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psicología pastoraL

Luis Manuel Pérez Raygoza

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Psicología pastoral

ÍNDICE
Páginas
I. Introducción 3
1.1. El ser humano como unidad esencial 4
1.2. Psicología y pastoral 6
1.3. Definición y cometido de la psicología pastoral 7

II. Principales teorías sobre la personalidad humana


2.1. Teorías psicodinámicas 8
2.2. Teorías del comportamiento 16
2.3. Teorías humanistas 19
2.4. Teorías trascendentales 24
2.5. Valoración global sobre la utilidad pastoral de las teorías sobre la personalidad
humana. 25

III. Nociones esenciales sobre psicología evolutiva y diferencial


3.1. El ciclo vital 26
3.2. La adolescencia 29
3.3. La edad adulta temprana 33
3.4. La edad adulta media 35
3.5. La edad adulta tardía 36
3.6. La vejez 39
3.7. Psicología diferencial: hombre-mujer 40

IV. Caracteriología y tipos de personalidad 44

V. Algunos trastornos del comportamiento humano 57

VI. El diálogo pastoral


6.1. Algunas consideraciones preliminares 74
6.2. Análisis de la relación interpersonal en el diálogo pastoral 75
6.3. Técnica para el coloquio pastoral 77
6.4. La dirección espiritual 86

VII. Atención pastoral de personas en situaciones límite


7.1. Sufrimiento 91
7.2. Atención pastoral de los enfermos 96
7.3. Proceso de muerte 102

VIII. Atención pastoral de algunas situaciones pastorales específicas


8.1. Proceso de duelo 107
8.2. Personas con síndrome post-aborto 110

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Psicología pastoral

PSICOLOGÍA PASTORAL

I. INTRODUCCIÓN

«Llévalos a todos sobre ti como a ti te lleva el Señor.


Carga sobre ti, como perfecto atleta, las enfermedades de todos»1.

En repetidas ocasiones los evangelios nos presentan a Jesús en una actitud de


profunda sensibilidad y comprensión frente al dolor de quienes se acercan a él. Más aún,
los evangelios describen cómo el Señor, en varios momentos, toma la iniciativa de ir en
pos de quien padece en el cuerpo o en el alma, de quien se halla en una situación de
limitación, de desesperación o de franca postración, acercándose para sanar sus heridas y
ofrecerle la buena noticia, la salvación y la paz. En Jesús se hace carne aquello que el
salmo 146 afirma acerca del amor de Dios a su pueblo sufriente: “Él sana los corazones
destrozados, venda sus heridas” (sal 146,3). Así describe san Mateo la actitud pastoral de
Jesús:

Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la buena nueva del
Reino y curando toda enfermedad y dolencia en el pueblo (Mt 4,23).

El sacerdote, como sacramento vivo de Cristo buen pastor, recibe de Dios y de la


Iglesia la tarea de continuar la misión salvífica de Cristo y, como parte de esta misión,
entrar en contacto directo con lo más íntimo y sagrado de la persona humana, para tocar, en
nombre de Cristo, las heridas interiores de los fieles y llevarles la salvación que sólo Dios
les puede otorgar.
Las distintas y variadas dimensiones del ministerio sacerdotal revisten un carácter
de extrema responsabilidad y requieren del ministro ordenado la preparación y las
disposiciones espirituales de quien hace presente al mismo Cristo. Sin embargo, cuando se
trata de acceder al interior de las personas, a su conciencia y a su intimidad, la
responsabilidad se vuelve mayúscula.
Ahora bien, esta relación del sacerdote con el interior de los fieles, muchas veces
tendrá que ver con situaciones de dolor y sufrimiento (físico o espiritual), de confusión, de
desesperación, de crisis o de disfuncionalidad. Aquí las exigencias de sensibilidad, respeto,
comprensión y empatía, junto con la debida competencia, prudencia y pericia pastoral, se
vuelven insoslayables para el ministro ordenado.
Por ello, es preciso que quien hará las veces de Cristo, buen samaritano, quien
tendrá como tarea la guía de las almas, a lo cual san Gregorio Magno llama “el arte de las
artes”2, se esfuerce al máximo posible por adquirir, espiritual y académicamente, las
competencias que son necesarias para tan delicada labor, en la cual está en juego, ¡ni más
ni menos!, que el bien espiritual de los fieles que se confían a la cura pastoral del

1
S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a san Policarpo de Esmirna.
2
Cfr. S. GREGORIO MAGNO, Regla pastoral I, 1.

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Psicología pastoral

sacerdote. De ahí que el mismo san Gregorio se muestre perentoriamente exigente cuando
advierte sobre la imprudencia que sería atreverse a ser guía y médico de las almas sin tener
las disposiciones y habilidades requeridas:

Ningún arte se asume para ser enseñado, si antes no se ha aprendido con atenta reflexión.
Puesto que la dirección de las almas es el arte de las artes, ¡qué grande es la temeridad de
los que reciben el magisterio pastoral carentes de sabiduría. Pues, ¿quién no sabe que las
heridas del alma están más ocultas que las de la carne? Los que no conocen la fuerza
curativa de las plantas se avergüenzan de ser tenidos por médicos del cuerpo, en cambio,
los que no han conocido en absoluto las leyes del espíritu, no temen hacer de médicos del
alma3.

Conscientes de la mayúscula responsabilidad que conlleva la atención pastoral a los


fieles, en particular a quienes se acercan al sacerdote en una situación particular de
sufrimiento, emprendemos este curso, alentados por unas palabras de san Ignacio de
Antioquía a san Policarpo de Esmirna, que muy bien pueden ser un proyecto de vida para
el pastor que hace presente al único Pastor, al Pastor de los pastores:

Llévalos a todos sobre ti como a ti te lleva el Señor. Carga sobre ti, como perfecto atleta,
las enfermedades de todos4.

1.1. EL SER HUMANO COMO UNIDAD ESENCIAL

Si existe una realidad sobre la cual los seres humanos han escrito prolíficamente a
lo largo de toda la historia es, precisamente, acerca del hombre mismo. Resultan
incontables las reflexiones que el hombre ha hecho sobre sí mismo en el intento de
conocerse cada vez mejor y de descifrar el enigma que representa él para sí mismo.
De hecho, en el sustrato más íntimo que anima cada tiempo y cada cultura, subyace
siempre una antropología determinada, o, más aún, una gama de antropologías que definen
la postura del hombre ante sí mismo, ante su entorno y ante el misterio de Dios y de la
trascendencia.
El cometido de la introducción a esta materia no es analizar, más aún, ni siquiera
mencionar, el cúmulo inabarcable de ideas que se han generado en torno al hombre.
Bástenos aquí señalar que no sólo en el pasado, sino también en el presente, se ha
desarrollado una gama infinita de concepciones y posturas con respecto al hombre,
posturas en ocasiones parciales y, en muchos casos, radicalizadas.
Aquí sólo nos corresponde recordar que el ser humano es una unidad esencial que
no podemos fragmentar, sino que hemos de mirar y apreciar en toda su realidad: en su
dimensión corporal, psíquica y emocional, social, histórica, familiar, espiritual, religiosa,
etc.
La antropología teológica nos recordará siempre esta unidad esencial del hombre, la
realidad de la persona humana como imagen y semejanza de Dios y como “espíritu
encarnado”.
Por su parte, la psicología pastoral tendrá siempre presente al hombre total en su
dimensión espiritual como ser consciente y libre, en su realidad biológico-corporal, en su

3
S. GREGORIO MAGNO, Regla pastoral I, 1.
4
S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a san Policarpo de Esmirna.

4
Psicología pastoral

condición sexuada, en su carácter y personalidad, en sus sentimientos y emociones, en sus


pasiones y reacciones, en su contingencia, en su realidad biográfica y familiar, pero
también en sus aspiraciones, en su búsqueda de sentido y de trascendencia, etc.
Aunado a lo anterior, no puede perderse de vista que la ayuda que la psicología
pastoral pretende ofrecer al ser humano en la integración de su personalidad y en la
resolución de los momentos o situaciones críticas, se realiza teniendo en cuenta la unidad
de la persona y a partir de la fe en el Dios Trino y Uno. Dicho de otro modo, la psicología
pastoral partirá siempre de la antropología teológica cristiana, la cual se asienta sobre los
siguientes principios esenciales:
a. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.
b. El hombre es unidad sustancial de alma y cuerpo.
c. La originalidad, así como la trascendencia y la espiritualidad humanas, según el dato
revelado, radican en la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, con la
consiguiente referencia intrínseca a Cristo que esta realidad comporta.
d. El pensamiento bíblico presenta una visión unitaria del hombre. Ni el antiguo ni el
nuevo Testamento afirman una dicotomía entre alma y cuerpo.
e. El Nuevo Testamento subraya la unidad del hombre al afirmar la resurrección de los
muertos.
f. Para la revelación bíblica “espíritu” es la “facultad de lo divino”5.
g. El hombre está constitutivamente llamado a la comunión con Dios en Cristo.
h. Ante todo, a la luz de la perspectiva neotestamentaria, “La dimensión espiritual del
hombre que conocemos no viene sólo del alma como realidad ontológica, sino también
de la llamada en el Espíritu del Dios espíritu a la comunión con Él. En efecto, es
esencial a la visión cristiana de la trascendencia del hombre a este mundo la dimensión
dialogal, la comunión con Dios. No se trata de una mera trascendencia del hombre en
cuanto alma en las relaciones de este mundo, sino de la comunión con Dios, del «estar
con Cristo», del ver a Dios cara a cara”6.
i. “El hombre es desde el comienzo un ser llamado por el Espíritu de Dios, y por esta
misma llamada constituido en alma espiritual. Y por ello no será perfecto si no es en la
aceptación del Espíritu”7.
j. La concepción bíblica-cristiana del hombre completa, enriquece y eleva la visión
antropológica de la trascendencia humana, pues el hombre como ser consciente y libre,
como ser pensante, capaz de decidir, de amar, de buscar, de desear, de relacionarse y de
auto-trascenderse; como ser de esperanza y de sentido, es tal porque ha sido creado a
imagen y semejanza de Dios según el modelo de Cristo.
k. El hombre es consciente y libre para conocer y amar a Dios, es “capax Dei”. Este ser de
deseo que constitutivamente tiende hacia Dios logra en Cristo su máxima luz y
realización: “Nos creaste Señor para ti y nuestro corazón no descansará hasta que no
descanse en Ti” (san Agustín) o, como lo dice el Concilio Vaticano II en GS 22:

Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado.
Pues Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, de Cristo, el
Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor,

5
Cf. L. F. LADARIA, Introducción a la antropología teológica, 81.
6
Ibid., 87.
7
Idem.

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Psicología pastoral

manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su


vocación.

Por último, si se comprende la unidad esencial del ser humano y se tienen en cuenta
los ejes medulares de la antropología cristiana arriba mencionados, se comprenderá
fácilmente por qué la Iglesia se auxilia de una visión interdisciplinar acerca del hombre
(biología, medicina, psicología, antropología, etc.) a fin de ayudarlo, desde la fe, cuando se
enfrenta con el desafío de integrar su personalidad o procesar salvíficamente las
situaciones críticas que pudieran presentarse en determinados momentos de la vida.

1.2. PSICOLOGÍA Y PASTORAL

El cometido de la acción pastoral de la Iglesia es procurar a todos sus miembros,


tanto de modo individual como desde la perspectiva de su intrínseca y esencial pertenencia
a la comunidad cristiana (cuerpo místico de Cristo), los elementos que les permitan
secundar la acción de la gracia redentora de Cristo recibida en el bautismo y en el resto de
los sacramentos, ir madurando en la fe e ir creciendo en el seguimiento de Cristo en orden
a la santificación y a la salvación.
Pero resulta que el sujeto de la acción pastoral de la Iglesia es el hombre entero, el
hombre total de cuya unidad sustancial hemos hablado en el apartado anterior. Por eso, es
indispensable conocer a fondo a la persona, sujeto de la acción pastoral de la Iglesia, desde
sus diversas dimensiones y desde los enfoques de las ciencias que se encargan
directamente del estudio del ser humano.
Desde esta perspectiva, las ciencias psicológicas, en sus diversas corrientes y
especialidades, son un valioso instrumento para que el agente pastoral acceda al
conocimiento del mundo interior de las personas, pueda comprenderlas más a fondo y,
teniendo en cuenta los dinamismos que subyacen a ciertas reacciones y situaciones que
puede enfrentar una persona, intente brindar la ayuda necesaria, especialmente en
momentos de crisis y dificultad.
Lo anterior no significa abrigar la pretensión de “psicologizar” la pastoral. La
teología pastoral y la psicología tienen campos de competencia propios. Más aún, en la
labor pastoral, la psicología permanece siempre con carácter instrumental y no como un fin
en sí misma.
La psicología tiene su propio ámbito y su propio estatuto conceptual, el cual debe
ser respetado en su autonomía y en el campo de su competencia. Sin embargo, dicho
estatuto conceptual, en cuanto profundiza sobre la personalidad humana, resulta un
instrumento muy valioso para ayudar a las personas, pues permite un conocimiento más
amplio de las mismas al aportar datos sobre su estructura interna, sobre su carácter y
personalidad, sobre sus motivaciones profundas y, en su caso, sobre los conflictos
interiores no resueltos y sus causas, teniendo siempre en cuenta que “la gracia supone la
naturaleza”.
Es deseable, por lo tanto, que el pastor conozca la personalidad humana, sus etapas
y ritmos de crecimiento, sus potencialidades y debilidades, sus reacciones, momentos de
crisis, etc. Es prácticamente indispensable un conocimiento, al menos elemental, de las
distintas teorías sobre la personalidad humana y sus posibles trastornos, sobre psicología
evolutiva, sobre la psicología propia del varón y de la mujer, así como de los rasgos que

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Psicología pastoral

conforman los diversos tipos de “caracteres” que la ciencia psicológica ha ido


descubriendo y estudiando, salvaguardando, obviamente, el principio fundamental de que
cada persona es única e irrepetible y no se le puede encasillar sin más en un tipo de
personalidad.

1.3. DEFINICIÓN Y COMETIDO DE LA PSICOLOGÍA PASTORAL

“La psicología pastoral es una rama de la teología [pastoral] que estudia los
procesos inherentes a las situaciones pastorales”8 específicas que requieren un atento
estudio de la personalidad del individuo y de sus procesos internos, a fin de ayudarle a
resolver e integrar dichas situaciones, desde la doble perspectiva del equilibrio humano y de
la vida de fe.
No se debe olvidar que cada diálogo pastoral es, ante todo un encuentro de fe y, por
lo tanto, un evento salvífico en el cual tiene un papel preponderante la gracia de Dios. La
psicología permanece siempre con un carácter instrumental y como un subsidio en la
atención pastoral de las personas, lo cual no quiere decir que pueda relativizarse la
importancia de esta ciencia en la ayuda a los individuos.
Si quisiéramos individuar los cometidos principales de la psicología pastoral,
podríamos mencionar al menos los siguientes:
a. Tender puentes entre psicología y acompañamiento pastoral.
b. “[…] Hacer accesibles para la teología [pastoral] los resultados de la investigación
psicológica [a nivel del] diagnostico, la profilaxis y la terapia, de manera que
puedan llegar a ser fecundos para una praxis de la Iglesia adecuada al evangelio y a
las preguntas de los seres humanos”9.
c. Descubrir los elementos proporcionados por la psicología que pueden ayudar al
agente pastoral en la atención y seguimiento de casos específicos que tienen que ver
con el proceso de fe de la persona, pero que al mismo tiempo poseen una raíz de
índole prioritariamente psicológica.
d. Conocimiento elemental de las diversas teorías sobre la personalidad humana.
e. Ofrecer conocimientos esenciales acerca de los posibles trastornos de la
personalidad humana.
f. Ofrecer nociones acerca de la psicología evolutiva.
g. Proporcionar nociones sobre caracteriología.
h. Introducir al conocimiento sobre los dinamismos que subyacen en algunas
dificultades particulares para cuya resolución las personas acuden normalmente al
sacerdote o agente de pastoral. Los ejemplos son innumerables: depresión, soledad,
pérdida, abandono, divorcio, desempleo, rechazo, problemáticas familiares,
situaciones conyugales, conflictos de conciencia, educación de los hijos (en especial
en etapas críticas como la adolescencia), abuso sexual, adicciones, intento de
suicidio, pérdida del sentido de la vida, enfermedad, muerte de un ser querido y un
largo etc.

8
M. SZENTMÁRTONI, Camminare insieme. Psicología pastorale, San Paolo, Milán 2001, 6.
9
I. BAUMGARTNER, Psicología pastoral. Introducción a la praxis de la pastoral curativa, Desclée De
Brouwer, 1997, 49.

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i. Brindar elementos esenciales sobre la entrevista pastoral en sus diversas


modalidades: consejo, dirección espiritual, entrevista pastoral no reglada, etc.
j. Acompañamiento de grupos.

II. PRINCIPALES TEORÍAS SOBRE LA PERSONALIDAD HUMANA10

¿Qué es la personalidad?

Por personalidad entendemos el conjunto de características de una persona, es decir,


la organización dinámica que cada individuo hace de sus elementos psico-físicos, lo cual
determina su forma de pensar, de sentir y de actuar. Dicha organización dependerá de
múltiples factores, pero ante todo de las relaciones interpersonales que el individuo vaya
estableciendo a lo largo de la vida y de su contacto y proceso de adaptación al medio que lo
rodea.
La personalidad del individuo podría sufrir modificaciones a lo largo de la vida en
razón de las circunstancias que vaya enfrentando y las relaciones que vaya estableciendo,
sin embargo, existe un sustrato de rasgos que, una vez definida la personalidad, persistirán
a lo largo de toda la vida. Por eso, Morris y Maisto definen la personalidad humana en estos
términos:

El patrón único de pensamientos, sentimientos y conductas de un individuo que persisten a


través del tiempo y de las situaciones11.

¿Qué es una teoría sobre la personalidad?

Llamamos teoría de la personalidad a una determinada concepción sobre la


naturaleza humana, unida a un conjunto de hipótesis que intentan describir y explicar el
comportamiento humano y sus raíces.
Existen diversas teorías acerca de la personalidad humana, su estructuración, sus
dinamismos más profundos y sus posibles conflictos y patologías.
A toda teoría sobre la personalidad subyace una determinada concepción del
hombre u antropología.

2.1. TEORÍAS PSICODINÁMICAS

Una de las teorías más importantes y de mayor influencia acerca de la personalidad


humana es el llamado psicoanálisis, cuyo máximo representante es Sigmund Freud, aunque
de sus postulados han surgido distintas derivaciones y posicionamientos acerca de las
íntimas motivaciones de los seres humanos.

10
Téngase en consideración que los contenidos ofrecidos en este capítulo acerca de las principales teorías
sobre la personalidad humana son, en buena parte, una síntesis (y en varios párrafos transcripción literal),
traducción y glosa personales de la versión en lengua italiana del libro de M. SZENTMÁRTONI, Camminare
insieme. Psicología pastorale, San Paolo, Milán 2001, 10-31.
11
CH. MORRIS y A. MAISTO, Introducción a la psicología, México, Pearson Educación, 2001, 406.

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Según el psicoanálisis, la clave hermenéutica para entender a la persona y para que


la persona se entienda a sí misma hasta donde es posible, es el inconsciente de la persona,
en el cual radican las principales causas de los conflictos que aquejan a los individuos.
Un concepto también importante para el psicoanálisis es el de la evolución de la
persona, pues se considera que ésta atraviesa, a lo largo de su vida, diversos estadios, en los
cuales las experiencias del pasado, especialmente las experiencias de los primeros tres años
de la vida, van dejando huellas evidentes y siguen ejerciendo una enorme influencia en el
presente de la persona.

2.1.1. El inconsciente

Freud compara la psiqué del hombre con un iceberg: la parte menor del iceberg, la
que se alcanza a ver, es la parte de la conciencia humana, mientras que la mayor parte de la
personalidad humana y de sus dinamismos, aquello que no se ve, es la zona del
inconsciente.
Precisamente en el inconsciente se encuentran los impulsos, las pasiones, las ideas,
los sentimientos que están escondidos y reprimidos, que no saltan a la luz y que sin
embargo, ejercen, sin que la persona lo advierta claramente, un poderoso influjo en ella,
influjo que resulta prácticamente incontrolable por la persona mientras no se dé cuenta de
su existencia, es decir, mientras no haga consciente esos impulsos, pasiones y sentimientos.
En otros términos, dichos impulsos son fuerzas vitales tan potentes, que ejercen un
control imperioso sobre las necesidades y sobre los pensamientos conscientes del hombre.
Para Freud, la represión e inconsciencia de tales impulsos se debe, principalmente,
a un inadecuado manejo de los impulsos instintivos y de los deseos libidinosos de la
primera infancia, pues considera que gran parte de los conflictos de la personalidad radican
en aspectos no resueltos de la sexualidad, en particular de la libido.
Los impulsos reprimidos o relegados permanecen en la etapa del infantilismo,
puesto que no fueron asumidos ni integrados por la persona en su proceso de maduración.
Pero como esos impulsos son dinámicos, es decir, tienen fuerza sobre el individuo aunque
él no los conozca y no se dé cuenta de su existencia, entonces cuando la persona es
biológicamente adulta se puede comportar de manera infantil, concretamente respecto a sus
impulsos reprimidos de la infancia.
En su análisis sobre el hombre, Freud describe los estadios de evolución de la libido
del primero al sexto año de edad (principio evolutivo) y encuentra en los adultos enfermos
la no evolución o el empantanamiento en alguno de dichos estadios, lo cual se hace
manifiesto sobre todo en situaciones particulares de estrés o en experiencias traumáticas.
Recuérdese que para Freud libido es el conjunto de todas las energías que se
encuentran a disposición del eros, es decir, de los instintos de amor y placer. Estas energías
hacen que el hombre tienda naturalmente a obtener placer de las zonas erógenas de su
cuerpo.
Sintetizando todo lo anterior, para Freud las enfermedades psíquicas son anomalías
en el desarrollo de la libido y regresiones a las etapas disturbadas de la infancia.

2.1.2. Las fases del desarrollo sexual según Freud

Según Freud, las fases del desarrollo del individuo están directamente conectadas
con el desarrollo sexual, el cual, a su vez, está vinculado con la evolución de la libido.
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Psicología pastoral

Ahora bien, el desarrollo-evolución de la libido tiene mucho que ver con las zonas del
cuerpo del niño en donde se centra el placer sexual. El psicoanálisis ortodoxo distingue las
siguientes fases de desarrollo sexual en la persona:

a) Fase oral. Primer año de la vida

Es la primera fase de desarrollo del niño. Para Freud la estimulación oral, la


estimulación táctil y la receptividad sensorial emergen en el primer año de vida como uno
de los principales intereses del niño (erotismo oral). El niño está básicamente centrado
sobre sí mismo.
Entre los primeros 4-6 meses de vida, el niño aún no ha elaborado un “objeto
personal” y se relaciona con la madre como con “algo” impersonal, por lo cual, la
separación de ella en esos primeros meses normalmente no tiene un carácter traumático.
Es sólo hasta el final del primer año de la vida que el niño capta a la persona que lo
asiste más cercanamente como la figura de la “madre” y la identifica como el origen de
quien lo toca, lo estimula, etc., en toda la gama sensorial.
Según Freud, la fijación y la sucesiva regresión a la primera fase oral pueden llevar
más adelante a la psicosis y a la esquizofrenia, mientras que la regresión o fijación en la
segunda fase oral puede generar manías, depresiones, actitudes maniaco-depresivas, morbo,
enfermedades psicosomáticas, neurosis impulsivas y conductas hipocondriacas.
Ahora bien, según el psicoanálisis, los rasgos de personalidad típicos de una persona
con regresión a la fase oral, serían los siguientes:
a. Pasividad y dependencia.
b. Necesidad desproporcionada de asistencia y ayuda.
c. Necesidad de contactos físicos o emocionales a toda costa.
d. Un amor buscado sin ninguna condición: “Pégame pero no me dejes”.
e. Una sensibilidad egocéntrica
f. Necesidad excesiva de llamar la atención

b) Fase anal-uretral. Del segundo al cuarto año de la vida

Es la fase del desarrollo del niño en la cual la expulsión de las heces fecales y la
manipulación de su propio cuerpo están al centro de su interés. Se centra en la actividad
física y locomotriz, por ejemplo, mediante la defecación, pero no solamente. El niño
comienza a moverse mucho más y en ese moverse va aprendiendo también el rol de
autoridad de parte de los padres que, en cierto modo, intentan controlar los movimientos y
reacciones del niño. Se comienza a suscitar aquí el combate o lucha entre el control que los
padres ejercen y los impulsos que el niño quiere vivir sin más.
La fijación en esta etapa podría provocar, según Freud, masoquismo, neurosis
obsesivas y perversiones sádicas.
¿Cuáles serían algunos rasgos de personalidades con fijación en la fase anal?
a. Pedantería
b. Avaricia
c. Terquedad

Más aún, según el psicoanalista Jones, las personas con fijaciones en la fase anal suelen
ser precisas, extremadamente pulcras, minuciosas, circunspectas y rígidas.
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Psicología pastoral

c) Fase fálica o genital. Quinto al séptimo año de la vida

Según Freud la persona pasa por dos fases genitales. En la primera (hacia los 4-5
años de vida) comienza a centrar su atención sobre sus órganos sexuales y comienza ya a
percibir la diferencia anatómica de los sexos. Se desarrolla más ampliamente la necesidad
de estimulación de los órganos genitales y de contacto físico con otras personas e incluso
de deseos propiamente sexuales hacia otras personas.
El niño descubre a la mamá no sólo como la mamá, sino como mujer, porque él está
descubriendo su propia masculinidad. Quiere que la mamá “sea toda para él” y entra en
rivalidad con el padre.
Para la niña, su naciente interés heterosexual la orienta hacia el padre, es decir,
hacia una persona psicológicamente distinta a la madre, lo cual la pone en conflicto con la
madre.
La fijación o regresión tardía a la primera fase genital puede llevar a la histeria y a
la homosexualidad o, en otros casos, a la impotencia en el varón y a la frigidez en la mujer.
Asimismo, si se fija una personalidad histérica, la persona tenderá a juzgar ciertas
situaciones sociales como situaciones de experiencia sexual y a satisfacer sus intereses
sexuales de forma morbosa.
La segunda fase genital comenzará con la pubertad y la persona irá desarrollando
cada vez más interés hacia sus coetáneos de diverso sexo. Esta segunda fase genial se
extiende a toda la edad adulta del ser humano.

2.1.3. El complejo de Edipo

Según Freud, cuando el niño o la niña han logrado percibir la diferenciación sexual
(el niño gracias a la relación con la madre y la niña gracias a la relación con el padre),
comienza en él un proceso de atracción y deseo sexual hacia la madre (los niños) y hacia el
padre (las niñas). Esto hace que el niño varón compita inconscientemente con el padre, lo
vea como rival en relación a la madre y, además, se sienta amenazado por el padre con
peligro de castración. Poco a poco el niño irá declinando en sus deseos sexuales hacia la
madre y se irá identificando con el padre, logrando así fijar en sí mismo la imagen
masculina con mayor claridad que antes. Mutatis mutandis, dígase lo mismo de las niñas
con respecto a la madre.
Según Freud, si el complejo de Edipo no se supera, se corre el riesgo de que en edad
más avanzada, la persona viva algunas neurosis, disfunciones de personalidad (por ejemplo
la homosexualidad) e incluso perversiones.

2.1.4. Estratos de la mente según el psicoanálisis

El psicoanálisis habla de diversos “estratos de la mente”, los cuales son el


consciente, el pre-consciente y el inconsciente. Estos “estratos” de la mente consisten en la
claridad con que los procesos psíquicos son conocidos y aceptados por el sujeto que los
vive.
a. El preconsciente está formado por lo que hemos olvidado pero que fácilmente se
vuelve consciente.

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b. El inconsciente, que es una fuerza vital, está formado por todo lo que quedó
olvidado a causa de la represión.
c. El consciente es lo que aparece a flor de piel en nuestros pensamientos, acciones,
sentimientos, etc.

El gran descubrimiento de Freud y el centro de su teoría es que, según él, todo


aquello que forma parte del inconsciente tiene un carácter dinámico y pulsante que hace
que en el interior de la persona se establezca una lucha de fuerzas y que las fuerzas del
inconsciente sean tan poderosas que, cuando logran romper la barrera de la inconsciencia,
salen a la luz. Si no, de todas formas, se escapan de una u otra forma (en gestos, sueños,
actitudes, reacciones, fobias, deseos, etc.)

2.1.5. Componentes de la personalidad según el psicoanálisis

Para explicar la dinámica del desarrollo psicológico y la constitución estructural


interna del individuo, Freud identifica tres componentes de la personalidad humana:

a) Ello. Es lo que hemos heredado y sobre lo cual no tenemos una influencia directa,
especialmente los instintos, que provienen de la constitución somática de nuestro ser. Es
inconsciente, se guía ciegamente por el principio del placer, no posee pautas morales ni
consideraciones para con los demás. Busca una gratificación inmediata, una satisfacción
inmediata. In nuce, es impulsivo.
El ello está en relación principalmente con los instintos de eros (amor, placer) y
tánatos (muerte, destrucción).
Aunque ambos instintos (eros y tánatos) están enraizados en el cuerpo, son fuerzas
que liberan energía mental y el ello almacena todas esas energías.
El instinto sexual es parte primordial del eros y la libido es el nombre de todas las
energías que se hallan a disposición del eros (es decir, del amor y del placer).

b) Yo. Comienza a desarrollarse conforme el niño, gradualmente, aprende que también los
demás tienen sus propias exigencias y necesidades y que la gratificación de sus necesidades
(las del niño) en ocasiones necesariamente tiene que postergarse. Va surgiendo así el
aspecto racional de la personalidad, el cual tiene la tarea de mediar entre las desenfrenadas
exigencias del ello y los límites impuestos por el mundo real.
El yo funciona con base al principio de la realidad y ayuda al ello a que viva según
lo que la vida es en realidad y no con base en aquello que querría que fuera. Dirige la
personalidad. Es en parte consciente y subconsciente. El yo está integrado por el
pensamiento, la memoria y la percepción, todo en relación con la realidad.

c) Super ego o super yo. Es el resorte ético de la personalidad que se forma gracias a la
asimilación de las normas de los padres acerca de lo bueno y de lo malo. Comienza a
desarrollarse en torno a los 4 o 5 años, edad en la que el niño va aprendiendo a identificarse
con las normas morales de los padres y a distinguir más claramente entre lo bueno y lo
malo según los valores enseñados por los padres y demás adultos.
El super yo está formado por dos componentes: la conciencia moral y el yo ideal.
Tiene la función principal de conseguir la perfección y tener al ello bajo absoluto control.

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2.1.6. Los mecanismos de defensa

Los mecanismos de defensa son procesos mentales habituales, inconscientes y en


ocasiones patológicos, que el yo usa para hacer frente a los conflictos con la realidad
externa o con la propia realidad afectiva interna.
El objetivo de estos procesos mentales es enmascarar, con comportamientos
exteriores, la realidad interior a fin de mantener el equilibrio del yo y proteger la estima de
sí mismo, amenazada por las fuerzas y pulsiones, neutralizando o negando los conflictos.
Todos los mecanismos de defensa tienen tres características comunes:
a. Niegan, deforman o falsifican la realidad externa.
b. Son automáticos y no deliberados.
c. Operan a nivel del inconsciente, por lo cual la persona no se da cuenta de su
existencia.

Ahora bien, para entender la función de los mecanismos de defensa es básico


comprender antes el concepto de frustración. La frustración es la reacción emocional que se
genera en una persona cuando no logra un objetivo o cuando experimenta múltiples
obstáculos para alcanzarlo. Los obstáculos que pueden bloquear la consecución de un
objetivo son de cuatro tipos:
a. Provenientes del ambiente físico.
b. Limitaciones biológicas.
c. Situaciones de la estructura psicológica.
d. Aspectos del ambiente social.
Ante una situación de frustración, el individuo puede reaccionar adaptándose
(asimilando, superando, cambiando de objetivo o de medios para llegar al objetivo,
redefiniendo la propia situación, etc.).
Cuando el individuo no se logra adaptar a la situación frustrante, entonces vienen
comportamientos como la agresión, la regresión, la fijación y la resignación. Estos
comportamientos son una solución que la persona encuentra a su frustración y, en sí
mismos no son comportamientos patológicos.
Sin embargo, cuando un individuo es presa de una grave o prolongada frustración,
su incapacidad para alcanzar sus objetivos puede hacer que surjan sentimientos de fracaso
personal y de ansiedad crónica. Es entonces cuando surgen los mecanismos de defensa.
Son varios los mecanismos de defensa, pero para efectos del acompañamiento
pastoral podemos dividirlos en cuatro tipos o grupos principales:

a) Diversas formas de agresividad

Normalmente la función de la agresividad es la afirmación del yo, es decir, la


autoafirmación. La agresividad se desencadena cuando hay una gran acumulación de
tensión generada por la frustración persistente (por ejemplo, en los desempleados, en los
niños golpeados, en las personas maltratadas o humilladas, etc.).
El individuo recurre a la agresividad porque al experimentarse frustrado, siente que
mediante la agresividad se auto-afirma y defiende su valía, pero además porque la
agresividad representa una especie de desfogue.

13
Psicología pastoral

La agresividad puede adquirir distintas formas: palabras, violencia física, rechazo,


calumnias, chismes (¡el chisme es una forma de agresión!), mentiras e incluso silencios (el
silencio suele ser una agresión pasiva).
La agresión puede volverse incluso contra sí mismo: la persona que se descuida,
sube o baja desproporcionadamente de peso, deja de arreglarse, se maltrata, etc. (agresión
intrapunitiva).
La intrapunición tiene como objeto “saldar deudas”, auto-castigarse para sentir que
mediante ese castigo se paga alguna culpa y reconquistar así la estima de sí mismo, etc.
La agresividad puede ser:
i. Directa: contra el objeto que representa el obstáculo para alcanzar el objetivo y
genera frustración.
ii. Transferida: cuando se traslada a otros objetos o personas.
iii. Difusa: cuando se manifiesta como irritación y descontento general.

b) Evasión

Cuando la situación es demasiado difícil, el sujeto puede reaccionar buscando


relativizar la importancia de lo que le preocupa o le desafía, tomar una decisión distinta o,
francamente, abandonar la situación para no sentir frustración.

Tipos de evasión:

i. Remoción. Significa que el individuo excluye de su conciencia, olvida o deja de ser


consciente de algunas necesidades, actividades o contenidos psicológicos. El
material removido normalmente lo es porque está en conflicto con los valores y los
tabúes sociales. Según Freud, las necesidades más susceptibles de removerse son el
sexo, la agresividad y el poder puesto que permanecen en conflicto con el yo ideal.
ii. Proyección. Es un proceso mental por medio del cual se atribuyen a otros los
propios errores o aspectos conflictuados de la personalidad. Adjudicar los propios
errores a otros, rechazar en otros lo que nos desagrada de nosotros mismos. Por
ejemplo, cuando la persona que se siente moralmente culpable tenderá a ver a los
demás como pecadores, etc.
iii. La fantasía y el sueño. Es una forma de realizar los sueños y las tendencias
prohibidas o censuradas por el super yo.
iv. Autismo.
v. Enfermedades psicosomáticas, pues ayudan a la persona a auto-justificarse, a sentir
que no tiene tanta responsabilidad sobre algo, a evadirse de alguna realidad, etc.
vi. Regresiones: retorno a edades menos maduras.
vii. Fugas: alcohol, sueño exagerado, comida, droga, sexo, cine, TV, internet, etc.
viii. Timidez y aislamiento.

c) Reinterpretación

Mecanismo mental por el cual el sujeto reestructura su percepción respecto al hecho


conflictivo, frustrante o doloroso, disminuyendo así, ante sus propios ojos, la dificultad
vivida. Sobre este particular son típicas las expresiones: “al fin que ni lo quería”, “no estaba

14
Psicología pastoral

tan bien”, “ya vendrá en otra ocasión”, “algo tendrá de positiva esta situación”, “podría
haber sido peor”, “de aquí sacaré muchas enseñanzas”, etc.
Uno de los modos de hacer la reinterpretación es la racionalización porque ésta
permite justificar el propio comportamiento y las propias creencias, aún cuando en sí
mismas no sean aceptadas por el individuo o por los demás.

d) Sustitución del objeto no alcanzable por otro sí alcanzable. Se lleva a cabo


principalmente mediante:

i. La sublimación. Adoptar sentimientos y comportamientos que están en armonía al


mismo tiempo con el objeto originalmente deseado y con las exigencias de la
sociedad.
ii. La compensación.
iii. La identificación. “A donde fueres haz lo que vieres”.
iv. La actitud reactiva. Una actitud o pensamiento fuertemente contrapuesto a una
tendencia inconsciente. Por ejemplo, quien conduce una campaña anti-racial puede,
en el fondo, estar escondiendo su sentido de culpa por ser él mismo un racista;
expresar demasiada simpatía hacia una persona para disfrazar la hostilidad hacia
ella o al revés, mostrar hostilidad y rechazo hacia una persona para ocultar la
simpatía, atracción o deseo de acercarse a esa persona; rechazar a una persona
porque en el fondo se le admira y no se puede ser como ella o porque se le tiene
envidia, etc.

2.1.7. La terapia psicoanalítica12

La terapia psicoanalítica consiste en ayudar al paciente a que los eventos de su vida


y de su personalidad que se han hecho inconscientes mediante los mecanismos de
represión, se vuelvan conscientes de nuevo a través de la catarsis.
En otros términos, el psicoanálisis persigue facilitar al paciente la comprensión de
los mecanismos de defensa que lo condujeron a la represión de las experiencias negativas,
adquirir conciencia clara de los motivos de dicha represión, e incluso hacer consciente la
lucha entre las fuerzas del consciente y del inconsciente y aquellos impulsos que el
inconsciente ha reprimido. Es entonces cuando la persona suele recurrir a los mecanismos
de defensa.
Para lograrlo, la terapia psicoanalítica trabaja para que, mediante la asociación libre
de ideas el paciente se autodescubra, analiza los sueños y ayuda a desenmascarar los
mecanismos de defensa. Esto con la finalidad de que se dé el fenómeno de la transferencia,
elemento clave en el tratamiento.
La transferencia consiste en la reactualización de previas actitudes emocionales
hacia otras personas, que se transfieren a la persona del analista, sobre todo las
particularidades de los conflictos del enfermo.

12
Los datos sobre la terapia psicoanalítica aquí presentados están tomados de: F. FRANCO ÁLFARO,
Razones para vivir. Psicología de la personalidad, visión trascendente, Universidad La Salle, México, s/f, 8.

15
Psicología pastoral

El tratamiento llega a sus fases finales cuando se resuelve la transferencia y el


paciente tiene la evidencia de haber esclarecido sus recuerdos infantiles. A este
procedimiento se le llama catarsis o limpieza.

2.1.8. Valoración crítica sobre el psicoanálisis

La valoración que podemos hacer sobre el psicoanálisis, ante todo desde el punto de
vista de la antropología de fondo que maneja y de su utilidad en el acompañamiento
pastoral, es la siguiente:

a. Positivamente, otorga diversos elementos para la comprensión de la personalidad


humana, sobre todo a nivel del inconsciente, de las motivaciones y de los mecanismos
de defensa.
b. Negativamente, parte de una antropología reduccionista: acentúa
desproporcionadamente la dimensión instintiva del ser humano, todo depende de la
libido y del inconsciente. Olvida, por lo tanto, los elementos sanos y las capacidades
superiores de la persona.
c. Es determinista, pues considera que todo individuo está enfermo.
d. Esta terapia ha sido muy criticada porque no existen pruebas satisfactorias de su
eficacia.
e. Con todo, conceptos como el inconsciente, mecanismos de defensa y la transferencia,
son muy útiles en el campo del acompañamiento pastoral.

2.2. TEORÍAS DEL COMPORTAMIENTO

Como principales representantes de estas teorías tenemos a Burrhus Frederic Skiner


y a John Bramen Watson (1878-1978). Su doctrina fue como un puente entre el estudio de
la conducta animal y de la conducta humana. “Combinó en un solo sistema el pragmatismo
de W. James, el funcionalismo de Dewey y las teorías del condicionamiento de los reflejos
de Pavlov”13. Las teorías del comportamiento intentan explicar al hombre y todas sus
actividades como si éste fuera una máquina que responde a estímulos.
Para los exponentes de estas teorías “Los psicólogos deben seguir el ejemplo de las
ciencias físicas: ser materialista, mecanicista y objetiva; suponer lo espiritual es abrir la
puerta a la magia y a la mística. La conducta del hombre es la actuación de un organismo
biológico en un medio social y físico. La misión de la psicología es predecir y tratar de
modificar la conducta humana estableciendo relaciones entre estímulo y respuesta”14.
La psicología conductista “Emerge de los métodos y técnicas de las ciencias
naturales y se aboca al estudio de los fenómenos elementales, las sensaciones, la memoria,
la mecánica de la actividad psíquica. Esta corriente conceptúa a la personalidad como un
producto de nuestro sistema de hábitos, con el consiguiente relativismo ético y cultural.

13
F. FRANCO ALFARO, Razones para vivir. Psicología de la personalidad, visión trascendente,
Universidad La Salle, México, s/f, 6.
14
Idem.

16
Psicología pastoral

Bajo la óptica conductista no somos más que víctimas pasivas, flexibles y maleables del
ambiente, [el cual] determina nuestra conducta”15.
En contraposición a las teorías psicoanalíticas que consideran que el inconsciente
posee una función determinante en la vida del individuo, las teorías del comportamiento o
teorías conductistas, afirman que lo decisivo en la vida de la persona es su comportamiento
observable, el cual está siempre influenciado por las experiencias que el individuo va
acumulando y por el medio ambiente.
Para el conductismo la psicología debe ser una ciencia eminentemente práctica, libre
de especulaciones e introspecciones innecesarias, y más bien centrada en el análisis,
previsión y control del comportamiento de los individuos.
Esto quiere decir que las teorías conductistas prescinden de la consideración de los
problemas del sustrato biológico del comportamiento (situación de salud, herencia,
genética, control hormonal, etc.), de los estados subjetivos (como los sueños y las
alucinaciones) y rechazan la posibilidad de una ciencia sistemática de los fenómenos
psíquicos.
Más bien, los conductistas radicales hablan de “condicionamiento operante”, en el
sentido que “el individuo está condicionado por su ambiente. La bondad y la maldad son
simplemente recompensadas, no hay ni libertad ni dignidad. La conducta humana es un
fenómeno natural y, por lo tanto, puede ser estudiada científicamente.
Como todo fenómeno natural, la conducta humana está sujeta a leyes naturales, no
es un fenómeno errático o aleatorio, sino que tiene razones y causas.
Para el conductismo radical, los pensamientos y sentimientos no son auto-
originados sino producidos por la interacción del individuo con el medio. Algo ocurre en el
medio que nos hace sentir o pensar algo. La relación de la conducta con el medio es
recíproca. La conducta afecta al medio y el medio afecta a la conducta”16.
Lo que importa es el comportamiento de la persona. Por lo tanto, para este tipo de
teorías los conceptos clave son:

a. Comportamiento
b. Estímulo
c. Reacción
d. Adaptación
e. Aprendizaje

2.2.1. Aprendizaje

Las teorías del aprendizaje consideran que la clave para la comprensión de la


naturaleza humana está en el modo en que el individuo ha sido influenciado e incluso
determinado por el medio ambiente en el que ha vivido.
Estas teorías consideran que el modo en el que una persona se comporta se logra a
través del aprendizaje, puesto que el hombre es por antonomasia un ser reactivo.
Niega la existencia del libre albedrío y, por lo tanto, de la responsabilidad del
individuo. Son los estímulos del medio ambiente los que determinan y forjan la
personalidad. Desde este punto de vista, no existe, para estas teorías, la categoría de mérito

15
F. FRANCO ALFARO, Razones para vivir. Psicología de la personalidad, visión trascendente, 2.
16
http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Teor%C3%ADas_de_la_personalidad&oldid=29198683

17
Psicología pastoral

o culpa, pues la naturaleza humana no es ni buena ni mala, las personas simplemente


reaccionan y responden al ambiente que les rodea.
Por aprendizaje se entiende el proceso mediante el cual la persona, influenciada por
el medio ambiente, o raíz de alguna experiencia, adopta un cambio relativamente estable en
su capacidad de operar o de conducirse.
Se “aprenden” los comportamientos, los conocimientos, las actitudes, los
sentimientos, los prejuicios, los valores y las formas de pensar.
Los principales procesos de aprendizaje serían:

a. Aprendizaje por observación. El individuo puede aprender a comportarse viendo


cómo se comportan otras personas, sobre todo cuando éstas son percibidas como
modelo para la persona en proceso de aprendizaje.
b. Aprendizaje por identificación. El proceso que subyace al aprendizaje por
observación y por imitación es el de la identificación, el cual resulta determinante
durante toda la vida. Pensemos, por ejemplo, lo importante que resultan para una
persona no solamente el padre o la madre, sino también sus maestros, amigos,
sacerdotes, etc. o personas que resultan significativas.
c. Aprendizaje por “refuerzo” o “motivación”. Si un comportamiento del individuo es
confirmado, reforzado, ratificado, seguido de un estímulo placentero, seguramente
se repetirá en el futuro y se presentará con frecuencia. Por eso, el comportamiento
de una persona puede ser modificado en razón de los estímulos agradables o
desagradables que reciba.
Asimismo, el comportamiento de la persona puede modificarse también por
la ausencia de refuerzo o por un refuerzo negativo a fin de que ya no haga lo que
hacía. Por eso algunos autores piensan que un comportamiento que se lleve a cabo
sin un refuerzo se irá debilitando paulatinamente.

2.2.2. Los problemas de comportamiento

Según las teorías comportamentales, los problemas de comportamiento en un individuo


pueden surgir y manifestarse de dos formas:
a. Cuando la persona no logra comportarse como quisiera y ello le genera un conflicto
interno o sensación de malestar.
b. Cuando se suscita una reacción inadecuada ante los problemas. La mayor parte de
los comportamientos neuróticos son reacciones inútiles que no resuelven los
problemas de las personas porque implican una reacción inadecuada ante ellos.

2.2.3. Valoración crítica sobre las teorías conductistas

a. Positivamente, resaltan la idea del devenir y del cambio. La persona no está


determinada fatídicamente a ser siempre la misma. Existe en la persona una posibilidad
de cambio, aunque sea meramente conductual.
b. Son reduccionistas en cuanto consideran la personalidad humana solamente como un
conjunto de hábitos y canalización de necesidades.
c. Son mecanicistas porque conciben al ser humano como una máquina que se puede
programar.
d. Son deterministas, en cuanto absolutizan la influencia del ambiente sobre la persona.
18
Psicología pastoral

e. Niegan la existencia del libre albedrío y de la intencionalidad.


f. No obstante, aportan elementos que, rectamente entendidos y aplicados, pueden ser
importantes en la educación del ser humano, puesto que, por ejemplo, las virtudes, son
hábitos aprendidos mediante la educación y la repetición.
g. Incluso la ascesis puede ser considerada, en cierto modo, como una técnica para
aprender o “des-aprender” determinados comportamientos (los cuales, lógicamente,
deben estar sustentados en valores y motivaciones sólidas).

2.3. TEORÍAS HUMANISTAS O «TERCERA FUERZA DE LA PSICOLOGÍA»

Surgieron en los años sesentas como reacción al determinismo psicoanalítico. Si


bien estas teorías tienen en cuenta los aspectos conscientes e inconscientes de la
personalidad, también afirman la existencia de los valores espirituales en el hombre y sus
posibilidades de autorrealización y de crecimiento, pues consideran que el ser humano está
esencialmente abierto a crecer y a realizar sus propias potencialidades.
En 1950 se funda la asociación de psicología humanista, la cual define sus intereses
de la siguiente manera: “La psicología humanista se interesa primordialmente por aquellas
capacidades y potencialidades humanas que no tienen lugar sistemático ni en la teoría
conductista o positiva ni en la teoría psicoanalítica clásica; por ejemplo: el amor, la
creatividad, el autodesarrollo, el organismo, la gratificación de las necesidades básicas, la
autorrealización, los valores más altos, el ser, la objetividad, el juego como representación,
la trascendencia del yo, la objetividad, la autonomía, la responsabilidad, el significado de la
vida, la salud psicológica y otros conceptos afines”17.
Al contrario del psicoanálisis, los autores de las teorías humanistas proponen sus
postulados partiendo de los individuos sanos y autorrealizados. Se distinguen, por lo tanto,
del psicoanálisis y de las teorías conductistas en que:

a. Estudian la naturaleza y las cualidades del ser humano.


b. Descubren las potencialidades del ser humano.
c. Descubren, desarrollan y utilizan técnicas para potenciar esas posibilidades.
d. Ayudan a que la persona ejercite sus potencialidades en cada ámbito de su vida y
desarrollo.

El padre y principal exponente de este movimiento es Abraham Maslow. Otros


exponentes también importantes de esta corriente son: Fritz Perls, E. Fromm, Víctor Frankl,
Carl Rogers, K. Horney y K. Goldstein.
Rechazan el determinismo freudiano y aseguran que la personalidad puede
modificarse incluso ya en la edad adulta.
Uno de los conceptos claves de la psicología humanista es el de autorrealización.
Por otro lado, la lectura superficial de las teorías humanistas haría pensar que rechazan
en bloque las aportaciones del psicoanálisis y del conductismo, pero no es así. Más bien
amplían la visión sobre la persona y sobre la psicología y se orientan a la ayuda de hombres
que desean ser plenamente humanos, sanos, libres, capaces de evaluarse y de apreciarse.

17
F. FRANCO ALFARO, Razones para vivir. Psicología de la personalidad, visión trascendente, 16.

19
Psicología pastoral

La psicología humanista pretende ayudar a los hombres a hacerse responsables de sí


mismos, a vivir el presente, a integrarse y trascenderse descubriendo y realizando sus
propias potencialidades.

2.3.1. Postulados básicos de la psicología humanista18

a. El hombre, en cuanto tal, sobrepasa la suma de sus partes. El hombre es un todo,


una unidad, no la suma de las partes de su organismo o la suma de sus funciones y
reacciones. No es tampoco la suma de sus ideas, emociones, sentimientos, etc. El
hombre es una unidad.
b. El hombre es un ser dentro de un contexto humano, es fundamentalmente un ser
relacional y un ser con una historia, pero que al mismo tiempo se va construyendo a
sí mismo continuamente.
c. El hombre tiene una conciencia. La esencia de la conciencia son los conceptos de
causalidad, tiempo lineal y lenguaje.
d. El hombre tiene capacidad de elección. La elección es una cualidad de la voluntad
que le permite ser único y descubrir los límites positivos y negativos de su ser
mismo.
e. El hombre tiene una intencionalidad, es decir, en cuanto consciente, se sitúa en la
vida buscando un propósito y dirigiéndose mediante valores mediante los cuales
busca un significado para su existencia. Esto quiere decir que el hombre tiene un
papel en el mundo, puede descubrirlo y tiene como finalidad la autorrealización.

2.3.2. Los componentes básicos de la identidad

Los componentes básicos de la identidad, según las escuelas humanistas, emergen de


dos fuentes:
a. Las potencialidades de la persona, intrínsecamente únicas.
b. Las diversas modalidades con las cuales la persona afronta los obstáculos que se le
presentan en su proceso de crecimiento.

2.3.3. La autorrealización19

La autorrealización es el concepto básico de la psicología humanista, la cual


entiende por autorrealización el desarrollo y la expansión autónoma de todas las
potencialidades físicas, psíquicas y sociales existentes en el individuo.
Para Abraham Maslow, por ejemplo, la autorrealización se ubica en el vértice de la
jerarquía de las motivaciones, pero se llega a ella como punto culminante únicamente
después de que se han satisfecho las necesidades básicas de rango inferior.

18
La información sobre los postulados básicos de la psicología humanista está tomada sustancialmente de F.
FRANCO ALFARO, Razones para vivir. Psicología de la personalidad, visión trascendente, 16-17.
19
Información tomada de: M. SZENTMÁRTONI, Camminare insieme. Psicología pastorale, San Paolo,
Milán 2001, 23-24.

20
Psicología pastoral

La autorrealización significa, por lo tanto, el deseo de irse convirtiendo cada vez


más en aquello que se es capaz de convertirse. En otras palabras: aquello que uno es, debe
serlo.
Por eso, la naturaleza humana debe ser considerada fundamentalmente positiva y
constructiva, racional y capaz de auto-conocerse y auto-comprenderse.
El hombre es bueno por naturaleza y tiende al bien. Sin embargo, cuando la fuerza
interior que lo impulsa al bien y a la autorrealización es obstaculizada, se presentan
desarrollos errados en la vida psíquica.
Las tendencias positivas se hacen más reales en la medida en que la persona
desarrolla actitudes de auto-aceptación y de auto-comprensión.
Desde el concepto de autorrealización, la psicología humanista concibe a la persona
como un ser en continua búsqueda de los valores internos y por eso los problemas internos
de la persona emergen cuando existe discrepancia entre el yo actual de la persona y su yo
ideal.

2.3.4. El método terapéutico de la psicología humanista

La psicología humanista ha desarrollado la llamada terapia centrada en el cliente,


lo cual significa aceptar la unicidad e irrepetibilidad de la persona, no partir de
preconcepciones para atenderla y generar con ella un ambiente de acogida, aceptación
incondicional, calidez, empatía, escucha, absoluto respeto y comprensión, de modo que el
sujeto pueda, por sí mismo, mirar a su propio interior y resolver sus dificultades
encontrando las respuestas en su propio ser.
La tarea del terapeuta consiste, básicamente, en hacerle sentir al paciente su sincero
y absoluto convencimiento de que el sujeto (del cual no se tiene ningún prejuicio sobre sus
pensamientos, ideología, religión, comportamientos, etc.) tiene un valor absoluto en sí
mismo. “En otros términos, el rol del terapeuta es el de facilitar el proceso de
crecimiento”20.
Carl Rogers desarrolló el llamado método terapéutico de la terapia centrada sobre
el cliente, el cual consiste, sobre todo, en la aceptación incondicional del ser humano
turbado, atemorizado y que desespera de sí mismo.

2.3.5. Abraham Maslow

Nace en 1908 y muere en 1970. Obras: el hombre autorrealizado (1962), La


amplitud potencial de la naturaleza humana = La personalidad creadora (en editorial
Kairós, 1971, edición póstuma), Motivación y personalidad (1954).

a) Teoría de las necesidades

Los puntos angulares de la teoría de Maslow sobre las necesidades humanas se


encuentran en su obra Motivación y personalidad (1954). Allí se afirma que el ser humano
está motivado naturalmente por necesidades básicas que tienen un origen genético e
instintivo, pero que tiene además necesidades psicológicas (iguales para cualquier ser
humano) que la cultura no puede destruir o suprimir sino a lo sumo reprimir.

20
M. SZENMÁRTONY, Camminare insieme, 24.

21
Psicología pastoral

En su famosa pirámide de las necesidades encontramos los siguientes niveles:

i. Necesidades fisiológicas: aire, agua, alimentos, descanso, sueño, refugio, sexo.


ii. Seguridad, que se vuelve anormal en el neurótico o en el niño, pues son víctimas de
inseguridad y ansiedad ante lo nuevo e imprevisible y necesitan de orden y
estabilidad de modo desproporcionado. El individuo sano, aunque busca estabilidad
y seguridad como algo normal y deseable, también se interesa, e incluso se fascina,
por lo nuevo y misterioso.
iii. Necesidad de amor y de pertenencia. Maslow afirma que la ausencia de amor
impide el crecimiento y la expansión del potencial de la persona.
iv. Necesidad de aprecio: Primero la estima, que incluye el deseo de lograr confianza,
competencia, pericia y suficiencia. Esta necesidad de estima puede degenerar en
neurosis y el hombre sano puede trascender en parte esta necesidad.
v. Necesidad de lograr el autodesarrollo y la autorrealización. Por lo general esta
necesidad surge después de haber satisfecho de modo razonable las necesidades de
amor y de aprecio. De estas necesidades las más altas son las “meta necesidades” o
valores del ser: necesidad de saber y comprender, de belleza, bondad y verdad.

Cabe decir que, según Maslow, una necesidad satisfecha deja de ser una motivación y,
por lo tanto, una necesidad superior a la ya satisfecha se convierte en una nueva
motivación.

b) Características del hombre autorrealizado

La autorrealización consiste esencialmente en el empleo y la explotación total de


los talentos, capacidades y posibilidades de cada ser humano. De acuerdo con Maslow, las
características de los hombres auto-realizados serían:
i. Experimentan plena, vivida y personalmente una total concentración, es decir, viven
el presente de forma personal y consciente.
ii. Realizan elecciones de desarrollo muchas veces durante el día, plenamente
conscientes, evitando la rutina y venciendo las resistencias al esfuerzo y al
crecimiento.
iii. Escuchan al “yo interior” y no se dejan determinar por la opinión de los demás.
iv. Son responsables. El hombre que asume sus responsabilidades se auto-realiza.
v. Tratan de hacer bien lo que tienen que hacer, se esfuerzan por hacerlo lo mejor
posible.
vi. Poseen un adecuado respeto por sí mismos, alimentado por la conciencia de ser
competentes en lo que se hacen, aunque no dependen de tal sentimiento.
vii. Poseen un alto grado de independencia. Disfrutan de la relación con las personas
pero conservando la libertad y prescindiendo de la necesidad desproporcionada de
elogios, afecto, honor, prestigio, recompensa, etc. Por eso los hombres
autorrealizados suelen ser menos ansiosos que los no realizados.
viii. Poseen suficiente tolerancia a la incertidumbre.
ix. Cultivan una vivencia espiritual y religiosa: sentido de lo verdadero, lo bueno, lo
bello, lo trascendente y de la ayuda a los demás. El ser humano precisa de un
22
Psicología pastoral

sistema de valores y de una filosofía de la vida o de una religión, del mismo modo
que necesita del alimento, del agua, del aire, de la luz solar, etc. Quien carece de tal
sistema lleva una vida nihilista y sin sentido.
x. Poseen meta-motivaciones.
xi. Respetan la libertad de las otras personas en sus relaciones de pareja, matrimonio y
amistad. No dependen de nadie ni hacen depender de sí mismos a nadie.
xii. Establecen relaciones profundas y satisfactorias e intiman con algunas personas.
xiii. Poseen un buen sentido del humor.
xiv. Son altamente creativos.
xv. Son independientes frente a la influencia de los demás y altamente propositivos.
xvi. Poseen fuertes normas morales.
xvii. Se rigen por principios democráticos.
xviii. Saben disfrutar de la vida.

c) Concepto de trascendencia según Maslow

Para Maslow trascendencia significa “estar por encima de”, “no dejarse envolver
por”, no absolutizar, no ser dominado o limitado por… “Es el resultado de una actitud
consciente, decidida por uno mismo para no ser víctima del entorno, de las circunstancias,
de su inconsciente. Es un modo de emplear lo mejor que tenemos para alcanzar las metas
que nos hemos trazado. Es un vivir día a día, en la vida real, del modo más positivo”21.

2.3.6. Valoración crítica de la psicología humanista

a. Ha encontrado un amplio campo de aplicación en la praxis pastoral: consejería


pastoral, dirección espiritual, instituciones educativas, etc., que tienen como
finalidad generar una atmósfera adecuada para el desarrollo de la persona.
b. Hay varios elementos en los que coinciden la antropología cristiana y la psicología
humanista: la tendencia del hombre hacia un objetivo interno, el concepto de la
aceptación incondicionada como una necesidad fundamental en la persona, la
confianza en la voluntad libre, la posibilidad del arrepentimiento (es decir, de
orientar la vida hacia fines más elevados), etc.
c. Como límites tiene que no encuentra límites en el ser humano, es decir, que las
posibilidades de crecimiento son infinitas e incondicionadas, cuando en realidad sí
existen multitud de condicionamientos para el ser humano.
d. Poca insistencia en los deberes y obligaciones del ser humano, cargando los acentos
sobre sus necesidades y derechos. En este sentido, no siempre tiene en cuenta el
sacrificio y el esfuerzo que son necesarios para crecer.
e. No siempre reconoce los conflictos internos de las personas.
f. En el plano religioso, acentúa al Dios misericordioso, pero olvida al Dios que
también es exigente porque se interesa del auténtico crecimiento de sus hijos.

21
F. FRANCO, Op. Cit., 55.

23
Psicología pastoral

2.4. TEORÍAS TRASCENDENTALES O EXISTENCIALES

Este tipo de aproximación a la persona humana fue desarrollada ampliamente por


Víctor Frankl y es llamada también Logoterapia o Tercera fuerza vienesa de la psicología.
Su punto de partida es que para tener una calidad de vida, la persona necesita encontrar
sentido y significado a su existencia, para lo cual resulta fundamental abrazar valores.
Frente a la voluntad de placer y de poder predicada por el psicoanálisis, Víctor
Frankl enfatiza la voluntad de significado, que cuando no se logra o no se realiza provoca
lo que Frankl denomina frustración existencial. Frankl adopta como programa de su
psicología un dicho de Nietzsche: “Quien tiene un porqué para vivir es capaz de soportar
casi cualquier cómo”.

a) La autotrascendencia

El concepto clave de la doctrina y la terapia existencial es la autorascendencia, la


cual significa orientar la vida hacia un sentido, un significado (que cada uno debe
descubrir) y hacia los valores.
Se parte del presupuesto de que la auto-trascendencia se puede realizar únicamente
dedicándose a alguna persona (s), o cosas, o “causa fuera de sí mismo”.
El significado que se debe buscar para la propia vida no comprende sólo los
aspectos positivos de la misma, sino también el dolor y la muerte.
El hombre, por lo tanto, se realiza no tanto preocupándose de realizarse, sino
olvidándose de sí mismo y donándose, concentrando hacia el exterior todos sus
pensamientos.

b) Valoración de las teorías trascendentales

Frankl logra abrir en el campo psicológico la consideración de una dimensión


espiritual en el hombre, enfatizando la libertad humana, la cual no puede permanecer
sometida a determinismos de ningún tipo.
Asimismo, Frankl reconoce que el hombre no puede tener una absoluta “libertad
de” (aspectos físicos, de salud, etc.), pero sí puede trabajar a fin de lograr una “libertad
para” que implica, en parte, una toma de conciencia frente a los propios
condicionamientos. Se trata de la posibilidad de elección del hombre frente al propio
destino.
Las teorías existencialistas han favorecido el trabajo en el discernimiento de las
vocaciones (como opción de auto-trascendencia), en la dirección espiritual, en la pastoral
con los enfermos, en las personas que sufren, en los agonizantes, en el acompañamiento de
los jóvenes en la búsqueda de sentido, en el acompañamiento pastoral a personas con
alguna adicción, en la prevención del suicidio, etc.
Como límites de la teoría existencial se encuentra su aparato conceptual, que es más
filosófico que psicológico.
Por otro lado, aunque no niega el inconsciente, en cierto modo relativiza su
importancia, además de que promueve un cierto voluntarismo: una tendencia a conquistar
los objetivos sobre explotando las propias fuerzas.

24
Psicología pastoral

2.5. Valoración global sobre la utilidad pastoral de las teorías sobre la personalidad
humana

La utilidad pastoral de las diversas teorías sobre la personalidad humana radica en


que, aunque son meras teorías y no pueden considerarse como leyes, los principios que
estas doctrinas aportan sobre la personalidad humana nos ofrecen un marco referencial
suficientemente fundamentado que permite profundizar en el conocimiento del modo de ser
de los individuos, explicar las posibles raíces de ese modo de ser, o en otros términos,
describir, explicar, predecir y cambiar algunos aspectos de la personalidad de un individuo
concreto; son guías para la recolección y análisis de datos sobre individuos concretos, los
cuales sirven para llevar a cabo la asesoría o el acompañamiento pastoral que pueda
ayudarles.
“Las cuatro teorías afrontan cuatro diversos estratos de la personalidad: el
psicoanálisis afronta el estrato irracional-motivacional (ante todo inconsciente); las teorías
conductuales afrontan el aspecto cognoscitivo-comportamental; la psicología humanista el
aspecto tendencial-emocional; la teoría existencial el aspecto racional-decisional. Para tener
una imagen más completa de la persona, es necesario tener en consideración los cuatro
estratos”22.
Las cuatro teorías aportan elementos valiosos y luminosos sobre la persona humana,
aunque las cuatro cuentan también con límites. Ninguna de las teorías en cuestión agota la
amplitud y la riqueza del misterio de la persona humana.
Ahora bien, es necesario no perder de vista que el acompañamiento pastoral busca
orientar a la persona concreta, que es una en todas sus dimensiones (las cuales están
indisociablemente vinculadas entre sí). No obstante, salvaguardando la unidad de la
persona y respetando la importancia y el lugar específico que ocupa cada una de sus
dimensiones en su desarrollo integral, el ministerio del pastor busca prioritariamente ayudar
a que la persona procese sus vivencias y situaciones desde el punto de vista de la
configuración con Cristo y, en ese sentido, en orden a la salvación.
Por eso, el pastor, al acompañar, no procurará orientar a la persona solamente en la
adquisición de un equilibrio humano (¡ya en sí mismo bueno y necesario!), sino en la
santificación y la salvación mediante la realización de su vocación cristiana.
En ese sentido, conscientes de que la gracia supone la naturaleza, sana la naturaleza
y eleva la naturaleza pero no la destruye, los elementos aportados por las distintas teorías
sobre la personalidad humana pueden arrojar luces importantes sobre los factores
biográficos, las experiencias no procesadas y los rasgos de personalidad que, consciente o
inconscientemente, influyen en el modo en que la persona percibe a Dios y se relaciona con
él.
Asimismo, es común que algunas inconsistencias de personalidad encierren al
individuo en sí mismo, dificultándole la apertura a Dios, a la fe y a los demás. Por eso,
entre más libre interiormente sea una persona, habrá una materia humana más dispuesta
para la apertura a Dios y a los demás.

22
M. SENTMÁRTONY, Op. Cit., 29.

25
Psicología pastoral

III. NOCIONES ESENCIALES SOBRE PSICOLOGÍA EVOLUTIVA Y


DIFERENCIAL23

La vida del hombre pasa por diferentes etapas que son fácilmente identificables,
tanto desde la perspectiva meramente empírica, como desde el punto de vista de los
estudios científicos especializados: nacimiento, crecimiento, maduración, plenitud,
envejecimiento y muerte. Al respecto, uno de los aspectos más importantes en orden a la
calidad de vida del hombre y también en orden a su desarrollo espiritual, es conocer cada
etapa y saber ir viviendo cada una de ellas en plenitud, aceptando la realidad inexorable del
propio desgaste físico y psicológico.
“La psicología evolutiva tiene por objeto el análisis del desarrollo psíquico del
individuo (los fenómenos que se producen y su fundamento), desde el momento de la
concepción hasta la vida adulta. Se centra en el estudio de las tres trayectorias más
importantes del desarrollo […]24”:

a. Desarrollo físico:

 Desarrollo cerebral
 Cambios corporales
 Adquisición y desarrollo (o disminución y desgaste) de habilidades motoras

b. Desarrollo cognitivo:

 Cambios en los procesos de pensamiento que influyen sobre el aprendizaje, las


habilidades lingüísticas y la memoria.

c. Desarrollo psico-social:

 Cambios en los aspectos emocionales y sociales de la personalidad.

Obviamente, cada uno de estos campos de desarrollo en el ser humano tiene una
vinculación directa con los otros dos y se implican e influyen mutuamente.

3.1. El CICLO VITAL

Con la expresión «ciclo vital» nos referimos al orden subyacente en al curso de la


vida humana, la cual va pasando por diferentes etapas, desde el nacimiento hasta la vejez.

23
Téngase en cuenta que para el desarrollo de todo el capítulo III he tomado como texto básico de referencia a
MONGUÉ, Miguel Ángel (Ed), Medicina pastoral. Cuestiones de biología, antropología, medicina,
sexología, psicología y psquiatría, EUNSA, Pamplona 2004, 339-416. La referencia a este texto será
recurrente y varios contenidos han sido transcritos textualmente.
24
MONGE, Miguel Á., Medicina pastoral, 339.

26
Psicología pastoral

Ciertamente cada vida humana es única e irrepetible. Sin embargo, la naturaleza ha


puesto un orden por etapas, las cuales son atravesadas por todos los seres humanos
esencialmente en la misma secuencia25.
Dicho con palabras de Paula Villaroel, entendemos por “ciclo vital” que «La vida de
las personas transcurre a través de un proceso secuencialmente definido, ordenado en el
tiempo, caracterizado por la ocurrencia, en forma gradual, progresiva y predictible, de una
serie de cambios y transformaciones con carácter universal, ya que son comunes a toda la
especie. Este proceso se denomina desarrollo, sin el cual, no se puede concebir la idea de
ciclo vital. Es así como se da en un tiempo relativamente definido, coincidiendo con la
duración del período vital, desde la fecundación del óvulo de la madre con el
espermatozoide del padre, hasta la muerte. Este conjunto de transformaciones son de orden
cualitativo (ejemplo incremento en la inteligencia, en la capacidad lógica, etc.) y
cuantitativa (ejemplo, la cantidad de vocabulario adquirido, la altura, el peso, etc.), se dan
en las áreas física, cognitiva, social, emocional, sexual y moral. Están encadenados entre sí
y se suponen recíprocamente, ya que no es posible que estos hechos existan aisladamente el
uno del otro; el individuo es un ser holístico, inter-relacionado hasta en sus más mínimas
partes, por lo que cualquier cambio lo afectaría ineluctablemente en su sistema de
organización, generando una reorganización de éste, que integre las nuevas funciones y
capacidades adquiridas, en una totalidad de sentido. Otras características de estas
transformaciones, son el ser acumulativas, direccionales, diferenciadas y que, con fines
prácticos de estudio, se pueden dividir en seis etapas»26.
De hecho, la comprensión de las actitudes, sucesos y relaciones particulares de cada
persona, pueden ser rectamente comprendidos y valorados solamente si se les sitúa en la
fase del ciclo vital que la persona está viviendo. Este principio, aunque obvio, es
fundamental para la comprensión de las personas: ¡no piensa ni actúa de la misma forma un
adolescente de 16 años que un anciano de 90!
Hay varias investigaciones que intentan estudiar el ciclo de la vida del hombre
desde el punto de vista científico. Uno de esos estudios, el de Remplein, afirma que el
desarrollo psicológico de la persona se realiza en forma de grados o fases. Cada una de
estas fases se enlaza y se basa en la fase anterior, y no es posible alcanzar un grado superior
sin que antes se haya madurado en la fase precedente.
La idea de fases en la vida humana implica la idea de desarrollo progresivo, pero
además de irreversibilidad, es decir, que una vez superada una etapa psicológica no es
posible volver a ella, salvo en los casos patológicos como las regresiones.
Las diversas etapas de desarrollo van marcando para el ser humano
transformaciones tanto físicas como mentales y emocionales, indisociablemente implicadas
entre sí: desarrollo físico, cognitivo y psicológico.
Es imprescindible señalar y enfatizar que todos los individuos pasan por las diversas
fases de la vida en el mismo orden, aunque no necesariamente a la misma edad.
Ahora bien, el “desarrollo psíquico no es un proceso exclusivamente madurativo,
como lo es el crecimiento del cuerpo, sino un proceso sometido a la influencia del

25
Cf. Ibid., 340.
26
VILLAROEL, Paula, «Ideas esenciales en relación al ciclo vital de los seres humanos», 2001 en:
http://www2.udec.cl/~gnavarro/2001_1/desarrollo.html.

27
Psicología pastoral

aprendizaje, cuya meta –la personalidad plenamente desarrollada– se consigue mediante


una ardua tarea educativa”27.
El desarrollo psicológico comienza desde el nacimiento y continúa hasta la vida
adulta. Pasa por períodos clave en los que predomina la adquisición de nuevas funciones o
el aprendizaje de nuevas conductas y otros períodos en los que las adquisiciones son
menores y el desarrollo se centra en el afianzamiento de conductas ya aprendidas en etapas
anteriores28.
El desarrollo psicológico va a depender básicamente de los siguientes factores:

a. La herencia. Se heredan disposiciones y rasgos potenciales que el individuo


desarrollará a lo largo de su vida29. La herencia se constituye por los elementos
genéticos que determinan la organización biológica del individuo y sus procesos
adaptativos.
b. El medio ambiente.
c. La educación.
d. Las experiencias vitales y su asimilación por parte del sujeto.

Las grandes áreas de la vida del individuo “[…] donde se producen estas secuencias
definidas de transformaciones (desarrollo) [son] el aspecto biológico o físico, cognitivo, del
lenguaje, moral, social, afectivo y sexual”30.
Cabe mencionar que los parámetros sociales que pretenden indicar cuál es el momento
apropiado para “dejar el hogar, independizarse, comenzar a trabajar, casarse, tener hijos,
etc. varía mucho de una cultura a otra y de un tiempo a otro. Por eso algunos estudiosos se
muestran escépticos a dividir la vida en “etapas” claramente definidas.
No obstante, puede dividirse el ciclo vital del hombre esencialmente en las etapas que
se mencionan a continuación:

a. Lactancia (primer año de vida)


b. Primera infancia (1 a 5 ½ años)
c. Segunda infancia (5 ½ años a 10 ½ años en mujeres, o 12 años en los hombres)
d. Adolescencia (12 a 20/21 años)
e. Edad adulta temprana= adulto joven (20/21 a 30/32 años)
f. Edad adulta media = adulto medio o maduro (30/32 a 42/44 años)
g. Edad adulta tardía (42/44 a 56/58 años)
h. Ancianidad (60 años en adelante)

27
M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 341.
28
Cf. M. MONGUÉ, Medicina pastoral, 341.
29
Cf. Idem.
30
VILLAROEL, Paula, «Ideas esenciales en relación al ciclo vital de los seres humanos», 2001 en:
http://www2.udec.cl/~gnavarro/2001_1/desarrollo.html.

28
Psicología pastoral

3.2. LA ADOLESCENCIA

Puede definirse la adolescencia como la etapa de la vida en que se produce la


transición de la edad infantil a la edad adulta. Podemos ubicar esta etapa, de modo amplio,
entre los 10 y los 21 años de edad.
Puesto que se trata de un amplio período de la vida, para mayor comprensión y
precisión podemos dividirlo en algunas sub-etapas de acuerdo con Miguel Ángel
Mongué31:

a. Prepubertad: 10 ½ -13 años en las mujeres


12-14 años en hombres

b. Pubertad 13-15 años en las mujeres


14-16 años en los hombres

c. Crisis juvenil 15-16 años en las mujeres


16-17 años en los hombres

d. Adolescencia 16-20 años en las mujeres


17-21 años en hombres

3.2.1. Desarrollo físico

La prepubertad comienza cuando aparecen los primeros rasgos de maduración


biológica y sexual, lo cual supone también el término de la niñez.
Comienzan a aparecer variaciones en el cuerpo del niño, lo cual indica un
predesarrollo sexual: «ligero desarrollo de los senos y redondeamiento inicial de las caderas
en las mujeres, desarrollo de los órganos sexuales, cambios en la voz y un lento crecimiento
de la nuez de Adán en los hombres y, en ambos sexos, aparición del vello pubiano y
axilar»32.
Durante la prepubertad, en ambos sexos se produce un brusco y desproporcionado
crecimiento en los brazos y las piernas, mientras que el tronco mantiene temporalmente su
proporción infantil. Las manos y los pies también crecen desproporcionadamente en
relación con los brazos y las piernas, lo cual da lugar a desarmonía y desproporción en el
cuerpo del pre-púber. A este crecimiento «exagerado» coloquialmente se le llama «estirón»
o, de modo más técnico, «segundo cambio de configuración» (el primero se produce hacia
los 5 ½ años). Dicho estirón alcanza su máximo nivel a los 12 años en ellas y a los 14 años
en ellos y termina aproximadamente seis años después de su inicio33.
La desproporción arriba mencionada ocasiona que los pre-púberes vivan una cierta
“desarmonía en el plano motor y expresivo: los movimientos son torpes y rígidos, les
resultan difíciles los trabajos manuales de cierta finura”34.

31
Cf. MONGUÉ, Medicina pastoral, 353.
32
M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 353.
33
Cf. Ibid., 353.
34
M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 353.

29
Psicología pastoral

“El criterio biológico que marca el inicio de la pubertad es la menarquía o primera


menstruación en las chicas (aproximadamente a los 13 años) y de la primera eyaculación en
los varones (aproximadamente a los 14 años)”35, aunque existen variaciones de acuerdo al
ambiente, a los elementos hereditarios y genéticos, la nutrición, el grado de estrés a que
viven sometidos las personas, la atención médica, etc.
La capacidad genésica que acompaña a la primera menstruación o eyaculación es
más bien simbólica, pues fisiológicamente, después de este evento, viene un período de
esterilidad fisiológica36.
En hombres y mujeres la figura corporal se equilibra porque crece el tronco (que
durante la prepubertad había permanecido en su etapa infantil), se completan los caracteres
sexuales secundarios y la voz se hace más definida.
Durante la adolescencia, propiamente dicha, los cambios físicos son menores que
en las etapas anteriores y más bien se orientan a continuar la armonización de la figura, la
cual adquiere su configuración definitiva de individuo adulto. Los varones suelen alcanzar
la madurez corporal entre los 19-20 años y las mujeres entre los 16-1737.

3.2.2. Desarrollo cognitivo

En el desarrollo cognitivo de la persona juega un papel insustituible el desarrollo y


maduración del sistema nervioso, pues para que exista un pensamiento real, es necesario
que el sistema nervioso esté suficientemente desarrollado.
Normalmente la madurez cognitiva, es decir, la capacidad para pensar de manera
abstracta, se alcanza durante la adolescencia, que corresponde a la etapa de la vida que
Piaget denomina de las “operaciones mentales formales”38.
Durante la prepubertad tiene lugar una fase fundamental del desarrollo cognitivo: la
transición del conocimiento intuitivo-concreto al pensamiento abstracto, es decir, la
generación de pensamientos sin necesidad de representación física o imaginativa de los
mismos. Esto se manifiesta, por ejemplo, en el número de conceptos abstractos que el joven
posee, en la capacidad de considerar los diversos aspectos de una situación y plantearse un
problema intelectual de forma sistemática39.
Esto no significa que antes no pudiera obtener conclusiones, sino que comienza
ahora a utilizar un pensamiento formal de tipo hipotético-deductivo, en el que puede
comprobar mentalmente una conclusión sin necesidad de una representación imaginativa.

Según Piaget, el pensamiento formal se caracteriza por cuatro operaciones40:

a. Introspección: Capacidad de reflexionar críticamente sobre los propios


pensamientos.
b. Abstracción: capacidad de trascender de lo real a lo posible.
c. Pensamiento lógico: Considerar diversos elementos de una situación y llegar a
conclusiones correctas.
35
Idem.
36
Cf. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 353.
37
Cf. Ibid., 353-354.
38
Cf. Á. MONGUÉ, 354.
39
Cf. Idem.
40
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 354.

30
Psicología pastoral

d. Razonamiento hipotético: capacidad de realizar hipótesis, analizarlas y verificar,


mediante la evidencia, si son o no correctas.

Al final de este período el individuo ha concluido su desarrollo cognitivo, lo cual no


quiere decir que ya no pueda aprender nada nuevo, sino más bien que ha adquirido la
madurez y las estructuras cognitivas necesarias para ulteriores aprendizajes.
Cabe decir que, según diversas investigaciones, la edad precisa en que los adolescentes
alcanzan el desarrollo cognitivo es variable y, más aún, no todos los adolescentes y adultos
logran alcanzar la etapa de las operaciones formales41.
Sin embargo, aunque en la adolescencia no se alcanzara el total desarrollo de las
operaciones formales, sí hay desarrollos cognitivos importantes que permiten establecer la
frontera entre niñez y adolescencia-juventud. La educación familiar y escolar puede
acelerar o demorar el desarrollo de las operaciones formales.
Vale la pena señalar algunos aspectos del desarrollo cognitivo del adolescente
relacionados, con la adquisición progresiva de la capacidad para realizar las operaciones
formales42:

a. Egocentrismo y autoconciencia.
b. Idealismo
c. Razonamiento egocéntrico: cree que nadie lo puede entender, que sus experiencias,
sensaciones y problemas son únicos e irrepetibles, pero además completamente
incomprensibles por otras personas.
d. Desarrollo de una actitud crítica acendrada hacia sí mismos y hacia los demás, lo cual
lo conduce a la intransigencia y a veces a la agresividad.
e. Derrumbamiento de la imagen que tenían de algunos adultos, al aplicar el pensamiento
lógico y descubrir incongruencias entre lo que dicen y hacen los adultos. Esto puede
provocar enfrentamientos con las figuras parentales (padres, profesores, autoridades en
general) y con el ambiente.
f. Sensación frecuente de ser el centro de atención de los demás y de ser observados y
juzgados constantemente.

3.2.3. Desarrollo psico-social

También desde la perspectiva del desarrollo psico-social la adolescencia es un


período de transición entre la infancia y la adultez. Es, por lo tanto, un período de cambios
profundos en el individuo, acendrados ante todo durante la pubertad, lo cual provoca
inestabilidad y provisionalidad en el adolescente43.
Aunque es relativamente fácil ubicar el inicio de la adolescencia (o juventud, según
la catalogación de las edades propuesta por Miguel Ángel Mongué), es bastante difícil
delimitar su término, pues éste implica no solamente la maduración física y cognitiva, sino
también la maduración psico-social, la cual se sintetiza en la consolidación de una clara
identidad personal, la posesión de un sentido estable del yo y la adquisición de habilidades
que le permitan al joven enfrentarse satisfactoriamente con la vida y con el mundo.

41
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 355.
42
Cf. Ibid., 355-356.
43
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 356.

31
Psicología pastoral

Remplein denomina a la prepubertad «segunda edad de la obstinación», pues se


caracteriza por terquedad, egocentrismo, obstinación, rebeldía, crítica desproporcionada a
los demás, afán de independencia, empeño por ir contra lo establecido, avidez de nuevas
experiencias, etc. Cuando esto no se puede llevar a cabo, el pre-púber se refugia en la
fantasía.
Durante la adolescencia la sexualidad aparece como una pulsión consciente cargada
de fuerza.
Se presenta fragilidad emocional, irritabilidad, acentuada sensibilidad, lo cual puede
explicarse por el derrumbamiento de la vida psíquica infantil (pre-pubertad) y porque se
está preparando la formación de una estructura psíquica madura.
Desde la perspectiva psicosocial el fenómeno más importante en la adolescencia es
la búsqueda de identidad (se denomina «formación de la identidad» al proceso psicológico
por el cual un individuo adquiere un sentido estable del yo dando respuesta a las cuestiones
de: «¿Quién soy?», «¿Qué debo hacer con mi vida?», ¿A qué valores me debo ajustar?»,
etc. Hay que considerar que normalmente esta búsqueda de identidad no logra resolverse
del todo durante la adolescencia, sino que extiende hacia períodos más avanzados de la
vida44.
¿En qué hechos se manifiesta la búsqueda de identidad por parte del adolescente?
En los siguientes:

a. Actitud introvertida. Intento de comprender el propio mundo intra-psíquico.


b. Continua reflexión sobre sí mismo.
c. Autocrítica.
d. Búsqueda de círculos de amigos de la misma edad. Se busca apoyo en ellos. Cf.
pequeñas «pandillas» unisexuales en la prepubertad y pubertad y grupos mixtos de
amigos más entrada la adolescencia. Suelen aceptar con rigidez los valores del grupo de
amigos, pues en ellos buscan ante todo aceptación, comprensión y apoyo.
e. Aparecen por vez primera las reflexiones «metafísicas» sobre el sentido de la vida,
sobre la muerte, sobre valores que orienten la vida, sobre la responsabilidad ante sí
mismo y ante los demás, etc.45
f. Reducción de la autoestima, en razón de los cambios físicos, el desequilibrio interior y
la búsqueda de identidad no siempre satisfecha. En algunos adolescentes pueden incluso
surgir sentimientos o intentos suicidas (que suelen comenzar entre los 11 años y
alcanzar su clímax hacia los 13 años).

El final de la adolescencia se hará patente cuando el individuo se comience a plantear


las cuestiones sobre su rendimiento personal y elecciones de vida: carrera, trabajo
profesional, oficio, etc.
Es durante la adolescencia cuando se introyectan verdaderamente los valores
personales significativos que orientarán el resto de la vida. Esto se suscita gracias a la
introspección personal, la búsqueda de identidad, la aguda conciencia de sí mismo y la
progresiva independencia respecto a la familia46.

44
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 356-357.
45
Cf. Ibid. 357.
46
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 358.

32
Psicología pastoral

Al final de la adolescencia el pensar y el sentir se van equilibrando, el joven logra


prescindir de sus sentimientos en el juicio que hace del mundo exterior (y ser entonces más
realista y objetivo), equilibrio del realismo y del idealismo (gracias a la consolidación del
pensamiento lógico); la mayor capacidad para dominar sus sentimientos y el afán por el
rendimiento personal hacen que quien está concluyendo la adolescencia sea más seguro de
sí mismo, que se vayan resolviendo los conflictos que tuvo con los adultos y con el
ambiente y que vuelva a hacerse receptivo ante las orientaciones de los adultos.
«El final de la adolescencia supone la llegada a la madurez psíquica y la transición a la
edad adulta»47.

3.2.4. Atención pastoral a los adolescentes

Puesto que el adolescente se encuentra en un momento importante de búsqueda


personal, de auto-descubrimiento y de formación de su identidad en el que se está
procesando un sentido estable del yo, es importante centrar el trabajo de evangelización,
catequesis y acompañamiento espiritual en cuatro sectores específicos:

a. Auto descubrimiento de su condición de ser espiritual consciente y libre y, por lo tanto,


llamado a la comunión de vida con Dios.
b. Descubrimiento y valoración de lo bueno, lo verdadero y lo bello. Educación en los
valores porque los valores que se interiorizan durante la adolescencia serán aquellos que
configuren y orienten al individuo para toda su vida.
c. Encuentro con Jesucristo y acercamiento a él como modelo de vida, como quien ha
alcanzado la plena identidad y la realización total de su existencia por el amor y el
servicio y, en consecuencia, como aquél a quien vale la pena seguir.
d. Orientación vocacional.

3.3. LA EDAD ADULTA TEMPRANA: EL ADULTO JOVEN (20/21-30/32 años)

3.3.1. Introducción. La madurez

Madurez y edad adulta no hacen referencia a unos años matemáticamente


determinados y definidos de la vida humana, sino que implican todo un proceso que tiene
lugar en la mitad de la vida y que se desencadena después de la adolescencia y “que
incluye, tanto el crecimiento y el desarrollo como el envejecimiento y el declinar. Desde la
perspectiva del ciclo vital, la edad madura o madurez forma parte del proceso general de
envejecimiento que avanza fisiológica, psicológica y socialmente desde el momento de la
concepción”48.
En este sentido, la edad adulta es un proceso dinámico, pues aunque con el final de
la adolescencia se llega también al final del desarrollo físico y cognitivo (y con ello a la
madurez psicofísica), el individuo seguirá desarrollándose y madurando gracias a la
diversidad de experiencias, decisiones, circunstancias y responsabilidades que rodearán su

47
M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 358.
48
M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 359.

33
Psicología pastoral

vida y de los cuales dependerán determinados cambios en la auto-percepción y el


comportamiento de la persona.
Desde el punto de vista psicosocial, en la cultura de occidente, la adultez es el
período de la vida de la plena realización en todas las responsabilidades: matrimonio,
procreación y educación de los hijos, responsabilidad y rendimiento laboral, dirección y
gestión de la sociedad política y búsqueda de elementos trascendentes que den coherencia
a todas las dimensiones de la persona y sentido a su vida49.

3.3.2. Características generales de la edad adulta

a. El sentimiento disminuye en intensidad frente al pensar y al querer (decidir).


b. Máximo rendimiento de la inteligencia (operaciones formales50 en la edad adulta
temprana y acumulación de experiencia, capacidad crítica y autonomía de criterio en la
edad adulta media).
c. Comprensión y asunción del esfuerzo y la autoeducación como tarea permanente.
d. Máximo rendimiento físico (fuerza, rapidez de reacción, habilidad y coordinación
psico-motriz, etc.) en la edad adulta temprana.
e. Máximo rendimiento en experiencia crítica y discernimiento en la edad adulta media.
f. Automatización de los hábitos personales y laborales, lo cual facilita el rendimiento.
g. Consolidación de comportamientos, hábitos, costumbres y actitudes, lo cual en sí
mismo es positivo y necesario, aunque si se asume inadecuadamente, puede generar
resistencias al cambio y dificultades de adaptación a nuevas circunstancias.

3.3.3. Características de la edad adulta temprana

Según Ricardo Zapata, Francisca Lahortiga y Miguel Ángel Mongué, la edad adulta
temprana va de los 20-21 años a los 30-32 años y presenta las siguientes características51:

a. Plena madurez corporal y plena posesión de las funciones psíquicas.


b. Gran vitalidad.
c. Realce de la individualidad.
d. Estado de ánimo por lo general elevado.
e. Escasa tendencia al cansancio y rápida recuperación.
f. Excelente rendimiento.
g. El amor, en especial en el varón, se encuentra aún fuertemente ligado a lo impulsivo, o
al amor ideal (más centrado en el amor ideal en sí mismo que en una persona en
concreto).
h. La mujer, entre los 20 y 25 años ya es capaz psicológicamente de un amor
espiritualizado; el hombre alcanza esta madurez hasta los 25-30 años.
i. Tendencia a la no sujeción y, por tanto, resistencia para asumir tempranamente
compromisos estables y definitivos.
j. Aspiración a dar a la vida un sentido profundo mediante la asunción de valores.
k. Síntesis y equilibrio entre realismo e idealismo.

49
Cf. Idem.
50
Introspección, abstracción, pensamiento lógico y razonamiento hipotético.
51
Cf. M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 360-363.

34
Psicología pastoral

l. Separación real (física) e intra-psíquica de la familia de origen = «Tercera


individuación» o separación psicológica de los padres, lo cual significa que el
individuo resuelve definitivamente la independencia infantil y adolescente de las
figuras parentales y en general de la familia de origen, definiendo la confianza en sí
mismo como sujeto competente capaz de cuidar de sí mismo, y formulando objetivos
adultos que tienen que ver con el matrimonio y la procreación de una familia.
m. Compromiso con nuevas tareas específicas (sobre todo laborales-profesionales).
n. El individuo es capaz de establecer relaciones de intimidad, lazos afectivos profundos
sin el temor de la pérdida de la propia identidad (noviazgo profundo, relaciones de
auténtica amistad, solidaridad con diversas causas, etc.).
o. Capacidad de sacrificio y compromiso confiriendo a las necesidades y preocupaciones
de los demás la misma importancia que a las propias.
p. Identidad laboral adulta, pues en esta etapa de la vida «el trabajo se convierte en una
actividad central para la estabilidad y progresión intra-psíquica. Sentirse productivo y
competente es parte importante del auto-concepto y de la identidad psicosocial»52.

3.4. LA EDAD ADULTA MEDIA (30/32-42/44 años)

Va de los 30-32 hasta los 42-44 años de edad. Constituye el «núcleo de la vida»53,
pues en este período se llega a la estabilización de todo lo que hasta entonces se encontraba
en agitación. Sus características son:

a. La persona no sólo mira hacia el futuro, sino también hacia el pasado, adoptando una
nueva actitud con respecto al tiempo, el cual se valora más y se aprovecha con más
sabiduría porque el adulto maduro se da cuenta de su volatilidad, a diferencia del adulto
joven, que cree poseer un tiempo ilimitado para la realización de sus objetivos.
b. El tiempo se economiza mediante la concentración, la perseverancia, el trabajo, la
paciencia y el sacrificio.
c. El ser humano está volcado hacia el mundo exterior y no hacia sí mismo. En especial, el
varón, vive dominado por la idea del rendimiento, la eficacia, la producción y por los
intereses objetivos, e interesado por el afán de poder y de hacerse valer.
d. La persona quiere ser eficaz y tener éxito.
e. Persigue directamente los fines que tiene proyectados. Sabe qué quiere y se esfuerza por
alcanzarlo.
f. La clara determinación de sus fines, así como la experiencia y la disciplina adquiridas,
lo capacita para el máximo rendimiento profesional.
g. Es el estadio de la madurez profesional y, por lo mismo, puede presentarse la llamada
«crisis de madurez » cuando el adulto se siente insatisfecho con lo que hace, puesto que
está listo para un cambio en el trabajo o para la consecución de metas más altas y no lo
logra.
h. Se renuncia a muchas posibilidades a favor de unas cuantas, sobre las cuales se deposita
toda la energía y la concentración. Dicha reducción pone al adulto medio en el riesgo de
la «estrechez de horizontes».

52
Ibid., 363.
53
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 363.

35
Psicología pastoral

i. Madurez psicológica y social que hace al individuo apto para un amor profundo y
totalizador.
j. Decisión sobre la orientación valorativa, puesto que ya se ha producido la fijación de la
estructura psíquica.
k. El carácter adquiere su acuñamiento definitivo, mediante un activo y continuo
analizarse y decidirse.
l. Capacidad de paternidad, lo cual implica actitudes de vinculación y compromiso con
los hijos e induce a cambios intra-psíquicos profundos.
m. Relación de apoyo mutuo e igualdad con los padres, al asumir él mismo el matrimonio,
la paternidad y la responsabilidad laboral madura. Con esto se completa la «Tercera
individuación» que se inició en la edad adulta temprana.
n. Equilibrio en la realización de las tareas del adulto: cuidado de la propia persona, del
trabajo, de la relación conyugal, de la paternidad, de las amistades, del ocio, del
descanso, del propio mundo afectivo, etc.
o. La dedicación desproporcionada a una sola actividad o campo de la vida puede dar
lugar a «desequilibrios provocadores de conflictos en alguno de los campos de
actuación o, por lo menos, a un empobrecimiento personal, con reducción de intereses y
experiencias»54.
p. «En conjunto, la edad adulta media, en condiciones normales, es una época feliz. El
hombre se siente en plena posesión de su fuerza y capacidad. Se enfrenta a la vida con
conciencia de sí mismo y con gusto por el trabajo y el rendimiento»55.

3.5. LA EDAD ADULTA TARDÍA (42-44 a 56-58 años)56

3.5.1. Rasgos generales de la edad adulta tardía

a. Esta edad también es llamada edad involutiva y se caracteriza por ser una época de
decadencia biológica y de graves conmociones psíquicas. De los 45 a los 50 años se
presenta una disposición orgánico-biológica a las llamadas crisis de inflexión de la vida.
b. En la mujer tiene lugar la etapa del climaterio (normalmente entre los 40 y 50 años
terminando hacia los 55) y la menopausia.
c. En el hombre no hay un climaterio como tal y, a diferencia de la mujer, mantiene la
capacidad de reproducción por más tiempo (incluso puede llegar a no perderla nunca);
entre los 50 y los 56 años padece algunas molestias semejantes a las que padece la
mujer en sus años críticos: cansancio general, pérdida de elasticidad y tendencia a
depresiones y perturbaciones orgánicas como incremento de peso, trastornos de sueño,
etc.
d. La predisposición a las enfermedades y a la mortalidad incrementa con respecto a las
etapas anteriores de la vida.
e. Anímicamente predomina un cierto sentimiento depresivo de la vida.
f. Se va desdibujando la fuerza de imponerse y por eso las personas se hacen más
reactivas y aumentan las reacciones de autodefensa y la necesidad de afianzarse.

54
Ibid., 365.
55
M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 364.
56
Los contenidos de este apartado están tomados casi textualmente de M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral,
365-367.

36
Psicología pastoral

g. Los cambios físicos y los rasgos de envejecimiento que comienzan a aparecer generan
en hombres y mujeres sentimientos de inferioridad.
h. El impulso y el rendimiento en el trabajo disminuye y aumenta la fatiga.
i. Se corre el riesgo de la monotonía, provocada por la pérdida del impulso vital.
j. Aumenta la impresión de que el tiempo transcurre demasiado a prisa y aumenta la
nostalgia y el recuerdo del pasado.
k. Suelen suscitarse diversas crisis profesionales, matrimoniales, familiares y
existenciales.
l. Ante la percepción de la propia decadencia, la persona inmadura puede reaccionar con
actitudes como: aferrarse a la idea de la juventud, pavor a envejecer, resentimiento,
envidia y hostilidad frente a la juventud, etc.
m. En las personalidades maduras se produce un cambio de actitud: se produce una
introversión consciente. La persona se da cuenta que hasta el momento gran parte de
sus energías se habían dirigido hacia la posesión, el prestigio, el poder y ahora,
conscientemente, se vuelca hacia adentro y se preocupa de los valores personales y
formativos. Esto tiene como consecuencia paz interior y afirmación de sí mismo. Esta
introversión personal temporal y consciente, provoca después una nueva extroversión,
una vuelta a la sociedad y al mundo con una perspectiva diferente de las cosas.
n. En su conjunto, la edad adulta tardía representa una enorme prueba en la confirmación
de la personalidad. La profundización espiritual es fundamental para superar las
crecientes limitaciones físicas y enfrentarse serenamente con la posibilidad de la
muerte.
o. Uno de las pruebas más grandes de que esta edad se ha asumido con madurez es la
generatividad (de personas, de ideas, ideales, etc.). Esta generatividad es una sincera
preocupación y ocupación para convertirse en gestor y modelo de la siguiente
generación, actuando como transmisor de valores e ideales.
p. En síntesis, las tareas psico-sociales del adulto tardío serían: aceptar el envejecimiento
corporal, la limitación del tiempo y de la muerte personal; mantener la intimidad y
revalorar el matrimonio u opción fundamental de vida, “dejar partir a los hijos”, aceptar
la inversión de roles con los padres ancianos (cuidar a los papás) y permitir y apoyar el
relevo generacional socio-laboral.

3.5.2. Climaterio y menopausia de la mujer

El climaterio es un período de transformaciones orgánicas y psicológicas que se


prolonga durante varios años, antes y después de la menopausia, como consecuencia del
agotamiento ovárico, el cual tiene que ver con la disminución en la producción de
estrógenos y, en consecuencia, la pérdida de capacidad para producir hormonas, folículos y
ovocitos. No se debe confundir el climaterio con la menopausia, que es la última
menstruación. Este período en la vida de la mujer dura alrededor de diez años, de los 45 a
los 55 aproximadamente.
Dentro del período del climaterio tiene lugar la última menstruación de la mujer, lo
cual se conoce como menopausia. La menopausia suele presentarse entre los 48-50 años
con amplísimas variaciones de acuerdo a la raza y constitución de la mujer. Se puede saber
que la menopausia ya ha tenido lugar cuando, sin causas patológicas, ya no se ha
presentado ninguna menstruación durante doce meses.

37
Psicología pastoral

a) Síntomas del climaterio pre-menopáusico

Los signos y síntomas del climaterio comienzan a manifestarse durante un período


variable de tiempo llamado pre-menopausia o perimenopausia y son consecuencia del
inicio de fluctuaciones en las concentraciones estrogénicas. Los síntomas más comunes
suelen ser:

i. Periodos menstruales irregulares;


ii. Bochornos
iii. Calores
iv. Sudoración nocturna
v. Debilidad
vi. Fatiga
vii. Desmayos
viii. Vértigo

b) Síntomas metabólicos del climaterio femenino

Algunos de los cambios que comienzan en el climaterio afectan el metabolismo y se


pueden manifestar, por ejemplo, en: sequedad vaginal, problemas urinarios (incontinencia,
poliuria, infecciones urinarias, mastitis, etc.), osteoporosis, enfermedades cardiovasculares,
cáncer de mama y de endometrio, insomnio, aumento de peso, etc.

c) Síntomas psicológicos del climaterio femenino

Como consecuencia de los severos cambios orgánicos que las mujeres viven durante
el climaterio, algunas de ellas experimentan también cambios en su vida psíquica, los
cuales suelen manifestarse en irritabilidad, tendencia a la depresión, inestabilidad
emocional, etc. Para muchas mujeres suele ser muy crítico saber y aceptar que, mientras
ellas han dejado atrás su etapa de fertilidad, sus maridos siguen siendo fértiles.
También pueden provocarse alteraciones en la vida sexual como por ejemplo, la
disminución temporal de la libido, dolor o molestia antes, durante o después de la relación
sexual (dispareunia), inhibición del orgasmo después de la fase normal de excitación
(anorgasmia), etc.

3.5.3. Climaterio masculino57

No se manifiesta en la infertilidad, pues el hombre sigue siendo fértil hasta muy


avanzada edad. Por climaterio masculino se entiende más bien la baja en la producción de
testosterona debida a una progresiva declinación en la función de los testículos.
La testosterona es el andrógeno58 más importante, ya que tiene muchas acciones
fisiológicas que incluyen efectos en músculos, huesos, sistema nervioso central, próstata,
médula ósea y función sexual.

57
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 263-264.
58
Los androgenos son hormonas sexuales masculinas (testosterona, androsterona y androstendiona) cuya
principal función es estimular el desarrollo de los caracteres sexuales masculinos.

38
Psicología pastoral

Los síntomas del climaterio masculino o andropausia suelen ser: cambios en el


estado de ánimo (irritabilidad, mal humor), sensación de cansancio continuo, pérdida de la
energía, disminución del deseo sexual, disminución de la calidad de las erecciones,
disminución de la capacidad para concentrarse y de la memoria.
A largo plazo puede presentarse osteoporosis, disminución del volumen muscular y
de la fuerza muscular, depresión y mayor riesgo de problemas cardiacos, diabetes y
obstrucción de arterias.
Cabe mencionar que aunque con los años va cesando la actividad espermatogénica,
no desaparece el componente psíquico de la sexualidad y en algunos casos inclusive se
refuerza.

3.6. LA VEJEZ (65 años en adelante)59

El declinar físico e intelectual de la persona comienza entre los 60 y 70 años de


edad. Varias legislaciones nacionales ubican la jubilación laboral a los 65 años, por lo cual
esta edad se ha llegado a tomar como parámetro del inicio de la vejez. Así lo asume
también la Asociación Mundial de Geriatría60.
En los estudios sobre la vejez suele dividirse ésta en dos etapas: la tercera y la
cuarta edad. La tercera edad o “vejez oficial” suele iniciar hacia los 65 años y en ese
período la persona mantiene intacta las condiciones funcionales y las capacidades de
relación y de aprendizaje. La cuarta edad se da a partir de los 75 años y normalmente en
este período aparecen problemas funcionales y psíquicos en los cuales la independencia
personal se ve cada vez más afectada.

3.6.1. Cambios físicos durante la vejez

a. Deterioro de las funciones sensoriales, sobre todo el oído y la vista.


b. Fragilidad de la memoria.
c. Sueño débil.
d. Fragilidad corporal cada vez más acentuada.
e. Aparición más constante de diversas enfermedades, las cuales terminan por ser crónicas
e irreversibles.
f. Declive de las facultades cognitivas (olvidos, pérdida de ingenio, olvido de palabras).
g. Pérdida de la capacidad de adaptación del organismo (homeostasis) ante nuevas
situaciones, lo cual explica, en parte la mayor frecuencia de enfermedades.

3.6.2. Cambios psicológicos durante la vejez

a. En algunas personas se da la disminución del interés por las diversas tareas que antes
iluminaban, orientaban y llenaban la vida.
b. Distanciamiento progresivo del ambiente exterior.

59
Los contenidos de este apartado han sido tomados de: M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 368-370.
60
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 367.
Vale la pena tener en cuenta que la geriatría es la rama de la medicina que se encarga del estudio de
las enfermedades en los ancianos y la gerontología es la disciplina que se encarga del estudio de la vejez
desde un enfoque interdisciplinar.

39
Psicología pastoral

c. Nostalgia y recurrencia, a veces excesiva, al pasado, pues del futuro ya poco se espera.
De ahí que el anciano tiende a contar y re-contar experiencias pasadas, la mayoría de las
veces sin darse cuenta de que ya las ha referido en múltiples ocasiones.
d. Desconfianza hacia el mundo exterior y hacia los demás.
e. Dificultades para la adaptación, lo que explica por qué el anciano se apega con facilidad
a un lugar o espacio.
f. Sensación de inutilidad y de resultar molesto para los demás.
g. Sentimiento de humillación constante.
h. Sensación de ser relegado y aislado del trabajo, de la sociedad y de la familia.
i. Profunda inseguridad debida a las limitaciones físicas.
j. Desesperanza y sensación de incapacidad para superarse.
k. Mal humor, tristeza y amargura provocados por la desilusión y la desesperanza.
l. Conductas agresivas como mecanismo de defensa.
m. Quejas continuas.
n. Avaricia senil (provocada por la inseguridad y la sensación de que serán abandonados).
o. Voluntad débil.
p. Egocentrismo/ infantilismo.
q. Chantaje y manipulación.
r. Miedo al dolor, a la muerte, a la pobreza, a la soledad y a la invalidez.
s. Pavor de perder la cabeza (Alzheimer y otras demencias).
t. Incremento de la libido (generada por una excesiva concentración sobre sí mismos).
u. Ante el umbral de la muerte no pocos ancianos llegan a experimentar ansiedad,
sentimientos de culpa y de fracaso.

3.6.3. Algunos principios básicos para la atención pastoral de los ancianos

Es fundamental ayudar al anciano a ir realizando progresivamente una síntesis e


integración de la propia vida desde la óptica de la fe, desde la mirada de Dios. Para ello, se
requiere generar en él “el recuerdo como algo gratificante, encontrando en el pasado
motivos para estar satisfecho con lo que se ha sido; el balance positivo del recorrido vital,
hecho con serenidad al final del camino; el agradecimiento como actitud básica: sentirse
agradecidos con los demás y con Dios por el regalo de la vida; la apertura al mundo
circundante encontrando en él motivos para la esperanza; asumir la muerte como
culminación de la existencia, asumida desde el realismo esperanzado”61.

3.7. PSICOLOGÍA DIFERENCIAL: HOMBRE-MUJER62

3.7.1. Diferencias físicas

a. Genotípicas (cromosómicas). Cromosomas sexuales XX/ XY.


b. Fenotípicas (anatomofisiológicas):
 Caracteres sexuales primarios (órganos sexuales externos e internos).
 Caracteres sexuales secundarios (restantes diferencias somáticas).
c. Cerebro:

61
F. PUIGDENGOLAS, Acompañamiento a las personas mayores, Sal Terrae, Santander 2003.
62
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 370-387.

40
Psicología pastoral

Mediante las nuevas técnicas de diagnóstico, que permiten captar imágenes de la


morfología del cerebro y visualizar su funcionamiento mientras se reflexiona, se recuerda o
se siente, se han encontrado una serie de diferencias entre ambos sexos. Los investigadores
han comprobado que ciertas estructuras del sistema nervioso son distintas en el hombre y en
la mujer, y que uno y otro no siempre utilizan las mismas partes del cerebro para realizar un
ejercicio mental similar.
Así, se ha podido comprobar que la mujer emplea una zona del cerebro más amplia cuando
tiene pensamientos tristes y una más reducida cuando resuelve determinados problemas
matemáticos; que el hombre tiene un diez por ciento menos de neuronas en el lóbulo
temporal, donde se sitúan las actividades del lenguaje, del reconocimiento de la voz y de los
sonidos; y también que la comisura anterior y el cuerpo calloso, elementos que conectan los
hemisferios derecho e izquierdo, presentan un tamaño mayor en el sexo femenino63.

3.7.2. Comportamiento cognitivo

La mujer posee normalmente un pensamiento más analítico y secuencial que el


varón y se desenvuelve mucho mejor en situaciones concretas e inmediatas.
En cambio, el varón es más sintético, resuelve con más eficacia problemas
matemáticos y se maneja mejor en el terreno abstracto y de planificación global.

3.7.3. Comportamiento social

En general la mujer mantiene más vínculos sociales que el hombre y suele ser más
interdependiente que él. Interdependencia «[…] no significa impotencia, indefensión, falta
de control y necesidad de ayuda, sino predisposición para influir sobre otros y mostrarse
sensible a ellos, tendencia a suministrar y recibir apoyo, a confiar y a que se confíen en uno,
a definirse uno mismo en relación a otros, y a verse uno mismo no como un ser solitario,
sino vinculado a otros que son importantes para la propia vida»64.
De hecho, por ejemplo, «las mujeres tienden a utilizar la conversación
preferentemente para explorar relaciones, mientras que los hombres las usan sobre todo
para obtener soluciones»65.
El hombre, por su parte, tiende a vincularse menos que la mujer.

3.7.4. Vinculación asistencial

Las mujeres ordinariamente suelen ser más dedicadas a las tareas de ayuda social
que los hombres. Ellas, por ejemplo, normalmente suministran la mayor parte del apoyo a
niños, ancianos y enfermos. Esto es notorio también en sus orientaciones profesionales.
Todo esto puede deberse a su mayor nivel de interdependencia y empatía que el del
hombre.

63
M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 373.
64
Ibid., 378.
65
Ibid., 379.

41
Psicología pastoral

3.7.5. Empatía

Empatía significa la capacidad para identificarse con los demás, ponerse en sus
zapatos y comprender lo que piensan y lo que sienten y, además, hacerles sentir que uno
está comprendiendo lo que piensan y cómo se sienten. Normalmente la mujer desarrolla
más la empatía que el varón.
Es interesante como en un gran número de los seres humanos, hay una mejor
identificación y relación con la madre que con el padre.

3.7.6. Dominancia social

Normalmente los varones son más dominantes, agresivos y orientados hacia la


obtención de logros; las mujeres, en cambio, suelen ser más deferentes y más inclinadas a
prestar apoyo y unirse.
En el ejercicio del liderazgo, los hombres tienden a adoptar una actitud directiva,
incluso autocrática, mientras que las mujeres suelen ser más democráticas.
En la vida cotidiana, «Es más probable que los hombres se comporten como lo
hacen las personas con poder: que hablen afirmativamente, que interrumpan, que
promuevan el contacto, que se rían menos, que miren fijamente. En la interacción, los
hombres tienden más a formular opiniones, y las mujeres, a expresar su apoyo»66.

3.7.7. Iniciativa sexual

En el hombre es más común que la sexualidad esté menos condicionada por la


afectividad que en la mujer, y que los impulsos sexuales surjan inicialmente al margen de la
afectividad como un fuerte impulso a la satisfacción física-genital.
La mujer, en cambio, suele experimentar el impulso erótico con menos compulsión
y la sexualidad permanece mucho más ligada a la afectividad.

3.7.8. Elementos característicos de la “feminidad”67

a. Predominio de lo intuitivo y afectivo sobre lo racional, del corazón sobre la cabeza.


b. Tendencia a la subjetividad; la mujer suele ser más emotiva que el varón.
c. Predominio del pensamiento intuitivo.
d. Tendencia a la reflexión.
e. Al poseer gran facilidad para observar los detalles concretos, puede caer con mayor
facilidad que el varón en susceptibilidades. Por eso hay cosas que al varón le afectan
poco, pero tienen una enorme resonancia en la mujer.
f. Facilidad para dejarse llevar por apasionamientos poco objetivos, los cuales pueden
deformar la realidad y complicar situaciones sencillas.
g. Le resulta más difícil que al varón ser anímicamente estable, en criterios y sentimientos.

66
M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 381.
67
Cf. R. M. MORENO, Taller de sexualidad para la liberación de la persona, México, SEMARO, 2003, 90
y M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 408.

42
Psicología pastoral

h. La mujer, por lo general, suele tener más sentido de lo seguro, de lo que ya está
comprobado por la experiencia. Le cuesta más trabajo cambiar, buscar nuevas fórmulas.
i. Mayor interés por la tranquilidad y por la paz que en el varón.
j. Mayor facilidad para conocer a las personas.
k. Mayor delicadeza en el trato que el varón.
l. Generosidad.
m. Capacidad para atender lo concreto.
n. Agudeza de ingenio.
o. Tenacidad.
p. Suele afrontar el dolor con mayor madurez que el varón, aunque elabora más
lentamente las pérdidas afectivas.
q. Tiene gran capacidad para la renuncia.
r. Tiende a la interiorización.
s. Suele tener como tema preferente de conversación a sí misma y las cuestiones referidas
directamente a las personas.
t. Suele tener mayor preocupación que el varón por su apariencia externa.
u. En el acompañamiento espiritual suelen ser más prolijas en sus relatos que el varón.

3.7.9. Elementos característicos de la “masculinidad”68

a. Tendencia al interés por lo fundamental y por lo concreto.


b. Interés mayor que el de la mujer por la fama y el prestigio.
c. Predominio de la racionalidad y del pensamiento lógico.
d. Tendencia a las decisiones rápidas.
e. Ejercicio del razonamiento en los afectos de pareja.
f. Posibilidad de elaborar más rápidamente las pérdidas afectivas que la mujer.
g. Actitud básica de conquista: firme, fuerte y líder.
h. Mayor tendencia a la impulsividad y a la agresividad que la mujer. En parte este rasgo
tiene que ver con la testosterona.
i. Capacidad de trazar proyectos a largo plazo.
j. Exactitud.
k. Dominio de las cosas.
l. Tendencia hacia la técnica.
m. Sus temas de conversación suelen ser las cosas y los proyectos, no las personas.

68
Cf. R. M. MORENO, Taller de sexualidad para la liberación de la persona, México, SEMARO, 2003, 90
y M. Á. MONGUE, Medicina pastoral, 408.

43
Psicología pastoral

IV. CARACTERIOLOGÍA Y TIPOS DE PERSONALIDAD

4.1. CARÁCTER, TEMPERAMENTO Y PERSONALIDAD

En la personalidad del ser humano pueden distinguirse tres estratos:


a. Temperamento: Es la “constitución heredada”, es decir, las predisposiciones
provenientes de los factores genéticos y biológicos (bioquímicos, endocrinos y
neurovegetativos). Esto se traduce, concretamente, en pulsiones instintivas, estados de
ánimo y sentimientos vitales.
b. Carácter. Es la conjunción de los elementos heredados y de los hábitos aprendidos, lo
cual da por resultado el conjunto de cualidades o disposiciones psicológicas propias de
cada persona. En la configuración del carácter influyen los elementos ambientales,
educativos y culturales.
c. Personalidad. Es el resultado de la conjunción del carácter con el comportamiento libre
de la persona. Recordemos que por personalidad entendemos la organización dinámica
que cada individuo hace de sus elementos psico-físicos, lo cual determina su forma de
pensar y de actuar.

4.1.1. Tipos de carácter

Combinando tres realidades fundamentales en la persona humana (emotividad,


actividad y repercusión) se pueden obtener ocho tipos de «caracteres» psicológicos69.
a. Emotividad: es la reacción afectiva (emoción o sentimiento) que una determinada
situación provoca en una persona.
b. Actividad: Es la necesidad espontánea que empuja a una persona a actuar, a ejecutar un
proyecto o una idea.
c. Repercusión: Es la influencia que las impresiones generadas por una experiencia
ejercen en la persona mientras están presentes en ella. Si la reacción y repercusión son
fuertes, se llaman reacciones y repercusiones primarias, y si son débiles se llaman
reacciones y repercusiones secundarias.
Teniendo en cuenta el mayor o menor dominio de la emotividad, la actividad y la
repercusión en una persona, pueden individuarse en ocho los tipos de carácter70:

Emotividad Actividad Repercusión Tipo


emotivo activo primario colérico
emotivo activo secundario apasionado
Emotivo no activo primario nervioso
Emotivo no activo secundario sentimental
No emotivo activo primario sanguíneo
No emotivo activo secundario flemático
No emotivo No activo primario amorfo
No emotivo No activo secundario apático

69
Según Iván Pavlov, los tipos de temperamento tienen que ver con el grado de fuerza, equilibrio y velocidad
de correlación del sistema nervioso.
70
Cf. M. Á. MONGUÉ, Medicina pastoral, 101.

44
Psicología pastoral

No se puede relativizar el hecho de que los rasgos temperamentales que nos vienen
genéticamente heredados tienen un enorme influjo en la personalidad. «Es más, numerosos
datos y observaciones confirman que el lóbulo frontal del cerebro posee una influencia
decisiva en el desarrollo de la personalidad. Y así, lesiones o alteraciones de ciertas áreas
cerebrales llevan consigo un cambio en el temperamento, humor, memoria, facultades
imaginativas y creadoras, etc. [Así mismo], determinadas alteraciones biológicas impiden a
la persona “enferma” actuar voluntaria y libremente, y por tanto, ser totalmente responsable
de sus acciones»71.
«Existe, por ejemplo, la psicopatología de la irresolución; quienes la padecen son
incapaces de tomar resoluciones, debido a una falta de emociones que les deja sin
incentivos, y son personas que no reaccionan ante hechos graves; y fisiológicamente se
asocia a lesiones prefrontales ventromediales. Pero no siempre la causa de esos
comportamientos es orgánica; por ejemplo, en una persona sana pueden darse hábitos
adquiridos de “rumiaciones interminables”, pasividad y pesimismo […Por otro lado], en
algunas personas existe un déficit orgánico, tal vez hormonal que se manifiesta en un
déficit en la motivación y falta de impulso, deseos o apetencias y en otras se trata de una
apatía “cultivada”; han adquirido un estilo de vida en el que casi nada vale la pena el
esfuerzo»72.
Más aún, hay enfermos en los cuales un determinado comportamiento no es una
falta deliberada, sino una alteración del cerebro. En estos casos es el médico quien tiene
que dictaminar el diagnóstico y el tratamiento para la persona, no el sacerdote.

4.1.2. Características del temperamento colérico


Este tipo de personas son altamente reactivos a los estímulos del medio; suelen ser
muy activos, prácticos, decididos, extrovertidos e independientes
4.1.3. Características del temperamento sanguíneo
Suelen ser personas fácilmente impresionables por el medio exterior, otorgan un
peso elevado a los sentimientos tendiendo a colocarlos por encima de la razón, bajo nivel
de concentración y actividad, cálidos en las relaciones, flexibles y extrovertidos.
4.1.4. Características del temperamento flemático
Quienes poseen este tipo de temperamento suelen tener una baja sensibilidad pero
una alta concentración y actividad; suelen ser introvertidos y poco flexibles a los cambios,
pero de trato afable y llevadero.

71
M. Á. MONGUÉ, 102.
72
Ibid., 102.

45
Psicología pastoral

4.2. TIPOS DE PERSONALIDAD73

Sería una franca insensatez pretender encasillar y “catalogar” a las personas en


tipologías rígidamente definidas a partir de elaboraciones conceptuales. Cada persona es
única e irrepetible; cada persona es un misterio.
No obstante, en el intento de comprender mejor a las personas, puede ser útil contar
con algunos elementos mínimos que nos ayuden a ubicar diversos “tipos de personalidad”
que algunos estudiosos (unos con mayor seriedad que otros) han ido individuando.
A continuación se presenta la síntesis sobre nueve tipos de personalidad considerados
por el sistema llamado “eneagrama”. En concreto, se ofrece un resumen de las
consideraciones de David Mahon en su libro (de divulgación popular) De cara a Dios. Una
introducción al eneagrama. Téngase en cuenta no tomamos el trabajo de Mahon (cuyas
ideas estaremos citando prácticamente de modo textual) como una aproximación científica
al tema que nos ocupa y mucho menos lo adoptamos como paradigma. Lo presentamos
simplemente porque el análisis que hace sobre las personalidades es rico en su contenido,
pero al mismo tiempo sencillo y asequible en su abordaje.

4.2.1. Personalidad perfeccionista

a) Características de personalidad

Son personas que persiguen a toda costa la perfección. Son independientes,


concienzudos y muy responsables. Idealistas y normalmente muy bien organizados, se
enorgullecen continuamente de su trabajo, pues lo consideran bien hecho.
Se esfuerzan por ser excelentes en todo, buscan descubrir las reglas y seguirlas al
pie de la letra. Con este modo de proceder buscan ganar la aprobación de los demás.
Cuando reciben una crítica ésta suele tener gran impacto en su afectividad y pueden
volverse resentidos y serios con quien los critica.
Son puntuales, meticulosos, metódicos y trabajadores. Fácilmente pueden hacerse
adictos al trabajo.
Tienden a ser iracundos pero normalmente reprimen la ira, pues la consideran una
falta de perfección. Pero este enojo reprimido puede llegar a convertirse en resentimiento.
Corren el riesgo de ser justicieros e intolerantes.
Sufren porque suelen ser intolerantes y demasiado críticos consigo mismos.
Normalmente no están nunca satisfechos con lo que hacen.
Son rigurosos en los detalles y se esfuerzan por poner todo en perfecto orden e,
inevitablemente, nunca logran la perfección que buscan, por lo cual se frustran de continuo
y ello les enoja.
A menudo son rígidos y serios. Pueden volverse compulsivos al tratar de alcanzar
sus elevados objetivos.
Suelen ser impacientes y tercos cuando se trata de obtener lo que quieren.
Normalmente provocan en los demás reacciones de rechazo hacia su persona y la
actitud de “pelea o huye”. Suelen exasperar a los demás.

73
Los tipos de personalidad presentados a continuación son una síntesis de los nueve tipos de personalidad
que presenta D. MAHON, De cara a Dios. Una introducción al eneagrama, Lumen, México 2003.

46
Psicología pastoral

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Excesiva autocrítica.
 Necesidad compulsiva de actuar en lo que consideran correcto.
 Demora en tomar decisiones, originada por el terror a equivocarse.
 Están dispuestos a auto-castigarse en pos de un desempeño excelente.
 Ser controlados por el tiempo y obsesionarse por la puntualidad.
 Permitirse descanso y diversión sólo cuando todas las tareas han sido perfectamente
cumplidas, pero resulta que las tareas siempre son interminables.
 El riesgo de pensar que existe una sola manera de hacer las cosas: la de ellos.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Necesidad de reconciliación entre su yo y su super yo.


 Dejar de juzgarse a sí mismos y a los demás desde sus rígidos parámetros.
 Superar la tentación de construir su identidad a partir de lo que hacen y de la
consecución de sus expectativas.
 Aceptar las limitaciones personales y las de los demás.
 Crecer en humildad.
 Abrirse a sus sentimientos, reconociendo y asumiendo aquellos que consideran
inapropiados y que continuamente tratan de controlar.
 Crecer en la paciencia consigo mismos y con los demás.
 No absolutizar sus errores ni los de los demás.
 Trascender la imagen de Dios que con facilidad puede construir este tipo de
personalidades: un Dios perfeccionista, evaluador, juez implacable que sólo aprueba o
desaprueba.
 Ayudarles a descubrir, aceptar y vivir la gratuidad e incondicionalidad del amor divino
reconociendo que Dios los ama por lo que son y no por lo que “deberían ser”.

4.2.2. Personalidad «altruista»

a) Características de personalidad

Alegres, amistosos y serviciales. Disfrutan dando su tiempo y energía y pueden lograr


que la gente se sienta a gusto con ellos.
Cuando son reconocidos o recompensados por ayudar a los demás y por ser
serviciales, se sienten satisfechos.
Necesitan que los necesiten. Su recompensa es la aprobación y la atención de los
demás. Cuando no son apreciados se sienten profundamente lastimados. No soportan el
rechazo.
Algunas personas abusan de su disponibilidad y servicialidad.
Suelen ser empáticos y manifestar sus emociones con facilidad.

47
Psicología pastoral

Siempre están dispuestos a realizar sacrificios por los demás, pero tienden a
descuidarse a sí mismos y a negar sus sentimientos y necesidades personales. Raras veces
piden favores.
Corren el riesgo de que su identidad dependa de la ayuda y la asistencia que puedan
ofrecer a los demás.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Sensación de ser indispensables para el otro, lo cual muchas veces esconde


soberbia.
 Negación de las propias necesidades.
 Temor desproporcionado al rechazo y enorme necesidad de aprobación.
 Sentirse controlados por las necesidades de otras personas.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Establecer contacto real con sus propios sentimientos.


 Progresar en el reconocimiento de sus necesidades personales. Para ello es
fundamental cultivar la virtud de la humildad.
 Darse cuenta de que son dignos de ser amados por lo que son, independientemente
de los servicios que presten.
 Convencerse de que el amor no se puede comprar.
 Descubrir y aceptar su propio valor y asimilar que no necesitan ganar la aprobación
y aceptación de los demás mediante una servicialidad mal orientada.
 Aprender el valor de la gratuidad: ayudar a los demás sin buscar recompensas,
afecto o manifestaciones de gratitud.
 Evitar el riesgo del mesianismo reconociendo a Dios como único redentor.
 Purificación de las intenciones en el afán de servicio, de modo que busquen
auténticamente el bien de los demás y no la propia auto-complacencia.
 Reconocer y experimentar a Dios como fuente de toda compasión y de todo amor, a
quien es necesario acercarse para purificar y elevar la propia forma de amar.
 Aprender a amar y dejarse amar desde la mirada y el corazón de Dios.

4.2.3. Personalidad «triunfadora»

a) Características de personalidad

Suelen ser personas muy confiadas en sí mismas, ambiciosas, exitosas, enérgicas y


bastante capaces. Dispuestos a mejorarse, se esfuerzan mucho y son buenos motivadores y
“vendedores” de ideas y proyectos. Por su estilo y entusiasmo, motivan a otros para
alcanzar la excelencia y el éxito. Disfrutan de los desafíos y se concentran para ganar.
Sienten que el amor y la aceptación de los demás dependen de sus logros y por eso
se empeñan por no decepcionar a nadie.
Persiguen lo que puede traerles éxito, descuidando sus sentimientos y emociones en
el proceso, al identificarse completamente con las metas alcanzadas y, por lo tanto, con el
triunfo.

48
Psicología pastoral

Son naturalmente dinámicos, buenos organizadores y tienen una mirada atenta a los
detalles. Ellos planean para el futuro.
Buscan continuamente la popularidad.
Son naturalmente constructores de imagen. Con frecuencia son oportunistas y
adictos al trabajo. A menudo son jefes exigentes e inflexibles ante la ineficiencia y la
incompetencia, son reticentes a permitir que los sentimientos se interpongan en su camino
al éxito.
Viven sus vidas según una agenda rigurosa.
Como la imagen también es vital para el logro de sus proyectos, buscan vestirse con
estilo y adquieren diversos accesorios que den prueba de su éxito.
Viven constantemente detrás de una máscara y aprenden a manejar sus sentimientos
según lo necesiten. Nunca se sienten cómodos revelando su interior y por ello desvían la
atención con facilidad hacia el proyecto del momento, si existe el peligro de que sus
sentimientos queden expuestos en el encuentro con alguna persona.
Cuando se enfrentan con el fracaso suelen aislarse y pueden terminar en la
desesperación porque han construido su identidad sobre la base del éxito.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Identificarse con el éxito y la eficiencia. Están convencidos de que allí radica su


fuente de «identidad» y «seguridad» personales.
 Creer que son lo que hacen y lo que logran.
 Obsesión por evitar el fracaso a cualquier precio.
 Juzgar a los demás por su productividad y no por lo que son.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Abandonar la dependencia de la propia imagen y las actitudes histriónicas que sólo


los esclavizan.
 Aprender a valorarse por lo que son y no por lo que hacen o por lo que logran.
 Entender que su ser es más valioso que la mera apariencia.
 Aprender a ubicar sus logros en su justo sitio.
 Aprender el valor de las emociones y de las relaciones.
 Aprender a captar y respetar los sentimientos de los demás.
 Aprender a colaborar en lugar de competir con quienes los rodean.
 Reconocer sus propios fracasos y comprender que la fragilidad no los hace menos
valiosos ni menos dignos.
 Reconocer su dependencia de Dios.
 Aprender a mirarse y a mirar a los demás desde el corazón de Dios.
 Profundizar en el misterio de la encarnación, la pasión, la cruz y la muerte de Jesús.

49
Psicología pastoral

4.2.4. Personalidad «artística»

a) Características de personalidad

Son personas que buscan ser auténticas, diferentes y únicas. Por ello persiguen
continuamente lo inusual y a veces lo extravagante. Son creativos y emocionalmente
honestos. Su forma de vestir y los ambientes que buscan, expresan su sentido de distinción
y su necesidad de belleza y significado profundo. Tienen una necesidad, a veces
incontrolable, de ser especiales.
Se ven a sí mismos como diferentes. Fácilmente pueden sentirse frustrados u
ofendidos. Esta inclinación a la tristeza deriva de su sensación de ser especiales pero
incomprendidos. Consideran que nadie puede comprender su dolor y su soledad.
A menudo son sensibles a la belleza, a los estados de ánimo y a los sentimientos de
los demás.
No tienen tiempo para lo ordinario ni sienten placer en ello y, por lo tanto, a
menudo les resulta difícil vivir el presente.
Suelen oscilar entre la alegría y la tristeza, entre lo trágico y lo melodramático.
Pueden ser envidiosos de lo que otras personas parecen poseer.
Muchas veces deben luchar contra sentimientos de inferioridad. Creen que si se
vuelven demasiado comunes los demás no los tomarán en serio.
Debido al temor de ser incomprendidos, suelen replegarse en sí mismos y tornarse
melancólicos y tristes. Pueden ser ensimismados, caprichosos y tendientes a la depresión.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Creer que son especiales y empeñarse por serlo.


 Envidia: “otros tienen lo que me falta”.
 Veleidad en sus estados de ánimo.
 Tendencia a la melancolía.
 Su búsqueda de lo diferente y extravagante los hace sentir que lo presente no es real
ni vale tanto la pena.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral


 Liberarse de la envidia.
 Abandonar el inútil ejercicio de las comparaciones.
 Asumir el presente y aceptar los aspectos ásperos de la vida común y corriente,
junto con lo bueno.
 Discernir, ponderar y manejar adecuadamente sus sentimientos.
 Evitar abrumarse con sentimientos negativos.
 Moderarse en el análisis que hacen de toda persona y de toda realidad en su
imaginación.
 Utilizar sus dones, sin importar cuán insignificantes puedan parecer.
 Este tipo de personas pueden sentirse atraídos por la imagen del «Deus
absconditus», por el Dios misterioso e inalcanzable. Habrá que ayudarles a valorar
la encarnación del Verbo eterno y la cercanía de Dios.
 Ayudarles a descubrir a Dios en lo pequeño, en lo común y ordinario de la vida.

50
Psicología pastoral

4.2.5. Personalidad «observadora»

a) Características de personalidad

Se trata de individuos que observan muy atentamente a las personas, a las cosas y
circunstancias, dilucidando causas y posibles consecuencias de las actitudes de las personas
y de los hechos; acumulan gran cantidad de conocimientos y “teorías sobre la realidad”
pero, por temor al compromiso, se reservan para sí mismos sus conocimientos y sus
observaciones y se comprometen poco con la realidad.
Son personas pensantes que cultivan y defienden a toda costa la autosuficiencia,
más que la sana autonomía. Por lo tanto, pueden trabajar independientemente e incluso
evaden el trabajo en equipo.
Aunque suelen ser geniales en su percepción de la realidad y en la generación de
ideas, suelen guardárselas para sí mismos y para su propio provecho.
Normalmente son proclives a retraerse en sí mismos, aunque parecen “radares”,
pues están demasiado atentos a lo que ocurre a su alrededor.
Son más espectadores que actores. Pueden ser reservados y sentirse superiores a los
demás.
Suelen cuestionarlo todo, ser mezquinos y excesivamente críticos.
Además, no les gusta ser el centro de atención, para no comprometerse, por lo cual
huyen siempre de las luces del escenario.
También experimentan dificultades para comprometerse emocionalmente y evitan
los compromisos concretos con los demás, así como las relaciones de mayor intimidad.
Expresan con mayor facilidad lo que piensan que lo que sienten. Son cuidadosos de
no desarrollar demasiados vínculos afectivos.
Prefieren evitar las reuniones sociales y carecen de habilidades para la conversación.
Defienden a ultranza su propio tiempo y espacio privados, guardan sus sentimientos
para sí mismos, tienen dificultades para expresar o pedir lo que necesitan, prefieren
arreglárselas solos antes que depender de alguien y se relacionan más con sus pensamientos
y con el silencio que con las personas.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 El egoísmo y el ensimismamiento.
 La incomunicación.
 La evasión del compromiso.
 Las resistencias a la vinculación afectiva.
 El miedo de los propios sentimientos.
 Esnobismo intelectual.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Mayor valoración y apertura a la intersubjetividad. Abrirse más a la relación con los


demás.
 Avanzar hacia el compromiso y la acción.

51
Psicología pastoral

 Salir de la teoría y de la observación hacia la actividad práctica.


 Comprender que el conocimiento de sí mismos no se limita a analizar o restringirse
a una determinada teoría.
 Tomar conciencia de que las emociones también son importantes en la vida.
 Ser capaces de compartir más de sí mismos.
 Dejar a un lado la avaricia y posesividad siendo más generosos en descubrir sus
conocimientos, habilidades y tiempo.
 Avanzar en la capacidad de compartir emocionalmente a niveles profundos.
 Dar mayor importancia a lo que piensan los demás y ser más cuidadosos con sus
propios juicios.
 Ayudarles a trascender su imagen del Dios distante que permanece enfrascado en su
misterio sin interesarse por la vida del hombre.
 Insistir en el amor a Dios y al prójimo como único camino de salvación y de
auténtica plenitud.

4.2.6. Personalidades «temerosas»

a) Características de personalidad

Son personas leales y confiables, ofrecen un generoso apoyo, principalmente a las


personas que han sido descuidadas o tratadas injustamente. Desarrollan una especial
sensibilidad para con los débiles, vulnerables y maltratados porque en el fondo se
identifican a sí mismos con ellos.
Son productivos y trabajadores e incluso están dispuestos a trabajar firmemente sin
recibir reconocimiento público. Tienen la capacidad de sacrificarse mucho por los demás.
Sin embargo, son personas que ordinariamente crecieron llenas de temores y por lo
mismo suelen ser cautelosos y muy suspicaces ante situaciones nuevas.
A veces poseen escasa autoestima y esto dificulta su progreso.
Buscan evitar el peligro respetando las reglas y siendo, en general, conformistas.
Con frecuencia están plagados de dudas y temores sobre sí mismos y sobre los
demás. Su “prudencia” los lleva a prorrogar la toma de decisiones.
Se sienten más a gusto siguiendo instrucciones y obedeciendo las reglas que
tomando por sí mismos la iniciativa.
Cuando rompen las reglas pueden tener graves dificultades para reconocerlo y
sentirse muy culpables, debido a la vergüenza que sienten.
A veces poseen una valoración excesiva de la autoridad, a la que consideran como
punto de referencia y fuente de seguridad personal.
No les agrada que los demás contradigan sus opiniones.
Pueden ser combativos y presentar batalla enérgica contra lo que temen, aunque en
el fondo estén llenos de temores. Intentan controlar lo que perciben como amenazante.
Evitan tomar riesgos, le temen al cambio y a lo desconocido y pueden volverse
ansiosos y agresivos al sentirse amenazados.
Suelen ser pesimistas por naturaleza.
Debido a su inseguridad básica, tienden a ser serios, reservados y desconfiados. A
veces encuentran dificultades para disfrutar del tiempo libre.
Usualmente experimentan la vida como demasiado demandante para ellos.

52
Psicología pastoral

Cuando logran un buen desempeño, encuentran dificultades para reconocer sus


propios alcances.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Inseguridad
 Temores desproporcionados.
 Incapacidad para disfrutar del éxito y del placer.
 Duda y escepticismo interminables.
 Lealtad y esfuerzo por la causa.
 Dar demasiado peso a la opinión que los demás tienen sobre ellos.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Abandonar sus sospechas y avanzar hacia la confianza. Esto les permitirá que otros
los conozcan y los amen, y en el proceso se verán aceptados.
 No dejarse envolver por sus dudas y temores, más bien objetivarlos,
redimensionarlos y afrontarlos.
 Convencerse de que son valiosos y dignos de confianza.
 Evitar concederle un peso excesivo a las opiniones de los demás.
 No idolatrar a las figuras de autoridad.
 Dejar de exigirse logros imposibles.
 No pretender controlar tanto sus miedos a fin de que nadie se dé cuenta, pues ello
les genera más tensión.
 Reconocer con mayor realismo sus sentimientos y aprender a expresarlos.
 Ayudarles a afianzarse en Dios como fuente de valía y de seguridad personales.
 Fortalecer su confianza en Dios.
 No obstante, también se les debe ayudar a comprender que Dios siempre nos pide
dar un paso adelante y que el desierto, la desolación, la oscuridad y la prueba,
también son constitutivos de la vida de fe.

4.2.7. Personalidades «optimistas»

a) Características de personalidad

Son personas llenas de imaginación, alegría y energía. Extrovertidos, sociables e


innovadores, pueden llegar con facilidad a la gente y producir entusiasmo en los demás.
Disfrutan reuniendo a las personas, pues son buenos conversadores, a menudo dotados de
múltiples talentos; ven la vida llena de posibilidades para divertirse más.
Sin embargo, pueden esconder el hecho de que en lo profundo sienten temor.
En el intento por rehuir del dolor, trasladan su atención sólo a los aspectos
divertidos de la vida. Por lo tanto, evitan lo temible y doloroso y a menudo se limitan a lo
despreocupado y frívolo.
Son joviales, optimistas y amantes de la diversión. Son espíritus libres que esperan
que su continuo y flexible planteamiento de la vida los proteja contra cualquier tarea
ardua o deber que deban asumir.
53
Psicología pastoral

Tienden a tomar con poca seriedad los compromisos y a llegar tarde a la mayoría de
las cosas.
Postergan y evitan los compromisos reales.
Muchas veces, su atiborrada agenda social y su adicción a la diversión los hacen
evadir, o al menos posponer, el abordaje de temas personales, sociales y espiritualmente
profundos.
Fácilmente optan por permitirse el exceso y tienen problemas con la moderación.
Buscan la gratificación inmediata y pueden volverse muy agresivos cuando otros
intentan aconsejarles que se controlen.
Por naturaleza son contrarios a la autoridad.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Ver la vida únicamente como una gran fiesta.


 Ocultar, tras la máscara de alegría y optimismo, sus temores y problemas de fondo.
 Inclinación a no enfrentar los aspectos de la vida que pueden resultarles dolorosos para
ellos mismos o para los demás.
 Tendencia a racionalizar las cosas para evitar el dolor.
 Inclinación a escapar de sus temores a través de las ocurrencias de su imaginación y de
las bromas.
 Temor, y a menudo evasión, del compromiso y del trabajo.
 Permisivismo.
 Necesidad excesiva de placer, diversión y alegría. Nunca se sacian.
 Evasión de las cosas serias mediante bromas y chistes.
 Intemperancia y glotonería.
 Falta de límites.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Profundizar sobre sí mismos, sobre las personas y sobre las cosas, en vez de permanecer
en los límites o quedar atrapados en la superficie.
 Enfrentar el dolor cuando es necesario.
 Resistir a la tentación de evitar lo serio de la vida.
 Dar en la misma proporción que reciben.
 Moderar la tendencia a la gratificación inmediata.
 Disciplinar su impetuosidad.
 Controlar la necesidad desproporcionada de gente nueva, cosas nuevas y lugares
nuevos.
 Crecer en la introspección cultivando espacios de soledad, reflexión y silencio.
 Tener en cuenta que Dios no es sólo el “Dios del deleite” y de la belleza; que su hijo se
encarnó y murió y que la vida de fe es, por antonomasia, vida entregada y, por lo tanto,
muchas veces vida sacrificada a favor de los demás.

54
Psicología pastoral

4.2.8. Personalidad «líder»

a) Características de personalidad

Disfrutan del poder y del control y son capaces de trabajar duro y jugar duro.
Pueden ser protectores y estimulantes, y pueden utilizar su autoridad para combatir la
injusticia. Son auto-afirmativos, valientes y disfrutan de nuevos desafíos.
Están listos para explotar cualquier debilidad que aparezca en el horizonte. Tienen
poca consideración por los sentimientos de los demás y a veces pueden ser muy crueles.
Son renuentes a disculparse.
A menudo son abiertamente agresivos y les encanta desafiar y dominar a los demás.
Ven la vida como una batalla, pues son competitivos por naturaleza y les gusta
buscar el punto más débil de sus contrarios.
Les agrada utilizar el lenguaje agresivo y vulgar.
Desprecian la debilidad y guardan respeto sólo por aquellos que están dispuestos a
pelear en su propio terreno. Les gusta provocar a la gente, buscan el conflicto y, a veces,
cuando no lo encuentran, lo provocan. Pueden ser francos hasta llegar a la brusquedad. Les
gusta proyectar una imagen de dureza.
Disfrutan de las peleas, las confrontaciones y la exhibición de poder. Cuando se
encuentran inmersos en un proyecto tienen la capacidad de trabajar con enorme
compromiso.
Poseen gran capacidad para soportar el dolor. Pueden ser muy protectores con sus
amigos, pero a veces sus relaciones pueden estar basadas en la sumisión de los otros.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Identidad y seguridad fundamentadas en su fuerza y agresividad.


 Agresión y expresión abierta de la ira.
 El placer de la venganza por la venganza.
 El exceso como antídoto del aburrimiento.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Reconocer el lado vulnerable de su propia naturaleza.


 Reconocer y asumir sus sentimientos más nobles y amables.
 Compartir sus angustias y debilidades.
 Aceptar que las demás personas tienen sus propios derechos.
 Refrenar su tendencia a intimidar, ignorar y dominar a los otros.
 Aprovechar su fuerza para enseñar y ayudar a otros a defender su dignidad y sus
derechos.
 Aceptar que la interdependencia es parte de la esencia humana.
 Desarrollar su instinto de generosidad.
 Suelen ser amantes de la imagen de un Dios poderoso y guerrero, de un Dios que todo
lo controla; en cambio, les genera dificultad aceptar al Dios omnipotente, pero al mismo
tiempo paciente y misericordioso que ha revelado Jesús.

55
Psicología pastoral

 Será necesario ayudarles a purificar sus principios de identidad mirando a Jesús como
paradigma del hombre auténticamente fuerte y del líder por antonomasia.

4.2.9. Personalidades «mediadoras»

a) Características de personalidad

Tolerantes y mediadores por naturaleza. Ofrecen un apoyo incondicional y ejercen


una influencia aliviadora sobre los demás. Buscan la armonía y quieren inspirar una vida
pacífica y confortable. Se adaptan fácilmente y son capaces de sentirse plenamente
satisfechos. Son pacientes y serenos, capaces de invertir un considerable esfuerzo en su
trabajo.
Suelen ser intuitivos, con gran capacidad para escuchar, y pueden percibir lo que es
importante para la vida de las demás personas.
Tienden hacia la indecisión y la pereza. Sin embargo, pueden invertir gran cantidad
de energías cuando intentan evitar o evadir el conflicto. Son pacifistas por naturaleza.
Quieren que su ambiente inmediato sea armonioso y se niegan a tener en cuenta los
agravios para evitar confrontaciones.
Posponen decisiones personales y son capaces de llegar a acuerdos con tal de
mantener la paz.
Son personas afirmativas y tolerantes. No prejuzgan ni amenazan. Suelen ser
modestos.
Les interesa el sendero de la menor resistencia y se guardan su ira para sí mismos.
Suelen desconfiar de sí mismos y les perturban los halagos de los demás hacia su
persona. Consideran que no son tan importantes y prefieren siempre quedar fuera del centro
de atención, pues además les da miedo que los demás esperen demasiado de ellos. Por eso,
suelen evitar tomar iniciativas.
En situaciones tensas tienden a retirarse.

b) Conductas autodestructivas que afectan su vida de fe

 Inseguridad
 Indecisión
 Falta de confianza en sí mismos
 Represión de su energía física y de su ira
 Evasión del conflicto
 Falta de libertad interior para defender sus propias posturas.

c) Aspectos que pueden ser sugeridos en la atención pastoral

 Elevar su autoestima.
 No depender de la opinión de los demás.
 Aprender a enfrentar la realidad y el conflicto.
 Controlar su tendencia al escapismo y las costumbres que lo acompañan: píldoras
somníferas, alcohol, narcóticos, compras, dormir demasiado, etc.

56
Psicología pastoral

 Son amantes de considerar a Jesús sólo como pacificador y por ello necesitan entender
que para Jesús la paz estaba lejos de la indolencia y de una falsa armonía.
 Ayudarles a comprender que la falsa mansedumbre puede provocar estragos en la vida
espiritual.
 Acercarlos a la comprensión de que Dios también invita a asumir compromisos y
riesgos.

V. ALGUNOS TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO HUMANO74

Podemos dividir, de modo sumamente general, los diversos trastornos de la


personalidad humana, de acuerdo a su origen y sintomatología, en los siguientes grupos o
tipificaciones generales:

a. Cuadros de tipo psicótico75


b. Trastornos de la personalidad
c. Trastornos de la afectividad
d. Trastornos de ansiedad
e. Trastornos disociativos
f. Trastornos somatomorfos
g. Trastornos alimentarios
h. Trastornos del control de los impulsos

5.1. CUADROS DE TIPO PSICÓTICO

Se trata de trastornos mentales graves de origen orgánico o emocional que se


caracterizan fundamentalmente por la presencia de ideas delirantes, alucinaciones o
deterioro grave del juicio acerca de la realidad.
Dichos pensamientos, emociones y percepciones se caracterizan por su contenido
marcadamente extravagante, amén de la rigidez, realismo y seguridad con que los vive el
paciente.
Existen tres padecimientos psicóticos:
a. Esquizofrenia
b. Trastorno de ideas delirantes persistentes (paranoia)
c. Trastorno psicótico agudo pero transitorio.

5.1.1. Esquizofrenia

No puede decirse que sea una sola enfermedad. Bajo el término “esquizofrenia” se
engloba un amplio grupo de trastornos mentales que son semejantes en algunos de sus

74
Para todo este capítulo véase principalmente M. MONGUÉ, Medicina pastoral, 428-459. Una parte
considerable de la información presentada en estos apuntes ha sido tomada literalmente de esta obra.
75
La psicosis es un trastorno mental mayor, de origen emocional u orgánico, que produce un deterioro de la
capacidad de pensar, responder emocionalmente, recordar, comunicar e interpretar la realidad. Cf.
http://es.wikipedia.org/wiki/Trastorno_psic%C3%B3tico_breve

57
Psicología pastoral

síntomas, en el período de la vida en que suelen manifestarse y en el tiempo o cronicidad de


su evolución. El DSM-III-R elenca cinco tipos diversos de esquizofrenia:

a. Esquizofrenia catatónica
b. Esquizofrenia desorganizada
c. Esquizofrenia paranoide
d. Esquizofrenia indiferenciada
e. Esquizofrenia residual

El origen de la palabra esquizofrenia (mente dividida) no se refiere a lo que


normalmente se entiende como “doble personalidad”, sino a una división entre la realidad,
por un lado, y el mundo interior con su peculiar de la realidad, por otro.
La esquizofrenia deteriora la capacidad de las personas para pensar, dominar sus
emociones, tomar decisiones y establecer relaciones con los demás. Es una enfermedad
crónica y compleja que no afecta por igual a todos los que la padecen.

a) Etiología

El origen de la esquizofrenia está aún en investigaciones en el campo de la


psicología y, principalmente, de la psiquiatría.
Actualmente la hipótesis más aceptada ubica el origen de este padecimiento en el
neurodesarrollo, según la cual existen factores que intervienen desde el desarrollo neuronal
intrauterino del individuo –quizás ya desde los primeros momentos de la vida- los cuales
alteran el desarrollo neuronal normal. También se ha asociado la etiología de esta
enfermedad con factores genéticos, en concreto con la transmisión de alteraciones en un
gen de los receptores de serotonina76.

b) Sintomatología

Existen síntomas positivos: delirios, alucinaciones y conductas inadecuadas; y síntomas


negativos (lo que el paciente deja de hacer en comparación con una persona sana, como por
ejemplo: pensar con fluidez y lógica, experimentar sentimientos hacia los demás, tener
voluntad para levantarse a diario, emprender tareas encomendadas, etc.
Como norma general los síntomas, sobre todo los positivos, se van apaciguando con
el tiempo y van quedando las secuelas: pasividad, torpeza para pensar, abandono del auto-
cuidado, descuido de los espacios de habitación y trabajo, afectividad disminuida, etc. Esta
serie de síntomas constituye la llamada fase residual de la esquizofrenia.
En síntesis, los síntomas principales de los padecimientos esquizofrénicos son:
trastornos del pensamiento (pérdida de fluidez y coherencia), ideas delirantes, alucinaciones

76
En el sistema nervioso central, se cree que la serotonina representa un papel importante como
neurotransmisor, en la inhibición del enfado, la inhibición de la agresión, la temperatura corporal, el humor, el
sueño, el vómito, la sexualidad, y el apetito. Estas inhibiciones están relacionadas directamente con síntomas
de depresión. http://es.wikipedia.org/wiki/Serotonina

58
Psicología pastoral

(visuales o auditivas), negación de la enfermedad, cambios en las emociones (cambios en


los sentimientos hacia los demás, en general con empobrecimiento de los mismos),
aislamiento, falta de motivación y depresión (lo cual es una de las causas del suicidio en
estos pacientes).

c) Tratamiento

Se da a diversos niveles: médico psiquiátrico (psicofármacos), terapia electro-


convulsiva y psicoterapia.

5.1.2. Trastornos de ideas delirantes persistentes (paranoias)

Este padecimiento se caracteriza por la aparición de un único tema delirante o de


varios temas delirantes relacionados entre sí, los cuales pueden permanecer durante toda la
vida. La temática del delirio es muy variable: persecución, grandeza, hipocondria,
celotipias, etc.
La conducta de estas personas puede ser aparentemente del todo normal, lo mismo
que su afectividad y su lenguaje. Normalmente no presentan deterioro en sus capacidades
intelectuales e incluso pueden ser muy capaces y llegar a ocupar cargos de alta
responsabilidad en la sociedad.

5.1.3. Trastornos psicóticos agudos pero transitorios

No existe información suficiente para dar una definición y diagnóstico exactos, pero
se trata de pacientes que de manera aguda (en menos de dos semanas) presentan síntomas
psicóticos. Estos síntomas suelen desencadenarse por una situación límite de estrés agudo,
físico y/o psíquico.
Normalmente no se agravan y se recuperan, a veces en pocos días, a veces en dos o
tres meses.
Cuando este padecimiento tiene su origen en el consumo de una sustancia tóxica, no
se puede saber si se trata de algo agudo pero pasajero, o del inicio de una enfermedad
crónica como la esquizofrenia.

5.2. TRASTORNOS DE PERSONALIDAD

«Los trastornos de personalidad son formas de comportamiento duraderas y


profundamente arraigadas, que se manifiestan como modalidades estables de respuestas a
un amplio espectro de situaciones individuales y sociales. Representan desviaciones
extremas, o al menos, significativas, del modo como el individuo normal de una cultura
determinada percibe, piensa, siente y, sobre todo, se relaciona con los demás»77.
Las principales características de estos trastornos son:
a. Comportamientos y actitudes con marcada falta de armonía que afectan diversos
aspectos de la vida y de la personalidad del individuo: afectividad, control de los
impulsos, estilo de relación con los demás, etc.
b. Suelen aparecer durante la infancia o la adolescencia.

77
M. MONGUÉ (Ed.), Medicina pastoral, 434.

59
Psicología pastoral

c. Son duraderos.
d. Son claramente desadaptativos respecto a un amplio conjunto de situaciones sociales e
individuales.
e. Provocan malestar en la persona que lo padece y en los demás.
f. Originan un deterioro significativo en el rendimiento profesional y social.

La organización mundial de la salud, en su última clasificación internacional de


enfermedades mentales, ha distinguido los siguientes trastornos de la personalidad:

5.2.1. Trastorno paranoide de la personalidad. Son personas con una sensibilidad


excesiva a los contratiempos, rencorosos, incapaces de perdonar agravios, suspicaces, con
un sentido defensivo desproporcionado de los propios derechos, con tendencia a los celos
patológicos y una preocupación infundada por conspiraciones en su contra (las cuales son
mera fantasía).

5.2.2. Trastorno esquizoide de la personalidad. Son personas incapaces de sentir placer,


fríos emocionalmente, con pobre respuesta a críticas o elogios, solitarios, que disfrutan más
de la fantasía que de la vida real, carentes de relaciones íntimas y con comportamientos
excéntricos. Además, pueden transgredir, sin remordimientos, las normas sociales.

5.2.3. Trastorno disocial de la personalidad. Son personas mejor conocidas como


psicópatas. Se caracterizan por una cruel despreocupación por los sentimientos de los
demás, son irresponsables, no tienen en cuenta las normas sociales, son incapaces de tener
relaciones personales duraderas, tienen muy baja tolerancia a la frustración, a la cual
pueden responder con violencia; son incapaces de sentir culpa y de aprender de
experiencias positivas o negativas; tienden a culpabilizar a los demás.

5.2.4. Trastornos de inestabilidad de la personalidad. Son personas con una fuerte


tendencia a actuaciones compulsivas, sin tener en cuenta las posibles consecuencias; poseen
un estado de ánimo inestable, mínima capacidad para planificarse y frecuentes arrebatos
explosivos, especialmente cuando se les critica o se les limita en sus comportamientos
impulsivos. Existen dos variantes:

a. Tipo impulsivo. Cuando predomina la inestabilidad emocional y la ausencia del


control de los impulsos.
b. Tipo límite. Destaca la inestabilidad emocional, con imágenes confusas sobre sí
mismo, sus objetivos y presencias; se implican en relaciones intensas pero
inestables y presentan frecuentes amenazas suicidas y actos auto-agresivos.

5.2.5. Trastorno histriónico de la personalidad. Teatralidad, alta capacidad de sugestión,


afectividad superficial, búsqueda imperiosa de emociones y tendencia a ser el centro de
atención; preocupación excesiva por el aspecto físico y deseo inapropiado de seducir, lo
cual se manifiesta en su aspecto y comportamiento: miradas, posturas corporales, formas de
sentarse y de caminar, etc.

5.2.6. Trastorno anancástico de la personalidad o perfeccionismo patológico. Son


personas que se distinguen por su falta de decisión y preocupaciones excesivas, debidas a
60
Psicología pastoral

su gran inseguridad; son controladores, muy preocupados por detalles, listas, orden,
extremadamente perfeccionistas, escrupulosos, con preocupación injustificada por el
rendimiento y muy limitada capacidad para expresar emociones; rígidos y obstinados,
obsesivos y con tendencia a insistir en que los demás hagan las cosas exactamente a su
manera.

5.2.7. Trastorno ansioso. La «ansiedad adaptativa» es un fenómeno normal que se


presenta en todo ser humano cuando se enfrenta a situaciones desconocidas o estresantes
que debe superar. Sin embargo, «cuando la ansiedad es de tal modo estresante y persistente
que impide a la persona comportarse de un modo normal [y llevar una vida normal], se
habla de un verdadero y propio trastorno de ansiedad»78. Las personas con este
padecimiento presentan sentimientos constantes de tensión y temor, sensación de fracaso,
miedo desproporcionado a la crítica y resistencia a entablar relaciones nuevas cuando no se
tiene la seguridad de ser aceptado

5.2.8. Trastorno dependiente de la personalidad. Son personas que fomentan o permiten


que otros asuman responsabilidades importantes en su vida, con sentimientos de malestar o
abandono al estar solos, temor a ser abandonados y capacidad limitada para tomar
decisiones ordinarias sin el consejo o respaldo de la persona de la que se depende.

5.3. TRASTORNOS DE LA AFECTIVIDAD (DEPRESIÓN)

Las características generales de la depresión son:

a. Alteración del humor y de la afectividad.


b. Disminución general de la actividad y vitalidad.
c. Sentimientos de auto-desprecio y de inutilidad.
d. Pérdida del sentido y del gusto por las actividades ordinarias que siempre se hacían.
e. Dificultad para concentrarse.

Hay varios factores de riesgo que pueden ser desencadenantes de la depresión: se da


con mayor frecuencia entre las mujeres (con una proporción de 10 a 3) que entre los
hombres, sobre todo en el período pre-menstrual, en el período post-parto o en la
menopausia; es más frecuente en personas separadas o divorciadas; en poblaciones de
zonas urbanas, cuando existen antecedentes psiquiátricos en la familia; cuando las
personalidades se caracterizan por la rigidez, la tendencia al perfeccionismo, la baja
tolerancia a la frustración, la hiper-resposabilidad, el pesimismo y una actitud hipercrítica.
Se debe distinguir entre: síntoma de depresión (simple ánimo bajo momentáneo y
pasajero), síndrome depresivo (el cual supone un conjunto de síntomas) y depresión como
enfermedad o depresión profunda, la cual conjuga algunas notas de intensidad,
permanencia, inhabilitación de la persona, etc.

78
G. LINDZEY - R.F. THOMPSON-B. SPRING, Psicologia, Zanichelli, Bologna 1994, 690.

61
Psicología pastoral

5.3.1. Síndrome79 depresivo. Se caracteriza por: ánimo bajo, pérdida de capacidad de


interesarse y disfrutar de las cosas, disminución de la vitalidad, reducción de la actividad,
cansancio desproporcionado, disminución de la capacidad de atención y concentración,
pérdida de la confianza en sí mismo, sentimientos de inferioridad, ideas de culpa y de
inutilidad, pesimismo ante el futuro, pensamientos y actos suicidas, autoagresiones,
alteraciones de las funciones básicas del sueño y del apetito.

5.3.2. Depresión como enfermedad o depresión profunda. Además de los síntomas del
síndrome depresivo, la depresión como enfermedad suele estar acompañada por síntomas
somáticos: despertarse varias horas antes de lo habitual, empeoramiento matutino de los
síntomas, inhibición o agitación psicomotriz, disminución marcada del hambre, del sueño y
del apetito sexual e incapacidad para disfrutar de las realidades placenteras en general.
La alteración del estado de ánimo puede estar enmascarada con irritabilidad,
consumo excesivo de alcohol, preocupaciones hipocondríacas, etc.
La depresión profunda produce efectos graves prácticamente en todos los aspectos
de la personalidad. A continuación se presenta una tabla en la que pueden observarse los
principales síntomas clínicos de la depresión profunda y las dimensiones de la personalidad
que éstos afectan80:

Dimensión personal afectada Síntomas


Afectiva Tristeza, infelicidad y cansancio crónico.
Motivacional Pérdida del interés por la mayor parte de las
actividades; pérdida del placer en relación con la mayor
parte de las actividades.
Cognitiva Problemas de concentración y memoria, dificultad para
tomar decisiones, auto-percepción y auto-evaluación
negativas, sentido de culpa injustificado o al menos
desproporcionado, desesperación, delirios y
alucinaciones (sólo en casos extremadamente graves).
Interpersonal Dificultades en las relaciones interpersonales.
Biológica Trastornos del sueño, problemas de apetito, pérdida o
incremento de peso; disminución del interés sexual.
Motriz Lentitud psicomotriz (en general comportamiento lento;
agitación psicomotriz (normalmente comportamiento
hiperactivo).
Auto-cuidado Disminución de la atención a la higiene y a la
presentación personales; baja de interés por las
responsabilidades sociales.

79
En medicina, un síndrome (del griego syndromé, concurso) es un cuadro clínico o conjunto sintomático
que presenta alguna enfermedad con cierto significado y que por sus características posee cierta identidad; es
decir, un grupo significativo de síntomas y signos (datos semiológicos), que concurren en tiempo y forma, y
con variadas causas o etiologías. Como ejemplo: insuficiencia cardíaca, sindrome nefrótico e insuficiencia
renal crónica, entre otras. Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADndrome
80
Esta tabla está tomada de: G. LINDZEY - R.F. THOMPSON-B. SPRING, Psicologia, Zanichelli, Bologna
1994, 695 que a su vez cita a B.B. LAHEY y A. R. CIMINERO, Maladaptive behavior, Glenview, Scott,
Foresman, 1980.

62
Psicología pastoral

a) Causas de la depresión

El estudio de las causas de la depresión es objeto de interés de varias corrientes


psicológicas y de la psiquiatría.
El psicoanálisis «atribuye gran importancia a la persistencia de necesidades no
satisfechas de dependencia o de éxito, las cuales dejan a la persona vulnerable a la
depresión cuando sus deseos se ven frustrados»81.
Por su parte, Aaron T. Beck, psiquiatra de la universidad de Pennsylvania y académico
de la teoría cognitivista elaboró «una importante teoría en la cual la depresión es vista
como la consecuencia de una consideración negativa de sí mismo, del mundo y del futuro.
Esta teoría considera que son los pensamientos y las convicciones los que determinan el
humor y el estado emotivo.
Según Beck, los pacientes deprimidos distorsionan las experiencias y las interpretan en
sentido auto-culpabilizador y desesperante. Entre los errores cognitivos o distorsiones más
típicos que pueden ser causa de la depresión, Beck enumera los siguientes:

i. El pensamiento polarizado. Todo es visto en sentido radical; las cosas son o blancas
o negras, buenas o malas, sin posibilidades de término medio. Incluso una respuesta
neutral de parte de otra persona producirá tristeza y un sentido de rechazo.
ii. La catástrofe. El individuo presupone automáticamente que en una determinada
situación tendrá lugar la peor de todas las consecuencias posibles.
iii. La hipergeneralización. La persona hace una generalización sobre la base de una
única, y quizás casual, circunstancia. Por ejemplo, comete un único error e
inmediatamente piensa: “nunca hago nada bien”.
iv. La abstracción selectiva. Del contexto global, el cual puede contener elementos
positivos, se selecciona y se fija la atención en un solo detalle, lógicamente
negativo.
v. La personalización. El paciente piensa que los demás están en contra suya y se
atribuye la culpa por los sentimientos negativos de los demás.

Las pruebas de las cuales dispone la escuela cognitivista demuestran que la depresión y
los pensamientos negativos –o distorsiones cognitivas– son correlativos, pero aún no posee
pruebas convincentes a favor de la tesis de que son las distorsiones cognitivas las que
causan la depresión. De hecho, es posible que más bien sea la depresión la causa de las
distorsiones cognitivas, o que ambas dependan de una tercera variable, por ejemplo, de un
trastorno bioquímico»82.
Por otra parte, las teorías del comportamiento afirman que las carencias a nivel de
capacidades o de competencias sociales, ordinariamente son antecedentes importantes de la
depresión.
A nivel de posibles causas de índole biológica y química, parece ser que «los
componentes bioquímicos tienen un papel importante en el origen de la depresión.
[Algunas investigaciones al respecto] han centrado su atención en las funciones de los
neurotransmisores que se encuentran en el sistema nervioso central. Una teoría sostiene que

81
G. LINDZEY - R.F. THOMPSON-B. SPRING, Psicologia, 696.
82
Idem.

63
Psicología pastoral

la depresión está determinada por bajos niveles de norepinefrina en el cerebelo, mientras


que según otra, la enfermedad se debe a un bajo nivel de serotonina. Una síntesis de estas
dos teorías sugiere que bajos niveles de serotonina predisponen a un individuo a un
trastorno afectivo en general, mientras que el nivel de norepinefrina determina la dirección
del trastorno o hacia la depresión o hacia el estado maniacal. No existen, por lo tanto,
pruebas directas que demuestren que estos neurotransmisores estén directamente
relacionados con la depresión. [Sin embargo] algunos datos, por ejemplo el descubrimiento
de que los fármacos que aligeran la depresión producen también un aumento del nivel de la
norepinefrina y que la administración de una sustancia que hace disminuir la serotonina
atenúa la depresión, atestiguan a favor de la teoría de que es posible individuar bases
bioquímicas específicas en la depresión »83.

b) Origen de la depresión

En cuanto a su origen las depresiones pueden clasificarse en:

i. Depresión endógena. Es aquella que tiene raíces fundamentalmente biológicas. Está


condicionada por factores hereditarios. Proviene de alteraciones a nivel de
estructuras o sustancias del organismo y no existen causas externas. El tratamiento
prioritario es farmacológico.
ii. Depresión psicosocial. Causada por conflictos de personalidad o por factores
estresores ambientales. En este caso el tratamiento más útil es la psicoterapia.
iii. Depresión somatógena. Se presenta como consecuencia secundaria de diversas
enfermedades médicas como el hipotiroidismo o como efectos secundarios de
algunos fármacos como los antihipertensivos.

Los trastornos depresivos también pueden clasificarse siguiendo el criterio de su


evolución, según lo cual tendríamos los siguientes tipos de depresión:

i. Agudos

Episodio depresivo. Consiste en un síndrome depresivo con una duración mínima de dos
semanas. Aunque puede existir alguna causa desencadenante, lo típico de estos episodios es
que se presenten espontáneamente, al menos en apariencia.

Trastorno de adaptación. Se trata de una inadecuada adaptación a un acontecimiento


estresante pasajero. Son antecedentes importantes las predisposiciones y la personalidad del
paciente.

ii. Crónicos

Trastorno depresivo recurrente. Consiste en episodios repetidos de depresión que suelen


tener una duración promedio de seis meses, después de los cuales normalmente se obtiene
una recuperación completa o casi completa. El tratamiento es básicamente farmacológico.

83
G. LINDZEY - R.F. THOMPSON-B. SPRING, Psicologia, 698.

64
Psicología pastoral

Trastorno bipolar. Antiguamente a esta enfermedad se le llamaba psicosis maníaco-


depresiva. Se caracteriza por episodios en los cuales el estado de ánimo y la actividad de la
persona están profundamente alterados. Aparecen momentos con exaltación del ánimo y
aumento enorme de la vitalidad y niveles de actividad en la persona (euforia, manía o
hipomanía: locuacidad, disminución de la necesidad de sueño, desinhibición, irritabilidad,
planteamientos y proyectos desproporcionadamente optimistas, etc.), y otros, con
disminución del estado de ánimo y un descenso de su vitalidad (depresión).
«Las personas afectadas por trastorno bipolar pueden atravesar, entre una fase
maniacal y una depresiva, un período de comportamiento normal, o bien, pasar
directamente de una fase maniacal a una depresiva o viceversa. En los casos típicos, las
fases depresivas suelen ser más prolongadas que las maniacales. La transición de una fase a
otra puede ocurrir después de varias semanas o después de un año. En este tipo de
enfermedad, regularmente la depresión es mucho más grave y con frecuencia termina con el
suicidio»84.

Distimia. Se les llama así a las depresiones crónicas del estado de ánimo, que suelen tener
una menor intensidad que los episodios depresivos arriba mencionados, pero que no suelen
presentar períodos de recuperación total. Este estado de ánimo se caracteriza por
sentimientos de incapacidad, aunque las personas normalmente pueden hacer frente a las
necesidades básicas de la vida ordinaria, lo cual en ocasiones hace que las personas del
entorno piensen que el individuo que se dice enfermo no lo está, ya que aparentemente
lleva una vida normal. Esta enfermedad antiguamente recibía el nombre de depresión
neurótica.

Ciclotimia. Inestabilidad persistente del estado de ánimo, lo cual ocasiona un nutrido


número de episodios de euforia y depresión leves, de días de duración.

c) Tratamiento de la depresión

Es básicamente farmacológico85. Existe también el tratamiento electro-convulsivo


(en caso de presencia de ideas delirantes, riesgo de suicidio, cuando se precisa una mejoría
rápida, cuando la persona se niega a comer, etc.) y la psicoterapia.

d) Atenciones que deben prestarse en la atención pastoral a personas depresivas

i. Conocimiento certero de la enfermedad de la depresión, sus síntomas, diagnóstico


específico sobre la persona en cuestión, tipo de tratamiento y repercusiones del
tratamiento a nivel orgánico (efectos secundarios) y emocional en la persona.
ii. Actitud comprensiva. Debe evitarse sermonear, ridiculizar o minimizar a la persona.

84
G. LINDZEY - R.F. THOMPSON-B. SPRING, Psicologia, 697.
85
“Es importante saber que los antidepresivos no crean dependencia”. M. Á. MONGÉ, Medicina pastoral,
442.

65
Psicología pastoral

iii. Actitud general de disponibilidad, cariño, paciencia, comprensión, pero no exenta de


firmeza, que en ocasiones puede ser una buena fórmula para tratar de ayudar al
enfermo.
iv. Exhortar a la persona a tomar adecuadamente sus medicamentos y asistir a las
revisiones médicas periódicas.
v. No presionar a la persona para la realización de determinadas actividades, pues ello
posiblemente le generaría sentimientos de inutilidad, impotencia e incompetencia,
propios de esta enfermedad.
vi. Se deben evitar frases como: “Tú puedes hacerlo por ti mismo”, “¡Ánimo, tú puedes!”,
¡Échale ganas! Pues este tipo de frases en vez de ayudar pueden generar en el paciente
la idea de que todo depende de su voluntad y esfuerzo personales y, si no lo logra, se
refuerza el sentimiento de fracaso, incompetencia y culpabilidad.
vii. Se le puede preguntar cómo se encuentra pero no conviene insistirle en que hable de su
enfermedad. Si la persona necesita contar cómo se siente, ella misma tomará la
iniciativa.
viii. Preguntarle continuamente por su estado de ánimo, puede ocasionar que se sienta peor.
ix. No restarle importancia a lo que le está pasando a la persona. Jamás decirle: “no es
nada”, “no tiene importancia”, pues estas frases pueden hacer que las personas se
sientan incomprendidas y/o culpables por no saber sobreponerse rápidamente a su
estado.
x. Es importante disuadirle de la toma de decisiones que afecten su futuro.
xi. Si se observa alguna mejoría en el paciente, es útil hacérselo notar, pero sin exagerar los
logros, pues el paciente podría tomarlo como burla o manifestación de lástima hacia él.
xii. Se le debe restar peso a los retrocesos.
xiii. Mostrar actitud de confianza (sin exagerar) en el tratamiento y en el futuro.

5.4. TRASTORNOS DE ANSIEDAD

¿Qué es la ansiedad? «Es un estado de activación del sistema nervioso, secundario


a estímulos externos o a un trastorno endógeno o de la función cerebral. Esta activación
ocasiona síntomas periféricos y estimulación del sistema nervioso central, que se traduce en
los síntomas psicológicos de la ansiedad»86.
«La ansiedad es un fenómeno psíquico universal que todos experimentamos, en
mayor o menor medida, a lo largo de la vida, y puede considerarse que existe una ansiedad
normal, adaptativa, que sirve para prepararnos a responder en las mejores condiciones
posibles a circunstancias amenazadoras; cuando la ansiedad no es adaptativa, cuando el
peligro al que pretende responder no es real, cuando el nivel de activación y su duración
son desproporcionados con respecto a la situación objetiva, o cuando no es capaz de
generar una respuesta adecuada, hablamos de ansiedad patológica87».
«La ansiedad es un síntoma que acompaña frecuentemente a otras enfermedades
psiquiátricas, aunque también puede constituir ella misma el síntoma cardinal de un
trastorno específico»88.

86
M. Á. MONGE, Medicina pastoral, 442.
87
Íbid., 442.
88
Idem.

66
Psicología pastoral

Algunos de los principales trastornos de ansiedad son los siguientes:

5.4.1. Ansiedad fóbica. Temor excesivo e irracional ante objetos o situaciones concretas,
de forma que el contacto con el estímulo provoca ansiedad. Muchas veces el mismo
paciente se da cuenta de que su temor es irracional y, sin embargo, no puede evitar ese
temor.

5.4.2. Trastorno de angustia. Consiste en crisis recurrentes y breves de ansiedad grave


(pánico), no limitadas a ciertas situaciones concretas y definidas, sino como una reacción
imprevisible.
Los síntomas de este tipo de crisis pueden ser comparados a los de un infarto al
miocardio (palpitaciones, dolor precordial, sensación de asfixia, mareo, sensación de
irrealidad, etc.).
Durante la crisis este tipo de pacientes suelen padecer un intenso temor a perder el
control de sí mismos, enloquecer o morir.

5.4.3. Trastorno de ansiedad generalizada. Es una situación permanente y excesiva de


ansiedad no relacionada con situaciones concretas, lo cual supone un estado de tensión
continua, inquietud, irritabilidad, dificultad para concentrarse, temores y preocupaciones
sobre posibles sucesos futuros (aprensión).

5.4.4. Trastorno obsesivo-compulsivo. Se trata de un estado caracterizado por la presencia


de pensamientos obsesivos y/o actos compulsivos recurrentes.
«Las obsesiones son pensamientos (Por ejemplo: “¿Por qué las personas me miran
tan fijamente?”), imágenes (Por ejemplo, un cadáver mutilado) o impulsos (“Siento que
podría acuchillar a mi hijo con un puñal afilado”) no deseados que producen una intenso
malestar y turbación. Pero aunque las personas se esfuercen, les es difícil [o imposible]
alejar esos pensamientos.
Las obsesiones son actos repetitivos y estereotipados que generalmente están
precedidos por una obsesión o por un impulso a ejecutar algún ritual, al cual es difícil
resistirse. Los dos tipos de rituales compulsivos más comunes son los relacionados con la
limpieza y la higiene y con el control del ambiente. El primer caso puede ejemplificarse con
las personas que se lavan las manos muchas veces durante el día [sin que exista necesidad
de ello], y el segundo en aquellos individuos que se cercioran una y otra vez si han apagado
la luz de la casa, [si han cerrado la llave del gas, etc.]. En algunos casos el problema cobra
tales dimensiones que la persona queda completamente inhabilitada y tiene que ser
internada en algún hospital [para enfermos mentales]»89.
«El paciente reconoce que los pensamientos son producidos por su mente, los vive
como desagradables y, de hecho, suele intentar resistirse, habitualmente sin éxito. Los actos
son repetitivos y estereotipados (rituales) y no son placenteros ni útiles en sí mismos; el
paciente los ve frecuentemente como irracionales, pero es la única forma que tiene de
prevenir algún hecho objetivamente improbable. Pueden predominar los pensamientos o los
actos, o aparecer como una forma mixta»90.

89
G. LINDZEY - R.F. THOMPSON-B. SPRING, Psicologia, 692.
90
M. Á. MONGE, Medicina pastoral, 443.

67
Psicología pastoral

5.5. TRASTORNOS DISOCIATIVOS

«Consisten en una alteración de las funciones integradoras de la conciencia, la


identidad, la memoria y la percepción del entorno (con síntomas como la pérdida de
memoria de eventos traumáticos, sensación de distanciamiento de los propios procesos
mentales y del propio cuerpo, hasta el control del comportamiento por varios estados de
personalidad sucesivos). Se distinguen: amnesia disociativa [en la cual el individuo pierde
el sentido de la propia identidad y la capacidad para recordar el pasado], fuga disociativa
[en la cual el individuo se retira a vivir –física o psicológicamente– a un lugar nuevo,
olvidando su pasado y asumiendo una nueva identidad], trastorno de identidad disociativo,
trastorno de despersonalización, trastorno disociativo no especificado, trastorno de
personalidad múltiple [en el cual el individuo actúa según dos o más personalidades
relativamente bien organizadas que funcionan de modo más o menos independiente y que
con frecuencia no tienen conocimiento de su recíproca existencia]»91.

5.6. TRASTORNOS SOMATOMORFOS

Este tipo padecimientos consiste en presentar síntomas somáticos de manera repetitiva


acompañados de demandas persistentes de exploraciones clínicas, a pesar de que los
resultados clínicos y las exploraciones médicas sean siempre negativos. En enfermo suele
negarse a aceptar que el origen de sus molestias físicas es psicológico.

En esta clasificación caben:

a. Trastornos de somatización (con múltiples y erráticos síntomas somáticos).


b. Trastorno hipocondriaco (el paciente está convencido de padecer una o más
enfermedades somáticas graves).
c. Dolor somático persistente.

5.7. TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO ALIMENTARIO

En el origen de estos trastornos pueden intervenir factores biológicos, psicológicos,


familiares y socioculturales; pueden darse en cualquier edad pero es característico que
comiencen en la adolescencia.
Algunos autores piensan que el origen de estos trastornos puede estar relacionado con
acontecimientos vitales estresantes, como por ejemplo, una desgracia familiar, una
separación, una pérdida, una ruptura sentimental, estancias en el extranjero, etc.
No siempre se encuentra un factor concreto que pueda considerarse como
desencadenante.
Otro factor que influye es la publicidad: se vende la idea de un cuerpo escultural
inalcanzable para la mayoría de las personas.

91
http://es.wikipedia.org/wiki/Manual_diagn%C3%B3stico_y_estad%C3%ADstico_de_los_trastornos_mental
es#Trastornos_disociativos

68
Psicología pastoral

5.7.1. Anorexia nerviosa

El síntoma principal de este padecimiento es el adelgazamiento progresivo, buscado y


originado por el propio enfermo, a través de restricciones alimentarias, ejercicio excesivo,
uso y abuso de laxantes, diuréticos o diversos productos adelgazantes, vómitos
autoinducidos, etc. Existe además miedo morboso a engordar, con características obsesivas.
Las consecuencias físicas derivadas de la desnutrición pueden ser muy graves:
disfunciones hipotalámicas con pérdida de la menstruación (amorrea) en la mujer,
alteraciones circulatorias, digestivas, renales, etc.

5.7.2. Bulimia nerviosa

Consiste en la pérdida del control sobre la conducta alimentaria. La persona sufre


deseos imperiosos e irresistibles de comer en exceso. Normalmente la ingesta
desproporcionada se presenta por períodos, durante los cuales se ingieren cantidades
estratosféricas de alimento rápidamente, en secreto y sin disfrutar durante períodos cortos.
Estos períodos de ingesta compulsiva van acompañados de falta de control sobre la
comida durante el episodio y un intenso sentimiento de culpa después.
Puede presentarse auto-inducción al vómito, abuso de laxantes y diuréticos, ejercicio
excesivo y restricción alimenticia posterior a la ingesta durante largos períodos de ayuno.
Se da también una preocupación persistente y morbosa a subir de peso, perder la figura
y engordar. Esto a veces va acompañado de síntomas psicopatológicos como la depresión,
la ansiedad, alteraciones de la impulsividad, agresividad, cleptomanía, abuso de alcohol y
otras sustancias, promiscuidad sexual, etc.
No se tienen bien ubicadas las causas y no existe una sola causa. Entre los factores
predisponenetes que se han localizado se encuentran: llevar una dieta exageradamente
restrictiva, inseguridad personal, conflictos familiares, conductas desorganizadas, ausencia
de hábitos alimenticios estructurados, perfeccionismo y baja autoestima.
Entre los factores precipitantes están los períodos de estrés o la restricción alimentaria.

5.8. TRASTORNOS DEL CONTROL DE LOS IMPULSOS

Se trata de comportamientos caracterizados por actos repetidos que no tienen una


motivación racional clara y que generalmente dañan los intereses del propio enfermo y de
quienes le rodean. Normalmente el paciente señala que no puede controlar dichos impulsos.
Los trastornos del control de los impulsos más frecuentes son:

5.8.1. Ludopatía

Según la OMS esta patología consiste en «la presencia de frecuentes y reiterados


episodios de juegos de apuestas, los cuales dominan la vida del enfermo en perjuicio de los
valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares del mismo»92.
Es un trastorno crónico y es considerado por la OMS como un problema de salud
pública (0.5 a 2.5 % de la población adulta).

92
Citado por A. MONGUÉ, Medicina pastoral, 450.

69
Psicología pastoral

Como síntomas, los pacientes refieren una imperiosa necesidad de jugar, lo cual se
hace más intenso en situaciones de estrés con una necesidad de apostar sumas
crecientes de dinero para lograr la excitación deseada. Se presenta irritabilidad y
agresividad cuando se intenta interrumpir el juego. A pesar del deterioro de su propia
persona, de las relaciones familiares, laborales, etc. los jugadores persisten en volver
una y otra vez con el deseo de recuperar lo perdido.

5.8.2. Cleptomanía

Deseo incontrolable que experimenta una persona de apoderarse de objetos que no


son suyos y que no le serán útiles ni tampoco necesita. Frecuentemente el enfermo
rechaza, esconde o regala lo robado. Hay tensión antes de cometer el acto y sensación
de gratificación después.
En ocasiones pueden experimentar sensación de culpa o abatimiento que no les
impide seguir adelante con la misma costumbre.
Es necesario analizar con prudencia la personalidad del cleptomano para ubicar la
gravedad moral de sus actos.

5.9. ATENCIÓN PASTORAL A PERSONAS CON PADECIMIENTOS MENTALES

5.9.1. Criterios generales de atención pastoral a enfermos mentales

a. No olvidar, aunque parezca una obviedad, que se trata de personas enfermas, en este
caso de la mente.
b. Recordar que también necesitan una adecuada atención humana y espiritual, pues desde
cualquier punto de vista son imagen y semejanza de Dios.
c. Conviene no recomendar cualquier especialista (psicólogo, médico, psiquiatra, etc.)
sino sólo a aquellos de criterio probado.
d. Indagar, mediante preguntas sabias y prudentes, el diagnostico y el tipo de consejos que
el especialista está dando a la persona, en caso de que ya acuda a alguno.
e. En el caso del sacerdote, extremar cuidados para salvaguardar el sigilo sacramental, en
su trato con el médico del fiel cristiano que está recibiendo apoyo espiritual.
f. En el caso del sacramento de la reconciliación, el confesor deberá cerciorarse de la
presencia de una enfermedad mental con el fin de confirmar la existencia real de
pecados y el grado de consentimiento de los mismos, de los cuales el penitente se está
acusando.
g. Para discernir sobre la capacidad o incapacidad de una persona enferma para incurrir en
culpa moral puede resultar necesaria la ayuda del especialista (esto para el
acompañamiento espiritual, no para la confesión). Es el especialista quien puede
orientar sobre el grado de conciencia y de libertad que posee una persona.
h. Tener en consideración que en muchas enfermedades psiquiátricas el grado de libertad
suele estar disminuido.
i. Procurar no ser excesivamente riguroso con este tipo de enfermos, pero tampoco
proceder con una laxitud que los confunda y los dañe moralmente.

70
Psicología pastoral

j. Cuando se tienen dudas de si el enfermo puede o no acercarse al sacramento de la


reconciliación (en razón de su grado de conciencia y libertad) conviene de todos modos
acogerlo y escucharlo con paciencia, sobre todo escucharlo.
k. Paciencia.
l. Es necesario tratar de abreviar al máximo las conversaciones, puesto que las charlas
largas no llevarán a ninguna parte.
m. Aconsejar al enfermo que siga las prescripciones de los médicos.
n. Si se trata de un enfermo psicótico, el pastor y cualquier persona chocará con un muro
infranqueable. Aquí todo intento de persuasión resultará prácticamente inútil.

5.9.2. Algunos criterios para la atención de enfermos depresivos

a. Ayudar a que el enfermo se convenza de que no es culpable de su enfermedad, pues


muchas veces la depresión se agudiza cuando ellos buscan en sí mismos las causas que
la provocó. Debe erradicarse toda culpabilidad.
b. Ayudarles a ver la depresión como cualquier otra enfermedad: diabetes, cáncer, etc.
c. Ayudarles a entender que Dios está con ellos, a santificar la enfermedad, a unirse a la
cruz de Cristo, a ofrecer su dolor por las personas que aman, etc.
d. No se deben minimizar sus problemas o ponerlos en tela de juicio como si fueran
tonterías. Esto los haría sentirse peor y desconfiar del pastor.
e. En la mayoría de los casos basta con escucharles y no responder directamente a sus
planteamientos. No conviene pretender tener siempre respuestas a sus preguntas,
inquietudes y angustias.
f. Es necesario que a toda costa sientan que son comprendidos.
g. Necesitan una carga fuerte de afecto.
h. Les ayuda más sentirse escuchados, comprendidos, valorados y queridos, que recibir
muchos consejos.
i. Ayudarles a entender que su enfermedad no es un castigo de Dios, sino una asociación
amorosa a la obra redentora de Cristo. Dios los ve con especial predilección porque hay
en ellos capacidad de sufrir como él y con él.
j. Conviene animarles mucho a una intensa vida sacramental, de oración, buscarles los
salmos de mayor consuelo, lecturas espirituales adecuadas, etc.
k. El papel del sacerdote, junto con la ayuda sacramental y espiritual, será aconsejar la
obediencia a los médicos.
l. El sacerdote ha de ayudar a estos enfermos a entender que su padecimiento es una
oportunidad más para darse a los demás y una ocasión para acercarse más a Dios.
m. Debe ayudárseles a no estar solos, evitar que se encierren en sí mismos y que auto-
compadezcan.
n. Si aparecen síntomas de autocompasión o búsqueda de compensaciones hay que ser
pacientes y misericordiosos pero firmes, porque de lo contrario el paciente se daña aún
más y puede envolverse en un círculo vicioso de auto-justificación.

Del 13 al 15 de noviembre de 2003 tuvo lugar la XVIII Conferencia Internacional del


Pontificio Consejo para la Salud cuyo tema fue la depresión abordada
interdisciplinarmente. En su discurso a esta conferencia (14 de noviembre de 2003) el Papa
Juan Pablo II aportó una excelente síntesis de los cuidados espirituales que deben
procurarse al enfermo depresivo. Cito a continuación parte de su intervención:
71
Psicología pastoral

Vosotros lo habéis subrayado: la depresión es siempre una prueba espiritual. El papel de


quienes atienden a una persona deprimida sin una función específicamente terapéutica consiste
sobre todo en ayudarla a recuperar la propia estima, la confianza en sus capacidades, el interés
por el futuro, las ganas de vivir. Por eso, es importante tender la mano a los enfermos, hacerles
percibir la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida en la que se sientan
acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados. Para
ellos, al igual que para cualquier otra persona, contemplar a Cristo y dejarse «guiar» por Él es la
experiencia que les abre a la esperanza y les lleva a optar por la vida (Cf. Deuteronomio 30, 19).
En el camino espiritual, la lectura y la meditación de los Salmos, en los que el autor sagrado
expresa en oración sus alegrías y angustias, puede ser de gran ayuda. El rezo del Rosario
permite encontrar en María una Madre cariñosa que enseña a vivir en Cristo. La participación
en la Eucaristía es manantial de paz interior, ya sea por la eficacia de la Palabra y del Pan de
Vida ya sea para la integración en la comunidad eclesial. Si bien a la persona deprimida le
cuesta un gran esfuerzo lo que a los demás parece ser algo sencillo y espontáneo, es necesario
ayudarla con paciencia y delicadeza, recordando la advertencia de santa Teresa del Niño Jesús:
«Los pequeños dan pasos pequeños».
En su amor infinito, Dios está siempre cerca de los que sufren. La enfermedad depresiva
puede ser un camino para descubrir otros aspectos de uno mismo y nuevas formas de encuentro
con Dios. Cristo escucha el grito de quienes se encuentran en una barca a la merced de la
tempestad (Cf. Marcos 4, 35-41). Está presente junto a ellos para ayudarles en la travesía y para
guiarles hacia el puerto de la serenidad recuperada.

5.9.3. Atención pastoral a enfermos mentales con cuadros psicóticos

a. Recordar que no siempre se produce en estos enfermos un deterioro de la capacidad


intelectual, pero que en muchos casos sí suelen estar alterados los procesos intelectivos
del paciente.
b. Conviene saber que en el curso de los cuadros paranoicos existen intervalos de lucidez
en los que hay plena conciencia y, por tanto, cierta responsabilidad moral. Se pueden
aprovechar estos cuadros para evangelizar, orientar, etc.
c. Cuando el enfermo solicita la confesión o la comunión, hay que calibrar su lucidez
mental.
d. Animarles en el esfuerzo de corregir aquellas conductas que pueden corregir.

5.9.4. Atención pastoral a enfermos con trastornos de comportamiento alimentario

a. Ayudarles a entender su condición de criaturas e hijos de Dios.


b. Presentarles a Dios como fuente de identidad, de valía y de seguridad personales.
c. Recordarles la aceptación incondicional de su persona por parte de Dios.
d. Ayudarles a mirarse como Dios los mira.
e. Motivarlos a entender que su valor no está en la imagen corporal.
f. Generar, en la atención pastoral, un clima de aceptación, calidez y comprensión.
g. Facilitarles la expresión de sus sentimientos y problemas a fin de que no los
desahoguen mediante los excesos o las restricciones desproporcionadas en la comida.
h. Alentarlos a acudir al médico para recibir el tratamiento conveniente, si es que aún no
lo han hecho.
i. Ayudar, tanto al enfermo como a los familiares, a bajar sus niveles de ansiedad y de
culpabilidad. Nadie tiene la culpa, es una enfermedad.

72
Psicología pastoral

j. Insistir en la obediencia a los consejos médicos y en la sinceridad ante sus recaídas para
que se les pueda ayudar, teniendo en cuenta que este tipo de enfermos presenta una gran
tendencia a engañar.

73
Psicología pastoral

VI. EL COLOQUIO PASTORAL

6.1. ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Existen diversas formas de atender pastoralmente a las personas en situaciones


especiales como las que se han venido describiendo a lo largo de los capítulos anteriores
del curso y las que se describirán más adelante, es decir, a personas con dificultades a nivel
psicológico, moral o existencial.
Sin duda, ya el acercamiento, la acogida cordial y benevolente, así como el interés
por la situación de la persona, aunado a la máxima contribución que un pastor puede
ofrecer a favor de la salud anímica y espiritual de una persona: la gracia de Dios ofrecida a
través de los sacramentos y de la Palabra, son medios para hacer presente la caridad de
Cristo buen pastor en la vida de dichas personas.
No obstante, la atención pastoral de personas en situaciones críticas especiales, tiene
un recurso privilegiado en el coloquio o diálogo pastoral. Normalmente será escuchando,
dialogando y acompañando en nombre de Cristo, como se podrá brindar la ayuda necesaria
a una persona que pasa una situación (temporal o permanente) de crisis o dificultad.
Debe quedar claro, sin embargo, que al hablar de coloquio pastoral no nos
referimos a cualquier tipo de diálogo, sino específicamente al diálogo entre un pastor (que
representa a Cristo en la tierra y representa también a la Iglesia) y un hijo de Dios. Se trata
de un encuentro vivido desde la fe entre un hermano que hace las veces de Cristo que
escucha, alienta y sana, y un miembro sufriente del cuerpo de la Iglesia; es el encuentro
entre el buen samaritano y el hombre lastimado.
Dicho en pocas palabras, el coloquio pastoral es uno de los medios que la Iglesia
emplea para procurar la “Salus animarum”.
Así las cosas, «el diálogo pastoral se enmarca en el contexto de la misión de la
Iglesia, que consiste en ayudar a los fieles a crecer en el amor hacia Dios y hacia el
prójimo. [De hecho], una persona afligida por perturbaciones afectivas se encuentra
bloqueada en su capacidad de amar, es decir, bloqueada para establecer relaciones
interpersonales satisfactorias. La relación de consejo pastoral puede ayudar a la persona a
superar las alienaciones consigo misma, con los demás y con Dios; por eso, [el diálogo
pastoral] incluye todos los conceptos teológicos del anuncio cristiano: pecado y salvación,
culpa y perdón, juicio y gracia, muerte espiritual y resurrección»93.

6.1.1. Especificidad del coloquio pastoral

El coloquio pastoral es una relación interpersonal de ayuda humana y espiritual


que tiene como centro a Dios, entre un agente pastoral y uno o más sujetos pastorales; es un
encuentro de fe, un evento de gracia, un anuncio kerigmático, un medio de liberación
interior y un canal de evangelización.
El coloquio pastoral se traduce, en concreto, en una serie de encuentros entre dos
personas (al menos) en el cual una de las dos expone su propia situación a la otra,
solicitando ayuda, clarificación de lo que está viviendo, consuelo, fortaleza, etc. desde la
luz de la fe.

93
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme. Psicología pastoral, San Pablo, Milán 2001, 33.

74
Psicología pastoral

La especificidad del coloquio pastoral radica en94:

a. Es una actividad espiritual, diferente de la psicoterapia.


b. Busca el crecimiento de la persona en su relación consigo misma, en sus relaciones
interpersonales y en su relación con Dios.
c. Su antropología de base es la antropología teológica.
d. Los instrumentos de ayuda son el ágape, la aceptación incondicionada y los medios
espirituales propios de la Iglesia (palabra de Dios, oración, etc.).
e. Sus fuentes son la revelación y la tradición cristiana.
f. Su agente es el sacerdote.
g. Su objetivo final es la profundización de la relación de la persona con Dios y con sus
semejantes, la profundización en su vida de fe, su salvación.

6.1.2. Ventajas del coloquio pastoral sobre otros medios de ayuda

a. La confianza y apertura de los fieles ante el sacerdote.


b. Las posibles relaciones precedentes del sacerdote con el feligrés.
c. El posible contacto del sacerdote con la familia de la persona que pide ayuda.
d. La base epistemológica que posee el sacerdote (filosofía, teología, moral, espiritualidad,
pastoral, etc.) lo cual ayuda a remediar el reduccionismo psicológico y ofrece una
perspectiva teológica sobre la situación de la persona.
e. Los elementos sobrenaturales: el perdón, la cruz, el discernimiento, los sacramentos.

6.2. ANÁLISIS DE LA RELACIÓN INTERPERSONAL EN EL COLOQUIO


PASTORAL

El proceso de acompañamiento pastoral es una relación y dinámica entre dos


personas, la cual tiene como objeto el bienestar humano y espiritual del acompañado, por
lo que, desde la fe, se le brinda una ayuda cuando se está enfrentando con el desafío de
integrar su personalidad o procesar salvíficamente las situaciones críticas que se le
presentan en determinados momentos de la vida.

6.2.1. Disposiciones interiores y cualidades en el pastor que acompaña

Para llevar a cabo el acompañamiento pastoral se requieren algunas disposiciones


interiores y cualidades por parte del sacerdote acompañante:

a. Clara conciencia de la propia identidad y misión: imagen y presencia sacramental de


Cristo buen pastor y, por lo tanto, ejercicio abnegado de la caridad pastoral manifestada
en la atención, la diligencia, la dedicación y la disponibilidad para el acompañamiento
de las personas.
b. Responsabilidad y “profesionalismo”.
c. Profundo respeto por la persona.
d. Capacidad de acogida, de escucha, de comprensión y de diálogo.

94
Cf. M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme. Psicología pastoral, 34-35.

75
Psicología pastoral

e. Autenticidad: capacidad de mostrarse auténtico en la relación de ayuda. La autenticidad


se realiza en un doble nivel: intrapersonal (sinceridad del agente pastoral consigo
mismo) e interpersonal (sinceridad y congruencia del pastor para con el acompañado).
La autenticidad ayuda a no fingir y, por lo tanto, a no dar un doble mensaje, al tiempo
que da seguridad a la persona acompañada.
f. Madurez, atención y delicadeza cuando una persona acompañada resulta antipática al
pastor.
g. Congruencia, sinceridad, transparencia, lealtad a Dios y a la persona.
h. Calor no posesivo: respetar la intimidad, la dignidad y los límites de la otra persona.
i. Empatía, es decir, capacidad de percibir y comprender95 el mundo interior
(pensamientos y sentimientos) de la persona, comunicándole comprensión. Dicho de
otro modo, la empatía es la capacidad de acoger a la persona haciendo que se sienta
respetada, valorada y comprendida. Existen diversos niveles de comprensión empática:
i. Hacia los contenidos objetivos de lo que la persona está diciendo.
ii. Hacia los sentimientos de la persona.
iii. Hacia el significado que los pensamientos y sentimientos que la persona nos
está comunicando tiene para ella.
iv. Acerca del grado de libertad y responsabilidad de la persona frente a lo que
piensa, dice, siente y hace.

j. La no directividad (cf. La postura de Robert R. Carkhuff). No es una ley para el


coloquio pastoral, que necesariamente es orientativo hacia el evangelio y hacia el Reino
de Dios y en donde tiene un lugar nuclear el “maximalismo evangélico”.
k. Capacidad para cuestionar y confrontar a la persona, es decir, de ayudarla para que
explore las áreas de sentimiento, de experiencia y de comportamiento que aún no ha
explorado, de las cuales quizás no es consciente y posiblemente están frenando su
proceso de madurez: discrepancias e incongruencias, distorsiones, juegos, tácticas
relacionales, mecanismos de defensa, evasiones, auto-justificaciones, etc.
Téngase en cuenta que una confrontación mal hecha pone en riesgo la relación de
ayuda, puesto que la persona, al sentirse agredida, puede cerrarse a la confianza.
l. Saber captar los mensajes implícitos de la persona.
m. Por encima de todo, es necesario mantenerse fieles a la voluntad de Dios: ayudar a la
persona para que descubra la acción de la gracia divina en ella e intente descubrir las
invitaciones que Dios le está haciendo en las circunstancias que está viviendo.

6.2.2. Algunos riesgos en el acompañamiento pastoral

a. No acoger, no escuchar, no comprender adecuadamente al acompañado.


b. Aplicar principios generales a la situación del acompañado de modo acrítico, sin
comprender y discernir adecuadamente su situación personal.

95
Pueden encontrarse algunas síntesis valiosas sobre el significado de la “comprensión” por parte del
acompañante espiritual en los siguientes textos: B. GIORDANI- A. MERCATALI, La direzione spirituale
come incontro di aiuto, 177-187. 203; CH. A. BERNARD, “La dinamica del colloquio di direzione
spirituale”, 540; A. MANENTI, “L’obiettivo della direzione spirituale: avvicinare la persona a Gesù Cristo”,
169; M. SZENTÁRTONI, Camminare insieme. Psicologia pastorale, 51-53.

76
Psicología pastoral

c. Involucrarse personalmente en la situación o problema de la persona acompañada,


perdiendo libertad y objetividad.
d. Ceder ante las transferencias que el acompañado proyecte sobre el sacerdote
acompañante.
e. Desarrollo de alguna contratransferencia en el acompañante como respuesta a la
transferencia del acompañado.
f. Adoptar actitudes de distancia, indiferencia o indolencia como mecanismos de defensa
para no ser afectado por las situaciones del acompañado.
g. Que el sacerdote o el acompañado instrumentalicen el acompañamiento para favorecer
afectos desordenados cuando se ha ido generando algún tipo de vínculo entre ellos. El
sacerdote no debe perder de vista que el apego desordenado a una persona estorba la
claridad para captar objetivamente su proceso y buscar la voluntad de Dios para ella.

6.3. TÉCNICA DEL COLOQUIO PASTORAL

6.3.1. Escucha activa

La capacidad de escucha es conditio sine qua non para el acompañamiento


espiritual, pero al mismo tiempo un arte sumamente difícil de lograr.
Para todo ser humano el poder hablar constituye una necesidad irrenunciable y un
enorme beneficio. Cuando la persona habla y se siente escuchada es capaz de tomar una
mayor conciencia de sí misma, de verbalizar aquello que piensa y que siente (lo cual es ya
un paso en el proceso organizativo del propio mundo interior), de experimentarse
importante, significativa y digna de ser amada; de deshacerse de algunos fantasmas
interiores reduciéndolos a objetos y palabras y adquiriendo el control sobre ellos96, de abrir
los distintos capítulos de la propia historia y lanzar una mirada retrospectiva sobre la
misma, descubriendo en ella la presencia de Dios y releyéndola como historia de salvación,
etc. Por eso, en el coloquio pastoral uno de los mensajes implícitos de la persona que es
atendida será: “¡necesito ser escuchado!” y, el pastor, con su actitud interior y exterior,
debería enviarle implícitamente los siguientes mensajes: “¡tú eres importante!”, “¡te
respeto!”, “¡deseo comprenderte!”, “¡tienes la capacidad de salir adelante!”, “¡continúa
hablando!”97
La escucha que el agente de pastoral está llamado a ejercitar no se reduce a una
escucha pasiva, sino a un ejercicio constante de atención, decodificación y codificación de
aquello que la persona le manifiesta. M. Szentmártoni presenta algunas técnicas concretas
de escucha y codificación que aquí me concreto sólo a enunciar y describir sucintamente,
pero que pueden ser consultadas en la obra del autor referido98:

96
R. Zavalloni habla del “efecto catártico de la verbalización”: “Es muy importante el saber dar al sujeto la
posibilidad de verbalizar sus conflictos, darle la oportunidad reconfortante de abrirse con alguien, la
posibilidad de desahogarse. Este tipo de relación termina teniendo un valor catártico [y] de este modo, el
sujeto adquiere la posibilidad de liberarse de la tensión interna, de aclarar sus ideas, de revisar su jerarquía de
valores”. R. ZAVALLONI, “Direzione spirituale e psicoterapia”, 439.
97
Ver M. SZENTÁRTONI, Camminare insieme. Psicologia pastorale, 60-61.
98
Cf. Ibid., 61-63.

77
Psicología pastoral

a) Respuesta "espejo": Consiste básicamente en recoger y organizar todo aquello que la


persona ha expresado a través del lenguaje verbal y no verbal, y “presentárselo de nuevo”,
repitiéndole o reformulando aquello mismo que ha externado, pero ahora organizado
claramente, tratando de explicitar los nexos que unen y forman el hilo conductor de los
diversos temas abordados y de las experiencias compartidas durante el coloquio.
Este tipo de respuesta no se identifica con lo que el psicoanálisis llama
“interpretación”, puesto que no pretende hacer hipótesis sobre la etiología de los fenómenos
narrados, ni “desenmascarar” deseos o mecanismos de defensa ocultos. Se trata
simplemente de hacer sentir al interlocutor que ha sido atentamente escuchado y ayudarlo a
organizar su propio mundo interior, facilitándole la posibilidad de encontrar el significado
más profundo de aquello que ha expresado y la vinculación existente entre las experiencias
que quizá interiormente no ha logrado integrar y unificar.
La “respuesta espejo” provoca en la persona escuchada “[…] un efecto benéfico y
estimulante [porque le da] la certeza de ser escuchada seriamente y comprendida de forma
cada vez más profunda; además le ayuda a descubrirse capaz de comunicar ciertos estados
de ánimo que a ella misma le resultan poco claros”99.

b) Reiteración: Es la forma más elemental de la respuesta espejo y tiene como objetivo


reflejarle al interlocutor que quien lo escucha ha captado los contenidos esenciales de
aquello que ha narrado.

c) Respuesta “eco”: Consiste en repetir las últimas palabras pronunciadas por el


interlocutor antes de la pausa que abre la intervención de quien escucha. Este gesto tan
simple puede ayudar a la persona a sentirse segura de estar siendo escuchada, pero quien
escucha debe tener cuidado de no abusar de la “respuesta eco” y de no hacer una repetición
ausente y monótona que provoque en el interlocutor la sensación de una falta de empeño en
la escucha.

d) Expresiones equivalentes: Respuesta que consiste en repetir lo expresado por el


interlocutor con palabras sinónimas o equivalentes, pero sin alterar su contenido ni su
significado.

e) Resumen: Esta técnica puede resultar útil para rescatar los puntos neurálgicos de un
coloquio prolongado, en el que el consultor busca verbalizar aquello que considera como
fundamental y determinante para su interlocutor.

Ahora bien, una vez descritas algunas técnicas de respuesta a la escucha, es posible
afirmar que escuchar a la persona implica también considerarla en su individualidad,
unicidad e irrepetibilidad, sin encasillarla dentro de una determinada categoría en la cual
podrían entrar muchos otros100.

99
Ibid., 62.
100
“Esta observación se aplica en particular en las dificultades contra la castidad: es necesario tener siempre
en cuenta la historia de la persona, historia única e irrepetible, cuya consideración permite entender mejor
algunas formas concretas de la dificultad de la persona” CH. A. BERNARD, “La dinamica del colloquio di
direzione spirituale”, 545.

78
Psicología pastoral

Significa además no sucumbir ante la tentación de dar a la persona algunos tipos de


respuesta inadecuados que terminarían por desalentarla y deteriorar la marcha del coloquio,
por ejemplo: respuesta estimativa, que manifiesta un juicio inmediato sobre lo narrado y
una actitud moralizante por parte del agente pastoral; respuesta interpretativa, con la cual
se quiere indicar a la persona la forma de reexaminar su situación; interrogatorio, que en el
fondo manifiesta una falta de respeto y una actitud invasiva por parte del pastor, más que
una respuesta activa a la escucha; respuesta resolutiva, con la que algunos sacerdotes
desean dar una solución inmediata al conflicto; respuesta comparativa, que consiste en la
narración de la propia vivencia del agente pastoral en el asunto expuesto por su
interlocutor, con lo cual se corre el riesgo de que éste sienta minimizada la singularidad de
su propia experiencia.

f) Obstáculos a la comprensión

a. Actitud egocéntrica del acompañante: cuando éste se encuentra más atento a sí mismo
que a la persona acompañada, centrándose en las reacciones y sentimientos que le provoca
el discurso de quien acompaña.
Las causas de esta actitud egocéntrica pueden ser diversas: insuficiente interés por
la persona acompañada, ansiedad ocasionada por el argumento que se esté tocando,
inseguridad en la conducción del coloquio, preocupación o ansiedad por la respuesta que se
dará a la situación de la que se habla, temor desproporcionado a equivocarse o ser poco
asertivo en las sugerencias que se hagan a la persona (esta ansiedad normalmente tiene que
ver con la tendencia al eficientismo), preocupación por el tiempo y deseo de que termine lo
más pronto posible la entrevista.

b. Actitud directiva: “Yo soy el que debo resolver la vida de esta persona”. ¿Cuándo se
manifiesta una actitud directiva?:
i. Cuando el sacerdote hace sólo las preguntas que a él le interesan y no las que son
necesarias para conducir adecuadamente el coloquio a favor del crecimiento del
acompañado.
ii. Cuando el sacerdote no entiende y mal interpreta lo que la persona le está diciendo.
iii. Cuando el sacerdote manipula la entrevista para llevarla hacia donde él quiere o
considera conveniente.
iv. Cuando el sacerdote expresa prematuramente una solución al problema.
v. Cuando el sacerdote bloquea el discurso porque no le interesa o le genera ansiedad.
vi. Cuando el sacerdote ofrece “líneas de solución” partiendo de su propia experiencia o
de su muy particular punto de vista.

c. Deseo de llegar rápidamente a una conclusión o resolución. ¿Qué es lo que genera este
tipo de actitudes? El deseo de dar a toda costa una explicación segura a la situación o
problema, el celo de mostrar y dar el máximo de la propia “sabiduría”, un excesivo sentido
de responsabilidad o un apego desordenado al propio rol.

d. Tendencia a juzgar, es decir, tendencia a ver inmediatamente a las personas según la


categoría de “buena” o “mala”. ¿Cuáles pueden ser las causas de esta tendencia inmediata a

79
Psicología pastoral

juzgar a las personas? Principalmente una fuerza relevante de presiones y de


condicionamientos en la evaluación y en el proceso que el acompañamiento “debería”
promover.
Sin embargo, es necesario caer en cuenta que una actitud excesivamente moralista y
legalista hace que la persona se cierre.

e. Que el acompañante pretenda ser el centro del acompañamiento. El pastor que acompaña
no debe ponerse en el centro de gravedad del acompañamiento. Es Cristo quien debe ser
presentado como meta o ideal.

f. Rigidez mental. Una mentalidad cerrada o rígidamente encuadrada dentro de ciertos


esquemas provocará, sin duda, mucho daño a las personas acompañadas. Esto no significa
negociar con la verdad, sino más bien, respetar las opiniones distintas a las propias e
informar-iluminar a la persona con claridad y caridad sobre la verdad.

6.3.2. Anatomía del coloquio pastoral

En cuanto a su naturaleza y anatomía, el coloquio pastoral es un todo orgánico que


por razones pedagógicas puede dividirse en las siguientes partes:

a) Inicio del coloquio

i. Acoger cordialmente

La capacidad de acogida por parte del sacerdote es fundamental para que el feligrés
se experimente respetado, aceptado, valorado, comprendido y significativo para el
sacerdote que lo acompaña en su situación específica de confusión, crisis, dolor o
enfermedad.
Estas actitudes del sacerdote, ya desde el momento de la recepción del feligrés, son
un vehículo importante para comunicarle, mediante el lenguaje no verbal, el respeto e
interés por su persona y por su situación. La primera impresión y el primer encuentro son
fundamentales, pues en buena medida marcarán la tónica futura del proceso.
Además, las actitudes de acogida y de cordialidad, pueden colaborar a disminuir la
tensión que en algunos casos experimentan las personas con ocasión de la entrevista y
facilitarles la confianza y apertura para hablar sobre sí mismas.
En síntesis, las actitudes del entrevistador, por sí mismas, han de generar en el fiel la
convicción de que durante la entrevista él ocupa toda la atención del sacerdote que, en ese
momento, “existe sólo para él”101.
Por otra parte, conviene no iniciar el coloquio entrando inmediatamente en materia
y centrándose sin más en el tema propio de la entrevista, sino dedicar antes algunos minutos
para un diálogo familiar, informal y espontáneo que sirva como preámbulo para la
entrevista propiamente dicha, pero siempre cuidando de no perderse en divagaciones.

101
Cf. M. SZENTMÁRTONI, Camminare insieme. Psicologia pastorale, San Paolo, Milano 2001, 67-70; M.
COSTA, Direzione spirituale e discernimento, 120; CH. A. BERNARD, “La dinamica del colloquio di
direzione spirituale”, en: Seminarium 39 (1999)555.

80
Psicología pastoral

ii. Existen diversas formas de iniciar el coloquio pastoral:

 Preguntar en qué se le puede servir a la persona, ponerse a sus órdenes.


 Permitir que la persona presente inmediatamente su problema o sus síntomas.
 Permitir que la persona comience a contar la historia que precede a sus síntomas y
de alguna forma se presente y diga quién es.

b) Cuerpo del coloquio. Abordaje del tema central

i. Propiciar un clima de crecimiento


Cada entrevista puede ir adquiriendo a lo largo de su desarrollo diversos matices
dependiendo de las necesidades de la persona y la naturaleza del problema que presenta la
persona: simple desahogo, catarsis, clarificación, consuelo, confrontación, animación,
discernimiento, etc. Lo importante es que el sacerdote conduzca el coloquio de manera que
se haga patente que, por encima de todo, el objetivo central es la salud humana y espiritual
de la persona y la adquisición de pistas de solución para el problema que le aqueja o al
menos, redimensionarlo desde la fe si se trata de una solución insoluble.

ii. Evitar la dispersión y la divagación


El sacerdote ha de conducir hábilmente la entrevista de modo que se eviten, por
parte suya y por parte de su interlocutor, divagaciones o cambios inoportunos de tema que
desvíen la atención de los puntos focales de una entrevista determinada.
Se debe ser atento para escuchar, claro y sobrio para responder y ágil para
despedirse.

iii. Saber preguntar


Las preguntas formuladas por el pastor durante la entrevista han de estimular la
auto-reflexión y auto-confrontación de la persona a la que atiende, e irla ayudando a
formarse en la capacidad para hacerse, ella misma, nuevas preguntas cuyas respuestas
propicien su crecimiento.
Las preguntas necesitan ser inteligentes, claras y vinculadas con el tema que se esté
tratando en el coloquio, pero al mismo tiempo, deben ser preguntas respetuosas y
prudentes, de tal modo que se pregunte sólo lo estrictamente necesario para el bien de la
persona.
Al preguntar se debe evitar caer en suspicacias, agresiones, intromisiones o faltas de
respeto a la intimidad o al pudor del entrevistado.
El tacto, la prudencia y la sensibilidad pastoral del sacerdote, le indicarán qué cosa
es necesario preguntar, en qué momento preguntar, cuándo preguntar y qué es lo que no
debe preguntar.

iv. Desbloquear la comunicación


En ocasiones para la persona entrevistada resultará fatigoso o doloroso expresar
aspectos que, de hecho, desearía externar y trabajar en el acompañamiento espiritual,
aunque se sienta limitada o casi imposibilitada para externarlos.

81
Psicología pastoral

Resulta fundamental tener paciencia, respetar el ritmo, el proceso y los silencios de


la persona tratando de leer su lenguaje no verbal. En tales casos, la capacidad de
observación del entrevistador y la debida inteligencia pastoral, unidas al conocimiento que,
mediante los diversos coloquios pastorales se ha ido adquiriendo acerca de la persona,
deben orientar al sacerdote en la tarea de ayudarle a desbloquear la comunicación de
aquello que parecería no ser capaz de expresar. Con tal fin es necesario ayudar al
entrevistado a bajar los niveles de ansiedad y de tensión e inducirlo discreta y
respetuosamente para que pueda expresarse.

v. Ayudar a conceptualizar lo que se está viviendo y sintiendo


Cuando el sacerdote advierte en el feligrés dificultad para expresar lo que piensa,
experimenta o desea, habrá de preguntarse si a la raíz de estas dificultades en la
comunicación no está un problema más profundo: la confusión o la poca claridad respecto a
lo que se está viviendo o sintiendo.
De cara a tales circunstancias, la intervención pastoral puede brindar las luces y
herramientas necesarias para que la persona organice su mundo interior y sea capaz de
“tematizar” comprendiendo lo que está viviendo y poniéndole palabras para poder
expresarlo.

vi. Ayudar a la persona a encontrarse con su propia verdad


Se favorece el crecimiento y la responsabilidad de una persona en acompañamiento
sólo cuando se le ayuda a encontrarse con la verdad sobre sí misma.
En la entrevista, el sacerdote está llamado a ayudar al feligrés a mirar su propia
realidad, a hacerse consciente de ella y asumirla para potenciarla, mejorarla o transformarla
en los casos necesarios.

vii. Ayudar a descubrir y vencer las resistencias al crecimiento


El encuentro con la verdad sobre sí mismo no siempre resulta fácil ni gratificante,
por lo cual en ocasiones la persona prefiere evadir la toma de conciencia de aspectos de su
presente o de su historia que le causan dolor, frustración, vergüenza, temor o ansiedad.
Más aún, la dinámica del crecimiento personal se encuentra asociada al misterio del
dolor y el sufrimiento. “Crecer duele” porque en ocasiones implica hacerse violencia, morir
o renunciar a aspectos sobre los cuales se había fincado la auto-percepción, la estima de sí
mismo, la seguridad personal, la auto-realización y la orientación de la vida.
Si el camino hacia la madurez entraña esfuerzos significativos y apertura a nuevos
horizontes vitales, es comprensible que también provoque temores e incertidumbres, y, en
consecuencia, algunas resistencias.
Las resistencias al crecimiento, que en la entrevista pastoral suelen encontrar un
cauce significativo para manifestarse con cierta fuerza, pueden presentarse con muy
diversos rostros: hermetismo al diálogo, agresividad, culpabilización de terceros sobre
situaciones personales, evasiones, racionalizaciones, auto-justificaciones, victimismo,
negación de problemas que son evidentes, etc.
Lo importante aquí es que el sacerdote despliegue su capacidad de observación y
escucha y tenga la habilidad necesaria para captar y conceptualizar los mecanismos de
defensa que se están suscitando en el feligrés y realizar las intervenciones oportunas que le
posibiliten caer en la cuenta de lo que está sucediendo con él, lo acepte y se coloque en
camino de transformación.
82
Psicología pastoral

viii. Ayudar a interpretar, evaluar e integrar las propias experiencias


Cuando el sacerdote descubre que una determinada experiencia vivida por el
feligrés puede constituir una oportunidad significativa para su crecimiento, debe
aprovecharla ayudándolo mediante el coloquio a saber interpretar, evaluar e integrar tal
experiencia desde la óptica de su desarrollo humano y espiritual.
A este propósito, el pastor puede sugerir a la persona plantearse las siguientes
preguntas, que, aunque simples, resultan útiles para estimular la auto-reflexión y
procesamiento de experiencias personales: ¿Qué viví?, ¿cómo lo viví?, ¿por qué lo hice?,
¿cuáles fueron los resultados?, ¿cómo me sentí’, ¿qué aprendí?, ¿qué pienso y cómo me
siento ahora?

ix. Corregir con prudencia


La corrección ha de hacerse cuando existen elementos objetivos y verificables que
representan una falta.
Cuando la corrección es necesaria han de armonizarse la firmeza y la presentación
clara de la verdad, con el respeto y la caridad.

x. Mantenerse ecuánime
Es importante que durante el coloquio y la relación de acompañamiento el sacerdote
se mantenga ecuánime y sepa manejar adecuadamente sus oscilaciones de humor y de
carácter frente a las reacciones de la persona.

xi. Ser claro en la comunicación y evitar ambigüedades


Es necesario que el pastor sea claro y asertivo en su comunicación, se exprese con
transparencia y franqueza (aunque lo que deba decir sea doloroso o incómodo), llamando a
las cosas por su nombre y evitando cualquier tipo de ambigüedad en el lenguaje que afecte
la captación de su mensaje por parte del interlocutor, o bien, le genere ansiedad o confusión
al no captar qué es exactamente lo que el sacerdote está intentando decirle.

c) Fase conclusiva de la entrevista

Esta fase reviste una importancia especial porque aporta los mensajes sobre el
futuro del proceso con la persona. Se debe saber aterrizar.
Cada entrevista debe cerrarse convenientemente, no debe dejarse como un momento
inacabado, indeterminado o inconcluso. Para ello, el pastor puede recapitular los puntos
esenciales que se han abordado durante el coloquio y proponer algunas conclusiones finales
que aterricen el encuentro.
En ocasiones, la forma de cerrar el coloquio puede ser el establecimiento (sea por
parte del sacerdote, sea por parte del feligrés, o de ambos) de puntos específicos que el
feligrés deberá ir reflexionando, orando y trabajando durante el período que preceda a la
próxima entrevista.

83
Psicología pastoral

d) Final del proceso de acompañamiento

i. ¿Cuándo concluir el proceso de acompañamiento?


 Cuando el objetivo original del acompañamiento se ha logrado.
 Cuando la persona acompañada decide terminar el acompañamiento.
 Cuando después de un período suficiente de acompañamiento no se visualizan
cambios positivos.
 Cuando la persona requiere ayuda especializada.
 Cuando la relación se torna demasiado personal y corre el riesgo de desvirtuarse.
 Cuando el sacerdote, por la razón que sea, ya no se encuentra en condiciones de
ayudar al acompañado.

ii. ¿Cómo terminar un proceso de acompañamiento?


 Nunca de forma brusca o sorpresiva. Desde el inicio se debe indicar que bastará con
algunos encuentros (dependiendo del problema). No se debe alargar demasiado la
serie de encuentros. El acompañamiento es siempre temporal.
 El pastor debe ser responsable para llevar a término el proceso que ha iniciado, a
menos que el feligrés no lo desee y, por lo tanto, no lo permita.
 Se debe dialogar con la persona la oportunidad de finalizar el proceso.
 No abandonar definitivamente el diálogo: dejar abierta la posibilidad de otros
encuentros.

iii. ¿Cómo llevar a cabo la última entrevista?


 Presentar al acompañado una síntesis del proceso de acompañamiento, recordando
los motivos por los cuales se inició el proceso, la evolución del acompañado durante
el mismo y las posibles perspectivas de trabajo personal futuro del acompañado.
 Subrayar logros y cambios alcanzados durante el proceso.
 Reconocer los méritos y esfuerzos de la persona.
 Poner sobre la mesa la necesidad de cambios futuros.
 Atisbar y sugerir el camino de fe que se vislumbra con la nueva perspectiva de vida
que se ha adquirido.
 Dejar abierta la posibilidad para futuros encuentros, en caso de que sea necesario.

6.3.3. Encuadre de la entrevista

a) Respetar el tiempo de la persona

Agendar la cita para la entrevista constituye un primer detalle que en sí mismo es ya


una primera comunicación con el feligrés y una muestra de interés del pastor por la persona
del mismo. Se debe aclarar desde el inicio, con tacto y prudencia, de cuanto tiempo se
dispondrá para la entrevista.
Es importante que el pastor sea respetuoso con la persona salvaguardando el tiempo
previsto para el coloquio con ella y, por lo tanto, recibiéndola puntualmente según se haya
programado.
Conviene no hacer cambios continuos de los tiempos y fechas que se han
programado de común acuerdo con el feligrés para sus entrevistas, ya que esto podría ser
84
Psicología pastoral

interpretado por parte de este último como falta de interés del sacerdote hacia su persona, o
al menos, como falta de formalidad y responsabilidad. Cualquier cambio de hora o de fecha
deberá ser dialogado con el feligrés oportunamente, salvo situaciones emergentes o
totalmente imprevistas.
No basta, sin embargo, el respeto al tiempo de la persona, sino que en el desarrollo
de la entrevista, se requiere que la atención del pastor esté completamente centrada en el
feligrés con su situación personal.

b) Frecuencia y duración de la entrevista

Dependiendo de la naturaleza del acompañamiento la duración puede variar: cada


semana, cada dos semanas, cada mes. Es importante que la frecuencia permita un adecuado
seguimiento de la persona, pero además, favorezca la asimilación, por parte de la persona,
de los elementos que se van trabajando en la entrevista. Así mismo, se debe procurar la
responsabilidad de la persona sobre su propio proceso y evitar, a toda costa, que se generen
dependencias de la persona hacia el pastor o viceversa, y para ello las entrevistas no deben
ser innecesariamente frecuentes.
La duración de la entrevista debería ser de entre 45 y 60 minutos, no más. La
persona debe ser consciente desde el inicio de cuanto tiempo dispone el pastor para ella.

c) El lugar de la entrevista

Hay algunos detalles simples, pero no por ello marginales, que constituyen un
lenguaje no verbal y pueden ayudar al pastor a mostrar una auténtica acogida y afabilidad
hacia las personas: el orden, la limpieza, el buen gusto, la iluminación y ventilación
adecuadas del lugar donde se lleva a cabo la conversación.
Como norma general conviene que las sillas donde se ubicarán acompañado y
acompañante no estén colocadas una frente a la otra, sino en escuadra, pues para algunas
personas estar directamente frente a otra puede resultarles incómodo por experimentarse
invadidas, intimidadas e incluso agredidas.
Ciertamente los aspectos mencionados son elementos secundarios que no tendrían
porqué afectar el coloquio (el cual depende fundamentalmente de las actitudes del pastor y
del feligrés) y que por lo mismo, parecerían situaciones marginales o hasta frívolas, pero
que si se cuidan suficientemente, pueden resultar útiles para una mejor marcha de la
entrevista, al menos desde el punto de vista de la acogida.
No conviene realizar la entrevista caminando porque ello puede prestarse a
distracciones por parte de pastor y feligrés y, además, podría ser interpretado por el feligrés
como falta de interés suficiente hacia su persona, a la que no se le asigna un espacio
determinado para recibirlo. Además, si se trata de situaciones penosas o dolorosas, el
feligrés encontrará gran dificultad en hablarlas a la intemperie, pues se sentirá desprotegido
y evidenciado.
Debe procurarse no contestar llamadas telefónicas ni atender a otras personas
durante la entrevista y no mirar el reloj ni dejarse vencer (interior o exteriormente) por el
nerviosismo o la prisa, de tal forma que la actitud serena del pastor pueda sembrar en el
interior de su interlocutor la convicción de que su persona, su espacio y su tiempo son
respetados.

85
Psicología pastoral

6.4. LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL

Cabe decir que hoy por hoy carecemos, lastimosamente, de verdaderos maestros de
espíritu, de conocedores profundos del alma humana en su búsqueda de Dios.
Desafortunadamente el campo de la dirección espiritual es poco explorado y poco asumido
entre los pastores.
Por eso, «Actualmente, mientras se observa una búsqueda de orientación espiritual por
parte de los fieles, al mismo tiempo se advierte la necesidad de una mayor preparación por
parte de los ministros, con el fin de poder prestar con diligencia este servicio de consejo,
discernimiento y acompañamiento. Donde existe dicha práctica, existe renovación personal y
comunitaria, vocaciones, espíritu apostólico, alegría de la esperanza»102.
«En el período de preparación al sacerdocio, se presenta siempre muy necesario y
urgente el estudio de la teología espiritual y la experiencia de esta misma vida. En realidad, el
consejo y el acompañamiento espiritual es parte integrante del ministerio de la predicación y de
la reconciliación. El sacerdote, en efecto, está llamado a guiar en el camino de la identificación
con Cristo, que incluye el camino de la contemplación. La ayuda de dirección espiritual, como
discernimiento del Espíritu, es parte del ministerio: “Examinando si los espíritus son de Dios,
[los presbíteros] descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten con diligencia
los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos”»103.
La dirección o acompañamiento espiritual es uno de los medios a través de los
cuales la Iglesia acompaña, de manera personal a sus hijos en el camino de madurez
humana y espiritual en orden a la santidad.
Este acompañamiento espiritual de los fieles en orden a la santidad debe ser
considerado como una prioridad pastoral: «esta atención a la vida espiritual de los fieles,
guiándolos en el camino de la contemplación y de la santidad, también como ayuda en el
discernimiento vocacional, es una prioridad pastoral»104.
La dirección espiritual consiste en un proceso de acompañamiento construido a base
de coloquios interpersonales entre un padre espiritual y un creyente que libremente pide ser
guiado e iluminado en su búsqueda de correspondencia cada vez más responsable y madura
a la voluntad y la gracia de Dios.
El proceso de la dirección espiritual (que se materializa fundamentalmente en los
encuentros entre director y dirigido y en el trabajo de este último en su respuesta a las luces
que Dios le va dando) tiene como finalidad ofrecer a la persona las orientaciones y
elementos que le permitan caminar hacia la plenitud de la vida cristiana, que es la santidad,
respondiendo fielmente a Dios en la vocación particular a la cual ha sido llamada.
En este sentido, «La dirección espiritual es sobre todo una ayuda para el discernimiento
en el camino de santidad o perfección»105. «Si falta el deseo verdadero de santidad, se pierde el
objetivo principal de la dirección espiritual»106.
En esta misma línea, la dirección espiritual procura ofrecer al creyente un espacio
privilegiado para la revisión de vida y otorgarle la guía necesaria para mantenerse vigilante
en su empeño espiritual, coadyuvando así a la maduración y perseverancia vocacional.

102
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El sacerdote confesor y director espiritual ministro de la
misericordia divina (9-III-2011), n. 66.
103
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El sacerdote confesor y director espiritual, n. 67.
104
Ibid., n. 71.
105
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El sacerdote confesor y director espiritual, n. 77.
106
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El sacerdote confesor y director espiritual, n. 79.

86
Psicología pastoral

Esta práctica espiritual es importante para todo cristiano que desea comprometerse
seriamente con su respuesta de fe, sea cual sea la vocación particular recibida de Dios.
No es extraño que existan algunas ideas imprecisas en torno a la dirección
espiritual. En ocasiones se piensa en ella sólo como un medio que ofrece la posibilidad de
expresar las inquietudes que van surgiendo en la vida; o bien, como un espacio catártico
para verbalizar los problemas, dificultades o crisis que se llegan a presentar en el camino
personal de fe y de respuesta a la vocación particular recibida de Dios en la Iglesia.
Lo anterior no es erróneo, y forma parte de los fines de la dirección espiritual, pero
no agota toda su riqueza ni expresa su finalidad primordial, pues la dirección espiritual
tiende principalmente a ayudar a la persona para que emprenda libremente el camino y el
itinerario de la vida espiritual hacia la santidad y aprenda a discernir y realizar la voluntad
de Dios en lo cotidiano.
Así las cosas, la dirección espiritual no es un simple encuentro de ayuda. Es el
encuentro, en la fe y desde la fe, de dos hermanos que, movidos por el Espíritu Santo, se
ponen a la escucha de Dios para captar su voluntad y hacerla. Cuando ambos, director y
dirigido, buscan sinceramente la voluntad de Dios, no dejan de ser asistidos e iluminados
por el Espíritu Santo, único y verdadero Director espiritual, único “Maestro interior”.
Por eso, al recibir la dirección espiritual, la pregunta fundamental del dirigido tendría
que ser: “Señor, qué quieres de mi?”, “¿Qué quieres decirme a través de este hermano en la
fe que es una mediación de tu presencia?”; en cambio, las preguntas fundamentales del
director espiritual a Dios serán: “Señor, ¿qué quieres para este hijo tuyo, aquí y
ahora?¿Cuál es tu voluntad para él?”
Especificando y ampliando la explicación de los objetivos de la dirección espiritual,
podemos enunciar los siguientes como principales:
a. Acompañar a la persona en su paso progresivo por la vía purgativa, la vía iluminativa y
la vía unitiva, secundando una vida teologal cada vez más profunda.
b. Ayudar a la persona para que, dócil al Espíritu Santo y a la voz de su conciencia,
discierna cuál es la vocación que Dios le ha dado y responda a ella.
c. Alentar la respuesta personal a la vocación recibida de Dios.
d. Ayudar a identificar y superar los obstáculos que dificultan la vivencia de la propia
vocación.
e. Enseñar a la persona a orientar todos sus actos en la línea de su respuesta vocacional.
f. Acompañar al dirigido para que sepa discernir y actuar la voluntad de Dios en lo
concreto de la vida cotidiana. Es el dirigido quien debe aprender a discernir por sí
mismo en los diferentes momentos y circunstancias de la vida.
g. Orientar a la persona en su vida de oración.
h. Ofrecer la ayuda necesaria en los momentos de crisis y dificultad en los distintos
ámbitos de la vida que puedan tener resonancias sobre la vocación y santificación de la
persona.
i. Ofrecer el acompañamiento que permita a la persona crecer en libertad interior para
afianzarse progresivamente en la vivencia de la caridad.
j. Acompañar e impulsar a la persona en la entrega apostólica y en la maduración, cada
vez más decidida, del celo misionero desde su propia vocación y condición.
k. Colaborar en la formación de la conciencia del dirigido.

87
Psicología pastoral

6.4.1. Dirección espiritual y madurez humana107

Ahora bien, en sentido estricto e ideal, quien se decide a tomar en serio el camino de la
perfección en la caridad, necesita contar con un sustrato humano suficientemente maduro y,
por lo tanto, capaz de servir como soporte a una vida espiritual seria.
En otros términos, sin la base de una personalidad equilibrada, sólida y libre, será muy
difícil llegar a una verdadera madurez espiritual y responder del modo más adecuado a la
vocación particular otorgada por Dios.
Teniendo en cuenta las ideas precedentes, señalo ahora algunas de las realidades que, a
nivel humano y espiritual, necesitan tratarse en la dirección espiritual:
a. Historia personal de vida.
b. Sentido de identidad personal.
c. Relaciones interpersonales a diversos niveles.
d. Auto-conocimiento
e. Auto-aceptación y auto-estima
f. Valoración y cuidado adecuados del cuerpo y de la salud personal
g. Educación de los sentimientos y de las emociones
h. Manejo adecuado de los impulsos y las pasiones
i. Educación y crecimiento en el amor
j. Maduración de la amistad
k. Sexualidad
l. Educación de la voluntad
m. Formación de la libertad y para la libertad
n. Formación de la conciencia moral

6.4.2. Realidades a nivel espiritual que deben abordarse en la dirección espiritual

a. Vida teologal (relación con cada una de las personas de la Santísima Trinidad).
b. Amor y confianza filial al Padre, identificación y amistad con Cristo y docilidad al
Espíritu Santo.
c. Conversión
d. Escucha y acogida de la Palabra divina.
e. Oración
f. Vida sacramental
g. Discernimiento vocacional
h. Discernimiento espiritual, discernimiento de la voluntad de Dios o “discernimiento de
espíritus”. El discernimiento debe convertirse en un “estilo de vida” para el dirigido.
i. Revisión de vida
j. Examen de conciencia, general y particular
k. Silencio interior y exterior
l. Relación con la Santísima Virgen María
m. Sentido eclesial y de comunión
n. Caridad, servicio y abnegación.

107
Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El sacerdote confesor y director espiritual, nn. 126-130.

88
Psicología pastoral

Considero que con lo dicho hasta aquí, queda suficientemente claro que la dirección
espiritual es un proceso orientado al crecimiento. No se trata simplemente de que la
persona “se sienta bien” o “se sienta mejor” ante determinadas situaciones, sino de que
“sea mejor” según el querer de Dios.
En efecto, se trata de todo un proceso, largo y fatigoso, caracterizado por un inicio, un
itinerario con diversas etapas y un crecimiento progresivo, pero también señalado por saltos
de cualidad, rupturas de ritmo, momentos de dificultad y tensión, e incluso retrocesos.
La dirección espiritual se orienta al crecimiento porque no está destinada sólo a
solucionar problemáticas emergentes, sino a fomentar una madurez cada vez más clara y
plantear metas cada vez más altas en orden a la generosidad con Dios y con los hermanos.
Es por eso que en la dirección espiritual debe realizarse un trabajo delicado de arduo y
puntual seguimiento (“de filigrana”), el cual no puede abandonarse a la improvisación o a
la mera atención de situaciones momentáneas o emergentes.
Entre padre espiritual y dirigido deben tener un proyecto claro de trabajo, metas
concretas y evaluables y claridad en los medios y ayudas externas que pueden resultar de
utilidad para la consecución de los objetivos. Es muy recomendable que los puntos de
trabajo o de lucha emanados de la dirección espiritual sean pocos y concretos, de tal forma
que se puedan ir evaluando todos los días en el examen de conciencia particular.

6.4.3. Actitudes deseables en el dirigido espiritual108

a. Clara conciencia de que el dirigido es el principal responsable de su propio crecimiento


interior. El Espíritu Santo es el protagonista de la dirección espiritual y el padre
espiritual ilumina, motiva y orienta el trabajo, pero en definitiva, es al dirigido a quien
le compete crecer. El Espíritu Santo y el director espiritual pondrán todas las
condiciones necesarias para que la persona crezca, pero sólo ésta puede crecer, si así lo
decide.
b. Espíritu de fe.
c. Apertura de la mente y del corazón.
d. Rectitud de intención.
e. Perseverancia.
f. Sinceridad
g. Docilidad para dejarse ayudar.

6.4.4. Actitudes deseables en el director espiritual109

a. Madurez espiritual (pues discernir es propio del cristiano espiritualmente adulto). La


madurez espiritual comporta: vida teologal intensa (intimidad con Dios), libertad
interior, búsqueda sincera de la voluntad de Dios, actitud permanente de conversión y
purificación del corazón, vida sacramental intensa, vida de oración, etc.
b. Conocimiento de sí mismo.
c. Madurez humana y equilibrio psico-afectivo.
d. Actitud de concentración hacia las personas y las situaciones.
e. Capacidad de observación y de reflexión.

108
Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El sacerdote confesor y director espiritual, nn. 106-109.
109
Cf. Ibid., nn. 101-105.

89
Psicología pastoral

f. Sólida formación teológica


g. Conocimiento suficiente de la teología espiritual (entendida como ciencia profunda de
las almas en su búsqueda de Dios y en su respuesta a Él).
h. Conocimiento del hombre, de Dios y del demonio.
i. Nociones al menos esenciales (pero no superficiales) de pedagogía y psicología.
j. Capacidad de acogida.
k. Capacidad de escucha y de diálogo.
l. Capacidad de comprensión.
m. Especial sensibilidad para captar los procesos interiores de las personas (“penetración
de los corazones”).
n. Prudencia y discreción.

6.4.5. Orientaciones prácticas

Ver los números 87 a 134 del documento de la Congregación para el Clero: El


sacerdote confesor y director espiritual ministro de la misericordia divina (9-III-2011).

6.4.6. El Espíritu Santo, único y auténtico “Maestro interior”

El “Director espiritual” por excelencia es el Espíritu Santo. Por ello, tanto dirigido
como director espiritual están llamados a desarrollar la escucha interior y a entrar en
contacto experiencial con el Espíritu Santo, a mantener ese contacto y a dejarse conducir
con prontitud total e incondicionada, en toda dirección suscitada y querida por el Espíritu.

VII. ATENCIÓN PASTORAL DE PERSONAS EN SITUACIONES LÍMITE

90
Psicología pastoral

7.1. SUFRIMIENTO

7.1.1. Consideraciones preliminares

El dolor y el sufrimiento permanecerán siempre como un misterio y un límite


infranqueable para el espíritu humano. Por eso sólo la fe y la confianza en Dios, que
permiten mirar el sufrimiento a la luz de Cristo crucificado y resucitado, pueden ofrecer al
hombre una luz para entrever el significado y el sentido salvífico de una realidad que
siempre escapa a su comprensión, aún cuando forme parte de toda existencia humana.
«La enfermedad y el sufrimiento han estado siempre entre los problemas más graves
que ponen a prueba la vida humana. En la enfermedad el hombre vive la experiencia de la
propia impotencia, de los propios límites y de la propia finitud. [De hecho] cada
enfermedad nos deja entrever la muerte»110.
Aunque el dolor o el sufrimiento pueden provocar que la persona se cierre sobre sí
misma, la experiencia muestra que en la indigencia, en el sufrimiento, en el dolor y en la
enfermedad, el corazón tiene la posibilidad de abrirse con mayor facilidad a Dios.
Ahora bien, la fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo
purifica, lo sublima y lo vuelve meritorio para la eternidad111.
Cuando se tiene fe sobrenatural, confianza en Dios y esperanza en la eternidad y en los
bienes sobrenaturales, el sufrimiento resulta más llevadero porque se descubre que se le
puede vivir asociado a la cruz de Cristo.

7.1.2. Distintas actitudes religiosas hacia el propio sufrimiento

El hombre de fe puede reaccionar de diversas maneras ante el sufrimiento. Estas


reacciones corresponden, en parte, a la imagen de Dios que la persona posee 112. Veamos
algunas de estas reacciones:

a. Captar el sufrimiento como castigo de parte de Dios por los pecados cometidos.
Cuando el sufrimiento es percibido de este modo, la persona se enoja consigo misma, se
reprocha y se siente culpable porque considera que ella misma se ha ganado el
sufrimiento a causa de sus pecados y ha provocado la “venganza” de Dios.
b. Captar el sufrimiento como prueba. La persona acepta el sufrimiento como prueba de la
propia fidelidad a Dios, pero también puede sentir rencor contra él, cuando algún
pariente o conocido parece no haber superado una prueba y, por ejemplo, se suicida, se
enferma, se deprime, etc.
c. Captar el sufrimiento como desgracia. En estos casos la persona se siente indefensa y
desafortunada, se considera víctima de las circunstancias y Dios es percibido como
quien no tiene el control de todas las cosas, pues “no ha sido capaz” de acabar con el
mal y el sufrimiento.

110
Catecismo de la Iglesia Católica, número 1500.
111
JUAN PABLO II, Alocución del 24 de marzo de 1979 sobre el sentido salvífico del sufrimiento.
112
Las ideas de este apartado han sido tomadas de M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme. Psicologia
pastorale, 133-145.

91
Psicología pastoral

En los tres modos de entender el sufrimiento arriba señalados, Dios es percibido como
causa del sufrimiento.

Otras formas de percibir y vivir el sufrimiento son:

d. Negar el sufrimiento.
e. Relativizar el sufrimiento.
f. Rebelarse contra el sufrimiento.
g. Captar el sufrimiento como sumisión a las leyes de la naturaleza.
h. Captar el sufrimiento como resignación a la voluntad de Dios. En esta situación la
persona se siente impotente, sobrepasada y vencida frente a la voluntad de Dios.
i. Vivir el sufrimiento como aceptación de la condición humana.
j. Asumir el sufrimiento como oportunidad para el crecimiento personal.
k. Vivir el sufrimiento desde la fe y la confianza en Dios. La persona busca interpretar sus
sufrimientos a la luz de Dios y descubre que su sufrimiento puede ser una bendición
escondida. Descubre que su sufrimiento no es querido por Dios, pero al mismo tiempo
acepta que sólo Dios puede otorgarle un significado.
l. Asumir el sufrimiento como participación en el sufrimiento redentor de Cristo. Esta es
la actitud de las personas que unen su dolor al de Cristo y participan de esta forma en la
redención del mundo. La unión de los propios sufrimientos al sufrimiento de Cristo
puede adquirir diversos rostros: oblativo, unitivo, participativo, altruista, sacrificial,
penitencial, reparador, intercesor, etc. Para alcanzar esta actitud se requiere una
profunda actitud de fe.

7.1.3. Actitudes recomendables en el acompañante de una persona sufriente

Tres amigos de Job se enteraron de todos estos males que le habían sobrevenido, y
vinieron cada uno de su país. Elifaz de Temán, Bildad de Suaj y Sofaat de Naamat.
Y juntos decidieron ir a condolerse y a consolarle. Desde lejos alzaron sus ojos y no
le reconocieron. Entonces rompieron a llorar a gritos. Rasgaron sus mantos y se
echaron polvo sobre su cabeza. Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante
siete días y siete noches. Y ninguno de ellos le dijo una palabra, porque veían que el
dolor era muy grande.
Jb 2,11-13

El pastor que se acerca en el nombre de Cristo a una persona sufriente, requiere


cultivar algunas actitudes esenciales:

a. Profundo respeto por la persona y por su dolor.


b. Empatía, nunca lástima.
c. Comprensión.
d. Presencia cercana y solidaria. A veces será necesario no decir nada y, simplemente,
“estar” a lado de la persona: “Y ninguno de ellos le dijo una palabra, porque veían que el
dolor era muy grande” (Jb 2,13).

92
Psicología pastoral

e. Escucha atenta y paciente, sin interrumpir. Permitir que la persona se desahogue y se


exprese libremente.
f. No reconvenir a la persona para que controle sus reacciones emotivas (llanto, gritos de
dolor, etc.), a menos que corra el riesgo de hacerse daño o hacerle daño a otros.
g. No pretender a toda costa dar una respuesta al sufrimiento de la persona. Más bien
invitarla según parezca oportuno, a liberarse de querer entenderlo todo:

Cuando estamos atravesando un período de prueba, surgen en nosotros multitud de preguntas:


“¿Cómo salir de esto?”. “¿Cuánto va a durar?”, o también: “¿Por qué me encuentro en esta
situación?”, “¿Quién tiene la culpa de lo que me ocurre?”, “¿Quién es el responsable?”, “¿Es
normal que suceda esto?”. Todas estas preguntas tienen una parte bien fundada, es legítimo
plantearlas, y conducen a respuestas que pueden ayudarnos a resolver las dificultades que se nos
presentan. El problema que plantea esta serie de preguntas es que no siempre tienen respuesta…
Son legítimas y necesarias pero no podemos quedarnos encerrados continuamente en ellas…
Además, es preciso saber que la salvación no reside obligatoriamente en el hecho de tener
respuesta a todas estas preguntas. La salvación, el camino de la vida, se deberá frecuentemente
a tener el valor de dejar sin respuesta determinadas preguntas legítimas (algo que siempre
resultará doloroso) y colocarse en otro nivel de interrogación: “En definitiva, ¿qué es lo que
Dios espera de mí en todo esto?”113.

h. Ayudar a la persona, poco a poco, a que descubra la sombra de misterio que envuelve al
sufrimiento humano y, por lo tanto, su propio sufrimiento:

El mal es un misterio, un escándalo, y lo será siempre. Hay que hacer lo posible por
eliminarlo, por aliviar el dolor, pero está siempre presente en nuestra historia personal y en
la del mundo. Su lugar en la economía de la redención compete a la sabiduría de Dios, que
no es la sabiduría de los hombres y que siempre llevará en sí algo de incomprensible:
“Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni mis caminos vuestros caminos,
dice Yavé. Cuantos son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos encima
de los vuestros, y por encima de los vuestros mis pensamientos”(Is 55,9)114.

i. Si la persona se queja, duda o reniega contra Dios, es mejor no hacer una apología de
Dios.
j. Ayudar a la persona a dimensionar y ponderar su sufrimiento a fin de que no lo
absolutice, no se enfrasque en él, no se encierre en su dolor ni en la falta de esperanza,
porque ello le dificultaría ver otros aspectos de su persona y de su vida y considerar
otros horizontes, aún en medio del sufrimiento.

113
J. PHILIPPE, Llamados a la vida, Rialp, Madrid 2009, 85-86.
114
J. PHILIPPE, La paz interior, Rialp, Madrid 2006, 34.

93
Psicología pastoral

k. Recordarle la presencia especial de Dios junto al que sufre, aún cuando se encuentre
experimentando una densa oscuridad y la presencia divina parezca imperceptible, tal
como ocurrió en el momento de la agonía y de la muerte de Jesús:

Al acercarse la muerte del Crucificado, desciende el silencio; no se escucha ninguna voz,


aunque la mirada de amor del Padre permanece fija en la donación de amor del Hijo […] Ante
las situaciones más difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no debemos
temer confiarle a él el peso que llevamos en nuestro corazón, no debemos tener miedo de
gritarle nuestro sufrimiento; debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque en
apariencia calle 115.

l. Invitar a la confianza y al abandono en Dios.


m. Invitar a orar, a «clamar» a Dios.
n. Ayudar a acoger e integrar el sufrimiento que no puede remediarse:

Cuando experimentamos un sufrimiento, lo que más daño nos hace no es tanto éste como su
rechazo, porque entonces al propio dolor le añadimos otro tormento: el de nuestra oposición,
nuestra rebelión, nuestro resentimiento y la inquietud que provoca en nosotros. La tensa
resistencia que genera en nuestro interior y la no aceptación del sufrimiento hacen que éste
aumente. Mientras que, cuando estamos dispuestos a aceptarlo, se vuelve de golpe menos
doloroso. “Un sufrimiento sereno deja de ser un sufrimiento”, decía el cura de Ars.
Cuando sobreviene el dolor, es perfectamente normal intentar remediarlo en la medida de lo
posible […] pero siempre habrá sufrimientos irremediables que conviene esforzarse en aceptar
con tranquilidad. Y eso no es masoquismo, ni gusto por el dolor, sino todo lo contrario, porque
la aceptación de un sufrimiento hace a éste mucho más soportable que la crispación del rechazo.
Una realidad comprobable también en el plano físico: quien se da un golpe estando endurecido
y tenso, se hace mucho más daño que el que lo recibe distendido. A veces querer eliminar el
sufrimiento a cualquier precio provoca después sufrimientos mucho más difíciles de
sobrellevar116.

o. Alentar a unir los propios sufrimientos a la cruz de Cristo:

El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación
en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual
se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del
cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención
mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de
redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también
partícipe del sufrimiento redentor de Cristo117.

p. Renovar el anuncio de la Resurrección de Cristo que ha vencido el sufrimiento y la


muerte:

115
BENEDICTO XVI, Mensaje en la audiencia general del 8 de febrero de 2012.
116
J. PHILIPPE, La libertad interior, Rialp, Madrid, 2005, 48-49.
117
JUAN PABLO II, Salvifici doloris, n. 19.

94
Psicología pastoral

En el momento extremo, Jesús deja que su corazón exprese el dolor, pero deja emerger, al
mismo tiempo, el sentido de la presencia del Padre y el consenso a su designio de salvación de
la humanidad. También nosotros nos encontramos siempre y nuevamente ante el «hoy» del
sufrimiento, del silencio de Dios —lo expresamos muchas veces en nuestra oración—, pero nos
encontramos también ante el «hoy» de la Resurrección, de la respuesta de Dios que tomó sobre
sí nuestros sufrimientos, para cargarlos juntamente con nosotros y darnos la firme esperanza de
que serán vencidos (cf. Carta enc. Spe salvi, 35-40)118.

Como resultado de la obra salvífica de Cristo, el hombre existe sobre la tierra con la esperanza
de la vida y de la santidad eternas. Y aunque la victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida
por Cristo con su cruz y resurrección no suprime los sufrimientos temporales de la vida
humana, ni libera del sufrimiento toda la dimensión histórica de la existencia humana, sin
embargo, sobre toda esa dimensión y sobre cada sufrimiento esta victoria proyecta una luz
nueva, que es la luz de la salvación. Es la luz del Evangelio, es decir, de la Buena Nueva. En el
centro de esta luz se encuentra la verdad propuesta en el coloquio con Nicodemo: « Porque
tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo»119.

q. Impulsar a darle un sentido al sufrimiento.


r. Orientar a la paulatina comprensión de que Dios no permite sufrimientos inútiles para
sus hijos:

Si queremos llevar al límite nuestra fe cristiana, hemos de estar convencidos de que, tanto en el
ámbito de nuestra historia personal como en el de la historia del mundo, Dios es lo bastante
bueno y poderoso como para utilizar a favor nuestro todo el mal, cualquiera que este sea, y todo
el sufrimiento, por absurdo e inútil que parezca. No podemos tener una certeza matemática o
filosófica de esto: sólo puede ser un acto de fe, pero es precisamente ese acto de fe el que nos
invita a proclamar la Resurrección de Jesús, entendida y asumida como la victoria definitiva de
Dios sobre el mal120.

s. Animar, en el tiempo y la forma oportunos, a renovar la confianza en que “Todas las cosas
contribuyen al bien de los que aman a Dios” (Rm 8,28) y que “Los sufrimientos del tiempo
presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Rm 8,18).
t. Impulsar con paciencia a la persona para que comprenda que, su sufrimiento, aún cuando
indeseable y misterioso, puede ser una oportunidad para descubrir lo que es esencial en la vida
y aquello que no lo es. Así mismo, el sufrimiento puede ayudar a madurar en distintos ámbitos
del propio vivir e incluso a reorientar la vida, si fuese el caso.

7.2. ATENCIÓN PASTORAL A LOS ENFERMOS

7.2.1. Significado e impacto de la enfermedad en la vida del hombre


118
BENEDICTO XVI, Mensaje en la audiencia general del 8 de febrero de 2012.
119
JUAN PABLO II, Salvicifi doloris, n. 15.
120
J. PHILIPPE, La paz interior, Rialp, Madrid 2006, 34.

95
Psicología pastoral

La enfermedad es uno de los estados de indigencia más duros para el hombre, puesto
que lo confronta con su vulnerabilidad y con la posibilidad de morir, es un momento de
sufrimiento, de dolor y de choque, un momento de pérdida (la pérdida, al menos temporal,
del bien de la salud).
La enfermedad, sobre todo grave e inhabilitante, suele ser una experiencia
desequilibrante en la que el hombre toca los abismos de su limitación y en la que resulta
afectado todo, absolutamente todo: autonomía, independencia, trabajo, relaciones
interpersonales, proyectos, etc.
“Aún para los no creyentes, cuando el hombre se fractura es cuando puede [buscar un]
sentido más pleno a su existencia o rectificarla; pues el hombre auténtico es el que se
enfrenta lúcidamente a la enfermedad y a la muerte. A nadie se le oculta la importancia de
la enfermedad y de la muerte ante el encuentro con el Absoluto”121.
El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que “La enfermedad puede conducir a la
angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión
contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudándola a discernir en su
vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que sí lo es”122.

7.2.2. El servicio del sacerdote a los enfermos

Sin duda el sacerdote está llamado a prestar una importante ayuda al enfermo para
sobrellevar las cargas de su enfermedad. Los auxilios espirituales pueden ser variados:
desde la sola escucha, la compañía, el consuelo, etc. Pero ninguna ayuda puede compararse
con la eficacia de los sacramentos, en cuya administración hacia los enfermos el sacerdote
deberá ser particularmente disponible, tanto por el bien espiritual del enfermo como el de
los familiares.
Ahora bien, la enfermedad suele ser una ocasión privilegiada de evangelización y de
encuentro con las fibras más íntimas de la persona enferma y de los familiares, por lo cual
debe ser correctamente aprovechada por el ministro sagrado para buscar el bien espiritual
de los fieles y acompañarlos en la maduración de su fe.
“Al enfermo y al moribundo conviene recordarles siempre la visión cristiana de la
enfermedad y de la muerte; la enfermedad completa la Pasión de Cristo, y los enfermos en
la Iglesia tienen la misión de recordarnos con su ejemplo los valores esenciales, como
también demostramos que la vida mortal del hombre ha de ser redimida con el Misterio de
la Muerte y Resurrección de Cristo. (Cfr. Ritual de la Unción de los Enfermos)”123.

7.2.3. Algunas actitudes iniciales de los enfermos ante su enfermedad

121
N. RIVERA CARRERA, Carta pastoral sobre la atención a los enfermos en la Arquidiócesis de México,
1996, n. 36.
122
Catecismo de la Iglesia Católica, número 1501.
123
N. RIVERA CARRERA, Op. cit., n. 39.

96
Psicología pastoral

De acuerdo con Szentmártoni las reacciones más comunes de un enfermo ante su


enfermedad pueden ser las siguientes:

a. Actitudes regresivo-pasivas, caracterizadas por una total dependencia del personal


médico, sobre el cual se proyecta la figura materna.
b. Actitudes proyectivo-agresivas, expresadas en manifestaciones de rabia contra los sanos
y las personas que atienden al enfermo, incluyendo médicos y enfermeras.
c. Racionalización. La enfermedad percibida como simple entidad anatómico-clínica.
d. Negación parcial o total de la enfermedad, con el peligro de no aceptar el tratamiento
terapéutico, parcial o totalmente.
e. Actitudes reactivo-combativas. La persona es plenamente consciente de su enfermedad
y la acepta, pero de alguna forma se resiste a ella y la reta con la finalidad de vencerla.
f. Aceptación progresiva.

Frente a una persona enferma, el agente pastoral está llamado a “reorganizar la


esperanza, ofreciendo al enfermo un mapa mental para ubicar su propio sufrimiento desde
el plan salvífico de Dios”124. Dicho de otro modo, el agente pastoral está llamado a ayudar
y acompañar al enfermo para que, desde la fe, descubra o redescubra los propios recursos
recónditos a nivel psíquico y espiritual que posee para afrontar la enfermedad y abra sus
perspectivas sobre la realidad y sobre su realidad.

7.2.4. La visita pastoral al enfermo

a) Carácter evangelizador de la visita pastoral a los enfermos

“En una perspectiva de fe, las actitudes humanas positivas del agente de pastoral,
sus gestos humanos, se convierten en símbolo del amor de Dios que él mismo anuncia con
su palabra, y dan a su presencia un valor casi sacramental”125. Por eso, “El agente Pastoral
de Salud ha de manifestar con su modo de actuar aquella estima y respeto profundos que
ayudan al enfermo a mantener el sentido de integridad de la propia persona a pesar del
desmoronamiento causado, en el cuerpo y en el espíritu por la enfermedad”126.
En cada visita pastoral a un enfermo, el agente (laico o sacerdote) ha de
concentrarse más en la persona que en los hechos externos, saber escuchar, ser
comprensivo y cordial; ser respetuoso y paciente con el estrés del enfermo y no enredarse
en discusiones sobre Dios, sino ayudar al enfermo a descubrir a Dios en su vida y a crecer
en la relación con él.
Aunque es cierto que “En el contexto de la visita pastoral es donde el agente de
pastoral realiza principalmente su misión evangelizadora o celebrativa de la comunicación,
de la escucha de la Palabra, de la oración, del proceso penitencial”127, se debe “tener el
máximo respeto a la religiosidad del enfermo, evitando imponerle los propios estilos de fe.
A los que no creen o no practican, no ha de privarles de la amistosa atención del agente de

124
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme, 136.
125
N. RIVERA CARRERA, op. cit., 52.
126
Ibid., n. 49.
127
N. RIVERA CARRERA, Op. cit., n. 53.

97
Psicología pastoral

pastoral. Es importante tener en cuenta y no despreciar la “piedad popular”. Para algunos


enfermos la forma de llegar a Dios y tener una conexión con el mundo de la fe, es su
devoción a la Virgen, a un santo o una santa. El encuentro pastoral comporta caminar por
sendas que no son, a veces, las del propio agente y acomodarse a la sencillez y al candor de
una confianza, de una fe y de un amor que Dios juzgará de forma muy distinta a la
nuestra”128.
“La difícil catequesis, dirigida a ayudar al enfermo a transformar su propia experiencia
negativa en ocasión de crecimiento, ha de ser iluminada por la esperanza que nos viene de
Cristo resucitado. El encuentro evangelizador ha de ser personalizado, en un diálogo franco
y confidencial, sin límites ni cálculos, sin presiones indebidas, respetuoso con la libertad y
las disposiciones del enfermo. El dogmatismo, el juicio y la condena son actitudes que
deben desaparecer del comportamiento del agente de pastoral”129.
Por último, téngase en cuenta que las visitas breves confortan, las visitas largas cansan.

b) Estructura de la visita pastoral a los enfermos

i. Contacto inicial

 Se requiere calidez, absoluto respeto por el dolor y por el sufrimiento del enfermo.
 Presentarse para personalizar el encuentro.
 Saludo afable
 Observación del enfermo y de la atmosfera que lo rodea.

ii. Desarrollo de la conversación

 Los primeros dos minutos son cruciales para que el enfermo pueda, en la medida de sus
posibilidades reales, captar la buena disposición del agente pastoral y abrirse a lo que
Dios quiera ofrecerle a través de aquella visita.
 El agente debe estar atento a las aperturas pastorales del enfermo para entrar a temas
más profundos dejando a un lado el aspecto meramente social de la visita.
 Mientras el paciente habla de sí mismo, de su enfermedad, su dolor, sus miedos, su
familia, sus preocupaciones, su vida pasada, etc. la escucha ocupa un lugar capital e
irremplazable. Vendrán después las palabras de aliento o de consolación en la fe, la
oración, la administración de los sacramentos, etc., pero primero es necesario escuchar
respetuosa y atentamente al enfermo y, si fuese el caso, a la familia.

iii. Fase conclusiva

La conclusión de la visita constituye un último e importante momento. Hay agentes


de pastoral que no ven el momento de poner fin a un encuentro; otros tienden a concluirlo
demasiado rápidamente; hay otros a quienes el enfermo no tiene más remedio que despedir
de la mejor manera posible; y otros naturalmente, saben calcular sabiamente el tiempo y la
forma de llevar a su término una visita pastoral.

128
N. RIVERA CARRERA, Op. cit., n. 50.
129
Ibid., n. 55.

98
Psicología pastoral

El estilo de la conclusión de un encuentro varía de persona a persona y de acuerdo


con las situaciones. Son elementos recurrentes:
 Una sencilla despedida formal;
 La promesa de volver o de un recuerdo especial en la oración;
 Una breve síntesis de los temas surgidos, subrayando progresos y metas (si es que se
visita regularmente a ese enfermo);
 Una sencilla reflexión personal sobre la conversación mantenida;
 Una oración con y por el enfermo que resuma sus preocupaciones y esperanzas
poniéndolas delante de Dios.

7.2.5. Actitudes que deben evitarse en la visita pastoral a los enfermos

a. Poner caras tristes;


b. Fijar la atención en los síntomas de la enfermedad, más que en la persona;
c. Manifestar lástima en vez de respeto;
d. Usar frases hechas y estereotipadas;
e. Imponer los propios valores o esquemas;
f. Minimizar las pérdidas;
g. Juzgar los sentimientos del enfermo;
h. Pretender un cambio sustancial en el enfermo cuando éste se encuentra a punto de
morir;
i. Dar falsas esperanzas al enfermo sobre la evolución de su estado de salud;
j. Insistir impertinentemente en que el enfermo coma o hable;
k. Prolongar innecesariamente el tiempo de la visita.

7.2.6. Frases que hay que evitar en la visita pastoral a los enfermos

a. “Es la voluntad de Dios”;


b. “Sé cómo te sientes”;
c. “El tiempo cura todo”;
d. “Tranquilo (a), no pasa nada”;
e. “No te quejes, hay gente que sufre más”;
f. “No es para tanto”;
g. “Con llorar no solucionas nada”;
h. “Dios sabe como hace las cosas”;
i. “Quien de veras cree en Dios no llora”;
j. “Ten paciencia”;
k. “Tienes que ser fuerte”;
l. “No te desesperes”;
m. “Si tuvieras fe sufrirías menos”;
n. “Ofrécelo a Dios por tus pecados”;
o. “Por algo ocurren las cosas”;
p. “Ya verás que te vas a poner bien”, etc.

99
Psicología pastoral

7.2.7. La oración con el enfermo y por el enfermo130

56. “La enfermedad es un momento propicio para la oración. En el corazón de la


persona enferma y en sus seres queridos brota casi de forma espontánea la oración, la
plegaria en sus más diversas formas”.
57. “En la oración del enfermo tiene un gran peso la realidad que está viviendo,
cuenta igualmente su visión de Dios, su temperamento, su historia personal, su educación
religiosa, su medio cultural. Cada enfermo tiene su forma original de orar y modalidades
diversas de dirigirse a Dios”.
58. “La oración es uno de los recursos más importantes de los que dispone el agente
de pastoral para crear un clima de paz en torno al enfermo, para infundir ánimo al que
sufre, para abrirle solidariamente a otros enfermos y personas, para ayudarle a descubrir la
voluntad de Dios, para encontrar la energía necesaria a fin de sobrellevar los dolores, para
progresar en la identificación con Cristo paciente, para dar gracias a Dios por sus dones,
para realizar, finalmente, el tránsito al Padre”.
59. “La oración ha de surgir de la necesidad y deseo del enfermo y ha de tener muy
presente la realidad que está viviendo el enfermo. Por ello, la oración con el enfermo
presupone la escucha del mismo, de sus vivencias y estados de ánimo, para acoger la
variedad de actitudes y reacciones: queja, impotencia, angustia, amargura, desamparo y
abandono, soledad, culpabilidad, rebeldía, confianza, gozo, gratitud y alabanza”.
60. “El saber ponerse en sintonía con la historia y el proceso interior de cada
enfermo, permite al agente de pastoral ayudarle y convertir su camino con Dios por medio
de la oración que unas veces es oración de queja, otras de agradecimiento, otras de entrega
confiada, otras de súplica y de intercesión por los demás, otras de contemplación del
misterio o de alabanza y glorificación de Dios”.

7.2.8. La celebración sacramental con el enfermo131

65. “Por medio de la reconciliación, la unción de los enfermos y la Eucaristía se


ayuda al enfermo a vivir el sentido pascual de la enfermedad”.
66. “La importancia de estos instrumentos del amor redentor del Señor exige del
agente de pastoral un compromiso especial. (Cf. CEC. Nos. 1420 -1421). La celebración
sacramental ha de constituir, habitualmente, la culminación de una relación significativa
con el enfermo y el resultado de un proceso de fe realizado por éste. Los sacramentos,
signos que atestiguan el amor de Dios al enfermo, no deben ser ritos aislados sino gestos
situados en el corazón de una presencia fraternal, que los que rodean al enfermo han de
expresar de múltiples maneras: lucha contra la enfermedad, cariño, escucha y atención a las
necesidades del enfermo, amistad y servicio”.
67. “Esta presencia fraternal junto al enfermo del agente de Pastoral de Salud y de
todo cristiano, tiene un valor casi sacramental desde la perspectiva de una Iglesia
sacramento de salvación para el Mundo.
Es el enfermo quien ha de solicitar o aceptar el sacramento con plena fe y celebrarlo
en las mejores condiciones, activa y conscientemente. Es él, su nivel de fe, su estado de

130
Los contenidos de este apartado son cita textual de: N. RIVERA CARRERA, Cuidado pastoral de los
enfermos en la Arquidiócesis de México, México 1996, nn. 56-60.
131
Los contenidos de este apartado son cita textual de: N. CARRERA RIVERA, Op. cit., nn. 65-70.

100
Psicología pastoral

salud y de fuerzas quien ha de marcar el ritmo de la celebración, las lecturas, oraciones,


etc. (CEC No 1114-1116)”.
70. “Para la celebración de los sacramentos, el agente de Pastoral de salud,
especialmente si es presbítero o diácono, ha de poner de relieve la dimensión simbólica de
los gestos realizados, por medio de una adecuada catequesis y la creación de un clima
humano que esté en sintonía con los valores proclamados por la celebración sacramental.
Ha de procurar, igualmente, que los signos sacramentales sean verdaderamente
significativos (Cf. CEC nn. 1 145-1 152 especialmente el n. 1 152)”.

7.2.9. La atención pastoral a las familias de los enfermos132

92. “Cuando algún miembro de la familia cae enfermo, la familia (entera) se ve


afectada, a veces profundamente y necesita por ello, atención y apoyo. En determinados
casos lo necesita tanto o más que el propio enfermo: cuando éste es un quemado grave
aislado en zona estéril, o está en coma durante períodos prolongados, o se trata de un niño,
o es alguien que ha sido desahuciado, que se está muriendo o que se acaba de morir”.
94. “En la etapa que precede a la muerte, el agente de Pastoral de Salud ha de
ayudar a la familia a afrontar la situación, a prepararse para la separación con esperanza,
aceptando sus reacciones, posibilitándole su expresión, caminando a su lado con profundo
respeto y ofreciéndole los recursos de la fe. (Cf. DGS. No. 124)”.
95. “Los momentos que siguen a la muerte de un ser querido son especialmente
significativos para la familia y constituyen un espacio privilegiado y delicado para la
pastoral. El agente que es sensible, que está atento al estado de ánimo de los familiares y se
acerca con un rostro humano dando expresión a la voz del corazón, puede ofrecer a la
familia ayuda inestimable. Hay veces en que una oración serena y sentida será la ayuda
mejor para la familia. Otras, será un abrazo, un apretón de manos o la sola presencia física
(Cf. DGS. No. 68)”.

7.2.10. Monitoreo y evaluación del agente pastoral sobre su visita al enfermo

Después de la visita a un enfermo, convendría que el agente de pastoral evalúe la


visita desde la perspectiva de su ser como evangelizador. Para ello pueden ser orientativas
las siguientes preguntas:

a. ¿He visitado al enfermo con claras motivaciones de fe, sabiéndome enviado y


acompañado por el Señor y tratando de llevar su presencia y no mi presencia ante el
enfermo?
b. ¿Me he dado cuenta de cuál es la manera en que el enfermo que visité vive su
enfermedad? ¿Rebeldía, resignación, angustia...?
c. ¿En qué me pide Dios ayudar al enfermo a adaptarse a su nueva situación y a su nuevo
entorno?
 Si es dependiente, ¿Cómo ayudarle a reencontrar una cierta autonomía?
 Si está encerrado en sí mismo, ¿Cómo ayudarle a salir de sí mismo y a relacionarse
con quienes lo cuidan, con su familia y, eventualmente con los demás enfermos?

132
Los contenidos de este apartado han sido tomados textualmente de N. RIVERA CARRERA, Op. cit., nn.
92-94.

101
Psicología pastoral

 Si no está en su casa, ¿Cómo ayudarle a reencontrar algunas referencias esenciales


de su marco de vida habitual?
 Si es creyente, ¿Cómo puedo ayudarle a reajustar su imagen de Dios y la relación
que mantiene con Él?

7.3. PROCESO DE MUERTE

7.3.1. Los moribundos

Clínicamente, y también en medicina pastoral, se entiende como enfermo terminal a


la persona en cuya atención médica se han agotado todos los recursos necesarios y su
muerte es inminente e irreversible en breve plazo.
Ahora bien, respecto a las características de una persona que ha entrado ya
propiamente en agonía, Oskar Mittag señala que “el comienzo de la agonía no puede…
establecerse con precisión temporal inequívoca ni por un pronóstico médico ni por la
comunicación de un diagnóstico infausto; es decir, por la comprobación de una enfermedad
de muerte. Pese a lo cual es preciso llegar por lo menos a una comprensión básica de
cuándo hemos de considerar a una persona como «moribunda». En principio, ésta es una
pregunta a la cual sólo el médico puede y debe dar respuesta. El doctor J.-C Student, de
Hannover, que durante años se ha dedicado a la atención a moribundos, da esta definición
[…]: «Es un moribundo… aquella persona cuya muerte llega con una proximidad que
puede percibirse directamente [pues] padece de una afección que ya no es curable mediante
la capacidad medica … y en la cual se ha hecho ya previsible la causa directa de la muerte
(por ejemplo, fallos renales, fallos de respiración, fallos del corazón, una hemorragia que
no puede ya detenerse, etcétera (Student y Busche, 1990, p.4)»”133.
Por otra parte, no hay evidencias clínicas que puedan demostrar las siguientes
afirmaciones, pero la observación y acompañamiento a los moribundos por personal
cualificado de salud y por tanatologos, permiten considerar que el moribundo oye. Por eso
no conviene hablar de él; hay que hablarle con afecto y familiaridad, darle palabras de
esperanza y de confianza en la vida eterna, si el sacerdote está presente, recitar, incluso
varias veces, la fórmula de la absolución sacramental, la bendición papal in articulo mortis,
alentarles al arrepentimiento y a la confianza, etc. La voz y las palabras de los seres
queridos pueden ayudar al moribundo a disminuir su inquietud.

7.3.2. Etapas psicológicas del morir humano

Miguel Á. Mongé 134 y Mihály Szentmártony135 describen las etapas psicológicas y


espirituales del morir humano basándose en el estudio de Elisabeth Kübler-Ross136:

a) Negación y rechazo de la realidad inminente del fallecimiento y auto engaños para no


darse cuenta de la situación. En sentido estricto, este rechazo inicial a la inminencia de la

133
O. MITTAG, Asistencia práctica para enfermos terminales. Consejos para la familia y para la
hospitalización, Herder, Barcelona 2002, 26.
134
Cf. M. MONGÉ, Medicina pastoral, 210-211.
135
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme. Psicologia pastorale, San Pablo, Milán 2001, 147-151.
136
E. KUBLER-ROSS, Sobre la muerte y los moribundos, Grijaldo, Barcelona 1989.

102
Psicología pastoral

muerte es de por sí “un modo saludable de afrontar una situación desagradable y penosa,
porque permite al enfermo no perder el coraje y con el tiempo poner en juego otro tipo de
defensas, menos radicales”137.

b) Profunda cólera. Dominan sentimientos de ira, envidia y resentimiento contra los demás,
se producen continuas reacciones airadas, en las que el paciente se molesta mucho por la
vitalidad de las demás personas y se obsesiona con la pregunta: “¿Por qué precisamente a
mí?”.
Esta fase del enfermo “es particularmente difícil de afrontar por parte de la familia y
de las personas que asisten al enfermo, [pues] los familiares que lo visitan son recibidos por
él con frialdad e indiferencia, de tal modo que el encuentro se transforma en un evento
penoso y los familiares reaccionan con dolor, llanto, sentido de culpa o de vergüenza; o
bien, evitan regresar, lo cual no hace sino aumentar el desasosiego y la rabia del
enfermo”138.
En el fondo estas actitudes del enfermo son un grito desesperado en el que
indirectamente clama no ser olvidado. Alza la voz, protesta, grita, se rebela, maldice, asume
actitudes groseras como para hacer entender a quienes están a su alrededor que aún está
vivo y que requiere de atención. “Un enfermo respetado y comprendido, al cual se le dedica
atención y tiempo, normalmente disminuirá su actitud reactiva. Por eso es importante
tolerar su cólera (racional o irracional), sin reaccionar con actitudes defensivas o
agresivas”139 hacia él, porque esto complicaría la situación.

c) Fase de negociación, en la cual se intenta posponer la muerte, pidiendo a Dios una


prórroga o realizando todo tipo de promesas.

d) Fase depresiva en la que predominan los sentimientos de pérdida, culpabilidad y


vergüenza. Hay una primera depresión reactiva y una depresión preparatoria, la cual se
presenta como una profunda tristeza que el paciente terminal debe soportar a fin de
prepararse para abandonar este mundo. En esta fase el paciente se separa de todas las
personas y cosas que ama. Esta fase depresiva preparatoria se caracteriza (a diferencia de la
primera depresión reactiva) por un profundo silencio y porque se piensa mucho más en el
pasado que en el futuro.
En el dolor que prepara inmediatamente la muerte es útil decirle pocas palabras al
enfermo, o mejor aún, ninguna. Lo que más cuenta y ayuda es la expresión de sentimientos,
y para ello sirve más una caricia en la mano o en el cabello, o simplemente la cercanía
silenciosa. [Asimismo, en esta fase] demasiadas interferencias de parte de las visitas que
quisieran consolar al enfermo, obstaculizan su preparación emotiva [para la muerte] en vez
de favorecerla”140.

e) Aceptación. A esta fase llegan un buen número de pacientes y se caracteriza por la


desaparición de la ira y de la depresión, que son sustituidas por la aceptación de la muerte.
En parte se trata de una situación desprovista de sentimientos. Se trata de la fase del

137
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme. Psicologia pastorale, 148.
138
Idem.
139
Idem.
140
M. SZENMÁRTONY, Psicologia pastorale, 150.

103
Psicología pastoral

descanso final preparatorio del gran viaje. A medida que el paciente terminal logra la paz
y la aceptación de la muerte, el círculo de sus intereses disminuye. Desea permanecer solo
y en silencio y no ser molestado con problemas del mundo exterior. En esta última fase
antecedente de la muerte, conviene que los familiares y personas cercanas al enfermo
reduzcan el número de palabras con las que se dirigen a él y más bien se encuentren en una
actitud de cálida e incondicional cercanía como queriendo transmitirle a través de un
lenguaje no verbal: “Estaremos contigo hasta el final”.
Normalmente a estas alturas del proceso de muerte del enfermo, la familia también
requiere un elevado nivel de apoyo.
Ahora bien, todas estas fases del morir humano no se dan siempre ni en estado
químicamente puro. Algunos enfermos pasan por alguna de las fases, otros por todas y
otros (personas que mueren imprevistamente, por ejemplo, a causa de un accidente) tal vez
por ninguna.
No obstante, conviene conocer las etapas del morir humano, para no pretender que los
enfermos acepten serenamente la muerte desde el inicio. Además, “Cada persona… se
acerca a la muerte de una manera individual y única. En cuanto que parientes y auxiliares
no somos más que acompañantes en el camino del tránsito de la vida a la muerte. Esto
debería hacernos modestos.141”
La familia del enfermo también puede pasar por las mismas etapas que pasará el
enfermo en su proceso de aceptación de la muerte.

7.3.3. La atención pastoral a los moribundos

“En línea de máxima se puede decir que, las necesidades más comunes de quienes
están muriendo son: la búsqueda de un sentido, del perdón, de la esperanza y del amor.
Estas necesidades surgen del viaje hacia la propia intimidad que quien se acerca a la muerte
realiza para tratar de dar una respuesta a sus interrogantes más profundos […] En este viaje
hacia la propia intimidad quien está muriendo puede experimentar sentido de culpa
recordando aspectos no satisfactorios, omisiones o acciones reprobables [cometidas a lo
largo de la vida]. Del dolor espiritual nace el deseo del perdón. Es obvio [también] que una
de las necesidades más evidentes para quien está muriendo es el amor, un amor que se le
puede mostrar sea con palabras, sea con la presencia silenciosa y sensible”142.
El Cardenal Norberto Rivera hace las mismas recomendaciones en sus orientaciones
para el cuidado pastoral de los enfermos (nn. 86-90):

86. Hay que ayudar al enfermo a morir con dignidad y al enfermo cristiano a morir en
Cristo.
87. El enfermo moribundo necesita curar las heridas causadas por la toma de conciencia de
la propia finitud y "pobreza": miedo, angustia, sensación de impotencia y de abandono,
desesperación ante lo desconocido. El agente de pastoral tiene la posibilidad de poner
bálsamo en estas heridas del espíritu haciéndose presente, próximo y participe en el drama
que vive el enfermo percibiendo su estado de ánimo, acompañándole en silencio y
permitiendo que exprese sus sentimientos y reacciones (Cf. CEC. No. 1523).

141
O. MITTAG, Asistencia práctica para enfermos terminales, 52.
142
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme, 154.

104
Psicología pastoral

89. El moribundo tiene una profunda necesidad de reconciliación. La mirada su pasado y el


descubrimiento de sus fallos puede despertar en él sentimientos de culpabilidad, hacerle
difícil aceptar sus errores pasados y reconocer sus buenas acciones.
90. El agente de Pastoral de Salud ha de ayudar al enfermo a mirar su vida con la misma
mirada del Señor, una mirada de aceptación y perdón. Esto le permitirá sentirse aceptado y
aceptarse, sentirse perdonado y perdonar a los demás, estar en paz consigo mismo y con
Dios. Esta reconciliación ayuda al moribundo a despedirse de la vida presente y
aproximarse a la resurrección en Cristo Jesús (Cf. CEC: Nos. 1005 -1014).

Enseguida transcribo textualmente algunas orientaciones que Oskar Mittag ofrece


para el acompañamiento de los moribundos, las cuales coinciden sustancialmente con las
que ya se han especificado en los párrafos anteriores, pero ofrecen indicaciones prácticas
dignas de consideración:

Más allá de la atención corporal y del alivio de los dolores y molestias, el acompañamiento
de los moribundos comporta una tención amorosa, un apoyo anímico y a menudo también
una ayuda para afrontar las cuestiones del sentido de la realidad. ¿Qué podemos hacer para
acompañar en este sentido tan amplio a un moribundo hasta el final de su vida?
Con la conciencia de su muerte cercana muchas personas sienten una gran
necesidad de echar una ojeada retrospectiva a su vida. Usted puede apoyar al moribundo en
esa tarea evocando, por ejemplo, e intercambiando con él recuerdos comunes. Las fotos de
mucho tiempo atrás resultan muy útiles al respecto. Si los recuerdos son de tiempos buenos,
eso ayudará al enfermo a tener la sensación de que su vida, tal como la ha vivido, ha sido
una vida llena y lograda. Refuerce usted la idea de que, efectivamente, su vida ha tenido
sentido y ha sido buena. Pero a veces los recuerdos vuelan también sobre tiempos malos
con conflictos y riñas. Quizá sea entonces la ocasión de ponerse en paz con tales recuerdos,
de olvidar injusticias y de olvidar amarguras.
En la visión retrospectiva de la propia vida entra también el enfrentamiento con las
realidades que no se han vivido. Oportunidades que nos se aprovecharon, deseos que nunca
se cumplieron y decisiones que excluyeron otras posibilidades; todo ello forma
irremediablemente parte de la vida de cada persona. Poder considerar la propia vida, tal
como se ha vivido, como una vida con sentido y llena, es un gran regalo al final de la
existencia. Muchas personas experimentan antes de su muerte una gran angustia al pensar
que su vida ha sido completamente inútil. Usted puede quizás ayudar y animar al
moribundo a que recuerde sobre todo los buenos tiempos pasados.
El gesto de bendecir, que hoy tal vez puede parecer pasado de moda y que el
moribundo realiza sobre quienes se quedan, tiene un profundo sentido psicológico. Es la
confirmación última de que el tiempo vivido en común fue bueno y de que cuanto no fue
bueno ya no cuenta ahora y queda olvidado. Al mismo tiempo la bendición es un acto
liberador, el cual reafirma que todo cuanto harán u omitirán los que se quedan lo da por
bueno y lo refrenda el moribundo. Confirmar una vez más de esa manera el amor recíproco
le ayuda al moribundo a morir con menor dificultad y a los que se quedan a llevar una vida
mejor.
Incluso cuando un moribundo ya no puede hablar, habría que seguir manteniendo la
conversación con él. Es importante entonces adelantarse a sus preguntas y reacciones y
posibilitarle las respuestas mediante signos de cabeza o con otros gestos. De ese modo es
posible una conversación a dos con enfermos muy graves, que ya no son capaces de hablar.
También el contacto corporal es una posibilidad de seguir transmitiendo al moribundo que
continuamos queriéndole y que seguimos estando unidos a él con nuestro cariño. Tome
usted su mano, acarícielo suavemente o tómelo en sus brazos […] Acompañar a los
moribundos significa también amarlos y estar cerca de ellos. Los límites son aquí muy
105
Psicología pastoral

amplios y de cara a la muerte inminente los miedos e inseguridades de hacer algo


equivocado o ridículo juegan un papel insignificante.
Hable usted con el moribundo, incluso cuando él no parece percibir ya nada… No
sabemos lo que percibe una persona en coma, es decir, en una inconsciencia profunda.
Usted actúe como si el moribundo todavía oyera y entendiese143.

7.3.4. Algunas posibles tentaciones de las personas agonizantes

Ya desde la Edad Media se han individuado algunas “tentaciones” espirituales que


pueden asechar a una persona en los momentos de su último trance:

a) Dudas respecto a la fe. Ante ello conviene a animar al moribundo en la fe, acompañarlo
para que realice, en medio de sus posibilidades reales, actos de fe. Puede incluso ayudarle
quien lo está asistiendo en el momento de la muerte a que recite calmadamente y en voz
alta el credo, porque ello ayuda al moribundo a encuadrar la experiencia que está viviendo,
ubicándola desde la fe.

b) Desesperación por los pecados cometidos a lo largo de la vida. Frente a esta tentación es
necesario recordar al enfermo la misericordia de Dios y alentarlo a la confianza en los
méritos del misterio pascual de Cristo.

c) Desesperación por el propio dolor y sufrimiento. Ante esta tentación es preciso impulsar
al moribundo a asociar sus dolores a Cristo crucificado y ofrecerlos al Señor, especialmente
por la propia purificación y por el bien material y espiritual de los seres queridos.

d) Preocupación o angustia por los asuntos y problemas que le parece deja sin resolver
antes de morir. Se debe animar al moribundo a dejar en manos de Dios su propio ser y
todos los afanes, preocupaciones y personas por los que se está preocupando.

e) Soberbia o confianza desproporcionada en las virtudes y méritos personales. En este


rubro habrá que enfatizar con el enfermo la gratuidad del amor y de la misericordia divinos.

7.3.5. Algunas consideraciones acerca del posible estado anímico de los seres queridos
de un moribundo

“Por lo general, la muerte va precedida de una fase más o menos larga de


enfermedad, que a menudo impone grandes sacrificios a los familiares y que termina por
agotarlos.
Esto conlleva inevitablemente sentimientos de impaciencia, irritación y mal humor.
a lo cual, se suma el hecho de que las personas enfermas y ancianas se quejan a menudo, se
muestran exigentes y reaccionan de forma agresiva en su situación, sin reconocer
agradecidas la atención sacrificada que les dedican sus familiares. Esto se debe en parte a la
enfermedad crónica y en parte se trata también a menudo de cambios psíquicos anejos a la
mucha edad.

143
O. MITTAG, Asistencia práctica para enfermos terminales, 116-117 y 119-120.

106
Psicología pastoral

Eso hace que precisamente los familiares que cuidan en casa de un enfermo grave,
tengan además que enfrentarse a la tristeza de la pérdida inminente con sentimientos de
culpabilidad, al advertir por ejemplo que se muestran impacientes con el enfermo y que en
ocasiones hasta desean ocultamente su muerte. La percepción de que la enfermedad ha
entrado en una nueva fase y que la persona querida morirá pronto facilita a muchas
personas el adoptar una nueva actitud interna respecto del moribundo”144.

VIII. ATENCIÓN PASTORAL DE ALGUNAS SITUACIONES ESPECÍFICAS

8.1. PROCESO DE DUELO

“El duelo es la reacción perfectamente natural ante la muerte de una persona


querida; una reacción que nos ayuda a soportar anímicamente la pérdida y a proseguir
nuestra vida sin la presencia del difunto. El objetivo del proceso de duelo es la definitiva
despedida interior del finado, la aceptación de la pérdida y la disposición a incorporarse de
nuevo a la vida. Sólo con la aceptación del carácter definitivo de la pérdida, quien lleva luto
puede aplicar de lleno su energía y su amor a otras personas”145. Por eso, aunque el duelo
vaya acompañado de muchos sentimientos dolorosos, angustiosos y a menudo
desconcertantes, ayuda a reincorporarse de nuevo a la vida”146.
En el resto del desarrollo de este apartado me concreto a reportar el trabajo de M.
Szentmártony acerca de las etapas del proceso de duelo por la pérdida de un ser querido y
las orientaciones pastorales que ofrece para la atención de las personas que se encuentran
viviéndolo147.
“La tristeza como emoción nace de la percepción de la pérdida de alguna cosa que
se ha buscado o apreciado. La intensidad depende del valor (aprecio); ordinariamente la
tristeza más profunda es provocada por la pérdida de personas muy queridas. El luto es un
proceso dinámico que debe desarrollarse plenamente, si se quiere obtener la superación [del
duelo]. Sus elementos estructurales son múltiples”148.
La causa de la muerte. A diversos tipos de muerte corresponden diversas
intensidades en el luto. Por ejemplo, la muerte de una persona anciana será vivida con una
relativa mayor aceptación que la muerte de un niño o la muerte causada por un accidente
imprevisto. Más en general, podemos decir que entre más repentina sea la muerte, habrá un
mayor dolor y una menor aceptación”149.
La relación con el difunto. En este caso, son importantes, para el decurso del luto, el
lugar y significado del difunto en la vida del doliente y la calidad de la relación que se haya
tenido con él”150.
Los recursos o resortes psicológicos y emocionales de la persona. En la elaboración
del duelo, lógicamente intervienen el temperamento, carácter, personalidad y biografía del

144
O. MITTAG, Asistencia práctica para enfermos terminales, 35-36.
145
Ibid., 178.
146
Ibid., 191.
147
Cf. M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme. Psicologia pastorale, San Pablo, Milán 2001, 159-165.
148
Ibid., 159.
149
Idem.
150
Idem.

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Psicología pastoral

doliente y, por lo tanto, los recursos o “resortes” interiores de que se encuentre equipado.
“En general se puede decir que las personas o los contextos familiares más cerrados,
aislados, menos propensos a externar y comunicar sus sentimientos, son más proclives a
reaccionar negativamente [a la pérdida de un ser querido]”151.

8.1.1. Reacciones frente al duelo

El duelo es una experiencia compleja y pluridimensional que afecta a los distintos


aspectos del ser y de la vida de las personas: físico, psíquico, social, espiritual, etc.
A nivel físico puede haber reacciones y síntomas como punzadas en el peño,
sensación de asfixia, dolor de cabeza, sensación de opresión, particularmente en el pecho,
pérdida del apetito, trastornos del sueño, falta de deseo sexual, etc. Incluso ha llegado a
mostrarse que los índices de mortalidad en los primeros seis meses de viudez son dignos de
consideración.
Las reacciones a nivel emotivo también son muy variadas. Puede presentarse
inicialmente el fenómeno del shock (ensordecimiento, pánico, incredulidad, rechazo de lo
ocurrido, etc.), de coraje de quien recuerda el deceso de la persona fallecida (o incluso
rencor contra la misma persona que ha fallecido), miedo de faltarle al respeto al difunto
cuando se está reencontrando la serenidad y recuperando el impulso vital; miedo del difunto
y de la propia muerte; tristeza o depresión, etc. Puede experimentarse también una cierto
alivio, por ejemplo cuando la muerte del difunto ha sido precedida de una larga enfermedad
agotadora para él y para los familiares. En estos casos ha de orientarse a las personas a no
sentirse culpables por experimentar ese alivio o descanso.
A nivel mental pueden presentarse dificultades en la concentración, falta de
proyectos y, en el caso de duelo patológico, alucinaciones visuales o auditivas.
A nivel social puede tener lugar un cierto aislamiento del doliente, sensación de
soledad y de incomprensión, rencor contra quienes siente que no le comprenden, etc.
A nivel espiritual se pueden llegar a presentar crisis de fe o de confianza en Dios
(cuando la relación con él es superficial y la fe inmadura), toma de conciencia de la propia
finitud y de la posibilidad de la propia muerte, revaloración de la vida y de los seres
queridos vivos, replanteamiento de la orientación vital, búsqueda de significado para la
experiencia del propio dolor, etc.

8.1.2. Tipos de duelo

a) Duelo anticipado. Se presenta cuando la muerte de una persona ya es esperada, por


ejemplo, a causa de una larga y penosa enfermedad que apunta irremisiblemente hacia la
muerte. En estos casos algunos dolientes van mentalizándose y preparándose interiormente
para el deceso, de modo que cuando este se presenta, no resulta ni inesperado ni
desproporcionadamente traumático.
b) Duelo retardado. Se presenta cuando al ocurrir el deceso de la persona amada, el
doliente bloquea, reprime o controla fuertemente sus reacciones emotivas, normalmente
porque debe hacer frente a compromisos, trámites y responsabilidades vinculadas a la
muerte de su difunto. Es común que la reacción venga después, incluso con gran
dramatismo.

151
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme. Psicologia pastorale, 160.

108
Psicología pastoral

c) Duelo crónico. Se denomina así a un proceso de duelo mal elaborado que no se resuelve
y se prolonga durante años debido a que la persona se ha quedado estacionada en el pasado
y se resiste a tener perspectivas de futuro.
d) Duelo patológico. Se da cuando la persona está completamente cerrada en su dolor, se
resiste a superarlo y comienza a experimentar graves desequilibrios físicos (somatización) y
psicológicos.

8.1.3. Elaboración positiva del duelo

El duelo es un proceso, una dinámica. Una trayectoria equilibrada para su


resolución se puede resumir en cuatro puntos:

a) Aceptar la pérdida. El duelo no puede resolverse “si no se toma conciencia plenamente


de la definitiva pérdida y de la necesidad de replantearse la vida sin la persona que ha
fallecido. Solo de la aceptación puede partir un camino de esperanza que vaya más allá de
la muerte”152. “Lo que queda y permanece son los recuerdos del difunto, su imagen interna
y lo que la relación con aquella persona le dio al que sigue viviendo. Es importante señalar
a este respecto que el objetivo del período de duelo, que es la aceptación interna de la
pérdida, no significa precisamente un olvido, sino justamente la salvaguarda y conservación
de los recuerdos y de todos los enriquecimientos que la vida del superviviente experimentó
gracias al difunto”153.
b) Expresar el propio dolor. “Toda la gama de sentimientos que emergen del
acontecimiento luctuoso no deben ser reprimidos; necesitan ser reconocidos como lo que
son, captados en su origen, aceptados, no juzgados ni suprimidos, expresados verbalmente
o con el comportamiento, integrados en la experiencia humana”154.
c) Adaptarse a vivir en la nueva situación. El doliente necesita afrontar los desafíos de una
vida distinta de la que vivía antes del fallecimiento de su ser querido: una vida sin la
persona que ya ha partido.
d) Invertir y orientar de un modo nuevo la energía emotiva. Será necesario orientar la
propia capacidad de amar y de donarse hacia otras direcciones, diversas de la persona que
ha muerto. Si el duelo se va procesando favorablemente, llegará el momento en que se
pueda recordar a la persona que ha muerto y hablar de ella sin devastarse interiormente y,
sobre todo, en que se asumen nuevas perspectivas e intereses vitales.
La verdadera despedida interior del difunto y la aceptación de su pérdida definitiva
son vividas por muchas personas con temor o remordimientos generados por el miedo de
ser felices sin la persona ausente o por la angustia de que, una vez despidiéndose
internamente de su ser querido, “ya no les quedará nada, ni siquiera el recuerdo de la
persona desaparecida. Pero realmente no es así. Al contrario, la despedida del difunto
elimina plenamente el tormento y el dolor paralizante de la tristeza, mientras que el
recuerdo permanece y es ahora cuando realmente tiene libre cauce”155.
La mayor parte de las personas que llevan un duelo descubren cómo todo cambia
para ellas cuando logran aceptar la pérdida y despedirse internamente de su ser querido, “y

152
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme, 162.
153
O. MITTAG, Asistencia práctica para enfermos terminales, 187.
154
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme, 162.
155
O. MITTAG, Asistencia práctica para enfermos terminales, 193.

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Psicología pastoral

refieren de una forma espontánea que ahora pueden contemplar de nuevo las fotos del
difunto sin miedo a paroxismos sentimentales, de modo que pueden volver a escuchar su
música preferida, pueden volver a respirar hondo y pueden sentirse vivas. Sólo entonces se
cierra de hecho el proceso luctuoso y quien lleva el duelo puede de nuevo aplicar sus
energías y su amor a la vida”156.

8.1.4. Orientaciones pastorales para acompañar a un doliente

Desde el punto de vista de los contenidos del acompañamiento espiritual a un


doliente ha de ayudársele a no sofocar ni reprimir sus sentimientos, a recomponer su
imagen de Dios (que probablemente ha entrado en crisis a raíz de la pérdida), escuchar y
acoger sus incesantes “¿Por qué?” (los cuales, por cierto, muchas veces estarán destinados
a no encontrar una respuestas).
Debe ayudarse al doliente a captar y experimentar “la certeza de la presencia de
Dios en del dolor de la persona, no por medio del dolor”157, orientando hacia la
consideración del misterio pascual de Cristo.
Particular relevancia adquiere la orientación de la persona hacia la caomprensión del
sentido profundo de la vida, que va más allá de la persona fallecida.
Asimismo, “es necesario ayudar a entender que las desgracias, las enfermedades, los
males, los lutos no son queridos o causados por Dios. Él, sin embargo, da la fuerza, en
virtud de la humanidad sometida a la muerte y resucitada, de Cristo, para afrontar la
tragedia. La fe no protege del dolor, pero ayuda a afrontarlo. Sobre esta base se necesita
convencer al sufriente de que el dolor, por más fuerte que sea, no debe inducirlo a
replegarse sobre sí mismo, sino que debe, en fuerza de la fe, saberse transformar en una
nueva apertura a los otros, para amar concretamente, para establecer nuevas relaciones,
para curar la enfermedad de la soledad”158.

8.2. PERSONAS CON SÍNDROME POST-ABORTO159

Los dolorosos síntomas psicológicos que sufren un elevado número de las mujeres
que han abortado, ha dado lugar a un concepto psiquiátrico llamado P.A.S (Post-Abortion-
Syndrome): síndrome post-aborto. A las mujeres que se ven afectadas con este síndrome, la
Iglesia está llamada a brindarles la ayuda necesaria para la reconciliación consigo mismas,
con el niño abortado, con Dios, con la Iglesia y con aquellos que les han aconsejado el
aborto y han intervenido en él.

156
O. MITTAG, Asistencia práctica para enfermos terminales, 193.
157
M. SZENMÁRTONY, Camminare insieme, 163.
158
M. SZENMÁRTONY, Camminare insieme, 163-164.
159
En el abordaje de este tema me concreto a sintetizar y reportar el trabajo de M. Szentmártony en
Camminare insieme, 222-230.

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Psicología pastoral

8.2.1. Consecuencias psicológicas del aborto

a) Sentimiento de abuso. La mujer que ha abortado puede tener la sensación de que ha


sufrido un abuso: por parte del ambiente, de la sociedad, de quienes aconsejaron el
aborto y de quienes lo llevaron a cabo;
b) Sentido de pérdida;
c) Sentido de culpa;
d) Sentido de que la vida es peor que antes del aborto y que éste, en vez de solucionar sus
“problemas” los complicó más;
e) Pensamientos y/o impulsos suicidas.

8.2.2. Síntomas del síndrome post-aborto

Como línea general puede considerarse que los síntomas del síndrome post-aborto
tienen una doble raíz esencial: a) La negación, represión o racionalización de los
sentimientos irresolutos generados por el aborto; b) La necesidad de reconciliación por
parte de la mujer que ha abortado.
Los síntomas más comunes de este síndrome son, a decir de Szentmártony, fuerte
sentido de culpa, remordimiento y angustia, negación de los sentimientos, pérdida de
respeto de la mujer por sí misma, juicio y rechazo de sí misma, pensamientos suicidas
(porque habiendo destruido la vida del niño se piensa que se debe destruir también la
propia, pues la persona ya no se considera digna de vivir), “depresión, con crisis de llanto,
mal humor, perdida de energía y de interés por la existencia; algunas tienen sueños que
revelan una gran ansiedad (por ejemplo, escuchan llorar niños sin encontrarlos nunca);
algunas sufren de fobias (por ejemplo miedo de los médicos), o bien, comportamientos
compulsivos (por ejemplo, lavarse las manos demasiadas veces en el día)”160.
En cuanto a las relaciones interpersonales, la relación con el marido suele
fracturarse o empeorar si es que ya era deficitaria (presentándose dificultades especiales en
el campo sexual); emergen dificultades en la relación con los hombres, surge resentimiento
(sino es que rechazo y odio) hacia quienes han aconsejado el aborto, resentimiento contra
Dios “por no haber intervenido” y se deterioran las relaciones con los niños, cuya compañía
se vuelve incómoda, si no es que insufrible.
Como válvula de escape al conflicto interno generado por el aborto, puede
presentarse la recurrencia a algunas compensaciones: alcohol, droga, promiscuidad sexual,
auto-punición, etc.
Surgen también confusiones acerca de la propia identidad y acerca de la opinión de
Dios sobre la persona que abortó.

8.2.3. Orientaciones pastorales

En el tratamiento del síndrome post-aborto el sacerdote juega un papel fundamental,


pues evoca para la mujer que lo padece, la presencia y actitud de Dios y de la Iglesia hacia
ella. Las necesidades espirituales que experimenta la mujer que ha abortado son
básicamente tres:
a) Necesidad de ser acogida, escuchada y comprendida.

160
M. SZENTMÁRTONY, Camminare insieme, 225.

111
Psicología pastoral

b) Necesidad de encontrar la unidad interior y un sentido nuevo para su vida.


c) Necesidad de perdón y de reconciliación. La mujer necesita experimentar el perdón de
Dios (pues normalmente considerará que es imposible que Dios perdone su pecado) y
perdonarse a ella misma, perdonar a quienes le aconsejaron el aborto y a quienes lo
ejecutaron.
Para iniciar el camino de perdón, de reconciliación y de sanación, es del todo
necesario que la mujer dé un paso decisivo y en extremo doloroso y dramático: aceptar que
el niño que llevaba en sus entrañas no solamente ha muerto, sino que ha sido asesinado.
Sólo aceptando esta realidad es posible iniciar un camino de reconciliación, de curación y
de salvación.
Lo anterior hace necesario que en el acompañamiento proporcionado por el
sacerdote se armonicen la verdad (sin cortapisas) y la misericordia.

8.2.4. El camino de sanación del síndrome post-abortivo

Los pasos de un posible método de curación del síndrome que estamos abordando,
pueden asemejarse, mutatis mutandis, a las cinco etapas del duelo localizadas por E. kübler-
Ross:

a) Superar la negación de lo ocurrido. Para ello con frecuencia se requerirá que la persona
recuerde y narre los hechos tal como fueron, con toda su carga de emoción y sentimiento.
b) Tomar conciencia de la humanidad del niño y aceptar la cólera que la mujer experimenta
contra sí misma, contra quienes aconsejaron el aborto y contra quienes lo llevaron a cabo.
c) Tentativas de negociar o compensar: algunos padres y madres intentan huir de su dolor,
negarlo o amortiguarlo realizando algunas acciones, por ejemplo: querer tener un hijo
inmediatamente, adelantar el matrimonio (si es que no eran una pareja casada), esforzarse
por ser padres modélicos, apoyar a instituciones dedicadas al cuidado de los niños, etc.
Ante este panorama el sacerdote debe ayudar a la pareja a aceptar que del pasado nada se
podrá modificar y que su hijo verdaderamente ha muerto, de modo que las acciones que
realicen no lo resucitarán.
d) Sentido de vacío que conduce a la depresión. Cuando los padres de un niño abortado
toman plena conciencia de que éste ha muerto, y ha muerto asesinado, experimentan un
profundo vacío y en una honda depresión, factores que, curiosamente, representan el inicio
del largo proceso de curación que vivirán, pues caen en la cuenta de que nunca conocerán
al hijo muerto. En esta fase del proceso, el sacerdote debe animar a los padres a aceptar que
tienen derecho a sentirse vacíos y deprimidos.
e) Aceptación. El proceso de curación y reconciliación llega a su fin cuando los padres
logran ubicarse frente al hijo y reconocerlo como tal, al tiempo que aceptan que su muerte
ha sido provocada por ellos mismos. Algunos signos manifiestan el arribo a este punto:
cuando ya son capaces de llamarlo “hijo” (reconociéndose ellos plenamente como padres) y
de encomendarlo a la misericordia de Dios. Aquí es recomendable que los padres pongan
un nombre a su hijo, le escriban una carta a él o a Dios y a todos los que se vieron
involucrados en el aborto (como tentativo de expresar los sentimientos que quizás
directamente no pueden expresarse).
En la ayuda a las personas con el problema descrito, es fundamental que el
sacerdote sea consciente de que se enfrenta a heridas muy profundas que sólo la gracia y la
misericordia de Dios podrá sanar. En este sentido, la celebración de los sacramentos (la
112
Psicología pastoral

penitencia por parte de los padres del niño y la eucaristía celebrada en memoria del
pequeño abortado), pueden ser la recapitulación y el final del largo proceso curativo que
una situación de este género requerirá.

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