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José Pedro Manglano Castellary

VIA CRUCIS
EL PANTONE DE LA CRUZ
La familia cristiana tiene sus tradiciones de
familia. Una de ellas, muy antigua, es vene-
rar a Jesús en la Cruz. Es lógico. ¡Los cruci-
fijos nos enloquecen! Vemos ahí hasta qué
punto Jesús se volvió loco en su manera de
amarnos. A este pobre loco no le paró nada
ni nadie: nos amó más a nosotros que a su
fama, que a su comodidad, que a su digni-
dad, que a su aceptación social, que a los
proyectos de su vida… Nos amó más que
a su propia vida: «Mañana me apresarán,
pero que sepáis que soy yo el que me en-
trego, libremente», decía el día antes.

Aunque a veces nos resulte duro, nos


gustan todos los Cristos. Y nos gusta dete-
nernos en aquel Viernes en el que murió.
Trascendieron unos momentos determi-
nados del encuentro de Jesús con su cruz,
del encuentro y del camino que recorrió
con ella, como con su amada, hasta atár-
sela con clavos y morir, ¡en su cruz!, en la
cima del Calvario. El mismo amor sin lí-
mites recorre todos los momentos, pero
cada uno tiene su color singular, en cada
uno el corazón late con música distinta.

Proponemos unas consideraciones, junto


a oraciones cantadas a ese pobre loco, para
pasar largos ratos mirándole, recordando,
sabiéndonos amados, aprendiendo, agra-
deciendo, llorando, asombrándonos… o
lo que sea, porque —sintiendo o sin sen-
tir— cada vez el alma descubre tonalida-
des diversas.

2
QUÉ OFRECEMOS
15 momentos o estaciones del Camino de
la Cruz. En cada uno de estos momentos,
un enunciado, un texto de la Escritura,
una reflexión, una canción y un estribillo
común para todas las estaciones.

CÓMO USARLO
Empezar acudiendo al Espíritu Santo, con
alguna oración o canción, y una breve ora-
ción introductoria. Después:

1. Enunciar la estación.
2. Leer el texto de la Escritura que contextua-
liza el momento que se va a considerar.
3. Leer pausadamente la reflexión.
4. Dejar un tiempo para la meditación en
silencio.
5. Rezar con la canción correspondiente.
6. Rezar el estribillo.

No hace falta hacerlo completo. Los tiem-


pos, largos o cortos, dependiendo. Si se
quiere, en ocasiones se omitirá la reflexión,
o la canción, o el estribillo. Se trata de mi-
rarle y rezar a gusto y sin prisas.

Procurar que la sala esté a oscuras, ex-


cepto un Cristo iluminado.

Se pueden poner en pie todos durante


los puntos 1 y 2, y ponerse de nuevo en
pie en el 6. El resto cada uno como quiera:
sentado, postrado o arrodillado.

3
En la estación de la muerte de Cristo se
puede poner la canción todas las veces
que se considere conveniente.

Si se hace en un God’s Stop, Ejercicios o Re-


tiro, durante la canción 15 conviene que
arda un fuego al pie del Cristo y se que-
men ahí los pecados y anotaciones que
pesan en el alma, como gesto del hecho
espiritual de que en el fuego de su amor
arden todos nuestros pecados.

¡Que disfrutéis! ¡Sí! ¡Los dos!

ORACIÓN PARA EL COMIENZO


Espíritu de Dios, que habitabas a Cristo
aquellos días de su pasión, muerte y resu-
rrección, que le poseías, le movías y actua-
bas en Él; Tú, Espíritu de Dios, Espíritu de
Cristo, ¡ven a mí y sé mi Espíritu!

Ven a mí durante este rato en el que quie-


ro ver tus obras en mi Maestro y Salvador.
Ven a nosotros mientras estamos ante su
cruz. Enséñanos. Que le diga, que le escu-
che, o que simplemente le mire; pero que
seas Tú quien me enseñe a decirle, escu-
charle y mirarle. ¡Enséñanos a vivir poseí-
dos por ti!

María, consuelo de Jesús en aquellos días,


acompáñanos durante este rato. ¡Gracias,
Madre, gracias!

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CANCIÓN - ESTRIBILLO
(entre estación y estación)
Toda tu carne herida por mí,

toda tu sed clamando por mí.

Naceré de nuevo con tu sangre, Señor,
libre para siempre por tu amor.
Toda mi vida solo por Ti,

cada locura solo por Ti.

Arderé en la gloria de tu cruz, mi Señor,
libre para siempre por tu amor.

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1ª ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte
«Ellos vociferaron en masa: “¡Quita de en
medio a ese! Suéltanos a Barrabás”. Este
había sido metido en la cárcel por una
revuelta acaecida en la ciudad y un ho-
micidio. Pilato volvió a dirigirles la pala-
bra queriendo soltar a Jesús, pero ellos
seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifíca-
lo!”. Por tercera vez les dijo: “Pues ¿qué
mal ha hecho éste? No he encontrado
en él ninguna culpa que merezca la
muerte. Así que le daré un escarmien-
to y lo soltaré”. Pero ellos se le echaban
encima, pidiendo a gritos que lo cruci-
ficara; e iba creciendo su griterío. Pilato
entonces sentenció que se realizara lo
que pedían: soltó al que le reclamaban
(al que había metido en la cárcel por re-
vuelta y homicidio), y a Jesús lo entregó
a su voluntad».

Lucas 23,18-25

EL PODER DE MI PALABRA...
QUE TE CONDENA

¡Cuál es el poder de la palabra!


«¡Crucifícalo!»: la palabra del hombre que te con-
dena a muerte.
¡Qué poder el de la libre palabra libre!

6
Libre, porque se cuece en el alma libre.
Palabra, porque los actos y decisiones cuajan,
toman forma, son expresables.
De nuevo libre, porque se lanza al aire
para que se haga eficaz.

¡Qué poder el de la libre palabra libre!


Libre antes que palabra, y palabra después libre.
Palabras, palabras, palabras...
Si no salen de un corazón libre... son ruido.
Palabras, palabras, palabras...
Si no entran libres en otro corazón... se vuelan.
Pero cuando las palabras son el cable
que une dos corazones...
¡qué poderío más extraordinario!
«Te quiero», esas dos libres palabras libres
son capaces de llenar de sentido toda una vida.
«Idiota», esa sola libre palabra libre
es capaz de producir el más grande dolor humano.
Mi palabra interior, insonora, cableada hasta
el corazón de Cristo
–¡libre palabra libre!–
es capaz de condenar al Hijo de Dios:
«no quiero», «no me interesas», «no te elijo»,
y Cristo renovará mañana en la Misa
su condena por todas las libres palabras
libres que hoy le han condenado.

¡Cuál es el poder de la palabra!


La palabra del sacerdote en la Consagración
hace carne a Dios,
¡Solo unas palabras... encarnan a Dios!

Si mis palabras son poderosas...


que lo sean las tuyas también,
que tu palabra se haga carne en mi vida,
que tus libres palabras libres lleguen

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cableadas a mi corazón.
Si las dejo entrar, serán poderosas.
¡Cuál es el poder de tus libres palabras libres!

YO TAMBIÉN TE OLVIDÉ
Pedro, sin darse cuenta del pecado,
consintió hasta tres veces en negarte;
el miedo le tentó para olvidarte
después de tanto estar, fiel, a tu lado.

Un gallo le cantó; desesperado,


lo traspasó el dolor de parte a parte;
su martirio ofreció por recobrarte
y lloró arrepentido y humillado.

Yo también te olvidé; vivo mi pena.


Tanto remordimiento me condena;
¿será otra vez Jesús mi compañero?
Se ha convertido en mi deseo.

Lo que Pedro sufrió, esa es mi espera,


caminar tras de ti mi vida entera;
a ver si me preguntas si te quiero,
a ver si soy valiente y no niego.

Yo también te olvidé; vivo mi pena.


Tanto remordimiento me condena;
¿será otra vez Jesús mi compañero?
Se ha convertido en mi deseo (x2)

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

8
2ª ESTACIÓN
Jesús carga con la cruz
«Los soldados se lo llevaron al interior
del palacio —al pretorio— y convoca-
ron a toda la compañía. Lo visten de
púrpura, le ponen una corona de espi-
nas, que habían trenzado, y comenzaron
a hacerle el saludo: “¡Salve, rey de los ju-
díos!”. Le golpearon la cabeza con una
caña, le escupieron; y, doblando las ro-
dillas, se postraban ante él. Terminada la
burla, le quitaron la púrpura y le pusie-
ron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo».

Marcos 15, 16-20

TAN FUERTE ES TU AMOR...


QUE NO TE PUEDES DESATAR

¡Pero qué hace ahí, tirado,


dejando que le aten el madero a las espaldas!
¡Si es Dios! ¡Qué hace ahí!
¡No te tomes en serio, Dios mío, todo lo nuestro!
Ya sabes cómo somos, no te pongas así,
déjanos estar: ¿cómo te tomas a pecho
todos nuestros actos?

Dice el refrán: «Si quieres morir sin saber de qué,


átate un tonto a un pie».
Y Dios se ha atado a un tonto —yo—,
y mil tontos,

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y mil miles de tontos,
y millones de miles de tontos.

¡No te dejes atar esa carga, Señor!


No puede dejar de atarse, porque le ata el cariño
que nos tiene a tantos tontos, a todos los tontos.
No puede dejar de querernos.
No le importa, por eso, cargar con lo que sea.
Nos quiere demasiado.
No puede dejar de tomarnos tan en serio.
Ya sabemos que
«amores de quita y pon no son amores».
Él me quiere... y me quiere ¡y basta!,
le cueste lo que le cueste…

Y ya te está costando mucho, ¿verdad?


Seguro que te gusta que te diga,
Señor, que te lo agradezco,
pues lo único que tengo es tu Amor.
¡Lo único que realmente tengo!

Unos tontos estaban allí, atándole un madero,


otros tontos están aquí, ignorándole,
otros insultándole, otros ahora haciendo el tonto,
fantasmeando, abusando, jugando a hacerse
los ricos o a la gallinita ciega,
que van ciegos sin ver más allá de la moda,
del sábado por la noche,
o del rubio del portal de al lado.
Otros tontos, cambiando el rico oro
de la nueva vida, por cinco lentejuelas
de plástico deslumbrante:
¡Cómo deslumbra darse la vida padre y la riqueza!
¡El placer deslumbrante de usar cuerpos
humanos y suaves y sensuales!
¡Y el deslumbramiento que me produce
deslumbrar a otros,

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con trucos de brillos que manejo
como un profesional! ¡Y...!

¡Y conociéndonos,
no puedes dejar de querernos!
Seguro que te gusta que te diga,
Señor, que te lo agradezco,
pues lo único que tengo es tu Amor.
¡Lo único que realmente tengo!

LO ÚNICO QUE TENGO


ES TU AMOR

¡Pero qué hace ahí tirado,


dejando que le aten un madero a las espaldas!
Si es Dios... ¿Qué hace ahí?
¿Por qué está ahí?
Él quiso morir,
atado a nuestro peso en sus espaldas.
Y Tú te ataste a mí,
te ataste a mil.

Hoy quiero decirte, Señor,


que te doy las gracias,
que recuerdo mi peso en tus hombros,
pues lo único que te ata al leño es tu amor.

No puedes dejar de atarte,


ni de tomarte tan en serio mi pecado
Solo quieres verme liberada.

No es un «amor de quita y pon»;


me quieres como un ciego apasionado.
Señor, contágiame de tu pasión.

11
Hoy quiero decirte, Señor,
que te doy las gracias,
que recuerdo mi peso en tus hombros,
pues lo único que te ata al leño es tu amor.

Unos tontos te atamos a un madero,


otros ignorándote,
arrastrados por el placer,
por la muerte nos dejamos vencer.
Y tan fuerte es tu amor,
que no te puedes desatar.
Y aun conociéndome,
no me puedes dejar de amar.

Hoy quiero decirte, Señor,


que te doy las gracias,
que recuerdo mi peso en tus hombros,
pues lo único que tengo es tu amor.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

12
3ª ESTACIÓN
Cae Jesús por primera vez
«Venid a mí todos los que estáis cansa-
dos y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad
mi yugo sobre vosotros y aprended de
mí, que soy manso y humilde de cora-
zón, y encontraréis descanso para vues-
tras almas. Porque mi yugo es llevadero
y mi carga ligera».

Mateo 11, 28-30

LA NECESIDAD QUE TIENE DE MÍ...


LO AGUANTA TODO

¡Aguantarlo todo! No lo entiendo.


¿Hasta dónde hay que aguantar?
Si no fuera porque Tú lo has hecho así,
jamás se me hubiese pasado por la cabeza
que haya que comportarse de este modo.
Creo que yo hubiese mandado a paseo
a esa panda de mirones.
¡Todos mirando! Morbo, morbo, morbo,
curiosidad, espectáculo, codazos para ver mejor.
Caes, y les da igual.
Y sigues dando igual.
Te caes, ¡te tiramos!, y sigues aguantando.
Te levantas, y tiene más éxito la Coca-Cola
que la presencia en el mundo del Dios
hecho hombre. Y sigues aguantando, y preferimos
vivir nuestra vida y pasar de ti.

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Te caes, ¡te tiramos!, y sigues aguantando.
Te levantas y te tratamos como a un muerto,
como a un viejo chocho impotente,
como a alguien que ya no puede nada.
Y sigues aguantando,
y nos das pereza, nos aburres, no nos apeteces.
Y sigues aguantando.
¡Aguantarlo todo! No lo entiendo.
¿Hasta dónde hay que aguantar?

Hasta que me descubran,


hasta que quieran recibirme,
hasta que se den cuenta de que les quiero…
Es que..., ¡no puedo vivir sin el amor de ellos!
Los necesito. Es mi gozo estar con los hombres.
Y esperaré a cada uno el tiempo que haga falta.
Y aunque uno me tire mil veces,
mil veces me levantaré para recibirle.
Y aguantaré lo que necesite que yo aguante,
hasta que me descubra, y me acepte.
Y aguantaré hasta que venga a mí,
aunque venga porque todo le ha fallado,
como último recurso,
porque ya no le queda vida.
¡Aguantaré!».

Está claro que cuando me falta aguante...


lo que me falta es amor.

ME LEVANTO SIEMPRE EN TI
Busqué paraísos sin tu rostro,
horizontes sin tu luz.

Pinté de colores mis pecados,
pero el cielo no era azul.

14
Caí, resbalé en la noche y vi
un abismo grande en mí.

Regálame la vida, otro cielo más,


un futuro junto a Ti.

Seguiré tus pasos, seguro,

me levanto siempre en Ti.

Soñé que me alzabas con tu mano,


me librabas del temor.

Sentí mi camino más ligero,
llevadero mi dolor.

Caí, resbalé en la noche y vi


un abismo grande en mí.

Regálame la vida, otro cielo más,


un futuro junto a Ti.

Seguiré tus pasos, seguro,

me levanto siempre en Ti.

Dame Tú la vida, otro cielo más,


un futuro junto a Ti.

Seguiré tus pasos, seguro,

me levanto siempre en Ti.

Caí, resbalé en la noche y vi


un abismo grande en mí.
Sé mi luz para salir.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

15
4ª ESTACIÓN
Jesús encuentra a María, su madre
«Junto a la cruz de Jesús estaban su ma-
dre, la hermana de su madre, María, la
de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús,
al ver a su madre y junto a ella al dis-
cípulo al que amaba, dijo a su madre:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego, dijo al
discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y des-
de aquella hora, el discípulo la recibió
como algo propio».

Juan 19, 25-27

NECESITADO DE CONSUELO...
¡CÓMO ME GUSTAS ASÍ!

Esto sí que lo entiendo. ¡Y cómo me gusta!


Verte un Dios débil,
naturalmente débil,
naturalmente necesitado de compañía,
naturalmente necesitado de madre,
naturalmente sensible a una mirada de cariño.

Esto sí que lo entiendo. ¡Y cómo me gustas así!


Físicamente no ha cambiado nada,
pero todo ha cambiado.
Como cambia el espíritu de un niño
una noche de miedo,
cuando se arropa bajo las sábanas de su madre;
como cambia el dolor del enfermo

16
cuando entrelaza sus dedos
con los de otra mano conocida;
como cambia el sufrimiento del que pregunta:
«¿Estás ahí? Bien, ¡no te vayas!».
Calor, tacto, vista... cercanía.
No cambia nada,
y lo cambian todo.

En los momentos de cruz


el alma pide, llama, grita, gime,
rabia por recibir el único consuelo posible:
¡saberme acompañado por el amor de alguien!
Ese es el único consuelo,
y es todo el consuelo.
Sufrir... se sufre,
pero es otro sufrimiento.

Esto sí que lo entiendo ¡Y cómo me gustas así!


Quiero sentir clavados los dos ojos de mi madre,
en los momentos de cruz.
Quiero que otros sientan los ojos de Jesús clavados
cuando miro a otros en sus momentos de cruz.
¡Ojos que consuelen!
¡El único consuelo!
¡Y cómo me gustas así, necesitado de consuelos!

UN DIOS DÉBIL
Esto sí que lo entiendo, y cómo me gusta
ver un Dios débil, niño desnudo en tus brazos.
Y rehén aplastado por la cruz y en agonía,
pero siempre necesitado de ti, María.

Cómo cambia el espíritu de un niño


una noche de miedo,

17
cuando se arropa bajo las sábanas de su madre.
Estás ahí, te necesito, no te vayas, no te vayas.

Tu calor, tacto, vista, tu cercanía


no cambian nada y lo cambias todo. (x 2)

Esto sí que lo entiendo, y cómo me gusta


ver un Dios débil, naturalmente débil.
Un Dios necesitado de compañía,
de una madre, de mirada y cercanía.

Cómo cambia el dolor del enfermo


cuando entrelaza sus dedos
con los de otra mano conocida.
Estás ahí, te necesito,
no te vayas, no te vayas.

Tu calor, tacto, vista, tu cercanía


no cambian nada y lo cambias todo. (x 2)

En un momento difícil, todos piden, llaman,


gritan, queremos recibir tu consuelo,
sabernos acompañados
por una madre inseparable.
Ojalá tus hijos te sientan a su lado.

Tu calor, tacto, vista, tu cercanía


no cambian nada y lo cambias todo. (x 2)

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

18
5ª ESTACIÓN
Simón ayuda a llevar la cruz de Jesús
«Al salir, encontraron a un hombre de
Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a
llevar su cruz. Cuando llegaron al lugar
llamado Gólgota (que quiere decir lugar
de «la Calavera»), le dieron a beber vino
mezclado con hiel; él lo probó, pero no
quiso beberlo».

Mateo 27, 32-34

UN HOMBRE AYUDA A DIOS...


¡ESO SÍ VALE LA PENA!

Simón ayuda a Jesús;


un hombre ayuda a Cristo.
Simón ayuda a Jesús;
un forastero ayuda a un revoltoso,
un hombre ayuda a un agonizante,
una buena persona ayuda a un necesitado,
un buen chico se pone el pin de solidaridad.
Proceso de desvirtuación, de ceguera,
que acaba por convertir a la Iglesia
en la más antigua de las ONGs.
Y por decana, con una reglamentación anticuada,
exigente, incomprensible... imposible.

Simón ayuda a Jesús;


un hombre ayuda a Cristo,
un seguidor ayuda a su Maestro,

19
un salvado ayuda a su Salvador,
un enamorado ayuda a su Amor.

Y Cristo no es una palabra,


no es aire, no es un muerto.
Yo ayudo a Cristo vivo,
vivo en el Pan, vivo en la Palabra,
vivo en el hermano, vivo en el enfermo.

Que te veamos vivo. Y así...


ya no te daré limosnas,
ya no te dedicaré los minutos de aburrimiento,
ya no te regalaré ropa vieja,
ya no te destinaré las sobras,
ya no te daré para sentirme bien,
ya no te reclamaré agradecimientos.

Que te veamos vivo. Y así...


te daré lo que necesito, te daré mi tiempo
—el mío, el que me dedico a mí—,
te daré lo mejor que tengo
—lo que me gusta a mí—,
te daré lo que considero imprescindible para mí,
te daré para que Tú te sientas bien,
te daré las gracias —porque me libras de mí—.

¿Qué tal te sientes, Señor,


ayudado a la fuerza —por obligación—,
o al son de la moda —porque se lleva—,
por humanitarismo
—¡también me puede pasar a mí!—,
por filantropía
—es bonito tratarnos bien entre nosotros—.

Que te veamos vivo.


Y así... no nos quedaremos cortos.
¡Yo ayudo a Cristo vivo!

20
TU CIRINEO
Quién ayuda a quién.

Quién me abrió los ojos a la eternidad.

Quién lavó con sangre mi fragilidad.
Quién me ama hasta la muerte de verdad.

Quién abraza a quién.



Qué ligero el peso si lo llevas Tú.
Cuánto suman dos miradas y una cruz.
Quiero ser un Cirineo de Jesús,

quiero ser tu Cirineo, mi Jesús.

Dame tu vida, Señor,


dame tus brazos, tu voz.
Sobre la cruz, mi corazón
se hace grande en tu dolor,
por amor, por amor...

Quién espera a quién.



Quién me llama por mi nombre como Tú.
Quién amó su noche para darme luz.
Quiero ser un Cirineo de Jesús,

quiero ser tu Cirineo, mi Jesús.

Toma mi vida, Señor,


toma mis brazos, mi voz.
Sobre la cruz, mi corazón
se hace grande en tu dolor,
por amor, por amor... (x2)

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

21
6ª ESTACIÓN
La Verónica limpia el rostro de Jesús
«Oigo en mi corazón: «Buscad mi ros-
tro». Tu rostro buscaré, Señor. No me es-
condas tu rostro. No rechaces con ira a
tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me
deseches, no me abandones, Dios de mi
salvación».

Salmos 27, 8-9

NADA MÁS GRANDE QUE VER A UN


DIOS QUE AMA... HASTA DAR PENA

«Pero, ¿dónde va ese joven?».


«Es que... le da pena Dios».
«Pues qué pena da un Dios que da pena».
«Más pena da el hombre, que no tiene pena
de ser causa de su pena».

«Perdón, Señor, dame un corazón


que al menos sienta pena de ser tu pena.
Querría aliviarte, me gustaría,
pero antes necesito ver cuál es tu pena.
Porque este mundo tan opaco no me deja ver
casi nada de lo que merece ser visto».

«¿Y no la ves? Me da pena que …


no estoy en el corazón de fulano
—¡con cuanto cariño lo creé!—,
porque no quepo. Está lleno de sí mismo.

22
No vivo en ese otro corazón
—¡cuántas esperanzas tenía en él!—,
porque la sensualidad le ha cegado.
No gozo de ese otro
—¡qué desilusión!—,
porque está lleno de comodidad,
afán de dinero, fama y diversión.
Y no le intereso.
Me da pena el pecado
en el corazón de cada persona».

«Ahora entiendo cuál es tu pena.


Y creo que no hay nada más grande,
que un Dios que da pena... si la pena es de amor.
Y quiero también yo sufrir pena de amor,
¡y limpiar tu rostro, Señor!
Pero, para empezar,
¿qué penas te causo yo?».

VERÓNICA
No hay en Él parecer.
No hay en Él hermosura.
No hay belleza alguna
capaz de atraer nuestra mirada.

No hay un rostro que agrade.


Desfigurada la cara,
conocedor de quebrantos,
menospreciado, estimado en nada.

Y este es el Hijo de Dios,


que carga con nuestras culpas.
Misericordia encarnada,
¡limpia mi pobre interior!

23
Yo solo quiero vivirte,
amar y dejarme amar.

Que enjugue cada gota de sangre


que acaricia tu frente.
Ínfima y pequeña,
entrega consumada,
amor de sangre.
¡Mi amante!
Transfórmame en tu paño,
tatúame tu rostro,
empápalo sin miedo,
ahógalo en tu sangre.
Que sea yo tu paño:
es mi íntimo deseo.
Tengo sed de cada gota.

Que sea esa gota


que en su pequeñez,
siendo tan sencilla,
refleja lo bello del universo.

Que limpies mi yo
y no dejes nada.
Yo te lo suplico: tatúa tu rostro en mi alma.

Y este es el Hijo de Dios


que carga con nuestras culpas.
Misericordia encarnada,
¡limpia mi pobre interior!
Yo solo quiero vivirte,
amar y dejarme amar.

Que enjugue cada gota de sangre


que acaricia tu frente.
Ínfima y pequeña,
entrega consumada

24
amor de sangre.
¡Mi amante!
Transfórmame en tu paño,
tatúame tu rostro,
empápalo sin miedo,
ahógalo en tu sangre.
Que sea yo tu paño:
es mi íntimo deseo.
Tengo sed de cada gota.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

25
7ª ESTACIÓN
Cae Jesús por segunda vez
«Al verme, se burlan de mí, hacen visa-
jes, menean la cabeza: “Acudió al Señor,
que lo ponga a salvo; que lo libre, si tan-
to lo quiere”. Tú eres quien me sacó del
vientre, me tenías confiado en los pe-
chos de mi madre; desde el seno pasé a
tus manos, desde el vientre materno tú
eres mi Dios. No te quedes lejos, que el
peligro está cerca y nadie me socorre».

Salmos 22, 8-12

SIGUES SUFRIENDO
EL SUFRIMIENTO

«¿Por qué, Señor, ante el sufrimiento


los humanos siempre nos preguntamos lo mismo?:
¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?
El sufrimiento está para sufrirlo,
no para patalear.
Pero, ¿por qué sufrir?
Si esto no lleva a ninguna parte,
¿por qué aguantar?».

«En veinte siglos todavía no he conseguido


que aprendáis una noción tan básica del vivir:
el sufrimiento está para sufrirlo,
no para patalear. Os he hecho así,
con capacidad de sufrir».

26
«Ahora sí que no entiendo nada.
O sea, ¿que Tú has querido que suframos?».

«¡Quiero que sufráis el sufrimiento,


quiero que seáis felices! Es lo mismo.
Lo que ocurre es que tenéis tanto miedo
que solo veis la mitad.
Sufrimiento es un conglomerado
de dolor y amor;
el dolor es muerte a algo propio;
el amor es muerte a algo propio;
el dolor prepara, capacita y manifiesta amor.
Dolor sin amor es pataleo,
amor sin dolor es mentira;
dolor con amor y amor con dolor:
eso es sufrir el sufrimiento.
En veinte siglos, todavía
no lo habéis aprendido».

«Cuando sufro, Señor, no puedo pensar


en amores que valgan:
me duele mucho el sufrimiento».

«Sí, pero... sigue sufriendo.


Levántate. Estás muriendo a algo
y estás naciendo a algo.
Sigue sufriendo el sufrimiento hasta el final.
Después lo verás. Aguanta.
Déjate pulir. Ama con el dolor,
aunque no sientas amor.
¡Hasta el final!».

«Me levantaré siempre, Señor,


para sufrir el sufrimiento.
Pero, ¿qué tiene que ver el amor
con algunos de los sufrimientos,
los que nosotros llamamos desgracias?».

27
«Hasta el número de vuestro cabellos
—¡que ya es decir!—, está contado.
Hasta la última de vuestras circunstancias
—¡por imposible que os parezca!—,
está pensada.
Hasta la más insignificante
de vuestras casualidades
—así me gusta firmar a mí—, está prevista.
Los sufrimientos que os toca vivir —todos—,
están permitidos porque os convienen.
De cada uno quiere el Padre
algo bueno para vosotros:
una pequeña muerte que posibilita
algo mucho mejor,
una nueva vida.
Sufrid los sufrimientos, todos,
porque no os sobra ninguno.
Eso quiere decir lo que os decía:
permaneced en mi amor.
No os vayáis de mí cuando mi amor
os quiera sufriendo».

SOLO NO PUEDO
Me vuelvo a caer, me invade el fracaso,
y no encuentro una razón para seguir.

Pero eres tan cercano que vienes a mi encuentro


porque sabes que yo solo no podré.

Y te caes para levantarme,


y limpias mis heridas con tu sangre.

Vuelvo a tropezar con la misma piedra


y me cuesta hasta pedirte perdón.

28
Me dices al oído que Tú no me desprecias,
que tu amor no sabe lo que es el rencor.

Y te caes para levantarme,


y limpias mis heridas con tu sangre.
Y me miras para alentarme;
sin palabras, me das fuerzas para continuar.

Yo solía pensar que eras un Dios indiferente;


pero no, hoy me doy cuenta de mi error.

Solía pensar que para Ti era un extraño.


Y ahora sé: siempre has estado junto a mí.
Yo solo no puedo... Solo no puedo...
Solo no puedo. Ven, Señor, a rescatarme. (x2)

Y te caes para levantarme,


y limpias mis heridas con tu sangre.
Y me miras para alentarme;
sin palabras, me das fuerzas para continuar.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

29
8ª ESTACIÓN
Jesús consuela a las hijas de Jerusalén
«Lo seguía un gran gentío del pueblo, y
de mujeres que se golpeaban el pecho
y lanzaban lamentos por él. Jesús se vol-
vió hacia ellas y les dijo: “Hijas de Jerusa-
lén, no lloréis por mí, llorad por vosotras
y por vuestros hijos, porque mirad que
vienen días en los que dirán: ‘Bienaven-
turadas las estériles y los vientres que no
han dado a luz y los pechos que no han
criado’. Entonces empezarán a decirles a
los montes: ‘Caed sobre nosotros’, y a las
colinas: ‘Cubridnos’; porque si esto ha-
cen con el leño verde, ¿qué harán con
el seco?”».

Lucas 23, 27-31

DOLOR CON TRISTEZA,


NO ES ESE TU DOLOR

Dolor con tristeza,


¡no es ese tu dolor!
Cuando se vive,
el dolor es compañero seguro de viaje.
Cuando se ama...
es más seguro todavía, y más intenso.
Y el dolor tiene que doler. ¡No puede no doler!
Pero cuando se te conoce,
el dolor no puede entristecer.

30
Dolor con tristeza,
¡no es ese tu dolor!
El dolor que duele puede arrancar lágrimas.
De acuerdo.
Pero... aquellas mujeres,
aquel llanto, aquel desconsuelo...

Allí hay tristeza...


¡y no es ese tu dolor!
Me maravillan tantas cosas...
que corrijas públicamente aquel llanto:
¡no te gusta ver a nadie triste!
Eres el Dios de la alegría,
el Señor de la sonrisa,
el sembrador de felicidad,
el maestro del sufrimiento,
el dador de la paz, el desterrador de las tristezas.
Corriges las tristezas.

¡Que consueles públicamente aquel dolor!


Te duele ver sufrir a alguien.
Tú también consuelas.
Siempre estás con el que sufre.
Siempre consolando
—siempre que te deja el sufridor—.
Tú consuelas desde dentro, desde su adentro,
dándole sentido, paz, serenidad, espíritu...
dándole tus dones.
Pero todo esto lo encontraré dentro,
en mi propio dentro, en mi propio corazón.
Tu corazón y el mío se encuentran ahí: adentro.
El consuelo tuyo, el único verdadero consuelo,
se encuentra ahí: adentro.

Ahora entiendo, Señor,


por qué no me consolaba
ir contando mis penas a todos.

31
Ahora entiendo: en mi propio corazón
recibiré el consuelo de tu propio Corazón.
¡Siempre consolando!
Cuando no puedes hacerlo Tú directamente,
cuando el hombre no te deja
consolarle desde dentro,
lo haces a través de tus cristos, los cristianos.
Le ofreces cariño, ánimo, compañía,
comprensión, entrega, amor.
Tú también consuelas;
sigues consolando.
Consuelas siempre.
Eres el único que consuela.
Consuelas desde dentro.

EL DOLOR
El dolor tiene que doler, no puede no doler;
pero cuando se te conoce, no puede entristecer.

Dolor con tristeza, no es ese tu dolor


Dolor en la vida muchas veces te vas a encontrar
Y es que, si amas, más fuerte e intenso se hará
Y te puede hacer llorar.

El dolor tiene que doler, no puede no doler;


pero cuando se te conoce, no puede entristecer.

Eres el Dios de la alegría,


el Señor de la sonrisa,
el sembrador de felicidad,
el maestro del sufrimiento
el que siempre nos da paz,
serenidad y espíritu:
todos tus dones, buen Jesús.

32
Tú siempre consuelas y sanas el dolor.
Vienes a nosotros,
pero si alguien no te deja entrar,
tienes mis manos para así poderle abrazar.
Así puedes amar.

El dolor tiene que doler, no puede no doler;


pero cuando se te conoce, no puede entristecer.

El dolor tiene que doler, no puede no doler;


pero cuando se te conoce, no puede entristecer.
(x2)

Eres el Dios de la alegría,


el Señor de la sonrisa
el sembrador de felicidad.

El dolor tiene que doler, no puede no doler;


pero cuando se te conoce, no puede entristecer.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

33
9ª ESTACIÓN
Cae Jesús por tercera vez
«Bueno es para el hombre soportar el
yugo desde su juventud. Que se sienta so-
litario y silencioso, cuando el Señor se lo
impone; que ponga su boca en el polvo:
quizá haya esperanza; que tienda la mejilla
a quien lo hiere, que se harte de oprobios.
Porque el Señor no desecha para siempre
a los humanos: si llega a afligir, se apiada
luego según su inmenso amor».

Libro de las Lamentaciones 3, 27-32

MALTRATADO... EN MANOS AMIGAS


«Solo pensar lo que yo sentiría
si uno de esos hombres
me pusiese las manos encima y me gritase:
“¡Venga!, ¡en pie!, ¡rápido!”.
¡Esos empujones!
¿Cómo te dejas tocar?».

«Esas manos son amigas».

«Amigas, ¿no? ¡Ya se ve lo amigas que son!».

«Os lo dije: “Os llamo amigos”.


Son manos queridas,
de alguien a quien yo quiero mucho».

«Pero, ¡si esas manos te golpean!».

34
«Sí, y son amigas. No saben lo que hacen.
Yo si sé lo que hago.
Empecé a quereros libremente, y ahora...
no puedo dejaros: ¡sois una necesidad!
No puedo pasar de vosotros.
Hay algo dentro de mí que me lo impide.
Me interesáis. Eso, vosotros a mí. ¿Y yo a vosotros?
Por mi parte, no puedo obligaros...
¡Ay, si pudiese! Os mataría a besos.
Os tendría atados a mi corazón.
Pero no puedo: os quiero
con las manos sueltas, libres.
Os respeto: vosotros sois vosotros, y yo soy yo.
El amor supone respetar al otro.
Os he hecho a vosotros, y soy fiel a vosotros.
¡Os merecéis el respeto de Dios!
¡Os merecéis la fidelidad de Dios!».

«¡Un Dios que se pone en manos de los hombres!


Conociéndonos, tiene bastante mérito.
Pero así es: la Iglesia en nuestras manos,
el mundo en nuestras manos.
Los hijos en nuestras manos,
los otros hombres en nuestras manos,
¡es Cristo en nuestras manos!
Los derechos de cualquiera
son los derechos de Dios.
Perdón, Señor.
Seguimos poniendo nuestras manos sobre Ti,
tantas veces, de cualquier manera,
sin darnos cuenta,
maltratando,
a empujones…
Y Tú lo sabías».

«Lo sabía… y lo sé.


Pero insisto: estas manos son amigas».

35
«Una última petición: que ame también yo
las manos que me maltratan. Que me ponga
también yo en manos de los hombres».

YO QUIERO LLEVAR TU CRUZ


¡Que fácil es caer una, dos y tres veces,
llevando una gran cruz sobre ti!
En el punto más oscuro, te levantaste y caminaste
¿Qué pensaste para seguir hasta el final?

¿Por qué cuando amas hasta doler, sigues?


¿Por qué cuando sufres por amor, prosigues?
¿Por qué cuando te levantas, me persigues?

Que fácil es caer una, dos y tres veces,


llevando una gran cruz sobre ti.
Levantabas al hombre caído,
hacías nuevas todas las cosas.
Decías a todo el mundo: yo he venido para servir.

¿Por qué cuando amas hasta doler, sigues?


¿Por qué cuando sufres por amor, prosigues?
¿Por qué cuando te levantas, me persigues?

¿Por qué tu corazón en llano pusiste?


¿Por qué cuando me olvido de ti, insistes?
¿Por qué con tu empeño me heriste?

Yo quiero llevar tu cruz. (x7)

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

36
10ª ESTACIÓN
Despojan a Jesús de sus vestidos
«Se reparten mi ropa, echan a suerte mi
túnica».

Salmos 22,19

NO TE VEO DESNUDO... TE VEO LIBRE


«Esto sí que tiene gracia.
Nosotros siempre poniéndonos cosas
—ropa, fama, honor, riqueza,
comodidad, seguros—…
y Tú quitándotelas.
Desnudo... La falta de ropa es lo de menos.
Yo no te veo desnudo. Te veo libre.
Todo es tuyo y no tienes nada.
Al revés que yo. Nada es mío y tengo de todo».

«No te engañes.
Tener, tener... lo que se dice tener, ¿qué tienes?
Tener es poseer íntimamente.
La riqueza es un engaño para intimidades vacías.
Se tiene lo que se es.
Y el tener hace vivir lo que se tiene,
y no deja vivir lo que se es.
Vivir desnudo: vivir teniendo sin tener,
y viviendo lo que se es».

«Y ¿cuál es tu riqueza, entonces?».

«Mi riqueza es el abandono».

37
DESPOJADO
Déjame, Señor, poder estar abrazado
al madero de tu cruz.
No hay prueba de amor que pueda
superar lo que por mí hiciste Tú.
Déjame, Señor, poder sentir.
Hace tiempo que no consigo llorar.
Mis pecados despojaron tu vestir,
dejando a trozos tu dignidad.

Y ahora quiero subir hasta la cruz


que Tú me das, gastar mi vida para ti;
yo tengo sed de eternidad.
Y ahora quiero gritar hasta perder la razón.
mi alma entera despojar y,
como Tú, morir de amor.

Déjame, Señor, poder cubrir el desnudo


de tu cuerpo en soledad.
No tengo más manto para darte aquí
que un corazón en libertad.
Déjame, Señor, poder poderte dar mi presente,
mi futuro y mi ayer: es mi vida entera,
que quiero ofrendar a Ti, mi Dios, mi único Rey.

Y ahora quiero subir hasta la cruz


que Tú me das, gastar mi vida para ti;
yo tengo sed de eternidad.
Y ahora quiero gritar hasta perder la razón,
mi alma entera despojar y,
como Tú, morir de amor.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

38
11ª ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz
«Conducían también a dos malhechores
para ajusticiarlos con él. Y cuando lle-
garon al lugar llamado “La Calavera”, lo
crucificaron allí, a él y a los malhechores,
uno a la derecha y otro a la izquierda. Je-
sús decía: “Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen». Hicieron lotes con
sus ropas y los echaron a suerte».

Lucas 23, 32-34

VAS TAN EN SERIO...


«Hasta el final. Veo que vas en serio.
¿Es serio que me llame cristiano, seguidor de Cristo?
Me asusta, Señor, ver que vas en serio.
¡Ah, es verdad! ¡No acabo de aprender!
Ya no me asusto: me abandono,
¡mi riqueza también es el abandono!
Tú me llevarás, yo permaneceré en tu amor.
Pero recuérdanos, Señor, que vas en serio».

«Sí, y donde esté yo,


estará también el que me ama».

«Tantas veces yo juego a ser bueno,


y ser bueno no es serio: es un fraude.
Se trata de jugar a ser Cristo.
No es serio jugar a cumplir la letra
de los mandamientos,

39
en vez de vivir el espíritu del primero de ellos.
No es serio jugar a ser mejor,
en vez de decidirme a ser hombre nuevo.
No es serio jugar a tener conciencia tranquila
porque tal comportamiento es natural,
en vez de seguir los criterios de la luz sobrenatural.
No es serio jugar a ser razonable,
a vivir con calculadora,
a vivir como un burgués que da limosnas.
No es serio buscarme pequeñas cruces
a mi medida y a mi conveniencia
—no comer dulces para no engordar—,
en vez de amar la cruz que Tú me das
—aunque no la entienda ni me guste—.
No es serio ir eligiendo yo mis cruces,
en vez de amar las que me eliges Tú.
No es serio dar lo que me sobra,
en vez de dar hasta que me duela».

LA MEDIDA SIN MEDIDA


¿Cuál es la medida del amor?

¿Cuánto alcanzan los latidos del dolor?
«Padre mío, dales tu perdón.
Aún no saben que esas manos son de Dios».

Se conmueve el universo en cada golpe


y el silencio deja hablar al corazón.

Un madero y unos clavos empapados
de la sangre del más bello Redentor.

Tu dolor me vuelve loco,


me da vida y sin hablar me enseña todo
lo que puede un corazón,

la medida sin medida del Amor.

40
En la cruz clavaron el amor

y un abrazo se hizo eterno en mi dolor.
Clávame contigo, mi Jesús,

quiero darme y darlo todo como Tú.

Se conmueve el universo en cada golpe


y el silencio deja hablar al corazón.

Un madero y unos clavos empapados
de la sangre del más bello Redentor.

Tu dolor me vuelve loco,


me da vida y sin hablar me enseña todo
lo que puede un corazón,

la medida sin medida del Amor.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

41
12ª ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
«Después de esto, sabiendo Jesús que
ya todo estaba cumplido, para que se
cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”.
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y,
sujetando una esponja empapada en
vinagre a una caña de hisopo, se la acer-
caron a la boca. Jesús, cuando tomó el
vinagre, dijo: “Está cumplido”. E, inclinan-
do la cabeza, entregó el espíritu».

Juan 19, 28-30

ME VIENEN A LA CABEZA
TANTOS RECUERDOS…

La muerte es ladrona de vida y de palabras.


Los cadáveres imponen silencio.
Este muerto al mundo deja mudo.

Mira y llora. Calla con la boca.


Habla con los ojos. Lucha con el cuerpo.
Mira y llora. Observa. Contempla. Recuerda.
Mira y llora. Aprieta los dientes.
Se muerde la lengua. Aprieta los puños.
Tiemblan las piernas. Aprieta el corazón,
... suelta la memoria.
¡Solo suelta la memoria!
¡Solo suelta la memoria!
¡Solo suelta la memoria!

42
Mira y llora: está. Hay tiempo.
Lo demás no importa. Él.
Hasta el final. Por mí. La voluntad del Padre.
Manos amigas. Os llamo amigos. Por una oveja.
Las 99. Fiesta. Estaba perdido.
La dracma encontrada.
Bienaventurados. Camino. Verdad.
Vida. Pan. Luz. Puerta.
Pastor. Libres. Paz. Tú lo has dicho.
¿Quién decís que soy yo? ¿Me amas?
¿Tenéis algo de comer?
¿Hasta cuándo tendré que aguantaros?
¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber?
¿Quién te ha condenado?
Fe. Fe. Fe. Nacer de nuevo.
Agua de vida eterna. Convertíos.
Grano de trigo que muere.
Tome su cruz de cada día.
Deje a los muertos. Sígueme.
A sus padres más que a mí. Ciento por uno.
En el mundo. No mundanos.
Estad atentos. Vigilad. Luchad.
La otra vida. Me voy. Os preparo el sitio.
El Espíritu os recordará todo. Predicad. Bautizad.
Corregíos. Sobre esta piedra. Estaré con vosotros.
Volveré con cada uno.
Haremos mansión. Vid. Sarmiento.
Mis mandamientos. Sin mí nada.
Permaneced en mi amor.

Mira y llora, porque ve que así hace María.

Música instrumental.

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

43
13ª ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz
y entregado a su madre
«Este compró una sábana y, bajando a
Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso
en un sepulcro, excavado en una roca, y
rodó una piedra a la entrada del sepul-
cro. María Magdalena y María, la madre
de Joset, observaban dónde lo ponían».

Marcos 15, 46-47

TODO POR UNO...


LONGINOS EN EL MINUTO CERO

Para algunos curiosos todo ha terminado.


Parece que el mundo no se ha enterado.
Muerto. Ya está inactivo. ¡Menudo fracaso!
No entienden que Cristo no es un Dios de masas:
es un Dios de corazones.
Todo acaba de empezar.
Los corazones abiertos se enteran.
En quien se le abre está más activo que nunca.
Pero eso sí: ¡solo en el corazón abierto!

De solo a solo,
de corazón a corazón,
de abierto a abierto.
Uno a uno. Todo por uno.
Como uno lo es todo, todo por todo.
Uno a uno. El primero, Longinos,

44
un soldado que para creer
ha tenido que clavarle la lanza.
Si para creer tenías que hacerlo, bien hecho está.
Todo por ti, porque Tú lo eres todo.
¡Bien! Ahora tú a los tuyos: uno por uno.
¡Pero da todo por uno!
Y como uno lo es todo, ¡todo por todo!

Uno a uno. A Longinos le sigue Nicodemo...


y su familia.
José de Arimatea, y su familia. La Magdalena.
Un ex discípulo de Emaús,
que vuelve a ser discípulo.
Otro ex discípulo de Emaús,
que vuelve a ser discípulo.
Y otro. Y otro. Y otro.
«Y cada uno que me busque.
Yo estaré con cada uno».

«Uno a uno. Y ahora por mí, que no soy nada.


Como yo lo soy todo para Ti... todo por mí.
Me maravilla esto, Señor, no me entra en la cabeza:
abre mi corazón, ábrelo más todavía,
que me entere».

«Yo también todo por Ti: que sea todo, Señor.


Yo —poca cosa, es decir, yo—, todo por Ti…
Y como Tú sí que lo eres todo, nada por todo».

«Yo también todo por uno, por cualquiera,


y como uno lo es todo... todo por todo.
No romper la cadena: ahora yo todo por uno».

Madre, tu Hijo ha dado todo por Longinos,


tu Hijo ha dado todo por mí.
Su cuerpo muerto lo ponen en tus brazos.
Miro que le miras, y ahí lo aprendo todo.

45
¿Qué ven tus ojos? ¿Qué tocan tus manos?
¿Qué acarician tus pensamientos?
¿Qué busca tu corazón? ¿Qué sientes?
¿Qué lloras? ¿Qué deseas?
Miro que le miras.
Ponle en mis brazos, contigo le miraré,
¡y te prometo que no le soltaré!

MADRE
Madre, ¿qué vale todo el universo y el poder
frente a una sola llaga de tu Hijo?

Madre, ¿qué ven tus ojos cuando lloras junto a Él,
cuando le besas todas las heridas?
Madre, quiero ver lo que tú ves.


Madre, ¿a dónde fueron las palabras que escuché?,


¿a dónde fue el calor de sus latidos?

Madre, ¿a dónde fue tu Amado? Yo lo buscaré,

y lo pondré al abrigo de tus brazos,

Madre, donde Dios quiso nacer.

Méceme en tus brazos esta noche como ayer,


bajo el frío y el misterio de Belén.

Solo con su sangre volveremos a nacer,

con la sangre de Jesús de Nazaret.

Madre, yo bajaré temblando a Cristo de la cruz.


Lo cubriremos juntos de caricias.

Madre, me abrazaré al costado abierto de su amor,
y miraré lo cielos nuevos
donde adoran a tu Hijo vencedor.


No hay dolor tan grande comparable a tu dolor,


no hay más vida que la muerte por amor.

46
Cuando todos huyan, cuando pierdan la razón,
velaré contigo el rostro de mi Dios.
Madre, átame fuerte con tus brazos a la cruz.

No quiero más tesoros que sus clavos.

Madre, quiero mirarte cuando no encuentre la luz,
y recorrer contigo cada paso,
Madre, del camino de la cruz.


Guárdame en tus brazos esta noche junto a Él,


venceremos a la muerte con la fe.
Calmaremos juntos el deseo que escuché

de sus labios que aún repiten «tengo sed»,
de sus labios que aún me dicen «tengo sed».

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

47
14ª ESTACIÓN
Jesús es sepultado
«Había un huerto en el sitio donde lo
crucificaron, y en el huerto, un sepulcro
nuevo donde nadie había sido enterra-
do todavía. Y como para los judíos era el
día de la Preparación, y el sepulcro esta-
ba cerca, pusieron allí a Jesús».

Juan 19, 41-42

SABER VIVIR LAS ESPERAS


Saber vivir la vida.
Saber vivir las etapas de la vida.
Cada etapa tiene su importancia.
Cada etapa encierra su riqueza.
Cada etapa tiene su sentido.
Cada etapa bien vivida,
vivida como es esa etapa,
prepara para vivir la siguiente.
No vale saltarse etapas.
No sirve saltarse etapas.
Es un error huir de algunas etapas.
Saber vivir las etapas.
Saber vivir las preguntas.
Saber vivir las esperas.

Al pensar en Dios muerto no entiendo nada...


¿Por qué se ha hecho hombre?
¿Por qué es ignorada su venida?
¿Por qué está sujeto a dos personas?

48
¿Por qué no es reconocido?
¿Por qué no es más fácil creer en Él?
¿Por qué algunos no le siguen?
¿Por qué no se impone?
¿Por qué sufre? ¿Por qué permite el sufrimiento?
¿Por qué permite que el mundo nos engañe?
¿Por qué todo lo de la Cruz?...

No es malo no entender.
Es malo no saber vivir las preguntas.
Saber vivirlas es saber que no soy Dios,
que no estoy preparado
para conocer la respuesta,
que no me ha llegado
el momento de entender.
No es malo no entender.
Es malo no saber vivir las preguntas.
Saber vivir las preguntas
es saber vivir las esperas...
Y en la espera ser fiel,
tener confianza,
seguir hasta el final.

Saber vivir las etapas.


Saber vivir las preguntas.
Saber vivir las esperas.

Y al final, después de tres días


—¿por qué esperar tres días?—,
resucitará.

Gracias, Dios mío, por hacernos esperar.


Gracias por las preguntas.
Ya entenderé, cuando
—después de vivir bien las preguntas—
esté preparado.
Resucitas.

49
Contra toda lógica,
nos sorprendes con la súper lógica
y el súper poder.
Resucitas.
Tú sabes más.
Yo esperaré.
Sé de quién me he fiado.

Me alegra que hayas resucitado,


porque si el que ha vivido esto está vivo,
¡eres el que me interesa!

QUIERO ESTAR DONDE ESTÁS TÚ


Sin nada viniste al mundo,
sin nada te vas
Ni tan solo dónde reposar
En hora de soledad,
de abandono total
Yo quiero dar la cara por ti.

Quiero estar donde estás Tú


Desclavarte de la cruz
Con todo el amor que me das Tú
Envolverte con mi vida
Enterrarte dentro de mi corazón
De donde nadie te pueda sacar,
Para que así puedas descansar.

Ahora todo ya ha pasado,


ya somos hijos de Dios:
se ha cumplido nuestra redención.
Tú has muerto por mí, Jesús;
mi esperanza está en la cruz.
Quiero que en mi alma vivas Tú.

50
Quiero estar donde estás Tú,
desclavarte de la cruz
con todo el amor que me das Tú;
envolverte con mi vida,
enterrarte dentro de mi corazón,
de donde nadie te pueda sacar,
para que así puedas descansar.

Quiero ser como tu madre,


que te cuidó hasta el final;
ser como Tú, y dar la vida
para acabar con el mal.
Resucita en mí, ¡ven ya!

Quiero estar donde estás Tú,


desclavarte de la cruz
Con todo el amor que me das Tú;
envolverte con mi vida,
enterrarte dentro de mi corazón.
Gracias por enseñarme a esperar,
puedo verte ya resucitar.
(repetir los dos últimos versos)

CANCIÓN — ESTRIBILLO
(entre estación y estación)

51
15ª ESTACIÓN
A los tres días, Jesús resucita
Hasta este día,
nadie había vencido a la muerte.
Jesús ha resucitado:
la vida se impone a la muerte,
el perdón es más fuerte que el rencor,
el amor ha vencido al odio,
la misericordia ha podido
al afán justiciero,
la verdad se levanta
por encima de la mentira,
la bondad destruye la maldad,
la belleza vence a la fealdad,
la salud puede a la enfermedad,
la luz vence a la tiniebla,
el amor del Padre
es fuerte que el pecado.
¡Todos mis pecados arden
en el fuego de su amor!
¡Ya soy libre!
¡Puedo resucitar con él,
hoy y en el último día definitivamente!
¡Soy un hombre nuevo!
Todavía amenazado por la enfermedad,
el mal y el engaño,
pero hoy soy un hombre nuevo;
con el espíritu del Resucitado, vivo en mí.
¡Soy un resucitado, hoy,
liberado, nuevo, amado,
poseído, transfigurado!
¡Todos mis pecados arden
en el fuego de tu amor!
¡Gracias, mi Salvador!

52
TODOS MIS PECADOS ARDEN
Mi mejor amigo decidió morir por mí.
Cargó con mi castigo para que yo pueda vivir.
No viniste a juzgarme, me viniste a salvar.
Y ahora lo que más quieres
es que yo me deje amar.

Abrázame, hoy me dejo querer.

Todos mis pecados arden


en el fuego de tu amor.
Y siempre que yo me caiga,
Tú me levantarás.

Te coronaron con espinas, te vistieron de dolor,


y en tu último suspiro, mi mundo se apagó.
Pero al tercer día, un gran ruido se escuchó.
Fueron ángeles cantando: ¡Jesús resucitó!

Abrázame, hoy me dejo querer.

Todos mis pecados arden


en el fuego de tu amor.
Y siempre que yo me caiga,
Tú me levantarás.

Quiero volver a nacer en ti. (x4)


Ouohh… Ahora soy libre, (x2)
porque Tú me haces libre.

Todos mis pecado arden


en el fuego de tu amor.

53
54

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