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GRANDES FILÓSOFOS VI

32. RUSSELL

Biografía

El valor de la filosofía reside en su misma incertidumbre. El hombre que carece de


filosofía, va por la vida preso en los prejuicios derivados del sentido común, de las
creencias habituales de su tiempo o de su nación, y de las convicciones nacidas sin
consentimiento de su razón.
Bertrand Russell
“Diccionario del hombre contemporáneo”

Bertrand Arthur William Russell nació en Trellek, Inglaterra, el 18 de mayo


de 1872, de origen aristocrático, era nieto del Primer Ministro lord John Russell, tuvo la
desgracia de perder a sus padres siendo muy pequeño, éstos habían expresado como
deseo, en caso de sus fallecimientos, fueran educados por algunos amigos de la familia,
entre ellos por John Stuart Mill (1806-1873) o sus descendientes; en definitiva, la gran
educadora de los chicos Russell, fue su propia abuela, quien dejó una impronta en
Bertrand a lo largo del tiempo. No fue educado en colegios, tuvo institutrices francesas
y alemanas, lo que condujo a que hablara con fluidez ambos idiomas, luego concurrió al
Trinity College de la Universidad de Cambridge a hacer sus estudios universitarios,
especialmente en el área de las matemáticas que es la base de su preparación, ya que su
ingreso en la filosofía se produce después y a partir de su amistad con George Edward
Moore (1873-1958), su gran compañero de esa etapa de su vida.
Cuando Russell llega a Cambridge, a los 18 años, era un centro educativo con
predominio del idealismo alemán de corte hegeliano. Allí fue discípulo de John Mc
Taggart Ellis (1866-1925), uno de los grandes representantes del idealismo inglés, a
cuyas doctrinas adhirió, pero luego reacciona en contra de ellas junto con Moore, y
abandona el idealismo para abrazar una filosofía realista extrema que incluía una
concepción platónica de la matemática. Los motivos que lo lleva a renunciar y a
reaccionar en contra del idealismo alemán, se diría que principalmente es provocado por
su temperamento crítico, algo escéptico, y su sólida formación científica. No podía con
estos tres elementos continuar adhiriendo a posiciones de tipo idealista.
Enseñó en el Trinity College desde 1910 hasta 1916, en este último año fue
destituido de su cátedra por haber tomado parte en la campaña contra el servicio militar
obligatorio y a favor de la objeción de conciencia. Además fue condenado a una multa
de £ 100.-, para cuyo pago hubo de vender su biblioteca. En 1918, por un artículo a
favor del pacifismo fue condenado a seis meses de cárcel.
En 1931 asumió el título de Lord, vacante por la muerte de su hermano. A partir
de 1938 se estableció en EEUU, desempeñando varias misiones docentes. En 1944
volvió a la cátedra del Trinity College, luego de tener que dejar EEUU por diversos
escándalos producidos por sus teorías éticas y sociales.
Fue Fellow de la Royal Society y recibió la Orden del Mérito. En sus últimos
años concentró su actividad en la defensa de sus ideales éticos-políticos y, sobre todo,
en pro de la libertad y de la paz, realizando una campaña en pro del desarme nuclear
junto con Einstein, con quien creó una organización a esos efectos y siendo muy mayor,
ya que contaba entonces con 89 años de edad, fue enviado a prisión en 1961 por el
gobierno británico, por las actividades de divulgación de sus ideas. Murió el 3 de
febrero de 1970 en su residencia de Penrhydendraeth (Gales) a los 97 años de edad.

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Pensamiento

Russell nació en 1872, de manera que en realidad, en el comienzo de su vida, él


era un hombre del siglo XIX y como fue revolucionario en filosofía, hay que marcar con
el comienzo del siglo XX la fecha en la que abandona gran parte de sus posiciones
filosóficas del siglo anterior para transformarse en un hombre del siglo XX.
De todos los filósofos británicos de ese siglo, ha sido sin duda, el más conocido
e influyente. Además de sus esenciales aportes a la lógica matemática, produjo una
cantidad abrumadora de escritos sobre temas morales, sociales, políticos y filosóficos.
Fue a la vez aristócrata y demócrata, liberal, humanista y agnóstico; su carácter era tan
racionalista como apasionado. Tiene aportes de los más importantes en la filosofía y
sobre todo en la lógica.
La reacción de Russell contra Hegel comenzó en 1898, por influencia de Moore;
Russell mismo ha declarado que el año decisivo de su vida intelectual fue el de 1900,
cuando en el Congreso Internacional de Filosofía de Paris, quedó impresionado por el
hecho de que en todas las discusiones Giuseppe Peano (1858-1932) y sus discípulos,
mostraban una precisión de la que carecían todos los demás asistentes. Esto lo motivó a
estudiar las obras de Peano, entonces se da cuenta de que el simbolismo lógico podía
extender la región de la precisión matemática a otros dominios, que hasta aquel
momento habían estado sujetos a la “vaguedad filosófica”.
Como premio a sus grandes méritos y vastos esfuerzos, en 1950 recibió el
premio Nóbel de Literatura, en realidad se lo dieron porque escribía muy bien y sus
libros filosóficos no son esos libros de dificultad terrible que uno puede encontrar, por
ejemplo, en filósofos como Hegel o Kant, él escribe más sencillo, es realmente un
hombre de comunicación muy accesible para la gente.
En la introducción de su autobiografía dice que hubo tres grandes ideas que
fueron el motor de su vida, que eran el amor, el conocimiento y la piedad y de alguna
manera, este amor al conocimiento es lo que guía toda su investigación filosófica
teórica. Sus aportes se extienden desde el ámbito de la lógica a los fundamentos de las
matemáticas, en teoría del conocimiento a la metafísica, y con un tono más político y
ético cubre con sus escritos cuestiones como el matrimonio, el sexo, la religión, el
pacifismo y demás.
Su figura está en la base de lo que se llama Filosofía Analítica y que encabeza
esta sección especial, que más que una corriente propiamente dicha, es un modo de
hacer filosofía que insiste en la busca de la claridad, en el énfasis del aspecto analítico
al tratar ciertos problemas filosóficos y en la firme voluntad de no ceder a la
inconsistencia lógica.

Lenguaje y realidad

Russell en el año 1900 publicó “Exposición crítica de la filosofía de Leibniz”;


afirmó allí que la metafísica occidental basada en las categorías de sustancia y atributo
no era más que un reflejo, en cierto sentido implícito, de la estructura proposicional con
su sujeto y su predicado. La idea es que la proposición, el lenguaje, refleja la realidad y
que hay una similitud de estructura entre el lenguaje y la realidad, al que el lenguaje
refiere; entonces el análisis del lenguaje no es algo que se acaba en el análisis del
lenguaje, sino que nos permite acceder a la realidad, es una suerte de puerta de entrada o
trampolín con el que lanzarse y descubrir la estructura de la realidad. Entonces la
filosofía no es análisis del lenguaje, el análisis del lenguaje es una técnica para conocer
la realidad, por que en definitiva, lo que Russell quiere es conocer la realidad. Ahora

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esta tesis de isomorfismo estructural, tampoco hay que entenderla en el sentido de que
Russell estuviera pensando que el lenguaje coloquial, o sea el lenguaje nuestro común
de cada día –el lenguaje vulgar– no es el lenguaje que es “isomórfico” con la realidad;
lo que piensa es que ese lenguaje, el coloquial, que tiene una forma gramatical, una
estructura gramatical que todos conocemos y que enseñan en el colegio, esa estructura
no es la que es “isomórfica”, sino que requiere de una reformulación, un análisis para
descubrir NO la forma gramatical, sino la forma lógica, forma que Russell llama forma
lógica del lenguaje. Propuso reformular el lenguaje coloquial para descubrir en él,
mediante el análisis, partiendo de la fórmula gramatical corriente, la estructura lógica y
a partir de ella poder acercarse a la estructura de la realidad. No es entonces el análisis
de lenguaje coloquial lo que le importa, sino el análisis del lenguaje que él llama
“lenguaje lógicamente perfecto” o “lenguaje ideal”.
En los comienzos de Russell, evidentemente pensaba que el lenguaje corriente
funciona como un índice fidedigno de la realidad, como guía de cómo es la estructura
lógica, pero luego advierte, por consideraciones diversas, que esto no es así, que el
lenguaje coloquial no es ni guía ni índice para acceder a la estructura lógica de la
realidad y que por el contrario, más bien la distorsiona y que entonces obstinarse en su
análisis es uno de los mayores obstáculos para el progreso filosófico.
Russell sostiene, entonces, que el lenguaje natural, coloquial o vulgar o como se
quiera llamar, es poco apto para expresar muchas cuestiones filosóficas, en
consecuencia “los filósofos que han dependido de él, frecuentemente se han extraviado
por su causa”. El vocabulario es traicionero para el filósofo, porque las palabras de los
lenguajes naturales habitualmente son vagas y a menudo también ambiguas;
recordemos que en todo lenguaje hay dos aspectos principales: su vocabulario y su
sintaxis. Russell atribuye a las características sintácticas de los lenguajes naturales
muchos de sus defectos filosóficos. Llegó tempranamente a esta concepción como
resultado de su crítica de los idealistas hegelianos, también como consecuencia de sus
estudios sobre la filosofía de Leibniz y sobre lógica matemática, no olvidemos que
Russell es fundamentalmente un lógico matemático devenido filósofo.
Russell mostró como la estructura de sujeto y predicado de las oraciones oculta
la estructura real de las proposiciones que encarnan y conduce a teorías falsas y
fantásticamente metafísicas, como el “monadismo” de Leibniz y el “idealismo absoluto”
de Hegel.
Principia mathematica

Por la misma época, se interesó seriamente en la fundamentación de las


matemáticas, y en 1903 publicó “Los principios de las matemáticas”. En los años
siguientes acometió, junto con otro filósofo británico John North Whitehead, el
intento de fundar sistemáticamente la matemática pura a partir de la lógica. El resultado
fueron tres volúmenes publicados entre 1910 y 1913 bajo el título de “Principia
mathematica”. Y es así como escribió uno de los libros más difíciles que hay, aún en la
actualidad, en tres tomos de 800 páginas cada uno, editado en Cambridge. En él se
encuentra un intento de fundamentación de la matemática hecho con el nuevo lenguaje
lógico de la lógica matemática y con muchas de las técnicas que la matemática iba
ofreciendo. Hojear esa obra –yo no lo hice pero he leído los comentarios– produce una
sensación de admiración de cómo una mente, mejor dicho de dos mentes en este caso,
pueden haber hecho eso, probado cientos y cientos de teoremas que los procesadores
modernos han demostrado correctos en la mayoría de los casos, en cuanto su
formulación, y por eso simplemente se considera que es una de las grandes obras
cumbres del pensamiento humano.

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Russell comprueba el hecho de que por tener palabras para las relaciones, el
lenguaje convierte las relaciones en cosas, pero aunque lamenta su desdichada
influencia en la metafísica, lo considera un accidente irremediable. Por ejemplo,
consideremos que el relámpago precede al trueno, si lo expresáramos mediante un
lenguaje que reprodujera la estructura del hecho, tendríamos que decir: “ RELAMPAGO-
TRUENO”, pero aún seguiríamos necesitando palabras para las demás relaciones, pues no
podríamos, sin una intolerable ambigüedad, simbolizarlas por el orden de las palabras.
Desde este punto de vista, el simbolismo de “Principia” es imperfecto y no logra
suprimir la fuente lingüística del error metafísico.

La paradoja de Russell. Teoría de los tipos

Entre los aportes más significativos de Russell a la Lógica, hay que nombrar el
descubrimiento de la paradoja que lleva su nombre, y la solución que le propuso bajo
el nombre de Teoría de los tipos. Si uno no tiene cuidado con el desarrollo y la
fundamentación de la propia lógica, se pueden producir contradicciones nada menos que
dentro de la Lógica misma que, de alguna manera, habría que solucionar. Y una de las
llamadas “paradojas” principales –que en realidad habría que llamar “antinomias”,
“contradicciones”– que se deben a Russell, es la que lleva su nombre. La “paradoja de
Russell” muestra una inconsistencia en la noción misma de conjunto o de clase, sin
ningún agregado adicional, simplemente la misma idea de clase parece llevar a la
paradoja. Esto es en lo que consiste:

LA CLASE DE TODAS LAS CLASES QUE NO SON MIEMBROS DE SÍ MISMAS

Si esta clase no es miembro de sí misma, entonces lo es, y, si lo es, entonces no lo es.


¿Está claro?, hay que pensarlo con cuidado y para ello se dará un ejemplo para tratar de
simplificar. Para ello propongo esta frase:

La frase escrita en esta página en


el interior de un rectángulo es falsa

Para simplificar, a esta oración la llamaremos “S”. “S” se refiere a sí misma y dice de sí
misma que es falsa. Si es verdad que “S” es falsa, entonces lo que dice la oración del
rectángulo es verdadero, es decir dice que es falsa y es falsa, pero si es verdadero,
entonces la oración del rectángulo es falsa.
Si la manera como usamos el lenguaje conduce a paradojas de este tipo,
podemos suponer razonablemente que de algún modo, lo estamos usando erróneamente.
El modo de salir de esta aporía* constituyó la Teoría de los tipos. Cuando
consideremos enunciados, no solo debemos preguntar ¿es verdadero o falso? Si no que
primero debemos preguntar ¿tiene sentido o no? La “Teoría de los tipos” es la teoría
según la cual, los conceptos que uno puede emplear, no pueden tener referencias o
relaciones confusas unas con otras, se van engendrando constructivamente en una
jerarquía llamada “jerarquía de los tipos”, y una cosa es hablar de individuos, otra cosa
es hablar de propiedades de individuos, por ejemplo si yo preguntara ¿el número 8 es
valiente?, desde el punto de vista gramatical es una “buena” pregunta, pero desde el
punto de vista “lógico” y desde la teoría de los tipos está mal, porque el número 8 no es
un individuo de los que componen básicamente el individuo y acá viene, entre muchas
ideas de Russell, de que el discurso filosófico tradicional tiene constantemente

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violaciones de este tipo de naturaleza. Russell admite que su teoría de los tipos puede
ser defectuosa, pero espera que con el tiempo se elabore alguna teoría simple,
satisfactoria y al mismo tiempo satisfactoria desde lo que podría llamarse “sentido
común lógico”.
* NOTA: Aporía, prácticamente “sin camino, sin salida”, término que se utiliza para hablar de una duda racional.

Teoría de las descripciones

Otro aporte fundamental de Russell, fue la famosa Teoría de las descripciones.


Russell tiene varias publicaciones que son muy importantes, una es “On denoting”
(sobre la denotación), que publica en 1903-1905 en “Mind”, es un artículo breve donde
él introduce el desarrollo de una de sus doctrinas más importantes; a ver si se puede
decir muy brevemente: el problema es este (el ejemplo es de Russell) si yo digo “el
actual rey de Francia es calvo”, todo el mundo entiende lo que se está diciendo, que el
actual rey de Francia tiene la propiedad de ser calvo, ahora no se está hablando
metafóricamente, se está hablando literalmente; el problema es que no puede ser ni
verdadero ni falso, porque ocurre que no existe rey en Francia; entonces la gran
pregunta, viejo problema es de quién digo yo que “es calvo”, cuando lo que digo, “ es
calvo”, corresponde a una entidad que no existe, que yo sé que no hay en el mundo.
Entonces la solución de Russell es hacer, en primer lugar, una diferencia muy crucial
entre forma gramatical y forma lógica: yo me dejo guiar por la “forma gramatical” y
me lleva a un error teórico cuando pienso que en “el actual rey de Francia es calvo”,
estoy predicando una propiedad de “ser calvo” del “actual rey de Francia”; esa es la
función gramatical, tengo una oración sujeto-predicado, pero Russell dice: esto no es
la “forma lógica”, la “forma lógica” es mucho más complicada, es un enunciado que
tiene un cuantificador existencial, en realidad lo que estoy diciendo ahí, y ahora viene
su análisis, es que existe un rey de Francia y de que existe un único rey de Francia y que
ese rey de Francia “es calvo”. Esta es una conjunción que, como toda conjunción, con
que uno de los conjuntos sea falso se falsifica toda la conjunción, luego, el
enunciado es falso.
Entonces, lo que mostraba Russell, es cómo este tipo de oraciones tienen
plenamente significado a pesar de no referir a nada del mundo, porque en el fondo
esconden una afirmación de tipo existencial y así como podemos decir que existen los
caballos, es una oración verdadera, aunque no se haga referencia a ningún caballo en
particular, “existe un rey en Argentina que bla, bla, bla…” será una oración verdadera o
falsa dependiendo si hay individuos que satisfacen la descripción que se da, o sea, cosas
que pueden ocupar el lugar de “x” en esas descripciones.

El empirismo lógico

En los años previos a la Iª Guerra Mundial, Russell publicó varios libros como
“los problemas de la filosofía” y “Nuestro conocimiento del mundo exterior”, en estas
obras fundó la corriente filosófica llamada empirismo lógico.
Uno podía ver que, en realidad, muchas de las cosas que hablamos, como por
ejemplo puede ser: “Esta mesa que está acá, al lado mío”, ¿qué es desde el punto de
vista de mi pensamiento? Y bueno, es lo que yo veo en un momento determinado, y lo
que puedo volver a ver si lo hago más adelante; por lo cual el decía que desde el punto
de vista del conocimiento, un objeto es la serie de las percepciones o datos perceptuales
o fenoménicos que uno puede tener de las cosas; esas series tienen estructura lógica,
tanto en la descripción de cómo son las percepciones con la cual la serie está formada,
como también de las propiedades de semejanza, continuidad que pueden tener las partes

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de ese tipo de serie. Entonces el análisis de Russell a lo que apunta es que “esta mesa”
es una construcción lógica a partir de lo que él llama datos sensoriales. Las “manchas”
que tenemos en el campo visual cuando uno trata de describir fenomenológicamente lo
que percibe, esos datos sensoriales tienen “entidad”, no son meras sensaciones, y
entonces la mesa es algo que hemos construido a partir de estos datos básicos con más
un aparataje lógico, por ejemplo, la mesa es la “clase” del conjunto de perspectivas que
se tienen, actuales o posibles.
La posición principista de Russell durante la Iª Guerra Mundial, como se dijo
antes, lo llevó a prisión. En la cárcel escribió su “Introducción a la Filosofía
Matemática”. Finalizado el conflicto bélico, visitó la Unión Soviética y China,
presentando luego sus observaciones y críticas en sendos libros. Por esos años publicó
también su “Análisis de la mente”, ahí defiende una posición monista neutral, o sea,
ontológicamente hablando, los elementos básicos de la realidad no son físicos ni
mentales, son lo que son. El principio básico de la teoría es que no hay ninguna
diferencia de naturaleza fundamental entre los sucesos mentales y los físicos, y puesto
que “mente” y “materia” son, para Russell construcciones lógicas realizadas a partir de
sucesos mentales o físicos respectivamente, en el fondo no hay diferencia alguna entre
mente y materia.
Esta teoría, si es aceptable, libera la filosofía del dualismo de la mente y el
cuerpo introducida por Platón y reafirmada en el siglo XVII por Descartes. Si yo meto
los elementos que capto en una serie causal, de causas eficientes, los veo como físico; si
los meto en una serie causal donde hay una causación “mnémica” –la memoria juega un
papel fundamental, para Russell, en la formación de esas secuencias de episodios,
digámoslo así, mentales– ahí yo construyo lo mental.

La ética

El estudio de la ética se considera muy corrientemente dedicado a las cuestiones:


“¿Qué tipo de acciones deben realizar los hombres?” y “¿Qué tipo de acciones
deben evitar los hombres?” Es decir, se concibe como algo que trata de la conducta
humana y que decide qué es virtuoso y qué es vicioso entre los tipos de conducta
entre los cuales, en la práctica, la gente tiene que escoger.
Bertrand Russell
“Ensayos filosóficos”
1. Los elementos de la ética, pp.10

Al igual que todas las partes de la filosofía de Russell, la ética tiene también su
punto de partida en la experiencia inmediata y privada de los individuos. Esta
experiencia en el campo de la ética, es el deseo. Cuando un individuo dice “Esto está
bien en sí” parece que hace una afirmación exactamente como cuando dice “Esto es
cuadrado” y “Esto es dulce”; pero en realidad lo que pretende decir es: “Deseo que
cada uno desee esto”. Los enunciados de la ética no son proposiciones o afirmaciones
declarativas, para cuya verdad o falsedad se puedan aducir pruebas, sino simples
expresiones de deseos. La ética, dice Russell, no contiene afirmaciones verdaderas o
falsas, sino que consta de deseos de un determinado tipo general, es decir, de aquel que
se refiere a los deseos de la humanidad en general y de los dioses, de los ángeles y de
los diablos, si existen. La ciencia puede discutir las causas de los deseos y los medios
para realizarlos, pero no pude contener ningún juicio genuinamente ético, porque se

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refiere a lo que es verdadero y falso. Sin embargo, si en su punto de partida el juicio


ético es personal y privado, en su objeto es universal porque es universal lo que es
deseado. En otros términos, en la ética se desea que el propio deseo sea el deseo de
todos. La universalidad que desde Kant hasta nuestros días se considera como la
característica fundamental de las normas morales, la refiere Russell a los deseos, pero
no como criterio de valoración de los deseos mismos, sino sólo como exigencia que de
hecho poseen los deseos que llamamos “morales”.
Desde ese punto de vista, las reglas morales no sirven sino para realizar los fines
que deseamos. Pero los fines que deseamos no son los que “debemos desear” porque lo
que debemos desear es sólo lo que cualquier otro desea que nosotros deseemos. Dado el
carácter diverso y contrastante de los deseos humanos, el intento de disciplinarlos o
coordinarlos con miras a la máxima satisfacción posible, puede ser dado de lado. Las
reglas de que se valen para ello las distintas sociedades son una curiosa mezcolanza de
utilitarismo y de superstición y como tales sacrifican con frecuencia al hombre, sus
intereses y sus instintos, a tabús de toda clase cuya única justificación suele ser la
hipocresía. Russell cree que la moral ha de tratar únicamente de alterar los deseos de los
hombres de modo que se minimicen las ocasiones de conflicto, haciendo compatible la
realización de los respectivos deseos.
Russell opina que debe desarrollarse una nueva ética que no ha de dejar campo a
la superstición del pecado y del castigo, sino que será propicia a hacer sufrir a los
individuos por el bien público, sin sentirse obligada a comprobar que tal sufrimiento sea
merecido. Este desarrollo ocurrirá espontáneamente, dice, aunque sea juzgado como
inmoral por las tendencias y las teorías tradicionales.

Atomismo lógico. Últimas obras

La lectura y discusión de la obra “Tractatus logico-philosophicus” de su ex


alumno y colega Ludwig Wittgenstein (1889-1951), llevó a Russell a reformular su
filosofía como Atomismo lógico. El lenguaje de “Principia” supone varias cosas que
entonces son reflejadas por esta posición metafísica de Russell; por ejemplo que hay
objetos, que hay entidades que tienen propiedades; que esas entidades son
independientes unas de otras, que los hechos que incluyen esas entidades son
independientes. La idea de “atomismo lógico” viene de ahí, hay hechos atómicos, son
los hechos básicos que están compuestos por datos sensoriales y propiedades de estos
datos sensoriales. Lo que hace el lenguaje es componer esto, esto se compone a nivel
lingüístico.
Hasta el inicio de la IIª Guerra Mundial, Russell publicó obras sobre muy
diversos temas: “Análisis de la materia”, “Fundamentos de filosofía”, “Matrimonio y
moral” y otros más. Estos títulos le generaron grandes adhesiones, pero también serias
resistencias. En 1940 los Tribunales de la ciudad de Nueva York prohibieron una serie
de conferencias, acusándolo de inmoralidad y le dieron el cese en el City College de esa
ciudad. En 1943, por idéntico motivo, la Fundación Barnes de Marion en Pensilvania
canceló un contrato para 5 años que le había ofrecido. Después de la IIª Guerra
Mundial, si bien publicó algunos títulos notables para la problemática filosófica, y otros
de divulgación científica, la mayoría de sus esfuerzos estuvieron enfocados en los
problemas de la época y en especial de la carrera armamentista, en los peligros de un
holocausto nuclear y en los crímenes de guerra. Convocó a intelectuales de todo el
mundo para constituir lo que se llamó el “Tribunal Russell”, que consideró los crímenes
de las fuerzas militares estadounidenses contra la población civil en Vietnam.

La teoría del conocimiento

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En 1948, su último libro filosófico importante, “El conocimiento humano”,


aborda en las dos secciones finales los problemas de la inducción y la probabilidad.

Kant decía de sí mismo que había llevado a cabo una “revolución copernicana”,
pero habría sido más exacto que hablara de una “contrarrevolución tolomeica”, ya
que colocó de nuevo al Hombre en el centro del que lo había destronado
Copérnico.
……………………………………………………………………………………………
Descubrir los principios mínimos requeridos para justificar las inferencias
científicas es uno de los principales propósitos de este libro.
Es un lugar común afirmar que las inferencias sustanciales de la ciencia, a
diferencia de las de la lógica y la matemática, sólo son probables, es decir que,
cuando las premisas son verdaderas y la inferencia es correcta, la conclusión sólo
probablemente sea verdadera.
Bertrand Russell
“El conocimiento humano”
Introducción, pp. 9 y 11

Russell nunca ha dudado de que el punto de partida del conocimiento es la


experiencia individual, el dominio privado de los datos inmediatos; tal dominio sino que
comprende otro dominio que sólo puede ser alcanzado mediante la inferencia, que se
reconoce y expresa de modos tomados de aquél. Como punto de partida de todo
conocimiento, la experiencia no puede ser, en opinión de Russell, un método de
comprobación. En esto se basa la crítica de Russell respecto al neo-empirismo (por
ejemplo los integrantes del “Círculo de Viena”). La experiencia es la esfera del
conocimiento directo, de cuyos objetos “somos directamente conscientes sin mediación
de ningún proceso de inferencia ni de ningún conocimiento de verdad”. Las cosas no
son objetos del conocimiento directo, sino los datos sensibles por un lado, los datos de
la introspección (es decir, de la reflexión en el sentido de Locke) por otro lado, y
además los proporcionados por la memoria. También es posible que tengamos
conocimiento inmediato de nosotros mismos, esto es, de nuestro yo: ya que no se ve
cómo podremos conocer la verdad de la proposición “Yo tengo conocimiento de los
datos sensibles” si no tuviésemos un conocimiento inmediato de algo que llamamos
“yo”.
El hecho de que para Russell la verdad dependa de la mente no significa que sea
en algún sentido hecha por el hombre. La reverencia por la lógica y por los hechos es,
quizá, la más vívida lección moral que aprende el estudioso de si filosofía. Russell
recomienda la racionalidad como guía de la vida, pero también es su deber reconocer las
inevitables deformaciones producidas por nuestra misma naturaleza. La más importante
de éstas es que contemplamos el mundo desde el punto de vista del aquí y el ahora, y
no con esa amplia imparcialidad que los teístas atribuyen a la Deidad. Lograr tal
imparcialidad, dice Russell, es el supremo deber del filósofo.

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33. Wittgenstein

Orígenes

Los resultados de la filosofía son el descubrimiento de algún que otro simple


sinsentido y de los chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los
límites del lenguaje. Estos chichones, nos hacen reconocer el valor de ese
descubrimiento.
Ludwig Wittgenstein
“Investigaciones filosóficas “
Parte I, parágrafo 119, pp. 127

Wittgenstein se enmarca dentro de una tradición filosófica que nace a principios


del siglo XX y que se conoce con el nombre de Giro lingüístico porque es una corriente
que considera que la investigación filosófica tiene que versar sobre el lenguaje, en tanto
comprende que todos los problemas filosóficos son problemas lingüísticos. Considero
muy importante recordar que Wittgenstein era austriaco y que perteneció a una
generación de austriacos que transitaron la última fase del Imperio de Francisco José I
(1830-1916), emperador de Austria (1848) y rey de Hungría (1867), signada por
múltiples paradojas, contradicciones, etnias, lenguas que se interponían, se
entrecruzaban en un inmenso territorio, y que Wittgenstein va a Cambridge con esa
preocupación por el lenguaje, la comunicación, y allí comienza a tomar clases con
Bertrand Russell.
Ludwig Wittgenstein nació en Viena el 26 de abril de 1889, su familia, de
ascendencia judía, gozaba de una situación acomodada. Su padre Karl era un importante
industrial siderúrgico y protector de las artes, junto con su esposa Leopoldina, con quien
compartía su pasión por la música.
“Durante un siglo –escribía Thomas Bernhard– los Wittgenstein produjeron
armas y maquinarias, luego para coronarlo todo, produjeron a Ludwig”. Éste, al igual
que sus siete hermanos, fue educado por preceptores privados hasta los 14 años,
cursando luego estudios en la Real Schüle de Ling. Ingresó a continuación, en la
Escuela Técnica Superior de Berlín para estudiar ingeniería. En 1908 se anotó como
estudiante-investigador en la Universidad de Manchester y diseñó un motor de
propulsión a chorro para la aviación, que fue utilizado con éxito. Pero, mientras tanto,
sus intereses se fueron desplazando hacia las matemáticas puras y sus fundamentos
lógicos y filosóficos. Podemos pensar en Ludwig como a alguien a quien el camino de
la filosofía le salvó la vida, si tenemos en cuenta que de sus cuatro hermanos varones,
tres se suicidaron, mientras que él y el restante lo intentaron o lo amenazaron concretar,
dentro de una familia muy exigente, donde había adjudicado un rol para cada uno; de
alguna manera, Ludwig esquivó ese destino, y por consejo del famoso lógico alemán
Gottlob Frege (1848-1925) fue a Cambridge a estudiar con el filósofo británico
Bertrand Russell.
Russell, al que ya vimos en el capítulo anterior, había escrito una obra en
colaboración con Whitehead, clave para la constitución de la matemática moderna, la ya
nombrada “Principia mathematica”; Wittgenstein aceptando el consejo recibido, decide
abandonar la ingeniería y dedicarse plenamente a la filosofía. Tras la muerte de su padre

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en 1913, regresó a Austria y al declararse la Iª Guerra Mundial, se alistó como


voluntario en la artillería austriaca. Su hermano Paul, pianista virtuoso, perdió en la
guerra un brazo y como anécdota comentaremos que Maurice Ravel (1875-1937)
escribió, a su pedido, un concierto en virtud de esa pérdida (el famoso Concierto para
piano en Re Mayor para mano izquierda), que Paul nunca pudo tocar por su
complejidad.
El joven teniente Ludwig llevaba en su mochila de soldado un cuaderno, donde
iba haciendo anotaciones sobre lógica y también apuntes personales. Sobre la base de
ellas en 1918, cuando es tomado prisionero en el campo de Montecassino, redacta el
“Tractatus”. Esas notas fueron publicadas bajo el título de “Diario” y son la mejor
introducción al “Tractatus”. Durante el lapso como prisionero de guerra tuvo tiempo
suficiente para revisar y organizar dichos apuntes. Desde su prisión logró hacerle llegar
una copia de su trabajo a Russell; el manuscrito se llamaba –por consejo de George
E.Moore (1873-1958)– “Tractatus logico-philosophicus”. Esta obra señala el primer
período de la filosofía de Wittgenstein.
Terminada la guerra, se entrega a un verdadero suicidio financiero: como para él
ni se plantea la cuestión de aceptar la herencia paterna, la dona a numerosos escritores y
artistas, entre ellos Rainer María Rilke (1875-1926) y Oskar Kokoschka (1886-
1980), así como a una revista.
Después de la publicación del “Tractatus”, Wittgenstein abandonó la filosofía y
trabajó como maestro en varias aldeas austriacas. En 1926 ingresó en un monasterio
franciscano, cerca de Viena; también se dedicó a diseñar y construir una casa para una
de sus hermanas, tarea que le ocupó durante dos años.
En 1927 conoció al filósofo Moritz Schlick y a través de él a los integrantes del
llamado Círculo de Viena, compuesto por Rudolf Carnap y Friedrich Waisman
(1896-1959), entre otros; se reunió periódicamente con ellos y comenzó nuevamente a
discutir problemas filosóficos. Al reinsertarse a la vida académica ve que él es famoso,
su libro es famoso, y ve que ese grupo de intelectuales se había agrupado a través de un
“manifiesto programático”, donde lo mencionan como uno de los inspiradores de la
teoría que defiende este movimiento.
En 1937 al producirse la anexión de Austria por los nazis, Wittgenstein adoptó la
ciudadanía británica. Durante la IIª Guerra Mundial, colaboró como enfermero en
Londres y Newcastle, luego reanudó sus actividades académicas, hasta 1947, año en que
renunció a su cátedra en Cambridge y se estableció en Irlanda, donde falleció víctima de
cáncer el 21 de abril de 1951, cuando le faltaban cinco días para cumplir 62 años.

El primer Wittgenstein. La ética del Tractatus

Hay un primer Wittgenstein que se manifiesta con el “Tractatus”, quizá un


Wittgenstein de transición hasta el año 1929 y un último Wittgenstein a partir de los
años 30. Es una periodización que creemos no hay que perder en relación al estudio de
la filosofía de Wittgenstein, aunque tampoco hay que perder de vista los hilos comunes
que también se pueden encontrar a través de todos esos períodos. El “Tractatus” es una
obra extraordinaria en varios sentidos. En primer lugar porque es breve, en segundo
lugar por su estructura, tiene siete aforismos básicos y luego una serie de sub-aforismos,
todos muy breves, concisos, cada uno de los cuales supone una larga reflexión sobre el
tema que se está tratando. En tercer lugar porque es un “Tractatus” o sea, es un tratado
de filosofía que comienza con problemas ontológicos –cómo está constituido el mundo–
y culmina con problemas éticos, filosóficos, meta-filosóficos, incluso plantea los
problemas del límite, más allá del cual “no se puede hablar” y entonces se abre camino
a lo místico.

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GRANDES FILÓSOFOS VI

El camino ético del libro se encuentra especialmente en el prólogo y en las


proposiciones finales; allí Wittgenstein dice que su objetivo es mostrar los “límites del
pensamiento en el lenguaje”. Mostrar este “límite” supone recorrer todo aquello que el
lenguaje nos permite decir y la lógica que subyace a nuestro lenguaje, es la que nos
permite armar una serie de proposiciones combinando signos; esto es precisamente el
alcance del pensamiento y también de la imaginación: no podemos pensar ni imaginar
nada que de algún modo no se embarque dentro de este campo definido por las
coordenadas lógicas”. Wittgenstein le señala a su amigo Engelman, que el “Tractatus”
es un libro sobre ética, con lo cual tenemos que entender que todo lo que dijo
anteriormente y que se aplica a la relación lenguaje-mundo, que “hay cosas que se
muestran pero que no se pueden decir”, da apoyo ahora, para comprender lo que
Wittgenstein piensa de la ética, que la ética no es expresable, que todos los intentos por
más arrojados y decididos que sean de dar una fundamentación intelectual a la
dimensión moral, son infructuosos. El sentido ético, para Wittgenstein, es ubicarnos en
el límite, entendiendo que el límite no es algo que podemos transitar a nuestro antojo, o
traspasar, ir, venir, ver de un lado al otro, por que del límite que se trate es un límite
absoluto, el límite del lenguaje que marca la frontera de nuestro pensamiento y nuestro
mundo. Es decir, este límite solo puede ser tratado desde el interior de nuestra práctica
discursiva y la tarea ética reside en mostrar y asumir este rasgo de ubicarse en el límite,
indicarlo, mostrarlo en todo momento. Por eso el “Tractatus” está atravesado por
paradojas, y éstas nos indican que hemos llegado al límite.

Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo. (5.6)


Que el mundo es mi mundo se muestra en que los límites del lenguaje (del lenguaje
que sólo yo entiendo) significan los límites de mi mundo. (5.62)
Ludwig Wittgenstein
“Tractatus logico-philosophicus”

El “Tractatus” es una obra muy peculiar, que como expresa Wittgenstein en el


prólogo, pretende “decir todo lo que se puede decir con sentido”, y él cree, además, que
lo que ha dicho con verdad en el libro muestra “lo poco que se puede decir”, según él
afirmaba; el “Tractatus” enseña esas dos cosas.
Una definición fundamental es aquella que dice que una cosa es lo que se dice
cuando se dice algo, y otra cosa es lo que se muestra cuando se dice algo; una
proposición como las de la lógica, o las proposiciones del propio “Tractatus” que no
cumplen con el requisito de “significatividad”, no dicen en el sentido que dicen las
proposiciones con contenido empírico, sino que muestran; de ahí la famosa metáfora del
“Tractatus”: “Mis proposiciones esclarecen porque quien me entiende los reconoce al
final como absurdos, cuando a través de ellas –sobre ellas– ha salido fuera de ellas.
(Tiene, por así decirlo, que arrojar la escalera después de haber subido por ella). Tiene
que superar estas proposiciones. Entonces ve correctamente el mundo. (Proposición
6.54) De lo que no se puede hablar hay que callar”. (Proposición 7, ambos en pp.183)

La mística. El período intermedio

Alguien, tratando de defender a Wittgenstein decía, “lo que Wittgenstein intentó


hacer no es mostrar la isla, delimitar la isla, sino mostrar los confines del océano”.
Hay un indecible, que es el de la forma lógica, condición de toda “decibilidad”, pero
ella misma no es “decible”, sino solo mostrable; hay otro elemento indecible que es lo

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GRANDES FILÓSOFOS VI

que está más alto de los hechos, hay un “más allá de los hechos”, este es el significado
y valor del mundo y de la vida y esto es la estética, la ética y la religión, para él era lo
más importante, lo más valioso; pero algo que no se daba en el mundo y que por lo tanto
no podía ser descrito con sentido, por lo cual sólo se lo podía captar en el silencio
místico. Wittgenstein era un temperamento místico, fuertemente místico, curiosamente
un misticismo aprisionado y transfigurado en lógica filosófica, de alguna manera eso,
podríamos decir, permanece en toda la obra de Wittgenstein.
El “Tractatus” fue publicado en Inglaterra en el año 1922 –fue el único libro que
publicó en vida– con una introducción de Russell. Wittgenstein no aprobó esa
introducción, convencido que Russell mostraba total incomprensión de aspectos
importantes de su trabajo. Uno de los puntos centrales de discrepancia es que Russell
describe el objetivo del “Tractatus” como el intento de poner sobre el tapete las
condiciones de significatividad de un lenguaje perfecto, y esa no era su intención. Es
decir, esa introducción no da cuenta del contenido efectivo del libro, lleva a una serie de
malos entendidos entre ambos que no logran resolverse y de algún modo marcan el fin
de la estrecha amistad que cursaron en los días de Cambridge. Es entonces cuando se
aleja de la vida académica, llegando hasta a trabajar de jardinero en un monasterio
franciscano.
En 1929 regresa a Cambridge y obtiene su doctorado; dio entonces una
importante disertación conocida como “Conferencia sobre ética”, pieza clave de su
segundo período. Comenzó entonces a dictar clases, que pronto se hicieron famosas y
que fueron registradas por sus alumnos en cuadernos que pasaban de mano en mano y
que por el color de sus tapas se conocieron como “Los Cuadernos azul y marrón”, que
posteriormente, luego de su muerte, se dieron a la imprenta.
En la mencionada “Conferencia sobre ética”, Wittgenstein se maneja con
metáforas, y una de las metáforas más impactantes es aquella que compara al lenguaje
con una jaula, él dice que el lenguaje es una jaula contra cuyos barrotes nos chocamos
una y otra vez, cada vez que queremos ir más allá y que precisamente los chichones que
nos hacemos en estas embestidas, marcan el valor que tiene esta tarea (Ver cita que
inicia el capítulo).

Investigaciones filosóficas

Entre la obra póstuma de Wittgenstein, que constituye el último período de su


filosofía, se destaca el libro “Investigaciones filosóficas”, allí critica la concepción del
lenguaje privado que había defendido en el “Tractatus”; en esta obra se produce una
importante profundización de la comprensión del lenguaje. Utilizando como una especie
de metáfora la idea de “Juegos de lenguaje”, lo que dice Wittgenstein es “el lenguaje
no es la unidad ideal, formal, que yo pensé en el “Tractatus”, no es el conjunto de las
proposiciones, ni el fundamento del sentido, ni nada de aquello que pensé”; el lenguaje
no es más que un conjunto de prácticas que se da en la historia natural del hombre que
varía con la historia, la cultura, con la sociedad; lo que el filósofo debe hacer es,
describir sinópticamente, con la mayor amplitud y discriminación de la que es capaz,
esas mismas prácticas que son como especies de “juegos de lenguaje”. ¿Qué es “juego”?
se pregunta Wittgenstein. Según el filósofo austriaco, sería erróneo afirmar que
seguramente todos los juegos tienen algo en común, porque de lo contrario no se
llamarían “juego”; de lo que se trata –dice Wittgenstein– es de considerar, de ver y de
encontrar semejanza entre ellos.
Si aceptamos que el argumento en contra del lenguaje privado fue uno de los
más importantes legados de Wittgenstein a la comunidad, no sólo filosófica porque
distintas disciplinas se nutren de esto, porque Wittgenstein estaría señalando que si los

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GRANDES FILÓSOFOS VI

lenguajes privados son imposibles, entonces todo el lenguaje siempre es público en la


medida que involucra una práctica con otros –es una actividad social– entonces de ahí
ese supuesto problema en el cual cae toda la filosofía de la conciencia, que es el tema
del solipsismo, porque si de lo único que puedo dar cuenta con absoluta certeza es mi
existencia, ¿cómo doy cuenta del “otro”? Este es un problema que ha tenido muy
ocupado a todos los filósofos que han seguido por esta línea e intentaron dar cuenta del
“otro”, del “alter-ego”, y que el “otro” no sea fagocitado por el Yo, no sea una mera
representación.
Otra de las nociones cruciales del Wittgenstein de las “Investigaciones
filosóficas” es la idea de “forma de vida”, porque la pregunta podría ser “entonces, esta
es una cosa caótica, cualquiera puede inventar un juego lingüístico que se le ocurra”,
¡ah, no! La idea es que no es así, porque la mera posibilidad de que nosotros nos
entendamos, que podamos criticarnos mutuamente, si seguimos o no determinados tipos
de reglas, presupone que en el fondo tenemos acuerdos muy básicos acerca del mundo,
de la vida, de los juegos lingüísticos legítimos; a lo mejor, tal vez, podamos inventar
juegos lingüísticos, Wittgenstein no excluye esa posibilidad.
Entonces, lo que dice es que hay determinados juegos de lenguaje en los cuales,
dentro de los cuales, las palabras tienen un uso y por ende un significado y que esos
juegos de lenguaje son el lecho rocoso a partir del cual se puede decir que algo es
verdadero o falso y cualquiera de nosotros, independientemente la actividad que esté
haciendo, siempre está inmerso en algún juego de lenguaje. Quiere decir que la
pretensión de Descartes o de cualquier otro filósofo, de ponerse fuera del mundo –en
términos de Wittgenstein, sería ponerse fuera de un juego de lenguaje que abre
determinada forma de vida– es imposible; yo siempre estoy dentro de un juego de
lenguaje y dentro de él yo puedo fundar cosas, pero ¿cuál es el fundamento de eso
fundado?, este juego de lenguaje, que es un lecho rocoso del cual no se puede decir ni
que es verdadero ni que es falso.
Lo que nosotros entendemos como problemas filosóficos, son en realidad
enormes perplejidades y caminos sin salida (aporías) en el que nos encontramos, de
modo que filosofar se transforma en otra cosa muy distinta a la del Tractatus, filosofar
no es llegar a construir una estructura teórica que nos va a dar luz sobre ciertas cosas,
sobre ciertos problemas, sino filosofar es una especie de “desata-nudos”, es una especie
de tarea que se puede caracterizar de “terapéutica”.
Wittgenstein dice que no explica nada, que se limita a presentar ante nosotros las
diferentes partes o segmentos del lenguaje. La cuestión está en saber si la noción de
“juego de lenguaje” es el producto de una contemplación, o bien se trata de una
concepción, de una visión mediatizada.
Hay acuerdo general a la hora de valorar la influencia de Wittgenstein sobre la
filosofía anglosajona actual. La llamada “filosofía del lenguaje ordinario” o “filosofía
analítica”, la más importante tendencia filosófica en la Inglaterra actual, reconoce en la
filosofía del segundo Wittgenstein, y, sobre too, en la visión que éste tiene del lenguaje,
su principal fuente de inspiración.

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GRANDES FILÓSOFOS VI

Epílogo

La solución del problema de la vida se nota en la desaparición de ese problema


(¿no es ésta la razón por la que las personas que tras largas dudas llegaron a ver
claro el sentido de la vida, no pudieran decir, entonces, en que consistía tal
sentido?).
Ludwig Wittgenstein
“Tractatus logico-philosophicus”
Proposición 6.521, pp.183

Se pueden recordar ciertas anécdotas aplicables perfectamente a Wittgenstein,


por ejemplo hay una que dice “Al comienzo de empezar a aprender el Zen, la montaña
y el río son la montaña y el río, luego mientras uno aprende el Zen, la montaña y el río
dejan de ser la montaña y el río, para al final, cuando uno ya ha aprendido el Zen,
vuelven a ser montaña, montaña y río, río”. Si yo reemplazo ahí Zen por “filosofía”
diría que Wittgenstein podría decir esto: “¿Qué es lo propio de la filosofía? Reconocer
en un segundo tiempo lo que ya estaba ahí desde el comienzo y que no había ninguna
profundidad, sino que la profundidad está generada por el propio movimiento de perder
el objeto que se daba de entrada –montaña, y río en el ejemplo– para luego
recuperarlo y tenerlo por primera vez”. Creo que esa especie de enseñanza del budismo
Zen puede aplicarse a lo que es la enseñanza de la filosofía en Wittgenstein: hacer
filosofía para dejar de hacer filosofía, pero ganar en ese hacerla y dejar de hacerla una
comprensión que sin ella no se tendría.
Creo que es muy importante la recuperación actual de Wittgenstein y recuperarlo
además, enfatizando las implicancias epistemológicas de su pensamiento pero desde un
lugar inédito, un hacer que no es el que se ha transitado hasta ahora, no es el que nos
han legado los representantes del Círculo de Viena y tampoco Thomas S. Kuhn (1922-
1996) en un sentido y en una lectura estricta. Creo que lo más importante es utilizar las
“herramientas” que nos deja. Él no es un filósofo que construye un sistema, una
propuesta positiva, él nos deja una “caja de herramientas”, categorías conceptuales muy
ricas, como juegos de lenguaje, formas de vida, parecidos de familia, reglas, criterios
entre otras. A partir de esas categorías creo que ahora el desafío es avanzar en el campo
epistemológico, pero muy especialmente en el campo de la teoría social.
A partir de las investigaciones de Wittgenstein, muchos representantes de la
filosofía contemporánea han abandonado la búsqueda de un orden perfecto, y han
intentado re-orientarse hacia la comprensión de los innumerables órdenes establecidos
desde los juegos de lenguaje en que participamos y sus respectivas prácticas sociales.
Han tomado de Wittgenstein así, su idea más poderosa: que la filosofía no es una
doctrina si no una actividad que ejercemos en pos de la mayor lucidez. Esta influencia
se refleja en los trabajos de John Austin (1911-1960) y John Rogers Searle (n.1932)
sobre el lenguaje, en las investigaciones de Gilbert Ryle (1900-1976) sobre la noción
de lo mental, en los desarrollos de Morris Weitz (1916-1981) sobre el arte y la estética
y en los estudios de Jürgen Habermas sobre el discurso argumentativo y sus
consecuencias para el pensamiento social y político. A través de estas influencias y otras
de no menor importancia, la figura de Ludwig Wittgenstein se ubica en el origen y
fundamento de lo que se ha llamado con razón el Giro lingüístico pragmático de la
filosofía contemporánea.

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