Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Reis 076 09 PDF
Reis 076 09 PDF
ORIGENES, DESARROLLO
Y PERSPECTIVAS ACTUALES
EN LA SOCIOLOGIA
DE LA TECNOLOGIA
Eduardo Aibar*
Universidad de Salamanca
RESUMEN
Aunque la denominada nueva sociología de la tecnología cuenta con una historia relativa-
mente corta —aproximadamente unos quince años—, ha logrado articular una nueva y promete-
dora perspectiva teórica sobre la compleja relación entre sociedad y tecnología, así como una
gran cantidad de estudios detallados de caso. Este trabajo describe los orígenes y desarrollo de
esta disciplina y ofrece una visión esquemática de los tres enfoques que la caracterizan: el enfo-
que de sistemas, el constructivismo social y la teoría del actor-red. Se tratan igualmente algunas
implicaciones sociológicas y teóricas de estos enfoques y se presta especial atención a los proble-
máticos vínculos entre la sociología de la tecnología y la sociología del conocimiento científico.
Finalmente, se apuntan de forma tentativa algunas posibles líneas de investigación para los pró-
ximos años.
1. INTRODUCCION
1
Véase Bijker, Hughes y Pinch (1987).
2
Versiones posteriores de los trabajos presentados en este segundo encuentro se recogen en
Bijker y Law (1992).
142
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
143
EDUARDO AIBAR
3
La interpretación determinista tecnológica de Marx descansa primariamente en la identifi-
cación de las fuerzas productivas con la tecnología (Blauner, 1964). Según este punto de vista, el
desarrollo de la tecnología y de la productividad es el verdadero «motor de la historia». Los
métodos productivos del capitalismo pueden constituir la base para el socialismo puesto que la
tecnología se sitúa más allá (o más acá) de la lucha de clases (Burns, 1969). Otro grupo de auto-
res, sin embargo, rechazan frontalmente la atribución de determinismo tecnológico a la obra de
Marx y apoyan (mediante notables estudios de caso históricos) la tesis de que la tecnología
misma se halla configurada, significativamente, por la lucha de clases (Braverman, 1985; Noble,
1984).
144
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
4
Véase al respecto Aibar y Díaz (1994).
5
Véase Aibar (1989).
145
EDUARDO AIBAR
146
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
6
Véase al respecto Grint y Woolgar (1995).
7
En inglés: social shaping.
147
EDUARDO AIBAR
4. EL ENFOQUE DE SISTEMAS
8
MacKenzie y Wajcman (1985).
9
Naturalmente, los distintos autores difieren en la determinación de los intereses y grupos
sociales relevantes. Estas diferencias reflejan, por una parte, las diversas procedencias disciplina-
res y, por otra, también, las diferencias entre las áreas empíricas estudiadas.
148
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
149
EDUARDO AIBAR
12
Dos buenas introducciones en castellano a la sociología del conocimiento científico se
encuentran en González y Sánchez (1988) y en los capítulos 21 y 22 de Lamo, González y
Torres (1994). Una excelente recopilación en castellano de artículos clave en la evolución de la
disciplina se recoge en Iranzo et al. (1995). La producción castellana en el ámbito de la sociolo-
gía constructivista de la tecnología es mucho más limitada. Una obra introductoria es Alvarez
et al. (1993), y un estudio histórico de caso, Aibar (1995).
150
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
13
Por sociología del error se hace referencia a la confinación de la explicación sociológica a
aquellos episodios de la ciencia en que el conocimiento resultante se considera erróneo o inco-
rrecto. Los filósofos de la ciencia neopositivistas o racionalistas críticos, por ejemplo, utilizan
causas de orden sociológico para explicar ciertos episodios clásicos como el caso Lysenko. En los
casos en que el conocimiento científico resultante es considerado correcto, lo social no ejerce
ninguna influencia. Los filósofos explican los aciertos, mientras que los sociólogos deben limitar-
se a los errores.
14
Véanse Collins (1981) y (1985).
151
EDUARDO AIBAR
152
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
153
EDUARDO AIBAR
La teoría del actor-red 21 constituye, sin duda, uno de los enfoques más
idiosincrásicos en el moderno estudio sociológico de la ciencia y la tecnología.
Ha sido desarrollada fundamentalmente por dos autores franceses, Michel
Callon y Bruno Latour, por lo que a veces se hace referencia a este enfoque con
la expresión «la escuela de París» —en contraposición al carácter eminentemen-
te anglosajón del resto de orientaciones en la disciplina—. Sin embargo, en la
actualidad un gran número de investigadores no franceses han adoptado la pers-
pectiva del actor-red y, lo que es quizás más importante, la mayor parte de
investigadores sociales de la ciencia y la tecnología se sienten, en un momento u
otro, en la obligación de posicionarse respecto a ella de forma explícita22.
La primera formulación exhaustiva de la teoría del actor-red se expone en
la conocida obra de Bruno Latour Science in Action. How to Follow Scientists
and Engineers Through Society, publicada en 1987. Posteriormente, la original
perspectiva adoptada por esta obra, así como la compleja red de conceptos
21
Actor-network theory.
22
Una de las particularidades de esta teoría es que cuenta con partidarios acérrimos o con
críticos encarnizados. Es difícil encontrar posturas intermedias.
154
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
23
Véase al respecto Latour y Woolgar (1986).
155
EDUARDO AIBAR
156
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
un contexto, esto es, yuxtapuesta a otras entidades con las que está asociada. Si
se extrae uno de esos elementos, la estructura global cambia. El conjunto de
asociaciones es el contexto que da a cada entidad su significado y que define
sus límites. Las simplificaciones son sólo posibles si los elementos están yuxta-
puestos en una red de relaciones y, a la inversa, la yuxtaposición de elementos
requiere su simplificación.
Las relaciones entre los distintos elementos de un actor-red pueden ser de
tipos muy distintos. Ello hace inviable su reducción al abanico limitado de
relaciones sociales que aparecen convencionalmente en los análisis sociológicos
tradicionales. Obviamente, pueden existir relaciones de intercambio, relaciones
de subcontratación, relaciones de poder o de dominio. Pero a menudo las rela-
ciones entre las distintas entidades constituyen un conglomerado de todas esas
categorías y algunas escapan por completo al vocabulario usual de la sociología
o la economía. ¿Cómo pueden describirse las relaciones entre las células de
combustible y los motores eléctricos sin hacer referencia a las corrientes eléctri-
cas o a las fuerzas electromagnéticas? No sólo son heterogéneos los distintos
elementos, sino las diversas relaciones entre ellos (Callon, 1986).
El destino de un proyecto tecnológico, desde la perspectiva del actor-red,
depende de tres factores interrelacionados. En primer lugar, de la capacidad de
proyecto para construir y mantener una red global que proporcione los recursos
necesarios para el proyecto. La red global ofrece a los constructores del proyec-
to un grado de privacidad suficiente para actuar sin interferencias: ofrece un
espacio de negociación. El segundo factor es la capacidad del proyecto para
construir una red local que utilice los recursos proporcionados por la red global
para ofrecer a los actores situados en ésta, una serie de recompensas materiales,
económicas, culturales o simbólicas. El tercer factor, que se superpone a los
otros dos, es la capacidad del proyecto para imponerse a sí mismo como un
punto de paso obligado para toda comunicación (o intercambio de intermedia-
rios: dinero, artefactos, personal, disposiciones legales, etc.) entre ambas
redes24.
7. EL DOMINIO DE LO SOCIOTECNICO
24
Véanse Callon (1987) y Latour (1987). Recientemente, Latour (1992) ha reformulado
parcialmente su teoría mediante la introducción de una serie de conceptos de inspiración semió-
tica: guiones, programas de acción, antiprogramas, prescripción, inscripción, etc. Véase también
Akrich y Latour (1992).
157
EDUARDO AIBAR
25
Curiosamente, el sociólogo del conocimiento científico Steve Woolgar, representante des-
tacado del programa reflexivista, ha puesto en duda el carácter radical de la sociología de la tec-
nología, afirmando que muy pocos filósofos van a escandalizarse ante la idea de que las tecnolo-
gías están construidas socialmente (Woolgar, 1991). Dejando de lado el curioso indicador de
radicalidad consistente en observar el número de filósofos escandalizados, lo cierto es que el
carácter de constructo social de la tecnología es fuertemente antiintuitivo —tanto para los filóso-
fos (cualquiera que haya defendido esta tesis ante filósofos de la ciencia lo habrá experimentado
directamente) como para el resto del público—. Poca gente está dispuesta a aceptar, de buenas a
primeras, que la eficacia relativa entre dos bicicletas de diseño distinto no pueda establecerse
directamente mediante métodos objetivos e incontestables.
26
Aunque el programa fuerte y el enfoque mertoniano resuelven de forma diferente la rela-
ción entre ambos polos.
27
Por esa razón, el término «social» ha desaparecido en el subtítulo de la segunda edición de
158
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
Laboratory Life (Latour y Woolgar, 1986). En el epílogo a esta segunda edición los autores sos-
tienen que el uso del término en la primera edición fue deliberadamente «irónico»: «demostran-
do su aplicabilidad generalizada, el estudio social de la ciencia ha despojado de significado lo
“social”» (p. 281).
159
EDUARDO AIBAR
28
Parte de la obra de MacKenzie y Wacjman (1985), por ejemplo, sugiere una posición de
ese tipo.
160
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
pensar ahora, dado que la explicación de Baekeland ha sido superada por las
modernas teorías macromoleculares)? ¿O no fue ni un logro científico ni uno
técnico, sino por encima de todo el fruto de una estrategia económica: conver-
tir a los competidores, mediante negociación, en socios durante el litigio sobre
la patente y conseguir que las compañías fabricantes utilizasen el nuevo mate-
rial? Este aspecto multifacético y heterogéneo del desarrollo técnico ha sido
descrito, en la moderna sociología de la tecnología, mediante la metáfora del
entramado sin costuras (the seamless web). El tejido de la sociedad moderna no
está constituido por distintos trozos de telas científicas, técnicas, sociales, cul-
turales y económicas, sino que, más bien, los pliegues que podemos observar y
que corrientemente catalogamos mediante esos conceptos son el resultado de
la actividad de los actores o del mismo analista29.
El panorama de la «sociotecnología» que nos ofrece el enfoque constructi-
vista es, en resumen, muy distinto de la imagen de la tecnología —y de la rela-
ción tecnología-sociedad— que nos proporcionan los estudios tradicionales.
Todas las relaciones se consideran ahora técnicas y, a la vez, sociales. No
encontramos relaciones técnicas «puras» ni relaciones sociales «puras». Lo téc-
nico está socialmente construido y lo social está técnicamente construido:
cualquier entramado estable permanece unido tanto por medios sociales como
técnicos (Bijker, 1993). El Principio de Simetría ha sido sustituido por un
Principio de Simetría General (Callon, 1986): ni el análisis de lo técnico se
halla supeditado al análisis de lo social, ni el estudio de las configuraciones
sociales se reduce a la identificación de los determinantes tecnológicos. La uni-
dad de análisis cambia: los artefactos técnicos han sido sustituidos por los
entramados sociotécnicos (Bijker, 1995). «Cada vez que se escriba “máquina”
como abreviatura de “entramado sociotécnico” deberemos ser capaces, en prin-
cipio, de mostrar el carácter (socialmente) construido de esa máquina. Cuando
se escriba “institución social” como abreviatura de “entramado sociotécnico”
deberemos ser capaces de mostrar las relaciones técnicas utilizadas para estable-
cer dicha institución como un dispositivo estable. Ni la sociedad está tecnoló-
gicamente determinada, ni la tecnología lo está socialmente. Ambas emergen
como las dos caras de una misma moneda, durante el proceso de construcción
de artefactos, hechos y grupos sociales relevantes» (Bijker, 1993: 125). Repen-
sar la tecnología nos conduce, indefectiblemente, a repensar la sociedad. La
sociología de la tecnología entra en el dominio de la sociología general.
29
Otra forma de expresar la misma idea consiste en observar las actividades de los ingenieros
y reconocer que un ingeniero exitoso no es únicamente un genio técnico, sino también un
«mago» económico, político y social. Lo que John Law (1987) ha denominado un ingeniero hete-
rogéneo.
161
EDUARDO AIBAR
30
Steve Woolgar (1991), por ejemplo, cae en el error de afirmar que la sociología de la tec-
nología no es más que un «giro tecnológico» acometido por los sociólogos del conocimiento
científico deseosos de aplicar sus instrumentos conceptuales a nuevos ámbitos de la realidad. En
su opinión, además, se trata de un giro mayormente estéril, que no aporta novedades teóricas
significativas. Sus últimos trabajos, sin embargo, sugieren un cambio de actitud hacia la sociolo-
gía de la tecnología (Grint y Woolgar, 1995).
31
En el mismo volumen se incluye la réplica de Callon y Latour (1992), así como la contra-
réplica de Collins y Yearly (1992b).
162
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
163
EDUARDO AIBAR
32
Véase Collins y Yearly (1992a).
164
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
165
EDUARDO AIBAR
33
La expresión ha sido acuñada recientemente por Wiebe Bijker (1995).
34
En inglés, technology assessment.
166
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
los mejores ejemplos en ese sentido35. Frente a los puntos de vista expertocráti-
cos tradicionales, estos investigadores abogan por la creación de nuevos meca-
nismos de intervención sobre el desarrollo tecnológico, que abarquen todas las
fases del mismo y que involucren a un número considerablemente mayor de
actores sociales —sin caer en la tentación de promover el dudoso rol de los
«evaluadores neutrales».
Estos trabajos, sin embargo, no agotan las posibilidades de la sociología de
la tecnología en esta temática. El diseño de nuevas formas de evaluación de
tecnologías, o de políticas tecnológicas, está constreñido por «imperativos» for-
males, institucionales y políticos propios del Estado moderno, que la sociolo-
gía de la tecnología no debe hacer suyos, sin más, como elementos aproblemá-
ticos. La expresión «la política de la tecnología», por oposición al estrecho
corsé de la «política tecnológica», quiere hacer referencia a todo un nuevo
campo de investigaciones que se abren a la perspectiva constructivista. En pri-
mer lugar, podemos situar la cuestión del poder. El estudio del papel que la tec-
nología (y la ciencia) desempeña en la estructuración de las relaciones de poder
ha sido, de hecho, un tema recurrente en la corta historia de la sociología de la
tecnología36. Es de esperar, sin embargo, que la cuestión del poder adquiera un
protagonismo mayor en las investigaciones de los próximo años.
Por último, dentro del ámbito político, el análisis de las controversias tec-
nológicas públicas —tan características de nuestra cultura tecnológica— cons-
tituirá, sin duda, un área de interés preferente. Los estudios desarrollados en
las últimas décadas sobre la percepción pública de la ciencia y la tecnología
pueden ser útiles en ese sentido, aunque desde la perspectiva constructivista
adolecen de una simplificación excesiva y comparten demasiados rasgos con la
imagen standard de la tecnología. El papel de los gobiernos, los agentes econó-
micos, los grupos de interés, las organizaciones ecologistas y los mismos exper-
tos científicos y técnicos en la configuración, desarrollo y clausura de las con-
troversias tecnológicas públicas ha sido hasta ahora poco analizado de forma
sistemática y global y constituye, en principio, un campo de exploración idó-
neo para la sociología de la tecnología.
35
Véanse, por ejemplo, Rip y Van den Belt (1986), Schot (1992), Smits (1993) y Aibar y
Díaz (1994).
36
Véanse, por ejemplo, Callon (1986), Law (1986) y Bijker (1995).
167
EDUARDO AIBAR
BIBLIOGRAFIA
168
LA VIDA SOCIAL DE LAS MAQUINAS
169
EDUARDO AIBAR
RIP, Arie, y VAN DEN BELT, Henk (1986): «Constructive Technology Assessment: Influencing
Technological Development», Journal für Entwicklungs-Politik, 3, 24-40.
SCHOT, Johan W. (1992): «Constructive Technology Assessment and Technology Dynamics:
The Case of Clean Technologies», Science, Technology and Human Values, vol. 17, 1 (otoño),
36-56.
SMITS, R. E. H. M. (1993): «Situación actual de la Evaluación de Tecnologías en Europa», Qua-
derns de Tecnologia, 7 (octubre), 119-128.
STAUDENMEIER, John (1985): Technology’s Storytellers: Reweaving the Human Fabric, Cambridge
(MA): MIT Press.
WHITE, L., Jr. (1978): Mediaeval Technology and Social Change, Nueva York: Oxford University
Press.
WINNER, L. (1979): Tecnología Autónoma. La técnica incontrolada como objeto del pensamiento
político, Barcelona: Gustavo Gili.
WOOLGAR, S. (1991): «The Turn to Technology in Social Studies of Science», Science, Techno-
logy and Human Values, 16, 20-50.
ABSTRACT
Although the so-called new sociology of technology has got a relatively short history —about
fifteen years—, it has produced a promising new theoretical perspective for the understanding of
the complex relationship between society and technology, furnished with many detailed case stu-
dies. This paper describes the origin and development of this discipline and gives a short
account of the three different approaches used by its practitioners: the systems approach, social
constructivism and the actor-network theory. Some sociological and theoretical implications of
these approaches are considered and special attention is paid to the problematic links between
the sociology of technology and the sociology of scientific knowledge. Finally, some possible
trends for further research in the coming yeas are outlined.
170
NOTAS DE INVESTIGACION