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“La Doctrina de la Salvación”

Academia Bíblica – ACyM ‘Noroeste’

LA SALVACIÓN DE DIOS

La doctrina de la salvación es una de las doctrinas fundamentales de la Palabra de


Dios. Como creyentes, nos compete entenderla a profundidad – para nuestro bien, y
para el bien de aquellas personas a quienes deseamos compartir el evangelio. La
pregunta fundamental es: ‘¿Cómo nos salva Dios?’. Lo que veremos en las siguientes
clases es que la salvación de Dios es algo profundo; algo que refleja “la multiforme
sabiduría de Dios” (Efe 3:10).

El autor de Hebreos habla de “una salvación tan grande”, y nos exhorta a no


descuidarla (Heb 2:3). El verbo (“descuidamos”) traduce la palabra, ‘ameleo’, que
significa ‘no tratar livianamente’. En la parábola de la fiesta de bodas (Mat 22:1-14),
los primeros invitados hicieron precisamente eso. Ellos recibieron la invitación a las
bodas del hijo del rey; pero, “sin hacer caso” (griego, ‘ameleo’) a ella, se fueron a su
trabajo y a sus negocios.

Si no queremos ser culpables de ‘descuidar’ la tremenda salvación que Dios ha obrado


para nosotros, en Cristo, debemos estudiarla. Es nuestra responsabilidad entenderla a
cabalidad – ¡no simplemente disfrutar de ella! Por eso, dedicaremos varias clases a
profundizar nuestro entendimiento de la salvación de Dios. Durante este estudio
consideraremos los siguientes temas:

1. La Convicción de Pecado y el Arrepentimiento.


2. La Fe y La Regeneración.
3. La Expiación y la Propiciación.
4. La Redención y la Reconciliación.
5. La Justificación.
6. La Adopción y la Santificación.
7. La Predestinación y la Elección.
8. La Unión con Cristo.
9. La Glorificación.
“LA CONVICCIÓN DE PECADO”

Una de las grandes verdades que Dios nos enseña en Su Palabra, es que nadie
valorará la salvación de Dios correctamente hasta que haya entendido su necesidad de
ella. Por lo tanto, con el fin de salvarnos, lo primero que Dios hace es dejarnos sentir
nuestra pecaminosidad delante de Él; eso nos lleva a un verdadero arrepentimiento.
Este es el primer paso a la salvación. Todo el Antiguo Testamento apunta a ello, como
lo afirma Pablo: “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo” (Gál 3:24). La
palabra, “ayo”, traduce el termino griego, ‘paidagogos’; que significa un siervo, cuya
tarea es educar a los hijos de una familia pudiente. Cuando Dios dio la ley a Israel, Su
propósito no era sólo ordenar la sociedad, y frenar el pecado, sino también poner en
claro el terrible dominio del pecado sobre el ser humano. Pablo menciona eso en Rom
3:19-20; 7:7-13. Por lo tanto, sería en vano tratar de predicar el evangelio antes de
anunciar la ley de Dios.

Nadie será salvo si primero no experimenta una profunda convicción de pecado – una
convicción tal que lleva a la persona a un verdadero arrepentimiento. Es de temer que
muchas personas en la iglesia no están disfrutando la salvación de Dios, porque no han
pasado por estas dos etapas preliminares.

Con el afán de tratar de remediar esta situación, consideremos, primero, qué es la


verdadera convicción de pecado. Tenemos que aclarar cuál es la naturaleza de esta
convicción, de dónde viene esa experiencia espiritual, y cuáles son las características y
los resultados de ella.

1. LA NATURALEZA DE LA CONVICCIÓN DE PECADO

Antes de considerar cuál es la naturaleza de una verdadera convicción de pecado,


tenemos que identificar algunas ideas equivocadas acerca de ello. En otras palabras,
para saber lo que ES la convicción de pecado, tenemos que saber, primero, lo que NO
ES.

a. Falsas Ideas Acerca de la Convicción de Pecado

La convicción de pecado es algo que sólo Dios puede hacer. Así que tenemos que
descartar cualquier concepto de la ‘convicción’ de pecado, que se basa sobre una obra
humana. Por ejemplo:

i. Cuando un adulto enseña a un niño que algo es malo, eso no necesariamente


produce una verdadera convicción de pecado. Instruye la conciencia, pero no
convence de pecado.

ii. Cuando un adulto enseña a otro adulto lo que la Biblia dice del pecado, eso
tampoco produce, necesariamente, una verdadera convicción de pecado.

iii. Cuando una persona lee la Biblia, y aprende lo que Dios dice del pecado, eso
tampoco produce, necesariamente, una convicción de pecado.
iv. Cuando una persona sufre un castigo o una disciplina por parte de Dios, y como
consecuencia de ello, entiende que ha cometido pecado, eso no necesariamente
es una verdadera convicción de pecado.

v. Cuando una persona dice que ha sido ‘convencida de pecado’, pero no da


evidencias de una profunda tristeza o vergüenza por ello, eso no es convicción
de pecado.

vi. Cuando una persona dice que ha sido ‘convencida de pecado’, pero a la largo no
lo deja, eso tampoco es una verdadera convicción espiritual del pecado.

b. La Verdadera Convicción de Pecado

El concepto bíblico de la convicción de pecado viene de Juan 16:8, “Y cuando Él venga,


convencerá al mundo de pecado…”. La palabra en griego es ‘elenjo’. Esta palabra
significa, ‘reprender’ (ver Mat 18:15; Lucas 3:19). Eso significa ‘hablar fuertemente’,
con la idea de ‘molestar’ o ‘amonestar’ a la persona.

Cuando somos ‘reprendidos’ por alguien, tenemos dos opciones: o lo aceptamos, con
humildad y sencillez, reconociendo que lo que nos está diciendo es cierto; o, no lo
aceptamos, y nos molestamos con la persona por hablarnos, buscando cualquier
pretexto o razón para excusarnos.

ILUSTRACIONES:

- Herodes reaccionó arrestando a Juan el Bautista (Lucas 3:19-20).


- El pecador huyendo de la ‘luz’, para no ser reprendido por ella (Juan 3:20).

La convicción de pecado produce un impacto sobre la conciencia, que duele e incomoda


(Juan 8:9). Por lo tanto, una verdadera convicción de pecado afecta profundamente
nuestras emociones. Nos hace sentir mal, desdichados, avergonzados, quebrantados.

2. EL ORIGEN DE LA CONVICCIÓN DE PECADO

El Señor Jesús enseñó que sólo el Espíritu Santo puede convencer de pecado (Juan
16:8). Lo puede hacer directamente; pero por lo general, lo hace por medio de la Ley
(la Palabra de Dios). A veces usa la conciencia humana – algo que Dios nos ha dado,
para guiar nuestro comportamiento.

a. La Obra del Espíritu Santo

Si el Espíritu Santo es quien nos convence de pecado, ¿cómo lo hace?

i. Ilumina nuestra mente, para que entendamos la Palabra de Dios; para que
entendamos lo que Dios dice acerca del pecado; y para que entendamos cómo
Él ve el pecado.

ii. Toca nuestros corazones, para que sintamos dolor y vergüenza por nuestros
pecados. Llegamos a odiar el pecado, por lo que el pecado hace a Dios, y por lo
que le hizo a Cristo, en la cruz.
iii. Impacta nuestra voluntad, llevándonos a querer dejar el pecado para siempre.

b. La Palabra de Dios

La Palabra de Dios habla mucho del pecado. Dios usa Su Palabra para convencernos
de pecado (por medio del Espíritu Santo). El autor de Hebreos describe este papel de
la Palabra de Dios (Heb 4:12). Ver también Jer 23:29.

c. La Predicación Cristiana

La predicación cristiana es la exposición de la Palabra de Dios. El Espíritu Santo la usa


para convencer de pecado (ver Hch 2:37; 1 Cor 14:24-25).

d. La Conciencia Humana

Dios ha dado a todos una conciencia. Esta conciencia ‘da testimonio’ dentro de
nosotros, acusándonos de pecado, cuando lo cometemos (Rom 2:15). Muchas veces el
Espíritu Santo usará nuestra conciencia para convencernos de pecado.

3. LAS CARACTERÍSTICAS DE LA CONVICCIÓN DE PECADO

¿Cuáles son las marcas o las características de una verdadera convicción de pecado?

i. Es algo personal, no general. Cuando el Espíritu Santo nos reprende por


nuestro pecado, nos hace más que sentir que somos parte de una raza
pecaminosa; nos hace sentir que SOMOS pecadores, personalmente.

ii. Es algo que nos afecta profundamente; nos quebranta delante de Dios y de los
hombres (Hch 2:37).

iii. Una tercera característica de la convicción de pecado es que nos hace odiar el
pecado; nos lleva a considerarlo como algo totalmente nefasto. Una verdadera
convicción de pecado le quita al pecado todo el ‘brillo’ artificial, mundano,
carnal, y satánico. Lo vemos en su cruda realidad, y lo odiamos
profundamente.

iv. Es algo que nos lleva a querer dejar el pecado, y a dejarlo para siempre. En
otras palabras, la convicción de pecado lleva al verdadero arrepentimiento.

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