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RESEÑA DEL LIBRO “ESA MINA LLEVABA MI NOMBRE”

Centro Nacional de Memoria Histórica (2016), Esa mina llevaba mi nombre, CNMH,

Bogotá.

ISBN: 978-958-8944-28-9

Por: Erika Tatiana Varela García

Fundación Universitaria Konrad Lorenz

El Centro Nacional de Memoria Histórica es una unidad pública que hace parte del Departamento

para la Prosperidad Social (DPS) que recopila, analiza y divulga toda aquella información dada

por victimarios y víctimas presentados por el conflicto armado en Colombia con el objetivo de

conocer la verdad y estar a favor de la no repetición de este fenómeno.

Los libros de El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) se caracterizan por

documentar los testimonios orales de testigos, víctimas o victimarios del conflicto armado

colombiano, como también usan la información relevante dada por referencias secundarias, como

noticias, periódicos, etc., estas han superado las 100 publicaciones desde el 2008 con “La Masacre

de Trujillo: Una tragedia que no cesa” hasta su último libro en 2020 “El modelo paramilitar de San

Juan Bosco y Chucurí”.

Por otro lado, el CNMH publicó “Esa mina llevaba mi nombre” en 2016 y posteriormente

en el 2017 publicó un libro que también está relacionado a las minas antipersonal llamado “La
guerra escondida: Minas Antipersonal y Remanentes Explosivos en Colombia”. No obstante, la

primera publicación es en la que me centraré en el presente documento.

“Esta mina llevaba mi nombre” tiene como objetivo, a través de la escucha activa, narrar y

promover una memoria histórica integradora, compleja, plural e irrigada particularmente de la

Fuerza Pública de los eventos vividos de violaciones hacia el Derecho Internacional Humanitario

(DIH) y los Derechos Humanos (DDHH) dados por el conflicto armado, estableciendo lo hechos,

exponiendo la verdad en pro de la no repetición, acogiendo, validando y dignificando diez historias

de soldados profesionales, oficiales, suboficiales y sus familiares del Ejército Nacional de

Colombia que fueron víctimas de minas antipersonal.

Diana Duran, relatora de las diez crónicas, realiza una narración en 240 páginas de las

distintas historias anexando fotos de las víctimas o de los recuerdos para acercar al lector a cada

historia; luego del prefacio, agradecimientos e introducción comienza a narrar el reporte histórico

de la primera víctima titulando el suceso: “Fue mi culpa, fue mi culpa”; segundo: “La mina que

cambió el color de unos ojos”; tercero: “El soldado que sobrevivió una, dos, tres veces”; cuarto:

“El hombre que sin manos dispara”; quinto: “El miedo de enterrar un muerto ajeno”; luego:

“Relato de un cabo que le ruega a Dios no tener que matar a nadie”; “El soldado perfecto”; octavo:

“Pistorius, dame una pierna”; noveno:”¡Ve, ese no tiene patas!”; y por último, “Manuel el

cangrejo”.

La primera historia, relata a un joven que cuando niño vivía en una finca en El Tambo,

Cauca; donde su familia terminó sembrando coca. Él en su crecimiento vio en varias ocasiones

soldados y guerrilleros y deseaba ser como ellos, pero por orden de la guerrilla en 1994 su familia

fue obligada a desalojar la finca. Luego de este evento, su familia comenzó una nueva vida en la
casa de la hermana del padrastro en Altos de París, un barrio de invasión con delincuencia común

en Puerto Tejada; dejando todo atrás porque su madre tampoco quería involucrarse en la restitución

de su finca; en su nuevo hogar cultivaron maíz, pero se dañó el cultivo por un vendaval y sucesivo

a aquel hecho su padrastro murió dejándolo como “el hombre de la casa”. Por tanto, él decidió

presentarse al Ejército Nacional y se convirtió en soldado profesional.

Ejerciendo su labor, presenció varias situaciones en las que sus compañeros fueron víctimas

del conflicto armado; pero su historia fue el 11 de Julio del 2008 en la vereda la Cristalina, Puerto

Rico, Caquetá, con 24 años de edad: cumpliendo órdenes, estaban en la selva alrededor de 12

soldados y él vio a un guerrillero muerto, se le acercó para quitarle el fusil y piso una mina

“candonga” lo que desató varias explosiones en el lugar donde estaban, sobrevivieron 2 personas.

En consecuencia, tuvo que someterse a terapia psicológica, como apoyo del Ejército, ya

que él consideraba que por su culpa murieron varios soldados y se sentía “inservible”, pero luego

de la terapia piensa que fue un accidente y que la mina que pisó “llevaba mi nombre”. Presentó

síndrome del miembro fantasma y le realizaron dos cirugías debido a que perdió su pierna derecha.

La respuesta del Ejército, luego de su recuperación, fue retirarlo de la entidad y no velar más por

su proceso, a pesar de que él desea seguir allí; en su reporte expresa que no sabe cómo encajar en

la vida civil entonces, se acogió en el ejercicio y actividades deportivas.

“La mina que cambió el color de unos ojos” narra la historia de Ed uardo Franco Contreras,

que en su infancia vivió con 5 hermanas y 5 hermanos que presenciaron situaciones de violencia

dadas por grupos extraoficiales en el lugar donde residía, por tanto, ingresó al Ejército Nacional

en el Meta, fue paracaidista militar y lo enviaron a la Zona de Distensión el 15 de junio de 2010

(zona otorgada por el ex presidente Pastrana a las FARC durante los acuerdos de paz, que
correspondía 42 metros cuadrados sin fuerza pública) persiguiendo a Alfonso Cano en el Cañón

de las Hermosas (una de las 8 regiones más minadas de Colombia), Franco pisó un lugar en la

selva, se activó una mina y explotó, él considera que así debió ocurrir las cosas porque “esa mina

llevaba mi nombre”.

A partir del suceso, Franco perdió la visión y el color de sus ojos cambió de café a azul,

padeció pesadillas recurrentes, con apoyo del Ejército, recibió terapia para aprender a comer

nuevamente y usar su bastón; sus hijos, por su parte, fueron a terapia psicológica para cambiar sus

reportes verbales ante la condición de su papá. Luego, Franco se unió a los juegos paralímpicos,

en donde ganó varias medallas, una de las más importantes, según él, es la medalla de plata de

Toronto 2015 por el lanzamiento de jabalina en el que lo entrenó Yesid Vergara.

La tercera historia narra tres encuentros con minas que vivió un joven soldado que se hace

llamar “Leo Dan” en las que todas sobrevivió. Menciona que en el segundo evento la respuesta de

uno de los altos mandos del Ejército Nacional no fue la adecuada ya que lo “humilló” ofreciéndole

llamar a una funeraria “como si pisar una mina fuera mi culpa” “las minas llevan el nombre de

uno”; Leo Dan explica que a pesar de todo esto, el propósito de estar en el Ejército Nacional es

ayudar a los demás y salvar vidas

Su primer encuentro con una mina fue el 13 de septiembre de 2003, en Caño Cafre donde

predomina la pobreza y el control de las FARC. Él jaló una cuerda que hizo explotar una mina de

tensión y le abrió una herida de 5 centímetros debajo de su brazo y tuvo un daño leve en el oído

derecho.

El segundo encuentro fue por estar en busca de agua con algunos de sus compañeros, uno

de ellos jaló una cuerda, como reacción al ver un centinela de la guerrilla, explotó la mina a
espaldas de Leo Dan, afectando la cabeza, espalda, glúteos, fracturó su tímpano izquierdo y

perjudicó de nuevo el oído derecho, quedando con Tinnitus (enfermedad en la que se escucha

constantemente un zumbido).

También, fue víctima de un disparo entre la tibia y el peroné lo que causó que caminara

con el pie adormilado alrededor de 6 años. En consecuencia, a los tres eventos, el Ejército le otorgó

un curso con el que logró ser mecánico en las unidades del Ejército Nacional y terminó su

bachillerato. Luego de un tiempo, lo enviaron de nuevo a operaciones en campo, pero sufrió un

infarto al cual también sobrevivió.

La cuarta historia es de Juan David Arias en la que narran que él quería ser sacerdote a los

15 años, pero al presentar su servicio militar obligatorio prefirió quedarse allí desde 1999 sin tener

pleno conocimiento del conflicto armado que presentaba Colombia en aquel momento.

Él pidió que lo llevaran a la Zona de Distensión de San Vicente del Caguán, donde, según

él, es una zona olvidada del Estado. Arias desde entonces vivió varias situaciones por parte d el

conflicto armado, como, por ejemplo: La Columna Móvil Teófilo Forero (la facción más violenta

de las FARC), el caserío de Guayabal, un compañero de él perdió un brazo una pierna y un ojo

semanas antes de casarse gracias a una mina, entre otras situaciones.

Por su parte, él a sus 21 años, el 4 de febrero de 2005; mientras se arrastraba en la selva

activó una mina y explotó causándole la pérdida del brazo izquierdo, destrozando su brazo derecho,

la pérdida de la visión por uno de sus ojos y que se le incrustaron las esquirlas del arma en su

abdomen. A causa de esto, querían amputarle su pierna, no accedió y logró sobrevivir.


Luego del suceso, obtuvo unas manos “MyoFacil” que están conectadas por electrodos y

reciben órdenes neuronales aprovechando el síndrome del miembro fantasma, esto le permite

realizar cualquier actividad. La reacción de su hija María Fernanda, según Arias, fue positiva, ya

que ella dice que su papá perdió sus manos ayudando a otras personas.

La quinta historia, relata el miedo que padeció Ana María Sabogal, esposa de José

Baronqueli desde el 10 de agosto del 2006, porque cuando él murió ella jamás corroboró el cuerpo

de su esposo, haciéndole pensar que él estaba vivo.

Baronqueli el 19 de diciembre de 2007 se integró a un batallón y al otro día lo enviaron a

terreno, después de varios años estando solamente en una unidad. El día que él falleció fue en la

zona rural de Puerto Rico, Meta (en este lugar la guerrilla ha desterrado entre 1985 y 2012

personas), en donde una mina hizo explotar muchas más secuencialmente y murieron varios

soldados. En consecuencia, el Ejército Nacional no le permitió ver el cuerpo de Baronqueli a su

esposa porque “estaba destrozado” y ella duró varios años pensando que era probable que el ataúd

que enterró no poseía el cuerpo de su esposo. Sin embargo, después de ver un video de la masacre

de aquel día evidenció que su esposo si había muerto; su hija, por su parte, presenta problemas

psicológicos por la ausencia de su padre.

El “Relato de un cabo que le ruega a la Dios no tener que matar a nadie” cuenta que él fue

víctima de una mina antipersonal el 7 de febrero del 2013 en donde se enredó con una mina, aunque

antes de él ya habían cruzado más de 20 personas y ninguna activo la mina, sólo él la activo,

diciendo “esa mina llevaba mi nombre”. En consecuencia, le causó distintos problemas como: en

su espalda, fuerza, movilidad, Tinnitus, conductuales, irritabilidad, emocionales, cognitivos,


vértigo, impulsividad, trastorno de estrés postraumático, depresión, pesadillas recurrentes y

ansiedad.

El cabo menciona que después de ver tantas masacres y ser víctima de una desea no estar

en el Ejército, no matar a nadie más ni ver más víctimas, pero no puede retirarse ya que no sabe

hacer nada más y debe sostener económicamente a su familia. Él dice que un evento que lo marcó

fue luego de que los soldados verificarán que un camino era seguro para que pudieran cruzar los

Erradicadores (personas civiles, campesinos y desmovilizados) estos cruzaron y se estalló una

mina que desmembró a varias personas, la explicación de la masacre es que la guerrilla activó la

mina con un cable de mando, dándoles a entender que el objetivo eran los civiles y no los soldados,

por eso no los mataron cuando custodiaban el trayecto.

La séptima historia es de un comandante que dice que ninguna mina lleva tu nombre, según

él, pisar una mina es por “bajar la guardia en combate”. Su ideal es siempre cumplir las órdenes y

continuar en el Ejército a pesar de todo, rodeado de combates, minas, masacres y muertos.

El 8 de abril de 2005, día que fue víctima de una mina se dio gracias a que estaba

socorriendo a un herido y un soldado fallecido, luego de entregarlo en el helicóptero, él se alejó

unos pasos y piso una mina, consecuente a esto, amputaron su pierna derecha a sus 27 años.

Su proceso de recuperación, aunque fue lento, no fue traumático, siempre estuvo

acompañado emocionalmente por sus seres queridos y la respuesta del Ejército Nacional fue darle

un trabajo y una beca en la Universidad Militar Nueva Granada para estudiar derecho. Luego, se

especializó en Derechos Humanos y Derechos Internacionales Humanitarios y regresó a ser

comandante del Ejército.


El comandante menciona que las políticas institucionales para los soldados víctimas del

conflicto armado están bien constituidas, pero en la práctica puede ser diferente y algunos casos

no beneficiar a los rangos inferiores ya que es una institución caracterizada por jerarquía.

“Pistoruous, dame una pierna” narra la historia de José Gregorio Ortega y su “lanza” José

Gregorio Ramírez, en el que ambos perdieron su pierna izquierda el 3 de junio de 1991. Este caso

es importante en la historia de minas antipersonal, ya que fue uno de los primeros, por tanto, hubo

total cobertura de medios de comunicación.

Ortega menciona que su infancia estuvo caracterizada por violencia, su papá lo golpeaba

con el cuero seco de una vaca; nunca conoció a su madre, porque murió cuando él tenía 12 meses

y su tía fue la que se encargó de él. Ingresó al Ejército porque se lo llevaron, su tía lo intentó

impedir porque un primo de él murió siendo soldado, pero Ortega quería presentar el servicio

militar.

El día que pisó una mina fue cuando le ordenaron rescatar a 18 policías, pero en la

operación los guerrilleros se dieron cuenta de la presencia de los soldados y empezaron a disparar,

Ortega corrió y pisó una mina, su amigo Ramírez salió a socorrerlo, pero él en su intentó piso otra

mina. Luego de subirlos al helicóptero notó que su talón solamente se sostenía por un tendón, el

cual un médico cortó con una navaja y su talón se cayó al piso, Ortega no sintió nada porque estaba

con tranquilizantes. Aunque en el proceso de recuperación Ortega y Ramírez eran inseparables, en

las terapias se distanciaron y tiempo después Ramírez tuvo un accidente automovilístico en el que

murió.
La respuesta del Ejército ante el caso de Ortega fue sacarlo de allí; él entonces empezó a

desempeñarse como vigilante, se acogió en el deporte y su moto. Por tanto, él quiere que

Pistoruous, un atleta africano adinerado, le regale una prótesis para su pierna.

El noveno caso es de William Loaiza, quien a sus 32 años fue víctima de una mina

antipersonal el 17 de Julio de 2012 cuando fue a apoyar a un grupo de militares que estaban en

persecución de un grupo de guerrilleros, allí él pisó una mina que le dejó las piernas mutiladas

arriba de los muslos, problemas en su espalda y una bolsa permanente ya que no controla los

esfínteres luego de la explosión.

No obstante, esa fue la segunda mina en la que fue víctima, antes de esa presenció una en

el Páramo de las Papas que le produjo daños en sus oídos. En la recuperación de los dos eventos,

él decidió estudiar contabilidad con apoyo del Ejército, porque él siempre quiso estudiar, pero su

esposa quedó embarazada a corta edad y él vio que la vida Militar podría ayudar económicamente

a su familia. También, obtuvo una prótesis, pero como su pierna quedó amputada a la altura de sus

muslos se le dificulta la adaptación al caminar.

La última historia “Manuel el cangrejo” narra un soldado perteneciente al escuadrón anti

minas y explosivos del Ejército en que a sus 24 años fue víctima de una mina.

En una misión él debía desactivar una mina, se arrastró alrededor de esta y sin pensarlo la

activó, quitándole los dedos de la mano. En respuesta a esto, el Ejército lo acogió, lo llevo a Estados

Unidos para apoyar su recuperación, le operaron su mano, estudio varias especializaciones que

apoyan su labor y siguió siendo parte del Ejército Nacional de Colombia.


Después de su recuperación y refiriéndose a los acuerdos de Paz por parte del gobierno de

Juan Manuel Santos, Manuel Córdoba dice: “nosotros, los que vivimos la guerra, queremos la

paz”.

A partir de la lectura del libro “Esa mina llevaba mi nombre” se pueden mencionar varias

cosas, entre ellas el tipo texto; se usó un estilo narrativo y descriptivo, con un lenguaje simple,

empleando frases subordinadas, un léxico nominal de sustantivos que caracteriza a los soldados

no desde el punto de vista del escritor sino desde la autodescripción de cada uno; el autor escribe

las historias en dos tiempos verbales, pasado y presente, según se de el reporte del testimonio.

Así mismo, la estructura del párrafo usado en el libro es semántico porque el escritor

constituye la narración a partir de una idea central y lo complementa con las historias y en estas

enfatiza situaciones de violencia con los signos de puntuación y separa cronológicamente la

historia con el signo tipográfico, asterisco (Mendoza, 2007). En cada capítulo, el escritor inicia

con una introducción ya sea del pasado del soldado o del impacto que le generó el conflicto

armado, usa una situación inicial y desde allí orienta la narración; en algunos testimonios comienza

narrando desde la problemática central como en “El miedo de enterrar a un muerto ajeno” y en

cada historia menciona qué acción realizó el Ejército Nacional para socorrer al soldado durante y

después del suceso.

Por otro lado, Barthes (1970) expone que un solo texto tiene diversas interpretaciones, sin

embargo, según Sanjuán (2014) favorecer la interpretación y aprendizaje que pretende tener una

lectura en específico implica conjugar las emociones en un texto (que es un proceso intrínseco del

lector). Pero el escritor también puede implementar habilidades para generar la implicación

emocional de los que leen sus publicaciones, como: el género, el destinatario, la norma de
textualidad, lingüística, el proceso y el uso de la escritura basado en la motivación del lector

(Álvarez y Ramírez, 2010).

Por lo anterior, aunque se comprende la narración de cada testimonio, el escritor podría

haber causado un mayor efecto emocional en el lector si se hubiera escrito en primera persona las

10 crónicas de los soldados (Álvarez y Ramírez, 2010), como la primera historia “Fue mi culpa,

fue mi culpa”. El objetivo de esto sería, leer la historia como si la víctima la estuviera contando al

lector por sí mismo y así, provocar una respuesta emocional propia de la historia; en mi caso

provocó lágrimas la primera historia a diferencia de las demás. Cuando se describe la historia,

enfatizando en contextos que son importantes a criterio del escritor, como se narró el segundo

testimonio hasta el décimo; el lector que nunca ha presenciado de forma directa el conflicto

armado, como yo, podría entonces considerar que es un contexto ajeno o ficticio, siendo

indiferentes ante la violencia en contra de los DIH y DDHH, desviando uno de los propósitos del

libro: fomentar conciencia, verdad y no repetición del conflicto armado.

El uso de la puntuación en el texto es trascendental en el libro, con el empleo de este,

cumplen la mayor parte de los objetivos de plantea el autor en el inicio del libro. Duran, quien

relata las historias, enfatiza el efecto que generó el conflicto armado a las víctimas expuestas

implementando comas (Mendoza, 2007). Al resaltar las consecuencias de la violencia el lector

puede reconocer que existen prácticas injustificadas que deshumanizan a las víctimas, captand o la

guerra en su crudeza.

El libro contribuye a la misión y visión de El Centro Nacional de Memoria Histórica,

fortaleciendo la memoria colectiva del conflicto armado en Colombia, se registra la verdad,

divulgando las historias de las víctimas del conflicto armado, sin tener un ánimo de venganza hacia
los victimarios, como un aporte al proceso de paz colombiano. Es importante reconocer la historia

de las minas antipersonal, pues según el reporte del 31 de enero de 2020 se han registrado 11.811

víctimas por minas antipersonal y munición sin explosionar desde 1985, se cree que 1 de cada 5

personas afectadas por las minas mueren. El 2006 fue el año más crítico, presentando 1228

víctimas, no obstante, el número de víctimas ha decaído en los últimos años, como en 2019 que se

presentaron 111 víctimas (Oficina de Alto Comisionado para la Paz, 2020).

REFERENCIAS

Álvarez, T., & Ramírez, R. (2006). Teorías o modelos de producción de textos en la enseñanza y

el aprendizaje de la escritura. Revista Didáctica Lengua y Literatura, 18, 29-66.

doi:10.5209/ rev_DIDA. 2006.v18.20047

Barthes, Roland (1980). S/Z. Madrid: Siglo XXI.

Centro Nacional de Memoria Histórica (2016), Esa mina llevaba mi nombre, CNMH, Bogotá.

Sanjuán, M. (2014). Leer para sentir. La dimensión emocional de la educación literaria.

Mendoza, N. (2007). Los tipos de textos en español: formas, técnica y producción.

Oficina de Alto Comisionado para la Paz (2020). Víctimas por minas antipersonal y municiones

sin explosionar. Descontamina Colombia. Recuperado de:

http://www.accioncontraminas.gov.co/estadisticas/Paginas/victimas-minas-

antipersonal.aspx

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