Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Maynor Mora Los - Monstruos - y - La - Alteridad. - Hacia - Una PDF
Maynor Mora Los - Monstruos - y - La - Alteridad. - Hacia - Una PDF
Y LA ALTERIDAD:
HACIA UNA INTERPRETACIÓN CRÍTICA DEL MITO MO-
DERNO DEL MONSTRUO
Consejo Editorial:
M.Sc. Gerardo Cordero Cordero
MSc. Rodolfo Meoño
Lic. Gerardo César Hurtado Ortiz
Dra. Rosa María Margarit
Dra. Grace Prada Ortiz
© Escuela de Filosofía
Universidad Nacional, Heredia,
Costa Rica
Teléfono: (506) 562-40-95 ó 562-40-91
Correo electrónico: mrodrig@una.ac.cr
Apartado postal: 86 – 3000 (Heredia, Costa Rica)
306.4
M827m Mora Alvarado, Maynor Antonio, 1973-
Los monstruos y la alteridad: hacia una interpretación
crítica del mito moderno del monstruo/ Maynor Antonio
Mora. –1ª. ed. — Heredia, C.R.: Universidad Nacional,
Escuela de Filosofía, 2007.
176 p. ; 22 cm.
ISBN 978-9968-26-024-4
1. COMPORTAMIENTO SOCIAL
2. MARGINALIDAD 3. IDENTIDAD CULTURAL
MITOLOGÍA I. TITULO
Contenido
Presentación ..................................................................................7
2. Antiguas sombras........................................................... 35
3. Fallos de la razón............................................................. 59
6. El monstruo es alteridad.............................................143
7. Fuentes.............................................................................163
Presentación
E
l filósofo francés Cornelius Castoriadis nos dice que
toda sociedad es un sistema de interpretación del
mundo; este sistema de interpretación visto como
una red de significados que permea, orienta y dirige la
vida de la sociedad, tanto en el ámbito individual como
grupal, se constituye en lo que se ha denominado como
“imaginario social”. Estas construcciones son –siguiendo
a otro filósofo, esta vez el costarricense Alexander Jimé-
nez– una “reconstrucción simbólica de, operada y des-
plegada en instancias comunicativas, de los horizontes
éticos, estéticos y cognoscitivos de la vida cotidiana”; en
este sentido pueden constituir una especie de conciencia
colectiva que refleja la identidad de la sociedad que los
crea. Así cualquier intento de crítica a este sistema de
interpretación materializado en los imaginarios sociales
deviene un ataque al ser de esa sociedad.
Los imaginarios son las armas simbólicas que la
sociedad –materializada en algunos individuos– utiliza
para establecer las pautas de normalidad y legalidad
creando así redes simbólicas que definen los espacios de
convivencia y confrontación dentro de nuestra sociedad. A
lo largo de la historia de la civilización occidental los ima-
ginarios, ya fueran en forma de panteón de dioses caídos
en desgracia, de bestias o de monstruos han servido para
8 Maynor Antonio Mora
Al Cadejos y la Llorona,
ya que nuestra aldea
es también La Aldea.
A los demonios,
por soportar sin quejido
nuestra culpa.
Dedicado, especialmente, a los monstruos creados,
cercados, perseguidos y destruidos por la mirada:
El problema de la diferencia
D
iversas teorías han insistido en el análisis de la di-
ferencia, de esa ancestral división entre nosotros y
los demás, entre el sujeto y el otro que le interpela
en la relación social. Casi todos los filósofos, sicólogos,
sociólogos y antropólogos, insisten en que esta diferencia,
esta ruptura ancestral, porta un nomos problemático, una
esencia que sustenta la desigualdad, el malestar y el daño.
Esta cuestión merece especial atención, en miras de un
análisis que requiere, sin duda, de una posición ética y
política sobre el papel de la felicidad y la igualdad en la
construcción de lo social, y que, además, requiere de un
esfuerzo por fundar (desde la teoría) el origen de nuestras
diferencias (reales e imaginadas), que pueda sustentar una
crítica de estas diferencias sin aquella desigualdad y sin
aquel malestar, sin recurrirlos, en la teoría, como “históri-
camente necesarios”.
Entre el grosero naturalismo y el engañoso voluntarismo
anárquico-libertario, es decir, entre quienes definen la des-
igualdad y el malestar como naturales y consustanciales a
la realidad social y quienes definen la voluntad y la libertad
del sujeto individual como criterios únicos que permitan
defender la felicidad y sustentar lo político, es bueno que
16 Maynor Antonio Mora
Comunidad
Héroe Monstruo
Fundante Fundante
Naturaleza
28 Maynor Antonio Mora
Colectividad
Anónima
Héroe Monstruo
(Simulacro) (Simulacro)
Segunda
Naturaleza
(Riesgo, dispersión, contingencia)
Naturaleza
A
ntiguos mitos de monstruos fueron heredados por
la antigüedad occidental al “bestiario” moderno
contemporáneo. Monstruos de todos los tipos, más
aquellos mitos importados de Oriente y África, viajaron en
el tiempo y el espacio, para insertarse en la teogonía occi-
dental moderna, constituyendo una teogonía compleja a
la vez que feroz y detractora de la alteridad. Como veremos
más adelante, esta estructura mitológica se enriqueció con
los aportes de la ciencia, la literatura y el cine.
En algunos casos, los monstruos constituyen meras heren-
cias reconstruidas en el imaginario moderno. Otros son
productos del todo novedosos de la cultura occidental, por
lo que no pudieron haber surgido bajo otras condiciones
históricas. Nuestra cultura es profundamente mítica y,
como una obra barroca, recargada en exceso de criaturas
monstruosas y espíritus inseguros.
Es necesario resaltar tres hechos significativos relativos al
papel de mito antiguo en la construcción del “monstruo
moderno”.
Primero, la fuerte tradición de las herencias griega y roma-
na, la cual será retomada en el Renacimiento y, de ahí en
adelante, impactará el desarrollo de la teogonía moderna,
así como de los fuertes componentes cristianos desarro-
36 Maynor Antonio Mora
Bien Mal
Cuerpo Ángeles y
“espiritual”
humanos Demonios
resucitados
3. Fallos
de la razón
C
on el ascenso de la racionalidad científica, las vie-
jas concepciones naturalistas de la monstruosidad
empiezan a decaer. No así la monstruosidad, que
ahora, por definición, viene a constituirse en producto de
un desvío del control científico, en el mejor de los casos,
y en el peor, en el resultado lógico de la forma del nuevo
conocimiento (el científico) que rompe con la estabilidad
del orden natural. En el primer caso, se trata de una falla
del control racional, en el otro, de la descalificación total
del saber científico. Esta segunda posición decae en la
Europa iluminista y racionalista.
El carácter singular del monstruo moderno deviene de un
continuum en la relación normalidad / patología: “La tera-
togénesis intentó explicar el nacimiento de lo monstruoso
como fruto de un desarrollo descompensado o parcial-
mente abortivo, de modo que por medio del análisis de
estas anomalías se pudo conseguir una mejor explicación
del desarrollo normal” (García, 2004a); aún así, lo mons-
truoso deriva del desequilibrio dentro de este continuum,
y de una elección moral del sujeto (cf. Ibíd.). El concepto
60 Maynor Antonio Mora
moderno.
En Borges nos encontramos con una espiral infinita
de palabras y espejos, que reflejan los caminos de la dife-
rencia. Los espejos “horrorizan al multiplicar los seres y el
planeta, en un imposible espacio de reflejos especulares.
La invasión de las figuras también es ´monstruosa´, como
el espejo lo es por su condición de híbrido (monstruos:
del latín ´mostrare´, da muestras –imagen– y monstruos;
hibridez de la figura porque multiplica, muestra” (Ibíd.). En
esta cadena de reflejos, la gracia de la alteridad deviene
en la pérdida de la mismidad, que para ser agraciada por
la libertad, debe mostrarse y luego perderse, extrañarse,
diferir de su reflejo. El sujeto, para ser tal, solo puede ha-
cerlo renunciando a sí mismo, y perderse luego en el otro.
La alteridad solo aparece en el juego de los espejos.
La literatura de Poe, otro creador literario de mons-
truos, está recargada por las consecuencias inversas de la
metáfora de la alteridad. En el poema El Cuervo, por ejem-
plo, la alteridad del “ave negra” deviene monstruosa para
el atormentado narrador. Se trata de una alteridad negada
(“¡Deja en paz mi soledad! // Quita el pico de mi pecho.
De mi umbral tu forma aleja...”) (Poe, 1996: 630). Como en
el caso del cuento El corazón delator, lo monstruoso es
consustancial a la mismidad, está pegado a ella como una
sombra, tiene el influjo de una enfermedad contagiosa.
Se trata de una sanción negativa de la diferencia, a la vez
reprimida, a la vez exteriorizada por el miedo (“y aún el
cuervo inmóvil, fijo, sigue fijo en la escultura, // sobre el
busto que ornamenta de mi puerta la moldura... // y sus
ojos son los ojos de un demonio que, durmiendo, // las
visiones ve del mal”) (Ibíd.).
Poe se mueve en la disyuntiva. Viejos monstruos, es-
pectros y espíritus acechan sus textos. De forma irracional.
Los Monstruos y la Alteridad 77
Monstruos principales
de la teogonía moderna
E
l cómic, la literatura ligera de masas y el cine de te-
rror, desde sus comienzos, en el viejo continente, y,
sobre todo, en los Estados Unidos, han encantado y
fascinado a la gente por medio del miedo a los monstruos.
Los relatos del cómic clásico (Bug Rogers, Superman; Ka-
limán y El Santo en América Latina), las películas (comen-
zando con King Kong, Nosferatu, Frankenstein, El Hombre
Lobo y La esposa de Frankenstein), siguiendo luego con
el cine de Hitchcock (Sicosis y Pájaros, por ejemplo) y,
después, el cine “de segundas” adulto (La Cosa, La noche
de los muertos vivientes, El monstruo de la laguna negra,
etc.), o el actuado por y dirigido a jóvenes (Viernes 13, Las
Pesadillas de Freddy, La Máscara de la Muerte, Leyendas
Urbanas, Jeepers Creepers), han estado poblados de
bestias diversas, optando por una estética de “lo oscuro”.
En el cine estadounidense de terror de “los años 30 se
apostaba por lo inverso de las leyes de Hollywood: la
belleza y las bellas historias de amor, se tornaban en feal-
dad y horror” (Rodríguez, 2004), cuestionando las figuras
heroicas decimonónicas, en exceso recargadas por los
90 Maynor Antonio Mora
mitos de la corrección.
“Desde sus orígenes, el cine de terror se ha caracterizado
por la comunión estética entre propuestas argumentales
subversivas –más allá del puro realismo, superando el
costumbrismo por medio de la incorporación metódica,
delirante, de fenómenos inexplicables, semillas tentadoras
que nos aproximan a lo desconocido, la ciencia-ficción
y la amenaza de lo monstruoso...– y un estilo, lenguaje
o textura de plasmación transida de lo sublime. En su
mosaico de zozobra se mezclan lo sugerente, lo implíci-
to, los encuadres imposibles, la expresiva iluminación de
los claroscuros o la languidez locuaz y tematizada de las
sombras, el suspense, el terror, el horror” (Olivares, 2004).
En el camino, hubo entonces cambios en los códigos dico-
tómicos del “bien” y el “mal”, la normalidad y la monstruosi-
dad, hacia héroes o demonios ambiguos (Batman, Spawn,
Los Hombres X, Drácula de Francis Ford Copola), o bien
el cuestionamiento de los mismos códigos (El Planeta de
los Simios, Enemigo Mío, El Hombre Terminal, Encuentros
Cercanos del Tercer Tipo, Cocoon, Inteligencia Artificial,
Yo Robot, etcétera) y el cuestionamiento, más o menos,
profundo de la mismidad y la diferencia.
El camino del cómic y del cine, ha estado pobla-
do por una amplia ecología de la monstruosidad y sus
respectivos ecosistemas centrados en la violencia y en
la liquidación de los monstruos por parte de los héroes.
Toda la saga de James Bond gira alrededor, como bien lo
apunta Umberto Eco, de la persecución y liquidación de
“monstruos humanos” (cf. Eco, 1998: 77-98), que atentan
contra el “bien”, representado este por las democracias
basadas en la inteligencia militar y en el espionaje.
El cómic y el cine han sustituido a la literatura ligera,
inventada en tiempos antiguos, y que cobró auge primero
Los Monstruos y la Alteridad 91
televisiva Invasores).
A lo dicho, en parte cierto, nada más se requería
adicionarle un poco imaginación, planteándose dos tesis
posibles.
Primera tesis: la inteligencia puede no estar relacio-
nada solamente con el desarrollo de la corteza cerebral
humana, por lo que los reptiles también pueden ser inteli-
gentes y poseer dominio científico-tecnológico, a través de
la mediación de un proceso de evolución. Si esta evolución
se entiende como un proceso paralelo y repetible en otros
lugares del universo, el esquema resulta completo: los
alienígenas tienen que ser reptiles-dinosaurios; y lo que
salga de los platillos volantes supuestamente ha de tener
un rostro “reptil”.
Esta insistencia cultural de definir a los alienígenas
como reptiles se ha repetido en diversas series televisivas
y películas, violentando las teorías más serias sobre la exis-
tencia de vida e inteligencia extraterrestres (cf. Schatzman,
1994) y reproduciendo el miedo arquetípico occidental a
la serpiente.
La segunda tesis, es más atrevida, y proviene de
la seudo-ciencia. Constituye el mismo planteamiento
anterior con algunas variaciones: los dinosaurios desa-
rrollaron inteligencia consciente; el colapso que los hizo
desaparecer como especies, fue resultado de su poderío
tecnológico-nuclear (Barclay, 1999: 27ss.). Este autor sos-
tiene una idea sencilla y sistemática: los dinosaurios fueron
conscientes e inteligentes. Ellos nos crearon como “mas-
cotas” (ya que la especie humana aparece, dentro de la
ecología planetaria, como extraña). Un día los dinosaurios
perdieron el control, y todo terminó en colapso nuclear
(obvia trasposición de las potenciales implicaciones de la
Guerra Fría y el armamentismo nuclear actual).
Nosotros nos convertimos en especie dominan-
104 Maynor Antonio Mora
alma”.
Un cyborg es, en principio, humano. Su cuerpo con-
tiene piezas mecánicas o artificiales. Un biorroide resulta
menos fácil de definir, ya que es una especie de simulacro
biomecánico de un ser biológico. Se trata de un humano
simulado con piezas biomecánicas similares a los órganos
biológicos. Ya en este caso, nos encontramos con una
profunda interacción entre lo biológico y lo mecánico,
siendo imposible diferenciar del todo ambos planos. El
biorroide está por encima de ambas cosas, de lo biológico
y lo mecánico-electrónico.
Un clon, es una copia idéntica biológicamente de un
ser humano, lo que es lo mismo, un gemelo artificial no
sincrónico (carente de alma según la teogonía contempo-
ránea). Un simbiótico sería una interfase compleja entre
un ser humano y una máquina, interfase que constituye
un ser diferente.
Cuando decimos “seres míticos”, no estamos cues-
tionando el desarrollo tecnológico actual, que permite
la clonación o la existencia de los primeros simbióticos
y cyborgs. Más bien, nos referimos al tratamiento por
parte de la cultura de masas contemporánea, en la cual,
esos seres han estado presentes desde hace poco más de
treinta años; o sea, que como mitos son más recientes que
el caso del robot; aún así, son tratados bajo los mismos pa-
rámetros relativos de monstrificación, sea monstrificación
negativa o liberadora de la alteridad.
Casi todos los monstruos bio-artificiales de la teogo-
nía moderna, debido a la esclavización, sumisión o ataque
humano, terminan rebelándose contra sus creadores.
Aunque portadores alteridad, se ven envueltos en una
absolutización de esta alteridad, lo que termina imposi-
bilitando el camino a la convivencia.
En la película Blade Runner, el mito del “ser artificial”
110 Maynor Antonio Mora
5. Creación incesante
del mal
Teratogénesis técnicas
L
os mitos de lo monstruoso no sirven excepto cuando
se hacen reales, cuando asustan o aterrorizan a las
personas y a las colectividades, cuando sirven a ca-
cerías de brujas. La producción cultural reciente del mito
histórico del monstruo (distinto del mito ficcional, que
hemos analizado hasta ahora), en Occidente, ha estado
enfocada a la producción del otro (la diferencia), como
monstruo, y siempre como monstruo a destruir o contro-
lar. Estas operaciones culturales han tenido dos tipos de
objetivos.
Por un lado, anular a los monstruos creados imaginaria-
mente por la cultura y destruidos sistemáticamente por
las gestas militares reales y simbólicas. Por otro, ocultar
la destructividad dominante, culpando a los otros de su
(“propia”) destrucción. La creación de monstruos “reales”
sirve a la afirmación política de la mismidad en detracción
de la alteridad. La base mítica es en este caso directamente
imagen ideológica para la negación de la diferencia. Lo
mítico deviene en “real” por medio de un ejercicio ideo-
lógico dentro del imaginario social.
116 Maynor Antonio Mora
Teratogénesis políticas
rativos simultáneos.
Teratogénesis ideológicas
Teratogénesis mediáticas
El mito
E
n las estructuras míticas clásicas, los monstruos apa-
recen como entes insertos en una ecología de las po-
sibilidades míticas, dentro de un amplio Jardín de
las Delicias (El Bosco), en el que no existen identidades
exactas o puras, sino procesos de retorno al orden, ciclos
de lo mismo, repeticiones de la eternidad. Los monstruos
clásicos cumplen una función ética de restauración crea-
dora, un papel positivo en el ordenamiento comunicativo
del mundo mítico; así sucede en casi todas las culturas no
occidentales. El mundo occidental antiguo y casi todos los
demás universos culturales comparten esta visión ética
del monstruo renovador.
La modernidad es creadora por excelencia de mons-
truos. Hereda, como vimos, las brujas, los demonios y
los espectros que sumieron en el terror a los habitantes
del medioevo. Hereda los mitos del vampiro (Drácula de
Stoker), la licantropía, el Gollem (Frankenstein o el Eterno
Prometeo de Shelley), las hordas de leprosos y la peste.
Hereda, pues, la distinción entre las viejas correcciones y
las disidencias: las mujeres sabias, la locura, el amor inco-
rrecto, la enfermedad y el sadismo.
144 Maynor Antonio Mora
El otro
La mirada
El caníbal
La renovación
Los Monstruos y la Alteridad 157
7. Fuentes
Unidos.
Costa Rica.
Vásquez, Manuel (2004). “El poder del mito / El mito del poder”.
URL: http:/www.cica.es/aliens/gittcus/podermito.html.
0573-6—P.UNA