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No todo el mundo piensa con una voz

interior
La mayor parte de nosotros tenemos ese narrador interno, pero también hay gente
con un pensamiento más visual y abstracto
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Pensar sin un monólogo interior no es raro, pero tampoco frecuente. JakeOlimb Getty
Images
JAIME RUBIO HANCOCK 6 FEB 2020 - 11:45 COT

Imagina que puedes leer la mente de la persona que tienes al lado. Es posible que
hayas imaginado que puedes oír sus pensamientos, como si se tratara de la voz mental
de esa persona. Y es posible que lo hayas imaginado así porque tú también piensas
usando una voz interior parecida.

Pero a lo mejor no oirías nada. El estadounidense @KylePlantEmoji tuiteaba el 27 de


enero lo siguiente: “Dato curioso: algunas personas tienen una narrativa interna y
otras no. Es decir, hay gente cuyos pensamientos son frases que pueden oír, pero otras
personas solo tienen pensamientos no verbales y tienen que verbalizarlos
conscientemente. Y mucha gente no sabe ni que existe otra clase de persona”. Su
mensaje se ha compartido más de 25.000 veces en una semana, sumando miles de
respuestas e iniciando un debate sobre cómo pensamos y si todos tenemos o no esta
voz en off.
El tuit fue recibido, en gran parte, con perplejidad. La mayoría de los miles de
respuestas se preguntaba cómo es posible pensar sin esta voz interior, que uno
comparaba con “un puñetero podcast que nunca se acaba”. Esta sorpresa es
comprensible dado que la mayor parte de nosotros tenemos esta voz interior, como
explica a Verne José Manuel Igoa, profesor de Psicología del Lenguaje de la
Universidad Autónoma de Madrid. Eso sí, carecer de ella "no es tan extraño".
De hecho, también había quien intentaba explicar cómo se piensa sin este narrador
continuo. Tras la publicación del tuit, el bloguero estadounidense Ryan Andrew
Langdon entrevistaba en YouTube a una amiga suya que contaba que carece de voz
interior y cuya experiencia mental es más visual. Por ejemplo, al leer y al escribir ve
“la forma y la estructura” de las frases. Antes de acostarse, en lugar de decirse lo que
tiene que hacer, visualiza listas de asuntos pendientes. El post y el vídeo suman más
de 3.500 comentarios en menos de una semana.
Pero la sorpresa es mutua: una compañera de EL PAÍS que también piensa de forma
más visual ni se imaginaba que hubiera tanta gente con este monólogo interior al
estilo de, por ejemplo, James Joyce. Resulta además muy difícil explicar a otra persona
cómo pensamos, cosa que intentamos hacer esta compañera y yo. Yo, que sí tengo esta
voz interior, le contaba que podía organizarme la tarde hablando conmigo mismo:
“Pasaré por el súper porque necesito gel de ducha y creo que también desodorante…
Sí, desodorante, porque esta mañana se me ha terminado”. Ella explicaba que su forma
de pensar se basa más en imágenes: ve el súper, el gel, el desodorante, la nevera que
hay que llenar… Hablar consigo misma es una actividad que tiene que hacer
conscientemente, no algo continuo y casi automático.

Que esto cause extrañeza a unos y a otros es comprensible. Como recuerda también
Igoa, por lo general no estamos acostumbrados a reflexionar sobre cómo pensamos y
menos aún a intentar explicárselo a otra persona.
El lenguaje es otra herramienta del pensamiento
Volviendo al ejemplo de leer mentes, si alguien pudiera leer la nuestra es muy posible
que no entendiera casi nada. Lo explica el psicólogo Charles Fernyhough en The Voices
Within: The History and Science of How We Talk to Ourselves (“Las voces de nuestro
interior: la historia y la ciencia de cómo hablamos con nosotros mismos”).
Es verdad que, por lo general, pensamos mucho con palabras. Tanto que, por ejemplo,
tiene sentido la pregunta “¿en qué idioma piensas?”. Pero, como advierte Fernyhough,
el lenguaje “no es necesario para pensar; más bien es una herramienta que muchos
humanos usamos durante gran parte del tiempo para pensar”.

En su libro, este psicólogo recoge los estudios que se han hecho sobre esta voz
interior. Más del 90% de los participantes la experimentan, pero solo es el modo
dominante de en torno al 17%, con variaciones considerables entre personas. Esto
significa que esta voz interior es un fenómeno muy frecuente, pero hay personas que
recurren a ella constantemente, otras que solo a veces y algunas que nunca.
Fernyhough advierte de la principal limitación de estos trabajos: se basan en
testimonios personales y, como hemos apuntado, es muy difícil describir nuestros
estados mentales.

Aunque el monólogo interior no sea algo necesariamente universal, psicólogos y


neurocientíficos coinciden en señalar que es una herramienta que nos ayuda a crear
nuestra narrativa autobiográfica. Es una especie de voz en off de nuestras vidas,
gracias a la que podemos evaluar y dar contexto a nuestros recuerdos, ideas y planes
de futuro, como explica Ignacio Morgado, director del Instituto de Neurociencias de la
Universidad Autónoma de Barcelona y autor de La fábrica de las ilusiones. Este es uno
de los motivos por los que Morgado es muy escéptico con la posibilidad de que haya
personas con una ausencia total de monólogo interior.
El
profesor Xavier, de los X Men, intentando leer la mente de alguien sin voz interior

No solo pensamos con palabras


Como explica Lilian Vallés, neurocientífica de la Universidad de Valencia, “depende de
cada persona”: hay gente para la que es más habitual el pensamiento visual, el
lingüístico o el sensible. Además, todas estas representaciones se pueden mezclar.
Incluso la propia voz interior cambia mucho. Puede ser un monólogo, pero también
puede tomar la forma de un diálogo con nosotros mismos. A veces, pensamos palabra
por palabra, pero en otras ocasiones este lenguaje está condensado, deslavazado,
inconexo… Y no pocas veces somos incapaces de expresar una idea que creíamos
tener clara en nuestra mente.

La profesora recuerda lo que les ocurre a algunos colegas suyos cuando empiezan a
dar clase: los primeros días acaban con jaquecas, en gran parte debido al esfuerzo que
les supone expresar con palabras y frases completas lo que a menudo son imágenes,
mapas conceptuales o algo más parecido a notas e ideas que a discursos completos.

Nuestra forma de pensar puede variar también según lo que estemos haciendo. Hay
gente que lee una novela y ve las acciones como si fuera una película, pero para otros
hay una voz interior narrándoles la historia. Cástor Méndez, profesor de Psicología de
la Universidad de Santiago de Compostela, añade otro ejemplo: el de los matemáticos,
que piensan “usando el lenguaje formal de las matemáticas” de un modo que nos
resulta difícil de concebir a los demás.

A todo esto hay que sumar que gran parte de nuestro pensamiento es inconsciente,
como recuerda también Méndez: “Pensar es una actividad enormemente compleja” y
en su mayor parte “uno no es consciente de cómo se procesa”.

Detenernos a pensar en cómo pensamos puede llevarnos a descubrir cosas que no


sabíamos acerca de nosotros mismos. Por ejemplo, la compañera sin voz interior de la
que antes hablábamos lleva varios días atenta a esta actividad interior, intentando
describirse a sí misma y a los demás cómo funciona su mente. Cuenta que después de
todo un día de ir fijándose y reflexionando, al acostarse se dio cuenta de que en ese
momento sí oía su propia voz en su cabeza. No la había echado nunca en falta, pero
quizás siempre estuvo ahí, en el banquillo, por si en algún momento la necesitaba. A lo
mejor no era la primera vez que intervenía, pero sí era la primera vez que se fijaba en
ella.

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