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Gianina Calderón Pérez es Psicóloga graduada en la UNMSM, Magister en Educación, Maestranda en Psicología
Clínica. Past Decana del CDR XII Cajamarca del Colegio de Psicólogos del Perú (2014-2016). Ha realizado docencia en
el Programa de Maestría en Psicología Clínica por la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo (2016 y 2017).
Conferencista en Congresos nacionales. Ejerce el rol de Coordinadora de la Unidad Distrital de Asistencia a víctimas y
testigos del Distrito Fiscal del Cajamarca y docente en pre grado en la Universidad Privada Antonio Guillermo Urrelo.
Correo-e ninacp@hotmail.com gianina.calderon@upagu.edu.pe
AUXILIO EMOCIONAL PARA VÍCTIMAS DE ABUSO SEXUAL: DESDE LA
DENUNCIA HASTA LA AUDIENCIA
RESUMEN
El trabajo que han iniciado los psicólogos como trabajadores del Ministerio Público, en la
atención psicoterapéutica a menores víctimas de delitos contra la libertad sexual, desde el
momento que se denuncia este hecho hasta la Audiencia de Juicio Oral, constituye un
fundamental auxilio emocional ante una situación traumática, teniendo en cuenta que este tipo
de delitos pueden llegar a provocar efectos psicológicos a corto y a largo plazo, que requieren
una intervención psicológica oportuna, ya sea con una consejería psicológica o con psicoterapia, 1
dependiendo el caso. Esta labor representa un acompañamiento emocional personalizado, cuya
duración promedio es de un año, período en el cual se brinda esta atención de manera
totalmente gratuita, tanto a las víctimas, los testigos y a los familiares directos, en diversos
momentos y etapas de la investigación fiscal, en cada una de las cuales, la labor del psicólogo se
ha vuelto indispensable, considerando un contexto en donde hacer justicia significa disminuir
los efectos de la revictimización y ofrecerle a la víctima una participación activa en la resolución
del conflicto, una reparación emocional y económica, el restablecimiento de sus derechos, la
tranquilidad luego del hecho traumático y una vida normal, digna, segura, libre de amenazas y
de reprobación social.
Introducción
En el campo de acción de la Psicología Jurídica, específicamente desde la implementación del
Nuevo Código Procesal Penal en el Perú, los psicólogos que laboran en las Unidades de
Asistencia a Víctimas y Testigos del Ministerio Público, vienen cumpliendo una importante labor
en el acompañamiento emocional permanente y personalizado a las víctimas de toda clase de
delitos, desde la comisión de los mismos, hasta la Audiencia de Juicio Oral. En ese sentido, es
importante entender que las personas que han sido victimizadas de alguna manera, en
muchísimos casos van a sentirse impedidas de continuar con su vida normal, no sólo por la
afectación del delito que en sí mismo ya representa un trauma psicológico, sino porque se
generan una serie de incomodidades en su vida cotidiana, provocadas por la necesidad de
participar en la investigación fiscal en acciones tales como: asistir a declaraciones, careos,
reconocimientos, constataciones y demás diligencias fiscales y judiciales programadas
forzosamente, situación que se ve agravada si existen amenazas expresas contra su integridad o
la de su familia, o si los miembros de la familia en vez de apoyar a las víctimas, las culpabilizan o
las revictimizan constantemente, todo lo cual implica la necesidad imperiosa de acceder a un
servicio gratuito de ayuda psicológica al interior de las instituciones de administración de
justicia, el cual adquiere una gran importancia sobre todo cuando un niño, una niña o un
adolescente ha sido víctima de un delito contra su libertad sexual, quienes no sólo tienen que
romper su silencio para denunciar el hecho, enfrentando el temor a no ser creídos, sino que
además deben participar en un proceso de investigación fiscal que ha sido diseñado para un
mundo adulto, el cual lamentablemente, les genera grandes niveles de estrés que en algunos
casos, cuando no cuentan con la ayuda especializada, los limita en su desarrollo personal futuro.
Es allí, donde la credibilidad de su testimonio representa un tema de interés para jueces y
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psicólogos en este ámbito (Echeburúa y Subijana, 2008). Además, el ambiente judicial puede
aumentar el nivel de estrés del niño y disminuir incluso su capacidad para aportar un testimonio
exacto.
I. EL ABUSO SEXUAL
Cuando hablamos de abuso sexual, el mismo que ya constituye un problema de Salud pública,
no sólo por la prevalencia de casos, sino porque afecta el desarrollo armonioso de la víctima y
tiene secuelas en diversos ámbitos de su vida (Pereda, 2009), erróneamente se cree que está
referido exclusivamente a la violación sexual, sin embargo, lo correcto es considerar aquí todo
acto que atenta contra la libertad sexual de una persona, que va desde tocamientos a cualquier
parte de su cuerpo –especialmente las partes íntimas- hasta la penetración. Para definir al abuso 2
sexual, Portillo (2005) afirma:
Por otro lado, Los menores víctimas de AS pueden mostrar conductas tales como:
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Fases del Abuso sexual:
La Mecánica del abuso sexual, cuando el agresor es una persona del entorno, incluye las
siguientes fases:
1. Conquista: El abusador logra la atención y confianza de la víctima con un trato especial
aparentemente afectuoso y/o con engaños.
2. Interacción sexual: El abusador inicia el contacto de índole sexual con su víctima,
valiéndose de chantajes, engaños, uso de la fuerza, seducción, etc.
3. Secreto: El abusador convence u obliga a su víctima a mantener en secreto lo sucedido,
generalmente bajo amenazas.
Las consecuencias psicológicas del abuso sexual infantil incluyen problemas de tipo emocional
como miedos, fobias, depresión, ansiedad, baja autoestima, sentimientos de culpa,
estigmatización, trastorno por estrés post traumático, autolesiones y conducta suicida; un
segundo grupo está referido a problemas cognitivos como conductas hiperactivas, problemas de
atención y concentración, bajo rendimiento académico, trastorno por déficit de atención e
hiperactividad; también pueden haber problemas de relación en donde hay dificultades para
interactuar con los pares o con los adultos, pudiendo haber aislamiento social o disminuir el
número de amigos; finalmente, tras el abuso sexual pueden aparecer problemas funcionales
como pérdida del control de esfínteres, dificultades de sueño, quejas somáticas y trastornos de
la conducta alimentaria (Pereda, 2009).
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Cuando un niño, una niña o un adolescente rompe su silencio y decide revelar la agresión
sufrida, espera que la persona en quien confía lo escuche y brinde credibilidad a su testimonio,
además requiere comprensión y que se le siga aceptando como un ser humano valioso, pues el
abuso sexual ha afectado diversos aspectos de su personalidad y de su salud psicológica ya
descritos.
Por otro lado, es preciso indicar que cuando los abusos sexuales son perpetrados por un
familiar, llegan a ser mucho más traumáticos, ante lo cual cada víctima menor de edad lo va a
experimentar de una manera muy privada, pues todos van a manifestar diferentes grados de
afectación psicológica, y en consecuencia van a requerir una ayuda, pero, algunos van a requerir
sólo una orientación inicial, mientras que otras víctimas necesitarán pasar un proceso 4
psicoterapéutico para superar el trauma (Portillo, 2005).
Dinámica Traumatogénica
Finkelhor y Browne (1985) plantearon que el abuso sexual además de alterar el desarrollo
cognoscitivo y emocional de la víctima, distorsionando su autoconcepto, la visión del mundo y
sus habilidades afectivas, implicaría también una Dinámica traumatogénica con cuatro fases:
sexualización traumática, traición, estigmatización e indefensión. La conjugación de las cuatro
dinámicas en el abuso es lo que hace único al trauma de este tipo de agresiones:
a. Sexualización traumática: se refiere a un proceso en que la sexualidad del niño/a se
conforma y desarrolla en forma inapropiada y disfuncional. Esta sexualización
traumática puede ocurrir cuando el niño/a es repetidamente recompensado por la
conducta sexual por el abusador, lo que es inapropiado para su nivel de desarrollo.
b. Traición: esta dinámica deviene de cuando el niño/a descubre que alguien de quien su
vida depende, le ha causado daño. Este/a menor puede llegar a comprender que la
persona en quien confiaba lo ha traicionado a través de mentiras. Las víctimas infantiles
pueden experimentar la traición no sólo en relación al agresor, sino también en
relación a otros miembros familiares, los cuales no han podido o no han querido
protegerlas o no les han creído.
c. Indefensión: se refiere a los procesos en que la voluntad, los deseos y sentido de
eficacia del niño/a son continuamente contravenidos. Un tipo básico de indefensión
ocurre cuando en el abuso sexual, el territorio y espacio corporal del/la menor son
repetidamente invadidos contra la voluntad de éste/a. Esta dinámica se ve exacerbada
cuando existe coerción o manipulación. La indefensión es reforzada cuando la víctima ve
que sus intentos de detener el abuso son frustrados.
d. Estigmatización: esta dinámica se refiere a las connotaciones negativas que le son
transmitidas al niño/a, como maldad, vergüenza y culpa. Estas connotaciones pueden
ser transmitidas directamente por el abusador, quien puede culpar a la víctima de la
actividad, degradarla o traspasarle el sentimiento de culpa por la conducta. La presión
por mantener el secreto que impone el agresor a la víctima comunican poderosos
mensajes de vergüenza y culpa. La estigmatización es reforzada por las actitudes que
infiere u oye de personas de la familia o la comunidad.
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Síndrome de Acomodación Infantil al Abuso Sexual
Es conveniente entender también la afectación psicológica del abuso sexual en los niños y niñas,
a partir de la descripción del Síndrome de Acomodación Infantil al Abuso Sexual, planteado por
Summit en 1983. Este concepto permite comprender los efectos que la victimización por abuso
sexual puede tener en la conducta de un niño, que implica un conjunto de reacciones
inesperadas o poco comprensibles del niño desde la óptica del adulto, pero que son adecuadas
para su supervivencia y se relaciona a una situación que convence cognitiva y emocionalmente
al niño de que así es su realidad y no puede escapar de ella, como el sentimiento de estar a
merced de la voluntad del agresor. Algunos autores utilizan la palabra "hechizo" para
ejemplificar lo que sucede en la mente y el sistema perceptual del niño (Perrone,1997).
5
Se conjugan acciones de los agresores y características propias de la infancia (desvalimiento,
necesidad de protección, apego y cariño por el agresor cuando se trata de alguien cercano, etc.)
que lo "encierran" en una situación en la que se encuentra a merced de la voluntad del agresor.
Lo que ocurre por lo general es que muchas de las conductas atribuibles a la acomodación y a
los mecanismos de defensa utilizados para sobrevivir en estas situaciones extremas, son
entendidas como MENTIRAS o como RESPONSABILIDAD DEL NIÑO, por permitir que sucediera,
desde una serie de creencias y prejuicios que circulan en nuestra cultura y que dificultan
seriamente la protección de la infancia que está siendo víctima.
Los síntomas que se presentan en este síndrome son: el manejo del secreto, la acomodación al
hecho para mantener su salud mental, la desesperanza al creer que su situación no cambiará
por sentirse impotente, el revelamiento tardío o poco convincente y el retractamiento (Oficina
de Defensoría de los Derechos de la Infancia México ODCI, 2006).
a) El secreto: El abusador usa estrategias para persuadir al niño de guardar el abuso como
secreto. Esto no le resulta difícil, ya que la relación entre un niño y un adulto siempre es
desigual y es el adulto quien tiene mucho mayor poder, directamente investido por la
sociedad. Se recurren a estrategias que intentan adjudicar al menor toda la
responsabilidad, que lo culpabilizan directamente, que lo ponen en una situación de
desprotección –que nadie lo apoyará-, para confundirlo y normalizar las acciones, y
estrategias para atemorizarlo.
b) La Acomodación. La única opción que le queda es adaptarse para sobrevivir y mantener
su salud mental. Considerando que no puede por sí mismo librarse de tal situación, se
ve obligado necesariamente a poner en funcionamiento estrategias psicológicas para
afrontar el abuso repetitivo. Entonces se recurre a mecanismos de defensa, conductas
que nos pueden parecer absurdas o incomprensibles desde la perspectiva de un
observador que no tenga conocimiento sobre los efectos de la victimización en un niño.
Por ejemplo, puede parecer "imposible" que un niño que ha sido víctima no recuerde
detalles o que no recuerde el hecho, que no haya pedido ayuda ni haya contado lo que
le pasó, o aun que considere lo que le pasó como poco importante, que no presente
síntomas obvios y que continúe desempeñándose en áreas específicas de la vida
cotidiana sin mostrar afectación aparente por estar siendo víctima, etc.
c) La desesperanza. El niño ve al abusador como todopoderoso, y por ello cree que su
situación no cambiará y no hace absolutamente nada por romper el patrón de abuso.
Cada nueva experiencia de abuso refuerza la idea de que quien tiene el poder es el
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adulto, y que el niño no puede hacer nada para impedirlo. Se siente impotente, y sólo le
queda callar, obedecer, sufrir en silencio. La consecuencia lógica es la sensación de
impotencia, de desvalimiento absoluto, y la de depresión. Comprender al niño inmerso
en esta realidad, permite entender que no aproveche oportunidades que para otros
(que están "afuera") son claras opciones para detener el abuso (buscar ayuda
activamente, intentar huir, etc.). El niño está convencido de que así es su realidad, y
que nada va a cambiar.
d) El revelamiento tardío. Considerando todo lo anterior, si se animan a develar el abuso lo
hacen de manera ambivalente, con dudas e inseguridad acerca de qué revelan. Se
pueden animar a probar “qué pasa” si se lo cuentan a alguien en quien confían mucho, y
de ello dependerá que se sienta respaldado o solo. Dejan pasar mucho tiempo antes de 6
contar lo sucedido y lo hacen con cautela, sin detalles, según el ánimo de quien los
escucha, lo cual genera que a veces se confundan o duden o sean ambivalentes, y por lo
tanto, no les crean.
e) El retractamiento. Luego de develar el abuso, es muy posible que "se arrepienta" y
declare que nada de lo que dijo antes era cierto, que lo inventó. Puede sentir temor,
sobre todo si la respuesta que recibió de adultos no fue apropiada. Existen casos en
que el niño queda expuesto a la presencia del abusador, quien fácilmente puede
amenazarlo o intimidarlo. En otras ocasiones, el niño puede sentir que, con haberlo
dicho, el abusador ha "aprendido la lección" y ya no lo volverá a agredir. Peor aún,
cuando observa que los adultos a su alrededor no pueden manejar esta confesión,
mucho menos él podrá enfrentar el proceso de investigación con todo lo que viene. En
ciertos casos, al haber alejamiento del agresor, el niño lo extraña, o lo culpan de su
ausencia o de ser encarcelado. Por ello, se retractan.
Ante estas situaciones, los adultos que brindan apoyo a los menores deben repetirles mensajes
que los ayuden a superar este síndrome: Tú eres la víctima, no es tu culpa, te vamos a proteger
para que no vuelva a pasarte nada malo, cuenta conmigo, eres muy valiente por decir la verdad,
es normal sentir vergüenza, gracias a tu declaración otros niños no serán dañados por esa
persona, etc.
Factores de riesgo
Algunos factores de riesgo que podríamos citar, relacionados al abuso sexual son los siguientes:
Hacinamiento.
Promiscuidad en la familia.
Falta de privacidad de la pareja.
Encargar el cuidado de los hijos a familiares o amigos (sobretodo varones).
Acudir a clases de reforzamiento académico sin la vigilancia paterna.
Acceso fácil a material pornográfico.
Crisis familiares.
Abandono afectivo.
Falta de comunicación familiar.
Alcoholismo y drogadicción.
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Mejorar comunicación familiar. El hogar es el lugar más idóneo para hablar de este
tema, para enseñar a los hijos conductas de autoprotección, identificar situaciones de
riesgo, y aprender a confiar irrestrictamente en los padres, para poder contarles
cualquier evento, sin dudar.
Fortalecer la Autoestima: autocuidado del cuerpo, hacerse respetar.
Evitar lugares, situaciones y personas de riesgo (por ejemplo: internet).
Recordar siempre que el mayor porcentaje de abusadores sexuales son personas
conocidas (familiares, amigos).
Denunciar al abusador lo más pronto posible, aunque el hecho haya ocurrido hace
muchos años.
Tratar el tema con discreción, garantizar la privacidad y confidencialidad. 7
Brindar un apoyo psicológico inmediato a la persona que ha sido víctima de abuso
sexual.
En estos casos, especialmente cuando las víctimas son menores de edad, se recomienda a
los padres que escuchen a sus hijos e hijas cuando éstos quieren contarle algo, no dudar de
sus confesiones, mostrándoles que pueden confiar en sus padres. Jamás se burlen,
subestimen o ignoren algo que sus hijos les quieran decir. Puede ser que hoy decidan
contarles que fueron víctimas de abuso sexual y si el padre o la madre no está dispuesto a
escucharlos, guardarán el secreto para toda la vida , y al sentirse ignorados ante lo que les
sucedió , nadie les podrá brindar la ayuda que necesitan.
Algunos aspectos de la vida de los niños, niñas y adolescentes que se ven afectados por el abuso
sexual y que necesariamente deben incluirse en el proceso de ayuda psicológica son: el aprecio
por todo su cuerpo, incluyendo sus órganos sexuales, la imagen de sí mismos y el amor hacia sí
mismos, el valor y el significado de la propia sexualidad, la capacidad de confiar en los demás, la
capacidad de amar y sentirse amados y en general, ven disminuida severamente su capacidad
de ser feliz en la vida.
En ese orden de ideas, el proceso de investigación penal tiene un papel terapéutico y constituye
un instrumento de redignificación y recuperación del niño o adolescente o adulto víctima, que
apunta a ayudarlo a definir el evento en su vida, a empoderarlo y evitar la desesperanza e
impotencia, y reivindicar la imagen de los adultos ( en el caso de los niños) (ODCI, 2006).
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sexual el cual incluye tanto al menor como a sus familiares, buscando la reducción de síntomas,
la comprensión del significado de la experiencia vivida, la prevención de nuevos abusos y la
ayuda a la familia para expresar sus sentimientos, buscar apoyo y hacer frente a los problemas
planteados.
Asimismo, es importante que desde el primer momento que el psicólogo contacte a la víctima,
muestre empatía, valide sus sentimientos y refuerce mensajes que en principio lo
desculpabilicen y refuercen que hayan decidido contar ese hecho tan malo ocurrido en su vida,
además de examinar las dimensiones del problema y las posibles soluciones que ya se hicieron o
sólo se pensaron.
Dolan (1997) citado por Llanos y Sinclair (2001), plantea que las víctimas de abuso sexual, 8
requieren entrar en un proceso de reparación en el cual se reconozcan como víctimas, se
vean como sobrevivientes y celebren una vida libre de maltratos.
b) Reconocerse como sobreviviente. Relacionado a identificar los recursos personales que le han
permitido protegerse del abuso y sobreponerse a sus efectos a lo largo del tiempo. En esta
etapa la persona puede contactarse con sus propios recursos y áreas de fortaleza, lo que
facilita el enfrentarse con los aspectos más dolorosos y/o conflictivos del abuso.
Siguiendo a estos autores, plantean que el contexto terapéutico para este tipo de víctimas
debe ser seguro y confiable para lo cual se deben considerarse:
- Establecer una relación no abusiva con un adulto. Las características propias de la
relación terapéutica se constituyen, en sí mismas, en un recurso fundamental para
el cambio, ya que brindan un contexto interaccional que funciona como una
experiencia de contraste respecto a la relación abusiva. Este aspecto, sin duda,
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promueve autovaloración y el autorrespeto del paciente y facilita en un momento
posterior el proceso de reflexión crítica respecto al abuso sufrido.
- Asimismo, se debe definir el encuadre protector hacia la víctima, resulta necesario que
el terapeuta gradúe la intensidad emocional de la relación, no toque al paciente
sin su autorización y evite la utilización de técnicas terapéuticas que favorezcan la
sensación de descontrol; tales como la imaginería o la relajación con los ojos
cerrados.
- Visibilización de la persona: Las personas que fueron víctimas de abuso sexual
tienen la sensación de ser nadie, poca conciencia acerca de sí mismas y
tienden a obviar sus necesidades, opiniones y sentimientos. Por tanto,
alguien que las escuche, muestre interés por ellas y las trate respetuosamente es, 9
en sí mismo, muy reparador. Destaca, entonces, la significación emocional de un
vínculo terapéutico comprometido, basado en el interés profesional por la persona del
paciente, teniendo presente que ayudarle a que visualice e integre los distintos
aspectos de sí mismo se constituye en un objetivo terapéutico relevante.
- Flexibilidad terapéutica: el hecho que una persona haya sufrido una experiencia de
abuso sexual no es motivo suficiente para iniciar una terapia encaminada a superarlo,
aun cuando parezca evidente que muchos de sus problemas tienen su raíz en esa
experiencia. Muchas veces puede ser más apropiado un enfoque terapéutico de
carácter indirecto que se centre más bien en la superación de los efectos presentes
del abuso.
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instigador. En un segundo momento, logra tomar distancia del abusador y puede
desarrollar una perspectiva crítica de las actuaciones de este. De igual manera, la
deconstrucción del discurso incluye la clarificación de la responsabilidad de los
terceros, que pueden haber fallado en la protección del niño, en la detección del
abuso y/o en creer la revelación. Sin embargo, el abuso en sí continúa siendo exclusiva
responsabilidad del abusador.
e) Contención y elaboración de los sentimientos asociados al abuso. El abuso suele estar
asociado a dolorosos e intensos sentimientos de angustia, vergüenza, culpa, miedo,
desconfianza, tristeza y rabia con las que la persona puede contactarse en el curso de la
terapia y que requieren ser elaborados durante el proceso. Se trata de ayudar a la
persona a legitimar sus vivencias, como un paso previo a elaborarlas lo cual 10
puede resultar en sí mismo muy aliviador. Un aspecto muy conflictivo puede ser la
imposibilidad de perdonar al abusador, lo que puede ser vivido por la persona con
intensa culpa y que indudablemente se ve intensificado por la impunidad del
abusador, por su nula disposición a reconocer el daño, ni menos repararlo. Por
tanto, en muchos casos, puede resultar muy terapéutico liberar a la persona de la
exigencia del perdón.
Llanos y Sinclair, 2001, también proponen que en el proceso de ayuda se debe facilitar la
CLARIFICACION DE LOS EFECTOS DEL ABUSO en base a los siguientes puntos:
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Autovalorización, desculpabilización, desarrollo de sus competencias personales y de un estilo
de vida constructivo, en el cual rechace establecer relaciones tóxicas y abusivas.
En el caso de menores de edad, los temas básicos a considerar en la psicoterapia por abuso
sexual serían: evitación de la revictimización, reconocimiento del hecho, educación afectivo-
sexual, habilidades sociales y resolución de problemas.
Parte de los mensajes que se deben manejar cuando se brinda la Educación afectivo-sexual a los
menores víctimas de abusos sexual son los siguientes:
- tu cuerpo es bueno y te pertenece, la sexualidad también lo es;
- no estás obligado a besar a nadie ni a dejarte tocar, abrazar o besar; 11
- tú puedes darte cuenta cuando alguien te hace o intenta hacerte una caricia
inadecuada;
- extraños o familiares en ocasiones pueden intentar hacerte tocamientos y tú puedes
pedir ayuda cuando eso suceda;
- tú puedes aprender a decir “NO” ante proposiciones malas de parte de un adulto;
- si alguien trata de tocarte de forma que te haga sentir “raro”, de inmediato recházalo y
cuéntaselo a alguien de confianza;
- a veces no se debe obedecer todo lo que un adulto te pida que hagas, especialmente
cuando se trata de caricias inadecuadas a tu cuerpo;
- no todas las relaciones que se establecen con adultos son peligrosas;
- a veces nos pasan cosas terribles y tú no eres el único,
- no te calles, busca ayuda, etc.
Es indudable y de vital importancia que los profesionales que brindan la contención emocional
inicial, ofrezcan información básica a los familiares, señalándoles las siguientes pautas de
actuación ante el abuso:
a) asegurar la terminación de los abusos sexuales y el alejamiento físico entre la víctima y el
agresor,
b) el padre, madre u otro cuidado deben comprometerse con el niño o niña a protegerlo en lo
sucesivo,
c) capacitar a la víctima y darle la confianza suficiente para informar de manera inmediata si
ocurrieran posteriores episodios de abuso,
d) enseñar a identificar y comprender su propia sexualidad y la del adulto de una forma sencilla
y objetiva,
e) enseñarle a identificar señales de peligro de cuándo un acercamiento de un adulto podría
tener una intencionalidad sexual,
f) adiestrar al menor en técnicas de evitación de situaciones de riesgo de abusos sexuales y,
g) enseñarle a comunicarse asertivamente para rechazar peticiones no deseadas en el ámbito
sexual (Echeburúa y Guerricaechevarría, 2006).
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que a los efectos que aparecen debido al delito sufrido, se le sumen otros efectos provocados (o
aumentados) por las experiencias a que es sujeto el menor una vez que inicia el proceso legal.
Cuando existe revictimización, el propio proceso penal se vuelve contra el niño víctima, que
sufre ahora otro maltrato: el institucional. Se revictimiza cuando los niños son sometidos a un
proceso que dura muchos meses, y debe participar en jornadas largas sin descanso, o cuando
deben dar su testimonio varias veces y exponerse a cuestionamientos y dudas, o cuando se cita
al niño para que declare al mismo tiempo que el agresor, considerando además que el niño casi
nunca recibe información sobre la labor del Ministerio Público ni sobre sus derechos, ni sobre las
diligencias y/o exámenes que debe pasar. Por otro lado, en la familia o en la escuela, se
revictimiza al niño cuando se duda de su confesión, negando los hechos, creyendo más al
agresor –especialmente cuando es parte de su entorno familiar-, o se culpa al niño de querer 12
encarcelarlo o de generar gastos.
Algunas acciones para poder minimizar la revictimización pueden ser: el buen trato que se le
brinde desde el primer momento, que le crean cuando brinda su versión de los hechos, y que las
personas que están en su entorno inmediato (sean familiares u operadores de justicia)
constantemente le repitan mensajes claves reforzantes tales como: no tienes la culpa, has sido
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muy valiente por contar lo que pasó, así estas ayudando también a otros niños, es normal que
sientas vergüenza, no es responsabilidad tuya lo que pasará con el agresor, etc..
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Importante señalar también que durante el proceso de investigación fiscal y juzgamiento, las
víctimas menores de edad, suelen tener sentimientos tales como: cansancio o desinterés,
culpabilidad por las consecuencias de la denuncia, temor, olvido y/o confusión sobre lo
sucedido, hastío frente al tema; por lo que en general necesitarían: ser escuchados sin ser
juzgados, saber que pueden preguntar o decir lo que sea, que se les garantice que serán
tratados con respeto, no ser presionados para hablar, que comprendan que se cansan y se
aburren ante las reprogramaciones de las diligencias, sentirse protegidos y respaldados, que no
necesariamente buscan un castigo para el agresor sino solamente que se detenga la agresión,
sentirse aceptados en sus expresiones emocionales, convencerse de que no son responsables ni
culpables, dejar de sentir temor ante todo lo que van a tener que enfrentar. Paralelamente, la 14
consejería a los familiares debe incluir la protección de sus vivencias cotidianas, es decir,
reforzar en ellos su derecho a continuar con la dinámica familiar habitual, evitando que el
hecho se convierta en el tema central de la familia, asimismo, deben mantener los límites y
jerarquías adecuados, que el niño continúe siendo educado con normas de conducta y sabiendo
bien el rol que cumple en la familia, manteniendo las redes sociales, con personas significativas
que facilite un intercambio de experiencias para su descarga emocional y alivio. (Echeburúa y
Subijana, 2008).
Conclusiones
A modo de conclusión, el abuso sexual constituye un evento sumamente estresante y
devastador para las víctimas, en donde cada uno lo va a experimentar de manera muy
particular, y se requiere de manera inmediata un abordaje legal, protector y de apoyo
emocional, especialmente por su entorno familiar. Actualmente, en el ámbito jurídico, es justo
decir que, gracias a la labor de asistencia emocional del psicólogo como especialista de las
Unidades de Asistencia a Víctimas y Testigos del Ministerio Público del Perú, los niños, las niñas,
las y los adolescentes y los adultos víctimas de abuso sexual, reciben un trato con calidad y
calidez desde el momento de la denuncia, y así, llegan a sentirse respaldados, comprendidos y
valorados, logrando participar adecuadamente en el proceso de investigación fiscal, y retomar
su proyecto de vida a un mediano o largo plazo, además sus familiares reciben una ayuda
psicoeducativa y psicoterapéutica oportuna y gratuita, pues se responde a su necesidad de
ayuda psicológica de manera inmediata, en donde el auxilio emocional se inicia considerando su
urgente necesidad de ser escuchados, de ser protegidos, sin ser juzgados, y que se le garantice
que serán tratados con respeto, de que se validen sus emociones y se les acompañe durante
todo el proceso. Por lo anterior, es indudable que esta forma de intervención viene
contribuyendo a una mejora continua en el trato a la víctima al interior de los servicios de
justicia, intentando evitar o minimizar los efectos de la revictimización y logrando hacer justicia
en muchos casos.
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Referencias Bibliográficas
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