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Salomón amaba al Señor y cumplía los estatutos ordenados por su padre David, pero también
Salomón acostumbraba ofrecer sus sacrificios en Gabaón, porque era el altar principal, y allí ofrecía
mil holocaustos.
Pero una noche en que Salomón dormía en Gabaón, el Señor se le apareció en sueños y le dijo:
«Tu misericordia siempre acompañó a tu siervo, mi padre David, porque se condujo delante de ti
con sinceridad, y fue un hombre justo y te entregó su corazón. Tú has sido misericordioso con él
porque le has concedido que un hijo ocupe su trono, como hoy podemos verlo.
Ahora, Señor y Dios mío, tú me has puesto en el trono que ocupó mi padre David. Reconozco que
Este siervo tuyo se halla en medio del pueblo que tú escogiste, y que es tan numeroso que es
imposible contarlo.
Yo te pido que me des un corazón con mucho entendimiento para gobernar a tu pueblo y para
discernir entre lo bueno y lo malo. Porque ¿quién es capaz de gobernar a este pueblo tan grande?»
Entonces le dijo:
«Puesto que me has pedido esto, y no una larga vida ni muchas riquezas, ni tampoco pediste
vengarte de tus enemigos, sino que pediste inteligencia para saber escuchar,
voy a hacer lo que me has pedido. Voy a darte un corazón sabio y sensible, como nadie lo ha tenido
Además, voy a darte las cosas que no me pediste: Muchas riquezas y fama, a tal grado que,
Y si caminas por mis sendas, y cumples mis estatutos y mandamientos, como lo hizo David tu padre,
Señor, y ofreció holocaustos y sacrificios de paz; y luego hizo un banquete para todos sus siervos.