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26-Grandes Filósofos VI-Bertrand Russell
26-Grandes Filósofos VI-Bertrand Russell
32. RUSSELL
Biografía
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GRANDES FILÓSOFOS VI
Pensamiento
Lenguaje y realidad
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esta tesis de isomorfismo estructural, tampoco hay que entenderla en el sentido de que
Russell estuviera pensando que el lenguaje coloquial, o sea el lenguaje nuestro común
de cada día –el lenguaje vulgar– no es el lenguaje que es “isomórfico” con la realidad;
lo que piensa es que ese lenguaje, el coloquial, que tiene una forma gramatical, una
estructura gramatical que todos conocemos y que enseñan en el colegio, esa estructura
no es la que es “isomórfica”, sino que requiere de una reformulación, un análisis para
descubrir NO la forma gramatical, sino la forma lógica, forma que Russell llama forma
lógica del lenguaje. Propuso reformular el lenguaje coloquial para descubrir en él,
mediante el análisis, partiendo de la fórmula gramatical corriente, la estructura lógica y
a partir de ella poder acercarse a la estructura de la realidad. No es entonces el análisis
de lenguaje coloquial lo que le importa, sino el análisis del lenguaje que él llama
“lenguaje lógicamente perfecto” o “lenguaje ideal”.
En los comienzos de Russell, evidentemente pensaba que el lenguaje corriente
funciona como un índice fidedigno de la realidad, como guía de cómo es la estructura
lógica, pero luego advierte, por consideraciones diversas, que esto no es así, que el
lenguaje coloquial no es ni guía ni índice para acceder a la estructura lógica de la
realidad y que por el contrario, más bien la distorsiona y que entonces obstinarse en su
análisis es uno de los mayores obstáculos para el progreso filosófico.
Russell sostiene, entonces, que el lenguaje natural, coloquial o vulgar o como se
quiera llamar, es poco apto para expresar muchas cuestiones filosóficas, en
consecuencia “los filósofos que han dependido de él, frecuentemente se han extraviado
por su causa”. El vocabulario es traicionero para el filósofo, porque las palabras de los
lenguajes naturales habitualmente son vagas y a menudo también ambiguas;
recordemos que en todo lenguaje hay dos aspectos principales: su vocabulario y su
sintaxis. Russell atribuye a las características sintácticas de los lenguajes naturales
muchos de sus defectos filosóficos. Llegó tempranamente a esta concepción como
resultado de su crítica de los idealistas hegelianos, también como consecuencia de sus
estudios sobre la filosofía de Leibniz y sobre lógica matemática, no olvidemos que
Russell es fundamentalmente un lógico matemático devenido filósofo.
Russell mostró como la estructura de sujeto y predicado de las oraciones oculta
la estructura real de las proposiciones que encarnan y conduce a teorías falsas y
fantásticamente metafísicas, como el “monadismo” de Leibniz y el “idealismo absoluto”
de Hegel.
Principia mathematica
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Russell comprueba el hecho de que por tener palabras para las relaciones, el
lenguaje convierte las relaciones en cosas, pero aunque lamenta su desdichada
influencia en la metafísica, lo considera un accidente irremediable. Por ejemplo,
consideremos que el relámpago precede al trueno, si lo expresáramos mediante un
lenguaje que reprodujera la estructura del hecho, tendríamos que decir: “ RELAMPAGO-
TRUENO”, pero aún seguiríamos necesitando palabras para las demás relaciones, pues no
podríamos, sin una intolerable ambigüedad, simbolizarlas por el orden de las palabras.
Desde este punto de vista, el simbolismo de “Principia” es imperfecto y no logra
suprimir la fuente lingüística del error metafísico.
Entre los aportes más significativos de Russell a la Lógica, hay que nombrar el
descubrimiento de la paradoja que lleva su nombre, y la solución que le propuso bajo
el nombre de Teoría de los tipos. Si uno no tiene cuidado con el desarrollo y la
fundamentación de la propia lógica, se pueden producir contradicciones nada menos que
dentro de la Lógica misma que, de alguna manera, habría que solucionar. Y una de las
llamadas “paradojas” principales –que en realidad habría que llamar “antinomias”,
“contradicciones”– que se deben a Russell, es la que lleva su nombre. La “paradoja de
Russell” muestra una inconsistencia en la noción misma de conjunto o de clase, sin
ningún agregado adicional, simplemente la misma idea de clase parece llevar a la
paradoja. Esto es en lo que consiste:
Para simplificar, a esta oración la llamaremos “S”. “S” se refiere a sí misma y dice de sí
misma que es falsa. Si es verdad que “S” es falsa, entonces lo que dice la oración del
rectángulo es verdadero, es decir dice que es falsa y es falsa, pero si es verdadero,
entonces la oración del rectángulo es falsa.
Si la manera como usamos el lenguaje conduce a paradojas de este tipo,
podemos suponer razonablemente que de algún modo, lo estamos usando erróneamente.
El modo de salir de esta aporía* constituyó la Teoría de los tipos. Cuando
consideremos enunciados, no solo debemos preguntar ¿es verdadero o falso? Si no que
primero debemos preguntar ¿tiene sentido o no? La “Teoría de los tipos” es la teoría
según la cual, los conceptos que uno puede emplear, no pueden tener referencias o
relaciones confusas unas con otras, se van engendrando constructivamente en una
jerarquía llamada “jerarquía de los tipos”, y una cosa es hablar de individuos, otra cosa
es hablar de propiedades de individuos, por ejemplo si yo preguntara ¿el número 8 es
valiente?, desde el punto de vista gramatical es una “buena” pregunta, pero desde el
punto de vista “lógico” y desde la teoría de los tipos está mal, porque el número 8 no es
un individuo de los que componen básicamente el individuo y acá viene, entre muchas
ideas de Russell, de que el discurso filosófico tradicional tiene constantemente
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violaciones de este tipo de naturaleza. Russell admite que su teoría de los tipos puede
ser defectuosa, pero espera que con el tiempo se elabore alguna teoría simple,
satisfactoria y al mismo tiempo satisfactoria desde lo que podría llamarse “sentido
común lógico”.
* NOTA: Aporía, prácticamente “sin camino, sin salida”, término que se utiliza para hablar de una duda racional.
El empirismo lógico
En los años previos a la Iª Guerra Mundial, Russell publicó varios libros como
“los problemas de la filosofía” y “Nuestro conocimiento del mundo exterior”, en estas
obras fundó la corriente filosófica llamada empirismo lógico.
Uno podía ver que, en realidad, muchas de las cosas que hablamos, como por
ejemplo puede ser: “Esta mesa que está acá, al lado mío”, ¿qué es desde el punto de
vista de mi pensamiento? Y bueno, es lo que yo veo en un momento determinado, y lo
que puedo volver a ver si lo hago más adelante; por lo cual el decía que desde el punto
de vista del conocimiento, un objeto es la serie de las percepciones o datos perceptuales
o fenoménicos que uno puede tener de las cosas; esas series tienen estructura lógica,
tanto en la descripción de cómo son las percepciones con la cual la serie está formada,
como también de las propiedades de semejanza, continuidad que pueden tener las partes
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de ese tipo de serie. Entonces el análisis de Russell a lo que apunta es que “esta mesa”
es una construcción lógica a partir de lo que él llama datos sensoriales. Las “manchas”
que tenemos en el campo visual cuando uno trata de describir fenomenológicamente lo
que percibe, esos datos sensoriales tienen “entidad”, no son meras sensaciones, y
entonces la mesa es algo que hemos construido a partir de estos datos básicos con más
un aparataje lógico, por ejemplo, la mesa es la “clase” del conjunto de perspectivas que
se tienen, actuales o posibles.
La posición principista de Russell durante la Iª Guerra Mundial, como se dijo
antes, lo llevó a prisión. En la cárcel escribió su “Introducción a la Filosofía
Matemática”. Finalizado el conflicto bélico, visitó la Unión Soviética y China,
presentando luego sus observaciones y críticas en sendos libros. Por esos años publicó
también su “Análisis de la mente”, ahí defiende una posición monista neutral, o sea,
ontológicamente hablando, los elementos básicos de la realidad no son físicos ni
mentales, son lo que son. El principio básico de la teoría es que no hay ninguna
diferencia de naturaleza fundamental entre los sucesos mentales y los físicos, y puesto
que “mente” y “materia” son, para Russell construcciones lógicas realizadas a partir de
sucesos mentales o físicos respectivamente, en el fondo no hay diferencia alguna entre
mente y materia.
Esta teoría, si es aceptable, libera la filosofía del dualismo de la mente y el
cuerpo introducida por Platón y reafirmada en el siglo XVII por Descartes. Si yo meto
los elementos que capto en una serie causal, de causas eficientes, los veo como físico; si
los meto en una serie causal donde hay una causación “mnémica” –la memoria juega un
papel fundamental, para Russell, en la formación de esas secuencias de episodios,
digámoslo así, mentales– ahí yo construyo lo mental.
La ética
Al igual que todas las partes de la filosofía de Russell, la ética tiene también su
punto de partida en la experiencia inmediata y privada de los individuos. Esta
experiencia en el campo de la ética, es el deseo. Cuando un individuo dice “Esto está
bien en sí” parece que hace una afirmación exactamente como cuando dice “Esto es
cuadrado” y “Esto es dulce”; pero en realidad lo que pretende decir es: “Deseo que
cada uno desee esto”. Los enunciados de la ética no son proposiciones o afirmaciones
declarativas, para cuya verdad o falsedad se puedan aducir pruebas, sino simples
expresiones de deseos. La ética, dice Russell, no contiene afirmaciones verdaderas o
falsas, sino que consta de deseos de un determinado tipo general, es decir, de aquel que
se refiere a los deseos de la humanidad en general y de los dioses, de los ángeles y de
los diablos, si existen. La ciencia puede discutir las causas de los deseos y los medios
para realizarlos, pero no pude contener ningún juicio genuinamente ético, porque se
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Kant decía de sí mismo que había llevado a cabo una “revolución copernicana”,
pero habría sido más exacto que hablara de una “contrarrevolución tolomeica”, ya
que colocó de nuevo al Hombre en el centro del que lo había destronado
Copérnico.
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Descubrir los principios mínimos requeridos para justificar las inferencias
científicas es uno de los principales propósitos de este libro.
Es un lugar común afirmar que las inferencias sustanciales de la ciencia, a
diferencia de las de la lógica y la matemática, sólo son probables, es decir que,
cuando las premisas son verdaderas y la inferencia es correcta, la conclusión sólo
probablemente sea verdadera.
Bertrand Russell
“El conocimiento humano”
Introducción, pp. 9 y 11
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33. Wittgenstein
Orígenes
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que está más alto de los hechos, hay un “más allá de los hechos”, este es el significado
y valor del mundo y de la vida y esto es la estética, la ética y la religión, para él era lo
más importante, lo más valioso; pero algo que no se daba en el mundo y que por lo tanto
no podía ser descrito con sentido, por lo cual sólo se lo podía captar en el silencio
místico. Wittgenstein era un temperamento místico, fuertemente místico, curiosamente
un misticismo aprisionado y transfigurado en lógica filosófica, de alguna manera eso,
podríamos decir, permanece en toda la obra de Wittgenstein.
El “Tractatus” fue publicado en Inglaterra en el año 1922 –fue el único libro que
publicó en vida– con una introducción de Russell. Wittgenstein no aprobó esa
introducción, convencido que Russell mostraba total incomprensión de aspectos
importantes de su trabajo. Uno de los puntos centrales de discrepancia es que Russell
describe el objetivo del “Tractatus” como el intento de poner sobre el tapete las
condiciones de significatividad de un lenguaje perfecto, y esa no era su intención. Es
decir, esa introducción no da cuenta del contenido efectivo del libro, lleva a una serie de
malos entendidos entre ambos que no logran resolverse y de algún modo marcan el fin
de la estrecha amistad que cursaron en los días de Cambridge. Es entonces cuando se
aleja de la vida académica, llegando hasta a trabajar de jardinero en un monasterio
franciscano.
En 1929 regresa a Cambridge y obtiene su doctorado; dio entonces una
importante disertación conocida como “Conferencia sobre ética”, pieza clave de su
segundo período. Comenzó entonces a dictar clases, que pronto se hicieron famosas y
que fueron registradas por sus alumnos en cuadernos que pasaban de mano en mano y
que por el color de sus tapas se conocieron como “Los Cuadernos azul y marrón”, que
posteriormente, luego de su muerte, se dieron a la imprenta.
En la mencionada “Conferencia sobre ética”, Wittgenstein se maneja con
metáforas, y una de las metáforas más impactantes es aquella que compara al lenguaje
con una jaula, él dice que el lenguaje es una jaula contra cuyos barrotes nos chocamos
una y otra vez, cada vez que queremos ir más allá y que precisamente los chichones que
nos hacemos en estas embestidas, marcan el valor que tiene esta tarea (Ver cita que
inicia el capítulo).
Investigaciones filosóficas
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Epílogo
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