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Gregorio Álvarez
EL
TRONCO
DE ORO
FOLKLORE DEL NEUQUÉN
Editorial Pehuén
PRESENTACION
La gente del siglo actual no logra entenderse del todo con la del que le
ha precedido. Sin embargo, de algunas de las efervescencias del pasado, han que-
dado materiales para toda clase de adaptaciones. De igual manera, el mundo
campesino del Neuquén —del que este libro se ocupa—, difiere del de las
ciudades. El lector no puede dejar de advertir la espontaneidad, entre otras
virtudes humanas, que abunda en el sedimento que he recopilado. Es posible que,
entre líneas, logre desentrañar y valorar conceptos que si fueran expresados en
lenguaje culto, resultarían pálidos e imprecisos. En todo caso, me atengo a lo que
dice esta sencilla cuarteta que aprendí de mis coterráneos de las cordilleras del
norte de mi Neuquén:
Si enseñas lo que aprendiste sin ninguna petulancia,estás llenando de luz el pozo
de la ignorancia.
Y es esto a lo que aspiro.
EL AUTOR.
EL TRONCO DE ORO
De entre el laberinto de sierras que ocupan el ángulo norte de la provincia del Neuquén,
se destaca un cerro que ostenta el eufónico nombre de Domuyo.
No bajan de una decena las veces que lo he visitado. Conozco todo su contorno y la
mayor parte de su amplia cumbre hasta 4.500 metros. No me ha sido posible, ni me lo he pro-
puesto, escalarlo hasta el extremo de sus picachos. En algunos de ellos, la mitología del aborigen
pehuenche ha ubicado la morada de Pillán, cuya divinidad, a imitación del dios Vulcano de la
Grecia inmortal, rige el trueno, el rayo y las tempestades.
Los lugareños suelen llamarlo "el paire", es decir el padre, porque en realidad, con sus
casi 5.000 metros es el más alto de la Patagonia. Es también el verdadero núcleo del sistema de
los montes que forman la precordillera neuquina del norte.
Un temor supersticioso, desde los tiempos de la Pehuenia* incógnita, veda su
escalamiento, porque para infundir respeto, sus poetas o nquempines forjaron leyendas
terroríficas que aún perduran.
La más difundida de entre ellas es la que se refiere a la existencia de un tronco de oro
que alguien descubrió y que se hallaría ahora bajo un ventisquero que los más grandes calores
del sol no alcanzan a deshelar.
La información que doy a este respecto la debo a mi habitual baqueano Ropágito de las
Mercedes Olate, quien es oriundo de la región y ha sido "viviente” como él dice, del cañadón o
Cajón del Chalileo, adyacente al cerro, del que conoce todos sus vericuetos secretos y no
secretos.
Es interesante consignar que Olate no derrocha la prosopopeya que caracteriza al
nütranfe o narrador aborigen del sur del Neuquén; sus relatos o "conversas" como él las llama,
son amenísimas charlas desprovistas de artificio y todo recurso que no sea la precisión objetiva.
Por supuesto, esta cualidad desconcierta a quien acude en busca de lo misterioso y novelesco,
con miras a creaciones de orden especulativo.
Inquiriéndole a propósito de algunas leyendas basadas en ciertas manifestaciones de
carácter mágico atribuidas al cerro, en su charla de tipo vernacular, me dijo lo siguiente:
—"Mire patrón: yo conozco todo el cerro como a las palmas de mis manos; “por lo
consiguient” puedo asegurarle que mucho de lo que se cuenta del Domuyo son “puras
leseras”** nomás. Lo único que puede haber, aunque yo no lo hai visto, es el tronco de oro, del
que tanto habla la gente de por aquí."
—¿En qué se funda usted para suponer que a lo del tronco de oro debe dársele más crédito
que lo que se dice sobre el potro y el toro que cuidan o vigilan a una doncella rubia que se peina
con un peine de oro a la orilla de una laguna?
Olate ríe y contesta :
—"¿No ve patrón que todo eso es fantasía de los puebleros? Naiden ha visto ninguna
laguna ni lo demás que se cuenta. Naiden quiere aventurarse a subir al cerro, porque “se
enoja” y produce tempestades que lo pueden matar a uno. ¿No vio lo que le pasó a usté cuando
subió la primera vez? ¡Y eso que usté es de por aquí y se mostró siempre su amigo!...".
—¿Y usted cree en el tronco de oro?
—"Ese es otro cantar. Posible es que pueda “existir”, porque me lo contó mi padrino,
que vivió muchos años en este Cajón del Chalileo."
—¿El lo vio?
—"No, a él se lo había contao un “campañisto” que tenía a su servicio. La cosa fue así:
El “campañisto” andaba campeando unas ovejas por ese cañadón que usté ve ahora tapao de
bardones de nieve, pero que antes no estaba así. Un redepente oyó el estampido de un trueno y
vio una ñiebla negra que venía escureciendo el cerro desde el norte, del lao de Mendoza. Como
era baqueano del lugar, ya “echó de ver” que se le venía encima una tormenta. Se apuró
entonces a volver a las casas y no se ocupó más de las ovejas.
"Al bajar a lo derecho, con el “riejo” de hundirse en las yeseras, vio a un costao una
piedra parecida a un tronco de árbol, que relumbraba como si fuese de oro. Se desmontó y
oservó. ¡Era un tronco, pero de oro macizo, así de grueso, que estaba bien hundido en la tierra!
Como ya lo envolvía la “escurana”*** y tenía miedo a la nieve voláa que lo podía desorientar,
con todo el dolor de su alma cabalgó de nuevo pero se fijó bien cómo era el lugar, para volver a
buscarlo cuando mejorase el tiempo, y siguió “peligrando” hasta llegar a lo bajo.
"Pudo salvarse por milagro, pero el temporal duró varios días y tapó de nieve toíto
entero el cañadón. Nunca se dirritió del todo, pero el tronco de oro está allí, en lo projundo,
tapao. Hay que esperar un invierno que no sea nevador y un verano de sol bien juerte. Entonces,
habrá que ir a campearlo".
—Y el "campañisto", ¿dónde vive?
—"Yace añasos que murió! ..."
Durante el relato no habíamos apartado los ojos del ventisquero. Lo formaban grandes
bloques de nieve helada que semejaban catedrales, monumentos, mausoleos, obeliscos truncados,
monstruos de variada forma, entre cuyos intersticios la luz, filtrándose en haces, fulguraba con
todos los tonos del azul. El conjunto sugería lo que podrían ser las ruinas de una ciudad polar.
Era una procesión de penitentes y formas blancas que cubrían 1a pendiente hasta el lugar en que
se precipita en cascada el arroyo Chalileo que nacía de su deshielo. El cuadro producía un efecto
en cierto modo macabro. El pensamiento era conducido desde la impresión de la fascinación
hasta la del espanto, y la mente inquieta, se preguntaba: ¿Por qué esa ingente mole de nieve y de
hielo a la que solamente una poderosa fuente de calor puede deshelar, tenga que ocultar precisa-
mente el tronco de oro de la tradición? ¿Hasta qué punto puede darse asidero a una relación
forjada sobre la base de una leyenda en soledades donde todo lo que se ve y se oye es la
expresión de un insondable misterio? ¿Puede negarse que no sea posible la existencia de un filón
de oro en cerros y cordilleras de las que mensualmente se extraen varios kilos de este precioso
metal?....
Pero no sólo el Domuyo ostenta el privilegio de poseer un tronco de esta especie. Don
Alfredo Bucarey, residente en Ranquileo, me ha informado de viva voz, que en el perímetro de
Las Chaquiras, pequeñas lagunas que continúan la serie de las de Epu Lauquén del Norte hacia la
cordillera, para el laíto del norte, existe un tronco de oro. "Un ovejero chileno que solían tener
los Ríos, lo encontró junto a unos”tendíos” de piedra. De noche, este ovejero desprendía con
cincel algunos trozos, los que le producían en Chile, el dinero necesario para pasar los invier-
nos y aun, llegar a hacerse rico"***.
Asimismo, en el cerro Palao, en el norte del Neuquén y dependiente del sistema serrano
del Domuyo, hay un tronco de oro o veta de este mineral, según referencia de don Juan de Dios
Orellana. Respecto de esta última aseveración, don Julio F. Della Chá, estanciero en Cancha,
Huinganco, asegura que un tal Ruperto Leiva, que oficiaba de marucho en su niñez, le contó que
solía viajar desde Chile acompañando a personas de San Fabián y de San Carlos, las que
provistas de sacos de cogote de guanaco, venían en busca de ese oro. Dejaban al marucho en la
orilla de la laguna Turbia, se internaban por un cañadón y volvían con los cueros llenos de
mineral —los que también podrán estarlo de oro puro— y emprendían en secreto el regreso a
Chile.
Hay que admitir entonces, que aquí en este Neuquén que ahora está evidenciando un
empuje avasallador, digno de todos los encomios, existen troncos de oro y otros tesoros.
Pero no siempre tales presencias deben conducirnos a preocupaciones de orden material.
El tronco de oro, título y materia de este libro, es el acervo aún no conocido, de los
campos neuquinos, que el autor en su cariño lo aprecia como un filón dorado. En forma modesta,
pero documentada, pretende salvarlo del ineditismo antes que sea demasiado tarde.
Entre los que le han ayudado en esta empresa, están los amigos espiritualmente sanos y
humildes que felizmente tiene en su Neuquén.
Al agradecerles sus valiosas y desinteresadas aportaciones, les refirma que todo será para
bien de la tierra que nos vio nacer. A ella le presentamos este trabajo. Es sencillo, pero hecho en
colaboración cordial de letrados e iletrados. Trasunta una intención: dar a conocer el alma del
hombre cordillerano del Neuquén, que adhiere, con limpio y fervoroso sentir, al ideario que
expresa nuestro quehacer y aspiración:
“Del Neuquén, por el Neuquén, para la Patria”.
El norte del Neuquén no se muestra tan pródigo en leyendas como el sur de la misma
provincia. La mentalidad de los pobladores de aquella zona no está tan evolucionada para
creaciones de orden imaginativo, se la ve más displicente y sus inquietudes se derivan
preferentemente hacia otrw anwctos del acervo costumbrista y folklórico. Más que a la inventiva,
se muestran preferentemente dispuestos a contar cuentos asimilados de fuentes foráneas, a
"relatar"* décimas, coplas, “contadas”**, difundir "conversas"*** y otras expresiones
simplistas de orden espiritual.
De ello resulta que la elaboración de las pocas leyendas de su acervo regional sea muy
precaria. Como éstas son producto de la subjetividad individual, de apreciaciones de grupos poco
asimilados culturalmente, la creación sólo es la expresión de percepciones de hechos objetivos
que se vinculan a la vida diaria. Son pocas las representaciones de carácter mágico o animista.
En cambio, en el sur del Neuquén, dada la abundancia y complejidad de la función creadora,
queda eximida de todo control la apreciación valorativa en cuanto a lógica se refiere.
Es de observar que los accidentes topográficos y los fenómenos telúricos, actúan como
concausas complementarias. Contribuyen, por vía subconsciente a dar viso emotivo o patético a
las creaciones de la imaginación. Las mayores cumbres del Neuquén, que se hallan en el norte,
así como los lagos, que embellecen el sur, son las fuentes que más frecuentemente suministran
materia para aquella tarea.
*Relatar dice el campesino, para recitar o referir.
** Contada: es una nodetar que se va difundiendo.
***Conversa: chisme.
Además de las leyendas sobre rubias precedentemente desarrolladas, existe la del Tronco
de Oro, la que me ha sugerido el título del presente libro. La imponencia del cerro Domuvo ha
dado también motivo para varias concepciones supersticiosas que los recopiladores han ido
concatenando hasta refundirlas en la que se conoce comúnmente como Leyenda del Domuyo.
Se basa en la observación de los lugareños, quienes afirman que el cerro "se enoja" en
cuanto advierte que algún forastero comienza un escalamiento a pie o una ascensión a caballo. Es
de notar que son frecuentes las coincidencias. Las muestras de enojo son: el rodamiento de
enormes piedras y la producción brusca de tormentas con precipitación de lluvia, granizo, nieve
volada y muerte del audaz que se atreve a violar su cumbre. Lo hace para impedir que se llegue a
conocer un encantamiento que celosamente guarda. Arriba, junto a una laguna, se distrae
peinándose con peine de oro, una joven rubia, muy hermosa, a la que constantemente cuidan, un
toro colorado y un potro de pelaje lustroso y renegrido. El toro es el que arroja las piedras y el
caballo el que con sus corridas y resoplidos, despierta el trueno y origina el rayo.
Copahue es el nombre de un volcán que tiene en su cúspide una laguna que contiene agua
pesada, es decir, rica en hidrógeno al estado naciente. En una hoya de su falda oriental existen
surgentes de agua termal que gozan de altas virtudes medicinales. Al igual que la cumbre anterior
ha sido objeto de creación de leyendas. La más conocida es la publicada por Carmen Arolf, la
que se ha difundido lo bastante como para figurar en el leyendario neuquino. Un cacique llamado
Copahue, se enamoró de una india con la que casó y llevó a sus dominios. La tribu no la acepta y
resuelve hacerle una guerra al cacique. En la acción cae muerto Copahue. Sus compañeros lo
llevan a enterrar en el mismo lugar en que se conocieron los amantes. Al excavar la fosa, brota
un chorro de agua termal, que fue el origen de las famosas termas.
El gran etnólogo y folklorista chileno Tomás Guevara, que fue uno de los primeros
araucanistas que con loable inquisitoria investigó la mentalidad del indio mapuche chileno,
empieza con las siguientes palabras, aplicables a nuestro indio del Neuquén, su libro Folklore
Araucano: "El araucano ha tenido siempre i tiene todavía, una literatura oral no insignificante,
de leyendas, cuentos, fábulas, cantos, proverbios y refranes, que manifiestan cierto grado de
conciencia y desenvolvimiento espiritual."
De igual modo, los araucanistas de nuestro país que, por razón de sus investigaciones han
debido ponerse en contacto estrecho con el indio neuquino, tales como la señora Bertha de
Koessler, Esteban Erize, Juan Benigar, Pablo Groeber, Jorge Rambeaud, Doroteo Prieto, Rafael
Cayol, Willy A. Hassler, salesianos Gardín, Barreto y Rotter y el que esto escribe, han logrado
advertir y compenetrarse de su riqueza espiritual, de la estructura de su pensamiento, forma de
expresarlo, giros de su lenguaje y énfasis que pone en la elocución para acentuar o aclarar su
sentido.
Hemos procurado documentar fielmente en nuestro estudio, el mecanismo prosódico del
paisano de nuestras cordilleras neuquinas, porque al penetrar en el espíritu de su lengua, inclusas
sus formas dialectales, o híbridas, se advierte una expresión genuina en vivencia armónica con la
función ambiental, que es reveladora del amor a los suyos y a la tierra de su nacimiento.
Del mismo modo hemos llegado a apreciar su bagaje mental y conjeturar, ya que no
hemos podido ir más lejos, el proceso requerido para la asimilación de los elementos que del
grandioso panorama de su habitat, logró utilizar. La agreste belleza de sus predios y los
fenómenos telúricos que veía producirse en toda su magnificencia, ya benéfica, ya agresiva,
debieron ser interpretados de manera muy original por su mente acuciosa, pero de escaso
contenido. No cabe parangonarlos con los efectos que producen en el hombre de civilización
europea. Sin fuente alguna para adquirir conocimientos que no fuesen los que le suministrara su
propio ambiente para llenar las exigencias del diario vivir, carente de términos humanos de
comparación, tuvo que esperar largo tiempo antes de verse en posesión de un patrimonio
espiritual aceptable, el que sólo le fue posible obtener por autodidaxia espontánea, referida a la
observación de los efectos.
A esta condición básica de origen y características terrígenas, se agregaron factores
disgregantes: de condición espiritual los unos y de exigencia materialista los más, que crearon a
nuestro cordillerano neuquino una posición mental introvertida y expectante que aún subsiste
como idiosincrasia.
Lo sensible de esta situación síquica es que no le ha ayudado ni ayuda a sus hijos, a
ubicarse dentro de la comunidad de nuestra civilización. Sin embargo, lo anhela fervientemente
porque es proclive a las ventajas de trabajar y aspirar al igual que el hombre cultivado, que le
habiliten para proseguir la lucha por una existencia más placentera. Sin detenernos a analizar ni
puntualizar los obstáculos que le ha opuesto el hombre de las ciudades con su proceder
arrollador, discriminativo e injusto, su individualismo lo ha conducido a una posición estática de
la que no le es posible evadirse por falta de levadura social que le permita desarrollar un estado
paralelo al promovido por su aptitud para las faenas camperas y ciertas artesanías de tipo regio-
nal.
Las precedentes consideraciones nos aclaran por qué los cuentos que entran en el folklore
de la cordillera neuquina no revelan procesos de bienaventuranza; se refieren a hechos de guerra.
venganzas, maleficios, metamorfosis y brujerías. Son creaciones que reflejan en lo teológico,
ciertas referencias bíblicas y los contrastes de la lucha del bien contra el mal; en lo mitológico, la
reacción del hombre ante acciones temibles de deidades o "espíritus" que están en permanente
acecho para producirles daño; y en lo intimo, la aspiración que nunca se llega a realizar. Es
oportuno observar también que, en algunos casos, coinciden con los asuntos, mitos y
supersticiones que Frazer apunta como materia costumbrista en su maravilloso libro La Rama
Dorada y, en otros, remembranzas de los difundidos cuentos árabes.
Desde el punto de vista humano, casi todas las leyendas y cuentos de aborígenes del
Neuquén recopilados por la señora Bertha de Koessler, de San Martín de los Andes, y los de
otros folkloristas, tienen como objetivo el exaltar el valor moral de la humildad y la prudencia
frente al orgullo; la astucia en oposición a la prepotencia; la conservación de costumbres,
creencias y tradiciones, como aliciente para preservar la unidad sociológica de la raza.
Al particularizarnos con los cuentos neuquinos de proveniencia indígena, diremos con
Bertha de Koessler, que los paisanos que se dedican a narrarlos, aparte de la gracia natural con
que lo hacen, son en general muy diestros en el manejo de la elocución, habilidad muy tenida en
cuenta entre sus congéneres. A falta de confrontaciones se valen de la inventiva repentista,
utilizando las percepciones suministradas por su medio, las que les sugieren una original
creación mental: atribución de condiciones anímicas especiales a seres y cosas.
El relatante o cuentista, comienza con una entonación premonitoria atrayente y pausada,
para ir progresivamente adaptando la voz y el gesto a la naturaleza del cuento, el que también,
para que resulte más efectista, debe concordar con el estado de ánimo y el del día.
Matiza su cuento, fábula o leyenda, con la mímica que el asunto va reclamando.
Gesticula, imita el acento de los protagonistas, el grito de los animales, el canto de las aves, el
murmullo de la brisa en la selva, el ruido de las cascadas, y se coloca en la situación anímica de
cada personaje, procurando poner en evidencia sus cualidades más notorias a fin del mejor
entendimiento del auditorio. De este modo consigue cautivar su atención y lograr que se
despierten los sentimientos que persigue la narración.
Muchas palabras, voces y giros, no pueden ser vertidos literalmente a nuestro idioma,
principalmente aquellas que quieren expresar algo patético o exclusivamente regional. ¿Qué hace
el cuentista entonces? Recurre a la onomatopeya, a la salmodia, al "romanceo"*, al llanto y a una
inimitable cuanto desconocida elegía llamada tayül, con la que logra expresar apropiada y
sutilmente el estado del alma en trance de tribulación o de nostalgia. ¿No revela este desahogo la
posesión de una exquisita sensibilidad para el lirismo y un intuitivo recurso mental para hallar el
elemento artístico complementario?
Ante la rudimentaria pero vigorosa adaptación de este aborigen cuyo acervo está en vías
de una lamentable desaparición, nos parece interesante destacar como mérito para el haber
intelectual del narrador una inclinación vocacional para el arte escénico. A falta de aportaciones
de este carácter, se lo ve poner en práctica recursos que le permiten compensar con un intento
aspirativo, su lamentable estado social. Con la expansión de tal bagaje espiritual y la forma en
que lo vuelca, logra la emoción de su auditorio que le escucha reconocido y absorto. Es éste su
mejor premio.
Las precedentes consideraciones y también una finalidad patriótica de difusión, me han
movido a presentar algunos aspectos del folklore neuquino de proveniencia indígena. Con ello
cumplo parte de un propósito de reparación espiritual cuya demora entristecía el alma. Era
preciso descorrer el velo, que había ocultado hasta hoy, el prístino sentir de un grupo social del
que, en este aspecto, muy poco se había procurado conocer. Pero debo advertir que se ha tenido
que vencer, mediante muestras de confraternal amistad, la suspicacia y posición negativista que,
como el ventisquero que oculta el tronco de oro del Domuyo, ha impedido descubrir totalmente
el alma de los pocos ancianos que aún pueden informar fidedignamente, sobre la vida y
costumbres del pasado, en las cordilleras del Neuquén.
*Canturreo.
EL CUENTO DE LATRAPAY
Los mapuches llaman "hacha del cielo" o Pillán Toqui, en lengua aborigen a un hacha de
piedra que cae como el rayo y se entierra "siete estados" bajo tierra*. A los siete años, sale a la
superficie y da suerte a quien la encuentra. (Prieto).
El hacha de Pillán tiene la virtud de cortar de un solo golpe los árboles que encuentra en
su caída, por gruesos y duros que sean. En esta virtud se basa uno de los cuentos más difundidos
entre los mapuches: el del brujo Latrapay (Lenz) o Tatrapay (Lehmann Nitsche), cuya versión,
recocida por la señora de Koessler y publicada en su libro en alemán intitulado. Indianer
Marchen aus den Kordilleren, es la siguiente:
Había una vez dos hermanos que salieron a correr el mundo en busca de trabajo. Uno se
llamaba Konkel y el otro Pitíu.
Un día, caminaban extraviados, cansados entre la selva y no sabían cómo salir de ella. Se
acostaron sobre una roca, a la orilla de un menuco y se durmieron. Al despertar, se vieron baña-
dos en una gruesa sustancia grasosa descolorida que salía de la tierra en forma de vapor. Si no los
hubiera despertado a tiempo el chiruf chiruf, hubieran dormido para siempre.
Vieron que delante de ellos habían dos hermosos corceles, lujosamente enjaezados con
atavíos de plata. En su desvarío, pensaron que estos caballos eran regalo de sus antepasados que
vivían debajo del lecho grasiento y fangoso del cauce del río.
Estos caballos, por lo mansos, parecían haberlos conocido anteriormente y así podía ser,
porque el abuelo paterno, caudillo y guerrero, fue sepultado con ellos, según costumbre
mapuche.
Aunque aturdidos por el vapor proveniente del mundo de abajo, montaron en los caballos y
dirigidos posiblemente por sus antepasados, llegaron a una ruca**, en la que encontraron a dos
muchachas jóvenes a las que propusieron casamiento, advirtiéndoles que su única fortuna eran
esos preciosos caballos, con los que esperaban comprarlas al padre.
Ellas contestaron que el padre era un hombre malvado y sanguinario, del que habían
escapado. Se llamaba Latra Pay y también Lonco Quelfü (cabeza de pato azul).
Sucedió que Latra Pay, tuvo un perimontu (visión), mediante el cual pudo ver a los dos
hombres, con sus caballos, al lado de sus hijas, las que, como es sabido, tienen su precio y por
consiguiente, ellas deberían haber cobrado y haberle entregado su importe. Llamó a su hijastro y
hombre de confianza, Ñürrü, el zorro y le dijo lo siguiente :
"He visto en un perimontu a dos intrusos que están como si fueran yernos. Quiero que
vayas a lo de mis hijas y lo compruebes."
Ñürrü montó en un guanaco gigantesco cuya mordedura es mortal, y se dirigió a la ruca
de las muchachas.
Al llegar al linde del bosque ya vio a los dos lindos caballos ensillados con sillas de
platería. "Todo esto debiera de pertenecer al Chao Latra Pay", se dijo.
Con todo sigilo, el zorro se acercó a la casa y con risa falsa y palabras chistosas, apresó a
las hermanas. Pero se sorprendió al no encontrarlas, como pensaba, durmiendo con los hombres.
Regresó el zorro a dar parte a su amo, quien furioso, mandó de nuevo al zorro con el mensaje de
que si querían casarse con las hijas, los futuros yernos deberían trabajar para él. Esta exigencia
era el precio; de lo contrario les haría dar muerte.
El primer trabajo era derribar un árbol corpulento que hacía tiempo que le molestaba.
Las mujeres comenzaron a llorar y a desesperarse, diciendo: "Solamente el demonio
puede derribar a este árbol, porque se ha originado en el fuego de un volcán. Es un árbol
ombligo y el Pillán los matará" ***.
Los hombres las tranquilizaron y salieron a buscar el árbol, que resultó ser el más alto del
bosque. Apenas llegaron, empezaron a sentir que se quemaban; entonces atinaron a llamar: "Llu-
via del mar, lluvia del mar, cae abajo". Llamaron así cuatro veces cada uno y, entonces cayó la
lluvia, Del mismo modo llamaron a la nieve: "Nieve del Sur, Nieve del Sur, cae abajo", otras
cuatro veces cada uno, con lo que casi se apagó el fuego. Luego llamaron al hacha Pillán
diciendo: "Pillán Toki, Pillán Toki, cae abajo y derriba a este árbol" por cuatro veces
consecutivas. Entonces escucharon que desde muy arriba venía un ruido que se acercaba cada
vez más y al cuarto llamado, escucharon: Chüli, Chüli, Chüli, Chüli, y vieron caer el hacha entre
las ramas y derribar el árbol que ya estaba apagado. Se lo entregaron al zorro que estaba
esperando y se fueron a su casa.
Cuando el zorro contó lo sucedido a Latra Pay, puso éste cara de espanto y gritó : "El
árbol del fuego****, el árbol del fuego, me han matado estos odiosos hombres. Ahora va a ser
la Piedra del Fuego, que me molesta, la que tienen que dar vuelta".
Cuando el zorro, riéndose y burlándose llevó este mensaje, otra vez lloraron las mujeres
diciendo: "El lonco Quelfü, que era nuestro padre, es un mago. Hace enrojecer árboles y
piedras. No podrán mover esta piedra porque es tan grande como una montaña y es un trabajo
mortal".
Los hombres las tranquilizaron y fueron a buscar la piedra, la que por cierto, era enorme y
de color rojo. Era muy peligroso acercarse a ella porque era la tapa de un volcán en el que día y
noche ardía fuego.
Otra vez llamaron a la lluvia del Sur, cuatro veces y otras cuatro a la nieve del Sur, las
que enfriaron a la enorme piedra y por efecto del brusco cambio del calor al frío se partió en dos
pedazos. Entonces les fue posible desunirlos, socavar y enfriarlos más en el barro. Uno de los
pedazos cayó en una garganta de fuego o "tragadero", pero ellos no se quemaron porque por
consejo de sus mujeres se protejieron empapando sus vestidos en un líquido al que no llegaba el
fuego. Una vez listo el trabajo, se lo entregaron al zorro.
Cuando éste llevó la noticia al Latra Pay, ya éste se refirmó en la idea de que a los
hombres les ayudaba un gran Pillan. Como a toda costa los quería matar, dijo: "Ahora deben
hacer el último trabajo. Yo tengo que atrapar ese sanguinario enemigo del hombre: el Luán. Me
lo tienen que cazar".
Las mujeres se pusieron muy tristes, porque conocían el Luán. Era un animal muy
peligroso que había matado a mucha gente. Lloraban y se lamentaban como niños de pecho.
Decían: "Seguro es que ustedes serán muertos por el terrible Luan... ¡El lonco se ensaña y
persiste en que ustedes sean asesinados!"
Los hombres les dijeron palabras animosas, recordándoles que en las pruebas anteriores
habían salido airosos. Montaron pues, en sus caballos y se dirigieron al lugar en donde estaba el
gran Luán o Guanaco.
Procedieron en la siguiente forma: uno de ellos se colocó, armado de un cuchillo delante
del Luán, mientras el otro se colocó al lado, para controlar los movimientos del monstruo. Este
acometió rápidamente al que tenía el fierro, pero antes de que lo pensara se lo tragó. Dentro de la
barriga del Luan buscó el corazón, que era más grande que una cabeza de hombre, lo hirió y el
monstruo se revolcó cuatro veces en su agonía hasta morirse de veras. ¡Pobre guanaco!
Entonces, el hermano, que quedó afuera, abrió rápidamente el cadáver del guanaco,
arrancó el estómago sacándolo afuera y libertó al hermano que estaba en la barriga. Descuartiza-
ron el animal, se repartieron los cuartos, los cargaron en sus caballos y regresaron a su casa.
Allí llamaron muy alegres a sus mujeres, para que salieran afuera, pero no aparecieron.
Llamaron más fuerte diciendo: "Vengan, vengan las dos a recibir la carne del malvado Luán, de
nuestro asesino". Pero nadie contestó. Las mujeres no acudían como lo hacían habitualmente,
gritando de alegría al salir de la ruca. Una vez más llamaron los nombres, mas como las mujeres
no se presentaban dijeron muy disgustados: "¡Mujeres haraganas, sin corazón! ¡Les vamos a dar
una paliza! ¡Esperen nomás"...
Bajaron muy enojados de sus caballos, pero al entrar en la ruca, las encontraron sentadas,
pero inmóviles y mudas. Y cuando se acercaron más, vieron con gran susto que las dos estaban
sin vida. En seguida supieron que era obra del Lonco Quelfü, que les había dado muerte.
Casi murieron de tristeza y pena, tanto, que "golpearon" de sus gargantas esta maldición :
"¡Diez días debe haber de oscuridad en la Mapu (tierra)! Ni Antu ni Cüyen deben brillar. Deben
apagarse diez días las estrellas. Debe oscurecerse todo el mundo"...
Todo, desde entonces, fue oscuridad y tristeza. Hasta los animales se lamentaban y
lloraban. Solo Konkel y Pitíu estaban contentos porque faltaba la luz. Las mujeres del asesino no
pudieron hacer sus maldades en la oscuridad, pero los demás hombres y animales tuvieron una
pena muy grande.
*El estado, medida antigua, corresponde a la altura de un hombre
común.
**Ruca: Casa o habitación.
***Pillán:"espíritu" o "dueño" del fuego. Árbol ombligo”, en el que
se colgaba el cordón umbilical de un recién nacido.
****Investigando sobre la significación del "árbol del fuego" y el
"árbol ombligo", encontré en La rama dorada, de Frazer, lo si-
guiente: "En la tribu maorí del Tuhou, la virtud de fertilizar a las
mujeres se achaca a los árboles. Estos están relacionados con los
cordones umbilicales de ciertos antecesores míticos, pues los
cordones umbilicales de todas las criaturas que nacían, eran
colgadas en ellos hasta tiempos muy recientes. Una mujer estéril
que abrazase a uno de estos árboles, tendría un niño o niña según
abrazase el árbol por el lado de levante o de poniente".
"La costumbre corriente en Europa —sigue diciendo Frazer— de
poner una rama verde el día 1° de mayo o “día de mayo”,ante la
casa de la doncella amada se originó probablemente de la creencia
en el poder fertilizador del espíritu del árbol".
Por nuestra parte llamamos la atención de la relación "luminarias"
de fuego y "la cruz de mayo", en el folklore neuquino.
Un día se reunieron las aves de patas largas para jugar un partido de chueca. Concurrieron
el flamenco, el choique, la chufla, la garza, el tero y otras más.
También se habían arrimado como mironas, las palomas torcazas, las tórtolas, la lloica
(pecho colorado), la tenca (calandria), el chincol, el chirolilo, el caicadén (porotero), el peuco, el
triuque (chimango), las cachañas y otros pájaros que no me acuerdo. Don Juan, el zorro,
mosqueteaba desde lejos, atisbando la oportunidad de un descuido para entrar a robar.
En el interior de una ramada, que había construido, la tenca freía pasteles y sopaipillas.
Pensaba hacer su negocio vendiéndolas a los ganadores.
El chincol, como atrevido, goloso y entremetido que es, se arrimaba meloso, de tanto en
tanto a la freidora, para ver si pellizcaba algo. Saltando de la mesa al fogón y del fogón a la
mesa, ponía nerviosa a doña Tenca que tenía que advertirle: -¡No me pise el sartén, ño Agustín! ¡
No me pise el sartén, ño Agustín !".
En esto se oyó un gran barullo que venía de la cancha de juego. Era que la bocha había
dado en la canilla del flamenco y se la había quebrado.
Las cachañas, como más alborotadoras, volaron a buscar a la culebra, que era la meica o
curandera, gritando "¡Machi, machi, machi, machi!". Alarmado el caicadén largaba su grito
poroteando: "¡Pronto, pronto, pronto, pronto!".
Al fin llegó la culebra transportada por el peuco en su pico y ya comenzó a enrollarse
para vendar la pata quebrada, cuando se oyó la voz de Juan el zorro que desde lejos aconsejaba :
"¡Atenle con una guasca! ¡Atenle con una guasca!". Y era que el pícaro desde ya abrigaba la
intención de acudir por la noche a comerse el látigo.
Todo anduvo lo más bien, sólo que desde este accidente le quedó al flamenco el vicio de
encojer la pata y manchado el plumaje por la sangre que perdió.
En la discusión y luego en el entrevero que se armó sobre quien había sido el culpable,
resultó herida doña Lloica en el pecho y chillaba : "¡Me pegó con cuchillo! ¡Me pegó con
cuchillo!".
Las palomas torcazas, acurrucadas entre las ramas de un molle, muy aflijidas decían:
"¡Jesús! ¡Jesús!".
Entre tanto, el ñancu, que dormitaba en la punta de una rama seca, fue llamado como
persona de respeto, para hacer de juez en la disputa, pero el pájaro de pecho blanco, con gran
desprecio y sin contestar palabra, levantó el vuelo hacia la izquierda, giró luego hacia atrás y se
fue. Esta actitud puso miedo en la muchedumbre, que la interpretó como de mal agüero, por lo
que se interrumpió la fiesta y cada cual se encaminó a su casa y yo me vine para estos pagos, por
lo que no supe nada más del suceso.
El patrimonio de leyendas y mitos, nos conduce al análisis de las reacciones que hubo de
experimentar el indio ante las percepciones que le presentó el mundo material que le rodeaba.
Advirtió que mentalmente se hallaba ubicado frente a sí mismo; frente al gran misterio de
su aparición en el Cosmos y frente a una realidad objetiva que era el medio físico del cual era
personaje principal. Esta trilogía determinada por su ubicación en el tiempo y en el espacio, lo
condujo:
1)Al análisis de su personalidad hasta donde lo podía permitir su escaso bagaje mental.
2)A la concepción de dos nociones primordiales: la de lo Bueno y la de lo Malo. A cada
una las ubicó en dos entes adversos, equivalentes a la concepción de Dios y del Demonio.
3)A una posición de reserva condicionada frente a la naturaleza, la que según los casos, se
le mostraba, ora hostil, ora favorable.
De este conjunto de factores incidentes, naciéronle sentimientos de amor, de respeto y de
temor.
1} El amor se evidencia particularmente en la afección entrañable a su descendencia y a
la Ñuque Mapu o Tierra Madre, a la que reverencia con el sugestivo epíteto de Cushé que sig-
nifica Vieja, pero con la acepción espiritual y cariñosa que damos al término cuando lo
aplicamos a nuestra madre. Y es que precisamente Cushé designa también al "espíritu" dueño de
la tierra que le pertenece como legado de sus mayores, a la que si se halla ausente (Ca Mapu),
nostálgicamente añora.
2} El respeto ha sido lo que determinó a las tribus primitivas a colocarse bajo la tutela de
ciertos elementos del mundo material que consideraba adictos o ligados de modo mágico a cada
persona. (Ver "Quempeñ" o linaje.)
3} El temor era consecuencia de la duda sobre la forma en que reaccionarían ciertos
elementos de la naturaleza ante el traspaso o adjudicación de importantes atributos esencialmente
humanos. Esta concepción suponía, en tales elementos, una condición receptora, que es aquella
que se ha dado en llamar animismo. Por ella, seres y cosas inanimadas, pasaban a participar de
las pasiones buenas y malas del hombre.
Tanto en lo referente a la creación mítica, como a la trama de los cuentos, leyendas, mitos
y demás expresiones del etnofolklore indígena, se ve vislumbrada una inquietud, o, si se quiere,
una causa. Por rudimentaria que apareciera en cada caso la noción etiológica, el indio la aplicaba,
consciente y reflexivamente, a hechos que rozaban y a veces golpeaban su sensibilidad. Inquirió,
acopió, y comparó hasta donde lo permitió su desarrollo psíquico y contenido mental. A falta de
un bagaje de conocimientos necesarios para asociar ideas y expresar lo abstracto, desplegó su
facultad innata de imaginación y entonces, sí, consiguió complementar y dar el viso telúrico
requerido por cada producción. De este modo resultaba superada en originalidad y calidad.
El análisis etiológico y conceptual de algunas leyendas indígenas del Neuquén, nos
aclarará mejor las ideas expuestas.
Debemos adelantar que ante todo, hemos intentado desentrañar de cada leyenda, una
motivación que pudiera orientarnos hacia la concepción, desarrollo del mito y superstición, para
deducir su finalidad consciente o subconsciente. Su definición objetiva resultará de una
interpretación basada en elementos que deberán buscarse en el ambiente. Así, en toda leyenda,
será posible confrontar :
1*El sentir del hombre frente al hombre.
2*El sentir del hombre frente a una divinidad poseedora o no de atributos mágicos.
3*El sentir del hombre frente a la Naturaleza.
Vaya como primer ejemplo, la Leyenda del Tronador.
El Tronador es un cerro volcánico que se levanta en la región del lago Nahuel Huapi. Su
nombre proviene de los ruidos que emergen de su interior, al parecer, pero que en realidad son
causados por el desprendimiento y deslizamiento de sus ventisqueros. El misionero jesuita P.
Mascardi, ya habría recogido, según las crónicas, datadas en 1670, la siguiente leyenda que ha
sido desarrollada literariamente por la escritora Carmen Arolf.
Linco Nahuel, que quiere decir "Tigre del Ejército", era un cacique muy valeroso y tan
celoso de sus dominios, que no permitía a nadie acercarse a ellos. Para su vigilancia mantenía
centinelas en todas las alturas. Hubo un día en que llegó hasta el pie del cerro una tribu de
hombres enanos. Venían dispuestos a conquistarse un refugio. Eran millares de hábiles guerreros
bien armados, los que, con flechas enherboladas, lograron vencer y tomar prisioneros a Linco
Nahuel y gran número de su gente. Empujáronlos hacia la cumbre y comenzaron a lanzarlos, uno
a uno, al abismo del cráter. El soberbio cacique Linco Nahuel fue obligado a contemplar desde la
cúspide, el doloroso espectáculo de ver cómo los enemigos, a pesar de ser tan pequeños,
despeñaban a sus queridos súbditos. Ante este hecho insólito se estremeció el Pillán o espíritu
dueño del cerro que tiene su morada en el interior del mismo, quien, profundamente disgustado,
por la violación de sus dominios, envolvió de nieve a todos los combatientes, araucano e
instrusos, y los precipitó rodando valle abajo. Solamente respetó a los dos caciques contrincan-
tes, araucanos e intrusos, y los precipitó cuesta abajo y quedaron como riscos que se ven
ubicados frente a frente en el filo del cerro. El propósito que perseguía era el de que escucharan
el fragor incesante que producían los precipitados en la profundidad del volcán.
ETIOLOGÍA DE LA LEYENDA — La determinan los ruidos, semejantes a truenos,
que emite el cerro en forma discontinua que ha originado el nombre de Tronador.
1}Sentir del hombre, frente al hombre. En el presente caso, es el desenfado de los débiles
y cobardes (los enanos), que se consideran seguros al amparo de la protección mutua o gregaria.
En contraposición se puede oponer la actitud soberbia del poderoso Linco Nahuel, que desprecia
y humilla al enemigo que está seguro de vencer porque es pequeño.
2}El sentir del hombre frente a la divinidad. Se manifiesta como la reacción punitiva del
Pillán o espíritu del cerro, que evidencia animismo y poder mágico. Transforma en hielo y roca a
los transgresores de la ley de inviolabilidad de las cumbres, que para el indio son sagradas.
3}El sentir del hombre frente a la Naturaleza. Vida placentera de la tribu en su tierra
engalanada por la naturaleza. Asignación grotesca del ruido de los ventisqueros al desplomarse,
que es asimilado por el indio, a movimientos intestinales humanos. Es también una asignación
animista al cerro.
No haber escuchado el augurio anunciado por tres gritos alarmantes emitidos por el pun
triuque o "chimango de la noche", es el motivo de viso mágico que da origen a la leyenda
aborigen sobre la flor mutisia, llamada quiñilhue por los mapuches del Neuquén. Corresponde al
acervo folklórico del Parque Lanín y ha sido recogida de labios de Alfredo Namuncurá por la
señora Bertha de Koessler Ilg, de San Martín de los Andes, provincia del Neuquén.
Duerme la grey en lo profundo de la noche. La machi o hechicera de la tribu vela. Cuida
la sangre sagrada del animal sacrificado junto al rehue o ara, en la rogativa del nguillatún.
De pronto el silencio se interrumpe por el graznido del pun trinque que lanza su grito de
alerta. La machi sabe que este grito es signo de mal presagio para aquellos que traman algo malo
entre las sombras. Se estremece y sobresalta. Sin embargo, nada decide por de pronto. Espera.
Mientras sus ojos se esfuerzan en un intento de traspasar las tinieblas, oye un ruido sospechoso.
Es la hija querida del cacique que se escapa furtivamente con un joven que es nada menos que el
hijo del cacique de la tribu enemiga, con la que poco antes la suya había combatido a muerte, sin
apagarse el rencor. Fue éste el peligroso suceso anunciado por el pájaro agorero.
La machi entiende que esa fuga, a pesar del lúgubre vaticinio del ave, merece un
condigno castigo, pero resuelve exponer primeramente el caso al Pillán, o deidad de su
devoción. En su invocación le pregunta:
—¿Debo o no dar parte del rapto al padre de la niña?
Como el Pillán le respondiera que sí, la machi acude al toldo del cacique y le delata la
fuga de su hija.
¡Nunca lo hubiera hecho!... ¡Por segunda vez se oye la voz alarmante del pun triuque!.
Furibundo, el cacique, ordena la búsqueda y captura de los prófugos. Estos muy pronto
son apresados y traídos a presencia del cacique y la tribu. Inmediatamente son juzgados y
condenados. De nada les vale alegar que ambos se habían dejado llevar por un impulso
irresistible y que deseaban casarse a la usanza de la tribu. Es inútil. No participar del odio y
rencor que ésta mantiene con la enemiga, es un grave delito que exige un ejemplar castigo. Se
dispone quitarles la vida. Ante esta sentencia que no admite apelación, el pun trinque grita por
tercera vez pero en forma tan aflictiva y doliente, que parece una humana imploración. Sin
embargo nadie repara en el fatídico anuncio.
Los jóvenes son maniatados y expuestos desnudos a la befa y vituperio de la turba que
con lanzas y machetes les inflingen la más horrible de las muertes. Sus hermosos cuerpos, dignos
de las alabanzas de los dioses, son reducidos a piltrafas sangrantes que se dispersan para
alimento de los perros, pues ni sepultura se les concede.
A la mañana siguiente, los ejecutores de tan bárbaro crimen se asombraron ante un hecho
extraordinario. En el lugar del suplicio y ejecución de los jóvenes amantes, habían nacido flores
de plantas nunca vistas hasta entonces. Eran unas hermosas flores circulares, parecidas a
margaritas, pero de largos pétalos carnosos de color rojo, que expandían su tersura hacia el sol al
que parecían reclamarle un rayo de ternura. "¡Quiñilhue! ¡Quiriilhue!...", exclamaron
aterrorizados los primeros que las vieron y Quiñilhue les quedó como nombre.
Las flores eran producidas por una enredadera que se abrazaba a los árboles y arbustos,
tal cual se abrazara la infortunada pareja cuando el cacique la expuso al escarnio de la tribu.
Desde entonces los mapuches avergonzados y arrepentidos, empezaron a
venerar la flor Quiñilhue, llamada Mutisia por los huincas u hombres blancos. Estos ignoran que
ella recuerda un martirio impuesto por hombres injustos en la tierra; pero las almas representadas
por la flor de pétalos bermejos amparadas por Futa Chao en el país del cielo, seguirán amándose
felices más allá del trance que llamamos muerte.
EL BURRITO DE LA SAL
Cuando Nguenechén hizo el mundo (Vuta Mapu) hizo la luz, el cielo e hizo al mapuche
con la piel blanca. Pero como el sol no era amigo de los mapuches al verlos comenzó a calentar
de tal manera que aquéllos fueron perdiendo su primitivo color y se pusieron negritos. Si no
hubiera intervenido a tiempo el señor Nguenechén los hubiera aniquilado nomás. Los salvó
haciendo la luna, que ella sí es mapuche. Les alumbra sin calor y les permite que viajen de noche
(derechos) sin perder el camino ni "torcerse" hacia ningún lado.
Algunas veces Nguenechén para probar los sentimientos de los mapuches se aparecía bajo
la forma de un viejito que pasaba observándolo todo y les preguntaba qué semilla habían
sembrado. Generalmente éstos respondían la verdad y Nguenechén decía: "¡Que se produzca
todo!".
En una ocasión, sin embargo, un mapuche malo o que se hallaba amostazado respondió
que había sembrado piedras. Entonces Ngumechén contestó: "¡Que se vuelva todo piedra!".
Y es por ese ese escarmiento que los mapuches dicen siempre la verdad.
EL MUNDO ANTIGUO
Colaboración de Doroteo Prieto recopilada de Luciano e Ignacio Huenufil.
Esta es una narración Cuifiche, es decir de personas antiguas desde los abuelos para atrás.
El mundo viejo, según los mapuches, se llamaba Cuifi Chipantu* y era plano, muy parejo
y no existían plantas, ni ríos, ni lagos, ni cerros, Por lo "consiguiente" viendo Nguenechén la tris-
te vida que pasaban sus hijos, los mapuches, acabó con ese mundo. Hizo subir las aguas y colocó
una loma de tres caras que llamó Tren Tren. Esta loma subía a medida que las aguas aumentaban.
Cai Cai, la serpiente, gritaba constantemente: Cai Cai, Cai Cai, para advertir a los
mapuches y pudieran salvarse.
La loma subió tanto, que llegó al Huenu Mapu (país del cielo), en donde el sol calentaba
tanto que tuvieron que cubrirse la cabeza con los Thrrelev o sombrero de greda cocida para no
quemarse.
Una vez que se acabó todo el Cuifi Chipantu (mundo viejo), el que era inservible para el
mapuche, bajó Nguenechén y plantó el “pehuén” (araucaria) que al poco rato comenzó a dar el
fruto Nguilliú o sea el piñón de las cordilleras.
Además plantó toda clase de Plantas y todas dieron fruto. De la semilla que caía nacía
inmediatamente la planta en seguida daba fruto; por eso el indio pehuenche tuvo abundante
comida, sombra y abrigo, poblándose el Pehuén Mapu con árboles.
Cuando terminó de subir el agua, "un casal de hermanitos, niña y niño, se salvaron".
Nguenechén entonces dejó hechos los ríos, los lagos, las montañas y la tierra cubierta de pasto,
no seca como estaba en el Cuifi Chipantu, en el que sólo había trufquén (cenizas).
Después de haber creado el mundo nuevo para que viviera el mapuche, Nguenechén
durante el sueño, les dejaba encontrar algún animal cerca de ellos, para que los utilizara según se
les ocurriera.
En cuanto a la alimentación ya dijimos que Nguenechén había creado el pehuén, cuyo
fruto, el piñón, "no hace daño ni al viejo ni al niño, quienes nunca se enferman de su panza".
El casal de niños salvados, llegados a grandecitos no se animaban "a usar de sus
cuerpos", es decir, tener relación carnal, por cuanto sabían que no era permitido entre hermanos.
Pero un día que estaban fogón de por medio sentados, viendo que su hermana nada le hablaba de
amor, a pesar de que ella tenía deseos de hacerlo, él saltó** el fogón que lo separaba, la agarró y
le dijo: "Para que haya vida y haya descendencia tenemos que usar nuestros cuerpos"; por ello
el hombre todavía tiene que hablar a la mujer, de lo contrario sería ella la que se declararía al
hombre porque así fue dispuesto por el señor Nguenechén.
*También se puede pronunciar Tripantu.
**El muchacho saltó porque vio las partes
pudendas de su hermana.
OTRA VERSION.
La señora Inés de del Hoyo, de San Martín de los Andes, me ha dado la siguiente versión:
Se busca un nido de jote que albergue pichones, en lo alto de un árbol. Uno de los
pichones, empujado por el hombre interesado en poseer el talismán, cae al suelo. En su afán de
alimentarse traga una piedra y se atora; por consiguiente muere. La piedra obtenida se la utiliza
como en el caso anterior, si se quiere hacer invisible.
VERSIONES CHILENAS.
En Chile, según Vicuña Cifuentes*, existe la misma superstición, pero la invisibilidad se
obtiene mediante tres procedimientos:
1.— En un lugar oculto de la montaña, donde hayan muchas hormigas, se hace un
corralito dentro del cual se encierra, por la noche, una rana viva. Inmediatamente débese regresar
sin mirar atrás ni hacer caso de llamadas o insultos que pudieran proferirle al interesado. Si en la
noche del quinceavo día vuelve éste al lugar, encontrará el esqueleto de la rana, porque las
hormigas habrán dado cuenta de sus partes blandas. Si entonces lleva los huesos a su casa y
delante de un espejo se los introduce uno a uno en la boca, comprobará que hallará el que ya no
le permite verse; ése será el huesecillo mágico; con él podrá hacerse invisible cuantas veces
quiera, siempre que se lo introduzca en la boca. La duración de la virtud es indefinida.
2. — Se hace cocer, vivo, un gato negro, hasta que la carne se desprenda por sí misma del
esqueleto. Separados los huesos, se los debe llevar a la boca, uno a uno, delante de un espejo,
hasta encontrar el que lo haga invisible.
3.— Se agarra un gato negro en el que previamente se haya comprobado que no tiene un
solo pelo blanco. Se le introduce un haba en cada orificio natural y se lo lleva a enterrar,
invocando al Demonio, diciendo: "Lucifer, Lucifer: riego esta planta que es tuya, pero que yo
cuido para mí". Al cabo de unos días se verá brotar una planta de habas; cuando llegue el tiempo
de cosecharla, deberá tomar las habas una a una, y llevarlas a la boca delante de un espejo, hasta
encontrar una que lo haga invisible.
*Vicuña Cifuentes, Mitos y Supersticiones.
AMULETOS
OTRO AMULETO.
Si un viajero pasando por delante de un zorrino en el momento en que éste golpea sus
manitas, le arroja un pañuelo, al recogerlo a la vuelta le servirá como amuleto para buena suerte.
(Prieto.)
HUESITO DE VIRTUD
Es un huesito que tiene el león en la paleta. Si se coloca en la presilla del lazo, se acierta
siempre en la enlazada, aunque sea de noche, de cualquier animal o bulto.
Consultado el caso con un paisano, éste afirmó que era cierto, pero advirtiendo que el que
lograba poseer tal huesito, adquiría también el hábito de salir de noche y robar, como el león,
debido a la influencia mágica del amuleto.
OTRO.
Cuando una persona viaja a caballo por una región que desconoce y que asimismo, la
región tampoco lo conoce a él, para que no se enojen los cerros, ríos y demás accidentes del
terreno, debe llevar, introducida en la boca, una piedrita del mismo lugar. (Olate.)
BRUJOS Y SALAMANCAS
Aún está muy difundida en la población indígena del sur del Neuquén la creencia en
brujos. Esta provino principalmente de la región de Arauco, es decir, del otro lado de los Andes.
Un vecino de San Martín de los Andes, don Martín Pacheco Rodríguez, entusiasta recopilador de
motivos del folklore musical indígena, estuvo algún tiempo en Budi, invitado por un amigo. Me
refirió que le llamó grandemente la atención el temor de los vecinos de ser presa de brujos,
adivinos y ciertos machis o curanderos que actúan haciendo hechicerías, ya fuere
espontáneamente, ya por encargo de terceros.
La diferencia entre machis y brujos resulta difícil establecer en ciertos casos, ya que
aquéllos suelen apartarse de su línea curanderil tradicional para recurrir a procedimientos que
entran en el dominio de los últimos. Pero éstos son individuos perversos y por ende, incapaces de
distinguir el mal del bien.
Los brujos, según Julio Vicuña Cifuentes, quien les ha dedicado un interesante capítulo
para hacerlos conocer, son de dos categorías: los empíricos o tradicionales, campesinos igno-
rantes por lo común, y los científicos, que son más peligrosos y viven en las ciudades.
Se reúnen en cuevas subterráneas llamadas salamancas, a las que concurren generalmente
metamorfoseados en aves, tales como el chonchón y el guairavo y también montados en alguna
rama de latué o de algún otro árbol de los llamados malignos o diabólicos.
En las salamancas realizan fiestas consistentes en banquetes y bailes que degeneran en
orgías báquicas cuya descripción desafía todo lo imaginable.
El oficio de los brujos es producir efectos maléficos en personas, ya sea en forma de
“rociada” o maldición terrorífica llamada también "mal tirado", porque se envía desde cualquier
distancia, en castigo o venganza de orden personal, o bien bajo la forma de "daño" o "mal
impuesto", mediante procedimientos realizados sobre prendas íntimas, retratos de las personas
destinadas a sufrir el "daño" o bien sobre animales a los que se les atribuye la representación
virtual de la persona de la víctima.
Otro procedimiento consiste en la preparación de cocimientos de sustancias dañinas o
venenosas en cántaro o botijos, a los que se agregan pelos, uñas, dientes, saliva y esputos de la
persona a la que se le quiere hacer el "daño", dándole a beber el brebaje resultante, el que
también ha sido objeto de un conjuro especial.
Todos estos maleficios pueden sin embargo neutralizarse. Se puede recurrir a brujos más
poderosos, pero también se puede poner en juego los recursos que enseñan las diversas su-
persticiones. Tales son, por ejemplo, el olor del ajo, las tijeras abiertas en cruz, el trazado de la
cruz de Salomón y otros.
En lo que concierne al shamanismo neuquino nos remitimos a la aportación de nuestro
paisano y amigo don Pablo Paillalef.
Los brujos y brujas son sujetos que se someten a varias pruebas que comportan su entrega
al Demonio a cambio del beneficio de satisfacer sus ambiciones y caprichos. Su aprendizaje lo
hacen en las salamancas, reni o tafü, que así se llaman las cuevas naturales de los cerros
reservadas a tal función.
Para concurrir a las salamancs desde los más diversos puntos, se transforman en aves
nocturnas tales como el chonchón o chuncho, el tué tué y el guairavo o garza nocturna.
Por encargo y paga de terceros, ya sea directamente o valiéndose de enanos disformes
que tienen a su servicio, despiden flechitas invisibles (mal tirado o arrojado), de obsidiana o
pedernal, que causan enfermedades cuyo origen desconocen los médicos. Estas flechitas,
llamadas huecuvú, todavía suelen encontrarse en las cordilleras del Neuquén. Estas podían ser
introducidas por otros medios en el cuerpo del enfermo, por los brujos o curanderos.
Subrepticiamente, durante sus sesiones de curandería llamadas machitunes o machitunajes, eran
colocadas en una llaga si se trataba de un herido o ulceroso o también en un orificio natural, de
los cuales simulaban extraerlas mediante succión, acompañada de pases de prestidigitación o de
magia. Se comprende que en sujetos fácilmente sugestionables, se lograra un espectacular acierto
que motivaba la propalación de la cura, que contribuía a la fama del machi, brujo o curandero.
Según el ingeniero Rambeaud, de Las Coloradas, Neuquén. "el dueño de la salamanca
concede el poder para cambiar de ubicación al corazón, de modo que si se lo lancea en la
región cardíaca habitual, el sujeto no muere". Y el paisano dice: "Habiendo cambiado el
corazón de sitio ¿quién lo iba a matar?".
En la provincia del Neuquén existen varias salamancas en cerros que presentan una
característica particular que los distingue de los demás de la región.
Aparte de los que menciona Paillalef en su manuscrito, según Rafael Cayol existe una
salamanca en Hualcupén arriba, es decir, curso superior del arroyo de este nombre. Es tradición
la de no pasar por delante de tal cueva, porque "una bruja se le enanca al que lo hace a caballo".
Si pasa por el lado opuesto, nada sucede.
En el cerro Molún, región del Aluminé, hay también una salamanca, según informe al
autor, de don Eusebio Cisternas, de Quillén. .
Dice Romeo Salinas en su precioso libro, que en el fondo pavoroso de las cuevas
llamadas reni, se reunían en Salamanca o fiesta sabática, brujos y brujas, especialmente en
noches de tormenta. Para ello concurrían brujos de todo el mundo, transformados en animales o
pájaros, o cabalgando, en lugar de escobas como en otras partes, en una rama de latué o de litre,
que son las plantas satánicas de los araucanos. En el interior del antro, los brujos recobraban la
forma humana y participaban en unión de los demás, de las ceremonias más extrañas y las más
desenfrenadas bacanales, como asimismo de juegos o entretenimientos. Así, por ejemplo, se
realizaban partidos del juego de la chueca, o pali, o bien (después de haber conocido el caballo),
de carreras con los mejores parejeros, que eran traídos directamente de las pesebreras de Huecufe
o Satanás.
Un compromiso llamado cédula, sellado con sangre, unía los brujos al Demonio, al que al
llegar la muerte, establecida a plazo fijo, le entregaban su cuerpo y su alma.
Para obtener tales beneficios debían ofrendarle cada cierto tiempo por medio de seres que
los representaban (los huichanalhues), la vida de sus parientes más cercanos, tales como hijos o
hermanos, los que siempre morían en forma misteriosa. Otras veces —sigue diciendo Salinas—
en estas reuniones se condenaba a morir envenenados por el latué, a los jefes, caciques y perso-
nas ricas porque en los funerales se efectuaban comilonas y borracheras a las que los brujos eran
muy aficionados. Guevara dice que también cometían muertes por encargo y por venganza.
Las elchas o doncellas eran las presas más codiciadas para ser víctimas del latué. Con
hojas de esta planta preparaban infusiones o cocimientos solicitados por amantes despechados o
viejos decrépitos. Tales brebajes producían en las inocentes víctimas trastornos mentales o
alucinaciones seguidas de un aniquilamiento de la voluntad que las sumía en un estado letárgico
que era el que anhelaban los perseguidores para sus incalificables satisfacciones.
"Aún hoy —dice Salinas— algunas meicas o curanderas, continúan aplicando el latué en
infusiones. Según ellas media taza trastorna los sentidos y una taza llena produce la muerte."
La acción tóxica del latué se debe a la atropina que contiene en forma abundante. A
propósito de sus efectos se refiere una "contada" que Salinas titula El Latué de Curiñanco en la
que un brujo logró seducir a una doncella tomando la apariencia de su apuesto novio, de cuya
muerte la joven no podía consolarse. El brujo consiguió hacerle beber una infusión de latué, la
que le produjo la ilusión de ver nuevamente al novio, que había vuelto a la vida. Todo había sido
una superchería porque el brujo había tomado la apariencia del novio para conseguir su intento
en forma por demás miserable.
En Taquimilán existe una gran cueva la que por reunirse en ella los brujos se le llama
rëni. En una ocasión el maestro de escuela de la localidad envió a un peón a buscar leña a la
sierra. Este se quedó dormido en el campo y cuando despertó se vio sujeto por dos hombres que
lo agarraron cada uno de un brazo y lo hicieron entrar en el rëni. Allí vio mucha gente que se di-
vertía. Hombres y mujeres desnudos bailaban, bebían y jugaban. De pronto advirtió a dos
hombres que peleaban a cuchillo; uno de ellos le asestó una puñalada en el muslo a su
adversario. A los dos o tres días de haber vuelto a su casa, al asistir el peón a una trilla, vio al
mismo hombre que había sido herido en el rëni. A éste, alguien le infirió una puñalada en el
muslo. La herida se le infectó, se gangrenó a consecuencia de la gangrena murió. Con esta
muerte el brujo había pagado al demonio su aprendizaje.
En el mismo rëni había visto a una yegua a la que un hombre le dio una puñalada en el
vacío. Había sido una mujer transformada en yegua. Se supuso que ésta era una señora paisana
(aborigen) que murió a consecuencia de una hernia que se le estranguló, en el abdomen, en el
lugar equivalente al que había recibido la cuchillada la yegua. Es tradición en el lugar que un
viejo paisano llamado Antical, padre del que tantas veces ha sido informante mío, conjuntamente
con otro llamado Levian habían jugado en el rëni al ahuar cudén*, las almas de la yegua y del
hombre que murió.
En esos mismos años, se desprendió del rëni una gran piedra que rodó hacia el llano. Del
hueco que quedó, salió una gran polvareda que subió al cerro donde está actualmente el
cementerio. Por esa misma época toda la gente que se presumía que concurría al rëni, murió de
chavalongo (fiebre tifoidea). Solamente quedó vivo el padre del Antical actual.
*Juego aborigen, cuyas fichas son habas (leguminosa amún).
Trelque hueeufe. —"Cuero maléfico". Mora en los remolinos de agua. Atrapa a la gente,
especialmente a las jóvenes, y las lleva a lo más profundo de las aguas donde vive.
Ñirivilu o Guruvilu. — Monstruo con cabeza de zorro y cuerpo de culebra.
Alihuén. — Tronco de árbol seco que tiene semejanza humana. Anuncia tempestades cuando
aparece. Hay que hacer un nguillatún o rogativa.
Huitrán Alihué. — Arbol seco forastero. Mismos efectos.
Las nubes. — Respecto de las nubes, los indios neuquinos tienen una creencia sumamente
original. Cuando "tormentea", es decir, cuando se dejan oir truenos, lo que es poco
frecuente en la cordillera, es porque las almas de los antepasados están "boleando"
avestruces en el Huenu Mapu o "país de arriba". Puede también suceder que dichas
almas se hayan trabado en una escaramuza con las de los huincas, o cristianos. En este
caso, silas nubes, por efecto del viento, son empujadas desde el poniente hacia otras
situadas en el naciente, los paisanos se ponen muy contentos. Consideran que las almas
de sus compatriotas están arrollando a las de los huincas o blancos que les llevaron la
guerra por el este.
El Ñirivilu y el Quayelfe.— (Información de Ignacio Huenufil, de Nahuel Mapi): Se llama.
Ñirivilu a una gran serpiente que vive en los grandes ríos. Su nombre deriva de ñiri
(zorro) y de vilu culebra). Este monstruo suele enrollarse en las patas de los caballos que
atraviesan un río nadando y los arrastra a la profundidad con su jinete. La única manera
de defenderse del ñirivilu, al que en la región del Aluminé se le llama también Ngarrafilu,
es la de atacarlo con un cuchillo muy afilado hasta lograr desprenderlo de las patas del
animal. Esta operación solamente puede ser practicada por un queyelf e, nombre que se le
da a un gran nadador, el que además debe ser muy valiente y capaz de zambullirse para
herir al monstruo en la profundidad en donde está aprisionando a su caballo.
En la laguna de Caviahue, el padre de Magdalena Tranamil vio en una ocasión a hombres
negros bañándose. Salieron un momento a la arena de la orilla sobre la que "se tiraron"
un rato a descansar. Volvieron a la laguna y después no se les vio más. Mucha gente
también los vio.
Perimontu o visión. — En Taquimilán (la buena costa o abra), se ve en ciertos atardeceres una
visión que semeja una ciudad con calles, árboles, casas, automóviles, etc. También se ven
algunos árboles verdes si es primavera, pero todo esto no existe, dice mi informante. Es
una "apariencia" que se aprecia desde lejos, pero a medida que la gente se acerca, se va
"disfumando". Un maestro de la escuela local quiso sacar una fotografía, pero no salió.
Aparece los días viernes, días que suelen ser nefastos para los paisanos. Hay épocas de
muchos años que no se deja ver. Son perimontos visuales o auditivos, como el del llanto
de una mujer y el de un jinete que hace sonar las espuelas. En ambos casos, dice Juana
Arias, que ha sido mi informante, los perros ladran alarmados.
La leyenda del Cuero. — Es muy popular en la región de los lagos del Neuquén. Hay personas
que aseguran haber visto a este monstruo al que suelen llamar Trelque Huecufe (cuero
maligno).
Los números y la dirección de las flechas indican la dirección en que deben trazarse
para que surta efecto el conjuro. La de cinco puntas se traza al aire.
** ** ** **
POESÍA Y MÚSICA
NEUQUINA
Muchos años atrás (sesenta tal vez), el maestro Gutiérrez, director del
conservatorio de Música del diario La Prensa, definía la música como el lenguaje del
sentimiento. También la poesía y sobre todo la poesía vernácula, podría comprenderse en esta
definición. Si me he ocupado en recopilar el cancionero del Neuquén, ha sido para exponer ante
el acervo folklórico del país, una modalidad de la expresión popular de la cordillera neuquina en
la que la captación presenta visos de originalidad aún no conocidos.
Este patrimonio se lo verá enraizado en las mismas fuentes que dieron ori-
gen al riquísimo venero que se ha logrado descubrir en las demás comarcas argentinas cuyas
proyecciones se ven en el acervo de la madre patria y demás países de la América latina.
ROMANCE N° 1
Recopilador: Antonio Della Cha, de Tricao Malal (Neuquén).
ROMANCE N° 2
ROMANCE N° 3
Ramón Menendez Pidal, en su libro “Los Romances de América”, trae la siguiente versión, que le fue
suministrada por el doctor Mariano H. Cor nejo, la que se intitula: “Las señas del marido”.
ROMANCE N° 5
ROMANCE N° 6
Recopilado por Muriel M. de Gallo, de Chos Malal.
ROMANCE N° 7
LA CUECA NEUQUINA
Establecido que el folklore es patrimonio cultural que logra pervivir sin modificaciones
en los estratos eminentemente populares, en este trabajo exponemos como expresión espiritual
del hombre neuquino de la cordillera, el aporte de su danza tradicional: la cueca neuquina.
Esta danza se baila principalmente en la región cordillerana pero ahora también en los
ambientes populares modestos de las ciudades del resto de la provincia, sin que esto signifique
exclusividad y que no se la vea trascender a las clases de mayor jerarquía social. Es, pues,
esencialmente folklórica.
Aunque de procedencia chilena, presenta características locales que permiten distinguirla
de su modelo original. Su ritmo, cadencia, tonalidad y estilo, son semejantes, pero no
absolutamente iguales. Y esto se evidencia más si se analiza la letra. Al decir de la folklorista
chilena Violeta Parra, que ha confrontado nuestras grabaciones, la cueca neuquina tiene
individualidad propia y se distingue de la chilena en que ésta es más movida, y, por ende, más
alegre, pero conserva, como aquélla, igual profundidad en el sentir, en la expresión melódica y
en la técnica del rasgueo en la guitarra.
Danza y canto constituyen un todo estructural sin segunda parte, lo que la distingue de las
cuecas cuyana y norteña de nuestro país. Como por efecto de esta modalidad, resulta muy exigua
en duración, la cantora se ve solicitada a cantar otra cueca, la que las más de las veces no tiene
relación de motivos con la ya cantada. Aunque la melodía sea la misma, la letra puede referirse a
temas muy dispares. Otra diferencia, con respecto a la cueca chilena es la escasa variabilidad
melódica, circunstancia que motiva una mayor difusión folklórica dentro del medio.
La letra de la cueca neuquina consta de dos estrofas y un remate, terminación o vuelta.
Esta consta de dos versos pareados, que, a menudo, son asonantes en e. Esta terminación, durante
la cual los danzarines practican la vuelta final, suele, aunque no siempre, tener relación con el
tema de la letra cantada. Habitualmente es un refrán o estribillo común y vernacular.
El primer pie de la letra es una cuarteta de octosílabos de los que el primer verso se repite
al final de la misma. El segundo pie consta de ocho versos: cuatro heptasílabos que alternan con
cuatro pentasílabos. Al ser cantada, la primera cuarteta admite modificaciones que consisten en
expresiones sobreagregadas como las siguientes: "la vida", "mi vida", "vidita", "paloma", etc.,
las que alargan la melodía sin alterar el ritmo musical. El segundo pie y la vuelta son, respec-
tivamente, una octava y el pareado antes mencionado.
Es frecuente que mientras se baile, la cueca sea interrumpida por las voces: ¡Aro! ¡Aro!...
lo que significa que cantora y bailarines deben suspender sus respectivas ejecuciones para dar
lugar a beber "un trago" de vino que un entusiasta ofrece con mucho agrado y obsequiosidad.
Durante este interludio suelen oírse estribillos chistosos, originales y más o menos maliciosos o
intencionados, como el que sigue, que es muy popular en Tricao Malal, norte del Neuquén.
¡Aro, aro y aro,
dijo doña Peta Alfaro;
pongo la pechuga al viento
y el espinazo al reparo! ...
Agregaremos que la forma de bailar la cueca en Neuquén es diferente a como la bailan en
el norte de nuestro país, que es la que comúnmente se ha difundido en Buenos Aires, importada
de aquella zona folklórica. En lugar de bailarla saltando, se lo hace pausadamente valseando con
fina gracia. El varón promueve un galanteo sin mover el torso, que debe mantener derecho,
moviendo solamente las piernas, desde la cadera al pie. La dama, en tanto, valsea discretamente,
con menudos pasos. El campesino o peón rural, prefiere bailarla zapateando y otras veces
escobillando, apoyando, en el primer caso, todo el pie, calzado por lo regular, con alpargatas y
algunas veces con ojotas. El varón no suele casi hacer juego con el pañuelo y la mujer lleva este
adminículo colgado de la mano derecha sin agitarlo jamás, pero con el brazo formando ángulo
con la mano. Es una manifestación de timidez o de recato.
Es de hacer notar que siendo una danza alegre, en el Neuquén norteño se la baila con
cierto recogimiento, con las cabezas gachas, como si realizara un humilde rito en el que la
honestidad se revela sin cálculo. Y es porque la gente campesina es sencilla e ingenua y la danza
traduce la emoción de sentimientos emanados de la costumbre y la tradición. A ello no es ajeno
el paisaje montañés que induce a estrechar amistades y mantener incólume, aunque en forma
sencilla, el valimiento ancestral.
Las cuecas son cantadas habitualmente por mujeres, a las que se las distingue con el
nombre de cantoras. Gozan de mucho aprecio. Se solía considerar que el cantar era un oficio
femenino, por lo que se conceptuaba indicio de afeminamiento si lo realizaba un varón, pero en
la actualidad tiende a desaparecer aquel prejuicio. Lo que sí es verdad, es que las mujeres, más
que los hombres, son celosas cuidadoras de la autenticidad folklórica. Es muy posible que se
deba a un complejo de timidez, que va desapareciendo por efecto de la difusión por la radio a
transistores, que deja oír el canto vernáculo ejecutado por varones en todas partes.
CUECA N° 1
Cierto fue que te entregué te la quité;
mi corazón por amarte, te la quité, ¡ ay sí!,
mi boca por darte un beso, me devolviste
mi brazo por abrazarte. un corazón con pena
Cierto fue que te entregué. y un alma triste.
Mi corazón y mi alma Un alma triste y es,
yo te entregué. una, dos y tres.
Como te fuiste, ingrata,
CUECA N° 2
CUECA N° 4
CUECA N° 5
CUECA N° 6
CUECA N° 7
Mi vida y dos cora- dos corazones unidos,
y herida fue tu fe- Dos corazones traigo,
fue tu fe en una balanza ; mi vida, para quererte,
y herida fue tu fe- uno traigo de vida,
fue tu fe en una balanza, mi vida, y otro de muerte ;
y en ella yo miré- otro de muerte, sí,
uno que pide justicia, mi vida y corazoncito,
mi vida, y el otro- y atormentásela,
el otro pide venganza; mi vida, y de golpecito.
mi vida y dos cora- Cierto, lloré las flores,
dos corazones unidos. mi vida, y gracias señores.
CUECA N° 8
Mi vida, viva Chi- Lo primero que ofrecen, mi vida,
viva Chile y la Argentina, y los argentinos,
mi vida, y viva la- un asado bien gordo, mi vida,
viva la flor del pepino, y un vaso e vino;
mi vida, y vivan las- un vaso e vino, sí,
vivan las niñas bonitas, mi vida, y un azafate
mi vida, y que preten- y una pava en el fuego,
que pretende un argentino, mi vida, y pa tomar mate.
mi vida, y que preten- Esto lloré y diré,
que pretende un argentino. mi vida, y ya va una vez.
CUECA N° 9
Mi vida y yo me to- Yo me comiera un quieso,
yo me tomara aquel mate, mi vida, y una tortilla,
mi vida, y doscien- unas poyoyas * grandes,
doscientas tazas de té, mi vida, y con mantequilla;
mi vida, y trecien- con mantequilla, sí,
trecientas de chicolate, mi vida, y una gallina,
mi vida, y cuatrocien- cuatro pavos y un ganso,
cuatrocientas de café; mi vida, y dos litro e vino.
mi vida, y yo me to- Esto, yo le diré,
yo me tomara aquel mate. mi vida, ciertito fue.
*Poyoya: una especie de patos.
CUECA N° 10
CUECA N° 11
Esta última cueca nos trae reminiscencias de una de las ferias que por primavera se
celebran en Sevilla y que ha rememorado Emilio García Gómez en “Nuevas escenas
andaluzas”. Es el mismo tema de homenaje a las bailarinas, llamándolas por sus nombres:
Todas las primaveras
tiene Sevilla
una tonada nueva
de seguidillas.
Sevillanas... Amparo,
y Ana y Adela;
sevillanas... Rosario,
Concha y Carmela,
Pura, Remedios,
Pastora... Todas tienen
los ojos negros.
Es que los neuquinos del tronco de oro de la cordillera del Viento son descendientes de
tatarabuelos andaluces que, embarcados en Cádiz, llegaron a las costas del Pacífico en busca
del preciado metal que les permitiera vestir limpio, conquistar señorío y olvidar la miseria
sufrida en pocilgas malolientes.
En Tricao Malal, Chapúa, Las Ovejas y otros puntos, donde fueron a parar los últimos
vástagos, no se aclimataron castañuelas, esos "escarabajos sonoros" como los definió García
Lorca. Pero se aclimató la guitarra. Y esa alegría picaresca que la acompaña, cobró acento
vigoroso en las cuecas que aún se cantan en el norte de mi Neuquén.
Un comedido acompañante las suele tamborilear con dedos nerviosos, que evidencian deseos
contenidos, junto a la cantora. Tenso el pecho y abrillantados los ojos, no los quita de la pareja
danzante que hace maravillas de contoneo armonioso: ¡Huifa, huifa!...
Acurrucado en un rincón de la enramada, apenas se deja apercibir el infaltable Otelo,
que bajo el espeso poncho acaricia el cuchillo viril, pero homicida sin contralor.
¡Ojalá termine sin "aros" ni repeticiones la maliciosa danza, no sea que aparezca un motivo
para salir culebreando, con brillo de refucilo, que sería el primer acto de la "desgracia" que lo
llevaría a la cárcel. Por lo demás, poco importaría, porque ésta suele ser causa y preludio de
una de esas "despedidas" en verso que sobreviven a las épocas y a las que tan inclinados se
muestran nuestros desaprensivos poetas de las cordilleras neuquinas. Tales hechos acontecen,
por designios telúricos e inevitables, en la fiesta que sucede a las trillas y remoliendas. El culto
a Baco lleva insensiblemente al de Venus y termina con el de las musas apolíneas.
Y a continuación, las muestras:
CUECA N° 12
Carmen Rosa Retamal de Beloso, de Buta Ranquil.
CUECA N° 13
CUECA N° 14
CUECA N° 15
CUECA N° 16
CUECA N° 17
Vamos niña a pasear una cueca chilena,
al cerrito Valle Alegre que están tocando;
a bailar las lindas cuecas que están tocando, sí,
sobre los pastitos verdes, yo la bailara,
vamos niña a pasear. si hallara un chilenito
Al otro lado del cerro que la tocara.
están bailando
CUECA N° 18
De Luis Ruiz.
CUECA N° 20
CUECA N° 21
CUECA N° 22
De Amelia Vázquez.
CUECA N° 23
CUECA N° 24
El clavel para ser lacre* En una copa de oro
No ha de ser de dos colores, Lo tengo en agua;
El hombre para casado, Lo tengo en agua, sí,
No ha de amar dos corazones. Lo tiré a un pozo,
El clavel que me diste Yo no quiero recuerdos
Por tu ventana, De un veleidoso.
*Lacre: color rojo de lacre.
CUECA N° 25
Recopiladas por el P. Rotter.
CUECA N° 26
CUECA N° 27
CUECA N° 28
Por la calle van diciendo Que dirán los mirones
Que nos queremos los dos; Que me querís,
Si te preguntan si es cierto, Que me querís, ay sí,
Júrale y dile que no. Disimulemos,
Cuando vas por la calle, Estando los dos solitos,
No me mirís. Conversaremos.
CUECA N° 29
CUECA N° 30
Rosa me puso mi madre Rosa me puso mi madre.
para hacerme desgraciada Dicen que las rositas
porque no hay rosa en el mundo tienen espinas,
que no muera deshojada, yo tengo una en el alma
ñatita no me lastima; rosa naciendo.
no me lastima, sí, Lloraré por quererte
ñatita y clavel abriendo, y hasta la muerte.
jazmín abotonando,
CUECA N° 31
CUECA N° 32
CUECA N° 33
CUECA N° 34
CUECA N° 35
CUECA N° 37
CUECA N° 38
Rosa San Martín, de El Cholar.
CUECA M 39
Ana de Romero, de El Cholar.
Si me quieres dimelo luego, a todo le hago ;
no me niegues la esperanza, a todo le hago, sí
mira que por ti padezco, esto es de veras,
mira que por ti me muero, y si no fuera cierto,
si me quieres, dimelo luego. no lo dijera.
Si me quieres te quiero, Cierto lloré y me muero
si me amas te amo, por quien yo quiero.
si me olvidas te olvido,
CUECA N° 40
*Se llama "de abajo" a la tierra que queda al este; proviene de que el río Neuquén va bajando y
la zona de su influencia es llamada "abajo".
**Recientemente, la folklorista chilena Violeta Parra me informó que en los campos chilenos a
los cantores les llaman "mariquitas" y al final del jolgorio suelen ser víctimas de una vapuleadura
de parte de algunos obstinados en mantener la tradición.
TONADA N° 1
TONADA N° 2
Margarita Villegas de Retamal, de Tricao Malal.
TONADA N° 3
TONADA N° 4
EL HUERFANO
Colaboración de Solano Dinamarca.
TONADA N° 5
Silvia Yolanda Lucero (Andacollo, Neuquén)
TONADA N° 6
Margarita M. Villegas de Retamal.
TONADA N° 7
Señora de Beloso.
TONADA N° 8
DE LA MADRE
TONADA N° 9
TONADA N° 10
TONADA N° 11
Según, Amelia Vázquez de Tricao Malal.
TONADA N° 12
EL HIJO FATAL
La variante chilena que trae el libro de Ramón, A. Laval, titulado: "El Folklore de Carahue", es
como sigue:
Cuando salí de mi casa Considerando en ausencia
Muchas lágrimas riamé Que a mi maire l'olvidé.
Muchas más riamó mi maire Al hincarme de roíllas
Cuando de ella me aparté. Se me partió el corazón
De tres hermanos que tuvo Al ver a mi pobre maire
De ni uno me despedí Que m'echa la bendición.
Ellos me salen siguiendo Adiós hermanes queríos,
P'ol camino en que me juí. Consuélense con llorar
P'ol camino en que me juí ¡Adiós maire de mi vida,
De lágrimas lo regué Ya se va su hijo fatal!
TONADA N° 13
Pancho Basualto
TONADA N° 14
LA QUITAPENAS
DÉCIMAS
DÉCIMA N° 1
LA CAPILLA ENCERRAA
Cantada por don, Apolinario Guzmán.
(1)
En la capilla encerráa* En el nombre de su padre,
Siento tocar agonía Adiós mi querida esposa;
Y anunciar un triste dida Adiós mi querida esposa,
Que debo e ser fusilado, Cuide mucho sus hijitos
Con mi mujer a mi lado Y en el nombre de su padre
Y mis hijitos pequeños, Dele unos dulces besitos;
Me han arrebatado el sueño Dele unos dulces besitos
Y aumentarme mis tormentos Como madre cariñosa,
Y escuchar un triste acento Y en el nombre de su padre,
De una campana armoniosa. Adiós mi querida esposa.
(2) Y esta carta dolorosa
Si formas un nuevo hogar, Es la que yo me despido.
De mis hijos no dispares (3)
Y entrégalos a mi madre Vivan los que han escuchado,
Que ella los sabrá cuidar. No se asusten que no es náa.
Ella los sabrá cuidar; Yo les canté este estilito
Sólo esta carta te escribo De la capilla encerráa.
*Quiere decir encerrado en capilla para ser fusilado.
DÉCIMA N° 2
DECIMA DEL RODANTE
Cantada por las cantoras Ernestina Vázquez y Amelia Vázquez, de Tricao Malal.
DÉCIMA N° 3
PASADO, PRESENTE Y FUTURO
Décima antiquísima, aportada por don Serafín O. Galán Deheza.
DÉCIMA N° 4
Hace más de setenta años don Serafín O. Galán Deheza oyó cantar
por cifra a un gaucho viejo llamado Zenón Ramírez, que entonces tendría
setenta años. Don Serafín, que actualmente tendría noventa, me las ha facili-
tado con mucho gusto, atención que agradezco.
DÉCIMA N° 5
DECIMA N° 6
DECIMA DE LA MUERTE
Recopilada por Muriel M. de Gallo.
DÉCIMA N° 7
Recopilada por el P. Rotter.
DÉCIMA N° 8
DECIMA DEL FUTRE* ENAMORADO
Colaboración de Luis Ruiz y Sra. Dolores Basualto.
DÉCIMA N° 9
DECIMA DE "LA COMETA"
Colaboración de Muriel M. de Gallo.
DÉCIMA N° 10
DECIMA DE LA POBREZA
Recopilación de Muriel M . de Gallo
(2)
De que me sirve el tener Lo tengo bien reparado
y saber buena dotrina que de un pobre se hace risa
cuando la pobreza ruina; y que quien más alto pisa
sea hombre sea mujer, se suele ver arrastrado;
esto lo hay echao de ver también tiene su alto grado
con mi rudo entendimiento; lo bajo de la nobleza,
Dios me dio conocimiento y no es delito que pesa;
para que lo conociera, en eso echarís de ver,
en cosa de lucimiento, para un pobre no hay placer,
siempre el pobre queda afuera. no hay política ni mesa.
(1) (3)
Hoy en día, pues, señores, Para un pobre abandonado
no se miran los linajes, no se les pone atención;
sino los hermosos trajes no les dan conversación
son los que cobran honores ; ni le muestran buen agrado;
ni aunque sea de los peores, siempre un pobre queda a un lado
pues quedando bien vestidos ni aunque sea el más atento, c
harán mucha grandeza; on vista y conocimiento
para mí, siempre la ruina nunca merece favores,
hay que mancha la pobreza. en la casa e los honores
para el pobre no hay asiento.
DECIMA N° 11
Don Ismael Yáñez, de Tricao Malal.
DÉCIMA N° 12
PORQUE ESTA TAN CARO EL HILO
Referencia: Antonio Della Chá.
DECIMA N° 13
BAJO DE UN SAUCE LLORON
Versión de Dolores Basualto y Luis Ruiz.
DECIMA N° 14
BAJO DE UN SAUCE LLORON
Versión, de doña Emeteria de Abarzúa.
CANCION
Por Julia Olate de Valenzuela.
LAS PUNTÁS
Puntás* que puntás puntás por el poto.
puntás que puntás, Van al rancho de una vieja
puntás por delante puntás por l'oreja.
puntás por detrás. Y le roban la chiquilla
¡ Qué joven tan indecente puntás por la roílla.
puntás por la frente?... Arrancan por los abrojos
Se junta con un amigo, puntás por los ojos.
puntás po'l ombligo. Y acabaron a chopazos
Luego se junta con otro, Puntás por los brazos ...
*Puntadas
CANCION
Estoy cuidando un jardín cada vez que dentro a verla
por interés de una rosa la hallo más linda y hermosa.
Una niña va arrancando Ya se me acaba el papel
huyendo por no ser monja voy firmando sobre una hoja
cada vez que dentro a verla Cada vez que dentro a verlo
la hallo más linda y hermosa un clavel que se deshoja.
DESPEDIDAS
DESPEDIDA N° 1
La suerte que tan tirana Aunque para mi tormento
cupo en la existencia mía me encuentre de ti alejado,
me tuvo a tu lado un día constantemente a tu lado
para alejarme mañana; estará mi pensamiento;
por eso mi alma se afana, y hundido en triste lamento
pero así tiene que ser; será mi consuelo creer,
no me puedo detener, que en tu memoria ha de haber
mas ya que de ti me alejo, un recuerdo para mí,
este recuerdo te dejo mientras yo pensaré en ti
por si no te vuelvo a ver. hasta que te vuelva a ver.
DESPEDIDA N° 4
DESPEDIDA N° 5
COPLAS
Las casadas son honestas, después los disgustos vienen
Las viudas con más razón, con la maire y con el paire.
Las solteras son doncellas
¿Y los guachos de quién son? Echale caldito Juana
que me voy amejorando,
Más vale querer a un viejo el que se enferma tomando
que sabe lo que es querer, con el mismo licor sana.
y no querer a un guainita
que anda como el picaflor; Una letra estoy debiendo
dan palabra e casamiento aquí la voy a pagar
y no le cumplen a naiden no seda de que algún día
me la salgan a cobrar. y cada vez que me "vía"
papa, me decía m'hijito.
Al zapato llaman "cuña" (Paralila)
y a la media "abrigadora"
y a la liga porque aprieta Lindo tuvo onde las Pérez
la llaman "la aprietadora". cariñosas las mujeres;
mejor tuvo onde las Lagos
Para qué me dice primo Bailé cueca y saqué trago.
cuando ni parientes somos, (Eleuterio Mora, de Picún Leufú)
para qué me pasa el cacho*
sabiendo que yo no tomo. Del cielo bajó San Juan
(H. Cisternas) de la mano con San Pedro
para comer empanadas
Lindo subirse por un peral que no tienen en el cielo.
y bajarse por un guindo; (Luis Ramírez)
acostarse con una india
y amanecer con el indio. Qué linda la vía del soltero
(Francisco Acuña) se lo pasa por los ranchos
haciendo lagrar los perros.
Aguardiente y vino puro (Nicolás Toro)
es bebida de los reyes
que tomen agua los bueyes, Estaba la santa Cleta
que tienen el cuero duro. arriba de un alto pino
haciéndole morisquetas
Ella fue la que me quiso a Santo Tomás de Aquino.
y en ella tuve un niñito
* Vaso de cuerno para beber.
SUPLICAS TRADICIONALES
Para que cese la tos: Para el dolor de oídos:
Santa María, Salga el mal
Madre de Dios, y entre el bien
Dame remedio como entró la Virgen
Para la tos. en Jerusalén.
Si una hija tengo
Tu nombre le doy, Ante la tormenta:
Y si es varoncito Santa Bárbara doncella
El del Niño Dios. líbrame de esta centella,
(Griselda Campos) como libraste a Jonás
del vientre de la ballena.
Para las quemaduras:
Salga de la noche oscura Cuando pasa una bandada de ban-
o de las aguas del mar, durrias volando, les ñatos deben soli-
yo te ruego, virgen pura, citar de San Benito, con la siguiente
remedios para curar súplica :
a esta pobre criatura. San Bení, San Bení,
(Valentín Prieto) que me crezca la nariz.
ADIVINANZAS
Iba por un camino La hormiga (Eneas Prieto)
sin levantar remolino.
Un hombre va a caballo La campano, (L. Ramírez)
y sin embargo va a pie.
El perro, que se llama "Sin em Una vaquita
bargo" (Eneas Prieto) se cayó al mar
pasó un toruno
Yo vi sepultar a un muerto y la pasó a sacar.
sin velas y sin mortaja; La cerrazón (L. Ramírez)
después lo vi paradito
con sombrerito de paja. Beso y beso
El trigo (A. Herrera) y el palo tieso.
La bombilla (L. Ramírez)
En el monte hay una,
el toro tiene dos Barba de carne
y el buey ninguna. boca de hueso,
La letra O (A. Herrera) rodillas para atrás
En blancos paños nací y anda muy tieso.
En verdes me cautivé, El gallo (L. Ramírez)
Cómo sería mi desgracia
Que en amarillo quedé. Bajo una piedra hueca
El membrillo (A. Herrera) hay un zorrito
bailando la cueca.
Corre mulita La ventosidad intestinal (A.
en cancha pareja Herrera)
clava la uñita
y para la oreja. Me encuentro en una ventana
La plancha (A. Herrera) y en la ventana un balcón;
en el balcón una dama
A mi malito malo sobre la dama una flor.
colita de palo. La vela con palmatoria (L. Ramírez)
El cuchillo (A. Herrera)
De una cuarta más o menos
Es un enamorado y en el tronco tiene pelos.
Verde, azul y colorado. El cuerno (L. Ramírez)
El pavo (L. Ramírez)
Me hallo en los escritorios,
Calle arriba y en las casas de comercio,
Calle abajo mi vida está limitada,
Dale vuelta, ¡barajo! mis días están contados
La rueda (L. Ramírez) y el día que a morir voy
ya se sabe de antemano.
Iba por un camino El calendario (L. Ramírez)
y la sentí;
la busqué, Por entre medio de dos paredes
no la encontré pasaba un ¡caballero;
y como no la encontré, de un apretón que le dieron
me la llevé. las tripas se le salieron.
La espina (L. Ramírez) El piojo
El conocimiento de este folklore que hemos llamado endógeno, se remonta a las primeras
noticias que sobre la vida, alimentación y, costumbres de los, pehuenches, se tuvieron en Chile, a,
raíz de las crónicas de Mariño de Lovera, componente de la expedición que el capitán Pedro de
Leiva hizo al Neuquén en 1563. Ya en ese tiempo los aborígenes del norte neuquino además de
emplear técnicas propias de caza y de recolección y conservación de los frutos naturales de sus
tierras, mantenían un activo comercio de sal, piñones; cestos y tejidos, con las tribus mapuches
transandinas.
Realizada definitivamente la incorporación de la tierra del Neuquén al resto del país, la
población indígena que se había refugiado en las cabeceras de los "cajones" o valles cordilleranos,
comenzó a transculturarse pero sin dejar del todo sus creencias, costumbres, ritos y supersticiones.
Todas estas pervivencias fueron favorecidas por un aislamiento social del que nadie se preocupó
en remediar. En esos lugares, que para el hombre de las ciudades son de difícil acceso todavía, se
han podido conservar los elementos etnológicos que habían acendrado el fenómeno folk endógeno
neuquino. Allí llegaron a incorporársele los propios de los pampas trashumantes; los del país de
los ranqueles; los de los huilliches del sur de Chile y los de los mapuches de la Araucania. A todos
ellos las necesidades primordiales de la vida les habían llevado al Neuquén, tierra que les ofrecía
mejores perspectivas.
Los núcleos de origen pehuenche, autóctonos del norte neuquino, menos nómades que los
que acabamos de mencionar debido a su cruzamiento con los hispano-chilenos han podido
legarnos además del propio, el folklore espiritual de éstos. Asimismo en el aspecto de la economía,
por efecto del sedentarismo a que les llevó su dedicación preferente a la agricultura y crianza en
pequeña escala de ganado menor, han conservado mayor número de pervivencias derivadas de este
quehacer. De más está reiterar que el pehuenche araucanizado no abandonó las asentadas por la
tradición y su propio substratum de profunda raigambre ancestral cuales han sido la artesanía del
tejido, la cestería, la soguería y el comercio de sal.
La región sureña, más poblada por aborígenes de variada proveniencia, ha logrado
también, aunque preferentemente en la faz espiritual, acopios de gran calidad y autenticidad no
obstante haber aceptado sin esfuerzo la transculturación auspiciada interesadamente per el hombre
de las ciudades. En la faz social conserva aún algunas tradiciones de carácter religioso y en la
material las mismas artesanías de los núcleos norteños del Neuquén porque subsisten estimuladas,
aunque precariamente, por el requerimiento de los ganaderos.
Ya en otros trabajos me he referido a la influencia del medio físico y función telúrica para
la formación mental del individuo. He destacado como característica psicológica en favor de los
aborígenes del sur neuquino, la aptitud para la inventiva, que es notablemente superior a las de sus
congéneres del norte del Neuquén. Lo atribuyo al efecto en aquéllos, de la belleza de sus paisajes
poblados de selva salpicados de lagos, enmarcados por sierras nevadas y surcados de ríos cris-
talinos. Pero ocurre que en los últimos tiempos, como consecuencia del refinamiento de la
ganadería en latifundios cerrados; de la acción educativa de la escuela; de la instalación de
cuarteles del ejército y gendarmería nacional, y de la difusión de casas de comercio regenteadas
por hombres de diversas nacionalidades y razas, se ha conmovido el substratum étnico y está
determinando un profundo cambio en la primitiva modalidad del pensamiento y del acervo
costumbrista de los más humildes estratos sociales.
No obstante, aún subsisten, aunque será por poco tiempo más, algunas supervivencias del
rico y original patrimonio indígena. Al igual del de proveniencia exógena, lo consideramos digno
de que se lo conozca antes de que sea absorbido en forma irremediable por la corriente migratoria
conducida por el afán del progreso en tierras que no hace mucho fueron de confín. Asimilarse a
este progreso es la aspiración de las jóvenes generaciones indígenas, pero como ello promueve las
disgregaciones de lo nativo y el apartarse cada día más de la tradición, sus mayores no cesan de
lamentarse, aunque en vano, de una entrega que lleva implícita un divorcio absoluto del Admapu*,
canon irrenunciable que antaño lograba mantener la unidad costumbrista de la raza.
*Código oral araucano de costumbres
EL CHAPECAO
El nombre de esta danza proviene de Chape, que en lengua araucana significa trenza. La he
visto bailar en dos lugares del norte del Neuquén: en El Cholar y en Taquimilán, pero me han
informado que también se baila en Las Ovejas y otros lugares de la provincia.
Se baila excepcionalmente en las reuniones, "cuando la gente se va quedando dormida de
aburrimiento". El baile las hace despabilar.
El origen de la danza es indo chileno, pero sucede que en los lugares en los que se practica,
no hay población india. Son criollos neuquinos amantes de la tradición de sus mayores.
Existen dos variedades de chapecao, el que se baila entre botellas y el que se baila sin
botellas en la pista. Este lo realizan tres bailarines : una mujer y dos varones. A un compás lento,
marcado por un rasgueo monótono de guitarra, sin canto, los danzantes se mueven figurando una
coreografía que representa una trenza de tres hilos que se va trenzando a medida que se baila. A
poco, el guitarrista apresura el compás y los danzantes apresuran el paso hasta el punto de
terminar con una especie de galope (paso salticado).
El chapecao con botellas es bailado por dos parejas, las que siguiendo el mismo ritmo,
deben danzar entre dos botellas dispuestas estratégicamente en lugares expuestos a ser tocados por
los danzarines.
El suspenso distrae a la concurrencia, que sigue con interés creciente las alternativas de la
danza.
CONTADAS
Festivas: Las de la "lacha" y la de la "maña".
Anecdóticas: La de "Si Dios quiere".
Dramáticas: Referentes a los castigos de la montaña.
a) Los "redumbes" y los "enojos" con los desconocidos. La nevada que mató al padre y sus
dos hijos.
b) Castigo a los violadores de sepulcros. (Muerte de Ortiz Basualdo en el lago Nahuel
Huapi.)
Tradicionales: Los entierros o "Rigal Plata".
Míticas y supersticiosas: El "cuero uñudo" de Quila Chanquil, de Quillén y del Lolog.
Un leñador que vivía en la cordillera va a cortar leña al monte y desde el camino llama a su
mujer:
—Domitila, traíme l'hacha. La mujer no le hace juicio.
—¡ Traíme l'hacha te digo!. Vuelve a decirle el marido.
—Vení a uscártela vos, pu. ¡Qué tanto amolar!
El leñador agarra una varilla, acude a donde está su esposa v comienza a propinarle una
paliza.
En eso pasa un viajero que va rumbo a Chile. Compadecido ante los gritos de la mujer
pregunta a su apaleador:
—¿Por qué le pega amigo?
—¡ Por l'hacha le pego pu!
—¿Por lacha? ¡ Entonces sígale nomás!
La gracia de la contada está en que lacha en el caló popular cordillerano es apodo que se le
da a la mujer casquivana, enamoradiza y de mala conducta, y eso fue lo que entendió el viajero, en
lugar del l'hacha o el hacha. Es un ejemplo, en nuestro folklore neuquino del calembour francés.
Un leñador de la cordillera tenía que ir a cortar leña al bosque. Desde el camino llama a su
mujer y le grita:
—Traime l'hacha ancha.
—¿Qué decís?
—Que me traigas l'hacha ancha.
—¿Pa que la querís?
—Traila, te digo y no preguntís.
Al rato se le acerca la mujer trayéndole la chancha.
—¿Qué me traís?
—¿No dijiste que te trajera la chancha?
—Ahora verís, mujer diabla!.
Y agarrando un palo comienza a darle una zurra de padre y señor mío. En eso pasa un
viajero que le dice al hombre:
¿Por qué le pega a su mujer, amigo?
—Por l'hacha le pego, pues.
—¿Por lacha? Entonces sígale nomás...
Como en el caso anterior, el error se debió a que el leñador tenía dos hachas, una ancha y
otra angosta.
CONTADA DEL OCURRENTE
Por Eusebio Cisternas.
Una vez la señora del cónsul italiano le jugó una apuesta a la del cónsul chileno, a ver
quién era más ocurrente, si el chileno o el italiano. Apostaron mil pesos.
En eso ven venir a un joven que, por su aspecto y modo de caminar, se advertía que era
italiano. Lo llaman y la italiana le dice:
—Tome este peso, vaya al boliche y me compra cincuenta centavos de hay y cincuenta centavos
de no hay. A la vuelta, si me trae el encargo, le regalo cien pesos.
— Cómo no! —dijo el italiano.
Fue al boliche y pide:
—Deme cincuenta centavos de hay.
— ¡No hay!. Le responde el bolichero.
—Entonces deme cincuenta centavos de no hay.
—¡Le he dicho que no hay!
Vuelve a donde estaban las señoras y dice:
—No hay hay, ni tampoco hay no hay.
—Está bien Le dice
—Como no has traído nada, nada te daremos.
Después de un rato acierta a pasar un roto chileno; lo llaman, le dan un peso y le dice la
chilena:
—Anda al boliche y cómprame cincuenta centavos de hay y cincuenta centavos de no hay. A la
vuelta, si me traes el encargo, te daré cien pesos.
—Por la rechupalla, qué buena es mi patrona! ¡Voy al tiro!
Va el chileno al boliche y con el peso compra un litro de vino, se lo chupa y bien curao,
regresa a donde estaban las damas.
Cuando la italiana le pregunta si trae lo encargado, el roto contesta.
—Meta la mano en este bolsillo (el derecho del pantalón).
—Aquí no hay! Dice la señora.
—Entonces meta la mano en estotro (el izquierdo del pantalón).
Como el bolsillo estaba descosido, encontró algo que no esperaba y dice:
— ¡AY!...
—Págueme los cien pesos, pues le traje el hay y el no hay. Dice el roto.
Y así quedó comprobado que el chileno es más ocurrente que el italiano.
CONTADA DE LA MAÑA
Referida por Eusebio Cisterna de Quillén.
Un campesino bueno y paciente, se casó por amor, con una mujer joven y al día siguiente
de la boda, el hombre tuvo que levantarse para ir al trabajo, pero la mujer no lo hizo para cebarle
unos mates porque dijo que se sentía algo enferma.
—¿Qué sentís? —le preguntó el marido.
—Tengo como una maña* que no me deja levantar temprano.
El marido entonces, como se le hacía tarde para acudir a su trabajo se fue sin desayunar.
A mediodía pensando que su mujer le tendría ya el puchero preparado va a su casa y ve que
todavía está tendida en la cama.
—¿Qué es lo que te pasa?. Le preguntó medio alarmado, y ella respondió:
—; Es que tengo esta maña, que no me dan ganas de levantarme!
El hombre guardó silencio, afligido por lo que le pasaba a su mujer. Hizo fuego, se resignó
a cebarse unos mates y se fue de nuevo a trabajar.
Como pasaron los días y la mujer seguía con la consabida maña y el marido no podía vivir
a fuerza de mates, se dijo:
—He tenido mala suerte con esta mujer, así es que voy a mandarme cambia.
Y se fue muy triste por los caminos.
Llegó a donde había un puente sobre un arroyo. Encontró allí a un hombre que llevaba de
tiro una mula con una carga de leña. La mula no quería pasar por el puente. De balde era que le
hablara en todos los tonos, la empujara, la insultara. La mula... ¡nada!, reculaba y bufaba pero no
pasaba el puente...
Cansado ya de tratarla por las buenas, le dijo:
—; Mula pícara, ya te voy a quitar la maña!.
Agarró un lazo, le dio tantos latigazos y la insultó de tal manera, que la mula se decidió a
entrar en el puente y pasarlo.
Nuestro hombre, que estuvo observando la maña de la mula pensó un rato y al fin cambió
de parecer. En lugar de seguir adelante regresó a su casa y le dijo imperiosamente a su mujer:
—Levántate y dame algo de comer! Como de costumbre, ésta le dice:
— Es que estoy con la maña entuavía!
—Ah, sí? ¡Ya te voy a sacar la maña, mula pícara!. Y agarrando un lazo le dio tantos guascasos a
su mujer que ésta le dijo:
— ¡Basta, maridito mío, que ya se me jué la enfermedá!
Se levantó y muy diligente se puso a hacer de comer y nunca más llegó a tener la maña.
*Maña equivale a manía, porfiadura
Mi abuelo tenía la costumbre de decir : "Mañana voy a hacer tal cosa" y mi abuela le
reprochaba el tono de seguridad que empleaba sin encomendarse a Dios. Le decía:
—Decí "si Dios quiere".
Y él, por llevarle la contraria le replicaba:
—Quiera o no quiera, lo mismo lo voy a hacer!
Entonces mi abuela le refirió la siguiente contada:
"Una vez había un hombre muy cabeza dura, y mal cristiano, que un día dijo:
—Mañana tengo que estar sin falta en Ñorquín.
— Decí si Dios quiere. -Apuntó su mujer.
—Tengo una mula buena, y quiera a no quiera, tengo que llegar nomás.
Muy de mañana salió de viaje y ¿qué sucedió? Que a poco andar, la mula se le empacó, lo
volteó y de yapa lo pateó dejándolo tan maltrecho que tuvo que volverse a pie a su casa.
—¿Has visto?. Le dijo su mujer.
—¡Dios te ha castigado por hereje!
Cuando sanó de sus magulladuras, montó de nuevo en su mula y antes de partir, su mujer
le preguntó:
—Dónde vas, hijo?
—A Ñorquín... ¡si Dios quiere y siempre que la mula no me patee!"
Esta contada la oí de labios de mi abuela, misia Emigdia Ortiz de Alvarez en la forma
referida. Pero cambiando nombres y lugares, también la oí de labios de mi baqueano Ropágito de
las Mercedes Olate. Laval la trae en: su libro: Folklore de Carahue (Chile).
"Era allá por el año 1915. Yo era su ranchero y mi función no era otra que mantener un
fuego discreto bajo la enramada.
"Mi padre, en su severidad, me prohibía regresar al seno de la familia como no fuese para
cambiarme de ropa u otras razones atendibles como podría ser una enfermedad.
"En mis escasos ocho años, no me preocupaba una eventual visita del puma al ranchito de
veranada, porque se me había dicho que donde hay fuego el león no se arrima. Si don Evangelista
Benavídez, cuidador de las haciendas de mi padre en el desierto "Botas largas"* de aquellos años,
no regresaba a la oración, luego de otear los puntos cardinales, ataba la puerta del débil rancho
donde dormíamos y me encerraba en él con alguno de los perros y aguardaba el amanecer del día
siguiente, sumido en profundo sueño.
"Una tarde don Evangelista Benavídez, ayudado por dos de sus amigos que por allí
pasaron, se dio a la tarea de castrar unos potros que habían llegado a la edad crítica de dos años.
"Mientras yo cebaba mate, don Benavídez realizaba su operación. Indefectiblemente iba
tirando los testículos hacia la cabeza del potro y no hubiese reparado en ello si en una ocasión no
le hubiera llamado la atención a uno de sus ayudantes, quien tenía su cuerpo muy inclinado sobre
la cabeza del animal. Cuando el castrador iba a tirar del próximo testículo le gritó al ayudante:
—Echese p'atrás, don Ambrosio, pa poder tirar el güebo.
"Don Ambrosio levantó con rapidez el hocico de la bestia embozalada con el "bozal de
mula"; se echó hacia atrás y gritó:
—¡ Lárguelo!
"Terminada la tarea se reeditó la mateada añorando un trago de caña... Fue entonces que
pregunté a don Benavídez :
—¿Por qué tiene que tirarse la bolita del potro pa'l lao de la cabeza, don?
"Los tres hombres rieron y motejaron amistosamente mi ignorancia. Cesadas las puyas,
don Benavídez, asumiendo su habitual seriedad, me dijo:
—La capadura del potro se le tira p'adelante pa que el animal no salga jodido. ¿Sabís? Los
hombres más viejos que yo lo hacían y ellos sabían hacer las cosas. Si el "güebo" se tira p'atrás, el
animal sale lerdo, y no es más que un matungo del que nunca se podrá hacer un güen tiro de
bolas... En cambio, tirando pa delante, de seguro que le va a salir "güenón" hasta pa las carreras...
Y no hablemos náa de boliar choiques o guanacos.
"No bien terminó de decir esto, me animé a hacerle otra preguntita:
—¿Pa qué le hacía esos tajitos cruzados más atrás de la capadura, antes de desmanear los potros?
"Ya don Ambrosio no se burló de mí, ni lo hizo su compañero. Y aguardaron la respuesta
del viejo gaucho que empezó diciendo:
—Güeno, eso es pa que vos o tus hermanos no tengan que andar haciendo rair a las mozas, cuando
sean gallitos picadores y salgan a gastar yerba a los ranchos por ahí, quedándose tres o cuatro
horas "bostezando" (abriendo la boca) como bobos en vez de utilizarlas mejor (actividades don-
juanescas). Y cuando se vayan con el pingo cinchado al medio pa lucir mejor la cincha trabajada
en tiento, el flete no salga dando balazos con el poto!
— ¿Así que eso es pa que no salgan los perros?
— Así es, amigo, y no lo olvide”.
*Nombre de un paraje
JUSTICIA PEHUENCHE
Contada por Yolanda Bernal do Villarino.
He aquí una tradición que se mantiene en la familia Bernal, una de las genealogías más
antiguas del Neuquén cordillerano.
Corría el año 1875, más o menos. Don Elías Bernal tenía su invernada en los campos de
Ranquilón por concesión de los pehuenches, que eran sus dueños.
En esos años, la hacienda era comprada en la provincia de Buenos Aires, en los pagos del
Fortín Mercedes, donde moraba el Soberano de la Pampa, Manuel Namuncurá. Se arreaba
atravesando el desierto; se la hacía descansar y engordar en los excelentes campos cordilleranos y
se vendía en Chile, duplicando el precio de compra. ¡Felices tiempos aquellos en los que se
compraba una vaca por cinco pesos y se vendía por diez!
Don Elías era muy amigo de los pehuenches, tanto que lo consideraban y lo defendían
como si fuera uno de los suyos.
Una vez aconteció que estando ausente de su casa, debido a uno de esos viajes que duraban
meses, su esposa, doña Carlota, sufrió un malón de huilliches. Se llevaron cuanto había: hacienda
y enseres domésticos, dejando la casa pelada. Cuando estaban ya en lo último de la rapiña, un
cacique cargó con la ropa de cama y al ser interpelado por la dueña:
—¿Qué lleva ahí, hermano?
—Frazadas, Carlota.—Le respondió con todo descaro, apartándola del paso, con lo que
demostraba que los paisanos asaltantes la conocían.
Durante su requisa, el cacique apercibió dos bolsas llenas, que estaban casi en el fondo de
la habitación. Les dio un puntapié y exclamó despectivamente:
—¡Chadi! (sal). Por lo cual se salvó el azúcar con que pudo subsistir durante dos meses doña
Carlota, endulzando el mate que cebaba con yerba facilitada por una paisana vecina y amiga.
¡Cuánta entereza y cuánto estoicismo para soportar la permanente zozobra de la vida entre
aquellos salvajes incontrolados !...
A los pocos días regresaron de Chile los pehuenches amigos, que obedecían al mando del
cacique Curillán (collar negro), amigo de don Elías.
Tiene conocimiento del malón y va a visitar a doña Carlota.
Apenas llega, desde el caballo le saluda:
—Mari, mari, cüme le caimi* hermana. (Buenos días, ¿cómo le va, hermana?).
—Mari, mari, hermano. Contestea doña Carlota
—¿No se apea?
—No apear hermana; primero hacer justicia. Huilliches hacer malón contra usté. Yo dejar
descansar quente y cahuello (gente y caballo) y depués hacer yo también malón!
Como lo prometió, a los quince día Curillán salió de malón con cien mocetones de lanza
hacia el sud, a tierra de huilliches. En Carreri los sorprendió y tras cruenta lucha, los despojó de
todo lo robado y demás animales y enseres que tenían.
Regresado que hubo a Ranquilón con su arreo, se llegó a lo de doña Carlota y desde a
caballo le dice:
—Mari, mari, cüme le caimi, hermana.
—Mari, mari, hermano. Apéese.
—Primero hacer justicia. Responde el paisano.
—¿Cuánto CAHUELLO de usté llevar huilliches? ¿Cuánto HUACA (vacas)? ¿Cuánto AUCAS
(yeguas)? ¿Cuánto OVISHA (ovejas) ? ¿Cuánto chiva?
A cada pregunta doña Carlota contestaba lo que correspondía y Curillán mandaba a su
gente a apartar la hacienda. Cuando terminó díjole:
—Ahora apear hermana, y dar el mano derecha. Custicia hecha, todo acabau...
Y el Quijote pehuenche, sereno y engrandecido, se aleja galopando, empenachado de
ecuanimidad, por la senda polvorienta orlada de coirones que a su paso doblegan sus hirsutas
chuzas, dando a los campos la apariencia de un mar de luces doradas que se agita al conjuro del
viento pehuenche, que abate, inmarcesible, la soledad augusta de los campos bárbaros.
*Mari mari cüme le caimí: saludo pehuenche
CONTADAS EN VERSO
LOS COMPAIRES PEGAOS
Ismael Yañez. Falleció a los 91 años probables en Tricao Malal.
Versión neuquina:
Les voy a contar la historia Contaba con una silla,
del viejo Tomás Paredes; pa reservar el estribo,
hombre rico por demás, y una vez perdió un dinero
asigún verán ustedes. por no pedir el recibo.
Entre otras cosas tenía d Y cuando estaba apurado,
e fortuna una ciudá pa no tener mucho gasto,
con ocho miles de vacas se limpiaba con las jergas
y mucha plata enterráa. y se arrastraba en los pastos.
Cuando tenía que carnear, La carne la hacía charque
sus vacas no estaban güenas, y se la vendía al pulpero
y pa comer carne gorda, y él se comía las pizuñas
comía vacas ajenas. con las garritas de cuero.
Una ocasión invitó Y al pasar por un arroyo
pa una güena comilona; como no pasaba nadie
les puso güenos asados por no dar un grito fuerte,
y un pedazo de carona. se lo llevó la corriente.
LOS NEVADOS
Contada en versión de Apolinario Guzmán (Don Poli)
FOLKLORE RELIGIOSO
LA FIESTA DE SAN SEBASTIAN
Se "arman" varios corrillos en los que las cantoras del lugar y venidas de otros lados,
cantan, al compás de las guitarras "tonadas", dedicadas o no, con cogollos apropiados. Se rasguea
y canta la cueca con preferencia a otras danzas. Se baila con alborozo contenido, como si se
oficiase un rito.
No es raro que se consiga una victrola portátil a cuerda o discos de bailables, por lo general
muy gastados, pero lo que gusta más es la cueca, la que cuando no se la zapatea con toda la planta
del pie, calzado con alpargatas o con ojotas, se baila cadenciosamente, con la cabeza gacha y no
en forma saltarina como en nuestras provincias norteñas. No es raro que también se bailen valses,
rancheras y polcas. No se estila el tango ni otras danzas de moda.
Se fríen sopaipillas (tortas fritas), pasteles (generalmente muy picantes), se cocinan
cazuelas de gallina, humitas y se asan al asador chivitos gordos y corderos.
En Pilo Lil, según Doroteo Prieto, se festejaba, no ha mucho, al igual que en Las Ovejas, a
San Sebastián, el 20 de enero. Se encendía también una vela grande y se adornaba la imagen del
santo. Los bailes que se usaban eran la mazurca y la polca. En este lugar ahora existe poca
población chilena, de lo que se infiere el por qué no prevalece la cueca.
Las "mandas" o pedidos que se formulaban al santo antes de la construcción de la actual
capilla en Las Ovejas, debían "pagarse" personalmente en Yumbel (Chile), que era en donde se
consideraba que tenía su sede, pero desde 1960, ya se "pagan" en la misma localidad de Las
Ovejas, que se ha erigido en sede neuquina. No hay ejemplo, de que alguien haya eludido este
sagrado deber, porque de no cumplirlo, se acarrearía los más grandes infortunios.
¿Quién fue Sebastián?
Dice Salvat en su Diccionario Enciclopédico, que fue un mártir cristiano nacido en
Narbona. Era soldado del ejército romano. El emperador Diocleciano le confió el mando de la
primera cohorte de sus guardias. Denunciado como cristiano, el emperador condenóle a ser
asaetado. Abandonado en el campo, ya por muerto, fue recogido por una mujer llamada Irene,
quien le llevó a su casa y le curó las heridas; pero él, en vez de ocultarse, se colocó en sitio por
donde sabía que debía pasar el emperador, el que ordenó de nuevo su muerte y que su cadáver
fuese arrojado a la cloaca.
Habiendo pedido referencias a mi amigo el arquitecto y hacendado don Alvaro Cayol, del
lugar de Ñorquín, Neuquén, me escribe: "Pregunté a un hombrecito, Burgos, que había estado, de
chico, en San Fabián (Chile), porque el padre lo había llevado a pagar Una manda, si recordaba
bien cómo era la imagen y me dijo que sí, que era casi del tamaño natural, que estaba flechada y
que tenía un cordero al frente que lo miraba". Esta confrontación era necesaria para mis
investigaciones, porque también tenía la información de un poblador del norte del Neuquén, que
aseveraba que la adjudicación de "santo campesino", para San Sebastián, provenía de que la
imagen tenía a su pie un cordero.
"Es posible que el cordero —acota Cayol—, símbolo de Cristo, sea alusivo. Sin ser muy
versado, siempre me ha atraído el tema litúrgico y, en el Apocalipsis de San Juan hay una parte
sumamente sugestiva que cito de memoria : ¿Qui sunt et unde venerunt? ¿Quiénes son y de dónde
vienen aquéllos de blancas túnicas? Son los que se lavaron en la sangre del cordero ..."* Es decir,
los mártires, cuya situación, exaltada en el Paraíso, llama la atención del evangelista Juan.
Después de haber asistido personalmente a los festejos, no puede ponerse en duda que la
asignación de "santo campesino" proviene de una predilección basada en el siguiente hecho: En el
calendario, el día de San Sebastián está situado en el intervalo de dos tareas de primordial
importancia para la gente de campo : a) terminación de la esquila y señalada, y b) la "corta" del
trigo con las correspondientes trillas.
En ésta pausa de desocupación, la gente puede ya dedicarse a la diversión. La tradición por
un lado y el estímulo y propaganda del cura misionero por el otro, predisponen el ambiente. Se
mueve la cordillera y la economía. El dinero que antes se llevaba a Yumbel para pagar las "man-
das", queda en casa.
*Los indios de raza araucana, antes de conocer el jabón, se lavaban también con sangre.
El día 3 de mayo de cada año, es el Día de la Cruz según marca el calendario. En tal día, se
le hace un homenaje sea en los hogares, sea en los cerros de la cordillera neuquina que consiste
principalmente en encenderle fogatas o "luminarias" al oscurecer del 2 de mayo.
En ciertas casas, en las que moran familias devotas, se "viste" una cruz de madera, de
tamaño mediano, con flores y ramas de hojas verdes. A esta cruz así "vestida", se le reza
pidiéndole salud para todo el año. Los descendientes de la persona que hace y viste la cruz, que
generalmente es una anciana, tienen la obligación de colocársela en su sepultura, pues con esas
miras es que se la "remoza" anualmente, cambiándole el ornamento vegetal.
|El devoto o devota de esta cruz, con motivo de su fiesta, cocina platos extraordinarios: un
buen asado, una rica cazuela, empanadas y los acompaña con el mejor vino.
El 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, se suele colocar esta misma cruz en los
sembrados, a fin de protegerlos contra todo perjuicio y la cosecha pueda resultar abundante. Con
este mismo propósito, se la conduce al "montón" de las gavillas del trigo que se va a trillar y se la
deja en la era hasta que se termine la cosecha y se guarde el grano*.
En cuanto a la celebración en la cumbre o faldas de los cerros, varía según los lugares. En
Chos Malal, la gente humilde y en especial los muchachos y las jóvenes, acuden a encender las lu-
minarias, tanto en los cerros propincuos como en los lejanos. En el que está más próximo al
pueblo, que se llama Cerro de la Cruz, se preparan de antemano haces de leña y carradas de
arbustos secos, tales como chilas, zampas y jarillas, los que por ser resinosos, arden mejor. Con
estas matas se forma un gran círculo en cuyo centro se planta una cruz. Encendida la fogata, la
gente, que desde la puesta del sol se ha encaminado al cerro, se dispone alrededor de la misma
para calentarse y pasar el tiempo contando chistes y cantando canciones apropiadas. Algunos
jóvenes se distraen saltando el círculo de llamas y brasas animando el festejo con estribillos como
el siguiente: “¡Que viva la Cruz de Mayo, con porotos y zapallos!”...
La jarana se prolonga hasta altas horas de la noche. No se reza ni se hace ninguna
manifestación de orden religioso, por lo que se deduce que la significación de este singular rito
habrá que buscarla por confrontación con las fiestas paganas de la primavera europea, que se
realizan el 1° de mayo.
En Tricao Malal, población del norte del Neuquén, en la noche del 2 al 3 de mayo, me ha
informado don Antonio Della Cha, las luminarias se disponen formando una gran cruz tendida en
la falda del cerro más alto, que es el Negro, de modo que el espectáculo produce un efecto
"brillante", digno de verse. Se cuida que la fogata dure toda la noche. Lo mismo se hace en otras
localidades del norte del Neuquén, tales como Las Ovejas, Bella Vista, Las Lajas y otros puntos de
menor importancia. Los cerros se cubren igualmente de fogatas a las que los lugareños llaman:
"las luminarias de la Cruz de Mayo".
En Pilo Lil, según Doroteo Prieto, antiguo vecino de esta localidad, los pobladores,
grandes y chicos, que concurrían a las luminarias, vivaqueaban a su calor y la recreación se
limitaba a gritar : "Viva la Cruz de Mayo". He aquí la transcripción de lo que me comunica este
amigo :
"La Cruz de Mayo se celebraba hasta el año 1925 ó 1930 en estos lugares y
posteriormente sólo la festejaba doña Mercedes Milla de Polanco hasta 1944, año de su muerte.
Esta señora realizaba en los días anteriores al día 2 de mayo, alguna actividad para "vestir" la
Cruz. Recogía hojas, de plantas tales como el maitén, la romaza, toronjil y flores silvestres, de
manera que el día 2 por la tarde, ya estaba lista para la ceremonia. Al oscurecer de dicho día, se
encendían las "luminarias", lo que significaba el comienzo de la celebración, que consistía en
ubicar la Cruz en el lugar en el que sería alumbrada con la luz de una vela que se encendía al
agotarse las fogatas. No se cuidaban éstas, ni se velaba durante la noche, salvo que se hiciese
fiesta en su honor.
"Por la mañana del día 3, se le pedía salud a la Cruz y, en el caso de que la promesante
tuviera hijos, se les aconsejaba que respetasen a esta cruz y que a su muerte se la enterrase con
ella. Durante este mismo día se invitaba a los vecinos más destacados o amistades cercanas, a
una comida. He asistido a esta clase de ceremonias y conozco la forma en que la celebraba don
Damián Gutiérrez y doña María Sánchez, su esposa, que era correntina. Difería mucho de la
referida más arriba, porque en casa de don Damián no se vestía la cruz y sólo se encendían
luminarias. Empezaba luego el baile con abundantes bebidas. Una pequeña cruz de madera,
apoyada en un ícono de San Sebastián, iluminado por una vela, era colocada en un lugar
destacado."
La significación de las luminarias, según me ha informado oralmente la señora Clementina
D. de Mercer, de Chos Malal, es una ofrenda de carácter místico. Se encienden para que los
angelitos que murieron sin llegar a ser bautizados, y que por tal causa moran en el Limbo, puedan
ver a Dios. Es su única oportunidad. Por eso nuestros campesinos creyentes no dejan de
ofrecérselas.
Esta tradición, que recientemente ha resurgido en el Neuquén después de una interrupción
de varios años, posiblemente tiene sus antecedentes en una festividad que se realizaba a fines del
siglo pasado en las provincias centrales de Chile, de las que pudo haber atravesado la cordillera.
En algunos pueblos de aquella nación las gentes cantaban y pedían dádivas para la Cruz de Mayo,
las que Laval, en su libro Folklore de Carahue describe de la siguiente manera :
"Un hombre llevaba una cruz de madera revestida con ramas de mayo (arbusto de la
región). Le acompañaba otro hombre con un farol que llevaba una vela encendida. Al llegar a la
puerta de una casa cantaban:
"Esta es la cas'e las flores que da muy buenos olores; est'es la cas'e las rosas donde viven
las hermosas. Buenas noches les dé Dios a los dueños de esta casa; Dios les dé felices noches y
les aumente la gracia”.
"Si no les abrían la puerta o nada les daban, los versos anteriores eran cambiados por
estos otros:
"Est'es la cas'e los cachos* donde viven los borrachos; est'es la cas'el espino donde viven
los mezquinos”.
"Lo que lograba recoger se destinaba a una remolienda en presencia de la cruz."
En el libro La Rama Dorada, de Frazer, vemos que esta tradición, con algunas variantes,
según las regiones, se conserva en Escocia, Irlanda, Países Escandinavos, norte de Francia y otros
lugares de Europa.
Dice Frazer: "En Thann, Alsacia, una muchacha llamada “Rosita de Mayo”, vestida de
blanco, lleva un árbol mayo, pequeñito, adornado con cintas y guirnaldas. Sus compañeros
recogen obsequios de puerta en puerta cantando, mientras Rosita de Mayo da tres vueltas.
"¡Deja que te admiremos por todos lados! Rosita de Mayo, ven al verde bosque; Todos nos
divertiremos y del mayo a las rosas nos iremos".
"En el curso de la canción les dicen a los que no han dado ningún obsequio, que la zorra
se llevará sus gallinas, que su viña no tendrá racimos, ni sus nogales nueces, ni sus sementeras
granos. Los productos del campo, aquel año, suponen que dependen de los obsequios que se
ofrecen a estos cantores de “mayo”. Aquí, como en los casos mencionados, cuando los mucha-
chos van con ramas verdes o guirnaldas el “día mayo”, cantando y recogiendo monedas, ello
significa que el espíritu de la vegetación trae la abundancia y la buena suerte a la casa, Por lo
que esperan el pago del servicio".**
Dado que en Europa mayo corresponde a primavera: mientras que en nuestro hemisferio es
otoño, no cabría una confrontación de motivos, pero no ocurre lo mismo si nos atenemos a la
coincidencia de las fechas.
*Cuernos.
**Frazer, G., La rama dorada.
LA FIESTA NAVIDEÑA
EN EL NORTE DEL NEUQUEN
Si se atiende a las noticias dejadas por los cronistas, parece que los aborígenes del antiguo
Pehuen Mapu Neuquino, no hubieran experimentado otras escaseces, en lo que se refiere a
alimentación, que las que cíclicamente se producen como consecuencia de sequías o factores
meteorológicos imprevisibles.
A raíz de la conquista, cuando ya conocieron los alimentos y vicios del blanco,
comenzaron a apetecerlos y por último, a exigírselos a cambio de su tranquilidad. Se habían
creado las necesidades de la yerba, el azúcar, la harina, ciertas golosinas, el tabaco y el
aguardiente.
Sin embargo, la alimentación suministrada por sus campos, debió ser suficiente para su
género de vida, ya que Mariño de Lovera, el primer cronista español que los describió en 1563,
los halló altos, delgados, ligeros y sueltos, distintos a los indios de Chile. Es que siendo
cazadores y recolectores de piñones, dispusieron de una alimentación proteica y energética de
primer orden.
Cuando a principios del siglo XVII tuvieron noticias, por los aucas chilenos, de la
existencia de caballadas en las pampas, también los pehuenches acudieron en su busca y
complementaron en forma más racional, su aporte nutritivo.
En 1679, el gobernador del reino de Chile, Amat y Junient, informa al rey de España en
su Memorial intitulado Derrotero, etc., "que en la Patagonia los indios se alimentan de
guanacos v conejos pequeños; que tienen caballa.- das y que de los caballos se comen los
inservibles; que con los laques (boleadoras) que usan los pampas y mazas o macanas como los
aucaes, no solamente pelean, sino también cazan animales y avestruces; que son corpulentos
pero no jayanes (gigantes), ni tan feroces como algunos los describen; antes son permeables a
las razones y a los agasajos".
El abate Molina, en 1788, dice que: "aunque tengan numerosas manadas de bueyes y
carneros, no se alimentan por lo común sino de carne de caballo, la cual prefieren a todas las
demás viandas; como los tártaros, pero más cultos que éstos, acostumbran comerla cocida o
asada”.
ALIMENTOS
De los tres elementos que necesito el hombre para su nutrición, es decir: prótidos, grasas
e hidrocarbonados, ninguno faltaba en los alimentos que ingerían.
Los primeros les eran suministrados por el avestruz y demás aves, como ser: perdices,
martinetas, piuquenes (avutardas), patos y pájaros en general, guanacos, venados, huemules,
liebres, vizcachas, peludos, mulitas y peces de ríos y lagunas.
Entre los hidratos de carbono dispuso del piñón del pehuén o araucaria, papas silvestres
o poñi, del nabo o naporr, de tubérculos de liuto o amancay, de manzanas, frutillas, quínoa o
dahue y, ya en la época colonial, de harina tostada o ñaco.
Las vitaminas, además de las contenidas en los precedentes alimentos, les eran
suministradas por las raíces y frutos silvestres, tales como la cochihuila, los chaquiles, los
llocones, el solupe o camán, el molle, el piquillín, el michay, el maqui, el mulul o parrilla, cier-
clase de tuna, la algarrobilla, la murtilla y otros.
Por último, las sales minerales se las incorporaban bebiendo las aguas de sus ríos que
contenían las de las aguas termales provenientes de ciertos afluentes del río Neuquén, como por
ejemplo, el Agrio, el Varvarco y el Trocomán. Donde las aguas eran muy puras, la carencia de
iodo y de calcio, les originaban enfermedades que sus machis trataban con algas traídas de los
mares de Chile, llamadas cochayuyo. El único peligro que ofrecían ciertos arroyos eran la
radioactividad de sus aguas, debido a que atravesaban zonas ricas en uranio.
Anualmente, al comienzo del otoño, los pehuenches acudían a recolectar piñones o
nguilliú, que es el fruto de las araucarias. Esta recolección según Benigar, se llamaba yatén*.
Cada jefe de tribu tenía su correspondiente parcela, según costumbre establecida desde
tiempo inmemorial. La recolección se hacía recogiendo los piñones caídos en el suelo, ya sea
espontáneamente, ya volteando las piñas a lazo, ya subiendo a los árboles, envueltos en cueros o
matras, ya por medio de golpes con ramas.
Entre los huilliches, se hacía la recolección de manzanas, frutilla, parrillas, murtillas,
sanco, michay y bulbos de liuto o amancay.
La mayoría de estos alimentos se utilizaban al estado natural, pero también cocidos o
asados. También podían conservarse. Ya Mariño de Lovera en 1563, al referirse a la alimentación
de los pehuenches, se expresaba de este modo: "El mantenimiento de esta gente casi de
ordinario es piñones sacados de unas piñas de diferentes hechuras y calidad, así ellas como sus
árboles. Y es tan grande el número que hay de estos árboles en todos aquellos sotos y bosques,
que bastan a dar suficiente provisión a toda aquella gente, que innumerable, tanto que de ellos
hacen el pan, el vino y los guisados. Y por ser la principal cosecha a cierto tiempo del año,
tienen grandes silos hechos debajo de la tierra, donde guardan los piñones".
El piñón del pehuén ha sido objeto de estudios del punto de vista de sus componentes
nutritivos por Ada Y. Pastore, en un artículo intitulado: “”Las reservas nutritivas de los piñones
de las araucarias argentinas”, en la revista Darwinia.
También con el título de Valor alimentario de los piñones de Arancanía, Escudero y
Landabure han publicado un trabajo considerando su composición química, en la Revista de la
Asociación Argentina de Dietología.
Por último, Ragonese y Martínez Crovetto, en la Revista de Investigaciones Agrícolas,
aportan datos ilustrativos sobre el fruto del pehuén.
A todos estos trabajos enviamos a los que se interesen por el estudio detallado del asunto.
Solamente anotaremos que, a excepción de lípidos, que los contienen en ínfima cantidad,
poseen, en las debidas proporciones, los prótidos e hidrocarbonados que requiere un normal
metabolismo. Estos, representados por almidón, constituyen el 34,92 % y los prótidos,
constituidos por la aleurona, el 14,56 % de la materia alimentaria.
Poeppig, citado por Pastore, ofrece un cálculo aproximado del rendimiento de los piñones
de la araucaria del Neuquén, en la siguiente forma: “Una sola piña contiene alrededor de 200 a
300 piñones y no es raro encontrar 20 a 30 piñas en un árbol. Como un buen consumidor, que
no esté totalmente privado de otra alimentación con carne, no puede comer más de 200 piñones
por día, resulta que un hombre necesita para su subsistencia, a lo sumo, 18 árboles por año”.
BEBIDAS
Los piñones se utilizaban también para hacer chicha, bebida fermentada a la que
llamaban chavid. En igual forma se utilizaba la manzana silvestre para hacer el muday, el fruto,
del molle para hacer la aloja y la frutilla para excelentes aditamentos que disimulaban el sabor de
los brebajes con que solían envenenar a los misioneros.
Pasaremos por alto lo referente a la cocina indígena del Neuquén, porque nos llevaría
demasiado tiempo; solamente he querido limitarme en este trabajo, a la enumeración de los
productos de que disponía este aborigen para su alimentación, porque de ello he querido deducir
el porqué de la agilidad, hermosura y vigor que llamó la atención del capitán español que los
descubrió.
Estas cualidades determinaron que, en lo físico, fueran altos, delgados, ágiles y sueltos,
diferentes a los araucanos (Lovera), y en lo psíquico, ser soberbios, arrogantes, ágiles en el des-
envolvimiento de su mentalidad y amantes como pocos de su tierra del Neuquén (De la Cruz)**,
y en lo genético, ser inclinados a la exogamia, con el fin de mejorar la especie mirando hacia la
perpetuidad de su estirpe.
*Antonio Serrano dice que esta palabra es una de las pocas
que han quedado de la extinguida lengua pehuenche.
**De la Cruz, Luis, Itinerario de viaje de Concepción a
Buenos Aires a través de las Pampas en 1806
QUESO CORDILLERANO.
El queso cordillerano del Neuquén debe su riquísimo sabor a la leche de vaca alimentada
con los pastos duros de la región y también a la forma de elaborarlos. La alfalfa verde no es muy
buena para dar leche quesera. He aquí cómo se hacen los famosos quesos, según la señora
Marcelina Martínez de Herrera, oriunda del Palao, precordillera central del Neuquén.
Para un queso de cuatro kilos, son necesarios cuarenta y cinco litros de leche, con el
correspondiente apoyo*. Vertida en una olla o tacho grande, se la "corta" con un poco de cuajo.
El cuajo se hace con la manzanilla de la vaca o de la cabra. Esta, que se la conserva seca y
salada, se la remoja en agua antes de ser utilizada. También se suele agregar el suero que, se
escurre de la cuajada.
Una vez obtenida la cuajada por acción del cuajo, se la pone en un repasador limpio de
tela fina sobre una mesa o cajón especial, con el objeto de que se escurra el suero. Se lava con
agua fría y se la coloca en un barril. Se le agrega sal a gusto en forma molida o salmuera. Se
remueve bien y se la deja reposar un rato. Se calienta agua y cuando ésta ya está a punto de
hervir, se le va agregando poco a poco a la cuajada que está en el barril, removiendo
constantemente hasta verla sancochada. Cumplida esta faena, se coloca la masa en un molde o
adobera de madera que esté provista de orificios que permitan el escurrimiento de todo el
líquido. Se ayuda éste amasando con ambas manos. Cuando la masa del queso se ha colocado en
el molde y ha tomado su forma, se le echa agua caliente, se aplasta, se cubre con una servilleta,
se tapa con una tabla lisa y sobre ésta una piedra laja pesada. Al día siguiente ya estará listo el
queso para ponerlo a secar sobre una zaranda de cañas de colihue, en un ambiente seco y bien
aireado. En cuatro o cinco días más, estará formada la cáscara con el color característico del que-
so fresco cordillerano.
*Apoyo: la última porción del ordeñe, que es rica en grasa, lo que da al
queso un sabor especial.
EL CURANTO SU PREPARACION
En un lugar adecuado se cava un pozo de un metro cuadrado más o menos de boca y un
metro de profundidad. Se cubre el fondo con piedras bolas o cantos rodados y sobre ellas se hace
fuego con buena leña.
El calentamiento de este foso requiere una explicación. Se prepara viniendo de la
profundidad hacia la superficie, disponiendo: primero, una camada de piedra; segundo, una de
fuego; tercero, otra de piedra; cuarto, una de brasas y, siguiendo así sucesivamente, hasta llegar
al borde del foso.
Cuando se calcula que éste ya se ha calentado, para lo que se requiere un lapso de hora y
media, más o menos, se acomodan las piedras con un palo hurgonero*, adaptándolas en un piso
apropiado para el acondicionamiento de los alimentos que se van a cocinar. De abajo arriba es
como sigue: una camada de hojas de pangue** sobre la que se pone: primero, carne de todo tipo,
es decir, de vacuno, lanar, porcino, aves, pescado, intercalando chorizos, longanizas, morcillas,
achuras, langostinos y apancoras*** de las que hay en los lagos; en segundo lugar se disponen
las verduras, como ser: papas, batatas, zanahorias, cebollas, zapallitos rellenos con migas de pan
y queso rallado, choclos, trozos de zapallo grande, tomates, morrones, sal y condimentos como
perejil, ajo, orégano, laurel, etc. Se tapa con otra camada de hojas de pangue, sobre ésta bolsas de
arpillera mojadas y se cubre con tierra. A las dos horas, estará todo cocinado. Es un manjar con el
que se regalan los turistas que acuden a los lagos del sur.
*Hurgonero: palo largo que se utilizar para hurgar o remover los
tizones del fuego.
** Pangue: planta de hoja grande, llamada también nalca o
ruibarbo silvestre, que abunda en la cordillera húmeda. El
diámetro de la hoja varía entre 50 centímetros y un metro.
**Apancora: cangrejo de río o de lago.
PULMAY.
Es una comida chilena que se prepara en igual forma que el curanto, pero utilizando
exclusivamente pescado y mariscos.
El indígena neuquino generalmente no come pescado. Al parecer, la costumbre se basa en
la leyenda del diluvio, la que por tradición les previene de ingerirlo porque sus antepasados, para
salvarse de morir ahogados, fueron transformados en peces por el Tren Tren o espíritu de la
Tierra, protector del género humano. Naturalmente esta actitud es la ortodoxia llevada al ex-
tremo, pero así lo prescriben sus creencias y costumbres de las que los ancianos aborígenes son
muy celosos.
MILCAO.
Se llama así a la fécula de papa decantada después de haber sido molida. Se prepara una
masa que convertida en panecillos, se comen cocidos o fritos como buñuelos. Los hay de varias
clases, como ser: milcao con pasas de uva, horneados, etc. Se les suele servir con dulces o miel y
son muy exquisitos.
PAPA HUMA.
Se colocan papas de tamaño mediano en un pozo cavado en el suelo. Se le hace correr
agua mediante una acequia, tapando antes el pozo con una piedra laja o una tabla de madera con
el objeto de que las papas no suban a la superficie. A los cuatro meses ya están listas para comer
con o sin sal. Saben a queso cordillerano fresco.
APOLL.
Se degüella un cordero o potrillo y se le vierte por "el tragadero" una especie de salmuera
bien condimentada, con o sin vinagre, pero con sal y abundante ají. Si hay chalota o cebollino
(cebolla de verdeo), también es bueno agregarle. El hígado y los bofes (pulmones) adquieren un
sabor muy apetecible. Vignati ha publicado un trabajo sobre este alimento.
ÑACHE.
Es sangre coagulada y condimentada pero recogida en un recipiente sin previo pasaje por
las vísceras antedichas.
CATUTO.
Es una comida que se parece a las croquetas. Se toma una porción de trigo y se la
sancocha en agua. Listo el cocimiento se le coloca en una piedra porosa excavada y se la aplasta
con otra piedra más pequeña y manuable que se llama manto, con movimientos de vaivén, con el
objeto de hacer una masa. Se la condimenta a gusto y se enrolla en forma de panecillos
alargados. Se come tal cual o se la hornea ligeramente.
LECHON ARROLLADO.
Se carnea un lechón de un peso de ocho kilogramos lo máximo. Se deshuesa de modo que
la carne quede completamente pegada al cuero. Se adoba y se deja reposar de un día para el otro.
Se arrolla y se cose todavía crudo, se enfunda en una tela blanca y fina y se vuelve a coser antes
de ponerla a cocinar en agua durante tres horas. Se saca del recipiente en el que ha cocido, se
pone en una prensa para que se escurra el agua y tome forma definitiva de arrollado, al enfriarse.
Se sirve frío rebanándolo al gusto.
CALDILLO.
Consiste en una ligera sopa para ser servida en contados minutos. Pequeños trozos de
carne se ponen en una olla al fuego. Se agrega sal, ají al gusto, cebolla, un diente de ajo y algún
chorizo si hay. Una vez cocinado, se le agregan uno o dos huevos batidos después de retirado del
fuego, revolviendo despacio. Es un buen desayuno criollo, muy de uso después de una noche de
jolgorio.
EL MOTE.
El que habitualmente se prepara en el Neuquén es el mote de trigo. Se pone a cocinar en
una olla en agua de lejía preparada con ceniza de zampa, preferiblemente, una porción de trigo.
Si éste es "nuevo" o recientemente cosechado, el mote sale más apetitoso. Una vez sancochado
suficientemente, se retira la olla del fuego y, antes que la preparación se enfríe del todo, se la co-
loca en una fuente o pequeña batea y con ambas manos se la restriega en forma tal que la
película del grano se desprenda totalmente. Efectuada esta faena, se lava el trigo con agua clara
varias veces y finalmente se lo pone a hervir de nuevo en agua limpia hasta que se lo vea
"florecido", es decir, hasta que el grano aparezca abierto mostrando el germen. Se saca del fuego
y se lava de nuevo con agua clara. Se guarda en lugar fresco. El mote bien "pelado" o sea bien
preparado, aparece de un hermoso color verde claro. Puede tomarse con agua o leche azucarada,
y con huesillos de durazno, como se usa en Chile. Es muy refrescante y nutritivo.
EL ÑACO.
Se llama ñaco en el Neuquén, a la harina integral de trigo tostado, a lo que en Chile
llaman harina tostada y en nuestras provincias del norte, gofio, pero referido este último al maíz
tostado y molido y que en Neuquén llamamos ñaco de maíz.
El ñaco es un alimento que nunca falta en el campo. Une a la facilidad y practicidad de su
preparación, cualidades altamente nutritivas. Su uso data desde que los aborígenes chilenos lo
importaron al Neuquén. Los cronistas nos dicen que, una bolsita de ñaco, un poco de charque, ají
y sal, alcanzaba para el alimento del indio en quince días de campaña. El ñaco se lleva fácil-
mente en las "prevenciones" (maletas o alforjas) y el charque entre las caronas, de modo que no
se hace necesario arrear cargas con alimentos que dificultarían las acciones que requieren gran
movilidad.
Casi podría decirse que el ñaco es imprescindible en la cordillera neuquina. En la actualidad ha
llegado a ser motivo de industria. En Cipolletti existe un molino montado en gran escala para
tostar y moler el trigo.
Su preparación en la campaña, desde su materia prima, es como sigue:
En una callana u olla de hierro de tres patas, bien arrimada al fuego, se pone a tostar, por
ejemplo, un kilo de trigo por vez o "callanada". Si es "nuevo" o recién cosechado, el ñaco tiene
mejor sabor. Con una paleta de madera, se remueve continuamente para que la torrefacción o el
"tueste" resulte parejo y no se queme el grano. Cuando éste se ha puesto dorado, se retira del
fuego y se procede a la molienda. Esta, en el campo, se efectúa sobre una piedra de moler o cudi,
de superficie porosa, en la que la "molendera", de rodillas en el suelo, desliza otra piedra de
tamaño menor, de forma alargada, llamada "mano" o "ñuncudi", imprimiéndole un movimiento
de vaivén hasta obtener una harina que recoge en un paño o un cuerno de chivo bien "sobado",
que ha extendido bajo la piedra.
A falta de carne, el ñaco es el alimento preferido del campesino cordillerano y del chileno
que habita en el Neuquén. El peón lo exige como condición ineludible para entrar a trabajar. En
los hogares humildes es la alimentación casi exclusiva para grandes y chicos. Así, no es difícil
que estos últimos, por exceso de hidratos de carbono, presenten la llamada distrofia farinácea,
que se comprueba observando el abombamiento del abdomen y edema generalizado, que simula
un buen estado de gordura.
Si el ñaco se ingiere seco, se produce lo que se llama empanucamiento en la parla
vernácula, es decir, atoramiento del individuo; pero este accidente sólo se produce cuando no se
tiene a mano agua u otro líquido con qué tomarlo. Ingerido con agua fresca de manantial, es un
cordial que restaura las energías y aplaca la sed. Esta manera de gustarlo se llama ulpo en Chile,
pero en nuestro país se le llama simplemente ñaco con agua. Cocido con leche y edulcorado con
azúcar, es un alimento completo de primer orden. Tiene todos los elementos para una buena
nutrición. Cocido en agua o "caldillo" con ají, sal y cebolla, resulta una pasta semisólida llamada
"zanco", que el peón de campo prefiere al pan y a la carne. Revuelto en vino aguado, con azúcar
(sangría), constituye una variedad que se conoce con el nombre de chupilca, que es un buen
estimulante para devolver los bríos al cuerpo cansado por las jornadas a caballo en las
cordilleras. Y en fin, preparado en caldo en forma espesa y condimentado con sal, ají, "color" y
chicharrones, es un plato llamado cutriaco, que satisface al más exigente de los "gourmets"
campesinos, particularmente si hace frío.
El ñaco tiene antecedentes remotos en la historia. Posiblemente fue uno de los alimentos
más usados en la antigüedad. En el libro I de La Eneida, Virgilio dice que cuando los fugitivos
troyanos llegaron a las costas de Libia, Acades sacó centellas de las venas de un pedernal con las
que encendió fuego. "...Al instante sacan de las embarcaciones los víveres mareados y los ins-
trumentos de hacer pan, asan el trigo y lo muelen".
Para que el ñaco no se envejezca, "se afiambre" o se ponga "percán", es necesario
conservarlo en un cuero de chivo con el pelo hacia afuera, como ya hemos dicho en otro
capítulo.
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