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Antologia de La Filosofia Del Derecho PDF
Antologia de La Filosofia Del Derecho PDF
Lex
*
Abogada por la Universidad de San Martín de Porres. Con maestría en Derecho Civil
doctorado por la Universidad Alas Peruanas. Profesora de los cursos de Derecho Civil y
Derecho Procesal Civil en la UAP.
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REFLEXIONES SOBRE LA FILOSOFÍA Y EL DERECHO
Introducción
La filosofía es la actividad en la que nos embarcamos (a veces sin quererlo) cuando nos
ponemos a pensar críticamente sobre los conceptos, creencias y procedimientos que utilizamos
habitualmente.
La filosofía es una actividad que consiste en tratar de pensar correctamente, evitando
confusiones, detectando ambigüedades, diferenciando las distintas cuestiones relacionadas
con un problema para tratarlas por separado, explicitando las distintas alternativas y
construyendo argumentos sólidos para defender las opciones que finalmente se elijan. En
consecuencia, no es posible aprender filosofía solo leyendo libros o escuchando conferencias;
debemos necesariamente lanzarnos a la acción.
Es una realidad que el Derecho es un fenómeno complejo, que lo jurídico no se agota en
una realidad simple e individual. La filosofía del Derecho es aquella rama de la filosofía que
concierne al Derecho; por lo tanto, la filosofía del Derecho es una disciplina cuyo objeto
de conocimiento fundamental es el conocimiento de lo jurídico. El conocimiento que se
adquiere con base en la filosofía del Derecho es, en sí mismo, conocimiento jurídico, pero no
como representación de las instituciones jurídicas, sino como plano problemático sobre cómo
el Derecho puede ser entendido. La filosofía del Derecho no tanto ordena el Derecho vigente
sino que mira los asuntos reflexionando sobre esto; no crea los documentos sino deslinda lo
que es Derecho de lo que no es Derecho.
La filosofía es importante porque lo que pensamos sobre aquello que hacemos
habitualmente resulta crucial para entender por qué lo hacemos de esa manera, o incluso
puede resultar determinante a la hora de tomar la decisión de continuar haciéndolo; por lo
tanto, reflexionaremos con el desarrollo de los siguientes concepciones filosóficas sobre la
filosofía y el Derecho.
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lógico-formales, y que [el juez nunca infiere la decisión solo de la ley], sino que llega al caso
siempre con un determinado preconcepto, establecido principalmente por la tradición y la
situación [se ignoró completamente]”. (5)
Resulta indispensable, ante las deficiencias producidas por esta visión de túnel, retomar
los contenidos subyacentes a toda norma, es decir, el sustrato deontológico y axiológico
presente en toda regla positiva, pero sin llegar al exceso de desconocer y descartar la forma
fundamental, ya que “(…) no hay materia sin forma ni forma sin materia (…)” (7). Para
lograr el cometido de certidumbre jurídica y justicia del Derecho, hay que tratar el asunto
de estructuras y contenidos desde una óptica conciliatoria y no antitética, toda vez que los
conceptos abonan el terreno para una posterior fundamentación de contenidos.
Es gracias a Gustav Radbruch que la filosofía del Derecho retoma su cauce, cual es la
búsqueda de la diferencia del Derecho justo e injusto. Y como la reducción de la iusfilosofía
a una comprensión cerrada de las formas (positivismo jurídico) o de los contenidos (Derecho
natural extremo) va en contravía de la realidad del Derecho en su totalidad, nace como
imperativo encontrar una alternativa distinta, una “tercera vía” (7), sobre la cual la filosofía
del Derecho enfilará todas sus baterías con el objeto de delinear de manera más precisa el
límite entre lo justo y el entuerto.
3. El concepto de filosofía del Derecho y la superación de la falacia naturalista
El concepto de filosofía del Derecho es mucho más amplio que el de amor a la sabiduría
del Derecho. Resulta necesario aunar el discurrir filosófico, caracterizado por ser especulativo,
general y transistemático, con el jurídico, logrando así una disertación sobre los fundamentos
de la ciencia particular del Derecho, mas no de una forma totalizadora, ya que se deja abierta
la puerta para la renovación y el perfeccionamiento de sus contenidos.
Así las cosas, es posible definir la filosofía jurídica como “(…) una rama de la filosofía, no
circunscrita a una de las parcelas de las ciencias jurídicas [así se destierra totalmente cualquier
eventual confusión con la teoría general del Derecho], que persigue una aproximación
intelectual al fenómeno jurídico desde un horizonte omnicomprensivo” (8), y que además
cuestiona el conocimiento producido por el jurista y al Derecho positivo. De la definición
ofrecida por el profesor Agudelo, salta a la vista que la filosofía del Derecho aborda los
problemas fundamentales del Derecho mediante un ejercicio crítico e integrativo de otras
disciplinas afines al conocimiento jurídico, además de las categorías ofrecidas por la dogmática
jurídica.
Empero, dicha conceptualización puede ser vista por algunos sectores como metafísica,
toda vez que su telos es el Derecho justo, lo que debe ser. Esta aparente dificultad de derivar
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relevancia para este autor, y por razones evidentes, es la teoría de la justicia, de tenor racional
y que sirva de contrapeso al Derecho positivo. De contera, deberá ser necesario el desarrollo
de una teoría relativa a la validez del Derecho positivo que permita juzgar si este es conforme
a unas reglas de estricta observancia que le garanticen eficacia y legitimidad.
7. Filosofía del debido proceso
Reflexionar sobre la realidad del Derecho Procesal en torno de sus problemas o discusiones
es muy importante, por ser este instrumento idóneo para la materialización de un orden justo
de convivencia y no objeto de espinosas controversias en cuanto a sus categorías fundantes.
Así, resulta muy afortunado e intelectualmente provechoso abordar el concepto y contenido
del Derecho Procesal, cómo es posible su conocimiento y qué teorías buscan encaminarlo
hacia la producción de un Derecho correcto justo.
En consecuencia, el objetivo será sentar una postura crítica que trascienda la mera
exposición sintética del contenido, en el entendido de que solo es posible a través de un
ejercicio analítico, contextual y cuestionador.
8. De la necesidad de una filosofía del Derecho Procesal
Merced a una fundamentación iusfilosófica, el Derecho Procesal podrá erguirse como
autónomo y único. Una filosofía del Derecho Procesal ha de reparar el error común consistente
en la supremacía del Derecho sustantivo, pues la relación entre ambas ramas no debe ser
antagónica o excluyente, ni vertical, sino de mutua cooperación y horizontalidad.
Su principal objetivo es brindar una fundamentación racional crítica de los contenidos
normativos y otorgar legitimidad al ordenamiento jurídico procesal. Para ello, ha de contar
con sólidas bases axiológicas y nomoárquicas. Desde la perspectiva rossiana, los temas de la
filosofía del Derecho Procesal serán: la teoría del Derecho, que delimita las bases del Derecho
Procesal al ser estudiado tal cual es y busca la naturaleza del Derecho Procesal y su ordenamiento
jurídico; la teoría del conocimiento jurídico, que indaga por los elementos esenciales para
abarcar la complejidad del objeto del Derecho Procesal, sentando su metodología y finalidad;
y la teoría de la justicia, en la cual se estudian los institutos procesales a partir de su carga
axiológica, teniendo como presupuesto la existencia de un Derecho justo.
Es solo bajo estos supuestos que se logrará una correcta administración de justicia, una
idónea materialización de las políticas estatales, y por último –lo que resulta más trascendental–,
la concreción de la cláusula social de nuestro Estado de derecho.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Ticona, V., El debido proceso y la demanda civil, Lima, Perú, Ed. Rodhas, 1999.
2. Olivera, J., “Fundamentos del debido proceso”. Artículo publicado en la Conferencia
Episcopal de Acción Social.
3. Chichizola, M., “El debido proceso como garantía constitucional”, en: Revista Jurídica
La Ley, Buenos Aires, Argentina, 1983.
4. Torres, J., “Breves consideraciones acerca del debido proceso civil”, 2010, 12 pp.
Disponible en: http://www.derechoycambiosocial.com/revista 021/debido%20
proceso%20civil.pdf (consultado el 12 de enero de 2012).
5. Kaufmann, A., Filosofía del Derecho en la posmodernidad, Bogotá, Colombia, Temis S.
A., 2007.
6. Ospina, W., Es tarde para el hombre. Bogotá, Colombia, Norma S. A., 2006.
7. Kaufmann, Arthur, Filosofía del Derecho. Bogotá, Colombia, Universidad Externado de
Colombia, 2006.
8. Agudelo, M., Filosofía del Derecho Procesal. Bogotá, Colombia, Leyer, 2006.
9. Vargas, A., ¿Es realmente neutra la norma procesal?, Medellín, Colombia, Temas
Procesales, 1989.
10. Larenz, Karl, Metodología de la ciencia del Derecho.
11. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, España, Editorial Mateu
Cromo-Artes Gráficas S. A., 2001.
12. Cabanellas, G., Diccionario jurídico elemental.
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Máscara india.
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Texto de ponencia presentado en el II Congreso Internacional de Estudios griegos, 12 de Octubre
de 2011. Centro de Estudios Griegos, Universidad de Chile. Santiago de Chile.
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“Nada me enseñan los árboles y las flores, sino los hombres en la ciudad”.
[Platón, Fedro].
“No se puede ser filósofo del Derecho si no se es, lisa y llanamente, un filósofo”
[G. Kalinowski, Estudios de Lógica Deóntica, Introducción]
S
in lugar a dudas, explicar la manera en que la Filosofía del Derecho
puede interpretar los aportes del mundo griego a la cultura occidental
y en particular, al sistema de la justicia es una cuestión compleja. No
obstante, la propia vocación de la reflexión iusfilosófica es un llamado a desplegar
tal empresa. En dicho orden, el vocativo expresado por Celso (ubi homo ubi
societas, ergo ubi ius), resulta en este sentido del todo apropiado. Por la misma vía,
Legaz y Lacambra ha sostenido muy atinadamente la idea de que en cualquier
manifestación cultural en la que tomemos interés u observemos detenidamente,
podremos constatar que el predicado tradicional que, desde la gracia clásica
pasando roma republicana e imperial hasta llegar a la modernidad, se hace del
fenómeno jurídico3, esto es, el carácter pantonómico4 de la justicia, es una de
2
A lo largo de la exposición utilizo el recurso expositivo antes que la mecánica científica para la
exposición de razones, pues fue así como surgió la idea del presente texto. He preferido así referir
las reflexiones con miras a un mejor entendimiento con el público que asistió al Congreso y por
consideración a los organizadores y demás expositores, de forma tal que el texto haga eco a las
preguntas y reflexiones surgidas en dicha oportunidad. Nuestros agradecimientos a Jacqueline
Ortiz por su diligencia y cordial trato, antesala de un diálogo fluido y consistente.
3
Para una mayor claridad del porqué hablamos de fenómeno jurídico antes que de “Derecho”,
ver, Cuneo M. Andrés. Materiales para un estudio del fenómeno jurídico. (1996). Ed. Jurídica.
Santiago de Chile. 2ª ed.
4
El término pantonomía de la justicia, es ocupado por W. Goldschmidt para explicar el carácter
universal de la Justicia en el sistema de repartos proyectados. Para una precisión y nuevas
perspectivas el trabajo de Miguel Ciuro Caldani es abundante, ver entre otros: Goldschmidt,
Werner. Introducción filosófica al Derecho - La teoría trialista del mundo jurídico y sus horizontes.
(1957). Editorial Depalma; también, Ciuro Caldani, Miguel Angel. Metodología Dikelógica.
(2007). Fundación para las Investigaciones Jurídicas. Rosario, Argentina.
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Alejandro Robledo Rodríguez: Aportes de la cultura griega en la construcción...
intersubjetiva”. Por otro lado, cumple una misión reflexiva (filosófica), operando
sobre las categorías planteadas al razonamiento y a la comprensión humana, de
un modo contrastante con la realidad jurídica y social en que tales categorías,
instituciones o bienes se construyen o dibujan. En este sentido, la labor de
comprender es anterior a la de reflexionar, que a su vez es antecesora de la tarea
de explicar (cosa de la que se ocupan, como diría Carlos Cossio, la fenomenología
de la sentencia antes que la filosofía de la justicia o del derecho). Por último, la
Filosofía del Derecho, cumple -según nuestra impresión- un rol generativo
(constitutivo), precisamente por cuanto, al tomar las categorías ya actualizadas
(por ejemplo, en nuestro caso, la isoletía o igualdad en los tributos) que son de
suyo objeto de la comprensión jurídica, y reflexionando sobre sus alcances en
la sociedad moderna, re-construye el mismo concepto y le otorga un contenido
material y axiológico, que si bien, tiene siempre un peso histórico cultural,
cobra una vigencia diversa en este proceso de actualización-generación, aunque
consciente de sus orígenes, y que permite que la comprensión de dicho concepto,
institución o bien, sea fácilmente adquirido o recepcionado por el lenguaje
cultural en cada momento histórico12. Así la concepción de la Democracia
no es la misma hoy que hace tres siglos, pero sin embargo, su significancia se
mantiene comprensible para todas las personas13. De este modo, la triple labor
(Anamnética, Filosófica y Constitutiva) es entonces una cuestión trascendental,
cuya vocación primordial es la de construir un Estado de cosas (una polis, es
sólo una manifestación de este estado) que sea en sí mismo enriquecedora del
sistema de justicia, y que siendo fecundamente actualizada y reflexionada por
quienes la hacen posible, contribuye sistemáticamente a la realización de una
interacción social más plena y consiente.
Desde luego, lo antes mencionado tiene principal acogimiento en la formación
de los nuevos juristas, en tanto en cuanto que, un estudio reflexivo filosófico,
más bien) sobre las razones, por ejemplo que tienen lugar para la elección de un
es ineliminable contenido del derecho; f ) las normas jurídicas conceptualizan la conducta en
interferencia intersubjetiva y g) las normas jurídicas imputan sanciones y son juicios disyuntivos.
La polémica de C. Cossio con H. Kelsen, es en este sentido muy notable.
12
Para expresarlo con un ejemplo: lo justo como lo legal, no es sinónimo de lo justo natural. Ambos
conceptos tienen pesos diversos en la historia de las ideas jurídicas y en la filosofía que expresan.
No obstante, aun hoy podemos disputar el peso de su significado en la etapa de actualización.
Una cosa es lo que dice la ley y otra su espíritu.
13
Existe una variabilidad en la significancia con que expresamos por ejemplo los términos de
una justa igualdad o de la igualdad a la ley, pero su significado, en términos globales, se nos
representa con una carga de sentido que nos permite hablar de ella con vocación global.
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Tablas, tuvo su origen en una revuelta acaecida en la Roma arcaica alrededor del
año 716 a.c. producto de la cual se enviaron emisarios (deccenviros) a las polis
griegas con el objeto de estudiar su constitución y en especial las leyes de Solón,
para que con este ejemplo a la vista, se pudiere dar curso a una Roma que solo
200 años mas tarde vería sus primeras luces con el advenimiento de la República.
Por otro lado, el error es filosófico, pues la mayoría de los grandes políticos
romanos y que dieron cuerpo a la institucionalidad republicana e imperial,
y en gran parte al legado jurídico romano, tuvieron una honda y profunda
vinculación con el mundo griego, especialmente con su filosofía. Ejemplos
notorios son Marco Aurelio (121-180), Cicerón (106-43 a.C) y Heródoto
(484-420 a. C)19. Finalmente, no valorar o restar significancia al acervo cultural
griego en el orbe de las reflexiones jurídicas constituye un error metodológico,
pues nada tendríamos de Roma si antes los romanos no hubiesen heredado, y
en muchos casos replicado, elementos trascendentales de la filosofía, el derecho20
y la cultura griega.
Lo antes enunciado, es útil para detenernos desde ya, en ciertos elementos
sustantivos, que es dable apreciar e identificar toda vez que pensamos
-filosóficamente- “lo jurídico”, sin pretender universalidad o detrimento. En
tal orden es menester apuntar algunas notas que perfilan de mejor manera la
comprensión de los aportes, si dable decir, particulares del orbe griego. Sobre
este punto coincidimos plenamente con Fassò quien apunta juiciosamente que
“la reflexión filosófica, esto es, la meditación racional acerca de los magnos
problemas humanos, como son la esencia del hombre, su destino, los principios
rectores de su conducta y el significado y fin de la vida, tuvo su origen en Grecia.
Pero no solamente eso, sino que nuestra forma de concebir la realidad, la cual
ha influido profundamente, asimismo, sobre todo el otro gran componente de
nuestro acervo espiritual: el cristianismo”21.
Un primer aporte en este sentido, está constituido por la búsqueda del Arjé, el
principio o esencia del mundo, coincidente con la idea de lo verdadero (aletheia),
lo real, permanente e inmutable, cuya profundidad conceptual va mucho más
allá de la mudable apariencia. Es precisamente, sobre este primer centro impulsor
19
HERODOTO. Historia. (1988). Introducción y notas de Carlos Schrader. Ed. Gredos. Madrid, España.
20
Sobre los elementos del Derecho griego seguimos a Alonso Y Royano, Felix. El Derecho Griego.
(1996). pp. 116 - 142. También la línea ver, WOLFF, H.J. La Historia del Derecho Griego.
Disponible en: http://www.restudioshistoricos.equipu.cl/index.php/rehj/article/viewFile/7/7
21
Fassò, Guido. Historia de la Filosofía del Derecho. Título original: Storia di la filosofía dil Diritto.
(1982). V. I. Traducción e Juan Lorca Navarrete. 3ª Ed. Pirámide. Madrid. España p.17.
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que se desarrolla toda filosofía y que contrasta con nociones desarrollados en y por
el mundo griego en profundidad: la doxa y la espíteme. La primera, identitaria de
la mera opinión y con el rasgo característico de mutabilidad o apariencia, la otra
constituida por un conocimiento que está mas intrínsecamente vinculado a la
realidad misma, al verdadero trabajo de la Filosofía como búsqueda de sabiduría.
Extrapolados estos términos, al ámbito de reflexión iusfilosófica, podría decirse
que la pregunta esencial sobre ¿Qué es el Derecho? O bien ¿Qué es la Justicia?, es
una pregunta que apunta a vislumbrar el Arjé del fenómeno jurídico, respuesta
que en la Historia de la Cultura, ha revestido y reviste aún hoy, tanto el carácter
de una mera opinión (doxa), bien el modo de una investigación que intenta
aproximarse al objeto de estudio más allá de lo formal. Pero más allá de este
primer nominalismo, lo que sustancialmente (substratum, esto es, “estar debajo
de”, es una categoría que empleara Aristóteles antes que cualquier jurista romano)
subyace es una comprensión filosófica en orden a la razones que pueden darse en
torno a la pregunta esencial en sede iusfilosófica.
En otras palabras, así como veremos luego, existen platonismos, o
aristotelismos en toda la gama de explicaciones doctrinarias sobre el Derecho, así
también encontramos explicaciones que son bien meras opiniones (doxa), o bien
explicaciones epistemológicas.
Ahora bien, desde un punto de vista filosófico y político, podemos centrar
nuestro análisis en los filósofos presocráticos, quienes de ordinario son
representados como guidados casi exclusivamente por un enfoque naturalistico
(physis), aunque en realidad sus ocupaciones en la vida social y política de
Grecia, no son desde luego, superficiales ni únicamente naturalísticas. Tan es
así, que Tales de Mileto, además de su preocupación por la naturaleza, ya antes
de había ocupado de la política22; lo propio hizo Parménides sobre las leyes,
Zenón de Eléa con respecto al régimen tiránico o Empédocles con respecto a
la Democracia en Agrigento. Por su parte en la Escuela Jónica, Anaximandro,
nos dirá que “de aquello de donde provienen necesariamente los seres procede
también su disolución, porque así se abonan recíprocamente la reparación (dikè)
y la satisfacción de la injusticia (adikía)”23. Por su parte Parménides apuntará que
“las llaves de los senderos de la noche y del día los guarda Dikè” 24, y es ella quien
22
Cfr. Guthrie, W. K. C. Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles. (1994). Traducción de Florentino
M. Torner. Fondo de Cultura Económica Chile. Santiago, Chile.
23
Diels - Kranz. Die fragmente der Versokratiker. B 1, 13-14. p. 28. Citado por FASSO, Guido.
(1982). p. 24.
24
Jaeger, Werner. Paideia: los ideales de la cultura griega. (1992). Traducción de Joaquín Xirau y
Wenceslao Roces. Fondo de Cultura Económica. México, D.F. p. 22.
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themis30, esto es, el decreto sagrado revelado a los reyes por los dioses por medio
de los oráculos o de forma onírica, cuya particularidad consiste en la posibilidad
que tienen de transmitirse de padres a hijos, en tanto que norma dominante del
grupo gentilicio y que incluso constituye el patrimonio de la clase dominante31,
es una nota esencial. Pues bien, de una sociedad en que hay predominancia de los
themis (donde las primarias reflexiones de la filosofía son también conductoras
de la polis y del mundo) se pasará luego, a una sociedad imperada por la idea
de dikè o justicia, en la que existe un predominio de la idea racional (logos) de
igualdad (isonomía), de modo tan profundo que si la Themis responde a un tipo
de sociedad aristocrática, la justicia (Dikè) la prudencia (sophrosyne) son el inicio
de la sociedad democrática griega32.
Otro concepto de interés y conjuntivo con los antes mencionados, es el de
Areté 33. Los griegos, como señala Jaeger, por este concepto comprendían, sobre
todo, una fuerza, una capacidad. A veces la definen directamente, aunque ello
no es frecuente. Las mas de las veces, la designan como “el vigor y la salud” que
son arete del cuerpo”34. Por el contrario, aunque con la misma idea se designa
la “sagacidad y penetración”, esto es, un arete del espíritu. Como es claro, es
difícil compaginar estos hechos con la explicacón subjetiva, ahora usual, que
hace derivar la palabra de “complacer” (ĮȡȑıțȦ)35. En este sentido, Jaeger
clarifica de modo preciso que “es verdad que areté lleva a menudo el sentido de
reconocimiento social, y viene a significar entonces “respeto”, “prestigio”. Pero
30
Del plural Themistes.
31
Si bien este carácter extrahumano de la legalidad no durará siempre, tendrá ecos incluso hoy
en día en las doctrinas que intentan dar comprensión a las teorías de la justicia aplicables a
sociedades democráticas modernas.
32
“Si las dos palabras suelen traducirse conjuntamente en nuestra lengua como “justicia”, es lo
cierto que la concepción de justicia, que cada una de ellas expresa, es totalmente diferente:
manifestación de la voluntad superior del hombre la primera, producto de la razón y de la
experiencia humana la segunda” FASSÒ, Guido. (1982). p. 19.
33
Lledó apunta al efecto que “el término griego areté no encuentra una traducción muy exacta
en la palabra virtud, ya que esta traducción tiene demasiadas resonancias «morales» - «hombre
virtuoso», «acciones virtuosas», que, en principio, no están en la experiencia griega. Pero sí hay
algo común en ambas palabras: su significado de excelencia, de mérito, de bueno, de positivo
para quien lo posee. Esas cualidades se consideraron innatas en los comienzos de la cultura
griega”. Lledo, Emilio; Granada, Miguel; Villacañas, José Luis; Cruz. Manual Historia de
la Filosofía. (1997) Ed. Santillana. Madrid, España, p.52.
34
De hecho en la literatura griega clásica es dable encontrar varias especies de areté. Así Areté del
caballo Ȍ 276, 374, En PLATÓN. La República. (1988). Introducción de Manuel Fernández
Galiano; [traductor José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano]. Madrid. Alianza
Editorial. reimp. 1997. 552 p. 335 B, donde se habla de la areté de los perros y los caballos. En
353 B, se habla de la areté del ojo. Areté de los dioses, I 438.
35
Ver, M. Hoffmann. Die ethische Terminologie bei Homer, Hesiod und den alten Elegikern und
lambographen. (1914). Tubinga. p. 92. Citado por FASSO, Guido. (1982). p. 17.
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-cosa que incumbe a otras ciencias u oficios- sino reflexionar la consistencia de los
aportes que son objeto de nuestro estudio, de modo que, arrancando de ciertos
elementos básicos podamos vislumbrar la actualidad del acervo griego.
Pues bien, si miramos las cosas con cuidado y sin prejuicios, podremos ver
que en las muy variadas reflexiones sobre la naturaleza del Derecho o lo que es lo
mismo, dentro de las múltiples preguntas que se hacen acerca de lo que ya hemos
dicho antes ¿Qué es el Derecho? existen diversas respuestas que son dadas desde la
óptica iusfilósfica. En unos casos, se centran en el apego a la sola legalidad, como
en el caso del positivismo jurídico analítico, y en otras en la ley natural que debe
anteceder a toda ley escrita. En ello, desde el estudio de lo griego, puede verse
un eco significativo y plenamente actual. Piénsese, por ejemplo en el dualismo
de elección que se presenta en Antígona42, obra en que presenta el argumento de
una elección no libre entre dos opuestos: las leyes de los hombres (diremos, leyes
positivas) y las leyes de los dioses (diremos, leyes naturales) unas deben preferirse
con antelación a las otras según puede verse en el texto ya clásico. Otra lectura
que puede hacerse, deviene de este mismo contrapunto ley positiva-ley natural,
y tiene un asiento en reflexiones que son la herencia más clara de la impronta
griega en la actualidad. Así en Platón, sobre todo en La República, hay una clara
vinculación reflexiva sobre la justicia, como un ideal extra polis, como un bien
que se encuentra “fuera de la caverna” y de la cárcel del alma, que está finalmente
más próxima a la idea suprema de bien en el toposuranus que en la realidad
proporcional como la entendida por Aristóteles43.
Tan clara es la idea del legado y aporte griego a la construcción de nuestra ideas
filosóficas y políticas , que podemos leer en Platón, por ejemplo, que “el Estado
expresa en grande lo que el individuo en pequeño”44, de ahí que su visión del hombre
y del alma humana sean proyectables a la polis, pudiendo distinguirse claramente de
acuerdo a ello, tres niveles: Uno superior, correspondiente al logos, a la racionalidad
42
Para una lectura más sistemática Ver: Solari, Enzo. Antígona o el poder de lo real. (1998). En:
Persona y derecho: Revista de fundamentación de las Instituciones Jurídicas y de Derechos
Humanos. Nº. 39, (Ejemplar dedicado a: Estudio sobre "Antígona"), págs. 173- 194 Disponible
En: http://www.mercaba.org/FICHAS/Teologia_latina antigona_o_el_poder_de lo_real.htm
43
Suele apreciarse en la literatura una confrontación entre el pragmatismo de herencia aristotélica y
el idealismo de herencia platónica. La verdad es que ambas corrientes, tienen más en común de
lo que se aprecia y sus orígenes están más vinculados a otras razones que a una lectura lineal de la
filosofía de Platón o de Aristóteles. Así, por ejemplo, se puede explicar el complejo original del
pragmatismo de James, más encaminado a la psicología que a la explicación del mundo natural.
44
Podemos constatar el hecho y al mismo tiempo no estar de acuerdo con Platón, quien se representa
como partidario de la razón de Estado, antes que del libre ejercicio de la razón humana.
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que habla» (…), expone la natural sociabilidad del ser humano. La ciudad es,
por tanto, un lugar donde el hombre realiza, necesariamente, su vida; donde
habla y se comunica” 54. En efecto, es conocida y actual la significancia que en la
formación de la lógica del discurso esta definición ha tenido. Sus consecuencias
en torno a la pregunta vital ¿Qué es el hombre? Son y han sido abordadas desde
las más variadas perspectivas, entre otras, puede recordarse la definición de la que
arranca Boecio tomando la referencia de Porfirio -estudioso de Aristóteles- sobre
el hombre como “sustancia individual de naturaleza racional”55.
Ahora bien, por lo que respecta al eco del hilemorfismo, aunque solo por
analogía56, podríamos decir que es cosa habitual distinguir, en el pensamiento
jurídico, entre elementos que con esenciales o materiales (hile) en un acto
jurídico o un contrato sinalagmático, como son la voluntad (hybris) la causa
y el objeto y elementos formales (morfos) como son la licitud y la publicidad.
Finalmente un eco no frecuentemente tenido a la vista por los estudiosos del
derecho, y especialmente por el Derecho civil, es el desarrollo que el Filósofo
hace de la teoría de la causa y sus clases. Lo que decimos entonces, es que este
entendimiento puede deberse -claro está- al trabajo intenso de los juristas
romanos y sus sucesores, pero ya antes lo había clarificado un filósofo griego
heredero57 de la más intensa filosofía: la griega.
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A modo de Conclusión
Como corolario reflexivo, debemos decir que fuerza la razón del filósofo que
se dedica al estudio de la justicia, ver mucho más allá del propio tiempo y de las
propias instituciones. Claro esta que en las raíces de la Historia de occidente cada
núcleo o paradigma ha transcendido intensamente en sus particularidades, ( la
idea de justicia distributiva, de trascendencia, de virtud o democracia son algunos
ejemplos que rubrican lo dicho) mas el primer asiento reflexivo y que posibilitó
el surgimiento de occidente como tal y en consecuencia, muchas de nuestras
actuales virtudes e instituciones, han venido del mundo de la reflexión filosófica
griega, a esta herencia debemos –siempre- la reflexión seria y sostenida, un
estudio comprensivo y no sombrío, sino significativo de un legado trascendental.
58
ARISTOTELES. Refutaciones sofísticas. 183c36- 184a75. Citado por FASSÒ, Guido. (1982).
Historia de la Filosofía del Derecho. Título original: Storia di la filosofía dil Diritto. V.I.
Traducción de Juan Lorca Navarrete. 3a Ed. Pirámide. Madrid, España. p. 76.
160
Byzantion Nea Hellás N° - , -
Referencias bibliográficas
161
Alejandro Robledo Rodríguez: Aportes de la cultura griega en la construcción...
162
artículo de investigación
dOI: http://dx.doi.org/10.14482/dere.41.5402
* Este artículo, desde el punto de vista metodológico, sigue el esquema de presentación plan-
teado por Espósito (1999) en su ensayo “Soberanía, derecho y política en la sociedad internacio-
nal: Ensayo sobre la autonomía relativa del Derecho internacional”.
** Abogada de la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”, magíster en De-
recho, Programa Derecho de los Recursos Naturales de la Universidad Externado de Colombia,
estudiante de Doctorado en Derecho de la misma universidad. Docente asistente de la Universi-
dad Tecnológica del Chocó (Quibdó, Colombia). Líder del Grupo de Investigación Derecho, So-
ciedad y Medio Ambiente (GIDSMA). Vicerrectoría de Investigaciones- Centro de Investigaciones
en Biodiversidad y Hábitat. Calle 25 n° 21-15. Quibdó (Chocó, Colombia). lisneider@yahoo.es
REVISTA DE DERECHO
N.º 42, Barranquilla, 2014
ISSN: 0121-8697 (impreso)
ISSN: 2145-9355 (on line)
186
Resumen
El concepto de validez del derecho ha sido abordado por diferentes modelos
teóricos. Este artículo es una reflexión sobre la noción de validez del derecho
desde la visión del filósofo John Finnis. En la investigación, que es de corte
documental, se concluye que el autor tiene una noción de validez del derecho
diferente a la del iusnaturalismo tradicional, toma algunos elementos de esta
corriente filosófica o doctrina, pero crea un concepto integrado por varios
criterios.
Palabras clave: validez del derecho, iusnaturalismo tradicional.
Abstract
The concept of validity of law has been analyzed by different theoretical doc-
trines. In this article, a reflection is made on the notion of validity of law
from the viewpoint of the philosopher John Finnis. In this documentary re-
search, it is concluded that the aforementioned author understands the con-
cept of validity of law in a different way than the traditional natural law. In
fact, John Finnis takes some elements of natural law, but he creates a concept
integrated by several criteria.
Keywords: validity of law, traditional natural law (ius naturalism).
1. INTRODUCCIÓN
1
En algunos textos es denominado representante del iusnaturalismo tradicional
y teológico; otros, como Lim Acosta (2013), lo catalogan como uno de los filósofos del
derecho contemporáneo más importantes; Moyano Pregal (s.f.) precisa que este autor
es considerado como el principal exponente actual del iusnaturalismo en el mundo
anglosajón.
2
Para ver algunas explicaciones del término “derecho” se puede consultar Ruiz
Rodríguez (2009). Por su parte, Javier Dorado Porras explica que gran parte del en-
frentamiento entre las dos corrientes filosóficas se debe a la definición de derecho;
por ejemplo, el positivismo jurídico propone un concepto de derecho descriptivo y el
iusnaturalismo un concepto normativo. Para ampliar esta visión se puede consultar:
Dorado Porras (2006), en Ramos Pascua y Rodilla González (Eds.).
3
El término “iusnaturalismo tradicional” en este ensayo hace referencia a la defi-
nición planteada en la primera sección de este escrito. En todo caso se entiende como
el iusnaturalismo clásico y el iusnaturalismo medieval o cristiano, con las ideas origi-
nales de Sófocles, Aristóteles, san Agustín, santo Tomás, entre otros.
4
En esta sección se parte del pensamiento de diferentes autores. Algunos han
sido catalogados como positivistas, pero aunque este ensayo se refiere al pensamiento
de un iusnaturalista, se toma en consideración su pensamiento, porque sin ser iusna-
turalistas ilustran, aunque a manera de crítica, el pensamiento de los iusnaturalistas
tradicionales.
5
En este ensayo el término “tradicional” hace referencia a las concepciones o de-
finiciones que se han adoptado sobre esta doctrina en la cual el origen del derecho na-
tural es Dios o el Cosmos, y además se considera que la ley injusta no es ley. Según la
explicación de Bonorino y Peña (2006, p. 21), citando a Nino (1984), se distinguen dos
formas básicas de lo que hemos dado en llamar “teorías iusnaturalistas tradicionales”:
(1) el iusnaturalismo teológico, cuyos representantes más conspicuos son los filósofos
tomistas, quienes creen que el origen del derecho natural es Dios y que las leyes po-
sitivas deben derivarse del mismo; y (2) el iusnaturalismo racionalista, representado
por los filósofos iluministas, que sostuvieron que el origen de los principios morales se
encuentra en la estructura o naturaleza de la razón humana y trataron de axiomatizar
esos principios autoevidentes que permitían derivar el resto de las normas. Para este
ensayo, el concepto de iusnaturalismo tradicional se corresponde con la descripción
del númeral 1.
6
Este autor puede ser considerado como un filósofo positivista, como Hans Kel-
sen, Herbert L. A. Hart o Norberto Bobbio.
7
Esta visión del iusnaturalismo tradicional que considera que “La validez del de-
recho natural o justo se origina en la naturaleza del hombre como hijo de Dios, y que
explica que en el iusnaturalismo teológico tuvo gran importancia por las aportaciones
de san Agustín y santo Tomás” se puede consultar en Flores Mendoza (1997).
Por su parte, García (1968, p.128) señala que a las posiciones iusnatura-
listas las caracteriza el aserto de que el derecho vale y, consecuencial-
mente, obliga no porque lo haya creado un legislador humano o tenga
su origen en cualquiera de las fuentes formales del derecho, sino por
la bondad o justicia intrínsecas de su contenido. Según García (1968,
p. 143), lo único que une a los defensores del derecho natural es su
actitud crítica frente al derecho positivo y la convicción de que la va-
lidez de las normas jurídicas no debe hacerse depender de requisitos
extrínsecos de su proceso de creación, sino del valor intrínseco de su
contenido. De esta forma, Bonorino y Peña (2006, p. 21) precisan que
las teorías iusnaturalistas tradicionales se diferencian por los distintos
argumentos que brindan en apoyo de la existencia de los principios de
derecho natural, por las diversas elaboraciones de los contenidos de
esos principios que proponen y por las consecuencias que consideran
que de ellas se siguen en el campo del derecho.
principios que no han sido creados por el hombre sino que son des-
cubiertos, principios verdaderos que son obligatorios para todos. La
validez de las leyes del derecho natural nada tiene que ver con su acep-
tación o reconocimiento en los espíritus de los hombres; la validez es
simple consecuencia del punto de partida según el cual esas leyes son
descubiertas. También plantea Ross (1993, p.18) que un orden jurídico
está investido de validez o fuerza obligatoria precisamente porque se
funda en la idea de justicia. Desde esta visión, las normas injustas -que
violan los principios del derecho natural- no son derecho: lex iniusta
non est lex.
8
La concepción racionalista, según Alf Ross (1993), es la base de una de las teorías
del derecho natural.
9
Sobre la forma en que John Finnis concibe el derecho Hocevar (2006) expresa: La
metodología finnisiana distingue el significado focal de un término o concepto de los
significados secundarios o periféricos que se corresponden, respectivamente, con el
caso central y los casos o ejemplos secundarios o defectuosos de los objetos a los que se
refiere el término o concepto. Lo anterior permite a Finnis manejar (distanciándose así
de la mayoría de los autores iusnaturalistas) un concepto amplio de derecho y evadir
algunos errores, en los que según el positivismo jurídico incurren las teorías de la Ley
natural, como por ejemplo, confundir la validez jurídica con la validez moral (p.197).
De igual manera, la autora describe que Finnis al aproximarse a la definición de dere-
cho pone énfasis en sus específicas funciones y objetivos (p. 200).
10
Kelsen, de acuerdo con Finnis, señala: “Según las teorías del derecho natural
(natural law doctrine) no existe una noción específica de validez jurídica. El único
concepto de validez es el de la validez según el derecho natural (natural law), i.e., el
de la validez moral”. Aunque Finnis (1980) pretendía corregir esta imagen dada por
Kelsen (p. 60). De igual manera, García (1968, p. 43) en su texto publicado antes de
la obra de Finnis advertía sobre la imposibilidad de concebir la teoría del ius naturale
como algo unitario e inequívoco y cada uno da una expresión diferente al concepto de
validez.
11
Positivismo, o el mismo iusnaturalismo clásico y medieval o cristiano.
12
Varios autores lo denominan de esta manera. Se puede ver en Massini (2007a, p.
123) y Massini (2007 b, p.24).
13
Por “procedimiento correcto” se puede entender lo que es justo o adecuado con
los bienes básicos. En su obra clásica John Finnis (1980) dice que el método jurídico
primario para mostrar que una regla es válida consiste en mostrar que hubo en algún
momento pasado, un acto de un legislador, un tribunal u otra institución adeacuda
que de acuerdo con las reglas en vigor en m1 equivale a un acto de creación de reglas
válidas… (p. 297).
14
Legarre (1999, p.73) precisa sobre esta consideración: “El caso central del obje-
to de la ciencia jurídica lo constituyen, entonces, las normas (y las instituciones que
permiten su implementación y aplicación). Es, la de Finnis, una teoría normativista o
legalista. Y dado que es común identificar al positivismo con este rasgo que acabamos
de señalar, de centrar el análisis jurídico en las normas, parece apropiado el mote de
“positivista” para esta teoría”. Para ampliar ver: Legarre (1999, p. 73).
15
Según el doctor Finnis (1980, p. 292): “La autoridad de los gobernantes deriva
de que estén en condiciones de promover el bien común y un equilibrio equitativo de
cargas y beneficios dentro de una comunidad, es un aspecto importante de ese bien
común” (p.292). )
16
Para algunos, como Jorge Fabraz (comunicación personal vía correo electrónico)
en el artículo “Law And What I Truly Should Decide” John Finnis (p.113), sostiene un
argumento funcional: las cosas son definidas por una función, y si una cosa no cumple
una función, entonces no es tal cosa. Con este ejemplo plantea su tesis más en la que
afirma que la función del derecho es promover el bien común; si no lo hace, no es de-
recho en absoluto.
17
Esta denominación fue acuñada por Lim Acosta (2013).
18
De acuerdo con John Finnis (1980, p. 58), los principios de la Ley natural expli-
can la fuerza obligatoria (en el sentido más pleno de obligación) de las leyes positivas,
incluso cuando las leyes no pueden ser deducidas de esos principios.
Legarre (1999, p. 81) también señala que nuestro autor escoge un punto
de vista según el cual las normas deben pasar por un tamiz de razona-
bilidad para justificar su carácter central como objeto de estudio de la
ciencia del derecho.
Ahora bien, se debe señalar que no obstante que el jurista John Finnis
parte de la idea inicial del iusnaturalismo tradicional que liga la validez
del derecho a la concordancia con los principios del derecho natural, el
concepto de validez del derecho que tiene que ver con los principios de
la Ley natural planteado por Finnis19 se basa en la razonabilidad prácti-
ca que le permite escoger opciones al ser humano. En consecuencia, los
principios de la Ley natural, según Finnis, son evidentes y no necesitan
19
El profesor Finnis también es denominado como representante del iusnatura-
lismo normativista, según Legarre,(2005, p. 7)en su artículo “Jornadas Internacionales
en Homenaje a John Finnis. A 25 años de la publicación de Natural Law and Natural
Rights”, Universidad Austral, Buenos Aires, 9-10 de junio de 2005, todo esto sobra.
(favor, revisar esto. No está claro. Además este trabajo no aparece relacionado en las
Referencias,se incluyò en la revisión y se corrigiò la puntuaciòn)
ser demostrados, pueden ser utilizados por cualquier persona para to-
mar decisiones y no son simples revelaciones divinas.
20
Una nueva visión de la norma injusta es explicada por el profesor Castaño (2011,
p.327). Castaño explica al respecto: “El objetivo del artículo consiste en presentar cómo
en el nuevo iusnaturalismo la relación es consustancial con la justicia, puesto que la
noción de lo justo tiene relación directa con la de persona, inscrita en la filosofía del
ser”.
Teniendo en cuenta los criterios que pueden deducirse del texto del
jurista, algunos, como Cruz (2010, pp.109-110), manifiestan que la
preocupación teórica de Finnis no radica en enfocarse en los proble-
mas de validez sino, más bien, de justicia, ya que este autor configura
el derecho natural como uno serie de principios morales cuya función
es guiar y justificar el derecho positivo pero sin suministrar criterios
de validez jurídica. Su preocupación, según Cruz (2010, p. 110), no es
brindar criterios de demarcación para diferenciar el derecho de otros
órdenes normativos; su posición, más bien, es entender que la princi-
pal finalidad del derecho natural es proveer de principios racionales
capaces de guiar el juicio moral, y es esta tesis lo que acerca su obra a
las posiciones que hemos denominado tradicionales.
4. CONCLUSIÓN
REFERENCIAS
RECENSIONES
REVIEWS-REZENSIONEN
1
José Antonio Binaburo y Xabier Etxebarria, Pensando en la violencia, Bilbao, Centro
de Investigaciones para la Paz, 1994, pp. 16-18.
2
Estas consideraciones están extraídas de los comentarios de varios autores a la recopi-
lación de pasajes y fragmentos de la obra de Walter Benjamin, Angelus novus, Torino, Giu-
lio Einaudi, 2004, cuyo título recoge el símbolo que empleó el filósofo alemán, valiéndose
de la imagen plástica de un cuadro de Klee, para ilustrar su pensamiento más pesimista: el
ángel de la historia arrastrado desde el paraíso por el irresistible huracán del progreso que
le empuja hacia el futuro mientras contempla impotente las ruinas de la humanidad. Tal fi-
gura alegórica puede relacionarse con Lucifer, el ángel caído, expulsado del paraíso, en per-
manente estado de persecución por encarnar el mal y, por ende, con la idea de la exclusión
que se aborda más adelante. Sobre la vida y el pensamiento del filósofo alemán, además de
la obra citada en la nota precedente, vid. también Theodor Adorno y Walter Benjamin. Co-
rrespondencia (1928-1940), trad. de Jacobo Muñoz Veiga y Vicente Gómez Ibáñez, introduc-
ción de Jacobo Muñoz Veiga, Valladolid, Trotta, 1998.
3
Al respecto vid. Luigi Labruna, Tutela del possesso fondiario e ideologia repressiva della
violenza nella Roma repubblicanam, Napoli, 1980.
4
Plinio el Viejo, Naturalis historia, 28, 10.
5
Cfr. Raquel López-Melero, «Fuerza y violencia en el marco de la épica griega», en Es-
tudios de arqueología jurídica, Madrid, Dykinson, 1988.
tio deorum, tal y como han pues- cibió como vehículo de integra-
to de relieve eminentes pensadores ción y participación. Como es bien
—Giddings, Tarde, Ortega y Gas- sabido, en Grecia vivir significa-
set, entre otros— 6, y de ahí el ca- ba vivir con los otros, el ciudadano
rácter religioso de los actos huma- con los otros ciudadanos y la polis
nos que procuraban adecuarse a con las otras polis 7; de igual modo,
unos modelos divinos de conducta en Roma, quien por descender de
impresos en la propia conciencia y los quirites fundadores compartía el
ordenados e interpretados por los culto 8, el lenguaje, la defensa del te-
sacerdotes, únicos capaces de ello y, rritorio, las cargas fiscales, etc., en
en consecuencia, detentadores del definitiva, el sentimiento de perte-
poder religioso y político. Modelos nencia a la civitas, contaba con una
de conducta que reunían de forma condición que le valía el respaldo y
ambigua la violencia y el derecho, la legitimación del cuerpo cívico, en
como, por ejemplo, Ares, dios tra- tanto que todo aquél ajeno a la ciu-
cio de la guerra con un talante feroz dad se veía ignorado, rechazado o
y destructor, cuyo nombre aparece incluso proscrito por razón del ex-
unido, sin embargo, a la paz y al de- clusivismo imperante en los pue-
recho en el tribunal del Areópago blos de la Antigüedad 9, si bien en el
que tenía su sede en la colina con- caso de Roma se iría mitigando gra-
sagrada a aquél y simbolizó la justi- dualmente hasta hacer de la inte-
cia impartida por la polis cerrando gración el principal instrumento de
el ciclo de las violencias privadas. su universalismo.
Por otra parte, el ius-rito —en Tal dicotomía integración-ex-
función de una de sus posibles clusión constituye la columna ver-
derivaciones etimológicas: iunge- tebral de este ensayo que se centra
re = ayuntar, uncir, unir— se con- en el estudio, desde la perspectiva
6
Sobre la ejemplaridad como origen del Derecho, Javier Alvarado Planas, El pensa-
miento jurídico primitivo, Madrid, Universidad Autónoma, 1986, pp. 104 y ss.
7
Ángel Sánchez de la Torre, «Desde la justicia de la venganza hasta la justicia civil»,
Revista de Legislación y Jurisprudencia, 1986, p. 358, nota 5.
8
La primera toma de conciencia de la ciudad, de lo público, nació en los lugares de cele-
bración de las ceremonias de culto como altares, templos o banquetes en los que el civis par-
ticipaba y se integraba con los demás en los sacra. Al respecto, Laura Gutiérrez Masson, «La
ritualización de la violencia en el Derecho romano arcaico», Index, núm. 28 (2000), p. 268.
9
Cfr. Fritz Sturm, «Exclusivisme et personnalisme dans l’Antiquité et à l’époque barba-
re. Révolution ou évolution parallèle?», en Nozione, formazione e interpretazione del diritto
dall’età romana alle esperienze moderne. Ricerche in onore di F. Gallo, vol. II, Napoli, Jove-
ne, 1997, pp. 337-352; VVAA, Les éxclus dans l’Antiquité, Actas del coloquio organizado en
Lyon, 23-24 de septiembre de 2004, Lyon, 2007.
13
Precisamente, Heráclito reflexionó de forma explícita sobre los opuestos y entendió
que la identidad de las cosas es su mismo ser diferente y opuesto, designándola como apei-
rón que podemos aplicar a la oposición violencia-derecho comentada anteriormente.
14
El concepto de soberanía entendida como poder exclusivo y excluyente apareció por
primera vez en la obra de J. Bodin, que lo empleó como sinónimo de «majesté». Al respecto
vid. Rafael Domingo, Auctoritas, Barcelona, Ariel, 1999, p. 108, n. 3. Maiestas, que está liga-
da a numen y referida al populus, cuya soberanía sustituyó a la del rex investido por Júpiter
y que, más tarde, fue sustituida a su vez por la soberanía del emperador («devotus numini
maiestatisque principis»), en clara alusión al carácter divino y perenne del poder que ha ser-
vido de fundamento a la simbiosis histórica de la sacralidad y la realeza.
15
Vid., a propósito del iusiurandum como conjunción de prosperidad y maldición, André
Magdelain, De la royauté et du droit. De Romulus à Sabinus, Rome, L’Erma di Bretschneider,
pp. 68 y 70. Recensión de Laura Gutiérrez Masson, SCDR, núm. 7 (1996), pp. 136-140.
16
Cfr. Álvaro D’Ors, Derecho privado romano, 10.ª ed., Pamplona, 2004, p. 454, n. 2.
17
«At homo sacer is est, quem populus iudicavit ob maleficium; neque fas est eum immo-
lari, sed, qui occidit, parricidi non damnatur».
18
Por mi parte, tuve ocasión de destacar la conexión entre libertad y crecimiento en el
seno de un grupo en «Acciones populares», en Derecho romano de obligaciones. Homenaje al
profesor J. L. Murga Gener, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1994, p. 741, n. 13.
19
La fides patroni conllevaba para éste el deber de auxiliar a su cliente, incluso con prio-
ridad respecto de los propios familiares, por ser el patrono la parte más fuerte de la relación
—de conformidad con la concepción más ancestral y dual, protección y reverencia, del tér-
mino—. La reconstrucción de este pasaje decenviral se ha llevado a cabo sobre la base de
Aulo Gelio, Noctes atticae, 20,1,40, y quizá de Servio, Aen., 6,609. Al respecto vid. Olivie-
ro Diliberto, Materiali per la palingenesi delle XII Tavole, vol. I, Cagliari, 1992, pp. 389 y ss.
20
André Magdelain, De la royauté et du droit. De Romulus à Sabinus, op. cit., p. 104.
Las consideraciones que siguen se sitúan dentro de una ruptura signifique a lo más dos cosas: o bien
del campo de la Filosofía del Derecho, por ello las un estado anormal que la legislación positiva puede
referencias al Derecho Positivo son mínimas. La fi- reparar (caso de los delitos del Código Penal), o en
nalidad que se pe. sigue es tratar un tema espinoso su defecto que puede ser resuelto pacíficamente (ca-
y difícil como es el correspondiente al llamado "nue- so de beneficios sociales que son reconocidos por
vo Derecho", el cual presenta no pocos obstáculos un Tribunal del Trabajo, aunque reconozco que este
desde que su contenido está dibujándose hace muy procedimiento no siempre es pacífico ... ). Así tenemos
poco tiempo. Como en todo terreno científico, este que el Derecho por su especial finalidad tiende siem-
tema no puede abordarse únicamente como una pre a crear una situación estable y, lógicamente, du-
_ simple reforma de la legislación, sino que se de- radera. ¿Podríamos imaginarnos una sociedad donde
be buscar las razones principistas que motivan el su organización jurídica sea inestable, esto es, que
cambio y que al mismo tiempo han de posibilitar no se sepa si dentro de dos días tal o cual acto no
su desarrollo. En base a estas consideraciones es sea ya delito castigado por las leyes? Es claro que
que nos formulamos ciertas preguntas básicas que han sería imposible. Pero el desarrollo de la existencia hu-
de orientar el desarrollo de nuestro estudio. ¿Por qué mana y las consiguientes concepciones de la reali-
se habla de un nuevo Derecho?. Si tiene sentido esa dad de hoy, han introducido una serie de elementos
expresión, ¿cuáles serían las líneas posibles de su es- que chocan contra esta característica, y obligan por lo
tructuración? Y volvemos a recordar que estamos ubi- tanto a una revisión profunda del Derecho, por ello
cados en la perspectiva de la Filosofía del Derecho. es preciso tomar todo el peso a esta afirmación. pues
En primer lugar, vamos a detenernos en causas ella no importa un mero reajuste de ciertos disposi-
de tipo filosófico; desde luego que ellas no excluyen tivos de un código o el cambio de una ley por otra,
las motivaciones de tipo científico como los descu- sino que imponen una nueva perspectiva que ha de
brimientos de la sociología o la economía, sino que tener consecuencias hoy en día no vislumbradas.
en cierto modo las suponen, máxime si en nuestra Hemos hablado de concepción de la realidad. Pen-
época la Filosofía no puede trabajar sin el conocimien- semos por un momento cuál ha sido esta concepción
to de los logros de la ciencia positiva. en la cual se apoyaron sistemas jurídicos como el
Para comenzar, es preciso referirse a una tenden- romano, el napoleónico o cualquiera de los llamados
cia que parece esencial al Derecho: su conservadoris- clásicos. Era una concepción de la inmovilidad, don-
mo. Entre las varias finalidades que cumple el Dere- de lo permanente se entendía como la verdadera esen-
cho, está la correspondiente a mantener un equilibrio cia de lo real. En el fondo, estamos hablando de la
de las relaciones humanas, exento de todo conflic- concepción metafísica que ha partido de Parménides.
to. Así Kelsen piensa que el Derecho es una técnica El Ser es lo que no cambia. Recordemos las prime-
de organización social destinada a suprimir los con- ras formulaciones del Derecho Natural y hallaremos la
flictos de intereses. Visto el Derecho desde esta pers- confirmación: se ha hablado de derechos imprescrip-
pectiva, resulta lógico que busque crear en las relacio- tibles e inalienables; se mencionaba una naturaleza
nes humanas un estado permanente de paz social, don- propia de las cosas la que no podía ser violada sino
86
protegida, así los derechos humanos (no nos referimos nes humanas que inciden sobre un bien determinado,
a las "Declaraciones de ... " sino a los derechos refe- donde una tendrá cierta preferencia sobre las demás
ribles al hombre). Incluso las estructuras sociales de pero jamás será exclusiva. Este sistema de relaciones
esas épocas se consideraban inmutables así el llama- no termina aquí, pues el conjunto mismo de rela-
do "derecho div;no de los reyes". Pero en nuestra ciones, en cuanto ellas son interactuantes, es capaz de
época este modo de encarar las cosas ha sido objeto crear una nueva realidad diferente de sus componen-
de un cambio radical. Por efecto de una clara acele- tes. Un ejemplo simple, una sociedad anónima tiene
ración del tiempo humano (es imposible detenernos derechos que no puede tener uno de sus componen-
en este punto por su extensión), y por las hipótesis tes aislados.
científicas que han resultado más operativas y por tan- Si ahondamos más esta revisión breve de concep-
to más eficaces, la realidad desprende una interpre- tos, llegaremos a uno básico sin el cual el Derecho
tación d:námica donde lo inmutable resulta imposible no tendría sentido alguno: el concepto del hombre.
gracias a lo cual las formas cambiantes suben a pri- Es preciso reconocer que si hay Derecho es para nor-
mer plano. La Filosofía pura ha intentado interpretar mar las relaciones humanas. Aquí la pregunta básica:
este giro de perspectiva, sea por el camino del evolu- ¿cómo concebimos hoy al hombre?, diciéndolo con
cionismo creador o dialéctico (Bergson, Teilhard de más profundidad, ¿cuáles son las concepciones del
Chardin o Marx), o por el dinamismo en sí (caso de hombre que laten bajo nuestros sistemas jurídicos?.
Wh:tehead) o en fin por los actuales intentos del es- Un estudio exhaustivo de este tipo ha de proporcio-
tructuralismo. nar innumerables sorpresas. Hay razones para pen-
Como bien lo señala Foucault, las teorías de cual- sar en un "nuevo derecho" pues nuestro concepto
quier ciencia o conocimiento humano y por lo tanto de hombre se ha ido enriqueciendo notablemente en
del Derecho, sólo son posibles dentro de un "zóca- nuestros días. Pongamos un caso, las relaciones hu-
lo epistemológico" determinado; lógicamente, cambia manas han tenido un modelo muy claro den~ro de las
ese "zócalo" y cambia la concepción científica. En actuales legislaciones de todo el mundo, en la an-
este sentido, sólo podemos pensar ciertas cosas si tropovisión liberal donde la voluntad personal, inspira-
existen las condiciones de pensamiento necesarias; da en la idea de libertad, constituía una fuen~e de de-
pongamos por ejemplo, un concepto absoluto de la pro- rechos que las leyes sólo podían proteger. Es el caso
piedad ("uso y abuso") es posible dentro de un uni- de los contratos que, como bien dice Friedmann, ya
verso fijo, donde hay substancias permanentes y por no dependen tanto de la voluntad de las partes sino
ende relaciones entre las substancias igualmente per- que van adquir:endo un estatuto cada vez más insti-
manentes. Mas dentro de un universo dinámico, don- tucionalizado, pues proviene no de la voluntad indivi-
de todo cambia, las relaciones entre las cosas serán dual sino de la voluntad de un grupo. Este es un
igualmente diné.micas y modificables. En el caso de punto importante de la concepción del hombre actual:
nuestro estudio, creemos que este "zócalo epistemo- tiene una doble vertiente de acción, una como ser in-
lógico" del Derecho ha cambiado de una concepción dividual y otra como perteneciente a un grupo, con
inmutable a una concepción dinámica y relacionante. el agravante que el grupo cada vez se independlza y
gana terreno en una consideración autónoma, como
Hemos mencionado la palabra relacionante y ello im-
es el caso de los países socialistas donde el indivi-
plica grandes significados. La concepción actual de
duo se conecta con el estado a través del sindicato,
las cosas agrega una nueva nota a su constitución,
del koljoz.
pues ellas ya no se definen únicamente por su con-
sistencia sino también, y para muchos únicamente, por Hay todavía otra concepc10n del hombre que ha de
las relaciones que tiene con las demás cosas. Volva- influir en una revisión de los conceptos de Derecho.
mos al ejemplo de la prop:edad; si hoy queremos de- Como derivado de la concepción dinámica de la rea-
finirla no lo podemos hacer exclusivamente por la re- lidad, el hombre también aparece como un ser diná-
lación con el titular del derecho (el propietario), sino mico, pero con una característica fundamental, su di-
que debemos recurrir al papel que cumple respecto de namismo se traduce en una posibilidad. Es decir, el
los demás hombres, es decir, y comprendo que a hombre no surge completo en la realidad sino como
muchos esto suene como herejía, el titular del dere- una potencia que debe alcanzar su plenitud y a tra-
cho no es una persona sino una estructura de relacio- vés, como ya vimos, de las relaciones humanas. Es-
87
ta consideración vuelve al hombre como muy difícil Por un hecho muy simple: por haber sido promulga-
de encuadrar dentro de una estructura jurídica que da sigui~ndo lo señalado en la llamada norma funda-
tenga una tendencia conservadora que supone más mental. No puede soslayarse el peligro real que trae
bien una visión estática del hombre. esta concepción: se cae en un mero positivismo que
en el fondo puede justificar cualquier tipo de organi-
Las consecuencias de lo ya descrito se van evi-
zación jurídica, una que hasta viole lo más elemen-
denciando poco a poco. Si los supuestos epistemo-
lógicos del Derecho están en franca modificación, ello tal de la persona humana como fueron las leyes de
implicará una revisión profunda de las concepciones discriminación racial en la Alemania nazi; según este
hecho, serían leyes que obligarían por haber sido
jurídicas. Desde luego que los estudiosos del Dere-
cho han intentato encarar el problema y los esfuer- promulgadas y estar relacionadas con la norma fun-
zos son muchos, por lo cual intentamos una escueta damental (pero hipotética) de la concepción nazi. Los
revisión de estos intentos. resultados ya los conocemos.
Creemos que esos intentos, desde nuestro punto de Deberíamos mencionar también ciertos intentos de
vista, pueden ser agrupados hasta en tres grupos, des- aplicar los resultados de la lógica-matemática, que con-
de luego reconociendo que toda clasificación tiene un vierte en cierta manera al Derecho en un sistema
simple valor didáctico y que es por esencia incom- del todo formalizado y con perspectivas de reempla-
pleta. Veamos estos tres grupos: zar a los jueces por computadoras electrónicas, pues
es sabido que todo sistema de conocimientos capaz
a) Fundamento lógico-científico: la ciencia positiva de formalizarse puede ser operado por un cerebro de
ha intentado lograr una estructura universal de vali- este tipo. Imaginemos un sistema tal: un demandante
dez y operatividad del conocimiento, que garantice presenta su escrito a una máquina la cual responde
el máximo rigor científico. En gran parte parece ha- al cabo de diez segundos con una sentencia, que es
berlo conseguido mediante las estructuras axiomático- notificada a otras máquinas para ser ejecutada. Sin
simbólicas que por su carácter puramente formal, hacer funcionar la imaginación de tal manera, consi-
tiene el anhelado valor universal. Para muchos au- deramos preciso hacer algunas consideraciones sobre
tores la revisión o re-estructuración del Derecho tiene los alcances de estos intentos.
en esta metodología (pues fundamentalmente es eso:
metodología) la vía de solución. Cabe mencionar en Nadie puede negar con seriedad que la formalización
este punto el intento de Kelsen quien sin llegar a una lógica ha traído un rigor insustituible al conocimiento,
formalización estricta de la ciencia jurídica, ha in- pero que al mismo tiempo precisa de un análisis
tentado construir una "ciencia pura" significando por previo a la aplicación concreta. En el caso del Dere-
tal un saber organizado y sobre todo, desprovisto cho esta labor resulta fundamental pues si bien es-
de implicancias ajenas al Derecho mismo como han te saber tiene una estructura eminentemente axiomá-
sido los supuestos morales. Depurado el Derecho, se tica, toda norma jurídica sea pura o correspondiente al
procede entonces a una estructuración rígidamente ló- Derecho positivo, supone ciertos valores que desbor-
gica, donde es evidente el modelo axiomático pues dan el campo lógico. En este sentido toda norma ten-
se parte de una norma fundamental aceptada por dría dos dimensiones: una, correspondiente al sistema
convención o por hipótesis (que puede ser en el De- lógico-axiomático pues ella debe encuadrar, efectiva-
recho Positivo la Constitución), de la cual se deriva- mente, dentro de un conjunto normativo mucho más
rán todas las demás normas jurídicas. ¿Qué con- amplio y donde existe una conexión lógica. No po-
cede entonces validez al sistema de derecho? Simple- demos pensar, por lo menos en teoría, que en el
mente la conexión lógica entre las normas particula- Perú se den normas desvinculadas de los códigos o la
res y la fundamental. De este modo se evita ligar lo constitución; ese ligamen resulta necesario. Pero al
jurídico a concepciones del mundo que pudieran tener lado de esta propiedad, la norma jurídica supone una
implicancias ideológicas, esto es, que exigieran respe- segunda relación, esto es, que aparte de su signi-
tar una filosofía de corte medieval por ejemplo, o lle- ficación lógica posee otra significación que sería de
var a defender un orden económico determinado. Lo carácter axiológico. Esta situación vuelve a esta nor-
jurídico logra su máxima pureza pero es preciso ma muy compleja, de tal manera, que la aleja del
reconocer que también queda desprovisto de todo con- ideal puramente formal o matemático que sirve de ba-
tenido concreto. ¿Por qué valdrá una norma legal? se a la metodología lógica. Podemos afirmar en con-
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efusión que una norma jurídica tiene por lo menos con teorías que sostenían la existencia de normas
dos aspectos: el axiológico y el lógico. Y creemos que inmutables, que podían ser determinadas en fórmulas
el primero es el fundamental, al que se subordina exactas. Estamos hablando de algunas maneras tra-
el segundo que viene a ser metodológico. La razón dicionales de entender el Derecho Natural, donde el
estriba en que la norma jurídica tiene que referirse punto básico residía en sostener que ciertos derechos
(su relación semántica, en términos lógico-matemáti- eran inmodificables como ha sido durante mucho tiem-
cos) a la conducta humana y ésta se realiza por una po la concepción individualista del derecho de propie-
elección de fines. Cuando el legislador promulga dad o la no intervención del estado en la libre in-
una ley, desea en el fondo que la conducta humana se dustria, e incluso el llamado "derecho divino de los
oriente hacia un tipo específico de comportamiento, reyes". Desde luego que estas concepciones tenían una
el cual articulado con las demás leyes que promul- clara tendencia a estancar el derecho por su creen-
gan lo mismo, llegan a crear un medio humano don- cia de que el orden ideal había sido ya descubierto.
de lo jurídico da forma a las diversas conductas. El movimiento que denominamos nosotros como
Esta situación lleva a conclusiones importantes en "convencionalismo jurídico" ha permitido romper estas
la Filosofía del Derecho, pues en última instancia se barreras y ha liberado una pluralidad de interpretacio-
está postulando un cierto substancialismo en el con- nes de lo jurídico que ha sido sumamente eficaz.
tenido de la norma jurídica; efectivamente, si el as- Por otro lado, ha conseguido una mayor flexibilidad
pecto lógico aunque necesario no resulta decisivo, del Derecho que le ha permitido, adaptarse a las cam-
la mayor significación queda asignada al contenido biantes situaciones sociales, económicas y culturales.
axiológico el cual ya señala una consistencia ontoló-
Pero una tal interpretación posee no pocos peligros,
gica, que aunque esté referida a una conducta presen-
pues en el fondo llega a justificar cualquier consi-
te o futura, no queda disuelta en simples convencio-
nalismos. Con todo es preciso aclarar que al mencio- deración acerca de los derechos humanos, llegando
nar el término "substancialismo" no estamos defen- al relativismo que en materia jurídica es sin lugar a
diendo en modo alguno ninguna vuelta al aristotelis- dudas un serio peligro. En el fondo es el extremo
mo, sino señalando tan sólo un finalismo que resulta opuesto del absolutismo conservador que considera ya
consistente por sí mismo. establecidos los derechos fundamentales. Creemos que
esta posición olvida que el Derecho tiene una rela-
Por todo lo dicho, el procedimiento de fundamen-
ción fundamental con ciertas situaciones humanas,
tación lógico-científico adquiere una importancia liga-
que deben ser normadas según ciertos fines que se
da al aspecto de estructuración del sistema jurídico
van haciendo evidentes con el desarrollo de la his-
pero que sin embargo no absorbe toda la consistencia
toria. Un convencionalismo o positivismo puro tiene
del Derecho el cual desborda este aspecto por pre-
que prescindir de este tipo de relación y quedar liga-
sentar una densidad ontológica que de ninguna mane-
-:lo tan sólo a la voluntad del legislador, la cual bien
ra es puramente formal. La solución lógica es más
que nada metodológica y servirá al nuevo derecho pronto se volverá insuficiente por un exceso de variabi-
para estructurarse en ciencia, pero no para proporcio- lidad que sólo podrá ocasionar transtornos en la vida
nar de modo directo los contenidos jurídicos que nor- social.
man la conducta humana. Tampoco el Derecho puede reducirse a una mera
b) Convencionalismo jurídico: pese a que parte de técnica de organización social. Es este un influjo del
este tema ya lo hemos mencionado en los párrafos positivismo de las ciencias sociales que hoy por hoy
anteriores, es conveniente completar su consideración. es uno de los más peligrosos. Hay una c:orta ce-
Parte de la influencia de esta doctrina proviene del po- guera al creer que los métodos científicos son capa-
sitivismo jurídico y de la inclusión del Derecho en ces de producir resultados inmejorables por su sola y
el ámbito de las ciencias sociales. Quizás resume la simple aplicación. Los problemas se solucionan in-
tesis fundamental, la frase que sostiene que "el Dere- mediatamente. Es preciso hacer notar entonces que
cho es una técnica de organización social", la cual este prejuicio tecnicista encubre una concepción, con-
antes que buscar valores como la justicia por ejem- ciente o no, de tipo mecanicista o conductista que
plo, se limita a evitar los conflictos de intereses. Esta asemeja las realidades humanas al funcionamiento au-
actitud tiene una importancia que es preciso recono- tomático de las computadoras electrónicas. Olvida es-
cer pues ha liberado al Derecho de las vinculaciones ta concepción que toda ciencia que trabaja con ob-
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jetos humanos debe tener en cuenta la libre elección zación jurídica de un país debe ser un todo coheren-
que puede hacer un hombre, lo cual implica poder te en sus pretensiones y en sus principios.
diferir unas respuestas e incluso resistirse a las mo- Es evidente que una renovación del Derecho en
tivaciones que se le presentan. Claro que algunos función de los problemas actuales no puede seguir es-
podrán hablar de un nuevo concepto de técnica pero te camino, pues en realidad implica una dosis ina-
en este caso no será nunca el que está en uso en ceptable de improvisación. Se necesita por el con-
la ciencia actual. Con todo ¿habrá una técnica ju- trario realizar un proceso diferente y mucho más com-
rídica inspirada en la naturaleza humana y que por plicado. Es preciso inventariar la problemática del paí5
consiguiente las respete? Pero en verdad ésta es una con el fin de tener la base empírica que deberá nor-
pregunta que no se ha planteado ni el positivismo ni mar la reforma; luego es preciso dar un paso que
el convencionalismo. a muchos investigadores resultará incomprensible pero
e) Practicismo: existe también otra tendencia a re- que exige en el peor de los casos algunas reflexiones
formar el Derecho que es menos doctrinaria, y que se previas a la reforma jurídica. Nos estamos refiriendo
inspira en las necesidades concretas de la sociedad. a la opción ideológica. Aunque muchos pensadores
No ha elaborado una teoría fundante del Derecho sino hablan de la independencia de pensamiento, ello en
la práctica resulta casi imposible; el mundo está re-
que constituye una respuesta inmediata a problemas
gido en nuestra época por una lucha ideológica que
concretos. Quizás convenga ejemplificar algo esta si-
abarca todos los campos y por conslguiente es ine-
tuación. En la práctica el legislador, no siempre el
vitable encarar el problema; puede ser que no sea pre-
investigador del derecho, tiene que afrontar situacio-
ciso llegar a una elección pero si es útil determinar
nes concretas que exigen una reforma de la legisla-
los alcances de cada problema y de cada solución.
ción, así en nuestro medio hemos tenido la Ley de
Hay muchos investigadores que por no hacer esta
Reforma Agraria, el Código Tributario y el Decreto
determinación previa llegan a conclusiones que son
Ley sobre la Universidad Peruana, todos los cuales
simplemente un conglomerado de diversas orienta-
presentan reformas promovidas por los problemas que
ciones, y ello sin darse cuenta claramente de lo que
esos sectores ofrecían. Pero aquí surge la cues-
hacen. Finalmente, hechas estas consideraciones pre-
tión crítica: todas las reformas presentan criterios di-
vias recién es posible pensar la organ:zación jurídica,
ferentes, pues mientras unas tienen un claro sentido
que a su vez necesita de un plano de principios jurí-
estatista-socializante, otras representan una cierta tran-
dicos y otro de normas positivas, todo desde luego
sacción entre socialismo y liberalismo, mientras que
buscando la unidad del sistema como tantas veces lo
las demás eligen un camino bastante cientifista. En-
hemos mencionado anteriormente. Un puro practi-
tonces la concepción unitaria del sistema jurídico se re-
cismo sólo conduce a soluciones híbridas, ineficaces
siente y en muchos casos deja de exist:r. Aquí la razón
desde el momento en que fueron formuladas.
de muchas reformas fracasadas, pues una reforma para
tener éxito necesita funcionar dentro de un contexto Llegamos por último a la parte tal vez más difícil
unitario; es fácil comprender que una ley individual de este estudio. ¿Cómo sentar las bases de una re-
para funcionar precisa de conexiones con otras. Un visión del Derecho? Por supuesto está lejos de nues-
sistema jurídico es un todo indivisible y correlaciona- tra intención presentar un panorama acabado por
do, o como se dice en la actualidad, es una es- cuanto ello en verdad es imposible, dado que muchas
tructura. Si falta la unidad, resulta imposible un fun- escuelas de estudiosos lo intenta en nuestros días y
cionamiento eficaz. Tal vez esta es la razón oculta del con resultados simplemente parciales, nunca definiti-
fracaso de muchas reformas en el Perú, pues la re- vos; con mucho es un problema que requiere un
forma aislada es buena pero dentro de un sistema mayor tiempo de maduración. Nuestro intento es mo-
diferente resulta frustrada. Una ley socializante exige desto pues se limita a algunas consideraciones que
un contexto del mismo tipo, de lo contrario no sólo pueden servir de motivos de reflexión y no más.
es inoperante sino que se convierte a la larga en La primera consideración que deseamos hacer se
motivo de constantes disturbios tanto en la legislación refiere al carácter del Derecho. Al comienzo de nues-
como en las soluciones de los tribunales, que en tro trabajo lo calificamos como poseedor de una
el fondo no son contradictorias sino que son el tendencia conservadora (entendiendo bien el sentido
reflejo de la falta de unidad del sistema. La organl- de la palabra, nunca como una calificación peyorati-
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va que señala una actitud retrógrada) por razones per- tuar aunque ya no desde el ángulo del derecho posi-
fectamente justificables. Frente a la necesidad de trans- tivo, pues cabe declarar ciertos principios jurídicos
formación del Derecho, se plantea la necesidad de que es necesario respetar incluso para que la revolu-
un cambio de perspectiva; no defendemos la anula- ción pueda ser efectiva y no caótica.
ción de esta tendencia conservadora porque señala va-
Todo lo que hemos dicho implica tal vez nuevas
lores ciertos, sino la apertura de otra orientación que
direcciones en la investigación, pues por ejemplo el
llamaremos prospectiva. Significa este calificativo que
jurista tendrá que partir muchas veces de un des-
el Derecho no solamente debe tender a mantener una contento substancial ante el orden social y jurídico
paz social o el imperio de la justicia, sino que debe imperante (es claro que ésta es fundamentalmente u-
proyectarse hacia los futuros cambios que se pueden na labor de investigador, pero que no excluye al juez
auscultar en la sociedad humana. En este sentido bien quien en las legislaciones positivas cada vez en ma-
se puede hablar de una técnica de transformación de yor grado, tiene el poder de crear derecho de alguna
carácter jurídico. Hasta el presente los cambios so- manera), lo cual lo llevará a pensar en modelos que
ciales se producen con mucho adelanto a las con- rectifiquen las situaciones que deben ser superadas.
sideraciones jurídicas, las cuales por lo común ac- Pero aquí nace la pregunta capital que puede guiar-
túan a posteriori. Cabe pensar entonces en una ac- nos en la búsqueda de los principios directrices de
titud de presentir el cambio social y adelantar la nor- la nueva investigación jurídica: ¿cuál es el fundamen-
matividad jurídica para encauzar la situación que está to principal de esta investigac:ón? Consideramos noso-
en proceso de realización. tros que reside como ya dijimos en una concepción
Las consideraciones anteriores resisten la objeción del hombre. Para comprender este punto no olvide-
de que los cambios sociales futuros son imprevisibles mos el plano en que nos hemos situado, y es éste
y que por tanto el Derecho prospectivo caería en un el correspondiente a la Filosofía del Derecho; desde
simple campo de ciencia-ficción. Hoy en día los cam- esta perspectiva enlaza con la Antropología Filosó-
bios sociales han dejado de ser espontáneos para con- fica. El Derecho como todas las demás ciencias socia-
vertirse en intencionales. Cuando se escucha ha- les, puede también ser llamado ciencia del hombre,
blar de revolución social se está precisamente en es- pues sin lugar a duda que él constituye la base fun-
ta situación. La tarea del nuevo Derecho como mu- damental. La Antropología Filosófica, nacida de la ur-
chos la han comenzado ya, reside pues en pensar el gencia contemporánea de autocomprenderse que sien-
Derecho que se precisa para la futura sociedad ya ten los seres humanos, profundiza el sentido de la
transformada, lo cual permite a su vez poseer un mo- humanidad y por esta senda ha logrado comprobar
delo al cual apuntar. Pero esta perspectiva no se a- que nuestra noción de hombre actual, si bien proble-
gota aquí, cabe preguntarse lo siguiente ¿no exis- mática y oscura en muchos aspectos, se ha enrique-
tirá un Derecho que norme las transformaciones socia- cido en cuanto a sus necesidades y fines por alcan-
les mismas? No estamos hablando en este momento zar. La compenetración de estas dos ramas del saber,
del modelo jurídico de la futura sociedad, sino de nor- Antropología Filosófica y Filosofía del Derecho, han
mas jurídicas aplicables al proceso mismo de transfor- de constituir un matrimonio fecundo en nuevas con-
mación. Es claro que dentro de este proceso hay
cepciones. Tal vez todo estudioso de la Filosofía del
conflictos de intereses, caducidad de derechos anti-
Derecho precise conocer cuáles son las actuales
guos, expropiaciones, crisis, situaciones todas que
ideas que sobre el hombre se tienen para poder re-
presentan problemas de interacción humana. Allí ca-
novar la investigación del Derecho. ¿Qué aportes po-
be hablar de un Derecho. ¿Qué puede hacerse y qué
drían señalarse al respecto? Detengámonos un mo-
debe no hacerse? Se podría objetar que una situación
mento en este punto.
de cambio es por esencia inestable y que por ello no
cabe pensar en derechos, pero podemos pensar tam- La situación concreta y real del hombre aparece
bién que no todos los cambios son violentamente como una situación enajenada, tanto por lo caótico
revolucionarios y que estos procesos que bien pueden de la actual cultura como por la injusticia y, tema
ser calificados de estados transitorios, son por ello ca- que nos toca directamente, el subdesarrollo. La An-
paces de ser normados jurídicamente, aún con normas tropología Filosófica descubre esta situación Y la en-
de derecho positivo. Pero aún en casos de una re- trega a las ciencias para su solución. El Derecho tie-
volución violenta por completo, el Derecho puede ac- ne que enfrentar (desde el nivel en que nos hemos
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colocado en este artículo) la tarea ae un proceso que que es promotor econom1co y social, organizador ac-
suprima esa alienación que impide que el hombre tivo de toda la vida nacional hasta los límites del in-
sea efectivamente un ser humano. Si tomamos aquí tervencionismo. ¿Podemos hablar aún del "Estado
el tema del subdesarrollo, la tarea es más clara ¿qué de Derecho"? Ahora tendría un sentido muy diferente
organización jurídica contribuye a superar esta situa- al que se le solía aplicar, el cual llevaba una con-
ción? Recordemos que muchas críticas a nuestro Có- notación liberal: cada uno puede exigir sus derechos
digo Civil inciden en su orientación marcadamente in- pues están protegidos por el estado. Pero en un
dividualista y resulta que los esfuerzos para evadir estado que acepta la condición social del hombre, evi-
el subdesarrollo se orientan hacia una labor cada vez dentemente que no puede limitarse a ser un protec-
más socializante, ¿puede entonces nuestro Código tor de derechos individuales sino que deberá llegar
Civil encajar dentro de esta nueva perspectiva y a los sociales. Aquí otra aclaración; hablar de dere-
des-enajenar a nuestro pueblo? La respuesta no pue- chos sociales suena a protección del salario del tra-
de venir sin un estudio previo. bajador y a indemnización por tiempos de servicio,
pero esa expresión tiene un sentido muy diferente. De-
Otra dimensión del hombre radica en su aspecto so-
rechos sociales son los correspondientes a la socie-
cial, el "para otro" o como dicen algunos personalis-
dad, sea ésta el estado o las sociedades intermedias
tas, "el ser con otro". El Derecho tiene que abor-
(sindicatos, asociaciones de profesionales). ¿Tenemos
dar este tema que recién se halla en sus inicios pues
un derecho organizado con principios y métodos para
hasta el Derecho Soviético no incorpora del todo es-
desarrollar esta vertiente humana? Hasta ahora han
ta orientación. Una lectura de la Constitución Soviéti-
sido considerados con un matiz individualista que va
ca y aún de la correspondiente a China Comunista,
poco con el carácter social. Este es un punto cla-
descubren algo no siempre esperado: que muchos ele-
ve del "nuevo derecho".
mentos de sus articulados son todavía individualistas
(por ejemplo sostienen que cada persona debe poseer Podríamos hablar en este aspecto de un derecho tri-
una casa, un automóvil y una cuenta en un banco ... ), dimensional: los derechos del individuo, los derechos
es pues evidente que esta dimensión humana está del grupo intermedio, y finalmente los derechos de la
en sus comienzos en cuanto a incorporación a la sociedad como tal. En este último punto se abre
doctrina jurídica. Conviene mostrar un ejemplo en este una doble perspectiva pues tenemos la sociedad na-
punto, y escogemos el caso de la llamada "empresa cional y la internacional. Por supuesto que no ha-
comunitaria de producción". Es éste uno de los pun- blamos del antiguo Derecho Internacional en el último
tos socializantes del personalismo donde se sostiene caso, que en el fondo se limita a normar simples re-
que toda empresa de producción comercial o no, de- laciones entre estados independientes, sino que ca-
be ser una obra de una comunidad de trabajadores, ge- be una consideración distinta: hay una sociedad to-
rentes, capitalistas, sin que ningún grupo tenga pre- tal humana, la cual no puede reconocer sistemas ju-
rrogativa alguna y la obra final resulte de un esfuer- rídicos diferentes ni límites de fronteras. Hay aquí un
zo conjunto de todos. El sentido de esta institución asomo del derecho de gentes de Grocio.
no ha sido comprendido del todo pues recordamos
En conclusión final, el nuevo derecho debe estar
un proyecto de ley presentado a nuestro fenecido Par-
fuertemente unido a las nuevas concepciones del hom-
lamento donde dicha forma de empresa se convertía
bre, no por una simple y transitoria moda sino para
en una simple cooperativa, y lo que era más grave,
descubrir en ellas lo fundamental que debe ser nor-
constituía una forma voluntaria de asociación cuando
mado por las relaciones jurídicas. Hoy tenemos nue-
en el fondo lo que se requería era una forma única de
vos fines y nuevas necesidades humanas que lógica-
empresa de producción. Es además este caso un ejem-
mente requieren ser aceptados y protegidos para una
plo de cómo una institución inspirada en postula-
mejor realización del hombre en cuanto ser humano.
dos diferentes a los de un sistema jurídico concre-
Estas consideraciones permiten visualizar el Derecho
to, se deforma y termina por aceptar una modifica-
como vinculado al desarrollo humano en todos sus
ción ajena a su naturaleza.
aspectos, claro que no faltará quien diga que ésta
Esta dimensión social ha permitido una ampliación ha sido una orientación permanente del Derecho, pe-
enorme de las funciones del estado, pues no sólo es ro en verdad no en la forma como es considerado
ahora un protector de los derechos individuales sino el desarrollo hoy en día: apuntando al futuro y rea-
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!izado por todo el grupo social y no por individua- para muchos implica referencias a Scheler a quien ya
lidades; indudablemente que se está ante una pers- se le considera algo superado. En verdad una axio-
pectiva diferente. Es el carácter prospectivo de que logía si bien reconoce su deuda con este pensador,
hablábamos. Dentro de este desarrollo humano, el no tiene por qué enmarcarse dentro de sus moldes
Derecho tiene la finalidad de lograr una cooperación de pensamiento. Cabe pensar en una axiología especí-
pacífica de todos, salvando resistencias y obstáculos. ficamente jurídica como lo postula Bogolini por ejem-
Debe proporcionar los moldes según los cuales la plo. Esta es una forma de superar el simple positi-
cooperación pueda ser exigida y realizarse dentro de vismo o el mero cientifismo. Un marxista sostendrá
lo justo. Así se puede conseguir un equilibrio tan- que el derecho científico de occidente cae en los ne-
to en los momentos de crisis del desarrollo como en gros lindes del idealismo y hablará de reemplazarlo
la futura sociedad. Equilibrio pacífico de desarrollo hu- por un derecho revolucionario, pero ¿qué significa es-
mano parece ser la meta del nuevo Derecho. ta nueva concepción del derecho? Opinamos que sim-
plemente es la introducción de otros fines dentro de
Por último, toda esta tarea prospectiva del nuevo la ciencia jurídica, y si mencionamos fines estamos
derecho exige un complemento final: un criterio de hablando sin darnos cuenta de valores. Quizá ésta
juicio sobre sus logros. Este es un tema que per- es la diferencia que marca la distinción entre tantos
tenece exclusivamente a la Filosofía del Derecho, la sistemas jurídicos: la estimativa que yace tras del apa-
cual se convierte así en un instrumento de análisis su- rato conceptual o científico. Pero también la axiolo-
mamente precioso, pero en verdad el camino sólo es- gía requiere una renovación dentro de lo jurídico, des-
tá por comenzar. ¿Cuáles son los criterios suficientes de luego que no estamos sosteniendo una negación
a tal empresa? Creemos que en este punto la refle- de todo trabajo anterior sino postulando que la rea-
xión axiológica se vuelve fundamental. Con todo es lidad humana, base de lo jurídico, ha sufrido un enri-
necesario hacer aclaraciones pues hablar de axiología quecimiento que es preciso reconocer.
93
Derecho y Cambio Social
DERECHO Y NEONATURALISMO:
UNA NUEVA NATURALIZACIÓN DEL DERECHO
Atahualpa Fernandez1
1
Miembro del Ministério Público da União/MPU/MPT/Brasil (Fiscal/Public Prosecutor);
Doctor (Ph.D.) Filosofía Jurídica, Moral y Política/ Universidad de Barcelona/España;
Postdoctorado (Postdoctoral research) Teoría Social, Ética y Economia/ Universitat Pompeu
Fabra/Barcelona/España; Mestre (LL.M.) Ciencias Jurídico-civilísticas/Universidade de
Coimbra/Portugal; Postdoctorado (Postdoctoral research)/Center for Evolutionary
Psychology da University of California/Santa Barbara/USA; Postdoctorado (Postdoctoral
research)/ Faculty of Law/CAU- Christian-Albrechts-Universität zu Kiel/Schleswig-
Holstein/Deutschland; Postdoctorado (Postdoctoral research) Neurociencia Cognitiva/
Universitat de les Illes Balears-UIB/España; Especialista Derecho Público/UFPa./Brasil;
Profesor Colaborador Honorífico (Associate Professor) e Investigador da Universitat de les
Illes Balears, Cognición y Evolución Humana / Laboratório de Sistemática Humana/
Evocog. Grupo de Cognición y Evolución humana/Unidad Asociada al IFISC (CSIC-
UIB)/Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos/UIB/España.
RESUMEN
Conducta, norma y valor, son tres elementos que interactúan en unidad dialéctica
inescindible para conferirle al Derecho su verdadera entidad, para describir integral-
mente su ser, puesto que aun reconocida la trascendencia de la norma, ella sola, con
prescindencia de la conducta y de los valores, ningún papel jugaría en el ámbito de
lo jurídico.
Igual cosa puede afirmarse de los valores jurídicos, ya que ellos son tales, en función
de la conducta descrita en la norma. No puede entenderse un valor jurídico, respecto
de una conducta considerada en abstracto, aislada, sino tan solo en relación con las
demás conductas de otros hombres del grupo social, puesto que si bien el derecho
también es valor (dado su carácter de objeto cultural) no lo es menos que su realización
requiere de referentes normativos y conductas intersubjetivas que son precisamente
el objeto de la valoración.
Tal naturaleza implica una visión multidisciplinaria del mismo, pues si bien la norma
exige un primordial enfoque desde el punto de la dogmática jurídica, la conducta no
puede comprenderse sino merced a las luces de la sociología, y el valor no podrá ser
captado en su real dimensión, sino con el auxilio de la axiología.
*
Abogado. Docente de tiempo completo en la Universidad de Medellín. Magíster en Derecho Procesal.
ABSTRACT
Conduct, norm and value are three elements that interact in an inseparable dialectics to
bestow upon it its true identity, to totally describe its being, for even after acknowledging
the transcendence of a norm, the norm itself would have no role in judicial settings id
did away with conduct and values.
Likewise, the same can be said about judicial values, for they are so, depending on the
function of the conduct described in the norm. A judicial value regarding a behavior
considered abstractly isolated can not be made except only when related to other
people’s conducts within a social group. This is because if a right is also a value (taking
into account its cultural object) it is never less than its execution. It requires normative
referents and inter-subjective conducts, which is precisely the object of assessment.
Such nature implies a multidisciplinary vision of itself, because if the norm demands
an important approach from a judicial Dogmatic point of view, behavior can not be
understood without mercy according to psychology, and value can not be seen in its
real dimension without the help of Axiology.
This view allows the surfacing of an authentic sense of wholeness of judicial matters
and expands the field of knowledge of a jurist.
Precisely, due to the demand of a triple dogmatic, sociological and axiological vision,
the Interpretation can not be a mechanical act in which a judicial operator finds what
he wishes to find, but instead an existential act focused at deducing the sense imposed
by the sources of the law.
Norm, conduct and value get together, unavoidably, into a whole, THE SOURCES OF
THE LAW, which is understood a system of norms that wholly regulates biographical
human conducts in a given State.
La norma, como elemento integrante del derecho, cumple doble función: constituye esquema de
interpretación de la conducta descrita en ella, pero al mismo tiempo y precisamente porque el
orden jurídico tiende a la realización de valores (orden, seguridad, paz, cooperación, solidaridad,
justicia) y a la tutela de bienes, implica un recorte de la facultad de autodeterminación de los
destinatarios e impone, bajo una amenaza lícita (coercibilidad), la realización de algunas conductas
que el legislador estima valiosas y desestimula la realización de otras que juzga disvaliosas, como
medio apto para la materialización de un orden justo. El marco normativo es límite de la conducta
objeto de valoración.
Así ocurre, por ejemplo, con el postulado de obrar de buena fe y las prohibiciones específicas de
contrariarla.
Pero, el derecho es algo más que el simple dato normativo, puesto que sin conducta (biográfica,
en libertad) valiosa positiva o negativamente, que realice la hipótesis descrita en la norma, no hay
surgimiento de consecuencias jurídicas1, dado que perteneciendo al deber ser y rigiéndose por
la cadena imputativa, sólo de realizarse el precepto primario podrá predicarse la sanción legal.
Conducta, norma y valor, son tres elementos que interactúan en unidad dialéctica inescindible
para conferirle al Derecho su verdadera entidad, para describir integralmente su ser, pue;sto que
aun reconocida la trascendencia de la norma, ella sola, con pres-cindencia de la conducta y de
los valores, ningún papel jugaría en el ámbito de lo jurídico.
Igual cosa puede afirmarse de los valores jurídicos, ya que ellos son tales en función de la conducta
descrita en la norma.
No puede entenderse un valor jurídico respecto de una conducta considerada en abstracto, aislada,
sino tan solo en relación con las demás conductas de otros hombres del grupo social, puesto que
si bien el derecho también es valor (dado su carácter de objeto cultural) no lo es menos que su
realización requiere de referentes normativos y conductas intersubjetivas que son precisamente
el objeto de la valoración.
Se halla aquí la unidad dialéctica indisoluble de sus elementos integrantes, que constituyen su ser:
conducta humana biográfica en su deber ser y en interferencia intersubjetiva, normada, valiosa
positiva o negativamente..
Una visión del derecho que no admita esa tridimensionalidad, invalida la auténtica comprensión
de lo jurídico de la que tiene partir el intérprete.
Un enfoque parcial que únicamente se haga desde uno solo de los órdenes disciplinarios y
ontológicos aludidos, será por ende incompleto y por consiguiente inexacto.
Tal naturaleza implica una visión multidisciplinaria del mismo, pues si bien la norma exige un
primordial enfoque desde la dogmática jurídica, la conducta no puede comprenderse sino merced
a las luces de la sociología, y el valor no podrá ser captado en su real dimensión, sino con el
auxilio filosófico de la axiología.
Esta óptica permite desentrañar el auténtico sentido integral de lo jurídico y ampliar el campo de
conocimiento del jurista.
Todas las normas que lo integran están estrecha y funcionalmente vinculadas unas con otras, de
tal manera que en última instancia, todas, absolutamente todas, resultan ligadas por relaciones
de validez, con una norma única: La Constitución.
El orden normativo, está constituido por normas positivas, jerarquizadas en rangos de mayor a
menor generalidad, desde la Constitución en sentido jurídico positivo, máxima norma, hasta las
normas de carácter individualizado, como las decisiones jurisdiccionales, incluyendo los rangos
intermedios: legislación y administración.
El orden jurídico, por su parte, está conformado no solamente por el orden normativo en estricto
sentido sino además, por la Constitución en sentido lógico jurídico y por los principios generales
del derecho como valores metapositivos que a la par que inspiran todo el orden jurídico, pues
son la fuerza axiológica que lo crea, son insustituibles para la aplicación y para la interpretación
de todo el sistema, los cuales no pueden explicarse sino como resultado cultural de las fuentes
formales, de las fuentes reales o materiales y de las fuentes históricas.
Tan impreciso es, pues reducir todo el orden normativo a la ley, como asimilar los conceptos orden
normativo y orden jurídico, dado que este último es omnicomprensivo.
Según se deja expuesto, la interpretación está igualmente regida, y en primer término, por el
concepto de Constitución en sentido jurídico positivo, entendida como la primera norma puesta
positivamente, en un acto o proceso formal de creación, precisable históricamente y de la cual
derivan, en última instancia, su validez formal todas las demás normas, lo mismo que por el de
Constitución en Sentido Lógico Jurídico cuya significación esencial está referida no solamente
al principio axiológico y formal que expresa que la primera constitución debe cumplirse, sin el
cual no puede explicarse la validez y obligatoriedad del orden, sino, además, a toda la cantera o
venero axiológico, constituida por los principios generales, que entrañan los valores inspiradores
del sistema.
Esa integración total resalta entonces que el objeto de interpretación es la conducta normada, o la
conducta a la luz del orden jurídico como referente indispensable de tal operación, y no simplemente
a la luz del esquema normativo, con lo que se logra, además, que cada sentencia sea concreción
e individualización de postulados constitucionales.
Que el objeto de interpretación lo es la conducta biográfica2 lo impone el hecho de que sin que
medie acaecer o conducta del hombre que realice la hipótesis, no puede predicarse ninguna
consecuencia jurídica.
Por tal razón, la labor del operador jurídico es, necesariamente, reconstructiva de esa conducta
para deducir la consecuencia jurídica.
Escapan por tanto, al conocimiento del operador, segmentos de la conducta, de alta incidencia en el
acto decisorio. Se diluye un trozo de vida que puede ser definitivo para el juzgamiento, puesto que
la vida no es sólo ese acto sino el entorno de ese acto3. Quien interviene en él no es solamente el
hombre del acto de que da cuenta el contrato, sino el hombre con toda su vida. La decisión aunque
converge a ese punto, está edificada sobre la totalidad de horizontes existenciales de los actores.
La tarea del operador jurídico es, precisamente, reedificarla para deducir de ella consecuencias
jurídicas y sociales. Allí radican la grandeza y la miseria de la delicada tarea del operador. Al
tiempo que reconstruye la conducta y la valora4, también en cada acto decisorio la proyecta con
categoría de futuridad.
El operador jurídico determina los segmentos jurídicos que habrá de recorrer el ser humano.
En cierta medida señala el futuro, la vida próxima del hombre, dado que toda decisión implica
siempre una restricción o una ampliación de la libertad jurídica (y en ocasiones también física)
de los sujetos cuya conducta juzga y valora a la luz del esquema normativo. En ese sentido el
operador jurídico es siempre
arquitecto del destino del hombre y al mismo tiempo es también un dispensador de paz o de conflicto
en el grupo social, según la mayor o menor realización de valores jurídicos que su decisión logre.
Pesan por tanto en la conducta6 del hombre y en la tarea interpretativa, la vida como proyecto
existencial, como meta a alcanzar, como querer ser algo y de cierta manera, y la nada como la
no obtención del objetivo propuesto, como no realización. En ese sentido la vida del ser humano
es siempre angustiosa por cuanto se mueve entre la posibilidad de ser y la de no ser aquello que
quiere ser.
Si la vida es angustiosa, también todo juzgamiento es un drama existencial, todo acto valorativo
es un escenario de angustia para quien lo vive.
La angustia radica en que la vida del juzgado no depende ya, exclusivamente, de su proyecto
existencial sino que su diseño queda por entero sometido a un tercero, quien lo determinará con
su particular cosmovisión.
Allí radica la trascendencia de juzgar. Dos hombres cuyas vidas son diversas, cuyos proyectos
existenciales coinciden o no, quedan unificados por el acto de juzgamiento, puesto que en él, el
juzgador incorpora con carácter vinculante sus valores respecto del juzgado.
En gran medida el juzgado, a partir de la decisión, vive la vida con los horizontes existenciales del
juzgador, puesto que cada fallo tiene la impronta de la personal visión de la existencia de éste.
En él se consignan los valores que hace prevalecer, se describe el modelo de sociedad al que
aspira, denota los particulares entornos de la conducta futura del juzgado, y describe la voluntad
que restringe o amplía. Todo ello moldea cada acto decisorio y el tiempo de ese ser.
Pero también el juzgador anticipa el tiempo del hombre, porque señala la conducta inmediata.
La elección y el sentido del próximo acto del juzgado ya no le corresponden, le son impuestos.
Si se acepta que “la vida, tan pronto como ha sido, deja de ser, es anticipación, afán de querer ser,
anticipación del futuro, preocupación que hace que el futuro sea el germen del presente” y que
“el rastro que deja tras de sí después de haber caminado, es ya materia inerte”7 se comprende
el porqué ese afán de ser no depende del propio sujeto juzgado sino que es determinado por el
juzgador.
Admitido el carácter de proyector que el operador jurídico tiene sobre la existencia de los seres
intervinientes en la relación jurídica sometida a su decisión, la interpretación de la conducta debe
acompañarse del conocimiento y valoración de la totalidad de la existencia, puesto que el telón
de fondo del derecho es inevitablemente el ser humano a la luz del esquema normativo pero con
una visión integral y totalizadora del orden jurídico, no aislada.
Ello impone entonces que el ejercicio de la labor hermenéutica deba cumplirse con referencia
a la conducta, al esquema normativo, a los valores, a los principios, a los fines que inspiran el
sistema jurídico, al ser humano, como última ratio de la ciencia jurídica, fundado todo ello en una
permanente implicación del orden jurídico y de la Carta Constitucional, dado que aquél y ésta
contienen y resumen el proyecto ético del grupo social.
BIBLIOGRAFÍA
GARCÍA MORENTE, Manuel. Lecciones Preliminares de Filosofia”. Editorial Época, México, SA,, 14” edición, sin
fecha. JARAMILLO JARAMILLO, Fernando y RICO PUERTA, Luis Alonso. Derecho Civil II, Bienes, Derechos
Reales. Editorial Leyer, 2001. KELSEN, Hans. Teoría general del Estado. Editora Nacional. México D. F., 1975.
NOTAS
1
Por ser el derecho objeto cultural (ético) sus relaciones no son de ‘fatalidad (como en los objetos naturales) y por lo
tanto no sometidas a causa y efecto sino a la cadena imputativa, conformada por la conceptúa-lización normativa;
realización del supuesto o de la conducta descrita en la norma; surgimiento de las consecuencias jurídicas y aplicación
de las mismas, lo que adicionalmente demuestra que el “telón de fondo” del derecho no es la norma sino la conducta
normada, dado que sin ella (que es la que realiza el supuesto) no hay surgimiento de las consecuencias.
Sobre el tema, Kelsen en su “Teoría General del Estado”, Editora Nacional, México D.F, 1975, Pág. 62 expone: “A la
manera de la ley natural, hay aquí un específico enlace entre dos elementos: la condición y la consecuencia. Ahora
bien, la condición jurídica -el “supuesto de hecho” en sentido estricto -no se enlaza con el hecho de la “consecuencia
jurídica” en el mismo sentido que se enlazan la causa y el efecto en la ley natural, sino en un sentido específicamente
jurídico. Lo que expresa esta autonomía normativa del Derecho frente a la legalidad de la naturaleza es el “deber ser”.
La ley jurídica dice: Si a es, “deber ser” b; mientras que la ley natural dice: Si es a “es” también o. Y esta distinción
expresa lo siguiente: La condición jurídica no es la “causa” de la consecuencia jurídica, ni la consecuencia jurídica es
el “efecto”; la consecuencia del acto coactivo sigue al hecho de la condición por vía jurídica, no por vía naturalista; por
necesidad del Derecho, no por necesidad de la naturaleza. Desde el punto de vista de la legalidad natural, quien roba
no es necesariamente castigado, y si se mira únicamente a tos hechos, posible es que nunca lo sea; pero “debe” ser
castigado, es decir, no hay más que una necesidad jurídica en el enlace del hecho del castigo con el hecho del robo. La
consecuencia jurídica y el supuesto táctico del Derecho no están unidos necesariamente más que dentro del sistema
jurídico. Más aún: en su sentido específicamente jurídico, la condición solamente puede existir dentro del sistema del
Derecho, cómo contenido de normas jurídicas; pues fuera del sistema del Derecho, en el remo de la naturaleza, no hay
“robos”, ni “negocios jurídicos”, ni “castigo”, ni “ejecución”.
2
La conducta objeto de valoración, es la conducta humana libre, biográfica, “conducta con sentido” puesto que la conducta
humana no libre, es decir la conducta humana biológica, es susceptible de valoración, pero ello resulta absolutamente
intranscendente, neutra al juicio de valor.
La conducta biográfica puede valorarse desde diversos puntos de vista y teniendo como última ratio el particular valor
del área desde la cual se opera su cualificación.
Así, si se le juzga desde los Valores Útiles, se impone indagar por su contenido adecuado o inadecuado, conveniente
o inconveniente; si se le ausculta desde los Valores Vitales, la inquietud ha de versar acerca de si es fuerte o débil; si
desde los Valores Lógicos se indagará por la Verdad o falsedad; si desde los Valores Estéticos por lo bello o feo, sublime
o ridículo; mientras que si la operación axiológica se cumple desde los Valores Éticos, justicia o injusticia han de ser los
calificativos con los que concluya la operación, pudiéndose englobar la totalidad de esas valoraciones dentro del campo
de la ética en su tridimensional acepción: Moral, Derecho y Convencionalismos Sociales.
Precisar desde cuál segmento de la ética se juzga la conducta, resulta de la mayor trascendencia, dado que cuando
se afirma que una conducta libre es justa o injusta, ello implica una valoración ética desde el sector jurídico efectuada
sobre la base axiológica propia de ese sector. Por el contrario, si se juzga una conducta como buena o mala, el sector
ético que se implica en tal juicio es la moral, ya que bondad y maldad son por excelencia su valor y disvalor.
Pero también puede valorarse una conducta sin referir a ella un valor jurídico o moral. Así ocurre cuándo una conducta
es estimada como indecorosa. Se excluyen en tal juicio lo jurídico y lo moral pero se implican las reglas de valoración del
decoro social, como otro segmento de la ética con su propio catálogo de sanciones. Ello no obsta para que en ocasiones,
pueda valorarse distintamente desde los puntos de vista jurídico, moral y decoroso. En ocasiones, una misma conducta
puede contrariar los tres ordenamientos. En otros eventos, una misma conducta viola uno pero no los otros. A veces
uno de esos ordenamientos regula de una manera una conducta y otro la regula de otra manera.
Cabe afirmar en consecuencia, que hay conductas que son lícitas jurídicamente, pero no morales, es decir conductas
que el derecho acepta pero la moral repudia y hay conductas que el derecho y la moral aceptan, pero el decoro sanciona.
La ética no es entonces un bloque, sino un área constituida por diversos sectores integrantes de un todo, dado que no
todo lo ético es jurídico, ni todo lo ético es la moral, ni todo lo ético es lo decoroso, puesto que ninguna de esas normativas
o segmentos, abarca la totalidad de lo ético. En lo jurídico, cuando el legislador expide normas, valora éticamente,
conductas libres, desde el punto de vista jurídico, ya que aquéllas no son más que exteriorización de juicios de valor.
Igual ocurre con las normas morales, que comportan un juicio de valor ético moral sobre la conducta humana, libre, y
también con los convencionalismos sociales.
3
Precisamente por ello, la prueba no tiene por finalidad exclusiva servir de sustento a la decisión, sino en primer lugar,
recomponer históricamente una conducta y una vida para juzgarla y proyectarla.
4
LA VALORACIÓN ÉTICO JURÍDICA DE LA CONDUCTA. Si bien, la interpretación implica la norma, la conducta y el valor,
la conducta que es susceptible de valoración no es la biológica sino la biográfica, la existencial, la vida que elige previa
valoración, la que es inclinación hacia un determinado horizonte, la vida como categoría de futuridad, como permanente
elección en la que valorar y actuar están unidos dialéctica e indisolublemente, la vida en la que para decidir resulta
indispensable valorar previamente, optando, fijando un rumbo a la conducta, imponiendo un sentido, una proyección
hacia un fin, a un querer ser una determinada cosa y de una cierta manera. En eso radica la valiosidad de la conducta,
y su deducción es precisamente la labor hermenéutica.
El sentido y el valor los determina la ley por vía general. Toda norma aspira a su realización. La hipótesis normativa sugiere
la realización de una conducta que juzga deseable y desestimula la realización de otras que encuentra inconvenientes.
Apareja, a la realización de unas u otras, consecuencias jurídicas premíales o castigo. Encuentra así explicación la
coercibilidad, que al tiempo que anticipación normativa de consecuencias jurídicas representa la base ética de la sociedad,
traducida en la abstención o en la realización de las conductas descritas normativamente por el temor de verse expuesto
a la sanción.
El orden jurídico propone como deseable una conducta que se adecué a sus fines, y en el evento de no hacerlo, le deduce
una consecuencia jurídica. Pero, no obstante que la ley determina los valores y los fines, el sujeto destinatario puede
aspirar a otros diversos. Su conducta consigna cuáles hace prevalecer. Corresponde entonces al operador, confrontar
los valores y fines previstos en el orden jurídico con los particulares del sujeto, para determinar su coincidencia o no
y deducir de ello consecuencias jurídicas mediante el acto decisorio, que es en esencia un acto de concreción de la
hipótesis legal y al mismo tiempo de creación de normas en sentido particularísimo a través de la fuente formal: El
respectivo proceso, jurisdiccional, administrativo, disciplinario, etc.
De otra parte, y como labor adicional en materia valorativa jurídica, está la determinación ontológica del derecho, es decir,
la determinación del ser objeto de conocimiento y la aplicación del método de conocimiento adecuado y correspondiente,
para juzgar la conducta a la luz de sus privativos valores, sin que pueda incorporarse elementos de la moral o religiosos.
La imprecisión por parte del operador jurídico del área valorativa, constituye evidente riesgo para quien es juzgado,
puesto que con esa inadecuada percepción es posible que acuda a combinaciones axiológicas inadmisibles en el objeto
derecho, es decir, a valoraciones ajenas al área a la cual ha de circunscribirse esa conducta.
5 Manuel García Morente en sus “Lecciones Preliminares de Filosofía”, Pág. 386, Editorial Época, México, S.A., 14a
edición, sin fecha, bella y poéticamente ha dicho: “La vida... tiene como primer carácter “el de la ocupación”. Vivir es
ocuparse, vivir es hacer, la vida es una ocupación con las cosas. Por esencia, la vida es no-indiferencia, a la vida no le
es indiferente ser o no ser. A la vida le interesa primero ser y segundo ser esto o aquello, le interesa existir, consistir. Vivir
no es solamente existir. Vivir es vivir de cierta manera”. La vida, agrega el autor “... nos presenta esta otra contradicción:
que la vida nos es y no nos es dada. Nadie se da la vida a sí mismo. Nos encontramos en la vida, nuestro yo se encuentra
en nosotros, solo sabemos que vivimos, por consiguiente en cierto respecto, la vida nos es dada. Pero esa misma vida
que nos es dada la tenemos que hacer nosotros... y hacérnosla es precisamente vivir. Esa nota característica de la vida,
la no-indiferencia, se manifiesta en la angustia”.
6 LA VALORACIÓN TÉCNICA DE LA CONDUCTA. La conducta humana biográfica puede valorarse desde otro punto de
vista diferente al ético, como ocurre con la valoración técnica. Son diversos enfoques de idéntica conducta: La valoración
ética se refiere al qué de la conducta humana, para determinar qué o cuáles conductas deben actuarse o no actuarse.
La valoración técnica sólo indaga por el cómo debe realizarse.
7 García Morente, obra citada.
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Nicolás López-Pérez
University of Chile
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Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 16, 2013, pp. 175-195
D.L. M-32727-1998 ISSN 1575-7382
Abstract: This paper will analyze, from the perspective of analytical legal theory, some
methodological rudiments on the concept and the nature of law. For this, the study will be
divided into three parts. Firstly, scholarly discussions will be addressed with related literature
about the ontological dispute of the law in the analytical tradition. Secondly, Joseph Raz's thesis
on legal theory will be critically evaluated, from the point of view of its epistemic value.
Thirdly, the insufficiency of the razian proposal to theorize the law through a pure formal
understanding on the concept of the nature of law will be clarified. The research will give
emphasis to the texts of Raz.
Palabras clave: Esencialismo, Teoría del Derecho, Joseph Raz, filosofía analítica, análisis
conceptual.
Key words: Essentialism, Legal theory, Joseph Raz, Analytic philosophy, Conceptual analysis.
Galileo Galilei
* Una versión anterior de este trabajo fue desarrollada en el Taller de Memoria “Tradición
analítica de la filosofía del derecho” dictado en el semestre primavera 2012 en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Chile por el Prof. Esteban Pereira Fredes, de quien agradezco las
observaciones y primeros comentarios. También congratulo las conversaciones sobre este tema
con el Dr. M. E. Orellana Benado y parte del equipo docente de la cátedra de Filosofía Moral de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Last but not least, agradezco los comentarios
y observaciones de uno de los evaluadores anónimos de la RTFD que enriquecieron de muy
buena manera este trabajo. Impericias e imperfecciones que persistan son de mi autoría.
Correspondencia a: nicolopez@ug.uchile.cl
** Ayudante del Departamento de Ciencias del Derecho, Facultad de Derecho, Universidad de
Chile.
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Nicolás López Pérez
1. INTRODUCCIÓN
1 Millas, J., Filosofía del Derecho, Santiago de Chile: Ediciones UDP, 2012, p. 94
2 Ensayo que data de 2004, Can There be a Theory of Law?. Véase edición en español que será
utilizada en este trabajo, en: Raz, J., “¿Puede haber una teoría del derecho?, en Del mismo et al,
Una Discusión sobre la Teoría del Derecho (trad. de Rodrigo Sánchez), Madrid: Marcial Pons, 2007,
pp. 47-98.
3 Particularmente, también se aprecia en los vuelcos filosóficos de muchos eruditos en la
tradición, por ejemplo, el giro conceptual de Wittgenstein entre sus dos grandes obras: el
Tractatus y las Investigaciones. O en que los discípulos de los eruditos de la segunda mitad del
siglo XX sigan otras maneras de hacer filosofía, lo que ocurre con W. V. Quine, Hilary Putnam y
Saul Kripke, los dos últimos alumnos del primero.
4 Círculo de Viena, “La Concepción Científica del mundo: El Círculo de Viena”, REDES, Revista
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
5 Cfr. Evald, J., Alf Ross: et liv, Copenhagen: Jurist-og Økonomforbundets forlag, 2010; Ross, A.,
Sobre el derecho y la justicia (trad. de Genaro Carrió), Buenos Aires: Eudeba, 1994.
6 Véase Berlin, I., “La decadencia de las ideas utópicas de Occidente”, en Del mismo, El fuste
torcido de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas, Barcelona: Península, 2002, pp. 67-107.
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Nicolás López Pérez
Joseph Raz en su artículo “¿Puede haber una teoría del derecho?”7, pone
de relieve la importancia de la teoría del derecho tanto en su utilidad por la
pregunta de su objeto de estudio como en el éxito de la formulación de tesis
para abordar el análisis de la ontología del fenómeno jurídico. Es parte del valor
epistémico de esta formulación raziana el que cuando una determinada teoría
cumple ciertos parámetros puede ser exitosa, ¿y cómo puede serlo? En términos
de ser “mejor” que sus rivales, explicando de manera certera lo que es el
derecho. Para desentrañar la explicación, el israelí distingue en primer lugar,
entre el concepto y entre la naturaleza del derecho. Dicha dicotomía se ve difusa
al momento de darle contenido. Raz explica que ese espacio se satisface con las
propiedades esenciales del concepto, o sea, lo que debe reunir para ser tal. Algo
así como la teoría de las esencias de Aristóteles, que expone que las cosas son
tales cuando tienen un rasgo que las hace ser tales. En el caso del derecho es su
naturaleza. Sin embargo, en este acápite, retrataré, antes de entrar en el
planteamiento de Raz, la genealogía del problema en la teoría del derecho
desde que se entiende como tal, o sea, desde la publicación de H. L. A. Hart de
The Concept of Law en 1961 y cómo desde allí evoluciona el debate hasta
encontrarse con la propuesta esencialista que es objeto de este trabajo.
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
8 Algo de esto en López Pérez, N., “Genealogía de las discusiones en teoría jurídica analítica”,
Revista de Filosofía y Ciencias Jurídicas Vol 2, año 2, 2013, pp. 81-104.
9 Cfr. Bentham, J., Of Laws in General, Londres: The Athlone Press, 1970.
10 Austin, J., “Determinación del objeto de estudio de la teoría del derecho”, Derecho y
1977, p. 25.
12 Dworkin, R., Law’s Empire, Oxford: Hart Publishing, 1998. Sobre esto también, una síntesis en
Dworkin, R. Justice for Hedgehogs, Cambridge (MA): Harvard University Press, 2011, pp. 157-88.
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Nicolás López Pérez
13 Ibíd., p. xi
14 Strawson, P. F., Individuos (trad. de Alfonso García y Luis M. Valdés Villanueva), Madrid:
Taurus, 1989, p. 14
15 Bix, B., Teoría del derecho: Ambición y límites (Varios traductores), Madrid: Marcial Pons, 2006,
p. 18.
16 Cfr. Tamayo y Salmorán, R., “H. L. A. Hart y la teoría jurídica analítica”, en Hart, H. L. A.,
Post Scriptum al Concepto de Derecho, México DF: UNAM, 2000, pp. xi-xxxv.
17 Pereira Fredes, E., “La teoría del derecho como posibilidad. Reflexiones sobre la naturaleza y
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
“el lenguaje ordinario no es la última palabra, sino […] la primera”18, crea una
atmósfera argumentativa interesante.
The Concept of Law solo provee las herramientas para ir hacia esta la
sociología descriptiva, algo que al escribir este libro lo veía como una certeza.
Ello quiere decir que de la sola lectura de la magnum opus hartiana, un
individuo puede distinguir entre situaciones, por ejemplo: decir por qué las
personas habitualmente siguen a otras; por qué aceptan una determinada
orden; por qué hay razones para la acción; por qué opera de una forma definida
el sistema; y otras19.
18 Austin, J. L., “Un alegato en pro de las excusas”, en Del mismo, Ensayos Filosóficos, Madrid:
Alianza. 1989, pp. 177.
19 Sugarman, D. y Hart, H. L. A., “Hart Interviewed: H. L. A. Hart in Conversation with David
Sugarman”, Journal of Law and Society Vol. 32, No. 2, 2005, pp, 289-92; Véase también
MacCormick, N., H. L. A. Hart (trad. de Juan Pérez), Madrid: Marcial Pons, 2010, p. 81.
20 De Páramo, J. R., H. L. A. Hart y la teoría analítica del derecho, Madrid: Centro de Estudios
Calificativos del Positivismo Jurídico. El debate sobre la incorporación de la moral, Madrid: Civitas,
2004.
22 Sugarman y Hart, op. cit. (n.19), pp. 273- 75.
23 Orellana Benado, M. E. “Tradiciones y concepciones en filosofía”, en Nudler, O. Filosofía de la
Filosofía. Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, Madrid: Trotta, 2010, pp. 49-78. Especial
referencia a Glock, H. What is Analytic Philosophy?, Cambridge: Cambridge University Press,
2008.
24 Etcheverry, J. B., Objetividad y determinación del derecho. Un diálogo con los herederos de Hart,
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Nicolás López Pérez
del oxoniense, sería posible aplicar el criterio que le falta. Empero, a Raz le es indiferente este
esquema planteado por Bix
29 Pereira Fredes, op. cit. (n.17), pp. 86-7.
30 Véanse las últimas páginas de Sugarman y Hart, op. cit. (n.19).
31 Dickson, J., Evaluación en la Teoría del Derecho (trad. de Juan Vega), México DF: UNAM, 2006,
p. 21.
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
La idea de jugar con los conceptos implica dos cosas adicionales: cómo se
concibe al mundo y qué ocurre con la significación que entregan las palabras
por las cuales son exteriorizados y sus correlatos individuales, a ello se suman
la naturaleza de las cosas a las que se aplican. Raz a propósito del estudio de los
conceptos supone dos cosas: (a) que se pueden explicar lo que son, explicando
qué es tenerlos y comprenderlos; (b) difieren entre sí por la información
requerida para tenerlos y entenderlos, y por las destrezas y habilidades
involucradas en su posesión33. Ello solamente está imbricado con un ejercicio
reflexivo, ahora bien, Raz piensa en la noción de esencia de Aristóteles, es decir,
aquello que una cosa necesita para ser tal, lo que le da identidad y que sin ella,
pasa a ser otra cosa. Agrega el israelí, “el conocimiento completo del concepto
(…) consiste en el conocimiento y comprensión de todas las propiedades
esenciales de…”34, luego son patrones generales que debe contener toda
formulación para referir un objeto. El análisis conceptual queda constreñido por
tanto a lo que es la unidad en sí y no cómo es posible elucubrarla. Por tanto, los
conceptos requieren de condiciones mínimas para su dominio y también, para
poseerlos. Con ello, el individuo se apropia del relato y lo hace propio, esto en
el caso de que desee dar su concepto de derecho. Lo anterior sería válido si se
ciñe al estricto respeto de los patrones.
32 Orrego Sánchez, C., H. L. A. Hart. Abogado del positivismo jurídico, Pamplona: EUNSA, 1997, p.
114.
33 Raz, op. cit. (n.2), p. 51
34 Ibíd., p. 52.
35 Raz, J., “Two Views of the Nature of the Theory of Law. A Partial Comparison”, en Del
mismo, Between Authority and Interpretation, Oxford: Oxford University Press, 2010, p. 85.
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Nicolás López Pérez
Raz establece que los conceptos tienen cuatro partes, a saber: (1) los rasgos
esenciales de la cosa de la cual es un concepto; (2) la explicación de la
comprensión involucrada en el completo dominio de un concepto; (3) la
explicación de las condiciones para la posesión mínima de un concepto; (4) las
capacidades requeridas para la posesión mínima de un concepto37.
El afán por ofrecer una solución como la que a simple vista muestra Hart,
queda reducido a esta idea. Para Raz, la naturaleza del derecho parece ser más
relevante que el concepto de este último, puesto que la reflexión del derecho
podría resultar una cuestión epistémica fructífera y llena de premisas que
pueden otorgar respuestas (y certezas, si se quiere). El hecho de comprender
esto, implica colocar límites al conocimiento de lo que es el derecho, lo que
simboliza y de alguna manera, fijar el canon de identidad filosófica que posee
en sí mismo.
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
Tal y como se infiere del apartado anterior, Raz recurre a una propuesta
que puede verse vinculada al esencialismo epistémico cuando distingue entre el
concepto de derecho y la naturaleza del derecho como cuestiones
independientes. Un ejercicio que – por lo demás- no llevaron a cabo otros
autores que, no obstante, no renunciaban a la exactitud en la teorización a
propósito del fenómeno jurídico. Me refiero concretamente a las teorías de
Kelsen y Ross. Tampoco lo hizo Hart, a quien se dirige la crítica en primer
lugar.
41 La negación de la diversidad por parte del cientificismo, es parte del reconocimiento de una
manera correcta de ver el mundo y de hacer las cosas. Quien práctica sus máximas y rituales
está viviendo bien la vida y por tanto, también tiene satisfecha su ansía de saber, pues tiene el
conocimiento y este es, poder. Ahora bien, es la figura del otro, el que no está adscrito a ello, él
“se ve convertido en medio; medio con vistas a realizar no algún proyecto (…) sino la
satisfacción de un ser particular (…) Esta (…) se alimenta exclusivamente de la constante
sumisión del otro.” (Todorov, T., Frente al límite, Madrid: Siglo XXI, 2004, p. 207)
42 Raz, op. cit. (n.2), p. 57. Énfasis añadido.
43 Ibíd.
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Nicolás López Pérez
44 Ibíd., p. 67.
45 El intercambio kula se desglosaba en solo dos artículos. Unos eran gargantillas de concha que
los trobriandeses llamaban veigun o soulava, mismos que circulaban hacia el norte en el circuito,
en la dirección de las manecillas del reloj. Los otros eran pulseras hechas con pequeñas conchas
que recibían el nombre de mwali, cuyo sentido de circulación era inverso. Si el intercambio entre
dos personas era abierto con un collar soulava, aquél que lo recibía estaba obligado a
corresponder con un brazalete mwalli. Las condiciones de la participación en el circuito de
intercambio variaban de región en región. Malinowski señalaba que en las islas Trobriand, los
jefes monopolizaban el kula, mientras que en Dobu cualquier hombre podría participar. Sobre
esos rituales (véase Malinowski, B. Los Argonautas del Pacífico Occidental, Barcelona: Península,
1975) se puede hablar de la creación de un concepto local de derecho.
46 Cfr. Kant, I. La Metafísica de las Costumbres (trad. de Adela Cortina y Jesús Conill), Madrid:
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
Por otro lado, su tesis de que la naturaleza es una determinada cosa que
configura al concepto tiene falencias. Conceptuando al origen no podríamos
decir qué es lo que le otorga los datos esenciales a cada concepto, pues ello sería
una tautología47. No lo sería, en cambio, el hecho de buscar la genealogía de lo
real de un concepto de naturaleza del derecho, ya que la tesis esencialista se
acercaría al campo de la ciencia con su pretensión mesiánica de uniformidad y
respuestas correctas.
derecho? de Joseph Raz”, en Raz, J. et al, Una Discusión sobre la Teoría del Derecho, Madrid:
Marcial Pons, 2007, p. 101.
50 Ibíd., p. 102.
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Nicolás López Pérez
51 Véase Raz, J., “On the Nature of Law”, en Del mismo, Between Authority and Interpretation,
Oxford: Oxford University Press, 2010. Raz, J., “El problema de la naturaleza del derecho”,
Isonomía: Revista de Teoría y Filosofía del Derecho 3, 1995, pp. 131-51.
52 Aquí el argumento –que adjudico como- científicista de Raz carece de la forma de verificación
Iglesias e Iñigo Ortiz), Madrid: Marcial Pons, 2007, pp. 243-46; Dworkin, op. cit. (n.25), pp. 1-25.
55 Dickson, op. cit. (n.31), p. 27.
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
(1) Raz (citado por Bix56) dice que: “el concepto de derecho es un producto
histórico, que cambia a lo largo de los años, y el concepto como tal como lo
poseemos es más reciente que la institución a la que se refiere (…)”. Sin
embargo, en la definición de Raz el concepto de derecho no es un producto de
la teoría jurídica, en última instancia, sino más bien es un concepto que
evolucionó históricamente, bajo la influencia de la práctica jurídica y otras
influencias culturales, incluyendo a la influencia de la teoría del derecho
contemporánea. Lo anterior escapa a la lógica cientificista: el concepto resulta
dinámico y no estático57 y se constituye al calor de las vicisitudes históricas, por
lo que vendría a ser una construcción de una realidad determinada o que
podría ser lo mismo, que se construye a partir de las prácticas sociales.
Jurisprudence and Philosophy of Law, Oxford: Oxford University Press, 2004, pp. 311-51.
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
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65 Ibíd., p. 69
66 Sugiero ver el argumento de López Pérez, N., “Cientificismo y mesianismo: la otra cara de la
ciencia moderna”, Crítica.cl, 23 febrero 2013, disponible en: <http://xurl.es/3sqty>, fecha de
consulta: 16 agosto 2013.
67 Para el modelo de las reglas de Dworkin, op. cit. (n.25), pp. 14-80 y para los rituales de la tribu
de los habitantes de las islas Trobriand y un análisis de antropología jurídica, véase Malinowski,
B., Crime and Custom in Savage Society, Londres: Routledge, 2001.
68 Tamanaha, B. “Conceptual Analysis, Continental Social Theory, and CLS: A Response to Bix,
Rubin and Livingston”, Rutgers Law Journal 32: 281-306, citado en Bix (n.15), p. 177.
69 Dickson, op. cit. (n.31), p. 25.
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
(1) Raz parcialmente acierta con esta afirmación, sin embargo, puede
pensarse aún mejor que todas las sociedades tienen un concepto de derecho,
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Nicolás López Pérez
(2) ¿Cómo podría saber Raz que hay sociedades que no tienen el concepto?
Supone que hay quienes no lo tienen, pienso que todas las comunidades –así
como Malinowski intenta demostrarlo- poseen derecho y así también, el
concepto del mismo, aunque no todas lo expresan en términos teoréticos. La
tesis raziana cae ante la práctica, según Dworkin, él confunde el concepto (como
criterio) sociológico y doctrinal, entonces en la vida del derecho (básicamente, la
adjudicación) no sobrevive72.
4. CONCLUSIONES
inútiles y no a fomentarlas. Cfr. Ratti, G. El Gobierno de las normas, Madrid: Marcial Pons, 2013.
74 Stroll, A., La filosofía analítica del siglo XX (trad. de Juan Álvarez y Eduardo Bustos), Madrid:
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La teoría del derecho de Joseph Raz: ¿un esencialismo cientificista insuficiente?
76Ello es sin perjuicio que de los coetáneos a este autor que reclaman esa denominación son los
naturalistas impulsados por lo que Leiter llama “el giro naturalista (en la filosofía del derecho)”,
los nuevos cientificistas del pensamiento jurídico contemporáneo. Véase Leiter, B., Naturalismo y
teoría del derecho (trad. de Giovanni Battista), Madrid: Marcial Pons, 2012.
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112
Grocio, Pufendorf
y el iusnaturalismo racionalista *
* Este texto desarrolla una conferencia titulada «De Grocio a Pufendorf», dictada por
encargo de la Fundación Politeia de Madrid el 24 de abril de 2012.
Me complace contribuir así al homenaje al profesor y buen amigo José María Miquel,
de quien primero fui alumno y luego tantos años compañero en la Facultad de Derecho de
la UAM, en la estimación de que Grocio y, sobre todo Pufendorf, constituyen un importante
nexo histórico entre el Derecho civil y la Filosofía del Derecho.
1. J. Burckhardt, Juicios sobre la historia y los historiadores [1929, pero escritos
entre 1865 y 1885], trad. de la ed. inglesa de A. Galettini y R. Rossmann, Barcelona-Bue-
nos Aires, Liberty Fund-Katz, 2011, p. 41.
2. Del De iure praedae hay una trad. cast. de los dos primeros capítulos en Del
derecho de presa. Del derecho de la guerra y de la paz. Textos de las obras «De Iure Prae-
dae» y «De Iure Belli ac Pacis», ed. de Primitivo Mariño, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1987; el De mare liberum, por su parte, es accesible en castellano en
la traducción de L. García Arias, De la libertad de los mares, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1979.
3. De esta obra hay una antigua edición completa en castellano, Del Derecho de la
guerra y de la paz, t. c. de Jaime Torrubiano Ripoll, 4 tomos, Madrid, Ed. Reus, 1925;
también existe una edición bilingüe de los «Prolegómenos» y del cap. I de De iure belli…,
en Del derecho de presa. Del derecho de la guerra y de la paz…, cit.
4. He caído en la cuenta ahora de un error en que incurro en mi libro Una filosofía del
Derecho en modelos históricos. De la antigüedad a los inicios del constitucionalismo (Ma-
drid, Trotta, 2ª ed., 2009), donde en la p. 255 atribuyo a Grocio, en lugar de a Pufendorf,
esta primera cátedra de Derecho natural y de gentes en Heildelberg, sin duda debido a una
entonces mala lectura por mi parte de Henry Wheaton, Elements of International Law: with
a Sketch of the History of Science, Philadelphia, Carey, Lea & Blanchard, 1836, p. 29.
5. De esta obra he utilizado la edición en dos tomos de Frankfurt y Leipzig, ex Officina
Knochio-Eslingeriana, 1759.
6. Citaré el De officio hominis en general por una reciente edición española (De
los deberes del hombre y del ciudadano según la ley natural, en dos libros, trad. y notas de
María Asunción Sánchez Manzano y Salvador Rus Rufino, Estudio preliminar de S. Rus
Rufino, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002), aunque en algunos
detalles he preferido seguir la versión de la edición inglesa de James Tulli (On the duty of
Man and Citizen According to Natural Law, trad. de M. Silverthorne, Cambrigde, Cambri-
dge University Press, 1991); existe también otra traducción castellana de una traducción
inglesa de 1682 (De la obligación del hombre y del ciudadano según la ley natural en dos
libros, 2 vols., trad. de Lelia B. V. de Ortiz, Córdoba [Argentina], Universidad Nacional de
Córdoba, 1980). En todo caso, el Estudio preliminar de Rus Rufino a la edición española
es recomendable tanto como competente contextualización de la aportación de Pufendorf
cuanto como amplio comentario del propio De officio hominis.
7. Es notable el escrito de 1687 De Habitu Religionis Christianae ad Vitam Civilem
(«De la disposición de la religión cristiana para la vida civil»), en el que defendía al mismo
tiempo la libertad de conciencia de los individuos y la superioridad del poder civil sobre la
iglesia, salvo en materias eclesiásticas, apoyando además al príncipe de Brandenburgo por
haber ofrecido asilo a los hugonotes expulsados de Francia en 1685 (cf. Hans F. Welzel,
«Samuel Pufendorf», en Enciclopedia Britannica 2002, edición CD Rom).
8. Cf. Wheaton, Elements of International Law…, cit., p. 29, n. 12; así como, para mu-
chos más detalles sobre las relaciones entre ambos autores, Hans Welzel, La dottrina giusna-
turalistica di Samuel Pufendorf. Un contributo alla storia delle idee dei secoli XVII e XVIII [ed.
orig., 1958), ed. de Vanda Fiorillo, Turín, G. Giappichelli, 1993, pp. 2627. Sobre la actitud
de Leibniz hacia Pufendorf puede verse también Norberto Bobbio, «Leibniz e Pufendorf»
(1947), en Da Hobbes a Marx. Saggi di storia della filosofia, Nápoles, Morano, 1965, cap. IV.
9. Cf. J. B. Schneewind (comp.), Moral Philosophy from Montaigne to Kant, Cam-
bridge, Cambridge Univ. Press, 2003, p. 21.
académica10. Por otro lado, la idea no era del todo nueva, pues ya Pla-
tón había defendido en el Eutifrón que las cosas no son buenas por-
que Dios las quiera sino que Dios las quiere porque son buenas11; y,
luego, y desarrollando esa idea, a la que la escolástica medieval le dio
todas las vueltas, Gregorio de Rímini, tres siglos antes de Grocio, ha-
bía llegado a formular una frase relativamente similar que afirmaba
que el pecado existiría aunque, por imposible, Dios no existiera o su
razón fuera errónea12. Con todo, tanto por las diferencias de concep-
ción teológica y de expresión entre un escolástico católico y un jurista
protestante, sutiles pero importantes13, como por el contexto de agu-
das luchas religiosas en el que Grocio está inmerso, es acertado consi-
derar al etiamsi daremus también como una de las primeras llamadas
modernas a la laicidad filosófica, esto es, a una fundamentación de la
moral a disposición de todos los hombres por encima de sus concretas
creencias religiosas: como ha resumido el prestigioso historiador de la
filosofía americano Schneewind, «Grocio sacó al Derecho natural de
la jurisdicción de la teología moral, a la que Suárez le había asignado,
e hizo que su teoría fuera responsabilidad de juristas y filósofos»14.
10. «Ciertamente, lo que hemos dicho [el Derecho natural] tendría lugar aunque
admitiéramos, lo que no puede hacerse sin la mayor blasfemia, que Dios no existe o que
no se preocupa de las cosas humanas» («Et haec quidem quae jam diximus locum aliquem
haberent, etiamsi daremus, quod sine summo scelere dari nequit, non esse Deum, aut non
curari ab eo negotia humana»: De iure belli… cit., «Proleg»., § 11). Más adelante, Grocio
insiste en la tesis típicamente intelectualista de que «el Derecho es tan inmutable que ni
aun Dios lo puede cambiar» (ib., I.x.5).
11. También Marco Aurelio –y Pufendorf ya lo indicó como fuente de la idea grociana
(cf. De iure naturae et gentium, II.iii.19)– había jugado con la hipótesis, que consideraba
impía, de que los dioses no existiesen, no se ocupasen de los asuntos humanos o no delibe-
rasen sobre ellos (cf. Meditaciones, ed. de J. I. Díez Fernández y L. F. Aguirre de Cárcer,
Madrid, Temas de hoy, 1994, II.11 y VI.44).
12. «Nam si per impossibile ratio divina sive Deus ipse non esset aut ratio illa esset
errans adhuc si quis ageret contra rectam rationem angelicam vel humanam aut aliam aliquam
si qua esset pecaret» [«Si por un imposible la razón divina o Dios mismo no existiese o aque-
lla razón fuese errónea, existiría el pecado si alguien actuara contra la recta razón angelical o
humana u otra similar»] (cit. por Javier Hervada, «Lo nuevo y lo viejo en la hipótesis «etiamsi
daremus» de Grocio», Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, n. 7, 1982, p. 362, nota).
13. En esta línea, Javier Hervada destaca a fin de cuentas la novedad de la idea de
Grocio indicando que en su concepción teológica, a diferencia de en la católica medieval,
Dios no crea una naturaleza humana ontológicamente análoga a lo divina –analogado por
el que la hipótesis del non esse Deus se considera en la escolástica conceptualmente im-
posible y no causa escándalo proponerla–, sino que Dios creó libremente tanto al hombre
como a su naturaleza racional sin asemejarla a la suya; en esta concepción protestante, el
Derecho natural puede ser comprendido sin referencia directa a Dios o a la razón divina y,
además, la negación de Dios no es conceptualmente imposible, como en Gregorio de Rí-
mini, sino una falsedad cuya suposición ha de excusarse para no incurrir en blasfemia (cf.
«Lo nuevo y lo viejo…» cit., pp. 366-368).
14. J. B. Schneewind, The Invention of Autonomy. A History of Modern Philosophy,
Cambridge, Cambrigde Univ. Press, 1998, p. 82.
Esta misma conclusión, así como sus propios límites, puede con-
firmarse en la obra de Pufendorf, quien, aun sin una frase contunden-
te ni famosa, se resistió a apelar a las recompensas y castigos divinos
en la vida ultraterrena porque nuestro conocimiento de ellos depende
sólo de la revelación15. En cambio, para él era decisivo anclar la mo-
ral, o el Derecho natural, con independencia de cualquier pretensión
religiosa, que la Reforma protestante había envuelto en permanen-
te y aguda controversia16. Esa fundamentación, sin embargo, no era
ajena en Pufendorf (como tampoco en Grocio) a la idea de que «Dios
es el hacedor y supervisor de este universo», que era según él una
creencia común a todos los hombres17. Tras la postulación de una re-
ligión natural aceptable para todos los hombres, lo que a Pufendorf
le importaba era que las disputas teológicas de las distintas confesio-
nes religiosas reconocieran un ámbito común en el Derecho natural
racional. En ese ámbito no había espacio aún para los escépticos re-
ligiosos ni, todavía con mayor razón, para los ateos, para quienes el
mismo Pufendorf proponía la represión «con penas gravísimas»18. A
diferencia del siglo XVIII, que contempló la eclosión de las críticas a
la religión, con la aparición de diversos escritos en defensa del ateís-
mo, el siglo XVII no llegó a aceptar esa libertad. Baste recordar, por
una parte, que Hobbes, probablemente un convencido ateo y desde
luego no un creyente en revelación alguna, no sólo se abstuvo siem-
pre de declararlo abiertamente sino que dedicó buena parte de su
obra a argumentar sus posiciones mediante la Biblia, y, por otra par-
te, que Locke, en su Carta sobre la tolerancia, excluyó de la tolerancia
religiosa «a quienes niegan la existencia de Dios», además de a los
católicos y los musulmanes (éstos, decía, porque debían obediencia
a dos jefes de Estado extranjeros, el Papa y el emperador otomano, a
través del Mufti de Constantinopla)19.
15. Cf. ibídem, p. 137, que remite a Pufendorf, De iure naturae et gentium, II.iii.21.
16. Cf. Schneewind, The Invention of Autonomy…, p. 128.
17. Cf. De iure naturae et gentium, II.iii.20, así como III.iv.4; también Schneewind,
The Invention of Autonomy…, p. 129. Para una interpretación que destaca más bien
la impronta teológica luterana a lo largo de toda la obra de Pufendorf, con abundan-
te bibliografía secundaria, véase Alfred Dufour, «La pensée politique de Pufendorf et
la permanence de l’idée luthérienne de l’État», en Marta Ferronato (comp.), Dal «De
jure naturae et gentium» di Samuel Pufendorf alla codificazione prussiana del 1794,
Atti del Convegno Internazionale (Padova, 25-26 ottobre 2001), Padua, Cedam, 2005,
pp. 739.
18. Cf. De officio hominis…, cit., I.iv.2.
19. Cf. John Locke, Carta sobre la tolerancia (1689-1690), ed. de Pedro Bravo
Gala, Madrid, Tecnos, 2ª ed., 1991, pp. 55-57; en la trad. cast. incluida en Escritos sobre
la tolerancia, ed. de Luis Prieto y Jerónimo Betegón, Madrid, Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales, 1999, pp. 141-142.
20. Cit. por Jaime Brufau Prats, La actitud metódica de Pufendorf y la configura-
ción de la «disciplina juris naturalis», Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1968, p. 49.
21. Leibniz, Elementa iuris naturalis (16691672), que se cita por la trad. cast. de
T. Guillén Vera, Madrid, Tecnos, 1991, § 12, p. 71.
22. Sobre la influencia de Descartes, del modelo científico de Galileo y de la geome-
tría euclideana en Pufendorf, vid. Welzel, La dottrina giusnaturalistica di Samuel Pufen-
dorf… cit., pp. 3843; Vanda Fiorillo, Tra egoismo e socialità. Il giusnaturalismo di Samuel
Pufendorf, Nápoles, Jovene Editore, 1992, pp. 7-33; cf. también Knud Haakonsen, Na-
tural Law and Moral Philosophy. From Grotius to the Scottish Enlightenment, Cambridge,
Cambridge University Press, 1996, p. 37, que destaca que su primera obra, Elementorum
iurisprudentia universalis, pretende desplegar un sistema hipotético-deductivo.
23. Más claramente en la síntesis del De officio hominis que en el De iure naturae,
donde no deja de citar a diversos autores, si bien en muchas ocasiones se trata de contem-
poráneos, como Cumberland o Hobbes, a quienes sigue o discute en algún punto de sus
doctrinas.
24. Cf. De iure belli…, cit., «Proleg»., § 59. Tampoco parece del todo cumplida la
intención de Grocio, formulada cerca, de que «en toda la obra me he propuesto principal-
mente tres cosas: exponer con la mayor claridad los motivos de juicio, disponer con un
orden fijo las cosas que se habían de tratar, y distinguir con precisión las cosas que podían
parecer las mismas entre sí y no lo eran» (ibídem, § 56).
25. Así, de los tres libros en los que se divide el De iure belli, sólo el tercero respon-
de temáticamente, aunque no siempre con un orden claro, al tema del ius in bello, enuncia-
do en el título del capítulo primero («Cuánto es lícito en la guerra»); en el primero se define
tanto la guerra como el Derecho en general, se plantea si es lícita la guerra, se desarrolla la
distinción entre guerra pública y privada y se trata extensamente del derecho a la rebelión
(«De la guerra de los súbditos contra los superiores»); y en cuanto al segundo libro, que
comienza y pretende tratar de las justas causas de guerra, es en buena parte un compendio
jurídico sobre el origen de la propiedad y sus formas de adquisición (donde se suceden la
ocupación, la usucapión y prescripción, el derecho de los padres, maridos y gobernantes,
las adquisiciones de imperios, la sucesión intestatada, etc.), a lo que siguen, sin que se
vea el suficiente orden ni concierto, capítulos sobre los siguientes temas: la terminación
de imperios y dominios, el régimen de obligaciones, promesas, contratos y juramentos, la
interpretación, los daños, las legaciones, el derecho de sepultura, las penas y sus responsa-
bles; sólo los últimos capítulos del libro tratan propiamente de las causas de guerra.
26. Se ha observado, no obstante, que las citas de clásicos son en Grocio mucho
más abundantes que las de autores escolásticos (cf. Brufau, La actitud metódica de Pu-
fendorf… cit., p. 30.
27. De iure belli…, cit., «Proleg»., § 40.
28. De iure belli…, cit., «Proleg»., §§ 30 y 39; así como I.i.xii.1.
29. De iure belli…, cit., «Proleg», §§ 45 y 42, respectivamente; cf. también, respec-
to de otras autoridades, 47-55.
33. «Buscamos sin embargo una ética universal», afirma Pufendorf en una carta a
Christian Thomasius de 19 de junio de 1688 (cit. por Fiorillo, Tra egoismo e socialità…,
cit., p. 204).
34. Véanse, por ejemplo, los títulos de los capítulos IX a XVII del Libro I del De offi-
cio hominis…: IX. De los deberes de los que pactan, en general. X. Del deber en el uso del
lenguaje. XI. Del deber de los que hacen juramento. XII. Del deber sobre la adquisición de
la propiedad de las cosas. XIII. De los deberes que resultan por sí de la propiedad. XIV. Del
precio. XV. De los contratos, que presuponen precios de las cosas, y de los deberes que de
ahí se derivan. XVI. De qué modos se revocan las obligaciones que derivan de los pactos.
XVII. De la interpretación.
35. Cf. Schneewind, The Invention of Autonomy…, cit., p. 70.
36. De iure belli…, cit., «Proleg», § 58.
37. La idea de los derechos humanos como «invento» o invención moderna está ya
en Carlos Santiago Nino, que comienza así su importante libro Ética y derechos humanos
(Buenos Aires, Paidós, 1984, p. 13) y, sobre todo, en Lynn Hunt, La invención de los de-
rechos humanos (2007), trad. cast. de Jordi Beltrán Ferrer, Barcelona, Tusquets, 2009;
también alude a una idea semejante el libro de Schneewind, The Invention of Autonomy
antes citado supra, nota 14.
38. Cf. Norberto Bobbio, «L’età dei diritti», en L’età dei diritti, Turín, Einaudi, 1990;
trad. cast. de R. de Asís, «El tiempo de los derechos», en El tiempo de los derechos, Ma-
drid, Sistema, 1991.
39. Cf. sobre ello Richard Tuck, Natural Rights Theories. Their Origin and Develop-
ment, Cambridge, Cambridge University Press, 1979, pp. 1920, así como A. Ruiz Miguel,
Una filosofía del Derecho en modelos históricos…, cit., pp. 130-135, y esp. la nota 39.
40. Cf. A. Ruiz Miguel, Una filosofía del Derecho en modelos históricos…, cit., p.
134, n. 41.
41. En un valioso estudio sobre la idea de soberanía, Luigi Ferrajoli ha destacado la
importancia en Vitoria de derechos en sentido subjetivo como el ius communicationis, el
ius commercii, el ius occupationis o el ius migrandi, que incorporan ya la ideas de igualdad,
propiedad y libertad de los iusnaturalistas modernos (cf. Luigi Ferrajoli, La sovranità nel
mondo moderno. Nascita e crisis dello stato nazionale, Bari, Laterza, 1997, pp. 11-17;
hay trad. cast. de Andrea Greppi, como «La soberanía en el mundo moderno» [1995], en
Derechos y garantías. La ley del más débil, pp. 128-130).
cial de la libertad natural, que permite todo lo que no prohíben las le-
yes naturales, pero, de otra parte y en contraste, se caracteriza por la
imposibilidad de garantizarlos salvo con la propia fuerza frente a las
posibles transgresiones derivadas de la deficiente naturaleza humana,
por su propensión al conflicto debido a sus tendencias egoístas, com-
petitivas, etc. La falta de un poder colectivo común, y el consiguiente
aislamiento de los individuos, configura al estado de naturaleza como
un estado de guerra, si no de manera permanente y total, como pre-
tende Hobbes, sí al menos potencial, que se convierte en actual a par-
tir del momento en el que surge una disputa sobre lo tuyo y lo mío,
como termina aceptando Locke (el caso de Rousseau es punto y aparte
por su enrevesada inversión de la tríada iusnaturalista, pero no pode-
mos entrar aquí en estos detalles43).
El pacto o contrato social, el segundo momento de la tríada, se
acuerda precisamente para evitar la conflictividad del estado de na-
turaleza mediante la creación de una comunidad que se dota de una
organización política destinada a garantizar de manera efectiva, hacia
dentro y hacia el exterior, los derechos naturales compatibles con la
nueva situación. La sociedad civil, el tercer componente de la tríada,
es así el resultado de la superación libre y voluntaria del estado de na-
turaleza, donde el adjetivo «civil» tiende a cumplir la doble función de
señalar el paso de la primitiva barbarie a la civilización pero también,
y sobre todo, el carácter político de la nueva situación: no en vano, ci-
vil proviene del latín civitas, que tradujo el griego polis, si bien en la
época moderna el protagonismo de la política lo tenían ya los grandes
Estados territoriales y a duras penas las escasas ciudades o repúblicas
que todavía tenían cierta autonomía entonces, sobre todo en Italia y
Alemania. Con esa organización civil o política los derechos naturales
pasan a reconocerse ya como derechos positivos o positivados.
Pues bien, Grocio encaja relativamente mal en el anterior modelo.
Ante todo, ni se encuentra en su obra un relato siquiera mínimamente
ordenado de la secuencia estado de naturaleza, pacto social y socie-
dad civil ni se utilizan propiamente tales expresiones. Además, en los
Prolegómenos de la mayor obra grociana, que expresan sus fundamen-
tos teóricos, está presente una categoría aristotélica fundamental que
es difícilmente compatible con la tríada anterior: el apetitus societatis
que hace del ser humano un animal político, o sociable, conforme al
cual el estado natural de los hombres es vivir en alguna comunidad,
43. Sobre ello, remito a A. Ruiz Miguel, Una filosofía del Derecho en modelos his-
tóricos…, cit., pp. 203-204.
44. Cf. De iure belli…, cit., «Proleg», §§ 6-9 y 16. Por su parte, cuando mucho
más adelante afirma que «la asociación por la cual muchos padres de familia reúnense
en un solo pueblo y ciudad, da máximo derecho al cuerpo sobre la parte, porque ésta
es perfectísima sociedad», Grocio está siguiendo claramente a Aristóteles (cf. Política.
1252b-1253a), a quien cita inmediatamente a propósito de la capacidad de las leyes de
regularlo todo (De iure bellli…, cit., II.v.xxiii).
45. De iure belli…, cit., I.i.i.
46. De iure belli…, cit., I.iii.i.2, así como I.III.ii.
47. Cf. De iure belli…, cit., II.ii.ii.1-4. El relato es confuso porque mezcla elementos
bíblicos, como el árbol de la ciencia del bien y del mal (que es el que produce la expulsión
de Adán y Eva del Paraíso terrenal), con la existencia de un estado primitivo más numeroso
que una mera pareja, hasta el punto de que, dice, todavía «puede verse en ciertos pueblos
de América» (cf. II.ii.ii.1-2).
den recibir firmeza jurídica por voluntad tácita, y la voluntad […] pue-
de ser tal que dé derecho a que en lo sucesivo el imperio no dependa
de la voluntad (del pueblo)»52. Y si el gobierno se ha constituido para
mantener la paz y el orden, piensa Grocio, puede considerarse abolido
el derecho general a resistirle por la fuerza, si bien cuando se manda
algo contrario al Derecho natural o a los preceptos divinos puede ser
obligada la mera desobediencia pasiva (es decir, el incumplimiento de
la norma sometiéndose a la sanción correspondiente)53. No obstante,
Grocio señaló unas cuantas excepciones particulares a su regla gene-
ral que giran en torno a la reserva expresa del derecho a resistir por el
pueblo o a la dejación total de sus funciones por parte del gobernante,
como por conducir al pueblo a la ruina, a lo que añadió (pensando sin
duda en la dominación española de su patria) el caso del usurpador
del reino mientras su título al poder sea injusto, que es para él una
causa justa de guerra54.
Si en conjunto Grocio aparece como un pensador de transición
entre el modelo aristotélico y el moderno, Pufendorf ya hace una pre-
sentación coherente y mucho más consciente y articulada de la tríada
del iusnaturalismo racionalista. Su punto de partida es la pregunta
por el Derecho o ley natural, que relaciona estrechamente con el exa-
men de la naturaleza humana, donde el autor alemán rinde un apa-
rente tributo a la idea de sociabilidad grociana pero para superar su
conexión con Aristóteles. La sociabilidad, dice Pufendorf, es el funda-
mento del Derecho natural, pero dentro del marco de la naturaleza o
condición humana actual, corrompida tras la pérdida de la felicidad
originaria (aunque no lo dice expresamente, está pensando en el Pa-
raíso terrenal)55. Pero la sociabilidad (socialitas) no es para él una ten-
dencia natural que arrastre sin más a los hombres a la sociedad civil,
ni estos son animales sociables o políticos por naturaleza56. El cuadro
dad civil como su visión de los derechos y deberes naturales que deben
subsistir en esa nueva sociedad. Veamos esos dos restantes momentos
de la tríada a continuación.
La superación de las graves deficiencias de la condición humana
es posible y necesaria para Pufendorf a través de la idea de pacto, es
decir, del consentimiento racional de los individuos a la organización
política. El pacto, que nuestro autor parece presuponer más como
algo racionalmente necesario que como realmente ocurrido de hecho,
se presenta en él en una versión más articulada que en Grocio, me-
diante una triple división de dos pactos y un decreto. En primer lugar,
se debe haber producido el pactum societatis, por el que en una multi-
tud que suponemos que ha vivido «en el estado de libertad e igualdad
natural […] cada uno se compromete con todos los demás a unirse en
un cuerpo único y perpetuo»65. Tras ese primer acuerdo, el pueblo ya
constituido ha de aprobar por mayoría un decreto por el que se esta-
blece la forma de gobierno y sólo después puede producirse el pactum
subiectionis, esto es, un «nuevo pacto por el cual, una vez elegidas una
o varias personas a quienes se confiere el gobierno del conjunto, éstas
se obligan a cuidar de la seguridad y la salud comunes, mientras los
demás se obligan a prestarles obediencia»66.
A Pufendorf le importaba resaltar en este punto el carácter perpe-
tuo e irrevocable del compromiso de obediencia que para el pueblo se
derivaba del segundo pacto. Siguiendo en esto también a Grocio y a
Hobbes, la sociedad civil que emerge en la construcción de Pufendorf
excluye el derecho de resistencia de los súbditos por terribles que sean
las afrentas del soberano67. Sin embargo, la principal razón en que
basa ese deber de obediencia es que el ciudadano debe comportarse
como «un buen hijo» con quien sigue siendo «el padre de la patria de
todos»68, es decir, una concepción paternalista y descendente del po-
der político que está palmariamente reñida con el esquema iusnatura-
lista, que basa tal poder, en línea ascendente, en la protección de los
derechos individuales69. A mi modo de ver, hay una doble ambigüedad
en la teoría de Pufendorf en este punto. Ante todo, el sistema de Pufen-
dorf está expresado no mediante la idea de derechos, sino de deberes,
y tanto del Estado como de los ciudadanos. Sin embargo, esto puede
verse nada más que como una forma de presentación exterior. Detrás
de su dibujo del estado de naturaleza están sin duda los derechos na-
turales, que son la razón para constituir el Estado, en especial la liber-
tad natural y, además de la vida y la integridad corporal70, la defensa
propia frente a las amenazas de daño, el derecho a perseguir al agre-
sor para asegurar la seguridad futura71 y, en fin, la igualdad natural72
(por su parte, el derecho de propiedad, al igual que en Grocio, no es
en Pufendorf un derecho natural, sino que sobreviene tras un pacto73).
Con ello, no hay que concluir que su concepción sea aristotélico-me-
dieval si entendemos que los deberes en los que pone el acento no son
más que el correlato de los derechos correspondientes: así, si todas las
personas tienen el derecho a la vida es porque los demás, y el Estado,
tienen el deber recíproco de respetar ese derecho.
Si la anterior ambigüedad entre derechos y deberes puede re-
solverse, no resulta tan fácil solucionar la segunda ambigüedad, que
83. Immanuel Kant, Über den Gemeinspruch: «Das mag in der Theorie richtig sein,
taugt aber nicht für die Praxis» (1793), que se cita por la t. c. de M. Francisco Pérez López
y Roberto Rodríguez Aramayo, En torno al tópico: «Tal vez eso sea correcto en teoría, pero
no sirve para la práctica», en Teoría y práctica, Madrid, Tecnos, 1986, II, pp. 25-28 (la
cita textual en p. 27).
Foucault y el liberalismo
Racionalidad, revolución, resistencia*
Jacques Bidet**
En 1978, en sus cursos del Collège de France, Foucault comienza a abordar lo que se anuncia
como la nueva política. Transita entonces de las “técnicas sectoriales del poder” (prisiones,
hospitales, asilos, escuelas) a la “tecnología del poder del Estado”, que incluye una reflexión
sobre la gobernabilidad y el liberalismo. En este ensayo se aborda esa reflexión en su relación
con el análisis de Marx. Ello nos permite descifrar el lugar de la revolución y la resistencia en
el gran relato foucaultiano.
Palabras clave: Foucault, Marx, gobernabilidad, liberalismo, revolución, resistencia.
Abstract
In 1978, in his courses of Collège de France, Foucault begins to tackle what promises to be
the new politics. He goes then of “sectorial skills of the power” (prisons, hospitals, asylums,
schools) to the “State’s technology power”, which includes a reflection on the governmental
action and the liberalism. In this essay this reflection is tackled in his relation with the analysis
of Marx. It allows us to decipher the place of the revolution and the resistance in Foucault’s
great narration.
Key words: Foucault, Marx, governance, liberalism, revolution, resistance.
* Traducción del francés de Rhina Roux. Publicado en Argumentos. Estudios críticos de la sociedad,
núm. 52, nueva época, año 19, UAM-Xochimilco, México, septiembre-diciembre de 2006.
** Esta reflexión se concentra en los textos de Michel Foucault Securité, territoire, population y
Naissance de la biopolitique. Son citadas, respectivamente, con las siglas 1978 y 1979, en referencia
a los años en que estos cursos fueron pronunciados. La sigla DE remite a la obra de Foucault Dits
et Ecrits, volúmenes I a IV. La argumentación presentada en este texto presupone conceptos y
explicaciones expuestas en Jacques Bidet, Théorie générale (1999), referida con la sigla TG y Explication
et reconstruction du Capital (2004), referida como ERC. Consúltense las referencias bibliográficas
al final del texto.
obtenerse más que a condición de la venta de sus mercancías y que, por tanto, éstas
deben portar un valor de uso pertinente, riqueza concreta. Marx puso esta cuestión
en el centro de su estudio sobre la reproducción, la crisis y la acumulación: no estudia
jamás las contradicciones del sistema sino a partir de su relativa racionalidad. Podría
decirse, empero, que no elaboró conceptualmente la coacción “gubernamental”, es decir
hegemónica en el sentido gramsciano, que se impone a la clase dominante en la forma
capitalista de la sociedad. Marx no consideró el tejido multiforme del saber social y
de las prácticas sectoriales mediante las cuales se ejerce tal poder. Podría agregarse que
Foucault estaría de acuerdo con Marx en que detrás del discurso liberal hay también
explotación y que aportó lo que faltaba para comprender que el capitalismo es una
época de progreso...
Sin embargo, si nos contentáramos con este modo de combinar los dos enfoques,
se correría el riesgo de ocultar aquello que los separa. Hay que comenzar entonces
por enfrentar una cuestión fundamental: Foucault argumenta a partir de otra filosofía
política que, si no desahucia a Marx, por lo menos vuelve al marxismo radicalmente
problemático. Si se quiere comprender en qué se oponen estos dos discursos hay que
partir de lo que los une y comenzar por leer, tal y como se produce, el “gran relato”
foucaultiano.
Foucault propone una “genealogía del Estado moderno y de sus diferentes aparatos
a partir de una historia de la razón gubernamental” (1978:362). Esta genealogía, no
más que la lechuza de Minerva, no anuncia el futuro. Se desarrolla sin embargo en
una serie de tres “momentos” progresivos que definen una “apuesta política” última:
la cuestión de la “sobrevivencia del capitalismo”, de la invención posible de un “nuevo
capitalismo”. Con extraordinaria pasión Foucault increpa a sus oyentes, sin duda aún
mal reconvertidos: “ustedes entienden muy bien que si no hay más que una sola ‘lógica
del capital’, la de la ganancia, su fin está inscrito entonces en ‘callejones sin salida’ y no
habrá ‘ya capitalismo’; pero si por el contrario (¡como voy a mostrarles!) el capitalismo
se produce según una diversidad de espíritus y racionalidades, entonces se le abre todo
‘un campo de posibilidades’” (1979:170-171). ¿No está aquí nuevamente, sublimada
en una gran interrogante, la inexorable búsqueda del “gran relato”?
Los tres momentos son continuamente recordados a los estudiantes de su seminario.
La entrada en la modernidad se realiza con el triunfo, en el Renacimiento, de la figura de
la soberanía ejercida por la ley sobre un sujeto sometido: es el “Estado de justicia” regido
por “el sistema del código legal que define lo permitido y lo prohibido” (1978:7).
Foucault no deja nunca de señalar que estas tres figuras de la razón gubernamental:
Soberanía, Estado, Gobierno, que emergen más o menos sucesivamente, no se excluyen
sino se conjugan, se superponen y deben ser tratadas como un “triángulo” (1978:111),
es decir, como formando la compleja figura de la racionalidad política moderna. Falta
sin embargo pensar su unidad.
El objetivo es ya no tender a “escindir el arte de gobernar en dos ramas: el arte de
gobernar económicamente y el arte de gobernar jurídicamente”. Es decir, se trata de
superar la escisión entre el homo oeconomicus y el homo juridicus. Y esto es lo que realiza
el liberalismo dándose un “campo de referencia nuevo”: “la sociedad civil” (1979:299).
De este concepto –y a partir de Ferguson– Foucault proporciona dos lecturas: una,
diría yo, en términos de Gemeinschaft (comunidad) y la otra en términos de Gesellschaft
(sociedad), cuya supuesta fusión brinda efectivamente –y milagrosamente– la clave
del problema. Según la primera lectura, la sociedad civil debe comprenderse como
la forma de vida concreta de una comunidad histórica, que es siempre simbiosis
El arte de gobernarse
A este tema nos conduce la cuestión, planteada de muy lejos, en términos de “el arte
de gobernar”. De muy lejos, porque este es el motivo de una figura de la que nadie
había escuchado hablar en el debate filosófico-político moderno: la del pastorado, con
la cual Foucault introduce –con gran perspicacia, hay que decirlo– el concepto de
“gobernabilidad”. Foucault actualiza una línea de pensamiento y de prácticas que toman
cuerpo en el cristianismo antiguo, sobre todo monástico: la del “gobierno de las almas”.
Esta figura liga un imperativo de conocimiento de cada uno y de salvación de todos a
una categoría de obediencia que implica también al gobernante en la misma suerte de
sujeción. Según esta conducta de conductas, el sujeto se encuentra convocado a una
crítica de su verdad interna, a una designación auténtica de sí, que oscila entre sujeción
voluntaria y resistencia. La fórmula evangélica del “buen pastor” –que se escribe que
conoce a sus ovejas y que sus ovejas lo conocen, que cada uno cuenta tanto como todos,
que él está a la búsqueda de la oveja perdida y que da su vida por sus ovejas–, se integró
naturalmente en el cuerpo revolucionario de la modernidad. Resurgió en términos
religiosos y políticos en el tiempo de la Reforma y la Contrarreforma. El desarrollo
Existe un autor que demostró por qué el liberalismo económico no estaba capacitado
para afrontar esta triple exigencia ilocucionaria: Marx, en su análisis de la Sección I del
Libro I, consagrado a la lógica social de la producción mercantil. El primer capítulo
expone su racionalidad (la configuración competitiva, fundada en la propiedad
privada, maximiza la producción y optimiza la localización de los factores) y su
legitimidad (que no conoce más que propietarios libres e iguales). El segundo capítulo
considera la tercera exigencia: la de la identidad del ciudadano y de la autenticidad
de su pretensión gubernamental. Marx expone ahí que el dinero y la forma mercado
de la que es condición no es un hecho natural porque la historia ha producido otro
tipo de acuerdos: implica entonces un acto social. “Al comienzo era la acción”, dice
Marx –a comprenderse no en el sentido histórico, sino como principio de una lógica
social. Tal acción entre productores-comerciantes supuestamente libres, no puede ser
sino un pacto, pero de servidumbre voluntaria. Porque es un acto instituyente que se
olvida él mismo si considera al mercado como un orden natural al que uno se declara
sometido. Elaborada en el capítulo 2, esta inversión de la figura hobbesiana en un
pacto de servidumbre mercantil debe considerarse como la crítica del concepto liberal
del contrato social mercantil. Su objeto, o su efecto, es enunciar a la vez (1) que es
imposible para seres libres someterse a una ley de la que no habrían sido autores y (2)
que pierden toda libertad estableciendo “libremente” una ley supuestamente natural
–es decir, trascendente– como constitutiva del orden social. La supuesta “ley” del
mercado –que no es en realidad sino una “regla” que uno se da– implica por tanto la
misma suerte de “contradicción pragmática” que el contrato de esclavitud, en el cual
se niega la posibilidad de contratar. Semejante “ley” no puede entonces ser considerada
como un “hecho de razón”. Es en realidad un hecho histórico.
Foucault reencuentra este problema de la institución cuando señala que los
neoliberales rechazan la visión tradicional liberal del mercado como fenómeno natural y
lo transforman en un puro objetivo racional. Finalmente abandonará el neoliberalismo,
que separa la razón y el derecho. Su repliegue en el liberalismo clásico, como hemos
visto, no le permite en realidad hacerlo mejor. Por lo tanto, considerando su texto con
atención, el empleo particular que hace de la noción de “sociedad civil”, la distancia
epistemológica con la que la trata, le permite encontrar un camino entre lo que podría
llamarse el institucionalismo constructivista de los neoliberales y el naturalismo histórico
del liberalismo clásico. Esto es por lo menos lo que se deduce de su traducción de las
categorías de la “sociedad civil” en términos de “realidades de transacción”: “creo que
hay que ser muy prudentes en cuanto al grado de realidad que se atribuye a esta sociedad
civil”. Ésta no debe ser considerada como una “realidad primera e inmediata” frente
a las instituciones políticas: “Es algo que forma parte de la tecnología gubernamental
moderna [...] eso no quiere decir que ella no tenga realidad. La sociedad civil es como
la locura, como la sexualidad. Son lo que yo llamaría realidades de transacción, es decir
que es en el juego de relaciones de poder y de aquello que se les escapa, que nacen
de alguna manera, en el encuentro de los gobernantes y los gobernados, estas figuras
transaccionales y transitorias que, por no haber existido todo el tiempo, no son menos
reales” (1979:300-301). Esta realidad de transacción no es lo real de la estructura de la
sociedad considerada; no define su esencia. No es tampoco una pura idealidad a realizar.
Es la de un orden real de enunciados implicados en prácticas reales, que configuran
esta forma social históricamente determinada.
Esto es justamente lo que, en relación con Marx, he propuesto entender en términos
de “metaestructura”. Existe en efecto un autor que considera la cuestión institucionalista
en tales términos: nuevamente Marx. Porque según su análisis la “ley del mercado”, no
siendo un hecho antihistórico de la razón, es un hecho de la historia: en su forma histórica
de ley universal y exclusiva de las relaciones sociales, es precisamente el capitalismo quien
la pone, y la pone como su presupuesto. El mercado –la “sociedad civil” en este sentido– es el
presupuesto del capitalismo, que lo ensancha indefinidamente a medida que se despliega
históricamente. Por tanto Marx, después de haber abierto su exposición teórica por el
mercado, forma de la transacción, comienza el estudio del orden estructural del capital,
que pone la relación mercantil, la sociedad civil, como su presupuesto metaestructural de
transacción, su orden de razón y de referencia (ERC, 220-223).
En este sentido, es Marx quien nos dice de qué habla Foucault en sus libros sobre
el liberalismo y el neoliberalismo. Foucault no es un “ideólogo” del liberalismo. No
propone tampoco, en el arte liberal de gobernar, la clave para la comprensión inmediata
de prospectos efectivos de la historia. Enunciando la verdad del liberalismo, no señala
que el liberalismo sea la verdad. Expone solamente la pretensión, la posición de verdad
del liberalismo la cual, naturalmente, no está desprovista de efectividad. Como insiste
desde La arqueología del saber, Foucault se propone hacer algo distinto a una historia
del pensamiento. No estudia simplemente teorías, sino enunciados: enunciados que
toman cuerpo en dispositivos y prácticas. Enunciados o tecnologías, inseparablemente
techné y logos. Analiza las relaciones entre prácticas y enunciados. Pero precisamente la
fuerza del análisis dialéctico de Marx es enfrentar la cuestión de saber en qué tipo de
estructura social se desarrollan prácticas que tienen como presupuesto tal metaestructura,
es decir tales pretensiones, tales enunciados: los de la sociedad civil comprendida, a
la manera de Foucault, como transacción. De la Sección I a la Sección III del Libro I,
Marx pasa de alguna manera del estudio del liberalismo al del capitalismo. Este paso
Foucault no lo franquea. Supone por supuesto las molestas realidades del sistema, que
su investigación a menudo hace surgir elocuentemente. Pero en este estudio general de
“nuestra racionalidad”, ellas quedan fuera de su objeto. A diferencia de Marx, Foucault
no se compromete en la relación dialéctica entre racionalidad e irracionalidad del
sistema. No le pedimos entonces lo que no puede darnos.
Sin embargo la paradoja es que, en cierto modo, hay que buscar en Foucault “lo
que falta en Marx”. Marx, en este sentido más liberal que los liberales, hace –al menos
en su gran obra teórica–, como si toda la modernidad se pensara a partir del mercado,
comprendida la “forma organizada” que (a partir de la fábrica) se desarrolla en su seno
y que, virtualmente, debe finalmente reemplazarla, conduciendo a la abolición de la
“forma mercado” y a la construcción de un concepto superior de subjetividad social
solidaria. Es Foucault quien revela, más profundamente que quienes desde Weber lo
habían precedido, que la racionalidad política moderna se desarrolla paralelamente a
la forma mercado, en esta forma organizada de la que ha explorado las racionalidades
ambiguas en los terrenos del hospital, la cárcel, la escuela y el ejército, el urbanismo y la
actividad científica, actualizando la cuestión de los “saberes poderes” ahí anclados (los
cuales conciernen también a otros campos, como los de la sexualidad y la locura, cuya
comprensión supone otros universos de conceptos que aquellos de la sociedad civil, del
modo de producción o del Estado...). Esto no debe ser simplemente comprendido como
Bibliografía
Resumen
En este artículo se revisan algunas de las similitudes y diferencias alrededor de
la fundamentación política y jurídica que otorgan a la noción de contrato social
dos pensadores modernos: Jean Jacques Rousseau e Immanuel Kant. En el tex-
to se señala lo revolucionario de la noción, a partir de mostrar sus principales
significados e impactos. También se reflexiona sobre los alcances y dificulta-
des que tiene la propuesta contractual en la teoría democrática contemporánea.
Palabras clave
Contrato Social, Democracia, Kant, Rousseau, Filosofía Política, Teoría Política.
Abstract
This article reviews some of the similarities and differences about the political
and legal foundation given to the notion of social contract by two modern
thinkers: Jean Jacques Rousseau and Immanuel Kant. In the text, it is pointed
out the revolutionary part of the notion, by showing its principal meanings and
impacts. A reflection is also offered on the scope and difficulties of the contrac-
tual proposal within the contemporary democratic theory.
Key Words
Social Contract, Democracy, Kant, Rousseau and Political Philosophy, Politi-
cal Theory.
*
Artículo de revisión derivado de re-
flexiones realizadas en el marco del
seminario doctoral de Teoría política
clásica con perspectiva contempo-
ránea, orientado por el Doctor Fran-
cisco Valdez Ugalde, Flacso, México
(2008).
**
Sociólogo y magíster en Filosofía
(Universidad del Valle, Colombia).
Doctor en Ciencias Sociales (Flacso,
México). Profesor asociado del de-
partamento de Sociología, facultad de
Ciencias Sociales (Pontificia Univer-
sidad Javeriana, Colombia).
Correo electrónico:
jefferson.jaramillo@javeriana.edu.co.
112 Jefferson Jaramillo Marín
ciones entre los hombres para evitar su propia además con regímenes políticos distintos. Así,
autodestrucción. En este sentido, los filósofos la visión del contrato de Nozick le ayudará en
políticos modernos apuntalaron con el recurso su apuesta por legitimar un Estado gendarme o
del contrato no solo un fundamento de legitima- un Estado mínimo que alimenta el capitalismo
ción del poder, sino un nuevo principio de ex- del tipo laissez-faire. Por su parte, Rawls justi-
plicación social para la convivencia del grupo ficará con ella una democracia de propietarios
(Bobbio, 1985, p. 118). En esencia, la teoría del y un socialismo liberal democrático2.
contrato sirvió para abstraer y explicar la natu-
raleza del vínculo social. Pero la teoría contractual ha sido también
inspiración crítica desde la filosofía política po-
La teoría del contrato fue la bandera teórica sestructuralista en autores como Jacques Ran-
de la mayoría de los filósofos políticos influen- ciere (2006), Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
ciados en su momento por el iusnaturalismo. (2004), Slavoj Zizek (2001) y Claude Lefort
Pero también fue la herramienta de combate de (1990), quienes establecen un contrapunteo con
todos los críticos del derecho natural, entre ellos las miradas más institucionalistas y procedi-
Hume, Bentham, Hegel, Saint-Simon, Comte y mentalistas como las ofrecidas, entre otros por
Marx, que en distintas coyunturas filosóficas y Rawls. Desde la perspectiva de estos autores, la
políticas, y bajo la influencia de diversos siste- crítica deconstructiva a esta metáfora no supone
mas ideológicos, la consideraron una “simple una negación del consenso político, sustento de
quimera” (Bobbio, 1985; Camps, 2001). Aun así, toda democracia, simplemente se reconoce que
unos y otros, con ella o contra ella, construyeron “toda forma de consenso es el resultado de una
las arquitecturas conceptuales de la política mo- articulación hegemónica, y que siempre existi-
derna. En ese sentido, sería imposible pasar de rá una exterioridad que impedirá su realización
largo frente a su notoria influencia a lo largo y plena” (Laclau y Mouffe, 2004, p. 18). El con-
ancho de la filosofía moderna. trato bajo esta óptica sería siempre un supuesto
susceptible de ser revisitado y confrontado en
La metáfora del contrato logrará trascen- sus propios fundamentos.
der la barrera del tiempo, llegando a inspirar en
el siglo XX a filósofos políticos como Robert En resumen, no sería exagerado afirmar, a
Nozick (a partir de la tradición lockiana) o Ja- expensas de la amplia y variopinta gama de de-
mes Buchanan y David Gauthier (desde la tradi- fensores y detractores, que el contrato ha llega-
ción hobbessiana). Estará presente en la obra de do con el tiempo a convertirse en algo así como
Rawls, para quien el contrato básicamente será una “categoría general de comprensión histó-
un recurso teórico y un marco de representa- rica”, dado que está conectada a potentes tra-
ción, que permite poner a prueba el estatus mo- diciones filosóficas que trascienden conceptual
ral de los individuos y moldear una situación de e históricamente la historia del pensamiento.
imparcialidad donde todos contamos por igual Pero el que sea una categoría comprensiva de
al momento de decidir sobre los principios bási- gran alcance no autoriza a quien se vale de ella
cos de justicia. En ese orden de ideas es impor- como recurso explicativo a considerarla como
tante recordar que en el liberalismo igualitarista la única guía adecuada para construir la totali-
de Rawls el debate contractualista permitirá dar dad del sistema político y social, como bien lo
cuenta ya no de la legitimidad del poder del Es- argumenta la filósofa británica Mary Midgley
tado como lo hicieron los clásicos, sino sobre lo (2002). Precisamente ella sugiere algo que pue-
deseable que puede llegar a ser un modelo espe- de resultarnos provechoso para la discusión y es
cífico de sociedad, orientado a la justicia distri- que el contrato tan solo es una herramienta útil,
butiva (Rawls, 1997 - 2004)1. Incluso cada una como lo son otras categorías filosóficas para
de esas visiones del contrato estará justificada combatir la opresión. No es, en ese sentido,
una sentencia definitiva del destino o un ídolo a el contrato social se fundamenta la legitimidad
venerar. Lo llamativo del asunto es que mucho de la obediencia al derecho y a la ley. Exami-
antes de que Midgley llegara a esta conclusión, nemos con más detalle cada una de estas vías.
los primeros en entenderlo plenamente fueron
Rousseau y Kant, dos de los mejores exponen- En cuanto al primer elemento es claro que
tes de la teoría contractual. con la utilización del contrato se busca supe-
rar una condición prejurídica (natural), donde
Significado e implicaciones del contrato no existe límite alguno a la acción humana que
en Rousseau y Kant es gobernada por el impulso y la pasión, e ins-
taurar de manera artificial un cuerpo común de
Tanto Rousseau como Kant pueden inscri- gobierno, la sociedad civil o la sociedad polí-
birse perfectamente en la tradición iusnaturalis- tica (Bobbio, 2004), o en el caso de estos dos
ta del contrato (Bobbio, 1997; Ferry y Renaut, autores, la República. El contrato además es el
1997; Fernández, 1988). Ambos lo asumen como único medio legítimo para instaurar el poder
el principio de legitimación de la sociedad políti- político, y en esto tanto Rousseau como Kant
ca o del Estado, no en tanto hecho histórico, sino se distancian de la perspectiva hobbessiana más
como idea regulativa de la razón (Kant, 1986; ligada al realismo político, la cual asume que
Bobbio, 2005, p. 119). Buenos contractualistas también la fuerza puede crear derecho3. Sin
ambos, admiten que lo importante no es el origen embargo, suelen existir otras diferencias entre
del Estado sino su fundamento racional. Ahora Rousseau y los otros contractualistas, incluyen-
bien, dos textos ya clásicos de estos autores evi- do a Kant, que no debemos pasar por alto en
dencian rápidamente el contenido filosófico, po- este primer punto.
lítico y jurídico del mismo. El primero es El con-
trato social (1762), en el que Rousseau afirma En Rousseau, realmente existen dos ti-
de forma contundente: “Lo que pierde el hombre pos de contrato: uno que crea la sociedad civil
por el contrato social es su libertad natural y un positiva y otro que formaliza la sociedad civil
derecho ilimitado a todo cuanto le tienta y que corrupta. El primero es el contrato civil por ex-
puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y celencia, pues permite encontrar una solución
la propiedad de todo cuando posee” (Rousseau, colectiva a un problema común. El segundo,
1985, p. 27). El segundo es la Metafísica de las descrito en su famoso texto Discurso sobre el
costumbres (1797), donde Kant sentencia que el origen y los fundamentos de la desigualdad
contrato originario es aquel “según el cual todos entre los hombres (1754), es una especie de
en el pueblo renuncian a su libertad exterior, para acuerdo forzado por engaño dado que preten-
recobrarla enseguida como miembros de una co- de legitimar e instituir la creación del Estado
munidad, es decir, como miembros del pueblo en condiciones de desigualdad y dominación
considerado como Estado” (Kant, 1994, p. 146). de unos pocos, los ricos, que convencen a los
pobres de someterse a su poder, mostrando los
Ahora bien, se pueden destacar tres ele- peligros de la desunión. La primera forma de
mentos sustantivos en estos dos textos. En pri- contrato es políticamente legítima, mientras que
mer lugar, el contrato social es un fundamento la segunda es una expresión de arbitrariedad y,
de legitimación política que determina el tránsi- por tanto, es ilegítima. De otra parte, el modelo
to de una condición negativa (prepolítica) a una de los iusnaturalistas es en esencia dicotómico:
positiva (política) (Fernández, 1988; Bobbio, el estado de naturaleza es negativo, el estado
1997). En segundo lugar, el contrato social es político es positivo; en ese sentido, el transito
un fundamento de legitimación del poder políti- de uno a otro es excluyente (Bobbio y Bove-
co y jurídico a través de la libertad como expre- ro, 1997). En Rousseau, en cambio, el modelo
sión de la autodeterminación. Finalmente, con es “tricotómico” (Fernández, 1988, p. 82). El
tad general no implica una alienación total de la En comienzo es posible sostener que am-
libertad en el cuerpo común. bos autores, en tanto defensores de la República
como una forma de gobierno legítimo8, produc-
Alcances y limitaciones de estas to del consenso libre entre los individuos, se
propuestas “clásicas” en la óptica constituyen en piezas fundamentales para orien-
democrática contemporánea tar de nuevo una reflexión —no agotada aún—
sobre la naturaleza y límites del poder político
Algunos autores, son del parecer que para en la teoría democrática contemporánea. Esto
que un pensador pueda ser considerado clásico es evidente en lo que atañe a las ventajas de
debe al menos reunir tres grandes cualidades: un poder centrado en un sistema constitucio-
“ser un intérprete de su época; ser siempre actual nal legítimamente instaurado, frente a un poder
y elaborar categorías generales de comprensión despótico que termina usurpando la libertad hu-
histórica” (Bobbio, 2005, p. 128). Otros comple- mana. El legado de ambos, hasta el día de hoy,
mentan esta visión diciendo que para discernir consiste en habernos mostrado que un gobierno
alrededor de un buen clásico deben considerarse constitucional ajustado a derecho, como podría
varias dimensiones: a) que sus ideas condensen ser el caso actual de las democracias liberales,
un periodo o un sistema; b) que tengan más o es sustantivamente menos oneroso —moral y
menos continuidad histórica en la reflexión; c) políticamente hablando— que un régimen del
que sean figuras distintivas y detonantes de una terror donde impere el totalitarismo de la fuer-
disciplina; d) que hayan elaborado una perspec- za, el despotismo del liderazgo carismático o la
tiva o un marco de referencia teórico al que otras obediencia ciega a un modelo de vida. Un ré-
generaciones intelectuales concedan un rango gimen liberal constitucional permite de forma
privilegiado (Alexander, 1990). más racional y razonable, aunque no exento de
cuestionamientos y limitaciones, la construc-
Si acogemos lo referenciado por estos ción y afianzamiento de una sociedad política
autores, Rousseau y Kant, sin lugar a dudas, en la que los individuos sean autoconscientes
serían una clara y definitiva expresión de los de sus derechos y deberes fundamentales, y
denominados autores clásicos. Y no solo por la donde además se les defienda institucionalmen-
importancia que ha cobrado su obra a lo largo te el derecho a tener derechos. Un régimen que
de tres siglos, sino por el interés siempre vigen- en últimas se “tome en serio los derechos de los
te que revisten sus aproximaciones teóricas so- individuos”, como bellamente lo ha expresado
bre el contrato social, ya sea para los filósofos Ronald Dworkin (1984).
políticos, los cientistas políticos y, en general,
para las ciencias humanas y sociales. Sin em- Más allá que Rousseau pueda ser pre-
bargo, algunas preguntas surgen luego de ha- sentado como un demócrata que desconfía de
ber destacado este aspecto central: ¿qué tanto la existencia real de un proyecto democrático9
pueden decirnos estos “clásicos” acerca de la y Kant un republicano que previene constante-
democracia hoy?, ¿en qué ayudan sus propues- mente frente al despotismo de la democracia10,
tas a perfilar mejor la teoría democrática?, ¿qué la recuperación contemporánea de ciertos ele-
tanto facilitarían estas visiones, entender un ré- mentos planteados por estos autores en las obras
gimen político excesivamente paradójico como citadas arriba permitiría ampliar la reflexión
la democracia, que se disemina por doquier sobre la calidad de los procesos democráticos.
pero frente al cual existe una enorme desilusión Cuatro dimensiones podrían resultar ilustrati-
en los países que la regentan?7 Nos limitaremos, vas al respecto: la igualdad, la participación, el
en este punto, a tratar de mostrar algunos de los pluralismo y la libertad de pensamiento. Res-
alcances y dificultades de sus miradas frente a pecto a la primera, la óptica rousseauniana con-
posibles respuestas a estas tres preguntas. cibe al contrato social, al menos en un horizonte
semejanza de la soberanía del príncipe, modelo creen estarse autoconstituyendo pero no es así.
de una sociedad monista” (2005, p. 30). Pero Los individuos están atados a ese destino de
este modelo está agotado, respondió solo a su realizar una tarea. El tema aquí es que cada vez
momento. Nuestras sociedades contemporáneas más en su misión de cumplir el destino de auto-
no tienen ya un centro de poder referencial (la determinarse, los individuos se están volviendo
voluntad general de Rousseau o la ley moral de indiferentes. Aquí viene entonces el tema que
Kant) sino varios. Las denominadas fuentes del nos interesa, respecto a la teoría contractual: “el
poder social son más diversas hoy que hace tres individuo es el enemigo número uno del ciuda-
siglos. Además, el Estado-nación de la moder- dano” si acogemos la visión que para ello nos
nidad ha cedido el paso al Estado posnacional propone en su momento Alexis de Tocquevi-
(Habermas, 2001) de las sociedades cosmopoli- lle. Pero, ¿cuál es la razón de ser de ello? El
tas sin que el Estado nacional haya desaparecido ciudadano procura su propio bienestar a través
del todo, pero sus contornos son distintos, pues- del bienestar de la ciudad, mientras el indivi-
to que no solo se han erosionado ciertas fronte- duo es pasivo, es escéptico y desconfía del bien
ras geopolíticas, sino que también las grandes común. Así, lo que está pasando hoy es que “la
corporaciones y los organismos multilaterales otra cara de la individualización parece ser la
emergen con un papel crucial en la definición corrosión y la lenta desintegración del concepto
de lo que antes correspondía soberanamente a de ciudadanía” (Bauman, 2000, p. 42). Lo que
las naciones y a los ciudadanos. A ello se suma ocurre entonces es una expulsión de lo público
que nuestras sociedades, quizá como nunca an- y de lo democrático. Los temas públicos que se
tes, son más plurales, más centrífugas, más he- resisten a esa reducción se transforman en algo
terogéneas socialmente, con sistemas políticos incomprensible. De esta forma, los individuos y
más poliárquicos y por supuesto con mayores no los ciudadanos defienden ser los únicos ocu-
desigualdades sociales y exclusiones políticas pantes legítimos del espacio común.
antes inimaginables.
A contrapelo de lo que pensaban Kant
La segunda dificultad está anidada en el y Rousseau iría suceder hacia delante, hoy en
corazón interno de la teoría contractual y es nuestra sociedad imperan menos ciudadanos
que ella fue pensada, independientemente de la y más actores individualizados que se resisten
valoración que Rousseau y Kant hicieran de la a ser rearraigados en el cuerpo republicano de
democracia, sobre la base de un sueño filosófico la ciudadanía. En este sentido, Bauman mues-
propio de la modernidad, expresado en la bús- tra que si los individuos se encuentran, no es
queda de la autonomía, en la “compulsión por para construir espacio común, vida común, sino
la autodeterminación” (Bauman, 2000). Pero para compartir intimidades. Este tipo de comu-
este sueño hoy se ha tornado también en una nidades demuestran lo frágiles y efímeras que
“distopía”13. La teoría contractual suponía que son las formas de construcción de espacios y
los individuos irían progresivamente haciéndo- del otro: “comunidades de preocupaciones
se más responsables en la realización de esta ta- compartidas, ansiedades compartidas u odios
rea y, por supuesto, en las consecuencias de su compartidos, pero en todo caso comunidades
desempeño. Ahora bien, el tema, como lo ha se- perchero” (Bauman, 2000, p. 42). El asunto es
ñalado Zygmunt Bauman, es que la autodeter- que para este sociólogo la individualización ha
minación no se plantea en la modernidad como llegado para quedarse y la construcción de ciu-
una elección sino como un destino. La moderni- dadanía ya no es posible si no se entiende el
dad “ensancha la brecha entre la individualidad impacto de esos procesos de individualización,
como algo predeterminado y la individualidad imposibles de preveer, por supuesto, en el mo-
como capacidad práctica y realista de autoafir- mento que pensaron los dos clásicos a los que
marse” (Bauman, 2000, p. 40). Los individuos hemos aludido. Hay entonces una brecha entre
siempre como justificación su célebre frase la esfera pública, pero sus implicaciones son igual-
“soberanía no puede ser representada” (Rous- mente profundas. Se trata de un proceso en el que
seau, 1985, p. 98). Sin embargo, es un escéptico las mujeres han ejercido un papel de primera fila,
total frente al tema. Su mayor énfasis está en la aunque el resultado final de los beneficios logra-
República no en la democracia. Él mismo dice dos, incluso en la esfera pública, estén abiertos a
que “tomando el término en su acepción más ri- todos” (Giddens, 1998, p. 111).
gurosa jamás ha existido verdadera democracia,
y no existirá jamás” (1985, p. 72). Además de ser 12
Solo apuntamos aquí que la participa-
posible, esta necesitaría cumplir una serie de re- ción ciudadana es uno de los cinco criterios que
quisitos difíciles de conjuntar, al menos para los establece Robert Dahl para nombrar un gobier-
hombres: un Estado muy pequeño, donde todos no democrático y que podría ser considerado
se conocieran entre todos; una gran sencillez de como un “indicador objetivo” de la calidad de-
costumbres; igualdad en los rangos y fortunas; y mocrática de un país, con todo lo problemático
poco o nada de lujo. La conclusión a la que llegó, que pueda resultar esto de la objetividad en la
en su momento, fue básicamente que un gobier- medición democrática (Cfr. Dahl, 2006). Los
no tan perfecto no convendría a los hombres. otros criterios serían: igualdad de voto, com-
prensión ilustrada, control de la agenda pública
10
Quizá habría una semejanza aquí con e inclusión de los adultos.
La democracia en América, de Alexis de Toc-
queville (1957), que la asume como expresión
13
Extraigo este término de Tomlinson
de la “tiranía de la mayoría”. Desde la pers- (2001), quien lo utiliza para hablar de las pesa-
pectiva kantiana, las democracias, sean de la dillas y del escepticismo frente a una moderni-
naturaleza que sean, terminan supeditando la dad y una cultura globales.
condición de libertad al consenso unánime: “to-
dos deciden sobre y, llegado el caso, también Referencias
contra uno solo, que aprueba o está en contra”.
El problema, como anotará en La paz perpetua, Alexander, J. (1990). La centralidad de los clá-
es que esos todos “no son todos; lo cual cons- sicos. En A. Giddens y J. Turner (eds.).
tituye una contradicción de la voluntad general La teoría social, hoy (pp. 22-80). Madrid:
consigo misma y con la libertad” (Kant, 2001). Alianza Editorial.
El sociólogo Ulrich Beck (2002) ha señalado al
respecto que la modernidad republicana kantia- Bauman, Z. (2000). Modernidad líquida. Bue-
na valoriza, frente a la democrática, un punto de nos Aires: Fondo de Cultura Económica.
vista novedoso: “El afianzamiento de los dere-
chos fundamentales que no puede ser pensado Beck, U. (2002) Los padres de la libertad. En
ni garantizado de arriba hacia abajo, sino que U. Beck (comp.). Hijos de la libertad.
tiene que serlo de abajo hacia arriba”. México: Fondo de Cultura Económica.
11
Las relaciones entre la democracia y Berlin, I. (2001). Dos conceptos de libertad y
la intimidad han sido abordadas por Anthony otros escritos. Madrid: Alianza.
Giddens. Al respecto, llama la atención diciendo
que “el fomento de la democracia en el dominio Bobbio, N. (1985). Estudios de historia de la
público fue inicialmente un proyecto masculino filosofía: De Hobbes a Gramsci. Madrid:
en el que las mujeres participaban de forma ca- Debate.
sual, por costumbre de su propia lucha. La de-
mocratización de la vida personal es un proceso Bobbio, N. y Bovero, M. (1997). Sociedad y
menos visible, en parte porque no sucede en la Estado en la filosofía moderna. El modelo
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RESUMEN
En El Capital en el Siglo XXI (2014) Thomas Piketty trata de las leyes fundamentales que gobiernan
históricamente la acumulación y la distribución de la riqueza en las economías capitalistas, partiendo de
una sólida base empírica y combinando un análisis de los mecanismos de concentración de la riqueza
hereditaria con una teoría del crecimiento y la distribución inspirada en el modelo de Solow (1956). Piketty
entronca con la economía política clásica en la medida que vuelve a situar las cuestiones distributivas y
la perspectiva histórica en el núcleo del análisis económico, exponiendo las asimetrías que pueden existir
entre grupos sociales diferenciados por su función en el sistema económico. Pero se aleja de los economistas
clásicos en algunas cuestiones fundamentales y, en particular, en cuanto que parte de una noción exógena
del crecimiento que es la que determina, en última instancia, los patrones distributivos –cuando para
los clásicos la causalidad opera en sentido inverso: es la distribución del producto, determinada social e
institucionalmente en un contexto histórico concreto, la que condiciona el crecimiento.
ABSTRACT
In Capital in the XXIst Century (2014) Thomas Piketty seeks to unveil the fundamental laws governing
the accumulation and distribution of wealth in capitalist economies through history, starting from a robust
empirical base and combining a partial analysis of the concentration of hereditary wealth with a general
theory of growth and distribution inspired by Solow (1956). Piketty writes in the spirit of the classical
political economists to the extent that he brings back distributive issues in historical perspective to the core
of economic analysis, emphasizing the asymmetries that can exist between social groups characterised
by their distinctive role in the economic system. However, he diverges from the classical economists in
some fundamentals aspects and, in particular, in that he starts from an exogenous notion of growth that
ultimately determines distributive patterns –whereas for the classical political economists it was the other
way around: it is the distribution of output among the social classes, which is conceived as socially and
institutionally determined in a specific historical context, that has an impact on growth.
Keywords: Wealth and income distribution, economic growth, capitalism, political economy.
1
Texto de la conferencia realizada en la Societat Catalana d'Economía el día 17 de noviembre e 2014, con el título "El Capital al
Segle XXI, de Thomas Piketty"
2
jrrovira@cambrabcn.org
Revista de Economía Crítica, nº18, segundo semestre 2014, ISNN 2013-5254 234
"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
El Capital en el Siglo XXI de Thomas Piketty (en adelante, El Capital) es ciertamente una obra excepcional,
por diferentes motivos:
En primer lugar, por su solidez empírica. Los argumentos expuestos en el libro se apoyan en una base
de datos extraordinariamente amplia y detallada sobre la distribución de la renta y de la riqueza en Europa
y en Estados Unidos durante un largo período histórico, y que es accesible online.
En segundo lugar, por su ambición teórica. El Capital no se limita a exponer y contrastar un conjunto
de hechos empíricos. El objetivo principal del libro es identificar las "leyes fundamentales" que gobiernan la
distribución de la renta y de la riqueza en el capitalismo y analizar su relación con el crecimiento económico.
En tercer lugar, por su estilo y por su oportunidad. Se trata de un libro de economía riguroso y al
mismo tiempo accesible a un público amplio, escrito con una notable elegancia narrativa, y que aparece en
un momento histórico en el que la cuestión de la desigualdad se sitúa en el centro del debate económico
y político en el mundo occidental.
Se trata de una obra extensa –685 páginas en la edición en inglés– y cabe advertir de entrada que
este artículo no pretende resumir o valorar el conjunto del libro. El objetivo es contextualizar el enfoque
adoptado por Piketty en relación con las principales teorías del crecimiento y la distribución y, en particular,
valorar hasta que punto El Capital representa un retorno a la visión propia de la economía política clásica
(desde William Petty y Adam Smith a David Ricardo y a su principal crítico, Karl Marx).
El Capital describe y analiza los hechos estilizados básicos que caracterizan la evolución de la distribución
de la renta y de la riqueza en Europa y en Estados Unidos, a lo largo de los últimos siglos. En primer lugar,
en el libro se pone de manifiesto, con una metodología homogénea y consistente en el tiempo y en el
espacio, en qué medida las economías capitalistas tienden a la concentración de la renta y de la riqueza en
una parte relativamente pequeña de la población. En cuanto a la renta, el porcentaje del total en manos
del 10% que más gana ha fluctuado históricamente entre el 35% y el 45% en Estados Unidos y entre el
30% y el 40% en Europa, entre finales del siglo XIX y principios del XXI. En cuanto a la riqueza, el 10%
más rico concentra entre el 60% y el 90% en Europa y entre el 65% y el 80% en Estados Unidos, durante
el mismo período.
En segundo lugar, este grado de desigualdad no muestra una tendencia sistemática a disminuir
a medida que progresa el desarrollo económico –en contraste con las predicciones de Simon Kuznets
(1955). Se redujo durante la primera mitad del siglo pasado, pero a partir de 1970 la desigualdad en
términos de renta aumentó intensamente en Estados Unidos, hasta situarse en máximos históricos, y más
moderadamente en Europa a partir de 1980. También ha aumentado la concentración de la riqueza, en
menor medida, pero partiendo de niveles más elevados en comparación con la renta.
En tercer lugar, la estructura de la desigualdad ha cambiado a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en
Europa antes de la Primera Guerra Mundial las rentas del capital tenían un peso preponderante en la renta
Revista de Economía Crítica, nº18, segundo semestre 2014, ISNN 2013-5254 235
"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
total del 10% más rico, mientras que en Estados Unidos actualmente los más ricos lo son a partes iguales
por las rentas del capital y del trabajo.
Para explicar estos hechos estilizados Piketty añade una observación adicional: el porcentaje que
representa la riqueza neta total en relación con la renta nacional ha fluctuado significativamente a lo largo
del tiempo, tanto en Europa como en Estados Unidos. El Capital otorga un papel central a la evolución
de este ratio, representado por la letra griega β, que reflejaría el peso relativo de la riqueza en una
determinada sociedad.
Piketty observa que el ratio riqueza-renta sigue una evolución en forma de U, más acusada en
Europa que en Estados Unidos, entre los años 1900 y 2010. Esta forma convexa del ratio riqueza-renta
en términos agregados se corresponde con la evolución de la distribución de la renta en las dos zonas,
que también adopta una forma convexa: partiendo de unos niveles iniciales elevados disminuye durante
la primera mitad del siglo pasado y aumenta durante los últimos 30 o 40 años. Esta correspondencia
se explicaría por el hecho que la riqueza se concentra mayoritariamente en una fracción relativamente
pequeña de la población, que coincide con las rentas más altas. Por lo tanto, cuando aumenta el peso de la
riqueza en la renta nacional, también aumenta la participación de las rentas más altas, que se benefician
de los rendimientos del capital en mayor medida que el resto de la población.
Piketty explica el descenso del ratio riqueza-renta a partir de la Primera Guerra Mundial –y hasta
aproximadamente la mitad del siglo pasado– como consecuencia, principalmente, de la destrucción de
capital derivada de las guerras, de la falta de inversión (ya que una parte importante de los ahorros
privados se destinaron a financiar los elevados déficits públicos) y de una caída de los precios relativos
de los bienes de capital en comparación con otros precios. No obstante, se trata de factores transitorios,
que una vez agotados han dado paso a un nuevo aumento de la proporción que representa la riqueza con
respecto a la renta nacional, tanto en Europa como en Estados Unidos.
Para explicar esta tendencia creciente del ratio riqueza-renta, asociada con una mayor desigualdad en la
distribución de la renta, Piketty parte del que denomina, con notoria ampulosidad, la "segunda ley fundamental
del capitalismo". Esta ley es, esencialmente, una variante de una conocida relación macroeconómica entre
la tasa de crecimiento, la tasa de ahorro y el ratio capital-producto (o riqueza-renta, en la terminología
empleada por Piketty). Esta relación fue formulada originalmente por el economista británico Roy Harrod
en 1939 y reformulada posteriormente por el economista nacionalizado estadounidense Evsey Domar
(1946).
La formulación original de Harrod tenía por objetivo "dinamizar" y proyectar al largo plazo el principio
de la demanda efectiva expresado por John Maynard Keynes en 1936 y se puede expresar del siguiente
modo (haciendo abstracción de la tasa de depreciación del capital):
gk = s / v
donde gk representa la tasa de crecimiento del stock de capital, s es la tasa de ahorro (neto) y v la relación
capital-producto.
En el modelo de Harrod el valor del ratio capital-producto es el resultado de dos factores: un coeficiente
tecnológico y el grado de utilización de la capacidad productiva. A la derecha de la expresión se sitúan
los factores considerados exógenos o determinantes y a la izquierda la variable que resulta determinada.
La ecuación de Harrod puede ser utilizada para determinar la tasa de acumulación del capital, tomando
como factores explicativos la propensión al ahorro, la tecnología y la demanda efectiva (representada por
el grado de utilización).
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
Tanto Harrod como Keynes eran escépticos respecto de la capacidad de los tipos de interés para
equilibrar el ahorro y la inversión a nivel agregado. A largo plazo, la tasa de crecimiento natural de
la economía, que representaremos con la letra g, se puede concebir como la suma del crecimiento
demográfico y del progreso técnico. Si estos dos factores se consideran exógenos y los tipos de interés
resultan insuficientes para equilibrar el ahorro y la inversión, entonces no hay ningún mecanismo en la
fórmula de Harrod por el que la tasa de crecimiento a largo plazo del producto y de la renta, g, deba
coincidir necesariamente con la tasa de crecimiento del capital, gk, con un grado de utilización "normal" de
la capacidad productiva. A corto plazo, el modelo de Harrod se caracteriza por la inestabilidad intrínseca,
que puede conducir a una relación capital-producto sistemáticamente creciente (o decreciente), reflejando
un descenso (o un aumento) sistemático en el grado de utilización del capital. El hecho de que en la práctica
no se observe una tendencia sistemática –más allá de desviaciones cíclicas– a una cada vez mayor infra-
utilización (o sobre-utilización) de los recursos productivos, capital y trabajo, sugiere que las economías
capitalistas disponen de factores estabilizadores que no capta adecuadamente la fórmula de Harrod.
v=s/(g+δ)
Obsérvese que en esta expresión se incluye la depreciación del capital (δ) y, por consiguiente, el
término s representa aquí una tasa de ahorro bruto. La relación capital-producto v se escribe a la izquierda
de la ecuación para enfatizar que en el modelo de Solow esta variable se ajustará, de tal forma que en
equilibrio a largo plazo las tasas de crecimiento del producto y del capital coincidan (g = gk).
Uno de estos economistas, Nicholas Kaldor, el mismo año 1956 en el que Solow publicaba su artículo
seminal, planteó un modelo alternativo que relacionaba la distribución y el crecimiento de la renta nacional
a través del numerador de la fórmula de Harrod, la tasa de ahorro, y no del denominador, la tecnología. En
esencia, Kaldor considera una economía constituida por dos grupos sociales –trabajadores y capitalistas–
con propensiones diferenciadas a ahorrar. A los capitalistas les atribuye una mayor propensión a ahorrar,
de modo que a medida que la distribución de la renta cambia a su favor también aumenta la tasa de ahorro
agregado y, en última instancia, el crecimiento del stock de capital. Para Kaldor, son los cambios en la
distribución de la renta los que equilibran el ahorro con la inversión y resuelven el dilema planteado por
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Harrod, sin tener que recurrir a la ficción de una función de producción agregada en la que cambian las
proporciones de los factores de producción a medida que cambian los precios relativos.
En la versión más simple del modelo de Kaldor –suponiendo que los trabajadores no ahorran, los
capitalistas no reciben rentas del trabajo y haciendo de nuevo abstracción de la depreciación del capital– la
fórmula de Harrod se transforma en la siguiente expresión:
r=sc/g
donde sc representa la tasa de ahorro (neto) de los capitalistas, r = π / v es la tasa de retorno (neto) del
capital y π es la cuota de las rentas (netas) del capital en la renta nacional. Dado que esta ecuación expresa
una relación de largo plazo, las tasas de crecimiento del capital y del producto se pueden considerar
equivalentes (gk = g). La tasa de retorno r se escribe a la izquierda de la ecuación para expresar que se
trata de la variable que se ajusta para equilibrar el ahorro y la inversión, en función de las dos variables
explicativas: la propensión al ahorro de los capitalistas y la tasa de crecimiento natural.
Esta fórmula es conocida como la ecuación del crecimiento de Cambridge y también se puede utilizar
para determinar la evolución de la ratio capital-producto fuera de una situación de equilibrio, cuando se
supone –como hace Piketty– que la tasa de retorno es una constante que se determina fuera del modelo.
En este caso, la ecuación de Cambridge, reformulada, permite establecer un vínculo causal entre la tasa
de retorno y la tasa de crecimiento del capital, dada la propensión al ahorro de los capitalistas. Una vez
fijados los valores de r y sc sólo existirá un valor para la tasa de crecimiento natural g compatible con un
ratio capital-producto estable, que será igual a:
g = gk = s c r
Si la tasa de crecimiento natural es inferior a este valor (g < sc r) la acumulación de capital crecerá a
un ritmo superior al del producto (gk > g) y la ratio capital-producto aumentará. Por el contrario, un valor
de la tasa de crecimiento superior (g > sc r) implica una ratio capital-producto decreciente (gk < g).
Piketty se refiere brevemente en el libro a las controversias sobre la teoría del capital que enfrentaron –
dialécticamente– a los dos Cambridge –en Estados Unidos y el Reino Unido– pero muestra un conocimiento
superficial de este debate y, en cualquier caso, ignora en sus argumentos las aportaciones de la literatura
post-Keynesiana a la relación entre el crecimiento y la distribución. Para explicar la evolución observada del
ratio riqueza-renta Piketty parte exclusivamente del modelo de Solow, introduciendo algunas –importantes–
variaciones.
En su artículo original Solow utilizó una función de producción muy específica, llamada Cobb-Douglas,
que tiene una propiedad singular: los cambios en el valor de v –la intensidad del capital– en el proceso
productivo no afectan a la distribución de la renta entre los factores de producción, capital y trabajo, que
permanece estable –aunque aumente o se reduzca la proporción del capital en el proceso productivo. Esto
se debe a que esta función de producción asume una elasticidad de sustitución unitaria entre el capital y
el trabajo, de modo que a medida que aumenta (disminuye) la intensidad de capital, se reduce (aumenta)
su retorno, en igual proporción.
Por lo tanto, la fórmula de Solow en versión Cobb-Douglas no puede explicar el fenómeno observado
por Piketty, en el que un aumento (descenso) del ratio riqueza-renta está asociado con un aumento
(descenso) de la participación de las rentas del capital en la renta nacional. La solución que plantea Piketty
es utilizar la fórmula de Solow haciendo abstracción de la depreciación del capital e interpretarla en el
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
marco de una función de producción con una elasticidad de sustitución entre capital y trabajo costante pero
diferente de la unidad.
Para expresar esta idea Piketty reescribe la fórmula de Solow y la denomina "segunda ley fundamental
del capitalismo":
β=s/g
Y para cerrar el argumento Piketty enuncia la "primera ley fundamental del capitalismo":
α=rβ
donde α representa la participación de las rentas del capital en la renta nacional (que antes hemos
representado con el símbolo π).
Algunos comentaristas han destacado que esta "ley" es sólo una identidad contable: la tasa de
retorno del capital es, por definición, igual a la participación del capital en la renta nacional, dividida por la
relación capital-producto (r = α / β ). Pero en realidad esta ecuación, combinada con la anterior, expresa
perfectamente la cadena causal visualizada por Piketty. En primer lugar, si la tasa de crecimiento a largo
plazo disminuye y la tasa de ahorro permanece constante, el ratio riqueza-renta aumentará, de acuerdo con
β = s / g. En segundo lugar, a medida que aumenta la proporción de la riqueza en la renta nacional también
aumentará la proporción de las rentas del capital, asumiendo una elasticidad de sustitución superior a la
unidad y una tasa de retorno aproximadamente estable, de acuerdo con α = r β.
Según Piketty, la estabilidad de la tasa de retorno es un hecho empírico probado y, como consecuencia,
es la teoría –en este caso la teoría del crecimiento soloviana– la que debe ajustarse, asumiendo una
elasticidad de sustitución que sea compatible con los hechos observados. Si la relación riqueza-renta ha
vuelto a aumentar estas últimas décadas sería porque una vez agotados los fenómenos transitorios que la
mantuvieron excepcionalmente contenida, las dos leyes fundamentales del capitalismo vuelven a operar
sin trabas y conducen las economías occidentales hacia niveles de acumulación de la riqueza cada vez
superiores –y, como resultado, hacia una distribución de la renta cada vez más sesgada hacia las rentas
del capital y una mayor desigualdad.
Sobre la base del esquema analítico anterior, Piketty considera que la previsible disminución de la tasa
de crecimiento potencial en las economías occidentales y en Japón durante las próximas décadas podría
conllevar un aumento gradual del ratio riqueza-renta y, como consecuencia, un aumento de la participación
de las rentas del capital en la renta nacional. Quizás hasta niveles similares a los de la llamada Gilded Age
(Edad Dorada) de finales del siglo XIX y principios del XX. Por ejemplo, con una tasa de ahorro del 10%
y una tasa de crecimiento del 3% el valor de β se situaría en un 300%. Pero un descenso del crecimiento
hasta el 1,5%, manteniendo la tasa de ahorro constante, implicaría un ratio riqueza-renta del 600%.
Ahora bien, un aumento en la intensidad de capital, por sí mismo, podría no ser un problema si la
riqueza estuviera equitativamente distribuida. El problema proviene de la concentración de la riqueza
en una fracción de la población, como se observa en base a una amplia evidencia empírica a lo largo del
libro. Piketty se pregunta qué determina esta concentración histórica del capital y la respuesta que ofrece
constituye su principal aportación teórica y el núcleo de su obra.
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
Esta aportación se condensa en la famosa fórmula que Piketty utiliza para expresar –con característica
ampulosidad–la "contradicción fundamental del capitalismo" (y que también hubiera podido denominar
"tercera ley fundamental"):
r>g
La contradicción consiste en que cuanto mayor sea la diferencia entre la tasa de retorno del capital y la tasa
de crecimiento de la economía, mayor es la probabilidad de que los patrimonios hereditarios crezcan más
rápidamente que el conjunto de la economía y, con el tiempo, la riqueza se vaya concentrando en mayor
proporción en manos de una clase endogámica de rentistas.
Cabe destacar que Piketty pone el énfasis en los patrimonios heredados que pasan de generación en
generación, no en los patrimonios que se construyen con el esfuerzo y el ahorro acumulados a lo largo de
una vida. Para Piketty lo realmente preocupante no es la desigualdad en sí misma, en particular cuando
esta desigualdad en los resultados es compatible con una verdadera igualdad de oportunidades –como
expresión del principio meritocrático. Lo que le preocupa es la desigualdad que se deriva de factores que
considera arbitrarios como, por ejemplo, la riqueza hereditaria. En su visión moral de la economía y de la
sociedad política los patrimonios acumulados por vía hereditaria contradicen el principio meritocrático que
está en la base de las sociedades democráticas. El ejemplo que utiliza es el "capitalismo patrimonial" del
siglo XIX –el mundo de Honoré de Balzac y de Jane Austen– y advierte que hay fuerzas inherentes a la
naturaleza del propio sistema capitalista que, sin contrapeso por parte de los estados, podrían conducirnos
de nuevo hacia un mundo dominado por las grandes fortunas hereditarias –a medida que avanza el siglo
XXI.
La ecuación de Cambridge a la que nos hemos referido anteriormente (tomando la tasa de retorno
como variable independiente) ayuda a entender la lógica de Piketty. Supongamos que una determinada
dinastía familiar dispone de un patrimonio que le proporciona un rendimiento anual (neto de impuestos)
del 5% (r = 5%) y que ahorra la mitad de este rendimiento para reinvertirlo y transmitirlo a futuras
generaciones (sc = 50%). En este caso el patrimonio familiar tenderá a crecer a un ritmo anual acumulativo
del 2,5% (g = sc r = 2,5%). Si el conjunto de la economía crece al 2% (g = 2%) entonces este patrimonio
familiar tenderá a acumular una proporción cada vez más importante de riqueza en comparación con la
renta nacional. Con mayor generalidad: dada la propensión a ahorrar de una determinada saga familiar y
la tasa de retorno o rendimiento después de impuestos de su patrimonio, el crecimiento acumulativo de la
fortuna dinástica será mayor con relación al conjunto de la economía, cuanto mayor sea la diferencia entre
la tasa de retorno de su patrimonio y el crecimiento económico.
Ahora bien, este argumento capta la dinámica de la riqueza hereditaria durante el período transitorio
entre dos situaciones de equilibrio, pero no la situación de equilibrio a largo plazo en la que el grado de
concentración de la riqueza se puede considerar estable. Los argumentos de Piketty sobre la concentración
de la riqueza hereditaria a largo plazo no se basan en la ecuación de Cambridge –a la que no se refiere en
el libro– sino en una extensa literatura especializada sobre modelos de acumulación de la riqueza dinástica
que atribuyen un papel importante a la desigualdad r > g como factor explicativo3. La originalidad –y el
origen de la controversia– de la obra de Piketty radica en cómo utiliza las conclusiones de estos modelos
teóricos para explicar la evolución de la distribución de la renta y de la riqueza en diferentes países con
una perspectiva histórica de largo plazo. Pero antes de examinar esta controversia, es útil ofrecer una
aproximación intuitiva a los principales mecanismos que hay detrás de estos modelos de acumulación de
la riqueza dinástica.
3
Los argumentos de Piketty sobre el papel de r > g en la acumulación y concentración de riqueza dinástica se pueden encontrar desarrollados
formalmente en Piketty, T. y E. Saez (2012), Piketty, T. y G. Zucman (2014) y Piketty, T. y G. Zucman (2014).
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
Es un hecho conocido que la distribución de la renta y la de la riqueza en una determinada población siguen
un patrón estadístico que se conoce como distribución de Pareto. Una característica de este patrón es que
la cuota de la renta o de la riqueza total en manos de diferentes segmentos de la población aumenta más
que proporcionalmente a medida que se asciende en la jerarquía de la distribución. En otras palabras: la
riqueza tiende a concentrarse con mayor intensidad cuanto más cerca se está de la punta de la pirámide
–es decir, del 10%, el 1% o el 0,1% más rico de la población. Un ejemplo de distribución de Pareto podría
ser cuando el 20% de la población acapara el 80% de la riqueza total.
Las distribuciones de Pareto no son ni mucho menos exclusivas de la economía. Se trata de una regla
estadística que se aplica para describir multitud de fenómenos sociales y también naturales –como, por
ejemplo, la distribución de las ciudades por población o de las empresas por tamaño. El factor que gobierna
el grado de concentración en el extremo de la distribución se conoce como "coeficiente de Pareto" y la
tarea de los investigadores en los diferentes campos se centra en identificar los factores que determinan
este coeficiente. En el caso de los modelos de acumulación dinástica, se atribuye una parte importante
de la explicación a la diferencia entre la tasa de retorno del patrimonio heredado y la tasa de crecimiento.
Para captar intuitivamente el porqué, podemos imaginar una economía compuesta por un conjunto
de dinastías familiares, que transmiten una parte de su patrimonio en herencia a la siguiente generación.
En la transición de una generación a la siguiente pueden pasar muchas cosas. Por ejemplo, hay una
determinada probabilidad de que los sucesores hagan una mala gestión del patrimonio o, simplemente,
prefieran venderlo y consumir los recursos obtenidos. Cuantas más generaciones acumule una determinada
saga familiar, mayor será esta probabilidad. Por lo tanto, las dinastías que acumulen más generaciones de
patrimonio serán proporcionalmente menos numerosas que el resto. Las dinastías más longevas habrán
dispuesto de un margen temporal mayor para beneficiarse de una tasa de retorno del patrimonio acumulado
superior a la tasa de crecimiento del conjunto de la economía y poder acumular una proporción superior
de riqueza en comparación con otras dinastías. Como resultado, y tomando como dada la probabilidad de
aparición y de extinción de las fortunas entre generaciones, la concentración de la riqueza en pocas manos
será más acusada cuanto mayor sea la diferencia entre r y g. En cada momento del tiempo surgirán nuevas
fortunas al tiempo que otras se extinguen –es decir, tendrá lugar una cierta rotación de patrimonios– pero
la distribución de los patrimonios existentes reflejará una distribución de Pareto, más sesgada hacia las
puntas cuanto mayor sea la diferencia r – g.
Piketty observa que históricamente esta diferencia ha sido considerable. El crecimiento económico
fue muy reducido hasta la revolución industrial –inferior al 1%– mientras que la tasa de retorno media del
capital se situaba entre el 4% y el 5% y la presión fiscal era mínima. Como consecuencia, la desigualdad
era muy elevada. Durante los siglos XVIII y XIX el crecimiento aumentó moderadamente hasta tasas
cercanas al 1,5%, pero siguió siendo relativamente bajo en comparación con la tasa de retorno, que es
relativamente estable a lo largo de la historia. Este hecho explicaría, según Piketty, la elevada concentración
de la riqueza típica del capitalismo patrimonial anterior a 1914 y también la menor concentración de
la riqueza en Estados Unidos en comparación con Europa, como consecuencia del mayor crecimiento
demográfico impulsado por la emigración al continente americano.
En cambio, durante la mayor parte del siglo XX el crecimiento económico fue significativamente más
elevado, las tasas de retorno se redujeron como consecuencia de los conflictos bélicos a nivel mundial y
aumentó notablemente la presión fiscal. Estos factores combinados explicarían porque la concentración de
la riqueza se situó en niveles muy inferiores a los registrados antes de la Primera Guerra Mundial –tanto
en Europa como en Estados Unidos. Piketty también reconoce el impacto de otros factores de naturaleza
social e institucional, como por ejemplo la emergencia de las clases medias, pero los sitúa en un segundo
orden de importancia.
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
De cara al futuro, Piketty prevé que el crecimiento demográfico en los países más desarrollados
tenderá a disminuir y, como consecuencia, también lo hará la tasa de crecimiento económico. Por otra
parte, es posible que las tasas de retorno netas de impuestos se mantengan estables o, incluso, tiendan
a aumentar, en un entorno caracterizado por una creciente competencia internacional por un capital cada
vez más móvil entre fronteras. Por consiguiente, el gap entre r y g podría volver a aumentar a medida que
avanza el siglo XXI, conduciendo hacia un mayor grado de concentración estructural de la riqueza en unas
pocas grandes fortunas hereditarias, quizás comparable al de finales del siglo XIX. La solución que propone
Piketty es uno de los puntos más conocidos de su libro: aumentar la imposición del capital de forma
coordinada internacionalmente, para evitar un aumento de la desigualdad provocada por la contradicción
fundamental r > g –en la que la r representa la tasa de retorno del capital después de impuestos.
El Capital de Piketty ha sido un éxito extraordinario de ventas en todo el mundo y ha superado el difícil
reto de hacer llegar un libro de economía, denso y extenso, a un público no especialista. Por otra parte,
la valoración del libro por parte de los economistas académicos ha sido desigual. En general, la mayoría
reconocen que El Capital representa una contribución de primer orden al conocimiento empírico sobre la
distribución de la renta y la riqueza a lo largo de la historia. Sin embargo, el sentimiento mayoritario es
de escepticismo con relación al aparato teórico utilizado para explicar los hechos empíricos, sobre todo
durante el período más reciente.
Una encuesta elaborada por la Universidad de Chicago (IGM Economics Experts Panel, 2014) a
una muestra representativa de economistas académicos destacados de Estados Unidos, con diferentes
posicionamientos ideológicos –pero excluyendo aquellos situados al margen de la tradición neoclásica–
pone claramente de manifiesto este escepticismo generalizado. A la pregunta de si "la fuerza más poderosa
para explicar la tendencia creciente a la desigualdad en la riqueza en Estados Unidos desde los años 1970
es la diferencia entre la tasa de retorno del capital (neta de impuestos) y la tasa de crecimiento de la
economía", de los 34 encuestados sólo uno contestó afirmativamente. Un 18% se mostraron escépticos y
la mayoría mostraron claramente su desacuerdo.
Hay que reconocer que la pregunta no estaba del todo bien planteada, ya que Piketty reconoce que
para el caso de Estados Unidos a partir de 1970 la evolución de la desigualdad se explica fundamentalmente
por las rentas de los asalariados –los altos ejecutivos– mejor pagados. De todos modos, los comentarios
efectuados por los encuestados revelan su escepticismo con relación a la "contradicción fundamental del
capitalismo" de Piketty –la omnipresente fórmula r > g. De hecho, este sentimiento es compartido por
muchos otros economistas académicos, de todas las persuasiones, que han valorado la obra de Piketty.
Al margen de la tradición neoclásica, por ejemplo, destacan las opiniones críticas de autores como Phillip
Arestis, James Galbraith, David Harvey, Thomas Palley, Bob Rowthorn o Lance Taylor. Entre los economistas
mainstream se han posicionado con un espíritu más crítico que apologético Daron Acemoglu y James
Robinson, Charles Jones, Mervin King, Larry Kotlikoff, Gregory Mankiw, Debraj Ray, Larry Summers, Xavier
Sala i Martin o Joseph Stiglitz, entre otros. Entre los defensores más convencidos de la obra se encuentran
Brad DeLong, Paul Krugman, Branco Milanovic y Simon Wren-Lewis. Finalmente cabe destacar especialmente
la favorable recepción del libro por parte de Robert Solow, el pionero de la teoría neoclásica del crecimiento
y la distribución. (Las referencias completas de todos los artículos se incluyen en la bibliografía.)
La literatura especializada contempla otros factores más allá de la desigualdad r > g que también pueden
explicar procesos de concentración desigual de la riqueza. Por ejemplo, las diferencias en la propensión
al ahorro o en las tasas de retorno. De hecho, Piketty reconoce en su libro la importancia de ambos
factores, pero focaliza principalmente la atención en la desigualdad r > g . En una nota en la que analiza
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
la macroeconomía de El Capital, Charles Jones (2014) ofrece una interesante discusión sobre este y otros
aspectos. Este autor ha trabajado con modelos que generan distribuciones de Pareto como consecuencia
de la dispersión de resultados empresariales típicamente asociada con la actividad emprendedora, y no de
manera pasiva por la acumulación de capital con una tasa de rendimiento constante.
Daron Acemoglu y James Robinson (2014), por su parte, hacen hincapié en el hecho que un elevado
grado de movilidad social –en cada momento del tiempo unas dinastías nacen y otras se extinguen– puede
cambiar significativamente las conclusiones que se desprenden de los modelos de acumulación dinástica
de la riqueza. Y desde un punto de vista más empírico Larry Summers (2014) ha destacado el hecho
que en las listas Forbes que ordenan los principales patrimonios mundiales son relativamente pocas las
fortunas hereditarias que vuelven a aparecer en los lugares principales del ranking después de un lapso
suficientemente largo de tiempo.
Por otro lado, cabe recordar que hace más de cincuenta años los economistas post-Keynesianos
ofrecieron una explicación de la distribución de la riqueza a largo plazo diferente de la planteada por Piketty4.
Los modelos que relacionaban el crecimiento con la distribución publicados por Nicholas Kaldor y Luigi
Passinetti en los años 60 también podían generar concentraciones estables de la riqueza en determinados
segmentos sociales. Pero estos autores atribuían este resultado a una propensión diferenciada al ahorro
según la posición en la estructura social, en el contexto de una relación entre la tasa de retorno y la tasa
de crecimiento resumida por la ecuación de Cambridge. Según esta ecuación, la tasa de retorno y la tasa
de crecimiento son variables interdependientes. Por lo tanto, desde una perspectiva post-Keynesiana no
es legítimo utilizar la diferencia entre estas dos variables para comparar situaciones de equilibrio a largo
plazo –como hace Piketty. Cuando la tasa de crecimiento cambia también cambiará la tasa de retorno –
suponiendo una propensión a ahorrar e invertir relativamente estable.
CAPITAL Y RIQUEZA
Otra fuente de críticas se centra en la noción de riqueza empleada por Piketty, que engloba todo tipo de
activos que se pueden poseer, comprar y vender en el mercado: desde los activos financieros a los activos
físicos, productivos o no productivos. Desde la izquierda del espectro ideológico James Galbraith (2014),
por ejemplo, afirma que Piketty confunde el concepto de capital como factor físico de producción con el
concepto de riqueza, entendida como suma de los valores monetarios de todos los activos comerciables,
productivos y no productivos. Mientras que David Harvey (2014) muestra hasta qué punto la noción de
capital utilizada por Piketty se aleja de la utilizada por Marx –que es inextricable de las relaciones sociales
de poder derivadas de la propiedad del capital.
Una crítica ampliamente compartida por economistas de todas las ideologías parte del hecho que
Piketty utiliza para medir la riqueza los valores de mercado de los activos, incluyendo los residenciales.
Esto implica que cuando el precio de mercado de los activos residenciales, por ejemplo, sube en relación
con otros precios de la economía, también lo hace la ratio riqueza-renta, aunque el volumen de "capital" en
sentido físico no haya variado. Lo mismo se puede decir del precio de mercado de los activos empresariales
en los mercados financieros, que fluctúa con las cotizaciones bursátiles, sin que necesariamente se haya
producido otro cambio que un cambio de expectativas. Son muchos los comentaristas que han destacado
este punto y han observado que cuando se descuentan las distorsiones generadas por las variaciones en
los precios de los activos –en especial los residenciales– no se observa que la ratio riqueza-renta haya
aumentado durante las últimas décadas con la intensidad que se describe en El Capital .
4
Lance Taylor (2014) destaca el hecho que Piketty ignora las aportaciones de esta literatura para explicar la concentración
desigual de la riqueza, mientras que Acemoglu y Robinson (2014), por su parte, utilizan los modelos post-Keynesianos para
"clarificar" algunos aspectos del aparato teórico de Piketty.
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
Piketty se podría defender de esta crítica por tres vías. Primero, poniendo de manifiesto que el valor
de mercado es la única forma práctica de agregar activos heterogéneos a lo largo de períodos muy largos
de tiempo. Segundo, que el capital residencial también genera rentas que hay que contabilizar como
rendimientos del capital. Y, tercero, recordando que su foco de atención es el muy largo plazo, cuando es
razonable asumir que el precio de los activos según su valor de mercado tenderá a aproximarse a su coste
de reposición.
Piketty combina dos teorías diferentes dentro de un mismo marco analítico. En primer lugar, utiliza un
modelo de acumulación de la riqueza por vía hereditaria, tomando como variables determinadas fuera del
modelo la tasa de retorno de los patrimonios y la tasa de crecimiento del producto. Esta teoría es la base
de lo que denomina la "contradicción fundamental del capitalismo", la desigualdad r > g, y es el resultado
de un análisis "parcial" –en el que la atención se concentra en una parte del sistema económico, haciendo
abstracción de otras variables, que se suponen constantes.
En segundo lugar, Piketty parte de la teoría neoclásica del crecimiento y de la distribución de Solow,
que es una teoría "general" referente a la acumulación de capital físico en el conjunto de la economía. Esta
segunda teoría es la base de sus dos "leyes fundamentales del capitalismo": α = r β y β = s / g.
El problema es que en la segunda teoría, la más general, la tasa de retorno y la tasa de crecimiento
del capital no pueden considerarse como variables independientes, como tampoco lo eran para los autores
post-Keynesianos hace cincuenta años. Por lo tanto, en un marco neoclásico también es cuestionable
proyectar al conjunto del sistema económico conclusiones derivadas de un análisis parcial, y utilizarlas para
hacer predicciones en escenarios en los que la tasa de crecimiento varía suponiendo que la tasa de retorno
se mantiene constante –excepto en determinadas circunstancias especiales.
En la versión de Piketty –como hemos visto– la tasa de retorno se supone estable frente a un crecimiento
del capital superior al del producto, mientras que la participación de las rentas del capital aumenta, lo que
implica una elasticidad de sustitución entre capital y trabajo superior a la unidad. Con esta hipótesis Piketty
pretende armonizar su particular teoría sobre el aumento de la desigualdad a medida que disminuye la tasa
de crecimiento con la teoría neoclásica del crecimiento y la distribución. No obstante, esta armonización es
más problemática de lo que Piketty deja entender. Un joven y brillante estudiante de post-grado en el MIT,
Matt Rognlie (2014), fue el primero en advertir que la mayoría de los estudios empíricos existentes sobre
la elasticidad de sustitución entre los factores de producción sugieren unos valores inferiores a la unidad.
Sobre todo cuando se tiene en cuenta que estos cálculos están mayoritariamente realizados a partir de
medidas del capital "bruto" (que incluyen la depreciación) y que en términos de capital "neto" –como
asume Piketty– generarían elasticidades aún más claramente inferiores a la unidad. Después de Rognlie,
autores más conocidos como Larry Summers (2014) o Bob Rowthorn (2014) –a derecha e izquierda del
espectro ideológico–, han hecho especial hincapié en esta misma cuestión.
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
Al trabajar con magnitudes de capital "neto" dentro de un marco teórico neoclásico, haciendo
abstracción de la depreciación del capital, el enfoque de Piketty incurre en otras dificultades. Como han
puesto de manifiesto Per Krusell y Tony Smith (2014), por ejemplo, su segunda ley fundamental tiene la
poco atractiva propiedad de que el ratio riqueza-renta tiende a un valor infinito a medida que la tasa de
crecimiento se acerca a cero (esto no ocurre cuando la tasa de depreciación figura en el denominador de la
fórmula, junto con la tasa de crecimiento). Por otra parte, Piketty trabaja con la hipótesis de una tasa de
ahorro "neto" aproximadamente constante. Sin reparar en el hecho que un crecimiento del stock de capital
superior al del producto implicaría una tasa de depreciación creciente como porcentaje del producto. Por lo
tanto, una tasa de ahorro neto constante requeriría una tasa de ahorro "bruto" –la suma de la neta más la
tasa de depreciación– creciente en el tiempo. Como en la práctica no observamos grandes oscilaciones en
la tasa de ahorro bruto los modelos de crecimiento estándar inspirados en el canónico de Solow asumen
una tasa de ahorro bruto –no neto– relativamente estable.
Algunos defensores de la obra de Piketty, como Simon Wren-Lewis (2014), argumentan que el economista
francés sólo utiliza los argumentos neoclásicos de manera auxiliar y que sus tesis nacen y se apoyan, sobre
todo, en una base empírica muy sólida. Pero el hecho es que no hay datos útiles sin teoría que las interprete,
y que la ambición teórica de Piketty es especialmente extraordinaria y singular. Es extraordinaria porque
hacía mucho tiempo que un economista académico no enunciaba las "leyes fundamentales de la economía"
de una manera tan directa. Y es singular, porque Piketty pretende entroncar con el enfoque propio de los
economistas políticos clásicos –en buena medida para refutarlos, pero compartiendo su visión amplia de la
economía como ciencia histórica, moral y esencialmente "política".
En realidad, las tesis que Piketty presenta en su libro son en muchos aspectos divergentes de la visión
de la competencia, el crecimiento y la distribución propia de los economistas clásicos. Sin embargo, Piketty
traspasa el velo del agente representativo indiferenciado, que es clave en el paradigma teórico neoclásico,
y recupera una preocupación fundamental de los economistas clásicos: la relación entre estructura social
y comportamiento económico.
Para los economistas políticos clásicos, como Adam Smith, la competencia no es un estado de equilibrio,
sino un proceso esencialmente dinámico5. En cada momento del tiempo diferentes actividades empresariales
pueden generar diferentes tasas de retorno y los capitales se movilizarán hacia aquellas actividades en
las que se espera un retorno superior. En el proceso, los precios de mercado gravitarán alrededor de los
precios de producción o precios "naturales", haciendo que las tasas de retorno en las diferentes líneas de
actividad graviten en torno a una tasa de retorno ajustada al riesgo "normal". En ausencia de innovaciones
disruptivas esta competencia dinámica impulsada per la percepción de oportunidades de beneficio tendería
a ecualizar eventualmente la tasa de retorno en los diferentes sectores económicos –coincidiendo con la
noción de una tasa de retorno aproximadamente estable, como la observada por Piketty (entre el 4% y el
5% ).
Ahora bien, este retorno aparentemente estable observado por Piketty no puede ser otra cosa que
una media calculada a partir de una distribución estadística caracterizada por una elevada dispersión.
El motor de las economías capitalistas es precisamente la propensión a la asunción de riesgos y a la
innovación, que genera constantemente nuevas oportunidades de negocio en un entorno siempre incierto,
caracterizado en todo momento por una multiplicidad de tasas de retorno. Junto con la fuerza centrípeta
5
Para un análisis formal de la visión dinámica de la competencia propia de los economistas clásicos, desde una perspectiva
evolucionaria, ver Metcalfe, 1998.
Revista de Economía Crítica, nº18, segundo semestre 2014, ISNN 2013-5254 245
"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
de la competencia, que tiende a ecualizar las tasas de retorno, en la visión de los clásicos también opera
como contrapeso la fuerza centrífuga de la innovación, que tiende a diferenciarlas.
Es en este contexto dinámico en el que los economistas clásicos analizaban conjuntamente los
procesos de acumulación, concentración y, eventualmente, dispersión o destrucción del capital. Pensemos,
por ejemplo, en una economía formada por un conjunto de empresas familiares, como las que forman
buena parte del entramado empresarial de las economías del Sur de Europa. Las tasas de retorno variarán
ampliamente: entre empresas en cada momento del tiempo y dentro de una empresa a lo largo del tiempo.
Suponiendo que la propensión a ahorrar y a invertir en función de los recursos generados fuera similar
a todas las empresas, las tasas de crecimiento y de acumulación del capital variarían en línea con las
variaciones en las tasas de retorno respectivas. Con el tiempo, se producirían diferencias importantes en la
dimensión empresarial y, como consecuencia, en el grado de concentración de la riqueza en determinadas
sagas familiares, con una distribución probablemente del tipo Pareto. Pero esta distribución tendría poco
que ver con la desigualdad r > g en términos agregados y, en cambio, mucho que ver con la dispersión de
tasas de retorno entre diferentes proyectos empresariales a lo largo del tiempo.
Por otra parte, los economistas clásicos también observaron pautas comunes en los agentes
económicos según su posición y función específica en el sistema productivo. En general, distinguían
tres grupos sociales: los capitalistas o emprendedores industriales, que tomaban riesgos ahorrando y
reinvirtiendo la mayor parte de sus recursos en actividades productivas, generadoras de riqueza; los
terratenientes o rentistas, que concentraban la mayor parte de los recursos no producidos y dedicaban sus
rentas a la ostentación y el lujo y, finalmente, los trabajadores asalariados, que no ahorraban y consumían
sus salarios en necesidades básicas. Dado que el crecimiento económico depende del ahorro y de la
inversión, la función de los capitalistas emprendedores se justifica, a ojos de los clásicos, en la medida que
reinvierten una gran parte de sus beneficios, asumiendo el riesgo, directamente en sus propias empresas
o indirectamente mediante el sistema crediticio. Con independencia de que hayan heredado o no el capital
inicial.
Recordando en cierto modo a los clásicos, Bill Gates ha escrito un breve artículo en su blog comentando
la obra de Piketty en el que distingue tres categorías de fortunas: las que se destinan fundamentalmente a
inversiones productivas, contribuyendo a generar mayor riqueza y empleo; las que sustentan actividades
filantrópicas y las que se aplican al consumo suntuario. Considera que no se pueden valorar con el mismo
patrón, tanto desde el punto de vista de la equidad, como desde el punto de vista de la eficiencia (Gates,
2014). Y desde un ángulo ideológico completamente diferente Herbert Gintis utiliza argumentos similares
cuando afirma que la cuestión principal no es tanto la desigualdad en sí misma, sino hasta que punto esta
desigualdad se puede considerar o no útil socialmente en un contexto histórico determinado, y en que
medida contribuye a la generación y generalización de la riqueza en este contexto (Gintis, 2007).
En la visión de Piketty el crecimiento a largo plazo es una variable exógena y cuando esta variable cambia,
por razones demográficas o tecnológicas, también cambiará la distribución de la renta y de la riqueza.
Mientras que desde la perspectiva de la economía política clásica la causalidad es la contraria: son los
patrones distributivos, determinados en última instancia por factores institucionales y sociopolíticos, los
que afectan al ahorro y a la inversión y, en última instancia, al crecimiento –incluso a largo plazo.
g = s ( r – ro )
6
Para un tratamiento amplio de los modelos de crecimiento clásicos consultar Salvadori, 2003.
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"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
En este caso podemos interpretar r como la tasa de retorno promedio en el conjunto de la economía,
ro como prima de riesgo o valor mínimo de la tasa de retorno que justifica la inversión y s como un indicador
de la propensión a invertir en activos productivos por parte de las empresas –vía beneficios retenidos y
también recursos externos. A nivel agregado la tasa de retorno r es el resultado de dividir la participación
de las rentas del capital en el producto total por la ratio capital-producto (r = α/β, en la terminología de
Piketty). En un modelo de crecimiento clásico la distribución de la renta está determinada por factores
no especificados en la ecuación y la tasa de crecimiento del producto se ajustará a largo plazo a la tasa
de crecimiento del stock de capital (g = gk)7. Si tomamos los valores de s y β como dados, a medida
que aumenta el valor de α –la participación de las rentas del capital– y por tanto el valor de r –la tasa de
retorno– también lo hará la tasa de crecimiento –g. En este caso, una distribución de la renta más favorable
al capital conllevaría un mayor crecimiento a largo plazo. Pero la hipótesis implícita es que se trata de un
capital emprendedor, en un contexto institucional que incentiva la asunción de riesgos relacionados con la
innovación y la expansión de las actividades productivas.
No obstante, usando la misma ecuación también se puede conjeturar que a medida que aumenta la
rentabilidad del capital la propensión a invertir en activos productivos disminuye más que proporcionalmente
–o, alternativamente, que aumenta la prima de riesgo o tasa de retorno exigible para invertir, ro. Esto
podría ocurrir, por ejemplo, cuando el aumento de la rentabilidad es fruto de actividades más especulativas
que productivas, que implican extracción de rentas y/o concentración del poder de mercado. Y en modelos
más elaborados que incluyen variaciones endógenas en el grado de utilización de la capacidad productiva
y diferencias en la propensión a consumir según el nivel de renta los aumentos en la participación de las
rentas del capital podrían ir asociados con un aumento más que proporcional de la ratio capital-producto
–vía una disminución del grado de utilización– deprimiendo la rentabilidad del capital8. En ambos supuestos
se obtiene un resultado inverso al anterior, ya que una distribución más favorable al capital implicaría una
disminución del crecimiento a largo plazo. Pero aquí la hipótesis implícita es que se trata de un capital
fundamentalmente rentista, que opera en un contexto institucional que favorece la extracción de rentas y
desincentiva la asunción de riesgos.
7
Por ejemplo, vía incorporación del progreso técnico en los bienes de capital y/o rendimientos crecientes vía una mayor
especialización o curva de aprendizaje. En Salvadori (2003) se pone de manifiesto hasta que punto la estructura de los modelos
de crecimiento endógeno de corte neoclásico se asemeja en estos aspectos a la de los modelos clásicos.
8
Ver, por ejemplo, Taylor (2014) para un análisis de supuestos en que la relación entre crecimiento y rentabilidad depende de la
especificación del modelo.
Revista de Economía Crítica, nº18, segundo semestre 2014, ISNN 2013-5254 247
"El Capital" de Thomas Piketty. ¿Retorno a los clásicos?
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Revista de Economía Crítica, nº18, segundo semestre 2014, ISNN 2013-5254 249
DERECHO Y DEMOCRACIA EN EL
PENSAMIENTO DE NORBERTO
BOBBIO
Luigi Ferrajoli
Universidad de Camerino (Italia)
RESUMEN. Una de las enseñanzas más ABSTRACT. One of the most valuable
valiosas de la obra de Norberto Bobbio teachings in the work of Norberto Bob-
fue la superación de la situación de bio was that of overcoming the separa-
separación e incomunicabilidad entre la tion and lack of communication existing
teoría del derecho y la filosofía política: between the theory of law and political
aunque es cierto que ambas se diferen- philosophy: while it is true that they
cian por sus respectivos objetos -el de- differ with regard to their respective
recho y la justicia, distinción que refuta objects –law and justice, a distinction
la confusión del derecho con la moral y which, in defence of positivism, refutes
viceversa, en defensa del positivismo-, the confusion between law and morality
entre derecho y política existen cuatro and vice versa-, four links exist between
nexos que impiden el aislamiento filosó- law and politics which prevent the phil-
fico de la cultura jurídica y la involución osophical isolation of legal culture and
autoritaria de la teoría política: (1) entre the authoritarian involution of political
democracia y Derecho, (2) entre Dere- theory: (1) between democracy and law,
cho y razón, (3) entre razón y paz y (4) (2) between law and reason, (3) between
entre paz y Derecho (específicamente, reason and peace (4) between peace
derechos humanos). Tales nexos, junto and law (specifically, human rights).
a un quinto, entre política (pasión civil) These links, together with a fifth one,
y cultura (labor científica), permiten existing between politics (civic commit-
caracterizar al pensamiento de Bobbio ment) and culture (scientific work), lead
como una filosofía militante. Bobbio´s thinking to be characterized as
a militant philosophy.
DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derrecho, 28 (2005) ISSN: 0214-8676 pp. 15-36
16 Luigi Ferrajoli
S
i tuviera que indicar el aspecto más relevante del pensamiento
de Norberto Bobbio, señalaría sin duda el vínculo que esta-
bleció entre democracia y derecho; más precisamente: entre
democracia, derecho, razón y paz. Ésta ha sido –para mí, al
menos– la contribución más importante y valiosa de Bobbio en
los más de cuarenta años en que he tenido la fortuna de formarme bajo su
magisterio. Pero antes de analizar las tesis bobbianas en torno a este vínculo
–para comprender mejor la importancia y la naturaleza de éstas así como
para dar la medida de su originalidad en la cultura jurídica y política de la
segunda mitad del siglo XX– me parece que resultarán oportunas algunas
consideraciones sobre el itinerario intelectual de Norberto Bobbio. Bobbio
es conocido por el gran público principalmente como filósofo de la política
y como teórico de la democracia. Se olvida con demasiada frecuencia que
por encima de todo ha sido filósofo y teórico del derecho a la vez que ju-
rista eminente, y que gran parte de sus estudios y de su actividad docente la
dedicó a la teoría del derecho.
Ya esto es un aspecto singular de su personalidad. Bobbio ha sido al
mismo tiempo el máximo teórico del derecho y el máximo filósofo de la
política en la Italia de la segunda mitad del siglo XX. Enseñó filosofía
y teoría del derecho hasta los primeros años setenta, y filosofía política
en los años posteriores. Pero desde el principio cultivó siempre de modo
paralelo los estudios de teoría del derecho y los de filosofía política. Si
recorremos su ingente bibliografía, hallaremos que ya desde sus primeros
escritos juveniles se alternan estudios de teoría del derecho –desde la teoría
de las normas a la teoría del ordenamiento jurídico, desde los estudios de
lógica y de epistemología del derecho a los que versan sobre las antinomias
y sobre las lagunas– con memorables ensayos de filosofía política; desde
los ensayos históricos sobre Hobbes, sobre Locke, sobre Kant, sobre Marx,
hasta aquellos que dedicó a los grandes temas de la filosofía política como
la libertad, la igualdad, la justicia, la paz y la guerra, la relación entre lo
público y lo privado.
En este doble empeño intelectual y científico –como teórico del derecho
y como filósofo de la política–, en esta doble actividad y, sobre todo, en la
conjunción de estas dos actividades es donde a mi parecer reside el rasgo
más original de la personalidad de Bobbio, el que hace de él una figura de
intelectual y de estudioso absolutamente singular, parangonable únicamente
a la de Hans Kelsen y (si bien en este caso desde posiciones opuestas) a la de
Carl Schmitt y, por lo que se refiere a Italia, sin parangón en el panorama de
la totalidad del siglo XX. Bobbio, al igual que Kelsen y más aún que Kelsen,
ha superado la separación y la incomunicabilidad entre estudios de teoría del
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 17
1
V. E. Orlando, I criteri tecnici per la ricostruzione giuridica del diritto pubblico, actual-
mente en Diritto pubblico generale. Scritti varii (1881-1940) coordinati in sistema, Giuffrè,
Milán, 1940, p. 8. Contra estas “raíces del mal” (ibíd., p. 7), afirma Orlando, el “remedio
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 19
Trattato di diritto penale italiano, Fratelli Bocca, Turín, 1908, vol. I, pp. 3-4). Las mismas pa-
labras, grosso modo, aparecen en la edición de 1933, Trattato di diritto penale italiano secondo
il codice di 1930, Utet, Turín, 1933, pp. 6-7).
4
M. Sbriccoli, La penalistica civile. Teorie e ideologie del diritto penale nell’Italia unita,
en A. Schiavone (edición a su cargo), Stato e cultura giuridica in Italia dall’Unità alla Repub-
blica. Laterza, Roma-Bari, 1990, p. 224.
5
La historia es recordada por A. Schiavone, Un’identità perduta. La parabola del diritto
romano in Italia, en Stato e cultura giuridica, op. cit., pp. 288-293.
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 21
6
N. Bobbio, Trends in Italian Legal Theory (1959), tr. it. en Giusnaturalismo e positivismo
giuridico, Edizioni di Comunità, Milán 1965, Introducción, pp. 21-23, que recuerda el ensayo
22 Luigi Ferrajoli
de D. Barbero Rivalutazione del diritto naturale en “Jus”, 1952, pp.491-508, y además las
actas de un simposio y el subsiguiente debate entre juristas católicos, recogidas en el volumen
Diritto naturale vigente, Studium, Roma, 1951, y el ensayo del jesuita S. Lener, La certezza del
diritto, il diritto naturale e il magistero della chiesa, en Scritti giuridici in onore di Francesco
Carnelutti, Cedam, Padua, 1950, I, pp. 345-388.
7
N. Bobbio, Aspetti del positivismo giuridico (1961), en Giusnaturalismo e positivismo
giuridico, op. cit., p.105.
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 23
8
Para estas dos diversas significaciones de la separación entre derecho y moral, remito
a mi Diritto e ragione. Teoria del garantismo penale, Laterza, Roma-Bari, 1989, cap. IV, pp.
203-217.
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 25
9
N. Bobbio, Teoria della scienza giuridica, Giappichelli, Turín, 1950; Íd., Filosofia del
diritto e teoria generale del diritto (1950), reeditado en Íd., Studi sulla teoria generale del
diritto, Giappichelli, Turín, 1955, cap. II, pp. 27-52.
10
N. Bobbio, Scienza del diritto e analisi del linguaggio, en “Rivista trimestrale di diritto
e procedura civile”, 1950, 2, pp. 342-367, actualmente en U. Scarpelli (edición a su cargo),
Diritto e analisi del linguaggio, Edizioni di Comunità, Milán, 1976, pp. 287-324; Íd., Studi
sulla teoria generale del diritto, op. cit., en particular los capítulos I, II y VII. Véanse, para
esta distinción, las observaciones de P. Borsellino, Norberto Bobbio metateorico del diritto,
Giuffrè, Milán, 1991, cap. II.
11
P. Borsellino, Norberto Bobbio, op. cit., pp. 38 y ss.
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 27
12
N. Bobbio, Francesco Carnelutti, teorico generale del diritto (1949), en Íd., Studi sulla
teoria generale del diritto, op. cit., cap. I, p. 5.
13
He ilustrado estas diferencias de estatuto y método entre teoría del derecho y dogmática
jurídica –la una perteneciente al nivel teórico, la otra al nivel observativo pragmático, empírico
de la ciencia jurídica en La semantica della teoria del diritto, en La teoria generale del diritto.
Problemi e tendenze attuali. Studi dedicati a Norberto Bobbio, edición a cargo de U. Scarpelli,
Edizioni di Comunità, Milán, 1983, pp. 81-130; La formazione e l’uso dei concetti nella scienza
giuridica e nell’applicazione della legge, en “Materiali per una storia della cultura giuridica”,
1985, 2, pp. 401-422; La pragmatica della teoria del diritto, en Analisi e diritto 2002-2003,
edición a cargo de P. Comanducci y R. Guastini, Giappichelli, Turín, 2004, pp. 351-375.
28 Luigi Ferrajoli
14
M. Bovero, Introduzione, op. cit., pp. XXIII-XXXIII.
15
Los dos artículos aparecieron en “Mondoperaio”, en los números 8-9, pp. 31-34, y
10, pp. 40-47, de 1975, respectivamente. Los siguió un amplio debate, con intervenciones de
Massimo Boffa, Umberto Cerroni, Furio Diaz, Valentino Gerratana, Roberto Guiducci, Pietro
Ingrao, Aurelio Macchioro, Achille Occhetto, Giorgio Ruffolo, Domenico Settembrini, Claudio
Signorile y Giuseppe Vacca y la respuesta de N. Bobbio, Quale socialismo? en “Mondoperaio”,
nº 5 de 1976 (pp. 55-62). Todo el debate fue publicado más tarde en Il marxismo e lo Stato. Il
dibattito aperto nella sinistra italiana sulle tesi di Norberto Bobbio, Quaderni di Mondoperaio,
nº 4, Roma, 1976. Los tres ensayos de Bobbio, junto con uno anterior, Democrazia socialista,
de 1973, y un quinto ensayo posterior, Perchè democrazia?, de 1976, fueron además recogidos
en N. Bobbio, Quale socialismo? Discussione di un’alternativa, Einaudi, Turín, 1976.
30 Luigi Ferrajoli
16
El debate lo había abierto también en esta ocasión un ensayo de N. Bobbio, Della libertà
dei moderni comparata a quella dei posteri, en “Nuovi argomenti”, 1954, 11, pp. 54-86, actual-
mente en Politica e cultura, Einaudi, Turín, 1955, XI, pp. 160-194.
17
La misma tesis había sido sostenida el año anterior por D. Zolo, La teoria comunista
dell’estinzione dello Stato, De Donato, Bari, 1974.
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 31
18
L’utopia capovolta, Editrice La Stampa, Turín, 1990. El título está tomado de un artículo
de Bobbio en “La Stampa” del 9 de junio de 1989.
32 Luigi Ferrajoli
19
N. Bobbio, Introduzione a T. Hobbes, Opere politiche, a cargo de N. Bobbio, I, Utet,
Turín, 1959, pp.23-24.
20
Ibid., p. 24.
21
Ibid., p. 25.
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 33
22
N. Bobbio, Formalismo giuridico e formalismo etico (1954), en Studi sulla teoria gene-
rale del diritto, op. cit., 2, pp. 147-148. “Entiendo por ‘paz’”, añade Bobbio, “la antítesis de la
‘guerra’. Decir que la finalidad del derecho es la paz significa que el derecho tiende a sustituir
un estado de guerra por uno de paz. Entre los hombres que viven juntos surgen conflictos de
diversa naturaleza. Paz y guerra (representando la antítesis tal como se la discute en el discurso
jurídico) son dos modos diferentes de resolver los conflictos sociales: la guerra, mediante la
fuerza de los contendientes mismos; la paz, mediante el compromiso entre las partes y la atribu-
ción de la fuerza a persona distinta de las partes. Antes que un modo de eliminar los conflictos
sociales, la paz jurídica es un modo de resolverlos cuando surgen... La concepción del derecho
como paz implica una consideración predominantemente procedimental, y no sustancial, del
derecho”.
34 Luigi Ferrajoli
23
N: Bobbio, Una filosofia militante. Studi su Carlo Cattaneo, Einaudi, Turín, 1971.
Derecho y democracia en el pensamiento de Norberto Bobbio 35
24
N. Bobbio, Libertà e potere (1955), en Politica e cultura, op. cit., p. 281.
25
N. Bobbio, Dalla priorità dei doveri alla priorità dei diritti (1989), actualmente en Id.,
Teoria generale della política, edición de Michelangelo Bovero, Einaudi, Turín, 1999, pp.
439-440. Recuérdese el pasaje de Kant acerca del optimismo metodológico como deber moral:
sin “esta esperanza de tiempos mejores... el deseo serio de hacer algo útil para el bien general
nunca habría estimulado el corazón humano... En el triste espectáculo, no tanto de los males
que afligen a la humanidad por causas naturales como más bien de aquellos que los hombres
se infligen entre sí, el ánimo se serena con el pensamiento de un porvenir mejor, y es éste un
sentimiento desinteresado, pues desde mucho tiempo atrás nosotros estaremos en la tumba y
no recogeremos los frutos que en parte hemos sembrado. Las demostraciones empíricas de la
imposibilidad de realizar estos deseos basados en la esperanza no prueban nada. De hecho, al
igual que decir que como algo no ha sucedido hasta ahora no sucederá nunca no sirve de justifi-
cación para abandonar un proyecto pragmático o técnico (por ejemplo el de los viajes aéreos en
globos aerostáticos), mucho menos justifica el abandono de un objetivo moral, que se convierte
en un deber, si no se demuestra la imposibilidad de alcanzarlo” (I. Kant, Sopra il detto comune:
‘Questo può essere giusto in teoria ma non vale nella pratica’, (1793), en Scritti politici e di
filosofia della storia e del diritto, tr. it. de G. Solari, Utet, Turín, 1965, pp. 276-277).
36 Luigi Ferrajoli
26
N. Bobbio, Autobiografia, edición a cargo de A. Papuzzi, Laterza, Roma-Bari, 1977,
pp. 258 y 260.
27
Ibíd., p. 257.
DOXA 28 (2005)
NOTAS
185
Revista de Estudios Políticos (Nueva Época)
Núm. 16, ¡ulio-Agosto 1980
JAVIER PÉREZ ROYO
186
LA TEORÍA DEL PARTIDO POLÍTICO DE CERRONI
187
JAVIER PÉREZ ROYO
188
LA TEORÍA DEL PARTIDO POLÍTICO DE CERRONI
189
JAVIER PÉREZ ROYO
190
LA TEORÍA DEL PARTIDO POLÍTICO DE CERRONI
191
JAVIER PÉREZ ROYO
192
LA TEORÍA DEL PARTIDO POLÍTICO DE CERRONI
193
13
JAVIER PÉREZ ROYO
194
LA TEORÍA DEL PARTIDO POLÍTICO DE CERRONI
195
INTRODUCCION A LA
LOGICA JURIDICA
INTRODUCCION A LA LOGICA JURIDICA 187
LA LOGICA GENERAL
Con el criterio expuesto anteriormente, la Lógica Jurídica no puede ser otra cosa
distinta a la aplicación de los conocimiento lógico al estudio, elaboración,
interpretación y aplicación del derecho. También se le ha definido como la
"ciencia de los pensamientos jurídicos y de sus leyes" o como "la ciencia de los
pensamientos sobre los pensamientos que hacen referencia a los objetos jurídi-
cos". Entendida la definición que hemos dado de la Lógica General es fácil
comprender el sentido de la relacionada con la Lógica Jurídica.
LA UNIDAD DE LA LOGICA
mes, aunque los principios formales que las rigen sean diferentes. Sin que se
lleven a cabo las operaciones de conceptuar, pensar, razonar, definir, dividir y
clasificar, es imposible hablar de una ciencia lógica, tanto en el especulativo
como en el práctico.
Cuestión muy diferente es la que se relaciona con los períodos muy trascenden-
tales de la evolución histórica de la Lógica, caracterizada cada época por rasgos
inconfundibles.
;.:
192 DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
En el último libro hace una crítica tenaz contra la lógica de los sofistas, para
quienes es más importante la verdad aparente que la verdad.
Más que wia teoría del pensar es wia distinción natural y obvia entre el pensar
y el pensamiento. El primero es un acto psicológico, temporal, que consiste en
relacionar simplemente dos o más conceptos. Es acto propio y específico de la
razón que es la facultad relacionante por excelencia, con base en los datos
suministrados por el entendimiento. Como operación estrictamente psicológica
está regida por leyes psicológicas naturales. No es objeto de estudio de la Lógica
sino de la psicología, en el sentido de que en la Fenomenología del Pensamiento
"El pensar" sólo se considera como uno de los factores o fenómenos determi-
nantes del pensamiento.
"El Pensar" no puede ser el objeto de la lógica y este concepto equivocado sólo
se halla en la Lógica de Manuel Kant y de algunos filósofos tradicionales. Ya
hemos considerado que la concepción moderna de la Lógica es la de que la
Lógica es una ciencia teórica, como todas las demás, que estudia leyes, es decir,
relaciones constantes y necesarias entre los objetos lógicos, sin que subestime
la consideración de que también es un arte que enuncia normas para llevar a
cabo todas las operaciones lógicas, normas o reglas que deben inspirarse en las
leyes y tesis lógicas, que formula la Lógica entendida como ciencia teórica.
En efecto, dice Pfander que los pensamientos pueden ser de las siguientes clases:
l. Pensamientos imperativos, que son todos aquellos que contienen órdenes o
mandatos y que tienen gran importancia para la Lógica Jurídica como lo
estableceremos más adelante; 2. pensamientos optativos que indican meros
deseos; 3. pensamientos condicionales que, como su nombre lo indica, implican
una condición; 4. pensamientos alternativos que pueden implicar dos o más
alternativas; y, 5. pensamientos interrogativos que implican o contienen una
simple interrogación. Y, por último, 6. el pensamiento enunciativo.
H :.
196 DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
Kelsen en la encrucijada:
Ciencia jurídica e interpretación del derecho*
Kelsen at the crossroads:
Legal science and legal interpretation
∗
El presente trabajo se enmarca dentro del proyecto Fondecyt “Realismo jurídico e indeterminación
del Derecho” (11130311) otorgado por la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica
de Chile. El trabajo se ha nutrido de los comentarios de múltiples colegas, compañeros y maestros,
cuya precisión y claridad creo que no he sido capaz de reflejar suficientemente. Quiero agradecer a
los participantes de los seminarios que impartí en la Università degli Studi di Genova, la Universidad
Austral de Chile y la Universidad Adolfo Ibáñez de Santiago de Chile por sus valiosos comentarios.
Debo agradecer especialmente a Riccardo Guastini, Giovanni Battista Ratti y Daniela Accatino por
haber releído en varias ocasiones este trabajo.
∗∗
Profesor de Introducción al Derecho de la Universidad Austral de Chile (Valdivia, Chile). Doctor en
Filosofia del Diritto e Bioetica Giuridica (Universitá degli Studi di Genova, Italia). Correo electrónico:
alvaro.nunez@uach.cl.
2
Scarpelli, por ejemplo, llega a afirmar que la teoría de la interpretación kelseniana es el más impor-
tante defecto de toda la teoría pura. Confróntese Scarpelli (1982), p. 312.
3
Parcial, según algunos autores, porque se trataría de una teoría descriptiva de la interpretación.
Véase Paulson (1990). Esto presupone la muy discutible tesis según la cual para que una teoría de la
interpretación sea completa no puede ser únicamente descriptiva.
4
Este trabajo recorre, en este sentido, un camino similar, pero no idéntico a aquel trazado por Riccardo
Guastini. Confróntese Guastini (1999).
7
“Si el derecho es concebido como un orden coactivo, una conducta puede encontrarse ordenada jurí-
dicamente en forma objetiva, y, por tanto, puede ser vista como el contenido de una obligación jurídica,
si una norma enlaza a la conducta contraria un acto coactivo como sanción […] una norma jurídica
ordena determinada conducta en tanto enlaza al comportamiento opuesto un acto coactivo como san-
ción” (Kelsen (1979 b), p. 129). “Una norma es jurídica no porque su eficacia esté asegurada por otra que
establece una sanción; es jurídica en cuanto establece ella misma una sanción” (Kelsen (1979 a), p. 34).
interpretativo debe ser aplicado8. De este modo, los juristas no tendrían crite-
rios para saber si deben aplicar el criterio histórico, el del espíritu de la ley, el
literal o el gramatical. Es precisamente en este sentido en el que Kelsen critica
a la jurisprudencia tradicional que sostiene que existe un único, verdadero o
correcto significado de los enunciados normativos.
Parece, por tanto, que el concepto de interpretación que Kelsen está utilizan-
do es aquel de interpretación como atribución de significado. Interpretar, desde
este punto de vista, no sería otra cosa que atribuir significado a los enunciados
normativos provenientes de las autoridades normativas. No obstante, éste no es
el único concepto de interpretación que Kelsen utilizó a lo largo de su obra9.
Con el fin de aclarar el alcance de la teoría kelseniana de la interpretación
es preciso referirse a los diferentes tipos de interpretación contemplados por
Kelsen. Para acometer tal tarea resulta conveniente –el propio Kelsen sigue esta
forma de exposición en diversos lugares10– comenzar identificando quiénes
son los sujetos que realizan la interpretación11. Kelsen identifica tres sujetos
diferentes de la interpretación jurídica:
a) el jurista no autorizado por una norma del sistema para crear normas
jurídicas;
b) el órgano autorizado para la aplicación o para la creación del derecho;
c) el científico del derecho que describe el contenido del derecho positivo.
A partir de los diferentes actores de la interpretación, Kelsen establece una di-
ferencia entre dos tipos de interpretación: interpretación auténtica e interpretación
no auténtica. Dentro de la primera categoría, Kelsen incluye la interpretación de
8
En sentido estricto, lo que faltaría serían metacriterios últimos para establecer cuál es la interpretación
correcta. En efecto, a partir de Jerzy Wroblewski, es frecuente distinguir entre criterios interpretativos
de primer y segundo orden. Los primeros son reglas lingüísticas que establecen reglas para atribuir
significado a los enunciados; los segundos serían reglas sobre el uso de los criterios de primer orden
(reglas de preferencia y exclusión). El problema, desde el punto de vista escéptico, es que carecemos
de criterios interpretativos de tercer grado para resolver los conflictos entre las reglas de segundo orden.
En relación a la distinción entre reglas interpretativas de diferente grado, véase Wroblewski (2001). Para
un análisis crítico de estas tesis, véase Bascuñán Rodríguez (2014).
9
Además de este concepto de interpretación como atribución del significado, es posible detectar al
menos otro concepto de interpretación en la obra de Kelsen: la interpretación como paso de la grada
superior a la inferior del ordenamiento. Sin embargo, tal concepto de interpretación –en la medida
en que el paso de una norma general a otra individual requiere la aplicación de la norma de grado
superior, lo que a su vez requiere haber dotado de significado a un enunciado normativo– presupone
el concepto de interpretación como atribución de significado. Véase Kelsen (2011 b), p. 351. Véase
también Lifante (1999 a), p. 92.
10
Kelsen (1979 b), cap. ix; Kelsen (2011 a).
Pierluigi Chiassoni identifica hasta cuatro agentes diferentes de interpretación: el abogado, el hom-
11
bre de la calle, el juez y el científico del derecho. Siguiendo a Kelsen, prescindiré de la interpretación
del hombre de la calle. Chiassoni (1995). Véase sobre este punto también Lifante (1999 a), pp. 54 y ss.
todos los órganos de cambio y creación del derecho, es decir, tanto la interpreta-
ción realizada por los jueces como aquélla llevada a cabo por el legislador. Ello
es debido a que, según Kelsen, todo acto de aplicación del derecho es también
un acto de creación (excepto el que da ejecución a las normas individuales ema-
nadas por los jueces); pero también todo acto de creación implica la aplicación
de la norma que autoriza la emanación de dicha norma (excepto la creación de
la primera constitución). Siendo todo acto de creación también un acto de apli-
cación, cuando el legislador crea una norma está aplicando la constitución y, por
tanto, interpretándola. Dicha interpretación es la única en la que el derecho será
aplicado coactivamente o, mejor dicho, la única que será realmente derecho.
Dentro de la interpretación no auténtica, un verdadero cajón de sastre,
Kelsen incluye todas aquellas interpretaciones realizadas por sujetos u órganos
diferentes a aquellos que pueden crear o aplicar el derecho por haber sido
autorizados por una norma jurídica. A Kelsen le interesa sobre todo la inter-
pretación científica, aquélla llevada a cabo por los estudiosos del derecho, y a
ella dedica amplio espacio.
La interpretación del derecho que realiza el científico del derecho, según
Kelsen, tiene que dar cuenta de todos los significados que es posible atribuir
a un enunciado normativo. Tiene por tanto pretensiones descriptivas, y no
pretende persuadir sobre qué significado debe acoger el órgano de aplicación
del derecho: “[E]l método científico debe mostrar, desde la base de un análisis
crítico, todas las interpretaciones posibles de una norma jurídica”12. Es decir, es
una exposición de los significados atribuibles a un enunciado jurídico.
13
Me refiero a toda la teoría escéptica de la interpretación. De aquella se ha ocupado especialmente
el realismo genovés. Para una introducción a las tesis del realismo genovés, véase Ferrer y Ratti (2011);
Guastini (2010).
14
Este problema ha surgido, aunque no en relación a Kelsen, en una discusión entre Riccardo Guastini
y Rafael Hernández Marín. Véase Guastini (2008) y Hernández Marín (2008).
15
Se trata, efectivamente, de una conjunción: todos los enunciados interpretantes que forman parte de
la descripción del científico del derecho tienen que ser verdaderos para que la interpretación científica
sea verdadera. Ello porque si tal descripción incluyera un enunciado interpretante falso, la descripción
no sería considerada verdadera (véase el ejemplo de la prohibición de matar jirafas más abajo). Es
importante señalar que aquí no estoy sosteniendo que el mismo enunciado adquiera o que le sean
atribuidos contemporáneamente todos y cada uno de los significados sino que todos y cada uno de
los enunciados interpretantes que atribuyen uno de los significados es verdadero.
interpretación judicial elige entre uno de los posibles significados que se pueden
atribuir al enunciado normativo (descartando todas las demás interpretacio-
nes16, ya que adscribe un solo significado al enunciado), aquélla del científico
se limitaría a presentar la variedad de significados que se pueden atribuir a un
enunciado (con base en las técnicas interpretativas vigentes en la comunidad
jurídica). Es decir, la función pragmática del acto lingüístico suprimiría sus
valores de verdad.
Para aclarar el alcance de esta tesis, lo primero que es necesario hacer es
establecer en qué sentido podríamos predicar la verdad de los enunciados
interpretantes. Creo que se puede convenir sobre el hecho de que interpretar
constituye, en última instancia, la aplicación de una regla lingüística17. Pues
bien, lo que hace que podamos adscribir valores de verdad a los enunciados
interpretantes es que se trata de –o pueden ser interpretados como– enuncia-
dos analíticos18. En efecto, los enunciados interpretantes son enunciados que
establecen una relación de sinonimia entre dos enunciados, cuyo significado
viene determinado exclusivamente por las reglas del lenguaje que se adopten.
En este sentido, los enunciados interpretantes serían verdaderos porque el
significado del enunciado normativo interpretado, y del enunciado interpretativo
presentado como sinónimo, dependen únicamente de las reglas interpretativas
adoptadas por el sujeto interpretante19. El significado dependería, por tanto,
exclusivamente de las reglas interpretativas que estemos utilizando. Se trata,
por consiguiente, de enunciados cuya verdad no depende de ningún hecho sino
de las reglas lingüísticas (de transformación) que adoptemos. Ello en razón del
concepto mismo de interpretación: atribuir un significado a un enunciado con
base en una regla lingüística.
No obstante, según esta primera solución, la diferencia entre estos dos tipos
de interpretaciones radicaría en el diferente uso que ambos intérpretes hacen
de las reglas interpretativas. Por un lado, el juez usaría un determinado criterio
interpretativo con la pretensión de derivar una norma para aplicarla a un caso
particular, es decir, considerando que es éste el criterio interpretativo que debe
utilizar, al menos en ese caso. En este sentido, se podría afirmar que el juez se
compromete con la corrección del acto interpretativo llevado a cabo al des-
cartar el resto de criterios interpretativos (o al menos con que es ese el criterio
17
La interpretación puede ser configurada como un acto de subsunción de enunciados token en
enunciados type. O dicho de otro modo, como la aplicación de reglas lingüísticas a concretos actos
lingüísticos (mejor dicho, a su producto).
Esta es la tesis defendida por Eugenio Bulygin. Véase Bulygin (1992), pp. 20-21.
18
que usará en tal ocasión). Por el otro, el científico del derecho que describe los
significados atribuibles a los enunciados normativos no se comprometería con
la corrección de tal interpretación, haciendo un uso meramente entrecomillado
o descomprometido de la regla interpretativa20.
De este modo, mientras que podríamos predicar valores de verdad del
enunciado interpretante del estudioso del derecho, esto no sería posible en el
caso del juez. Ello debido a que mientras que el primero incluiría la exclusión
de la aplicación del resto de criterios interpretativos (al menos para esa interpre-
tación), el estudioso sólo pretendería describir uno de los posibles significados
atribuibles al enunciado normativo21.
Sin embargo, esta primera solución no resulta satisfactoria porque la preten-
sión de corrección no cambia en nada la estructura del acto interpretativo. Parece
posible preguntarse por la verdad o falsedad de un enunciado interpretante (en
cuanto enunciado analítico) más allá del contexto en que se produce; es decir,
preguntarse si –más allá de la intención del hablante– se han aplicado correcta-
mente las reglas lingüísticas. Y es que si el significado de los enunciados objeto de
interpretación depende únicamente de las reglas lingüísticas o interpretativas que
adoptemos (como, diría, no puede ser de otra manera), entonces todo enunciado
interpretante (“E1” significa “E1’”) que constituye la aplicación correcta de reglas
interpretativas es verdadero por definición, independientemente de para qué use-
mos dicho enunciado. El hecho de que tomemos el criterio interpretativo como
mera hipótesis o como aquél que nos conduce a la norma que el juez aplicará
no modifica la estructura del acto lingüístico (sus condiciones de verdad como
enunciado analítico) sino solo su orientación pragmática (su éxito pragmático):
modifica qué hacemos con el enunciado, pero no su estructura lógica.
Pensemos en el enunciado “ahora te lavas los dientes”22. En cuanto enunciado
type, aquel puede ser usado (enunciados token) para preguntar qué harás de aquí
a cinco minutos, para describir una acción que está siendo llevada a cabo en este
momento o para dar una orden. Ahora bien, más allá de cuáles sean las intencio-
nes de quien profiere el enunciado (dimensión ilocutiva del acto de habla), aquel
transmite un contenido proposicional no dependiente de la dimensión ilocutiva
del concreto acto de habla sino de las reglas lingüísticas adoptadas23.
Muffato (2009).
20
Para una aproximación diferente a los enunciados interpretantes kelsenianos, véase Ratti (2014).
21
Este ejemplo me fue sugerido, aunque para probar precisamente la tesis opuesta, por Giovanni
22
Battista Ratti.
23
Se trata en realidad de un uso por analogía de la distinción estatuida por R. Hare entre néustico y
frástico. Véase Hare (1975). Para una discusión sobre los problemas de interpretación ligados al néustico
de las normas, véase Tarello (2011).
calidades necesarias para ser ciudadano con derecho a sufragio”. Pues bien,
a partir de las reglas lingüísticas vigentes hoy en día en el español podemos
construir los siguientes enunciados interpretantes:
E.I.1: El “art. 25.1 de la CPR de Chile” significa que “para ser elegido
Presidente hay que tener cumplidos 35 años al momento de inscribirse como
candidato”.
E.I.2: El “art. 25.1 de la CPR de Chile” significa que “para ser elegido Presi-
dente hay que tener cumplidos 35 años el día de las elecciones”.
E.I.3: El “art. 25.1 de la CPR de Chile” significa que “para ser elegido Pre-
sidente hay que tener cumplidos 35 años al momento de tomar posesión del
cargo”.
Cada uno de los enunciados interpretantes que atribuyen los diferentes sig-
nificados al artículo 25.1 de CPR constituye una aplicación correcta de reglas
lingüísticas vigentes hoy en Chile. Por lo tanto, los tres enunciados interpretantes
que atribuyen significado a tal enunciado son verdaderos en la medida en que
se trata de enunciados analíticos.
Ahora bien, afirmar que todo enunciado interpretante es verdadero por
definición nos devuelve al problema que queríamos resolver. El problema es
que si cualquier significado que atribuyamos al enunciado normativo –producto
de un enunciado interpretante– es verdadero por definición, entonces no po-
dríamos distinguir entre exposiciones verdaderas y falsas de interpretaciones
posibles que realiza la ciencia jurídica. No podríamos, dicho de otro modo,
distinguir entre exposiciones verdaderas y falsas de los significados atribuibles
a los enunciados normativos.
Para que los enunciados de la ciencia jurídica que describen cuáles son
los significados atribuibles a los enunciados normativos puedan ser verdaderos
en un sentido relevante es preciso añadir un elemento. A saber: serán verda-
deros, también en otro sentido, los enunciados interpretantes que atribuyen
a los enunciados normativos un significado con base en una de las reglas
del lenguaje jurídico vigente en una comunidad jurídica C en un momento
temporal T.
Para entender esta tesis basta con continuar un poco más con nuestro
ejemplo. Imaginemos que a nuestras tres interpretaciones del art. 25.1 de la
CPR añadimos una cuarta interpretación (-producto) N4 según la cual tal enun-
ciado expresa una norma que prohíbe matar jirafas. Si bien las tres anteriores
interpretaciones (-producto) pueden ser consideradas aplicación de criterios de
interpretación jurídica vigentes hoy del español, no se podría decir lo mismo
respecto a esta última interpretación. No obstante, es preciso señalar que el
enunciado interpretante que establece la sinonimia entre el artículo 25.1 de
la Constitución y prohibido matar jirafas es verdadero en cuanto enunciado
analítico: todo depende de las reglas de interpretación que adoptemos.
25
Es necesario señalar que, en la medida en que atribuimos valores de verdad a los enunciados analí-
ticos por constituir la aplicación correcta de reglas lingüísticas, la diferencia entre verdad y corrección
tiende a difuminarse, y a mostrarse –al menos para el caso de los enunciados analíticos– como las dos
caras de una misma medalla.
26
Bien observada, la tesis escéptica kelseniana sobre la interpretación del derecho es, a fin de cuentas,
una tesis sobre una laguna acerca de cómo resolver la antinomia entre las diferentes reglas de inter-
pretación de segundo orden. Qué tipo de laguna sea –técnica o axiológica– puede ser una cuestión
controvertida que aquí no es posible profundizar.
Normalmente se entiende que las lagunas axiológicas son aquellos casos en los que el ordenamiento
atribuye una solución a un caso genérico pero aquella es considerada axiológicamente insatisfactoria.
Dicha concepción, no obstante, resulta insuficiente dado que los juristas en ocasiones afirman –por
razones ético-políticas– que falta una norma que regule una conducta no prevista en el ordenamiento.
Por tanto, una de las posibles formas de interpretar la tesis kelseniana es afirmando que, en última
instancia, se trata de una tesis sobre una laguna axiológica en el sentido apenas precisado.
Más allá de que Kelsen tiene problemas para dar cuenta de las lagunas, esta interpretación no parece
demasiado caritativa pues supone acusar a Kelsen del mismo error que trata de denunciar. Existe, no
obstante, otra interpretación alternativa que presenta dicha tesis como relativa a una laguna técnica,
es decir, una laguna acerca de una norma presupuesta por otras normas. Sin embargo, dicha inter-
pretación tampoco resulta satisfactoria. Se habla de lagunas técnicas para referirse a aquellos casos
en los que la existencia de una norma es condición necesaria para la efectividad o eficacia de otra
norma. Me parece que aquel de la ausencia de metacriterios últimos jurídicos de interpretación, no
es ni uno ni otro caso.
27
“Dado que el derecho está formulado con palabras, y las palabras tienen frecuentemente más de
un significado, la interpretación del derecho –la determinación de su significado– es necesaria […]
Los diferentes métodos interpretativos pueden atribuir diferentes significados a una misma provisión
jurídica”. Véase Kelsen (2011 a), p. 1.
28
Análoga porque Leiter identifica extensionalmente otras como las razones jurídicas admitidas por
los tribunales. Véase Leiter (2007).
Kelsen (1979 b), p. 350; Kelsen (2011 b), p. 102.
29
Confróntese Bulygin (1995). Sobre este punto véanse también, Chiassoni (1995); Diciotti (1995);
32
Luzzatti (1995).
Ruiz Manero (1990) cap. I; Lifante (2011 a) cap. II.
33
34
“La ambigüedad de un texto jurídico, no obstante, no es en ocasiones el efecto involuntario de una
mala elaboración, sino una técnica intencional del legislador quien –por una u otra razón– no pudo
decidir entre dos o más soluciones para un problema legal, y por lo tanto deja la decisión a los órganos
de aplicación […] El hecho de que la formulación de un texto jurídico permita diferentes interpre-
taciones prueba que su actual creador (framer), o el legislador competente, no ha podido o querido
expresar su voluntad de manera tal que excluyera otra interpretación no conforme con su intención”.
Confróntese Kelsen (2011 a), p. 3.
37
“Casi siempre es posible una interpretación diferente de aquélla adoptada por el órgano de aplica-
ción del derecho para un caso concreto. Ello es claro a la luz de la práctica de los tribunales, como la
Corte Permanente de Justicia Internacional y la Corte Internacional de Justicia”. Kelsen (2011 a), p. 2.
38
Resulta problemático establecer cuándo un criterio interpretativo puede ser considerado vigente.
Creo que un buen criterio, aunque vago, es aquel según el cual se admita un criterio por parte de la
comunidad jurídica al menos para algún caso.
Kelsen (1990).
39
40
Consideremos los dos siguientes enunciados: E1: “Los automóviles de más de diez años de antigüedad
están obligados a pagar el impuesto de circulación”; E2: “Los automóviles que funcionen a etanol no
tienen que pagar el impuesto de circulación”. Pues bien, estos dos enunciados normativos expresa-
rían, desde el punto de vista kelseniano, una única norma ya que la obligación de pagar el impuesto
–i.e. la posibilidad de que un juez fuerce su pago de manera coactiva– tendría que incluir todas las
condiciones para su aplicación (tanto interna como externa). No se produciría en sentido estricto una
antinomia, sino que el antecedente de la norma haría referencia a dos propiedades intencionalmente
independientes, pero extensionalmente solapadas.
41
Se trata, dicho sea de paso, y como es bien sabido, de una mala idea. El hecho de que la ciencia
jurídica dé cuenta de la presencia de una antinomia en el derecho no hace que su descripción sea
contradictoria. En cierto sentido, la CAT intenta resolver un falso problema de la teoría kelseniana.
42
Se podría tener la tentación de afirmar que debería excluirse la regla del silogismo disyuntivo dentro
de nuestro sistema de justificación práctica. Pero esta afirmación, al estado actual de mi investigación,
no es más que una (discutible) intuición. Lo que parece ser una tesis más plausible es afirmar que la
única forma de justificación práctica es aquella que tiene la estructura de un modus ponens. Ahora
bien, no siendo idónea una norma con un consecuente disyuntivo contradictoria como premisa mayor
para un razonamiento como éste, se podría concluir que si todas las normas tienen esta estructura,
entonces resulta imposible la justificación. Véase en cualquier caso Bulygin (1991).
Kelsen (1979 b) p. 275. Véase también Ruiz Manero (1995).
43
46
“El tribunal de última instancia está facultado para producir o bien una norma jurídica individual,
cuyo contenido se encuentra predeterminado por una norma […] o bien una norma individual cuyo
contenido no está así predeterminado […] El hecho de que las sentencias de los tribunales de primera
instancia, y de todo tribunal que no sea de última instancia, sólo son anulables conforme a las disposi-
ciones del orden jurídico, es decir, que mantienen la validez mientras no sean anuladas”. Confróntese
Kelsen (1979 b), p. 275. (La cursiva es mía).
Kelsen (1979 b), pp. 82-83 y 92.
47
53
Es más que discutible que se puedan describir, ni siquiera a título de hipótesis, todas las posibles
interpretaciones de un enunciado normativo. La razón no es que existan infinitas técnicas y argumentos
interpretativos. Tampoco que el juez pueda decidir por fuera del marco interpretativo (en este caso no
se hablaría de interpretación, sino de creación del derecho por superación del marco interpretativo).
La razón es que, aunque no cualquier norma forme parte del marco interpretativo, existen infinitas
normas dentro del marco interpretativo. Para entender este punto basta con establecer una analogía
con los números existentes entre 0 y 1: no cualquier número pertenece a este intervalo pero son infi-
nitos números los que pertenecen. Del mismo modo, dentro de los límites del marco interpretativo es
posible encontrar un número infinito de normas de mayor o menor precisión. Agradezco a Giovanni
Battista Ratti esta observación. Por esta vía parece que los conceptos de ambigüedad y vaguedad ter-
minarían colapsando, como hacen las llamadas teorías superevaluacionistas. Véase en este sentido,
Endicott (2007).
54
Para las críticas que se pueden dirigir a esta manera de entender la interpretación y la ciencia del
derecho, véase Paulson (1990), pp. 146-147.
55
Dicho con algo más de precisión, aquí se crearía un mapa del mundo jurídico más grande que
el propio mundo jurídico, es decir, sobre el significado que realmente es atribuido en la comunidad
jurídica a los enunciados normativos. Mejor dicho: lo que se haría sería crear mapas de diferentes
mundos jurídicos posibles.
Conte (1997).
57
Kelsen (1979 a), pp. 192-212. Sobre la recepción de Kelsen en la cultura jurídica estadounidense, y
59
60
Por “relevante para la práctica” entiendo –espero que se convenga– la propiedad que podemos
atribuir a una o varias proposiciones cuyo conocimiento modifica, o podría modificar si fueran
conocidas, en algún sentido los planes de acción de los sujetos, lo que de ningún modo implica que
sean tesis valorativas (aunque tampoco lo excluye).
61
Estas dos son las únicas respuestas plausibles en el marco teórico kelseniano a la pregunta sobre por
qué o para qué hacer ciencia jurídica. Es decir, parece que estos son los dos objetivos a los que podrían
responder los medios puestos a disposición por Kelsen para la ciencia jurídica. Kelsen menciona, es-
pecífica pero marginalmente, un tercer objetivo: “el método científico de mostrar, desde la base de un
análisis crítico, todas las interpretaciones posibles de una norma jurídica –incluso aquéllas políticamente
indeseables o aquéllas que podemos conjeturar que no fueron deseadas por el legislador– puede tener
una importancia práctica que ampliamente supere el beneficio de la ficción más arriba mencionada.
Mostrando al legislador cuánto atrás puede quedar su producto respecto de cualquier función de
creación del derecho –la no ambigua regulación de las relaciones inter-individual e interestatal– puede
inducirle a mejorar su técnica”. Confróntese Kelsen (2011), p. 183. Sin embargo, en la medida en que
este objetivo presupone la posibilidad de hacer predicciones acerca de qué harán los jueces con los
enunciados normativos proporcionados por el legislador, y que aquí se argumenta en contra de que el
modelo de ciencia jurídica kelseniano permite alcanzar tal resultado, no profundizaré en tal posibilidad.
62
Podría, no obstante, pensarse que la ciencia jurídica no tiene por qué ser una disciplina relevante, y
que la descripción del derecho válido tiene valor por sí misma. Dudo mucho que esta última afirmación
sea plausible, sencillamente porque sería necesario decir que la descripción de cualquier objeto tiene
valor científico por sí misma: por ejemplo, cuántas veces aparece la letra “r” en este texto, o cuántos
pájaros pasaron esta mañana por mi ventana. La ciencia jurídica debe ser una disciplina relevante, o
en otro caso sería más que dudoso que mereciera ser calificada como una disciplina científica. Ello
claro está, no quiere decir que para ser relevante una disciplina tenga que ser valorativa –en el sentido
de que su metodología esté mediada por valores– sino únicamente que sea instrumentalmente idónea
a algún tipo de actividad.
Paulson (1990), p. 150.
63
completamente tautológica pues para Kelsen son válidas sólo aquellas normas
frecuentemente aplicadas65.
ii) Si adoptamos la segunda interpretación –la ciencia jurídica debe des-
cribir interpretaciones-producto auténticas– las cosas no mejoran demasiado.
En efecto, si la ciencia jurídica kelseniana consiste en la descripción de las
interpretaciones-producto judiciales, ello tampoco sirve a los operadores jurí-
dicos para calificar jurídicamente conductas. Esto, al menos, por dos tipos de
razones: el primer grupo corresponde a razones argüidas por el propio Kelsen;
el segundo constituyen escollos no contemplados por el autor.
Al hablar del valor de los precedentes, Kelsen señala varias dificultades
para que el conocimiento de las decisiones de otros tribunales pueda constituir
material suficiente para la decisión jurídica.
– El primero de ellos se refiere a que la existencia o no de una regla sobre
el precedente en un ordenamiento jurídico es una cuestión contingente66.
– El propio Kelsen admite que, de hecho, se identifican diferentes normas
generales como normas supuestamente aplicadas en las decisiones con valor
de precedente67.
– Además, cuándo sea aplicable el precedente a otro caso depende del grado
de “igualdad” entre ambos tipos de casos, lo que requiere un juicio de relevancia
práctica similar a aquellos en los que se establece la justicia de una decisión68.
– Por último, Kelsen afirma que toda vez que un tribunal tiene que aplicar
una norma de carácter general siempre quedan márgenes de discrecionalidad
en la determinación de la norma individual69.
68
Kelsen (1979 b), p. 259: “[L]a pregunta, con todo, de cuáles sean los puntos que tienen que coincidir,
para ser vistos como «iguales», solo puede responderse fundándose en la norma general que determina
el hecho, en tanto ella fija sus elementos esenciales. De ahí que sólo fundándose en la norma general,
creada a través de la sentencia con valor de precedente, puede decirse si dos casos son iguales”. Ahora
bien, incluso admitiendo que Kelsen tenga razón sobre este punto (y las propiedades identificadas
en el antecedente de la norma deban ser las únicas relevantes), en realidad la solución de Kelsen no
hace sino remitirnos al punto anterior, esto es, a la determinación de la norma que ha sido aplicada.
Sin embargo, es precisamente en aquel momento donde las consideraciones acerca de cuáles son las
propiedades relevantes del caso determinan la identificación de la norma que ha sido aplicada en la
decisión judicial con valor de precedente. Así que la propuesta kelseniana es aquí circular.
69
Confróntese Kelsen (1979 a), p. 253. “[I]nclusive en el caso en que el contenido de la norma
jurídica individual que deba producir el tribunal se encuentre predeterminado por una norma jurídica
positiva general, tiene que dejarse a la función productora del derecho del tribunal un cierto espacio de
juego para su discrecionalidad. La norma jurídica general no puede predeterminar todos los momentos
que justamente aparecerán con las peculiaridades del caso concreto”.
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71
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* Una versión inicial de este artículo fue presentada como conferencia magistral en
el IX Congreso de la Asociación Chilena de Ciencia Política, en Santiago, Chile, 11-13 de
noviembre, 2010.
Gerardo L. Munck 23
Consideraciones iniciales
Gráfico 1
Marco conceptual
Estado
Cargos Leyes, políticas públicas y
públicos otras decisiones del gobierno
La toma de decisiones
de gobierno
El acceso La ejecución
a los Democracia de decisiones
cargos electoral
del gobierno
públicos
Nota: El término “gobierno” se usa aquí en un sentido amplio, incluyendo el poder ejecutivo
y también el poder legislativo.
los análisis empíricos más amplios también muestran que no hay una
asociación positiva entre, por un lado, instituciones que le dan el mismo
peso a cada ciudadano en el proceso decisorio y que ponen el control
de la agenda política en manos de los ciudadanos y sus representantes
y, por otro lado, la violación de derechos básicos.15
En suma, existe un buen fundamento para expandir los procedimientos
bajo consideración más allá de los criterios asociados a la democra-
cia electoral en una definición de la democracia. Los procedimientos
relacionados al nexo electoral entre votantes y representantes, y al
proceso de toma de decisión mismo, son importantes porque crean o
no un incentivo adicional, que refuerza el incentivo que generan las
instituciones de la democracia electoral, para que los políticos tomen
en cuenta las preferencias de los ciudadanos y para que las políticas
públicas no respondan a intereses creados que buscan proteger sus po-
siciones privilegiadas en pujas distributivas. Por lo tanto, es importante
reconocer que la teoría democrática indica que cuando los representantes
que son electos por una minoría de los ciudadanos pueden vetar los
proyectos de una mayoría de los ciudadanos o, peor aún, cuando los
gobernantes electos simplemente no pueden decidir sobre asuntos de
importancia (con la excepción notada referida a libertades esenciales
y derechos democráticos), estamos frente a un déficit democrático. En
otras palabras, es clave considerar no solo si los gobiernos son electos
sino también si las instituciones habilitan el cambio del status quo por
una mayoría de los ciudadanos que desean tal cambio.
Conclusiones
La democracia es el gran tema, o por lo menos uno de los grandes
temas, de la politología. Y cuando se vive en —o cuando se estudia— un
país autoritario, la cuestión democrática se puede formular en términos
bastante simples y claros: se remite principalmente a cómo transitar a
un sistema político en el cual se accede a los cargos públicos clave del
gobierno por medio de elecciones libres y justas. Ésta fue la pregunta
que se plantearon y discutieron los politólogos en América Latina y
en otras partes del mundo en la década de los 80. Y esta pregunta dio
lugar a un aprendizaje importante sobre el tema de las transiciones a la
democracia. Pero hoy, afortunadamente, vivimos en otro mundo políti-
co. Las dictaduras que hasta fines de la década de los 70 constituían la
tendencia dominante en la región ya han pasado a la historia. Y en el
nuevo contexto contemporáneo nos tenemos que preguntar, ¿qué sentido
tiene la cuestión democrática cuando no se vive en dictadura?
Una respuesta posible es que la cuestión democrática ya no tiene
gran sentido. Esta es la respuesta que dan, implícitamente, muchos po-
litólogos que estudian América Latina y que han adoptado un enfoque
institucionalista en línea con la teoría política positiva que hoy domina la
ciencia política en Estados Unidos. En efecto, a medida que la transición
a la democracia dejó de ser el tema del día, el estudio de la política
contemporánea en América Latina adoptó un nuevo vocabulario. Los
politólogos empezaron a estudiar los sistemas y procesos electorales,
los partidos políticos, y el rol del Ejecutivo y el Congreso en la toma
de decisiones. También consideraron los resultados de la política, es-
pecialmente en las áreas económica y social, e indagaron acerca de qué
clase de políticas están asociadas a distintas reglas electorales, sistemas
de partidos y relaciones interinstitucionales. Y, en el proceso de estudiar
el funcionamiento y el desempeño de la democracia, el supuesto del
esquema conceptual adoptado —vivimos en democracia— dejó de ser
un tema de estudio en sí. Implícitamente, porque estos supuestos casi
nunca son abordados explícitamente, estos estudios han asumido que la
cuestión democrática fue resuelta en el marco de las transiciones desde
36 Journal of Democracy en Español
Criterios Relevantes
Aspecto de la
Política Estándar Democrático
Principio Democrático*
Específico**
I. El acceso a los • Control de la agenda • Las elecciones como el único
cargos públicos † • Inclusión de los adultos medio de acceso a los cargos
• Igualdad de voto públicos
• Participación efectiva • Elecciones sin violencia o
fraude, en las que existe el
derecho al voto sin exclusiones
y el derecho a ser candidato sin
proscripciones
II. El acceso a los • Igualdad de voto • Elecciones con sistemas
cargos públicos y la • Control de la agenda proporcionales
toma de decisiones • Legislaturas unicamerales
de gobierno †† • Decisiones en la legislatura por
simple mayoría
III. La ejecución • Control de la agenda • El modelo burocrático
de decisiones del weberiano
gobierno †† • El modelo gerencial de
administración
IV. Los resultados • Participación efectiva • La libertad de expresión, el
de la política sobre • Comprensión ilustrada acceso a fuentes alternativas
la sociedad • Control de la agenda de información, y la autonomía
asociativa
• Igualdad de voto • Inclusión social e igualdad de
oportunidades
• Prevención de la conversión de
desigualdades socioeconómicas
en desigualdad política
Nota:
* Para una discusión más detallada de estos principios democráticos, tomados del trabajo de
Dahl, véase Robert A. Dahl, La democracia y sus críticos (Barcelona: Paidós, 1992), capítulos 8 y
9, e ídem, La democracia. Una guía para los ciudadanos (Madrid: Taurus, 1999), capítulo 4.
** Los estándares democráticos específicos con relación al acceso a los cargos públicos definen,
en su conjunto, a la democracia electoral, y el estándar de la democracia electoral constituye
a su vez el mínimo que cualquier sistema político debe satisfacer para ser una democracia.
Esto es, los estándares más allá de la democracia electoral no pueden sustituir deficiencias
relacionadas a la democracia electoral.
† Por “cargos públicos” se entiende los cargos con poder de decisión en las ramas ejecutiva
y legislativa del gobierno nacional.
†† El término “gobierno” se usa aquí en un sentido amplio, incluyendo el poder ejecutivo y
también el poder legislativo.
NOTAS
1. Enrique Krause, Por una democracia sin adjetivos (México: Joaquín Moritz-Planeta,
1986); Adam Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government (Nueva York: Cambridge
University Press, 2010) [Versión en castellano: Qué esperar de la democracia. Posibilidades y
límites del autogobierno (Buenos Aires: Siglo XXI, 2010)].
2. Véase, sobre la democracia electoral, Peter H. Smith, “Los ciclos de democracia elec-
toral en América Latina, 1900-2000”, Política y Gobierno 11, 2 (2004): 189-228; sobre la
democracia constitucional, Jonathan Hartlyn y Arturo Valenzuela, “La democracia en América
Latina desde 1930”, en Leslie Bethell, ed., Historia de América Latina: Vol. 12. Política
y sociedad desde 1930 (Barcelona: Crítica, 1997), 11-66, 343-53, pp. 12-13, y Maxwell
A. Cameron, “Citizenship Deficits in Latin America Democracies”, Convergencia. Revista de
Ciencias Sociales 45 (septiembre-diciembre 2007): 1-20, e ídem, “The State of Democracy in
the Andes: Introduction to a Thematic Issue of Revista de Ciencia Politica”, Revista de Ciencia
Política Vol. 30, Nº 1 (2010): 5-20; sobre la democracia liberal, Joe Foweraker, Todd Landman
y Neil Harvey, Governing Latin America (Cambridge: Polity Press, 2003), y Peter H. Smith,
La democracia en América Latina (Madrid: Marcial Pons y Universidad de Alcalá, 2009),
capítulo 10; sobre la democracia republicana, Luiz Carlos Bresser Pereira, Democracy and
Public Management Reform: Building the Republican State (Oxford: Oxford University Press,
2004), Parte I; sobre la democracia directa, David Altman, “Plebiscitos, referendos e iniciativas
populares en América Latina: ¿mecanismos de control político o políticamente controlados?”
Perfiles Latinoamericanos 18, 35 (2010): 9-34, e ídem, Direct Democracy Worldwide (Nueva
York: Cambridge University Press, 2011); sobre la democracia participativa, Boaventura de
Sousa Santos, ed., Democratizar la democracia: Los caminos de la democracia participativa
(México: Fondo de Cultura Económica, 2004), y Evelina Dagnino, Alberto J. Olvera y Aldo
Panfichi, eds., La disputa por la construcción democrática en América Latina (México: Fondo
de Cultura Económica, CIESAS y Universidad Veracruzana, 2006); sobre la democracia delibe-
rativa, Leonardo Avritzer, “Democracia deliberativa”, Metapolítica 5, 18 (2001): 50-65, e ídem,
Democracy and the Public Space in Latin America (Princeton: Princeton University Press, 2002);
sobre la democracia radical, Roberto Mangabeira Unger, False Necessity: Anti-Necessitarian
Social Theory in the Service of Radical Democracy (Nueva York: Cambridge University
Press, 1987), e ídem, La democracia realizada: La alternativa progresista (Buenos Aires:
Ediciones Manantial, 1999); y sobre la democracia integral, Walquiria D. Leão, “Democracia
integral y libertad justa”, en Atilio A. Boron y Álvaro de Vita, eds., Teoría y filosofía política.
La recuperación de los clásicos en el debate latinoamericano (Buenos Aires: CLACSO, 2002),
123-38, y Mario Bunge, Filosofía política: Solidaridad, cooperación y democracia integral
(Barcelona: Gedisa, 2009), capítulo 9.
3. Véase, sobre la gobernanza democrática, Joseph Tulchin con Amelia Brown, eds.,
Democratic Governance and Social Inequality (Boulder: Lynne Rienner, 2002); sobre la
gobernabilidad democrática, Scott Mainwaring y Timothy R. Scully, “América Latina: Ocho
lecciones para la gobernabilidad”, Journal of Democracy en Español 1 (julio 2009): 129-46;
sobre la calidad de la democracia, Guillermo O’Donnell, Osvaldo Iazzetta, y Jorge Vargas Cullell,
eds., Democracia, desarrollo humano y ciudadanía (Rosario: Homo Sapiens, 2003), Daniel
H. Levine y José Enrique Molina, “La calidad de la democracia en América Latina: Una visión
Gerardo L. Munck 39
comparada”, América Latina Hoy 45 (2007): 17-46, y Sebastián Mazzuca, “Access to Power
Versus Exercise of Power: Reconceptualizing the Quality of Democracy in Latin America”,
Studies in Comparative Development 45, 3 (2010): 334-57; sobre la democracia de institu-
ciones, Ignacio Walker, “Por una democracia de instituciones para América Latina”, Estudios
Públicos 113 (verano 2009): 267-93; sobre la democracia de ciudadanía, PNUD (Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo), La democracia en América Latina. Hacia una democracia
de ciudadanos y ciudadanas (Buenos Aires: PNUD y Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A.,
2004); y sobre el Estado democrático, Guillermo O’Donnell, “Teoría democrática y política
comparada”, Desarrollo Económico 39, 156 (2000): 519-70, ídem, “Hacia un Estado de y para
la democracia”, en Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Democracia/
Estado/Ciudadanía. Hacia un Estado de y para la democracia en América Latina (Nueva York:
PNUD, 2008), 25-62, e ídem, Democracy, Agency, and the State: Theory with Comparative
Intent (Oxford: Oxford University Press) [Versión en castellano: Democracia, agencia y Estado:
Teoría en intención comparativa (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2010)].
4. Un tema muy ligado a estas cuestiones conceptuales y normativas, y que también afecta
cómo se caracteriza a los países, concierne la medición de conceptos. Pero aquí me concentro en
el problema de la conceptualización de la democracia y de la especificación de los estándares de
la democracia. Para una discusión detallada acerca la medición de la democracia, véase Gerardo
L. Munck, Measuring Democracy: A Bridge Between Scholarship and Politics (Baltimore: The
Johns Hopkins University Press, 2009), e ídem, “La medición de la democracia: Enmarcando
un debate necesario”, Revista Latinoamericana de Política Comparada 4 (2011): 11-21.
5. Sobre el estado de la democracia electoral en América Latina, véase PNUD, La demo-
cracia en América Latina, pp. 74-79, y OEA (Organización de Estados Americanos) y PNUD
(Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), Nuestra democracia (México: OEA,
PNUD y Fondo de Cultura Económica, 2010), pp. 62-68.
6. Ver, por ejemplo, Boaventura de Sousa Santos y Leonardo Avritzer, “Introducción: Para
ampliar el canon democrático”, en Santos, ed., Democratizar la democracia, 35-74.
11. Bobbio, El futuro de la democracia, pp. 9, 14-16, e ídem, Democracy and Dictatorship
(Minneapolis: University of Minnesota Press, 1989), p. 157.
12. Dahl, La democracia y sus críticos, pp. 135-37, 139-41, e ídem, La democracia. Una
guía para los ciudadanos (Madrid: Taurus, 1999), p. 48. El lenguaje específico de Dahl es
“Igualdad de voto. Cuando llegue el momento en el que sea adoptada finalmente la decisión
sobre la política, todo miembro debe tener una igual y efectiva oportunidad de votar, y todos
los votos deben contarse como iguales” y “Control de la agenda. Los miembros deben tener la
oportunidad exclusiva de decidir cómo y, si así lo eligen, qué asuntos deben ser incorporados a
40 Journal of Democracy en Español
la agenda. …Las políticas de la asociación están siempre abiertas a cambios introducidos por
sus miembros, si éstos así lo deciden”. Dahl, La democracia, p. 48.
13. Para una elaboración de esta idea, véase Anthony J. McGann, The Logic of Democracy:
Reconciling Equality, Deliberation, and Minority Protection (Ann Arbor: University of Michigan
Press, 2006), y Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government, capítulo 6.
14. Kelsen especifica que las instituciones que son consistentes con los principios de-
mocráticos son: i) Elecciones con sistemas proporcionales: “El sistema de la representación
proporcional es la aproximación más grande posible al ideal de la autodeterminación dentro
de una democracia representativa y, por tanto, el más democrático de los sistemas electorales”;
ii) Legislaturas unicamerales: “En la etapa de la legislación la democracia significa … que,
en principio, todas las normas generales son creadas por un parlamento de elección popular.
El sistema unicameral parece corresponder más íntimamente a la idea de la democracia. El
bicameral … es siempre una atenuación del principio democrático”, y iii) Decisiones en la
legislatura por simple mayoría: “Las decisiones de un cuerpo representativo deben tomarse
de acuerdo al principio mayoritario”. Hans Kelsen, Teoría general del derecho y del Estado,
segunda edición (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1958), pp. 352-54.
15. Para una análisis empírico sistemático de esta cuestión, véase McGann, The Logic of
Democracy, capítulo 8.
17. Max Weber, Economy and Society (Berkeley: University of California Press, 1968
[1922]), pp. 980-85, 990-98, 1393-99, 1403-10, 1416-19; Karl Mannheim, Ideología y utopía:
Introducción a la sociología del conocimiento (México: Fondo de Cultura Económica, 2004
[1929]), p. 153.
19. Promotores clave del modelo gerencial de administración en América Latina han sido
Luiz Carlos Bresser Pereira y el Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo
(CLAD). Véase Bresser Pereira, Democracy and Public Management Reform, y CLAD (Centro
Latinoamericano de Administración para el Desarrollo), “Gestión Pública Iberoamericana para
el Siglo XXI”, documento aprobado por la XL Reunión Ordinaria del Consejo Directivo del
CLAD, Santo Domingo, República Dominicana, 8-9 de noviembre de 2010.
20. Para una discusión detallada del balance deseable entre el modelo burocrático we-
beriano y el modelo gerencial de administración de acuerdo a la actividad ejecutiva de los
distintos agentes del Estado, véase Bresser Pereira, Democracy and Public Management
Reform, capítulos 14 a 19.
Borón, “Socialismo del siglo XXI: ¿hay vida después del neoliberalismo?” POLIÉTICA 2, 8
(2009): 41-55, pp. 42-43.
24. O’Donnell, Disonancias, p. 75, e ídem, Democracy, Agency, and the State, capítulo 9.
28. Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government, p. 68, traducción propia.
29. Con respecto a la igualdad de oportunidades en América Latina, véase los datos in-
novativos del Banco Mundial publicados en José R. Molinas, Ricardo Paes de Barros, Jaime
Saavedra y Marcelo Giugale, Do Our Children Have a Chance?: The 2010 Human Opportunity
Report for Latin America and the Caribbean (Washington: World Bank Publications, 2011).
30. José Nun, Democracia ¿Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos? (Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002), p. 161.
31. Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government, p. 66, traducción propia.
32. Charles Tilly, Democracy (Nueva York: Cambridge University Press, 2007), p. 118;
Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government, pp. 93, 98, traducción propia. Para
los análisis complementarios del problema de la desigualdad social y la democracia de estos
dos autores, véase Tilly, Democracy, pp. 75-76 y capítulo 5, y Przeworski, Democracy and the
Limits of Self-Government, capítulo 4.
35. Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government, p. 66, traducción propia.
36. Robert A. Dahl, “La democracia”, POSTData 10 (diciembre 2004): 11-55, p. 49.
37. Przeworski, Alvarez, Cheibub y Limongi, Democracy and Development, p. 34,
traducción propia; Przeworski, Democracy and the Limits of Self-Government, pp. xiii-xiv,
traducción propia.
38. O’Donnell, “Hacia un Estado de y para la democracia”, e ídem, Democracy, Agency, and
the State; PNUD, La democracia en América Latina; OEA y PNUD, Nuestra democracia.
INTERPRETACIÓN EN LA DOGMÁTICA
JURÍDICA COMO POSIBILIDAD DE CIENCIA
DEL DERECHO
I. INTRODUCCIÓN
Comenzaré advirtiendo que llevo cerca de diez años de ejercicio profesional dentro
de la Administración Pública y me he acostumbrado a ver la aplicación del dere-
cho desde el punto de vista de la autoridad. Como es bien sabido, el régimen de
legalidad para el particular consiste en que se puede hacer todo aquello que no
esté prohibido a contrario sensu de lo que ocurre para la autoridad en la cual solo
se puede hacer los que está permitido o en otras palabras, significa que en caso
de no existir un artículo específico en la ley, reglamento, decreto o acuerdo que
faculte a la autoridad a dar, hacer o no hacer algo, entonces debe entenderse que
lo tiene prohibido. Debido a ello, he desarrollado una perspectiva hacia la aplicación
del Derecho de estricta legalidad y he de confesar que me gusta esta manera de
ver el Derecho ya que obliga al estudio de cada palabra para lograr un máximo
entendimiento de la norma y estar en condiciones de aplicarla al caso concreto.
Aunado a ello, cotidianamente he analizado la práctica forense administrativa de
mis compañeros que consiste en estirar la norma, sobre la cual he llegado a la
conclusión de que no es otra cosa que una simple interpretación. Si bien es cierto
que existen reglas de interpretación en el Código Civil Federal mexicano1, existe
147
147
148 Revista del Posgrado en Derecho de la UNAM, Vol. 3, núm. 5, 2007
2 Berumen Campos, Arturo, Apuntes de filosofía del derecho, México, Cárdenas, 2003, p. 24.
3 Witker Velázquez, Jorge y Larios Velasco, Rogelio, Metodología Jurídica, 2ª ed., México, McGraw-Hill, 2002,
p. 200
150 Revista del Posgrado en Derecho de la UNAM, Vol. 3, núm. 5, 2007
4 Ibidem, p. 199
5 Idem.
6 Correas Vázquez, Oscar, Metodología jurídica II. Los saberes y las prácticas de los abogados, México, Fonta-
9 Idem.
10 Idem.
11 Ibidem, p. 70
152 Revista del Posgrado en Derecho de la UNAM, Vol. 3, núm. 5, 2007
12 Ibidem, p. 75
13 Ibidem, p. 77
14 Berumen Campos, Arturo, Op. Cit., nota 2, p. 24.
Interpretación en la dogmática jurídica como posibilidad de ciencia del derecho 153
“Los enunciados factuales –o que se refieren a cosas existentes– sólo tienen signi-
ficado si son empíricamente comprobables; existen enunciados no comprobables
pero que son verdaderos por sus mismos términos integrantes, estos enunciados
son las tautologías lógicas y matemáticas, que no aseveran algo acerca de la
realidad”.18
También se apoya en Gracia, del cual señala que “el aspecto angular de esta
corriente es el denominado principio de verificación: el significado de una oración
depende de su verificabilidad; si es verificable, la oración tiene significado; si no lo
es, o es una tautología o carece de significado.” Para el Dr. Witker, la verificabilidad
tiene que ver con la observación empírica. Este criterio elimina con facilidad casi
todas las oraciones de la filosofía tradicional. Su función “tiene que ver más bien
con el análisis lógico de las oraciones y términos empleados por la ciencia.” 19
Culmina su postura encontrando que las dificultades se originan al suponer
por su semejanza, que las oraciones sintácticas son oraciones empíricas. “La
tarea de la filosofía analítica consiste en buscar las condiciones de la certeza a
través del análisis.20
Con esto podemos afirmar que tanto la Dogmática Jurídica como la Inter-
pretación Dogmática (como parte del la Dogmática Jurídica), cumplen con la
característica “Analítica”21 propuesta por el Dr. Correas y señalada en el marco
teórico de este artículo.
“El nombre de esta disciplina –dogmática– no deja de ser curioso. Pareciera que una
ciencia es lo contrario de algo “dogmático”. .. Este curioso nombre proviene de la
convicción, según la cual, el jurista nada debe preguntarse acerca de la justicia de
las normas, trabajando con ellas y aplicándolas, de manera que la responsabilidad
por los efectos sociales de su tarea no le sean imputables. Es como la búsqueda de
una credencial de inocencia. Pareciera que los juristas, como de corsos, quisieran
obtener una patente para actuar en nombre de un Estado, sin cargar con ninguna
responsabilidad.”23
Para el Dr. Tamayo, la Dogmática Jurídica (o Ciencia del Derecho) puede ca-
racterizarse como la disciplina comúnmente denominada doctrina, que “determina
y describe el material tenido por Derecho, sin cuestionar su validez”.26
A mi modo de ver, la concepción de la Dogmática Jurídica para ambos autores,
tiene un elemento común que es el determinar el derecho que se va a aplicar, el
decir el derecho, propio de la Jurisprudencia.
Desde la perspectiva de la Filosofía del Derecho analítica, el Dr. Correas está
de acuerdo que sí es posible hacer una descripción “pura” del derecho y no existe
inconveniente en que “el discurso del derecho pueda ser “descrito”, objetivamen-
te, por un meta discurso, el de la Ciencia del Derecho, que se ocuparía de eso,
exclusivamente, describir las normas válidas en un país cualquiera.” Esto será
tarea de la Dogmática Jurídica.27
Para el Dr. Correas, la Ciencia propuesta por la “manera analítica” de hacer
Filosofía del Derecho, “constituye un discurso que habla del discurso del derecho.”
Afirma que “habría un primer nivel de discurso, que sería el texto – o el hecho,
según la teoría adoptada – donde se encuentran las normas. El segundo nivel,
meta discurso, sería el de la Dogmática Jurídica, que habla del primero.”28
En este apartado, podemos enmarcar varias de las características señaladas
en la definición de Ciencia aportada por el Dr. Correas, así encontramos el elemen-
to “criterio de especialización”29, al afirmar que la Dogmática Jurídica determina
y describe un discurso especializado denominado “Derecho”, y a su vez, se en-
cuentra “formulado en un lenguaje especial”30, que es el de las normas jurídicas,
y que además “versa sobre hechos”31, ya que puede describirlos dependiendo,
como afirma el propio Dr. Correas, de la teoría que se adopte.
26 Tamayo y Salmoran, Rolando, Elementos para una teoría general del derecho: introducción al estudio de la
p. 158.
28 Correas Vázquez, Oscar, op. cit. nota 27, p. 163.
29 Cfr. Correas Vázquez, Oscar, op. cit., nota 6, p. 64.
30 Cfr. Correas Vázquez, Oscar, op. cit., nota 6, p. 65.
31 Cfr. Correas Vázquez, Oscar, op. cit., nota 6, p. 65.
32 Tamayo y Salmoran, Rolando, op. cit., nota 26, p. 398.
Interpretación en la dogmática jurídica como posibilidad de ciencia del derecho 157
“Para ello propone un criterio de identidad (qué cosa es el Derecho? De que entidades
se compone?) Asimismo, determina cuándo surge el derecho, cuándo y cómo deja
de existir, da cuenta de su funcionamiento y de su estructura. Kelsen, Ross, Hart,
son ejemplos de teorías exitosas que dan cuenta de qué cosa es el derecho.”34
“En este discurso (el de la Epistemología Jurídica) se establecería, por ejemplo cual
es la teoría correcta acerca de la validez de las normas, tanto como los extremos
que deberían cumplir los enunciados descriptores de normas para ser considerados
verdaderos. Este discurso constituiría un nivel de la Metodología Jurídica: su nivel
33 Ibidem, p.399.
34 Ibidem.
158 Revista del Posgrado en Derecho de la UNAM, Vol. 3, núm. 5, 2007
filosófico. Porque también será Metodología Jurídica, el discurso que hable, por
ejemplo, de cómo ha de interpretarse la ley, lo cual no se encuentra en el mismo
nivel filosófico de la Epistemología.”35
Sobre esta pregunta, el mismo Dr. Correas afirma que pareciera que “cuando
se califica de dogmática a una lectura de textos normativos, se quiere decir que
el discurso, por ello dogmático, no hace sino repetir el discurso normativo.” Y
reflexiona:
“Entonces por qué la insistencia en el uso de la palabra “dogmática” para referirse
a la hermenéutica de textos normativos? Simplemente porque eso le conviene al
poder. El poderoso trata de diseminar la idea de que sus juristas hacen una her-
menéutica “correcta”, esto es, se limitan a repetir lo dicho por él… Esto significa
que, en efecto, la interpretación es una actividad propia de la Dogmática Jurídica;
lo que está fuera de toda sensatez es la palabra “dogmática” para referirse a esa
práctica discursiva.”42
Así que atendiendo al criterio del Dr. Tamayo, tanto la Dogmática Jurídica,
como la Interpretación Dogmática, cumplirían con tal característica.
No obstante lo anterior, considerando que se trata de la parte medular de
nuestro objeto de estudio, ahondaremos sobre este tema, comenzando con las
posibilidades que abarca la actividad de interpretar. Para el Dr. Berumen, la po-
sibilidad de concebir que los hechos se interpreten es clara si recordamos que
los hechos que entran en la conciencia del juez son, en realidad, enunciados
lingüísticos que los describen, emitidos, tanto por las partes, como por los testi-
gos, los peritos o por medio de documentos públicos o privados. De esta manera,
tanto los hechos como el derecho:
“…no son otra cosa sino enunciados lingüísticos o textos escritos que son recibidos
por el juez, para emitir su resolución que, por otro lado, también consiste en un
conjunto de enunciados lingüísticos. De manera que tanto las entradas, los hechos
y el derecho, como salida, la decisión judicial, no son otra cosa sino enunciados
lingüísticos, y como tales, todos son interpretables.”45
“Los filtros formales son los criterios establecidos en las leyes para sancionar la
información válida y desechar la información inválida que nos permita dar un sen-
tido jurídico a los hechos a que se refiere el lenguaje fáctico… los filtros formales
pueden ser procesales y substanciales. Los filtros procesales están constituidos por
las reglas que proporcionan las leyes procesales para la presentación, el desahogo
y la valoración de las pruebas...46
…y los filtros informales, es decir, los no previstos en las leyes pero que
funcionan como criterios para seleccionar información, valorarla e interpretarla,
en conciencia del juez.”47
Explica el mismo Dr. Berumen, que la interpretación del lenguaje del derecho es
la interpretación jurídica, propiamente dicha.
Así pues, da el criterio base o primordial para llevar a cabo la llamada Inter-
pretación Dogmática:
47 Ibidem, p. 195.
48 Ibidem, p. 200.
49 Ibidem, p. 201.
Interpretación en la dogmática jurídica como posibilidad de ciencia del derecho 163
Otro jurista argentino, Santiago Nino, afirma que la aceptación dogmática del
derecho positivo por parte de los juristas no impide, que esta función reformule
el sistema legislado.
“… es interesante estudiar las técnicas que emplean los juristas para mantener el
ideal de adhesión al Derecho legislado, conservando en un plano no reconocido
la actividad de modificar tal sistema… Una figura penal puede describir una clase
de acciones no por una propiedad sino por varias.” 51
Y así es como escribe todo un artículo sobre la reformulación del sistema legisla-
do en el cual demuestra que una acción descrita en un tipo penal puede tener varios
significados y por tanto, varias consecuencias jurídicas, por lo que la interpretación
del tipo penal juega un papel elemental en este suceso, y que aportará elementos
para reformular el sistema mediante soluciones dogmáticas originales.
Respecto de la siguiente característica analizada en la definición de Ciencia
propuesta por el jurista argentino Oscar Correas: “La ciencia trasciende los hechos
observados”, pueden citarse varios ejemplos, de los cuales he decidido citar la
siguiente Tesis de la Suprema Corte de Justicia, en la cual se aplican criterios de
interpretación (que como sabemos es una herramienta de la Dogmática Jurídica),
con lo cual quedaría demostrado el cumplimiento de esta característica.
51 Nino, Carlos Santiago, Consideraciones sobre la Dogmática Jurídica: Con referencia particular a la dogmática
analizarse por los tribunales como elementos del cuerpo del delito; sin embargo,
al dictarse el auto de formal prisión o de sujeción a proceso, los elementos subje-
tivos específicos distintos al dolo no requieren acreditarse a plenitud, toda vez que
las excluyentes del delito que se actualicen por falta de dichos elementos, deben
analizarse por el juzgador con posterioridad al dictado de tales determinaciones.”
Para concluir con la adecuación de cada uno de los elementos derivados del
análisis de la definición de “Ciencia” aportada por el Dr. Correas, para demostrar
si la Interpretación Dogmática, puede ser considerada como una actividad cien-
tífica, citamos el último elemento de este análisis: “La ciencia procede conforme
con métodos rigurosos y aceptados por la comunidad científica”. Este elemento
puede ser abordado teóricamente por los argumentos expuestos anteriormente
ya que de acuerdo con la propia definición del Dr. Correas, será demostrable
con que tenga “comprobación empírica, objetividad y coherencia lógica, todo lo
demás es discutible”.52
Hasta este punto podríamos inferir, que a excepción de uno solo de los elemen-
tos característicos del concepto de Ciencia propuesto en nuestro marco teórico,
la Dogmática Jurídica y la Interpretación Dogmática son actividades científicas,
sin embargo existen críticas que no podemos dejar de señalar.
Para el propio Dr. Correas, la manera analítica de hacer Filosofía del Derecho,
“positivista por convicción”, ha sustituido la realidad por la imitación de la certeza
en algunas ciencias naturales, sin embargo deja de tomar en cuenta que el fenó-
meno jurídico es una parte del fenómeno social llamado “ejercicio del poder”.53
Posteriormente, sobre esta filosofía en particular (si leemos entre líneas, se refiere
también a la Jurisprudencia Analítica y su correspondiente Dogmática Jurídica,
ésta última como parte de ella), sostiene que:
“La ciencia que la analítica trata de apuntalar, la que describe normas, es, en ver-
dad, una ciencia imposible, si de objetividad se trata. Porque la tarea de describir
normas, no es ninguna manera “pura” o apolítica. Al contrario, es parte del fenómeno
del ejercicio del poder. Esto queda de manifiesto cuando advertimos que describir
una norma es tanto como decir que es valida. Y decir esto, es decir también que,
quien la produjo, era quien debía –o podía hacerlo–. Y esto es tanto como legalizar
el acto de poder de alguien, y, por tanto, legitimarlo. La tarea que la analítica quiere
ver como ciencia objetiva, “pura”, no puede cumplir con los extremos exigidos a la
clase de los discursos científicos. Y esta es otra faceta de esta desatención de la
analítica respecto de la realidad.”54
III. CONCLUSIONES
Después del análisis de esta actividad propia del análisis del lenguaje, puede
advertirse que no existe acuerdo en cuestiones tan simples como el hecho de que
la expresión dogmática jurídica deba ser citada usando mayúsculas y minúscu-
las, es decir, Dogmática Jurídica por tratarse de una ciencia, o bien si debe ser
escrita en su totalidad con letras minúsculas por tratarse de una simple actividad
del Derecho. Curiosamente, uno de los autores consultados, el Dr. Tamayo, quien
defiende que la Dogmática Jurídica es una verdadera ciencia, lo escribe con
minúsculas y otro de ellos, el Dr. Correas, quien sostiene que se trata tan sólo
de una técnica, lo escribe con mayúsculas y minúsculas.
Se puede coincidir en que los filósofos analíticos, en la búsqueda de la certeza
en la descripción de normas, han supuesto que la Dogmática Jurídica es la única
ciencia posible respecto del Derecho “y este hecho les ha impedido ver otras
ciencias jurídicas, como la Sociología del Derecho, la Antropología Jurídica, la
Historia del Derecho, la crítica ideológica del Derecho o Crítica Jurídica, la Psi-
cología del Derecho, como otras tantas y posibles ciencias de este objeto com-
plejo.”55. Sin embargo, considero que la Dogmática Jurídica por sí misma ofrece
un amplio campo de investigación, no solamente a su posibilidad como Ciencia,
sino también a sus herramientas y posibles resultados en pro del Derecho, y en
esa concepción, la investigación sobre la Interpretación Dogmática y sus posibles
repercusiones en la reformulación del sistema jurídico, son de gran importancia,
siempre y cuando exista una “metodología científica” en su aplicación.
En ese entendido, se podría hablar a futuro, sobre la posibilidad de citar la
metodología utilizada en la interpretación para la elaboración de sentencias, para
estar en condiciones transparentes de que cualquier persona que tenga en sus
manos una sentencia, pueda saber los criterios de interpretación utilizados por
el juez en la toma de sus decisiones y no como ocurre actualmente (y como se
Jurisprudencia
Francisco Carpintero
1. Según J.W.N. Watkins, Hobbes fue el primer autor que, movido por la singular importan-
cia que atribuyó a los contenidos mentales de sus explicaciones, interpuso entre el individuo y
la sociedad un cuerpo de ideas necesariamente regulador de la convivencia. Vid. Hobbes Sys-
tem of Ideas. A Study in the Political Significance of Political Theories, Hutchinson University
Library, London, 1965, pp. 47 y ss. Esta afirmación tan poco matizada no parece adecuada del
todo. Los españoles de los siglos XVI y XVII, normalmente interpusieron entre el gobernante
y sus súbditos la figura del contrato, que sería la categoría necesariamente reguladora de la
convivencia política. Vid., por ejemplo, mi estudio Los escolásticos españoles en los inicios
del liberalismo jurídico y político, en “Revista de Estudios Histórico-Jurídicos”, XXV (2003),
pp. 341-373. Sí es cierto, en cambio, que Hobbes fue el primer filósofo y politólogo empirista
que propuso una teoría como la aludida.
2. Bergson, H., L’évolution créatrice, en “Euvres”, PUF, Paris, 5ª ed., 1991, p. 631.
3. Así, Saumells, R., La ciencia y el ideal metódico, Rialp, Madrid, 1958, p. 54.
4. Saumells explica, referido a la geometría, que en toda estructura deductiva se oculta y
disfraza la estructura de un enunciado anterior que no es de carácter jurídico, sino que consiste
en una estructura originaria de fundamento gneoseológico a través de la cual la conciencia
objetiva proyecta las leyes de su propio dinamismo. Vid. Saumells, R., La geometría euclí-
dea como teoría del conocimiento, Rialp, Madrid, 1970, p. 189. Según Frege “Das Ideal einer
streng wissenschaftliche Methode... verlangt, das alle Schluss- und Folgerungsweise, die zur
Anwendung kommen, vorher ausgefürt werden”. Frege, G., Grundgesetze der Arithmetik,
Georg Olms, Hildesheim, 1962 (1903) vol. I, p. VI. Efectivamente, la anticipación genética es
exigible en la ciencia formal de la aritmética.
Sobre el carácter necesariamente analítico de estas construcciones, vid. Serna, P., Positiv-
ismo conceptual y fundamentación de los derechos humanos, Eunsa, Pamplona, 1990, p. 229.
que parece más elemental, pero que esta aseveración no suele ser cierta
porque, en realidad, las definen según el procedimiento de su construcción:
una línea girando origina una circunferencia, etc. 5 Este carácter analítico se
muestra en el hecho de que una realidad acabada –la idea del Estado, por
ejemplo– sólo se aplica a una realidad ya hecha, aunque sólo sea intelec-
tualmente. Este proceder acarrea fosilización de las figuras éticas construi-
das, pues las cualidades vitales no son jamás enteramente realizables sino
que siempre se encuentran en vías de realización; sin embargo, el diseño
del Estado lo encontramos completo en Rousseau, Holland o Gerber aún
antes de comenzar a escribir.
Es imprescindible indicar ahora, antes de que el discurso avance más,
que este estudio atiende ante todo a los problemas de la actitud científica
que conocemos bajo los nombres de sensismo, fenomenismo o, más gene-
ralmente, empirismo, porque las construcciones intelectuales en el campo
de la ética y del derecho que llamamos constructos, sólo aparecieron en la
Edad Moderna, y fueron íntimamente vinculadas al fenomenismo cons-
tructivista típicamente moderno. Parecería que, antes de comenzar a hablar
sobre estos edificios racionales, hay que definir lo que es un constructo.
Pero ahora no es el momento de explicitar tal cosa, por la sencilla razón
de que no se puede definir este tipo de realidades; el lector ha de tener
paciencia, y ha de seguir los enrevesamientos expuestos aquí para hacerse
una idea esquemática sobre este tema 6. Observará bastantes críticas: ellas
se deben a que así como los médicos antiguos mantenían que Contraria
a contrariis curantur, las facetas del empirismo en la ética no pueden ser
adecuadamente entendidas sin mostrar lo que parece que no es aceptable
en esta teoría de la ciencia.
Hay que advertir que los empiristas se apoyaron en problemas cientí-
ficos reales; el siglo XVII demostró que la ciencia no puede consistir en
el conocimiento por las causas últimas, porque sabemos que existe la ley
5. Saumells, R., La geometría euclídea como teoría del conocimiento, op. cit., pp. 160-164.
6. Serna denuncia el modo de proceder que consiste en situar en primer lugar una defini-
ción, e indica que el intento de definir el positivismo jurídico incurre, a mi juicio, en un error
idéntico al cometido por el positivismo cuando propone su definición del “derecho”: partir
desde una definición en lugar de intentar llegar a ella... Ello no puede destacarse con suficiente
claridad si no es adoptando el punto de vista del análisis histórico y pragmático del conoci-
miento, es decir, la perspectiva de la historia interna y externa del positivismo, y no el punto de
vista conceptual, que presenta una imagen plana y sin relieve. Serna, P., Filosofía del derecho
y paradigmas epistemológicos. De la crisis del positivismo a las teorías de la argumentación
jurídica y sus problemas. Porrúa, México, 2006, p. 54.
Una forma es una categoría intelectual con la que designamos algo que
es similar a una idea. Una idea no es lo mismo que cualquier contenido
mental, porque la idea tiene su derecho a expandirse porque reclama ser
entendida. Si un conductor de automóvil dijera no conocer las ideas o con-
ceptos de semáforo, paso de cebra o acera, este singular desconocimiento
no le libraría de las sanciones e indemnizaciones en caso de accidente. El
lenguaje es tiránico: no sólo lo conocemos de hecho sino que tenemos el
deber de conocer lo expresado en él. Podemos hablar de ideas, conceptos o
formas, tanto da en la exposición presente. El problema para la mentalidad
constructivista es la pluralidad de formas o conceptos, que a veces no sólo
son diversos, sino irreductibles unos a otros, porque no disponemos de un
9. Sobre el carácter analítico de la ciencia nueva, referido a la biología de Buffon, explica
Cassirer que “La verdad de la matemática no consiste en otra cosa que en un sistema de proposi-
ciones puramente analíticas, unidas por el vínculo de la más rigurosa necesidad y que, en último
término, no hace más que expresar en formas diferentes un mismo y único contenido cognosci-
tivo”. Cassirer, E., Filosofía de la Ilustración, trad. E. Imaz, F. C. E., México D.F., 1984, p. 97.
10. Vid., entre otros muchos a Ayer, A. J., El positivismo lógico, trad. L. Aldama, U. Frisch,
C.N. Molina, F.C.E., México D.F., 1965, p. 218.
11. La exclusión de algunas notas o caracteres de la realidad que ha de ser estudiada es
siempre peligrosa porque el estudioso ha de cargar con el peso de lo que él suprime. En sede
de matemática pura, Frege indica que “Wir müβen uns nur immer genau klar vor den Augen
halten, dass es auf eine Bedeutung hier in arithmetischen Spiele garnicht ankommt. Also:
wann eine Sunstrahireng möglich sei, lässt sich gar nicht beurteilen, ehe wir wisent, welche
Figuren dabei in Betracht komen können, und was mit ihnen vorzunehmen sei. Das muss uns
so genau beschrieben werden, wie das Rochiren im Schaspiele”. Frege, G., Grungesetze der
Arithmetik, op. cit., vol. II, p. 109. Si los investigadores de la teoría jurídica siguieran este
consejo sencillo, y explicitaran qué es lo que realmente suprimen en el momento de definir e
investigar, muchas explicaciones se vendrían abajo.
12. Un sistema es una forma de trabajar que supone un principio único o primero desde el
que se desarrollan los teoremas en los que se expresa una ciencia. Tal axioma primero introdu-
ce una definición genética, con los contenidos de sus teoremas normalmente ya insilogizados,
de modo que finalmente el desarrollo de ese cuerpo doctrinal es predecible de antemano.
13. Según la Escuela de los Nominales, con Scoto a su cabeza, la Naturaleza es lo que ‘está
ahí’, sin relevancia normativa. Vid. mi estudio “El desarrollo de la facultad individual en la
Escolástica”, en Carpintero, F. (coord.), El derecho subjetivo en su historia, Universidad de
Cádiz, 2003, pp. 54-99.
14. La actitud de estos filósofos fue extraña. Ellos se representaron a la negación como
simétrica de la afirmación, de modo que si no existen las sustancias, solamente pueden existir
sus apariencias. La negación, como afirmación, se basta a sí misma, y tiene la capacidad de
crear ideas negativas. En un plano más general, Bergson argumenta así. Vid. Bergson, H.,
L’évolution créatrice, op. cit., p. 737. En realidad, estas actitudes respondían a un sentido co-
mún elemental y poco científico. Heisenberg destaca que el conocimiento de las ‘sustancias’
no es la tarea de los físicos. Vid. Heisenberg, W., Física y Filosofía, trad. Fausto de Tezanos,
La Isla, Buenos Aires, 1959, p. 92. Antes ha explicado las dificultades para ‘objetivar’ elemen-
tos en nuestros juicios, y para objetivar los juicios mismos. Vid. p. 62.
Vid. “Essai of Human Understanding”, en The Works of John Locke, London, 1823,
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vol. I, p. 16.
16. Sobre la incapacidad de conocer lo que son las cosas en sí, y su conocimiento solamen-
te por sus efectos, vid. Sum. Gent., parágrafos 2128 y 2325, edición de Marietti, Torino-Roma,
1961.
17. Suárez fue un autor contradictorio. En sus “Disputaciones metafísicas” mantuvo el co-
nocimiento del ser modal. Pero sus explicaciones en el “Tratado de las leyes” fueron bastantes
distintas, y lo que permaneció en la conciencia colectiva fue la actitud metafísica manifestada
en esta última obra.
18. Gerhard Frey indica que la mente humana está mal preparada para entender la tridimen-
sionalidad, incluso en la explicación de algunos temas geométricos. Vid. La matematización
de nuestro universo, trad. J. Barrio, Gregorio del Toro Editor, Madrid, 1972, p. 129.
19. Bergson explicaba que el empirista parte del universo, es decir, desde un conjunto de
realidades inmutables regidas por leyes también inmutables, un universo donde los efectos
son acomodados a las causas y cuyo carácter es, ante todo, el de no existir un centro, por lo
que todas las imágenes se mueven en el mismo plano. Vid. Bergson, H., Matière et mémoire.
Essai sur la relation du corps à l’esprit, PUF, París, 1953, p. 177.
20. La función de la voluntad es imprescindible en este tipo de teorías, y la extensión
imaginada sobre la que operan estas voluntades –llámese estado de naturaleza o posición
original– se origina desde una tensión que se interrumpe; el orden propuesto o defendido sólo
emerge cuando el orden inverso es negado.
Por esto ha sido imprescindible a los politólogos modernos partir desde la philautia o sel-
fish, porque estos individuos imaginados ya no aman ninguna concreción actualmente poseí-
da. Quieren un rechazo total de lo existente para, en nombre de la justicia que se derivaría
desde la prolongación lógica del amor de sus intereses, crear un orden nuevo. Al ser esto
futuro una consecuencia necesaria de la negación de lo actual, estamos ante una sustitución
difícilmente rebatible, porque estas teorías, gracias a su carácter negativo, conllevan la univer-
salidad que se sigue desde cualquier negación.
21. La filosofía analítica insistió en las definiciones estipuladas, y parecería que Habermas
o Rawls deberían partir desde estipulaciones. Sin embargo, las definiciones estipulativas han
tenido una eficacia solamente académica, porque únicamente han vivido en los libros. En los
momentos de buscar un punto sólido desde el que hacer que arranquen las respectivas teorías,
estos autores han recurrido a datos proporcionados por la sociología, como es el de la vivencia
de la igualdad entre los individuos. Si estos datos sociológicamente obtenidos les sirven para
extraer conclusiones normativas, este hecho se debe a que, obviamente, son exigencias que
desbordan la simple manifestación sociológica.
22. Esta extensión no es más que una tensión que se interrumpe cuando las voluntades
crean el contrato social. El orden concreto político-jurídico sólo emerge cuando el orden in-
verso es suprimido. Si el conjunto de las indeterminaciones humanas de los individuos en el
estado de naturaleza, o en la posición original, etc., conocidas usualmente como libertad, son
sustituidas por otras realidades, es difícil seguir hablando de libertad. Siempre cabe decir que
el contrato social busca precisamente hacer realidad las libertades individuales, o que el con-
senso rawlsiano sólo trata de aspectos parciales de la vida humana. Pero si el constreñimiento
de las voluntades que es propio de todo contrato es elevado al fundamento de la sociedad, es
difícil –según la lógica humana, no la lógica formal– seguir exigiendo libertad de acuerdo con
los términos de estos teóricos.
En su Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften. Zweiter Teil, § 254, explica
23. ������
que “Der Punkt, das Fürsichsein, ist deswegen vielmehr die und zwar in ihm gesetzte Nega-
tion des Raums”. Cito por la edición de Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1970.
parece ser el sustrato de lo que existe, y siempre aparece antes que las otras
consideraciones 24. Tomaron la ausencia como signo de realidad 25.
Este ir de adelante a atrás, siempre basado en la categoría de la causa
eficiente o impelente, y desde detrás a adelante –reconstruyendo inversa-
mente la cadena de causas eficientes– es otro de los ases que los diseña-
dores de constructos usan ante las dificultades. Representa ese proceder
eterno que se llama de hecho el de ensayo y error. Pero el pensamiento
constructivista no puede admitir la posibilidad de los fallos, porque sus au-
tores aspiran a sentar una totalidad fija garantizada científicamente por la
lógica que se desprende de las matemáticas y de la geometría. Construyen
en el vacío humano, y en su afán de ser científicos parecen no entender que
el orden geométrico es la supresión del orden inverso, y que una supresión
es siempre una sustitución 26. Ellos únicamente sustituyen unitariamente
con sus teorías una diversidad que, frente a ellos, repele ser unificada. Por
otra parte, desconocen la entropía que determina que un paso teoremático
no pueda ser reconducido a los pasos anteriores 27.
29. Saumells indica que “La aprehensión de una palabra es una yuxtaposición de diversos
actos mentales de síntesis”. Saumells, R., La geometría euclídea como teoría del conoci-
miento, op. cit., p. 65.
30. Estas actitudes conducen a un dogmatismo, no sólo exclusivo de los constructos re-
finados, que ha sido típico de las Edades Moderna y Contemporánea. Antes del siglo XIX
funcionaban las Inquisiciones, y la mayor parte entiende que los tiempos anteriores fueron
los realmente cerrados. Hoy domina la teoría de los derechos humanos descontextualizados,
lógico que los filósofos del siglo XX hayan hablado clara y directamente
de estrategias teleológicas.
Esta peculiar teleología permite que sus autores jueguen con elementos
ya insilogizados desde el comienzo de sus obras, unos factores que con-
ducen ‘lógicamente’ hasta sus conclusiones teóricas 31. Sucede que la edifi-
cación de una axiomática válida toma en consideración las condiciones de
un principio de coordinación previo. Es cosa notoria destacar que, desde
que la especulación sobre la justicia se emancipó de cualquier instancia
teológica, el elemento más fundante –normalmente el único– ha sido la
igualdad individual. No sucede que las teorías de este tipo busquen sola-
mente hacer realidad esta igualdad, como con ímpetu revolucionario, sino
que argumentan residualmente de la mano de la igualdad porque no dispo-
nen de otro recurso dialéctico. Poco importa que estudiemos los tiempos
de Pufendorf, de Gundling o los de Koehler, los de Rousseau, o los de hoy.
Parece que la razón humana emancipada no da más de sí 32.
Al jugar a un juego analítico, el genio de cada autor dejó de ser pro-
piamente genio creador para pasar a ser simple ingenio, porque se trataba
y se hace realidad lo que describe Massini: “Aparece como un dato obvio –y que en cuanto
tal es preciso dar aquí por aceptado– que la ética política de nuestro tiempo, al menos en los
países occidentales, se encuentra apoyada sobre dos pilares básicos: la democracia como la
única forma de gobierno legítima y los derechos humanos como criterios fundamentales para
la valoración de la conducta política. Se trata en ambos casos de lo que Aristos llamaba topoi,
es decir, lugares comunes indiscutidos, que se dan por aceptados y a partir de los cuales se
desarrolla la totalidad del debate pol. Dicho en una terminología más “à la page”, sucede que
ambos supuestos han adquirido carácter ideológico y que, por lo tanto, clausuran el discurso
político cotidiano impidiendo que se llegue a esa tematización y, por ende, a la pos. discusión
de esos “lugares” aceptados”. Massini, C., Los derechos humanos en el pensamiento actual,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1994, p. 13. En la p. 15 recaba la necesidad de la ponderación
del contexto en el que han de vivir los derechos.
31. La razón que se contempla a sí misma no es capaz de entender el carácter construido
de la estructura ‘racional’ que encuentra en ella. Pues la razón no se intuye a sí misma: sólo
conoce los objetos que encuentra en sí, ante la incapacidad de lo que podríamos llamar esta
autointuición, la racionalidad, en su ingenuidad, queda reducida a las formas de sus percepcio-
nes. Se desespera ante formas tan distintas y trata de emanciparse de lo que considera simples
fenómenos para emprender un camino que ella misma ha de construir.
32. A este tipo de racionalidad se le puede aplicar lo que indica Tirso de Andrés: Gödel
demostró que es posible encontrar proposiciones verdaderas que, por muy bien que se cons-
truya un sistema lógico, no es posible verificar ni refutar. En todo constructo lógico-racional
hay verdades “indecidibles”: sabemos que son verdaderas, pero no es posible demostrarlas ni
refutarlas. Es más, también demostró que la misma consistencia del sistema formal era una de
esas propiedades “indecidibles”, que no se podían probar ni invalidar. De Andrés, T., Homo
cybersapiens: La inteligencia artificial y la humana, op. cit., p. 64.
36. Bergson, H., L’évolution créatrice, op. cit., p. 506. Es lógico que sea así. El mismo
Bergson explica en otros momentos que los cuadros que hacen posible nuestra comprensión son
demasiado estrechos y demasiados rígidos para lo que queremos introducir en ellos. Nuestro ra-
zonamiento, tan seguro de sí mismo cuando camina sobre cosas inertes, se mueve mal cuando ca-
mina sobre un terreno vivo. Vid. op. cit., p. 490. Más adelante, en la p. 632, explica que la lógica
natural nace de una cierta geometría natural, sugerida por las propiedades generales percibidas en
los sólidos. Desde esta lógica general ha surgido la geometría científica, que extiende indefinida-
mente los perfiles de los sólidos. Geometría y lógica están indisolublemente unidas a la materia.
37. Vid. ibid., p. 631.
38. Vid. Heisenberg, W., Física y Filosofía, op. cit., p. 148.
46. Kant explicó expresamente que el derecho quedaba al margen de la síntesis trascendental
entre los fenómenos de la sensibilidad y los principios a priori del entendimiento. En la Crítica
de la razón pura, A 43-44, explicaba que “Sostener que nuestra sensibilidad no es más que la
confusa representación de las cosas, una representación que sólo contendría lo que pertenece a
las cosas en sí mismas, pero que las contendría en una masa de características y representaciones
parciales que no distinguimos conscientemente, constituye una falsificación de los conceptos de
sensibilidad y fenómeno. La diferencia entre una representación clara y otra confusa es pura-
mente lógica y no afecta a su contenido. El concepto de derecho, del que el entendimiento sano
hace uso, contiene indudablemente todo lo que la especulación más sutil es capaz de desarrollar
a partir de él, pero en el uso común y práctico no se tiene conciencia de las diversas represen-
taciones incluidas en este pensamiento. Por ello no puede decirse que el concepto común sea
sensible ni que contenga un nuevo fenómeno, ya que el derecho no puede manifestarse, sino que
tenemos su concepto en el entendimiento y representa una propiedad (la propiedad moral) de las
acciones, una propiedad que pertenece a éstas en sí mismas. Por el contrario, la representación de
un cuerpo en la intuición, que no contiene nada que pueda pertenecer distintamente a un objeto
en sí mismo, sino simplemente el fenómeno de algo y el modo en el cual ese objeto”. Cito por la
traducción de P. Ribas, Alfaguara, Madrid, 1988.
Kant expuso esta idea en “La doctrina de los elementos”, que es la parte de su obra des-
tinada a mantener la síntesis trascendental entre los fenómenos y los principios a priori del
Entendimiento: quiere exceptuar expresamente al derecho de esa síntesis; cosa que es más
patente cuando examinamos las tablas de los principios formales del Verstand, en donde no se
encuentra ninguna referencia a la justicia. Vid. mi estudio “Nuestros utilitaristas malentienden
a Kant”, en El pensamiento jurídico. Pasado, presente y perspectiva, “Libro Homenaje al
Prof. Juan José Gil Cremades”, El Justicia de Aragón, 2008, pp. 141-166.
47. Vid. Bergson, H., Matière et mémoire. Essai sur la relation du corps à l’esprit, PUF,
París, 1953, p. 6.
48. Wittgenstein matiza este problema en Investigaciones filosóficas, trad. A. García Suá-
rez y U. Moulines, Instituto de Investigaciones Filosóficas-Crítica, UNAM-México D.F.-Bar-
celona, 1988, parágrafos 398 y ss.
por sí solos los contenidos expresos de las leyes generales. La situación del
jurista actual es algo parecida (ruego se me disculpe esta comparación) al
estado de ánimo de los matemáticos, geómetras y físicos tras las explica-
ciones de Gödel: si todo razonamiento matemático presupone necesaria-
mente axiomas que han de estar fuera de él, los razonamientos jurídicos
suponen principios que, a modo de axiomas hermenéuticos aparentemente
extralegales, dan su razón de ser (su validez actual) a las aplicaciones de
las disposiciones legales generales.
Pero estos hechos distan de estar claros. Más bien parece que hoy asisti-
mos a una feria de extravagancias. Desde el siglo XVII a hoy los filósofos no
quieren hablar de causas finales, pero la mecánica cuántica muestra que los
movimientos de las partículas en el interior de los átomos son teleológicos,
finalistas o tendenciales; el paradigma de la máquina ya no es el apropiado
para mostrar una imagen del mundo. ¿Por qué entonces...? La concentración
exclusiva de este sector de la comunidad jurídica o sociológica en la afirma-
ción del movimiento mecánico o binómico más parece hoy el resultado de
un prejuicio. Podría parecer que este prejuicio estaría ya superado porque las
explicaciones sobre la ética que han nacido después del positivismo lógico
han vuelto a proponer estrategias teleológicas cuyas líneas de fuerza son
distintas a la de los movimientos impelentes; pero estas nuevas teleologías
se fundamentan únicamente en la satisfacción de deseos que actúan cau-
salmente en el mismo sentido que las antiguas explicaciones mecánicas: la
única diferencia relevante es que han situado a la locomotora –en su calidad
de causa final– a la cabeza del convoy, no al final de él.
Es interesante, y necesario, hacer estudios sobre las bases ontológicas y
plurales de los distintos razonamiento del derecho, pero el investigador de
la humanidades ha de tener presente que ya no podemos diseñar una imagen
del mundo con pretensiones de totalidad metafísica 49. Las críticas de Planck,
49. Los conceptos son distintos unos de otros, del mismo modo que los objetos en el espa-
cio; reunidos, constituyen un ‘mundo inteligible’ que se parece por sus caracteres esenciales
al mundo de los sentidos. Ellos no son la representación por sí misma de las cosas, sino más
bien la representación del acto por el que la inteligencia se fija en ellos. Así Bergson, H.,
L’évolution créatrice, op. cit., p. 631.
Frey añade “Hay diversos criterios de existencia. Los criterios de existencia están en rela-
ción con los criterios de verdad. La existencia de un objeto o de un acontecimiento se expresa
mediante una proposición existencial, y la verdad de esta proposición implica la existencia
del objeto. Nadie puede sostener hoy en serio que la palabra ‘verdadero’ signifique siempre
lo mismo; lo que se comprenda bajo el término ‘verdadero’ está en dependencia del criterio
de verdad aceptado y establecido. A los diversos criterios de verdad corresponden diversos
criterios de existencia”. Frey, G., La matematización de nuestro universo, op. cit., p. 31. Efec-
tivamente, incluso en las ciencias que se ocupan del hombre, los criterios para decidir sobre su
salud biológica son distintos de los usados para medir su inteligencia.
50. Bergson señaló reiteradamente que en la ciencia moderna, la homogeneidad consiste
en la ausencia de toda cualidad, de modo que no es posible distinguir en esta forma única las
distintas formas de lo que no es idéntico a sí mismo. Vid., por ejemplo, Bergson, H., Essai sur
les données immédiats de la conscience, Avant-propos, pp. 66 y 81.
51. Traigo a colación, traduciéndolo como desgarrón, el término hegeliano Zerrisenheit
aun a sabiendas de que Hegel lo usó en otro contexto.
su estudio a una sola de sus vertientes –la igualdad de los hombres es hoy
la más usual– y ha construido así su teoría, no le será lícito contradecirse.
Ésta es una muestra del eterno problema de todo edificio que quiera ser
sistemático, porque sus autores excluyen datos y problemas en el inicio de
su discurso; así ganan momentáneamente coherencia, precisión o claridad,
pero llega un momento en el que las restricciones puestas por el método
vuelven imposible el desarrollo y aplicabilidad de la teoría propuesta; al
llegar a este dilema retoman lo que antes habían desechado en nombre de
la racionalidad científica. Según la conocida frase, lo arrojado por la puerta
vuelve a entrar por la ventana 52. El problema no es la coherencia lógica
–¿qué quiere decir ‘lógico’ en estas materias?– sino lo muy problemático
de su aplicación a las acciones humanas, porque en estos marcos de pensa-
mientos las personas como personas –siempre seres individuales– son en
un primer momento puntos irrelevantes, y después pasan a ser el objeto de
atribución de los derechos reconocidos; en tal caso no estamos ante las per-
sonas y sus derechos como personas, ya que los derechos de las personas
han sido sustituidos por los derechos de las argumentaciones 53.
Éste es un hecho comprensible, porque los autores que entran por este
camino aparentemente tan convincente (¿qué sería de Bobbio sin la claridad
que le aporta su estilo de sistema?, o ¿podemos imaginarnos a Kelsen, Hart
o Rawls sin una teoría clara sin fisuras ni contradicciones) rechazan el mo-
mento ‘más’ ontológico de los razonamientos jurídicos. Frente a ellos hay
que decir que el derecho es una ciencia que trata de resolver problemas que
son bien reales y que, si en nombre de la imposibilidad del conocimiento de
una justicia objetiva, no condenan que el profesor explique malamente, son
ellos los que tienen que comparecer ante el tribunal de la razón científica.
52. Quizá el problema de fondo reside en que pretenden que la intuición de la idea venga
dada por las condiciones mismas de la imagen. Vid. Saumells, R., La ciencia y el ideal me-
tódico, op. cit., pp. 95-96. Esto no es posible: desde la representación de las condiciones de
un diálogo puro no llegamos a las muchas y diversas ‘ideas’ que componen un ordenamiento
jurídico. Para lograr este fin es preciso razonar concretando, y estos razonamientos diversos
no vienen ni ofrecidos ni exigidos desde las condiciones del diálogo ideal.
53. De Andrés explana algo más esta idea: La captación de falta de información, “¿No re-
clama esto algún tipo de intuición, de contacto directo con la realidad, por otra vía distinta que
la suministrada por el sistema de tratamiento de la información? Me parece que la respuesta
debe ser negativa. No hace falta intuición alguna. Basta la apetencia interna, que la sed –como
la necesidad de recibir información– o la capacidad intrínseca de recibirla sea mayor que la in-
formación suministrada para que no quede saciada ni satisfecha... La solución, por tanto, hay
que buscarla en la mayor subjetividad humana, a la que se suele llamar persona”. De Andrés,
T., Homo cybersapiens: La inteligencia artificial y la humana, op. cit., p. 124.
Quizá sea necesaria una ‘imagen del mundo’ mejor que las de los empi-
ristas. Tema difícil, porque no parece que pueda existir una imagen unitaria
del mundo 54. No la tienen los físicos y no la tenemos los que trabajamos
en el derecho. Desde este punto de vista es inútil reclamar objetividad o
universalidad. El término derecho es por sí mismo una expresión abusiva,
lo mismo que el del ordenamiento jurídico, porque lo que designamos con
estas expresiones son conjuntos de soluciones que se han dado histórica-
mente para resolver necesidades distintas de las personas. Ya Tomás de
Aquino, refiriéndose al conjunto de la ética, explicaba que la palabra vida
era excesivamente abstracta, porque así como el término de carrera no de-
signa sino el acto concreto de correr, el de vida solamente se refiere a los
actos concretos de nuestras existencias 55.
Hoy, el derecho tanto recopila como innova, y cada conjunto de solucio-
nes agrupada en torno a un problema compone una institución jurídica 56.
Las reglas jurídicas son funciones paralelas a los problemas que tratan de
paliar las carencias personales; como funciones que son, son obra huma-
na, frecuentemente sometidas a la historia: pero las necesidades humanas
permanecen, a veces sin cambios significativos. Los fundamentos reales,
ontológicos, o como se les quiera llamar, de nuestras necesidades, existen
individualizadamente, porque sabemos que todo profesor tiene el deber de
explicar claramente, y que el taxista tiene otros deberes.
Indicaba que el estudioso de las humanidades no se siente cohibido
porque él no sepa lo qué es el espacio, etc., porque este desconocimiento de
estos temas tan generales no implica que no sepa con certeza que no debe
suspender arbitrariamente a sus alumnos, o que sí debe pagar el alquiler de
54. Bergson reparaba en el atractivo que estas cuestiones tan generales ejercen sobre noso-
tros. Pero que también las tendencias intelectuales, incluso las innatas, o las que ha creado la
vida en el curso de su evolución, están hechas para otra cosa que no para explicarnos la vida
misma. Vid. Bergson, H., L’évolution créatrice, op. cit., p. 512.
Vid. Sum. Gent., ed. cit., parágrafo 817 y Sum. Theol., I, q. 18, art. 2.
55.������
56. Aún así, es interesante contrastar un estudio de derecho civil con un manual de tele-
comunicaciones, por ejemplo. El estudio civilista hinca los nervios de sus razonamientos en
conceptos legales que pueden diferir de país a otro, pero por lo general toma en consideración
situaciones humanas netamente reconocibles, que hacen que los razonamientos de este tipo
de estudios sean comprensibles para cualquiera. Un libro que responda en mayor medida a
la complicación técnica actual, es un conjunto abigarrado y bizarro de reglas y órdenes entre
las que es francamente difícil encontrar unos hilos conductores que permitan decidir sobre los
casos nuevos de acuerdo con las funciones básicas de los datos existentes.
57. Los geómetras saben que en cierto modo, toda medida de mensura trasciende aquello
mismo que es mensurado. Vid. Saumells, R., La ciencia y el ideal metódico, op. cit., p. 41. En
efecto, el paso del taxista tal como se comporta de hecho y tal como debe comportarse lo opera
el entendimiento de forma espontánea y natural. Saumells reitera, en La geometría euclídea,
cit., la unidad de este acto vital que hace innecesaria la representación de dos contextos, uno
de presentación y otro de justificación o validez.
58. Gonseth, F., La geometrie et le problème de l’espace, Dunod Éditeur, Paris, Éditions
du Griffon, Neuchatel, p. 596.
59. Leibniz, G.W., Carta a Wagner, trad. T. E. Zwanck, Charcas, Buenos Aires, 1982, p. 362.
cabar la salud de los otros, lo que parece tener un carácter más jurídico.
(Aunque es tanta la insistencia de los órganos públicos, que parece que am-
bos momentos están implicados en ambas prohibiciones; lo que muestra,
quizá más claramente, que ese momento primero que muestra el daño que
el tabaco hace, es el fundamento necesariamente inicial de las regulaciones
restrictivas). El carácter real del daño fundamenta el momento ético, sea el
público sea el privado.
Maticemos: todos sabemos que los elementos atómicos individuados en
el desarrollo de cualquier saber, no tienen siempre ese criterio atómico o
último, porque en bastantes ocasiones son más producidos en el curso de la
investigación que no descubiertos como si ellos ya existieran por siempre y
por sí solos; sabemos también que estos elementos descubiertos en el aná-
lisis son frecuentemente elementos complejos de los que difícilmente se
puede predicar alguna elementaridad. Pero tan cierta como estas compro-
baciones es la observación que nos indica que los hechos que comparecen
ante nosotros no se nos presentan absolutamente en bruto y uniformes, sino
ya formados en cierta medida, por lo que el jurista puede distinguir, con
criterios a veces bastante objetivos, lo que es una cesión de crédito y lo que
es el pago de una deuda.
El carácter funcional del derecho no tiene que llevar a mantener que
nos movemos en un vacío de cosas, ya que algunas funciones solamente
pueden ser ejercidas sobre algunas cosas y, quizá lo que es más importante,
frecuentemente son las necesidades y acciones humanas individualizadas
las que permiten que sean creadas tales o cuales funciones de forma igual-
mente individual, esto es, correspondientes 60. Quien acepte que las razones
que hay que dar a un marido que adultera, a un funcionario público que
comete cohecho, o al empresario que defrauda a la seguridad social, son
necesariamente distintas, entenderá este hecho 61. Lo que nos enseña que
las explicaciones propias del derecho no dependen únicamente de crite-
60. Frege indicaba claramente este hecho, que opera incluso en al ámbito de las matemá-
ticas, lanzándonos el ejemplo del juego del ajedrez, en el ante todo hemos de saber lo que
puede hacer cada pieza y solo después entenderemos este juego Vid. Frege, G., Grundgesetz
der Arithmetik, op. cit., vol. II, p. 109.
61. Es tema difícil el de la ontología. Heisenberg escribe que “La palabra ‘real’ se relaciona
con la latina ‘res’, que significa ‘cosa’; pero las cosas están en el ordinario espacio tridimen-
sional, no en un abstracto espacio de configuración. A las ondas del espacio de configuración
se las puede llamar ‘objetivas’ cuando se desea expresar que esas ondas no dependen de nin-
gún observador; pero difícilmente se las puede llamar ‘reales a menos que se quiera cambiar
el significado de la palabra”. Heisenberg, W., Física y Filosofía, op. cit., p. 108.
rios de validez externos a las conductas y a los hechos mismos, sino que
también cuentan en ellos sus facetas semánticas 62, porque el ejercicio del
derecho –a diferencia de la matemática– no se contenta con una sola razón
demostrativa que le fuera propia, porque no es una ciencia simplemente
formal 63. Es preciso dejar en la cuneta a las actitudes que quieren encontrar
un nivel del lenguaje autosuficiente y generalizable capaz de describir la
configuración de elementos variables para analizar sus relaciones sin em-
pantanarse en la identidad de estos objetos en sí mismos.
Sería mejor preguntarse si no podría suceder que existieran formas ‘na-
turales’ o espontáneas, esto es, no convencionales para justificar los con-
Efectivamente, él explica que las ciencias formales han sido formadas en interacción con el
hombre. Vid. ibid., p. 61. Añade que von Weisäcker explica que “La naturaleza es anterior al
hombre, pero que el hombre es anterior a la ciencia natural”. Vid. ibid., p. 41. Se podría añadir
que “El hombre es anterior a la reflexión humana, pero la reflexión es anterior a la ciencia
jurídica”.
62. Estas consideraciones sobre la referencia de cualquier lenguaje-objeto a uno o varios
metalenguajes permanecerían en el plano de la insatisfacción personal si no tocara el tema de
la posibilidad de seriar las propias reflexiones yendo hacia un infinito. Esto parece ser lo que
hacía David Hume cuando, al final del libro segundo de su Tratado sobre la naturaleza huma-
na, fue mostrando el absurdo de establecer la existencia continuada de la pluma con la que es-
cribe, del papel sobre el que escribe, de la mesa en la que está el papel, etc. Pues Hume, con la
capacidad reiterativa típica de los empiristas, viene a entender que no existe una proposición
ulterior que valide la frase con la que cualquiera expresa que sí existe objetivamente el papel
sobre el que escribe. Sucede que el pensamiento empirista usa solamente la causa eficiente,
y entiende implícitamente que haría falta una instancia que fuera la causa (eficiente) de la
verdad de la proposición del que expresa que existe realmente el papel; lo que no es posible
desde sus presupuestos. Para no caer sin más en las aporías que implican los encadenamientos
sin fin, pensamos que construir una teoría general de la conciencia implica, antes que otra
cosa, poder construir una teoría general de la reflexión. En cuanto que esta teoría implica una
objetivación, ella ha de expresarse en un lenguaje-objeto, lo que parece que no es posible en
manos de los empiristas, pues ella ha de ser al mismo tiempo –según ellos– el lenguaje objeto
y su metalenguaje: El único metalenguaje posible sería entender que existen manifestaciones
lingüísticas de la reflexión que no son propiedad exclusiva del lenguaje-objeto. Pero duda-
mos sobre si esta posibilidad es lícita, porque la condición necesaria para hacer posible una
teoría de la conciencia es encontrar un sistema en el que la distinción entre lenguaje-objeto
y metalenguaje haya sido suprimida. De hecho, en los lenguajes naturales no es posible una
distinción rigurosa entre el metalenguaje y el lenguaje-objeto. Obviamente, este cuestiona-
miento nos lleva hacia uno de los temas más amplios imaginables, que sería el del estudio de
si es posible elaborar algo así como una teoría general de la conciencia. Según Frege, no. Vid.
Frege, G., Grundgesetz der Arithmetik, op. cit., vol. I, p. XXII.
63. Es preciso dejar constancia de que la ciencia jurídica no puede esclarecer enteramente
los dos planos en los que vive, el de la razón demostrativa y el de los teoremas que enuncian
los tribunales, como en general todos los juristas. Los juicios de bastantes enjuiciadores son
frecuentemente bastante personales, de modo que se imponen únicamente por vía de autoridad.
64. Vid. Saumells, R., La geometría euclídea como teoría del conocimiento, op. cit., p. 50.
65. Más formalmente, referida esta idea a la intuición geométrica, vid. ibid., p. 54.
66. Sobre estas últimas ideas, vid. De Andrés, T., Homo cybersapiens: La inteligencia arti-
ficial y la humana, op. cit., pp. 140-141.
67. Sum. Gent., ed. cit., § 2183.
7. Temas últimos
68. Saumells indica que la separación entre Ser y Deber-ser supone implícitamente un más
allá y un más acá de la conciencia, ya que presupone que el ‘ser’ está en la materia. Vid., Sau-
mells, R., La geometría euclídea como teoría del conocimiento, op. cit., p. 122.
69. Hegel expuso la dificultad más grave de estos métodos fenomenistas en su Enzyklopädie
der philosophischen Wissenschaften, Zweiter Teil, § 254, en donde explica que “Der Punkt,
das Fürsichsein, ist deswegen vielmehr die und zwar in ihm gesetzte Negation des Raums”.
70. ¿Es correcto aludir a factores religiosos en el momento de mostrar el desarrollo de una
actitud filosófica? Hobbes nos animaba a que fuéramos realistas, porque ¿acaso no buscamos
la compañía de hombres de armas cuando hemos de hacer un viaje? Seamos realistas también
en este punto.
71. Heisenberg, W., Física y Filosofía, op. cit., p. 15.
72. Adam Smith estableció, al filo de esta mentalidad, que el hombre ocupa un lugar ‘ex-
céntrico’ en la naturaleza. Vid. Smith, A., Theory of Morals Sentiments, Clarendon Press,
Oxford, p. 276.
Recibido: 2009-12-14
Aceptado: 2010-03-21
•
Javier Espinosa De los Monteros Sánchez**2
RESUMEN
El presente artículo plantea las antinomias y aporías que se presentan entre los derechos
humanos caracterizados como universales y los dogmas tradicionales de la soberanía y
ciudadanía que están ligados a aquella forma de organización política de nuestros días que
es el Estado-Nación. El fenómeno de la globalización ha puesto en crisis al Estado-Nación
por lo que también se traduce en una crisis de la soberanía y la ciudadanía. Las funciones
tradicionales que venía desplegando el Estado están siendo desplazadas y rebasadas
por realidades externas (problemas ambientales y terroristas, cesión de facultades de
decisión a organismo supranacionales, embates de los especuladores financieros, flujos
migratorios, etc.,) e internas (el problema del multiculturalismo) por lo que tenemos un
Estado enfrentando severos proceso de transformación o sobre vivencia.
En los confines del Estado mexicano y su ordenamiento jurídico, la universalidad de los
derechos se queda en retórica. Un constitucionalismo mundial se presenta como la única
alternativa viable si se quiere hacer efectiva la protección de los derechos humanos y
ser acorde con la superación de la soberanía y ciudadanía.
* Este artículo forma parte del resultado del la investigación titulada: Constitución y derecho indígena; para optar
al título de Maestro en Derecho, en la especialidad de Derecho Constitucional y Amparo, de la Universidad
Autónoma de Tlaxcala, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, División de Estudios de Posgrado (Centro de
Investigaciones Jurídico-Político CIJUREP). Esta investigación fue iniciada en el año 2004 y terminada en el
primer semestre de 2006.
** Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, México. Cursa el último semestre
de la Maestría en Derecho Constitucional y Amparo en la División de Estudios de Postgrado CIJUREP (Centro
de Investigaciones Jurídico-Político) de la UAT. jespinozams@hotmail.com
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DERECHOS HUMANOS, PROBLEMAS ACTUALES
ABSTRACT
This article expounds the antinomies and the difficulties existing amongst the human
rights that are characterized as universal and the traditional dogma of sovereignty and
citizenship related to the now-a-days way of political organization: the State-Nation.
The phenomenon of Globalization has created a crisis to the State-Nation, one that can
be seen as a crisis in sovereignty and citizenship. The traditional functions performed
by the State are now being displaced and even overrun by external realities (Problems
of environment and terrorism, the concession of decision-making capacities to supra-
national entities, the attacks on behalf of the financial speculators, the migratory flows,
etc.) as well as internal realities (the problem of multiculturalism). Thus, we now have a
State that is facing severe transformation processes and survival challenges.
Within the limits of the Mexican State and its juridical ordinance, the universality of rights
remains as rhetorical. A worldwide Constitutionalism presents itself as the only viable
alternative if the protection of human rights is to become effective and in accordance
with the improvement of sovereignty and citizenship.
KEY WORDS: Humans rights, Fundamental rights and Warrantys, Universality, Historicity
and specification of the rights, Citizenship, Nation-State, Soberany, Constitucional State,
World Constitutionalism.
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JAVIER ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ
El panorama anterior deja vislumbrar el paradig- cirlo en términos Bobbianos, tienen una edad,
ma del Constitucionalismo mundial no exento son producto de su tiempo y de las necesidades
de aporías, pero cuya realización constituye concretas que desarrollan las sociedades y los
en buena medida el más alto grado de protec- individuos dentro de unas coordenadas espacia-
ción, primacía, expansión y garantía efectiva les y temporales determinadas4, es decir, nacen
en la nueva era de los derechos. La discusión o van surgiendo conforme a los requerimientos
en México todavía es precaria, aunque hoy en sociales de una época y lugar determinados,
día existen fuertes e importantes voces que lo que rompe con la versión iusnaturalista de
se levantan para denunciar las injusticias y considerar a (en una excesiva idealización) los
discriminaciones que generan la soberanía y derechos como parte de la naturaleza humana
la ciudadanía. y, por tanto, presentes en toda la historia de
la humanidad; por otro lado, la especificación
1. Atisbos en torno a los derechos es un “proceso de determinación”, de pasar a
humanos considerar al individuo como ciudadano y en
tanto centro de imputabilidad de derechos en
Para empezar, es menester explicar algunos as- abstracto a considerar a los individuos dentro
pectos generales que permitan dilucidar ciertas de sus diferentes esferas sociales y biológicas
cuestiones conceptuales y de contenido en en concreto, es decir, el tránsito de una igualdad
torno a nuestro objeto de estudio. formal a una igualdad sustancial o material.
Los derechos son atributos que corresponden En virtud de ciertos grupos que merecen una
a los seres humanos, son pretensiones justi- tutela especial o diferente, se otorgan estatus
ficadas, fundadas, relativas a un sistema de jurídicos diferenciados a los del resto de la
normas jurídicas. Tener un derecho significa población, debido a lo posición de desventaja
tomar legítimamente algo. Es la pretensión de en la que se encuentran ciertos grupos frente
alguien (de un individuo, de un grupo) de que a otros o por la pertenencia étnico-cultural. La
otros sujetos hagan o no hagan algo en relación última característica que es la de universalidad
con él… es una pretensión que abarca el com- consiste en que los derechos son prerrogativas
portamiento de otros sujetos y presupone (y a que corresponde a todos los seres humanos,
su vez expresa) una distribución compartida de en la misma media (de esto se desprende la
las cargas y de los privilegios sociales1. “igualdad de derechos”)5.
Estos –los derechos– poseen ciertas caracte- Esto no siempre ha sido así; el que los dere-
rísticas que permiten identificarlos, a saber: chos se extiendan a todos los seres humanos
universalidad2, historicidad3 y especificación. en todos los rincones de la tierra obedece, en
La historicidad3 refiere que los derechos, para de- buena medida, a su inserción en la Declaración
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DERECHOS HUMANOS, PROBLEMAS ACTUALES
“universal” de 1948 que, como recuerda Bob- Empero, como quiera que sea, dicha decla-
bio6, con dicha declaración se da un consenso ración constituye la primigenia en el proceso
práctico en torno a los derechos, al grado de de desnacionalización de los derechos y, por
ser reconocidos por una buena cantidad de tanto, la caracterización de los derechos como
países, ya que se trata de una cuestión que universales. La característica de universalidad
reclama <<protección urgente>>. supone a la persona8 como titular de los dere-
chos con independencia de algún título como
El fundamento de los derechos que propone
condición previa e indefectible para ejercer su
Bobbio en el “consenso práctica” está viciado de
goce e imputarle su titularidad.
origen al desconocer o tratar de soslayar el fun-
damento teórico que considera una cuestión Siguiendo a Robert Alexy9 podemos distinguir
de derecho natural y sobre el cual los teóricos entre la universalidad de los titulares –que ya ha
no se han puesto de acuerdo por largo tiempo. quedado expuesta– y la universalidad de los
Aduce que no se puede encontrar un argumen- destinatarios u obligados que puede ser tanto un
to absoluto e irresistible al cual nadie pueda individuo, un grupo social como el Estado; uti-
negarle su adhesión, y presentan como obje- lizando la expresión de Guastini, un “Verdadero
ciones: la vaguedad del término derechos humanos (no Derecho” para serlo y no ser un “Derecho sobre el
hay una definición universalmente aceptable), papel”10 debe permitir a su titular exigir de otro
variabilidad (lo que ha sido fundamental en una ya sea individuo, grupo social o Estado una de-
época no lo es en otra), heterogeneidad (lo que terminada prestación, abstención, actuación o
fundamenta unos derechos no fundamenta reconocimiento. Todo derecho lleva frente de sí
otros, lo que se traduciría en una diversidad de una obligación, lo que constituye su contenido,
fundamentos y no uno solo) y que la realización el contenido de un derecho atribuido a un sujeto
integral de unos (derechos de libertad) impide la no es más que una obligación que recae sobre
realización integral de los otros (derechos sociales otro sujeto11.
y colectivos); por tanto, lo urgente es su pro-
De la universalidad se desprenden otras dos
tección a través de su positivación. Lo anterior
características de los derechos, a saber: la
es parcialmente correcto, y urge convertir los
inalienabilidad y no negociabilidad las cuales con-
derechos en normas vinculantes y, por tanto,
tribuyen a sustraer y configurar una esfera de
pasar de declaración a contenido normativo; y
protección, indecisión y límites infranqueables
respecto de las objeciones, la teoría se ha for-
para los poderes públicos y privados.
talecido sobre todo al considerar los derechos
como bienes básicos; como sabemos, es indefecti- Lo anterior refleja dos aspectos contundentes:
ble que la teoría se fundamente en la práctica, por un lado la concepción de los derechos
que es una de sus dimensiones.7 como <<derechos contramayoritarios>> que
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implica la indisponibilidad de los derechos por Para que los derechos cumplan una función de
parte las mayorías o cualquier otro grupo de expectativa amplia y se conviertan en el hori-
personas, y por otro lado, la indisponibilidad zonte de proyección del orden jurídico, contun-
de sus mismos titulares, lo cual los asienta dentes en la praxis, en el Estado Constitucional se
como un marco de razones de sobrepeso. El ponen los derechos por encima de los poderes.
reconocer a los derechos capacidad contra En estructura de tal magnitud, siguiendo a
mayoritaria significa la incapacidad de legislar Alexy12, son: Máximo rango, por lo que ocupan
en contra de los mismos y se traduce en la el más alto grado dentro del ordenamiento en
imposición de límites a la omnipotencia del gradas del derecho estatal; son Máxima fuerza ju-
legislador en cuanto a la producción norma- rídica, ya que todo derecho debe contar con una
tiva. Por ejemplo, los parlamentos no pueden garantía jurisdiccional que lo tutele y lo haga
aprobar una ley en la que se establezca la pena verdaderamente efectivo; en otras palabras, los
de muerte por que estarían trasgrediendo el derechos someten a control jurisdiccional así
derecho a la vida. En este sentido, democracia como debe existir un ente material obligado a
y derechos humanos resultan conflictuales; la quien pueda exigírsele el mismo, si no serán
decisiones de las mayorías encuentran límites Verfassungliryck –poesía constitucional–; son Máxima
en los derechos, por eso la teoría del consenso importancia del objeto que regulan, es decir, a tra-
se advierte peligrosa ya que solo se protegerían vés de ellos se decide acerca de la estructura
los derechos que la mayoría dentro de un par- fundamental de la sociedad y son máximo grado
lamento –no la mayoría de los individuos que de indeterminación, porque imponen un amplio
integran la sociedad– adoptara como tales. En margen de interpretación y justificación13.
este sentido serán derechos los que el órgano
Por otro lado, es menester distinguir tres no-
legislativo convenga en adoptar como tales con
ciones que han generado confusión y polémica
base en el principio de mayoría.
en la doctrina jurídica mexicana y que tienen
La democracia adopta un claro matiz: debe pro- repercusiones tanto teóricas como prácticas
curar una pluralidad de opciones y alternativas en torno a lo derechos. Estas nociones son:
de las diferentes formas de convivencia dentro derechos humanos, derechos fundamentales y
de un Estado, con base en principios mínimos de garantías14 (individuales o constitucionales).
regulación y orientación, los derechos. En los Es-
Los derechos humanos corresponden a un
tados democráticos el ejercicio de los poderes
concepto amplio el cual alude a prestaciones
públicos se legitima en la medida en que se
de carácter civil, político, social, cultural, eco-
respeten los derechos humanos; aquéllos re-
nómico, intereses difusos e, incluso, derechos
presentan su parámetro de evaluación; no es
morales; este concepto es usado en el lenguaje
otra cosa que una cuestión de grado.
filosófico, sociológico, político, jurídico, etc.
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DERECHOS HUMANOS, PROBLEMAS ACTUALES
Es una noción extendida y abigarrada en el salmente a todos los seres humanos en cuanto dotados
lenguaje común para referirse al uso de presta- del e estatus de persona, de ciudadano o personas con
ciones o facultades de las cuales gozan todos capacidad de obrar o de actuar15; a la cuestión de
los individuos posibilitándolos para esgrimir ¿qué son los derechos fundamentales? co-
ciertas exigencias ante individuos o autorida- rresponde su definición dada desde la teoría
des; su titularidad corresponde a la persona, del derecho, y a la cuestión ¿cuáles son los
al ser humano en cuanto tal; son universales y derechos fundamentales? se responde desde la
oponibles tanto a un individuo, como a grupo dogmática constitucional16: son fundamentales
social o Estado lo que se denomina la “eficacia aquellos derechos que se encuentra regulados
horizontal” de los derechos humanos, la cual en la Constitución17; esta es la cualidad que
rompe con el esquema obligacional que con- la Constitución otorga a los derechos al estar
cibe a la autoridad (en sentido lato el Estado) insertos en la misma, asimismo, los derechos
como la única entidad cuyos actos vulneran o
fundamentales generalmente se circunscriben
conculcan los derechos “eficacia vertical”.
al ámbito estatal en donde surten sus efectos;
Por lo que respecta a lo derechos fundamen- sólo la autoridad puede trasgredirlos, y por últi-
tales, su terminología corresponde al lenguaje mo pertenecen a prerrogativas cuya titularidad
propiamente jurídico; son definidos como todos es vinculada normalmente en cuanto se tenga
aquellos derechos subjetivos que corresponde univer- el status o calidad de ciudadano.
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JAVIER ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ
Los derechos fundamentales son intitulados Lo anterior para efectos prácticos sirve para
–de manera no muy conveniente–, en la Cons- distinguir y no confundir los derechos con sus
titución mexicana bajo el término “garantías respectivas garantías, entendidas éstas, como
individuales” (dentro de los primeros veintinue- ya se ha señalado, como el mecanismo de tutela
ve artículos) y aluden principalmente a presta- procesal jurisdiccional o no jurisdiccional de los
ciones de carácter civil y político. No comparto derechos. El denominar un derecho o conjunto
la idea fuertemente arraigada en la doctrina de derechos con la palabra garantía resulta un
constitucional mexicana de denominar a los error: no se puede aludir derecho alguno bajo
derechos fundamentales garantías, ya que se dicho concepto ya que tiene un significado
confunde el derecho con su garantía; en efecto, específico. En palabras del propio Ferrajoli, las
lo que se encuentra dentro de los veintinueve garantías no son otra cosa que las técnicas previstas en
primeros artículos de la constitución federal el ordenamiento para reducir la distancia estructural
bajo el Título de Garantías Individuales e, in- entre normatividad y efectividad, y, por tanto, para
cluso, algunas extensiones de estos a la parte posibilitar la máxima eficacia de los derechos fundamen-
orgánica –de ahí la denominación garantías tales en coherencia con su estipulación constitucional...
constitucionales– en la parte orgánica, no son Es una expresión del léxico jurídico para designar
sino derechos, derechos fundamentales que es cualquier técnica normativa de tutela de un derecho
la denominación más adecuada; recordemos subjetivo19. Por poner un ejemplo, al respecto en
que la palabra garantía proviene del término materia civil cuando celebramos un contrato
anglosajón Warranty que significa dar certeza, –acto jurídico– de préstamo, y la contraparte,
seguridad o aseguramiento. De lo anterior, el obligado, nos incumple, es decir, no entrega
habría que preguntarse: ¿qué es lo que da la cantidad el día y hora señalados, se puede
certeza o seguridad de los derechos ante una hacer valer la garantía prendarío o hipotecarío,
trasgresión?, es decir, ¿a través de qué medio se con el objeto de restituir al contratante en el
restituye al individuo en el goce de la garantía goce o restitución de su patrimonio.
individual –usando la terminología constitucio-
El mismo Ferrajoli distingue entre garantías
nal– violada? Esto conlleva a hablar de medios
primarias o sustanciales y garantías secundarias o
de tutela o protección de los derechos como
procedimentales: las primeras consisten en que
son el juicio de amparo, ombudsman. Garantía,
todo derecho tiene como correlativa una obli-
en ese orden de ideas, es el medio o instru-
gación, por ende, cuando carece de esta, es
mento de tutela procesal jurisdiccional o no
decir, de un obligado al que le pueda exigir el
jurisdiccional de los derechos, lo que los hace
titular del derecho, habría una laguna que ten-
efectivos18.
dría que subsanar el legislador; y las segundas
consisten en que todo derecho debe tener los
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tivos –leyes fundamentales, tratados, declara- se vele por su dignidad, en cuanto constituyen
ciones, pactos de carácter internacional, etc.–, <<bienes básicos>>, que es aquella condición nece-
como si una cultura de solución se plantease en saria para desarrollar cualquier plan de vida. Como
términos de ir conquistando y obteniendo de- se ha señalado, los derechos son pretensiones
rechos, cuya promoción incentiva al individuo a fundadas o justificadas, lo que sí habría que
reclamar y a exigir derechos porque han salido tener cuidado en incluir en las constituciones
nuevas generaciones y no se tienen, pudiendo derechos que no sean susceptibles de inclusión
llegar al absurdo de un capitalismo de derechos, a rango constitucional derivado de su funda-
por lo que en palabras de José R. Narváez24, el mentalidad; por otro lado, y que creo es uno de
aforismo aristotélico: “entre más se tiene más los principales aspectos que se han soslayado,
se quiere” se traduce en una “Voracidad Jurídica”. es el relativo a su efectividad, a la creación y
La crítica es muy importante y deberá tomarse aplicación de mecanismos procesales idóneos
en cuenta a la hora de ir planteando los dere- y a la determinación de los destinatarios de
chos como podría ser el derecho al agua o el los derechos (cuya ausencia genera una dis-
derecho a la intimidad, sólo en cuanto consti- capacidad funcional de los derechos), que los
tuyan bienes básicos. No se trata de la simple aseguren verdaderamente ya que se podrán
operación de insertar, sin más, derechos de tener todos los derechos que sean necesarios
manera injustificada e indiscriminada25; lo cierto e importantes para un individuo pero sin tener
es que los derechos se han visto envueltos y siquiera un mínimo de efectividad; en este caso
dominados por la lógica de los poderes que los generalmente los derechos sociales son el re-
han constreñido y conculcando como se pue- flejo de dicha precariedad y discapacidad.
de dar cuenta a través del devenir histórico26:
tremendas violaciones se han producido en 2. El Estado-Nación:
diferentes sedes (mundial, nacional, local, etc.)
sin sujetar a alguien a responsabilidad alguna,
ciudadanía y soberanía
por lo que se requerirían ciertos mecanismos
El Estado Nación es la organización política de
de control como el del Estado Constitucional
nuestros días, caracterizado por su poder sobe-
para sujetar a los poderes omnipotentes, ahora
rano y su delimitada circunscripción territorial.
ya no sólo públicos sino también privados.
Dicha organización se entiende bajo la fórmula
Al cuestionamiento ¿Cuántos y cuales derechos un Estado una Nación (Estado = Nación), con
se deben incluir o merecen de tutela consti- lo cual se trata de expresar la unidad y cohesión
tucional?, podríamos responder, por un lado, de los individuos que ocupan un determinado
que se deben incluir aquellos derechos que territorio, que se traduce en vínculos consan-
sean necesarios para proteger al individuo y guíneos, culturales, una misma lengua, una
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se han negando a reconocer tratados interna- el lugar de nacimiento y otros vínculos como
cionales de derechos humanos con carácter la sangre, la cultura y el querer vivir juntos en
vinculante que podrían favorecer a una buena sociedad o una historia compartida– de deter-
parte de su población (se podrían mejorar las minada organización política se imputan una
condiciones de vida); la idea de soberanía como serie de derechos a tales individuos, los ciuda-
excusa para gobiernos que dentro de sus terri- danos, y una serie menor a los no ciudadanos
torios aniquilan o vulneran, mediante el recurso o extranjeros, tomando como argumento la
del uso de la fuerza, a millones de personas sin negación de los derechos de estos últimos por
ser llamados a cuentas. no tener como lugar de nacimiento aquel en
que residen; por otra lado, existen minorías32
2.2. Del tratamiento de la ciudadanía culturales que se diferencian de la mayoría, que
constituyen la cultura predominante dentro del
La ciudadanía corresponde al estatus subjetivo
Estado Nación, por lo que se hace una homolo-
de pertenencia a una comunidad política determinada.
gación forzosa tratándolos de colocar en similar
Se refiere a la adscripción de un individuo con
estatus y soslayando sus diferencias sociales,
una organización territorial de la que forma
culturales o religiosas. Estos dos aspectos se
parte activamente en la toma de decisiones y
traducen en una desigualdad de derechos y discrimi-
cuyos presupuestos jurídicos depende de dicha
nación para extranjeros y minorías nacionales,
adscripción. En los últimos años, debido a la
por la que éstos desde su formulación teórica-
explosión del fenómeno de las migraciones ma-
práctica y justificativa, tanto han ponderado,
sivas de personas de distintas nacionalidades
es decir, por la igualdad en droits. Para decirlo
y de las constantes discriminaciones a las que
en palabras de Ferrajoli: “Los derechos en
se enfrentan minorías étnico-culturales, han
cuestión fueron proclamados como universales
saltado a la luz las desigualdades e injusticias,
cuando la distinción entre hombre y ciudadano
y, en sentido estricto, la negación de derechos a
no creaba ningún problema, al ser improbable
determinados grupos de extranjeros y minorías
e impredecible que los hombres y mujeres del
culturales, que generan en la práctica el estatus
Tercer Mundo llegaran a Europa y que estas
de ciudadanía31. Hoy que se han exigido por
declaraciones de principios fuesen tomadas
dichos grupos las reivindicaciones de sus de-
literalmente33.
rechos tomando en serio y literalmente la uni-
versalidad de los mismos prescrita de manera Las sociedades actuales tienen un componente
solemne en la declaración de 1948, estos son multinacional y pluricultural (ya dijimos son
puestos en cuestión al ser limitados al ámbito complejas); el fenómeno se acentuará en los
estatal, al del Estado-Nación, por ende, en próximos años, se camina, acelera y sobreca-
tanto se es miembro, membresía otorgada por lienta, lo que obliga a un diálogo intercultural
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lingüístico y cultural, común a todos los ciuda- Siendo congruentes con las posiciones an-
danos. Una cultura política liberal sólo cons- teriores, haría falta universalizar en serio la
tituye el denominador común de (o el medio libertad de tránsito dentro de los Estados; tal
cívico-político compartido en que se sostiene) vez podría restringirse únicamente con fines
un patriotismo de la Constitución, que simultá- de protección de otros de derechos humanos,
neamente agudiza el sentido para la pluralidad como sería el caso de epidemias o enferme-
e integridad de las diversas formas de vida que dades contagiosas que pusieran en peligro a
conviven en una sociedad multicultural35. Lo an- la población del Estado. Asimismo, el derecho
terior viene a dejar en claro que la pertenencia de votar y ser votados de los extranjeros no
a una comunidad política determinada, cuya debe ser limitado bajo la excusa del lugar de
adscripción dependa del lugar de nacimiento nacimiento, eso sí, se pueden imponer ciertas
o de la incorporación forzosa que suprime el condiciones o restricciones, como sería el
pluralismo y las diferencias culturales de los permanecer durante un determinado lapso de
individuos asentados en el territorio, no debe tiempo, ya que los que votan son aquellos que
ser el supuesto y la condición para que a los van a someterse al gobierno que han decidido
individuos se les impute o no la titularidad de elegir. Otros derechos cuya universalidad es
derechos, ni mucho menos que el Estado sea importante y urgente se haga efectiva son los
el que continúe determinando a los sujetos de residencia o permanencia y, respecto del
que son titulares de los mismos. Los dere- constitucionalismo de más reciente factura, el
chos conforman la esfera de lo indecidible (de derecho a la autodeterminación de los pueblos
aquel ámbito de protección del que gozan los indígenas.
derechos y que evita que los poderes ya sean
públicos o privados puedan tener alguna inje- 3. Un nuevo paradigma: por un
rencia negativa sobre los mismos, en la toma
de decisiones).
constitucionalismo mundial
Es menester transitar de los derechos del ciu- Para proclamar en los hechos un verdadero uni-
dadano a los derechos de la persona, de aquel versalismo de los derechos humanos, espera un
ciudadano del mundo que no conoce fronte- largo y dificultoso sendero por andar: el camino
ras... Sólo una ciudadanía democrática que no no es llano. En realidad, los conceptos de ciu-
se cierre en términos particularistas puede, por dadanía y soberanía continúan operando. No
lo demás, preparar el camino para un Estatus de obstante, ambas nociones han perdido mucho
ciudadano del mundo o una cosmociudadanía, que de su efectividad y legitimidad como medios
hoy empieza a cobrar forma en comunicaciones para proporcionar paz interna e integración
políticas que tienen un alcance mundial36. política y para garantizar derechos fundamen-
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económicas y sociales que está destinada a Una cultura política liberal sólo
garantizar46. En una sociedad pluralista la Cons-
constituye el denominador común
titución expresa un consenso formal47.
de (o el medio cívico-político
Lo que verdaderamente hace falta es de ir compartido en que se sostiene)
construyendo la cultura de los derechos fun-
un patriotismo de la Constitución,
damentales, que no necesariamente tiene que
ser una cultura jurídica aunque sea uno de sus que simultáneamente agudiza
principales puntos: se extiende al ámbito social el sentido para la pluralidad e
y económico. Junto a esta cultura de los dere- integridad de las diversas formas
chos paralelamente se debe ir amalgamando
de vida que conviven en una
una cultura de la responsabilidad de los dere-
chos, que se implican recíprocamente.
sociedad multicultural.
96 Universidad de Medellín
JAVIER ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ
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NOTAS
1 COSTA. Prieto. Derechos, en el Estado moderno en Europa, Ed. de Maurizio Fioravanti, Madrid, Trotta, 2004,
p. 45.
2 El carácter de universalidad constituye una de las piedras angulares del presente trabajo ya que es desde
esta base de donde partimos el análisis de los antagonismos que se presentan para su verdadera y plena
realización.
98 Universidad de Medellín
JAVIER ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ
3 Sobre la historicidad y la concreticidad de los derechos: BOTERO BERNAL, Andrés. La jerarquía entre
principios generales del Derecho: la historicidad y la culturalidad del principio de justicia. En: Revista de
Derecho: Universidad del Norte. No. 23 (2005); p. 29-68.
4 Citado por CARBONELL, Los derechos en la era de la globalización, en CARBONELL, Estado constitucional
y globalización. México, Porrúa, 2001, p. 326.
5 En este sentido Ferrajoli: En efecto, los derechos fundamentales constituyen la base de la moderna igualdad,
que es precisamente una igualdad en droits, en cuanto hace visibles dos características estructurales que
los diferencian de todos los demás... su universalidad... y su naturaleza de indisponibles e inalienables,
tanto activa como pasiva, que los sustrae al mercado y a la decisión política... en Derecho y Garantías. La
Ley del más débil, Madrid, Trotta, 2002, p. 23.
6 En BEUCHOT, Mauricio, Filosofía y derechos humanos, México, S XXI, 1999, pp. 158 y 159.
Sobre este punto se recomienda ver: El fundamento de los derechos fundamentales, FERRAJOLI, Luigi, Madrid,
Trotta, 2005. Igualmente, sobre los conceptos de “ciudadanía global” y “universalidad de los derechos” en
Bobbio: BOTERO, Op. Cit., p. 32.
7 En este sentido CAPELLA, Juan Ramón... El saber tiene en nuestra vida una dimensión esencialmente
práctica... ha nacido de nuestras prácticas..., la prueba última de cualquier saber consiste, justamente, en
insertarlo en nuestra práctica, En: Elementos de análisis jurídicos, Madrid, Trotta, 2002, p .12.
8 Sobre el concepto de persona se recomienda ver la excelente obra de José Ramón Narváez Hernández, El
concepto de persona en la historia del derecho civil. (Historia de un concepto jurídico), México, Porrúa,
2005.
9 Derivado de la universalidad de los destinatarios distingue entre derechos humanos absolutos y relativos,
los primeros son aquellos oponibles indistintamente a un individuo, grupo social o Estado y los segundo a
por los menos uno de ellos, CARBONELL, Op. Cit., p 326.
10 GUASTINI, Ricardo, Estudios de teoría constitucional, México, Fontamara, 2003, pp 220 y 221.
12 ALEXY, Robert, Los derechos fundamentales en el Estado constitucional democrático, Ed. Carbonell,
Neoconstitucionalismo (s). Madrid, Trotta, 2003, pp. 311 a 36.
13 No es más que reconocer que la Constitución, la formal que bajo la idea de complitud se consideraba un
texto omnicomprensivo se encuentra necesariamente incompleta lo que se ha dado en llamar Vacuidad
constitucional.
14 En este mismo sentido CARBONELL, Los derechos fundamentales en México, México, Porrúa-CNDH, 2005,
pp. 6 a 10.
15 Esta es las más importante definición de los derechos fundamentales de carácter, formal susceptible de ser
aplicable a cualquier ordenamiento jurídico, expuesta por Ferrajoli; él mismo explica los elementos de la
definición señalando que por derecho subjetivo se debe entender cualquier expectativa positiva (de prestación)
o negativa (de no sufrir lesiones) adscrita a un sujeto por una norma jurídica y, por estatus, la condición de
un sujeto, prevista asimismo por una norma jurídica positiva, como presupuesto de su idoneidad para ser
titular de situaciones jurídicas y/o autor de lo actos que son ejercicio de éstas, FERRAJOLI, Op Cit, p. 37.
Empero, Alexy señala que aunque una definición formal sea útil, no es suficiente para explicar la naturaleza
de los derechos fundamentales; para ello se necesita de una definición sustancial. En: Teoría del Discurso
y Derechos Constitucionales en libro del mismo nombre, México, Fontamara, 2005, pp 47 a 70.
La definición de Ferrajoli es del todo congruente con la clase de sujetos que son titulares de los derechos
(persona, ciudadano o persona con capacidad de obra) empero, en los últimos años se ha entrado a la arena
de la discusión del otorgamiento de derechos a favor de los animales por lo que si en años posteriores se
otorgara una tutela efectiva a los mismos dicha definición ya no podría seguirse sosteniendo.
Opinión Jurídica, volumen 5, No. 9 - ISSN 1692-2530 - Enero-junio de 2006 - Medellín, Colombia 99
DERECHOS HUMANOS, PROBLEMAS ACTUALES
16 La Constitución es la ley fundamental dentro de un ordenamiento jurídico determinado, por ende, los
derechos que ahí se encuentran regulados gozan de la cualidad de ser fundamentales; dicho aspecto deriva
del plano de la dogmática constitucional. Ver además derechos fundamentales y critica del derecho, En:
FERRAJOLI, Epistemología jurídica y garantísmo, México, Fontamara, 2005, pp, 283 a 299. En dicho análisis
que utiliza Ferrajoli mediante los “cuatro niveles del discurso” se puede abordar el estudio de los derechos
fundamentales y romper con la concepción de la clasificación y estudio de los mismos en generaciones –esta
última que tiene su primigenia en un conocido ensayo de Marshall de 1950 denominado ciudadanía y clase
social, propició una clasificación por épocas que trata de sistematizar y encajonar supuestamente según el
momento histórico en que fueron surgiendo. Siguiendo ese esquema, sólo produce confusiones porque trata
de explicar el desarrollo de los derechos como si fuera de una manera lineal, lo cual no es así–. Siguiendo a
nuestro autor, el primer nivel del discurso trata de responder a la pregunta: ¿Cuáles los derechos que deberían
garantizarse como fundamentales o que es justo garantizar como fundamentales? que corresponde a la
Teoría de la justicia o Filosofía Política; el segundo se cuestiona: ¿Cuáles son los derechos fundamentales?
corresponde a la dogmática jurídica, el tercer nivel se pregunta: ¿Qué son los derechos fundamentales? que
corresponde a la teoría del derecho y el cuarto nivel se pregunta: ¿Cuales derechos, que grado de eficacia
tienen en la realidad estos derechos? Lo que le corresponde a la Sociología y al Historicismo Jurídico.
17 También sobre el análisis de los derechos en un sentido similar al de Ferrajolli, ver: ORTIZ ORTIZ, Serafín,
Garantías constitucionales, México, Cuadernos de estudio UAT, 2003.
19 FERRAJOLI, L., “Garantías”, Jueces para la democracia, Madrid, núm. 38, julio de 2002, p. 39.
21 SQUELLA, Agustín, Positivismo jurídico, democracia y derechos humanos, México, Fontamara, 1998, pp.
99 y 100.
22 Ambos procesos constituyen una unidad en cuanto resultan entidades que se incorporan al derecho
interno, principalmente a través de una Constitución determinada y el derecho internacional, a través de
las declaraciones, pactos y tratados internacionales.
24 NÁRVAEZ HERNÁNDEZ, José Ramón. Apuntes para empezar a descifrar los destinatarios de los derechos
humanos, España, Revista Telemática de Filosofía y Derecho, 2005. También PINTORE, Ana, Derechos
insaciables, En: Los Fundamentos de los derechos fundamentales, FERRAJOLI, Luigi, Madrid, Trotta, 2005,
pp. 243 a 265 y BROWN, Wendy y WILLIAMS, Patricia, La crítica de los derechos, Colombia, Universidad de
los Andes-Instituto Pensar-Siglo del Hombre Editores, 2003.
25 Si se insertaran una gran cantidad de derechos en los textos constitucionales, estos serán cuerpos
voluminosos, siendo que la Constitución debe ser un documento básico, general, por lo que es menester
introducir principios sustanciales que dentro del Estado constitucional constituyen la vigencia de las normas,
regulan su contenido.
26 Lo que explica la creciente desconfianza frente a los poderes públicos en lo que toca a los derechos, siendo
consecuencia de ello la necesidad de instaurar los segundos por encima de los primeros, y nada mejor para
ello que la constitución: BOTERO, Op. Cit., p. 32-34.
27 COHEN, Jean L., Democracia y ciudadanía en la sociedad global, En: Democracia y ciudadanía en la sociedad
global, CALVILLO VELASCO, Miriam; CAMACHO RAMOS, María y MORA HEREDIA, Juan (compiladores),
México, UNAM, 2001, pp, 130 y 131.
30 FERRAJOLI, Luigi, Mas allá de la Soberanía y la Ciudadanía, Estado Constitucional…, Op. Cit.,, p. 314.
31 Siguiendo a Guastini, el término “ciudadano” puede asumir dos significados diferentes: 1. Primer significado:
es ciudadano todo aquel que no es extranjero, todo aquel que, en el ámbito de un sistema jurídico determinado,
posee ciudadanía, en sentido técnico-jurídico. 2. Segundo Significado: es ciudadano cualquier miembro de
las “sociedad civil” en cuanto realidad diferente de, y opuesta, a la “sociedad política”, es decir, al Estado
(el ordenamiento jurídico), GUASTINI, Op . Cit. pp. 224 y 225.
32 Existen tres tipos de minorías que el constitucionalismo tutela, el ser humano en lo individual, las minorías
políticas y las minorías culturales y étnicas que son sobre las que se analiza en este trabajo, Ver Carbonell,
Miguel, En: Elementos de derecho constitucional. Minorías, México, Fontamara, 2004. p. 37 a 54.
34 La universalidad de los derechos es una visión o concepción del mundo occidental que no es compartida
por las demás culturas, pero que obliga al dialogo racional.
36 HABERMAS, Op. Cit., p. 643. También ROSALES, José M., Patriotismo, nacionalismo y ciudadanía: En:
Defensa de un cosmopolitismo cívico, Colombia, Universidad Externado de Colombia, 1997.
38 YTURBE, Corina. Constitución, Globalización y Ciudadanía. Isonomía, Revista de Teoría y Filosofía del
Derecho, No. 12, México, ITAM abril de 2000, p 37.
39 Sobre las fuentes y las normas sobre la producción se recomienda ver las obras de Carbonell, Miguel,
Constitución, reforma constitucional y fuentes del derecho en México, México, Porrúa, 200; DE OTTO, Ignacio,
Derechos Constitucional. Sistema de Fuentes, Ariel y D´AGOSTINI, Op Cit.
40 En el constitucionalismo moderno las constituciones se dividen generalmente en una parte orgánica y otra
dogmática tomando como base el artículo 16 de la Declaración de 1789 con lo cual se establece el “contenido
mínimo” de toda Constitución al señalar que en toda sociedad en la que no estén aseguradas la garantía de
los derechos ni la división de poderes carece de Constitución.
43 Ver HÄBERLE, Peter, HABERMAS, Jürgen, FERRAJOLI, Luigi y Vitale, Ermanno, La Constitucionalización de
Europa, México, Edición de CARBONELL, Miguel, y SALAZAR, Pedro, UNAM, 2004.
44 GROSSI, Paolo, Un derecho sin Estado. La autonomía como fundamento del orden jurídico medieval, Anuario
mexicano de historia del derecho, México, UNAM, IX- 1997.
45 NARVÁEZ HERNÁNDEZ, José Ramón. Esterofilia crónica, inexistencia indígena (El indígena mexicano y la
codificación), Revista Internacional de Derecho UNICAP BR, p. 2.
48 CLAVERO, Bartolomé. Derecho indígena y cultura constitucional en América, México, S. XXI, 1994.
Opinión Jurídica, volumen 5, No. 9 - ISSN 1692-2530 - Enero-junio de 2006 - Medellín, Colombia 101
Revista Iberoamericana para la Investigación y el Desarrollo Educativo ISSN 2007 - 7467
The thesis of the separation of law and morality and its impact on the ethical
training of lawyers. To social innovation in the law
“La Constitución debe, especialmente si crea un Tribunal Constitucional, abstenerse de todo tipo
de fraseología y si quiere establecer principios relativos al contenido de las leyes formularlos del
modo más preciso posible” Kelsen
¿quid leges sine moribus? (¿de que sirven las leyes sin costumbres éticas?)
Horacio
Resumen
Polémicas reflexiones surgen en torno a la incorporación o exclusión de la ética en el
Derecho, generando constantes debates que polarizan las posturas al respecto. El interés
por este tema es de tal trascendencia que destacados teóricos y juristas defienden una tesis
al respecto. El objetivo de este artículo es presentar un panorama del debate sobre la
relación entre el derecho y la moral, así como de las tesis de la separación y vinculación. El
trabajo se enmarcó en la metodología cualitativa, se realizó revisión de la literatura en
revistas especializadas, además de los antecedentes, el contexto y los principales teóricos
sobre el tema.
Abstract
Controversial reflections arise around the inclusion or exclusion of ethics in the law, generating
constant debates about polarized positions. Interest in this issue is of such importance that
prominent theorists and lawyers defend a thesis about it. The aim of this paper is to present an
overview of the debate on the relationship between law and morality, as well as the thesis of
separation and bonding. The work is framed in qualitative methodology, literature review was
conducted in specialized magazines, besides the background, context and major theorists on the
subject.
Introducción.
El objetivo de este capítulo es presentar un panorama del debate sobre la relación entre el
derecho y la moral, así como de las tesis de separación y vinculación, esto a partir de la
1
Entre los más representativos del paradigma positivista se encuentran: Hans Kelsen, Herbert
Hart, Norberto Bobbio, Eduardo García Máynez, Giussepe Chiovenda, Eugenio Bulygin, , Josep
Raz, dentro del paradigma postpositivsta( Neoconstitucionalista) destacan: Ronald Dworkin, Robert
Alexy, Luigi Ferrajoli, Carlos Nino, Manuel Atienza y Juan Ruiz Manero, Josep Aguilo, Rodolfo
Vázquez.
Se revisará dos de las principales escuelas del pensamiento jurídico del siglo XX,2 el
positivismo y y el pospositivismo tambioen conocido como neoconstitucionalismo por ser
los paradigmas más representativos de la visión del Derecho y la moral, siendo los
pertinentes para clarificar el tema que nos ocupa, y por ser las corrientes jurídicas que
incorporan y rechazan la ética en el Derecho, éste capítulo pretende clarificar éste debate
y la transformación en la concepción del Derecho.3
Antecedentes
2
No se desconoce al iusnatualismo y a la teoría critica del Derecho como principales escuelas
jurídicas del siglo XX, no se abordarán por no participar del centro del debate en torno a la
inminente conexión entre derecho y moral una por disolver el derecho en la moral y la otra por ser
escéptica en materia moral, por lo que resulta ocioso dialogar con ellas, para los fines de éste
trabajo.
3
El presente trabajo forma parte de una investigación de mayor envergadura, se enmarca en la
tesis Doctoral “La formación ética de los abogados en el paradigma de Estado Constitucional”.
4
Para entrar en el análisis de esta milenaria discusión se presenta el argumento de Cicerón:
“Es claro que en la misma definición del termino ley, está implícita la idea y el principio de elegir lo
que es justo y verdadero…¿Qué pasa con las muchas leyes pestilentes que las naciones pone en
vigencia’ Ellas no merecen ser llamadas leyes más que las reglas de una banda de bandidos… Por
tanto, la ley es la distinción entre las cosas justas e injustas hechas de acuerdo con al primer y más
antigua de las cosas, la Naturaleza; y en conformidad con la pauta de la Naturaleza están
estructuradas aquellas leyes humanas que castigan lo malvado a la vez que defienden y protegen
lo bueno.” (cfr. En Rodolfo Vázquez, 1999, p. 20).
Se considera importante definir el término de ética, ya que ésta aclaración también ha sido
objeto de debate, se tomará como definición la desarrollado por B. Williams: “La ética o
filosofía moral es la rama de la filosofía que estudia el comportamiento humano desde el
punto de vista del bien y del mal en nuestra vida individual y social: trata de ver las razones
por las que hacemos esto o aquello, acciones que tienen repercusión en los demás y, por
consiguiente, una responsabilidad.( Williams, 1982, p.24-26).
Para clarificar el concepto de Derecho resulta oportuno tomar la visión de Hart que
contempla las diferencias de los sistemas jurídicos en el mundo pero destaca que cuentan
con características comunes y son: “reglas que prohíben o hacen obligatorios ciertos tipos
de conducta bajo amenaza de aplicar una pena” (ibídem, p. 3), la postura de este autor es
famosa por separar el derecho de la moral, refiere que “las leyes son derecho” para el autor,
la afirmación de una norma injusta no es una norma jurídica” suena a exageración o a
falsedad. (Ibidem, p 10).
Más que presentar un análisis histórico detallado se pretende un breve panorama de las
etapas por las que transita éste debate sobre la relación entre moral y derecho:
A mediados del siglo XX, se comenzó a reconocer por teóricos y filósofos del derecho la
crisis del positivismo jurídico. Esta crisis se presentó a partir del análisis del mismo y la
constatación de que ya no ofrecía un marco de referencia adecuado para abordar el estudio
de la ciencia jurídica, en la aplicación del derecho carecía de fuerza legitimadora y como
teoría resultaba insuficiente para explicar el fenómeno jurídico, para autores como
Dworkin, Alexy, Ferrajoli, Nino, Atienza, Ruiz Manero, Aguilo y Rodolfo Vázquez entre
otros, la teoría positivista tiene serias limitaciones.
Este cambio de paradigma se da a partir del análisis de la inminente conexión entre derecho
y moral como se demuestra cuando se presentan problemas legales en que el juzgador
debe acudir a la argumentación moral por carecer de elementos legales para solucionar el
conflicto, por lo que resulta necesario además dotar de contenido ético a las normas
fundamentales, para lograr que el derecho en su aplicación sea justo y razonable.
Fue luego de la segunda guerra mundial que se crearon nuevas constituciones con un alto
valor axiológico y de contenido ético, generado principalmente por la inclusión de
principios, valores y derechos fundamentales que se reportaron necesarios de reconocerse
en la norma suprema para brindarle legitimidad al sistema de derecho, debido a la
inclusión de este nuevo paradigma, varios estudiosos se dieron a la tarea de repensar el
concepto de derecho y de brindarle a la ciencia jurídica una explicación coherente,
dilucidando qué papel debían jugar los operadores del Derecho para ajustarse a esta nueva
época jurídica.
Positivismo jurídico.
En los marcos de las observaciones anteriores es indispensable precisar que se entiende por
positivismo jurídico y por derecho natural.
Existen diversas teorías de derecho natural, de hecho, las teorías iusnaturalistas han sido
conservadoras pero también evolucionistas o revolucionarias, cabe decir que todas
coinciden en que existen principios universalmente válidos que gobiernan la vida del
hombre en sociedad, que no han sido creados por el hombre, sino descubiertos, que son
obligatorios para todos incluso lo que no quieren reconocer su existencia, lo cual significa
que un orden jurídico que no está inspirado en las ideas de justicia, no es un orden jurídico,
no es régimen de derecho, carece de “validez” o fuerza obligatoria.
En ese sentido, Alf Ross señala al derecho natural como la parte de la ética general que se
ocupa de los principios que deben gobernar la vida del hombre en la sociedad organizada
con sus semejantes para posibilitar que alcance su destino moral. (Ross, 2008, pág. 206).
Alf Ross define el positivismo como actitud o enfoque de los problemas de la filosófica
jurídica y de la teoría del Derecho, basado en los principios de una filosofía empirista y
antimetafísica, donde se puede describir el contenido del Derecho de un determinado país
en un momento determinado, sin recurrir a ideas o principios tomados del Derecho o de la
moral natural. (Ross, 2008, p.200, 201).
El mismo autor señala que las ideas morales son, sin lugar a dudas, uno de los factores
causales que influyen en la evolución del derecho y que se puede lograr una interpretación
judicial más justa, ponderada, con menor formalismo, sin caer en el derecho natural
…(ídem p.203)
importancia debatir ya que bajo este esquema, poco o nada podríamos hacer en las aulas de
las universidades de Derecho para trasmitir la ética ni por la vía de la teoría ni la práctica.
Para Kelsen, considerado pilar del positivismo, la existencia de una norma es su “validez”,
lo cual condiciona a los individuos a obedecer dichas normas, negando la idea de la
vinculación entre derecho y moral, afirmando que las cuestiones morales no deben ser
parte en las decisiones judiciales.(Kelsen, 1979, p.80)
En ese mismo sentido, expresa que el Derecho existe y es válido con independencia de su
correspondencia con principios éticos. El derecho puede ser justo o injusto, pero una ley
injusta, en su pensamiento, no deja de tener validez o de ser ley, este autor considera
incluso como elementos extraños aquellos juicios morales o de valor. (Kelsen, 1979, p.81).
Su “teoría pura” del Derecho es llamado así, por la característica de considerarla libre de
cualquier rasgo moral, postura que es sumamente clara en su obra Teoría Pura del Derecho,
en donde se lee: “La validez de un orden jurídico positivo es independiente de su
correspondencia, con cierto sistema moral…. La validez de las normas jurídicas positivas
no depende de su correspondencia con el orden moral (ídem).
Para este autor, la llamada “validez” no depende en absoluto de su contenido moral, sino
únicamente de haber sido creada por una autoridad competente, en base a un procedimiento
ajustada a Derecho o contemplado en leyes vigentes, razón suficiente para que sea
vinculante. Además refiere que es riesgoso confundir derecho y justicia:
Bajo esta teoría, las normas jurídicas al existir bajo el procedimiento correcto y legal al que
hace referencia Kelsen, merecen de los gobernados absoluta obediencia, quedando excluida
entonces, la facultad crítica de cuestionar su contenido y de intentar mejorarlo en aras del
beneficio social, situación nada congruente con los objetivos educativos de los programas
de Derecho, de la mayoría de los centros universitarios en nuestro país, que apuestan por
desarrollar una conciencia crítica y que sus alumnos sean agentes transformadores.
Los autores que sostienen la tesis de separación conceptual entre derecho y moral tienen
como puntos en contra de la tesis vinculatoria, principalmente que se incorporaría
argumentos que no son racionales, perdiendo con ellos objetividad, que el cuestionar la
validez de las normas jurídicas por su posible injusticia estaría atentando contra la
estabilidad del sistema jurídico, al respecto Eugenio Bulygin detalla: “No tiene sentido
ordenar que una constitución o un Estado deber ser justo o injusto como no lo tiene
ordenar que un país deber ser rico o los arboles verdes. Ciertamente algunas constituciones
son justas, algunos países son ricos y los árboles.. Verdes, pero se trata de estados de cosas
que no pueden ser prescriptos y ordenados. (cfr. en Rodolfo Vázquez, 1998, p. 31)
Josep Aguiló expone que el positivismo tiene como modelo adecuado para explicar o dar
cuenta de la estructura de un sistema jurídico: las reglas. Por reglas hay que entender
normas que relacionan correlacionan la descripción cerrada de un caso con una solución
normativa…. “Normas generales y cerradas cuya aplicación no exige (más bien excluye)
cualquier forma de deliberación practica o de valoración.”(Aguilo, 2007, p. 669).
González Vicén plantea que: “el derecho es un orden coactivo de naturaleza histórica en el
que se refleja el enfrentamiento de intereses muy concretos y el predominio de unos sobre
otros….Esto y no otra cosa es el Derecho, si queremos no salir de la realidad: un
instrumento técnico de dominación” (F. González Vicén, 1985, p.103)
De las anteriores definiciones se observa claramente que la principal tesis del positivismo
es la separación conceptual entre moral y derecho, cuyo objeto de estudio es el derecho
positivo, donde éste existe con independencia de su relación con la moral, el derecho bajo
este paradigma puede ser justo o injusto, sin por ello perder validez y supone que la ley
positiva por el solo hecho de ser fruto de la voluntad dominante , es justa y ha de ser
obedecida en virtud de un deber moral o de conciencia. (Gascón, 1990, p.98)
Fue a partir de los estudios de Herbert Lionel Adolphus Hart, que se comienza con esta
labor diferenciadora entre el derecho y la moral, Hart se consideraba a sí mismo como
precursor de la teoría iuspositivista, sin embargo, a partir de su obra “El concepto de
1.- Separación conceptual de Derecho y moral. Hart en su obra el concepto del derecho
sostiene que hay una conexión contingente, más no necesaria entre el derecho y la moral,
sostiene que existe seis formas de conexión entre validez jurídica y valor moral, las cuales
ayudan a clarificar este debate por lo que se mencionan a continuación: (Hart, 2012, p.250)
2).- Poder y autoridad: dado que los sistemas jurídicos desarrollados implican la existencia
de un poder coercitivo del derecho, el cual presupone la aceptación de la mayoría de los
destinatarios de la norma, se requiere además, de la aceptación de la autoridad. Esta
aceptación no puede provenir de una obligación moral, sino que se debe aceptar lo que el
derecho prescribe y que la sanción es un elemento centralmente importante: “No solamente
es posible que enormes cantidades de personas sean coaccionadas por normas que ellas no
consideran moralmente obligatorias, sino que ni siquiera es verdad que aquellos que
aceptan voluntariamente el sistema tengan que sentirse moralmente obligados a
hacerlo”.(Ibidem, p.251).
4).- Interpretación: es un hecho que los jueces al momento de decidir sobre casos difíciles
deben hacer uso de técnicas tales como la ponderación y encontrar una respuesta justa ante
los intereses en conflicto; también es cierto que en esa toma de decisiones, intervienen
principios morales, pero aun cuando esto ocurre, no se puede deducir de manera lógica una
conexión necesaria entre derecho y moral: “La decisión judicial, especialmente en materias
de elevada importancia constitucional a menudo implica una elección entre varios valores
morales, y no meramente la aplicación de algún principio moral aislado” (ibidem, p.253)
5).- La crítica del derecho: la tesis de vinculación entre derecho y moral, señala que un
buen sistema jurídico debe adaptarse a la justicia y la moral:
La moral con la que debe concordar el derecho para ser un buen derecho, ¿es
la moral aceptada del grupo en cuestión, aunque se apoye en supersticiones o
niegue sus beneficios y su tutela a los esclavos o a clases sometidas? ¿O es
una moral de pautas o criterio esclarecidos, esto es, que reposan en creencias
racionales respecto de cuestiones de hecho y reconocen que todos los seres
humanos son acreedores a igual consideración y respeto? (Ibidem,p.254).
7).- La validez jurídica: aun cuando la norma sea injusta, esta circunstancia no puede traer
consigo su invalidez. Para el autor resulta absurdo pensar que según sea el caso, tratándose
si la norma es justa o no, se invalidará o confirmará su validez. Las personas obedecerán la
norma en menor medida cuando, están acostumbradas a pensar que la norma puede llegar a
ser injusta, el autor señala “la afirmación de que una norma jurídica injusta no es una norma
jurídica, suena tanto a exageración y a paradoja” o “La existencia del derecho es una cosa;
su mérito o demerito otra… las normas jurídicas pueden tener cualquier tipo de contenido”
(ibídem, p.256).
Aunque el derecho está influenciado por valores morales de acuerdo a la época, ésta no
forma parte del concepto de derecho de manera necesaria, la correspondencia con
determinadas normas morales no forma parte del concepto de Derecho y, por tanto, la
juridicidad de una norma no puede depender, en principio, de la satisfacción o no de
determinados requisitos éticos, para Hart es preferible aceptar el concepto amplio de
derecho que entrar en el campo de la variedad de cuestiones morales a que dicha negación
de lugar.(Ibidem, p.260Según Hart, resulta confuso el hablar de positivismo jurídico
remitiéndose únicamente a las tres tendencias sostenidas por la corriente utilitarista dentro
de la teoría del derecho: a) Separación del Derecho y la Moral; b) análisis de los conceptos
jurídicos; y c) la teoría imperativa del Derecho; ya que para él, hay al menos cinco
significados distintos manejados en la teoría del derecho, . (Hart, 1958, citado en Celorio,
2005, p.140).
Existen múltiples teorías que pretenden dar una explicación de sobre las diferencias entre
iusnaturalismo y iuspositivismo, sin embargo, parecía existir más que una contraposición
entre ambas, una disputa entre sus respectivos partidarios, fue entonces que Norberto
Bobbio, tomando una posición conciliadora, manifestó en su obra “El problema del
Positivismo Jurídico (1992)” lo siguiente:
Para dar la explicación propuesta por este autor, distingue entre los diversos significados
del formalismo jurídico; la variedad de aspectos que ha tomado el positivismo jurídico; y
las diferentes maneras de interpretar las relaciones entre positivismo jurídico y
iusnaturalismo. (Ibídem, p. 142).
Por otra parte, Norberto Bobbio es considerado como uno de los autores que ha brindado
una mejor y más completa explicación del tema del que nos ocupa. Para él, el positivismo
jurídico significa “una aproximación epistemológica no-valorativa al estudio del Derecho,
un modo de afrontarlo que distingue netamente entre el Derecho que es y el Derecho que
debería ser”. (Bobbio, citado en Serna, 2006, p. 16).
Las aproximaciones del positivismo, fueron explicados de manera clara por Bobbio, el cual
hace una reconstrucción de la teoría ya existente para esquematizar tres supuestos del
iuspositivismo: como metodología o forma de aproximarse al derecho, como teoría o modo
de entender el derecho y como ideología sobre el derecho.
A partir de las discusiones y críticas que se han suscitado sobre el positivismo jurídico
durante la segunda mitad del siglo XX, es que surge la inquietud por varios teóricos de
reformular esta corriente añadiéndole cierto contenido mínimo de moralidad.
Dentro de la teoría de las fuentes sociales, explicada por autores como Hart, se ha
establecido una clasificación, en la cual se distinguen dos puntos de vista: uno fuerte y otro
débil. La versión fuerte o también llamado positivismo excluyente o estricto, es explicada
por Raz, y es caracterizada por la idea de que aquello que es derecho depende puramente de
los hechos sociales y la tesis de la no conexión que identifica el derecho y la moral es una
verdad necesaria. Por otra parte la versión débil, denominada positivismo incluyente
sugerida en un inicio por Soper o Lyons y desarrollada más ampliamente por Coleman y
Waluchow. Es esta última explicada a partir de dos subdivisiones o niveles: según el
primero se debe estipular cuáles son y cuáles no son los criterios de identificación del
derecho si dependería exclusivamente de hechos sociales; y el segundo nivel, si sería
Esta corriente denominada como positivismo jurídico incluyente, surge cuando algunos
autores positivistas han admitido que la validez de la norma jurídica, la determinación de su
contenido y su concreta influencia en la decisión judicial, puede depender de ciertos
criterios morales (Serna, 2006, p. 49). La aceptación de que los aspectos antes mencionados
puedan depender del contenido moral, se lo atribuyen precisamente a que la regla del
reconocimiento lleva explícito el criterio moral del cual penden, con sus respectivos
límites.
Algunos defensores del PJI, han manifestado que es la respuesta que se buscaba para
explicar los actuales sistemas constitucionales de derecho, sin aceptar la decadencia del
positivismo, sino su reformulación o corrección para continuar con dicha doctrina, no
obstante, esta teoría no ha surgido como una corriente del pensamiento independiente, sino
que fue construida precisamente para adaptar la doctrina positivista a los requerimientos del
derecho constitucional contemporáneo, por las constantes críticas que esta ha sufrido.
Debido a esto, y su carácter artificioso, se menciona que no ha cumplido su objetivo.
(Ibídem, p. 55).
Además, ha sufrido ciertas críticas por considerar su contenido un tanto vago. La primera
de ellas es referente a la regla de reconocimiento que puede incluir estándares morales, no
se dice cuál es el papel que juegan, si de condición necesaria o como condición suficiente
en la identificación del derecho. La segunda de ellas, es la relativa a la naturaleza de los
estándares morales, ya que no se explica si se trata aquellos que son convencionalmente
aceptados o de principios morales autónomos
En fin, esta es una de las reformulaciones que se han hecho sobre el positivismo jurídico,
que buscaba otorgarle a éste cierta adecuación al moderno estado de derecho, incorporando
algunas de las ideas de teóricos como, Dworkin, pero sin llegar a descartar al positivismo
como un modelo descriptivo-interpretativo del derecho, sino buscaba que prevaleciera
como tal, pero, no ha presentado la relevancia o trascendencia que podría esperarse, sino
que fue superado, a mi parecer, por la teoría del derecho constitucionalista, con todo lo que
esta implica.
Con referencia a lo anterior es el debate que existe sobre la formación ética profesional de
los abogados en México, donde si impera el positivismo las necesidades jurídicas de los
Estados Constitucionales se verían seriamente afectadas, al respecto, Atienza señala:
Continuando con el debate del mismo autor, en el positivismo la aplicación de las normas
es una actividad jurídica no moral, donde solo interviene el conocimiento, a diferencia del
Constitucionalismo donde se contemplan no solo reglas, sino también principios jurídicos,
los cuales al entrar en conflicto se resuelven mediante ponderación, se transforma la
“interpretación de la Constitución conforme a la ley” a “Interpretación de la ley conforme a
la Constitución”. Y donde la juridicidad de las normas no puede prescindir de criterios
morales. (Atienza, 2001, p. 88.)
Durante casi quince años, Dworkin desarrolló críticas sobre las teorías de Hart, mediante la
publicación de una serie de artículos, que luego fueron compilados en el libro “Los
derechos en serio” (Taking Rights Seriously), publicado en 1977, este debate es
sumamente interesante y esclarecedor del tema que nos ocupa y se tocan los aspectos que
se consideran más relevantes.
Ronald Dworkin desarrolla su teoría atacando el positivismo, comienza su crítica con “El
modelo de reglas” (The model of rules) publicado en 1967, en el cual considera al
positivismo como un fenómeno jurídico deficitario. Este autor critica las tesis centrales de
Hart, en lo que corresponde a la separación conceptual de Derecho y moral, manifiesta que
difiere de dicha teoría pues hay normas de indudable contenido moral que devienen
jurídicas sin estar incorporadas al ordenamiento jurídico. (Dworkin 1967, p.16).
Considera que no todas las normas están compuestas por reglas precisas, que quienes
piensan que el derecho es un conjunto de reglas se enfrentan con diversas problemáticas,
pues también existen “principios”, mismos que están estructurados de manera distinta y
también su función es diferente, ya que pueden ser aplicados tantos en los casos fáciles
como en los difíciles, destinados como parámetros de actuación. Resultan ser menos
precisos que las reglas, son de carácter obligatorio tanto en la interpretación como en la
aplicación del derecho.(Ibidem, p.17)
Prieto Sanchís considera que Dworkin propone un cambio en la ciencia jurídica, pues con
el positivismo jurídico el jurista mantiene una distancia teórica y emocional con el derecho,
debe existir conexión con los principios y valores que contiene el ordenamiento jurídico,
refiere que para el autor norteamericano tan absurdo parece un canonista ateo como un
constitucionalista que no asuma los presupuestos morales del sistema jurídico; […] el
jurista tiene que ser capaz de transitar de la moral al Derecho, y lógicamente sentirse
obligado por ambos. (Prieto Sanchís 2011, p. 52).
En el derecho habrá siempre ciertos casos no previstos, por lo tanto es incompleto. Ante
estos casos difíciles, el juez debe ejecutar su discrecionalidad y crear derecho para el caso,
aunque éste se encuentre con muchas cortapisas jurídicas. Esto supone el abandono de la
tesis del positivismo jurídico: la concepción mecánico-subsuntiva de la función
jurisdiccional, sin embargo, tal discrecionalidad es débil por los obstáculos con los que se
encuentra el juez al ejercerla, incluso límites más estrictos de los que tiene el legislador.
Dworkin reconoce que su teoría es más “enraizada” con el sistema jurídico pues está de
acuerdo que implícitamente en él, existen valores y principios y que se debe aspirar no sólo
a describir el derecho, sino también a justificarlo, proponiendo una teoría del derecho que
responda a la cultura jurídica del momento: al constitucionalismo, justificando las normas
establecidas con la ética y la moral. (Dworkin, 1986, p.102)
En el artículo “Reglas sociales y teoría del derecho” (Social Rules and Legal Theory)
publicado por primera vez en 1972; Dworkin concentra sus críticas en el aspecto de la regla
social. Sostiene que el aspecto interno y externo para explicar las conductas de un grupo
social que menciona Hart, no son suficientes para explicar la existencia de reglas sociales
como las morales, porque éstas son reivindicadas independientemente de la frecuencia con
la que sean observadas. (Dworkin, 1972, p. 37).
Con esto Dworkin, trata de demostrar la deficiencia de la teoría de las fuentes sociales, ya
que el sustento no satisface la explicación de las reglas, con especial importancia la de
reconocimiento, sino que cree necesario ampliar esa brecha y propone incluir los principios
para que puedan ser de mejor manera explicadas las prácticas jurídicas. Con esto, se puede
En su obra, una cuestión de principios, Dworkin se expresa sobre los casos difíciles,
preguntando ¿en que casos no hay una respuesta correcta a una cuestión de derecho?, a
diferencia de la propuesta de Hart, acerca de la discrecionalidad de los jueces, Dworkin
construye un método donde el juzgador, posee capacidades extraordinarias y puede, a partir
de un razonamiento jurídico-moral, llegar a una respuesta correcta, aplicando principios
que justifiquen de manera adecuada sus resoluciones, acatando siempre la ley, sin crear
nuevo derecho. (Dworkin, 2012, p.159)
Los principios a los que refiere son los llamados “derechos naturales”, los cuales son
anteriores al ordenamiento jurídico, idea rechazada a toda costa por el positivismo, en ese
mismo sentido manifiesta que en el positivismo jurídico los fundamentos del derecho son
empíricos, es decir, cualquier cuestión jurídica debe resolverse mirando en retrospectiva
sobre lo que han resuelto anteriormente las instituciones jurídicas en determinados casos.
Para este autor, no bastan las constataciones empíricas, sino que los juristas están obligados
a realizar un trabajo interpretativo y justificatorio utilizando los principios que siempre son
discutibles, a esto lo denomina “derecho como integridad” que es derecho concebido como
un conjunto de prácticas interpretativo-justificatorias.(ibídem, p.164)
Además considera que su teoría es un positivismo suave, que puede aceptar que ciertos
principios morales tengan relevancia jurídica, señala que su teoría consiste en que el
Derecho puede ser identificado en relación a las fuentes sociales, sin referencia a la moral,
teniendo como excepción los casos en que se haya incorporado criterios morales (Hart,
1980, p.7)
Hart realizó otra crítica referente a la teoría principalista de Dworkin, en la cual expresa al
presentarse en el caso varios principios aplicables, el juez irremediablemente tendrá que
elegir entre uno de ellos, es decir, realizará una labor interpretativa en la cual imperará la
discrecionalidad.
Respecto a la discrecionalidad judicial criticada por Dworkin, Hart responde que pensar
en que el juez no crea derecho, es ilógico, porque de hecho en la realidad se presentan casos
en los que se realizan estas prácticas, aunque no se reconozca. Es incluso posible que esto
suceda aún con la existencia de los principios que propone Dworkin, porque en un caso
difícil el juez deberá ponderar y elegir entre principios diversos, incluso ante analogías
diversas. Es decir, seguirá su propio sentido pues no habrá nada preestablecido por el
derecho. (Rodríguez Cesar, 1997, p.69-74)
Por su parte Dworkin critica la tesis de Hart y señala que no todas las normas jurídicas son
reglas precisas como las existentes en materia penal, que en la práctica jurídica existen los
principios que funcionan diferente y que también se aplican por los juzgadores en los casos
fáciles y difíciles, con lo que ataca el argumento positivista de la discrecionalidad, ya que
considera, estos se encuentran obligados a aplicar principios sobre todo cuando no existen
reglas aplicables al caso concreto.(Rodriguez, 1997, p. 36, 37).
Como puede observarse, Hart fue uno de los teóricos del positivismo jurídico
contemporáneo más importantes ya que su teoría de la separación del derecho y la moral,
sentó un precedente muy importante para la teoría del derecho ya que abordó los temas más
importantes que habían sido tan fuertemente criticados en la corriente positivista.
Sin embargo, el debate que se suscitó ante las críticas tan importantes realizadas por Ronald
Dworkin, sin duda, representaron para la teoría del derecho, aportes bastante relevantes
porque se cambió por completo la visión preexistente del positivismo. Este autor, como
vimos, es muy atinado en realizar señalamientos que lo han catalogado como no positivista,
ya que su teoría apela a un sistema jurídico en el cual imperen principios, los cuales, le
brinden al derecho legitimidad y plenitud.
A partir de este debate, se tomaron las ideas de Hart, se criticaron por Dworkin y de nueva
cuenta Hart las modificó y replanteó para así concluir que los principios son de igual
manera importantes en el ordenamiento jurídico, ya que estos, le permiten al derecho, tener
un mayor sustento ético.
Robert Alexy, es otro destacado teórico, que defiende la tesis de la inclusión de la moral en
el derecho, y lo hace a partir de diversos argumentos, entre los que destacan: el de la
corrección, que afirma “ que tanto las normas aisladas y las decisiones judiciales aisladas
así como los sistemas jurídicos en tanto un todo formulan necesariamente una pretensión de
corrección” y utiliza ejemplos para demostrar lo absurdo que resulta conservar una norma
injusta: “ X es una república soberana, federal e injusta” (Alexy, 1994, p. 41,42)
La visión del autor se puede resumir en las siguientes claves: valor y principios, en vez de
norma, ponderación en lugar de subsunción, Omnipresencia de la Constitución, pretensión
de corrección, pretensión de justicia y tesis de la incorporación de la moral en el derecho.
Consideraciones finales.
Es necesario realizar un análisis de estos modelos para reflexionar a cuál de estas teorías
responde la educación en nuestro país, se considera que el Derecho debe estar sujeto a una
crítica moral constante para hacerlo más noble, más justo, más humano, lo cual se vuelve
lejano en un paradigma que considera que el derecho no está influenciado por valores
morales y debe mantenerse ajeno a estos, un paradigma que considera al Derecho solo para
aplicarse y no para mejorarse.
Se considera que con los autores analizados se cumple el objetivo de presentar el debate
actual sobre la relación entre el derecho y la moral, así como los argumentos más
La dicotomía que presenta este debate debe hacerse notar en las universidades para
reflexionar sobre el tipo de abogados que requiere la sociedad Mexicana y si el abogado
que se forma en un modelo positivista no satisface esos requerimientos se debe transformar
los programas académicos, impulsar contenidos éticos en la carrera de Derecho.
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RESUMEN ABSTRACT
Todas las sociedades y culturas existentes All the societies and existing cultures have
han hecho referencia en algún momento al referred in some moment to the problem
problema de la justicia, lo que demuestra of the justice, which certain preocupation
cierta preocupación sobre cuáles deberían ser demonstrates on what should to be the ele-
los elementos más idóneos para respaldar un ments more suitable to support a certain
determinado modelo social, a tal punto que social model, to such a point that at present,
en la actualidad, es inconcebible hacer refe- it is inconceivable refers to a category of
rencia a una categoría de justicia, si no está justice, if it is not expressed in terms of eq-
expresada en términos de equidad; el debate uity; the contemporary debate faces of tacit
contemporáneo se enfrenta de manera táci- way the problem of the civic freedoms of a
ta al problema de las libertades cívicas de side, and that of the economics freedoms,
un lado, y al de las libertades económicas, since well the contemporary Constitutions
como bien lo contemplan las Constituciones contemplate it.
contemporáneas.
This essay tries to think brings over of the
Este ensayo pretende reflexionar acerca de la theorical reconstruction used by Rawls in his
reconstrucción teórica empleada por Rawls en final presentation of the justice that corre-
su presentación final de la justicia que corres- sponds to the Political Liberalism, and the
ponde al Liberalismo Político, y el giro dado draft given by the author from the critics
por el autor a partir de las críticas provenien- from the called comunitaristas.
tes de los denominados comunitaristas.
Key words: justice, political liberalism, ba-
Palabras clave: justicia, liberalismo político, sic freedoms, distributive justice, original
libertades básicas, justicia distributiva, po- position, overlap consensus, contractualism,
sición original, consenso traslapado, good life, rights, equality, equity, social
contractualismo, vida buena, derechos, igual- Morals.
dad, equidad, moral social.
Recepción del artículo: 22 de octubre de 2007. Aceptación del artículo: 12 de noviembre de 2007.
* Artículo producto de Investigación que el autor desarrolla en el Grupo Filosofía política contempo-
ránea. Grupo categoría B Colciencias.
** Filósofo Universidad Nacional de Colombia, especialista en filosofía del derecho. Magíster en
historia Universidad Javeriana. Doctorante en estudios políticos Universidad Externado de Co-
lombia. Docente investigador Facultad de Filosofía Universidad Libre sede principal.
Auxiliares de Investigación: Edith Natalia Pedraza y Luis Alfonso Cortés. Estudiantes de Filosofía
de la Universidad Libre Sede principal. 173
El sentido de la justicia
en John Rawls
Revista Republicana
1
Oscar Mejía Quintana. Justicia y Democracia consensual. Siglo del Hombre Editores. Ediciones
Uniandes, 1997.
2
Ibídem, p. 36. Este procedimiento se logra mediante los siguientes pasos:
“- Definir el tipo de jueces morales competentes.
- Definir la clase de juicios morales válidos.
- Descubrir y formular una explicación satisfactoria del rango total de tales juicios, entendido ello
como el artificio heurístico para producir principios razonables y justificables.
- Proceder a examinar los criterios que definen los principios justificables y los juicios racionales.
- Restringir el campo de aplicación de tal procedimiento decisorio a los juicios éticos sobre la
justicia y las acciones”.
Si bien Rawls abandona luego este método, en lo sucesivo va a estar empeñado en la búsqueda de
un procedimiento de decisión para la ética. 175
El sentido de la justicia
en John Rawls
Revista Republicana
última etapa de la modernidad, tienen vi- Rawls plantea el problema de una forma más
gencia además las exigencias en torno a los realista dentro de las premisas de un funcio-
derechos civiles, como efectivamente los re- namiento liberal-social. “Concede que, aun-
claman las comunidades afrodescendientes que el principio utilitarista de maximización
y judíos. Este momento está caracterizado del bien parece más racional, la tradición del
por el surgimiento del movimiento hippie, y contrato social presenta una concepción al-
junto a él, el cuestionamiento de los valores ternativa de la justicia, mucho más satisfac-
occidentales. En el Debate sobre las libertades toria desde el punto de vista moral. Se
que desarrolla Rawls en la polémica con Hart, enuncia aquí, por primera vez, el concepto
no puede ignorarse el rechazo frente al de posición original, introducido y justificado
Macartismo y su política de “segregados por su raíz kantiana. Según éste, los princi-
pero iguales”. En 1958, Rawls se ve precisa- pios proceden de un acuerdo entre personas
do a replantear la concepción, reconoce que libres e independientes, en una posición ideal
su país padece una crisis de legitimidad al de igualdad. Se trata de una decisión racio-
interior de la democracia liberal, así como nal y vinculante hecha en las condiciones idea-
también el positivismo jurídico. Recordemos les que proporciona el velo de ignorancia”4 .
cómo la segregación había sido convalidada
por la Corte Suprema de Justicia, más tarde Justicia como equidad
declarada inconstitucional.
En Teoría de la Justicia, donde concibe la jus-
El sustento jurídico de estas decisiones se ticia como equidad, expresa sus considera-
basaba en el concepto de justicia, entendido ciones críticas por algo más de veinte años
éste como el bienestar proporcionado a las de trabajo continuo. Esta obra ha sido deci-
mayorías, frente a lo que Rawls va a afirmar siva en disciplinas como la sociología, la fi-
que la democracia liberal jamás pudo superar losofía social y política, la antropología y la
tal dificultad. “Tres años después, en su pu- economía, entre otras. Define las considera-
blicación Justice as Fairness (1957), Rawls se ciones presentadas en torno a conceptos cla-
sirve del concepto de práctica como base para ves como justicia y ley, individuo y
formular su teoría de la justicia como equi- comunidad; en segunda instancia, aclara las
dad. Pero ya no lo hará en el contexto del relaciones implícitas que existen entre la li-
utilitarismo sino en el del contrato social. Este bertad, el Estado y la ciudadanía.
último le permite distanciarse del utilitaris-
mo clásico y mostrar que la imparcialidad es Cuando Rawls se propuso elaborar una Teo-
la idea fundamental del concepto de justicia”3 . ría de la Justicia, lo hizo con la intención de
representar “…una alternativa al pensamien-
Tercera etapa: está presente la reestructura- to utilitario en general, y por tanto, a todas
ción del modelo original bajo un nuevo ele- sus diferentes versiones”5 . La justicia como
mento: la justicia distributiva, concepto imparcialidad sólo se concibe en función de la
tomado de Aristóteles. Distributive Justice “posición original” a la que se puede acceder,
(1967) presenta las novedades más impor- sin que los miembros conozcan de antemano
tantes y desarrolla el segundo principio. su clase social, credo político o religioso6 . Esta
3
Ibídem, p. 37.
4
Ibídem, p. 38.
5
RAWLS, John. Teoría de la Justicia. México, F.C.E. 1997, p. 62.
6
“La concepción de la posición original no intenta explicar la conducta humana, salvo en la medida
en que trata de dar cuenta de nuestros puntos morales y ayuda a explicar el hecho de que tengamos
un sentido de la justicia. La justicia como imparcialidad es una teoría de nuestros sentimientos
morales tal y como se manifiestan en nuestros juicios meditados, hechos en una reflexión
176 equilibrada”.
Grupo de Investigación:
Producto de Informes de Investigación
Elías Castro Blanco
relación contractual supone que los principios examina cuáles son sus derechos y obli-
de justicia acordados son el resultado de un gaciones. La democracia constitucional
acuerdo deliberativo, donde los miembros es lo más cercano a este propósito. Plan-
aceptan de manera desinteresada y por antici- tea la figura del Congreso Constituyen-
pado el principio de igual libertad. te, en el que se ocupa de reflexionar
acerca de los objetores de conciencia y
El ideal político de Rawls no puede escin- lo que denomina conciencia civil.
dirse de un proyecto ético, pues él mismo
- Los fines: definen en qué consiste la teo-
advierte sin tener la pretensión de desarro-
ría del bien en la consecución de los
llar una teoría que estuviera en correspon-
bienes primarios e intereses de las per-
dencia con estos principios, señala cómo en
sonas, y cómo confluyen justicia y bon-
la posición original se encuentra ese entra-
dad en un proyecto de sociedad
mado social que constituye la conducta hu-
ordenada; se ocupa también por desa-
mana, en la medida en que estos principios
rrollar el autor la idea de lo que él de-
aceptados en la posición original, están en
nomina equilibrio reflexivo.
consonancia con un tipo de razonamiento y
conducta morales.
Los bienes sociales primarios
“La teoría de la justicia puede dividirse en
Una vez determinada la necesidad de unos
dos partes principales:
bienes sociales primarios a distribuir, el paso
siguiente consiste en determinar cómo van a
1. Una interpretación de la situación inicial y
ser distribuidos; estos principios tienen un
una formulación de los diversos principios
orden lexicográfico expuesto por Rawls de
disponibles en ella para su elección, y
la manera siguiente:
2. Un razonamiento que establezca cuál de
estos principios será de hecho adoptado”7 . Libertades básicas (o libertades políticas. Se
aspira a desarrollar un esquema que aspira
a ser compatible con un sistema de liberta-
El desarrollo general de la obra plantea tres
des para todos en general):
momentos, que son a su vez las tres partes
en las que está expuesta:
1. Libertad de movimiento (libertad de
mercados).
- La teoría: expone la idea de lo que con-
sidera posición original, así como tam- 2. Acceso a puestos de responsabilidad8.
bién los principios de justicia como
3. Renta y riqueza (las desigualdades so-
sistema de cooperación social.
ciales deben estar en conformidad con
- Las instituciones: da cuenta del conte- las políticas de distribución, de tal suerte
nido de los principios de la justicia, y que pueda obtenerse el mayor benefi-
7
RAWLS, Ibídem, p. 62.
8
En la formulación final de la Teoría de la Justicia, la libertad es uno de sus principios básicos, como
bien lo señala Rawls:
“Primer principio
Cada persona ha de tener un derecho igual al más amplio sistema total de libertades básicas,
compatible con un sistema similar de libertad para todos – igual libertad–.
Segundo principio
Las desigualdades económicas y sociales han de ser estructuradas de manera que sean para: a)
mayor beneficio de los menos aventajados, de acuerdo con un principio de ahorro justo, -Principio de
diferencia– y b) unido a que los cargos y las funciones sean asequibles a todos, bajo condiciones de
justa igualdad de oportunidades –Principio de la justa igualdad de oportunidades–”. Ibídem, p. 341. 177
El sentido de la justicia
en John Rawls
Revista Republicana
cio para quienes tengan los menores ín- Rawls defiende el criterio de bienes sociales
dices de ingresos). primarios, en los que incluye las libertades
públicas y privadas, conciencia y pensamien-
4. Bases sociales del autorrespeto.
tos. Estos principios de justicia están orien-
tados a distribuir de manera equitativa estos
La crítica proveniente de los comunitaristas
bienes entre personas libres e iguales, en tér-
con relación a este orden lexicográfico resul-
minos deliberativos, mas no materiales. El
ta poco convincente, si tenemos en cuenta que
principio de igual libertad es clave para en-
privilegian este último, entendido en térmi-
nos de respeto por las culturas minoritarias tender toda la arquitectura de su sistema.
que reclaman el derecho a existir; otros por
el contrario, privilegian renta y riqueza como Kant aduce que el hombre no obra por feli-
uno de los primeros en ser expuestos. Lo que cidad, como lo había afirmado Aristóteles,
no se cuestiona es que una Teoría de la Justi- sino por deber, y ser feliz consiste en desa-
cia necesita de unos bienes sociales primarios, rrollar su plan de vida. Rawls va a decir que
de ahí que sea necesario un esquema de re- para desarrollar ese plan de vida es necesa-
partición. Los principios de la justicia están rio acceder a unos bienes primarios, lo que
orientados a distribuir estos bienes. Recor- implica concebir un nuevo esquema de re-
demos cómo Rawls concibe la justicia entre partición de la propiedad, sustentado según
libres e iguales, expresada en términos el orden lexicográfico inmediatamente ante-
deliberativos y no materiales, por lo que va a rior. Rawls da por sentado que esta estruc-
privilegiar el principio de igual libertad; tura básica cuenta con el respaldo de una
disiente en cambio, de la idea de dar a cada Constitución justa como mecanismo para ase-
uno lo que se merece, pues de darse lo con- gurar estos propósitos. Las normas morales,
trario, no sería más que aceptar una condi- en este contexto, deben ser entendidas como
ción jerárquica, donde el Derecho asumiría aquellas que aceptan los sujetos autónomos,
esta condición. basados en el derecho de la libre opción de
principios que han de acatar y regir a la co-
Rawls presupone que una sociedad justa debe munidad; también resultan justificadas aque-
garantizar las libertades y la igualdad de ciu- llas normas jurídicas que contemplan el
dadanía (derechos asegurados por la justi- marco jurídico necesario, para que sus miem-
cia), las que por su misma naturaleza no bros realicen de la mejor manera posible su
deben estar sometidas a ningún proceso de “plan de vida”, o prescribir aquellas que pu-
negociación. Con Rawls se va a dar una re- dieran contemplar conductas que en algún
habilitación de la desobediencia civil, lo mis- momento, pudieran causar daño a otros.
mo que la objeción de conciencia, situación a Todo lo anterior se sustenta en función del
la que pueden apelar las minorías cuando sus derecho que les asiste como sujetos
derechos son vulnerados. La desobediencia autónomos.
suele entenderse en el contexto civil (no ar-
mado sino político), para diferenciarla de la Justicia como imparcialidad
disidencia revolucionaria, anarquista, terro-
rista o pacífica. La desobediencia rescata el Rawls inicia su obra Teoría de la Justicia con
orden constitucional, a diferencia de la disi- la siguiente reflexión: “La justicia es la pri-
dencia que intenta trascender el mismo. En mera virtud de las instituciones sociales,
el fondo, Rawls pretende rescatar el concep- como la verdad lo es de los sistemas de pen-
to de desobediencia expuesto por Martin samiento. Una teoría, por muy atractiva, elo-
Luther King, en el sentido de que una colec- cuente y concisa que sea, tiene que ser
tividad puede convertirse en guardián de la rechazada o revisada si no es verdadera; de
Constitución, como un mecanismo legislati- igual modo, no importa que las leyes e insti-
vo frente a una mayoría que pudiere en un tuciones estén ordenadas y sean eficientes:
178 momento dado violar el consenso. si son injustas han de ser reformadas o abo-
Grupo de Investigación:
Producto de Informes de Investigación
Elías Castro Blanco
9
Ibídem, p. 17.
10
Ibídem, p. 19.
11
Ibídem, p. 18. 179
El sentido de la justicia
en John Rawls
Revista Republicana
sólo tengan ciertos tipos de intereses, dos, sí deben serlo los medios para acceder
tales como riqueza, prestigio y poder. a ella. En esta postura se nota una clara dis-
Sin embargo se le reciben como seres tancia con el pensamiento marxista, como lo
que no están interesados en los intere- expresa Guy Haarscher14. Una vez estable-
ses ajenos”12. cido este principio de justicia basado en la
noción de imparcialidad, Rawls va a consi-
Para hacer de la justicia un instrumento efi- derar la importancia de los bienes materia-
caz, requiere de dos componentes esencia- les básicos, pues sabe muy bien que ninguna
les: el primero consiste en un esquema de teoría de la justicia podría operar en unas con-
libertades básicas,13 y el segundo, el acceso diciones de pobreza mínima. Los ciudadanos
por igual a cargos y empleos. Estos princi- que decidieron regirse por el principio de
pios aseguran libertades básicas de igualdad, justicia como imparcialidad, entendidos és-
puesto que si la distribución de la riqueza tos como la primacía de los derechos indivi-
no puede ser necesariamente igual para to- duales, deben conquistar en segunda
12
Ibíd, p. 26.
13
“las libertades básicas son la libertad política (el derecho a votar y a ser elegible para ocupar
puestos públicos) y la libertad de expresión y de reunión; la libertad de conciencia y de pensamien-
to; la libertad de la persona que incluye la libertad frente a la opresión sicológica, la agresión física
y el desmembramiento (integridad de la persona); el derecho a la propiedad personal y a la libertad
respecto al arresto y detención arbitrarios, tal como está definida por el concepto del estado de
derecho. Estas libertades habrán de ser iguales conforme al primer principio”. Rawls, Teoría de la
Justicia, p. 68.
14
HAARSCHER, Guy. Rawls y Marx. Seminaire de Philosophie des Sciences 1981. (Fondements d´une
Théorie de la Justice) Rapport N° 6.5. Centre de Philosophie des Sciences, Institut Superieur de
Philosophie, Universite Catholique de Louvain. Chemin d´Aristote 1, B1348 Luivain – la- Neuve.
“Soit maintenant la question de la “forme”. Rawls légitime ses principes de justice á partir d´une
théorie contractualiste dont je ne reprendrai pas ici les divers éléments. Qu´il ne suffise de dire que la
position originelle, á partir de laquelle les individus raisonnent et arrivent, avec la “contraignance”
d´une moral geometry ideal, aux principes de justice, se trouverait radicalement récusée par Marx
como une “robinsonnade”: le point de vue des individus atomisés et leur posibilité de crever l´écran
de l´ideologie pour atteindre une position “originelle” fair (ou, métaphore rawlsienne cette fois, de
“voiler” leurs intérets et conceptions personnels) se trouve mis en cause, sauf, curieusement, pour ce
qui concerne le “scientifique” Marx, capable, tel le vieill Hegel, de “percevoir la rosa sur la croix du
présent”. Mais “l´objetivité” prétendue de Marx n´est pas la fairness de contractants raisonnant sur
les principes de justice á adopter: elle constitue le regard “speculatif” de celui qui, percevant les
tendances générales de l´histoire, guide une action d´emancipation basée sur la nécesité de dépaser
le capitalisme, d´instaurer une dictature transitoire, pour aboutir en fin au comunisme. Le “scientifique”
inspire un Parti et régle son action sur le mouvement de l´infrastructure: en aucun cas, répéte-t-il á
l´envi, sur des principes idéaux, abstraits, normatifs, de justice.
Certes, tout se passe comme si les membres de la société de trasnsition, basée sur le principe “a
Chacón selon son travail”, concluaient une convention, cette fois susceptible d´etre respectée, du
travail fourni. Mais ce principe de distribution est envisagé comme une “superstructure”, ou,
mieux, une type de “rapports de production” rendant posible un nouveau développement des
“forces productives”, aboutissant au comunismo, basé sur le principe de “distribution”: “de Chacón
selon ses capacités, á Chacón selon des besoins”. Or cette fois, la justice se trouve “surmontée
(aufgehoben)”. (p. 4-5).
“Rawls indique, dans le paragraphe 22 de la Theory of Justice, les “circunstances of justice”: il faut
en particulier, pour que la question de la justice puisse être posée, que les individus contractants
aient intéret á la coopération social (sans quoi l´idée meme de convention s´evanouirait), et,
inversement, ne se rassemblent pas inmédiatement autour dún intéret que Marx eut dit “génerique”
180 (ce qui rendrait égalment inutile vuelque pacte que ce sois)”. (p. 5).
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instancia, otro que pueda garantizar unas socialmente, puesto que son cualidades na-
condiciones mínimas de existencia, como son turales no sujetas a mecanismos de distribu-
los bienes materiales primarios. No obstan- ción. Ante esta dificultad, ¿cuál es el criterio
te, las modificaciones a las que pudieran en a adoptar, puesto que en esta hipotética
algún momento estar sujetos estos principios, asamblea se encuentran los miembros cubier-
deberían estar en correspondencia con lo que tos por el velo de la ignorancia y no saben lo
pudiera ser más provechoso para la comuni- que la vida les depara? Cuando se trata de
dad. En síntesis… hacer una elección en situaciones de incerti-
dumbre, la estrategia más efectiva resulta ser
“Todos los valores sociales –libertad y el “criterio maximin”. Se recurre a este crite-
oportunidad, ingreso y riqueza, así como rio cuando se trata de jerarquizar las mejo-
las bases del respeto a sí mismo– habrán res alternativas, puesto que hipotéticamente
de ser distribuidos igualitariamente, a retirado el velo de la ignorancia –una vez
menos que una distribución desigual de adoptado el resultado de esta decisión– los
alguno de todos estos valores redunde miembros se sentirán inclinados a respaldar
en una ventaja para todos”15 . la menos riesgosa16 .
Es claro pues, que bajo la idea del contrato La nueva idea de justicia, que emerge fren-
social se resuelven, de un lado, la distribu- te a la polarización presentada entre el
ción de bienes primarios como corresponde iusnaturalismo y el positivismo, parte de dos
a este ideal, en los que se puede establecer ideas previas: primero, la sociedad es un sis-
una relación social de mediación (derechos tema de cooperación, no es necesariamente
políticos, poder, riqueza), a diferencia de una confrontación, y segundo, la sociedad
aquellos que son producto de la naturaleza como unidad supone un sistema de reglas o
(inteligencia, salud, belleza, fortaleza física); principios que regulan las relaciones entre
esta figura es una manera de distribuir los las personas y las instituciones. Esto lo con-
bienes primarios, sujetos de distribución, lo duce a plantear un nuevo criterio de justicia,
que en últimas no representa mayor dificul- orientada a formar instituciones justas. La
tad, a diferencia del segundo que es donde estructura básica de la sociedad se refleja en
se genera la imposibilidad de controlarlos esta idea:
Du point de vue du contenu des principes, Marx y Rawls s´opposent sur quasi tous les points, a
l´“equal liberty” s´opposant le pouvoir – meme “mediatisé” – de la bourgeoisie dan le capitalisme,
la dictature du prolétariat dans le “socialisme” et l´absence d´État dans le communisme -, á l´égale
accessibilité aux fonctions s´opposant la pensanteur sociologique des clases, enracinée dans la
nécessité historique des rapports de production capitalistas -, au difference principle, basé sur le
welfare economics, l´utilité, le marginalisme, s´opposant la valeur-travail et l´eritage de l´economie
classique, -enfin au point de vue du plus défavorisé s´opposant le Weltgericht, qui donne á ce
dernier infiniment plus dans le futur, et souvent infiniment moins dans le présent vécu de l´histoire”.
(p. 5).
“En fin, du point de vue des fins ultimes, Rawls se situe au sein de “circunstances of justice” que
Marx vise a dépasser dans la Gattunstätigkeit de la société comuniste”. (p. 6).
15
Ibíd, p. 69.
16
“Es claro que la regla maximín no es, en general, una regla apropiada para elegir bajo condiciones
de incertidumbre. Sin embargo, la regla es atractiva en determinadas situaciones caracterizadas
por ciertos rasgos especiales. Mi objetivo es entonces mostrar que no se puede lograr una buena
justificación de los dos principios, basada en el hecho de que la posición original posee un grado
muy elevado de esos rasgos especiales”.
“El segundo rasgo sugerido por la regla maximín es el siguiente: la persona que escoge tiene una
concepción del bien tal que le importa muy poco o nada lo que pueda ganar todavía por encima del
mínimo estipendio que seguramente obtiene al seguir la regla máxima”. Ibídem, p. 151. 181
El sentido de la justicia
en John Rawls
Revista Republicana
- Las instituciones económicas (modos de dad, lo cual implica que estos principios de-
producción). ben ser conocidos por el colectivo. Los prin-
cipios que rigen la idea de justicia como
- Instituciones sociales (la familia como
imparcialidad se caracterizan por ser gene-
núcleo de la sociedad).
rales, universales, públicos, jerarquizados y
definitivos.
¿Cómo superar estos conflictos, o mejor,
cómo superar estos extremos? Rawls acude
a los siguientes argumentos:
EL SEGUNDO RAWLS
- Justicia procedimental perfecta (los prin-
En El Liberalismo político, una obra de madu-
cipios de justicia se eligen en condicio-
rez, Rawls desarrolla algunas de sus concep-
nes de igualdad).
ciones iniciales; su gran preocupación
- Justicia procedimental imperfecta (los consiste en hallar un mecanismo que permi-
principios de justicia se eligen con ante- ta proteger las libertades básicas en un Es-
lación al proceso deliberativo). tado pluralista. Se pregunta entre otras cosas
lo siguiente:
Estas dos interpretaciones involucran nocio-
nes previas a la construcción del procedimien- “¿Cómo es posible que pueda existir a
to. La propuesta está dirigida a construir través del tiempo una sociedad estable
consensualmente el procedimiento para lo- y justa de ciudadanos libres e iguales
grar acuerdos. ¿Cómo justificar dialógi- profundamente divididos por doctrinas
camente cada uno de sus componentes? Para religiosas, filosóficas y morales, razo-
articular este discurso, toma de Habermas nables, aunque incompatibles entre sí?
la comunicación como la relación más cerca- En otras palabras: ¿cómo es posible que
na entre dos personas dotadas de compe- unas doctrinas comprensivas profunda-
tencias lingüísticas. La construcción del mente opuestas entre sí, aunque razo-
procedimiento permite definir los mecanis- nables, puedan convivir y afirmen todas,
mos consensuales en la estructura básica de la concepción política de un régimen
la sociedad. constitucional? El liberalismo político da
cuenta de esto”17 .
La posición original de Rawls consiste en
afirmar que es en el estado de naturaleza o El primer Rawls no deslindaba el procedi-
situación inicial donde se pueden establecer miento ético del político, de donde surgen
los principios de justicia, basados en los si- las críticas de los comunitaristas por un ex-
guientes principios: ceso de lo que ellos denominaban interven-
cionismo estatal. En lo sucesivo no va a
- Libertad y autonomía. hablar de persona moral sino de ciudadano
- Deliberación no coaccionada. como persona en relación con el Estado. In-
troduce además dos nociones: consenso
Considera Rawls que estos son los puntos entrecruzado y razón pública, en donde
de partida bajo los cuales se construye una toma en préstamo de Habermas las relacio-
sociedad moderna. La idea de justicia debe nes dialógicas como una manera de replan-
permear este discurso. La deliberación es un tear su discurso. Este concepto de razón
principio dialógico de concertación, cuya in- pública supone personas deliberantes al es-
tención primordial es la de regular la socie- tilo republicano.
17
182 RAWLS. Liberalismo político. F.C.E. Bogotá, 199, p. 69.
Grupo de Investigación:
Producto de Informes de Investigación
Elías Castro Blanco
18
Ibídem, p. 14.
19
Ibídem, p. 230.
20
Ídem. 183
El sentido de la justicia
en John Rawls
Revista Republicana
mente dentro del marco de las institu- na de consideración, con el fin de establecer
ciones de cualquier sociedad, debido a las condiciones de la voluntad general. Fren-
sus tendencias acumulativas, sociales, te al velo de la ignorancia, mis propios inte-
históricas y naturales”21 . reses no los puedo anteponer frente a otros,
lo que no me permite conocer de antemano,
Aquí vio Rawls la necesidad de introducir por ejemplo, con qué talento voy a nacer, a
algunas modificaciones, justo en lo relacio- qué raza, credo político o religioso debo per-
nado con el ejercicio constitucional, como era tenecer. El criterio maximin establece las con-
la de asignarle al Estado la obligación de diciones de incertidumbre que garantizan un
proporcionar un mínimo vital a todos los ciu- mínimo de dignidad humana, lo que nos in-
dadanos; no formarían parte de las reclama- duce a optar por unos principios de justicia
ciones políticas, las contribuciones sociales a en las peores circunstancias. El velo de la ig-
las que pudieran tener acceso, las que más norancia garantiza la universalidad.
bien formarían parte de una ayuda de tipo
solidario. Habermas aduce cómo la economía tiene una
dinámica que no puede ser reglada en tér-
Esta interpretación de Rawls estaría muy minos jurídicos, ecológicos, teológicos y so-
cerca de algunas expresiones constituciona- ciales. Las constituciones no pueden decretar
les modernas que hacen una distinción entre derechos económicos; esto en otras palabras
derechos primarios (libertades básicas) y los no resulta ser más que una falacia.
llamados de segunda generación, en los que
se invocan cierto tipo de derechos como sa- En Justicia como equidad, una obra de madu-
lud, vivienda y educación, entre otros, como rez, Rawls reúne una serie de artículos es-
sujetos de reclamación ante los tribunales. critos entre 1950 y 1980. Los ensayos que allí
aparecen (“Desobediencia civil”, “Bienes so-
Las condiciones deliberativas en torno a la ciales primarios”, entre otros), intentan res-
idea de justicia deben ser pensadas tenien- ponder o aclarar una serie de vacíos, que
do en cuenta los siguientes aspectos: según sus apreciaciones, quedaron sin resol-
ver en Teoría de la Justicia.
- Una expectativa normal de vida (debe
pensarse la justicia en términos Posteriormente en su obra Constructivismo
generacionales). kantiano en teoría moral, reivindica a Kant, en
lo relativo al procedimiento, pero se distan-
- Condiciones de escasez moderada
cia de él cuando abandona la concepción
(Rawls sabe muy bien que no funciona
antropológica liberal en el sentido de consi-
la teoría de la justicia en condiciones de
derar los seres como libres e iguales, hacien-
pobreza absoluta).
do énfasis en tres aspectos básicos:
- Altruismo limitado (podemos obrar por
principios de racionalidad). 1. El concepto de persona moral.
- Racionalidad estratégica (se aspira a vi- 2. Tensión entre libertad e igualdad.
vir bien dentro de un marco de aspira-
3. La noción de procedimiento.
ciones individuales, así como también
somos capaces de obrar por principios).
Podemos señalar a partir de esta propuesta,
- Evitar el egoísmo generalizado. cómo Rawls se distancia cada vez más del
liberalismo para adoptar en cambio una pos-
El velo de la ignorancia busca establecer qué tura muy cercana a los comunitaristas. En la
tipo de información debe ser permitida y dig- adopción de este nuevo giro, Rawls va a se-
184 21
Ibídem, p. 46.
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ñalar que en la posición original no hay agen- dicho que Rawls en este punto ha supe-
tes, sino personas morales (como categoría) rado al marxismo, pues si bien parte de
que en lo sucesivo serán los ciudadanos. Sus que no existe una sociedad en un esta-
críticas contra el liberalismo continúan, en do de paz real, la situación no se resuel-
la medida en que denuncia el hecho de cómo ve apelando a las categorías de clase
la democracia se ha desgarrado, tratando de social como irreconciliables, sino que
conciliar la Igualdad (según la tradición este conflicto debe resolverse en térmi-
Roussoniana) con la Libertad (según la con- nos dialógicos, en un debate en el que
cepción de Locke). Es mediante esta catego- puedan estar presentes los distintos ac-
ría de “persona moral” como Rawls va a tores de la sociedad.
solucionar esta dificultad que él mismo de-
3. Un tipo de sociedad basada en la idea
nomina como el “impase de la democracia”.
del consenso reclama un espíritu de
A esta le atribuye dos facultades morales: el
compromiso, comúnmente llamado so-
sentido de justicia, por un lado y una con-
lidaridad.
cepción del bien, por otro; tiene además este
sujeto moral dos intereses supremos: reali- 4. La idea de un consenso traslapado per-
zar y ejercer sus facultades. mite concebir una idea de concepción
política en términos de equidad, en la
Un tercer interés de orden supremo, bien que no tienen cabida los términos de
podría considerarse como la necesidad de desobediencia civil.
proteger y promover su concepción del bien.
El sentido de justicia en este contexto es si- En Teoría de la justicia, Rawls desarrolla en el
milar al propuesto por MacIntyre, entendi- numeral 40, denominado “La interpretación
do como valor y concepción de vida buena kantiana de la justicia como imparcialidad”,
en la versión aristotélica. Una de las formas el vínculo existente entre estos dos elemen-
de encauzar la sociedad es aquella basada tos. Recordemos cómo Kant construye su
en visiones omnicomprensivas, lo que en pilar ético basado en la trilogía universali-
otras palabras corresponde al mundo de las dad, libertad y autonomía. Rawls considera
eticidades; estas visiones deben ser enten- que es más importante para su modelo
didas en términos de pluralismo razonable, neocontractual la idea de la autonomía, an-
a las que se accede merced al consenso polí- tes que el de universalidad. Kant señala cómo
tico; cabe señalar que para aspirar al estatu- los principios morales son el resultado de
to de razonable, el consenso entrecruzado una elección racional.
debe pasar por los siguientes momentos:
“Estos principios definen la ley moral
1. Parte de analizar el modus vivendi o la según la que los hombres desean racio-
cultura política de una nación. nalmente dirigir su conducta en una
comunidad ética. La filosofía moral se
2. La idea de un consenso constitucional
vuelve el estudio de la concepción y el
asume el conflicto como lo subyacente
resultado de una decisión racional con-
en la base social, de tal manera que la
venientemente decidida”22 .
idea del consenso se convierte en una
condición imprescindible.
Es de esperarse que los principios elegidos
Este es quizá uno de los recursos más hayan de ser conocidos por todos y acata-
inteligentes dentro de esta concepción, dos según esta legislación moral, como co-
para permitir que los detractores del rresponde a sujetos libres y racionales, dada
poder se incorporen al Estado; se ha la autonomía.
22
RAWLS, John. Teoría de la Justicia, p. 236. 185
El sentido de la justicia
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23
186 MEJÍA, Oscar. Op. cit., p. 52.
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