Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
TEMA:
POSMODERNIDAD Y CRISTIANISMO
Acerca de una relación en torno a
la verdad en la vida.
Profesor:
Dr. Gerardo Suárez
Alumnos:
Carlos Cantero
Gracia Clérico
1
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
INDICE
Página
INTRODUCCIÓN
3
CONCLUSIONES
55
BIBLIOGRAFÍA
57
2
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
INTRODUCCION
“No hay nada tan poco creíble como la respuesta a una pregunta que no se plantea”
Reinhold Niebuhr.
“La expresión más horrible de la violencia es que se le destroce al hombre su
conciencia de verdad, de modo que ya no esté en condiciones de decir:
Esto es cierto....., eso no.
Quienes lo hacen – en la práctica política, en la vida jurídica
y donde sea – deberían darse bien cuenta de lo que hacen:
quitar al hombre su condición de hombre”
Romano Guardini
“Pobre voz de un hombre que no existe, nuestra voz si no tiene un por qué” dice una
canción escrita por dos adolescentes allá por 1950. El umbral del “por qué” humano es
la aspiración a un significado que explique y cumpla todo.
Toda la vida pide la eternidad. Esta constatación es siempre útil reproponer: somos
verdaderamente una voz que quiere un significado. No hay nada más verdadero que
esta voz que pide un significado. Somos este grito, este anhelo de infinito que con tanta
vehemencia testimonian los grandes artistas.
Todos los hombres son así. Todos los hombres tienen este deseo de infinito. En cada
hombre grita este deseo de infinito, este deseo de significado.
Y es de la respuesta a este grito que se han desarrollado las diferentes historias
humanas.
Y de la respuesta que el hombre ha intentado dar a este grito o de las respuestas que el
hombre ha aceptado a este grito es que históricamente se han desarrollado las distintas
tradiciones.
La tradición cristiana se ha desarrollado en la aceptación de Cristo como respuesta a
este grito. Las otras tradiciones se han desarrollado a partir del intento humano de la
respuesta que han tratado de dar a esta pregunta.
La diferencia no está en el corazón humano, que es el mismo. La diferencia está en el
intento de dar respuesta o en el aceptar una respuesta.
A este grito de infinito que el hombre es, a este deseo de significado Dios ha respondido
mandando a su hijo, Jesucristo. Un hombre de carne y hueso que nació en Belén,
caminaba por la calle, encontró a hombres de su tiempo, acarició a los niños, consoló a
la mujer que perdió a su hijo... Un hombre que vivió hace dos mil años.
La misericordia de Dios hacia el hombre es esta: Jesucristo.
El acontecimiento cristiano está para responder al pedido de infinito que es el corazón
del hombre.
3
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Este hombre, Jesucristo, dijo: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”. Fundó la
Iglesia, dejó la Iglesia. En la experiencia católica, la relación con Cristo es relación
entre hombres, una relación que ayuda a vivir toda la vida.
La inadecuación de la propuesta cristiana a la posmodernidad hunde sus raíces en una
posición que da por supuesto que no existen las preguntas por el significado de la vida,
por el destino y por el sentido de la acción humana. Parte de proponer algo sin antes
redespertar estas exigencias, estas preguntas fundamentales que esta época de nihilismo
y de “pensamiento débil” intentan acallar.
La cuestión pasa entonces por despertar esas preguntas, y proponer el acontecimiento
cristiano como una respuesta a esas exigencias de felicidad, de sentido, de belleza, de
verdad y justicia que constituyen el corazón del hombre, de todo hombre, de cada
hombre, haya nacido donde haya nacido, en la cultura que sea, en el momento histórico
que sea- moderno, posmoderno....
Para profundizar en este debate, hemos escogido de los textos correspondientes a este
bloque temático aquellos elementos que nos ayudan a comprender cómo se fue
desarrollando la relación entre el cristianismo y la posmodernidad, y los proponemos
para su lectura y discusión.
En la primer parte recogemos de los textos aquellos fragmentos que hacen referencia a
las características de la posmodernidad en su relación con la vida de la fe, en particular,
con el cristianismo.
Partiendo de la tesis de que “la crisis del cristianismo puede reducirse a la crisis del
concepto de verdad” (Ratzinger, 2000), puntualizamos aquí la posición que asume la
posmodernidad frente a este concepto, y cómo impacta esto en la experiencia religiosa
del hombre contemporáneo. Retomamos para esto aportes de Mardones, Velasco, Ureña
Pastor, González-Carvajal Santabarbara, Elliot y un documento de la Compañía de
Jesús, que nos van delineando con precisión las características que asume en la
posmodernidad la cuestión de la verdad y la fe.
Precisamente en este sentido el Papa Juan Pablo II resalta en su encíclica “Fe y razón”,
la necesidad de rehabilitar la cuestión de la verdad en un mundo marcado por el
relativismo.
En este marco, en la segunda parte de este trabajo presentamos la posición que plantea
el cristianismo frente a la renuncia a la verdad de la posmodernidad, y cómo la Iglesia
manifiesta su propuesta a lo largo de su historia reciente.
Para desarrollar este punto presentamos el análisis de Ratzinger sobre la novedad de la
Encíclica Fides y Ratzio, así como textos de Guissani, que reproponen la novedad del
cristianismo ante el desencanto posmoderno. Retomamos además aportes de. Massimo
Borghesi para reconocer cómo se desarrolló la relación entre Iglesia y sociedad en esta
situación histórica.
En la tercer parte, retomamos autores que nos ponen en evidencia el desafío que supone
para la educación el reconocimiento del cristianismo como un acontecimiento.
Aquí presentaremos aportes de Mardones, de Donadío de Gandulfo y de Guissani.
Esperamos a través de la confrontación de estos autores generar un espacio de reflexión
y debate en torno a esta temática, con particular referencia a sus implicancias para la
lectura sobre la problemática educativa que a todos nos ocupa.
4
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
PRIMERA PARTE
- ¿Cómo hacer ver que hay algo que no puede ser visto? El propio Kant nos dicta
la dirección de lo que se ha de seguir, llamándolo lo informe, la ausencia de
forma, un índice posible de lo impresentable. Dice también de la abstracción
vacía que experimenta la imaginación en busca de una presentación del infinito (
otro impresentable) que esa abstracción es ella misma como una presentación
del infinito, su presentación negativa. Cita el “No esculpirás imagen...” (Ex 2,4
) como el pasaje más sublime de la Biblia, en el sentido de que prohibe cualquier
presentación de lo absoluto. No hay mucho más que agregar a estas
observaciones para esbozar una estética de la pintura ( religión) sublime”. ( J.F.
LYOTARD, La posmodernidad... 21)
- “ Hay que acompañar a la metafísica en su caída, como decía Adorno, pero sin caer en
el pragmatismo positivista ambiental que, bajo su apariencia liberal, no es menos
hegemónico que el dogmatismo. Trazar una línea de resistencia contra ambos.
5
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Contraatacar las confusiones sin rehacer un “ frente”. Por el momento , la defensa de las
razones procede efectuando “micrologías”. (J.F.LYOTARD, La posmodernidad, 77)
- “ La Iglesia, desde el comienzo de su historia, aprendió a expresar el mensaje
cristiano con los conceptos y en la lengua de cada pueblo, y procuró ilustrarlo,
además con el saber filosófico. Procedió así para adaptar el Evangelio al nivel
del saber popular y a las exigencias de los sabios en cuanto era posible. Esta
adaptación de la predicación de la Palabra revelada debe mantenerse como ley
de toda la Evangelización” (Gaudium et Spes, 44)
El ateísmo clásico ( Feuerbach, Marx, Freud) negaba a Dios para afirmar un proyecto de
hombre. Se trataba de un ateismo por el honor de la dignidad del hombre.
6
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
El giro posmoderno significa el abandono y confrontación con este humanismo
moderno. La muerte de Dios representa a la vez la liquidación del humanismo. Si no
hay Dios, no hay sentido alguno. Accedemos a través de la “muerte de Dios” al
descubrimiento de la existencia de fundamento (Grund) alguno donde asentar
nada, llámese realidad, mundo, historia, razón, sentido... o cualquiera de las
grandes palabras, que a la vez, sostienen a otras no menos importantes cono
libertad, justicia y verdad. Toda la realidad mostraba ahora su apoyo en ninguna parte,
que es como decir que aparece abierta a las determinaciones creativas de los que se
atrevan a vivir.
Tres son los rasgos del ateismo posmoderno:
a) No es un ateismo de reapropiación. No quiere heredar nada con la muerte de
Dios. No se le arrebata nada al creyente para devolvérselo –re-colocado, re-
orientado- re-puesto, re-integrado, al no creyente.
b) No es un ateismo humanista. No se sustituye a Dios por el hombre, ni por los
valores humanos. Como vio Heidegger y gusta decir Vattimo, el humanismo es
sinónimo de metafísica, porque sólo sobre una teoría general del ser, la realidad
“objetiva” , se puede construir una concepción del hombre y su correspondiente
educación. La muerte de Dios significa la desaparición de esa teoría general de
la realidad objetiva, de todo humanismo y educación.
c) Es un nihilismo positivo. No se trata sólo de agarrarse a la única posibilidad: ya
que no hay valor supremo, ni sentido, vivamos sartrianamente apostando a pesar
del absurdo de la vida. No hay visión trágica en la existencia sin sentido
posmoderna. Ver la existencia desfundamentada como “chance”. Es el nihilismo
como valor, como ocasión para elegir y dar valor a las cosas.
7
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Primera, como fondo religioso de las categorías centrales de la modernidad: la fe en
la razón y en la libertad.
Segunda, el cristianismo en cuanto meta-relato puede ejercer diversos grados
funciones totalizantes, con lo cual puede defender y sostener la idea o proyecto
global del futuro y servir subterráneamente de legitimante del mismo.
Aquí yace el peligro de la religión como relato: somete a las mentes a un poder que
se autoriza a administrar las conciencias en nombre de una idea de salvación que se
remite al Absoluto.
Ante esta crítica cabe la pregunta ¿tiene que ser necesariamente el cristianismo una
teoría universal de la realidad y de la historia? ¿Y tiene que estar vinculado
necesariamente a un proyecto determinado de hombre y de sociedad: el moderno y
capitalista (neoconservadores)
La salida posmoderna no es contraria al relato, sino al metarrelato o gran relato que
tiene función legitimante. Pero su decadencia no impide que existan millares de
historias, pequeñas o no tan pequeñas, que continúan tramando el tejido de la vida
cotidiana. ¿Es esta solución aceptable para el cristianismo?
8
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
tiempo del presente. Un presente que siempre se ofrece como fluencia, nunca como
cristalización. De ahí esta revalorización del ahora como manifestación del Ultimo
y Definitivo venga siempre corregida por el duelo de no poder ser más que un
anuncio: el gozo doloroso de la presencia de plenitud que nunca se puede poseer ni
deja de desvanecerse. Esta escatología presentista que conoce el “ya y el todavía no”
no es un freno a todos los intentos de los hombres religiosos de ofrecer salvaciones
o liberaciones en plenitud, en forma de ritos, instituciones, prácticas o de cualquier
otra manera cosificada. Es un estar siempre en camino: proceso que, sin embargo se
debe vivir como lo último.
La estética posmoderna se enfrenta así a las reconciliaciones con lo dado en lo
presente como la presencia de lo pleno.
9
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
conceptual de Dios cae bajo la sospecha de ideología . Se recuerda la radical
inadecuación de todo concepto aplicado a Dios. Incluso se insta a la superación
de la representación por la vía de la experiencia.
2. La experiencia radical del misterio que nos rodea en la realidad plural en sus
interpretaciones y apofática en último término, es el modo de salvaguardar el
Misterio. Supone un pensamiento contemplativo, fruitivo, abierto a la
originalidad de las cosas y un yo desasido de su posesión.
3. La estética postmoderna de lo sublime encuentra su correspondencia cristiana en
el Dios de los pobres. En la hierofanía de Dios en medio de los pobres e
injustamente tratados brota la experiencia de lo sublime impresentable , que se
niega sistemáticamente a la falsa consolación espiritual y se resiste a la
confusión “postmoderna” del esteticismo hierofanía presentista y trivial.
4. La crítica postmoderna al proyecto de la modernidad recuerda a la fe cristiana su
encarnación desasida en toda cultura y le pone en guardia frente a las
utilizaciones del Dios Cristiano como garante o legitimador de cualesquiera
institucionalizaciones y sistemas, como es, por ejemplo, el desarrollismo
moderno capitalista y aun socialista.
5. El recuerdo del Dios de Jesucristo se torna subversivo también frente a los
ídolos postmodernos de la pérdida del sujeto, la liquidación de la historia, el
recuerdo de las injusticias y la atonía moral.
LA RELIGIOSIDAD POSTMODERNA
¿Cuáles son las características de una religiosidad que asuma las sugerencias del talante
postmoderno? ¿Qué rasgos tendría tal religiosidad? ¿Cómo sería una religiosidad
cristiana que asumiera positiva y selectivamente los impulsos postmodernos?
Esta nueva sensibilidad religiosa la encontramos en las denominadas “comunidades
emocionales” (carismáticos, grupos rurales neomonásticos, comunidades
neocatecumenales, círculos fundamentalistas, grupos de oración corporal zen, círculos
ecuménicos “libres” etc.). Su análisis nos ha desvelado que tanto la utopía de la
modernidad como la reacción postmoderna pueden crear un espacio propicio a las
expectativas y simbolizaciones correspondientes capaz de vehicular formas religiosas
tocadas con los rasgos de defensa o de rechazo de la modernidad.
De hecho, cabe sospechar que el interés actual por “lo religioso”, dentro y fuera de las
Iglesias, responde a esta situación de cambio socio-cultural y, concretamente, de
descomposición recomposición del proyecto moderno. El talante postmoderno podría
perfectamente estar presente en alguno de estos grupos, aunque frecuentemente pueda
conllevar (y conlleve) rasgos de una reacción neoconservadora.
Una recepción positiva de esta sensibilidad dentro de la fe cristiana debería tener como
piedra de toque la asunción del “Dios de los pobres”. Desde esta estética religiosa de lo
sublime, siempre impresentable y escandalosa, se introduce un elemento que cercena
toda posible evasión hacia el esteticismo del goce presentista y privatista. Dicho de otra
manera, las comunidades emocionales, tienen su piedra de toque y su correctivo
precisamente en el Dios de los pobres y en el compromiso por la justicia, cuya carencia
hace que el énfasis en la experiencia del individuo degenere en religiosidad del corazón
y en huida dentro del pequeño grupo.
10
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
LA TEOLOGÍA EN LA POSTMODERNIDAD
11
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Una teología atenta a no canonizar metarrelatos legitimadores de proyectos
pretendidamente universalistas, pero que en realidad están al servicio de una minoría
cultural religiosa, social, sexual, etc.
Una teología que desemboque en el relato de lo que no se puede demostrar, pero
que no por ello abandone la argumentación ni los métodos histórico - críticos ni
cualesquiera esfuerzos por mostrar la razonabilidad de la fe.
12
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
A modo de conclusión explicitamos los puntos siguientes:
1. El diálogo con la modernidad
La Iglesia Católica ha tenido una gran dificultad para dialogar con la
modernidad. La historia de sus choques con la ciencia moderna y con el nuevo
modelo socio-político salido de la Revolución Francesa ilustran esta
confrontación. Fue un largo proceso en que en lugar del diálogo predominó la
exclusión y el aislamiento posterior.
Se trató de construir una cultura y una sociedad alternativa a la moderna,
oponiendo a lo nuevo malo o sospechoso, la tradición.
La Iglesia se ha presentado como “una sociedad perfecta” (estructura jerárquica
y papado). Y al adversario se lo condenó de diversas maneras.
No se niega que hubo intentos de diálogo con la modernidad, pero no ha sido la
actitud predominante oficial. Y muchos de los dialogantes fueron excluidos por haber
pactado con el enemigo o haberse contaminado. Habrá que esperar hasta el Concilio
Vaticano II para advertir un giro.
El diálogo con la ciencia, la política, respetando las autonomías y las diferencias,
posibilitaron la convivencia, la separación de campos.
El peligro que ha rondado al diálogo con la modernidad es el de apropiarse
de su proyecto de sociedad y de emancipación humana y legitimarlo. Ya con
anterioridad a los postmodernos, las teologías políticas denunciaron la
contaminación moderno - burguesa del cristianismo. La larga
confrontación había inficionado al cristianismo de la privacidad, el
individualismo y la reclusión a la esfera privada. El actual neo-
conservadurismo saca ya consecuencias totales de tan dudosa reconciliación
cristiana con la modernidad; tiene que legitimar el sistema y, por
consiguiente, tiene que colaborar en la recuperación de los valores que
ayuden a la salud, y aceptación de capitalismo democrático como el
vehículo político-económico de la cultura occidental-cristiana.
Pero, así al mismo tiempo que la Iglesia reconocía oficialmente concluido el
tiempo del conflicto e inauguraba el del diálogo, un nuevo giro de la
sensibilidad socio-cultural, declaraba exhausto el proyecto de la
modernidad.
13
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
fragmentada en una cultura donde lo moderno y su programa se debaten en la
traición de lo no realizado ( Habermas) y la solución de los destruido (Lyotard)
¿Qué le ocurre al cristianismo en esta situación? Se encuentra mal equipado.
Había adquirido el estatuto dialogante con el proyecto de la modernidad cuando
los vientos culturales soplaban ya en otra dirección. Está acostumbrado en el
entrenamiento opositor y conflictivo, y en el recién estrenado de interlocutor, a
tener “objetos claros y distintos”. sistemas: pensamiento, política, ciencia. Pero
cuando el interlocutor es el fragmento, nos quedamos sin objeto.
14
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
y accesibles adversarios: esa especie de conservadurismo postmoderno que son
las tendencias neoconservadoras.
En el mejor de los casos surgirá una religiosidad emocional “light” , deudora de
las aspiraciones frustradas del proyecto moderno. Y junto a las prácticas se
expande un afán de ortodoxia, como defensa de la letra de la tradición, que
invita a abandonar todo intento de reformulación o planteamiento de los mismos
datos desde otro horizonte cultural.
Queda, con todo, la fuerza de los hechos, el torrente incontenible de la
relativización cultural y político-económica de Occidente. Queda el fermento , la
levadura, del reconocimiento del otro como otro, presente en el centro del amor
y el universalismo cristiano, en el pensamiento occidental y en sus prácticas
socio-políticas más genuinas. Para esta fuerza, donde aletea el Espíritu, no hay
barreras definitivas. Seguirá siendo un principio activo y quizá termine
arrollando todos los obstáculos que se le interponen. Pero hay que recordar que
la historia del Espíritu no es la de los vencedores de la historia.
15
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Religión y teología
16
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Con la posmodernidad se ha vuelto canceroso el tumor que invadió la razón en los
albores de la modernidad: la desconexión entre logos y “einai”, entre mente y ser.
La crisis actual de la razón, cuya expresión más notoria es la ideología postmoderna, no
puede ser superada desde dentro mismo de la posmodernidad, ni mediante el regreso a
la razón moderna. Pues la postmodernidad, que yerra cuando disuelve la razón en
diversas razones inconexas, negando la posibilidad de una analogía de la razón,
está sin embargo en lo cierto cuando impugna el orgullo de la razón moderna y
constata sus fisuras.
La salida del túnel de la postmodernidad exige pues, una reforma previa de la
inteligencia, un redescubrimiento del verdadero ser del “logos” que se ensoberbeció en
la modernidad, ha zozobrado en la marea postmoderna y bracea vanamente por emerger
a la superficie al encontrarse sin apoyo.
¿Cuál es el verdadero ser de la razón? ¿Por qué la modernidad y la postmodernidad no
han sido justas con él?
El magnífico Zubiri, en abierta crítica con el idealismo moderno que “tal vez porque el
hombre no puede ser centro del universo, no consiste aquel en otra cosa sino en
proyectar a éste frente a sí, y no dentro de sí, como Hegel pretendía. Y, en actitud no
menos polémica con la sofística griega precedente remoto de la posmodernidad, Zubiri
afirmaba que cuando el decir se independiza del pensar y éste deja de gravitar
sobre el centro de las cosas, el logos queda suelto y libre, sin ninguna suerte de
asidero, y necesariamente se torna puro hablar, simple retórica.
Tal vez porque la razón no es otra cosa que apertura al ser, como vieron los
antiguos, erró la modernidad al absolutizar aquella. Y desasida de tan firme apoyo, ha
venido a conocer el quebranto que le ha infligido la postmodernidad.
Decidido contradictor del espíritu posmoderno y de la “forma mentis” moderna, escribía
no hace mucho el P. Valverde S.J. “ La realidad que se abre al hombre, que en el
hombre se hace autoconsciente, esa es la verdad... El hombre es receptivo, no
hacedor de la verdad. Cuando escucha a la realidad encuentra la verdad. La razón
no es un instrumento del hombre, es la presencia de lo real en el hombre. Pero hay
pocos hombres que busquen y crean en la verdad porque la verdad compromete mucho
y es más cómodo vivir sin compromisos. Por eso hay también tan pocos hombre
liberados y libres, ya que sólo la verdad es liberadora y sólo el que ama la verdad y se
compromete con ella vive en libertad”.
En la posmodernidad
El paso de la modernidad a la posmodernidad se manifiesta sobre todo en la crisis
de algunos núcleos fundamentales desarrollados por el pensamiento moderno.
El primero se refiere a la comprensión del conocimiento y a la idea de razón que
comporta la puesta en cuestión de la idea misma de la verdad y de los valores que se
asientan en ella. La crítica del conocimiento reviste diferentes formas ciertamente
convergentes. Así., la crítica a la llamada concepción “logocéntrica” (Derrida) de la
filosofía , que mantenía con firmeza la confianza en la relación entre la idea – palabra y
la realidad significada por ellas; la de la teoría del conocimiento denominada
“especular” (R Rorty), esencialista, según la cual el conocimiento refleja una realidad
exterior con la cual ha de adecuarse para ser conocimiento verdadero; la de la
explicación del saber que necesita recurrir a un principio último, a un metarrelato., a un
17
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
fundamento externo al conocimiento para estar justificado (Lyotard, Vatimo, etc.) ”
(Velasco: 31).
“En relación con la teoría del conocimiento y la comprensión de la razón y la
verdad, “la posmodernidad va a consistir sobre todo en abandonar la pretensión
metafísica referida a las relaciones de la razón humana con la naturaleza de las cosas ”
(Rorty). Las expresiones de ese abandono cristalizarán en explicaciones del
conocimiento contextualistas, pragmáticas, más o menos relativistas...” (Velasco: 32)
Nietsche se había referido ya a este cambio radical afirmando que “el mundo
verdadero” se ha convertido en fábula y que conocer no es escrutar seres, cosas,
realidades “en sí” . Así, en Humano, demasiado humano, su propósito de criticar los
valores superiores de la civilización, llevado a fondo, le conduce al descubrimiento que
“la verdad misma en nombre de la cual se legitimaba el análisis... es un valor que se
diluye, la creencia en la superioridad de la verdad sobre la no verdad o sobre el error es
una creencia que se impuso en situaciones vitales determinadas. .. y que se fundan en la
convicción de que el hombre puede conocer las cosas “en sí mismas”!, lo cual se revela
... imposible”.
El paso aquí enunciado es una consecuencia del giro del lenguaje iniciado por el
pensamiento europeo en las últimas décadas del siglo pasado y presente en los
desarrollos actuales de los pensadores posmodernos.
(..) G. Steiner se refiere a él con el nombre de la ruptura de la “alianza entre la
palabra y el objeto”, crisis de la confianza entre la palabra y el mundo en la que había
descansado nuestra cultura hasta ese momento. “Esa ruptura de la alianza entre la
palabra y el mundo constituye una de las pocas revoluciones del espíritu
verdaderamente genuinas en la historia de Occidente y define la propia modernidad.”
El lenguaje sin referencia externa
La crisis- verdadero “cambio de casa de la conciencia occidental” – se pone de
manifiesto en la separación del lenguaje de la referencia externa (...)
La nueva situación, claramente formulada por Nietsche, se desarrolla en numerosas
muestras de la crítica del lenguaje de finales de siglo y tras pasar por Witengstein y
algunos desarrollos freudianos, desemboca en la teoría post estructuralista de la
deconstrucción que sospecha que el engaño que existe, en la idea de “significatividad”,
de una correspondencia entre la palabra y el mundo, de una concordancia entre
significador y significado y mantiene que “ cualquier reivindicación de verdad
filosófica, ética, política, estética y, por encima de todo, teológica, será siempre disuelta
por la textualidad que le es propia. La deconstrucción, por tanto, no es una
epistemología alternativa...es, o debería ser, una negación absoluta del significado y la
forma tal como son hechos objetos (ficticios) de reconocimiento interpretativos”.
Tal comprensión del conocimiento inicia una etapa cultural nueva, la etapa del
“epílogo”, del “después de la palabra”, y dad la conexión entre logos y verdad de la
etapa anterior, disuelve la noción y la realidad de la verdad (Velasco: 35)
El análisis del lenguaje descubre, pues, al sujeto en una comunidad de comunicación e
instalado en un sistema de signos con reglas de significados arraigados en los contextos
de uso y en la vida social.. Esto plantea en términos radicalmente nuevos la cuestión de
la verdad, que consistirá, en todo caso, en una “verdad en sí”, ajena al lenguaje y a las
experiencias y usos del leguaje. En Wittenstein, sin embargo, no queda excluido el valor
de verdad, accesible en la referencia al vivir específico y a la comunidad comunicativa
en que ese lenguaje se enraíza. (Velasco, 36)
18
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
La disolución de los valores supremos, su transvaloración radical arrastra en su caída al
Dios, culpen y síntesis de los valores más altos en el sistema de la razón vigente hasta la
ilustración y el idealismo alemán. De ahí que la disolución de la verdad comporte la
muerte de Dios. Por obra de los descubrimientos de la crítica del conocimiento “la
noción misma de verdad se disuelve, o lo que es lo mismo, Dios “muere”. . (Velasco,
37)
(... Con la forma más fría propia de la posmodernidad –que constata la muerte de Dios,
pero sin sentir la necesidad de llevar luto por ello,- Derrida muestra brillantemente la
conexión estrecha entre la concepción del lenguaje y de la razón propia de la era del
signo, con el contenido teológico, y la consiguiente muerte de Dios que supone el paso a
la cultura que elimina el significado y el acceso directo del sujeto al mismo. . (Velasco,
37)
Para él, existe un lazo sistemático e histórico entre la teología del logos y el carácter
significativo intrínseco del lenguaje. Porque las palabras humanas participan de la
Palabra divina en la que descansa la inteligibilidad esencial de la creación, podemos
presumir sin peligro de equivocarnos que corresponde intrínsecamente a la naturaleza
misma de lo real. “La verdad- resume Derrida- es una opción desesperadamente
metafísica. O, con otras palabras, “hermosamente incisivas”: “La cara inteligible del
signo queda vuelta hacia el lado del verbo y del rostro de Dios... El signo y la divinidad
tienen el mismo lugar y el mismo tiempo de nacimiento” “La era del signo es
esencialmente teológica”. Por eso, superada la era del signo, con su creencia en la
presencia del significado en las palabras, desaparece la posibilidad misma de los
significados teológicos y filosóficos y se rompe con la convicción: “En el principio era
el verbo”., que le servía de garantía. La interpretación de los textos se reduce a un juego
en el que “las estructuras semiótica y sus mensajes son cadenas ilimitadas y, a menudo,
discontinuas de diferenciación y dilación “de las que los cimientos sólidos, los árbitros
y garantes onto – teológicos han desaparecido” (Velasco, 38).
La evacuación de la verdad, la transvaloración de los valores y la
correspondiente muerte de Dios han acarreado en el pensamiento posmoderno la
destrucción del sujeto; tal como venía siendo pensado por el racionalismo y el
idealismo; ha acarreado la muerte, estrechamente ligada a la de Dios, del hombre
(Velasco, 39).
El proyecto comporta una desteologización y desontologización del sujeto
consecuente con el pragmatismo o con el pensamiento posmetafísico que inspira la
concepción rortiana de la verdad y del conocimiento. . (Velasco, 40)
Pero comporta también una des- etización del sujeto incapaz de soportar una
conciencia moral intemporal, capaz de hacer siempre “lo que debe hacer y que debe
hacerlo”, y desemboca en una especie de “estetización pragmática” del sujeto. Esta se
deriva en una “desvertilización “ de la diferencia antropológica, que permite evitar la
referencia a los grandes significantes: Verdad, Razón, Dios, ídolos que proyectan
todavía la sombra de Dios sobre nuestro tiempo, tras su muerte, con los que el
pensamiento ha roto, y conduce a pensar esa diferencia como puramente horizontal,
ejercida al hilo del discurso, en el desplazamiento metafórico de las redescripciones,
narraciones, textos en los que discurre la conversación en la que consiste la filosofía. Se
expresa en esta concepción desontologizada del hombre, la sustitución del aspecto
metalinguístico del conocimiento- de la referencia al más allá de la realidad de las
palabras- por la “adlinguisticidad” es decir la correlación, la autoreferencia de los signos
del lenguaje, característica de muchas de las corrientes de la filosofía de nuestro siglo.
(Velasco: 41)
19
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Todas estas rupturas postmodernas van a confluir como último resultado en el
nihilismo, saludado como la gran oportunidad o lamentado como una fatalidad que hace
imposible todo futuro a la razón y al hombre, pero que , en todo caso, constituye el
rasgo central del espíritu de los tiempos posmodernos.(Velasco: 41)
La relación del nihilismo con nuestra época es tan estrecha, su presencia en él es tan
invasora que puede decirse con razón que el nihilismo es “la definición de nuestra
época”. “El nihilismo marca de la época, es quizás el verdadero postmodernismo y
aquello que nos hace vivir en un tiempo que cabe denominar poscristiano”.
En el nihilismo característico de la época posmoderna, tenemos la exacerbación de la
ruptura entre modernidad y cristianismo. .(Velasco: 44)
“La teoría del conocimiento desarrollada por los filósofos posmodernos ha dado un paso
más en la aceptación del pluralismo y en su radicalización relativa. Bajo la forma del
contextualismo, del pragmatismo, refleja una renuncia explícita a la idea de una verdad
en sí misma y se atiene a la verdad concebida como “lo que es ventajoso creer para
nosotros”, que responde al “deseo de un entendimiento intersubjetivo lo más extenso
posible”. y que “es tenido por justificado” en una sociedad en la que se vive. Nos
asentamos según ellos en el “dispenso y la diferencia”. No hay posibilidad de establecer
un discurso omnicomprensivo, una metateoría o una fundamentación última. Porque el
enemigo por excelencia del pensamiento posmoderno es la razón totalizante detrás de la
cual, sea cual sea la forma que adopte: razón teológica, razón ilustrada, ejercicio de la
sospecha o incluso “principio del consenso” (Habermas), los posmodernos recelan que
pueda esconderse un peligro de totalitarismo.
Tal concepción de la verdad reducida a opinión o preferencia compartida en un grupo
determinado es, además, constantemente “vehiculada” por unos medios de
comunicación que acumulan de tal forma informaciones que llegan a operar una especie
de ocultamiento de la realidad, producen una cierta anestesia de conciencia, y en suma
reducen la mayor parte de los objetos que abordan a “objetos de opinión!” y a creencia
mayoritariamente compartida”.
La derivación del pluralismo hacia el relativismo termina con frecuencia en indiferencia
hacia cualquier tipo de verdad en sí misma que pasa por esa convicción, fundamental
para cualquier consenso, de que hay una idea de verdad que perseguimos por el hecho
de que cuando hablamos “suponemos que queremos decir algo y no cualquier cosa”.
Con dureza no exenta de fundamento se ha podido denunciar esta situación como un “
autismo colectivo” que se refugia en un narcisismo estetizante que confiesa una
incertidumbre práctica insuperable, es decir, la convicción –felizmente contradictoria-
de que el en fondo todo da lo mismo. (Velasco: 57).
20
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
la verdad y los valores contenidos en esa tradición, ha dado sanción religiosa a esa
forma de pensamiento, llevándola a la condición de verdad –contenido de la revelación-
y atribuyéndole así el carácter irreformable, inmutable, eterno, absoluto que atribuye a
lo divino.
21
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
evite que, a través de la interiorización ideológica, instituciones, normas, leyes e ideales
nos convirtamos en tiranos de nosotros mismos; que nos haga ver el engaño que supone
proponer como ideal para la realización de lo humano la ataraxia, la insensibilidad hacia
lo deseable y placentero, o la eliminación del deseo, como único medio para el ejercicio
de la relación con Dios.
Naturalmente, escuchar la crítica al cristianismo que aflora con ese rasgo de la cultura
posmoderna no significa incorporarlo sin más a la vida cristiana. Reconciliarse con el
deseo no puede significar para el cristiano atarse a él, hacerse su esclavo, sometiéndose
a otra forma de tiranía. Reconciliarse con el deseo comporta para el hombre vivirlo en el
horizonte, propio de lo humano, de la ilimitación del deseo que impide su identificación
con los deseos inmediatos y la pretensión de responder a él exclusivamente con la
adquisición y el disfrute de los objetos a los que se orienta (Velasco: 95).
El malestar de la modernidad
Naturalmente, el “post” de postmoderno indica un deseo de despedirse de la
modernidad. Estamos ante una paradoja. Por una parte, constituye un estigma para
cualquier sociedad el no ser acreedora al título de “moderna”, y por otra parte, los
habitantes de las sociedades modernas, parecen experimentar un malestar creciente.
(....). El hombre moderno no logra sentirse ya “en casa” ni en la sociedad, ni en el
cosmos, ni, en último término, consigo mismo.(...) Da la impresión de que el virus del
desencanto estaba hasta hace unos años en fase de incubación, y sólo se detectaba en los
especialistas. Ahora es ya una epidemia percibida por la mayoría (Gónzalez-Carvajal
Santa Bárbara, 1991: 153-4).
“Conviene recordar este punto de partida. No entenderíamos bien la posmodernidad si
no percibiéramos que está hecha de desencanto”.
Los postmodernos son coherentes y, puesto que la idea de progreso les parece un
espejismo, nos se consideran a sí mismo llamados a superar la modernidad. Hablan de
posmodernidad, simplemente porque su tiempo ha aparecido después de la modernidad.
Pero nos equivocaríamos sin pensáramos que los post modernos viven trágicamente la
pérdida de sentido de la historia. Consideran, por el contrario, que es más bien una
ocasión para la realización humana. Los modernos, creyendo posible construir un futuro
mejor, sacrificaron el presente al futuro, y, como no hay futuro, se quedaron sin presente
y sin futuro. Los postmodernos, convencidos que no hay posibilidades de cambiar la
22
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
sociedad, han decidido disfrutar al menos del presente con una actitud hedonista que
recuerda el carpe diem de Horacio. (Gónzalez-Carvajal Santa Bárbara, 1991: 160).
Valoración de la tolerancia.
“Hay ocasiones en que experimentamos el gozo positivo de la diversidad. Más
frecuentemente, sin embargo, la tolerancia es el resultado de una actitud esforzada,
como sugiere ya la palabra misma: “tolerar” significa “soportar”, y supone hacerse
cierta violencia. No debemos confundir tolerancia con indiferencia. Somos tolerantes
23
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
cuando las diferencias que tenemos con el otro nos importan. Nadie necesita tolerar lo
que le resulta indiferente. (Gónzalez-Carvajal Santa Bárbara, 1991: 128).
“Algunos manifiestan reservas frente a la tolerancia, por considerar que el error no tiene
derecho a existir; pero detrás de ese argumento se esconden varios equívocos.
(..) Lo mismo que nadie tiene la verdad plena, tampoco nadie está absolutamente
equivocado. Precisamente, si las herejías perduran, es por la parte de verdad que
contienen.(..)
En segundo lugar, ni la verdad ni el error son sujetos de derecho, sino las personas. Y
una persona tiene el derecho y el deber de adoptar como verdad aquello que con
sinceridad cree que lo es, aun cuando objetivamente sea un error.
Es importante, sin embargo, no confundir la tolerancia con el relativismo ni con el
irenismo.
La actitud “irénica” consiste en no contradecir a los que piensan o creen de distinto
modo, y en disimular las propias convicciones o mantenerlas en secreto.
Debemos decirlo claramente: “La finalidad de la tolerancia es la verdad”.
“Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guardátela” (Machado, 1978).
La tolerancia es buena no porque no haya verdad objetiva y porque las decisiones a
tomar deban ser necesariamente un compromiso entre la variedad de opiniones, sino
porque hay una verdad objetiva, y el mejor modo de acercarse a ella es el diálogo libre.
Naturalmente, el que está convencido de haber encontrado la verdad sobre la vida
humana se esforzará para que también los demás participen de su convencimiento. Lo
único que la tolerancia excluye es la imposición de la verdad por la fuerza.
(...) Como dijo el Vaticano II: “La verdad no se impone de otra manera que por la
fuerza de la misma verdad”. Se trata, por tanto, de mantener a salvo la tolerancia sin
caer en el nihilismo del “todo vale”. (Gónzalez-Carvajal Santa Bárbara, 1991: 134-135)
Educación en la fe en la posmodernidad.
La modernidad nos hizo saber que, si Dios no pasa por la aduana de la razón, no tiene
entrada en el territorio humano.
Si la fe debe ser un obsequio razonable, esa tarea seguirá siendo irrenunciable para
nosotros en la posmodernidad (Gónzalez-Carvajal Santa Bárbara, 1991: 134-135)
24
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
SEGUNDA PARTE
25
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
La cuestión de si lo dicho por el autor es o no, y en qué medida, verdadero, sería una
cuestión no científica; nos sacaría del campo de lo demostrable y verificable, nos haría
recaer en la ingenuidad del mundo precrítico.
En el trasfondo de este modo de interpretación histórica hay una filosofía, una actitud
apriórica ante la realidad que nos dice: no tiene sentido preguntar sobre lo que es; sólo
podemos preguntar sobre lo que podemos hacer con las cosas. La cuestión no es la
verdad, sino la praxis, el dominio de las cosas para nuestro provecho.
Ante tal reducción surge la pregunta ¿Qué es propiamente lo que nos aprovecha? Y para
qué nos aprovecha? ¿Para qué existimos nosotros mismos?
En este reduccionismo se observa una falsa humildad que niega al hombre la capacidad
para la verdad y una falsa soberbia con la que se sitúa sobre las cosas, sobre la verdad
misma, en cuanto erige en meta de su pensamiento la ampliación de su poder, el
dominio sobre las cosas.
Lo que en Lewis aparecía en forma de ironía, hoy lo encontramos presentado
científicamente en la crítica literaria. Por ejemplo en El nombre de la Rosa dice U. Eco:
“ La única verdad consiste en aprender a liberarse de la pasión enfermiza por la verdad”.
El fundamento para esta renuncia inequívoca a la verdad estriba en lo que hoy se
denomina el “giro lingüístico”: no se puede remontar más allá del lenguaje y sus
representaciones, la razón está condicionada por el lenguaje y ligada al lenguaje. “Lo
que se denomina pensamiento es puro lenguaje” .
Según esta posición, hoy ya no hay una verdad a buscar más allá del texto, sino
posiciones sobre la verdad que concurren entre ellas, ofertas de verdad que hay que
defender ahora con discurso público en el mercado de las visiones del mundo.
Frente al giro lingüístico Kreiner advierte con razón: “ el abandono del convencimiento
de que se puede remitir con medios lingüísticos a contenidos extralingüísticos equivale
al abandono de un discurso de algún modo aún lleno de sentido” .
Sobre la misma cuestión en la encíclica se afirma “ La interpretación de la Palabra de
Dios no puede llevarnos de interpretación en interpretación, sin llegar nunca a descubrir
una afirmación simplemente verdadera”. El hombre no está aprisionado en el cuarto de
espejos de las interpretaciones; puede y debe buscar el acceso a lo real, que está tras las
palabras y se le muestra en las palabras y a través de ellas.
El punto central de la discusión de la fe cristiana con un tipo determinado de la cultura
moderna, se pone de manifiesto en la crítica que Flores d`Arcais ha hecho a la encíclica,
justo por en ella se insiste en la cuestión de la verdad. Dice d`Arcais “ la cultura oficial
católica no tiene ya nada que decir a la cultura `en cuanto tal`...” Pero esto significa
también que la pregunta por la verdad está fuera de la cultura “en cuanto tal” . y
entonces ¿no es esta cultura “ en cuanto tal” más bien una anticultura? ¿Y no es su
presunción de ser la cultura sin más una presunción arrogante y que desprecia al
hombre?
Que se trata de tal presunción se pone de relieve cuando d¨Arcais reprocha a la encíclica
consecuencias mortíferas para la democracia e identifica su enseñanza con el tipo
“fundamentalista” del Islam. Argumenta remitiendo al hecho de que el Papa ha
calificado como carentes de validez auténticamente jurídicas las leyes que permiten el
aborto y la eutanasia. Quien se opone de este modo a un parlamento elegido e intenta
ejercer el poder secular con pretensiones eclesiales, muestra que el sello de un
dogmatismo católico permanece esencialmente estampado en su pensamiento.
Tales afirmaciones presuponen que no puede haber ninguna ora instancia por encima
de las decisiones de una mayoría. La mayoría coyuntural se convierte e un absoluto.
Porque de hecho vuelve a existir lo absoluto, lo inapelable. Estamos expuestos al
dominio del positivismo y a la absolutización de lo coyuntural, de lo manipulable. Si el
26
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
hombre queda fuera de la verdad, entonces ya sólo puede dominar sobre él lo
coyuntural, lo arbitrario.
Por eso no es “fundamentalismo”, sino un deber de la humanidad proteger al hombre
contra la dictadura de lo coyuntural convertido en absoluto y devolverle su dignidad,
que justamente consiste en que ninguna instancia humana puede dominar sobre él,
porque está abierto a la verdad misma.
Precisamente por su insistencia en la capacidad del hombre para la verdad, la encíclica
es una apología sumamente necesaria de la grandeza del hombre contra lo que pretende
presentarse la cultura “tout court”.
A la esencia de la filosofía se opone un tipo de cientificidad, que le cierra el paso a la
cuestión de la verdad o la hace imposible. Tal autoenclaustramiento, tal
empequeñecimiento de la razón no puede ser la norma de la filosofía , y la ciencia en su
conjunto no puede acabar haciendo imposibles las preguntas propias del hombre, sin las
que ella misma quedaría como un activismo vacío y a la postre peligroso. No puede ser
tarea de la filosofía someterse a un canon metodológico, que tiene su legitimidad en
sectores particulares del pensamiento. Su tarea tiene que ser justamente pensar la
cientificidad como un todo, concebir críticamente su esencia y, de un modo
racionalmente responsable , ir más allá de ello hacia lo que le da sentido. La filosofía
tiene que preguntarse siempre sobre el hombre y, por consiguiente, cuestionarse siempre
sobre la vida y la muerte, sobre Dios y la eternidad. Para ello tendrá que servirse hoy,
antes que nada, de la aporía de aquel tipo de cientificidad que aparta al hombre de tales
cuestiones y, a partir de las aporías que nuestra sociedad pone a la vista, intenta abrir
siempre de nuevo el camino hacia lo necesario y lo que se torna necesidad.
En este sentido la llamada de la encíclica es sin duda crítica ante nuestra situación
cultural actual, pero al mismo tiempo está en una unión profunda con elementos
esenciales del esfuerzo intelectual de la Edad Moderna. Nunca es anacrónica la
confianza en buscar la verdad y en encontrarla. Es justamente ella la que mantiene al
hombre en su dignidad, rompe los particularismos y unifica a los hombres, más allá de
los límites culturales, por su dignidad común.
27
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
hombre a Dios las impregna tanto más cuanto mayores y más genuinas son, por ello
llevan impresa la predisposición para la revelación de Dios.
El Papa se vale de la tabla de las naciones contenida el relato de los Hechos de los
Apóstoles 2,7-14 , en el que nos narra cómo es perceptible y comunicable el testimonio
de la fe en Cristo mediante todas las lenguas y en todas las lenguas, es decir, en las
todas las culturas que se expresan en la lengua. El anuncio del Evangelio en diversas
culturas, aunque exige de cada destinatario la fe, no les impide conservar una identidad
cultural propia.
La comunicación entre culturas es posible por la universalidad del espíritu humano,
cuyas exigencias fundamentales son idénticas en las culturas más diversas..
Hay que evitar confundir la legítima reivindicación de lo específico y original de cada
tradición, con la idea de que debe encerrarse en su diferencia y afirmarse en su
oposición a otras tradiciones, lo cual es contrario a la naturaleza misma del espíritu
humano.
28
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
sabemos. La verdad es sustituida por la buena intención; la religión se mantiene en lo
subjetivo, porque no se puede conocer lo objetivamente bueno y verdadero.
La diferencia de las religiones y sus peligros
Las religiones no son todas iguales, tampoco el agnosticismo y el ateísmo.
Hay formas religiosas degeneradas y enfermas, que no elevan al hombre, sino que lo
alienan: la crítica de Marx a la religión no carecía totalmente de base.
Y también las religiones a las que hay que reconocer una grandeza moral y que están en
camino hacia la verdad, pueden enfermar en trechos del camino. Por ej. En el hinduismo
el entrelazamiento con el sistema de castas, la quema de viudas. El Islam, con toda la
grandeza que representa, está continuamente expuesto al peligro de perder el equilibrio,
dar espacio a la violencia y dejar que la religión se deslice hacia lo externo y ritualista.
Y también hay formas enfermas de lo cristiano, por ej. Cuando los cruzados en
Jerusalén causaban un baño de sangre entre musulmanes y judíos.
Esto significa que la religión exige discernimiento entre las formas de religiones y al
interior de cada una.
Con el indiferentismo de los contenidos y de las ideas, que todas las religiones sean
distintas y sin embargo iguales, no se puede ir adelante. El relativismo es peligroso,
concretamente para la formación del ser humano en lo particular y en la comunidad. La
renuncia a la verdad no sana al hombre. No puede pasarse por alto cuánto mal ha
sucedido en la historia en nombre de opiniones e intenciones buenas.
La cuestión de la salvación
Cuando se habla del significado salvífico de las religiones, sorprendentemente se piensa
la mayoría de las veces sólo en que todas posibilitan la vida eterna, con lo cual se acaba
neutralizando el pensamiento de la vida eterna, pues uno llega de todos modos a ella.
Pero así se empequeñece inconvenientemente la cuestión de la salvación. El cielo
comienza en la tierra. La salvación en el más allá supone la vida correspondiente en el
más acá. Uno, pues, no puede preguntarse sólo quien va al cielo y desentenderse
simultáneamente de la cuestión del cielo. Hay que preguntar que es el cielo y cómo
viene a la tierra. La salvación del más allá debe reflejarse en una forma de vida, que
hace aquí humano al hombre y, de este modo conforme a Dios. Esto significa
nuevamente que, en la cuestión de la salvación , hay que mirar más allá de las religiones
mismas y a ese horizonte pertenecen reglas de vida recta y justa, que no pueden ser
relativizadas arbitrariamente. La salvación comienza con la vida recta y justa del
hombre en este mundo, que abarca siempre los dos polos de lo particular y de la
comunidad. Hay formas de comportamiento que nunca pueden servir para hacer recto y
justo al hombre, y otras, que siempre pertenecen al ser recto y justo del hombre.
Esto significa que la salvación no está en las religiones como tales, sino que depende
también de hasta qué punto llevan a los hombres, junto con ellas, al bien, a la búsqueda
de Dios, de la verdad y del bien. Por eso, la cuestión de la salvación conlleva siempre
un elemento de crítica religiosa, aunque también puede aliarse positivamente con las
religiones. En todo caso, tiene que ver con la unidad del bien, con la unidad de lo
verdadero, con la unidad de Dios y del hombre.
29
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley ; como
quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguando su
conciencia....”(Rom. 2, 14 ss)
Pablo no dice: si los gentiles se mantienen firmes en su religión, eso es bueno ante el
juicio de Dios. Al contrario, él condena gran parte de las prácticas religiosas de aquel
tiempo. Remite a otra fuente, a lo que todos llevan escrito en el corazón, al único bien
del único Dios. De todos modos, aquí se enfrentan hoy dos conceptos contrarios de
conciencia, que la mayoría de las veces sencillamente se entrometen el uno en el otro.
Para Pablo la conciencia es el órgano de la transparencia del único Dios en todos los
hombres, que son un hombre. En cambio, actualmente la conciencia aparece como
expresión del carácter absoluto del sujeto, sobre el que no puede haber, en el campo
moral, ninguna instancia superior. Lo bueno como tal no es cognoscible. El Dios único
no es cognoscible. En lo que afecta a la moral y a la religión, la última instancia es el
sujeto. Esto es lógico, si la verdad como tal es inaccesible. Así en el concepto moderno
de conciencia, ésta es la canonización del relativismo, de la imposibilidad de normas
morales y religiosas comunes, mientras que, por el contrario para Pablo y la tradición
cristiana había sido la garantía para la unidad del hombre y para la cognoscibilidad de
Dios, para la obligatoriedad común del mismo y único bien. El hecho de que en todos
los tiempos ha habido y hay santos gentiles, se basa en todos los lugares y en todos
tiempos- aunque muchas veces con gran esfuerzo y sólo parcialmente – era perceptible
la voz del corazón, y la Thorá de Dios se nos hacía perceptible como obligación en
nosotros mismos, en nuestro ser creatural y así se nos hacía posible superar lo
meramente subjetivo, en la relación de unos con otros y en la relación con Dios. Y esto
es salvación. Resta por saber lo que Dios hace con los pobres fragmentos de nuestro
ascenso hacia el bien, hacia El mismo, su misterio, que no debíamos arrogarnos el
querer controlar.
Reflexiones conclusivas
La encíclica habla de un movimiento circular entre teología y filosofía y lo entiende en
el sentido de que la teología tiene que partir siempre en primer lugar de la Palabra de
Dios, pero puesto que esta Palabra es verdad, hay que ponerla en relación con la
búsqueda humana de la verdad, con la lucha de la razón por la verdad y ponerla así en
diálogo con la filosofía. La búsqueda de la verdad por parte del creyente se realiza
según esto en un movimiento, en el que siempre se están confrontando la escucha de la
Palabra proclamada y la búsqueda de la razón. De este modo, por una parte, la fe se
profundiza y purifica y, por otra, el pensamiento también se enriquece, porque se le
abren nuevos horizontes.
La filosofía no debería cerrarse en lo meramente propio e ideado por ella. Así como
debe estar atenta a los conocimientos empíricos, que maduran en las diversas ciencias,
así también debería considerar la sagrada tradición de las religiones, y en especial el
mensaje de la Biblia, como una fuente de conocimiento del que ella se deja fecundar.
De hecho no hay ninguna gran filosofía que no haya recibido de la tradición religiosa
luces y orientaciones, ya pensemos en la filosofía de Grecia y la India, o en la filosofía
que se ha desarrollado en el ámbito del cristianismo, o también en las filosofías
modernas, que estaban convencidas de la autonomía de la razón y consideraban esta
autonomía como criterio último del pensar, pero se mantuvieron deudoras de las
grandes temas del pensamiento que la fe cristiana había dado a la filosofía: Kant, Fichte,
Schelling no serían imaginables sin los antecedentes de la fe, e incluso Marx, en el
corazón de su radical reinterpretación, vive del horizonte de esperanza que había
asumido de la tradición judía.
30
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Cuando la filosofía apaga totalmente este diálogo con el pensamiento de la fe, acaba –
como Jaspers formuló una vez- en una “ seriedad que se va vaciando de contenido”.
Al final se ve impelida a renunciar a la cuestión de la verdad y esto significa darse a si
misma por perdida. Pues una filosofía que ya no pregunta quienes somos, para qué
somos, si existe Dios y la vida eterna, ha abdicado como filosofía.
Jan Ross del semanario alemán Die Zeit, sintetiza con mucha precisión el núcleo de la
instrucción papal, cuando dice que destronamiento de la teología y de la metafísica “no
ha hecho al pensamiento sólo más libre, sino también más angosto” . El no teme hablar
de entontecimiento por increencia, “Cuando la razón se apartó de las cuestiones últimas,
se hizo apática y aburrida, dejó de ser competente para los enigmas vitales del bien y del
mal, de muerte e inmortalidad”. “La voz del Papa ha dado ánimo a muchos hombre y
pueblos enteros, en los oídos de muchos ha sonado también dura y cortante, e incluso ha
suscitado odio, pero si enmudece será un momento de silencio espantoso”.
De hecho si se deja de hablar de Dios y del hombre, del pecado y la gracia, de la muerte
y la vida eterna, entonces todo grito y todo ruido que haya será sólo un intento inútil
para hacer olvidar el enmudecerse de lo propiamente humano.
Entre el polo de lo efímero y del destino último, salta la chispa de la religiosidad. Y así
comienza el trabajo de lanzar el “puente” de centenares y millares de arcadas entre la
orilla humana y la estrella lejana
Y así han nacido todas las religiones, pues en efecto, la religión no es más que el intento
de construcción teórica, ética, y ritual del modo con que el hombre imagina la relación
con su destino.
El poeta inglés T.S. Elliot evoca la tradición religiosa de la humanidad. Los grandes
iniciadores de religiones han propuesto a los hombres sus ofertas de sentido, como si
dijeran: “Venid conmigo, yo os mostraré el camino”, o bien, “Este es el camino de la
perfección” o todavía “ Para ser útiles a la historia, al mundo, éste es el sendero que hay
que recorrer”.
Pero en un cierto punto, continúa el poeta, ha surgido un fenómeno absolutamente
anómalo. No es Uno que haya dicho: “Entre el momento contingente que tú vives y el
significado eterno de ese mismo momento, entre este punto oscuro en que estás y la
estrella más cercana del cielo, es necesario seguir este camino”. No, lo que se ha alzado
es una voz que ha pretendido identificar consigo misma al Destino. Ya no se trata del
hombre que indaga el Misterio, que trata de imaginarse su destino, sino de un hombre
que ha osado decir “Yo soy ese Misterio, yo soy tu destino”. No, “os enseño el
camino”, sino “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
“Entonces llegó, en un momento predeterminado,
un momento en el tiempo y del tiempo
un momento no fuera del tiempo, sino en el tiempo, en lo que llamamos historia:
cortando, bisecando el mundo del tiempo,
un momento en el tiempo pero no como un momento del tiempo,
un momento en el tiempo, pero el tiempo se hizo mediante ese momento,
pues sin el significado no hay tiempo,
y ese momento del tiempo dio el significado.
31
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Entonces pareció como si los hombres debieran avanzar de la luz a la luz,
En la Luz de la Palabra,
A través de la Pasión y el Sacrificio salvados a pesar de su ser negativo:
Bestiales como siempre, carnales, buscándose a si mismos como siempre,
Egoístas y cegatos como siempre,
Pero siempre luchando, siempre reafirmándose,
Siempre reanudando la marcha por el camino iluminado por la Luz,
A menudo, deteniéndose, vagueando, perdiéndose, retardándose, volviendo, pero
Sin seguir otro camino.”
Cuando en una casa nace un niño, a los padres, a los abuelos, a la familia y a los
amigos, les resulta claro que es un hecho. No se discute; hace falta una cama nueva, una
nueva habitación, es necesario pensar cómo mantener al recién llegado, nos
preocupamos de alimentarle, vestirle, protegerle, nos levantamos por la noche si tiene
necesidad de nosotros, Y la fisonomía de la vida cotidiana se transforma y cambia por la
fuerza de este hecho. El cristianismo está “hecho” de la misma manera: ha entrado en la
historia como un niño en la casa de dos esposos. Es un acontecimiento irreductible, una
presencia objetiva que quiere alcanzar al hombre provocándole y juzgándole hasta el
fondo. Jesús dijo a los apóstoles después de su resurrección: “Mirad, yo estaré con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo”
32
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
El cristianismo es un factor dramáticamente decisivo para el hombre sólo si vuelve a
concebir en esta originalidad suya, en esta compacidad factual, cuya fisonomía era hace
dos mil años la de un hombre concreto, pero que ya cuando el vivía tenía también el
rostro de las personas que se unían a él y marchaban de dos en dos a hacer lo que él
hacía y les había mandado a hacer, para volver después a recogerse junto a él. Más
adelante fueron a todo el mundo entonces conocido, como una sola cosa, para llevar
aquel hecho. El rostro de aquel hombre es hoy el conjunto de los creyentes, que son su
signo en el mundo o – como dice San Pablo- su Cuerpo, Cuerpo misterioso, también
llamado “pueblo de Dios”, guiado como garante por una persona viva, el Obispo de
Roma.
Si el hecho cristiano no es reconocido y mostrado en esta originalidad suya, sólo sirve
para ser una sugerencia densa de interpretaciones, de ideas, y quizá, también de obras,
pero yuxtapuestas o, aún más a menudo, subordinadas respecto a todas las insinuaciones
de que sirve la vida.
33
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
inconmensurable unidad que engendra a todos y cada uno de los hombres, la cual es el
principio profundo de la creación.
De manera análoga, el hombre camina hacia su destino, se realiza a sí mismo, viviendo
dentro de ese “hecho” familiar que es la fraternidad de los hombres de Cristo, de los
hombres que se reconocen los unos a los otros y comparten sus pasos porque Cristo está
en medio de ellos.
En oposición, pues, al moralismo que reduce el horizonte de los valores humanos y
obliga a un conformismo culpabilizante, el cristianismo, mediante el planteamiento
objetivo del hecho que lleva al hombre hacia su destino, nos propone la salvación como
gracia, es decir, como algo que nos es dado permaneciendo y perseverando en una
realidad viva. De esta manera, también el hombre adulto se “salva”, esto es, crece, se ve
cambiar con el tiempo, madura, se descubre cada vez más inmanente en Aquel para
quien está hecho, y a Quien toda la naturaleza clama.
Permaneciendo dentro de la organicidad concreta de ese acontecimiento que ha
irrumpido en la historia y que hoy es un pueblo conducido – una realidad étnica sui
generis decía Pablo VI – el hombre se construye y llega a ser una criatura distinta.
Verdaderamente, si uno no nace de un pueblo, es decir, si no florece a partir de una
realidad social naturalmente fundada y orgánicamente identificada, tendrá mucha
dificultad para alcanzar la plenitud de sus factores:¿ qué podrá ser un hombre
engendrado en probeta y criado por un instituto estatal?
34
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Romano Guardini tiene una frase estupenda que define bien, a mi parecer, qué es lo que
se entiende por hecho totalizante: “En la experiencia de un gran amor todo lo que
sucede se convierte en algo que acontece en su ámbito”.
Es ésta una intensidad soberana de la persona: todas las cosas repercuten en ella y
asumen un aspecto distinto.
¿Quizás la cristiandad de hoy carezca demasiado de este amor?
En cualquier caso, es precisamente es fe, totalizante lo que falta a la cristiandad de hoy:
no se enseña como vida. Languideciente y desvitalizado de este modo, el cristianismo
acaba convirtiéndose en pretexto para subrayar aquella cuestión que en cada momento
tenga el beneplácito de la mentalidad en el poder.
La fe se hace cultura
Si la fe cala en todos los aspectos de la vida humana, la fe se convierte en fuente de
cultura, y de una cultura nueva: de otro modo no se encarna y sería como si no
comenzase la redención del presente histórico. Juan Pablo II dijo “Una fe que no se hace
cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada ni fielmente vivida”
La cultura puede ser definida como conciencia crítica y sistemática de la experiencia
humana en desarrollo.
Ahora bien, la experiencia es el impacto del sujeto con la realidad, realidad que en tanto
que presencia le invita y le interroga (“lo problematiza”). El drama humano consiste en
la respuesta a esta problematización (“responsabilidad”) y la respuesta se engendra,
evidentemente, en el sujeto.
La fuerza del sujeto radica en la intensidad de su autoconciencia, es decir, de la
percepción que tiene de los valores que definen su personalidad.
Pero estos valores fluyen al yo desde a historia vivida a la que el mismo yo pertenece.
La genialidad radical del sujeto reside en la fuerza de su conciencia de pertenencia. Por
esto el Pueblo de Dios se convierte en nuevo horizonte cultural para cada sujeto que
pertenece a él.
35
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Este es, por consiguiente, el método propio de aquel Hecho para “convertir” al mundo:
que esta unidad se haga visible, en todas partes. Sin esto no se sostendría una
religiosidad cristiana.
Así lo afirmaba con vigor Pablo VI:
“ ¿Dónde está el Pueblo de Dios del que tanto se ha hablado y todavía se habla?
¿Dónde está esa unidad étnica sui géneris que se distingue y se cualifica por su carácter
religioso y mesiánico ( sacerdotal y profético si queréis), que converge en todo hacia
Cristo, como su centro focal, y que todo hace derivar de Cristo? ¿ cómo está ordenado,
cómo se caracteriza? ¿ Cómo está organizado? ¿Cómo ejerce su misión ideal y
tonificante en la sociedad, en la cual está inmerso?.
Bien sabemos que el Pueblo de Dios tiene ahora, históricamente, un nombre que a todos
nos resulta familiar: es la Iglesia.
Esto no es teología esotérica, inaccesible a la mentalidad común del pueblo fiel; es la
verdad altísima, sí, pero abierta a todo creyente y capaz de inspirar ese estilo de vida,
esa comunión de espíritu, esa identidad de sentimiento, ese sentirse solidarios unos con
los otros, que infunde a una multitud de creyentes un solo corazón y un alma sola, como
sucedía en los albores del cristianismo. Debe crecer en nosotros aquel sentido de la
comunidad, de la caridad, de la unidad, esto es, de la Iglesia una y católica, o sea
universal. Debe afirmarse en nosotros la conciencia de ser no sólo una población con
ciertos caracteres comunes, sino un Pueblo, un verdadero Pueblo de Dios.”
Post-scriptum
Cuando uno intuye el Hecho cristiano como verdadero, le es necesario, además el coraje
de reconocerlo como posible, a pesar de la imagen negativa que podamos tener
alimentada por las mezquinas maneras en que ha sido traducido en la propia vida y en la
vida de la sociedad.
36
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Introducción
Cuatro cristianos antiguos en las cortes del XX
Eusebio de Cesárea, Agustín de Hipona, Orígenes y Gelasio son nombres que nos
remiten a una época en la que el cristianismo pasó de no tener relevancia social y
política a conformar el Estado más poderoso del momento. Se trata de personajes de los
primeros siglos de la Iglesia que definieron diferentes fórmulas de relación entre Estado
y la fe que acaba de entrar en la historia. (...).
No es casual que Borghesi recurra a estos modelos ideales para explicar de qué forma se
hace frente a la secularización y resuelve la relación con el poder temporal.
Eusebio de Cesárea –biógrafo de Constantino- entendía que el Estado realizaba en el
tiempo la potencia de Cristo. Era la administración con sus leyes y sus instituciones el
que debía plasmar la dimensión histórica de la Iglesia. Con este planteamiento, el poder
temporal se convertir en el sujeto de la fe, usurpándole su puesto a la comunidad de
creyentes. Esto, en la práctica, supone un sometimiento de la Iglesia al Estado y la
forma más clara de lo que hoy llamamos integrismo.
En la posición contraria, al menos aparentemente, está Gelasio. Este Papa del siglo V
entendió que la Iglesia es la potencia de Cristo en el tiempo y de ahí dedujo que el
Estado debía ser sometido a ella.
La formulación de Orígenes (siglo III) es más difícil de sintetizar en pocas líneas. El
apasionado autor alejandrino se distancia de Eusebio y Gelasio. Los dos parecen haber
olvidado la tensión escatológica (sólo tras la segunda venida de Cristo se manifestará
plenamente su victoria sobre la Creación) que anima el cristianismo. (..) Pero en
37
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Orígenes la tensión escatológica se convierte en escatoligismo, es decir, en un desprecio
de los estados y los ordenamientos civiles del “mundo pasajero”. El alejandrino acabará
adoptando una posición utópica.
¿Pero qué tiene todo esto que ver con la situación presente? El modelo origenista, según
Borghesi, es el imperante en la época del posconcilio. Durante esos años se impone la
imagen de una nueva Iglesia, renovada “evangélicamente” , que se concibe
exclusivamente como sujeto político alternativo, generador de utopías y en lucha contra
el poder. (...) La renovación evangélica propugnada por estas teologías, en muchos
casos, consiste en una reducción de la fe a unos determinados valores morales que
rápidamente evoluciona hasta convertirse en un hipermoralismo. Esta posición con
frecuencia se identifica con la utopía de izquierda laica. (...)
Este enfoque tiende a cerrar definitivamente la dialéctica entre el Reino de los Cielos y
los reinos de este mundo. Se sueña con el advenimiento de un solo Reino en el que se
realicen “las utopías evangélicas”.
Se pasó del origenismo al gelasianismo. La lucha contra el poder del cristianismo
revolucionario se convierte en el proyecto de reconquistar cristianamente el Estado. No
se pretende someter las leyes y las instituciones públicas al ritmo de la liturgia, los
sacramentos o la voluntad de la jerarquía eclesiástica. A estas alturas por cristianización
se entiende moralización.
Una vez dado ese paso no es difícil llegar a Eusebio. La Iglesia, una vez que ha
conseguido influir en el Estado, debe actuar a través de él sólo para solucionar o aliviar
la crisis ética. Estamos en la década del 90 y siguiendo el esquema cristianismo de
izquierdas, cristianismo o de derechos – en lo que tiene de válido como esquema.- es el
tiempo del segundo.
El recorrido de Orígenes a Eusebio, a través de Gelasio, sintetiza la evolución de los
últimos treinta años… Es significativo que durante todo este período se produzca una
hipervaloración de la posición política de la Iglesia. Desde fuera, pero también desde
dentro.
Recuperar a Agustín
Agustín aporta un auténtico vendaval de aire fresco cuando se buscan criterios para una
relación adecuada con el poder político. El santo de Hipona tiene una visión realista de
los ordenamientos jurídicos de este mundo y recuerda que siempre serán ambiguos. No
pueden encarnar el Bien definitivo porque están obligados a realizar la justicia mediante
la injusticia.
(...) Cuando Borghesi repropone las dos ciudades no hay en él dualismo ni
espiritualismo maniqueo. la ciudad de los hombres necesita un buen funcionamiento y
los cristianos contribuirán a su edificación con el realismo de saber cuál es la condición
humana, pero también la indomabilidad que les confiere su experiencia de Redención.
(..) Hablar de la Ciudad de Dios no es pues una excusa para atrincherar a los cristianos
en un gheto. Más bien es el modo de repetir que el empeñarse en la imposición o
difusión de un cristianismo sin gracia es sucumbir a una ideologización de la fe. Una fe
que , de este modo, se convierte en un proyecto siempre merced del poder. Y cuando los
cristianos viven de un proyecto utópico –restauracionista o revolucionario- y no de la
presencia de Cristo, es cuando confunden clericalmente la crisis o el triunfo de
determinadas instituciones o fórmulas con el éxito o la crisis de la fe.
Los miembros de la cuidad de Dios no abandonan la otra ciudad a su suerte ni tiene
como objetivo moralizarla. Saben que una buena organización de la cosa pública es una
de las más nobles tareas y colaboran con ella. Pero son conscientes también que con este
empeño no se puede responder al reto último que implican el sufrimiento y los deseos
38
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
de felicidad. Por eso, sobre todo –también en la forma de hacer política- , proponen la
presencia de Cristo que es lo que les colma el corazón.
Es a esta Presencia a la que consagran su principal afecto y la preferencia de su
inteligencia. Entienden que esta es su mayor aportación al mundo.
(De Haro, en Borghesi, 1997: 24-32).
39
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
derechos humanos- se ha superpuesto a la realidad histórica ignorándola, hasta el punto
que ha impedido captar aquel factor que Niestzche, Gramsci y Peguy tenían bien
presente y cuya ausencia hace que todo proyecto “cristiano” sea vacuo e inconstante: la
desaparición del cristianismo como fe viva y actual. (Borghesi, 1997:97).
En 1950 Guardini publica Das Ende der Neuzeit cuya tesis consistía en que la época
moderna sustancialmente ya había concluido precisamente a causa de la crisis del
cristianismo histórico.
La idea, decididamente contracorriente, dado el énfasis con el cual la posguerra
celebraba el reencuentro entre cristianismo e Ilustración liberal con miras
antitotalitarias, presuponía una lectura exacta del proceso de secularización Para ella la
modernidad, en sus valores fundamentales, se presentaba como resultado de un hijo que
renegaba de su padre. Según Guardini, la “ambigüedad” de lo moderno estaba en esa
doble relación que establecía con el cristianismo: por una parte lo negaba, o por lo
menos consideraba insignificante el contenido de la Revelación; por otra, presumía que
sus fundamentos eran precisamente los valores que se habían desarrollado bajo la
influencia de la fe. Se establece de esta manera “un doble juego que, por una parte,
rechaza la doctrina y el orden cristiano de la vida, y, por otra, reivindica para sí mismo
las consecuencias humanas y culturales de esa doctrina. De ahí las incertidumbres del
cristiano en sus relaciones con la época moderna. En ella veía ideas y valores cuyo
origen cristiano era evidente, y que, en cambio, eran declarado propiedad común. Por
todas partes encontraba valores esencialmente cristianos, que, en cambio, estaban
dirigidos contra él.” Ante un mundo que, a nivel “natural”, es “ya cristiano”, el
creyente, cuando no se lo considera superfluo, puede solamente hacer las funciones de
guardián de un orden que otros han ya predispuesto, guardián de un humanismo cerrado
y autosuficiente. Todo esto, según Guardini, estaba llegando a su conclusión. El proceso
de secularización que había producido infecundidad de la fe llevaba consigo el fin de la
modernidad y con ella el fin del cristianismo “moderno”. DE esta manera el nudo
central de esta “deslealtad” moderna, la apropiación de lo contenidos de la gracia a nivel
natural, podía deshacerse.: “Estas ambigüedades acabarán. Se considerarán como
sentimentalismo los valores cristianos secularizados, y la atmósfera resultará purificada.
Llena de hostilidades y peligros, pero limpia y despejada” (Borghesi, 1997: 100).
El catolicismo tradicional, que era todo lo que quedaba de la “cristiandad”, se
demostraba incapaz de colmar la separación entre la fe y la vida. De lo que no se
hablaba, pues se daba como presupuesto obvio, era del anuncio del hecho cristiano: “La
esencia del hecho cristiano no constituía una propuesta de vida”. (Borghesi, 1997: 101).
40
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Feuerbach, los testimonios del cristianismo moderno nos parecen “testimonios de una
carencia” porque dicho cristianismo parece vivir sólo “de las limosnas de los siglos
pasados”.
Esta nueva realidad constituye para la fe una provocación radical, en una forma que
repite, analógicamente, la condición del cristianismo naciente en el contexto de un
mundo pagano ignaro de su mensaje. En un horizonte semejante no aparecen en primer
plano la institución o la tradición cultural, sino la persona. “Este es el tiempo –declaraba
Guissani en 1980- del renacimiento de la conciencia personal. Es como si ya no se
pudieran hacer cruzadas o movimientos. ... Cruzadas organizadas, movimientos
organizados. Un movimiento nace precisamente cuando se reaviva la persona. Es algo
impresionante”.(Borghesi, 1997: 102).
“¿Qué es, en efecto, el cristianismo? ¿Es acaso una doctrina que se puede aprender en
una escuela de religión? Es tal vez una lista de leyes morales? ¿Es quizás un conjunto de
ritos? Todo esto es secundario, viene después. El cristianismo es un hecho, es un
acontecimiento(...) Un acontecimiento que le acontece, antes de toda consideración, al
hombre religioso o no religioso. Es la percepción de este acontecimiento lo que resucita
o potencia el sentido elemental de dependencia y el núcleo de evidencia originarias que
llamamos “sentido religioso”.
Históricamente, ese acontecimiento asume el rostro de quienes Le reconocen, de
quienes Le pertenecen, de manera que la comunidad cristiana es signo y señal real de la
Presencia de Cristo. “La comunidad, amistad entre nosotros –esa emergencia de la
Iglesia que nos ha atrapado- es literalmente el lugar de la continuidad del
Acontecimiento de Cristo –de aquel Acontecimiento que hace dos mil años, de aquel
encuentro con Simón, con la Samaritana, con Zaqueo. La comunidad es el lugar de la
continuidad de aquella mirada, de aquel toque, de aquel acento, que nos ha dado el
presentimiento de vida nueva, de promesa de vida verdadera, y que ha hecho que
estemos juntos. La comunidad es el lugar de la continuidad de Cristo, el lugar del
Acontecimiento de Cristo que nos ha tocado. Como dice Guissani repetidamente: “El
gran Hecho de Su presencia emerge corporalmente en una compañía, como ámbito en
el que el Misterio de la Iglesia, como lugar propio de la Presencia de Cristo, nos aferra
de manera viva. “Corporalmente”, es aquí analógico, pero la analogía establece,
identifica, una verdad real”. (Borghesi, 1997: 104).
Existe la certeza de que “la emergencia del hombre, la reconquista de la identidad, es
posible no por un razonamiento o una autorreflexión, sino sólo por un encuentro: el
encuentro con una realidad humana viva”. Una realidad que es una diferencia
cualitativa, una diversidad que atrae en la medida en que corresponde al corazón del yo.
Por esto “la persona se reencuentra a sí misma en un encuentro vivo, es decir,
encontrándose con una presencia que suscita una atracción y le provoca para que
reconozca que su “corazón” , con todas sus exigencias, existe. El yo se encuentra a sí
mismo en el encuentro con una persona que lleva consigo esta afirmación: “Existe
aquello para lo que tu corazón está hecho! Ves, en mi, por ejemplo, existe”.
La emergencia del yo, del yo con sus exigencias originarias, en su corazón, es el
resultado del impacto con el “tú” , con el rostro del misterio que brilla por la gracia en el
rostro de quienes Le pertenecen. Comprendemos aquí en qué sentido para Guissani, el
destino de la fe en el panorama contemporáneo pasa por la persona. Ni las instituciones,
ni la cultura, y ni siquiera la comunidad como entidad colectiva puede ocupar el lugar,
en un mundo poscristiano, de la persuasión de un encuentro personal que repite “el
encuentro evangélico, capaz de reconstruir la vitalidad de lo humano, como el encuentro
de Cristo con Zaqueo”.
41
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
(...) Por esto el renacimiento del deseo, provocado por el encuentro, es el primer gran
límite a la acción devastadora del poder. Por otra parte, es por esto que el poder tolera
menos al cristianismo como Hecho, como presencia real capaz de provocación. “La
fisicicidad de Cristo: esto es precisamente lo que la mentalidad dominante trata de
exterminar”.
Es esta una persecución que no va contra los católicos de la imagen, sino contra los
católicos de la encarnación y de la misión, dirigida no contra los que “cristianamente”
buscan un destino en este mundo, sino contra los que no tiene patria.
Como dirá Guissani en 1982: “Mientras el cristianismo signifique sostener
dialécticamente y prácticamente valores cristianos, encontrará espacio y será acogido
por todas partes. Pero cuando el cristianismo es anunciar en la realidad cotidiana, social
e histórica, la Presencia inmanente de Dios hecho Uno entre nosotros –Jesucristo
presente en su Iglesia-, objeto de experiencia como la presencia de un amigo, de un
padre, de una madre, horizonte total que plasma la vida, último amor, centro del modo
de ver, concebir y afrontar toda la realidad, sentido y origen de toda acción, entonces no
tendrá patria” (Borghesi, 1997: 105) .
42
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
secular división entre Occidente y Oriente, como efectivamente se está intentando. Esta
moral universal es tolerante: admite que alguien, es decir, el católico, puede añadir una
esperanza ultraterrenal, específicamente religiosa en sentido trascendente. Si él se siente
revitalizado al concretar su acción práctica, humana, mejor que mejor: ser católico para
los humanitaristas es esto. Pero se le pone una condición: que reconozca que su fe y su
esperanza son un ‘añadido’; ética y política prescinden de toda profesión religiosa; tener
conciencia de ello significa trabajar por los hombres de buena voluntad; la fe, en
resumidas cuentas, puede llegar a dividir, mientras que el amor, asociado a una ciencia
para todos, une”. (Borghesi, 1997: 53-54).
43
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
ideal de una “civilización cristiana”. Esta civilización podía aparecer como universal, en
su capacidad de actuación, porque sus valores, conforme a una cierta tradición teológica
que concebía en términos no históricos la relación entre el orden natural y orden
sobrenatural, se comprendía como “valores naturales”. La confirmación provenía del
ámbito social y cultural, donde las mismas elites o movimientos que se profesaban ateos
o anticristianos, demostraban asumir la ética cristiana como válida independientemente
de la fe.
(..) Esta derrota señala el límite de la posición ético- jurídica, cuando se la considera
como solución adecuada al proceso de descristianización. Demuestra, en efecto, como
estrategia de una presencia total, no tener en cuenta las consecuencias de aquel proceso:
la disolución y formalización de la misma subjetividad y correspondiente a ello, la
mutación antropológica que induce en el tejido social, mutación que vuelve vacío e
impotente el mismo lenguaje ético. (Borghesi, 1997: 60)
“La Iglesia de Pío XII, propuesta como fuerza moral, incluso como única fuerza moral
(...) es en realidad una Iglesia aislada, en busca de un consenso en torno a sus
posiciones, que no le es concedido (Borghesi, 1997: 61)
“Como afirma Acerbi: “ A pesar de afirmar con un vigor nunca antes alcanzado, las
razones del hombre, la iglesia permanecía aislada también en el plano cultural y social
de manera tanto más clara, cuanto más se aleja del período de entreguerras” (Borghesi,
1997: 61)
“El cristianismo, como presencia estable, consistente y por ello, capaz de tradere
(tradición = comunicación), ya no existe este cristianismo”. ( Borghesi, 1997: 65)
“En tal contexto humano y cultural el cristianismo corre el riesgo de sobrevivir sólo
como esquema. (..) La cuestión esencial entonces, no podía residir en primer lugar en la
defensa de los valores desconocidos por la sociedad civil, sino en el volver a acaecer de
un Hecho que hace posible el milagro del cambio”. ( Borghesi, 1997: 63)
44
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
“Si el lugar propio de la Iglesia se encuentra allí donde el hombre de hoy, por gracia, se
convierte en cristiano, la Iglesia no puede identificarse con una simple “defensa” de los
valores cristianos, con una posición ética. Si fuera así, no sólo hablaría un lenguaje tan
elevado como “extraño” a la vida real, sino que, sobre todo, negaría de hecho su propia
naturaleza es decir, la posibilidad gratuita de la salvación a todos ofrecida sin previa
discriminación. “En cuanto el cristianismo es sostener dialécticamente y también
prácticamente valores cristianos –afirmará Giussani en 1982- encuentra espacio y
acogida en todas partes”. Por el contrario, el cristiano manifiesta no tener patria cuando
la fe es en él apertura real a una Presencia” . “La fe es sólo esto. También la Acton
Francaise quería reformar el mundo en nombre de valores cristianos, pero no era la fe.
La fe es apertura enérgica a una Presencia. Ésta es reconocimiento de un Advenimiento.
(..)( Borghesi, 1997: 66).
45
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
¿Cómo se convierte el posmoderno en cristiano? (..) La interpretación del cristianismo
desde la posguerra hasta hoy ha oscilado desde el misticismo apocalíptico y el
moralismo sapiencial. En el camino hacia atrás desde el Nuevo Testamento al Antiguo
viene a faltar la gran categoría cristiana, la de la “Presencia”, la del acontecimiento de
Cristo como un acontecimiento presente. En esta percepción fundamental está la
posibilidad de un renacimiento cristiano, en la percepción de Cristo como un
“acontecimiento presente”, no en la adhesión a un ideal del que obtener ocasiones para
hacer que los valores jueguen operativamente. (Borghesi, 1967: 77).
Guardini había intuido esto con una claridad muy viva. “En el cristiano, escribía en
Wahrheit des Deinkens, “lo que decide todo, absolutamente todo, pensamiento, acción,
ser, es si la realidad de Cristo tiene sentido, si Él está en la existencia como lo Real, en
última instancia, como lo único Real. Todo lo demás viene determinado en El; por tanto
está vivo o solamente pensado, más bien hablado”.
Que el encuentro hoy tenga lugar con la Realidad de Cristo y no con un “nombre”
vacío, perteneciente al pasado, se debe a la forma de ser de la Iglesia (...). Es esta
dimensión lo que hace posible que “la percepción fundamental de El presente y vivo, no
sea nostálgica o puramente poética, lo que permite sustraerse a la alternativa entre
misticismo apocalíptico y moralismo sapiencial. El hombre posmoderno,
profundamente escéptico, no tiene ninguna razón inmediata por la que hacerse cristiano
si no es el encuentro casual con tipos humanos en lo que la “potenciación de lo
humano” se manifiesta en una “energía de adhesión al ser” más plena.” (Borghesi,
1997: 77)
De esta energía, provocada por la belleza de lo que se ha encontrado, surge una
“reflexión existencial conmovedora, humanísima”, es la “atención a la persona. Te miro
a ti, y al otro al que nunca he conocido, con la familiaridad de un compañero, de un
consanguíneo, de uno que ha estado en el mismo vientre materno, que soy yo mismo”.
“Es una atención a la persona, no política, no técnico- administrativa, sino humana: la
atención al otro como el reflejo, la proyección del afecto a sí mismo. El afecto al yo que
es el otro como proyección de la conciencia de la irreductibilidad que tú eres, que soy
yo”.
“La irreductibilidad del yo es el resultado de la relación viva con Cristo. En esta
irreductibilidad, de este tierno y frágil “yo” que se hace absoluto sólo en aquella
relación, se juega entonces toda la “novedad” cristiana en una era, la posmoderna, en la
cual los sujetos aparecen cada vez más como máscaras vacías de una comedia viva,
cuyo final no es ni trágico ni cómico sino simplemente indiferente” (Borghesi, 1997:
79).( Borghesi, 1997: 79).
46
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
TERCERA PARTE
47
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
acomodamiento vital, que a la postre solo puede provocar remordimiento y
frustración. El proyecto ha de ser el compromiso constante y cotidiano de la
formación perfectiva de los hábitos que no se logra por un automatismo
irracional, sino por la reiteración voluntaria y amorosa de las conductas
específicamente humanas, en vista de conductas cada vez mejores y más
excelsas que son las que perfilan la auténtica perfección de la persona humana.
En esta empresa, los maestros han de mantener una vigilia constante y
respetuosa a la vez, para acometer la delicada tarea de “educar la autonomía”. Se
exigirá entonces, revalorar para ello conceptos olvidado: Esfuerzo, sacrificio, en
la conversión al ser, a la verdad y al bien, por la ruta del heroísmo y de la
santidad.
Una auténtica oferta pedagógica realista es la de educar para saber vivir, que no
es el “vivir bien” sino el “bien vivir”, vivir una vida específicamente humana,
para lo cual se exige la educación como “saber de vida” y “saber que transmite
vida”. El “saber vivir” no puede sino incluir, entonces, una triple sabiduría: la de
saber pensar, saber amar y saber actuar. Este proceso se realiza a partir de
aquellas primeras luces naturales de la razón que guían hacia lo mejor y más
conveniente de la índole humana. Y si lo natural reconoce un supremo Hacedor
Providente, la educación del hombre que allí tiene su origen, ha de reconocer un
Supremo Maestro. “ La luz de la razón por la que captamos los principios
evidentes por sí mismos, ha sido colocada en nuestro interior por Dios, como
una semejanza en nosotros de la Verdad increada. Ahora bien, en tanto cualquier
doctrina humana no puede tener eficacia sino en virtud de tales principios,
acaece que sólo Dios es quien principalmente enseña desde nuestro interior,
como la naturaleza es la que principalmente sana desde dentro”.
48
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
escuela tiene que ser una pieza importante en la reformulación de una nueva utopía, de
una idea motriz capaz de entusiasmar e integrar las energías y capacidades de los seres
humanos de este cambio de milenio o, dicho más modestamente, capaz de colaborar en
la creación de un modelo humano donde todos quepan socialmente” (Mardones: 26).
La Escuela vocación humanista – y con mayor razón si se dice cristiana- tiene que
colaborar para formar personas solidarias”. (Mardones,1997: 28)
Algunos signos del cambio de orientación:
1) El descubrimiento del tiempo disponible como nueva ocasión
2) La valoración del presente como momento de la vida real.
3) La posesión de vida antes que la posesión de muchas cosas.
4) El individualismo solidario o altruistas de los “hijos de la libertad”. (Mardones,1997:
31)
Frente a esta postura, sugerimos que el docente proponga al alumno una propuesta a
verificar.
La sociedad del trabajo precario exige una educación profesional abierta y flexible. Hay
que rechazar la idea de que la sociedad del futuro exigirá menos educación y menos
capacitación profesional
Esta Escuela a la altura de la circunstancias requiere una pedagogía y un educador más
preocupado por formar las mentes que por llenarlas de datos;: por amueblar una serie de
disposiciones mentales, más que por dotar de mucha información. Se trata, en
definitiva, de enseñar más a manejar el cerebro que a ocuparlo en el almacenaje de
cosas.
Los expertos en el tema llaman a esto una “pedagogía formal” más preocupada por
educar en la “forma mental” que en los contendidos que pasan y envejecen y tienen que
ser sustituidos por otros. (Mardones,1997: 37)
49
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
En este flujo sin término de sociedad y tradición, ésta queda fijada con más fuerza y
nitidez y, sin duda, la novedad de quien estrena la vida que se le transmite comunica a la
tradición visiones y acentos que ya estaban potencialmente contenidos en ella. La
tradición viva se renovaba sin cesar.
La escuela ha sido entendida como la transmisora de una tradición.
Esta tarea ha sido relativamente fácil en una sociedad estable. Las cosas se han
complicado cuando hemos entrado en la sociedad moderna con cambios múltiples y
acelerados. En este momento la cultura toda comienza a vivir el impacto de la sociedad
en movimiento vertiginoso.
¿Qué le pasa a una Escuela situada en una sociedad que se dice contemporánea a todas
las culturas del mundo y, al mismo tiempo, plural y relativista hasta los tuétanos?
(Mardones,1997: 37).
¿Podrá aportar la escuela algo más que esperanza a la superación de esta triste
confrontación entre cosmopolitismo y localismo nacionalista, o sólo podrá ser un fiel
reflejo de la realidad donde vive? . (Mardones,1997: 50).
“...lo que es previsible dentro de una sociedad donde el pluralismo cultural empuja hacia
el relativismo de los comportamientos, valores y visiones del mundo y de la vida, es la
necesidad de algunas certezas. Especialmente el campo de lo religioso y moral es
terreno abonado para este anhelo de certezas. A este incertidumbre del relativismo y de
la sociedad de la elección, le saldrá al paso la contrarréplica de la seguridad doctrinal y
cosmovisional.
La Escuela será, inevitablemente, uno de los lugares donde esta lucha o forcejeo de
posturas tratará de asentar sus posiciones.
La educación será seriamente desafiada a proporcionar las elementales certezas con las
que vivir una vida humana, a la vez que procurar la apertura para poder ser ciudadanos
de un mundo planetario y multicultural (Mardones, 1997: 52) .
No queremos decir que desaparezcan las tradiciones, aunque corran peligro, sino que
éstas son vistas como tradiciones y captadas en su relatividad mutua.
Esta pérdida del “hogar” cultural que supone la destradicionalización hace emerger un
“orden social postradicional mucho más frío e inseguro que el precedente. El cierzo de
la incertidumbre sopla sobre la mayoría de nuestras mentes y de nuestros corazones. No
tiene nada de extraño que muchos espíritus se sientan a disgusto de tal orden inestable y
busquen la estabilidad de sentido acudiendo a interpretaciones que les den la seguridad
requerida. Estamos ante la actitud fundamentalista (Mardones, 1997: 49.)El mundo
abierto y cosmopolita termina creando posturas reactivas de miedo y de defensa en los
50
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
rincones nacionalistas e insufla oxígeno a las incurvaciones neotradicionalistas o
neointegristas. (Mardones, 1997: 49.)
¿Podrá la escuela aportar algo más que esperanza a la superación de esta triste
confrontación entre cosmopolitismo y localismo nacionalista, o sólo podrá ser un fiel
reflejo de la realidad donde vive? (Mardones, 1997:50)
La educación está seriamente desafiada a proporcionar las elementales certezas con las
que vivir la vida humana, a la vez que procurar la apertura para poder ser ciudadanos de
un mundo planetario y multicultural. (Mardones, 1997:52)
Para responder estos interrogantes que nos plantea Mardones, retomaremos algunos
aportes de Guissani. En Educar es un riesgo Giussani describe la tradición como "aquel
dato originario, con toda la estructura de valores y de significados en la cual el niño ha
nacido, se debe decir que la primera directriz para una educación de la adolescencia es
la leal adhesión a esta tradición". Giussani insiste sobre la necesidad de comprender
que la tradición no es algo muerto perteneciente al pasado. Al contrario, maestros y
alumnos todos describían la tradición como un elemento vivo y fluido, importante para
los estudiantes en el momento específico y algo a lo cual ellos pueden contribuir
personalmente.
Es propiamente a través de la figura del maestro que la tradición se vuelve viva e
importante, ya que es a través de una confrontación de las respectivas ideas que
estudiantes y maestros, juntos, alcanzan a formular un juicio más profundo, una más
profunda comprensión de la materia.
De este modo el profesor cumple un camino con los estudiantes. Es crucial subrayar
que estas confrontaciones no son simplemente un cambio de opinión entre las partes
para arribar a un acuerdo, sino un juicio formulado en base a un criterio. El objetivo es
que los estudiantes desarrollen una conciencia crítica en grado de juzgar cada evento
que encuentran en el curso de la vida. En El sentido religioso Don Giussani enseña que
para no ser alienados o esclavos de la mentalidad común debemos confrontar cada
evento con nuestra experiencia elemental. El maestro representa la ayuda para hacer
esto; no como alguien que impone su propia visión a los estudiantes, sino como alguien
que los abre a horizontes nuevos a través del propio conocimiento de la realidad, la
comunicación de una parte del camino que ya ha recorrido (Riconscente, 2000)
El libro “Educar es un riesgo” de Luigi Giussani (1986), nos indica un camino concreto
para desarrollar esta propuesta, partiendo de dos premisas:
En la primera se define a la educación como “una introducción a la realidad total”,
comprendiendo en esta última palabra, a todas las dimensiones constitutivas de la
persona y a la conexión con todo lo existente.
En la segunda se afirma: “La realidad no se afirma nunca verdaderamente si no se
afirma la existencia de su significado” (pág. 9)
Las directrices esenciales de una adecuado método educativo son:
1- La lealtad con la “tradición”, fuente de la capacidad de “certeza”.
“Si llamamos tradición, aquel dato originario, con toda su estructura de valores y
significados, en el que el chico ha nacido, se debe decir que la primera directriz
para una educación de los adolescentes es la leal adhesión a esta tradición.
51
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
Tal tradición funciona para el joven como una especie de hipótesis explicativa
de la realidad. No se puede hacer un descubrimiento, es decir, un paso nuevo,
un contacto con la realidad generado por la persona, sino mediante una
determinada idea de significado posible, idea más o menos refleja, pero presente
y activa. En el fondo, la hipótesis de trabajo representa aquella certeza en la
validez de la propia empresa, sin la que nada se mueve, nada se conquista. Así,
sin una idea de significado que se presente al individuo en formación,
adecuadamente sólida, intensa y segura, no puede tener lugar aquella admirable
explosión de descubrimientos, aquella admirable continuación de pasos y
aquella cadena de contactos que definen el desarrollo, la educación de un ser, es
decir, su introducción a la realidad total. Es la naturaleza la que exige esto con
una analogía perfecta en todos sus campos. El emprender esta “hipótesis” es
signo del genio; el ofrecerla a los discípulos es la humanidad del maestro; el
adherirse a ella como a luz en la aventura del propio camino es la primera
inteligencia del discípulo”
“Sólo una época de discípulos puede dar una época de genios, puesto quién es
primero capaz de escuchar y comprender alimenta una madurez personal que lo
hace después capaz de juzgar y de afrontar, hasta –eventualmente- de abandonar
aquello que lo ha alimentado.” (pág. 11 y 12)
Las consecuencias de la negación de esta hipótesis son dramáticas,
especialmente por la difundida concepción de que la personalidad sería el
resultado de una espontaneidad evolutiva, sin que sea necesaria ninguna regla, o
guía fuera de nosotros mismos, sin que haya algo de lo que depender. Siguiendo
el pensamiento de Giussani se podrían enumerar del siguiente modo: el
abandono del niño o del joven a la pura reactividad, el escepticismo, el
relativismo, la indiferencia, la visión ideologizada de la realidad, el fanatismo y
la manipulación.
52
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
nutria, siempre nueva en su corazón. No es tanto por aquello que él nos enseñaba
que él nos instruía, porque aquellas cosas en rigor, podríamos haberla encontrado en
un libro. Sino porque nos hizo penetrar en su misma emoción. Decir cómo sería
imposible.”
Levantando el velo de la costumbre, nos ha sorprendido: nos ha sumergido en un
imprevisto flujo de respuestas a nuestras preguntas, un mar de conocimientos que nos
esperaba desde hace tiempo.
Un continuo descubrimiento, sólo es posible motivado por la pedagogía del estupor y
por la didáctica del sorprender, cuyo dinamismo es hacer aprender, invitando a ir
más allá, a descubrir y profundizar correspondencias y juicio, haciendo
experiencia de lo humano universal.
Por esta razón, los educadores son los padres, y los maestros, no el Estado. Porque el
Estado no vive ninguna emoción, ningún estupor, no puede ser portador de la tradición.
No es esa su función en materia educativa.
Es otra y muy importante, como lo dice sabiamente el Principio de subsidiariedad: Le
corresponde hacer lo que no pueden los particulares, las familias, las organizaciones
intermedias, la sociedad, esto es:
Crear las mejores condiciones posibles para que los educadores realicen su tarea,
promover la vitalidad de los sujetos sociales, favorecer la autonomía pedagógica y de
gestión de las instituciones educativas. Más sociedad, le hace bien al estado..
53
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
No basta que el joven oiga el anuncio del ideal; es necesario que él mismo haga presente
el valor ideal “haciéndolo”. Así surge la convicción firme y la propia apertura de la
razón.
“Hoy la educación es deficiente a causa de una orientación racionalista que olvida la
importancia del compromiso existencial como condición para una genuina experiencia
de verdad y por tanto, para una convicción” (Pág. 31)
Sus condiciones:
A) Comprometerse con sus ideas en su ambiente
B) Comunitariamente.
C) Uso del tiempo libre.
54
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
CONCLUSIONES
Para finalizar, proponemos la letra de esta canción escrita por una joven de 18 años:
ENCARNACIÓN
(Claudia Alvarez)
Grandes distancias,
55
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
también grande es la esperanza
para hallar...
Grandes corazones
´porque ante lo más pequeño
reconocieron lo eterno.
Grande es en mí el deseo,
la duda y los miedos
muy pequeño el corazón
los ojos pequeños.
56
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
BIBLIOGRAFIA
GUARDINI R. “ Una ética para nuestro tiempo” Ed. Cristiandad. Madrid , 1974
JUAN PABLO II. Fides et Ratio. Carta Encíclica del Sumo Pontífice Juan Pablo
II a los obispos de la Iglesia católica sobre las Relaciones de la Fe y la Razón.
Roma, 14-09-98.
57
Seminario Sociología de la Educación
Posmodernidad y Cristianismo
Carlos Cantero y Gracia Clérico
VELASCO, Juan Martín. Ser Cristiano en una cultura posmoderna. México,
Universidad Iberoamericana, 1º ed. 1996.
58