parte de
las iglesias de Jerusalén o de Roma. Después de haber pasado unos tres
años retenido por los romanos en la capital imperial, murió en Roma
probablemente en torno de los primeros meses del año 64 d. C.
El estudio atento de las grandes epístolas paulinas revela una
combinación, a primera vista audaz y singular, de las afirmaciones
fundamentales de la fe de los Doce, de ideas judías (antiguas y recientes),
de concepciones familiares al medio pagano helenístico, de recuerdos
evangélicos y de mitos orientales. Vamos a insistir un poco en este punto,
porque tocamos el fondo mismo del más grave problema planteado por la
historia de las creencias cristianas: el de la transformación de la misión de
Jesús en religión universal.
A la primera mirada que se arroje sobre la vida religiosa del Oriente
asiático, desde el mar Egeo a Mesopotamia, se ve que en los albores de
nuestra Era ocupan el primer lugar cierto número de divinidades muy
parecidas, tanto que a veces se confunden: Atis en Frigia, Adonis en Siria,
Melcarte en Fenicia, Tamuz y Marduc en Mesopotamia, Osiris en Egipto,
Dionisos en tierra griega, para limitarnos a las principales. También se
debería nombrar al dios persa Mitra, que comienza por aquel entonces a
hacer su futuro en el Imperio romano. Los hombres, al circular de un país
a otro, llevan consigo sus creencias y las implantan fácilmente fuera de su
patria, porque encuentran en todas partes, en aquel mundo del Asia
Anterior, preocupaciones análogas a las suyas, expresadas en mitos del
mismo género, y buscan su satisfacción en ritos estrechamente
emparentados, lo que conduce al sincretismo.
A consecuencia de la evolución del sentimiento religioso, el mito de la
muerte y la resurrección del dios ha dejado de exponerse únicamente
como una historia dramática y conmovedora, ha llegado a convertirse,
comúnmente, en la expresión sensible del gran misterio del destino
humano.
He aquí cómo se representa que esta misión ha sido cumplida: el dios
ha sufrido, como puede sufrir el hombre; ha muerto, como muere el
hombre, pero ha vencido el sufrimiento y la muerte puesto que ha
resucitado. Si sus fieles simbolizan y renuevan de alguna manera cada año
el drama de su existencia terrestre, creen también que gozan, desde la hora
de su resurrección real de otro tiempo, de una vida bienaventurada en la
inmortalidad divina.
El destino del salvador divino, porque ésta es la calidad que reviste el
dios que muere y resucita, es a la vez prototipo y garantía del fiel. No
sabemos bien cómo se establecía materialmente, en todos los cultos de los
diversos dioses de la salvación, esa asimilación del fiel con el sóter, pero
estamos seguros de que era en todos la finalidad de ciertos ritos, de los
347
3. Sol invictus
sido el día en que nació el Jesús de Nazaret histórico; este día no fue
adoptado por la Iglesia como tal hasta el siglo IV (entre los años 354-
360), de la mano del papa Liberio (352-366), y su finalidad fue la de
cristianizar el muy popular y extendido culto al Sol invictus.
En la Navidad, solsticio de invierno en el hemisferio norte, el Sol
alcanza su nadir en la esfera celeste y desde ese momento el día comienza
a alargarse progresivamente, hasta llegar al solsticio de verano (21 de
junio), cuando invierte su curso porque ha llegado a su cenit. Para los
antiguos, el solsticio de invierno era, pues, el auténtico nacimiento del
Sol. Con él, toda la naturaleza empezaba a despertar lentamente de su
letargo invernal y los humanos veían renovadas sus esperanzas de
supervivencia gracias a la fertilidad de la tierra que garantizaba la
presencia del divino Sol invictus. El 25 de diciembre era el día de la
conmemoración del natalicio de dioses solares jóvenes, precedentes claros
del Jesús-Cristo, como Mitra o Baco/Dionisos, también llamado el
Salvador. En todas las culturas, básicamente agrarias, esa fecha alcanzó
una importancia indiscutible mucho antes de la época cristiana.
Está documentado que hasta el propio emperador Constantino (306-
337) ordenó sacrificios en honor del Sol, acuñó monedas con la frase "Soli
Invicti Comiti, Augusti Nostri" e impuso que cada domingo -día del Sol-
sus ejércitos recitaran al "Dios que da la victoria". Al llegar al poder su
segundo hijo, Constancio II (337-361), se proscribió todo culto a las
divinidades paganas y el papa Liberio sobrepuso la celebración del
nacimiento de Jesús al del Sol invictus Mitra. Constancio murió cuando se
disponía a enfrentar a Juliano (361-363), que había sido proclamado por
las legiones y al que la Iglesia, ya poderosa, le puso el sobrenombre de "el
Apóstata", por haber intentado restablecer la heliolatría.
Desde esos días, el mito solar de Jesús-Cristo desbancó al Sol invictus .
De éste todo lo había plagiado aquél, que tomó el lugar del otro,
adaptando su propia forma externa al sólido molde de creencias
legendarias que había dejado el culto pagano. Está suficientemente
documentado que Mitra nació de virgen un 25 de diciembre, en una cueva
o gruta, que fue adorado por pastores y magos, que fue perseguido, que
hizo milagros, que fue muerto y resucitó al tercer día... y que el rito
central de su culto era la eucaristía con la forma y fórmulas verbales
idénticas a las que acabaría adoptando la Iglesia cristiana.
A tal punto son iguales el ritual pagano de Mitra y el supuestamente
instituido por Jesús que san Justino (c. 100-165 d. C), en su I Apología,
cuando defiende la liturgia cristiana frente a la pagana, se ve forzado a
invertir la realidad y a encubrir el plagio cristiano afirmando que "a
imitación de lo cual [de la eucaristía cristiana], el diablo hizo lo propio
con los Misterios de Mitra, pues vosotros sabéis o podéis saber que ellos
356
toman también pan y una copa de vino en los sacrificios de aquéllos que
están iniciados y pronuncian ciertas palabras sobre ello".
4. Egipto
al igual que Sirio da a luz al Año Nuevo, y en los textos Horus y el Año
Nuevo se equiparan. Ella es el vehículo para la renovación de la vida.
Brillando por un momento, en una mañana de verano, estimula al Nilo y
comienza el año”.
Huyendo de las posibles consecuencias de un edicto de Herodes I el
grande (73-4 a. C.) que decretaba la matanza de los recién nacidos (Mt
2,16-18), María, José y Jesús no regresarán a Palestina hasta la muerte del
tiránico gobernante. Curiosamente, este dato proporciona una fecha
absoluta para datar cronológicamente el nacimiento de Jesús antes de
nuestra Era, de donde se deduce que el ya conocido como Mesías debió de
haber nacido en algún momento en torno al año 7 ó 6 a. C. Todo este
tiempo, casi tres años, implicó un largo peregrinar por tierras de Egipto.
Para muchos investigadores, esta ruta de la Sagrada Familia supone el
comienzo de un gigantesco camino iniciático hacia las fuentes de la
sabiduría antigua, difundidas más tarde en la etapa pública del Nazareno
por medio de parábolas.
Con el paso de los siglos han sido muchas las tradiciones que han
nacido en torno de la figura de Jesús y su paso junto a María y san José
por tierras de los antiguos faraones. Y como ocurre en otros lugares de la
geografía cristiana, muchas de ellas se hunden en el lodo de la leyenda,
perdiendo gran parte de su credibilidad. Parece poco probable que un niño
de apenas unos meses de vida pudiera protagonizar fenómenos milagrosos
que -según cuentan- allí ocurrieron hace dos mil años. También nos
podríamos preguntar qué fin buscaba la Sagrada Familia en su
interminable periplo por tierras del Nilo, en vez de detenerse en un único
lugar a la espera de nuevas noticias sobre el reinado de Herodes.
¿Dónde nació Jesús, realmente? ¿En Belén, como quieren Mateo y
Lucas? ¿En Nazaret, como afirman otros autores? Mateo añade: “... de
Egipto llamé a mi hijo” (Mt 2,13-15). Es posible que María y José, con el
niño, hubieran podido estar en Egipto, como muchos otros judíos de la
época. Jesús pudo haber nacido en Belén en tiempos de Herodes y se fue a
Egipto unos años. Lo de los inocentes, definitivamente, es un toque
melodramático para destacar que el hijo de Dios fue perseguido... desde el
nacimiento.
361
Cuenta Mateo:
Relata Lucas:
6. Cristo
algo más, era tan sólo alguien como ellos y ellos mismos sentían que no
era nada.
Al Maestro de Nazaret le hubiera horrorizado recibir sacrificios como,
en su tiempo, aún se daban a los dioses. Ni siquiera ofrendas, como se
daban en el Templo de Jerusalén. Ese horror lo pintó muy bien Flaubert,
así como la desaparición de los dioses hambrientos:
cristiana, los que educan a la juventud. Pero como tienen que educarla
para el mundo, para el siglo, para ser padres y madres de familia, para la
vida civil, política, de aquí la contradicción íntima de su enseñanza. Una
abeja podrá enseñar a otra abeja a construir una celda, pero no puede
enseñar a un zángano a fecundar a la reina.
7. De la parusía a la soterología.
Pecado original
el principio
Habitual
De omisión
De debilidad
De malicia
Exterior
Sí mismo
Venial
Formal
Propio
378
NOTAS AL CAPÍTULO 7
8 Cf. Mt 2,13-15).
9 Cf. Catecismo, pág. 50.
10 Juan A. Ruano Ramos, El dogma católico, Anaya, Salamanca, 1959.
11 Cf. Jue 13; 1 Sam 1; Gén 21,1-4.
12 Las tentaciones de san Antonio, p. 134-166.
13 Lc, 24,30; Jn, 21,13.
14 La cautividad..., p. 41-42
15 Notas de Teófanes Egido a La libertad del Cristiano, 1520.
16 J. L. Aranguren, Ética y política, Orbis, Barcelona, 1986.
1. Sincretismo católico
eficaz volver al sistema anterior de hablar todos una sola lengua. Sin
embargo, el Espíritu Santo, el dios del cristianismo, prefirió aplicar una
solución un tanto más complicada y efectista, pero de todos modos capaz
de revertir el problema generado por el orgullo de los constructores de la
Torre de Babel. Se dotó así a los apóstoles, mensajeros del evangelio, del
don de lenguas que les hizo posible llevar aquél a todos los pueblos del
planeta, viajando a los confines del mundo, sede de pueblos desconocidos
y a menudo extraños y monstruosos, para comunicarles el mensaje
cristiano llamado así a imponerse por todas partes. No sólo se sirvieron
del don de lenguas. Gran parte de su eficacia predicadora se apoyó en una
ilimitada capacidad de impresionar y de hacer milagros convincentes y
oportunos1. Otros predicadores, como los de América, posteriormente se
ayudarán con la espada.
Introducido por los apóstoles en el mundo grecorromano en el siglo I,
el cristianismo no será sólido sino hasta el siglo II, para expandirse
ampliamente en el III. Pero ¿cómo era la religión de los grecorromanos?
En el momento en que el Imperio reemplaza a la República, la religión
oficial de los grecorromanos es ya un sincretismo, una combinación
hecha, después de la conquista del Oriente griego por Roma, con los
dioses de los vencedores y de los vencidos. Los hombres ilustrados han
perdido su fe en ella, pero la respetan en público. Cuando es menester,
participan en sus ritos, porque siguen creyendo que es necesaria para el
pueblo, cuyos apetitos e instintos peligrosos refrena. La clase dirigente no
olvida que la antigua Ciudad se apoyaba sobre la religión en otro tiempo,
que dio sostén a los esfuerzos fecundos de sus antepasados y que
constituye aún, en lo que tiene de especialmente romano, el lazo sensible
que une a los ciudadanos de la Ciudad. Esto lo dijo sin igual Fustel de
Coulanges2.
Desde el siglo I, el cristianismo se presentó como una religión oriental,
a la vez mística y práctica. Por un lado, se apoyaba en la revelación divina
y prometía la salvación eterna por un Mediador todopoderoso. Por el otro,
pretendía instaurar en la tierra una vida nueva, toda de amor y de virtud.
En apariencia, se mostraba rebelde a todo sincretismo; pero era todavía
muy simple en sus dogmas y en sus prácticas, por lo tanto muy plástica.
Por esta razón pudo recoger y asimilar, casi sin cuidarse de ello, las más
difundidas aspiraciones religiosas y costumbres rituales con las que se
encontraría en el terreno grecorromano. Si en el siglo III el cristianismo se
halla en capacidad de hacerle frente, victoriosamente, a todo el
sincretismo pagano, es porque él mismo se ha convertido en un
sincretismo, en el que se reúnen todas las ideas fecundas, todos los ritos
esenciales de la religiosidad pagana. Y, de ahí en más, nunca volverá a
parecerse al monoteísmo judío enseñado por el Maestro de Nazaret.
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2. Origen de la Iglesia
evidencia cegadora, los textos prueban que la primacía del apóstol Pedro,
proclamada por Jesús según un pasaje de Mateo (16, 18-19), no existió.
Los hechos constatan que los discípulos que se agruparon alrededor de él,
de Juan y de Santiago, "hermano del Señor", solamente lo honraron y
escucharon como a un hombre engrandecido por la confianza y la amistad
del Maestro.
El versículo de Mateo aludido, que según la Iglesia instituyó el papado,
es una impostura. Si comparamos Mt 15, 15-20, con los pasajes
equivalentes de los otros evangelistas3, observaremos que, aunque la frase
se repite textualmente en Marcos y Lucas (pero con añadidos diferentes) y
el sentido se conserva en Juan, en ninguno aparece rastro alguno del
presunto nombramiento que Pedro recibe de Jesús. Ese texto fue añadido
muy posteriormente y contradice radicalmente el fundamento del Nuevo
Testamento. Si la fe y base del cristianismo radica en las creencias
aparejadas con la aceptación de la divinidad de Jesús, resulta obvio que la
respuesta atribuida a Pedro no suponía más que la proclamación de un
credo sólido frente a quienes no tenían al Nazareno por 'hijo de Dios vivo'.
En esas palabras radicaba, no en quien las dijo, la "piedra" sobre la que
edificar la iglesia. Tal como debería ser de sentido común (y como se
confirma en otros pasajes notables del Nuevo Testamento4), el
fundamento, la piedra, sobre la que se edifica la fe es Jesús-Cristo, no
Pedro, ni mucho menos el Papa o la Iglesia católica. Pero esto es opinión
de teólogos protestantes que sostienen que el famoso versículo de Mateo
fue introducido en el texto durante el siglo II para justificar el poder
político de la Iglesia católica y atribuir su fundación al mismo Jesús
Hablando en serio, Cristo ni fundó ni deseó la Iglesia. Ésta es, quizás,
la verdad más segura que se impone a todo aquel que estudie los textos
evangélicos sin una opinión preconcebida. La suposición contraria
configura históricamente un absurdo. Contra él todo el genio de los
teólogos no puede nada. Por mal que conozcamos las enseñanzas de Jesús,
se nos aparecen, primero, como una reacción contra el legalismo estrecho
y el ritualismo absorbente, de los que no se podría sostener que no sean
los cimientos indispensables de toda vida propiamente eclesiástica.
Luego, se nos aparecen como una estimulación enérgica del esfuerzo
personal. El individuo debe elevarse hacia el Padre, que está en los cielos,
por la confianza y el amor, sin duda, pero también por el arrepentimiento,
la enmienda decisiva de sus vicios y, por decirlo así, por la purificación de
su conciencia tanto como por la exaltación de su voluntad. Esto es,
precisamente, todo lo contrario de la psicastenia eclesiástica, que
Nietzsche denunciara con palabras ásperas.
De los Doce no hizo Jesús “sacerdotes”, pues, en verdad, no los
necesitaba. Por lo demás, si observamos cómo actúan los apóstoles
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creencia ortodoxa.
La llamarada de la discordia religiosa voló rápidamente de las escuelas
al clero, del clero al pueblo. Empezó a ventilarse en contiendas
eclesiásticas la cuestión abstracta de la eternidad del logos. Trascendió a
los sermones. Las opiniones heterodoxas de Arrio salieron luego a la luz
por su propio celo y el de sus contrarios. Sus enemigos más implacables
reconocieron la sabiduría y la vida irreprensible de aquel presbítero
esclarecido, que había generosamente declinado sus pretensiones a la silla
episcopal. Alejandro, competidor de Arrio, se apropió del cargo de su juez
y falló su sentencia definitiva, como regla absoluta de fe. El denodado
presbítero, que arrastró y resistió a su airado obispo, quedó separado de la
comunión de la Iglesia. Pero un bando crecido vitoreó y sostuvo la osadía
de Arrio. Se contaron entre sus secuaces inmediatos dos obispos de
Egipto, siete presbíteros, doce diáconos y... ¡700 vírgenes!, cosa que
parece casi increíble.
La mayoría de los obispos de Asia se mostró parcial y favorecedora de
la causa, acaudillada por Eusebio de Cesarea, el primer sabio de los
prelados cristianos, y luego por Eusebio de Nicomedia, que se había
granjeado la nombradía de estadista sin merecer la de santo. Los sínodos
de Palestina y Bitinia se pusieron en contra de los de Egipto. Esta disputa
teológica embargó la atención del Emperador y del pueblo. Después de
seis años (318-325), se remitió la decisión a la autoridad suprema del
concilio de Nicea, primer concilio ecuménico (325). Éste condenó tres
sistemas acerca de la Trinidad Divina: (1) El logos es una producción
dependiente y voluntaria, compuesta de la nada por la voluntad del Padre;
el Hijo, hacedor de todo, fue engendrado antes que todos los mundos. (Tal
era la posición de Arrio y secuaces). (2) Bajo el segundo concepto, poseía
el logos todas las perfecciones inherentes e incomunicables, que la
religión y la filosofía colocan en el Dios Supremo. Tres entendimientos o
sustancias diversas e infinitas, tres entidades iguales y coeternas,
componían la Esencia Divina. (3) Tres seres que, por la necesidad
intrínseca de su existencia, están atesorando todos los atributos divinos en
sumo grado, eternos en duración, infinitos en espacio, íntimamente
presentes entre sí y con todo el universo, se internan irresistiblemente en
los ánimos atónitos como único e idéntico Ser, que en la economía de la
gracia, así como en la de la naturaleza, puede manifestarse bajo formas
diferentes y considerarse por diversos aspectos. En esta suposición una
trinidad efectiva y sustancial viene a reducirse a trinidad de nombres y a
modificaciones abstractas que permanecen solamente en el entendimiento
que la concibe. Ya no es el logos persona alguna.
El concilio niceno decretó la consustancialidad (de homoousíon, voz
corriente entre los platónicos) del Padre con el Hijo y se admitió luego
como artículo fundamental de fe cristiana. Pero la controversia no
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tan próximo con las personas divinas, aun sobre todo si se trata de un
parentesco propiamente espiritual, es impensable sin la posesión de
atributos divinos. Luego los Papas son de naturaleza divina.
San Alfonso María Ligorio (1696-1787) llama expresamente a María
"Hija de Dios Padre" 12. De donde se sigue que los Papas son nietos de
Dios, cualidad suficiente para conferirles la divinidad. El mismo santo
autor, cuya festividad se celebra el 2 de agosto -canonizado en 1839,
nombrado Doctor de la Iglesia en 1871 y declarado patrón de los
confesores y moralistas en 1950, - llama a María "Novia y esposa de la
tercera persona". Este doble parentesco de María recuerda las relaciones
de parentesco entre Zeus y Juno. Pero dice más. El grado de parentesco
hace que los Papas sean hijastros, en sentido místico, del Espíritu Santo.
En opinión de algunos autores, esto basta para reivindicarles los atributos
divinos. Por ejemplo, relata la Historia de la Iglesia que en la elección del
Papa Fabián (236-250) se posó una paloma sobre su cabeza. Se dijo que
"era el Espíritu Santo".
El Papa elegido en nuestra época es la 306ª encarnación del Espíritu
Santo. Karol Wojtyla nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice
(Polonia). Tras la muerte de Juan Pablo I, fue elegido el 16 de octubre de
1978 para sucederle en el solio pontificio. Tomó el nombre de Juan Pablo
II. Claro que el Espíritu Santo también se equivoca, pues a veces
reencarna en antipapas, de los cuales la Iglesia tiene una larga lista. Por
ejemplo, San Hipólito (217-235) fue antipapa bajo Calixto I, Urbano I y
Ponciano. Exiliado a Cerdeña por Ponciano, se reconcilió con este papa.
Hay que decir, no obstante, que Hipólito no es santo por haber sido
antipapa, sino porque murió mártir. Sin embargo, no hay trescientos seis
Papas, pues el Papa es uno. Hay, en realidad, 306 encarnaciones. Por
tanto, no hay trescientas seis autoridades papales, sino una Autoridad
Papal en el cielo y en la tierra y 306 hombres que fueron Papas. Y este
Papa es una de las personas de la divinidad. Y es que el Papa es Dios.
En sus definiciones, en sus proclamas, en sus órdenes y en sus
excomuniones, los Papas comienzan con estas palabras: "Placuit Nobis et
Spiritui Sancto". Esta fórmula reconoce voluntariamente la colaboración
del Espíritu Santo, pero la disposición de los términos muestra bien que la
participación del Papa no es la menor y afirma perentoriamente su
carácter divino. La expresión literalmente dice: "Nos plugo a Nos y al
Espíritu Santo..."
Entonces, el Papa que vive sobre la tierra constituye la quinta persona
de la divinidad, pero estas cinco personas, aunque separadas por una
distancia bastante grande, no hacen más que una. La ausencia -más o
menos prolongada- de las personas divinas en el Cielo es, y siempre ha
sido necesaria, tanto en la nueva como en la antigua Alianza. Dios Padre
mismo abandonó el Cielo en varias oportunidades: se entrevistó con
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seres en otros lugares. Por ello es que el Papa creó un nuevo reino fuera
de la Tierra. ¿Un nuevo reino? El nuevo reino creado por el Papa fue el
Purgatorio, habitado por animae, por maniquíes salidos por la boca de los
moribundos, que habitualmente el vulgo llama 'almas en pena'. Las otras
almas, que no están en sus cuerpos, se hallan en el Cielo o en el Infierno.
Como ha podido comprobar el lector, la doctrina del Infierno le fue tan
desconocida al Dios del Antiguo Testamento como al propio Jesús. No así
la del Cielo. El Corán destaca la existencia de esos reinos de manera muy
marcada:
establecer un vínculo entre los vivos y las almas del Purgatorio. Las
oraciones, particularmente fervorosas, hechas en forma concentrada y en
número suficiente, podían activar la ebullición de la grasa en las lejanas
calderas, y la consiguiente sublimación de las malas acciones de sus
ocupantes, acelerando así la entrada de estos últimos al Cielo.
En lo que concierne al Cielo, su existencia es anterior a la de los
Papas. En lo esencial es una creación de Dios Padre, pero numerosas
disposiciones, p. e., el orden de las precedencias, la organización de los
coros angélicos, presumiblemente también la música y, con seguridad, la
vigilancia en la puerta de entrada, se deben a las ordenanzas papales.
Claro que un creyente ingenuo puede preguntarse: Si Dios es eterno, pero
vive en el Cielo; si el Cielo fue creado por Dios, ¿dónde vivía antes Éste?
El Papa supera a todos los creyentes y por mucho. ¡Antiguamente era
un simple diácono de Roma! ¡Hoy, jefe de todos los obispos, arzobispos,
cardenales, patriarcas, jefes de gobierno y de Estado, sean presidentes,
reyes o emperadores! Y el Espíritu Santo, del que es dilecta criatura, lo
ayuda en todas las cosas, lo impulsa a crear sin interrupción. Él mismo no
sabría cómo abstenerse, aunque lo quisiera, porque es necesario que su
potencia no deje de crear. No ha cesado de crear febrilmente desde el
siglo XVI. Nadie puede saber cuáles son sus intenciones para lo porvenir,
pero una cosa es segura: él siempre será igual a sí mismo, esto es, creador.
Una de las operaciones más brillantes que ejecutó con respecto a lo
pasado fue la de enviar a los paganos y judíos que vivieron antes de la Era
Cristiana a un reino que él no había creado por sí mismo: el Limbo. El
Limbo era el único lugar del universo en el que verdaderamente no tenía
nada qué decir, pues pertenecía a la jurisdicción natural del diablo. Sin
embargo, el poder papal permitió colocarlo al borde (limbus, 'borde',
'canto') del Infierno. Allá envió a esa masa humana, presa de la órbita de
su poder. ¡Y, cosa comprensible, allí fue recibida! Aproximadamente
treinta años más tarde, el Santo Padre recuperó un cierto número de estas
personas para trasladarlas al Cielo. Entre los rescatados estaban, según
afirmaciones dignas de fe, Aristóteles, Platón y Sócrates, la reina de Saba,
David, Eva y Adán...
Sobre el Limbo, los niños católicos de hace unos años aprendían que
"es el lugar donde van las almas de los que antes del uso de la razón
mueren sin el bautismo. A él van los que mueren con pecado original y
sin ningún otro pecado personal. En él no se sufre pena de sentido, porque
ésta corresponde a las faltas personales, pero tampoco gozan de la visión
de Dios. Se encuentran, sin embargo, en un estado feliz, en un estado que
podemos llamar felicidad natural imperfecta, o sea, la que gozarían los
hombres, si Dios no los hubiera elevado al orden sobrenatural, y en él
conocerán a Dios y gozarán, no como en el Cielo"16. En el Catecismo del
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obispo
Por derecho divino sacerdote
diácono
De orden
subdiácono
acólito
Por derecho eclesiástico exorcista
lector
ostiario
Jerarquía
Por derecho divino R. Pontífice
obispo
cardenal
420
Auxiliares nuncio
De del Papa patriarca
jurisdicción.
primado
Por derecho arzobispo
eclesiástico
vicario
general
Auxiliares vicario
del obispo capitular
canónigo
párraco
abad
NOTAS AL CAPÍTULO 8
pág. 142.
9 Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, p. 164, nota 83.
10 El Anticristo, XXXVII.
11 Vida de don Quijote y Sancho, II, 67.
12 Alfonso di Liguori, Glorie di María, Venecia, 1784.
13 Padre Luis Lallement, citado en La fidelidad a la gracia.
14 La fidelidad a la gracia.
15 Cf. R. Jáuregui, Ensayo sobre el cristianismo.
16
Dr. Juan A. Ruano Ramos, El dogma católico, pág. 127-133, Ediciones Anaya,
Salamanca, 1959
17 Catecismo, pág. 50.
18 El cuadro y el texto que le precede están tomados de El dogma católico,
pág. 98 y 99.
19 Martín Lutero, La cautividad babilónica de la Iglesia, pág. 29, Orbis,
Barcelona, 1985.
20 La cautividad babilónica de la Iglesia, pág. 41 y 42.
21 Mt 28,19;Mc 16,15;Lc 24-47.
22 La cautividad babilónica de la Iglesia, pág. 98.
23 Esta tesis es desarrollada ampliamente por León Rozitchner en La cosa y
la cruz.
PRÓLOGO ................................................................................. 3
INTRODUCCIÓN ...................................................................... 5
Capítulo 1
EL HIJO DEL HOMBRE ........................................................... 41
Capítulo 2
EL PROFETA DE NAZARET .................................................. 85
Capítulo 3
EL MAGO .................................................................................. 147
Capítulo 4
EL VARÓN DE DOLORES ...................................................... 185
Capítulo 5
EL MESÍAS ............................................................................... 229
Capítulo 6
EL LOCO ................................................................................... 279
Capítulo 7
EL HIJO DE DIOS ..................................................................... 335
Capítulo 8
POLITEÍSMO ............................................................................ 381