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Reflexiones Sobre Mi Propia Muerte

Como médicos en formación, se nos ha enseñado que la muerte es un proceso natural que eventualmente
todos tenemos que atravesar. Una vez que naces, estás destinado a morir, yo estoy de acuerdo con esta
afirmación. Sin embargo, muchas veces olvidamos todo lo que morir significa para la familia o amigos de la
persona que muere, y dentro de esto está uno de los miedos más grandes y recurrentes: ¿qué hay después de
la muerte?
No le temo a la muerte. Esta es una afirmación muy fuerte, que no debería ser tomada a la ligera. Es normal
escuchar que muchas personas afirman que no le temen a la muerte, pero cuando llega su hora esto puede
cambiar y lo que antes era una valentía admirable, se convierte en su mayor debilidad.
Desde pequeña fui enseñada en que cada uno de nosotros puede morir en cualquier momento; ya sea por una
enfermedad, un accidente desafortunado o simplemente por el curso natural de la vida. Nunca me ha dado
miedo hablar de la muerte, no lo considero un tabú o un tema que deba evitarse a toda costa. Contrario a eso,
considero que es un tema de suma importancia, que debe hablarse de manera abierta y natural, pues de ello
depende obtener la respuesta a la tan difícil pregunta “¿qué hay después de la muerte?”
La Biblia nos enseña que somos seres dicótomos: tenemos un cuerpo físico, pero también tenemos espíritu.
Sabemos a dónde va nuestro cuerpo físico cuando morimos, tenemos diversas ceremonias que varían de
cultura en cultura, donde podemos ver la disposición final del cuerpo, pero, ¿qué hay de lo que no podemos
ver?. La Biblia también enseña que una vez que morimos, el alma vuelve al Creador que la dio (Eclesiastés
12), ya sea para juicio o para vida eterna, pero ¿de qué depende esto?
Malas noticias. La razón por la que nosotros morimos, tanto física como espiritualmente, es el pecado. El
pecado es todo lo que pensamos, decimos o hacemos que no le agrada a Dios. Nadie le enseña a un niño
pequeño a pelear o a mentir, es su naturaleza, es la naturaleza de todos. El mayor problema con el pecado es
que nos separa del Creador, y si estamos lejos del Creador, no tenemos posibilidad de tener la vida eterna que
Él ofrece, contrario a eso, el pecado nos hace merecedores a algo diferente: la muerte eterna. Tristemente,
como humanos no podemos hacer nada para quitar el pecado de nuestras vidas, es algo simplemente
imposible.
Buenas noticias. Dios sabe esto, Él sabe que aún con todo nuestro esfuerzo, aún con todas nuestras buenas
acciones que "compensen" las malas acciones, la muerte eterna es algo que no podemos evitar, la merecemos
por nuestra naturaleza de pecado. Es por esta razón que Dios no nos dejó a la deriva.
Para pagar el precio del pecado, es necesaria la muerte, yo debía morir, pero por amor, Dios mismo se hizo
hombre, entregó su vida en una cruz, cargó el pecado de todo el mundo, y resucitó victorioso venciendo la
muerte. Este sacrificio permitió varias cosas:
1. Pagó lo que yo debía por mi pecado. Dio su vida por mi vida.
2. Me acercó a Dios. Debido a que Jesús cargó mi pecado, ya no soy llamada pecado, sino justa.
3. Me da una esperanza eterna. Al morir y resucitar, Jesús nos ofrece un maravilloso regalo, pero este es
un regalo que obtenemos solo a través de la fe en Él, debemos creer que ese sacrificio es suficiente.
Es así como puedo decir sin ningún problema "No le tengo miedo a la muerte". Para mí, la muerte ya no es
más un túnel negro que no tiene fin, ahora puedo definirla como un cambio de residencia, donde todos
aquellos que tenemos esta esperanza nos mudamos de un país a otro, a nuestro lugar de residencia
permanente. Y algo que le agrega belleza a esa esperanza, que volveré a ver a todos aquellos que se han ido a
vivir a ese país antes que yo.

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