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1.

«Fratelli tutti»[1], escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas,
y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio. De esos consejos quiero destacar uno donde
invita a un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio. Allí declara feliz a quien
ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él»[2]. Con estas
pocas y sencillas palabras expresó lo esencial de una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar
y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido
o donde habite.

2. Este santo del amor fraterno, de la sencillez y de la alegría, que me inspiró a escribir la encíclica
Laudato si’, vuelve a motivarme para dedicar esta nueva encíclica a la fraternidad y a la amistad social.
Porque san Francisco, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a
los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los
abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos.

Oración al Creador

Señor y Padre de la humanidad,


que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

Que nuestro corazón se abra


a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas. Amén.

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.


Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Amén.

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