Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cuando Jesús anuncia que el reino de Dios está cerca, quiere decir que una
transformación profunda se va a producir, un nuevo orden de cosas está
próximo: los planes de los arrogantes desbaratados, los poderosos abatidos de
sus puestos de poder, los pobres elevados, los hambrientos saciados, los ricos
empobrecidos.
Es totalmente falso entender el mensaje de Jesús como una llamada a vivir esta
vida haciendo méritos para alcanzar un día el reino de los cielos. Esta visión
de la fe cristiana es paralizadora y contraria a la dinámica que Jesús quiere
introducir en la historia de los hombres. A partir de una concepción
ultramundana del reino de Dios, fácilmente se reduce la fe cristiana a unos
actos religiosos y a unas prácticas que le preparan al individuo para el cielo,
pero que están al margen de la vida, las luchas y los afanes de la vida. Entonces,
se pierde el valor de esta vida terrestre y ya no se entiende la historia «como
camino de liberación y de justicia donde el reino se anuncia y se realiza
inicialmente».
No hemos entendido a Jesús si no nos sentimos llamados desde ahora a entrar
en un proceso de cambio y transformación de la sociedad humana. No hemos
escuchado su mensaje, si no entendemos la vida y la historia de los hombres
como un caminar hacia la liberación progresiva de toda injusticia incompatible
con el reinado de Dios en los hombres. No hemos escuchado a Jesús si no nos
encontramos comprometidos en ninguna acción transformadora del mundo
actual. La pregunta que nos tenemos que hacer no es: «¿Entraré un día en el
reino de los cielos?», sino «¿he entrado en la dinámica del reino de Dios?».
La buena noticia del reino de Dios es algo que concierne a toda una
comunidad. Jesús no habla simplemente a la intimidad de cada persona, sino
a una comunidad que él intenta movilizar y poner en marcha.
Otra falsa interpretación del reino ha sido el confundirlo con la Iglesia. Para
muchos cristianos, entrar en la Iglesia es entrar en el reino, pues el reino de
Dios existe allí donde está la Iglesia. Según esta concepción, el reino de Dios
se realiza dentro de la institución eclesial, y crece y se desarrolla en la medida
en que crece y se desarrolla la Iglesia (cfr. la falsa interpretación de la parábola
del grano de mostaza de Me 4, 30-32).
Ahora mismo, el reino de Dios está irrumpiendo entre los hombres, con la
predicación y los gestos de Jesús. Desde ahora mismo y en contra de las apariencias
hay que creer en esta buena noticia y poner toda nuestra confianza en la salvación de
Dios que se acerca. La fuerza liberadora de Dios empieza a imponerse y el reinado
de Dios comienza a hacerse realidad allí donde unos hombres escuchan a Jesús, se
dejan convencer por su mensaje y le siguen
Algo nuevo se ha puesto en marcha
Se nos invita a descubrir todas las posibilidades que encierra esta vida de la
que se va adueñando Dios, liberar todas las fuerzas que bloquean el
crecimiento y el progreso de la vida humana, promover todo lo que conduce
a una mayor liberación del hombre, vivir intensamente cada instante como
una nueva ocasión y una nueva posibilidad para el crecimiento del reino de
Dios y el crecimiento del hombre. Vivir la vida en toda su profundidad,
animados por la fuerza liberadora de Dios que está actuando en la historia.
En el pueblo de Israel se venía añorando una utopía que es tan vieja como el
corazón del hombre: la desaparición del mal, de la injusticia, del dolor y la
muerte. Se añoraba el reino de Dios que traería consigo la justicia, la vida, la
salvación. Jesús se presenta con la buena noticia: Esa vieja utopía comienza a
realizarse. Esas aspiraciones y esa añoranza de liberación que se encuentra en
el fondo de los hombres y de los pueblos van a hacerse realidad.
El mensaje del reino es una llamada a un nuevo estilo de vida, que se entiende
no a partir de aquello que nosotros estamos construyendo, sino a partir de
Dios y del futuro que se nos promete. Desde el reino de Dios la vida no es un
poder para esclavizar a los hombres, ni un saber para masificar a las gentes, ni
un producir para
ahogar el espíritu, sino un regalo para que el hombre se abra gratuitamente al
otro hombre, y todos al misterio último del Amor que se anuncia desde ahora
para el final.