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INSTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS

Una transformación de la vida


La expresión tan frecuente en boca de Jesús de reino de Dios (malkütá d'aldhá) tenía
un significado algo distinto al que puede tener la palabra reino para un occidental.
No tiene un significado estático, espacial, como si designara un territorio, un lugar
en donde reina Dios. Se trata de un concepto dinámico y designa el acto de reinar, el
señorío, la actuación real de Dios. Por otra parte, no se trata nunca de algo abstracto,
sino de un acontecimiento concreto, algo que se está realizando, una intervención
concreta de Dios en la vida de los hombres. De ahí que la expresión reino de Dios
deba traducirse mejor al castellano como reinado de Dios.

 El reino de Dios que anuncia Jesús es subversivo en el sentido de que supone


siempre una amenaza para todo orden establecido y una llamada constante al
cambio y a la transformación en favor de los oprimidos. Dios no reina sino
para transformar nuestra historia, ir suprimiendo las diversas injusticias e ir
impulsando a los hombres hacia el fin de toda opresión.

 Cuando Jesús anuncia que el reino de Dios está cerca, quiere decir que una
transformación profunda se va a producir, un nuevo orden de cosas está
próximo: los planes de los arrogantes desbaratados, los poderosos abatidos de
sus puestos de poder, los pobres elevados, los hambrientos saciados, los ricos
empobrecidos.

Una realidad que acontece entre nosotros

 El reino de los cielos, no significa el cielo, lugar de recompensa y disfrute


eterno con Dios, sino que es una expresión para designar el reino de Dios

 El reino de Dios que anuncia Jesús no es algo ultramundano, que se realizará


un día, en la otra vida, en el más allá. Es algo que acontece ahora, que está ya
en marcha entre nosotros (Mt 12, 28 = Le 11, 20; 17, 21). Es cierto que no
se realizará de forma plena y definitiva sino en el futuro de Dios, pero el
proceso del reino de Dios, el crecimiento, la lucha por el reino tiene lugar
ahora, entre los hombres, en el seno de la sociedad humana.

 Es totalmente falso entender el mensaje de Jesús como una llamada a vivir esta
vida haciendo méritos para alcanzar un día el reino de los cielos. Esta visión
de la fe cristiana es paralizadora y contraria a la dinámica que Jesús quiere
introducir en la historia de los hombres. A partir de una concepción
ultramundana del reino de Dios, fácilmente se reduce la fe cristiana a unos
actos religiosos y a unas prácticas que le preparan al individuo para el cielo,
pero que están al margen de la vida, las luchas y los afanes de la vida. Entonces,
se pierde el valor de esta vida terrestre y ya no se entiende la historia «como
camino de liberación y de justicia donde el reino se anuncia y se realiza
inicialmente».
 No hemos entendido a Jesús si no nos sentimos llamados desde ahora a entrar
en un proceso de cambio y transformación de la sociedad humana. No hemos
escuchado su mensaje, si no entendemos la vida y la historia de los hombres
como un caminar hacia la liberación progresiva de toda injusticia incompatible
con el reinado de Dios en los hombres. No hemos escuchado a Jesús si no nos
encontramos comprometidos en ninguna acción transformadora del mundo
actual. La pregunta que nos tenemos que hacer no es: «¿Entraré un día en el
reino de los cielos?», sino «¿he entrado en la dinámica del reino de Dios?».

La creación de una comunidad nueva

 La buena noticia del reino de Dios es algo que concierne a toda una
comunidad. Jesús no habla simplemente a la intimidad de cada persona, sino
a una comunidad que él intenta movilizar y poner en marcha.

 Todo individualismo queda excluido. No se trata de salvar nuestra alma


alcanzando así el reino de Dios, ni siquiera de desarrollar plenamente nuestra
personalidad o vivir en plena armonía con nuestro destino individual.
Naturalmente, la conversión al reino de Dios conduce al hombre a su
liberación, su realización personal y su armonía. Pero la llamada de Jesús es a
entrar en el reino de Dios, a realizar el reino de Dios en medio de nosotros, el
reino del Padre que solamente reina en cuanto crea solidaridad, fraternidad,
comunidad.

 No se ha entendido bien el mensaje de Jesús cuando la preocupación última


del cristiano es la salvación de su propia alma, o la realización de su propio
destino. Este individualismo deforma el mensaje de Jesús y falsea la realidad
del reino de Dios. Por otra parte, resulta bastante cómodo, pues permite vivir
la fe cristiana relativamente despreocupado de los otros, sin tener por ello
mala con ciencia. Incluso, por motivos religiosos y evangélicos se puede vivir
eludiendo todas las cuestiones e interrogantes que plantea la injusticia
estructural de nuestra sociedad.

Abarca la vida entera de los hombres


 Una de las deformaciones más extendidas entre los cristianos ha sido la de
considerar el reino de Dios como una realidad puramente interior y espiritual.
El reino de Dios queda confundido con el reino de la gracia interior. Dios
reina en la intimidad del alma humana, en el corazón de las personas.

 Naturalmente, la conversión al reino de Dios implica una vida interior, pero


el mensaje de Jesús nos invita no a la interioridad, sino a una decisión que
compromete a toda la persona.
 No hemos entendido el mensaje de Jesús si todavía vivimos en dos campos
distintos y sin punto de contacto alguno entre sí: el mundo interior, de la
gracia, la oración y el encuentro con Dios, y la realidad diaria de nuestra vida
inmersa en un contexto social, cultural, político. «Es evidente que el reino de
Dios, al contrario de lo que muchos cristianos piensan, no significa algo
puramente espiritual o fuera de este mundo. Es la totalidad de este mundo
material, espiritual y humano, ahora introducido en el orden de Dios. Si así
no fuera, ¿cómo podría Cristo haber entusiasmado a las masas?»

Más allá de la Iglesia

 Otra falsa interpretación del reino ha sido el confundirlo con la Iglesia. Para
muchos cristianos, entrar en la Iglesia es entrar en el reino, pues el reino de
Dios existe allí donde está la Iglesia. Según esta concepción, el reino de Dios
se realiza dentro de la institución eclesial, y crece y se desarrolla en la medida
en que crece y se desarrolla la Iglesia (cfr. la falsa interpretación de la parábola
del grano de mostaza de Me 4, 30-32).

 La Iglesia es una comunidad cuya razón de ser es continuar anunciando el


reino de Dios inaugurado en Jesús de Nazaret. Ayudar a los hombres a
descubrir que la existencia humana está envuelta por el amor de Dios y que,
solamente abriéndose a él, encontrará la humanidad su centro, su identidad,
su sentido y su meta. Pero la Iglesia desvirtúa todo el sentido de su mensaje si
se predica a sí misma, si habla de sí misma y para sí misma, si solamente busca
el que los hombres la reconozcan, la valoren, la aprecien. La Iglesia tiene que
preguntarse constantemente si su mensaje es una buena noticia para los
empobrecidos por la injusticia, y un juicio para los poderosos y para la misma
Iglesia, pues ella es sólo Iglesia de Jesús en la medida en que se convierte
constantemente al reino.

 La Iglesia espera el reino de Dios y lo busca no como algo ya logrado, sino


como el destino definitivo al que se siente llamada. La plenitud del reino está
todavía por venir y es lo que debe estimular a la Iglesia para no descansar
nunca, no resignarse, ni detenerse, sino sentirse llamada constantemente al
cambio y a la conversión.
 Si queremos entender correctamente a Jesús, debemos ver claro que Jesús no
ha anunciado ni ha querido en primer lugar la Iglesia, sino el reino de Dios.
Esto no es menospreciar o desvalorizar la realidad de la Iglesia, sino situarla
en su verdadero lugar, al servicio de la misma causa para la que Jesús vivió y
murió. Desde esta perspectiva tenemos que mirar, orientar y dar sentido a las
estructuras eclesiales, la organización pastoral, los diversos ministerios, las
diferentes actividades, etc. Su valor reside en su capacidad de servicio al reino
de Dios.

No se confunde con ningún modelo de sociedad

 A lo largo de los siglos ha surgido con frecuencia la tentación de identificar el


reino de Dios con una determinada situación religiosa o política considerada
como un ideal absoluto. Se trata de una falsa manipulación del mensaje de
Jesús en la que se olvida el carácter escatológico y trascendente del reino de
Dios y se pretende absolutizar una determinada situación histórica, siempre
pasajera y siempre necesitada de conversión.

 El reino de Dios no se identifica con ningún logro histórico. Donde actúa


Dios siempre hay esperanza de un futuro mejor y exigencia constante de
cambio y conversión. La intervención de Dios siempre pone un signo de
interrogación a todos los logros, esquemas, estructuras y modelos vigentes.
Donde Dios empieza a reinar, el hombre no se encuentra todavía realizado,
sigue buscando lo imposible, camina abiertamente hacia un futuro mejor.

EL REINO DE DIOS ESTA YA ENTRE


VOSOTROS
«Dios está cerca. Dios viene. Ya está aquí. Comienza a invadir de manera nueva la
historia de los hombres. Su reinado comienza a abrirse camino en medio de los
hombres».

Ahora mismo, el reino de Dios está irrumpiendo entre los hombres, con la
predicación y los gestos de Jesús. Desde ahora mismo y en contra de las apariencias
hay que creer en esta buena noticia y poner toda nuestra confianza en la salvación de
Dios que se acerca. La fuerza liberadora de Dios empieza a imponerse y el reinado
de Dios comienza a hacerse realidad allí donde unos hombres escuchan a Jesús, se
dejan convencer por su mensaje y le siguen
Algo nuevo se ha puesto en marcha

 El reino de Dios está en marcha. La vida no es algo estático. La vida, enraizada


en Dios, está en movimiento hacia el reinado pleno de Dios y la felicidad
integral del hombre.

 Se nos invita a descubrir todas las posibilidades que encierra esta vida de la
que se va adueñando Dios, liberar todas las fuerzas que bloquean el
crecimiento y el progreso de la vida humana, promover todo lo que conduce
a una mayor liberación del hombre, vivir intensamente cada instante como
una nueva ocasión y una nueva posibilidad para el crecimiento del reino de
Dios y el crecimiento del hombre. Vivir la vida en toda su profundidad,
animados por la fuerza liberadora de Dios que está actuando en la historia.

Hay buenas noticias

 En el pueblo de Israel se venía añorando una utopía que es tan vieja como el
corazón del hombre: la desaparición del mal, de la injusticia, del dolor y la
muerte. Se añoraba el reino de Dios que traería consigo la justicia, la vida, la
salvación. Jesús se presenta con la buena noticia: Esa vieja utopía comienza a
realizarse. Esas aspiraciones y esa añoranza de liberación que se encuentra en
el fondo de los hombres y de los pueblos van a hacerse realidad.

 Millones de hombres trabajan cada día por su pan, su vivienda, su salud, su


trabajo, su seguridad, su descanso, e, incluso, luchan por la justicia, la libertad,
la paz, la felicidad, pero en el fondo de sus corazones crece la convicción de
que el mundo está irremediablemente mal y de que el hombre no puede
liberarse del mal, la injusticia, el egoísmo, la muerte.

¿Se puede captar la presencia del reino de Dios?

 La presencia del reino de Dios es humilde y aparentemente algo insignificante


en la historia de los hombres. La fuerza liberadora de Dios se oculta en la
realidad familiar y sencilla de cada día, sin ninguna espectacularidad ni rasgo
especialmente llamativo. Sorprende la insistencia de Jesús en presentar el
reinado de Dios como «un pequeño grano de mostaza» o «un poco de
levadura» (Mt 13, 31-33) … Las parábolas de Jesús destacan el contraste
entre la pequeñez de un comienzo muy modesto y la grandeza prodigiosa del
resultado final. No podemos pretender ahora descubrir el reino como una
cosecha lograda, sino solamente detectarlo como una humilde siembra.
 Y no son los sabios, los filósofos, los científicos, los pensadores profundos
los que penetran en el misterio último de la existencia humana. Este es un
regalo que se hace a los pequeños, a los pobres. Esta es la convicción
profunda, desconcertante y escandalosa de Jesús. Sólo las clases pobres de
hombres y mujeres sencillos entienden el misterio último de la vida, como
un regalo que el Padre les hace precisamente a ellos: «Bendito seas, Padre,
Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se las has descubierto a la gente sencilla; sí, Padre, bendito seas,
por haberte parecido eso bien» (Mt 11, 25-26). Sólo desde la actitud del
pobre, del sencillo, del necesitado, sólo desde la perspectiva del pequeño, se
puede entender el misterio de la vida.
 Desde el poder, desde la riqueza, desde la grandeza, el hombre se queda en el
exterior, fuera del reino de Dios. Sólo el que opta realmente por una vida
pobre, sólo el que entiende y vive el mundo de los pobres, sólo el que juzga la
vida desde la perspectiva de los pobres, sólo el que vive con alma de pobre,
encuentra el verdadero sentido de la existencia y puede entrar en la dinámica
del reino de Dios y su justicia. ¡Felices los pobres! Es una suerte ser pobre o,
al menos, empezar a entender el secreto que se puede encerrar en una vida
pobre.
 Podemos percibir la presencia activa del reino de Dios allí donde podemos
oír y ver gestos liberadores, creadores de vida; gestos, grandes o pequeños, que
pueden ser percibidos por los pobres como la buena noticia de Jesús. Por eso,
los discípulos de Jesús sólo pueden anunciar el reino de Dios repitiendo y
reactualizando sus gestos liberadores.
 ¿Dónde está hoy el reino de Dios? No podemos decir «está aquí» o «está allí»,
pero siguiendo a Jesús podemos afirmar: allí donde se ofrece una esperanza a
los que no tienen nada que esperar de este mundo, allí donde hay acogida a
los pobres que no encuentran sitio en las estructuras de nuestra sociedad, allí
donde se lucha por las gentes oprimidas que no tienen ningún medio para
defenderse de los poderosos, allí donde se hace justicia a los maltratados por
nuestra sociedad inhumana, allí donde hay un recuerdo vivo por la gente
sencilla olvidada y marginada por los importantes, allí donde se ofrece perdón
y posibilidad de rehabilitación a los culpables... allí hay gestos que anuncian
la presencia humilde del reino de Dios.

EL REINO DE DIOS ES UN REGALO

 El reino de Dios no es fruto de nuestros esfuerzos ni mera prolongación de


nuestras posibilidades humanas, sino que irrumpe entre nosotros como gracia.
El reino de Dios no lo podemos merecer por nuestro esfuerzo religioso o
ético, no lo podemos implantar mediante la lucha política, no lo podemos
planificar, organizar y construir sólo con nuestras fuerzas. El reino de Dios es
un regalo, un don que se nos ofrece gratuitamente (Le 12, 32; 22, 29; Mt 21,
34). Lo primero que tenemos que hacer es creer en esta oferta, aceptar que
Dios se nos acerca como gracia capaz de transformar nuestra historia y
abrirnos a los hombres un futuro de esperanza.

 El reino de Dios no es un mero producto del esfuerzo humano. No nos llega


por evolución social ni por revolución política de derechas o de izquierdas.
Jesús lo anuncia como el gran regalo del amor de Dios que se nos ofrece para
enriquecer nuestra existencia y conducir al hombre a su destino definitivo. No
es algo que se merece por el trabajo, ni algo que se impone obligatoriamente.
Es algo que más bien se hereda, se recibe, se pide.

 El mensaje del reino es una llamada a un nuevo estilo de vida, que se entiende
no a partir de aquello que nosotros estamos construyendo, sino a partir de
Dios y del futuro que se nos promete. Desde el reino de Dios la vida no es un
poder para esclavizar a los hombres, ni un saber para masificar a las gentes, ni
un producir para
 ahogar el espíritu, sino un regalo para que el hombre se abra gratuitamente al
otro hombre, y todos al misterio último del Amor que se anuncia desde ahora
para el final.

 J. Moltmann: «Sólo el que es capaz de felicidad puede dolerse de los


padecimientos propios y ajenos. Quien puede reír, puede también llorar.
Quien tiene esperanza, es capaz de aguantar con el mundo y sentir sus dolores.
Cuando la libertad se va acercando, es cuando comienzan a doler las cadenas.
Cuando el reino de Dios está cerca, es cuando se empieza a sentir la profunda
sima del abandono de Dios. Cuando se puede amar, porque se siente el amor,
también se puede sufrir, asumir el dolor y vivir con los muertos».

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