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LINGÜÍSTICA EN BOLIVIA
Introducción
Castellano 36.3%
Monolingües y Quechua 13.7%
(Bilingües) en: Aymara 7.6%
(Aymara-Quechua) 1.3%
Otros 22.8%
Bilingües en: Castellano-Quechua 20.8%
Castellano-Aymara 16.4%
Castellano-Q-A 2.6%
Castellano-Otros 1.2%
Total bilingües 41%
Fuente: Albó 1980: 71.
En las ciudades predomina el castellano, aun cuando no faltan los bilingües y aun
monolingües, éstos últimos especialmente en las zonas suburbanas o marginales. En los
pueblos predomina el bilingüismo y en las comunidades campesinas, la lengua nativa. En
términos regionales, las zonas orientales, fuera de las lenguas de la selva, y la región Sur
del país, están prácticamente castellanizadas. Las lenguas nativas, por su parte, mantienen
mayor vigencia en las regiones andinas.
En este contexto, la política lingüística siempre ha tendido hacia la castellanización.
Tendencia que también ha sido trasladada al sistema educativo, aun en las regiones don-
de predomina una lengua vernácula. En lo educativo, además de la castellanización, se
platea, en general, una especie de imposición occidentalizante y modernizante que parte
de los centros de decisión política y económica (e. g. la sociedad dominante). En forma
inversamente complementaria lengua y cultura nativas van quedando relegadas. En resu-
men, pese a las características pluriculturales de la realidad Boliviana, hasta el día de hoy
la práctica casi universal es que en todo el sistema escolar, desde pre-básico hasta la uni-
versidad, se impone el castellano, y en el campo incluso se castiga el uso de lengua verná-
cula.
Sin embargo ha habido en diversos momentos varios esfuerzos contra corriente,
algunos oficiales pero la mayoría privados, para desarrollar esquemas educativos más
coherentes con la realidad sociolingüística y cultural del país. En las secciones siguientes
nos fijaremos principalmente en estas innovaciones refrescantes, ocurridas sobre todo en
el campo de la educación no formal de adultos.
El contenido cultural de las cartillas resultaba sujeto a la crítica, por ejemplo el uso de la
palabra ACHACU “ratón” como la primera palabra de la cartilla. A los niños se les enseñó a
canta una cancioncilla que decía “somos ratoncitos, nos gusta comer queso”. La identifica-
ción de los niños con un animal depredador que se roba la comida de la gente es cultu-
ralmente inaceptable para el aymara… (Briggs 1982: 9; Nota: la cita es traducción del ori-
ginal ingles).
Con respecto a este mismo punto, uno de los maestros que participó en el proyecto seña-
la que los niños se hacían la burla entre ellos nombrándose “achaku, achaku”. (Mita 1987)
El mismo concepto de Educación Bilingüe no fue apropiadamente entendido, por
lo tanto, no se estableció una distinción clara entre el lenguaje hablado y el escrito, y tam-
poco entre el aymara y el castellano como lenguas separadas (Briggs 1980: 13). Poste-
riormente, el componente de educación bilingüe fue discontinuado. “Las posibilidades de
que el PEIA continúe el experimento de educación bilingüe son muy pequeñas, y continua-
rán reducidas mientras quienes tienen poder de decisión en el proyecto y sus superiores
en el Ministerio de Educación no cambien sus puntos de vista sobre la educación bilingüe”
(Briggs 1982: 10).
El último comentario de la especialista en educación bilingüe nos señala la direc-
ción que debemos seguir en la compresión del problema educativo en el medio rural. La
educación bilingüe sólo podrá ser implementada si recibe el apoyo de las autoridades res-
pectivas y se generan las condiciones materiales (salarios, textos, metodologías, etc.). Pe-
ro todo esto no será posible si además—condición sine que non—no se produce un cam-
bio substancial en las actitudes lingüísticas, que a pesar de los avances, en la actualidad
continúan favoreciendo al castellano y despreciando a las lenguas nativas.
El P-TRB, igual que los anteriores confrontó diversas dificultades, tanto internas
como externas. El personal, por ejemplo, de siete personas al inicio se redujo a tres (Goy-
tia et al. 1987: 59). Creemos también que los recursos económicos fueron insuficientes.
Entre las dificultades externas tenemos el “constante cambio de docente”, las “interrup-
ciones en el calendario escolar”, y la suspensión de la experiencia en algunas comunidades
(Goytia et al. 1987: 22-23). Es importante también anotar que el proyecto de la CEE tuvo
que sufrir no sólo la oposición de algunas comunidades y padres de familia, sino también
de las autoridades educativas y sindicales, así como de los propios maestros. En este sen-
tido, algunas comunidades se opusieron a la experiencia, porque incluía el uso de la len-
gua nativa. Por otro lado, “Una mayoría de los maestros de base” se oponía al modelo
bilingüe de mantenimiento “por considera que éste constituye un retroceso en el aspecto
socio-cultural”. Por su parte “los padres de familia” sostenían que el aprendizaje garanti-
zado era el impartido en la lengua de prestigio, vale decir el castellano” (Goytia et al.
1987: 63-64).
Entre sus críticas al P-TRB, el equipo evaluador señala que la capacitación de los
maestros fue deficiente, se carecieron de guías metodológicas (excepto “un Manual con
breves orientaciones”), y materiales didácticos. Por otro lado, la implementación del pro-
yecto también se perjudicó por la utilización de “la carga horaria del modelo Multigrado
(que) fue insuficiente para…el modelo bilingüe” (Goytia et al. 1987: 80-82, 89-90). Obser-
vemos también que muchos de los problemas, dificultades y deficiencias podrían haberse
evitado si la experiencia no partía de cero como lo hizo y si, al contrario, se revisaba pre-
viamente las experiencias de otros proyectos, como el ILV, PEIA, PER-I en Bolivia, y por
ejemplo, el Proyecto Bilingüe de Puno-Perú (ver Hornberger, este volumen; López, este
volumen). A pesar de todo, en opinión del equipo evaluador, el proyecto tiene sus puntos
a favor. El proyecto, en este sentido, logra: “conseguir el uso simultáneo” del aymara y el
castellano “favoreciendo de esta manera la transferencia más efectiva de las ideaciones
de una lengua a otra” (Goytia et al. 1987: 91-92).
En apretado resumen, hay que puntualizar que los proyectos arriba mencionados,
fuera de los problemas burocráticos y del personal, tuvieron que enfrentarse a la podero-
sa oposición de las políticas lingüísticas y educativas imperantes en nuestro país, concre-
tamente a la corriente castellanizadora.
También por los años 70 se ha ido proponiendo un nuevo esquema que, superando los
rígidos márgenes de la simple alfabetización, busque una educación participativa y mucho
más integrada en la problemática global del adulto. También esta vez la iniciativa ha sido
privada y sólo al final ha llegado también a los esquemas oficiales.
Los pioneros del nuevo enfoque han sido probablemente las numerosas institucio-
nes privadas de promoción rural que han ido proliferando en los años recientes. La mayo-
ría de ellas ni se plantean la alfabetización, sino que se concretan en las tareas mucho más
específicas, como la producción, la salud, la promoción femenina, la organización, etc. (cf.
por ejemplo, Piérola 1986). Pero para cualquiera de estas tareas deben plantearse inme-
diatamente algún tipo de programa educativo. En estos programas suele resultar indis-
pensable para su propia eficacia la utilización de la lengua y cultura de los participantes y
también su propia práctica. No siempre ha sido necesaria la producción de materiales
permanentes escritor. Pero cuando se han producido, en muchos casos han sido realiza-
dos en castellano puesto que son para adultos ya alfabetizados en sólo esa lengua. En
cambio otras ayudas de tipo audiovisual utilizan con frecuencia la lengua materna. Varias
de estas instituciones han sentido también la necesidad de apoyarse en las radios ya exis-
tentes, casi siempre usando para ello la lengua materna. Más allá de estos rasgos genera-
les, existe gran variedad en los enfoques ideológicos y metodológicos, desde lo más verti-
cal hasta lo más horizontal y creativo.
La red radiofónica ERBOL también ha ido evolucionando. Primero, fueron pene-
trando las metodologías de Freire, que da tanta importancia a la reflexión en grupo sobre
contenidos seleccionados de acuerdo a las situaciones clave de los participantes. Después
se han ido adoptando estilos más propios del lenguaje radiofónico. Por ejemplo, se ha
enfatizado el micrófono abierto a todos, y últimamente se ha creado una red de reporte-
ros populares que periódicamente entran en cadena en todas las radios de ERBOL para
informar y discutir lo que acontece en diversas partes del campo e incluso en sectores
populares urbanos o mineros. Se generan así interesantes situaciones de intercambio ho-
rizontal entre diversos ambientes sociales, culturales y lingüísticos.
Desde la instauración de un gobierno democrático a fines de 1982 se ha estado
elaborando un nuevo proyecto también al nivel oficial, no para la reeducación sistemática
de niños y jóvenes, sino para adultos. El Plan Nacional de Acción Educativa de Bolivia, pu-
blicado por este gobierno en 1984, entre otras cosas, reconoce que la educación rural no
responde a la realidad ni a las necesidades de la comunidad (MEC 1984: 13-14); que los
“contenidos, objetivos, métodos, etc. no toman en cuenta…la diversidad lingüística ate-
niéndose sólo a la lengua oficial…” (1984: 21); “por todo lo cual hay necesidad de rees-
tructurar el sistema educativo boliviano, incluyendo la educación rural” (1984: 16). Entre
los lineamientos de este Plan Nacional que busca “eliminar el analfabetismo” hasta fines
del presente siglo, se incluyen los siguientes:
Conformar y aplicar estrategias especiales para poblaciones étnicas acordes con una polí-
tica Educativa Nacional, Intercultural y Bilingüe.
(Implantar) la Educación Primaria Bilingüe Bicultural en las regiones interétnicas del país
en una adecuada reestructuración del Nivel Primario (MEC 1984: 29).
En breve, se intenta “…sentar las bases fundamentales para la futura educación del
país…”, bases que permitirán “…interpretar los anhelos, intereses y necesidades de las
grandes masas campesinas de aymaras, quechuas, tupi-guaraníes y otras nacionalidades”.
Con respecto a la alfabetización, entre otras cosas, se plantea dar “atención a las comuni-
dades étnicas más deprimidas aymaras, quechuas y guaraníes, reafirmando y potenciando
sus cultural autóctonas y su efectiva participación en la vida económica, social y política
del país (MEC 1984: 34). Nótese que aquí ya no se habla de “incorporación” sino de parti-
cipación. Entre los objetivos de la Educación Intercultural Bilingüe se busca la determina-
ción de “una Política Educativa que revalorice las culturas de las nacionalidades mayorita-
rias (aymara, quechua y tupi-guaraní) y que responda al pluralismo cultural y lingüístico
del país (MEC 1984: 42). También se busca la definición de una política lingüística educati-
va que tome en cuenta las culturas nativas para la elaboración de materiales, metodolo-
gías, y la preparación de los “educadores bilingües (docentes y no docentes)” (MEC 1984:
35).
Que sepamos este es el primer documento a nivel de gobierno, que plantea con-
cretamente la educación intercultural-bilingüe. Es en el espíritu de este Plan que el go-
bierno aprueba, ya en 1983, el Plan Nacional de Alfabetización y Educación Popular, en el
marco del Proyecto Principal de Educación en América Latina y el Caribe de la UNESCO, y
se crea el Servicio Nacional de Alfabetización y Educación Popular (SENALEP), como insti-
tución descentralizada del MEC para planificar y ejecutar el plan.
SENALEP
Entre los aspectos salientes de este Plan (SENALEP 1984; SARPNAEP 1983; Rivera 1983,
1987) podemos señalar los siguientes. En primer término el equipo de SENALEP logró,
como pocas veces, la participación de los sectores populares, de las organizaciones matri-
ces: Central de Obreros Bolivianos (COB), Confederación Sindical Única de Trabajadores y
Campesinos Bolivianos (CSUTCB), de diversas instituciones privadas y estatales (coordina-
ción interinstitucional) tanto en las tareas de análisis y preparación del plan así como en
su implementación. Su propuesta técnica enfatiza, entre otros aspectos, necesidad de que
todo el proceso educativo esté en manos de los propios interesados y sus organizaciones
(ya no en el magisterio rural y otros extraños, quienes se limitarían a apoyar y asesorar); el
esquema de Freire de enfatizar la concientización a partir de la problemática de cada gru-
po; el rol sólo subordinado que tiene la alfabetización, propiamente dicha, frente a tareas
más amplias que atañen también a los ya alfabetizados; la necesidad de servirse de diver-
sos medios, como el contacto directo, concursos, medios de comunicación de masas; y el
carácter intercultural y bilingüe de toda esta educación.
La alfabetización no se concibe como una simple “cruzada redentora”, sino como
una acción de toda la comunidad, una movilización. Las acciones de alfabetización y edu-
cación popular platean además la necesidad de adoptar una posición intelectual abierta.
…tenemos, humildemente, que reconocer que aquéllos que no saben leer las letras, sí
pueden enseñarnos a leer la realidad. Que aquellos que no saben expresarse por escrito,
sí nos pueden enseñar a escribir nuestra historia. Todos podemos aprender de todos en
una voluntad colectiva de construir nuestra democracia, de defenderla y proyectarla (Ri-
vera 1983: 49).
Una de las novedades del Plan de Alfabetización y Educación Popular es que plan-
tea el uso de la lengua materna para la alfabetización, en lugar de la práctica tradicional
de alfabetizar directamente en castellano. Sin embargo, no se adopta una posición exclu-
yente del castellano. La alfabetización en lengua nativa contemple, por una parte, el
aprendizaje del castellano como segunda lengua, y por otra, transferencias posteriores,
por ejemplo, de las habilidades de lecto-escritura adquiridas en lengua materna hacia el
castellano. El enfoque de educación intercultural y bilingüe adoptado por el Plan no sola-
mente toma en cuenta la lengua, cultura, y el “rescate y revaloración del conocimiento
popular” (tradición oral, medicina, tecnologías) para la alfabetización y la educación popu-
lar sino también en una concepción más amplia: la articulación de la diversidad. Así: “El
Plan propone una estrategia que posibilite a cada etnia dinamizarse como tal sin perder
de vista la voluntad de construir un modo de vivir colectivo articulando las diversas nacio-
nalidades” (SENALEP 1984: 13). En esta misma línea se motivará a los hablantes monolin-
gües del castellano a aprender las lenguas nativas.
Por todo esto, la interrelación de alfabetización, conocimiento y comunicación
“permite enfrentar el más importante problema, cual es la incorporación del alfabeto a la
cultura” (Rivera 1987: 165). Es necesario relievar este punto. La alfabetización aislada no
es suficiente. Luego de la campaña se produce el analfabetismo por desuso. La escritura
no juega un rol real en las comunidades. Por todo esto, no sólo es válido proponer la alfa-
betización de la cultura, sino—nosotros añadiríamos,—también la intelectualización de la
comunidad. En este propósito, el Plan propone preparar no sólo “neolectores”, sino tam-
bién “neoescritores”, introduciendo para el efecto técnicas alternativas como mimeógra-
fos, periódicas murales, volantes, etc. que estimulen la producción escrita.
La Propuesta Técnica del Plan (SENALEP 1984) para el período 1984-1987 proponía
entre otras metas la organización de 120 “Sectores Poblacionales” (regiones con hasta 35
mil habitantes), 1800 Centros de Comunicación y Educación Popular, y 108.000 Grupos de
Alfabetización. La población analfabeta, mayor de 10 años y hasta los 50 años, a ser aten-
dida en estos años alcanzaría a 918.000 personas lo que constituye un 73% de analfabe-
tos. El entrenamiento de los educadores populares, por otro lado, alcanzaría un total de
29.874 personas al nivel nacional.
Sin embargo, las expectativas creadas en torno al Plan se redujeron por la fractura,
desinteligencias e indefiniciones de la coalición gobernante, la crisis económica y “el dete-
rioro de la movilización popular” (Rivera 1987: 161). A otro nivel, se tuvo que enfrentar
también la oposición del magisterio rural que se dió desde un principio “por diferencias de
orden conceptual, estratégico y político (Rivera 1987: 162-167).
A pesar de esta y otras dificultades, el Plan atendió “a una población de 60.000
analfabetos con influencia sobre aproximadamente 300.000 personas”, realizó “cerca de
7.000 días-hombre de capacitación, para unos 2.800 educadores populares de base” y
conformó “cerca de 250 Centros de Educación y Comunicación Popular” (Rivera 1987:
162). Otros logros importantes se anotan a continuación.
En la fase preparatoria y con el objeto de lograr la participación y consenso de per-
sonas e instituciones se organizaron cinco seminarios nacionales y uno de apoyo regional
(Rivera 1987: 162). Ya en la fase de ejecución, se organizó un Centro Nacional de Capacita-
ción donde los educadores populares eran entrenados por medio de cursillos cortos. La
ida era que estos educadores posteriormente reprodujeran el curso en sus comunidades,
creándose así un efecto multiplicador. Más adelante, también se formó un equipo nacio-
nal que iba a las comunidades para la preparación de los educadores populares (Rivera
1987: 164). Entre los aspectos enseñados en los cursos se incluían: aprendizaje-enseñanza
del alfabeto, metodología de las cartillas, y educación popular.
Las cartillas producidas comprendieron una cartilla quechua, una aymara, y tres en
sendas variedades del castellano. En estas cartillas, que integran además muchos compo-
nentes sociales y culturales de estos sectores, se parte de oraciones, se saca una “palabra
generadora”, se la descompone silábicamente, y se forman palabras y luego oraciones
nuevas (MEC 1984: 28). Su elaboración ha sido el resultado de varios talleres y seminarios
con participación de campesinos, profesores y representantes de diversas instituciones
(Portales, COB, CSUTCB, Instituto Nacional de Estudios Lingüísticos [INEL], SENALEP, etc.).
Otro resultado lateral nada despreciable, en vista de la situación descrita en la sec-
ción siguiente, ha sido la oficialización de un “alfabeto único” para las dos principales len-
guas andinas, tomando en cuenta las particularidades de cada una de ellas.
Alfabetos
Los alfabetos para las lenguas nativas han sido una preocupación frecuente en nuestro
medio; posiblemente porque la parte fonológica es más fácil de entender que la semánti-
ca o la estructura sintáctica profunda. Después de todo la escritura es una tradición ya
larga en la sociedad occidental.
Los alfabetos para las lenguas nativas han sido desarrollados desde antiguo, prácti-
camente desde los primeros años de la colonia. Los primeros alfabetos, elaborados por
religiosos (por ejemplo: Santo Tomás 1951 [1560]; Bertonio 1984 [1612]; Gonzalez Hol-
guín 1952 [1608]; Torres Rubio 1966 [1616]; etc.) estuvieron basados en el sistema alfabé-
tico del español. Las características fonológicas de las lenguas nativas, sin embargo, obli-
gaban a adaptaciones y convenciones que a veces dificultan y a veces favorecen la inter-
pretación fonológica actual de los escritos antiguos.
Surgieron, luego, muchos otros alfabetos (cf. Layme 1980) elaborados tanto por
religiosos, continuadores de los anteriores así como por otros interesados, planteando
siempre sistemas con bases en el español, aun cuando una profundización de la fonología
de las lenguas nativas va haciendo que el alfabeto vaya desarrollando sus propias caracte-
rísticas, y haciéndose más independiente del sistema alfabético del español. Por ejemplo,
Middedorf (1970 [1980]), Berrios (1919), Lira (1982 [1941]), Ebbing (1965), Lara (1978),
etc. plantean sus propios sistemas alfabéticos; los cuales, sin embargo, no llegan a tener
difusión.
Antes de ingresar a un recuento rápido de algunas de las reuniones de discusión de
los alfabetos, recordemos que las grandes “peleas” en torno a los alfabetos se centraron
en (a) el número de vocales, 3 o 5; (b) el uso de x en lugar de jj, principalmente para la
aymara; (c) el uso de las comillas (‘’) versus la h para indicar la aspiración; y (d) las compli-
caciones del castellano incorporadas en el sistema pedagógico del año 1968.
El caso de las vocales, posiblemente sea uno de los puntos de mayor conflicto. Co-
mo se sabe, el quechua y el aymara tienen un sistema vocálico con tres fonemas por lo
cual la escritura precisa solamente de tres letras. El problema surge como consecuencia
de la influencia del castellano que tiene cinco fonemas vocálicos. En este sentido, los pro-
ponentes de las cinco vocales mantiene que en el quechua o en el aymara realmente exis-
ten las cinco vocales, las cuales se escuchan claramente, por ejemplo en uqharikunachiq
[oqharikunachej] ‘levantémonos’. Dado lo cual se resisten a aceptar un sistema que quita
algunas vocales. Lo que no toman en cuenta es que la escritura y la fonología no son dos
fenómenos exactamente iguales. En este sentido, el uso de tres letras no quita la pronun-
ciación de 5 vocales (o más si se tiene en cuenta que la variación alofónica es potencial-
mente infinita); así como el uso de cinco letras no incrementa el caudal de fonemas en el
sistema. Paradójicamente, quienes se proclaman académicos de la lengua nativa (casos de
La Paz, tanto para el aymara como para el quechua; y del Cusco para el quechua) son pre-
cisamente aquellos que sostienen la conveniencia de las 5 vocales (o mejor dicho letras).
Repasemos a continuación algunos de los eventos importantes de los últimos
tiempos. En 1954, se realiza el III Congreso Indigenista Interamericano en La Paz. Esta
reunión de carácter internacional recomienda un alfabeto moderno basado en la investi-
gación lingüística, que se aprueba como oficial ese mismo año. Un aspecto posteriormen-
te criticado es que incluye cinco vocales.
En 1968, el Instituto Nacional de Estudios Lingüísticos (INEL) llama a reunión para
unificar los alfabetos. Pues mientras oficialmente existía el alfabeto de 1954, muchos utili-
zaban sistemas ortográficos diferentes. El ILV, la Comisión de Alfabetización y Literatura
Aymara (CALA) y la Academia Aymara, por ejemplo, bajo la idea de facilitar la interpreta-
ción del alfabeto por parte de los hablantes del castellano, desarrollan el alfabeto Pedagó-
gico que sigue las pautas del castellano, principalmente con respecto a las vocales y la
representación del fonema /k/ para el cual se proponen c delante de a, o, u y qu delante
de i, e; es decir que se incorporan las complicaciones del castellano.
Frente a esto, se van haciendo notar los efectos del primer curso de lingüística dic-
tado en Bolivia, (curso con el cual, dicho sea de paso, ingresa la lingüística moderna a este
país) gracias al interés y dedicación de Martha Hardman de Bautista (ver, por ejemplo
Hardman 1981, e.p.; Hardman et al. 1974-1983). La reunión de 1968, entonces, era inevi-
table. Esta reunión, sin embargo, acaba aprobando el llamado Alfabeto Pedagógico.
Ahora bien, la cuestión de los alfabetos tradicionalmente ha estado cargada emo-
cionalmente. Una característica de esta situación es que nadie quiere dar brazo a torcer.
Por otro lado, existe un caos en el uso de los alfabetos particulares. Todos quieren impo-
ner su propio alfabeto. El alfabeto adoptado es la verdad, lo mejor, y lo demás no vale. Sí,
hay que unificar los alfabetos, pero en torno a la propia versión.
Un ejemplo de la intolerancia en los alfabetos se dió cuando INEL, conducido en
ese entonces por un economista recién regresado de la Unión Soviética, después de siete
años de estudios, llama a una nueva Mesa Redonda para la Unificación de los Alfabetos
(1970). La Mesa Redonda en cuestión tuvo dos sesiones: la primera de inauguración, con
la presencia del Ministro de Educación de turno, y la segunda, la primera sesión de traba-
jo, donde los miembros de la Academia Aymara con el apoyo solidario del ILV hacen fraca-
sar la reunión, bajo el argumento de que ya existía un alfabeto oficial, el Pedagógico.
En 1979, la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados conforma
la Subcomisión de Lengua Nativas para replantear la cuestión de los alfabetos. La dicha
subcomisión elabora su informe (SCLN 1980) analizando las características de los diversos
alfabetos, y presentando argumentos a favor de la oficialización de las lenguas nativas y
sus alfabetos. Valga la pena notar que los alfabetos propuestos para el quechua y el ayma-
ra son las versiones más cercanas al actual alfabeto en vigencia. Sin embargo, el informe
queda archivado y la situación sigue como antes: diversidad en el uso de los alfabetos, las
peleas distraccionistas continúan.
En 1983 se realiza el Seminario Hacia una Educación Intercultural y Bilingüe, en
Cochabamba, bajo auspicios del MEC-SENALEP. En la ocasión se sientan las bases para una
unificación de los alfabetos. Luego de las peleas de rigor se llegan a algunos acuerdos,
quedando sin embargo algunos asuntos pendientes. En 1984, se realiza en La Paz una
reunión final convocada por el Instituto Nacional de Antropología (INA), el Instituto Nacio-
nal de Estudios Lingüísticos (INEL) y SENALEP, llegándose a acuerdos finales. Como resul-
tado de estas dos reuniones, donde se dio una participación representativa de personas e
instituciones, se llega a platear el Alfabeto Único para las lenguas Quechua y Aymara. Este
alfabeto es aprobado como oficial por el gobierno mediante el Decreto Supremo Nº 20227
de 8 de julio de 1984. Este es el alfabeto que SENALEP utiliza en las cartillas, en la prepara-
ción de los educadores populares y en las acciones de alfabetización y educación popular
(Albó, 1987).
En resumen, hasta 1983 se utilizaban principalmente tres alfabetos: el de 1954,
modificado, el alfabeto pedagógico, y el fonémico. La situación se aclara a partir de la
aprobación oficial de 1984; lo que no significa que los problemas hayan terminado, conti-
núan habiendo personas e instituciones que utilizan su propio alfabeto. Incluso quienes
habían aceptado una determinada solución en las reuniones anteriores citadas, en la prác-
tica se desdicen y vuelven a sus viejas prácticas. Por todo esto, dadas las cargas emotivas y
hábitos existentes en esta temática, no es evidente que se logre fácilmente la ya tan nece-
saria unificación. Recordemos que los intentos de 1954 y 1968 no lograron imponerse.
Desde 1982 el Ministerio de Educación y Cultura parece estar cambiando su posición tra-
dicional (e.g. de castellanización y modernización) hacia un reconocimiento más claro de
lengua y cultura nativas, plateando—o por lo menos, discutiendo—la posibilidad de re-
formar el sistema educativo rural. Por lo menos eso parece deducirse de los planteamien-
tos revisados en la sección 3, de las acciones de SENALEP, y de las formulaciones públicas
del actual Ministro de Educación (ver más adelante).
Sin embargo es necesario añadir una llamada de atención. Más allá de los plan-
teamientos teóricos aquí revisados —que apuntan a una dirección correcta— la práctica
actual del MEC desvirtúa dicho enfoque. El presupuesto ha sufrido serios recortes y los
salarios del magisterio son tan bajos que han generado un éxodo considerable sobre todo
en el área rural. Un reciente decreto de ‘descentralización educativa’ parece encaminado
más que nada a eludir las responsabilidades del Gobierno en este sector.
Entre las acciones concretas ya desarrolladas por el Gobierno y que parecen apun-
tar hacia el cambio podemos anotar: (a) la creación del Servicio Nacional de Alfabetización
y Educación Popular; (b) la implementación del Plan Nacional de Alfabetización y Educa-
ción Popular; (c) la aprobación del Alfabeto Único para los idiomas quechua y aymara, y
últimamente para el guaraní (SNSLC 1986); (d) la promulgación en 1984 de una Resolución
Ministerial que establece la enseñanza de lenguas nativas en los establecimientos secun-
darios fiscales; (e) la publicación de los Programas Escolares para el Ciclo Básico del área
rural, donde se introducen modificaciones alentadoras como la introducción de activida-
des ‘comunitarias…ancestrales como (el) “Ayni o Mink’a”’, el uso de los idiomas nativbos
en los procesos de enseñanza-aprendizaje y ‘el conocimiento del castellano como segunda
lengua’ (DGER 1985); (f) finalmente, se informa que SENALEP se encuentra elaborando
Gramáticas y Diccionarios Monolingües para las lenguas nativas (SISEB-B 1987: 79).
La situación lingüística y sus implicaciones educativas, especialmente para el medio
rural, parece haberse captado con mayor profundidad al nivel de la alta dirección del Mi-
nisterio de Educación y Cultura que en los niveles burocráticos. Al respecto vale la pena
resaltar algunos aspectos plateados por el Dr. Enrique Ipiña Melgar, actual titular del MEC,
en las ‘Jornadas sobre Políticas y Estrategias de Educación Intercultural y Bilingüe en Boli-
via’, llevadas a cabo en Octubre de 1987 en La Paz. El Ministro en su alocución inaugural
establece que el Ministerio busca ‘definir líneas concretas de acción…es decir políticas’,
para lo cual se deben tomar en cuenta las numerosas experiencias previas sobre educa-
ción bilingüe realizadas principalmente en países vecinos. Es, por lo tanto, ‘tiempo para
recoger trabajos,…experiencias, y ya no para seguir experimentando’.
Hay razón para oponerse los proyectos piloto, pues una vez discontinuado el pro-
yecto, la modalidad experimental deja de aplicarse, se vuelven a las viejas prácticas, y el
sistema educativo global no ha cambiado. Es esto lo que ha pasado con el proyecto de
Educación Rural I, y con el Proyecto Educativo Integrado del Altiplano. Estas experiencias
negativas no son exclusivas del país. Lo mismo ha pasado en otros países cercanos; por
ejemplo, en el Cusco y en Ayacucho en el Perú. Lo que se busca, entonces, es adecuar el
sistema a la realidad del país. La educación bilingüe debe ser parte del sistema, y no una
simple experiencia piloto.
El Ministro, por otra parte hace notar que el bilingüismo, implícitamente concebido
como igualdad de las lenguas, ‘no es una realidad en nuestro país porque las lenguas nati-
vas no se desenvuelven en igualdad de condiciones (con el castellano). En la realidad de
los hechos—sigue diciendo el Ministro—las lenguas nativas se desenvuelven bajo la opre-
sión (del castellano y la sociedad dominante)…y son reducidas a lo doméstico, trivial, per-
sonal’, todo lo cual no permite su desarrollo. La desigualdad se plantea no porque haya
una política escrita, ‘sino porque hay una tendencia real, palpable…(de) aniquilación de las
lenguas nativas’.
…a nosotros nos interesa ya salir del laboratorio,…nos interesa aplicar la Educación Bilin-
güe en la escuela primaria. (Como se sabe), cada año hay pequeños infiernos (en las es-
cuelas) con niños que se enfrentan con un idioma que no comprenden. (Por lo tanto) si no
consolidamos una política hacia el bilingüismo, los trabajos que se han hecho ya quedarán
como monumentos arqueológicos (JPEEIBB 1987).
Nota: El examen será de este texto el día 12/07/2012 a horas 8 de la mañana. Imposter-
gablemente.
Examen
2. ¿De todos los proyectos de educación bilingüe e intercultural que se llevaron a cabo
en Bolivia, cuál de ellos cree que fue el más apropiado; y en la actualidad que proyectos
conoce sobre este tema y cuál cree que será su futuro? Argumente.
3. ¿Qué diferencias y similitudes cree que existe entre educación bilingüe e intercultural
y alfabetización y educación popular. En cuál de estas dos tipo de educación nos encon-
tramos en la actualidad? Argumente.
5. ¿Luego de haber leído el texto, cuál cree que será el futuro del la Ley Elizardo Perez y
Avelino Siñani, por qué?
6. ¿Qué entiende por planificación lingüística luego de haber leído el texto, sintió sus
efectos en el ejercicio de sus funciones de profesor?
8 . ¿Qué fue lo que le llamo más la atención en la lectura de este texto y por qué?