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SIGNIFER LIBROS
Gran Vía, 2 - 2º,
SALAMANCA
Apdo. 52005 MADRID
ISBN : 978-84-16202-11-9
http://signiferlibros.com
€25,00
Franz CUMONT
Prefacio y traducción de
Sabino Perea Yébenes
SIGNIFER LIBROS
Madrid – Salamanca 2017
Thema Mundi
8
Colección dirigida por
Sabino Perea Yébenes y Raúl González Salinero
SIGNIFER
LIBROS
ILUSTRACIÓN DE LA PORTADA:
Mithra tauróctono. Kunsthistorisches Museum.
Referencias de los originales. Parte I, Les mystères de Mithra. (Troisième édition revue et annotée contenant
vingt-huit figures et une carte), Bruxelles 1913. Parte II, capítulos complementarios: 1. «Découvertes nouvelles
au mithréum de Saint-Clément à Rome», CRAI, 1915, 203-211. – 2. «Le mithréum de Köningshofen à
Strasbourg», REA, 1918, 117-118. – 3. «Mithra et Dusarès», RHR, 1918, 207-212. – 4. «Mithra ou Sarapis
KΟΣΜΟΚΡΑΤΩΡ», CRAI, 1919, 313-328. – 5. «Le mithréum de Capoue», CRAI, 1924, 113-115. – 6. «Une
représentation du dieu alexandrin du Temps», CRAI, 1928, 274-282. – 7. «Un fragment de rituel d’initiation aux
mystères», HThR, 1933, 151-160. – 8. «Mithra et l’Orphisme», RHR, 1934, 63-72. – 9. «Mithra en Étrurie»,
Scritti in onore di B. Nogara raccolti in onore del suo LXX anno, R. Paribeni, Editor. 1937, Città del Vaticano,
95-103. – 10. «Mithra en Asie Mineure», Anatolian Studies presented to William Hepburn Buckler, W.M. Calder
and J. Keil, Editors, 1939, Manchester University Press, 67-76. – 11. «Le bas-relief mithriaque de Baris», CRAI,
1947, 303-308. – 12. «Alexandre mourant ou Mithra tauroctone?», RA, 1947, 5-9.
PARTE I
Pérdida de los libros sagrados del mithraísmo, 111 – Fidelidad al ritual persa,
111 – Los siete grados de la iniciación, 112 – Origen de los disfraces
animalísticos, 112 – Los sirvientes y los participantes, 113 – Los Padres,114 –
Ceremonias de iniciación, los sacramentos: bautismo, confirmación y
comunión mithraicas, 114 – Las pruebas – Impresión producida por estas
ceremonias, 116 – El clero, 119 – La liturgia cotidiana y las fiestas, 121 - Los
sodalicia mithraicos, 122 – Sus funcionarios y sus finanzas, 123 – Número
restringido de sus miembros, 126 – La atracción que ejercen, 126 – Exclusión
de las mujeres, 127.
Tolerancia del mithraísmo, 129 – Sus relaciones con los demás cultos
occidentales, 130 – Isis, Júpiter Dolichenus, 130 – Su alianza con la Mater
Magna, 131 – El taurobolio, 132 – Una teología encaminada al sincretismo
solar, 133 – Su conformidad con la filosofía y las tendencias políticas del
Imperio, 135 – Esfuerzo supremo del paganismo hacia el monoteísmo, 136 –
Lucha de los misterios mithraicos y del cristianismo, 137 – Analogía y
diferencia de su propagación, 138 – Similitud de sus doctrinas, 139 – ¿Tuvo
imitadores?, 141 – Contradicciones de sus tendencias, 142 – El mithraísmo,
apoyado por los emperadores, 142 – Conversión de Constantino, 142 –
Restauración de Juliano, 143 – Y la posterior persecución violenta, 144 – La
aristocracia romana permanece fiel a Mithras, 146 – Desaparición de su culto,
146 – Ideas que ha dejado; el maniqueísmo es su heredero, 147.
PARTE II
11
Prefacio
Gordon. New York, 2001); J. Alvar (& R. Gordon, Translator and Editor), Romanising Orien-
tal Gods. Myth, Salvation and Ethics in the Cults of Cybele, Isis and Mithras, Leiden, Boston:
Brill, 2008; K. Kocher, Mithras: Kultbilder am Sternenhimmel, Berlín, 1995; A.
Mastrocinque, Studi sul Mitraismo (Il Mitraismo e la magia), Roma, 1998; R. Merkelbach,
Mithras, Hain 1984; P. Nabarz, The Mysteries of Mithras. The Pagan Beliefs that shaped the
Christian World, Rochester, Vermont, 2005; M.P. Speidel, Mithras-Orion, Greek hero and
Roman Army God, Leiden, 1980; R. Turcan, Mithras Platonicus, Recherches sur
l’Hellénisation Philosophique de Mithra, Leiden, 1975; D. Ulansey, The Origins of the
Mithraic Mysteries: Cosmology and Salvation in the Ancient World, New York, 1989; M.J.
Vermaseren, Mithras, the Secret God, London, 1963. Etc.
6
Obsérvese que la estructura del libro de R. Turcan, Mithra et le mithriacisme, Paris, Les
Belles Lettres, 1993, es muy parecida a la de Les mystères de Cumont.
7
Una excepción es el libro de F. Windischmann, Mithra. Ein Beitrag zur Mythen
geschichte des Orients, Leipzig, 1857. Cf. R. Turcan, «Franz Cumont, un fondateur», Kernos
11, 1998, pp. 235-244.
8
A. Mastrocinque, «“L’oeuvre est. Et l’oeuvre sera”. Note panoramique sur Les Mystères
de Mithra après Cumont», en F. Cumont, Les mystères de Mithra, 2011, pp. LXIX-LXXXIX.
Véase también R. Gordon, «Franz Cumont and the doctrines of Mithraism», en J. Hinnells
(ed.), Mithraic Studies II, Manchester, 1975, pp. 215-248;R. Beck, «Mithraism since Franz
Cumont», Aufstieg und Niedergang der Romischen Welt II.17.4, 1984, 2002-2117;
9
F. Cumont, Les mystères de Mithra, volume édité par Nicole Belayche & Attilio Mas-
trocinque, avec la collaboration de Daniela Bonanno, Academia Belgica, Institut historique
belge de Rome, 2011. Este libro es absolutamente fundamental por todo lo que concierne a
Cumont como estudioso del mithraísmo, con ocasión de la reedición integra de Les mystères
de Mithra. La obra presenta, a modo de larga introducción, 88 páginas de estudios sobre la
idea Mithra en Cumont, y, a modo de postfacio, un largo estudio de Daniela Bonanno sobre
«L’atelier de Franz Cumont. Notes manuscrites conservées dans l’exemplaire personnel de F.
Cumont des Textes et monuments figurés relatifs aux mystères de Mithra», ibid., pp. 193-242,
con reproducción de algunas hojas originales del manuscrito de Les mystères.
10
Cf. A. Mastrocinque, loc. cit., 2011, pp. LXXV-LVIII.
11
Cf. R. Gordon, «The Roman Army and the Cult of Mithras: a critical view», en Y. Le
Bohec and Cath. Wolff (eds.), L’armée romaine et la religion, Paris, 2009, 379‐450.
12
Prefacio
12
C. Bonnet, La Correspondance scientifique de Franz Cumont conservée à l’Academia
Belgica de Rome, Bruxelles-Rome, 1997, especialmente pp. 1-67; G. Casadio, «Franz Cu-
mont, historien des religions et citoyen du monde», en Imago Antiquitatis. Religions et icono-
graphie du monde romain. Mélanges offerts à Robert Turcan, Paris, 1999,), pp. 161-165.
Nosotros, en una reciente traducción del librito que Cumont dedicó al profeta Alejandro de
Abonuteico, también hacíamos una glosa biográfica del autor: Franz Cumont, Un episodio de
la historia del paganismo en el siglo II d.C.: Alejandro de Abonuteico, Madrid, Signifer
Libros, 2012 (véanse especialmente las primeras páginas del capítulo complementario de S.
Perea Yébenes, ibid., pp. 69-75).
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Prefacio
13
Circulan en el mercado editorial algunas versiones en inglés de Los misterios de Mith-
ra, que se realizaron sobre las ediciones primera o segunda, que tienen unas cien páginas
menos que la edición tercera definitiva. En estas ediciones también se suprimió el aparato
crítico de las notas.
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Prefacio
Por otro lado, el adjetivo derivado del teónimo Mithras, que califica
cuanto se refiere al dios, se ha trasladado aquí al español como mithraico.
Otros traductores e investigadores, por ejemplo los francoparlantes, como el
propio Cumont, prefieren “mithríaco” (mithriaque), de μιθριακός
(Μιθριακός, ή, όν). Este último es un término raro en lengua griega, pero
que aparece por ejemplo en la obra de Eunapio, Vitae sophistarum, VII, 3, 4,
2: πατὴρ ὢν τῆς Μιθριακῆς τελετῆς, y en la un opúsculo del alquímico
Zósimo de Panopolis περὶ τῆς ἀσβέστου, p. 8, 22: Τοῦτο γάρ ἐστι τὸ
φάρμακον, τὸ τὴν δύναμιν ἔχον, τὸ Μιθριακὸν μυστήριον. Sin embargo,
preferimos mithraico, que es la traslación fonética más ajustada al español
del término que utiliza Celso en Ἀληθὴς λόγος VI, 24, 1, y que parafrasea
Orígenes en el Contra Cels. (VI, 22 y 24): en ambos casos, en genitivo plu-
ral: Ἑξῆς δὲ τῷ ἀπὸ τῶν Μιθραϊκῶν ληφθέντι λόγῳ ἐπαγγέλλεται ὁ Κέλσος
τελετήν, etc. Ambas opciones, mithríaco y mithraico tienen la misma legiti-
midad. Preferimos la segunda.
Otro problema de traducción supone nombrar al centro de culto del
dios con un nombre derivado del teónimo. Hemos preferido mithraeum,
latinizando el correspondiente sustantivo griego. Es también un término raro
en la literatura religiosa o teológica griega. La capilla de Mithras parece
como τό Μιθραῖον en el papiro PGurob. 22.10; y en Gregorio de Nacianzo,
Carmina, p. 1572, ὡς δὲ ναοῖο Μιθραίο, o en algún texto hagiográfico tardío
como el poema escrito por Eudocia en honor del mártir Cipriano: ἔτος δ' ἐπὶ
ἕβδομον ἐλθὼν Μιθραίῳ Φαέθοντι πάλιν μετέπειτα τελέσθην (A. Ludwich,
Eudociae Augustae, Procli Lycii, Claudiani carminum Graecorum reliquiae,
Leipzig: Teubner, 1897, libro II, línea 15).
En definitiva, usamos el teónimo Mithras para referirnos al dios, el
adjetivo mithraico para calificar a lo relativo al mismo o a su religión, y em-
pleamos el sustantivo neutro latinizado genérico mithraeum para indicar la
capilla del culto. Estos mismos criterios morfológicos los observo en la auto-
rizada edición de Richard Gordon del libro Romanising Oriental Gods.
Myth, Salvation and Ethics in the Cults of Cybele, Isis and Mithras, Leiden,
Boston, Brill, 2008, en aquellas ocasiones que cita al dios iranio, a su lugar
de culto, y lo relativo al dios y a la fe: Mithras, mithraeum, Mithraic, Mith-
raism.
15
PARTE I
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Franz Cumont: Los misterios de Mithras
20
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
21
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
1 de diciembre, 1899
1 de mayo, 1902
22
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
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Franz Cumont: Los misterios de Mithras
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Capítulo I
LOS ORÍGENES
1
La bibliografía relativa al culto de Mithras en Persia y en el Indo es muy abundante.
Además de la traducción del Avesta, especialmente la de James Darmesteter (Le Zend Avesta,
3 vol., Paris, 1892-1893) que va acompañada de comentarios, debemos citar especialmente a
Windischmann, Mithra (Abhandl. der deutschen morgenl. Gesellschaft), Leipzig, 1857;
Spiegel, Eran. Altertumskunde, II, p. 77 s.; Hillebrandt, Varuna und Mitra, Breslau, 1877;
Darmesteter, Ormuz et Ahriman, Paris, 1877, p. 62 ss.; Oldenberg, Die Religion des Veda,
Berlin, 1894, p. 185.
2
Siguiendo a Meillet, Journal Asiatique, 1907, II, p. 143, el dios indo-iranio Mitra sería
simplemente el “contrato” divinizado, el poder místico y personificado de un pacto. Parece
improbable que se trate de una abstracción “primitiva”.
25
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
nia3. Pero esta hipótesis arriesgada puede ser contrarrestada por un descu-
brimiento de gran alcance. Los documentos cuneiformes de Capadocia nos
han revelado que los dioses indo-iranios Mitra, Varuna, Indra y Nâsatija eran
adorados hacia el siglo XIV a.C. por un pueblo vecino de los hititas, los Mi-
tanni, establecidos sin duda al norte de Mesopotamia4. Desde su primera
aparición en la Historia, vemos a los arios adorar a Mithras, y podemos afir-
mar que las tribus que conquistaron Irán no cesaron nunca de rendirle culto
desde los primeros tiempos de su poder hasta su conversión al Islam.
En el Avesta, Mithras es el genio de la luz celeste5. Aparece antes de
que el Sol se levante sobre las cimas rocosas de las montañas; durante el día
recorre en su carro tirado por cuatro caballos blancos los espacios del fir-
mamento, y, cuando cae la noche, alumbra entonces de un destello tenue la
superficie de la tierra, «siempre despierto, siempre vigilante». No es ni el Sol
ni la Luna, ni las estrellas, pero con la ayuda de estas «mil orejas y de estos
diez mil ojos», vigila el mundo. Mithras lo percibe todo, lo ve todo, es om-
nisciente, nada puede engañarlo. Por una transición natural se convierte, en
un nivel moral, en el dios de la verdad y de la fidelidad, al que se invoca en
los juramentos, y que garantiza los contratos y castiga a los perjuros.
La luz, disipando la oscuridad, restablece la alegría y la vida sobre la
tierra; el calor que lo acompaña fecunda la naturaleza. Mithras es «el maes-
tro de los vastos campos», que convierte en productivos. «Procura el creci-
miento, la abundancia, los ganados, la procreación y la vida»; trae las aguas
en abundancia y hace brotar las plantas; al que le honra, le otorga salud cor-
poral, riqueza y una descendencia felizmente afortunada. Pues es el que dis-
pensa no solo beneficios materiales, sino también las virtudes del alma. Es el
amigo benefactor que consigue, con la prosperidad, la paz de conciencia, la
sabiduría y la gloria, y hace reinar la concordia entre sus fieles. Los devas,
que pueblan las tinieblas propagan por toda la tierra la esterilidad y el sufri-
miento, todos los vicios y todas las impurezas. Mithras «vigila sin caer en el
sueño, protege la creación de Mazda» contra sus enemigos. Combate sin
descanso a los espíritus del mal, y los malvados, que les sirven, sufren con
ellos los efectos terribles de su cólera. Desde lo alto de su morada celeste,
espía a sus adversarios; pertrechado con todas sus armas, se lanza sobre
ellos, los dispersa y los masacra. Lleva la desolación y deja vacías las casas
3
Oldenberg, Die Religion des Veda, 1894, p. 185 y Z. D. M. G., tomo L, 1896, p. 43 ss.
Cf. Barth, Journal des Savants, 1896, p. 390 ss.; E. Meyer, Gesch. des Altertums, I2, p. 821,
§581, Anm.
4
E. Meyer, Das erste Auftreten der Arier in der Geschichte (Sitzb. Akad. Berlin), 1908,
p. 14 ss.; Kuhn’s Zeitsch. f. vergl. Sprachw., XLII; cf. E. Meyer, Gesch. des Altertums, II, pp.
579, 829, 837.
5
Como reconoció ya Windischmann, Mithra, p. 52 ss. Lo que sigue está relacionado con
el Avesta, y especialmente al Yasht X, consagrado a Mithras.
26
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
de los perversos, aniquilando las tribus y las naciones que les son hostiles.
Por el contrario, es el aliado poderoso de sus fieles en sus expediciones gue-
rreras. Los golpes de sus enemigos «yerran sus acometidas porque Mithras
irritado los esquiva», y asegura la victoria a los que «piadosamente instrui-
dos en el Bien, le honran con piedad y le ofrecen en su honor sacrificios y
libaciones»6.
Este carácter del dios de los ejércitos, que predomina en Mithras desde
la época aqueménida, se acentúa sin duda durante el periodo confuso cuando
las tribus iranias aún guerreaban unas contra otras; pero es un simple desa-
rrollo de la antigua concepción de una lucha entre el día y la noche. En gene-
ral, la imagen que el Avesta nos presenta de la vieja divinidad aria, se pare-
ce, como dijimos, a aquella que los Vedas nos dibujan en trazos menos pre-
cisos, y se supone que el mazdeísmo no alteró los fundamentos de su natura-
leza original.
Por otra parte, aunque los himnos zends dejan aún translucir la fisio-
nomía propia del antiguo dios luminoso, el sistema zoroástrico, al adoptar su
culto, redujo considerablemente su importancia. Para entrar en el cielo avés-
tico, habría tenido que someterse a sus leyes. La teología había elevado a
Ahura Mazda al cénit de la jerarquía celeste, y en adelante ninguna divinidad
se pondría a su altura. Ni siquiera Mithras forma parte de los seis Amshas-
pands que ayudan al dios supremo a gobernar el universo. Se le ha relegado,
como a la mayor parte de las antiguas divinidades de la naturaleza, a situarse
entre la multitud de los genios inferiores, los yazatas creados por Mazda. Se
le ha relacionado con algunas abstracciones deificadas a las que rendían
culto los persas. Como protector de los guerreros, recibió como compañero a
Verethraghna, la Victoria; como defensor de la verdad, se une al piadoso
Sraosha, la Obediencia a la ley divina, a Rashnu, la Justicia, a Arshât, la
Rectitud; para lograr la prosperidad es invocado con Ashi-Vañuhi, la Rique-
za, y con Pâreñdi, la Abundancia. En compañía de Sraosha y de Rashnu,
protege el alma del justo contra los demonios que quieren arrastrarla hacia
los infiernos, presidiendo el juicio que le permitirá pasar el peligroso puente
Cinvat que le conduce al cielo7. Esta creencia irania ha dado origen a la doc-
trina de la redención mithraica que vemos desarrollada en Occidente.
En esta misma época, su culto está sometido a un ceremonial riguroso,
conforme a la doctrina mazdea. Se le ofrecerá un sacrificio «de ganado pe-
queño y de ganado grande, y pájaros»8. Estas inmolaciones eran precedidas o
6
Yasht X, 39 ss.; 19; cf. 8, 11, 32-34.
7
M. M. M., t. I, p. 37, cf. Natham Söderblom, La vie future suivant le mazdéisme, Paris,
1901, p. 96, et passim.
8
Yast X, 119. Los sacrificios de cuadrúpedos y de aves se encuentran también en Occi-
dente. Véase más adelante el capítulo V.
27
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
9
Yast X, 120, 122; cf. 88, 137.
10
Yast X, 103. Cf. 89, 123. Sobre estos vestigios de la antigua doctrina, Darmesteter,
Ormuzd et Ahriman, p. 65 ss.
11
Plut. De Iside et Osiride, 46-47; M. M. M., t. II, p. 33).
12
Boundahish I, 2-4, en West, Pahlavi Text, I (Sacred Books of the East, V), 1880, p. 3 ss.
28
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
13
Weissbach y Bang, Das altpersischen Keilinschriften, 1893 (M. M. M., t. II, p. 87 ss.).
14
Mithras es ya invocado en el tratado establecido con los Mitanni. Juramentos de reyes
persas en nombre de Mithras: Plut. Artax. 4; Alex. 3; Jenof., Oecon., 4, §24; Cyrop. VII, 5,
§43 ss.
15
Curt. Hist. Alex. IV, 13, §48.
16
Hemos reunido estos nombres teóforos en M. M. M., t. II, p. 6.
17
Mes y día de Mithras, M. M. M., t. II, p. 6; Darmesteter, Avesta, I, p. 34 ss.; II, pp. 301,
327.
18
Ctesias ap. Athen. X, 45 (M. M. M., t. II, p. 10).
19
Strab. X, 14, §9, p. 530. M. M. M., t. II, p. 49. Inscripción de Amorion: Rev. des études
grecques, II, p. 18 = M. M. M., t. II, p. 91, nº 4. Talmud, Aboda Zara, IIb. (M. M. M., t. II, p.
457). Cf. Hübschmann, Armen. Etymologie, p. 194; Hyde, Rel. vet. Pers., p. 245; Darmesteter,
Avesta, II, p. 443.
20
Herod. I, 131; Jenof., Oecon., 4, §24; Cyrop. VII, 5, §43 ss.; Ctesias ap. Athen. X, 45.
Por norma general los griegos traducían los nombres de los dioses persas por sus equivalentes
fonéticos. Sólo el de Mithras se ha conservado.
29
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
21
Beroso ap. Clem. Alex. Protrept. V.
22
Curt. Hist. Alex. V, 1, 22; cf. M. M. M., t. I, p. 8, n. 5.
23
Mithras ya es identificado con Shamash en un texto cuneiforme de la biblioteca de As-
surbanipal (R. III, 69, nº 5, lin. 72). Cf. Jensen, Zeitschr. für Assyriol., II, p. 195).
24
Jastrow, Religion Babyloniens, p. 427 ss.; Knudtzon, Gebete an den Sonnengott, 1893,
p. 79 ss.
25
M. M. M., t. I, p. 9.
26
Ptolom. Tetrab. II, 2. Procl., Paraphr. in Ptol., p. 93, ed. Allatius.
27
Strab. XV, 3, 15, p. 733 C ; cf. XI, 512 C ; XII, 559 C.
30
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
28
Bardesanes en Eusebio, Praep. evang. VI, 10, 16.
29
Paus. V, 27, 3.
30
Basilio, Epist. 358 ad Epiphanium; Epiph. Adv. haeres. III, 13 ; Cf. Priscus, fr. 31 (I, p.
342, Hist. min. Dindorf). Ya he hablado de esta diáspora irania en M. M. M., t. I, p. 9 ss., 16
ss., y en Religions orientales, 2ª ed., p. 213.
31
Μαγουσαῖοι corresponde exactamente al siríaco “magushayê”, “magos”; cf. M. M. M.,
t. I, p. 9, n. 5.
32
Tal como ha demostrado definitivamente el descubrimiento de las inscripciones bilin-
gües, greco-arameas, en Capadocia y en Armenia. Cf. Lidzbarski, Ephemeris für sem. Epigr.
I, p. 60 ss. ; III, p. 65 ss.; Cumont, CRAI, 1905, p. 99 ss. Cf. p. 14, n. 2.
33
Daremberg-Saglio-Pottier, Diction., s.v. “Satrapa”.
31
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
34
Hemos consignado la lista de estos dioses en M. M. M., t. I, p. 130 s.
35
La inscripción greco-aramea de Farasha (Rhodandos) en Capadocia (Grégoire, CRAI,
1908, p. 434 ss.) se refiere a un militar que lleva un nombre persa, ἐμάγευσε Μίθρῃ.
36
Michel, Recueil d’Inscriptions grecques, nº 735. Dittenberger, Orient Inscr., nº 383 ; cf.
M. M. M., t. II, p. 89, nº 1.
32
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
37
Basil. Epist. 358 ad Epiphanium.
38
Ver más adelante el cap. IV.
33
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
39
Gelzer, Zur armenischen Götterlehre (Sitzungsb. Gesellsch. Wiss. Leipzig), 1896, es-
pecialmente p. 118. Sobre el culto de Anaïtis en Armenia, cf. Cumont, Revue archéol., 1905,
I, p. 25 ss.
40
Agathangelos, Hist. de Tiridate, cap. 5 (M. M. M., t. II, p. 4, n 3; t. I, p.160, n. 10).
41
Eliseo Vartabed, en Langlois, Historiens arm., t. II, pp. 224, 237 (M. M. M., t. II, p. 5).
42
Ezniko de Kolb, Wider die Sekten, über Schmidt, Vienne, 1900, p. 109 (Cf. M. M. M., t.
II, p. 3).
43
Eliseo Vartabed, loc. cit., p. 194 (M. M. M., t. II, p. 5).
44
Ps. Plutarco, De fluviis, 23.
45
Monedas de Trapezunte, Babelon – Reinach, Recueil general des monnaies d’Asie Mi-
neure, t. I, p. 109 ss., y láminas XV-XVI; cf. M. M. M., t. II, 189, nº 3-bis, y t. I, p. 213.
46
Mithras-Attis: terracotas descubiertas en el mediodía ruso, M. M. M., t. II, p. 191, nº 5;
cf. Derewitski y von Stern, Museum der Odessa Gesellschr. für Gesch. und Altertumsk., t. II,
1898, lám. V y p. 10.
47
Dedicación de Koula: S. Reinach, Chron. d’Orient, I, 1891, p. 157. Una curiosa ins-
cripción de Pérgamo (Michel, Recueil, nº 46, [IV, 50]; Dittenberger, Orient. inscr., nº 331),
nos indica que en los primeros años del siglo II d.C., la reina Estratonice llevó allí el culto de
Zeus Sabazios desde Capadocia. Por tanto, no puede tratarse de un dios traco-frigio. Sobre la
fórmula Nama Sebesio, ver más adelante el cap. V.
34
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
han podido ser relacionadas con personificaciones del poderoso yazata. Pa-
rece que los sacerdotes de estos países incultos se veían forzados a hacer de
sus dioses populares entes equivalentes a aquellos que adoraban los prínci-
pes y la nobleza; aunque conocemos muy mal las religiones de estas regio-
nes para determinar lo que cada una ha aportado al parsismo y lo que han
recibido, y nosotros percibimos una influencia recíproca sin poder calcular
su profundidad. Esta influencia, cabe presuponer que superficial48, prepara
ciertamente la fusión íntima, que debía tener lugar más tarde en Occidente,
entre los misterios de Mithras y los de la Gran Madre.
La expedición de Alejandro fue el comienzo de la expansión por toda
Asia anterior de la civilización griega, que se impuso al mazdeísmo hasta los
límites de la Bactriana. Sin embargo, el «iranismo» —si podemos utilizar
este término— no bajó la cabeza nunca ante el helenismo. Irán supo solapar
pronto su autonomía moral y su independencia, y, en general, la fuerza de
resistencia de las tradiciones persas con una asimilación que se produjo con
bastante facilidad. Es este uno de los rasgos sobresalientes de la historia de
las relaciones entre Grecia y Oriente49. Los magos de Asia Menor, más cer-
canos a los grandes focos de la cultura occidental, fueron también ilumina-
dos con más intensidad por sus destellos. Sin dejarse engullir por la religión
de los conquistadores extranjeros, sus cultos se combinaron con aquella.
Para armonizar las creencias bárbaras con las ideas helénicas echaron mano
al viejo procedimiento de la identificación50. Se interesan en demostrar que
el cielo mazdeo estaba poblado por los mismos habitantes que el Olimpo:
Ahura-Mazda fue confundido, como Ser supremo, con Zeus; Verethraghna,
el héroe victorioso, con Héracles; Anâhita, a quien le estaba consagrado el
toro, deriva en la Ártemis Tauropola; y es posible incluso encontrar en sus
templos la fábula de Orestes51. Mithras, ya considerado en Babilonia como el
equivalente de Shamash, fue con toda naturalidad asociado a Helios; pero
jamás ocupó un lugar subordinado, y su nombre persa no fue nunca reempla-
zado en la liturgia por una traducción, como sucede con otras divinidades
adoradas en los misterios.
La sinonimia que se pretendía establecer entre sus denominaciones en
realidad sin relación, no es más que un mero juego de los mitólogos. Esto
tuvo como principal consecuencia que las vagas personificaciones conocidas
por la imaginación oriental adoptaron las formas precisas con que los artistas
48
Jean Réville (Études de théologie et d’histoire, publiées en hommage à la faculté de
Montauban, París, 1901, p. 336) concede a las religiones de Asia Menor un gran protagonis-
mo en la formación del mithraísmo, aunque es imposible medirlo en el estado actual de nues-
tros conocimientos.
49
Hemos desarrollado esta idea en nuestro libro Religions orientales, 2ª ed., p. 200 ss.
50
La lista de estas asimilaciones, M. M. M., t. I, p. 130 ss.
51
Pauly-Wissiwa, Realencyclop., s. v. “Anaïtis”.
35
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
griegos habían otorgado a los dioses olímpicos. Es posible que antes estas
divinidades orientales jamás fueran representadas con apariencia humana, y
si tales imágenes existían, debían ser imitación de los ídolos asirios y de una
factura basta y imperfecta. Transfiriendo a los héroes mazdeos toda la se-
ducción del ideal helénico, se modifica necesariamente la concepción de su
carácter, y atenuando su exotismo se muestran más accesibles a los occiden-
tales. Una de las condiciones indispensables para el éxito de la religión ex-
tranjera en el mundo romano se produjo hacia el siglo II antes de nuestra
Era: un escultor de la escuela de Pérgamo compuso el grupo patético de
Mithras tauróctono, a quien, según la opinión general, la tradición reserva
desde entones un lugar de honor en el ábside de los spelaea52.
El arte pone todo su empeño en edulcorar todo aquello que estos rudos
misterios pudieran tener de exótico a ojos de los sensibles espíritus griegos.
La filosofía procura conciliar sus doctrinas con sus propias enseñanzas, e
incluso los sacerdotes asiáticos decían descubrir de nuevo en sus tradiciones
sagradas las teorías de determinadas sectas filosóficas. Ninguna de estas
sectas se presta más fácilmente que la del Pórtico a una alianza con la devo-
ción popular, y su influencia sobre la formación del mithraísmo fue profun-
da. En un viejo mito cantado por los magos, recordado por Dión Crisósto-
mo53, el orador veía una alegoría de la cosmología estoica, y otras ideas per-
sas fueron igualmente modificadas por las concepciones panteístas de los
discípulos de Zenón. Los pensadores se acostumbraban cada vez más a bus-
car en los dogmas y los usos rituales de los orientales los reflejos oscureci-
dos de una sabiduría arcana, y esta tendencia a menudo concordaba con las
pretensiones y el interés del clero mazdeo, contribuyendo a reforzar su po-
der54.
Si la especulación filosófica atribuía a las creencias de los magos una
fuerza de la que aquella carecía, llegando al punto de transformarla, tal capa-
cidad tenía un carácter conservador, y no innovador. Del mismo modo que
una otorgaba a las leyendas, a veces pueriles, una significación simbólica, la
52
Remitimos al apéndice I de este mismo libro.
53
Dio Chrys. Or. XXXVI, § 39 ss. (M. M. M., t. II, p. 60, cf. T. I, pp. 33, 85 n. 3, 108,
169, etc.). La acción del estoicismo sobre las ideas religiosas de Oriente ha sido señalada ya
antes, especialmente por Dieterich, Abraxas, p. 48 s., y sobre todo p. 93, así como por Kroll,
De orac. Chaldaïcis, p. 68, n. 3. Por otra parte, podemos preguntarnos hasta qué punto esta
filosofía, cuyos fundadores son asiáticos, no ha sucumbido ella también a las ideas orientales,
pues admitieron la astrología caldea. Cf. mi Astrology and Religion, 1912, pp. 69, 82 ss. y 93.
54
Sobre un busto de Crisipo encontrado en Atenas se lee la siguiente dedicación: Τὸν
χρύσιππον Ἀκρίσιος Μίθρῃ (von Prott, Athen. Mitt. XXVIII, p. 278), aunque «Mithres» es
aquí, sin duda, el nombre de un hombre.
36
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
55
Strab., XV, 3, 15, p. 733 C. Compárense los ritos de Anâhita realizados en los templos
de Lydia (Pausan., V, 27, 5), y el sacrificio ofrecido por Mithrídates imitando a los reyes
persas (App. Mithrid. 66; cf. mi Studia Pontica, pp. 176, 1982.
56
Luc., Menipp., cap. 6 ss. (M. M. M., t. II, p. 22).
57
Luc., Deor. conc., cap. 9; Iupp. Trag., cap. 8, cap. 13 (M. M. M., t. II, p. 22).
58
Basil. Epist. 238 ad Epiph. (Textes et Monuments, t. I, p. 10, n. 3). Cf. Priscus fr. 31 (I,
342, Hist. Min. Dind.).
59
Ver más adelante el cap. V.
37
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
60
La existencia de libros litúrgicos está atestiguada por los templos lidios de Anâhita
(Pausan. V, 27, 5). Por el contrario, San Basilio (véanse las notas anteriores) afirma que los
“magusanos” de Capadocia no tenían libros y que transmitían oralmente las tradiciones reli-
giosas. El uso de rituales escritos en Oriente está asegurado. Ver más adelante el cap. V.
61
Porfirio, De abstin., IV, 16 (M. M. M., t. II, p. 42).
62
Un ejemplo famoso de este tipo de iniciaciones es la de Nerón por el rey de Armenia,
Tirídates (Plin. N.H., XXX, 1, §6: Magicis cenis initiaverat). A los testimonios que hemos
reunido (M. M. M., t. I, p. 239) sobre la existencia de “misterios” en Oriente, se puede añadir,
creemos, el testimonio de la inscripción de Farasha, donde los términos ἐμάγευσε Μίθρῃ
deben traducirse indudablemente, siguiendo un significado frecuente del aoristo, por “fue
mago de Mithras”. La dedicación habría sido hecha con motivo de una iniciación. Por otro
lado, una inscripción de Amasia (Rec. des inscr. du Pont, nº 108) menciona a un στρατιώτης
εὐσεβής, probablemente un iniciado con el grado de miles, aunque este texto es de época
imperial.
38
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
63
Para estos ritos, ver más adelante el cap. V; para las leyendas, el cap. IV.
64
Además de los textos generales que prueban el establecimiento de “magusanos” en es-
tas regiones, disponemos de una serie de pruebas particulares que establecen la existencia de
un culto de Mithras en determinados lugares. En Asia Menor y en Comagene son las siguien-
tes: a) En Armenia: templo en Pakaïaridj (Agathangelos, Hist. Tirid., cap. 10; M. M. M., t. II,
p. 4); b) Comagene: templo de Nemroud-Dagh (vid. supra); c) Capadocia: inscripción de
Farasha (Rhodandos), vid. inscripción de Cesarea (CIL, III, 12135); inscripción de Tiana (M.
M. M., t. II, p. 91, nº 3); d) Ponto: monedas de Trapezunte, y un antiguo mithraeum (vid. el
apéndice II); inscripción de Amasia, citada antes; e) Frigia: inscripción de Amorion, citada
antes; f) Pisidia: bajorrelieve de Isbarta (vid. el apéndice II); inscripciones de Artanada y ¿de
Derbe? (M. M. M., t. II, p. 172 nºs. 549-550) ; g) Cilicia: Medallón de Tarso (ver aquí Fig. 2).
39
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
65
Medallón de bronce de Gordiano III (M. M. M., t. II, p. 189, nº 3, dibujo basado en el
ejemplar de Nápoles). La misma pieza aparece reproducida en Hill, Greek coins in the British
Museum, Lycaonia, Cilicia, 1900, p. 213, nº 258, lám. XXXVIII, 4.
40
CAPÍTULO II
66
La historia de la propagación del mithraísmo en el Imperio romano reposa ante todo so-
bre una ingente cantidad de inscripciones que nos informan, entre otras cosas concretas, de los
lugares donde fue adorado el dios persa y del rango social de sus fieles. Su testimonio se
completa por la información que aportan los monumentos –templos y esculturas– encontrados
en gran número en Roma y en determinadas provincias. No podemos aspirar en este pequeño
libro a citar y a discutir cientos de documentos epigráficos y arqueológicos. Los textos y la
discusión detallada puede encontrarse en nuestra obra maior M. M. M. Aquí nos limitaremos a
comentar algunos textos concretos particularmente importante o nuevos descubrimientos.
Hemos reunido en el apéndice II la lista de los principales monumentos publicados después de
1900 y hasta 1913. Toutain ha estudiado recientemente con gran precisión y detalle la difu-
sión del culto de Mithras en las provincias del Occidente latino (vid. la obra de este autor
referenciada en el apéndice II, particularmente las pp. 144-177), aunque en su campo de
observación excluye Roma e Italia. El resultado, creo yo, es incorrecto; y no creo que sus
opiniones negativas estén justificadas; he intentado demostrar por qué me parecen inadmisi-
bles, en mi estudio publicado en Rev. hist. des religions, LXVI, 1912, p. 125 ss.
67
Pireo: M. M. M., t. II, p. 469, nº 220-a; Atenas: inscripción en el busto de Crisipo (von
Prott, Athen. Mitt. XXVIII, p. 278). El Sr. Avezou me ha enviado la fotografía de un monu-
mento mithraico, aun inédito, descubierto hace poco en Patras; él supone, no sin vacilación,
que el culto asiático fue introducido en esta colonia por los piratas cilicios que Pompeyo
estableció cerca de allí, en Dymé. Lo mismo habría ocurrido con el culto de Attis.
68
Vid. el apéndice I.
69
Arados: Renan, Miss. de Phénicie, p. 103; M. M. M., t. II, p. inscr. 5. — Sidón: Mithra-
eum (cf. apéndice II). — Alejandría: Socr. Hist. Eccl., III, 2 ; V, 16; Sozom. V, 7 (cf. apéndi-
ce II); Damascio, en Suda, s.v. «Ἐπιφάνιος». — Ph. Berger, “Le culte de Mithra à Carthage”,
Rev. hist. des religions, LXV, 1912, p. 1 ss., ha pretendido ver los nombres de Μίθρα y de
41
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
Ἀστρονόη en el grupo “Mithrachastarni” de una inscripción púnica, aunque yo creo que esta
interpretación no convence a nadie.
70
Pireo: M. M. M., t. II, p. 520, nº 285.
71
Hemos reunido estos nombres teóforos, M. M. M., t. II, p. 83 ss., p. 466.
72
Sobre todos estos cultos exóticos, vid. mi obra Religions orientales, 2ª edic., 1909.
42
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
dinastías autóctonas que se mantenían aún bajo los primeros Césares, por su
condición de reinos vasallos, protegían su aislamiento secular. A decir ver-
dad, Cilicia había sido constituida provincia romana después del 102 a.C.,
pero en esta época apenas comprende algunos puntos de la costa, y la con-
quista del país solo se completó unos siglos más tarde. Tiberio incorporó la
Capadocia, Nerón el Ponto occidental, Vespasiano73 la Comagene y la Pe-
queña Armenia. Solo entonces se establecieron relaciones continuadas entre
estas regiones olvidadas por Occidente. Las necesidades de la administración
y la organización de la defensa, los cambios de gobernador y de oficiales, el
reemplazo de los procuradores y los empleados del fisco, las levas de tropas
de infantería y de caballería, el establecimiento a lo largo de la frontera del
Éufrates de tres legiones, provocaron un intercambio continuo de hombres,
de productos y de ideas en estas regiones montañosas hasta entonces cerra-
das y las provincias europeas. Luego vinieron las grandes expediciones de
Trajano, de Lucio Vero y de Septimio Severo, la conquista de Mesopotamia
y la fundación en Osroene, y hasta Nínive, de numerosas colonias que como
anillos de una cadena unieron Irán y el Mediterráneo. Estas anexiones suce-
sivas de los Césares fueron la causa primera de la difusión de la religión
mithraica en el mundo latino, donde comienza a expandirse bajo los Flavios
y se desarrolla bajo los Antoninos y los Severos, al mismo tiempo que otro
culto practicado a su lado, en Comagene, el de Júpiter Dolicheno74, irrumpió
con fuerza en todo el Imperio.
Si creemos a Plutarco75, Mithras se habría introducido mucho antes en
Italia. Los romanos habrían sido iniciados en sus misterios por los piratas
cilicios vencidos por Pompeyo. Esta noticia no tiene nada de inverosímil:
sabemos que la comunidad judía establecida trans Tiberim, estaba compues-
ta en gran medida por descendientes de los prisioneros que el mismo Pom-
peyo había reunido tras la toma de Jerusalén en 63 a.C.76 Por esta circuns-
tancia especial, es posible que desde finales de la República el dios persa
haya encontrado algunos fieles entre la heterogénea plebe de la capital. Y
73
Marquardt, Staatverw., I2, pp. 380 ss.; 365, 360, 399, 369.
74
Kan, De Iovis Dolicheni cultu, Groningen, 1901; cf. mi Religions orientales, pp. 167
ss., 217 s.
75
Plut. Pomp., 24 (M. M. M., t. II, p. 35 d). Que los misterios mithraicos hubiesen pene-
trado, en efecto, en una región vecina del territorio ocupado por los piratas, lo demuestra el
interesante descubrimiento de un bajorrelieve en Isparta [Baris] (cf. apéndice II). La opinión
de Rohde, que relaciona algunas inscripciones de Lycaonia (M. M. M., t. II, p. 172, nº 649
ss.), adquiero nuevos visos de verosimilitud, en tanto que Ramsay (Studies in the Eastern
Roman provinces, Aberdeen, 1906, p. 278) las interpreta de otro modo: Λέων y ἀετός no
designarían los grados mithraicos de “león” y de “águila” sino que se refiere al león situado
sobre la tumba y el frontón del monumento sepulcral.
76
Schürer, Gesch. des Jüdischen Volkes im Zeitalter J.C., t. III3, 1898, p. 30.
43
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
77
Stat. Theb., I, 717: Persei sub rupibus antri Indignata sequi torquentem cornua
Mithram.
78
Plut., Pomp., 24.
79
CIL, VI, 732. Cf. M. M. M., t. II, p. 468, nº 67.
80
CIL, VI, 30728. M. M. M., t. II, p. 228, nº 55-I, p. 245, nº 3; Smith, Catal. of Sculpture
Brit. Mus. t. III, 1904, nº 1721.
44
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
81
CIL, IX, 4110; cf. 4109. M. M. M., inscr. 152-153.
82
Dessau, Inscr. Lat. Sel. 4191; M. M. M., inscr. 423.
83
M. M. M., t. II, p. 523, mon. 295 e inscr. 160 d-e ; p. 240, mon, 83; p. 238, mon. 79-81 ;
p. 240, mon, 82.
45
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
cosmos del Imperio»84. Era este un poderoso medio de acción, pues su posi-
ción aseguraba a estos suboficiales una influencia moral considerable sobre
los soldados bajo su instrucción. Aparte de la propaganda individual, cuyos
mecanismos se nos escapan totalmente, los traslados provisionales o defini-
tivos de los destacamentos o incluso de unidades completas de un punto
geográfico a otro, por alejados que estuviesen, mezclan a gentes de cualquier
raza o cualquier creencia. También encontramos por todos lados, junto a los
legionarios, a ciudadanos romanos, en número igual, o quizás superior, de
auxilia extranjeros, que no tenían, como los primeros, el privilegio de servir
en solar patrio. Al contrario, se los alistaba en el ejército para prevenir y
alejar las rebeliones de estos peregrini en sus países de origen. Bajo los Fla-
vios, las alas y cohortes indígenas destinadas en la frontera del Rhin y del
Danubio85 formaban un contingente importante, aunque menor al de las le-
giones.
Entre los hombres llamados para reemplazar a los nacionales enviados
lejos de sus patrias, se contaba con un buen número de hombres de Asia
Menor y de países circunvecinos, como indican las nuevas levas habidas en
Comagene, donde el mithraísmo tenía hondas raíces. Otros jinetes y legiona-
rios fueron reclutados en esta región, posiblemente cuando se anexionó al
Imperio, contribuyendo con seis cohortes auxiliares. Eran muchos los solda-
dos originarios de Capadocia, del Ponto y de Cilicia, como para no habar de
sirios de cualquier tribu, y los Césares no tuvieron escrúpulos de enrolar
veloces escuadrones de caballería parta una vez que estos les habían demos-
trado sus habilidades guerreras86.
El soldado romano era en general devoto y supersticioso. Los peligros
a que quedaba expuesto en su profesión le hacían buscar continuamente la
protección celeste, y un número incalculable de dedicatorias muestra a la vez
la fortaleza de su fe y la variedad de sus creencias. Los orientales especial-
mente, trasladados durante veinte años a países donde se sentían extranjeros,
conservaban celosamente el recuerdo de sus divinidades nacionales. Desde
que encontraron la forma de hacerlo, no perdían ocasión de demostrar su
culto. Mostraban la necesidad de conciliarse con este Señor (Ba’al) al que,
según decían, se le ofrecían niños para apaciguar su cólera. Los rituales eran
una buena ocasión de reunirse y, en estos fríos climas del norte, rememorar
la patria lejana. Pero estas asociaciones no eran exclusivas; admitían también
voluntarios de entre los compañeros de armas de cualquier origen a quienes
84
Jung, Fasten der Provinz Dacien, 1894, p. XIV. Cf. Cagnat, L’armée romaine d‘Afrique,
1892, p. 193.
85
Mommsen, “Die Conscriptionsordnung der Römischen Kaiserzeit”, Hermes XIX, 1884,
p. 215 ss. = Hisorische Schriften, t. II, p. 98 ss.
86
Cf. Cichorius, s.v. “Cohors” y “Ala”, en Pauly-Wissowa, Realencyclopaedia.
46
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
87
La actual ciudad de Plovdiv (Bulgaria) se superpone a la antigua de Philippopolis; la
recorre el río Maritsa o Evros, llamado Ἕβρος en griego antiguo, e Hiberus en su forma
latina. (N. del T.)
88
CIL, III, 142174.
89
Para la difusión del culto en la Mesias y en Tracia vid. M. M. M., t. I, pp. 248-249 y los
monumentos citados luego en el apéndice. Una inscripción de Naissus (Nisch): CIL, III,
14562.
90
Fiebiger, en Pauly-Wissowa, Realencyclopaedia, s.v. “Classis”, col. 2647.
47
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
91
Eutropio, VIII, 6.
92
Jung, Römer und Romanen in den Donauländer, 2ª edic. 1887, p. 112 ss.
93
Tras la publicación de nuestra obra Monum. Myst. Mithra (inscr. 232-308; mon. 136-
212) ha habido en Transilvania algunos hallazgos interesantes, cf. más adelante el apéndice II,
y CIL, III, 14466.
94
Hemos reunido los monumentos de Panonia, M. M. M., inscr. 320 ss., mon. 220 ss.
Añádanse: CIL, III, 15138 y 151381 (de Rittium), y 1435928 (de Vindobona).
95
Una dedicación de Aquincum remonta a la época de Marco Aurelio (CIL, III, 3479).
Uno de los santuarios de Mithras es anterior a 198 (vid. apéndice II). Cf. para las otras fechas
M. M. M., t. I, p. 251, n. 6.
48
Franz Cumont: Los misterios de Mithras
96
Gündel, De legione II Adiutrice, Leipzig, 1895.
97
Jünemann, De legione I Adiutrice, Leipzig, 1894.
98
Vaglieri, en Ruggiero, Dizionario epigraf. I, p. 514 ss.; Pfitzner, Gesch. der Kaiser-
legionen, p. 259 ss.
99
CIL, III, 4413; cf. M. M. M., t. I, p. 253, n. 2.
49