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Lecturas Del Martín Fierro PDF
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Ezequiel Martínez Estrada y Jorge Luis Borges escriben dos libros sobre Martín Fierro en
1948 y 1953, durante el peronismo. No es un hecho casual, que se produjeran dos críticas
sobre esa obra en ese momento histórico. Con el peronismo se producen profundas
transformaciones como el desarrollo de la clase obrera y con ello la promoción de una
cultura popular contraria a la cultura dominante elitista vigente. El peronismo colisiona con
los intereses de la clase política hegemónica, comprometidas con las potencias extranjeras.
Martínez Estrada y Borges, pertenecientes al grupo de la revista Sur, representan estos
intereses en la cultura, con un perfil conservador, aristocrático y cosmopolita que mira con
desdeño a lo popular y nacional.
En este contexto histórico, Jorge Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui publican
dos libros que debaten los escritos sobre Martín Fierro de Borges y Martínez Estrada:
Crisis y resurrección de la literatura argentina e Imperialismo y cultura. En ellos parten de
una concepción marxista en la que piensan la condición dependiente colonial de la
Argentina y el problema de la cultura nacional. Críticos de la revista Sur, grupo de
transmisión entre el país y el extranjero, consideran que esta clase es incapaz de asumir una
perspectiva nacional que podría ser una vía de solución para los problemas de dependencia
argentinos.
Ramos utiliza conceptos del historiador alemán Spengler en los que plantea que toda
unidad de cultura es la expresión de un alma cultural, es decir, un impulso hacia una
conciencia nacional autónoma. Toda cultura tiene entonces por fundamento primero la
afirmación de la personalidad nacional. ¿Qué sucede con la cultura nacional entonces en los
países coloniales? En ellos, el imperialismo otorga mayor importancia a su policía colonial,
por lo que la formación de una conciencia nacional no encuentra obstáculos, ya que la
presencia extranjera en el suelo natal la estimula. Sólo las clases sociales ligadas a los
beneficios de explotación son influenciadas culturalmente.
La elite intelectual tiene por función ser fideicomisa de valores transmitidos por sus
mandantes europeos, visible en la aceptación del nacionalismo imperialista de Eliot o
Valery por los intelectuales argentinos y en su rechazo hacia el derecho de reivindicar o
desarrollar nuestra propia tradición cultural. Ramos plantea que en los literatos argentinos
hay una desfiguración de los procesos reales europeos, haciendo que la crisis de la
afirmación de la literatura europea se traslade a un virtuosismo de un mundo agotado
reemplazando una expresión nacional genuina, produciendo literatura inasimilable por
nuestro pueblo que reclama una literatura objetiva y manifiesta. De esta forma, los
intelectuales argentinos prolongan las tendencias estéticas europeas, producto de una crisis
orgánica de la civilización capitalista en su conjunto.
Ramos considera que hay un abismo entre la infraestructura de la sociedad y la
superestructura de nuestro país: la burguesía industrial triunfa sobre la oligarquía
terrateniente pero esto no trasciende al dominio político. Esto es a causa de que la burguesía
argentina es dependiente del imperialismo, al estar compuesta por extranjeros que no se han
asimilado ideológicamente al país y por eso no pudieron ofrecer una cultura autóctona
moderna. Esta burguesía es incapaz de apoyar a Perón y de prestar su simpatía a la
integración de un nuevo tipo de cultura nacional ya que comparte el odio colonizador, el
menosprecio hacia el nativo y hacia las posibilidades del país.
Partiendo de esta concepción de la escena intelectual argentina, Ramos considera que “la
interpretación del Martín Fierro parece establecer la prueba decisiva para situar a un
escritor adentro o afuera de la tradición nacional” ya que ve que “el poema de Hernández
canta el réquiem de los vencidos por la oligarquía probritánica de la época, eliminados por
el Remington y el ejército de línea, expulsados hasta más allá de la línea de fronteras.” Por
eso realiza un análisis crítico de Borges y Martínez Estrada y sus obras referidas al Martín
Fierro considerándolos representantes de una inteligencia extranacional.
A diferencia de Borges, Martínez Estrada es un hombre del interior, por lo que, a pesar de
su compromiso con la oligarquía, no deja de ver el revés de la trama. Así, no puede ocultar
el panorama histórico del cual surgió el Martín Fierro: el asesinato del general Peñaloza, el
carácter criminal de la guerra del Paraguay y la personalidad política de Hernández como
federal democrático. Hernández representaba al federalismo del interior nacional que quería
construir un país y destruir el monopolio aduanero de Buenos Aires. A raíz de esto
podemos ver como Martínez Estrada trabaja el Martín Fierro como una amonestación
contra la significación política de Hernández y contra el calificativo de poema épico que
Lugones discernió a nuestro canto nacional. Esto es propio del desdén del intelectual
europeo por lo único viviente y nacional de la literatura argentina, y que considera que la
inclusión de la política y el drama social en la obra artística es un elemento extraño,
partidario y descalificador.
Tantos otros elementos encuentra Ramos en Muerte y transfiguración del Martín Fierro
que muestran a Martínez Estrada como un representante de una inteligencia extranacional:
la desestimación de la lengua castellana (su tesitura en la práctica no obsta al reflejo fiel del
mundo), su analogía entre la revolución militar de 1943 y la revolución popular de 1945, y
la transformación de Martín Fierro en personaje alegórico. También plantea una posición
antimilitarista, ya que el ejército de un país semicolonial, a diferencia del ejército de un país
imperialista, no desempeña una función contrarrevolucionaria sino que es allí donde se
forma una conciencia nacional y se adopta un criterio antiimperialista. Critica a la
industrialización ligada al poder militar como a toda aspiración nacional que hiera al
imperialismo.
En cuanto a Borges, Ramos considera que repite en castellano las inflexiones despreciativas
que Eliot pronuncia en inglés, que “su odio irreprimible hacia el pueblo argentino es un
ingrediente particular del desprecio imperialista europeo hacia un país que rehúsa
perpetuarse como colonia”. Así encontramos como en el libro El Martín Fierro, Borges se
posiciona en contra de Lugones al ser quien intentó en un medio hostil indagar las raíces de
lo nacional. Califica de “imaginaria necesidad” que Martín Fierro fuera épico y lo
descalifica al tratarlo como “el caso individual de un cuchillero de 1870”.
Toda observación histórica de Borges no es incidental, sino que obran en un mismo sentido.
A pesar de que anatematiza la idea misma de la lucha de clases, él defiende constantemente
aquellos intereses de la clase que pertenece. Por esa razón le repele el Martín Fierro como
canto argentino y como protesta social, ya que nació como resultado de las luchas civiles y
fue reconocido, adoptado y asimilado por vastas masas del país.
No es ingenua la aparición de estas críticas al Martín Fierro en la década del 40, como
también señala Hernández Arregui. Reconoce que en los países coloniales las clases
lectoras (medias y altas) tienen una mentalidad de clase inyectada por intereses
extranacionales lo que da origen a una literatura que preserva los mitos europeos de los
grupos dirigentes y no el drama colectivo del hombre americano. Considera que la poesía
argentina expresa una vivencia falsa porque la experiencia interior del artista está separada
de la Historia.
La tesis central planteada de la obra es que José Hernández, sin proponérselo, terminó
tratando problemas metafísicos que son eternos, problemas transformados en categorías
eternas de la esencia humana, en misteriosa evaporación del principio de individuación. Los
problemas de Martín Fierro son elevados a categorías abstractas, eternas de la moral,
mientras que Hernández tenía clara conciencia de que la historia de Martín Fierro era la de
una clase social y no la de un héroe individual: el conflicto inconcluso del pueblo argentino
contra la oligarquía.
Bibliografía
Hernández Arregui, Juan José: Imperialismo y Cultura. Buenos Aires, Peña Lillo, 2005.