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Comisión ARLT - BACML
del Foro de Ilustradores/Argentina
Bela Abud - Fernanda Bragone - Cristian Cánepa - Graciela
Fernández - Verónica Fradkin - Mako Fufu - Vale Ravecca -
Camilo Rodríguez - Paula Ventimiglia
COORDINACIÓN GENERAL: Mónica Weiss
aguafuertesilustradas2011.blogspot.com
Este libro se terminó de imprimir en el mes de Junio del 2012
en Grafica Pinter S.A., Diógenes Taborda 48/50 (C1437EFB)
Buenos Aires - Argentina. Tiraje de 4.000 ejemplares.
Arlt, Roberto
Porteñas de 3
Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt, 10 textos ilustrados por 250 artistas. -
1a ed. - Buenos Aires : Foro de Ilustradores, 2012.
160 p. : il. ; 17x24 cm.
Roberto Arlt
ISBN 978-987-24151-1-2
10 textos ilustrados
1. Ilustraciones. 2. Arte.
CDD 741.6 x 250 artistas
©2012 de las ilustraciones:
Valeria Brudny - Florencia Capella - Luciana Chame - Romina De Lorenzo - Fernández - Mónica Gilio - Graciela Fernández /Grace - Damián
Hadyi - Ernesto Jolly - Lancman Ink - Mai - Marcela Ramos - Gustavo Scacchi / Momo - Soledad Sobrino - Carolina Spinetto - Pipi Spósito
- María Paz Tamburrini - Marcelo Tomé - Nadia Vitola - VR + MW- Mara Butinof - Denise Cáceres - María Carranza - Margarita Espertino
- Vera Fernández - Yanina Foco - Cecilia Gabbi - Nuria García - Natacha Goransky - Santiago Grasso - Isabel Macias - Maria Maggiori -
Marcelo Mammana - Adrián Jorge Martins - Carolina Alicia Más - Lucero Maturano - Eva Melgarejo - Tete Menéndez - Rosario Oliva - Orve
- Gabriela Pascale - Romina Pernigotte - Bibiana Quagliotti - Mariángeles Reymondes - Rober - Margarita Tambornino - Federico Varone
- Leonor Vila -Cecilia Afonso Esteves - Marina Aizen - María Jesús Álvarez - Bettina Bauer - Muriel Bellini - Walter Canevaro - Carabás
- Colectivo Calavera no Chilla - Gio Fornieles - Lina Gómez - Carla Grossi - Lili - María Guillermina Marino - Carly Pandy - Pablo Pavezka
- Alina Percovich - Piniday - Virginia Piñón - Camilo Rodríguez - Daniel Roldán- Alicia Abraham - Afra - Salomé Anderson - Marcela Areso
- Laly Catán - Gabriela Delia Chaves - COS - Rodrigo Folgueira - Rosario Garrido - Sandy Glu - Alejandra Karageorgiu - Silvia Lerner -
Valeria Levin - Mercedes Lozano - Maia Miller - Cecilia Molinuevo - Alejandro O´Kiff - Lorena Oviedo - Diana Pires dos Barros - Jessica
Roizner - Laura Rosendo - Facundo Teyo - Andrea Trebuq - Laura Varela - Juan Pablo Caro - Carolina Cerneaz - Cecilia García - Marina
González - Istvansch - Estefanía Malic - Leticia Martínez - Fabián Mezquita - Plasmátiko - David Pugliese - Marcela Retamero - Paola
Robaina - Andrea Rogel - Andrea SanMartín - Diego Serafini - Agustina Suárez - Carlos Varau - Werewolf Teenager - Miguel Zicca - Pablo
Zweig - Tania Abrile - Bela Abud - Sabrina Antivero - Adriana Bellino - Nancy Brajer - Gabriela Chaia - María Fernanda Cignoni - Cucho
Cuño - DKV - Sonia Esplugas - Florencia Figueroa - Ximena García - Guadalupe Garriz - Leicia Gotlibowski - Guadalupe Haedo - Jumo -
Lucinta Lamacchia - Norma Beatríz López - Rebeca Luciani - Jorge A. Mercado - Laura Michell - Sofía Rapoport - Rey Arlequín - Silvina
Rodolico - Aída Schvartzman - Pichi Seguí - Sen - Szabro / Selva Zabronski - Rita Taraborelli - Jimena Toledo - Eleonora Arroyo - Fernanda
Bragone - Paola De Gaudio - María Elina - Roxana Escolar - Fuship - Virginia Gagey - Alexiev Gandman - Natalia García Sportono - María
Lavezzi - Silvia Lenardón - Cecilia Leone - Maugi - maxi+CaR -Darío Mekler - Mirita - Mariela Petruccelli - Ezequiel Quines / Quieze - Sofía
Ramacciotti - Alina Sarli - Irene Singer - Evelyn Spalding - Jazmín Varela - Mónica Weiss- Susana Accorsi - Paula Adamo - Max Aguirre -
Cecilia Barros - Poly Bernatene - Pamela Cano Correa - Federico Combi - Cristina de Santa María - Lara Dombret - Laila Ekboir - Mariana
Etcheto - Mariel Fariña - Sabrina Florio - Verónica Fradkin - keki . unpuntito - Lucia Laporta - Carolina Marcús - Gabriel Montiel - Anita
Morra - Horacio Ossani - Mónica Pironio - Silvina Santos Paredes - Rita Noemí Simoni - Graciela Spaccarotella - Tooco - Steel Vazz - Nacha
Vollenweider - Paula Ventimiglia -María Abásolo - Romina Aguirre - Bettina Carrizo - Christian Dallacámina - Pablo De Bella - María Paula
Dufour - Gabriela Escobar - Eleonora Filippi - Paula Golubicki - Sebastián Infantino - C*Ligeia - Verónica Maguitman - Virginia Monteverde
- Diego Moscato - Catalina Petra - Stella Maris Piaggi - Leda Pingas - Federico Porfiri - María Laura Ramonet - Maricel Rodríguez Clark -
Danny Scherman - Petra Steinmeyer - Ana Luisa Stok - Gabriela Szejer - Juan Manuel Tavella - Marianela Torrez - Matías Trillo - Dalmiro
Zantleifer - Leo Batic - Sandra Becchia- Marcelo Di Stasio - Florencia Cassano - Sabrina Dieghi - Criska - Patricia Fitti - Mako Fufu - Vivi-
ana Garófoli - Nora Hilb - Inés Hüni - Isol - Magdi Kelisek - Olga Linares - María Celia Medeot - Claudia Mendoza - Analía Pampurri - Sol
Pinazo - Malena Pire - Jorge Quien - Romina Quirós - Vale Ravecca - RET - María Laura Sayús - Carolina Tapia- Gabriela Thiery - Silvina
Troicovich - Josefina Wolf - YoL - Pablo Zerda - Zime Ilustraciones
Comisión ARLT
Foro de Ilustradores Buenos Aires fue distinguida por la UNESCO como
Capital Mundial del Libro.
Para celebrarlo, el Foro de Ilustradores presentó esta
Mónica Weiss
Buenos Aires, mayo de 2012.
Buenos Aires. Mil novecientos treinta. hayan contado, a veces desde el cinismo
VR + MW Marcelo Tomé
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Pipi Spósito
Mónica Gilio
Usted ha entrado con toda naturalidad a mira los brazos un momento, luego: El hombre: ¿Y cuánto cuesta el kilo? El hombre (súbitamente avergonzado de
una confitería, y ha encargado su pan dulce, La mujer: Habría que comprar pan dulce. La mujer: Dos cincuenta. Medio kilo se- su egoísmo): ¿Y vos?, ¿no querés nada?
su turrón y su vino, con la serenidad de un Será muy triste para los nenes. Los chicos ría… uno y veinticinco. La mujer (sonriendo con sonrisa cansa-
hombre que cumple los ritos familiares que de todos los vecinos salen a la puerta con un La mujer: Hay que comprarlo. Los chi- da). No, m’hijo. No quiero nada. ¡Ah! Com-
20 cos no pueden quedarse mirando cómo co- prate cigarrillos. 21
consagran las fiestas de fin de año. Usted pedazo en la mano. Y vos sabés cómo son los
ha entrado con toda naturalidad; pero ¿me chicos; aunque no quieran, miran con ganas. men los otros, ¿sabés? (Una voluntad sorda
permite? Le voy a reproducir un diálogo, el El hombre (pensativo): Cierto, miran con endereza la espalda de la mujer al pensar SILENCIO
terrible diálogo del pan dulce que estalla ganas. en los hijos. Mira con energía al hombre, en
hoy en muchas casas. La mujer: Y vos sabés cómo son los chi- ese momento es casi su enemiga. En cam- Luego los dos fantasmas se han quedado
Protagonistas: un hombre y una mujer. cos…, sufren y no dicen nada... bio, el hombre se abolla más en su impoten- en silencio.
Hombre flaco, mujer flaca. La mujer puede El hombre: Es así..., pero, no hay plata..., cia egoísta. Pero mira a la mujer y la siente Cada uno con los pensamientos por su
estar inclinada sobre una batea o secando no hay, m’hija. ¡Maldita navaja! No corta... grande; grande a pesar de su fealdad, de sus lado. La mujer en su pasado; el hombre,
platos en una cocina. El hombre podrá es- La mujer (patética, sentándose en la ori- brazos flacos, de su cara arrugada. La mujer, en su futuro. La mujer, en lo que debe ha-
tar arrancándose los pelos de la barba con lla de una silla): Esta miseria... (el hombre a su vez, piensa: “¡Y éste es el hombre, cuan- cerse; el hombre en lo que puede hacer
una “gillette” consuetudinaria, en man- vuelve bruscamente la cabeza) no te lo digo do el hombre y la mujer somos nosotras! El para él. Una generosidad y un egoísmo,
gas de camisa y con la mitad de la barba porque vos tengás la culpa... no... hombre es otra cosa sin nombre.”) siempre clavados de frente, siempre for-
afeitada y la otra mitad con barba de cin- El hombre (dejando la maquinita de afei- El hombre: Sí, hay que comprar el pan cejeando en lo oscuro de su conciencia.
co días, escondida en la espuma de jabón. tar en el quicio de la ventana): No tengo un dulce. Un peso y veinticinco. A ver...
cobre, m’hija. Fui a pie al centro. Estoy fu- La mujer (dulcificada). Tenés ese traje DIÁLOGO DE MUCHAS CASAS
EL DIÁLOGO PATÉTICO mando puchos viejos. Maldito gobierno. que está un poco arruinado.
La mujer: ¿Y Juan, no te puede prestar? El hombre (tratando de salvar el traje): Juro que en muchas casas ha reventado
La mujer: ¿Sabés? Habría que comprar El hombre: Le he pedido mucho. También hay un triciclo del pibe, que ya no hoy este diálogo de penuria y de angustia;
pan dulce. Nunca hemos pasado una Navi- La mujer. ¿Y no hay nada que empeñar? lo usa casi... que muchas mujeres flacas han pronunciado
dad sin pan dulce. (como hablando sola): ¿Por qué será esta La mujer: No, el triciclo no. Además, si estas palabras que he escrito, y que muchos
El hombre: Cierto. Ni el año que me vida así? Habría que comprar aunque fuera vendés el traje... hombres han inclinado la cabeza con el alma
rompí la pierna. medio kilo de pan dulce.¿Sabés? El pan dul- El hombre: Cierto, se puede comprar, arañada por esta miseria de un peso y vein-
La mujer: Ni el otro año en que estuviste ce... yo no sé....Vos ves el pan dulce, y la fiesta además, un poco de turrón. (Piensa: “Al fin ticinco que cuesta medio kilo de pan dulce.
enfermo de apendicitis. parece menos triste. ¿Me entendés? y al cabo, también me compraré una caja de
El hombre: Ni aquel año, ¿te acordás?, El hombre: Sí, sí, ya sé. cigarrillos. No es mal negocio.” Entusiasma-
en que se murió el nene. La mujer. Hasta las sirvientas, ¿quién?... do): Sí, hay que comprar el pan dulce. Váyase
La mujer: Ni tampoco aquel en que vos hasta el más pobre hoy tiene pan dulce en la al diablo el traje. Los chicos...
perdiste el empleo. casa. Hoy, a mediodía, lo vi pasar a Don Pedro La mujer: Te darán quince pesos por el
El hombre: Sí, pero teníamos ahorros. con su paquete. Todos pasan con un paque- traje...
Silencio. La mujer coloca los platos en te... (La mujer cansada y triste, cierra los ojos El hombre (pensando en la caja de ciga-
un estante. El hombre se enjabona la otra evocando paisajes idos. Apoya el mentón en rrillos): Aunque me den diez, lo largo ...
media cara, donde se ha coagulado la espu- la palma de la mano, el codo en la rodilla, y La mujer: No. Pedí doce cincuenta, lo úl-
ma del jabón amarillo. La mujer suspira; se en la frente se ahonda una arruga.) timo. Y te comprás un kilo.
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Carly Pandy
Ma Guillermina Marino
Gio
Fornieles
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Lina Gómez
Lili
Carabás
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Marina Aizen
Pablo Pavezka
Daniel Roldán
Bettina Bauer
Silla en la vereda
(fragmento)
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Llegaron las noches de las sillas en la media docena de vagos; tres propietarios que sonriendo y con modales de dueña de casa
vereda; de las familias estancadas en las gambetean cifras en diálogo estadístico fren- ofrece, para demostrar que es muy señorita;
puertas de sus casas; llegaron las noches del te al boliche de la esquina; un piano que larga silla donde la noche del verano se estanca
amor sentimental de “buenas noches, veci- un vals antiguo; un perro que, atacado repen- en una voluptuosa “linuya”, en una charla
na”, el político e insinuante “¿cómo le va, don tinamente de epilepsia, circula, se extermina agradable, mientras “estrila la d’enfrente” o
Pascual?”. Y don Pascual sonríe y se atusa a tarascones una colonia de pulgas que tiene murmura “la de la esquina”.
los “baffi”, que bien sabe por qué el mocito le junto a las vértebras de la cola; una pareja en Silla donde se eterniza el cansancio del
pregunta cómo le va. Llegaron las noches... la ventana oscura de una sala: las hermanas verano; silla que hace rueda con otras; silla
Yo no sé qué tienen estos barrios porte- en la puerta y el hermano complementando que obliga al transeúnte a bajar a la calle,
ños tan tristes en el día bajo el sol, y tan lin- la media docena de vagos que turrean en la mientras que la señora exclama: “¡Pero,
dos cuando la luna los recorre oblicuamente. esquina. Esto es todo y nada más. Fulería hija!, ocupás toda la vereda”.
Yo no sé qué tienen; que reos o inteligentes, poética, encanto misho, el estudio de Bach o Bajo un techo de estrellas, diez de la no-
vagos o activos, todos queremos este barrio de Beethoven junto a un tango de Filiberto o che, la silla del barrio porteño afirma una
con su jardín (sitio para la futura sala) y sus de Mattos Rodríguez. modalidad ciudadana.
pebetas siempre iguales y siempre distintas, Esto es el barrio porteño, barrio profun- En el respiro de las fatigas, soportadas
y sus viejos, siempre iguales y siempre dis- damente nuestro; barrio que todos, reos o durante el día, es la trampa donde muchos
tintos también. inteligentes, llevamos metido en el tuétano quieren caer; silla engrupidora, atrapadora,
Encanto mafioso, dulzura mistonga, ilu- como una brujería de encanto que no muere, sirena de nuestros barrios.
sión baratieri, ¡qué sé yo qué tienen todos que no morirá jamás.
estos barrios!; estos barrios porteños, lar- Y junto a una puerta, una silla. Silla donde
gos, todos cortados con la misma tijera, to- reposa la vieja, silla donde reposa el “jovie”.
dos semejantes con sus casitas atorrantas, Silla simbólica, silla que se corre treinta cen-
sus jardines con la palmera al centro y unos tímetros más hacia un costado cuando llega
yuyos semiflorecidos que aroman como si la una visita que merece consideración, mien-
noche reventara por ellos el apasionamiento tras que la madre o el padre dice:
que encierran las almas de la ciudad; almas –Nena; traete otra silla.
que sólo saben el ritmo del tango y del “te Silla cordial de la puerta de calle, de la
quiero”. Fulería poética, eso y algo más. vereda; silla de amistad, silla donde se con-
Algunos purretes que pelotean en el cen- solida un prestigio de urbanidad ciudadana;
tro de la calle; media docena de vagos en la silla que se le ofrece al “propietario de al
esquina; una vieja cabrera en una puerta; una lado”; silla que se ofrece al “joven” que es
menor que soslaya la esquina, donde está la candidato para ennoviar; silla que la “nena”
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Orve
María Carranza
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Hace una purreteada de días que ten- neles grandotes fabricaba un vino “casero”; SILENCIO
go ganas de escribir sobre Don Esteban; y un vinillo dulzón y diabólicamente embria-
siempre aplazando el tema. gador, pues recuerdo que una tarde me re- Cuando había terminado de trajinar la
No sé si vive o ha muerto. Tendría cin- costé bajo la espita y comencé a beber hasta tierra, Don Esteban se sentaba entre los al-
cuenta años cuando yo tenía siete. que se me infló el estómago, y luego salí tos tallos verdes de cebollas, y se quedaba
En verano e invierno usaba siempre ca- viendo, en visiones, un montón de macanas. mirando el cielo azul entre los claros de los
miseta de franela. Estaba “quebrado”. Sabía Luego, para desemborracharme, me dieron eucaliptos. No hablaba casi palabra.
yo que aquello era una enfermedad, y supo- una soberbia paliza. Cuando yo y el hijo hacíamos excesivas
nía que la quebradura de don Esteban debía Don Esteban era aficionado a cebar pa- burradas, volvía la cabeza y luego se sumer-
estar en el lugar donde se fajaba, pues este vos; y en el rincón del gallinero tenía una co- gía en su meditación, mientras el agua co-
lombardo gastaba una faja negra que daba nejera. Fumaba en pipa, y cuando se le rom- rría lentamente a sus pies por los canales,
varias vueltas a su robusto corpazo, y un pía la bolsa de tabaco, fabricaba otra con una cuya corriente orientaba con un poco de tie-
sombrero abollado con el ala sombreándole vejiga de cerdo. Además, fabricaba excelen- rra que acumulaba con la pala.
la frente. tes boquillas con las patas de una liebre. ¿Por qué me acuerdo de estos detalles?
Se dedicaba a labores agrícolas; siem- No sé. Pero a medida que pasan los años
pre andaba ensarmentando las parras o po- MÁS ACTIVIDADES veo en Don Esteban a un hombre de cuyo
dando los durazneros. tipo existían muchos en esta ciudad en for-
El campo le tiraba. Desaparecía de tiem- No se conformaba con ésto. Cuidaba un mación. Un semitipo de campo, es decir, un
po en tiempo, y de sus desapariciones sólo terreno que daba a espaldas de una fábri- hombre de la orilla de la ciudad, donde ra-
llegaba yo a saber que estaba en Haedo, en ca, y la lonja de tierra estaba maravillosa- lean las casas y comienzan las quintas (...)
una chacra de Haedo. mente sembrada. Las rayas de cebollas Y sobre todas las cosas, un enamorado
Y tanto oí hablar de ese Haedo, que Haedo alternaban con las de repollos; la lechuga de la vida rural. Me acuerdo que en aquella
era para mi imaginación infantil, lo que las con la espinaca. En un rincón, ocultas de época el litro de vino valía nueve centavos,
columnas de Hércules para los hombres de la visión de los inspectores municipales, sin embargo, él fabricaba su vino, y lo cata-
la antigüedad. El límite del mundo conocido. había un plantel de plantas de tabaco, por ba con religiosidad, como si fuera la sangre
las que circulaban unos hediondísimos in- viva de la tierra. Casi me atrevería a jurar
LO QUE HACÍA sectos verdes; y luego un gran espacio que ese hombre, que no sabía leer ni escri-
completamente consagrado al orégano, y bir, fue el primer poeta verdadero que he
Don Esteban hacía de todo. En su casa cierto arbusto aromático que él cortaba por conocido.
tenía parras, y podaba las parras; recolec- la raíz y en grandes manojos lo vendía en
taba la uva, compraba “pasas” y en unos to- una carnicería que estaba junto al corralón.
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Cecilia Molinuevo Facundo Teyo
Si usted quiere comer mal, vaya a uno de gran chambelán, le hace un saludo distingui- la madre, una señora que puede cascarlo a diría respeto al “Tigre”, si el “Tigre” viviera
estos bares. Pero si quiere pasar un rato de dísimo. Uno de esos saludos con que, en la Cámpolo y las hijas unas biondas altísimas, para verlo, sonríe al pasar frente al cadete.
cursilería deliciosa, de amigable espera, de mesa donde se firmó el tratado de Versalles, siguen tarareando el vals de “La viuda ale- El cadete siente en su pecho la invisible car-
dulce estar, de simpática concurrencia, entre debían inclinarse los delegados después de gre”. El jovie escabia una jarra de cerveza y ga de una cruz de hierro. Yo me acuerdo de
62 firmar con la lapicera de oro el enchaleca- las menores, altas como un eucalipto, trin- Goethe, de Novalis, de Schelling, de Wagner 63
a cualquier bar alemán de Belgrano; y le pre-
vengo que pasará una hora deliciosa. Se sen- miento en corsé de hierro de Alemania. A can también su medio “troli”. y de Hebbel, pero, ¡oh prodigio!, en el preciso
tirá cómodo y reconciliado con la vida. ¿Por todo esto, usted ha pedido hace siete minutos Estamos en los dominios de Kant, el au- momento en que me dispongo a entonar un
qué? Porque el bar alemán es la síntesis de el morfe. Minga de mozo y minga de alfalfa. tor de “La crítica de la razón pura”. elogio interior en honor de la raza alemana,
lo cursi; el bar alemán es la vulgaridad ele- Y usted se dice: ¿Quién será este caballe- El mozo ha tornado a eclipsarse como aparea el crosta con una bandeja. Se va al
vada a la categoría de artístico. Y si no, vea: ro que me ha saludado tan cortésmente? Y obedeciendo a una misteriosa ley cometa- diablo mi lirismo, y el servo, con más pre-
Desde afuera, en cuanto se detiene el nuevamente recuerda usted, si no el tratado ria o planetaria. Usted está tentado de pedir cauciones que si me ofreciera un trocito de
auto, lo recibe un gigante con librea verde y de Versalles, la corte de Austria con sus di- una tabla astronómica para indagar en qué la cruz de Cristo, descarga un platito con re-
pelo color de remolacha. Y en vez de penetrar plomáticos que gozaban la fama de ser los otro momento preciso de la noche reapare- banadas de pan negro, y otro platito con unas
a un salón, usted entra a un jardín. A un jar- más astutos y desvergonzados del mundo. cerá en el cenit de su “ragú” el mozo aludido. rosquillas de manteca. Y yo estoy tentado de
dín cuidadosamente afeitado y civilizado, con Al fin se da cuenta que el autor del saludo La seflora que puede cascarlo a Cámpolo la gritar:
canteritos de juguete y cipreses bajo cuyas tan magnífico, tan severo, y tan “kulto”, es el ha emprendido ahora con media docena de -Pero, ¿el morfe? ¡El morfe! ¿Cuándo vie-
ramas se encuentran mesas rigurosamente “trompa” del figón; el patrón que engorda el sandwiches. Ahora me explico la frase del ne? ¿Se come aquí, o no se come? Yo quiero
pintadas de blanco, como si terminaran de ganado de sus monedas relojeando la clien- gran Federico Nietzsche: “Cuando vayas a comer, estoy harto de literatura.
desinfectarlas en un autoclave. tela que mueve la cabeza cadenciosamente la casa de tu mujer, no te olvides del látigo”.
Hay quioscos pequeños, empenachados al compás de un trozo de “La viuda alegre”. Claro, ¡vaya usted a levantarle la mano a esa
de madreselva. Usted levanta los ojos, y los giganta si se atreve! Sólo con un látigo lar-
árboles están cargados de frutos incandes- SIGUE LO DELICIOSAMENTE CURSI go, que pueda darle a usted una ventaja de
centes: lámparas amarillas, rojas, azules, espacio para poder rajar puede animarse a
verdes. Usted piensa en las garufas vienesas de discutir con esa señora que tiene los puños
Usted se sienta y un mozo alemán, autén- antes de la guerra. grandes como una granada de mano. En otra
ticamente alemán, que no lo han falsificado El mozo instala un chop en su mesa. mesa un cadete del Colegio Militar.
todavía, se acerca a usted y con más respe- Vuelve a pasar el “trompa”, y con una mirada Es hijo de alemanes, se le ve en la pinta
to que si se tratara de atenderlo al Kaiser, que le envidiaría el mariscal Hindenburg al y en el fervor con que lleva el uniforme. Yo
o a un “feld-mariscal”, le ofrece la lista. De revistar las tropas que partían para los lagos siento la tentación de acercármele y decir-
más está decir que para alcanzarle la lista el Masurianos, inspecciona su chop y repite el le, en voz muy baja: Joven, lea “Sin novedad
hombre hace un esfuerzo muscular tan ex- saludo como diciendo: “¡Que se le convierta en el frente”. Joven, lea “El fuego”. Joven,
traordinario que de pronto piensa usted que en buena sangre mi cerveza, caballero!” lea “Guerra”. La señora que puede cascarlo
si la “carta” hubiera sido de hierro, se habría Reaparece el mozo; reaparición que le a Cámpolo, ha mirado respetuosamente al
quebrado. recuerda la resurrección de Rocambole. ¿No subteniente futuro, y el joven pide otro me-
Aquí no termina la cosa. No han pasado se había muerto el servo? Parece que no. dio litro. ¿Para qué es hijo de alemanes? El
cinco minutos y, de pronto un caballero que Trae una servilleta y los escarbadientes. Una honor de la gran raza se impone. Hay que
tiene perfil de perro bulldog y cortesanías de familia alemana; el padre, un señor gordo, escabiar. El mismo “trompa” que le infun-
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Carolina Cerneaz
Diego Serafini
Marcela Retamero
Istvansch
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Minga de café. Abstención completa. ¿Y halagado, porque es la tacita que contenía No fume. No beba. No se excite, no se apa- se reduce al capuchino, toda su audacia se li-
qué le queda a usted? Reducirse al capuchi- café; el café que ya usted no probará más, sione, no lea, no escriba, no respire. ¿Ah, si? mita al camouflage de tomar un poco de café
no, al innoble y seductor capuchino, que es ¡vaya a saber por cuánto tiempo! ¿Respirar está permitido? Dígame: ¿Qué le con leche en tacita destinada para el más su-
una mezcla, por partes iguales, de leche y ¿Qué le queda por hacer? Pedir un capu- queda a la víctima de uno de estos sierrahue- til y rompedor de los venenos, para el tóxico
74 chino. También lo llaman “cortado”. El mozo que, a lo largo de los nervios, le va dejando 75
café, servida en una tacita de café. La tacita, sos? Refugiarse en el capuchino. Ofrecerle
para que usted se haga la ilusión de que se lo mide al socaire de una mirada burlona y su vagancia y su aburrimiento y su gimnasia, un escalofrío que tiene una gota de luna y
manda a bodega una ración de achicoria, y grita, casi irónico: sus flexiones y sus trotes higiénicos al corta- otra de “delirium tremens”. Usted renuncia
para engañar la visión, como los cocainóma- -¡Un cortado para uno! do, al capuchino. al veneno fácil y barato, para estancarse en
nos que cuando no tienen con qué doparse, Y llega el cortado, y usted lo relojea bron- -Un cortado. el achocolatado, inocuo y estéril capuchino,
toman por la nariz ácido bórico o magnesia coso. Eso es café con leche, café con leche Y viene el cortado, y usted experimenta que es el consuelo de los que no almorzaron
calcinada. El caso es hacerse la ilusión... para los que no han almorzado y a la una de la emoción de los antiguos tiempos, cuando a mediodía y de los otros, de los que tienen
la tarde piden un capuchino para engañar el se bebía diez o quince cafés por día; viene el enfermedades inconfesables.
¿QUÉ HACEMOS CON EL RETRATO? hambre. capuchino en la tacita seductora, y usted lo Por eso, injustamente, si usted tiene los
mira conturbado. Allí está...¡pero no con el nervios bailando, el mozo que lo ignora lo so-
¿Qué hacemos con la tacita, si el café está VISIÓN Y GUSTO café! Y sin embargo, esa tacita es para café. bra de una mirada irónica.
en la express? ¿Qué hacemos? Aguantarse, Pero a usted le está prohibido. En cuanto co-
mirar con envidia a los que piden un “café Y usted saborea el capuchino, buscando meta el terrible pecado de pedir un café ten-
negro y bien cargado”. ¡Adiós dulces tiempos en el leve amargor del brebaje, ese otro recio drá nuevamente la sangre al galope, los ner-
del “café bien cargado”! Del café que llegaba amargor del café, que le distendía los nervios vios en pleno estado de bolcheviquismo, y el
humeando y cubierto de espumita marrón, y le aceleraba el ritmo de las arterias; pero fantasma del insomnio, el terrible insomnio
para poner en los nervios una chispa azul inútilmente. La leche, dulcificadora y neutra, que lo mantiene despierto hasta las cuatro
de magia; adiós dulces tiempos. Abstención anula la achicoria, y como único resto del o las cinco de la madrugada, lo sobrecoge; y
completa de “feca”. ¿Y qué le queda para ha- antiguo placer, le queda el consuelo de ali- entonces tímidamente toma la tacita del ca-
cer? Así como el morfinómano, cuando no mentarse a base de un poquito de azúcar y un puchino y lo paladea lentísimamente, rebus-
tiene droga se pincha con la “pravaz” para resto de lactosa. cando en la leche cortada el sabor acre del
delirar un minuto en espera del éxtasis blan- Más, ¿qué le quedaría para hacer sino café, pero es inútil. Eso es café con leche...
co, así, el bebedor de café, recurre al engaño- contara con el capuchino fiel, con el último eso no es cocaína, sino ácido bórico; eso no
so capuchino para hacerse la ilusión de que grado de la cafeína inofensiva; con el refugio es morfina, sino el pinchazo de la aguja; eso
todavía ingiere el negro y excitante veneno; del condenado por la maldita sabiduría de los no es una bomba, sino sencillamente un ar-
veneno moroso, que le va rompiendo lenta- médicos, que lo toman a usted, le encajan un tefacto pirotécnico para hacerse la ilusión.
mente los nervios, sin que usted se aperciba. artefacto en el brazo desnudo, lo inflan como
Y lo único que tiene el capuchino es la ta- una pelota de goma, y luego, doctoralmente, ELOGIO FINAL
cita. Esa tacita que es el retrato nada más. le dicen, a medida que se mueve la manecilla
Esa tacita que usted toma con trémula mano de un reloj?: Y usted termina por resignarse, por mirar
pensando que contiene café; tacita que du- -Exceso de presión arterial. Suprima el con cara de perro a los que indolentemente
rante un minuto, dos, tres minutos, deja us- café; suprima el tabaco. Acuéstese con las y alegremente piden un café “en taza de té”,
ted encima del mármol de la mesa y la mira gallinas, levántese con el sol. Haga gimnasia. que es un café doble. Y todo su atrevimiento
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Adriana A. Bellino
Ximena García
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Jorge A. Mercado
Pichi Seguí
Laura Michell
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Lucinta Lamacchia
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María Fernanda Cignoni Norma Beatríz López Guadalupe Garriz Nancy Brajer
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Silvina Rodolico
Rita B. Taraborelli
Bela Abud
Los tomadores de
sol en el Botánico
La tarde de ayer lunes fue espléndida. tienden a la obesidad. El portero -los porte- como si no existiera.
Sobre todo para la gente que nada tenía que ros están bien saciados-, los subjardineros ¿Se dan cuenta ustedes ahora de la in-
hacer. Y más aún para los tomadores de sol ya han adquirido ese aspecto de satisfacción fluencia del botánico latín sobre los espíritus
consuetudinarios. Gente de principios higié- íntima que producen las canonjías municipa- superiores? Estos hombres en vez de rastri-
92 llar la tierra, como era su deber, permane- 93
nicos y naturistas, ya que se resignan a tener les; y hasta los gatos que viven en las alturas
los botines rotos antes de perder su bañito de los pinos impresionan favorablemente por cían de brazos cruzados en honor a la cien-
de sol. Y después hay ciudadanos que se la- su inesperado grosor y lustroso pelaje. cia, a la naturaleza y al latín. Cuando me fui
mentan de que no haya hombres de princi- Yo creo haber aclarado el misterio. La di vuelta la cabeza. Continuaban meditando.
pios. Y estudiosos. Individuos que sacrifican gente que frecuenta el Jardín Botánico está Los rastrillos olvidados. No me extrañó de
su bienestar personal para estudiar botánica gorda por la influencia del latín. que engordaran.
y sus derivados, aceptando ir con el traje he- En efecto, todos los letreros de los árbo- Y vi numerosa gente entregada a la santa
cho pedazos antes de perder tan preciosos les están redactados en el idioma melifluo paz de lo verde. Todos meditando en los le-
conocimientos. de Virgilio. Al que no está acostumbrado, se treros latinos que se ofrecen con profusión a
Examinando la gente que pulula por el le embarulla el cráneo. Pero los asiduos vi- la vista del público.
Jardín Botánico, uno termina por plantearse sitantes de este jardín, deben estar ya acos-
este problema: tumbrados y sufrir los beneficios de este
¿Por qué las ciencias naturales poseen idioma, porque he observado lo siguiente:
tanta aceptación entre sujetos que tienen Como decía, fuí hasta allá ayer por la tar-
catadura de vagos? ¿Por qué la gente bien de. Me senté en un banco y, de pronto, ob-
vestida no se dedica, con tanto frenesí a un servé a dos jardineros. Con un rastrillo en la
estudio semejante, saludable para el cuerpo mano miraban el letrero de un árbol. Luego
y para el espíritu? Porque ésto es indiscuti- se miraban entre sí y volvían a mirar el le-
ble: el estudio de la botánica engorda. No he trero. Para no interrumpir sus meditaciones
visto a un bebedor de sol que no tenga la piel mantenían el rastrillo completamente inmó-
lustrosa, y un cuerpazo bien nutrido y mejor vil, de modo que no cabía duda alguna de que
descansado. esa gente ilustraba sus magníficos espíritus
¡Qué aspecto, qué bonhomía! ¡Qué edi- con el letrero escrito en el idioma del lato-
ficación ejemplar para un señor que tenga so Virgilio. Y el éxtasis que tal lectura pare-
tendencias al misticismo! Porque, no dejarán cía producirles, debía ser infinito, ya que los
de reconocer, ustedes, que una ciencia tan dos individuos, completamente quietos como
intrusa como la botánica debe tener virtudes otros tantos Budas a la sombra del árbol de
esenciales para engordar a sujetos que cal- la sabiduría, no movían el rastrillo ni por bro-
zan botines rotos. ma. Tal hecho me llamó sumamente la aten-
De otro modo no se explicaría. Cierto es ción, y decidí continuar mi observación. Pero,
que el reposo debe contribuir en algo, pero pasó una hora y yo me aburrí. El deliquio de
en este asunto obra o influye algún factor esos pelafustanes frente al letrero era in-
extraño y fundamental. Hasta los jardineros menso. El rastrillo permanecía junto a ellos
94 95
Darío Mekler María Elina
Silvia Lenardón
Paola De Gaudio
98 99
maxi+CaR
Mariela Petruccelli
104 105
Jazmín Varela Irene Singer
Poly Bernatene
Graciela Spaccarotella
Susana Accorsi
Mónica Pironio
Verónica Fradkin Cristina Santa María Silvina Santos Paredes Carolina Marcús
116 117
Paula Ventimiglia
Nacha Vollenweider
Laila Ekboir
120 121
Mariana Etcheto Gabriel Montiel
Y ESOS TRABAJOS parecen más altos y perfectos. El espacio se dés) un hombre entre agua y cielo, junto a Y dan ganas de subir a bordo y trabajar
comba alegremente sobre la arboladura de la proa embetunada de bleque, repinta las de lavaplatos y morirse un poco en todos los
Usted, que se amarga en una oficina con los mástiles de acero y enrededor de las fi- cifras blancas indicadoras de los pies del puertos del mundo.
un jefe que lo tiene de la cuarta al pértigo; nas telarañas de las antenas de radio. Hasta calado. Pinta sin prisa, como si estuviera Cae del espacio una luz de viaje. Se pien-
122 el aire se diría entra burbujeando a los pul- sa en los trópicos erizados de palmeras y en 123
usted que reniega sobre un libraco seme- decorando los frescos de una iglesia, tran-
jante al Sahara, usted que se embrute- mones como una gaseosa; y se respira más quilamente, posiblemente pensando en las las negras que bailan al son de un tambor
ce día tras día construyendo columnas de libremente cual si se terminara de librar- acuáticas tierras distantes, en canales y que golpean con las palmas de las manos
cifras anonadantes y sumas piramidales se de una opresión maldita. Se comprende molinos y doncellas holandesas con cofia y negros belfudos de cabeza emplumada.
como para desgastar el engranaje de una la poesía de los ukeleles y de las guitarras pesados zuecos de madera. Se piensa en una hamaca paraguaya. En
máquina de hacer las cuatro operaciones hawaianas y se lamenta no haber nacido in- Más adelante tropiezo con el “Lima”. Lo los cauchales de la Malasia, en las factorías
fundamentales; usted que está podrido del dígena para divagar en cueros y dormir bajo envuelve una nube de polvo. Proviene del a las orillas del Hastinapura. Se piensa en
mostrador; usted que tiene ganas de em- tamarindos, mientras que los brujos se con- casco, donde repercuten los martillos de el taparrabo, en una siesta eterna y en una
prenderla a patadas con los clientes de su sultan el ombligo. De hecho, lo ataca a uno bolita, dejando el hierro moteado de virue- noche iluminada por cocuyos, grandes como
patrón; usted que siente que el hígado se la inmensa voluntad de tirarse a muerto y la rojinegra. Enfrente, en el mismo dique, faroles de bicicleta. Se piensa en todo… en
le está poniendo amarillo a medida que se escuchar cómo crujen los cabrestantes y las está el “Nimoda”, un paquebote de bandera todo, menos en trabajar.
oxida su juventud entre las cuatro pare- cadenas de los guinches. inglesa, que parece destinado a un crucero
des del comercio rasposo donde revuelve ¡Y después! Esos nombres de los barcos pirático. Es todo negro, como las naves fan-
furiosamente los ojos su amo abocado a más bonitos que una cara de mujer. ¡Y des- tasmas o los barcos siniestros de las novelas
una quiebra; usted, hombre de todos los pués! Estos transatlánticos roñosos. Esos impresionantes. Por la popa tiene un barril
días, ciudadano de jeta avinagrada, soldado hombres fuertes y rubios, que trabajan en- alquitranado suspendido sobre el agua se-
desconocido del “suma y sigue”, héroe ig- tre un muro de granito y un casco sobre un mejante a un colador y es todo negro de la
norado de la cinta de hilera y de la puntilla agua de color jabón amarillo, que lame con cala a los puentes. ¡Negro su casco, negro
valenciana, “poilu” de las cifras, boche de aceitoso vaivén los hierros mordidos por los el entarimado de la cubierta, negros los ro-
los cálculos, vaya, vaya una vez al puerto el salitres de todos los océanos. llos de soga gorda como el cuerpo de la boa
día que esté abocado al suicidio, a la des- ¡Ah! ¡Es maravilloso! La otra mañana he constrictor, negros los ventiladores, negras
esperación o a una tentativa de homicidio y visto un casco, la proa del “Hardanger” color las lonas que cubren el paramento que tapa
mire. Nada más… vaya al puerto. Vaya que borra de vino, en tono de malva suave. Tres la boca de las bodegas! Algunas virutas de
me agradecerá el consejo. muchachones azules, con cepillos de pelo madera amarillenta, caídas del barco del
En el puerto se respira. En el puerto se largo y dócil como la melena de una mujer, carpintero de a bordo ponen en el suelo con
bebe paisaje. En el puerto se recobran los pintaban de rosa el acero del casco, y éste unas hachas de mango ondulado, las motas
sueños de la niñez. En el puerto se purifica parecía chupar ávidamente la pintura como de una reparación primitiva. Junto a la co-
el alma. En el puerto se aprende a soñar. A si el hierro estuviera sediento de ese “cold- cina, un truhán con un tufo sobre la frente y
esperar, como esperan los transatlánticos. cream” emoliente que extendía sobre su su- camiseta color de hígado pela papas con la
Una mañana perdularia por los diques pro- perficie vastas manchas de rouge claro. misma indiferencia de quien ve llover, mien-
duce sobre la imaginación los mismos efec- ¡Ah, estos trabajadores marítimos! Livia- tras que el humo de su pipa se le tuerce al
tos que una inyección de vitaminas. El vigor nos y semejantes a un juego. llegar al filo de la boina blanca aplastada
de la luz levanta la tapa de los cielos que En el “Montferland” (paquebote holan- como una torta.
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Petra Steinmeyer Ana Luisa Stok Juan Manuel Tavella Gabriela Escobar
El taller de compostura
de muñecas
Hay oficios vagos, remotos, incomprensi- bres polvorientos también, y con más cara donde la miseria empieza en el comedor? juguete hasta que los que se divierten con
bles. Trabajos que no se conciben y que, sin de fantasmas que de seres humanos, y re- Son recibimientos que parecen cambala- ella la tiren un buen día para regocijo de los
embargo, existen y dan honra y provecho a llenaban con aserrín piernas de muñeca o ches. Marcos dorados, retratos de toda una gatos caseros.
quienes los ejercen. estudiaban oblicuamente el vértice pupilar generación, diplomas por los muros, cha- Sin embargo, la gente no debe pensar
138 falonía sobre la mesita; rulos de pelos de así, ya que existen talleres de composturas. 139
Una de estas menestralías es la de com- de un pelele.
ponedor de muñecas. Indudablemente aquella era la casa de algún ser querido y finado, entre los meda- El sentimentalismo me parece una razón
Porque yo no sabía que las muñecas se las bagatelas, y esos señores unos tíos ra- llones; y sentada en una poltrona, rodeada pobre.
compusieran. Creía que una vez rotas se ti- ros, cuyo trabajo tenía más parecido con la de moñitos, la muñeca, una muñeca grande Sin embargo, no sé por qué, se me figura
raban o se regalaban, pero jamás me imagi- brujería que con los menesteres de un oficio. como una nena de un año, una de esas mu- que la gente que hace componer muñecas
né que hubiera cristianos que se dedicaran a Entre los codazos de las porteras, que ñecas que dicen papá y mamá y que cierran debe ser antipática. Y avara. Con esa avari-
tan levantada tarea. iban a la compra, y los empujones de los los ojos, y que sólo les falta andar para ser el cia sentimental de las solteronas, que no se
Esta mañana pasando por la calle Tal- transeúntes, me alejé pero estaba visto que perfecto homúnculo. resuelven a tirar un objeto antiguo por estas
cahuano, tras del polvoriento vidrio de una no debía perder el tema, porque al llegar a la Es la muñeca que le regalaron a una de dos razones:
ventana, lúgubre y color de sebo, vi colgada calle Uruguay, en otra vidriera más destar- las niñas de la casa. Se la regalaron en tiem- 1ª Porque costó “sus buenos pesos”.
de un alambre y por el pulso, una muñeca. talada que la de la calle Talcahuano, vi otro pos de prosperidad, en tiempos de Ñauquín. 2ª Porque les recuerda sus viejos tiem-
Tenía pelo de barba de choclo, y ojos bizcos. pelele ahorcado, y abajo el consabido letre- Y como la muñeca era tan linda y costaba pos, quiero decir, sus tiempos de juventud.
Tan siniestra era la catadura de tal muñeca ro: “Se componen muñecas”. sus buenos pesos, la nena nunca pudo jugar Ahora si el lector me pregunta, ¿cómo
que me detuve un instante a contemplarla. Me quedé como quien ve visiones, y en- con ella. con tal lujo de precauciones y de sentimien-
Y me detuve a contemplarla, porque allí, tonces llegué a darme cuenta de que el oficio Vistieron a la muñeca de lujo, la encin- to conservador, las muñecas se rompen?; le
situada tras el vidrio, y colgada de esa mala de componedor de muñecas no era un mito, taron como a una infanta, como a un perro diré:
manera, parecía la muestra de algún ladrón ni un pretexto de trabajar, sino que debía ser faldero, y la colocaron en el sillón, para ad- El único culpable es el gato. El gato que
de niños o de una comadrona. Y lo primero un oficio lucrativo, ya que dos comercios se- miración de las visitas. un día se harta de ver el monigote intacto y
que se me ocurrió fue que esa endiablada mejantes prosperaban a tan poca distancia Y la nena sólo podía jugar con la muñeca a zarpazos lo tira de su trono churrigueres-
muñeca, polvorienta y descolorida, bien po- uno de otro. el día que llegaban las visitas. co. O la sirvienta: la sirvienta que se va de la
dría servir de tema para un poema de Rega Y entonces me pregunto: ¿qué gente será Entonces, bajo la mirada severa de las casa por una discusión que ha tenido y des-
Molina o para una fantasía coja de Nicolás la que hace componer muñecas, y por qué, tías o de las parientas, la chiquilina con ex- foga su rabia a plumerazos en el cráneo de
Olivari o Raúl González Tuñón. Pero más de- en vez de gastar en la compostura, no com- ceso de precauciones podía tomar la muñe- la loza engrudada de la muñeca.
tenido aún, por el atractivo que el ambiguo prar otras nuevas? Porque ustedes conven- ca entre sus brazos y ver cómo cerraba los Y los talleres de refacción de muñecas,
pelele ejercía sobre mi imaginación, llegué drán conmigo, que eso de hacer refaccionar ojos o decía papá y mamá. viven de estos dos sentimientos.
a levantar la vista, y entonces leí en el frente una muñeca no es cosa que se le ocurra a Naturalmente, mientras estaban las vi-
del ventanal, este letrero: uno todos los días. Y sin embargo, existen; sí, sitas.
“Se refaccionan muñecas. Precios módi- existen esas personas que hacen componer Ahora bien; pasados los años, la com-
cos”. muñecas. postura de una muñeca responde a un sen-
Estaba en presencia de uno de los oficios Son los que le agriaron la infancia a los timiento de tacañería o de sentimentalismo.
más raros que se puedan ejercer en nuestra pequeños. Los eternos conservadores. Porque yo no concibo que una muñeca se
ciudad. ¿Quién no recuerda haber entrado a una haga componer. No hay objeto. Si se rompe,
Tras de los vidrios se movían unos hom- sala, a una de esas salas de las casas en se tira, y si no que cumpla sus funciones de
140 141
Vale Ravecca
Carolina Tapia
Zime Ilustraciones
146 147
Florencia Cassano
Claudia Mendoza
Analía Pampurri
152 153
Malena Pire
Criska
YoL
Índice de obras
Ilustración de tapa e imagen de la muestra: Pablo Zweig
El pan Cecilia Afonso Esteves 26 Carla Grossi 26 Elogio Juan Pablo Caro 72 Paola Robaina 72
dulce Marina Aizen 30 Lili 29 de lo Carolina Cerneaz 64 Andrea Rogel 69
María Jesús Álvarez 22 María Guillermina Marino 25 Cecilia García 67 Andrea SanMartín 73
del cursi
Bettina Bauer 31 Carly Pandy 25 Marina González 68 Diego Serafini 65
cesante pág. 62 - 63
Muriel Bellini 28 Pablo Pavezka 30 Istvansch 71 Agustina Suárez 64
pág. 20 - 21 Walter Canevaro 23 Alina Percovich Estefanía Malic 69 Carlos Varau 68
27
Carabás 28 Pini Day 24 Leticia Martínez 71 Werewolf Teenager 70
Colectivo Calavera no Chilla 22 Virginia Piñón 27 Fabián Mezquita 67 Miguel Zicca 73
Pini Day 23 Camilo Rodríguez 31 Plasmátiko 66 Pablo Zweig 66
Gio Fornieles 24 Daniel Roldán David Pugliese 65
Lina Gómez 29 Marcela Retamero 70
Ventanas Susana Accorsi 112 Tooco 110 Taller de Leo Batic 140 Gabriela Thiery 148
iluminadas Paula Gabriela Adamo 110 Steel Vazz 116 compostura Sandra Becchia 152 Silvina Troicovich 146
Max Aguirre 109 Nacha Vollenweider 118 Marcelo Di Stasio 142 Josefina Wolf 149
pág. 106 - 107 de muñecas
Cecilia Barros 109 Paula Ventimiglia 118 Florencia Cassano 151 YoL 154
Poly Bernatene 111 pág. 138 - 139 Sabrina Dieghi 143 Zime Ilustraciones 144
Pamela Cano Correa 113 Criska 155
Federico Combi 108 Patricia Fitti 143
Cristina Santa María 114 Mako Fufu 141
Lara Dombret 117 Viviana Garófoli 149
Laila Ekboir 119 Nora Hilb 147
Mariana Etcheto 120 Inés Hüni 141
Mariel Cristina Fariña 119 Isol 148
Sabrina Florio 112 Magdi Kelisek 153
Verónica Fradkin 114 Olga Linares 147
keki . unpuntito 117 María Celia Medeot 153
Lucia Laporta 121 Claudia Mendoza 150
Carolina Marcús 115 Analía Pampurri 151
Gabriel Montiel 121 Sol Pinazo 140
Anita Morra 108 Malena Pire 154
Horacio Ossani 120 Jorge Quien 152
Mónica Pironio 113 Vale Ravecca 144
Silvina Santos Paredes 115 RET 142
Rita Noemí Simoni 116 María Laura Sayús 146
Graciela Spaccarotella 111 Carolina Tapia 145
160