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psíquicos en la vejez
Juan Carlos Cobo Domingo
INTRODUCCIÓN
Siempre en la historia del hombre hubo una preocupación anexa a su condición
perecedera, quizás la más honda e inexorable, la vejez, con las mermas biológicas y psíquicas
que arrastra en su progresión. Por eso, desde la antigüedad el ser humano ha sublimado en
multitud de mitos su deseo de detener, e incluso reinventar, el reloj vital. Hasta el siglo XIX
estos sueños estuvieron arraigados en descubrimientos de orden sobrenatural o misterioso,
como la creencia en la fuente de la eterna juventud o fórmulas alquímicas de origen casi
divino. Desde el siglo XIX, prólogo del progreso científico e intelectual a nuestro actual
mundo de faz hipercientífica e hipertecnológica, la ciencia y sus hallazgos espolearon las
esperanzas reales de muchos, en sus deseos de retardar la vejez y aún vencerla, y así mucha
literatura de ciencia-ficción desarrolló la idea de una perpetua juventud.
Pero la ciencia sólo ha conseguido parcos resultados, si los comparamos con las
expectativas de los más soñadores; sin embargo resultados magníficos comparándolos
con la vida de otras épocas. Ahora empezamos el siglo XXI con la espectacular madurez
de los estudios genéticos y farmacológicos, que cada año nos sorprenden con un nuevo
paso adelante, si no se cuentan ya por días, como ocurre algunas veces. Nuevos productos,
nuevas terapias, nuevos milagros en fin, nos prometen algunos serios investigadores para
los próximos años. Pero, al fin y al cabo, ¿conseguirán parar el envejecimiento o sólo
contenerlo y alargar nuestra vida y nuestro bienestar hasta ciertos límites?
Seguramente no, no cambiará tanto nuestra vida respecto a la de nuestros
antepasados, se hará más duradera y mejor, pero no eternamente joven ni, quizás, feliz.
2.1.3. Olfato.
Los cambios físicos en la nariz surgen, al paso del envejecimiento, cada vez con más
visibilidad, al fin, factores que disminuirán las facultades olfativas, en modo parecido a las
gustativas. Los síntomas más típicos de vejez en este órgano, se muestran exteriormente
2.1.4. Tacto.
La persona anciana ve disminuida su capacidad de discriminar las sensaciones y
así, tenemos merma en la identificación y sensación dolorosa. También en muchos casos
se observa dificultad para discriminar y valorar la temperatura de los estímulos asociados
a la misma. Por ejemplo en el baño, sería extremadamente peligroso y el anciano podría
pensar que el agua permanece más fría de lo que realmente está, y esto puede provocar
lesiones por abrasión en la piel del mayor.
La influencia es notable en la sensibilidad dolorosa y a la presión por disminución
de la misma, padeciendo con más asiduidad traumatismos mecánicos no detectados y
úlceras por presión.
2.1.5. Vista.
Los cambios en la vista sean cuales sean, si afectan al anciano producen merma de
su actividad normal, acompañándose con una inseguridad no relacionada con la cantidad
de visión objetiva perdida en el transcurso de la vida, factor vital en la explicación del
deterioro funcional intenso presente en mayores con pérdidas de visión moderadas. Podemos
encontrar:
• Aumento de lagrimeo por irritación.
• Ausencia de lagrimeo.
• Entropión o párpados hundidos hacia dentro.
• Ectropión o párpados caídos hacia fuera.
• Reflejo de parpadeo deficitario.
• Aumento de vello en las cejas.
3.3.2. Creatividad.
Una particularidad muy apreciada en cualquier persona es la creatividad, entendida
como la creación de nuevas formas artísticas, empresariales o vitales a partir de unos
antecedentes, volcándolos, trasformándolos hasta conseguir algo diferente y propio, original.
Decir en este punto algo con visos de norma fracasaría, porque podríamos encontrar
ejemplos para sostener que los jóvenes poseen la exclusividad de esta faceta, tanto como
para argumentar que la madurez refuerza el ímpetu creativo. En el primer extremo
podemos enumerar el genio precoz y deslumbrante de artistas de repercusión universal
como Rimbaud, Truman Capote, Mozart, Orson Welles o Picasso que antes de la veintena
o entrados en ella, realizaron parte de sus más grandes obras, que después revolucionarían
el arte venidero. En el mundo actual esta precocidad se alaba cada vez más, venerándose
a veces con tintes sobredimensionados la figura del niño-genio.
3.4.1. Depresión.
Un obstáculo frecuente para percibir la depresión en los ancianos se encuentra en
la propia dificultad de la persona para distinguir una bajada del ánimo y expresarlo como
tristeza. Normalmente se traducen en irritabilidad, ansiedad y trastornos somáticos, no
como depresión. Aunque sí suele aparecer un desinterés infrecuente por aspectos de su
vida que antes le resultaban agradables e interesantes. La agitación como respuesta es más
común que la inhibición. Los sentimientos de culpa, semiocultos, surgen en más ocasiones
que en la juventud, pero los sufrimientos hipocondríacos, manía persecutoria, sensación de
catástrofe inminente o de castigo no se distinguen demasiado de la depresión del joven. Una
gran porción de ancianos depresivos sufre alguna enfermedad física o deterioro cognitivo
asociado. En realidad, no se han establecido unas pautas demasiado concretas que separen
los signos depresivos de las reacciones psicológicas usuales en los trastornos somáticos.
REFLEXIÓN
Terminar la exposición detallada de los cambios físicos y psicológicos en el
envejecimiento, supone recordar ante todo la subjetividad de estos cambios en función de
las circunstancias individuales de la persona, tanto en lo referente a los factores exógenos
como a los endógenos. Por tanto, a todas las personas no afectará el envejecimiento por
igual, ni causará las mismas deficiencias funcionales y mermas.
Nadie debe confundir, llevado por la influencia de tópicos, falsas creencias y
similitudes entre enfermedades y envejecimiento, un hecho patológico con un hecho
normal en el envejecimiento de las personas (por ejemplo el chocheo). El envejecimiento
natural es parte de la vida, el producido por enfermedad es siempre motivo de actuación
e intervención sanitaria y social.