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El Almacén

Pura Cortesía

Hay algo conocido en él, esa sonrisa la he visto antes, esa expresión de amabilidad. Se parece
mucho al hombre que atiende en el almacén de la cuadra, aquel almacén que desde que llegué a
este barrio que está funcionando, milenario almacén. Muy parecido al almacén que se me
aparece en sueños y el hombre también, similar a ese que me saluda detrás del mesón onírico,
con esas infinitas estanterías de color arco iris de fondo. Me suena familiar su rostro. Lo he visto
con un niño que me recuerda a un hijo que una vez tuve, que crie en esas calles y que jugueteaba
en ese antiguo almacén. ¿Qué hacen ellos acá? ¿Por qué hoy? ¿Qué día es hoy? ¿Qué es hoy?

Son recuerdos que me invaden, lejanos, monocromados. Y la veo a ella que tanto me evoca
imágenes de mi ¿Acaso soy yo? ¿acaso tengo la habilidad de proyectarme fuera de mi propio
cuerpo sin que nadie lo note?

No.

A ella la he visto hablando con ese hombre tan familiar, pero yo no recuerdo haber hablado con
él ¿o si? ¿en ese almacén para que me alcance algo que está demasiado alto? Los siento cercanos,
a veces, ambos tienen algo que me hace recordarme a mí misma, pero él tiene algo más, un cierto
parecido a un eterno amante que pasó como una nube en un cielo parcialmente despejado.
¿Cuanto tiempo amé? Yo se que el amor inundó mi existencia, recuerdo la sensación en el
estómago, los nervios de no ser correspondida ¿Cuando tiempo ha pasado desde la última vez
que me sentí así?

Y ahí están ellos, en el almacén, a veces veo a uno y a veces a la otra. Se pasean, me hablan, me
quieren.

No entiendo porque ella viene a visitarme tan seguido, ni porque conversa con ese hombre que
no logro borrar de mi mente. ¿Será que comparto casa con esta mujer que me transporta a esa
última imagen que tengo de mi? ¿le estoy arrendando una pieza? ¿me pagó este mes?
Y hay algo más, pelos, humedad en mi mejilla, una cola de lado a lado que mis ojos no pueden
seguir. Siempre que esta ella, esta tambien ese perro. Me quiere, lo noto. Una vez tuvimos un
perro, era el mejor amigo de mi hija y de mi hijo, de ambos por igual. Era un kiltro, mediano,
negro, pata´e calle!, le decíamos, siempre se salía.
Este animal que anda acá a veces, se le parece mucho, casi podría ser hijo del que alguna vez
tuvimos, pero yo reconocería a un hijo, de eso no hay duda.

Con la demencia y el alzheimer ya acomodada en ella, la anciana ve a los fantasmas de su hijo e


hija, mientras que sus carnes se turnan para atender el almacén familiar en el piso de abajo y para
cuidarla día a día.

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