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Poemas de Eugenia Straccali

Fedra

(Aguatinta primera)

Esta mujer tiene la libido extraviada

En el sitio exacto donde el mar se abre

vi desplomarse a Ícaro,

primero su cabeza golpeó sobre una roca

después fue una visión bajo el agua,

callada estoy

esperando

(no puedo tener templanza).

En un balcón de roca

refugiada

¿desde cuándo te aleja


apacible el entierro de la furia marítima?

Todo cambió

ya lo sé

derrumbada

en el borde del abismo

mirá mis pies

eximidos del exilio.

-Fedra ya no vuelve

me dije

-¿Qué peligro supone para vos

su letra, su nombre

y su hastío de sí misma?

Te dije.

No te olvides que pertenezco a una raza fatal


y que huyo afligida

cada vez

para no escuchar los relatos del padre.

Ya que, en efecto,

la pasión amorosa

se manifiesta en el aire superior

se condensa de tal manera

que resulta inflamable,

la combustión en el cielo

y adopta tanto el aspecto

de una ardiente llama,

como las antorchas que se mueven

y las estrellas fugaces,

que parecen escarlatas.


Fedra

(Pintura sutil)

Miro:

los huesos dispersos del monstruo

la sangre también

es del Minotauro

¿la ves?

Yo pude verla

sobrevolando el laberinto.

Ningún dios escuchó los gritos

ni evitó el rapto a plena luz del día.

Ariadna se lamenta
está pálida

puedo verla

mientras huele

los restos del animal,

y su hombre se va

sin retrato

es

una silueta leve

se oscurece la imagen

ya no se ve

no

no.

Ahora sí soy la elegida:

Fedra.

El cazador
es el asesino

estoy quieta

sombra inmóvil

¿me ven?

Fedra cincelada

(Grabado sobre metal)

Fedra

está sentada ahora

en el límite del cielo

que la cubre
(ningún dios respira sobre el mundo)

su cabeza cae sobre sus manos

teñidas de vino

de su boca entreabierta

sale una respiración sonora.

Como si durmiera despierta.

Mientras…

Hipólito está cruzando el bosque

en sus ojos

ha herido a un siervo

Artemisa y sus ninfas lo escoltan

Fedra se cubre la cara

no puedo llorar, dice

Yo tampoco te digo

si llegan pesadillas
despertame

(no cuento todo lo que sueño).

Si me quitan las imágenes

y quedo muerta

¿cómo?

¿es él?

no

no

puede desvanecerse

detrás de las lámparas

viendo mi espalda

tatuaje letal.

Ya llega

otra vez
el séquito espectral de Hécate.

No

soy yo

tampoco

la que lo persigue

mirándolo

su caballo negro

está muerto

iluminado

es una extraña visión

como este poema que ella escribe.

De todos modos

estoy abismada.

Soy Fedra.
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Fedra ama a Hipólito

(Retrato sin claroscuro)

¿Me mirás?

soy yo la que habla

mi mal viene de más lejos.

Apenas me entregué al hijo de Egeo

bajo la ley del matrimonio,

porque

soy

naturalmente trágica

no hay reposo

ni felicidad,
¿sabés?

Atenas me mostró a mi enemigo;

lo conocí,

palidecí al mirarlo;

cegada

me extravié

mis ojos no veían ya,

no podía hablar

amor

el mar se heló

y la noche ardida

en relámpagos

justo ahí

reconocí a Venus y

sus llamas temibles,


sus inevitables tormentos

y después

me convertí en piedra

y entonces

cubierta de sangre

creí apartarlo

con mis votos asiduos

le edifiqué un templo y

procuré olvidarlo

cavé mi tumba

yo misma,

encendí el fuego

esperé

rodeada de víctimas a toda hora,


almas

quemé el incienso sobre las aras:

cuando mi boca imploraba su nombre,

inicié el ritual

yo

yo

yo

adoraba a Hipólito;

y viéndolo al pie de los altares,

todo lo ofrecía a ese dios

(a quien ni siquiera osaba nombrar)

lo evitaba en todas partes.

¡Qué desgracia!

Ciega

otra vez el eco


mis ojos volvían a encontrarlo en los rasgos

de su padre

de mi padre

de su padre

de mi padre.

Por fin quise rebelarme contra mí misma;

animé a mi corazón a perseguirlo.

Para desterrar

a mi enemigo idolatrado

fingí los enojos

de una madrastra injusta:

apuré su destierro,

y mis eternos clamores

lo arrancaron de la patria
y de los brazos de su padre

(estoy en el aire).

Respiré,

y desde el día de su ausencia,

mis horas, menos agitadas,

transcurrieron inocentes.

(No es mi culpa si te resulto peligrosa).

Escribí ese verso,

apagué la lámpara

sin parpadear me acerqué al espejo

y otra vez

abismada

pude ver

sumisa
a mi esposo,

y ocultando mis tristezas,

cuidé a los hijos de su fatal enlace.

Pero la furia del mar es eterna

no es una sentencia

es un devenir

conducida al destierro por mi propio marido, volví a ver al enemigo

le hablé

mi herida demasiado viva

sangró inmediatamente.

Es el deseo el que me vuelve rapaz

como te gusta a vos

aunque te alejes oscuro

ya no es un ardor escondido.
No

No

es otra visión:

ahora

Venus toda,

está íntegramente

adherida a su presa.

Esta es la profecía:

¿mecreés?

he concebido un justo terror por mi crimen;

odié la vida y

me horrorizó mi pasión

muriendo quería resguardar mi honor

y ocultarla de la luz,

pasión tan negra;


no he podido resistir tus lágrimas,

tu asedio;

he confesado todo;

y no me arrepiento,

nunca

desde entonces

tengo problemas con el engaño

ante la proximidad de mi muerte

por favor

no me aflijas más

con injustos reproches,

que tu compasión deje de invocar

un resto de calor

pronto
ya extinguida

soy

trágicamente

Fedra

¿teacordás?

resplandor

los árboles están sin frutos

el cielo se cierra

¿mecomprendés?

no sé.

Fedra

(Boceto final)
Fedra

se va.

Tiene sus oídos heridos

los dioses ven y escuchan a los lejos

y ella es infiel.

¿Cómo puede una mujer no serlo?

Un fuego apagado

la alumbra

tenuemente

llega el anuncio

cansada

de alejarme de las ciénagas

cruzo el bosque.

¿Quién sabe hasta dónde me hubiera llevado ese dolor?


me acuso

quizás,

si no me faltara la voz,

la verdad se me hubiera escapado.

Y soñé lo mismo

te cuento:

Imágenes del naufragio

(poema interior).

Cuando el mar desata su tormenta más intensa, un relámpago nos cruza y

abre el cielo:

revelación en tu abrazo extendido

que nos salva del naufragio.

En ese momento se desplegaron

todas las constelaciones

y los planetas brillaron armando figuras; también las velas de tu barco


flamean espectrales.

La marea lleva un oleaje sereno

que se instala en tus ojos,

tristes los míos,

miradas que alumbran.

La estela que deja la espuma

en la orilla,

trae nuestro amor antiguo

que es calma y desasosiego.

“Suspendé el tiempo para mí”- te digo.

Entonces

en el fulgor del instante

fluimos

tan secretamente…
Y en el umbral de esa suspensión infinita

nos contemplamos

una y otra vez.

Las estrellas son:

destellos,

imágenes de mí que vuelven

a tu memoria

como rayos.

Sos navegante

de océanos aguamarina.

Te veo

y te sigo…

Epifánica

visión la nuestra

que nos empuja al deseo más verdadero


tal vez el único posible

no sé.

Fatigados los cuerpos,

somos

náufragos

ahora.

No importa,

el paisaje

se enciende

para nosotros

en plena noche,

la luna quiere

que flotemos juntos,

“puedo salvarte de tus pesadillas”- dijiste.


Yo te creo.

En la sombra iluminada

nos encontramos,

en el revés del tiempo

volvemos a amarnos.

Y ese momento es la eternidad.

Nausícaa

(Espera que Odiseo la recuerde)

Ordené a las doncellas

que se detuviesen

¿huyen por ver a un hombre desnudo?

¿creen que es un enemigo?


es la desnudez de un náufrago

llegó desdichado

después de andar errante,

quiso salvarme y no pudo

y ahora soy yo

la que lo rescata

no sé bien de qué

y hasta me enfrenté al viento

y me dejé llevar

por la corrientes del río turbio,

encendí el hogar

te cubrí con un manto

quiero aliviarte

de los regresos al mar


de las repeticiones

que los dioses

te envían

como condena

hombre hundido

“como instrumento de tortura

y no lo deja agonizar

no le otorga un minuto de reposo”

a veces la tristeza se alarga

como las sombras en esta arena

dorada visión

apenas cursa la noche

su hendidura en mí

sin voz

recelosa cruzo la violencia del páramo


¿dónde estás?

Soy Nausícaa…

Ahora

convertida en agua salada

puedo vernos

estuve ahogada lo sé

llevaste el tiempo sobre tu cuerpo

lo siento tanto…

Nos disolvimos

fuimos polvo,

roca deshecha

amonita perdida

en los arrecifes

fuimos corales
cristales en grutas secretas

cenizas dispersas

en las mareas

sombras de la medusa

y usamos para el viaje

los pliegues de esa eternidad

después

distantes

cuando perdiste la consciencia de mí

desataste tormentas para rescatarme de la muerte

como si el océano no me hubiera tragado esa vez, gritaste

y después

saltaste

yo te vi

lanzarte en la catarata oscura


me muero con vos -dijiste

y te enterraste

entre hongos, helechos y algas

no hay duelo en los bosques -me dije

y suspiré tu muerte

y antes de resucitar nací primera

asfixiada

por eso te recuerdo antes

y vos olvidaste

que fuimos ciervos

tal vez sacrificados…no sé.

Tenés que salir al mar

perderte en el oleaje

solo
y llevar nuestra bitácora antigua

en ese relato yo no estoy muerta

¿sabés?

Nadá

entre la tinta de ese pulpo y sus tentáculos

desde siempre

devorador de marineros.

Soy Nausícaa lo sé

(tengo mi libido huidiza)

ahora solo puedo

aquietarme

permanecer,

en una oscilación

en un parpadeo

en el poema
que me nombra

el humo distante de tu barco en el horizonte

te funde en la imagen de las islas perdidas

y son tus velas

blancura encendida

en esa fúnebre canción

que te tiene cómodamente adormecido

y me trae a tu memoria

como destellos lacerantes

anestesiado

porque me vuelvo letal para tus ojos

entumecido

me volví cómodamente insensible -me dijiste

yo estoy desgarrada -te dije


quedate

no voy a morirme esta vez.

Y tenés que saber que cada ola

no es la última

es el inicio.

No vuelvas nunca a Ítaca.

Medea

(Prefiere ser en la lírica de Séneca)

Este poema está dedicado:

al argonauta que nunca salió al mar,

que tiene la bitácora más hermosa

escondida en un cajón

porque no tiene escritura posible


(ya siento compasión)

Al navegante imaginario que

ni siquiera llegó al corazón del bosque

en busca del árbol mágico y su madera

para tallar la proa que lo lleve hacia el abismo.

Convoco a los dioses conyugales

a Lucina, que guarda

el tálamo nupcial.

Él sabe bien

que puedo fácilmente

domar las iras del océano

y los nocturnos misterios silenciosos


de un oleaje feroz

con mi canto.

Lo sabe bien,

claro que lo sabe

por eso me teme.

Y yo “como una suelta hebra de seda que el viento arrastra contra un muro”

(como escribe Pound)

me deshilvano despacio

con una pena que no es habitual.

Ya no tengo talento para despertar

solo para morir en la sombra

y caer a sus pies

pero muerta
(nunca de hastío)

Jasón hizo sus juramentos y los quebró

eso no se hace…

Los secretos de amor

guardados en la espiral del tiempo

son tormenta grave

ahora el cementerio de caracoles

abre mi tumba

sonoridad densa

en los oídos del mundo

en el silencio de las diosas.


Habló de amor en el límite

y encalló su nave…

¿qué provocó?

mi herida narcisista

y el caos sombrío

que no me salva de mí

tampoco de esta noche eterna.

Escuchen los acentos

lúgubres de mi ego…

Suenan…suenan…suenan.

Necesito ya

Necesito ya

Necesito ya mismo

a las vengadoras del crimen.


Vengan, vengan, vengan

con sus espantosas cabelleras

de serpientes enredadas.

Traigan en sus manos esangrentadas

la negra lámpara,

para cubrir esta boda

y a esta niña.

Rieguen por favor

su cuerpo con la brea

de sus bocas podridas.

Esta mujer no es frágil

que no las engañe

es mosca muerta.

Estrangulen su inocencia
con sus tentáculos filosos

solamente cuenta monedas ajenas

ni siquiera es bella

tampoco brilla su cerebro hueco

y tiene los ojos hinchados de los monos.

Quiero sentir alivio

es su nueva esposa

por eso: hieran su garganta

y aúllen para mí después.

Pero el mayor daño

debe ser para Jasón

¿que deseo pedir para mi esposo?:

que viva errante

por ciudades secretas,


mendigando,

y que nunca pueda salir al mar

sin deseo posible

desterrado,

aborrecido,

sin un hogar estable

que me añore como esposa.

¡He parido, he parido la venganza!

¡Soy madre!

¿Pierdo el tiempo

hablando y lamentándome?

¿Es que no he de atacar al enemigo?


¿Arrancaré las felicidad de sus manos

o el fuego de los cielos?

Matar a Jasón

pero dejarlo vivo.

Permite, padre Sol,

que por los aires

en el paterno carro sea llevada.

¡Entrégame las riendas;

deja en mis manos

las ardientes bridas

de los corceles ígneos, y Corinto,

abrazada por las llamas,

dejará libre el paso a los dos mares

cuyas aguas detiene!

Ya sé lo que tengo que hacer…


Mi mente está tramando

un crimen ignoto y pavoroso,

que hará temblar el cielo y la tierra.

Las heridas,

la muerte,

el muerto

el esparcir los miembros del cadáver,

serán recuerdos nimios y livianos.

esos fueron mis hechos de doncella.

mi furor es ahora más ardiente.

Ahora que soy madre,

quieren mis manos crímenes mayores!

Tengo ya mi collar de calaveras


¡Corazón, monta en cólera!

¡Vístete de furor para esta ruina!

Mas ¿cómo dejo a este hombre?

Igual que lo he seguido:

callada

con el oído agudo

para escuchar sus lamentos…

No tengo que gritar mi crimen

no puedo pronunciarlo
ustedes lo conocen

La casa cuyas puertas

se abrieron por el crimen,

conviene abandonarla.

ninfas no musas

dedicado a ese ¿hombre?

que fue siempre sapo o sapito

también cerdo antes del hechizo

a pesar de la mirada de las ninfas

y murió ahogado (peor que Narciso)

en su ominosa panza blanda.


cuando una ninfa se ahoga en su propia fuente

siempre es culpa de un hombre que no entendió

que ella es un acontecimiento inaudito.

en el giro de una ninfa en el aire

vértigo letal

se origina el poema

una ninfa es nigromante

no espectral como una musa

la eternidad está en su respiración


en su poesía

una musa queda suspendida

en el revés del pliegue

en la voz de un hombre que quiere

ser dueño de su estremecimiento

la ninfa habita los pliegues y sus tiempos

tiene una vida más allá

del centro

del hombre perdido en ella

ya es un cerdo
se despeña y se ríe

sabe que su eco

no tiene por qué

escucharlo Narciso

la ninfa danza

la musa se cristaliza

la ninfa se desangra

la musa niega el vacío

la ninfa encuentra

justo allí

su plenitud.
Las ninfas no las musas matan al poeta

y escriben su mejor fábula

Ninfa del aire

(Aurae o Aurai, ‘brisas’)

De una herida,

lo que importa es la cicatriz

toda ninfa es flor de espino

ama y se defiende

estalla y llora espiralada


con su viento lento

y sus furias

que encierra

y la vuelve

aleteo

poema abierto.

Nada satisface

su deseo del todo

por eso escribe

parpadeando

como mariposa

que sabe que va morir

falena azul

por el cruce de la luz.


Egle

(‘brillo’ o ‘esplendor’)

Una manzana mordida

un espejo que no devuelve

la imagen justa

ese error que surge del engaño

es la verdad,

y para alcanzarla

se debe partir de un malentendido

ninguna ninfa es mala del todo

a veces le cuesta brillar sola


se esconde en una flor de canela.

*(La Plata-Argentina, 1970). Poeta, actriz, dramaturga y crítica de poesía. Licenciada en Letras por
la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). En la actualidad se desempeña como profesora de
Teoría literaria e investigadora en el Centro de estudios de Teoría y crítica Literaria de la Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación en la misma universidad; y trabaja en su tesis doctoral
«Experiencia e imagen en la poética de Raúl González Tuñón». Ha publicado en poesía Abismadas
(2016), Ninfas (no musas) (2017) y El abecedario de los árboles (inédito); y en obras de
dramaturgia Electra, ¿es posible matar a un muerto? (2010) y Antígona, ningún dios respira por el
mundo (inédito).

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