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EL SILENCIO DE LA MUERTE

Aguante, acomodo y desaparición de los indígenas del Caroní,


1817-1819

Janet A. (Juanita) Buchholz


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Esta investigación está dedicada a mis hijas, Sara y Cristina,


quienes me preguntaban, ¿qué pasó aquí?
Y a Julia y Carl quienes hicieron posible
que pudiera contestar sus preguntas.
AGRADECIMIENTOS:

A Herrera Luque por hacer la historia de Venezuela atrayente

A Pablo Ojer por compartir a Berrío conmigo y enseñarme


lo que es la excelencia en las investigaciones

A Marielena de Ojer por su apoyo y amistad en todo momento

A Clemente Scotto por abrirme la oportunidad de investigar

A Germán Cardozo, Arlene Urdaneta y otros de Zulia por


revelarme el camino de la Historia Regional

A Arístides Medina Rubio y el equipo de Tierra Firme por


mantenerme al día en los quehaceres de la Historia Regional

A Manuel Donís Ríos por darme su apoyo desde que nos conocimos
y entusiasmarme para hacer los estudios de postgrado

A Dora Dávila, profesora, tutora y amiga que con su exigencia, su sensibilidad


social y su paciencia enriqueció la experiencia de realizar esta tesis

A Rafael Estrada por confiar en mi y abrirme la puerta hacia


la enseñanza de nuestra historia

A Tomás Straka por darme confianza cuando tenía incertidumbre

A Aiskel Andrade, Marianela Araujo y María Teresa Sánchez


por su constante apoyo en estos últimos años

A Eliécer Calzadilla quien me mostró con su interés


que iba por buen camino

A todos mis estudiantes que día a día me inspiran con


su interés, su entusiasmo y su forma de intuir el pasado

A Paul y Ake Sellin por mostrarme que la edad


no es razón para dejar de aventurarse

A Marcos, Carolina, Franchesca, Marcos David, Carlos David y Samuel


Por su amistad, cuidado y aguante durante estos últimos años.

NOTA: Presentada en Caracas en 2009, esta es una versión corregida del año 2015. Mi agradecimiento
especial va al amigo Eliécer Calzadilla quien tuvo la paciencia de ayudarme con numerosas correcciones
de estilo.
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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 05

CAPÍTULO I. LAS MISIONES DE CARONÍ EN 1816.


LOS FRUTOS DE 92 AÑOS DE LABORES 17
Introducción 17
Los indígenas de las misiones del Caroní 19

Su capacitación en nuevas labores 23


Su cristianización 26
Su comportamiento en circunstancias adversas 29
Los capuchinos catalanes de las misiones del Caroní 33
Sus rasgos principales y su compromiso con su misión 34
Su organización y las consecuencias de ella 34
Los vecinos de la villa de Upata y sus pugnas con
los capuchinos catalanes 37
¿Cuál era el valor económico de las misiones? 40

Recapitulación del capítulo 41

CAPÍTULO II. MANUEL PIAR EN EL CARONÍ: INVASIÓN Y


CONTROL DE LAS MISIONES, 1817 44
Introducción 44

La invasión de Guayana y la toma de las misiones del Caroní


(Diciembre, 1816, a mayo, 1817) 45
La primera recluta 50
El destino de los frailes y sus neófitos 54

Los primeros intentos de administrar las misiones 62


Los militares y el control de la población 64
El abastecimiento del ejército y la región 69

Recapitulación del capítulo 71

CAPÍTULO III. JOSÉ FÉLIX BLANCO EN EL CARONÍ:


ADMINISTRACIÓN DE LAS MISIONES, 1817 72
Introducción 72
Descalabro y reordenación en la administración de misiones
(Junio a diciembre, 1817) 75
La Reglamentación de las misiones 75
Traición y terror: la primera gran recluta 79
4

El traslado de las misiones a la Intendencia 83


El estado de las misiones a la ida de José Félix Blanco 85
El primer informe: Estado general de población y existencias 86
El segundo informe: Contribuciones de los pueblos del interior
en hombres y efectos exportables 90
El tercer informe: Estado general de los empleados de las Misiones 91
La organización del trabajo bajo la Intendencia:
Noviembre-Diciembre, 1817 92

Recapitulación de capítulo 97

CAPÍTULO IV. El Caroní en 1818: El desangre de las misiones


y el comienzo de la violencia interna 99
Introducción 99
El discurrir de un año 100
De nuevo la recluta (junio a octubre) 109
Recluta, desertores y salteadores 110
La vida del soldado bisoño en Apure 115

La peste 118
La visita de dos ingleses 121
La peste: su desenlace entre los indígenas y para las autoridades 132

Recapitulación de capítulo 137

CONCLUSION 139

ANEXOS 143

BIBLIOGRAFÍA 156

Índice de Tablas, Mapas y Planos


Tabla 01. Tabla de misiones habitadas por una sola etnia
y el número total según etnia 19
Tabla 02. Tabla que indica las misiones habitadas por 2 o 3 etnias
y su población (1816) 21
Tabla 03. Tabla comparativa de la población de las Misiones de Caroní:
1816 y 1817 y el porcentaje de población que quedó en los pueblos
regentadas por J. F. Blanco entre febrero y octubre, 1817. 87
Tabla 04. Tabla comparativa de la población en las misiones según los datos
de 1816 y la información ofrecida por John Princep en diciembre de 1818 134

Mapa 01. Las misiones de Caroní en 1816 20


Mapa 02. Ruta de la Invasión de Piar 46
Mapa 03. Mapa del viaje de John Princep y el Dr. K 120
Plano 01. Planos de las misiones Cupapuy y Altagracia hechos por J. Princep 123
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INTRODUCCIÓN

La toma de Guayana por los republicanos en 1817, llevó a la destrucción de las


misiones del Caroní que en poco menos de un siglo habían alcanzado un desarrollo
agropecuario y artesanal excepcional bajo la dirección de los capuchinos catalanes. Al
momento de su derrumbe, estas misiones mantenían una población de más de 21.000
habitantes dirigidas por 41 frailes capuchinos asignados a 27 pueblos de misión y dos
villas de españoles: San Antonio de Upata y San Isidro Labrador de Barceloneta. De
estos habitantes, la gran mayoría eran indígenas.

La mano de obra indígena era la columna vertebral de la dinámica de las


misiones. De su trabajo en los conucos, en la siembras de las misiones y en los hatos y
queseras provenía el sustento de la población de las misiones, de la guarnición de las
fortalezas de la Guayana Vieja, y de las villas de Upata y Barceloneta. Además,
surtieron muchos productos a Angostura, la capital de la provincia. Como artesanos, la
habilidad de los indígenas proporcionaba la mayor parte de las demás necesidades: tela,
ropa, artículos de cocina y hogar, y diferentes tipos de herramientas y artículos de
trabajo elaborado de hierro, cuero, madera, pelos, y gramíneas. Con su servicio en las
casas y pueblos atendían a los misioneros y a los españoles de las villas ocupándose de
la cocina, la limpieza, y los mandados; con sus tandas de servicio obligado acometieron
los trabajos agrícolas, pecuarios, industriales y de construcción. No ha sido
suficientemente reconocido que todas las construcciones de la región de Caroní y
Angostura: caneyes, ranchos de bahareque, casas de mampostería y teja, fortines, e
imponentes iglesias para el culto, fueron hechas por la mano de obra indígena.

A pesar de la trascendencia del papel de los indígenas en el desarrollo de las


misiones del Caroní, nunca se han estudiado las consecuencias que la caída de las
misiones tuvo para este segmento vital de la sociedad de aquellas lejanas tierras, una
vez que el ejército republicano tomó el control de la región en febrero de 1817.

Librados los indígenas del Caroní del yugo español, ¿cómo reaccionaron a los
cambios en lo económico, social, político y religioso que comenzaron al terminar la
época colonial en forma tan brusca y contundente? Una población ya acostumbrada a
vivir y trabajar como súbditos de un muy distante rey, bajo la disciplina religiosa y el
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poder económico ejercido férreamente por los frailes, ¿qué sucedió con los indígenas de
las misiones cuando comenzó a funcionar el control del ejército republicano?

La mentalidad de casta en los tiempos coloniales ubicaba al indígena entre los


más bajos estamentos de la sociedad. Según las leyes de Indias tenían ciertos derechos;
pero América estaba muy distante de España, y la falta de cumplimiento de estas leyes
fue notoria. Los esfuerzos de los misioneros por cristianizar y civilizar a los indígenas
tenían el fin de hacerles buenos vasallos del rey. No fue incluida la idea de que
aprendiesen a exigir derechos, aunque se conocen numerosos casos en que los frailes
vigilaban que los blancos no abusasen en demasía de ellos. En Caroní, la repentina
desaparición de los frailes, el cambio abrupto de la autoridad y la posterior imposición
de un sistema de gobierno nuevo afectaron directamente a todos los indígenas que
vivían en las misiones, pero no encontramos estudios que aclarasen si su estado social
tuvo mejoría.

Al principio esta investigación buscaba aclarar los procesos vividos en el


territorio de las misiones de Caroní desde la conquista republicana de la región hasta
terminar la guerra en 1823. En cuanto que nuestras lecturas y búsquedas de fuentes
avanzaban y el proceso vivido por los indígenas comenzaba a manifestarse, tomamos la
decisión de limitar el estudio a sólo 26 meses, desde enero de 1817, hasta el comienzo
del Congreso de Angostura en febrero, 1819, porque fue una época catastrófica para los
indígenas. Además, consideramos que los cambios en Caroní, una vez que la
dominación militar de la zona quedó sustituida por una autoridad civil-militar surgida
después del Congreso de Angostura, merecen ser estudiados aparte por introducir los
primeros visos de una mentalidad ciudadana y nacionalista que comienza a aparecer a
partir de la formación de los municipios en toda la provincia de Guayana.

Al vislumbrar el impacto de lo ocurrido en Caroní durante el corto tiempo


cubierto en esta investigación, también se cambió el enfoque del estudio. En vez de
preocuparnos por lo que pasó con las misiones—el título original fue “Agonía y
acomodo: El ocaso de las misiones del Caroní: 1817-1823” – sentimos la necesidad de
evidenciar el efecto traumático y destructivo que estos pocos meses tuvieron sobre una
población trabajadora cuyos esfuerzos durante décadas creó una riqueza que salvó la
República, sin que su papel primordial en esta hazaña fuera reconocido jamás.

En lo espacial, esta investigación se ubica en las tierras al oriente del río Caroní
que integraron las misiones de Caroní antes de la guerra de independencia. De los
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antiguos poblados de las misiones, la villa de Barceloneta (hoy La Paragua) y la misión


de Currucay (hoy desaparecida) quedan fuera de la zona que estudiamos por su
ubicación en la ribera izquierda del Caroní; su ubicación futura será como parte del
cantón de Angostura. Hay ocasiones en que se mencionan ciertos acontecimientos del
Bajo Orinoco, porque esa región estaba geográfica y económicamente ligada a una línea
de misiones que, por razones estratégicas, quedó bajo el mando del gobernador de la
Antigua Guayana (conocido hoy como Los Castillos de Guayana).1

En lo temporal, el estudio abarca desde la ocupación de Guayana por las fuerzas


republicanas bajo Piar y Cedeño, en los primeros meses de 1817, hasta el comienzo del
Congreso de Angostura en febrero de 1819.

El enfoque del estudio es de historia regional y social, porque se concentra en


una región muy concreta de Guayana como es la de Caroní, y su principal interés es
determinar los efectos de la ocupación republicana sobre el segmento más numeroso
de la sociedad: los indígenas de las misiones. Por la inmensidad de su territorio y la
diversidad geográfica encontrada en ella, es posible pensar en Guayana como una
macro región que por lógica tiene que ser estudiada por sectores debido a la dificultad
ofrecida por sus dimensiones. Cuando se utiliza la frase región de Caroní, hay varias
interpretaciones posibles: como una sub-región de Guayana, como las tierras cuyas
aguas drenan al río del mismo nombre, o al referir a todas las tierras de las misiones de
Caroní al oriente de este río. Aunque parte de estas últimas consisten en tierras cuyas
aguas desembocan en el río Yuruary y en el río Esequibo, cuando utilizamos el término
región de Caroní o región de las misiones del Caroní en este estudio, se refiere al último
perfil.

En lo social, el sujeto de este estudio puede ser llamado indio, indígena o


natural; todos con el mismo sentido: el aborigen americano, hombres y mujeres
descendientes de los autóctonos del continente. Una vez reducidos estos a la misión,
llegaron a ser conocidos como peones, los trabajadores masculinos que hacen de todo.

1
Estas misiones fueron: Santa Ana de Puga (donde hoy se encuentra el pueblo de El Triunfo en el estado
Delta Amacuro); San Miguel de Unata (desaparecida ya, pero fue ubicada en lo que hoy son los barrios
del Sur Orinoco, aproximadamente donde está ubicado el matadero municipal de Caroní); San Félix
(ubicada en la frontera sur de la mesa de Chirica, cerca de la carretera a Upata, y lejos de lo que es la San
Félix de hoy); La Purísima Concepción de Caroní, conocida como “Las Ruinas”; Santa Eulalia de
Morocure, desaparecida bajo las aguas del lago Macagua; y San Ramón de Caruachi, también bajo las
aguas pero más al oeste donde estaba Morocure y como a un kilómetro antes de donde se cruzaba el
Caroní en chalana cuando se utilizaba la vieja carretera a Upata.
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El término guaricha se encuentra a menudo en las fuentes, e indica la mujer indígena;


no tiene un sentido despectivo, sino descriptivo, porque por su raíz (gua..) es una
palabra indígena. Los términos fuerza laboral y mano de obra son sinónimos en este
trabajo y se refieren al grupo de personas que laboraban en las misiones, quienes por
medio de su trabajo propiciaban el sustento y el adelanto de la región. En su mayoría
fueron indígenas, aunque a final del período colonial hubo un número de esclavos
trabajando para los tabacaleros de Upata. Hay poca información sobre ellos, pero hay
una documentación interesante en el Archivo Histórico de Guayana, en Ciudad Bolívar,
que espera un estudio sobre este tema.

Cuando la mano de obra se refiere a los indígenas reducidos en las misiones, se


puede considerar su condición como de servidumbre, la sujeción excesiva a otros, que
también, siguiendo la usanza de Federico Brito Figueroa, puede ser expresada como
trabajadores enfeudados. Queda por aclarar los cambios que el republicanismo
incipiente trajo en relación a esta categoría.

Durante la colonia, la gente criolla fue reconocida como españoles, o sea, gente
de habla española. Una vez bajo el republicanismo, el término criollo toma auge,
porque “español” refiere al enemigo contra quien luchaban.

Cuando hablamos de poder, hacemos referencia a un conjunto de relaciones de


fuerza que atraviesa la estructura económica, política—y durante la colonia, la
religiosa—para someter a los individuos, en este caso al indígena. Cuando usamos la
palabra control, se refiere a una acción más directa que interviene en la regulación de
los individuos y es lo que hace que ellos tengan que someterse a esa autoridad. Estos
dos conceptos son algo diferentes según se ejercen en el tiempo colonial o republicano,
porque cada período tiene su propia estructura de poder o naturaleza de mando de donde
emanaban las órdenes para ser cumplidos. En la colonia, el sistema colonial fue un
reflejo de la estructura de poder de España, que residía en el concepto de absolutismo
que alegaba que la autoridad emanaba de Dios al rey, y del rey a sus oficiales y
representantes quienes ejercían el control sobre el pueblo. El hecho de que el poder
supremo emanaba de Dios otorgó un peso implícito a las congregaciones religiosas, que
en su trabajo representaban a Dios y al rey.

En las misiones del Caroní, el control de las misiones y los indígenas fue
ejercido sobre todo por los capuchinos catalanes; los militares de la guarniciones en
Angostura y Antigua Guayana tenían poca injerencia en esta parte de la provincia de
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Guayana. En cuanto a la gente de Upata, esta fue una villa dentro de la estructura de las
misiones y por esto sus habitantes no tenían poder propio, sino fueron sujetos al
contrato hecho con la congregación cuando se fundó la villa en 1762.

Terminada la época colonial, al poco tiempo surgió una nueva estructura de


poder: la del republicanismo. Sin embargo, en los años de nuestro estudio, no se había
vuelto todavía a un sistema constitucional, y todo estaba bajo el control militar ejercido
desde Angostura. Esto cambiaría después del Congreso de Angostura, y queda por ser
estudiado en el futuro como tema aparte. El discurso de civilizar al indígena, tanto en
la colonia como en la incipiente república, era un concepto que combinaba la idea de
cristianizar junto con una transformación cultural en la que el indígena llegaría a una
forma de desenvolverse que se aproximara a la manera de pensar, hablar, actuar y ser de
los españoles o criollos. Por su condición de salvaje, o no civilizado, y por prejuicios
que venían desde la conquista, el indígena fue considerado como un sujeto de un nivel
inferior de la sociedad. Los viejos prejuicios no desaparecieron al entrar el ejército
republicano en Caroní.

Las permutaciones y las continuidades presentes en el paso de la estructura


colonial a la nueva estructura bajo los militares republicanos y la manera en que los
indígenas reaccionaron, o simplemente se adaptaban, a ellas es el tema principal de esta
investigación. Para lograr esto, es necesario conocer cómo el indígena venía
adaptándose a los cambios bajo la autoridad de los capuchinos catalanes, y el efecto que
la reducción en misiones había tenido sobre las tribus de esta parte de Guayana.

La provincia de Guayana nunca había marchado a la par de otras provincias


vecinas. El desconocimiento de su geografía, las pocas poblaciones que sobrevivían en
reducidos parajes muy distantes unos de otros, la falta de vías de penetración y la
dificultad de convivir con las tribus indígenas nativas de la región por su poca
disposición de ser sometidas, fueron factores que contribuyeron a su aislamiento y al
desarrollo de un ritmo particular de sus condiciones.

Quienes más estuvieron presentes en las grandes extensiones de Guayana fueron


los indígenas. Adaptados a las exigencias del trópico, durante milenios desarrollaron sus
culturas y se relacionaron entre sí; sin embargo, es poco lo que sabemos del ellos. Las
investigaciones existentes tienden a centrarse en lo que hicieron los europeos que desde
1530 se introdujeron en la región y muy poco a poco—porque hubo mucha resistencia
de la población autóctona—dominaron una franja de la provincia. Es una historia de
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dominación lenta, en la que la vida del subyugado pierde cualquier significado. Sin
embargo, en el caso de Guayana, la dominación nunca implicaba una conquista total,
porque el estilo de vida de los indígenas que habitaban la región no permitió la
subyugación absoluta. Siempre, además de la resistencia armada, quedaba el último
recurso: retirarse para perderse en las tierras al sur.

Esta investigación con su enfoque de historia social, no se trata de los indígenas


que tomaron armas contra los criollos e indígenas que quedaron en los pueblos de
misión, ni de los que se fueron de la región del Caroní en los años convulsivos después
de 1817. Busca entender cómo reaccionaba la población indígena, condicionada por
vivir en las reducciones de las misiones de Caroní, cuando tuvieron que acomodarse a la
vida republicana bajo el ejército. Quisiéramos saber si hubo una continuación de su
estado de servidumbre o si experimentaron algunos procesos de transformación bajo los
republicanos.

Aparentemente, la oferta de los republicanos, cuando tomaron el control de las


misiones, fue de una de mejora para los indígenas, que serían hombres libres y tendrían
sus tierras. Además, como los responsables de la riqueza agropecuaria encontrada que
permitiría a los nuevos dueños del poder fortalecerse y continuar su lucha contra
España, la condición de hombres útiles que tenían los indígenas debía brindarles una
posición en la sociedad de gente protegida y privilegiada. Sin embargo, como veremos,
en el espacio de 2 años, lo que resultó fue la pérdida de su base agropecuaria y una baja
poblacional espantosa de más del 80%. Tratamos de aclarar cuáles fueron los factores
que influyeron en esta debacle y cómo quedó afectada la población indígena de Caroní.

Dentro de tanta novedad, en estos 2 años que trastocaban todo, hay que
preguntar por lo inmutable, que muchas veces queda escondido detrás de las
innovaciones que parecen substanciales, pero resultan ser superficiales. Las actitudes,
los prejuicios, la manera de ver y responder a la autoridad y el ejercicio de ella, ¿se
transformaron o resistieron cambiar, por tantos años de vida de servidumbre colonial
que pesaba en el ambiente regional?

Según el censo de 1816, los indígenas de las misiones de Caroní constituían algo
más del 90% de la población. Partiendo de este hecho, esperamos mostrar cómo fue
afectada la población indígena por los cambios de poder y orden en 1817, y cómo fue su
proceso de adaptación en estos primeros 2 años cuando no contaban con la presencia de
11

los frailes: el ambiente religioso desapareció del escenario y el único beneficio que
retuvieron fue su importancia por ser la mano de obra de la región.

Las fuentes principales para este estudio son de dos tipos: las inéditas que se
encuentran en el Archivo General de la Nación en Caracas (en adelante AGNV), y las
publicadas en los compendios de documentos sobre los períodos colonial e
independentista o en escritos de algunos ingleses que estuvieron en Caroní durante esta
época.

Por la falta de estudios realizados hasta ahora sobre los cambios en la sociedad
de la región de Caroní durante los primeros años de vida republicana, mucha de esta
documentación no es muy conocida. La forma de utilizarla responde a la necesidad de
mostrar cómo un segmento importante de la sociedad que aparentemente no tiene voz
propia—los indígenas—reaccionó a los cambios impuestos por los republicanos
después de la toma de las misiones del Caroní en 1817. Para lograr esto, utilizaremos el
método desarrollado por Miguel Acosta Saignes, el gran investigador de los olvidados
de nuestra sociedad, en su estudio Vida de los esclavos negros en Venezuela. Su
metodología consiste en dar un doble tratamiento a los documentos: uno histórico y otro
de antropología social.

Aprovechando la documentación encontrada, con el método histórico hacemos


un seguimiento de los hechos y los procesos económicos, religiosos y sociales ocurridos
en Caroní bajo el control de los capuchinos catalanes y durante y después de la invasión
de las misiones por las fuerzas republicanas. Utilizamos el método antropológico en la
interpretación de los documentos, para encontrar cómo discurrió la vida de los
indígenas, aprovechando los detalles encontrados para realizar lo que Acosta Saignes
llamó “…un especie de técnica ex post facto…” que permite reconstruir con un cierto
nivel de probabilidad, el mundo estudiado.

A la vez, siguiendo lo pautado por el historiador Eric R. Wolf en su libro Europa


y la gente sin historia, hemos encontrado que este tipo de estudio también exige tomar
en cuenta la estructura total de la sociedad para poder ubicar a los indígenas en el sitio
que corresponde. Dentro de lo que él considera “procesos múltiples interconectados”,
hemos visto la necesidad de aclarar la situación y la actuación de los vecinos de Upata,
que representan la contrapartida a los indígenas en Caroní, y tomar en cuenta la
actuación de militares y civiles republicanos cuyas responsabilidades y exigencias
afectaban constantemente a la población principal indígena.
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Para exponer lo investigado hemos dividido la información en cuatro capítulos:

1. Las misiones de Caroní en 1816. Los frutos de 92 años de labores (1724 –


1816)
2. Manuel Piar en el Caroní: Invasión y control de las misiones, 1817
3. José Félix Blanco en el Caroní: Administración de las misiones, 1817
4. El Caroní en 1818: El desangre de las misiones y el comienzo de la violencia
interna
El primer capítulo ofrece un esbozo de los tres grupos que convivieron en las
misiones de Caroní en el momento de la invasión republicana e intenta explicar los
logros alcanzados y los problemas vividos en cada caso durante su tiempo en las
misiones. En cuanto a los indígenas y a la congregación, esto cubre lo alcanzado en los
92 años, desde 1724, cuando el primer grupo de misioneros logó determinar una manera
de asegurar el asentamiento de los indígenas en pueblos. En cuanto a los vecinos de
Upata, su presencia comenzó desde 1762, con la segunda fundación de la villa.

La información está extraída principalmente de la documentación expuesta en la


obra de Fray Buenaventura de Carrocera, cap. de 3 tomos, Misiones de los Capuchinos
en Guayana publicado en la Colección de Fuentes para el Estudio de la Historia
Colonial de Venezuela de la Academia Nacional de Historia. Esta colección es una joya
invaluable para los estudiosos de nuestro pasado colonial, y en el caso de Guayana, los
documentos presentados por Carrocera son imprescindibles para cualquier estudio de la
misiones del Caroní. Sin embargo llama la atención que desde su publicación en 1979,
no ha habido aportes relevantes con nueva documentación sobre el tema de las
misiones. El enfoque de su Estudio Preliminar, por sí solo, ya no es suficiente para la
cabal comprensión de los aportes de los misioneros a nuestra historia, porque es más
que toda una defensa del sistema misional y ahora, por el enriquecimiento aportado por
los estudios sociológicos y antropológicos, nuestras necesidades en el campo del
conocimiento histórico se han ampliado. Hacen falta nuevas lecturas de material como
el de Carrocera, y la búsqueda de nueva documentación para poder enriquecer los
estudios sobre las misiones en nuestros territorios. Fuera de esta colección, hubo aportes
también por fuentes nuevas encontradas en las obras de Lucena Giraldo, quien a través
de sus estudios de la Expedición de Límites y el fin del siglo XVIII, ha ido revelando
una documentación hasta ahora guardada en los Archivos de España. Desde el AGNV,
comienzan a salir nuevas informaciones por los Libros Contables de la Real Hacienda y
13

por los documentos de la Renta de Tabaco, que tenía intereses en Upata y al oeste de
Angostura.

Mario Sanoja y Iraida Vargas, con sus excavaciones arqueológicas alrededor de


las “ruinas de Caroní” y los Castillos de Guayana, y Gabriela Alvarado y José Tomás
Áquila con las suyas del Bajo Caroní y Santo Tomé del Baratillo, han aportado
abundante información sobre las condiciones de la vivencia colonial en la Guayana de
aquellos tiempos. Sin embargo, en el caso de los primeros, sus últimos escritos están
tan interesados en censurar el crecimiento del capitalismo mundial al final del siglo
XVIII, que se asoma una tendencia a llegar a conclusiones sin hacer el debido estudio
de fondo, y llegan a planteamientos bastante categóricos sobre el capitalismo en
Cataluña y su efecto sobre las misiones de Caroní que no parecen suficientemente
sustanciadas.

En este capítulo, mencionamos en unas citas el aporte de dos estudiosos, un


antropólogo y un politólogo, con obras que consideramos de primera importancia para
cualquier persona que piense abordar investigaciones como esta, o alguna de más
profundidad. El antropólogo es Miguel Ángel Perera, quien en su obra La mirada
perdida. Etnohistoria y antropología americana del siglo XVI, presenta su estudio de
cómo evolucionó nuestro concepto del indio como el “otro”, a partir de los primeros
contactos entre los europeos y los indígenas en el siglo XVI, y cómo los problemas
sociales que se presentan hoy en día han evolucionado de los problemas sociales del
pasado. Al entender cómo comenzó la costumbre de ver con temor o desprecio a quien
no es parecido, y la costumbre de rechazar al otro sin primero aprender a escucharlo,
entendemos también que sigan siendo problemas comunes en nuestro tiempo. Creo que
esta obra ofrece luces para entender las fuerzas mentales que nos rigen y difícilmente
serán superados si no quisiéramos primero entender por qué somos como somos y de
dónde vienen nuestros prejuicios.

En la misma línea, se ubican los estudios de James C. Scott, quien a través de


sus estudios hechos en poblaciones rurales en Malasia, ha llegado a desarrollar una serie
de teorías de cómo los pobres y los débiles solucionan sus problemas frente a los grupos
hegemónicos, y cómo esto se traduce en el desarrollo de formas de ser o parecer que
necesitan ser identificadas e interpretadas. A la vez, como es una muestra de
inteligencia en el hombre no revelar todos sus desacuerdos, especialmente si es de una
condición débil frente al dominador, una lectura de Scott nos ayuda comenzar a captar
14

indicaciones de estos “hidden transcripts” (conceptos escondidos) que nos pueden llevar
a una mejor interpretación de la sociedad pasada y presente, y abrirnos hacia una
sensibilización frente al “otro”, que está haciendo falta.

El segundo capítulo cubre el período de Piar en Caroní comenzando con el


impacto de la invasión sobre la población, tanto criolla como indígena, y la rápida
desaparición de los frailes del escenario por escaparse de Caroní o por permanecer
presos en Caruachi. E inmediatamente surge el problema de cómo administrar un botín
más provechoso que lo previsto y cómo controlar una población de mano de obra que
tenía que ser utilizada según las necesidades de la guerra.

Este capítulo descansa mayormente en los documentos de O’Leary, entre los


cuales el Diario de operaciones de Piar es una fuente notable. Además, está la voz
realista, Tomás de Surroca y Montó, en el bastión de Angostura, con sus ricos
comentarios publicados en una obra de la Academia la de Historia en su Colección
Fuentes para el Estudio de la Historia Republicana de Venezuela. Con O’Leary y
respaldados por la obra de Blanco y Azpúrua con sus Documentos para la historia de la
vida pública del Libertador, se llega a un conocimiento de la invasión y el
descubrimiento de las riquezas de las misiones desde el punto de vista republicano.
También comenzamos a conocer en primer plano a un republicano correcto al extremo y
muy vertical, José Félix Blanco, quien entra y sale de la zona varias veces durante casi
una década; debemos mucho de nuestro conocimiento de las misiones a este personaje.

Este capítulo ofrece dos escollos, uno para entender ciertas reacciones de los
indígenas frente a nuevas exigencias, especialmente cuando están reclutados, y el otro
en cuanto al muerte de los frailes cautivos en Caruachi. El primero, esperamos haberlas
superado por conocimientos del trabajo de hato y hacienda aprendidos desde nuestra
juventud, y por el conocimiento que tenemos, aunque superficiales, de ciertas
costumbres del campo aprendidos en nuestros 30 años de vivencia en Guayana. Es una
desventaja de la juventud de hoy la de ser extremadamente urbanizada, lo que le hace
difícil a veces entender lo que fue el mundo rural, el trabajo con las bestias, y otros
pormenores que ayuden con la interpretación de los documentos de la época colonial y
del siglo XIX.

En cuanto a la muerte de los frailes, el asunto es definitivamente un problema de


falta de fuentes adecuadas, y la costumbre arraigada de nunca cuestionar la actuación
del Libertador en una forma que pudiera insinuar que obraba en contra de lo que se
15

considera las reglas aceptadas por la sociedad. Dentro de estas reglas está el trato
respetuoso a los religiosos, sea uno o sea veinte. No hay forma de desenredar este
fárrago, porque no hay testimonios directos y los testigos más cercanos están regidos
por sus creencias. Debido a que nuestra preocupación nunca fue determinar la
culpabilidad en cuanto a la autoría intelectual o directa, sino tratar de entender cómo la
noticia fue recibida por la población afectada, sólo sugerimos que es tiempo que
dejemos atrás las ideas románticas y heroicas de la guerra y tratemos de sincerarnos y
entender que los hechos de guerra nunca reflejan tiempos normales. Hechos
bochornosos en guerra tienen que ser examinados a partir de un entendimiento de los
intereses, las pasiones y las necesidades que rigen en estos casos.

En el tercer capítulo entramos de lleno en el ambiente de las misiones con su


mano de obra indígena y su producción de diversos renglones que ahora van a estar a la
disposición de un ejército que tiene que sustentarse y, a la vez, necesita ingresar fondos
para la compra de armas, municiones y otros pertrechos de guerra. Casi inmediatamente
comienzan las contradicciones entre los ideales republicanos y la realidad de estar en
tiempo de guerra y con la necesidad de enviar un ejército a hacer campaña. También
comenzamos a conocer ciudadanos republicanos que asumirán los trabajos
administrativos, permitiendo que la mayoría de los militares puedan cumplir con su
labor castrense en las largas marchas por los llanos y en los campos de batalla.

Mientras los compendios de fuentes como O’Leary, Blanco y Azpúrua y


Urdaneta siguen apoyando la investigación, la documentación mayor es de fuentes
primarias del índice del AGNV conocido como: La Revolución - Gobernación de
Guayana, 1817-1821. Aquí encontramos la riqueza de las misiones, los problemas de
reclutamiento y las frustraciones por la falta de conciencia republicana entre la gente.
José Félix Blanco se va, pero no sin antes dejarnos una documentación riquísima sobre
la condición de las misiones, sus envíos y sus empleados, que es el testimonio de su
trabajo y su honra. Y captamos la traición a los indígenas por una recluta dirigida por el
Jefe Supremo, Urdaneta y Blanco que desmoronará toda la confianza que los indígenas
quizás comenzaban a tener a sus nuevos gobernantes.

El cuarto capítulo nos lleva por el año 1818 en las misiones, ya con muchas
exigencias, pero menos recursos. Una vez más, la documentación viene
primordialmente del AGNV con sus documentos sobre La Revolución – Gobernación
de Guayana. Con ellos seguimos la dinámica de continuar sacando los bienes de las
16

misiones para mantener el ejército en campaña y para sostener la población de


Angostura. Comienzan los primeros avisos de inseguridad reportados en varios puntos
de Caroní con el regreso de desertores del ejército que no pueden reincorporarse a sus
pueblos por ser prófugos. Entonces, en octubre, comienza otra recluta mayor que
quitará de la comarca sus últimos brazos fuertes. Esto será reportado con candor por un
oficial inglés, Alexander Alexander, venido a luchar en Venezuela; su testimonio nos
revela los pormenores de la vida de un recluta. En los últimos meses del año tendremos
2 civiles ingleses que harán una gira por las misiones y el diario de uno de ellos, John
Princep, va a permitir que sintamos el cataclismo que desmorona a toda la gente de las
misiones, cuando una peste se esparza por todos los pueblos causando una tragedia
demográfica que no se recuperará.

En ninguna de estas fuentes el indígena habla directamente, pero está allí, y


tratamos de mostrar cómo todos estos cambios lo afectaron.

Es necesario destacar la carencia de estudios históricos sobre Guayana en los


últimos 20 años. La bibliografía entregada a final de esta tesis cubre las obras que
hemos podido encontrar. Se puede construir sobre estas obras, pero hay que estar claros
que la mayor parte de la historia de Guayana todavía está por escribirse. Son obras de
los antropólogos y los arqueólogos que han enriquecido nuestra historia en esta última
década. Están haciendo falta estudios como los de Biord sobre los indígenas en la zona
de Caracas, y de Castillo que pacientemente estudió y aclaró diferentes aspectos de la
vida de diversos grupos en el Oriente del siglo XVI. Queda por ver si podemos
entusiasmar a una nueva generación de asumir el reto de la investigación y la
publicación de nuevos temas que nos permitirán conocer y entender lo que las
generaciones pasadas han vivido en sus intentos de poblar y desarrollar esta región.
17

CAPÍTULO I

LAS MISIONES DE CARONÍ EN 1816.


LOS FRUTOS DE 92 AÑOS DE LABORES (1724 – 1816)

Introducción
Por 1816, las misiones de Caroní, regentadas por los capuchinos catalanes
desde 1724, habían alcanzado un desarrollo agropecuario sorprendente para la época
debido a las propias dotes organizativas de los miembros de la congregación y al amplio
grado de control que los frailes ejercían sobre la población indígena de la región. A
pesar de los atroces y cruentos conflictos que estremecían las tierras al norte del río
Orinoco desde la declaración de la primera República de Venezuela en 1811, no fue
alterado el ritmo de su producción ni su capacidad para sostener sus habitantes ni su
disposición de apoyar las guarniciones de las fortalezas de la Antigua Guayana y la
capital de la provincia, Angostura. Diferentes intentos de las fuerzas republicanas para
tomar la provincia de Guayana desde esta fecha, no llegaron a tocar directamente a las
misiones, aunque éstas brindaron un apoyo constante a las fuerzas realistas del
gobernador de la provincia de Guayana.2 Leales sujetos del rey, los misioneros
socorrieron las fuerzas realistas entregándoles ganado, casabe y otros productos del
campo, tanto para la tropa como para la población de Angostura, además de diversos
renglones sacados del inventario de productos elaborados en sus misiones. En varias
oportunidades también enviaron al gobernador el refuerzo de partidas indígenas
armadas con arcos, flechas y lanzas y, en ocasión, remesas de plata.3
Fuera del limitado contacto que unos habitantes de Angostura y Guayana
tenían con los misioneros, fueron pocas las personas que conocían las misiones desde

2
Los principales ataques fueron en 1811-12 cuando un conjunto militar de cumaneses, barceloneses y
barineses tomaron control de la ribera norte del Orinoco en un intento de dominar las fuerzas reales en
Angostura y la Antigua Guayana, y en 1815 cuando José Tadeo Monagas y Manuel Cedeño invadieron al
occidente de Angostura. En ningún momento hubo incursiones que llegaran a adentrarse en el territorio
de las misiones de Caroní. La mejor fuente para esta época es SURROCA, 2003, en las secciones
dedicadas a estos años.
3
SAN CELONIO, Doc. 314, ‘‘Carta del Prefecto P. Buenaventura de San Celonio al P. Comisario de
misiones, exponiéndole la situación de la provincia de Guayana en los primeros años de la guerra
emancipadora (Caroní, 17 abril 1812), en: CARROCERA, 1979, III, pp. 271-274, p. 273. La mayor parte
de la documentación sobre las misiones sale de la compilación hecha por P. Buenaventura de Carrocera,
cap., publicado en 1979 por la Academia Nacional de Historia en su Colección Fuentes para el Estudio de
la Historia Colonial de Venezuela. Por la importancia de su autoría y su contenido daremos autonomía a
cada documento citando de esta forma, y luego indicaremos el volumen y las páginas de Carrocera donde
se encuentra. En caso contrario haremos la salvedad.
18

adentro4. En parte esto fue por su situación geográfica tan alejada de las rutas normales
de comunicación; por otro lado, debido a la política de los capuchinos de apartar
estrictamente a los “españoles” en las villas de San Antonio de Upata y San Isidro
Labrador de Barceloneta, con la excepción de un reducido número de mayordomos
catalanes,5 no permitían que gente foránea conviviera con los indígenas.6

En este capítulo intentaremos ilustrar la situación histórica y ciertos rasgos


típicos de los tres grupos de pobladores de las misiones—indígenas, frailes y
españoles7—que convivían en el territorio de las misiones de Caroní antes de la
incursión definitiva de los republicanos. Al tratar de los indígenas y los frailes,
incluiremos información sobre la organización y el ejercicio económico de las misiones
que es necesario entender para comprender los roces internos surgidos entre los grupos
de poder de la provincia de Guayana: capuchinos catalanes, militares, clero diocesano, y
civiles para apreciar mejor la trascendencia del papel económico de las misiones cuando
quedaron bajo el control del paupérrimo ejército republicano a partir de febrero 1817.

4
Humboldt recogió información sin visitar las misiones, porque estaba recuperándose de malaria. Dos
franceses, Depons y Dauxión Lavaysse, ofrecen información pero sus descripciones sugieren que no fue
recogida en el sitio, sino recopilada de lo dicho por otros. Parece que los obispos de la diócesis de
Guayana (Ibarra, Mohedano y Cabello) nunca visitaron las misiones que, fuera de Angostura,
representaban la mayor población de la provincia de Guayana. Por 1800, Angostura tenía 6 mil
habitantes en 1800, según HUMBOLDT, 1991, vol. IV, p.476. Casi por los mismos años, en 1799, las
misiones tenían 15.902 habitantes según SABADELL, Doc. 293, “Estado de la misión de Guayana
presentado por su Prefecto P. Buenaventura de Sabadell al Gobernador de la provincia (Caroní, 23 julio
1799), en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 176-194. Los informes de los obispos carecen de los
detalles que reflejan una presencia in situ, y muestran más bien su aversión al indígena y el deseo de
controlar la entrada económica de las misiones. También se nota en sus escritos el apoyo de sus deseos
por las autoridades militares y civiles en Angostura. No hay un estudio adecuado sobre los problemas
surgidos entre la congregación de capuchinos catalanes y la diócesis, pero se puede consultar en
Carrocera unos documentos de Ibarra (Doc.282, 1793, 146-150); Mohedano, (Doc. 302, 1803, 234-235 y
Doc. 304, 1803, 236); y Cabello (Doc. 313, 1812, 263-271).
5
ALVARADO, Eugenio de. Doc. 119 “Modo religioso y económico de vivir los Padres, granjerías del
común de las misiones como del particular de los Padres, indios y demás agregaciones a ellas”, (Hato de
la Divina Pastora, 20 abril 1755) en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 339-351; p. 349. [En adelante:
ALVARADO, 1755, Doc. 119, p.]
6
Esta política de la congregación fue la manzana de discordia entre ella y las autoridades militares,
diocesanas y civiles de la provincia. El problema está tratado en varios documentos recogidos en
Carrocera, Misión de los Capuchinos en Guayana, pero su expresión más contundente queda reflejada por
el argumento de CASTELLTERSOL, Fray Luis de. Doc. 312, “Representación …en contra de los
proyectos de la Junta gobernativa instalada en Guayana sobre los indios, dirigida a Fernando VII y en su
nombre a la Junta Suprema y Regencia del Reino.” (Caroní, 12 julio 1810) en: CARROCERA, 1979,
tomo III, pp. 260-263.
7
En cuanto a los vecinos “españoles” nuestra atención se limita a los de la villa de Upata, porque por la
lejanía de la villa de Barceloneta (hoy con el nombre La Paragua), y su ubicación al occidente del río
Caroní, sus pobladores no tenían injerencia en la vida de la mayoría de las misiones.
19

Los indígenas de las misiones de Caroní

En octubre de 1816, P. Fulgencio de Barcelona, el último prefecto, envió un


estado de las misiones a sus autoridades en Cataluña y por ello tenemos la información
sobre una población en la región de 21.246 habitantes, residenciados en 27 misiones de
indígenas (19.154 habitantes) y dos villas de españoles (2.092 habitantes).8 Las
misiones fueron esparcidas al sur del río Orinoco y al oriente del río Caroní con la
excepción de la villa de San Isidro Labrador de Barceloneta y la misión de Santa
Magdalena de Currucay, ubicadas al oeste del río Caroní en la ribera norte del río
Paragua. [Ver Mapa 01. Las misiones de Caroní - 1816 en la página siguiente.]

Los indígenas que habitaban y laboraban en las misiones del Caroní no fueron
de etnias homogéneas. En el estado de las misiones de 1816, el padre prefecto nombra
ocho: guayanos (pariagotos), panacayos, caribes, guaraúnos, guaicas, aruacas, sálivas, y
arinagotos. De estos, la mayoría vivían en misiones según su etnia:

Tabla 01
Tabla de misiones habitada por una sola etnia
y el número total según etnia
Etnia N° de misiones Habitantes
Guayano 6 5488
Caribe 6 4759
Guaica 5 2608
Arinagoto 1 355
Totales 18 13210
Fuente: BARCELONA, Fulgencio de. Doc. 323 ‘‘Estado de la misión de Guayana dado por el
último Prefecto P. Fulgencio de Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)’’ en: CARROCERA,
1979, tomo III, 1979, pp. 314-317.

Los guayano, el grupo de mayor población, fueron también los que más tiempo
tenían en las misiones y los preferidos para todos los trabajos. Ocupaban las misiones
céntricas, Pastora y Tumeremo. Con ellos se había emprendido el trabajo del hato. Los
caribe, incorporados a las misiones una vez debilitados por las enfermedades del
temprano siglo XVIII, ocupaban principalmente las misiones del oriente y unas en

8
BARCELONA, Doc. 323 ‘‘Estado de la misión de Guayana dado por el último Prefecto P. Fulgencio de
Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)’’ en: CARROCERA, 1979, tomo III, 1979, pp. 314-317. Ver Anexo
01.
20

Mapa 01
Las misiones de Caroní en 1816
21

el bajo Caroní. Los guaica estaban reunidas en las misiones pequeñas del sur y los
arinagoto en Currucay, por el alto Caroní, que era su terruño de procedencia.

Hubo 9 misiones con poblaciones mixtas:


Tabla 02
Tabla que indica las misiones habitadas por 2 o 3 etnias
y su población (1816)
Misión Etnias N° de
Habitantes
Santa María de Yacuario Guayanos y panacayos 661
Ntra. Sra. de los Dolores de Guayanos y guaicas 412
Puedpa
San Miguel de Unata Guayanos y aruacas 751
San Miguel del Palmar Guayanos y caribes 1015
Sta. Eulalia de Murucuri Caribes y guaraúnos 730
San Buenaventura de Guri Caribes y guaicas 758
San Juan Bautista de Avechica Guaicas y arinagotos 732
Santa Ana de Puga Araucas, caribes y guaraúnos 578
Santa Cruz de Calvario Guaraúnos y salivas 517
Total 6154
Fuente: BARCELONA, Fulgencio de. Doc. 323 ‘‘Estado de la misión de Guayana dado por el último
Prefecto P. Fulgencio de Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)’’ en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp.
314-317.
La unión de diferentes etnias a veces traía problemas porque sus costumbres,
tradiciones y recuerdos eran diferentes. Los caribe ofrecían un problema especial
porque en la memoria colectiva de varias etnias quedaba el recuerdo de cuando estos
atacaban a sus poblados para apresar cautivos y venderlos luego a los holandeses del
Esequibo. La documentación sobre las misiones de Caroní revela que la vida en los
pueblos mixtos podía ser más problemática.

No hay muchos datos fehacientes sobre la importancia de cada etnia dentro de


las misiones, pero los guayano o pariagoto fueron los primeros en ser “reducidos” 9,
debido a su cercanía a Santo Tomé de Guayana del Usupamo (ubicado cerca de las
fortalezas). Era la etnia más numerosa, y a la larga su gente fue preferida para las faenas
de todo tipo, porque parece que se asimilaron mejor a la nueva forma de organización.

9
ALVARADO, Doc. 119, p. 341. Los ubica como habitantes de los montes de Imataca.
22

Luego, después de la gran rebelión de los caribe (década de 1730), diferentes


grupos de esta etnia fueron asentados en misiones cuando poco a poco perdieron su
poderío a raíz de una mayor presencia de tropas españolas en la región, menos apoyo de
los holandeses del Esequibo y el daño hecho por una serie de epidemias que diezmaron
sus grupos familiares.10 Sin embargo, los caribe siempre fueron temidos y todavía en
1750 realizaron otro levantamiento.11 Esta etnia siempre fue vista con recelos por sus
bien reconocidos antecedentes como guerreros y porque, aunque reducidos,
continuamente se negaron a realizar tareas o trabajaban mal a propósito.12

El acercamiento de los guaica a los misioneros se debía a su necesidad de


aliarse con ellos para hacer fuerza contra los caribe con quienes tenían gran enemistad.
Fueron considerados indígenas mansos, aunque inconstantes.13 Con el paso de tiempo,
cuando se sentía en las misiones que necesitaban más mano de obra y mayor número de
neófitos, los frailes encontraron que la zona del delta se prestaba para sus entradas para
atraer y/o capturar a los guaraúno y los aruaca quienes abundaban en esta zona, y a
diferencia de los caribe, tenían características personales más maleables para ser
dominados que aquella etnia guerrera. De hecho, los guaraúno sería el grupo
mayoritario asentado cerca de Angostura una vez que la capital fue mudada allí.14 Los
arinagoto aparecen como miembros de una etnia del alto Caroní, sacados en varias
ocasiones a partir de las incursiones hacia el Sur de los años entre 1760 y 1780; fueron
asentados en Currucay, cerca a Barceloneta.15 Las demás etnias (panacayo y sáliva)
constituían grupos menores de los cuales es poco lo que se ha podido aclarar.

10
BUCHHOLZ, 1993, pp. 13-15.
11
CARROCERA, 1979, tomo I, p. 34.
12
MATÍNEZ DE ONECA, Doc. 127 ‘‘Informe del obispo de Puerto Rico D. Pedro Martínez de Oncea,
después de su visita a los Anejos Ultramarinos (22 junio 1758 - 10 mayo 1759)’’ en: CARROCERA,
1979, tomo I, pp. 368-371, pp. 369-370. El obispo comenta “…por lo común repugnan mucho el trabajo
y son malos trabajadores, y es necesario contemplarlos para mantenerlos,…”.
13
SAUTÓ, Doc. 137 ‘‘Estado de la misión de Guayana, con la noticia de fundación de sus pueblos, dado
por el P. Prefecto Fidel de Sautó (Suay, 26 febrero 1761), en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 23-28 y
p. 26.
14
BARCELONA, Doc. 182 ‘‘Estado de la misión de Guayana, dado por el Prefecto P. Bruno de
Barcelona, en el que se contienen muy interesantes noticias sobre la marcha y progreso de la misma
(Caroní, 25 enero 1772)’’, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 154-165 y p. 161. Lo de los guaraúnos
en Marhuanta surge de una mudanza forzada de 4 pueblos—Piacoa, Uyacoa, Tipurua y Unata—desde el
margen sur del Orinoco al oriente de las fortalezas a sitios al occidente del Caroní y más arriba del
Orinoco cerca de Angostura. El conflicto causado entre el Gobernador Manuel Centurión y la
congregación por esta mudanza está reseñado en varios documentos a partir de 1768 en: CARROCERA,
1979, tomo II. En éstos, a veces quedan reflejadas las opiniones que los frailes tenían de las diferentes
etnias.
15
Doc. 245, ‘‘Informe del Consejo de Indias sobre el estado de la misión capuchino de Guayana (1788)’’,
en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 18-19, p. 18.
23

Dentro de los límites de las misiones no hubo grupos realengos de indígenas.


Los que rechazaban ser sometidos a la reglamentación de las misiones tenían que
escaparse y vivir en las márgenes del territorio, por el delta, o adentrarse en las selvas o
por los ríos al sur, siempre alertas en caso de que un grupo de españoles o frailes
apareciera de repente en una de sus entradas para capturarlos y devolverlos a las
misiones.

Por 1816, los indígenas de la región habían tenido contacto con españoles y
otros extranjeros europeos, principalmente holandeses, durante 200 años. Santo Tomé
de Guayana, fundada en 1595, fue la única población española en la región hasta 1762
cuando se fundó San Antonio de Upata. Tenía una historia de trashumancia en sus
primeras décadas, pero se fijó en la ribera izquierda del río Usupamo a partir de 1650.
Pequeño, débil y poblado mayormente por mestizos pobres y sin educación, este asiento
fronterizo había tenido poca influencia en lograr un cambio cultural en los indígenas
que lo conocieron u observaron.16 Fue sólo a partir de 1724 que la situación cambiaría,
cuando un nuevo grupo de frailes capuchinos desembarcó en las fortalezas, sufrió
durante unos meses los rigores de la escasez de comida, común en la zona, y determinó
buscar y traer ganado para confrontar este problema.17

Fue la introducción de la cultura del hato la que permitió el cambió de los


indígenas de Caroní de una vida seminómada a una de asentamientos fijos. No hay
indicios que fuera planeado de esta forma, pero el resultado de la traída de ganado desde
Barcelona y Píritu en 1724, y el esmerado celo con el primer rebaño durante los
primeros veinte años de su existencia18, fue lo que permitió la creación y el crecimiento
del hato y de su rama administrativa colateral, el común, que potenciaron la fundación y
sustento del crecido número de misiones de los capuchinos catalanes, y a la vez, dieron
la base para la evolución de una nueva cultura bajo la régimen de los religiosos.

Su capacitación en nuevas labores

El sustento de los indígenas y los criollos, antes de la llegada del ganado, había
sido muy problemático por el empobrecimiento del número de elementos de caza en una
zona con una población humana constante, por problemas agrícolas comunes de una
16
Más bien, hay indicios de que la gente que pobló a Santo Tomé y las fortalezas logró sobrevivir por
adoptar conocimientos y costumbres de los indígenas. Este aspecto no ha sido estudiado.
17
ALVARADO, Doc. 119, 1755, p. 341.
18
OLOT, Doc. 106, ‘‘Estado de la misión de Guayana expuesto por el Prefecto P. Agustín de Olot
(Misión de la Purísima Concepción, 3 enero 1744)’’, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 304-307, p.
305.
24

zona tropical, y por límites en el aspecto organizacional. Sanoja y Vargas, en sus


excavaciones alrededor de los castillos de Guayana, han registrado el cambio durante el
siglo XVIII de una dieta proteínica basada principalmente en la carne de tortuga, a una
basada en ganado.19 Junto con el cambio a un sustento más regulado, el trabajo con el
ganado vacuno llevaba a un cambio cultural en los indígenas porque exigía que
aprendieran a domesticar y cuidar los animales, además de aplicarse en las formas de
utilizar los productos que ofrecieron: leche, carne, cuero, patas, pelos, huesos, sebo y
cuernos.

La capacitación de los indígenas en la cría, manejo y explotación del ganado


llevó a una cultura de hato con una atención especial centrada en las reses y los
caballos, aunque también hubo presencia de ganado menor y aves domesticadas. Por
ser el ganado vacuno la base del sustento de las misiones, se desarrolló el trabajo con las
manadas de reses y caballos, emergiendo el indígena como vaquero con los valores
típicos de este tipo de faena; a la vez, diferentes indígenas, hombres o mujeres según el
tipo de trabajo, se adiestraron en los quehaceres que brotan del cuidado y la matanza del
ganado. En pocos años hubo indígenas carniceros, curtidores, productores de queso,
jabón y velas, arrieros, enjalmeros, y hacedores de reatas y arreos de caballos, mulas y
bueyes. El uso de estos nuevos conocimientos permitió un aumento sustancial de la
producción que podía ser vendida dentro y fuera de las misiones.20

El sustento más fiable fue basado en carne de res salada o en tasajo, y en yuca
en su expresión más duradera: el casabe; esta combinación posibilitó asentamientos
fijos, y esto mismo llevaba a la necesidad de fundar más misiones con mayores y más
reglamentadas siembras de yuca y otros renglones agrícolas, para garantizar el sustento
de toda la población de las misiones durante el año. Las ramas de siembra se
diversificaron según las posibilidades de los terrenos de cada misión.21 En algunas se
consolidó la siembra de algodón, planta nativa de la región, para promover el hilado de
las fibras y su tejido en telas para vestir y otros objetos valiosos como chinchorros, los
cuales fueron de excelente calidad.22 Se aprovechaba la extracción de aceites

19
SANOJA y VARGAS, 2005, p 57. La información ofrecida en la página 57 está ilustrada en la página
67 en ‘‘Figura 9. Santo Tomé Viejo. Sitio Villapol. Seriación arqueológica’’.
20
ALVARADO, Doc. 119, 1755, pp. 338-351. Casi no hay página de este documento donde no se
mencione algún producto que sostenía o daba entradas económicas a las misiones.
21
ALVARADO, Doc. 119, 1755, pp. 338-351. Menciona maíz, arroz y tabaco, p. 348; arroz, plátano y
caña dulce, p. 341.
22
PUIGCERDÁ, Doc. 149, “Carta del P. Jaime de Puigcerdá informando sobre el estado de la misión a
poco de su llegada (1765)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 55-56.
25

medicinales de árboles como la carapa y el currucay, que eran preparados en frascos


para su venta local y foránea.23 También, anualmente, indígenas de las misiones iban
por el Orinoco para la recogida de los huevos de tortuga en el mes de marzo24; el aceite
sacado de estos huevos fue muy codiciado para la preparación de comidas y para
alumbrar de noche.

Con una población fija, ordenada y siempre en aumento, la fuerza laboral de


los indígenas resultaba útil y necesaria debido al desprecio que los españoles de la época
tenían hacia el trabajo manual; por esto Eugenio Alvarado, observaba en 1755 que

“…todo vecino del pueblo de Guayana, comprendiendo desde el


Comandante hasta el último negro o mulato libre, no tiene otros peones para fabricar
sus casas, labranzas, ni navegar, que los que piden a las misiones por cierto tiempo
limitado, a los que deben pagar sus jornales en dinero o equivalente especie,….”.25

El alquiler de las tandas de indígenas para toda tarea de construcción, faenas


agropecuarias y como bogas de los barcos y canoas que traficaban por el Orinoco,
constituían una entrada económica permanente controlada por los frailes, quienes
cuidaban que los indígenas fueran pagados. Sin embargo, el valor de la jornada,
bastante miserable, fue controlado por las autoridades como el gobernador, y los
indígenas, si recibían monedas las cambiaban con los misioneros por artículos deseados,
porque no llegaron a asimilar el valor del metálico.26

Con el paso de los años, las destrezas de los indígenas en todas las labores
aumentaban y fueron perfeccionadas. En 1810, el Prefecto Fray Luis de Castelltersol
defendió la obra de su congregación al indicar con orgullo que “…en los pueblos de
nuestros indios, en donde hay todos los oficios de una república: sastres, zapateros,
curtidores, tejedores, herreros, tejeros y demás necesario,…”27 El adiestramiento de los
indígenas en obras de construcción hizo que hubiera carpinteros, herreros, albañiles y
tejeros que podían construir todas las partes de un edificio desde sus cimientos hasta los
techos de tejas; por esto se puede decir que no hubo edificio en la región desde la
Antigua Guayana hasta Angostura que no fuera construido por los indígenas, aunque

23
ALVARADO, Doc. 119, 1755, p. 348.
24
ALVARADO, Doc. 119, 1755, p. 350.
25
ALVARADO, Doc. 119, 1755, p. 342.
26
ALVARADO, Doc. 119, 1755, pp. 342 y 343.
27
CASTELLTERSOL, Fray Luis de. Doc. 312, ‘‘Representación del Prefecto de la misión en contra de
los proyectos de la Junta gubernativa instalada en Guayana sobre los indios, dirigida a Fernando VII y en
su nombre a la Junta Suprema y Regencia del Reino’’, en: CARROCERRA,1979, tomo III, pp. 260-263,
p. 261.
26

eran mal pagados y la atención a la problemática del viaje de ida y vuelta a los lugares
de trabajo, fuera de la misión, fue obviado por las autoridades y los criollos.

Las mujeres indígenas, conocidas como “guarichas” en el habla de la región,


también se adiestraban en tareas designadas para su género. Su trabajo con la hechura
de hilos, la hilada de chinchorros, la costura de ropa, la hechura de jabón y velas, los
trabajos de cocina y limpieza, además de las labores agrícolas consideradas de su
incumbencia, fueron organizados desde la casa del presidente de la misión (siempre un
fraile) y puntualmente cumplidos.

En fin, se podía decir que en Caroní no hubo tarea manual en que un indígena,
mujer u hombre, no estuviera activo, y en su mano de obra descansaba el bienestar de la
región.28

Su cristianización

Si los misioneros estaban orgullosos de la capacidad artesanal lograda por los


indígenas, no se puede decir lo mismo cuando se trata de evaluar la calidad religiosa
alcanzada. Hay que recordar que la medición de cómo una persona ha asumido nuevas
creencias es extremadamente difícil de precisar, y en el caso de la obra misional
quedaba marcadamente influida por la participación en los sacramentos. Esto queda
mostrado mayormente en los informes enviados a la casa matriz en Barcelona, España,
por una referencia relativamente constante del número de bautizos y matrimonios; sin
embargo nunca queda reflejada oficialmente su participación en la Eucaristía, expresión
suprema de la fe.29

Asumir la fe de los misioneros exigía un cambio en la cosmovisión del


indígena; su manera de ver el mundo espiritual fue desdeñada por los religiosos desde
el principio por ser herederos de todos los prejuicios españoles surgidos desde los
primeros encuentros en el siglo XVI.30 La mentalidad común de los frailes y otros

28
LA GARRIGA, Doc. 236, “Carta del Prefecto P. Benito de La Garriga al P. Visitador de la misión,
explicándole los trabajos y ocupaciones a que se destinan los indios de la misma (Caroní, 6 marzo 1780)”
en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 360-361. Este documento revela con mucha claridad las diferentes
labores de los indígenas. Aunque escrita 36 años antes de 1817, ilustra sobre la magnitud del aporte
indígena al sustento de la vida en Guayana.
29
Extraoficialmente es comentado por Puigcerdá, Jaime de. Doc. 241 ‘‘Extraña carta del P. Jaime de de
Puigcerdá sobre el cambio de método en la catequización de los indios de la misión (Barcelona, febrero,
1783),” en CARROCERA, 1979, tomo II, p. 370.
30
Hay un estudio del antropólogo Miguel Ángel Perera, que explica profusamente las fuerzas detrás de la
formación de estos criterios tan desdeñosos del indígena que siguen todavía marcados en nuestra mirada
hacia el indígena de hoy. Recomendamos especialmente la lectura de su primer capítulo a cualquiera
persona interesada en el tema: PERERA, 1994, pp.17-39.
27

españoles que consideraban al indígena como un bárbaro queda constantemente


reflejada en comentarios sueltos en la documentación compilada por Carrocera que
abarca desde el comienzo de las misiones hasta su fin. Ni el continuo contacto con los
guayanos, los primeros reducidos y los más confiables, llevó a un sentido de confianza
en los indígenas por parte de los frailes y menos todavía en los caribes que más
tardíamente también fueron reducidos. De parte de los misioneros hay ciertos términos
y actitudes que continuamente están expresados en sus cartas e informes:

 “…la ferocidad de los indios…”31


 “…puestos allá [si van por un tiempo largo a sus labranzas] hacen mil
borracheras, supersticiones y maldades.”32
 “…la continua pereza que reina en esta nación…”33
 “…el vicio de la borrachera…”34
 “…[los jóvenes] aprenden cuanto se les enseña, pero, como a los 14 años de edad
se casan, dejan lo bueno y cogen los vicios de los del pueblo;…”35
 “…si uno no se aparta de lo que hacían los viejos, siempre serán lo mismo o, por
mejor decir, siempre serán bestias.”36
 “…se consideren en calidad de neófitos y nuevamente convertidas aquellas
naciones de indios que son tan rudos y tardíos para imponerse en los misterios de
nuestra santa fe, y tan flojos y desidiosos para el trabajo y cultivo, que en el
tiempo de veinte, cuarenta y más años no se hayan podido amoldar a las leyes y
policía de la sociedad civil en términos suficientes para saberse por sí solos
considerar miembros de una república arreglada y mayormente cuando están en
fronteras de los montes con peligro de perderse;…”37

El convencimiento de los frailes de que era muy difícil lograr civilizar a los
indígenas era constante, aunque había avances continuos en otros campos.

31
MOYA, Doc. 71, ‘‘El Prefecto P. Benito de Moya da cuenta al P. Comisario de misiones de cuanto han
hecho los Capuchinos catalanes en la isla de Trinidad en la Guayana (Purísima Concepción de Suay, 20
mayo 1728)”, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 244-247, p. 244.
32
Doc. 107, ‘‘Método que observan los PP. Capuchinos catalanes para el gobierno de sí mismo y de los
indios (1745?)’’, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 307-312, p. 311.
33
ALVARADO, Doc. 119, 1755; p. 349.
34
VILLANUEVA, Doc. 224, ‘‘El P. Félix de Villanueva denuncia las intrigas del Comandante Centurión
y expone el estado de la misión en carta al P. Comisario de las misiones (Cupapuy, 22 marzo 1778)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 314-318, p. 316..
35
VILLANUEVA, Doc. 224, ‘‘El P. Félix de Villanueva denuncia las intrigas del Comandante Centurión
y expone el estado de la misión en carta al P. Comisario de las misiones (Cupapuy, 22 marzo 1778)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 314-318, p. 316.
36
BARCELONA, Doc. 225, ‘‘Carta del P. Joaquín de Barcelona al P. Provincial de Cataluña, en que
propone los medios más aptos, a su parecer, para hacer adelantar la religión (Ayma, 5 abril 1778)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 319-320, p. 320.
37
CASTELLTERSOL, PUIG-REIG y SAN CELONIO, Doc. 307, ‘‘Exposición de los superiores de la
misión sobre la no entrega de los pueblos de indios a la jurisdicción del Obispo. (Caroní, 1 noviembre
1803)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 241-246, pp. 242-243.
28

La educación en la fe de los misioneros estaba basada en una rutina diaria que


controlaba las actividades de cada misión.38 Desde la primera tocada al rezo, cuando
salía el sol, hasta el rosario nocturno que terminaba las actividades para que todos se
recogieran en sus casas, todas las labores estaban regidas por una rutina. Esto incluía el
aprendizaje de la fe por recitación y memorización. Todos tenían que repetir los rezos,
mandamientos y otros preceptos con base en la memorística, y supuestamente con esto
se llegaría a la efectiva evangelización.

Con el paso de los años, hubo desazón porque el resultado no fue lo que los
frailes anhelaron. En 1775, respondiendo a unas preguntas hechas por el virrey de Santa
Fe sobre unos problemas en las misiones de Caroní, el obispo de Puerto Rico que las
había recorrido en su visita pastoral, alabó la gestión económica de los catalanes, pero
en cuanto a la religiosidad de los indígenas explicó en forma muy cruda lo que observó:

“…aquellos indios me parecieron más bien bestias que hombres, por lo que
me parece que sus luces son tan escasas que no pueden reputarse fieles ni infieles al
rey. Y asimismo creo que la religión católica no está radicada en sus almas. Esto se
palpa en la gran repugnancia que tienen generalmente a asistir al rezado y a la
doctrina y en el total olvido que tienen de la doctrina en llegando a casarse. …es
rarísimo el indio a quien se da la Sagrada Comunión, aun en el artículo de la muerte
porque los misioneros han hallado muy graves irreverencias al sacramento y se han
visto precisados a tomar esta providencia que parecería dura si en los indios hubiera
verdadera y viva fe, pero, como carecen de ella, no sienten verse privados del pan
celestial.”39

Una idea de cómo superar este estado fue expuesto en una carta muy
interesante, y según Carrocera “extraña”, del padre Jaime de Puigcerdá en 1783 en la
que esbozó la necesidad de cambiar el método de catequización de los indios. Dice:

“…Los indios de nuestras misiones son muy capaces de ser bien


catequizados y no lo están sin embargo de que diariamente se les da licción [sic] de
doctrina cristiana, y se ha observado con toda certitud que, enseñándolos con otro
método diferente del ordinario, quedan perfectamente catequizados…”40

38
Una descripción muy detallada del método está expuesta en Doc. 107, ‘‘Método que observan los PP.
Capuchinos catalanes para el gobierno de sí mismo y de los indios (1745?)”, en: CARROCERA, 1979,
tomo I, pp. 307-312, p. 311.
39
JIMÉNEZ, Doc. 212, ‘‘Informe del obispo de Puerto Rico D. Fr. Manuel Jiménez Pérez al Virrey de
Santa Fe y a petición de éste sobre el estado de las misiones de Guayana y sobre la conveniencia o no de
poner corregidores (Puerto Rico, 31 julio 1775)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 283-289, pp.
287-288,
40
PUIGCERDÁ, Doc. 241, ‘‘Extraña cartea del P. Jaime de Puigcerdá sobre el cambio de método en la
catequización de los indios de la misión (Barcelona, febrero 1783)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II,
pp. 369-372, p. 369.
29

Continúa explicando la situación y da la impresión que hay resistencia dentro de


los padres para cambiar el método. Recalca los errores de enseñanza que percibe:
enseñar en castellano sin que los indios entiendan, y enseñarles en grupo sin dar la
explicación pormenorizada o individual que se necesita. Por esto el efecto fue que:

“…no sólo no entienden jamás el catecismo sino que ellos y los misioneros
llegan a cansarse y aun a fastidiarse de aquel diario afán, y, viendo que con él por más
que hagan, no logran el fruto deseado, se afirman en que es conocida incapacidad de
los indios y que es majar hierro frío, y finalmente viene a parar todo en que unos y
otros, misioneros e indios, sólo van al rezado por cumplimiento y se excusan de él
cuanto se puede por cualquier leve causa, y todo el cuidado lo ponen en lo político y
mecánico.”41

Informa que con el método tradicional, ni los indios que hayan nacido en el
pueblo y tengan ya cincuenta años de rezo han cambiado, que sólo se pueden bautizar a
los indios adultos que han salido del monte en momentos de artículo mortis, que si
reciben los sacramentos lo hagan malamente por ignorancia que tienen, y remarca que a
la larga los misioneros no se preocupan de que los indios “…hagan la anual confesión, y
mucho menos la Comunión, pues, hasta mi última salida, no creo que entre tantos miles
como tenemos, hubiese [sic] cinco indios de Comunión.”42

Desgraciadamente no hay un seguimiento en la documentación del contenido de


esta carta. Pero, ciertamente los mismos misioneros sabían que no todo en la educación
en la fe andaba bien, y los más conscientes se dieron cuenta que el cambio de la
situación tenía que venir de ellos mismos, no de los indígenas.

Su comportamiento en circunstancias adversas

No hay estudios sobre los indígenas de Caroní en cuanto a su situación de


subordinación e inferioridad bajo los frailes. Tampoco hay discursos o escritos de los
indígenas exponiendo su visión de su situación. Sin embargo, a pesar del poder ejercido
por los frailes, y a veces los militares y los criollos en la región, sería incorrecto
considerar al indígena como un ser totalmente subyugado.

41
PUIGCERDÁ, Doc. 241, ‘‘Extraña cartea del P. Jaime de Puigcerdá sobre el cambio de método en la
catequización de los indios de la misión (Barcelona, febrero 1783)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II,
pp. 369-372, p. 370.
42
PUIGCERDÁ, Doc. 241, ‘‘Extraña carta del P. Jaime de Puigcerdá sobre el cambio de método en la
catequización de los indios de la misión (Barcelona, febrero 1783)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II,
pp. 369-372, p. 370.
30

Para entender esta situación es necesario virar unos escenarios expresados en la


documentación de los frailes que reflejan aspectos de la vida del indígena en las
misiones y su forma de responder a las autoridades cuando no estuvieran de acuerdo con
las órdenes giradas por las autoridades. Al hacer esto hay que estar consciente de dos
realidades en las misiones: los indígenas tuvieron su cuota de poder en cada misión, y
ellos tenían formas de expresar su disconformidad.43

En cuanto a su cuota de poder, en cada misión hubo el nombramiento de


oficiales indígenas que auxiliaron en la misión para asegurar el cumplimiento de las
reglas. A estos oficiales y sus mujeres se les hacían distinciones tanto de trato como del
uso de emblemas simbólicos como una vara y rejo que tenían los fiscales. Los
escogidos para ejercer autoridad en los pueblos de misión eran adultos de buen ejemplo
que tenían la confianza del Padre Presidente (siempre un fraile) y normalmente hubo 3 ó
4 según el pueblo. Estos se preocupaban de la mecánica diaria del pueblo: la asistencia
a los rezos, la división del trabajo, el comportamiento de los habitantes: hombres,
mujeres, jóvenes y niños, informar si había enfermos, vigilar la limpieza, la traída del
agua y leña y otros pormenores. También fiscalizaron la realización de los trabajos y
avisaban de la llegada de gente extraña, españoles o indios, que a veces venía para
comerciar.44

Alvarado, en su informe citado, de 1755, explica que los indios elegidos a


estos cargos fueron los más despiertos e inteligentes, y ocupaban puestos como
“…ministros de justicia compuesto de capitanes, tenientes alférez, sargentos, alcaldes,
fiscales y alguaciles, que todos traen su insignia, y a estos obedecen los indios y por
ellos se gobiernan para ocurrir a todas las mecánicas del pueblo.”45 También comenta
que estos oficiales tenían la autoridad de corregir y castigar a su gente.46

Este tipo de distinción a miembros de la población permitió que los quehaceres


diarios y las condiciones para seguir con la enseñanza de la población en nuevas formas
de vida, fueran llevados a cabo con menos conflicto. El honor de ser reconocido por las
autoridades, podía ser un elemento de orgullo dentro de los costumbres de la gente

43
En este último caso debemos mucho al pensamiento de SCOTT, 1985, en Weapons of the Weak:
Everyday Forms of Peasant Resistance y SCOTT, 1990, en Domination and the Arts of Resistance:
Hidden Transcripts, cuyos estudios tratan de formas de disensión ejercidas callada, discreta y a veces
silenciosamente por grupos sujetos a estructuras de dominación.
44
Doc. 107, ‘‘Método que observan los PP. Capuchinos catalanes para el gobierno de sí mismo y de los
indios (1745?)”, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 307-312.
45
ALVARADO, Doc. 119, p. 343.
46
ALVARADO, Doc. 119. p. 344.
31

unida en una misión. La entrega de cierta autoridad en los mismos líderes de la


comunidad, aminoraba la posibilidad de choques constantes y directos entre frailes e
indígenas, porque las disposiciones del fraile podían ser delimitadas a asuntos de mayor
trascendencia.

De todos modos, los indígenas estuvieron en una situación de servidumbre, y


¿qué pasaba cuando no estaban de acuerdo con situaciones que se presentaban? Desde
el principio, la reacción más común fue la huida, porque con tanto espacio en que
perderse, desertar a los montes, o fugarse, fue relativamente fácil. Esto pasó
continuamente en los primeros años, pero luego siguió esporádicamente. Normalmente
fue causada por el maltrato de las autoridades militares o de los criollos en las múltiples
obras y labores que exigían,47 por el miedo de enfermedades contagiosas (especialmente
cuando hubo brotes de sarampión y viruela)48, por terror o desesperación a experiencias
no entendidas de la naturaleza, como temblores.49.

En situaciones más fuertes, hubo casos de sublevación, asaltos y hasta


matanzas; éstas fueron más comunes en los años de conflictos con los caribe50 o con
grupos, como los de la Paragua, muy recién establecidos en las misiones.51 Los
indígenas más acostumbrados a la vida en las misiones, los guayanos, fueron preferidos
en las obras, pero ellos también desertarían de las faenas si había mal trato, como
explicaba el gobernador Diguja en un informe de 1763.52 Hubo quejas de los vecinos
de Upata por la incapacidad de los indígenas de realizar bien las labores en los campos

47
FUENTERRABÍA, Doc. 265, ‘‘El Procurador general de las misiones, P. Pedro de Fuenterrabía,
expone al rey en este memorial las vejaciones y atropellos de que son objeto los misioneros e indios de
Guayana (1791)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 86-90, p. 89.
48
SABADELL, Doc. 285, “Carta del Prefecto P. Buenaventura de Sabadell, en la que da algunas noticias
sobre lo sucedido en la misión (Caroní, 10 julio 1795)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 156-157,
p. 157.
49
BARCELONA, Doc. 182, ‘‘Estado de la misión de Guayana, dado por el Prefecto P. Bruno de
Barcelona, en el que se contienen muy interesantes noticias sobre la marcha y progresos de la misma
(Caroní, 25 enero 1772)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 154-165, p.156.
50
SAUTÓ, Doc. 137, ‘‘Estado de la misión de Guayana, con la noticia de la fundación de sus pueblos,
dado por el P. Prefecto Fidel de Sautó (Suay, 26 febrero 1761)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp.
23-28, p. 28.
51
LA GARRIGA, Doc. 186, ‘‘El P. Prefecto Benito de La Garriga informa al P. Provincial de Cataluña
sobre varios sucesos importantes que tuvieron lugar en la misión (Altagracia, 8 septiembre 1772)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 169-172, p. 170. Este hecho fue el asesinato del P. Fugarolas,
asignado a una misión por el río Paragua, que fue matado junto con un joven catalán y 4 indios por otros
compañeros indígenas cuando estaban en una entrada para buscar traer más indígenas a la misión. No se
aclara la razón por tanta saña.
52
DIGUJA, Doc. 144, ‘‘Informe del gobernador Dibuja Villagómez sobre la misión capuchina de
Guayana a raíz de su visita (1763)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 36-41, p. 40.
32

de trabajo,53 pero los upatenses maltrataron y mal pagaron a los indígenas, y es muy
posible que la mala calidad en los trabajos fue algo parecido a lo que sería una
“operación morrocoy” en una fábrica del siglo XX. Tardía en la vida misional, en 1803,
los indígenas de Barceloneta solicitaron formalmente el permiso para establecer pueblo
aparte para vivir mejor y tener sus hijos con ellos. Esto fue causado por el maltrato de
los vecinos de Barceloneta y del hecho de que varios vecinos retuvieran a los niños en
sus casas para su servicio y no les trataran bien. Es interesante el hecho, no sólo por la
queja, sino por lo que representa en cuanto a la utilización de una manera formal de
exigir a las autoridades.54

La razón principal para permanecer en las misiones parece estar relacionada a


una mayor seguridad en el suministro de comida, y luego una serie de beneficios y
conocimientos asociados que fueron acumulando los indígenas al convivir en estos
pueblos: la estabilidad, la provisión de comida, la posibilidad de trabajos que al ser
remunerados permitieran conseguir productos deseados. Los frailes mandaban en este
tipo de institución, pero a la vez atendieron a la gente confiada a sus cuidados, e
intervenían frente a los atropellos de las autoridades militares y de los españoles de las
villas. El obispo Fr. Manuel Jiménez Pérez de Puerto Rico, después de su visita en
1775, lo explica de esta manera:

“Están subordinados a las justicias por el temor pero tienen bastante amor a
los misioneros, y aunque los temen porque les castigan algunas veces, tienen bastante
confianza en ellos porque los remedian en sus necesidades y les asisten en sus
trabajos. Mientras se conservan los rublos bajo la dirección de los Padres misioneros
y sin intervención de corregidores o capitanes conservadores, creo que no hay
fundamento para recelar que los indios abandonen sus pueblos y se retiren a los
montes, porque, como he dicho, aman a los misioneros porque los tratan con suavidad
y caridad paternal;…”55

53
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, VENEZUELA. Renta de Tabaco, 1789, ‘‘Carta del
Administrador de la Renta de Tabaco en Guayana, José Reguero, al Director General Esteban Fernández
de León, (7 de junio de 1789)”, ff. 1-8. En adelante AGNV y todo lo demás igual. Reguero comenta:
‘‘…los Peones Indios son los mas inútiles que pueda haver, y para sembra de tabaco mucho mas:…’’.
54
CASTELLTERSOL, Doc. 305, ‘‘Carta del Prefecto Luis de Castelltersol al Gobernador de Guayana,
insistiendo sobre la pretensión de los indios que vivían en la villa de Barceloneta, de formar ellos pueblo
aparte (Caroní, 18 mayo 1803)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 237-238; y Doc. 306, ‘‘Recurso
del P. Prefecto a la Audiencia de Caracas para que se acceda a la petición de los indios de la villa de
Barceloneta de formar ellos pueblo aparte (Caroní, 1 noviembre 1803)”, en: CARROCERA, 1979, tomo
III, pp. 238-241.
55
JIMÉNEZ, Doc. 212, ‘‘Informe del obispo de Puerto Rico D. Fr. Manuel Jiménez Pérez al Virrey de
Santa Fe y a la petición de éste sobre el estado de las misiones de Guayana y sobre la conveniencia o no
de poner corregidores (Puerto Rico, 31 julio 1775)’’, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 283-289, p.
288.
33

La estabilidad ofrecida por las misiones y el ofrecimiento de ir asumiendo


nuevas destrezas que repercutían en el amor propio de los hombres y en su búsqueda de
seguridad en una región propensa a la escasez y las alteraciones, favorecieron la
permanencia de los indígenas en sus misiones.

Los capuchinos catalanes de las misiones del Caroní


Al final de 1816 estaban activos en las misiones de Caroní56 40 frailes
capuchinos catalanes. La última expedición, que había constado de 14 miembros, salió
de Cádiz el 31 de marzo de 1816.57 Cuando llegaron por mayo a su destino, los
debieron haber recibido con alegría y agradecimiento a Dios, porque habían pasado 14
años desde que la expedición anterior pisó tierra en Guayana. Seguro que hubo el
recuento de todas las noticias de España: los relatos de la guerra para sacar a los
franceses de la península y lo que sentían desde que Dios en su grandeza había devuelto
a la España su rey “deseado”. Los de Guayana deben haber narrado los ataques de los
insurgentes contra Angostura, y cómo vieron la señal de Dios cuando los de Angostura
ganaron la batalla fluvial de Sorondo, justo cuando Él azotó a las ciudades insurrectas
con el terremoto. Deben haber comentado cómo el regreso de Fernando representaba un
beneficio para los sirvientes del Señor en Guayana, tan acosados por los grupos de
poder en Angostura: los militares, la diócesis y el ayuntamiento. Contarían cómo éstos
habían sido puestos en orden por la última cédula real del 31 de diciembre de 1813, que
dejó sin efecto los acuerdos de las cortes de Cádiz, que en 1812 ordenaron la entrega de
las misiones viejas a la diócesis y permitía la convivencia de vecinos españoles en cada
misión. Luego comentarían entre todos la importancia de la presencia de las fuerzas
que, bajo las órdenes del general Pablo Morillo, venían a pacificar a Tierra Firme, y
elevarían a Dios sus plegarias por su éxito.

Después, a trabajar. Pronto, cada nuevo miembro de la comunidad sería asignado a


una misión, guiado por la experiencia de los frailes curtidos en las labores.

56
BARCELONA, Doc. 323, ‘‘Estado de la misión de Guayana dado por el último Prefecto P. Fulgencio
de Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 314-317. No está
mencionado el Padre José de la Riera, presente en las misiones desde 1792, quien fue capturado durante
la huida de agosto, 1817, y luego murió de enfermedad en las Fortalezas. Es posible que en el momento
del censo de octubre estaba ausente en funciones administrativos en Cumaná o Barcelona.
57
Doc. 321, ‘‘Documentos relativos a la última expedición de misioneros enviados a Guayana (1815-
1816)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp.293-297, pp. 294-295.
34

Sus rasgos principales y su compromiso con su misión

Los frailes tenían 3 rasgos principales en común: fueron catalanes,


experimentados religiosos de su congregación58 y versados en la lealtad a Dios y al rey.
También fueron obedientes, organizados, y con un buen grado de preparación. No hubo
quien tuviera pensamientos raros ni desordenados deseos de cambiar procedimientos.
Su compromiso era salvar las almas de los indígenas y hacerles útiles y leales sujetos
del rey, “que Dios guarda”. En tiempos normales, la gran mayoría permanecía en las
misiones hasta expeler el último suspiro; pero los tiempos eran todo menos que
normales.

Se afanarían en su trabajo con la perspectiva de lograr ser presidente de una


misión, o mejor, fundador de una, sacando indígenas nuevos de los montes agrestes;
porque al lado de su votos de obediencia, castidad y pobreza, muchos vislumbraban
abrirse paso al paraíso por el buen desarrollo de sus capacidades en guiar o llevar
forzosamente a los neófitos por el camino al cielo. Hombres ya maduros, los más
jóvenes tenían como 28 años, varios demostraban tener espíritu aventurero o
emprendedor. Vinieron a Guayana por haber respondido al llamado de servir a Dios y
al rey en las misiones, y utilizarían todos sus talentos para procurar este fin.

Su organización y las consecuencias de ella

Los nuevos frailes incorporados a las misiones encontraban un sistema


organizativo poco común y óptimo en sus resultados. Esto fue logrado por dos
elementos: el hato y el común. A pesar de la magnitud de su resultado, no hay indicios
que esto fuera concebido desde el principio, sino que fue el fruto de acciones
pragmáticas tomadas desde los primeros meses de la llegada de los capuchinos catalanes
a Guayana en 1724, cuando el primer grupo de frailes confrontó los problemas de
sobrevivir y laborar en una región tan apartada e indefensa y con escasas perspectivas
de sustentar poblaciones nuevas.

La solución inmediata a esta problemática había sido la traída de ganado desde


Barcelona y Píritu, peripecia nada desdeñable por los peligros inherentes de las tierras

58
Doc. 321, ‘‘Documentos relativos a la última expedición de misioneros enviados a Guayana (1815-
1816)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp.293-297, pp. 294-295. Del nuevo contingente, todos
tenían de 10 a 29 años como religiosos.
35

desconocidas que cruzaron a pie guiados por la aguja de una brújula.59 Luego, durante
dos décadas tenían que cuidar celosamente el ganado y poner veda a su matanza para
permitir el crecimiento de los rebaños. Al mismo tiempo tenían que capacitar a algunos
indígenas en las faenas del hato, mientras comenzaban a reunir los diferentes grupos en
las primeras misiones fundadas: la Purísima Concepción de Suay, cerca de las
fortalezas, y San Antonio de Caroní, arriba de los estruendosos saltos.

El crecimiento del hato permitió asegurar la base proteínica necesaria para


sustentar una población creciente, especialmente cuando iba unida con la yuca y su
derivado, el casabe. Este dúo, representado por carne salada y tortas de casabe, llegó a
ser el sustento primordial de toda esta región tropical.60 El aumento prolífico de las
manadas permitió no sólo el sustento en comida, sino el desarrollo de toda ocupación
asociada con el ganado. La elaboración de productos derivados del ganado llevó al
asentamiento en pueblos de misión, el intercambio comercial entre ellos y, poco a poco,
al contacto y el comercio con sitios fuera de la región. Toda Guayana fue beneficiada,
porque hasta la guarnición de las fortalezas ya contaba con un sustento seguro, que
permitía un mejor desempeño de sus deberes de protección de la región contra los
caribes y grupos extranjeros enemigos de España.

Mientas esto sucedía, el genio organizativo catalán aplicó la idea del común
como forma organizativa de los frailes de la congregación en Guayana. Esto también
tenía su base pragmática. Lo normal en las misiones de las congregaciones en
Venezuela era que cada misionero tuviera que mantenerse de su misión. Los catalanes
se dieron cuenta de que las misiones no eran iguales en cuanto a sus posibilidades:
algunas daban buen maíz, pero no tanta yuca, y viceversa; otras ofrecieron buenos
pastos para ganado, pero no para la agricultura, y viceversa; y así sucesivamente. Cada
misión tenía sus perspectivas, pero todas no tenían las mismas, y por esto a veces sus
misioneros tuvieron problemas, lo que afectaría también a los indígenas bajo su
ministerio. Entonces, sustentados en costumbres arraigadas en la tradición de la
congregación y afirmados en una visión inteligente de las realidades de la vivencia en

59
OLOT, Doc. 106, ‘‘Estado de la misión de Guayana expuesto por el Prefecto P. Agustín de Olot
(Misión de la Purísima Concepción, (3 enero1744)”, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 304-307, p.
305 y pp. 315-318; y MOYA, Doc. 109, ‘‘Situación de la misión y misioneros dada por el P. Prefecto
Benito de Moya (Suay, 22 mayo 1749)”, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 315-316.
60
AGNV. Libros contables de la Real Hacienda en Guayana. 1790 y 1799. Es notable cómo la carne
salada y las tortas de casabe llegaron a ser parte vital del sustento. En los datos de cargamento en estos
libros no hay barco que salga sin su carga de estos renglones, tanto para el sustento de los tripulantes
como para la venta en puertos del Caribe.
36

Guayana, se formó el común en el que todos—misioneros e indígenas—trabajaban para


el bien de su misión, cubrir sus necesidades y entregar cualquier sobrante al
Procurador, quien velaría por su buen uso y estaría pendiente de que cada misionero, y
los indígenas bajo su cuidado, no sufriesen penurias.61

El resultado fue el florecimiento de las misiones y la formación de un


consorcio agropecuario que favorecería el crecimiento de toda la provincia de Guayana.
El buen uso de los productos del ganado sacrificado permitió una producción en carne,
cueros, sebo y sus derivados (velas y jabón), y otros productos menores. Con más
producción era posible el crecimiento de las poblaciones y la satisfacción de más
necesidades para lograr el bienestar. De allí comenzó la producción de algodón y la
manufactura de tejidos, de artículos de cuero, tierra, madera y hierro. Al comenzar el
siglo XIX, las misiones, con varias generaciones de indígenas representadas en su
población, se habían convertido en un emporio de riquezas y en una autarquía, porque
las labores programadas de ellas y el inteligente manejo de su producción, las había
elevado a un estado de autosuficiencia asombrosa considerando su situación geográfica.

A pesar de los adelantos, el sistema armónico y el desarrollo económico tan


admirados por don Eugenio de Alvarado y el gobernador Diguja en las décadas de 1750
y 1760, fomentaron un desenlace discordante por la década de 1770 en adelante.
Nuevos factores—el crecimiento del número de poblados criollos en tierras adyacentes,
las políticas administrativas y productivas de la Reformas Borbónicas, una tendencia
progresiva de anticlericalismo en la mentalidad militar, la creación de la diócesis de
Guayana, y la codicia pura y simple de personas que querían poner sus manos encima
de tanto caudal—provocaron un trastorno en el ambiente que no permitió que la
congregación viviera tranquila. El obispo Fr. Manuel Jiménez, de Puerto Rico, lo
discernió en su visita y lo comentó luego al virrey de Santa Fe:

“…este hato ha movido la codicia de muchos para perseguir a los Capuchinos y


persuadir al público que es cosa indecente e indigna a el estado austero que
profesan, el poseer y gobernar tanto ganado, no haciéndose cargo de los justos

61
ALVARADO, Doc. 119, 1755, en CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 338-351. El hato y el común ya
fueron una realidad por la década de 1750 y están evaluados por el ojo escrutiñador y crítico de don
Eugenio de Alvarado, uno de los comisionados de la Expedición de Límites. Es el relato más detallado
que tenemos. Para quien quisiera más información sobre la historia del hato y del común pueden consultar
en CARROCERA, 1979, tomo I, Doc. 65, pp. 229-236, y Doc. 106, pp. 304-305; en CARROCERA,
1979, tomo II, Doc. 137, pp. 23-24; el Doc. 144, pp. 36-37; Doc. 198, pp. 202-206; y Doc. 212, pp. 286-
288.
37

motivos que ha habido y hay en el día para que estos Padres tengan el manejo de
su ganado.”62
Por el fin del siglo hubo una guerra declarada entre la congregación y las
autoridades de Guayana. Los jefes militares, los obispos, el ayuntamiento de Angostura,
y las autoridades de la Renta de Tabaco, todos querían quitar el hato de las manos de los
misioneros. Los argumentos de todos son interesantes63, las formas usadas por los de
Angostura para referirse a la congregación fueron cada vez más hirientes64, y el
ambiente a partir de 1790, fue progresivamente más enrarecido. El conflicto de
intereses caldeó tanto los ánimos que aún durante los primeros años de lucha cruenta
entre republicanos y realistas al norte del Orinoco, en Guayana las comunicaciones
oficiales referentes al caso, que fue expuesto a la regencia y en las cortes de Cádiz,
parece el tema regional de mayor trascendencia.

Los vecinos de la villa de Upata y sus pugnas con los capuchinos catalanes
La villa de San Antonio de Upata tuvo su fundación exitosa en el año 1762.
Un primer intento, en 1736 con gente traída desde las islas Canarias, fracasó por el alto
porcentaje de defunciones de sus miembros y luego su abandono de la zona después de
un ataque inglés en 1741.65 En ambos casos la razón de traer a gente española fue la de
“…sujetar a los indios y tener gente para ir a las entradas,…”66 La fundación en 1762,

62
JIMÉNEZ, Doc. 212, ‘‘Informe del obispo de Puerto Rico D. Fr. Manuel Jiménez Pérez al Virrey de
Santa Fe y a petición de éste sobre el estado de las misiones de Guayana y sobre la conveniencia o no de
poner corregidores (Puerto Rico, 31 julio 1755)’’, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 283-289, p. 287.
63
CARROCERA, 1979, tomo III. Evitamos detallar esto porque fue una guerra llevada fuera de la
presencia y el conocimiento indígena. Hay un número profuso de documentos en el tercer volumen de
Carrocera que refleja el problema, especialmente a partir de la creación de la diócesis de Guayana en
1790.
64
VENTURA CABELLO, Doc. 313, “Instrucción que formó Don José Ventura Cabello, Obispo electo
de Santo Tomás de Guayana,…y la misma que lleva el Sr. D. José de Olazarra, capitán de ejércitos, en
calidad de comisionado electo por la Junta de Guerra y el Ilustre Ayuntamiento de esta ciudad,
para…exponer…ante el Supremo Congreso de las Cortes generales extraordinarias de la nación, …
(Santo Tomé de Guayana, 18 febrero 1812”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 263-271. En este
documento el obispo electo de Guayana, llega al extremo de referir a los misioneros como gente de
“conducta…agravante al real erario” (p. 266), deseosos de “una herencia temporal” (p. 266), “vampiros
del jugo de la nación” (p. 267) y otros epítetos similares. La condición de penuria de su diócesis
probablemente fue lo que le incitó a esta postura. Parece que nunca visitó a las misiones ni hizo intentos
sinceros para lograr el diálogo. Tampoco hay indicios de que Ibarra y Mohedano, los primeros obispos,
hicieran una visita a las misiones de Caroní, y estando rodeados por gente que tenía sus ojos puestos en
las manadas, y por ser clérigos caraqueños acostumbrados a una Iglesia prepotente y sacrosanta, su
actitud tampoco ofreció apertura hacia la congregación y fue siempre desdeñosa hacia los indígenas.
65
CARROCERA, 1979, tomo I, p. 32; MOYA, Doc. 101, ‘‘Carta del Prefecto P. Benito de Moya al
obispo de Puerto Rico informándole del estado de la misión de Guayana y solicitando el envío de más
misioneros (Suay, 16 noviembre 1739)”, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp. 294-295, p. 294.
66
EL REY, Doc. 99, ‘‘Cédula por la que se conceden a la misión de Guayana 25 familias canarias parra
escolta y protección de los misiones (Aranjuez, 15 abril 1736)”, en: CARROCERA, 1979, tomo I, pp.
38

con gente criolla venida desde la provincia de Cumaná y Trinidad,67 se debió mucho al
apoyo del gobernador José Diguja y fue hecha “…en la sabana grande de Upata por ser
este sitio bueno, de tierra suficiente para labrar y cría de ganado, sin perjuicio de los
indios…”.68 Esta sabana quedaba en un punto céntrico entre los pueblos de Altagracia,
Cupapuy, y Santa María, que lo rodeaban, y permitía el fácil acceso de los indígenas de
aquellos poblados para ayudar con las labranzas. Preocupados los misioneros por la
posibilidad de que los vecinos no resultarían constantes, éstos tuvieron que firmar un
documento que los obligó a cumplir con su compromiso de ir a las entradas y de servir
como apoyo en poner orden a los indígenas en caso de necesidad. A la vez, como la
comunidad costeó la construcción de sus casas, la preparación de sus primeras labranzas
y su manutención en el primer año (todo esto hecho por los indígenas), estipularon que
los vecinos no podían desamparar el pueblo para vivir a otra parte, ni vender sus casas a
otros sin el consentimiento de los misioneros. El contrato tenía unos artículos de ese
tenor.69

La visita a las misiones de Caroní de Fray Iñigo Abbad y Lasierra, O. S. B., en


enero de 1774, nos deja con una descripción de la villa algo risueña: ‘‘Sus vecinos que
ascienden a 33 familias con 205 almas, gozan de muy buenas tierras que cultivan con
feliz suceso; han formado algunos buenos trapiches de caña, planteles de café y grandes
cosechas de excelente tabaco.”70

La excelencia de su tabaco llevaría, al principio de la década de los 80, a que


Upata fuera uno de los sitios escogidos para la siembra de este renglón bajo la ley del
Estanco.71 Una vez que se dieron cuenta de las posibilidades de mejorar sus ingresos

289-290, p. 289. Referente la primera fundación; LA GARRIGA, Doc. 142, ‘‘Carta del P. Prefecto
Benito de La Garriga al P. Comisario general de Misiones, dándole cuenta de la fundación de la villa de
Upata (Suay, 8 julio 1763)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 34-35, p. 35 para la cita.
67
EL REY, Doc. 150, ‘‘Cédula por la que se permite la fundación de villas de españoles en la misión de
Guayana y se señala la finalidad de sus habitantes (El Pardo, 5 febrero 1765)”, en: CARROCERA, 1979,
tomo II, pp. 56-57, p. 56.
68
Doc. 140, ‘‘Escrito de compromiso entre los misioneros capuchinos catalanes de Guayana y los
primeros vecinos de la Villa de Upata (Upata, 11 febrero 1763)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp.
31-33, pp. 31-32, La frase ‘‘…sin perjuicio de los indios…’’ es importante por las luchas posteriores ente
los vecinos y los misioneros cuando aquellas querían agarrar más tierras.
69
Doc. 140, ‘‘Escrito de compromiso entre los misioneros capuchinos catalanes de Guayana y los
primeros vecinos de la Villa de Upata (Upata, 11 febrero 1763)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp.
31-33, pp. 31-32.
70
ABBAD Y LASIERRA, Doc. 199, “Relación de la visita a los pueblos misionales de Guayana hecha
por Fray Iñigo Abbad y Lasierra, O.S.B., secretario del obispo de Puerto Rico D. Fr. Manuel Jiménez
Pérez (25 noviembre 1773)”, en: CARROCERA, 1979, tomo II, pp. 207-221, p. 215.
71
A partir de 1785 se encuentran en el índice de Renta de Tabaco del Archivo General de la Nación,
Venezuela, una cantidad significativa de documentos referentes a Upata.
39

con la siembra y cosecha de tabaco, los vecinos llegaron a sentirse muy infelices con su
situación tan sujeta a la autoridad de la comunidad, y cuando el gobernador Marmión
hizo una visita en 1786, levantaron a él sus lamentos. Sus quejas fueron: concurrir al
servicio de escolta era duro y peligroso, esto les quitaba mucho tiempo de sus labranzas,
los misioneros no les daban suficiente peonada y como no tenían esclavos todo se
deterioraba, carecían de carne porque sus sabanas eran pocas, y los misioneros no les
hacían repartimiento de tierras para criar ganado mayor. Lamentaban que vivían “una
especie de servidumbre”, bajo una nube de “una suerte infeliz”.72

Esta tragedia de infelicidad tomó un carácter más agresivo cuando en 1789, fue
nombrado un nuevo administrador de la Renta de Tabaco en Upata, José Reguero, quien
imbuido de su importancia como representante de los intereses del rey, arremetió contra
los frailes por no suministrar suficientes indios como peones, ni novillos para el sostén
de los cultivadores y los amenazó como vasallos desleales al rey si no contribuían según
sus exigencias.73

Este ataque fue el comienzo de una serie de escaramuzas que duraron años. Ya
por 1789 hubo 60 cosecheros de tabaco matriculados que tenían plantaciones de 4 mil a
100 mil matas.74 La bonanza del tabaco llevó a un aumento notable en la población de
Upata reflejado en los censos de los frailes: 1788 – 254; 1792 – 555; 1797 – 667; 1816
– 1598.75 Su crecido número, sus requerimientos propios, y su anhelo de tierras y de
control sobre la mano de obra indígena, llevaron a más enfrentamientos con los frailes y
los unió al bloque representado por el obispo, los militares y los poderes municipales
contra los capuchinos.

Por el 1800, los vecinos de Upata intentaron un nuevo deslinde de sus tierras
pretendiendo extenderlas a cuatro leguas a cada viento y así llegar a las tierras de los

72
ANÓNIMO, “Diario del reconocimiento del río y bocas del Orinoco y misiones de capuchinos
catalanes” (1786)”, en: LUCENA G. 1999, pp. 205-220, p. 216.
73
REGUERO, Doc. 251, “Carta del Administrador de la Renta de Tabaco en Upata al P. Prefecto sobre
suministros de carne a la villa y de peones indios para el trabajo (Upata, 8 mayo 1789)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 40-42.
74
AGNV, Renta de tabaco, 1789, t. XII, ff. 78-79. “Nómina de los cosecheros de tabaco de San Antonio
de Upata, Guayana, 6 junio 1789.
75
SAN CELONIO, Doc. 247, “Cuadro estadístico de la misión de Guayana (Caroní, 24 enero 1788)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 20-21; VICH, Doc. 272, “Cuadro estadístico del estado de la misión
de Guayana, presentado por el Prefecto P. Hermenegildo de Vich (Caroní, 2 enero 1792)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 106-107; SAN CELONIO, Doc. 289, “Cuadro del estado de la misión
de Guayana presentado por el Prefecto P. Buenaventura de San Celonio (Caroní, 6 junio 1797)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 162-163; BARCELONA, Doc. 323, “Estado de la misión de Guayana
dado por el último Prefecto P. Fulgencio de Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)”, en: CARROCERA,
1979, tomo III, pp. 314-317. La población aumentó unas 5 veces en 28 años.
40

indígenas de los pueblos de Cupapuy, Altagracia, Santa María y San Antonio de


Huicsotano. Esta querella fue ventilada en Caracas. Aunque los argumentos de los
capuchinos a favor de sus pupilos fueron reconocidos,76 las pretensiones de los
upatenses de lograr mayor control sobre las tierras, los indígenas y su villa no
desaparecieron sino que quedaron latentes año tras año, esperando cualquier
oportunidad que se ofreciera para lograr sus fines.

¿Cuál era el valor económico de las misiones?

El valor económico de las misiones todavía no ha sido estudiado en forma


adecuada. Su mejor descripción parece ser de una relación corta de 1811 realizada por
Andrés Level de Goda, quien según su testimonio fue enviado a Guayana por el
comisionado regio Cortabarría, con residencia en Puerto Rico, para determinar las
condiciones de las misiones y ayudar a resistir los embates de las recién comenzadas
hostilidades de los insurrectos de Caracas. Debido a lo interesante de la información
expuesta y por aspectos de suspicacia común a la época que refleja, incluimos la cita en
forma extensiva ya que nos puede revelar mucho de lo que hemos venido exponiendo:

....el comisionado regio Don Antonio Ignacio de Cortabarría....libró en 1811


a mi favor en nombre del Rey el despacho de gobernador político e intendente de
Real Hacienda de las provincias de Cumaná, Barcelona y Margarita, con absoluta y
entera independencia de la superioridad de Caracas, que son las mismas palabras del
Despacho ... pero que antes debía ir inmediatamente a las Misiones de Guayana para
tomar razón exacta de los caudales de ella, siéndole con todo sigilo para lo cual me
acompañó las correspondiente órdenes, a fin de que todo se me hallanase.
...Partí pues para el Orinoco en aquella Goleta y llegué al apostadero de
Marina situado en la isla de Yaya desde donde oficié al padre prefecto de los
misioneros capuchinos catalanes que evangelizaba en la provincia de Guayana, e
inmediatamente se me presentó en Yaya con los libros, cuentas y papeles, prestándose
a todo con la mayor afabilidad y vivos deseos de dar circunstanciada razón de cuanto
se le preguntase y pidiese. Con esto y tan innumerables documentos no me pareció
necesario ir a las Misiones, mucho menos cuando sin moverme de Yaya y dejándome
ver en la ciudad de Angostura se tendría mi viaje por un paseo, y mi entrevista con el
prefecto por una visita de cumplimiento, de cuya manera se conservaba el sigilo
encargado por el Comisionado regio. El padre prefecto fue muy obsequiado en todos
los buques del apostadero y en la goleta de Guerra lugar de nuestras conversaciones
los dos solos; y de ellas y mi examen de libros me resultó que las Misiones tenían
fuera de picos y fracciones 200.000 cabezas de ganado vacuno y de caballos y
mulas 80.000, sin poder ahora decir del lanar, del asnal, del cabrío y del cerduno,
porque no me acuerdo, y eran numerosos, y de todas especies. Tenían 3 millones de
pesos en oro, uno que habían trasladado a Demerari (sic) en cuanto la comunidad
supo el movimiento de Venezuela, otro que pasaron al Convento de capuchinos de

76
VASCONCELOS, M., y QUINTANA, A. Doc. 296, “Real provisión de la Audiencia de Caracas en
orden a las exigencias de cuatro pueblos de la misión de Guayana (Caracas, 27 abril 1801)”, en:
CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 200-202.
41

Barcelona en Cataluña, y otro que mantenían en Caroní donde además se hallaba un


rico almacén en una grande casa llamada La Procura, con mercaderías, víveres de
todas clases, frutos mayores, herramientas, máquinas, y cuanto pudieran necesitar las
Misiones, los Misioneros y los barcos que allí se proveían de lo necesario para la
navegación. El valor del almacén pasaba de medio millón de pesos.77

Si comparamos el valor en pesos de las misiones con la cantidad utilizada por


el marqués del Toro para comprar su distinción—aproximadamente 30 mil pesos78—
entonces tenemos un valor extremadamente respetable representado en los 3 millones de
pesos estipulados por Level de Goda, además de los bienes y semovientes de las
misiones.

¿Se puede creer en lo que Level de Goda escribe? No nos atrevemos a


dictaminar. Sólo nos hace reflexionar que hubo un gran valor--todavía indeterminado
por falta de estudios más profundos--representado en las misiones del Caroní; y que esto
fue el resultado de décadas de trabajo de hombres y mujeres indígenas bajo el mando
disciplinado y férreo de los misioneros. Esta riqueza agropecuaria (apenas sospechada
por otros, pero conocida por las autoridades de las misiones que manejaban las cuentas),
junta con el valor de los indígenas que representaban la mano de obra de la región, van a
ser arrebatados por un ejército menesteroso y hambriento que invadirá al Caroní en
1817.

Recapitulación del capítulo

En 1811, las misiones tenían 87 años de existencia. Su consolidación como


una entidad organizativa para el bienestar de los que trabajaban dentro de sus confines y
para las guarniciones de la corona, no puede ser negada. Sin embargo, precisar el valor
de su resultado es difícil porque depende del enfoque que uno imprima al asunto. Como
operación agropecuaria ciertamente fue beneficiosa, porque sostenían más de 20 mil
personas. Como institución educativa, en lo ocupacional, había elevado los
conocimientos y las destrezas de miles de indígenas. Sin embargo, sus logros en
‘‘civilizar y cristianizar’’ a estos mismos fueron decepcionantes, hasta visto por los
mismos frailes.

77
LEVEL DE GODA, [1811], 1969, vol. II, pp. 1258-1259. El uso de cursiva es del mismo documento;
el uso de negrilla es nuestra.
78
QUINTERO, 2005, pp. 20-21.
42

Nunca se hubiera logrado un objetivo derivado del esfuerzo mancomunado,


realmente integrado, de frailes e indígenas, porque los prejuicios frente al “otro” no
permitieron que los capuchinos catalanes, igual a los demás frailes en América Latina,
miraran como digna de reconocimiento la mentalidad indígena y respetaran su
pensamiento, su cosmovisión, su manera de ser. Las misiones de Caroní representaban
una forma de sometimiento, subordinación, y explotación común a la época. La
protección del indígena fue realizada en forma constante, pero paternalista; sin
embargo, cuando ellos no respondían de la manera esperada por los frailes eran
percibidos como niños ignorantes y/o mal criados con quienes había que lidiar para la
mayor gloria de Dios. Los frailes sentían que su control de las misiones era ejercido
para el bien de los indígenas, pero nunca consideraron que el control pudiera ser llevado
por los mismos indígenas.

Por otro lado, los frailes, en un tiempo de desarrollo de corrientes de


pensamiento moderno, quedaron extremadamente estancados en el pasado y con
ninguna posibilidad de adoptar posturas más flexibles por lo rígido de sus reglas, su
educación y sus creencias. Los misioneros percibieron en las actuaciones de los
militares (especialmente Centurión y Marmión), los obispos, los del ayuntamiento de
Angostura, la gente de Upata, como muestras de enemistad y de posturas equivocadas,
hasta pecaminosas, basadas principalmente en la codicia, en vez de representaciones,
muchas veces, del advenimiento de secularismo.

Su pragmatismo en la construcción del hato y el común, llevó a las misiones a


un alto nivel productivo con posibilidades de arrojar beneficios comerciales
sustanciales. Conscientes de que el buen manejo de su organización era la única vía de
mantener su trabajo -- obra de Dios -- en el tiempo, y conocedores de las maldades que
ocurrían cuando personas fuera de la congregación tomaban el control de los bienes y de
los indígenas, no hubo forma en que pudieran aceptar que otra gente española tomara el
mando de un emporio labrado por décadas de trabajo y sacrificio. Su éxito
administrativo en lo material los mantenía en una situación vulnerable frente a la crítica,
las apetencias y la codicia de otros grupos de poder de la región, como los de Upata, que
anhelaban más libertad en la toma de decisiones en su villa y en su forma de llevar a
cabo sus trabajos. Con la diócesis y los de Angostura existía una situación parecida
porque todos querían los beneficios de la mano de obra y la producción de las misiones.
43

Y ¿cómo pensaban los indígenas? Es difícil decir, pero se nota al pasar por
tanta documentación que en ningún momento hubo seguridad total en los predios de la
congregación. Las misiones tenían bajo su control varias etnias y no todas convivieron
bien. Hubo la capacitación en nuevas labores, pero por la renuencia de los indígenas a
entrar en la vida sacramental de la Iglesia, y por una constante queja por los intentos de
huida de diferentes grupos, uno sospecha que estaban lejos de ser tan tranquilos y
sumisos como los frailes -- y otros -- hubiesen querido. Si los momentos de fuertes
confrontaciones habían pasado, debido al debilitamiento de los grupos étnicos por las
enfermedades del temprano siglo XVIII, y si una seguridad de sustento y nuevos
criterios si iban formando alrededor de la cultura del hato, las costumbres de los
indígenas perduraban y ellos respondieron a estas en los momentos de retirarse con o
sin permiso.
44

CAPÍTULO II

MANUEL PIAR EN EL CARONÍ:


INVASIÓN Y CONTROL DE LAS MISIONES, 1817

Introducción
Guayana, en 1817, va a ser el escenario de la formación del ejército libertador
y de la preparación del lanzamiento de sus huestes en pos de la anhelada emancipación
de España. Como en cualquier escenario de guerra, este hecho va a afectar en mayor
medida a quienes hasta entonces poblaba la región. Esta gente se encontraba compuesta
por tres grupos: un grupo republicano liderado por Manuel Cedeño quien controlaba las
extensas pero muy alejadas sabanas de Caicara; la población de Angostura, capital de la
provincia, que estaba firmemente leal al rey; y los capuchinos catalanes en sus misiones
al oriente donde mantenían su fidelidad a Dios y al rey y controlaban a los indios
sujetos a ellos. Rumores señalaban este último componente de las tierras guayanesas
como la única zona de la castigada Capitanía General que todavía gozaba de pueblos
estables, bien poblados por naturales que trabajaban las tierras y cuidaban las manadas,
mientras disfrutaban de una abundancia agropecuaria ya acabada en las demás tierras
venezolanas por los rigores de los conflictos de 6 años de guerra cruenta. La irrupción
de las fuerzas republicanas en la región de las misiones de Caroní - todavía virgen en lo
militar, porque nunca había sentido directamente los embates del gran conflicto -,
determinaría cambios sustanciales en las misiones, la vida de sus pobladores y su
capacidad productiva. Al propio tiempo, la posesión de tan inauditas riquezas
encontradas en estas tierras, proporcionaría a los republicanos la posibilidad de levantar
una verdadera máquina militar con los bienes y los brazos encontrados, una vez
superados los problemas de mando. Las acciones que los nuevos dueños del territorio
ejercerían sobre las misiones, sus indígenas y su producción llevarían a cambios
sustanciales en el orden social y económico de la región.
45

LA INVASIÓN DE GUAYANA Y LA TOMA DE LAS MISIONES DE


CARONÍ (DICIEMBRE, 1816, A MAYO, 1817)79
El trece de diciembre de 1816, en Angostura, una flechera de Caicara trajo la
noticia al gobernador de Guayana, D. Lorenzo Fitzgerald, que el general Piar, “...con
una división de ochocientos negros de Santo Domingo perfectamente armados…”,80
había pasado el Orinoco para reunirse con Manuel Cedeño que tenía unos ochocientos
hombres a caballo por las sabanas de Caicara. [Ver Mapa 02: Ruta del ejército de
Manuel Piar desde Barcelona hasta el Orinoco y desde la zona de Caicara hasta las
misiones del Caroní en la página siguiente.] Desde Angostura, que tenía que ser el
objetivo de los republicanos, se mandó al teniente coronel Nicolás Cerruti con 250
hombres para sostener los pasos del río Caura, porque los insurgentes tendrían que
cruzarlo para avanzar hacia la capital. Este río, muy caudaloso, sólo tenía 3 pasos por
donde se podía cruzar y subir su alta barranca: los de Maripa, Paso Real y de San Pedro
(conocido por los insurgentes como el paso de los Negros).81

El nuevo año entró con la noticia de que Piar había logrado pasar el río
utilizando una maniobra fingida en uno de los pasos, lo que le permitió tomar el de
Maripa, y con esto sus tropas atravesaron rápidamente y ganaron todo el terreno.82
Cerruti y los hombres que quedaron de las tropas realistas vencidas—hubo pocos
muertos—fueron a reportarse a Angostura durante los días siguientes mientras allí se
prepararon para defender la plaza. La tropa que venía de Tapaquire, que por falta de
resolución de su comandante Jaime Villa no se unió con los defensores del Caura, llegó
a la capital dejando atrás su pueblo y el ganado, y abandonó su almacén lleno de víveres
y armas a los invasores. Esta tropa se unió a las fuerzas que llegaron desde el Caura y
fueron divididos en tres grupos para guardar y asumir la defensa de los tres pasos del
Caroní: Caruachi, Guri y Barceloneta. Se avisó a los frailes capuchinos catalanes de las
misiones de Caroní para que mandasen indios armados a estos sitios en apoyo, que

79
Las principales fuentes para conocer de la invasión de Piar a Guayana son SURROCA Y DE MONTÓ,
2003. (En adelante SURROCA, año, página) y el “Diario de Operaciones del General Piar” en:
O’LEARY, 1981, volumen 15 y página. Para los efectos de esta investigación se citará de este modo:
PIAR, [1817], 1981, meses, volumen 15 y pp. Hacemos esta especificidad porque los meses del Diario
de Operaciones de Piar están expuestos por partes en este volumen: octubre-diciembre [1816], pp. 100-
144; enero hasta el 6 de febrero [1817], pp. 153-162, 7 de febrero a 31 de marzo [1817], pp. 198-222, y
abril con los primeros dos días de mayo [1817], pp. 265-249.
80
SURROCA, 2003, 192. La referencia de “…negros de Santo Domingo…” llama la atención, porque
pareciera que los españoles supieron algo del apoyo que el grupo de Bolívar recibía de Haití y
presumieron que esto incluía soldados de allí.
81
SURROCA, 2003, p. 193.
82
SURROCA, 2003, p. 193.
46

Mapa 02
Ruta de la Invasión de Piar
Fuente: CODAZZI, [1840]. “Mapa de Venezuela para servir a la historia de las campañas de guerra de
independencia en los años 1815, 1816 y 1817”, en: RODULFO CORTÉS y ARÉVELO, 2000, Mapa n°
302, p. 319.
47

concentraran todos los víveres posibles en estos 3 puestos estratégicos, y enviasen


avisos a los pueblos misionales para bajar comestibles, casabe y maíz a los almacenes
de San Joaquín para luego ser transportados por vía fluvial a Angostura. También
debían sacar de las manadas más cercanas al río unas ocho mil reses y llevarlas a las
sabanas de las fortalezas.83

En cuanto que el aviso se extendió desde poniente al oriente, los indígenas de


las misiones fueron puestos inmediatamente en movimiento por órdenes de los frailes
de las diferentes misiones. Comenzaron a arrear el ganado, a llevar provisiones a los
pasos o a San Joaquín, y acudir a los pasos con sus armas de flechas y lanzas para
apoyar los soldados que llegaban de Angostura.84

Mientras en las misiones los frailes y los indígenas cumplieron con las órdenes
del gobernador, el 12 de enero Piar y Cedeño llegaron frente a Angostura 85 y el ejército
republicano inició un asedio que duraría siete meses, con un resultado funesto para los
leales habitantes realistas.86 Bien guarnecida y fortificada, la plaza rechazó los primeros
ataques; Piar, dándose cuenta que sería tiempo perdido y hombres malgastados si seguía
insistiendo en una victoria inmediata, el 21 de enero comisionó a Cedeño para
adelantarse hacia las misiones para determinar y confrontar las fuerzas puestas en los
pasos. Tres días después, el 24 de enero, le siguió con el Estado Mayor y la mayoría de
sus fuerzas, dejando un grupo de unos 200 hombres para mantener la cerca de asedio a
la ciudad.87

Cedeño había dividido su fuerza de caballería en tres grupos, y dispuso que


atacaran las fuerzas realistas que guardaban los diferentes pasos del Caroní. Cuando
arremetieron contra sus objetivos, la gente del paso de Guri abandonó el pueblo y huyó
hacia las fortalezas de Antigua Guayana, a unas 25 leguas (105 kilómetros) de distancia;
el grupo de Caruachi hizo lo mismo, dejando caer en manos de los insurgentes un gran

83
SURROCA, 2003, pp. 195-196.
84
No eran diestros todavía con fusiles, porque la costumbre en la colonia era no entregar este tipo de
armas a los indígenas; así, cuando eran enviados a tomar parte en conflictos lo hacían con arcos y flechas,
o lanzas.
85
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 155.
86
Hay dos relaciones de los realistas que recrean la agonía de este asedio: la de SURROCA, 2003, donde
se relata toda la historia de Angostura desde el principio del conflicto en 1810 hasta el éxodo de los
realistas en agosto, 1817, y la de SEVILLA, [1877], 1967, pp. 1467-1724. Sevilla llegó con la expedición
de La Torre en abril, 1817. Surroca y Sevilla salieron de Angostura en el intento de escape por el Orinoco
en agosto, 1817, y tuvieron la suerte de estar abordo de barcos que lograron salir a alta mar.
87
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, pp. 155-158; SURROCA, 2003, pp. 201-207.
48

acopio de víveres reunidos allí que iban a ser trasladados a la capital; los de Barceloneta
se quedaron al principio en su sitio, pero cuando tuvieron que confrontar a los hombres
de Cedeño, su jefe se entregó con sus 300 hombres.88

Los movimientos de la caballería de Cedeño entre Guri, Caruachi y


Barceloneta fueron tan acelerados, y el éxodo de las fuerzas realistas de sus diferentes
puestos tan atropellado que a nadie se le ocurrió avisar a los misioneros lo que estaba
pasando, y por esto la mayoría de los capuchinos ubicados tierra adentro, confiando que
las tropas realistas no se rendirían, siguieron con la recogida de los víveres. Sólo los
frailes de las misiones que bordeaban el Caroní y el Orinoco, por donde los soldados
realistas y los indios que los acompañaron pasaron en volandas, a la desbandada,
llegaron a darse cuenta de la estampida y se unieron precipitadamente a ella para ir
también a refugiarse en las fortalezas, entregando allí todo lo que podían en víveres,
reses, mulas y caballos.89

Debido a tanta confusión y desconcierto, la invasión de las misiones de Caroní


y su toma dirigida por el General Piar, se iniciaría el día 2 de febrero de 1817 sin mayor
resistencia. La infantería, acuartelada en el hato de San Felipe 90 desde el 26 de enero,
comenzó su marcha hacia el paso de Caruachi en la mañana, después que llegó un posta
que avisó que Cedeño ya ocupaba el paso y la misión; Piar adelantó al ejército con el
Mayor General y cruzó el río para encontrarse con Cedeño y su caballería. 91

El cruce del río de toda la fuerza tomó dos días, y una vez hecho, por la misma
tarde, Piar salió hacia Upata, dejando al Coronel Chipía encargado de la retaguardia en
Caruachi junto con el parque, con órdenes especiales de “…proteger a los indios,
conservándoles sus derechos y haciéndoles gozar los bienes de la libertad.”92 Sin

88
SURROCA, 2003, pp. 207-208.
89
SURROCA, 2003, p. 208.
90
El hato San Felipe estaba ubicado en la base de una roca granítica inmensa conocida hoy en día como
la Piedra del Elefante que queda en la vía a la represa de Gurí. Durante los años 1817 a 1821 funcionaba
como un sitio de descanso y engorde de reses una vez que éstas fueron sacadas de las misiones por el
paso de Caruachi. Desde este hato saldrían las manadas enviadas a Angostura para abastecer las fuerzas
republicanas en la capital. Está hermosamente descrito en: PRINCEP, 1975, p. 6.
91
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, pp. 158-160.
92
“Instrucciones que deben dirigir al Comandante de vanguardia, Coronel Pedro Chipía, en el mando de
Caruachi”, Cuartel General de Caruachi, 4 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 94, pp.
152.
49

embargo, al mismo tiempo, instó a que deberían comenzar a reclutar algunos de los
mismos indígenas disciplinándolos inmediatamente en lo militar.93

La ausencia de resistencia se mantuvo; además, desde la llegada de las tropas a


Angostura y luego en su marcha hacia Caruachi, hubo individuos (uno fue el sacerdote
de Panapana) y pequeños grupos de hombres que se unieron a las fuerzas
republicanas.94 Cuando Piar y su fuerza salieron de Caruachi hacia la villa de Upata,
encontraron en la vía, después de haber subido por las montañas boscosas al sur del
Caroní, la misión de San Antonio de Huicsotana totalmente destruida y vacía de sus
habitantes, que deben haber huido aterrorizados ante el ataque de uno de los grupos de
Cedeño.95 No obstante, desde este mismo día en la tarde, comenzaron a recibir visitas
de hombres de la villa de Upata con misivas de aliento y bienvenidas al ejército.96
Cuando llegaron a la villa el día 6, “…aparecieron los notables de ella con el Justicia
Mayor á felicitar á S. E. y significándose muy penetrados del júbilo que les causaba el
encontrarse bajo la protección de las armas republicanas.”97

La adhesión de la mayoría de la población de la villa en esta coyuntura, por


vislumbrar un futuro en que no serían sujetos al dominio y las políticas de los
capuchinos, fue una satisfacción para los republicanos, porque los vecinos eran
baqueanos del territorio y conocían a los indígenas de la comarca. Demás está decir que
desde el principio tuvieron alto interés en mostrar su devoción a la causa guiando a los
militares a las diferentes misiones, convenciendo a los naturales que el cambio les
resultaría en su bien, y galoparon por las picas poco conocidas del sureste para capturar
a los frailes que intentaron escaparse por el río Cuyuní y llegar hasta Demerara.98

Confusión, zozobra y miedo probablemente se apoderaron de muchos de los


habitantes de los pueblos de misión en estos primeros días de la invasión, y una de las
previsiones que tomó Piar fue buscar la forma de conciliar a la población indígena con

93
“Instrucciones que deben dirigir al Comandante de vanguardia, Coronel Pedro Chipía, en el mando de
Caruachi”, Cuartel General de Caruachi, 4 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 94, pp.
152.
94
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, pp. 158-160.] Ver días 16, 17, 20, 23, 28 y 31 de enero
y 1, 2, 3, 4 y 5 de febrero.
95
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 162.
96
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 162.
97
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 162.
98
“Proclama de Piar a los habitantes de Upata”, Upata, 6 feb 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15,
doc. 96, pp. 162-163 y “Carta de Piar a Luis Lezama, Justicia Mayor”, Upata, 6 feb 1817, en: O’LEARY,
1981, volumen 15, doc. 97, pp. 163-164; PIAR, [1817]; enero-febrero, volumen 15, p. 202.
50

las nuevas circunstancias. Su primera proclama a los naturales fue dirigida a los de
Tupapuy99 y reza así:

Proclama á los indios de Tupapuy y de las demás Misiones


El gobierno español se ha acabado: la Patria está ya libre, y vosotros que sois
sus hijos primitivos debeis ser los primeros que goceis de la libertad, de sus
privilegios y derechos.
Hasta ahora habeis estado sujetos al capricho arbitrario de los capuchinos que,
no contentos con ejercer su ministerio espiritual, os oprimían reduciéndoos á
esclavos: en adelante no será así.
El ejército de la República es vuestro defensor. Nosotros os miramos como
hermanos y como tales os concedemos los mismos derechos nuestros. Lo que
trabajeis será para vosotros: los servicios que hagais se os pagarán, y sereis premiados
por ellos, con todos los honores á que os hagais acreedores.
Venid, pues, á reuniros con nosotros: volved á ocupar vuestras casas y pueblos: nadie
os hará daño. Vuestras familias, mujeres é hijos serán respetados, y disfutareis con
ellos, tranquilidad, paz, abundancia y felicidad.
Cuartel General en Upata, á 7 de Febrero de 1817. – 7°
MANUEL PIAR100
La situación de Piar fue muy precaria. Sus propias tropas incomodaron a los
habitantes con actuaciones cuestionables, especialmente con el despojo de caballos, el
animal más codiciado por un ejército que marchaba mayormente a pie por no tener
suficientes bestias. Esto provocó una amenaza oficial, el 19 de febrero, de pasar por las
armas a cualquiera que robara un caballo o bestia del ejército, que automáticamente era
el dueño de toda bestia una vez ganada la región.101 También hubo flancos débiles que
tenía que ser cubiertos como Antigua Guayana y la Paragua (Barceloneta), y todo un
territorio misionero dilatado con el que los republicanos no estaban familiarizados y por
esto se les hacía difícil medir las precauciones que debían tomar. Además hubo la
amenaza continua de que llegaran nuevas fuerzas españolas a la zona, porque todavía
para los republicanos era imposible controlar el Orinoco por falta de embarcaciones.

La primera recluta

Con un escenario tan confuso, lleno de incógnitas y de rumores, vale preguntar


cómo fue la reacción de los indígenas. Analizado a partir de la información contenida en
el Diario de Operaciones de Piar, a primera vista parece que hubo una aceptación de las

99
Hay problemas de nomenclatura en muchos de los documentos por el desconocimiento de la zona y el
deletreo que cada escritor dio a los nombres que oía. Tupapuy, realmente Cupapuy, fue la misión más
poblada (1.168 habitantes guayanos según el censo de 1816) que quedaba a pocos kilómetros al sur de la
villa de Upata.
100
“Proclama de Piar a los indios de Tupupuy y de las demás misiones”, Upata, 7 feb 1817, en:
O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 98, p. 164.
101
“Bando de Piar referente al robo de caballos”, Upata, 19 febrero, 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen
15, doc. 116, pp. 179-180.
51

nuevas circunstancias, porque muchos indígenas se presentaron a Piar y sus oficiales y


la impresión es que un número respetable se incorporó al ejército. Los reportes en el
Diario de Operaciones de Piar de los primeros 15 días informan de varios de estos
sucesos:

 Día 07/02: 2 indígenas de Tupapuy avisan que ya su gente está


regresando a sus casas. A la vez, 4 habitantes de Upata fueron
nombrados como comisionados de Justicia para los pueblos de Cupapuy,
Altagracia, Santa María y San Antonio, los pueblos de misión en los
alrededores de Upata.102

 Día 09/02: se presentaron 25 hombres de la Misión de Altagracia que


fueron agregados a varios cuerpos del ejército. Avisaron que su gente
estaba tranquila en sus casas y “…gustosos con el Gobierno de la
República”. Durante el día llegaron los indígenas de Cupapuy con danzas
de tocotines para mostrar su felicidad de ser liberados.103

 Día 12/02: se presentaron más de 40 indígenas de Cupapuy como


voluntarios y fueron agregados a las diferentes fuerzas.104

 Día 16/02: Se presentaron los indígenas de Santa María.105

 Día 21/02: el Teniente de Altagracia remitió 28 naturales para el


ejército.106

 Día 22/02: Altagracia envió 12 reclutas más.107

 Día 27/02: indígenas del Palmar se presentaron solicitando un


comisionado de Justicia para su pueblo.108

Se capta una efervescencia en el ambiente. Las promesas republicanas ofrecían


una perspectiva atractiva dentro de una realidad indeterminada. Debido a la huida de los
frailes, no hubo quien contrariara las órdenes y la mayoría de los habitantes de Upata—
gente conocida por los indígenas, aunque quizás no de tanta confianza—parecían

102
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, pp. 198-199.
103
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, pp. 199-200.
104
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 201.
105
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 202.
106
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 204.
107
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 204.
108
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 206.
52

aceptar la situación con entusiasmo. Además, una vez tomadas las misiones inmediatas
al nuevo centro de control, que resultó ser Upata109, no tuvieron otras alternativas. Los
indígenas estaban acostumbrados a salir en defensa de la región bajo los órdenes de los
frailes. Ahora se arrimaban a las fuerzas nuevas, posiblemente con la esperanza de verse
librados de una serie de exigencias (los rezos, las tandas, las órdenes de otros) que en
algunos casos quizás cumplían más por costumbre que por gusto y creencia. 110 Sus
líderes, los alcaldes y tenientes de cada misión, fueron respetados por los invasores; así
parecía que tenían la posibilidad de mejorar su situación.

Las posibilidades de contacto con los frailes eran casi nulas desde el principio,
porque eran vistos por el Alto Mando como un peligro latente para levantar a los indios
en su contra. Los que fueron encontrados en sus misiones o tratando de escaparse por
Demerara, fueron apresados y enviados bajo una fuerte escolta a Caruachi. Unos 16 que
en los primeros días huyeron hacia las fortalezas de Antigua Guayana y lograron
entregar algo del ganado vacuno y caballos pedidos por el gobernador, se dirigieron
luego a Angostura donde casi inmediatamente, en el espacio de una semana, la muerte
alcanzó a la mitad de ellos como consecuencia de las infecciones desatadas en la ciudad
asediada. El Prefecto y los Conjueces estuvieron en el grupo de fallecidos.111

El mes de marzo pasó con un agite de movilizaciones por todo lo largo y ancho
del territorio. Era necesario mantener los asedios en Angostura y en la Antigua
Guayana, y a la vez, preparar las fuerzas para repulsar un futuro contraataque por parte
del ejército realista. Se fue organizando una red administrativa y de control de las
misiones, utilizando hombres del ejército y de Upata que daban más muestras de
talentos en este sentido y de su lealtad a la causa. Esto resultó en la remisión de más
reclutas indígenas a Upata desde las misiones cercanas y también de las de la periferia:
100 y pico de San Antonio (03/03), 35 de Santa María, 20 de Altagracia, 70 y pico “en
las inmediaciones” de Upata (todos el 04/03), 30 de El Palmar (10/03), 120 y tantos de
la Paragua (Barceloneta), 51 de Carapo (18/03), 49 de Miamo (21/03), 63 de Guasipati

109
Hay que recordar que la misión de la Purísima Concepción de Caroní (hoy conocida como “Las ruinas
del Caroní) fue el centro de operaciones de los capuchinos catalanes. Para el ejército, Upata fue un sitio
mejor ubicado porque tenía la población blanca que se adhirió al republicanismo.
110
Es importante no considerar a los indígenas de las misiones como una masa uniforme. De varias
etnias, su relación con el sistema misional abarcaba desde 5 generaciones a pocos años, y su contacto con
grupos indígenas todavía en estado libre variaba.
111
Doc. 325, “Nombres de los últimos misioneros de Guayana con la fecha de su toma de hábito y de su
muerte (1817)”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 323-324.
53

(23/03), y 24 de Tumeremo (24/04).112 En varias ocasiones de los años anteriores, los


frailes habían enviado fuerzas integradas por indígenas al gobernador de la provincia
para ayudar a proteger el territorio; por esto es difícil determinar si la llegada de estos
grupos indígenas que fueron incorporados en marzo fue el resultado de persuasión o de
recluta forzada. Ciertamente la mayoría de estos hombres llenaron las filas del ejército
republicano que luchó en la Batalla de San Félix, el 11 de abril, aunque no hay mención
directa de ellos en el Diario de Operaciones de Piar.

La victoria de la batalla de San Félix el 11 de abril, puso el poder total de la


provincia de Guayana en las manos del ejército republicano; sin embargo, en las
misiones este hecho provocó una situación enojosa para los indígenas. Para entender
esto, hay que estar conscientes del tiempo y el clima, y lo que estos implican, en una
zona agropecuaria del trópico como lo es Caroní. La invasión comenzó en tiempos de
sequía, cuando los que trabajan la tierra tienen que ir preparándola para las lluvias que
entran fuertes en junio. Es la época de la tala y la quema, y hasta el día de hoy en las
zonas rurales uno observa desde lejos las nubes de humo remontando al cielo en estos
meses. Sin embargo, ese año la mayoría de los hombres indígenas, por su decisión o por
recluta forzada, marchaban con el ejército en esta temporada y el trabajo no se estaba
realizando como era debido. Después de la batalla de San Félix, es probable que los
indígenas pensaran que serían licenciados para volver a sus pueblos donde podían
iniciar sus labores, aunque tardíamente. Este no fue el caso y el ejército seguía con su
entrenamiento y sus marchas y contramarchas entre Upata y las fortalezas.

Entonces, en la tarde del 19 de abril, estando las tropas en Puga con órdenes de
comenzar una marcha rumbo a San Félix y Caroní, para seguir luego hasta Angostura,
cayó una lluvia tan fuerte que impidió su salida hasta la mañana siguiente.113 Aquel
aguacero era el primer anuncio de la pronta entrada del invierno. El 21 por la mañana,
los oficiales descubrieron que durante la noche habían desertado unos 60 indígenas.114
Era el presagio de las continuas deserciones de las filas que ocurrirían. Sin un
compromiso militar, su presencia como soldados exigida por las nuevas autoridades,
mantenidos en el ejército cuando no tenían la costumbre de estar por períodos largos
alejados de sus hogares y sus tierras de siembra, sin la posibilidad de discutir la
situación con los oficiales que los trataban como “indios”, y conocedores de la urgente

112
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, p. 207-218.
113
PIAR, [1817], 1981, abril-mayo, volumen 15, p. 245.
114
PIAR, [1817], 1981, abril-mayo, volumen 15, p. 245.
54

necesidad de tener las tierras preparadas antes de la llegada de las lluvias, abandonar la
tropa para volver a sus hogares fue para ellos una opción lógica.

El disgusto sentido por los indígenas por una situación tan enojosa,
probablemente llevó a aquella primera deserción en grupo que ocurrió en los últimos
días de abril. Ese ejemplo sería repetido reiteradamente en el futuro, posiblemente por
no encontrar más razón de seguir sirviendo, preocupados, tal vez, por no poder realizar
a tiempo las faenas agrícolas que representaban la seguridad alimenticia de los futuros
meses, o como una reacción al maltrato y el desdén, comunes en la vida de los soldados
rasos en los ejércitos.

El destino de los frailes y sus neófitos

Además de la situación amenazante para las armas republicanas representada


por este conflicto soterrado de los indígenas frente a su sistema normal de vida y su
recién impuesto compromiso militar, quedaba latente el peligro de la presencia de los
frailes presos en la misión de Caruachi, sitio muy expuesto si llegaran fuerzas realistas.
A principios de mayo, con la presencia de Bolívar y los oficiales del Ejército Libertador
recién llegados a la zona, fue analizado el posible aprovechamiento de los religiosos por
fuerzas enemigas, por su poder de convocatoria, y debido a una preocupación
generalizada en el Alto Mando que pensaba que estaba acercándose el momento de un
nuevo intento de invasión realista, el Libertador, en una conversación con José Félix
Blanco, decidió el traslado de los frailes a una de las misiones más lejanas al oriente
como Tupuquén o Tumeremo.115

La orden fue transmitida, pero por confusión, o posiblemente por revancha


contra quienes eran enemigos declarados116, los encargados llevaron a suplicio a los
frailes, que fueron degollados en la orilla del Caroní que cerraba el límite norte de la

115
DUARTE LEVEL, Doc. 324, “Muerte cruel o ingnominiosa [sic] de los misioneros capuchinos de
Guayana en el pueblo misional de Caruachi, el 7 de mayo de 1817”, en: CARROCERA, 1979, tomo III,
pp. 318-323, p.321 y BLANCO, Doc. 1235, III, “Declaración del venerable José Félix Blanco hecho de
su puño y letra en las últimos días de su vida por incitación de Ramón Azpúrua, como necesaria para
ilustración de la historia en un episodio grave de la guerra de Independencia en Guayana por el año de
1817”, en: BLANCO y AZPÚRUA, 1978, vol. 5, pp. 646-647, p. 646.
116
La Iglesia, especialmente representada por las congregaciones, fue abiertamente opuesta a las ideas
republicanas. Los frailes de las congregaciones fueron españoles que llegaron ya maduros a Venezuela y
venían con la mentalidad de leales sujetos del rey, que era el ungido de Dios. Desde el comienzo del
conflicto, eran enemigos declarados de los republicanos y su voz fue atendida por la mayoría de la gente.
Esto tenía que haber creado actitudes de rechazo y odio hacia ellos en los soldados y oficiales del ejército
después de los estragos de seis años de guerra cruenta.
55

huerta de la misión de Caruachi. Sus cuerpos fueron echados al río.117 Veinte frailes
fueron sacrificados el 7 de mayo de 1817, y con su matanza se selló la extinción de las
misiones. Los detalles nunca han sido aclarados. De los 40 frailes anotados en el censo
de 1816, sólo unos 5 sobrevivieron118, y cuando 1817 llegó a su fin, no había ninguno
en la región.119 En esencia, esto fue el fin de las misiones, porque de allí en adelante,
hasta bien entrado el siglo XX, hubo escasa presencia religiosa en la región de Caroní y
se dejaba de utilizar el vocablo “misión” cuando nombraban los pueblos de la comarca.

Para entender lo que la muerte de los frailes implicaba para los indígenas de las
misiones de Caroní, es necesario revisar ciertos aspectos de este acontecimiento. Con el
paso del tiempo este acto de guerra ha sido mitificado en gran manera como “El gran
pecado de Venezuela”,120 debido a tradiciones religiosas típicas de la época colonial y al
exagerado respeto por todo lo que representaba la Iglesia. Parece que lo más importante
ha sido encontrar “El Culpable” de la matanza, en vez de considerarla bajo las
condiciones confusas y urgentes del momento del conflicto en que ocurrió. Según
hemos podido indagar, nunca se ha tomado como punto interesante cuál fue la reacción
de los indígenas de las misiones de Caroní que habían conocido personalmente y
convivido durante años con la mayoría de los ajusticiados.

Es importante señalar que la falta de fuentes confiables es significativa y, por


supuesto, la voz del indígena no se asoma. Las tres fuentes más utilizadas referentes a
este hecho, son de personas que conocían el ambiente pero no estuvieron presentes, y
117
SURROCA, 2003, pp. 247-250. Hay diferentes versiones de la matanza de los capuchinos catalanes.
Utilizamos aquí la de SURROCA, por parecernos más fidedigna por su comentario referente a su fuente
de información, y por ciertos detalles que corresponden con nuestro conocimiento del sitio durante una
visita a la excavación arqueológica en Caruachi en 2001.
118
ARENS, Doc. 326, “Carta del P. Serafín de Arens al Rmo. Padre Comisario general, Isla Martinica, 26
nov 1817”, en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 325-326.
119
La información que se maneja sobre la muerte de los frailes en Caruachi el 07 de mayo de 1817 sale de
3 fuentes: Carrocera, Surroca y los compiladores Blanco y Azpúrua. En cada caso hay subjetividad
notable: Carrocera por ser religioso, Surroca por ser militar realista, y Blanco y Azpúrua por ser
compiladores de los documentos en honor a El Libertador. No hay ningún testimonio conocido del hecho,
y todos los mencionados tienen posturas fijadas frente al suceso. CARROCERA, 1979, tomo III,
presenta 4 documentos (Nos. 324, 325, 326, y 327) referente el hecho en las páginas 318-330.
SURROCA, 2003, pp. 247-250 cubre el mismo tema. BLANCO y AZPÚRUA, 1978, Vol. V, lo presenta
en el documento 1235, “Los Padres Capuchinos sacrificados en la misión de Caruachi del Caroní en
Venezuela en 1817”, pp. 643-649. Hay contradicciones en varias partes, y no hay testigos directos.
Creemos que es imposible determinar lo que realmente pasó. De lo que sabemos, los supuestos
responsables no fueron castigados. Quizás es tiempo de entender lo que son los actos de guerra, y
considerar el caso dentro de un ambiente formado durante 7 años de cruenta lucha. Además, los
republicanos en Caroní estaban viviendo momentos de gran angustia por una posible arremetida por parte
de fuerzas realistas.
120
DUARTE LEVEL, Doc. 324, [1891], “Muerte cruel o ingnominiosa [sic] de los misioneros
capuchinos de Guayana en el pueblo misional de Caruachi, el 7 de mayo de 1817”, en: CARROCERA,
1979, tomo III, pp. 318-323, p. 318.
56

cada uno estaba parcializado por el lado republicano, realista o religioso,


respectivamente: José Félix Blanco,121 Tomás Surroca,122 y Nicolás de Vich, Cap.123
Aparentemente, los responsables directos que, según Duarte Level fueron Jacinto Lara y
Juan de Dios Monzón,124 se encargaron de cumplir órdenes o decidieron hacer la
matanza por su propia cuenta. Nunca emitieron públicamente sus comentarios sobre el
asunto, es lo que se concluye de una búsqueda en las fuentes de la época y en escritos
posteriores a la guerra. En el caso de nuestro tema, encontrar el culpable no es de
primera importancia, porque es bien sabido que los republicanos tenían presos a los
frailes en Caruachi y no hay duda alguna de que fueron responsables de lo que ocurrió
allí. Nuestro interés es tratar de acercarnos al pensamiento y al sentir de los indígenas
de las misiones, en cuanto al destino de los capuchinos desde la invasión republicana, y
a su reacción a la noticia de la matanza de los que estaban presos en Caruachi.

En el espacio de tiempo que corría desde la invasión, el 2 de febrero, hasta el


día de la matanza, el 7 de mayo, vale preguntar lo siguiente, aunque dudamos que
aparezca algún documento para aclarar el asunto:

 ¿Cómo reaccionó la población indígena con los rumores y/o avisos del
fallecimiento de varios de los frailes en las fortalezas y en Angostura por
enfermedad?
 ¿Cuáles fueron los posibles conflictos emotivos de los indígenas que fueron
detenidos cuando acompañaban al grupo de frailes que trató de escapar por la
vía de Demerara?
 ¿Qué pensaron los hombres, mujeres, jóvenes y niños indígenas que estuvieron
presentes cuando fueron hallados unos frailes que se escondían en algún sitio o
cuando los vieron pasar presos y encaminados hacia Upata y Caruachi?
 ¿Cuál fue la actitud de los indígenas de Caruachi durante el encarcelamiento de
los frailes, y de los indígenas que supuestamente formaban parte de la tropa
encargada de vigilar y custodiar a los frailes?, porque este fue el grupo que tuvo

121
Doc. 1235, “Los Padres Capuchinos sacrificados en la misión de Caruachi del Caroní en Venezuela en
1817”, en BLANCO Y AZPÚRUA, 1979, Vol. 5, pp. 643-649.
122
SURROCA, 2003, pp. 247-250.
123
VICH, Doc. 327, “Situación de Guayana en 1817 y suerte de los misioneros que a comienzo de ese
año allí ejercían su ministerio apostólico, según referencia de uno de ellos, el P. Nicolás de Vic (1818)”,
en: CARROCERA, 1979, tomo III, pp. 326-330. Hay una versión más completo que es VICH, [1818],
1969, pp. 361-386.
124
DUARTE LEVEL, Doc. 324, [1891], “Muerte cruel o ingnominiosa [sic] de los misioneros
capuchinos de Guayana en el pueblo misional de Caruachi, el 7 de mayo de 1817”, en: CARROCERA,
1979, tomo III, pp. 318-323, pp. 321-322.
57

que llevar a cabo, o presenciar, una matanza bastante macabra. También vale la
pena preguntar si eran los indígenas de las misiones los que vigilaban a los
frailes, o más bien, si fueron soldados de las tropas de Piar y Cedeño que no
tenían ninguna relación anterior con estos religiosos. Desde el punto de vista
militar, y debido a la desconfianza que los oficiales tenían a los indígenas, no
parece lógico que mandaran a los propios indígenas de las misiones a custodiar a
los frailes; implicaría un riesgo muy grande bajo las circunstancias de invasión
reinantes y frente a las amenazas de retaliaciones realistas temidas.125

Todos los religiosos presos en Caruachi fueron vistos por muchas personas
entre el momento de su captura y su traslado a Caruachi. Según el Diario de Piar, el de
Morocure se presentó allí el día 2 de febrero, el 15 de febrero llegó la noticia de la
detención de 7 frailes cerca al Cuyuní, quienes luego fueron dejados en la misión de la
Divina Pastora.126 El 22 de febrero un oficio anunció la captura de 3 frailes cerca de
Angostura, y el 25 de febrero comisionaron a Alonso Uzcátegui para buscar los que
estaban en la Divina Pastora y traerlos a Upata.127 El 28 de febrero se mencionan
“…dos capuchinos, debiendo llegar por momentos otros: los tres salen ahora mismo,”128
No queda claro cuantos son ni de donde vienen. El 2 de marzo Uzcátegui volvió con 8
capuchinos que fueron enviados inmediatamente a Caruachi.129 El 5 de marzo comentan
de cuatro frailes que están en Santa María y que solicitan un descanso de 2 días allí, que
les fue concedido; y el 7 estos llegaron a Upata acompañados por un lego y todos
siguieron en el acto a Caruachi junto con “dos paisanos portugueses”. 130 A partir de esta
fecha no hay más mención oficial de los frailes. Piar pasaba varias veces por Caruachi
en sus idas y venidas a Angostura, pero en el Diario no hay alusión a ninguna
comunicación con los frailes.

Las interpretaciones de la actitud de los indígenas de las misiones de Caroní


son en extremo superficiales cuando son consideradas con calma. Duarte Level plantea
que los indígenas “…se hicieron partidarios decididos de la republica…” basándose
nada más en un baile con tocotines y vivas frente a Piar presentado por los indios de

125
Es interesante notar que según Duarte Level y José Félix Blanco, los frailes murieron flechados y
lanceados, mientras Surroca escribe que fue Jacinto Lara quien los degolló y ni menciona el uso de
flechas ni lanzas.
126
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p.160.
127
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, pp.204-205
128
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, p. 206.
129
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, p. 207.
130
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, pp. 209-210.
58

Tupapuy [Cupapuy] el 9 de febrero.131 Miguel Acosta Saignes, sin explicar de ninguna


manera cómo llega a su veredicto, escribe, “Respecto de los indios se comprobó a poco
que odiaban a los capuchinos, pues pidieron su muerte y tiempo después los mataron, en
el lugar de Caruache.”.132

Cuando se considera el impacto de la muerte de los últimos frailes en la región,


especialmente en cuanto a los indígenas, es necesario pensar en términos de las
relaciones humanas. La mayoría de los capuchinos catalanes tenían de quince a 44 años
de presencia en las misiones, y de los viejos conocidos, varios eran ancianos, frente a
una cultura que respetaba la senectud. Los más nuevos, con sólo unos meses de servicio,
apenas eran conocidos. Aquí da pie para conjeturar sobre la existencia de todo tipo de
relaciones entre ellos y los indígenas según cada individuo, según cada grupo, según
cada misión.

Bolívar, en 1815, cuando consideró las posibilidades de Morillo de restaurar el


gobierno español, tocó el punto de la adhesión de los hombres de Venezuela a los
realistas con este comentario, “…es muy fácil porque los pueblos, acostumbrados al
antiguo dominio, obedecen sin repugnancia a estos tiranos inhumanos…”.133 Lo dicho
en este momento parece aplicable a la relación misionero/indígena, porque los frailes
fueron representantes de una autoridad con casi un siglo de presencia en la región;
además, si fuesen considerados “tiranos”, no llegaban a la severidad de aquel general
realista.

El sentimiento de ser explotado es un aspecto posible de encontrar en cualquier


régimen de trabajo. Pero, al considerar a los indígenas, especialmente los que se criaron
en las misiones y no conocieron otro sistema, hay que tener cuidado cuando se
generaliza lo emocional. El odio a una presencia que viene siendo parte de la vida
cotidiana desde 15 a 44 años es difícil de medir; además una parte de las nuevas
generaciones de indígenas fueron el fruto de 3 a 5 generaciones de crianza en el
ambiente de las misiones con su ritmo de trabajo, devociones, exigencias, y momentos
de asueto y de solaz, como cuando se iban de caza o a realizar la tala y quema.

131
DUARTE LEVEL, Doc. 324, [1891], “Muerte cruel o ingnominiosa [sic] de los misioneros
capuchinos de Guayana en el pueblo misional de Caruachi, el 7 de mayo de 1817”, en: CARROCERA,
1979, tomo III, pp. 318-323, p. 319.
132
ACOSTA SAIGNES, 1997, p. 195.
133
ACOSTA SAIGNES, 1997, p. 135.
59

Es válido conjeturar que hubo momentos de conflicto entre diferentes


indígenas o grupos de indígenas con los frailes. Es lógico suponer que existieran las
contrariedades que ocurren en un ambiente de servidumbre. ¿Cuántas discrepancias no
pueden surgir entre dos grupos culturalmente tan opuestos? Sin embargo, pasaron
décadas con una rutina agropecuaria en la que todos estuvieron involucrados y que
mejoró en muchos aspectos el estilo de vida indígena. Esta nueva vida trajo consigo la
posibilidad de reconocimiento y aprecio a diferentes indígenas frente a los frailes, y
frente a su etnia o grupo. En los problemas que surgieron con las labores de las tandas
enviadas a Angostura o las fortalezas, o por los trabajos hechos a los criollos o
españoles de Upata o Barceloneta, los indígenas acudieron a los frailes para plantear los
problemas y conseguir justicia. Si todo esto quedó, a la larga, traducido en posturas de
aprobación, reproche o censura, no lo sabemos; pero que el ambiente entre ellos y los
frailes llegaba a un grado de odio total, es discutible.

De todos modos, el comentario final de Tomás Surroca al comentar los sucesos


del 7 de mayo, es sugestivo cuando escribe:

Los indios de las misiones, en el momento que supieron la crueldad


cometida con sus pastores espirituales, se marcharon muchos a los desiertos; y de los
que por entonces se quedaron, cuando vieron que el desenfreno de los invasores no
perdonaba a sus esposas e hijas y obligaban a los mozos a que tomasen las armas para
ir a morir a la guerra, dejaron también los pueblos y se fueron al monte y desde allí
salían armados a interceptar las partidas de reses y novillos que los insurgentes
bajaban a su cuartel general.134

La verdad de esta acotación queda respaldada por dos fuentes posteriores a este
momento. En cuanto a la marcha de grupos indígenas de la zona hay varios comentarios
por parte de los ingleses de Demerara en las décadas de 1830 y 1840.135 Y en cuanto al
brote de grupos de indígenas que comenzaron a funcionar como salteadores, cuatreros y
malhechores, este problema llegó a ser tan grave a partir de 1819 que Zea tuvo que
pedir a José Félix Blanco que volviera a las misiones para poner orden, lo que hizo en
julio, 1819, en una forma perentoria, marcial y terminante.136

134
SURROCA, 2003, p. 250.
135
ARCHIVO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS, Universidad Católica Andrés
Bello, Foreign Office, “Inclosure in N° 35. Second Report of Mr. Schomburgh, Her Majesty’s
Commissioner for Surveying and Marking out the Boundaries of British Guiana, pp. 214-227. En
adelante AIIH, FO y todo lo demás igual. También está mencionado en MENEZES, 1977, p. 157.
136
BLANCO, 1982, tomo II, pp. 166-167.
60

Por otra parte, hay aspectos ignotos que no podemos medir, sino ofrecer como
elementos que faltan por considerar para sondear la realidad vivida por un pueblo
relativamente apacible sometido de repente a la vorágine de una guerra sin cuartel.

Después de tres meses bajo un nuevo régimen de dominación, ¿qué percepción


tuvieron los indígenas de sus actuales dominadores? La oferta republicana al principio
fue de una nueva forma de vida. Piar, en su proclama a los indios de Tupapuy había
dicho:

“El ejército de la República es vuestro defensor. Nosotros os miramos como


hermanos y como tales os concedemos los mismos derechos nuestros. Lo que
trabajeis será para vosotros: los servicios que hagais se os pagarán, y sereis
premiados por ellos, con todos los honores á que os hagais acreedores.”137

Transcurridos tres meses, ¿hasta que punto esta promesa fue cumplida?
Aparentemente hubo la intención de tener un trato más justo con los indígenas, pero las
urgencias de la guerra en cuanto a llenar las filas y conseguir provisiones, siempre eran
prioritarias.

¿Qué tipo de introducción a los republicanos habían tenido los indígenas de cada
misión? La llegada de los republicanos a Caruachi parece haber sido relativamente
tranquila, con hombres armados pero aparentemente sin mayores daños, pero en San
Antonio de Huicsotano todas las casas y el templo fueron saqueados.138 De las otras 25
misiones no sabemos directamente; de hecho es llamativa la falta de información. John
Princep, en su viaje de 1818, comenta que según Silva, el comisionado en Miamo, este
fue el único sitio que escapó de saqueo en la época de la revolución.139 Además, hay un
dato recogido años después, en 1841, en la Guayana Inglesa por Schomburck que
sugiere una memoria colectiva llena de espanto que conservaban los indígenas huidos
de la región. En este año el alemán visitó a Paripu y otro pueblo cercano que eran de
“Waikas” emigrados de las misiones después de que fueron tomadas por los
republicanos. En el momento que Schomburck y su expedición llegaron a estos dos
poblados hubo mucha tensión por la amenaza de un asalto por gente de Angostura que
en los años de post-guerra tenía la costumbre de atacar a los poblados indígenas,

137
“Proclama de Piar a los indios de Tupupuy y de las demás misiones”, Upata, 7 feb 1817, en:
O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 98, p. 164.
138
PIAR, [1817], 1981, enero-febrero, volumen 15, p. 160-162.
139
PRINCEP, 1975, p. 34. La subraya es nuestra.
61

prender a los jóvenes y luego llevarlos a su territorio donde fueron sujetos a labores
forzosas, especialmente en el Bajo Orinoco. Comenta en su informe:

La forma aseada y ordenada en que encontramos los conucos


alrededor del pueblo reveló que hubo un líder indígena allí distinto de la
mayoría de sus hermanos. Los caminitos que llevaron por los conucos, los
ñame con espalderos de palos para su soporte, los árboles de limón y naranja,
pocas veces presentes entre los grupos indígenas, granjearon la opinión
favorable que tenía de los habitantes, y me indujeron a suponer que eran uno
de los remanentes dispersados de los fugitivos de las Misiones quienes
durante la guerra revolucionaria fueron obligados a huir para salvarse sus
vidas.
Dejando Paripu continuamos nuestra marcha, y en la tarde del
mismo día llegamos a otro pueblo grande, según deducimos por el número de
chozas. Aquí también los habitantes varones estuvieron ausentes por haberse
ido a trabajar en el Pomeron. También acá, prevaleció el miedo de “La
Patrias” [sic] como los venezolanos son titulados invariablemente por los
indígenas que viven en la frontera de la República y quienes todavía con
estremecimiento recuerdan la masacre al cual sus hermanos fueron expuestos
cuando las hordas anárquicos entraron a las Misiones y esparcieron
devastación con el grito “Por la Patrias!” [sic] y las voces exaltadas y las
gesticulaciones violentas de las mujeres cuando contaron a nuestros guías de
los reportes que habían llegado del Cuyuní, [de un grupo de venezolanos que
iba a entrar para captura a jóvenes] fue un testimonio verbal de las injusticias
perpetradas contra esta gente que antes vivía feliz.140

La cita ofrece nuevas luces de momentos de terror que dejaron una marca
como de hierro candente en los recuerdos de las familias indígenas afectadas.

Otra situación que tiene que ser tomada en cuenta es la manipulación del
ejército republicano para lograr sus fines prioritarios. Como hemos mencionado
previamente, Piar, en su proclama a los indios de Tupupuy, la cerró diciendo: “Venid,
pues, á reuniros con nosotros: volved á ocupar vuestras casas y pueblos: nadie os hará
daño. Vuestras familias, mujeres é hijos serán respetados, y disfrutareis con ellos,
tranquilidad, paz, abundancia y felicidad.”141

Sin embargo, desde que el ejército entró en Guayana la recluta de los indígenas
fue una política imprescindible.142 Hubo también problemas de abusos, robos, insultos

140
AIIH, FO, “Inclosure in N° 35. Second Report of Mr. Schomburgh, Her Majesty’s Commissioner for
Surveying and Marking out the Boundaries of British Guiana”, August, 1841, pp. 214-227, p. 220. [La
traducción del inglés es nuestra.]
141
“Proclama de Piar a los indios de Tupupuy y de las demás Misiones”, Upata, 7 febrero 1817, en:
O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 98, p. 164.
142
“Instrucciones que deben dirigir al Comandante de vanguardia, Coronel Pedro Chipía, en el mando de
Caruachi”, Cuartel General de Caruachi, 4 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 94, p.
152; “Carta de Piar a Chipía”, Cuartel General de Upata, 7 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen
62

y castigos a la población indígena aunque se giraron órdenes de controlar este tipo de


situaciones.143 Además, la necesidad de remontar la caballería llevó a la orden de quitar
cualquier buen caballo que poseyeran los indígenas, aunque supuestamente deberían
indemnizarlos con yeguas o ganado.144 Esta manera de actuar no tomaba en cuenta lo
chocante que sería para el indígena tener que ceder su caballo, que era la representación
simbólica de una nueva cultura pecuaria y por esto reflejaba su prestigio personal como
dueño, y su sentido de capacidad para cumplir con las faenas pecuarias ya dominados
por muchos de los indígenas de las misiones.145

Difícilmente podemos reconstruir el pasado de una población enmudecida.


Sin embargo, aun tomando en cuenta los problemas culturales y de interpretación que
surgen al contemplar el escenario, es preciso tener en cuenta que el indígena era, sin
duda alguna, un ser sujeto a las emociones comunes a toda persona humana.

Los primeros intentos de administrar las misiones

Desde el comienzo de la guerra de emancipación, las armas republicanas nunca


habían gozado de los medios indispensables para mantener un ejército en buen estado.
Por medio de la fuerza y de los secuestros, y a veces por la generosidad de personas
afines a la causa republicana, los oficiales y los soldados se mantuvieron en pie de
lucha, viviendo de la tierra como todo ejército de aquellos tiempos. La destrucción
incesante de las haciendas y las campiñas por donde pasaban las partidas militares de
ambos ejércitos, además de la presencia posterior de bandas de saqueadores, que se
caracteriza como secuela normal de las contiendas sin misericordia de este tipo, dejaron
yermos los campos y abandonados los poblados. Ilustra el caso, como ejemplo, el

15, doc. 99, p.165; “Carta de Piar al General de Brigada Manuel Cedeño”, Cuartel General de Upata, 27
febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 121, pp. 182-183; “Carta de Piar al señor Pro.
Ciudadano José Félix Blanco Vicario General del ejército”, Cuartel General de Upata, 27 febrero 1817,
en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 127, pp.184-185; “Carta de Piar al ciudadano Ignacio Ibarra”,
Cuartel General de Upata, 9 marzo 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 127, pp. 188-189.
143
“Carta de Piar al señor Vicario General del Ejército, Comisionado general de las Misiones, Pro. José
Félix Blanco”, Upata, 2 marzo 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 123, p. 185.
144
“Carta de Piar al señor Comisionado general, ciudadano J. Félix Blanco”, Upata, 18 marzo 1817, en:
O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 132, p. 192. Referente a esto dice: “Con respecto a los que
pertenecen a los indios, yo creo que ellos no quedarán disgustados si se les indemniza con yeguas o
ganado que puede dárseles sin dificultad. Examine US. sus voluntades, interesándose por decidirlos al
cambio.” Hay que entender que hubo guerra y hacía falta montar a la caballería. En estas circunstancias,
la opinión de los indígenas no sería tomada en cuenta.
145
Durante años, trabajamos con caballos y ganado vacuno en el oeste de los Estados Unidos e
interpretamos esta idea de Piar con cierto conocimiento de causa. En los trabajos de hato, el caballo es un
símbolo de prestigio, además de ser un animal conocido por su jinete e identificado con él.
63

pequeño número de republicanos que quedó para desplegar una guerra de guerrillas en
el Oriente de tierra firme en los años 1815 y 1816, y que se movilizaba constantemente
de un lado al otro, “a salto de mata” como lo apunta Elías Pino Iturrieta, para evitar su
captura por las fuerzas realistas. Atacaban en momentos propicios algún que otro puesto
realista, y poco a poco se quedaban semidesnudos y macilentos por deficiencias en el
abastecimiento, la falta de tranquilidad y la imposibilidad de brindar cuidado y atención
adecuada a sus hombres en momentos de enfermedad o de recuperación de lesiones o
heridas.

Es en oposición a este ambiente de trasfondo que uno tiene que medir la


importancia de la toma de las misiones de Guayana. Piar lo expresó con claridad y
sentido hondo de bienestar cuando escribió a Bolívar comentando que fue “…el país
único que ofrece en Venezuela el aspecto risueño de la abundancia y la inocencia, el
único donde se ven poblaciones y campos cultivados.”146 Y se capta lo elemental de sus
necesidades cuando es anotado en su Diario de Operaciones, el día 8 de febrero en
Upata, la satisfacción de poder distribuir la ropa tomada en la villa—probablemente
producto de los telares en las diferentes misiones—y entregar una “…camisa y pantalón
á cada uno de los oficiales, y un pantalón á cada soldado.”147 Con tales lujos se
contentaba la tropa.

La riqueza agropecuaria e industrial encontrada cuando los hombres de Piar se


adentraban en el territorio, serviría durante unos cortos años trascendentales para que la
toma de Guayana brindara a los republicanos la posibilidad de cambiar su modus
operandi normal de sobrevivencia heroica, en medio de trastornos constantes y
penosísima escasez de víveres y pertrechos, a una realización castrense formal.
Asegurar esto, exigía del Alto Mando la puesta en marcha de controles administrativos
para garantizar la producción agrícola y pecuaria tan necesaria para mantener al ejército,
a los labradores que la producían y a las personas que llegarían a Angostura para
refugiarse, apoyar la causa y crear las bases de una nación que estaba en ciernes. Hijos
de un mundo agropecuario, hubo quienes tenían los conocimientos para guiar este
esfuerzo, pero la experiencia mostraría también que era necesario saber discernir
realidades que obraban en contra del funcionamiento adecuado de sus esfuerzos. A la
larga, las contradicciones que surgieron entre la labor de administrar los bienes y a la

146
“Carta de Piar a Bolívar”, Altagracia, 10 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 104, p.
169.
147
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, p. 199.
64

vez responder a las mil y una exigencias causadas por la formación de un ejército que
combatiría hasta vencer las fuerzas del rey, resultaría en una guerra ganada a expensas
de otra provincia desmantelada, aniquilada y hundida en la desolación.

Los militares y el control de la población


El primer paso lo tomó Piar cuando el 6 de febrero giró instrucciones al Justicia
Mayor de Upata, ciudadano Luis Lezama, ordenando:

Con respecto á los pueblos vecinos enviará U. inmediatamente algún sujeto


de confianza, de integridad, patriotismo y hombría de bien, que ejecute eso mismo y
las órdenes que U. les libre; pero les encargará muy particularmente el que traten con
dulzura y benignidad á los vecinos, y que conserven el orden.148
Aunque la población criolla fue mayormente de Upata y Barceloneta, que
oficialmente fueron conocidas como “villas”, hubo algunos criollos que trabajaban con
los frailes como mayordomos en la ordenación de las faenas agropecuarias en las
misiones y en la supervisión del trabajo indígena, especialmente en los hatos. No
sabemos cuántos fueron; la impresión es que no hubo muchos, porque a los religiosos
no les gustaba la presencia criolla o española en las misiones; pero tampoco estaban por
entregar a los indígenas la planificación de sus labores. A estos hombres, curtidos en
los quehaceres de las misiones y conocedores de los costumbres de los “naturales”, era
necesario ganarlos para la causa para evitar, en lo posible, tener que relevar a oficiales
experimentados en el manejo de las armas de su mando en el ejército y hacerles asumir
puestos burocráticos. Todo oficial experimentado tenía como tarea más urgente la de
disciplinar y adiestrar las nuevas unidades militares que se estaban formado con la
recluta. Al propio tiempo, aunque no se vislumbra mucha claridad en cuanto a la
relación con los indígenas, las autoridades sabían que ellos representaban la única mano
de obra de la provincia y como tal, tenían que ser controlados y ganados también para la
causa republicana. La cuestión era, ¿cómo hacerlo?

Para lograr la organización civil en una región tan extensa y desconocida por
sus oficiales, Piar determinó nombrar un Comisionado de Justicia para cada pueblo;
escogió a gente de Upata para asumir la responsabilidad de calmar a la población,
recoger la información que él necesitaba sobre el número de hombres para las armas, y
velar que el trabajo cotidiano, que determinaba la posibilidad de abastecer a los

148
“Carta de Piar al ciudadano Luis Lezama, Justicia Mayor”, Cuartel General de Upata, 6 febrero 1817,
en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 97, pp. 163-164.
65

poblados y al ejército, fuera llevado a cabo. Los primeros nombramientos fueron de


personas sugeridas por Luis Lezama, el Justicia Mayor de Upata. Estos y los futuros
nombramientos nos permiten conocer quienes fueron la “gente de bien” de Upata,
varios de los cuales tendrían influencia posteriormente en la región de Caroní. Ver
Anexo 02.

Todos los nombramientos ocurrieron bajo una situación de urgencia, porque


desde que las fuerzas republicanas entraron al territorio de las misiones de Caroní -
fuera de la propia toma de poder que fue realizada sin mayores dificultades-, la
situación para controlar la región en los primeros días presentaba numerosas
complicaciones. Las circunstancias que confrontaba Piar eran apremiantes. En el
ejército no había quien conociera la geografía de la zona. Ni Piar, ni ninguno de sus
oficiales sabían lo que tenían entre manos, porque nunca habían visitado la región. Por
esto fue necesario utilizar como guías a upatenses desconocidos que se acogieron a las
ideas republicanos a la llegada del ejército, pero en quienes todavía no se confiaban
mucho. Había que buscar con premura a los frailes capuchinos que andaban huyendo y
mantenerlos incomunicados de la población indígena, porque eran enemigos declarados
de los republicanos y sus fuertes lazos con los nativos y españoles podían permitir la
gestión de núcleos de oposición. A la vez, el Alto Mando tenía que estar pendiente de
los asedios a Angostura y a las fortalezas de Antigua Guayana, además de lo que ocurría
en los pueblos de Gurí y Barceloneta, los dos a gran distancia, pero considerados como
puestos estratégicos. La necesidad de bestias—tanto caballar como mular—fue una
constante, porque su uso daría ventaja a la fuerza republicana si los españoles
aparecieran en el escenario.

Era un torbellino de actividades, muchas llevadas a cabo por gente poco


preparada, y otras por personas poco conocidas por el Alto Mando. Casi desde el
principio, a pesar de las órdenes giradas referente al buen trato a las poblaciones,
comenzaron a llegar quejas de abusos de diferentes tipos ejecutados por criollos,
soldados y oficiales. En cuanto que se daba cuenta de la extensión de las tierras de las
misiones y las muchas ocurrencias que causaban inquietud a la población indígena, se
sentía cada día más necesidad de alguien que pudiera asumir la responsabilidad frente a
la administración de las misiones, sus habitantes y su producción.
66

¿Qué hacer? La solución apareció en un personaje como hecho a la medida


para los republicanos. El 10 de febrero149, se presentó al General Piar, el Presbítero José
Félix Blanco150, que venía como posta con una comunicación del líder llanero José
Antonio Páez, solicitando auxilios para su sitio a San Fernando de Apure. La llegada
del entonces Capitán Blanco, conocido por varios de los oficiales que servían bajo Piar,
al principio fue vista como útil por el hecho de ser él un sacerdote, y pronto recibió el
nombramiento de Vicario General del Ejército.151 Sin embargo, con el paso de los días,
el apuro de las condiciones, un conocimiento mayor de su persona, y la apremiante
necesidad de aprovechar al máximo los bienes de las misiones que ahora parecían
increíblemente cuantiosos, llevarían a Piar a tomar la decisión, unas dos semanas
después, de escogerlo como el hombre idóneo para asumir el reto de conocer a fondo las
misiones y luego ordenarlas para asegurar el abastecimiento del ejército de provisiones,
animales y hombres.

El 27 de febrero, José Félix Blanco fue nombrado Comandante General de las


Misiones del Caroní, y sus instrucciones para recorrer sus pueblos y organizarlos fueron
plasmadas con claridad en el oficio dirigido a su persona.152 Sus órdenes incluyeron los
siguientes objetivos:

1. Escoger un Capitán entre los naturales para representante del pueblo.


2. Levantar las listas de los hombres entre 14 y 40 años que pudieran llevar
las armas y mandar a los de 20 hacia abajo al ejército y formar a los
mayores en compañías.
3. Hacer un censo de las haciendas e intereses de los capuchinos,
especialmente el número de ganado vacuno, caballos y mulas en cada
hato.
4. Determinar cuántas reses se necesitan para mantener a los indígenas y
prohibir la matanza de ganado pequeño y de hembras.

149
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, p. 200. Blanco recordó la fecha de su arribo como el
8 de febrero: BLANCO, II, 1982, pp. 157-158.
150
Para una reseña biográfica de José Félix Blanco, ver: CASTELLANOS, 1988, tomo I, pp. 379-380.
151
No hay una orden que refleje esto, pero está titulado así en PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo,
volumen 15, p. 206. También está en el documento de su nombramiento como encargado de las
misiones, “Carta de Piar al señor Pro. Ciudadano José Félix Blanco, Vicario General del ejército”, Cuartel
General de Upata, 27 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 122, pp. 184-185.
152
“Carta de Piar al señor Pro. Ciudadano José Félix Blanco, Vicario General del ejército”, Cuartel
General de Upata, 27 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 122, pp. 184-185.
67

5. Revisar el comportamiento de los mayordomos y quedarse con los que


hicieran bien su trabajo.
6. Vigilar la conducta de los comisionados nombrados y reportar las faltas
que observa.
7. Calmar a los indios e instruirlos en “…sus derechos…[en el] amor a la
libertad y al servicio de las armas, é inspirándoles odio eterno contra los
enemigos.”
8. Trasladar los efectos comerciales: cueros, algodones, cafés, etc. a Miamo
donde debe encargarlos a un responsable que lleve una cuenta formal.
9. Mandar a Upata las provisiones que encontrara en los sitios cercanos, y
las de los sitios más alejados mandarlas a la Pastora, siempre bajo la
responsabilidad de una persona que él mismo eligiera.
10. Tomar las medidas que viera necesarias para el bienestar de los pueblos y
el ejército.

José Félix Blanco cumpliría sus órdenes, y con su entrega republicana y su


deseo de servir a la causa, llegaría a ser uno de los grandes responsables del éxito
republicano en la Batalla de San Félix153 y del posterior abastecimiento del ejército y de
Angostura. Es uno de las pocas personas que llegaría a conocer todos los pueblos y las
comunidades formadas en ellas, y por su innata tendencia al mando y al orden, revela en
sus informes como comisionado, pormenores de las misiones que los capuchinos nunca
esclarecieron en sus informes tradicionales. Sin embargo, por ser un producto del
sistema de castas, criado y educado en la religiosidad urbana de Caracas con su desdén
por el común, siempre tenía dificultad en acercarse a la gente de las zonas agrícolas—
tanto indígenas como criollos—y los miraría con ojos y actitud de menosprecio,
considerándose superior a ellos. Su personalidad fue dogmática e irascible, con fuertes
lealtades y posturas inamovibles, y con una marcada predisposición a ser sobradamente
pundonorosa e incorruptible, una combinación algo difícil de tragar por los habitantes
del interior de Guayana y otros que lo conocieron.

Por esto, dejaremos que está admirable pero quisquillosa personalidad se


presente a sí mismo y a la situación que encontró en Caroní:

153
“Carta de Piar a Blanco”, San Félix, 12 abril 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 153, p.
228. En esta carta Piar, eufórico, oficia a Blanco en estos términos: “¿Sabe U. cuánto le debe la Patria?
Le debe mucho. Le debe el triunfo de San Félix. … ”.
68

…logré reunirme el 8 de febrero con la División del General Piar, en las


precisas circunstancias de acabar de pasar el caudaloso Caroní y emprender sobre las
Misiones. Aquel Jefe, mis antiguos camaradas, los Coroneles Anzoátegui, León
Torres, Chipía, y cien otros que me conocían muy de cerca y que me respetaban no
sin fundamento, estimaron mi llegada por un acontecimiento tanto más oportuno y
feliz, cuanto que el desorden que naturalmente causaban, la repentina entrada de
tropas en una comarca donde jamás se habían visto soldados armados, ya la
persecución y prisión de los Capuchinos que gobernaban aquellos pueblos, ya, la fuga
de los indígenas asustados y despavoridos a los montes, y ya otra porción de
novedades; todo exigía como una medida de necesidad y de una vital importancia,
que cierta persona de carácter y dignidad, de juicio y de talento, se encargase de
pacificar, organizar y regir en adelante Departamento tan interesante; y al efecto,
todos pusieron la vista y sus confianzas en mí, aunque no adornado de aquellas
cualidades, y el General en Jefe me nombró Comisionado-director general de las
Misiones.154
Su primera temporada como encargado de las misiones duraría desde el fin de
febrero hasta el fin de octubre con un solo receso corto desde la mitad de junio hasta el
primero de julio, un reflejo de los problemas surgidos entre Piar y el alto mando en este
tiempo. Piar, en este período, veía a Blanco como otro contrario suyo del grupo de los
“caraqueños”.155

Durante el tiempo que José Félix Blanco mandó, fue el responsable del
sustento del ejército de Piar, luego del Ejército Libertador y pronto de todos los
republicanos que arribarían a Angostura como punto de refugio y acción. Movilizaría
todo lo de las misiones y sus habitantes para el bien republicano, y siempre consideraba
que las acciones tomadas y sus consecuencias, aunque negativas para los indígenas,
fueron necesarias y válidas debido a las urgencias presentadas por la situación de
guerra.

El nombramiento de Blanco en febrero ofrecía la posibilidad de calmar los


problemas a mediano plazo. Mientras él comenzaba sus visitas a las diferentes
misiones, Piar seguía con sus nombramientos de comisionados y con la organización
civil/militar del territorio, porque en cuanto sus tropas y patrullas se movilizaban por
toda la comarca en búsqueda de los misioneros y grupos realistas, ellas comenzaron a
vislumbrar un inventario impresionante de bienes raíces, semovientes y producción
agrícola e industrial, y a la vez, se encontraron con una realidad geográfica tan dilatada
que no iba a ser fácilmente controlada. Este hecho determinó su primera división en
distritos. Upata, desde el principio, quedó como un Departamento que reunía a

154
BLANCO, 1982, volumen II, pp. 157-158.
155
“Carta de Blanco a Piar”, Upata, 21 mayo 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 168, pp. 263-
264.
69

Altagracia, Cupapuy, Santa María y San Antonio.156 Luego, el 3 de marzo se formó el


Distrito de La Pastora con Puedpa, Santa Clara, Carapo, Cumacua [Cumamo],
Guasipati, Aima, Avechica, Cura, Tumeremo, Tupuquen, Miamo, añadiendo el 6 de
marzo las misiones de San Serafín y San Pedro.157 Este distrito quedó bajo el mando de
Alonso Uzcáteguí, soldado neogranadino que fue nombrado su Comandante, lo que en
ciertos momentos causaba conflictos de mando entre él y Blanco, en el cual Piar tenía
que intervenir.158

Las misiones ubicadas más cerca a los ríos Caroní y Orinoco: Caruachi,
Morocure, Caroní, San Félix, San Miguel de Unata, Puga y el puerto fluvial de San
Joaquín, donde fue localizado el almacén principal, quedaban bajo el mando militar por
ser lugares expuestos a invasión por el ejército realista. Esta división de territorio
duraría, con poca variación, durante los años siguientes con sólo unos pequeños
cambios impuestos cuando las misiones estuvieron bajo el control de la diputación del
Congreso de Angostura.

El abastecimiento del ejército y la región

Mientras la parte administrativa fue tomando forma, y Blanco seguía visitando


una por una las misiones, el fruto de casi un siglo de labores comenzaba a manar
copiosamente desde tierras adentro. Por los caminos de las misiones manadas de
novillos y reses fueron arreadas de lejanos pastos a sitios más cercanos a los
destacamentos militares para suplir las necesidades de las tropas en Caroní y las que
llevaban a cabo los asedios de Angostura y las fortalezas. El paso de Caruachi fue
continuamente utilizado para enviar ganado de Caroní hasta los terrenos del hato de San
Felipe que llegó a ser el sitio principal de descanso y engorde de los animales que
fueron enviados a Angostura. Los caballos fueron juntados y contados en todas partes;
las yeguas y crías jóvenes los dejaban en las yeguadas, pero los demás, salvando unos
retenidos para las faenas de hato, fueron enviados a puntos de distribución para la
dotación de las tropas o su doma, según el caso. Los mulos tenían preferencia en cuanto
a su recogida, porque representaban una venta segura, rápida, y a buen precio, lo que
permitiría lograr los fondos para la compra de armas y municiones en las islas caribeñas
cercanas una vez que los republicanos dominaran el Orinoco. Y en cantidades de menor

156
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, pp. 199-200.
157
PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen 15, pp.207 y 209.
158
“Carta de Piar a Blanco”, San Miguel, 25 marzo 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 134,
pp. 193-194.
70

cuantía, salieron rebaños de vacas lecheras, piaras de cochinos, manadas de chivos y


carneros y envíos de pollos, gallinas, patos o gansos que daban un gusto especial al
paladar de los oficiales y soldados o fuesen utilizados en el hospital militar ubicado en
la misión de San Félix para enriquecer las comidas y ayudar sanar a los heridos y
enfermos.159

Mientras los mulos esperaban su turno para ser despachados a las Antillas, se
formaban con ellos recuas de todos los diversos puntos de las misiones; venían cargados
por los trajinados caminos a los almacenes de Altagracia, San Joaquín y San Miguel,
con las provisiones indispensables para la manutención de la masa humana que había
invadido los predios. Maíz, casabe, garbanzos, arroz, caraotas y raíces fueron
amontonados en los centros de distribución. Pantalones, camisas, lienzos, hamacas y
artesanía de cuero…el jabón que el buen manejo de recursos por los frailes había
formado como una industria especial…todo tenía su uso en un ejército acostumbrado a
andar a la buena de Dios.160

En todo el trajín desarrollado para abastecer las guarniciones, el ejército en


campaña, las poblaciones de las misiones y de Angostura, fueron los indios que
atendían a todo. Atendieron y recogían el ganado y marcaron los becerros. Se
ocupaban de las matanzas, de quitar los cueros y prepararlos, de poner la carne a secarse
al sol. Fueron los indígenas que trabajaron el campo y recogían los frutos. Fueron ellos
que mantuvieron en operación las carpinterías y las herrerías. Las mujeres indígenas
seguían formando sus hilos de algodón y los tejedores seguían sacando las varas de
telas. Fueron ellos que montaron y amarraron las cargas en los lomos de las mulas, que
arrearon las recuas y los rebaños por los caminos, y que muchas veces traían debajo el
brazo una que otra gallina para la comida de los oficiales. Dejaron sus cargas en los
almacenes, los rebaños en sus nuevos corrales y pastos y volvieron a sus puntos de

159
Hay diferentes fuentes referentes al agotamiento de la producción en las misiones anotadas en
O’LEARY, 1981, volumen 15 y una cantidad significativa de documentos en el AGNV, Índice: La
Revolución. Gobernación de Guayana, 1817-1821. (En adelante AGNV, RevGuay). Para una idea
general de la situación en este tiempo, ver el escrito de José Félix Blanco en defensa de su actuación en
Guayana debido a unas acusaciones del General José Manuel Olivares publicadas en Bogota el 30 de
marzo de 1829, que se encuentran en BLANCO, 1982, volumen II, pp. 155-188 (específicamente las
páginas 158-160). Dicho documento también se encuentra en BLANCO y AZPÚRUA, 1978, volumen
XIII, pp. 462-479.
160
En O’LEARY, 1981, volumen 15; y BLANCO, II; 1982, hay mención de cantidad de renglones
utilizados por el ejército y del uso de la gente indígena en varias ocupaciones. Sin embargo, ésta
información está mejor captada en los documentos de 1817 y 1818 en AGNV, RevGuay. Falta un estudio
pormenorizado de estos legajos para aclarar mejor el impacto de la producción agrícola e industrial de las
misiones en lograr el triunfo de las tropas republicanas.
71

origen para comentar lo que veían y oyeron. Pero no hay indicación de que alguien se
preocupara por lo que venían pensando.

Recapitulación del capítulo

El nuevo brío del ejército republicano y su presencia enérgica en la mesa de


Chirica, a pesar de una larga marcha a paso forzado que una gran parte de la tropa tenía
que realizar desde Angostura a San Félix (5 – 7 de abril), se debían en gran parte a los
suministros de comida desde febrero. Ya no era un ejército esquelético y
extremadamente mal nutrido. El rancho todos los días les reforzaba física y
mentalmente a los soldados y auguraba un futuro risueño.

La extracción de la riqueza de las misiones de Caroní proseguiría en los meses


y años siguientes. A base de sus indígenas, sus criollos, sus manadas y rebaños, su
producción agrícola, su producción industrial incipiente y su artesanía, el ejército
republicano se fortalecería, los ciudadanos republicanos se entregarían a sus
responsabilidades civiles en Angostura y la marea de la guerra comenzaría a fluir a
favor de la emancipación. El drenaje del caudal tan opulento duraría hasta vaciar
completamente la región y en 1820 fue oficiado que el 13 de agosto en la Antigua
Guayana “…se ha matado la única res qe quedaba del Estado en esta Plaza del ganado
venido de las Misiones: no hay noticias de qe venga otra remesa, y no hay aquí recurso
alguno de proveer de mañana en adelante a la subsistena [sic] de la Guarnición. …”.161

161
MARTÍNEZ G., t. II, 1988, pp. 103-104.
72

CAPITULO III

JOSÉ FÉLIX BLANCO EN EL CARONÍ:


ADMINISTRACIÓN DE LAS MISIONES, 1817

Introducción
Desde el día que Simón Bolívar había llegado de nuevo a Barcelona desde Haití (el
fin de diciembre de 1816), oficiaba a los generales y oficiales de altura para unirlos con
él para comenzar una nueva campaña sobre Caracas y quitar la ciudad del control
realista.162 Uno de sus grandes problemas había sido la continuada tardanza en reunirse
con él que mostraba Manuel Piar, utilizando como razón la conquista de Guayana y lo
que ella implicaba para el ejército a los fines de la emancipación. 163 Fue el 4 de abril
cuando El Libertador pudo cruzar el Orinoco y reunirse con Piar frente a Angostura
sitiada. La reunión concluyó abruptamente el día siguiente cuando llegó el aviso de la
salida de La Torre y sus fuerzas hacia las fortalezas, lo que exigía el retorno inmediato
de Piar y las tropas a Caroní para enfrentar la gran amenaza de una toma de las misiones
por los realistas.164 Sin embargo, hubo suficiente información intercambiada entre los
dos generales para permitir que Bolívar tuviera una visión amplia de la situación
representada por el control republicano de las misiones y de la región guayanesa.
Cuando cruzó de nuevo el gran río para volver a Barcelona, tenía una idea clara de los
beneficios que la conquista de Guayana ofrecía. Pedro Briceño Méndez, quien servía en
este momento como secretario de Piar, y fue cariñosamente llamado “Perucho” por
Bolívar y los caraqueños que eran sus amigos desde sus mocedades, explica muy bien
este cambio de parecer:

162
“Carta de Bolívar a Zaraza”, Barcelona, 10 enero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 59, p.
116; “Carta de Bolívar a Piar”, Barcelona, 10 enero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 60, pp.
116-117; “Carta de Bolívar a Cedeño”, Barcelona, 10 enero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15,
doc. 61, pp. 117-118; “Carta de Bolívar a Monagas”, Barcelona, 13 enero 1817, en: O’LEARY, 1981,
volumen 15, doc. 62, pp. 118-119; “Carta de Bolívar a Brión”, Barcelona, 17 enero 1817, en: O’LEARY,
1981, volumen 15, doc. 67, pp. 123-124; “Carta de Bolívar a Mariño”, Barcelona, 17 enero 1817, en:
O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 68, pp. 124-126.
163
“Carta de Piar a Bolívar”, Cuartel General de la Mesa frente a Guayana, 19 enero 1817, en:
O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 70, pp. 128-129; “Carta de Piar a Bolívar”, Cuartel General de San
Felipe, 30 enero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 90, pp. 147-148; “Carta de Piar a Bolívar”,
Cuartel General de Altagracia, 10 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 104, p. 169;
“Carta de Piar a Bolívar”, Upata, 15 febrero 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 112, pp. 175-
176.
164
PIAR, [1817], 1981, abril-mayo, pp. 236-237.
73

…[Bolívar] marchó para Guayana á abrazar á sus amigos y conducirlos á la


asamblea [su plan contra la capital-Caracas]. Las ventajas que habían adquirido estos
en la campaña de Guayana y la importancia de aquella provincia para servir de base á
las operaciones posteriores, le movieron á variar de plan. En lugar pues de mover
aquel cuerpo, repasó el Orinoco resuelto a traer las tropas que había dejado en
Barcelona.165

La victoria de Piar en la mesa de Chirica el 11 de abril, unida a la noticia


funesta de la pérdida unos días antes de la Casa Fuerte de Barcelona con su parque y
pertrechos y las vidas de militares y civiles leales a la causa republicana, sellaron la
percepción de la utilidad de Guayana para la recuperación y aumento del ejército
republicano. El territorio estaba tomado, hubo en las misiones con su apreciable tesoro
de recursos lo suficiente para reponer los caudales vacíos del ejército republicano, y
Angostura, que podía fungir como la capital de esta región extensa cuando llegara a ser
definitivamente controlada por un ejército ya triunfante. El 2 de mayo, Bolívar cruzó de
nuevo el Orinoco desembarcando cerca de la boca del río Aro, seguido por su plana
mayor. El Diario de Operaciones de Piar, comenzado el 7 de octubre de 1816, tiene su
último apunte con la fecha del 2 de mayo donde quedan reseñados los generales y
fuerzas que habían llegado.166

Ahora las fuerzas republicanas en Guayana estaban unidas bajo un solo mando.
Pero no se levantó un viento en popa, sino una serie de problemas estratégicos que
tenían que superar para asegurar la región. A la vez, de mayor preocupación, hubo el
recrudecimiento del problema del mando supremo; este fue la expresión de la rivalidad
latente entre personalidades militares extremadamente individualistas, soberbias y
altaneras que aquejaba la oficialidad republicana desde el principio de la guerra.

Aunque estos problemas serían tangenciales a la vida en Caroní, afectarían la


vida de las misiones y de sus indígenas. El efecto sobre las misiones sería indiscutible;
fue la desenfrenada utilización de sus recursos lo que permitiría mantener y armar al
ejército y sostener la causa republicana, porque todas sus tierras y bienes fueron
consideradas como posesiones del Gobierno por ser vistos como posesiones de los
frailes enemigos.167 El efecto sobre los indígenas, condicionado por verse los

165
BRICEÑO MÉNDEZ, 1933, p. 44.
166
PIAR, [1817], 1981, abril-mayo, p. 249.
167
‘‘Decreto de Secuestro de bienes’’, Antigua Guayana, 3 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981,
volumen 15, doc. 183, pp. 293-294. El Artículo 5 reza: “Todas las haciendas y propiedades de cualquiera
especie, pertenecientes á los padres capuchinos y demás misioneros que han hecho voto de pobreza,
quedan confiscadas á favor del Estado.”
74

republicanos como nuevos dueños de estas tierras, encerraría varias expresiones: los
“naturales” tendrían que realizar la mayoría de las labores de producción, recolección,
cuidado y entrega de los bienes (productos, víveres, semovientes) ubicados en cada uno
de sus parajes, acudir a los llamados para apoyar en los trabajos exigidos para la defensa
de la línea de puestos militares que corría desde Caruachi a Piacoa, responder sus
hombres a la recluta, y nunca recibir ningún reconocimiento a tener derechos sobre las
tierras.

Todas estas situaciones tomarían cuerpo entre mayo y octubre. Para los
indígenas, una vez pasada la reacción al acontecimiento de la matanza de los frailes, los
primeros meses en el interior de la región de Caroní bajo el control republicano pasarían
con cierta calma. Esto ocurrió debido a todos los acomodos necesarios bajo las nuevas
circunstancias en la región, por vivir alejados los naturales de las tensiones internas de
los nuevos mandatarios y por el relativo aislamiento en que todos existían por la
tardanza en comunicaciones, típica de la época. Entre el 18 de julio y el 15 de agosto,
los realistas de Angostura intentarían su escape por el Orinoco, pereciendo muchos en el
intento, pero debe haber pasado casi desapercibido en el interior de las misiones, lejos
de la zona de Casacoima y la ensenada de Cabrián donde la drama se efectuó por la
ribera sur del Orinoco y en los caños sinuosos del delta. El problema del retiro de Piar,
tan trascendente para la consolidación de mando, se ventiló en el cuartel general de jefe
supremo o en Maturín y más al norte. Es probable que la mayoría de los indígenas
supieran algo de lo que pasaba por los rumores que circulaban, pero estaban muy
alejados de los acontecimientos y los protagonistas del problema—la mayoría altos
oficiales--no fueron personas tan conocidas. Esta combinación de factores mantendría
aquietados a los indígenas que quedaban en las misiones, y a la vez, infundiría en ellos
un sentido falso de relativa normalidad que sería rota de una manera dramática cuando
los republicanos, superados los problemas internos, se pondrían de nuevo en actividad
para ganar la guerra.
75

Descalabro y reordenación en la administración de las misiones (Junio a


Diciembre, 1817)
Durante el mes de junio, cuando Piar estaba viviendo en Upata, comenzó un
descalabro en las misiones porque éste dio órdenes a los diferentes comisionados de no
obedecer a Blanco, desautorizándolo completamente, e indicándoles que debían
entenderse directamente con el jefe supremo.168 El choque de autoridad fue fuerte e
insuperable a pesar de la intervención de Bolívar, y el 19 de ese mes de junio, Bolívar
resolvió retirar a Blanco de las misiones para evitarle “nuevos disgustos”.169 Este
impasse entre Piar y Blanco, en parte parece ser por las posturas rígidas que éste muchas
veces asumía, porque Bolívar menciona a Piar que: “Es que éste suele ser inflexible
hasta conmigo en las reglas.” 170

Siguieron unas semanas de desorden que desmejoraron el ritmo y control de las


actividades tanto en las misiones como en el ejército. Sin embargo, una vez que Piar
pidió su pasaporte, Blanco fue devuelto a su comisión y regresó a las misiones para
poner orden y seguir con sus responsabilidades de suministrar de todo: indios,
semovientes, y víveres, como queda revelado en una carta del 18 de julio de Bolívar a
Blanco donde insta:

La deserción de los indios es espantosa, solo en el batallón de honor han


faltado en 15 días ciento y a proporción en los demás batallones. No omita Vmd.
diligencia alguna para recogerlos y remitirles aquí, procurando al mismo tiempo
enviar reemplazos. Haga Vmd de nuevo recoger todos los caballos y mulas que se
han regado y perdido. Acopie y remita muchos víveres; arregle y ponga en orden
todas las misiones, pues ya estos son nuestros últimos trabajos. En fin, amigo, obre
Vmd con el tino y actividad que siempre, y cuente Vmd con mi amistad.171

José Félix Blanco se puso a organizar y precisar a todos sus subalternos de


nuevo y para apoyar en esta labor refrenó el 22 de julio, un reglamento.

La Reglamentación de las misiones


El Reglamento de Blanco consta de una introducción y catorce artículos. Ver
Anexo 03. Su fecha de emisión es el 22 de julio de 1817, desde Altagracia, un pueblo

168
“Carta de Bolívar a Blanco”, San Félix, 12 junio 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°, pp.
108-110.
169
, “Carta de Bolívar a Blanco”, San Félix, 19 junio 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°, pp.
114-115.
170
“Carta de Bolívar a Piar”, San Félix, 19 junio 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°, pp. 115-
116. El cursivo es del documento.
171
“Carta de Bolívar a Blanco”, San Miguel, 18 julio 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°, pp.
118-120, p. 120.
76

de misión que queda cercano a la villa de Upata, donde hubo un almacén que recibía la
mayor parte de los productos enviados desde las otras misiones que luego fueron
despachados según necesidad al puerto de San Joaquín para su envío por vía fluvial a
Angostura.

La introducción, de cinco párrafos, refleja el pensamiento de un hombre


imbuido de teorías liberales en cuanto a una visión de la sociedad, pero a la vez de un
hombre preso de conceptos coloniales de dominación y prejuicios de casta que no le
permiten ver, frente al indígena especialmente, más allá de los dogmas con que fue
criado y educado. Todas sus ideas alrededor de la idea de asociación para lograr vivir
mejor en sociedad quedan en la nada por cuanto a los indígenas sobre los cuales tiene
dominio, porque existían, para él, en un “…estado de pura Naturaleza…”, que les
exigían someterse a “…una autoridad que los dirigiese, con derecho para obligarlos a
obrar en beneficio común y recíproco.” Esta autoridad, supuestamente elegida por estos
seres en busca de la felicidad, queda puesta y comprometida en funcionarios públicos
quienes con “…esmero y celo patriótico…”, van a lograr disipar “…las tinieblas del
error…” y llevar a todos los indígenas al uso de razón y una vida de justicia.

Él, como Comisionado General, ha sido encargado de lograr esta hazaña a


favor de los indígenas, pero no puede cumplirla sin el apoyo consagrado de “…las
autoridades intermedias del Departamento…” quienes con su concurrencia y
compromiso pueden influir en lograr la felicidad. Debido a esto, el reglamento debe
“…contribuir a la verdadera regeneración política de estos naturales,…” y él se promete
lograr que sus subalternos y los que viven en las misiones cumplan con sus deberes. Y,
si no lo hicieren tendrá que “…reducirlos por la fuerza, y aterrarlos con el castigo.”

Las 14 reglas que siguen son una notable mezcla de orden, amenazas,
prevenciones y verticalismo de mando que revelan su poco aprecio por los indígenas
bajo su cuidado, y la necesidad de precisar con claridad a los comisionados que le
acompañan en dirigir las faenas de las misiones y sus habitantes de manera pulcra.
También estas reglas permiten percatarnos mejor de la estructura de mando, y de ciertos
problemas cotidianos percibidos por Blanco hasta este momento.

Comienza con la información que el Departamento de Caroní está dividido en


seis distritos según la topografía de sus zonas y cada distrito tiene un comisionado
encargado de regirlo; sin embargo, más abajo (Art. 3) surge la figura de unos
comandantes a quienes se tienen que dirigirse para ciertas instrucciones. No queda
77

claro si hay uno por cada distrito, o si varios distritos están debajo el control de un
comandante. Tomando en cuenta unos arreglos en el tiempo de Piar, 172 además del
problema que implicaría para el ejército librar seis militares para este tipo de
responsabilidad, consideramos que probablemente fueron menos que seis. La presencia
de un comandante supone la presencia de algún destacamento de tropa, aunque su
presencia no sale explícitamente en el reglamento, ni en las fuentes consultadas.173

Los primeros dos artículos, que ofrecen un buen trato a los naturales y cierta
tolerancia en cuanto a sus costumbres, son anulados en su contenido benévolo por
amenazas veladas dentro de cada artículo. En el primero ofrecen en el futuro la
posibilidad del autogobierno, pero la oferta está fuertemente condicionada por la última
frase del artículo: “…siempre que su capacidad moral sea bastante a proporcionarles su
felicidad.” Y el segundo artículo es tan contradictorio en su expresión que más vale
reseñarlo:

Artículo 2°
Ningún rigor emplearán por ahora con los indios; y por el contrario se les
tolerará cuanto sea compatible con el orden público, mientras no se tome la Guayana.
Entonces se les aplicará el rigor de la Ley y se les hará entrar en su más estricto
deber; pero desde ahora quedan abolidas todas las vejaciones personales que hasta
aquí han sufrido, excepto el trabajo de conucos, y demás propiedades y existencias
del Estado en estas Misiones. Así se les permitirá el uso de sus trajes y costumbres
sin reforma por ahora. (Subrayado nuestro)

El artículo 3 contempla el natural restringido a su población, protegido de


injusticias de los “españoles”,174 su enseñanza en las doctrinas de la Iglesia y “…en los
principios del la justa causa…”, su tranquilidad y seguridad, además del fomento de la
agricultura e industria para conservar las propiedades del Estado y aumentar en lo
posible la cría de los animales. La importancia del fomento de la agricultura y su mayor
diversificación están reseñadas en el artículo 4°.

172
“Carta de Piar a Blanco”, San Miguel, 25 marzo 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, pp. 193-194
173
Sabemos que Alonso Uzcátegui estaba encargado de las misiones agrupadas con La Pastora, pero hay
que estar conscientes que en Caruachi y en San Miguel de Unata siempre hubo contingentes de tropas con
sus oficiales, aquello por la necesidad de resguardar el paso del río Caroní, y éste por ser el sitio donde
mataban el ganado y salaban la carne, y su puerto, aunque no muy adecuado, estaba como un punto
neurálgico en este tiempo. En los años siguientes, se aumentaría el uso de un puerto de tablas más al
oeste donde hoy existe San Félix.
174
De habla español.
78

Los artículos 5° y 6° están dirigidos a los comisionados. Les prohíben la


extracción de cualquier cosa sin órdenes específicas del comisionado general, y bajo
ningún pretexto la extracción de caballos o mulas. El artículo 7° refiere a la necesidad
primordial de los comisionados de tener en buena condición y adecuado número bestias
para los arreos que transporten los productos al almacén general del distrito.

El artículo 8° trata de la recluta, que es potestad de los comisionados, y plantea


con claridad la necesidad de velar por la devolución de desertores, y de estar al tanto en
cuanto a quién está de licencia para estar seguro que luego vuelvan a sus cuerpos.

Los Artículos 9°, 10° y 11° son de prohibiciones: ninguna persona puede
establecer hacienda en los terrenos de una misión (para esto están las sabanas de Upata),
ningún transeúnte puede quedar más que un día en cualquier misión, y nadie—ni los
mismísimos comisionados—puede ausentarse de su pueblo sin cargar un pasaporte
oficial que indique por dónde y en qué anda.

El artículo 12° aclara que el trabajo en las misiones ha sido establecido en una
semana para el Estado y otra para los naturales y estos sólo tendrán su ración de carne
cuando están laborando en las propiedades del Estado. Se incluyen unas órdenes en
cuanto al cuidado en el uso de las reses y la protección de las hembras y ganado
pequeño.

El Artículo 13° prohíbe la venta de licores o bebidas fermentadas y exige que


en caso de dudas de cualquier tipo deban acudir a su comandante de distrito. Y el
último artículo, el 14°, prohíbe que un comisionado emplee alguien en las labores de su
misión sin el permiso del comandante del distrito.

El Reglamento hecho por José Félix Blanco refleja los problemas


experimentados en el manejo de las misiones desde que los republicanos las tomaron en
febrero. Queda claramente establecida la necesidad de un control centralizado que
buscara sacar el mayor provecho de la mano de obra indígena, y a la vez, que controlara
las tendencias de los comisionados de obrar en beneficio propio en su territorio
asignado. La prioridad del sustento del Ejército es clara, también la necesidad de
proporcionar productos para la venta y así lograr ingresos para la compra de pertrechos
militares. Se nota el celo en cuanto a la utilización de los caballos y mulas y la
preocupación de propiciar la diversificación agrícola para lograr más rendimiento
económico en renglones comerciales.
79

En los dos meses siguientes, las operaciones de las misiones fueron llevadas a
cabo bajo el ojo previsor y crítico de su Comisionado General. El movimiento de reses
y el despacho de recuas posiblemente se aminoraron por las lluvias, pero las faenas
agropecuarias se realizaron. Agosto trajo la noticia de la toma total de la Guayana, pero
las labores en las misiones siguieron con el ritmo normal de la temporada. Sin
embargo, hubo un trabajo especial que se tenía que llevar a cabo, que era reunir, como
fuera, todas las mulas del Estado, para poder cumplir con los millares de pesos debidos
al almirante Brión. Blanco era el encargado de esta proeza, pero en lograrlo hizo
muchos enemigos, porque siguiendo con exactitud las instrucciones del Jefe Supremo
no perdonó a nadie que tuviera una mula herrada con la letra F, que les identificaba
como propiedad del Estado.175

En los pueblos los rituales asimilados durante las décadas anteriores seguían
anunciando el paso de las horas y los días. Los rezos, la junta en las iglesias los
domingos, los cantos, la división de las labores, la entrega de algodón para ser devuelto
en hilo, las varas de tela que seguían saliendo de los telares: hubo un continuum de las
normas aprendidas en el tiempo, aunque faltando la atención, las órdenes y el control de
sus misioneros.176 Pero no se encuentra ninguna relación de cómo todo esto fue
comentado en diferentes momentos del día cuando los indígenas se juntaban en ratos de
trabajo u ocio, o hicieron una pausa en el camino para compartir lo observado con algún
conocido; tampoco sabemos de las noticias que fueron intercambiadas con sus mujeres
y familiares en las noches, cuando conversaban antes de su descanso nocturno. Por
ahora, el compás del tiempo fue bastante normal durante la época de lluvia y la gente en
los pueblos y las villas iba habituándose a sus nuevas autoridades y cumpliendo sus
trabajos de siempre. Por ahora.

Traición y terror: la primera gran recluta

Los cambios venían acercándose desapercibidos por la población de los


pueblos de misión por su lejanía del Cuartel General del Jefe Supremo en Angostura y
por las pocas noticias que llegaban hasta sus moradas, perdidas en los espacios al
oriente del Caroní. Pero el tiempo no estaba detenido, y Bolívar estaba pendiente que

175
BLANCO, II, 1982, pp. 158-159.
176
AGNV, RevGuay, “Blanco al Comandante interino de Cupapuy”, Cupapuy, 01 octubre 1817, t. I, f.
25; también queda reflejado en PRINCEP, 1975, pp. 31, 35, 36, 37, y 41.
80

con la bajada de las aguas el ejército tendría que ponerse en marcha. Y a su ejército le
faltaban hombres.

La deserción de los indios que tanto molestaba a Bolívar en julio177, no llegó a


ser subsanada con acciones concretas en contra de los indios, aparentemente debido a
que ellos podían ser útiles en los trabajos agrícolas178 y porque si los recogían de nuevo
para ponerlos en puestos militares tan cercanos a sus terruños, las posibilidades de
deserción aumentaban proporcionalmente.179 Sin embargo, por el 11 de septiembre, aún
sin ser resuelta la cuestión de Piar y Mariño, Bolívar envió una orden a Blanco para
reunirse con el General Urdaneta, quien en este momento estaba encargado de la zona al
oriente del Caroní, y entre los dos determinar la manera de reunir a los indígenas,
porque, “…el tiempo de obrar nosotros ha llegado ya, y nuestros batallones están en
esqueleto. No hay cien indios en todo el ejército, por consiguiente necesitamos de
volverlos a recoger de modo que no se vuelvan a escapar, y que los cojamos
todos,…”.180 En todo momento Bolívar estaba también consciente que había que actuar
no sólo en proseguir la guerra, sino por la tangible bajada en bienes de sustento que
ofrecía las misiones, o como él escribió, “…para no acabar de extenuar esta
provincia.’’181

Urdaneta y Blanco, ya duchos por sus vivencias en la zona, discutieron el


asunto de la recluta y cómo llevarla a cabo sin terminar con el caos y nuevas
deserciones. Urdaneta explicó los pormenores a Bolívar:

En cuanto a desertores, aumento de los cuerpos y recluta para el batallón


nuevo, del interior me asegura el Comisionado General ser impracticable, porque si se
traen a los cuerpos los indios, se desertan nuevamente, se van a los montes y se
dificulta más su marcha cuando sea preciso porque no habrá quien los haga salir a los
cuerpos. Que le parece mejor dejarlos ahora quietos hasta que llegue el tiempo de
marchar que a la vez se saquen de todos los pueblos y se pasen al otro lado; o que si
se quieren instruir se tomen ahora todos y con mucho viveza se pongan del lado allá
de Orinoco. Con otra clase de gente no hay que contar en el interior porque me
asegura el Comisionado que ha reunido todos los hombres útiles en un Escuadrón de

177
“Carta de Bolívar a Piar”, San Félix, 19 junio 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°, pp. 115-
116. El cursivo es del documento.
178
“Carta de Bolívar a Blanco”, Guayana, 05 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°,
pp. 123-125.
179
“Urdaneta al Jefe Supremo de la República”, San Félix, 18 septiembre 1817, en: URDANETA, 1970,
volumen I., doc. 59, pp. 79-80.
180
“Bolívar a Blanco”, San Miguel, 11 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°, pp. 125-
126.
181
“Bolívar a Blanco’’, San Miguel, 11 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°, pp.
125-126.
81

Guías. …entre desertores y no avistados existen en el interior 800 y pico de


indios.”182

Bolívar estuvo de acuerdo que había que lograr la recluta con “…un gran golpe
de mano y cogerlos a todos,…”,183 y por esto seguía reinando la calma en las misiones.
Todavía era por ahora.

El plan se iba tomando forma, en principio para el 28 de septiembre, pero luego


cambiado para el domingo 5 de octubre, para permitir la llegada y puesta en posición de
las fuerzas necesarias para llevarlo a cabo. Se determinó el envío de la Brigada de
Barlovento al interior para organizar la toma en todas las misiones a la vez, y también
para la custodia posterior de los reclutados. El centro de operaciones sería San Miguel y
los indios serían enviados a Angostura por agua desde este puerto o él de Tablas para
evitar las deserciones.184 Un silencio sepulcral encubría estos planes; fue el secreto
mejor guardado de Guayana y todas las instrucciones se enviaron como órdenes
reservadas, como informaba Urdaneta cuando solicitó el envío de los buques para
buscar lo que serían pasajeros notablemente renuentes.185

Llegó el momento. El primero de octubre salía esta orden de la mano de José


Félix Blanco al comisionado interino de Cupapuy, y se deduce que fue enviada también
a los comisionados de los otros pueblos:

Teniendo costumbre los naturales de esta Misión de congregarse en el


Templo los días de fiesta pr la mañana pa resar, hará V. q. pa el prox° domingo 5 del
corrnte no falta ninguna a la Iglesia, y en reunir todos, pondrá V. a disposion de C°
Comte del Espedn de guías el Tene Gomez todos los varones de la edad de 12 ha 40
años asi pa la recoleccon de desertores del Ejto como pa la nueva recluta q debe
haserze pa el aumento de los Cuerpos. Solo quedan exentos de esta recluta los
vaqueros y texedores de liensos.186
Fue aterrador y bochornoso. La calma de los rezos matinales quedó rota con la
puesta en escena de un círculo de caballería e infantería armadas alrededor de cada

182
“Carta de Urdaneta al Jefe Supremo de la República”, San Félix, 18 septiembre 1817, en:
URDANETA, 1970, volumen I, doc. 59, pp. 79-80.
183
“Carta de Bolívar a Blanco”, Angostura, 22 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°,
pp 128-130.
184
“Carta de Bolívar a Blanco”, Angostura, 26 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°,
pp. 130-131; ‘Carta de Urdaneta a General sub-jefe del Estado Mayor General’’, Guayana, 27 septiembre
1817, en: URDANETA, 1970, volumen I, doc. 69, pp. 86-87 y “Carta de Bolívar a Urdaneta, Angostura,
5 octubre 1817, en: URDANETA. 1970. Volumen I, doc. 78, p. 92.
185
“Urdaneta a General Jefe del Estado Mayor General”, San Miguel, 30 septiembre 1817, en:
URDANETA, 1970, volumen I, doc. 73, p. 89.
186
AGNV, RevGuay, Tomo II, ‘‘Blanco a Comisionado interino de este pueblo, Cupapuy, 01 octubre
1817, f. 25.
82

iglesia. La confusión del momento variaba de sitio en sitio en cuanto separaban a los
varones de las mujeres, los niños y los viejos. La amenaza de los fusiles y sables, las
órdenes a voz de mando, los gritos de las guarichas y el chillido de los niños en brazos
y los chiquitos resonarían dentro de los templos. Es probable que muchos de los
hombres tuvieran que ser amarrados para impedir su escape, tanto en el momento de su
captura en el templo, como en el camino a San Miguel. Y ¿el maltrato? Sólo eran
indios que no querían servir. ¿Cuáles no serían las expresiones de miedo, enojo,
reclamo, furia y terror? Eran los esposos, hermanos e hijos del pueblo los que fueron
apresados. Tardaría más de un siglo para que alguien lo expusiera en verso: “¿Quién le
va a secar el llanto,/ si pasó la Comisión/ y le dejó el corazón/ como capilla sin
santo?”187

Algo fuerte sucedió en Tupuquén, pero no queda claro su alcance, excepto que
todo el pueblo huyó al monte.188 Durante los días siguientes, desde el interior y por
todos los caminos que llevaban hacia el Orinoco, se veían pasar los contingentes de
reclutas con sus escoltas. Urdaneta tenía más de 8 partidas fuera, buscando tanto
reclutas como desertores. Los que venían llegando fueron mantenidos presos en la
iglesia de San Miguel, para no salir hasta su marcha de la zona.189 ¿Su destino? San
Fernando.190

El trece de octubre sólo faltaba una remesa más para completar los 900
hombres que cabían en los barcos cuyo destino sería San Fernando de Apure. Unos
cien reclutas fueron enviados para cumplir en el Batallón del Bajo Orinoco donde
apoyarían la defensa de la provincia.191 Los desertores capturados, unos 409 que
pertenecían a los Batallones Libertador y Barlovento, fueron remitidos a Angostura por

187
BLANCO, 1959, p. 21. La recluta forzada, tan temida también en el tiempo de Gómez, fue reseñada
por Andrés Eloy Blanco en su poema “Palabreo de la Recluta”. Hay más de un siglo entre la recluta en
Caroní bajo Bolívar y las de Gómez en el siglo XX. El dolor para los familiares fue lo mismo.
188
“Carta de Bolívar a Blanco”, Angostura, 13 octubre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 226,
pp. 340-341.
189
“Carta de Urdaneta a General Jefe de Estado Mayor General”, San Miguel, 6 septiembre 1817, en
URDANETA, 1970, volumen I, doc. 79, pp. 93-94.
190
“Carta de Bolívar a Urdaneta”, Angostura, 5 octubre 1817, en: URDANETA, 1970, volumen I, doc.
78, p. 92 y “Carta de Bolívar a Blanco”, Angostura, 13 octubre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15,
doc. 226, pp. 340-341.
191
“Carta de Urdaneta a General Jefe del Estado Mayor General”, San Miguel, 19 octubre 1817, en:
URDANETA, 1970, volumen I, doc. 89, p. 100.
83

tierra, y cuidados por una doble escolta hasta que cruzaron el Caroní por el paso de
Caruachi.192

En total, parece que se recogieron unos 1440 indígenas entre reclutas y


desertores. Detrás quedaron los pueblos desolados sin la mano de obra que representaba
la posibilidad de regenerar y mantener la productividad de la región, y un ambiente de
desconfianza, espanto y reconcomio en los pobladores de las antiguas misiones que
afectaría sus relaciones con el gobierno durante los años siguientes.

El traslado de las misiones a la Intendencia


Satisfecho de la recluta hecha, pero sentido por lo que pasó en Tupuquén,
Bolívar felicitaba a Blanco por su logro de 800 reclutas, a la vez que instaba que debido
a que las misiones ya habían contribuido con el número de hombres exigido, su
Comisionado debería abocarse a calmar el ambiente de miedo cundido entre los
indígenas de las misiones. Sugirió un trato más benigno hacia ellos y que permitiera
que se atendieran más a sus propias labores, logrando de esta manera que llegasen a
tener confianza de nuevo en el gobierno. Termina con el siguiente planteamiento donde
queda reflejado el contraste entre lo que quisiera lograr y lo que la realidad de la guerra
siempre le iba a requerir:

En fin, procure US. por cuantos medios le sugiera su prudencia y sus luces,
reducirlos a vivir en sus poblaciones, sin que haya ninguno en los bosques,
asegurándoles que en lo adelante no serán tomados ni molestados para ningún servicio
militar, y que el Gobierno no empleará nunca la fuerza contra ellos, mientras sean
sumisos, obedientes y sociales. Trasládese US. sucesivamente a todas las Misiones a
donde crea necesaria su presencia para inspirarles confianza y seguridad;
proponiéndome lo que US. crea puede el Gobierno hacer en obsequio y beneficio de
estos naturales, pues estoy pronto a hacer por ellos cuanto esté de mi parte, pero la
regla de su conducta debe ser acordar el interés de Estado, con la felicidad de los
indios.
Repito a US. que me ha sido muy sensible el suceso de Tupuquen y le
encargo muy particularmente la reducción de los indios que han huido amedrentados y
que no quede ni memoria de este hecho tan sensible, que puede sernos tan funesto.193
(Subrayado nuestro)

192
“Carta de Urdaneta a General Jefe del Estado Mayor General”, San Miguel, 20 octubre 1817, en:
URDANETA, 1970, volumen, doc. 90, p. 101.
193
“Carta de Bolívar a Blanco”, Angostura, 13 octubre 1817, en: 0’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 226,
pp. 340-341. El día siguiente en otro oficio, “Carta de Bolívar a Blanco”, Angostura, 14 octubre 1817,
en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc 227, pp. 341-342, vuelve sobre el tema, pero siempre con una
amenaza por detrás, como cuando escribe: “Es, pues, de primera necesidad que las proclamas, las ofertas,
las gratificaciones y la dulzura, acompañada oportunamente con la fuerza , vuelvan a inspirarles
confianza y atraerlos a sus casas.” (Subrayado nuestro)
84

La gran recluta de 1817, de la cual José Félix Blanco se ufanara en muchas


ocasiones después,194 marcó un momento de cambio no sólo por el aspecto tan
pernicioso y contrario cuando, abruptamente y sin acuerdo de la población, se despojó
de las familias de las misiones sus padres, esposos e hijos, siendo ellos la mano de obra
más fuerte y preparada de sus pobladores, sino porque este suceso brindó al ejército
republicano la fuerza que necesitaba para emprender su próxima campaña. La pronta
salida del ejército exigió que el mando supremo tomara una serie de decisiones para
poder asegurar el control de las misiones y de la provincia, y esto llevó a un cambio en
la línea de mando al oriente del Caroní.

Con la llegada de contingentes de gente civil a Angostura, Bolívar había


comenzado a dar forma a instancias de gobierno que permitirían que la mayoría de los
oficiales del ejército pudieran dedicarse a la guerra.195 Entre estas decisiones fue la de
conformar una Intendencia que se preocupara de los asuntos de sustento de la población
militar y civil en Guayana, y de la organización de la producción en las misiones que al
ser vendida permitiera la compra de pertrechos de guerra. El responsable de este
departamento fue Fernando Peñalver.196

Pronto Peñalver tuvo que dirigir su atención a las misiones de Caroní. El


comisionado de las misiones, figura notable por su responsabilidad de velar por la
producción de los bienes agropecuarios en este rincón remoto, constituía la mano
derecha de la Intendencia, porque de las misiones se sacaba casi todo el sustento de las
poblaciones de la Antigua Guayana con su guarnición, de las propias misiones, y de la
población de Angostura, además de reunir provisiones para el envío al ejército por las
vías fluviales. También fue encargado de planificar la producción y reunir los bienes
para comerciar con las Antillas, lo que permitiera la compra de armamentos y otros
pertrechos de guerra. Pero, el comisionado que había servido con tanta utilidad a Piar y
a Bolívar, resolvió irse.

La decisión de José Félix Blanco, con su estilo inflexible y quisquilloso, fue


por una profunda animadversión a la figura del general Manuel Cedeño y uno de sus

194
BLANCO, 1982, tomo II, p. 160.
195
“Decreto sobre Consejo del Estado”, Angostura, 30 octubre 1817, en: O´LEARY, 1981, volumen 15,
doc. 255, pp. 439-441.
196
AGNV, RevGuay, t. II, f. , “Zea a Fernando Peñalver”, Angostura, 4 octubre 1817. Avisa su
nombramiento como Intendente.
85

subalternos llamado Olivares.197 Cedeño, como recompensa por sus servicios en


aprehender a Piar, había sido nombrado por Bolívar como encargado de la Provincia de
Guayana y había recibido pingues tierras por la misión de San Miguel del Palmar donde
se ubicó con su familia.198 Aunque la decisión de Blanco fue inoportuna, Bolívar,
conociendo la idiosincrasia y testarudez de su amigo, no insistió en tratar de cambiarle
el parecer. Invitó a Blanco para acompañarle en la campaña de 1818 para tomar a
Caracas, pero José Félix no tenía interés, porque su propuesta fue más bien que El
Libertador debía fijar su atención en la toma de la Nueva Granada. 199 Así, por no estar
de acuerdo con la decisión del Jefe Supremo, ni poder aguantar trabajar bajo el mando
de un hombre que no respetaba, tomó la decisión de renunciar casi en el mismo
momento cuando el Jefe Supremo estaba exhortándole a calmar los miedos de los
indígenas.

El estado de las misiones a la ida de José Félix Blanco

Esta renuncia no prevista del Comisionado General de las Misiones de Caroní,


nos permite obtener algunos de las mejores informaciones sobre las misiones hasta este
momento, superando holgadamente las informaciones ofrecidas por los capuchinos
catalanes publicadas en Carrocera. Como Blanco fue un hombre escrupuloso y
minucioso en detallar el desempeño cabal de sus obligaciones, antes de entregar su
cargo hizo el esfuerzo de recoger una serie de datos y entregarlos a sus superiores para
que ellos tuvieran una información fidedigna del estado de las misiones que estaban
recibiendo. A la vez, con esta información no quedaba ninguna duda sobre su conducta
proba en puesto tan delicado. Los tres informes, todos levantados desde Cupapuy, son:

1. Estado general que manifiesta la población y existencias de las Misiones de los


distritos de Este, Centro, Sur y Alto Caroní, con expresión nominal de las del B.

197
BLANCO, 1982, tomo II, pp. 59-60.
198
“Carta de Bolívar a Cedeño”, Angostura, 17 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc.
185, pp. 297-298; “Carta de Bolívar a Cedeño”, Angostura, 14 noviembre 1817, en: O’LEARY, 191,
volumen 15, doc. 273, pp. 462-463; y “Carta de Bolívar al Presidente de la Comisión de repartición de los
bienes nacionales”, Cuartel General en San Diego, 03 diciembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 15,
doc. 294, pp. 482-483. También en PRINCEP, 1975, p. 31.
199
Doc. 4158, “El coronel José Félix Blanco satisface a la nación colombiana sobre las imputaciones que
el general José Manuel Olivares le hace en una publicación impresa en Bogotá en febrero de 1829”, 30
marzo 1829, en: BLANCO Y AZPÚRUA, 1979, Vol. XIII, pp. 462-479, pp. 465-466.
86

Caroní y bajo Orinoco, todos de este Departamento. (22 octubre 1817) 200 Ver
Anexo 04.
2. Contribuciones de los Pueblos del Interior en hombres y efectos exportable,
fuera de [ilegible], en 8 meses que han estado a cargo del Comisionado General
que subscribe (22 octubre 1817)201 Ver Anexo 05.
3. Estado general de los empleados de las Misiones de los distritos del Este,
Centro, Sur y Alto Caroní en clase de Comisionados, Mayordomos,
yeguamanseros y Encargados de Labranzas (25 octubre 1817)202 Ver Anexo 06.

A partir de unas comparaciones con informaciones anteriores y cierto análisis


de los datos entregados por José Félix Blanco, trataremos de entender mejor lo que
fueron las misiones de Caroní, y discernir los cambios vividos por sus habitantes
durante los 9 meses bajo el control republicano de este año de 1817.

El primer informe: Estado general de población y existencias

Sobre el primer informe y el estado general de la población, comenzaremos


con una comparación de los datos poblacionales del último informe de las misiones de
Caroní de 1816 y el de Blanco de 1817:

200
AGNV, RevGuay, Tomo II, f. 214 BLANCO, ‘‘Estado general que manifiesta la población y
existencias de las Misiones de los distritos de Este, Centro, Sur y Alto Caroní, con expresión nominal de
las del B. Caroní y bajo Orinoco, todos de este Departamento. (22 octubre 1817).
201
AGNV, RevGuay, Tomo II, f. 251. BLANCO, ‘‘Contribuciones de los Pueblos del Interior en
hombres y efectos exportable, fuera de [ilegible], en 8 meses que han estado a cargo del Comisionado
General que subscribe’’, (22 octubre 1817).
202
AGNV, RevGuay, Tomo II, f.250. BLANCO, ‘‘Estado general de los empleados de las Misiones de
los distritos del Este, Centro, Sur y Alto Caroní en clase de Comisionados, Mayordomos, Yeguamanseros
y Encargados de Labranzas’’, (25 octubre 1817).
87

Tabla 03

Tabla comparativa de la población de las Misiones de Caroní: 1816 y 1817 y el porcentaje


de población que quedó en los pueblos regentadas por J. F. Blanco entre febrero y
octubre, 1817.
MISIONES Oct Oct % que
queda
1816 1817
ESTE
La Conversión de San Pablo de Cumamo 364 244 67 %
Ntra. Sra. de Monserrat de Miamo 1.041 767 74 %
San Fidel de Carapo 1.000 781 78 %
San Félix de Cantalicio de Tupuquén 736 359 49 %
Ntra. Sra. de Belén de Tumeremo 632 464 73 %
Santa Rosa de Lima de Cura 551 0 0%
CENTRO
N.P.S. Francisco de Altagracia 754 780 104 %
San Antonio de Huicsatono 955 900 92 %
San Buenaventura de Hurí [Guri] 758 375 50%
San José de Cupapuy 1.168 685 59 %
San Antonio de Upata 1.598 1264 79 %
Sta Maria de los Angeles de Yacuario 661 301 46 %
San Miguel de Palmar 1.015 780 77 %
SUR
Ntra. Sra. del Rosario de Guasipati 984 649 66 %
Divina Pastora de Yaruario 833 690 83 %
San José de Leonisa de Ayma 710 307 43 %
San Juan Bautista de Avechica 732 0 0%
Ntra. Sra. de los Dolores de Puedpa 412 185 45 %
Santa Clara de Yavarapana 362 0 0%
ALTO CARONÍ
San Serafín de Arabatayma 347 134 39 %
San Pedro de las Bocas 638 400 63 %
BAJO CARONÍ
San Ramón de Caruachi 634 s/info
Santa Eulalia de Murucuri 730 s/info
Purísima Concepción de Caroní 946 s/info
Santa Cruz de Montecalvario (San Félix) 517 s/info
88

San Miguel de Unata 751 s/info


BAJO ORINOCO
Santa Ana de Puga 578 s/info
Guayana (Los Castillos) Estas 3 nunca fueron
consideradas como misiones
Piacoa
de Caroní.
Sacupana
AL OESTE DEL CARONI
Santa Magdalena de Currucay* 355 s/info
San Isidro de Barceloneta* 494 s/info
* Currucay y Barceloneta luego pasarían a ser parte del cantón de Angostura por estar situados al oeste
del Caroní.
Cuadro basado en: Para 1816: BARCELONA, Doc. 323, “Estado de la misión de Guayana dado por el
último Prefecto P. Fulgencio de Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)” en: CARROCERA, 1979, tomo
III, pp. 314-317. Para 1817: AGNV, RevGuay, Tomo II, f. 214 Blanco, José Félix, ‘‘Estado general que
manifiesta la población y existencias de las Misiones de los distritos de Este, Centro, Sur y Alto Caroní,
con expresión nominal de las del B. Caroní y bajo Orinoco, todos de este Departamento. (22 octubre
1817).
Analizando nada más los 4 distritos que presentan datos de los dos censos, lo
que se nota desde el principio es la merma de población, excepto en el pueblo de
Altagracia, que tiene un aumento ligero de 4%. En el Este queda 61 % de la población;
en el Centro, 74 %; en el Sur, 45 %; y en el Alto Caroní, 54 %. Aunque es posible
considerar que gente criolla ha llegado a vivir en algunos de los pueblos, ciertamente
la mayoría de la población sería indígena, con la excepción de la villa de Upata.
Reuniendo los porcentajes, parece que en cantidad de personas hay 62% de lo que hubo
en 1816, y una parte significativa de esta merma es por la recluta de octubre. Es
importante tener en cuenta que la recluta se llevó a los hombres más aptos para el
trabajo en el campo y con el hato, dejando atrás una población de ancianos, mujeres y
niños de corta edad.

También se nota que la cultura misional/religiosa ha sido fracturada, porque no


es sólo que no hay frailes ni sacerdotes para atender en las misiones, sino que ahora son
pueblos, y la mayoría son llamados por su nombre de sitio: Miamo, Carapo, Upata,
Caruachi, entre otros. Las excepciones son San Antonio (de Huicsotano), Pastora y San
Serafín que quedaron con sus nombres de sus santos patrones. Tres de los pueblos han
desaparecido: Cura, Avechica y Santa Clara.

En cuanto a ganado, los números todavía inspiran respeto. En ganado vacuno


hay 39.587 entre bueyes, novillos de saca, becerros y hembras herradas este año y toros
89

capados. Del ganado caballar quedan 10.905 compuestos de caballos de servicio en los
hatos, potros trajinados, yeguas y potrancas, caballos flacos y potros y potrancas
herrados este año. La población de animales de carga (mulas y burros) es quizás el
reglón de mayor disminución. No aparece ningún mulo empotrado, aunque hay unos
240 para moler y sacar víveres. Hay sólo 6 muletos y unos 11 burros, lo que señala
dificultades de reemplazo por cría. Sorprende la cantidad de carneros todavía presentes,
697; mientras hay 786 marranos.

No es posible, con los datos encontrados hasta ahora, determinar cuál fue la
cantidad de ganado sacrificada en estos meses, aunque sí sabemos que sostuvo el
ejército y la población de los pueblos y sus guarniciones desde la Guayana Antigua
hasta Angostura.

Llamativas son las indicaciones de elementos para industrias a partir del


algodón y de la matanza de bestias. En cuanto al algodón, existen todavía 54 molinos
de algodón presentes en la mayor parte de los pueblos; y de 21 pueblos censados, 16
tienen una prensa. Y todas las misiones tenían 2 a 5 telares de lienzo. Hay que recordar
que el orden de Blanco para la recluta, indicaba que los vaqueros y los tejedores de
lienzos quedaban exentos de ella.

Diecinueve de los pueblos tienen jaboneras. Las excepciones son Upata, cuya
población probablemente compraba su jabón de las misiones, y Cura, que ya no está
poblado. La existencia de tantas jaboneras, refleja la gran atención que hubo por parte
de los capuchinos de enseñar a los indígenas cómo aprovechar todo que quedaba de la
matanza de ganado, porque el jabón en aquellos tiempos exigía como uno de sus bases
principales, el uso de grasa animal.

Fuera de estos renglones, hay una indicación del uso de la madera y el cuero
reflejados en los reglones de carpinterías, curtiembres y sillas (de montar) y enjalmas.
Seguramente, junto con estos últimos, estuviera manufacturado por los indígenas
capacitados en estos ramos, cualquier otro apero de cuero utilizado comúnmente en las
faenas del hato, o de uso común como los zapatos mencionados en informes de los
prelados, que bien pudiera ser como un estilo de pantufla.

Lo que no queda reflejada es la existencia de algunas forjas catalanes.


Sabemos por los trabajos arqueológicos de Mario Sanoja e Iraida de Vargas que hubo
90

una forja cerca de Ciudad Bolívar y otra cerca de la misión de la Purísima Concepción
de Caroní, conocida hoy como Las Ruinas del Caroní.203

Lo que es indiscutible es que los datos entregados por Blanco nos permiten
vislumbrar dos aspectos notables de las misiones de Caroní, uno del pasado y otro de
este momento. El primero es cómo la información entregada sustenta lo escrito por el
Prefecto de las misiones en 1810, cuando plasmó en un informe que “…en los pueblos
de nuestros indios, en donde hay todos los oficios de una república: sastres, zapateros,
curtidores, tejedores, herreros, tejeros y demás necesarios,…”,204 y el otro es que
todavía en la región de las misiones de Caroní quedaba una operación agropecuaria de
envergadura a pesar de la cantidad de producción que ya había sido consumida o
utilizada por el nuevo dueño del terreno: la República.

El segundo informe: Contribuciones de los pueblos del interior en hombres y efectos


exportables
Con este informe es más difícil determinar la importancia de uno que otro
renglón por no poseer suficientes datos referentes a los quehaceres comunes en cada
pueblo. Sin embargo, hay ciertas particularidades que llaman la atención. Uno es que
en Tupuquén, donde el pueblo huyó de la recluta, aparentemente fueron todos, porque
¡no dieron ni un hombre a la recluta! El número de ganado contribuido refleja en parte
la gran cantidad de manadas diseminadas en diferentes puntos de la región, una política
de los misioneros desde el tiempo de la Expedición de Límites cuando Don Eugenio
Alvarado lo comenta como forma ideada para evitar la movilización masiva y continua
de grandes cantidades de ganado vacuno si todos fueran mantenidos en un solo gran
hato.205 La cantidad de cueros parece poca, y sólo representa pocos pueblos. Surge la
interrogante de qué hacían con los cueros del ganado matado para el consumo
pueblerino. La cantidad de pacas de algodón entregadas ayuda precisar a los pueblos
que más trabajaban este renglón, notando que son principalmente los pueblos del este y
centro. Algarrobo aparece sólo por Tupuquén, pueblo cercano a las montañas selváticas
de la Sierra Imataca. No tenemos idea de lo que implica una pieza de lienzo, porque
debe haber tenido un valor según el largo. Lo que quizás refleja es el mayor o menor

203
SANOJA y VARGAS, 2005, pp. 249-295.
204
CASTELLTERSOL, Doc. 312, “Fray Luis de Castelltersol al rey y la Junta Suprema y Regencia del
Reino”, Caroní, 12 julio 1810, en: CARROCERA 1979, tomo, III, p. 261.
205
ALVARADO, Doc. 119, 1755, p. 345.
91

número de tejedores trabajando todavía en este ramo. El papelón, sólo entregado por
Upata, indica dónde quedan las siembras de caña de azúcar más cercanas; hubo
limitados espacios en estas tierras guayanesas donde los tablones rindieron fruto. Lo de
las enjalmas y sillas sorprende por la cantidad entregada desde la mayoría de los
pueblos, y probablemente indica órdenes dadas para su hechura debido a las
necesidades de transporte de productos entre las misiones y los puertos de San Joaquín
o San Miguel. Ciertamente ofrece la impresión que el Comisionado General estaba
pendiente de toda posibilidad para apoyar la causa republicana y sus constantes viajes
de punto a punto de la región rindieron fruto.

El tercer informe: Estado general de los empleados de las Misiones

Aquí hay una información interesante en cuanto a quiénes están asumiendo la


responsabilidad en puestos importantes para el buen rendimiento de las tierras del
Estado y el mantenimiento de orden en el trabajo y diario vivir de los pueblos. Se nota
una rotación llamativa en el puesto de comisionado, porque de los anotados en el cuadro
de Comisionados de Justicia que indican los nombrados en el tiempo de Piar, sólo
quedan 6 en estos puestos: Ribas (Tupuquén), Álvarez (Tumeremo), Landaeta (Cura),
Tremarías (Guri), Alcocer (Guasipati), Silva (Santa Clara) y Borges (Alto Caroní). Ver
Anexo 02. Tremarías y Borges eran oficiales del ejército porque Guri fue un paso
estratégico y el Alto Caroní, por su gran distancia de Upata, también merecía una
persona de total confianza. Los otros cuatro eran de Upata.

Varios de los apellidos nuevos son comunes a familias de Upata: Silva,


Rodríguez, Astudillo, Gómes, Lezama, entre otros; entonces, es probable que de la villa
se siga asignando los hombres para regir los pueblos por su conocimiento de la zona.
La asignación de mayordomos nos brinda una idea de los sitios donde se ubica el mayor
número de ganado y la existencia de yeguamanseros, de la misma manera, indica dónde
están las áreas de cría y atención caballar. La presencia de yeguamanseros en
Altagracia y San Antonio, indica que sigue en pie el uso de estos sitios para empotrar
los caballos mientras esperan utilizarlos.

En cuanto a los encargados de labranzas, sus nombramientos pueden indicar


mayor cantidad de siembra. Sin embargo, lo más interesante es la presencia de tres
“capitanes de naturales” en este cargo. Sólo presentan su nombre y cada uno es
92

representante de un pueblo importante del centro: Celestino (Altagracia), Chapire (San


Antonio) y Pedro (Cupapuy). Estos tres pueblos siempre fueron de indígenas guayanos,
la primera etnia con que trabajaron los capuchinos catalanes, y reconocidos por su
seriedad y laboriosidad. Cupapuy y Altagracia fueron unas de las primeras misiones
establecidas (1733 y 1734 respectivamente). San Antonio de Huicsotano, que fue
fundada en 1765 después de la mudanza de la misión de Suay a Caroní, sirvió como un
eslabón de descanso y protección en el camino entre el paso de Caruachi y Upata, y
probablemente fue establecida con guayanos de Cupapuy y Altagracia. Una tradición
de vida y disciplina misional que abarcaba 90 años, queda representada en la asignación
de estos naturales a empleos de importancia para el Estado. Y hay que advertir que su
presencia en sus cargos fue aprobada por el hombre más quisquilloso y difícil de
complacer de todos los republicanos: el Comisionado General de las misiones de
Caroní, José Félix Blanco.

La organización del trabajo bajo la Intendencia: Noviembre-Diciembre, 1817

En noviembre de 1817, José Félix Blanco entregó a sus superiores su


inventario de las misiones y se despidió de ellas.206 Su ida creó un problema para la
Intendencia y el ejército, porque a pesar de que la gran mayoría de las fuerzas armadas
fueron llevadas para la Campaña del Centro de 1818, quedó atrás un grupo medular de
militares que junto con los civiles tenían que resolver toda una serie de problemas para
que el Jefe Supremo pudiera concentrarse en su campaña. Había que prever la defensa
del Orinoco contra cualquier ataque; continuar con la salazón de carne para tasajo y el
abastecimiento de las guarniciones de Baja Guayana y las misiones, además de
Angostura, que ya tenía una población republicana civil crecida; organizar la siembra, el
cuidado, la cosecha y el envío de renglones de valor alimenticio para el futuro sustento
de todos y aprovechar los renglones de valor comercial que sirviesen para el pago de
deudas y la compra de pertrechos; gerenciar y administrar todos estos aspectos y, a la
vez, estar pendiente que personas inescrupulosas no aprovechasen de tantos caños,
playas y espacios por la baja Guayana para contrabandear con las menguadas

206
BLANCO, 1982, tomo II, pp. 159 y 164. Aunque Blanco se fue de la región, no se olvidó de su
compromiso como republicano. Él fue como comerciante a Casanare, pero como parte de su equipaje
llevaba copias del famoso libro de Juan Germán Roscio, Triunfo de la libertad sobre el despotismo, y
diseminó con ellas las ideas republicanas en varias partes de los llanos de la Nueva Granada. Volvería a
la zona a finales de 1818, porque Princep lo llega a conocer en Tumeremo.
93

producciones de los indígenas y lo que quedaba del ganado que pastaba libremente por
las dilatadas sabanas. Fue demasiada responsabilidad para una sola persona.

El que supervisaba todo estos compromisos era el Intendente, Fernando


Peñalver,207 desde su oficina en Angostura. Alonso Uzcátegui, ya probado en las lides
misionales y conocedor de la región, su población y sus pormenores, fue encargado
como el nuevo Comisionado General;208 pero hacía falta encontrar una persona
capacitada para llevar las cuentas administrativas y encargarse del almacén general
céntrico, en Altagracia, donde se recibían toda la producción del interior para luego
enviarla al puerto de San Joaquín, cerca al salto de Macagua. Desde este puerto se
despachaban los productos en lanchas por el Orinoco para abastecer a Angostura o para
enviarlos más allá por el Apure, para el suministro al ejército en campaña.

Encontrar personas aptas y confiables no fue fácil. La falta de gente idónea


para puestos de confianza en el manejo económico del Estado, había resultado en que
hombres probados en servicios bajo Blanco, fueron destinados a Angostura para asumir
responsabilidades en el tren ejecutivo de los ministerios y oficinas creados por El
Libertador.209 En cuanto al ejército, Bolívar había aprobado la permanencia del coronel
Jacinto Lara en San Miguel de Unata para atender la salazón de carne y al sargento
mayor Jerónimo Sucre como comandante de las fortalezas de la Antigua Guayana;210
luego, en diciembre, el coronel Vicente Sucre fue nombrado como gobernador de las
fortalezas y comandante militar del Departamento del Bajo Orinoco que mandaba sobre
la línea de defensa que formaban los pueblos desde Caruachi hasta Piacoa.211

Diferentes personas envían información en este período sin administrador


nombrado: Cornejo, Mayz y Lanz son tres que hemos encontrado. El último, en un
oficio del 27 de noviembre rinde cuenta del almacén de Upata que contiene 10 botijas
de aguardiente, 52 papelones, 95 paquetes de velas por un total de 3040 velas; hay
cueros al pelo y la información que matan 130 reses al mes de los cuales venden 95

207
Para una reseña biográfica de Fernando Peñalver, ver: FUNDACIÓN POLAR, 1988, tomo 3, pp. 69-
70.
208
No se ha encontrado el nombramiento, pero desde noviembre de 1817 aparece como el Comisionado
General en documentos de AGNV, RevGuay.
209
“Carta de Bolívar a Blanco”, Angostura, 26 septiembre 1817, en: O’LEARY, 1981, volumen 29, s/n°,
p. 130.
210
“Carta de Bolívar a Urdaneta”, Angostura, 15 octubre 1817”, en: O’LEARY, 1981, volumen 15, doc.
230, p. 342-344.
211
“Carta de Bolívar al Comandante General de Guayana”, Angostura, 17 Diciembre 1817, en:
O’LEARY, volumen 15, doc. 320, p. 506.
94

cueros al público y 40 al peonaje de haciendas del Estado u otros empleados; hay 2


reses en corral y 60 afuera. También existe un problema grave de gente que no remite
información.212

La falta de información fidedigna va acompañada de indicios de problemas de


fraude ya detectado desde la Intendencia, especialmente con las reses porque no se
presentan guías al entregarlas, pero las fallas incluyen también el problema del conteo
de cueros y el descuido de los mismos que hacen que se pudren.213 Aunque prohibido
por decreto, el contrabando de ganado era un hecho constante.214

En la zona de Upata, también hubo el problema de cómo aumentar la


producción. Mayz, en un largo informe sobre la producción alrededor de la villa,
levantado a petición de Uzcátegui en noviembre, 1817, relaciona que hay 6337 matas de
cacao, 71.677 matas de café, y 130 almudes de caña; pero comenta que a pesar de esto,

“…no hay una hacienda qe puede denominarse tal. Creo que sus habitantes,
contentos con lo necesario a la vida por no haber otro estímulo, no han cuidado de lo
superfluo que forma la base de comercio, de la abundancia, y de la pública
prosperidad.”215 Ver Anexo 07.

Luego sigue para comentar la falta evidente de cultivo, las labranzas amontadas
y la escasez de reglones básicos como maíz y casabe; todo esto porque no solamente
faltaba “…la esclavitud con que se trabajaba,” sino “...falta el Peonaje de Indios qe era
un auxilio supletorio:”216 Esto fue la razón principal por la cual no se beneficiaban la
caña, ni recogían los granos de café de las matas. Los esclavos negros (hay indicios de
unos 200 esclavos en Upata cuando llegó Piar) fueron incorporados al ejército desde el
principio de la toma de las misiones.217 La recluta forzada de octubre causó la

212
AGN, RevGuay, t. II, ff. 55,“Oficio de Landa al Intendente”, Altagracia, 27 noviembre 1817, f. 54.
213
AGNV, RevGuay, t. II, f. 60, Referente fraude de reses y el conteo de cueros, “Nota de Fernando
Peñalver”, Guayana, 28 noviembre 1817: AGNV, RevGuay, t. II, f. 64, Referente los cueros echados a
perder, “Carta de Mayz a Peñalver”, Upata, 3 diciembre 1817.
214
“Carta de Bolívar al Gobernador de las Fortalezas”, Angostura, 23 octubre 1817, en: O’LEARY, 1981,
volumen 15, doc. 245, p. 432; “Carta de Bolívar a Urdaneta”, Angostura, 23 octubre 1817, en
O’LEARY, 1981, volumen 15, doc. 246, p. 433.
215
AGNV, RevGuay, t. II , ff. 224-225, “Información enviada por Mayz a Uzcátegui -- Relación que
manifiesta el número de labranzas de Cacao, Café y Caña qe existen en esta Villa, y estado de productos
en qe se hallan”. Upata, 17 noviembre 1817.
216
AGNV, RevGuay, t. II, f. 225, “Información enviada por Mayz a Uzcátegui -- Relación que manifiesta
el número de labranzas de Cacao, Café y Caña qe existen en esta Villa, y estado de productos en qe se
hallan”. Upata, 17 noviembre 1817.
217
Hay información sobre esclavos en Upata y el Bajo Orinoco en el Archivo Histórico de Guayana en
Ciudad Bolívar que todavía no ha sido estudiado. En PRINCEP, 1975, p. 16, el señor Tarife comenta
como todos los esclavos fueron llevados por el ejército.
95

desaparición de la región de los brazos más fuertes de la población indígena. Entonces,


para el fin del año sólo quedaban las “guarichas”, los niños y los hombres ancianos que
difícilmente pudiesen asumir más trabajo que él que les cayó encima por la ausencia de
los hombres de sus casas.

A este escenario de problemas, desidia y abusos, de tierras prometedoras que


perdían su valor, entra a principios de diciembre el nuevo administrador. Es el 4 de
diciembre cuando Uzcátegui informa a su gente que el Jefe Supremo había determinado
que se estableciera en las misiones una Administración de los Caudales del Estado que
sería atendido por el ciudadano Josef Manuel Landa,218 quien fijaría su residencia en el
pueblo de Altagracia, distante unos 5 Km. noroeste de Upata y que “…a él pues debe V.
dirigir de hoy en adelante todas las remesas que salgan de su Distrito con Oficio de
Remisión…”.219 Además, fue estipulado que cada 27 del mes debían enviar
información sobre lo hecho en las plantaciones, cantidad de frutas cosechadas y el
número de reses consumidas.220

Landa llegó unos días después. El 10 de diciembre, él y Uzcategui levantan y


firman el inventario de entrega/recepción en el almacén general de Altagracia. En este
momento hubo 34 cargas de maíz y 67 de casabe, 5 botijas de aguardiente de caña, 350
“libras brutas de Javón” y 50 enjalmas con sus aperos para la arria que debe estar a
disposición del administrador.221 Este mismo día sale un oficio al Intendente
comentando el problema de la rendición de cuentas porque el señor que tenía el cargo
de recibir y guardarlas era negado para cumplirlo porque no sabía “…formar la sencilla
cuenta de cargo y data. No hay otro en la villa q’ sepa…”.222

Peñalver, Uzcátegui y Landa unen sus esfuerzos para el bien de la República.


Dan su atención a un alambique que tiene que comenzar a funcionar en una de las
haciendas secuestradas para ponerlo en servicio.223 El ejército necesita lanzas y los
pide a Uzcátegui quien contesta comentando que en todas las misiones no hay 100

218
Hasta ahora no ha sido posible conseguir información sobre la procedencia de Landa.
219
AGNV, RevGuay, t. II, f. 34. “Oficio de Alonso Uzcátegui”, Upata, 4 diciembre 1817.
220
AGNV, RevGuay, t. II, f. 34. “Oficio de Alonso Uzcátegui”, Upata, 4 diciembre 1817.
221
AGNV, RevGuay, t. II, f. 78. “Carta de Landa a Uzcátegui”, Altagracia, 10 diciembre 1817.
222
AGNV, RevGuay, t. II, ff. 81-82. “Carta de Landa al Intendente”. Altagracia, 10 diciembre 1817.
223
AGNV, RevGuay, t. II, ff. 231-232. “Minuta del Intendente a Landa referente lo que necesitan para
comenzar la destilación de Aguardiente en la haciende de aponte”, Nueva Guayana, 2 diciembre, 1817.
AGNV, RevGuay, t. II, f. 258-259. “Uzcátegui a Landa”, Upata, 09 diciembre 1817.
96

hombres a causa de la recluta del 5 de octubre pero que se hará fabricar las lanzas.224
Unos días después tiene que informar que en todo el Departamento no hay sino 2
herreros viejos, pero que los tiene trabajando día y noche.225 Los problemas son
muchos, pero muy pronto, sale una carta de Landa al Intendente donde la situación en
las misiones, tanto pasada como presente, comienza a aclararse. A la vez, por su estilo
de exposición comenzamos a discernir valores intrínsecos de humanidad del nuevo
administrador. El tono del oficio, distinto a otros que hemos manejado, merece que sea
leído por quienes quisieran entender mejor los hombres comprometidos en este rincón
apartado de la lucha emancipadora:

El Ciud° Comisiondo General con esta fecha me recomienda pida a VS 30 ó


40 fanegas de sal por no poder bastar las remitidas para la distribución de todo el
Departamento: cien docnas de cuchillos para todo genero de ocupaon de los Indios e
Indias: 100 hojas de lata para rayos de todas las misiones, un buen surtido de sintas
floras y cuentas, con q recompensar a las guarichas, q ya advierten la diferencia de los
tiempos presentes a los pasados: en aquellos era costumbre darles por la Pascua de
Navidad un fustan de mandrilla o de Sarasa, sintas y cuentas pa sus gargantillas; a los
Capitanes y demas oficiales Indios una muda de ropa de coleta ó de listado; y a los
Baqueros en este mes, y en el de Sn Juan, dos cuchillos, una frasada y seis vs de coleta.
Si el Estado quiere tener adelantos en sus intereses es necesario proveer a las
necesidades de estos pueblos q’ son sus fomentadores. Así, ellos viviran sumisos y
contentas y la Patria sacará de ellos los recursos q’ quiera para sus urgencias. De otro
modo todo ira en detrimento, y los Pueblos inconformes invertirán el ordn, y de fieles
subditos pueden convertirse en crueles enemigos.
Las Guarichas son tan desididas por las cuentas y sintas q’ ninguna otra
especie de donacion podrá remplazarlas. Ellas con sus cortos medios los compran en
Upata, donde no hay un solo negociante de los q vienen en esa Ciudad q’ no traigan
estos [ilegible] renglones en abundancia, asi es q no se les puede decir q no las hay,
pues las ven ellas mismas vender en sus propias territorios. Lo q elevo a conocimto de
VS pa q se sirva mandar se remiten los artos expresados pa proveer estos Pueblos
dignos de las consideraon y patrocinio del Gobno.226

Hombre observador, sensible y comprensivo es el nuevo administrador.


Desde la llegada de Manuel Landa, Alfonso Uzcátegui y él, con su sentido de
republicanos comprometidos, unirán fuerzas para confrontar y resolver las necesidades
interminables -y siempre apremiantes- del Gobierno. Los problemas son múltiples:
falta de mano de obra, entregas de víveres estorbadas por arrias agotadas por el
constante trajín,227 matanza de mulas por el acecho de tigres,228 partidas militares que

224
AGNV, RevGuay, t. I, f. 238. “Uzcátegui al Gobernador y Comandante General de la Provincia”,
Upata, 12 diciembre 1817.
225
AGNV, RevGuay, t. I, f. 239. “Uzcátegui al Gobernador de la Provincia”, Upata, 17 diciembre 1818.
226
AGNV, RevGuay, t. II, f. 205. “Carta de Landa al Intendente”, Altagracia, 11 diciembre 1817.
(Subrayado nuestro).
227
AGNV, RevGuay, t. II, f. 146. “Carta de Landa al Intendente”, Altagracia, 12 diciembre 1817.
97

les quitan los caballos a mansalva,229 una población civil menos interesada en lo del
Estado que en sus intereses propios,230 y una población indígena reducida, temerosa e
infeliz.231

Frente a condiciones tan lóbregas, se presenta un momento de luz y alegría. El


24 de diciembre, Fernando Peñalver despachó una nota al encargado del Almacén de
San Joaquín que reza así:

Remito pa entregar a V. con el Patron de la Lancha qe va a buscar los víveres qe


tenga V. en esos almacenes un Caxoncito con cuentas pa gratificar las Indias el qe dirigirá
V. con seguridad inmediatamte al Admor Gral.232

El “caxoncito” no llegaría para la Navidad…una Navidad sin esposos e hijos;


sin hermanos, sobrinos y padres. Una Navidad sin sacerdote para compartir el Divino
Momento del nacimiento del Niño, que se une con el paso del solsticio de invierno.
Pero hay la probabilidad que por el año nuevo las indias pudieran recibir con un dejo de
placer, su gratificación del fin de año de las manos de quien les consideraba dignas de la
consideración y el patrocinio del Gobierno.

RECAPITULACIÓN DEL CAPÍTULO


Mientras que el ejército republicano lograba tomar control de toda Guayana con
la sacada de los realistas de Angostura y las fortalezas, y Bolívar iba resolviendo el
problema del mando supremo, los indígenas de Caroní se iban acostumbrando a servir
bajo sus nuevos mandatarios. Dentro de las misiones la vida continuaba con un ritmo
bastante normal regido por las necesidades agropecuarias.

La autoridad de los frailes fue reemplazada por la de otro religioso, el padre José
Félix Blanco, ya teñido con pensamientos republicanos que no llegaban a superar los
prejuicios de casta imbuidos desde su infancia, y probablemente aumentados durante
sus años de educación y trabajo eclesiástico en Caracas. Con dotes organizacionales y
una mente vertical que no prestaba para el diálogo, mantenía el orden en las misiones y

228
AGNV, RevGuay, t.II, f. 160. “Carta de Landa a Uzcátegui”, Altagracia, 24 diciembre 1817.
229
AGNV, RevGuay, t. II, f. 156. “Carta de Uzcátegui al Intendente”, Upata, 21 diciembre 1817.
230
AGNV, RevGuay, t. II, f. 166. “Carta de Uzcátegui al Intendente”, Upata, 29 diciembre 1817.
231
AGNV, RevGuay, t. II, f. 158. “Carta de Uzcátegui al Intendente”, Upata, 4 diciembre 1817.
232
AGNV, RevGuay, t. II, f. 106. “Carta del Intendente al encargado de San Joaquín, s/s, 24 diciembre
1817.
98

con esto los indígenas asumían un ritmo normal en su trabajo que parece que ayudó en
mantener la calma en la población.

Trabajo había, porque la utilización de la producción misional procedía con un


compás acelerado para lograr los envíos hacia fuera que permitieron la compra de
armas, municiones y pertrechos, y el abastecimiento del ejército y de la población civil.
La tendencia al principio de la deserción indígena de sus batallones no fue bien vista,
pero se dejaba pasar porque hubo también una gran necesidad de mano de obra en los
múltiples trabajos y diligencias que se tenían que estar llevando a cabo en las misiones.

Sin embargo, cuando hay guerra, el ejército tiene preferencia. Una vez
solucionado los problemas que frenaba la cohesión del Mando, hubo la necesidad de
comenzar una campaña militar con un nutrido número de soldados, y la cuestión de la
recluta era un asunto de prioridad. Esto llevó a la realización de la primera gran recluta
forzosa que afectaba a la población entera y provocó las primeras gran huidas a zonas
alejadas y engendraba el recelo y el temor dentro de la población indígena que seguía en
los pueblos.

La guerra impone sus exigencias, y aunque el discurso republicano era de


libertad, esto era imposible bajo las circunstancias y hacía que aflorara la tendencia de
tratar decentemente a los indígenas sólo si eran “…sumisos, obedientes y sociales…”,
según escrito por Bolívar. Por las necesidades de guerra fueron vaciadas las misiones
de sus brazos más fuertes, dejando encargado a las mujeres, jóvenes y ancianos la
exigencia de seguir cumpliendo con el trabajo.

En cuanto a los republicanos, la necesidad de un ejército fuerte que marchara


lejos abrió un espacio para gente civil que asumiera el control desde las oficinas en
Angostura y en las misiones. El celo republicano no era igual en todos, pero los que
respondieron a la llamada de asumir este tipo de responsabilidad como un compromiso
político, fueron los que lograron que la producción y entrega de bienes siguiera a
beneficio de la República. No tuvieron mucho apoyo entre la gente criolla, porque las
penurias del tiempo de guerra hacían que muchas personas se preocuparan más por su
propia sobrevivencia y mejora.

Mientras tanto, los indígenas que seguían en los pueblos, continuaban con las
faenas tradicionales, pero ya desconfiados y en espera de sus seres queridos que las
autoridades les aseguraban volverían de la guerra.
99

CAPÍTULO IV

EL CARONÍ EN 1818: EL DESANGRE DE LAS MISIONES


Y EL COMIENZO DE LA VIOLENCIA INTERNA

Introducción
Durante el año de 1818, hubo poco escrito directamente sobre los indígenas de
Caroní en los oficios del Ejército Libertador, ni en las oficinas en Angostura donde los
ministros del nuevo gobierno iban conformando un nuevo estilo de régimen. Sin
embargo, los indígenas estaban en todas partes porque representaban la mayor parte de
la población y de la mano de obra presente. Eran los que respondieron a las órdenes; los
que llevaban y traían ganado, víveres, enjalmes, y otros productos que todavía seguían
saliendo de los pueblos (La palabra “misión” había ido desapareciendo poco a poco de
la terminología común). Eran los indígenas quienes fabricaban las lanzas y otros
pertrechos de guerra solicitados, hacían el carbón vegetal, remaban las curiaras y los
barcos. Mayormente eran los indios los que tenían que presentarse cuando había una
recluta.

Mil ochocientos dieciocho fue el año en que el ejército adquiría experiencia en


los campos de batalla recorriendo los caminos de los llanos hasta llegar casi a Caracas.
Fue el año en que diversos generales se unieron un poco más bajo el mando supremo de
Bolívar, aunque nunca hubo acuerdo total. Fue 1818 cuando los civiles comenzaban a
asumir responsabilidades de gobierno en Angostura; un momento propicio que permitió
la convocatoria a una nueva asamblea constitutiva para el año siguiente. Sería el año
del crecimiento del ideal republicano gracias a la cada vez más menguadas riquezas de
Caroní. 1818 fue también el año del desmoronamiento y la dispersión de la población
indígena de Caroní que no logró zafarse del control y las exigencias del ejército y sus
nuevos señores y, al fin, quedaría en desamparo absoluto cuando se desataran
pestilencias mortíferas.

Para el indígena, este fue un año en que Canaima, el dios maléfico, andaba
suelto.
100

El discurrir de un año

Los días de Navidad y Nuevo Año deben haber pasado casi desapercibidos en
Caroní. No hubo frailes; no hubo curas. Sólo hubo los viejos recuerdos y costumbres.
En las iglesias de los pueblos que no habían sido abandonados, es probable que los
habitantes realizaran los rituales en una forma especial, dada las circunstancias. 233 La
alegría de la fiesta luciría apagada por la falta de tantos hombres. Al no estar ellos, la
mayor obligación había pasado a las mujeres, los adolescentes y los viejos; si no tenían
tanta fuerza, estaban claros en cuanto a las necesidades de su gente. Acostumbrados al
ritmo agropecuario en que se habían criado, deben haber mirado con preocupación a las
tierras mientras consideraban cómo prepararlas para la tala y la quema de los meses
venideros sin la presencia de los brazos más fuertes. Mudos frente a sus nuevos
patronos, observaron el paso todavía constante de reses que salían por los caminos hacia
el matadero de San Miguel o las sabanas de San Felipe, y el incesante envío de
cantidades de provisiones.

La responsabilidad de mantener las poblaciones de las misiones, de Angostura


y de la Antigua Guayana y surtir pertrechos y provisiones al ejército, recaía en unos
pocos republicanos comprometidos, unos militares y otros civiles. En Angostura,
estaba Fernando Peñalver, el Intendente, siempre pendiente de los recursos, o falta de
ellos. Todas las fallas, desde carne, velas234, o tijeras para sacar garrapatas,235 fueron
referidas a él, ya que de su oficina salían las órdenes necesarias para resolver los
numerosos problemas que se presentaban.236 Su posibilidad de cumplir con las
exigencias del Libertador en cuanto al ejército y la población civil, lo compartió con un
pequeño grupo de hombres comprometidos que mantenían contacto con él; entre todos,
fueron la salvación de la República durante este año. En el hato de San Felipe estaba
apostado el comandante Justo Morales pendiente de la recepción del ganado traído del
interior que cruzaron por el paso del Caroní para apacentar en las sabanas alrededor del

233
PRINCEP, 1975, p. 35. En su giro a finales de 1818, Princep asistió al servicio de domingo en El
Miamo y relata lo observado.
234
AGNV, RevGuay, t. V, f. 22. “Comunicación s/firma al Intendente indicando la falta de luces en los
cuarteles y puntos de guardia creando un problema de seguridad pública y que ponga mayor celo en que
no falte nunca el alumbrado”, Nueva Guayana, 29 enero 1818.
235
AGNV, Rev Guay, t. VI, f. 74. “Landa al Intendente”, Upata, 01 enero 1818.
236
La mayoría de las órdenes que salen de la Intendencia, aparecen sin firma y en una grafía extraña y
poco legible. Fernando Peñalver fue un hombre muy educado, por esto presumimos que tenía un
amanuense que levantaba las notas, que además estaban escritas normalmente en un papel de mala
calidad. Tenía que ser difícil conseguir las resmas de papel necesarias para todas las oficinas militares y
civiles. Por esto, una cantidad respetable de los escritos parecen minutas en hojas de tamaños pequeños y
escritos en cada lado. Sin duda, había que lograr que el papel rindiera al máximo.
101

hato hasta que fuera llevado al matadero de Angostura. Morales estaba siempre en
contacto con Caruachi, donde un pequeño destacamento vigilaba el paso del río. Luego,
en el almacén principal del Estado que quedaba en Altagracia, a una legua de Upata,
estaba Manuel Landa que recogía todo lo enviado desde tierra adentro. Hacía
malabarismos para mantener funcionando la máquina débil encargada a él y vigilante
para que los suministros enviados desde los pueblos o desde Angostura no se perdiesen
en el camino. Su mejor apoyo fue el guardalmacén del puerto San Joaquín, quien
recibía y despachaba en este puesto debajo del salto Macagua. El Comisionado General
de las Misiones, Alonso Uzcátegui, se movía alrededor de Upata, por ser la zona más
poblada por la presencia de los guayanos en Cupapuy, Altagracia, Santa María y San
Antonio. Tenía que ausentarse periódicamente para visitar todas las misiones y precisar
con sus propios ojos cómo los comisionados de los pueblos, mayormente gente de
Upata, estaban cumpliendo con sus responsabilidades. Tenía que estar pendiente de que
no hubiera mal trato a los indígenas, porque éstos eran los que recogían el ganado,
amansaban los potros y cuidaban la cría, y hacían todas las labores. Consciente de la
significación de las labores llevadas a cabo en Caroní para la República, estuvo
pendiente de las necesidades, preocupaciones y temores de los indígenas y otros que
trabajaron bajo su mando.237 Luego, por Antigua Guayana, estaba puesto un civil,
Ignacio Lanz. Muy trabajador, pero siempre quejoso en sus oficios238, manejaba otro
almacén que surtía a la Baja Guayana, y trataba de mantener en pie los conucos del
Estado hechos en la ribera del Orinoco, aunque comentaba que ya estaban bastante
abandonados y no producían porque los marineros de las flecheras al pasar los
destruían.239 Resolver el rancho diario era un problema común a todos en Guayana.

Al comenzar el año, las preocupaciones de Landa, el Administrador del


Almacén General, fueron bastantes. Para cumplir su trabajo, dependía de la fuerza de
los indígenas y de los animales, especialmente las mulas, y los dos estaban agotados y

237
AGNV. RevGuay, t. II, f. 200. “De Uzcátegui al General, Gobernador de la Provincia”, Upata, 09
diciembre, 1817.
238
AGNV, RevGuay, t. III, f. 19. “De Lanz al Intendente, Antigua Guayana”, 31 noviembre 1817. En
esta carta Lanz se queja de que le calumnien diciendo que se mete en contrabando y pide que le manden
otra persona para asumir su cargo. AGNV, RevGuay, t. III, f. 14. “Lanz al Intendente”, Antigua Guayana,
24 enero 1818. En esta Lanz vuelve a quejarse lo excesivo del trabajo que tiene que ejecutar diariamente.
AGNV, RevGuay, t. III, f. 28. “Peñalver a Lanz”, Guayana, 09 febrero 1818. Peñalver lo anima a
“…cumplir con su deber como lo ha hecho sin preocuparse el lo q digan los q hablan contra los hombres
de honor.” AGNV, RevGuay, t. III, f. 37. “Lanz al Intendente”, Antigua Guayana, 25 febrero 1818. Lanz
le acepta su consejo pero sigue insistiendo que quisiera que lo releven, porque, “…Tengo pocos
conocimientos para este empleo.”
239
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 70. Carta de Lanz al Intendente”, Antigua Guayana, 15 enero 1818.
102

disminuidos en número. Las mulas que quedaban tenían que ser enviadas a El Palmar
para recuperarse.240 En estas circunstancias, recibiría una comunicación del Intendente
que comentaba que había 88 mulas para el acarreo de víveres y “..q le estraña altamente
la mortandad de estas hasta el número de 52 y q tome las medidas necesarias por
salvarlas de las garras del tigre.”241 Landa se ocupaba de hacer seguimiento de las
bestias y encontraba que de las 180 mulas en San Antonio, 85 habían sido entregadas a
unos ingleses y las demás habían quedado al servicio de la Adminstración.242 También
estaba haciendo gestiones para que unos curas tomasen residencia en la zona243 y
preparándose para una visita que el obispo Ramón Ignacio Méndez supuestamente
vendría a hacer.244 Landa y Uzcátegui habían hecho planes para la siembra de tabaco,
un renglón con seguridad de salida a buen precio. Upata era conocida por la calidad de
esta hoja tan codiciada, así que el tabaco pudiese ser la entrada segura que permitiera
que la administración desde Angostura tuviera entradas económicas para continuar la
compra de armas. La siembra era importantísima, así que desde Angostura el
Intendente daba permiso a los de Upata de tener sus trabajos particulares siempre que
245
pagasen el jornal a los indios, y añadía que el Estado compraría su cosecha. Sin
embargo, sembrar y cuidar el tabaco no sería fácil porque Upata también había perdido
mucha gente y el problema de mano de obra era una constante. Ahora sí, hasta los
hombres criollos de Upata estaban trabajando en los campos, porque sólo de la tierra
vendría la comida de este año y los renglones que permitirían la compra de necesidades
no elaboradas en la región.

Era necesario asignar gente para el trabajo agrícola, pero entonces llegaron una
serie de oficios desde Angostura que exigían la fabricación de lanzas.246 Todo hombre
diestro en herrería tenía que estar presto a trabajar en San Félix, Caroní y Morocuri.

240
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 52. “Carta de Landa al Intendente”, Upata, 01 enero 1818.
241
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 34. “Del Intendente al Administrador de la Renta”, Guayana, 07 enero
1818.
242
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 69. “Landa al Intendente”, Upata, 13 enero 1818.
243
AGNV, RevGuay, t. V, f. 38. “Comunicación al Pbro. y Canónigo Provisor Felipe Ávila referente
colocación de Pbro. Tomás Sosa”, Angostura, 02 enero 1818; AGNV, Rev Guay, t. V, f. 36.
“Comunicación al Prbo. y Canónigo Provisor Felipe Ävila referente colocación de Pbro. Granadillo”,
Angostura, 02 enero 1818.
244
AGNV, RevGuay, t. V, f. 40 vto. “Intendente al Comisionado de las misiones”, Guayana, 12 enero 18.
Esto informa que Méndez va a hacerse cargo de una de esas misiones, lo que no llegó a suceder.
245
AGNV, RevGuay, t.VI, f. 109. “Del Intendente al Comisionado General de las Misiones, Guayana, 31
enero 1818.
246
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 6, “Landa al Intendente solicitando 10 a 12 quintales de hierro para
construir frenos y lanzas”, Upata, 10 enero 1818. AGNV, RevGuay, t. V, f. 2 vto. (Intendente al
Comandante Militar del Caroní” Guayana, 04 febrero, 1818.
103

Cada uno debía elaborar10 lanzas diarias, y para esto libraba una orden para facilitar el
hierro necesario. Fueron indígenas quienes trabajarían el hierro, porque fueron ellos
quienes habían aprendido el oficio. La solicitud era para diez mil lanzas. ¿Quién
cortaba la madera para las astas? ¿Quién cargaba las bestias con los quintales de hierro
en bruto mandados desde el desembarcadero y los llevaba hasta los pueblos donde los
herreros formaban la hoja puntiaguda? ¿Quién recogía la leña y las plantas vegetales de
la selva, las paraba, las encendía y las cuidaba hasta sacar el carbón vegetal que
necesitaban los herreros para realizar su trabajo?247 ¿Quién bombeaba los fuelles en las
forjas para que el carbón llegara a la temperatura adecuada para formar la punta? Por
cada herrero tenía que involucrar a unos cuantos jóvenes, viejos, y mujeres para asistir y
lograr que la cadena de operación no se atascara. Mientras esto se hacía, ¿qué pasaba
con la siembra de los conucos del Estado que tenían que sostener a la gente en Caroní,
en las fortalezas y en Angostura? Del indígena no se habla; pero su presencia se capta,
porque sin él no se hubiera hecho nada.

¡Tantas cosas para realizar! Y luego llegaron los oficios de la deserción de


unos 60 indios de la Guardia de Honor de S. E. el Jefe Supremo. 248 Pronto comenzaron
los avisos de diferentes partes: hay vagos por San Joaquín249, por Upata hay un partido
de bandidos250, y hay gente viva pasando ganado por el paso de Caruachi, que está
lleno también de desertores251. Desde sus casas y sus labores todos comenzaban a
fijarse en la llegada de gente, tratando de discernir a distancia si el polvo levantado en el
camino era de un conocido….o de otro.

Llegaban las peticiones de velas, pero había poco sebo252, que indicaba que la
matanza de ganado se estaba haciendo sin preocuparse más allá de la carne.. Había que
hacer una gran matanza por San Miguel, pero ¿quién se encargaba de esto? 253 Se
asignó un cura a Upata, el padre Sosa, pero quería la mejor casa254 y ahora ¡había que

247
En la década de 1970, cerca de Barquisimeto, tuvimos la oportunidad de observar este trabajo hecho
por un viejo campesino. Es un trabajo que se hace durante la sequía; exige el uso de una energía y una
vigilancia constante. Hay que aguantar el calor a no más, y la atención seguida alrededor de los
montículos y palos no permite el sueño, mientras el humo impregna el ambiente, la ropa y la piel.
248
AGNV, RevGuay, t. V, f. 39 vto. “Aviso a Uzcátegui”, Angostura, 05 enero 1818.
249
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 64. “Landa al Intendente”, Upata, 10 enero 1818.
250
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 268. “Mayz al Gobernador de la Provincia”, Upata, 18 enero 1818.
251
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 81. “Justo Morales al General y Gobernador de la Provincia”, San Felipe,
19 enero 1818.
252
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 116. “Lander al Intendente”, Upata, 05 enero 1818.
253
AGNV, RevGuay, t. VI, f.87. “Intendente a Landa”, Guayana, 26 enero 1818.
254
AGNV, RevGuay, t. V, f. 41. “De s/firma al Comandante de Upata2, Guayana, 15 enero, 1818.
104

conseguir vino para la Misa!255 Y ¿qué hacer con el rumor de un envío de fuerzas
desde España que entraría por el Orinoco?256 Mejor era no pensar en esto y más bien
enviar a Juan Bolívar y otros para que llevaran unos puercos y carneros a Angostura
para variar la dieta de la mesa de las autoridades, antes de que un hambriento de este
lado los aprovechara.257

Mientras avanzaba el mes de febrero, llegaban notas disonantes sobre el


ambiente. Se colaban rumores a cuatro vientos de una nueva recluta: por los caños
estaban reclutando los indios en Sacupana, Piacoa e Isla de Tórtola 258; se exigía la
revisión de papeles porque quien no tuviera pasaporte tenía que ser desertor. 259 Al
comisionado de Santa Catalina lo habían mandado a recoger todos los indios de su
jurisdicción que se hallaban en los caños.260 El miedo se apoderaba de los indios y
comenzaban a fugarse. También habían mandado a unir los indios de San Félix para
pasarles revista261 y el terror parecía llegar a un extremo tan notable que el 18 de
febrero, una comunicación oficial llegaba avisando la suspensión de la recluta de indios
hasta nueva orden.262 En dos semanas el miedo se había apoderado de la región y todos
los temores medio aquietados después de la recluta de octubre volvieron a nacer.
Parece que las autoridades, frente a esta realidad, se dieron cuenta que necesitaban más
la mano de obra que unos soldados renuentes y optaron para retener a los indígenas en
el trabajo.

La inseguridad seguía, pero el problema era más profundo. ¿En quién se podía
confiar para levantar la República? Morales avisaba del robo de caballos en San
Felipe.263 Uzcátegui tenía que fijarse en quienes estaban cuidando el ganado, haciendo
un giro por todos los pueblos y Landa tenía que asumir sus responsabilidades.264 Landa,
encargado de los alrededores de Upata, tenía 228 cueros al pelo por despachar y no los
enviaba por falta de gente de confianza.265 Y ahora había que buscar a quién pudiera

255
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 79. “Landa al Intendente,” Altagracia, 15 enero 1818.
256
AGNV, RevGuay, t. V, f. 18 “Comunicación s/f al Comandante de Upata”, Guayana, 05 enero 1818.
257
AGNV. RevGuay, t. VI, f. 96. “Landa al Intendente”, Altagracia, 23 enero 1818.
258
AGNV, RevGuay, t. V, f. 3. “S/f al Comandante de Sacupana”, Guayana, 08 febrero 1818.
259
AGNV, RevGuay, t. V, f. 49 vto. “S/f al teniente de la Paragua”, Guayana, 09 febrero 1818.
260
AGNV, RevGuay, t. V, f. 4. “S/f al Gobernador de las Fortalezas”, Guayana, 10 febrero 1818.
261
AGNV, RevGuay, t. V, f. 5. “S/f al Comandante del Caroní”, Guayana, 11 febrero 1818.
262
AGNV. RevGuay, t. V, f. 42. “Del Comandante General a Comandante de Upata”, Guayana, 18
febrero 1818.
263
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 275. “Morales al Gobernador y Comandante General”, San Felipe, 02
febrero 1818.
264
AGNV. RevGuay, t. VI, f. 122. “Intendente a Landa”, Guayana,09 febrero 1818.
265
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 123. “Landa al Intendente”, 10 febrero de 1818.
105

encargarse de una salazón de tres mil (3.000) reses en San Miguel.266 Parece que no se
podía fiar en la gente de allí. Las penurias no engendraban lealtades.

Los herreros seguían trabajando en San Félix, Caroní y Morocuri; a San


Joaquín llegaban periódicamente envíos de quintales de hierro viejo, de hachas y
machetes.267 ¿Las herramientas eran para preparar las tierras o más bien por los cortes
de leña y monte necesario para hacer el carbón?

Hubo intentos de mantener un control aceptable a la población. El Jefe


Supremo ordenó que los pueblos indios debieran tener cada uno su gobernador y un
alcalde.268 Anunciaban que los ejércitos tenían que quedar en casas designadas, “pues
no están autorizados por las leyes estar en los pueblos.”269 Como gratificación,
entregaban a los comisionados de los pueblos y los mayordomos una entrega especial de
maíz y papelón.270 La situación se calmó un poco.

A los vecinos de Upata los pusieron a trabajar porque la guarnición de las


fortalezas necesitaba 250 calzones y 250 chaquetas. Además, tenían que remitir allá
cuatrocientas (400) cananas, y cuatrocientos (400) gorros de suela para la tropa.271
¿Era trabajo pagado o esfuerzo donado? Landa, el 1º de marzo, avisaba que estaba
racionando las mujeres y sastres que trabajaban en esto; y el intendente anotaba en el
margen del oficio: “Esta muy bien, … Pero esta justificación debe cesar en el momento
que se concluye el trabajo.”272 La vida en Upata ahora era de gran estrechez.

Quedaba pendiente la información sobre las haciendas secuestradas, porque


había la posibilidad de arrendamiento.273 Sería Landa quien enviara la información, y
luego sería él quien tendría que ir a San Miguel para atender la salazón de las tres mil
(3000) reses.274 ¿Cuánta gente militar, civil e indígena había que supervisar en esta
labor? Para terminar el mes, llegaba el aviso que en San Felipe hubo un asalto y

266
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 124. “Landa al Intendente”, 10 febrero de 1818.
267
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 131. “Intendente a Landa”, Guayana, 24 febrero, 1818.
268
AGNV, RevGuay, t. V, f. 4. “Minuta del Jefe Supremo al Gobernador de las Fortalezas”. Guayana,
09 febrero, 1818.
269
AGNV, RevGuay, t. V, f. 5. “Minuta s/f al Comisionado de las Misiones”, Guayana, 10 febrero 1818.
270
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 125. “Uzcátegui al Intendente”, Upata, 11 febrero 1818.
271
AGNV, RevGuay, t. V, f. 8 vto. “Minuta s/f al Comandante de la Villa de Upata, 04 febrero, 1818.
Esto referente los calzones y chaquetas. AGNV, RevGuay, t. V, f. 2 vto. “Minuta s/f al Comisionado de
las misiones”, 04 febrero 1818.
272
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 228. “Landa al Intendente”, Upata, 01 marzo 1818.
273
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 133. “Intendente al Administrador General de las misiones y al
Comisionado General de las misiones”, Guayana, 26 febrero 1818.
274
AGNV, Rev Guay, t. VI, f. 134. “Intendente al Administrador General”, Guayana, 26 febrero 1818.
106

asesinato275. Había pasado un año desde la invasión y ahora la violencia vagaba por los
montes.

En cuanto que la temporada de matanza y la de la tala y la quema avanzaba,


hubo un bajo en el número de oficios. Se nombró un ciudadano, Iribarran, para asumir
el control en San Miguel.276 Landa, devuelta a Altagracia, cumplía con sus informes
atrasados sobre las haciendas secuestradas277 y, aunque tuviera voluntad de republicano,
se negaba a asumir más responsabilidades con las haciendas como le exigían,
explicando con sencillez, “…no sé de agricultura.”278 El padre Sosa, apenas
acostumbrándose a Upata, estaba reasignado como cura párroco de las Fortalezas, San
Miguel y Puga.279 Seguían llegando quintales de hierro viejo para el trabajo de los
herreros280, y la bulla de los yunques rompía la quietud alrededor de las forjas
catalanas.281

El problema de la confianza en otros llegó a ser ventilado por las acusaciones


de Uzcátegui contra uno de los comisionados, José María Cifuentes, “…hombre
indisciplinado y aprovechador.”282 Y mientras las suspicacias engendradas por las
acciones de éste se filtraban por la comarca, moría un hombre cabal en la Antigua
Guayana. Ignacio Lanz sucumbía a la tuberculosis que lo tenía acabado. Escribía su
renuncia manifestando que “..está en la actualidad sumamente postrado y para prevenir
los malos efectos q’ puede producir su frecuente roce con otras personas.”.283 Después
de criticarle por la forma quejosa de expresarse en sus oficios (Ver página 101), ahora
discernimos en él un republicano fiel hasta que la muerte lo llamaba.

Los días abochornados de la alta sequía pasaron apenas con el recuerdo de los
días sacros de Semana Santa, porque casi no hubo cómo celebrar la Resurrección. El
calor y las tierras quebradas por falta de humedad marcaron la temporada. Columnas de
humo filtraron hacia el cielo indicando las quemas preparativas a las lluvias venideras.

275
AGNV, RevGuay, t.VI, f. 276. “Morales al Gobernador y Comandante General de la Provincia”, San
Felipe, 27 febrero 1818.
276
AGNV, RevGuay, t. VIII, f. 153. “Intendente al Comisionado General de las misiones”, Guayana, 04
marzo 1818.
277
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 141. “Landa al Intendente”, Altagracia, 16 marzo 1818.
278
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 140. “Landa al Intendente”, Altagracia, 10 marzo 1818.
279
AGNV, RevGuay, t. V, f. 52 vto. “Comunicación s/firma al Padre Sosa”, Guayana, 17 marzo 1818.
280
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 103. “Comunicación s/firma para el Administrador General”, Guayana, 29
marzo 1818.
281
SANOJA y VARGAS, 2005, pp. 249-295. Aquí está extensivamente explicado el trabajo con las
forjas catalana bajo el sub-título “La industria metalúrgica”.
282
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 152. “Uzcátegui al Gobernador de la Provincia”, Upata, 19 marzo, 1818.
283
AGNV, RevGuay, t.V, f. 281. “Lanz al Intendente”, Antigua Guayana, 24 marzo 1818.
107

La cosecha anual de morrocoyes que la gente recogía cuando los quelonios huyeron del
monte incendiado, terminó en las hogueras de la mayoría de las familias, dando su gusto
especial a las comidas. El trabajo seguía, pero con un ritmo más lento por el problema
de pastos y agua; los ríos en bajada, los arroyos secos, el pasto, enjuto o quemado no
brindaban para grandes movimientos de reses.

El ambiente estaba altamente enrarecido. Un creciente número de desertores


volvieron, pero a escondidas por las noches o en momentos cuando no había posibilidad
de tanta vigilancia. Los hombres de las casas volvieron, pero sin poder asumir su rol de
padre, tío o hermano porque eran fugitivos, prófugos y sujetos a la nueva justicia
militar. Construyeron refugios inestables por el monte y sus familiares vigilaron
quienes se movían por los pueblos por si acaso había que avisar a los escapados del
peligro de captura. La inseguridad y violencia aumentó y Uzcátegui tenía que pedir al
gobernador en Angostura mandar fuerzas para poner orden a los indios del Yuruary que
atacaban a La Pastora.284 Para frenar esta situación se formó una Compañía Veterana de
Caballería en Upata al mando de un hombre enérgico, mayor Zenón García de Sena285.
En aras de asegurar el almacén principal, decidieron su traslado de Altagracia a Upata,
donde estando menos aislado, estaría más protegido.286

El miedo y la preocupación de ambos lados—indígenas y republicanos—


persistían. Los indígenas de San Miguel, Puga y las fortalezas se fugaron por miedo y
los arawacos, grupo normalmente tranquilo, terminaron por el Esequibo.287

Con tantos peligros acechando, todavía había que cumplir con lo exigido desde
Angostura; ahora Uzcátegui y Landa recibían una orden más para preocuparse: surtir
ron a Angostura; los ingleses que recién comenzaban a llegar, lo necesitaban porque el
agua les enfermaba.288 Luego, surgió la necesidad de buscar tandas de peones para
mejorar la fuerte bajada del camino que llevaba desde San Antonio hasta Caruachi, que
era el preferido para llevar el ganado desde las sabanas hasta el paso para luego llegar a
San Felipe, o para llevarlos hasta San Miguel de Unata para la matanza. Otra vez todo

284
AGNV, RevGuay, t. VIII, f. 172-173. “Uzcátegui al Gobernador de la Provincia”, Pastora, 12 abril
1818.
285
AGNV, RevGuay, t. VIII, f. 174. “Landa al Intendente”, Altagracia, 15 abril 1818.
286
AGNV, RevGuay, t. VIII, f. 175. “Landa al Intendente”, Altagracia, 16 abril 1818.
287
AGNV, RevGuay, t. V, f. 39 vto. “Comunicación s/firma al Provisor del Obispado”, Guayana, 22 abril
1818. AGNV, RevGuay, v. VI, f. 288. “General Tomás Montilla al Gobernador del Obispado”, Antigua
Guayana, 21 abril 1818.
288
AGNV, RevGuay. T. VIII, f. 176. “S/firma al Administrador y al Comisionado de las misiones”,
Guayana, 20 abril, 1818.
108

indígena tendría que movilizarse porque Uzcátegui, escribiendo desde San Antonio
comentó que para evitar que el ganado se “…enmontanarse…” tenía que mandar a
ampliar y reformar las cercas de cada lado del camino y para esto “…será de desearse
que los dichos pueblos de Caruachi y Morocure hicieron igual operación hasta
encontrarse con los trabajadores que salen de este Pueblo…”.289

Siempre pendiente de los gastos del Estado, Uzcátegui aprovechaba para


informar que en San Antonio tenía unos “…treinta y dos cargas de Quina qe parecen de
no mala calidad y lo avise por si tuvieres a bien negociarlas en beneficio del Estado.”290
Pronto volvería a Upata para despachar las órdenes para cumplir con una nueva
solicitud de diez mil (10.000) lanzas más que debían construir con todo el hierro que
encontraran.291 De estas órdenes para hierro venía la destrucción de gran parte de las
estructuras de las misiones. Para cumplir con la necesidad militar hasta fueron
arrancadas las puertas para quitarles las bisagras y los clavos.

Mayo, el mes de la Virgen. El mes que vio la matanza de los frailes presos en
Caruachi hace, ¡sólo un año! ¿Es posible que en un año se deshicieran de los vestigios
de tanta labor y se estremeciera totalmente la vida ordenada de antaño?

El río comenzaba a subir, los araguaneyes florecían, y las lluvias se acercaban.


El Coronel Vicente Sucre desde la Antigua Guayana informaba que la causa de la huida
de los indígenas había sido los atropellos contra ellos292. Dijo que había que evitar los
atropellos, porque si no, no habría a quien encargar de las labranzas y de la pesca. El
indígena era una necesidad.

Todo era trabajo, pero hubo una noticia que llegaba y aliviaba, porque
desmintió la amenaza de un envío de fuerzas españolas por el Orinoco.293 Desde la sede
del gobierno comenzaban los avisos sobre el contrabando que ya estaba iniciándose
nuevamente. Barrancas fue un sitio, y fue habilitado por el General Bermúdez para
evitar tanto paso ilegal de mulas y ganado294; ¿Y qué pasaba de este bando del río?

289
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 177. “Uzcátegui al Intendente”, San Antonio, 24 abril 1818. Hay una
excelente descripción de este trecho en PRINCEP, 1975, pp. 8 y 9.
290
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 177. “Uzcátegui al Intendente”, San Antonio, 24 abril 1818.
291
AGNV, RevGuay, t. VIII, f. 188. “S/firma a Comisionado General de las misiones”, Angostura, 29
abril 1818.
292
AGNV, RevGuay, t. VI, f. 302. “Coronel Vicente Sucre al Gobernador de la Provincia”, Antigua
Guayana, 10 mayo 1818.
293
AGNV, RevGuay, t. V, f 34 vto. “Comunicación s/f al General Bermúdez”, s/sitio, 13 mayo 1818.
294
AGNV, RevGuay, t. V, f. 62 vto. “S/firma al Jefe Supremo”, Guayana, 26 mayo 1818.
109

Hubo desertores por Upata; García de Sena quería recuperarlos para el ejército
y poner orden.295 De 2.765 reses traídas para el uso de los pueblos y el ejército en
Caroní, ya dos mil habían sido consumidas.296 El problema de las lanzas continuaba
porque seguían las peticiones para más carbón.297 Y entonces, filtra la noticia: el Jefe
Supremo suprimió la Intendencia y su trabajo sería realizado por los encargados de
Hacienda.298

Junio entró con las primeras lluvias mojando las tierras secas. En cada misión
seguían los trabajos, pero la llegada hasta San Joaquín se puso más difícil y el guarda
almacén avisaba que remitía cien (100) sillas con sus sudaderos, pero no había víveres
en el almacén.299 Los continuos problemas con desertores hicieron que llegara una
comunicación mandando formar un batallón en cada pueblo.300 Las lanzas seguían
saliendo y las mandaban por partes a Guayana,301 pero siempre solicitaban más.302
Entonces, la violencia llegó muy cerca y Landa tuvo que avisar al Gobernador que
Altagracia había sido atacada por desertores armados de fusiles y lanzas. El iba
saliendo con gente de Upata en persecución y pedía el envío de fusiles y municiones
para mantener la gente de Upata armada.303 Pero una media solución del problema de
los facinerosos ya estaba por realizarse.

De nuevo la recluta (junio – octubre)

En junio, con los llanos rebosados de agua, Bolívar aprovechó para volver a
Angostura y desde allí cumplir con diferentes trabajos de organización que faltaban
hacer. Dentro de éstos fue aumentar el número de plazas en el ejército para fortalecer el
ejército al entrar de nuevo en acción después de la temporada de lluvias. Por esto, el 9
de junio de 1818, El Libertador decretó que el general Anzoátegui levantaría en la

295
AGNV, RevGuay, t. V, f. 64. “Comunicación s/firma al Comandante del 1° Batallón de Orinoco”,
Guayana, 26 mayo 1818.
296
AGVN, RevGuay, t. IV, s/no. folio. “Uzcategui al Gobernador de la Provincia”, Upata, 1 mayo 1818.
297
AGNV, RevGuay, t. V, f. 61. “Comunicación s/firma al Comandante de San Joaquín”, Guayana , 14
mayo 1818.
298
AGNV, RevGuay, t. III, f.86. “Peñalver al Gobernador de la Provincia”, Angostura, 8 de mayo de
1818.
299
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 28. “Guarda almacén de San Joaquín a General Tomás Montilla”, San
Joaquín, 1 junio 1818.
300
AGNV, RevGuay, t. V, f. 67. “Comunicación s/firma al Comandante General de la misiones”,
Guayana, 2 junio 1818.
301
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 24. “Landa al Gobernador y Comandante General de la Provincia”, Upata,
04 junio 1818. Landa avisa que envía 31 cananas y 700 lanzas.
302
AGNV, RevGuay, t. V, f. 120 vto. “Comunicación s/f al Comandante de Upata”, Guayana, 10 junio
1818. Avisa la remisión de una gran cantidad de hierro y pide que se fabrica 10.000 lanzas más.
303
AGNV, RevGuay, t. V, f. 154. “Landa al Gobernador de la Provincia”, Upata, 13 junio 1818.
110

provincia de Guayana, “…la Guardia de Honor, completándola hasta el número de 500


hombres y que la misma fuerza se organice el nuevo batallón de Angostura,….” 304 En
el decreto determinó que los enfermos salidos del hospital y todos las reclutas
levantadas por el lado de las misiones fuesen de la Guardia, mientras las reclutas
reunidas al occidente del Caroní hasta Caicara fuesen de Angostura. El trabajo sería la
responsabilidad del Gobernador de la Provincia y del general Anzoátegui, y éste debía
trasladarse a las misiones para cumplir su parte.

Esta presencia militar reforzada en el territorio de las misiones iba a sujetar de


nuevo a sus poblaciones a vivir con temor, porque los militares venían para llevar sus
hijos adolescentes y agarrar a familiares desertores vueltos a su terruño. A la vez, daría
un pequeño paréntesis de tranquilidad a la comarca, porque el ejército acometería con
resolución contra los grupos salteadores y delincuentes que habían brotado en todas
partes producto de su situación de ilegalidad.

Recluta, desertores y salteadores

El general Anzoátegui con su comitiva que incluía una “…compañía de


Dragones, tanto para completar el batallón, como para mantener la tranquilidad en aquel
Departamento...”305 se embarcaron el 18 de junio para ir a las misiones. Llegaron a San
Miguel donde recibieron los caballos enviados desde el interior para su uso y luego
centraron sus operaciones en Upata donde la Guardia de Honor debía completar su
cuadro con la gente reclutada allí y en los demás pueblos.306

Hay poca información de esta época en cuanto a la movilización de las fuerzas


en busca de reclutas y desertores por todo el territorio de las misiones desde el final de
junio hasta la salida de los nuevos componentes del ejército en octubre. El Diario de
Operaciones del Ejército de julio comenta el día 25 que Anzoátegui envió el estado de
la fuerza y proponía la organización de dos batallones de infantería y un cuerpo de
Zapadores; su idea fue aprobada. Dice además que el vestuario no sería distribuido

304
“Diario de operaciones del ejército”, Angostura, 09 junio 1818; en: O’LEARY, 1981, volumen 16,
doc. 482, p. 60.
305
“Diario de operaciones del ejército”, Angostura, 18 junio 1818; en: O’LEARY, 1981, volumen 16,
doc. 482, p. 61.
306
“Diario de operaciones del ejército”. Angostura, 17 junio 1818; en: O’LEARY, 1981, volumen 16,
doc. 482, p. 61.
111

hasta que entrara en campaña, pero les mandan “…mil fusiles, diez mil cartuchos sin
bala, y diez mil con ellas para la instrucción de los reclutas.”307

Parece que ya por aquel tiempo, Anzoátegui había dejado la responsabilidad de


la formación de las nuevas unidades a sus oficiales, porque en el Diario de Operaciones
del Ejército de agosto, 1818, Bolívar lo mandaba de nuevo a las Misiones para ponerse
a la cabeza de la Guardia de Honor; llevaría el cuerpo de Rifles y las compañías de
Cazadores de Honor, con el Teniente Coronel Pigott encargado y que debía ser un grupo
de unas 300 plazas bien escogidos.308 Pigott fue un oficial inglés con gran experiencia
en las guerras napoleónicas.

Algo más de información sale de un Diario de las Operaciones de la Brigada de


la Guardia de Honor de S. E. el Jefe Superior que cubre desde el 16 de septiembre en
San Miguel hasta la llegada a San Fernando a finales de noviembre. Lo que se capta en
la estadía en San Miguel309 es que ya el entrenamiento era bastante avanzado, pero
definitivamente no terminado porque cada día encontramos la anotación: “Se continuó
la instrucción.” Queda demostrado que mientras el grueso del grupo se ocupaba de la
instrucción, hubo un movimiento continuo de partidas que salía en búsqueda de
desertores o a perseguir ladrones y asaltadores. Esta actividad casi parecía una
diversión, porque aunque a veces la gente estaba mandada en comisión, otras veces los
oficiales aparentemente salían por su propio gusto para buscar desertores.310 También
siguieron llegando reclutas. En varias ocasiones los desertores que vivían como
salteadores fueron pasados por las armas. Y se continuó la instrucción.

Con acciones escuetamente comentadas en los anales patrios, recurriremos a un


observador inglés para conocer, aunque sea superficialmente, la vida del indígena en su
entrenamiento y cómo fue llevado al campo de batalla.

Uno de los pocos testimonios de la vida de estos reclutas viene de las


observaciones de un oficial menor inglés que estaba allí en ese tiempo. Alexander

307
“Diario de operaciones del ejército”, Angostura, 25 julio 1818, en: O’LEARY, 1981, volumen 16, doc.
498, p. 77.
308
“Diario de operaciones del ejército”, Angostura, 13 agosto 1818, en: O’LEARY, 1981, volumen 16,
doc. 507, pp. 90-91.
309
Las anotaciones en eate Diario comienzan el 16 de septiembre y todos salen de San Miguel para
Angostura el 15 de octubre.
310
“Diario de operaciones del ejército, Angostura, 20, 23 y 30 de septiembre y 2 y 6 de octubre de 1818,
en O’LEARY, 1981, volumen 16, doc. 529ª, pp. 161-162. Hubo comisiones enviados los días 20, 23, y 30
de septiembre y los días 2 y 6 de octubre. Los cuatro oficiales que salieron a recoger desertores, es del 5
de octubre. Estos últimos regresaron el 6 con 8 desertores.
112

Alexander llegó a Angostura a final de mayo y fue nombrado teniente en la infantería


como parte del “…regimiento llamado Guardia de Honor, [que] eran en su mayoría
negros, con oficiales criollos…”.311 Al principio sabía poco castellano y se quedaba en
Angostura; fue el 31 de julio cuando entró en servicio asignado a Upata. Llegó a San
Miguel por el río y después, en Upata, se enfermó gravemente, probablemente con
algún tipo de malaria, y sólo comenzó a funcionar en los últimos días antes de salir
hacia San Miguel y Angostura.

Alexander formó parte del Cuerpo de Granaderos y le dio mucho de pensar en


Upata con la manera en…

“…cómo habrían logrado los criollos forzar a tantos indios a dejar sus casas
y familias en tan corto tiempo. Los obligaban a llevar armas, y vivir bajo la ley
militar; y se les azotaba y se les fusilaba si desertaban, en el mismo continente donde
eran temidos y halagados, como en Demerara y Berbice. Grandes número de estas
pobres criaturas no sabían una sola palabra de castellano.312

Su tiempo en Upata le había dado la ocasión de conocer gente del pueblo que
el describía como “…amable y bien educados…” pero que “…se quejaban mucho de su
pobreza…” y “…lamentaban el cambio que había tenido lugar.”313 Por esto se presume
que las penurias de un año bajo este ambiente de guerra habían afectado a toda la
población de las misiones, tanto criollos como indígenas.

En octubre, cuando su unidad tuvo que marchar a San Miguel, supuestamente


para recibir uniformes—la mayoría andaban literalmente desnudos—Alexander sabía
que era realmente para embarcarse para combatir en Apure, y que los oficiales no
querían que los indígenas supiesen, porque hubiese aumentado la deserción.314 Lo iban
a dejar en Upata debido a su estado de salud, pero salió más tarde detrás de la tropa y
logró llegar a San Miguel el día del embarque; compartió el lento viaje de cinco días
para subir a Angostura con todas sus incomodidades.315

311
ALEXANDER, 1978, p. 19.
312
ALEXANDER, 1978, p. 30.
313
ALEXANDER, 1978, pp. 28-29.
314
ALEXANDER, 1978, p. 30.
315
Las calmas del mes de octubre, cuando los vientos todavía no se han levantado de nuevo y la humedad
está en su apogeo, extendieron el viaje por el Orinoco de San Miguel a Angostura de su norma de 2 a 3
días, a 5. En pleno sol, tiene que haber sido un viaje exasperante, y maloliente.
113

En sus comentarios sobre el viaje tan lento en cuatro barcos repletos con
oficiales, soldados e indias, lo que más le llamó la atención fue la presencia de mujeres
indígenas que acompañaban a sus hombres. Comentó:

…lo que me dejó atónito fue que no hubiera un solo niño con ellas;
ciertamente nunca vi que ninguna de estas mujeres tuvieran niños cuando seguían la
tropa. Supongo que los dejarían en casa, ya que nunca oí que mataran a sus hijos,
aunque las mujeres asiáticas no tienen el menor escrúpulo en matar a sus hijas. He
visto a las indias americanas con sus hijos, de ambos sexos, y me pareció que les
tenían mucho cariño y los trataban bien.316
La llegada a Angostura fue a las 10 de la noche y se desembarcaron el día
siguiente para recibir ropa y morrales y luego fueron puesto bajo guardas “… en sus
barracas, como si se tratara de convictos.”317 Por la tarde pasaron en revista ante El
Libertador y el General Soublette y fueron subidos de nuevo a bordo de los barcos para
salir hacia el Apure. Sin embargo, antes de la salida unos indígenas fueron rechazados
como no aptos y Alexander quedó pensativo del trato que recibieron:

Estas pobres criaturas fueron primero privadas de todo lo que habían


obtenido de la República, hasta la camisa, y se les permitió regresar a la selva. Vi
que esto dio gran satisfacción a los negros, quienes los desnudaban oficiosamente,
cargándolos de insultos.318
Ser indio concedía a otros el derecho de desprecio a su persona, de ser tratado
como objeto de burla; poco merecedor de tolerancia y sujeto al desprecio público.

La repercusión de esta segunda recluta en las misiones es difícil determinar por


la falta de documentos que hacen referencia a ella. Pero sí captamos el hecho que hubo
un ambiente enojoso en la región que afectaba a todos los moradores: criollos,
republicanos e indígenas.

Por parte de los criollos, hubo resentimiento porque de una vida sosegada y con
entradas económicas mayores, pasaron a la penuria por la falta de mano de obra, por el
secuestro de las haciendas de gente realista, por el gobierno militar impuesto, y por la
recluta.319. Estaban lejos de lograr el control deseado de tierras, ganado y mano de obra
indígena.

Por parte de los republicanos, hubo molestia y frustración por la falta de gente
confiable ganada para el cambio e ideológicamente clara. Tenían una guerra que ganar

316
ALEXANDER, 1978, p. 33.
317
ALEXANDER, 1978, p. 34.
318
ALEXANDER, 1978, p. 34.
319
Por donde pasa el ejército salen decretos que exigen que todo hombre de 14 y 45 años de edad se
presenta para incorporarse. Si no lo hacían, se consideraban enemigos del Estado.
114

y no podían contar ni con la población criolla que muchas veces reflejaba en sus
miembros más interés en su bienestar económico propio que en el de la República.
Además, por ser criados con la mentalidad de casta, y así cegados por prejuicios
centenarios, no veían en los indígenas más que una masa de ser utilizada, a pesar de las
palabras escritas en ciertos oficios que ordenaban un trato con cierta benevolencia.

Por parte de los indígenas tenía que haber sido más frustrante todavía. De una
vida de trabajo en que eran sujetos a un reglamento fuerte, pero llevado con
condescendencia y un cierto nivel de justicia, pasaron a una de servidumbre total bajo
una mirada mayormente despreciativa. Los que habían quedado en las misiones, ya no
tenían la seguridad de su sustento, ni a quién recurrir con confianza para resolver sus
problemas. Vivían con el temor de la recluta, y ahora de la muerte de sus familiares,
porque el ambiente se había tornado violento y un indígena, aunque había escapado del
ejército de una causa que no entendía, no podía retornar a su familia sin arriesgarse en
caer preso de nuevo. Volver al monte, después de generaciones en las misiones y ya
con nuevos conocimientos ocupacionales, probablemente no fue una opción para
muchos. Apartarse no era posible. No tenían tierras, y hasta muchos de los animales
que tenían se los habían quitado. Con esposos, hijos, tíos y nietos llevados en la
primera recluta, las mujeres no podían irse al monte, sino permanecer con la esperanza
que estos volverían. Al volver algunos, automáticamente fueron desertores y sujetos a
ser cazados, castigados y hasta matados, y sus familias escarmentados por haberles
llevado comida y haberles escondido de las autoridades.

Entonces, una vez más la recluta, pero en un ambiente peor, porque no se veía
una salida. Las familias indígenas, que venían trabajando forzosamente, fueron a la vez,
testigos diariamente del desmoronamiento de todo aspecto de su vida anterior y de la
destrucción de su economía en que ellos tenían que tomar parte por ser los que arriaron
el ganado a los mataderos, llevaron los productos a los almacenes, y deshacían hasta los
edificios en busca de hierro para la hechura de armas. Entre el temor, la desazón, la
desesperación, la humillación y la ira, estaba caldeando una reacción que todavía las
autoridades no se lograban palpar.

Aunque hay pocas comunicaciones durante esta época de lluvia, las pocas que
aparecen reflejan un empeoramiento de las condiciones de producción y de inseguridad.
Recoger el ganado llegaba a ser difícil porque se iban agotando el número y era más
115

difícil reunirlo en los potreros,320 además los ríos crecidos cortaban la comunicación.321
Los pueblos empobrecidos pedían permisos para hacer sus propias soluciones. El
comisionado de San Antonio declaraba a su pueblo arruinado y pedía permiso para
hacer una labranza y también poner 20 vacas, lo cual sería aprobado por las
autoridades.322 A la vez, en las tierras lejanas, la seguridad impuesta por las fuerzas de
Anzoátegui no llegaban y desde Puedpa el encargado enviaba la noticia que el
comandante Orta le envió un caballo y una carta con un natural de Aima quien fue
asaltado en las serranías de La Yeguera por cuatro caribes que lo azotaron e hirieron.323

La situación no iba a mejorar, porque ya, en octubre, Justo Morales, el


comandante de San Felipe, recibía una comunicación avisándole que de la guardia de
honor, tan recién aumentado con los reclutas, habían desertado 60 indios que él debía
perseguir hasta apresarlos y devolverlos a la capital.324 La exigencia de la recluta
seguía, pero ahora iba a hacer más difícil cumplirla, porque una extraña fiebre se había
apoderado de la región en las últimas semanas del mes. A Uzcátegui, a quien le habían
pedido reunir 200 hombres, le parecía difícil y contestaba ofreciendo una primera
noticia de lo que estaba ocurriendo en Caroní. Decía que los pueblos estaban casi
destruidos por la fiebre que era tan fuerte que de unos 400 habitantes sólo quedaban
cuarenta. Veía difícil reunir gente para formar el batallón Upata, aunque haría lo
posible, pero ponía como ejemplo que al 1° escuadrón de Carabineros, debido a la
fiebre, su componente de 200 plazas en 10 días se había reducido a 35.325 Caroní estaba
llena de pestilencia y no contaba con fuerzas.

La vida del soldado bisoño en Apure

En ninguna época ni en ningún ejército tiene un recluta nuevo una vida


sabrosa. El ejército es estricto, es para combatir, y exige el seguimiento ciego de
órdenes. Si estas condiciones existen hoy en día, al principio del siglo XIX fue peor.

320
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 185. “Uzcátegui al General y Gobernador de la Provincia”, Altagracia, 22
julio 1818.
321
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 196. “Uzcátegui al Gobernador y Comandante de la Provincia”, Upata, 13
agosto 1818.
322
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 197. “Agustín Díaz Astudillo, comandante de San Antonio, al General
Gobernador de la Provincia”, San Antonio, 18 agosto, 1818. Pide la labranza. AGNV, RevGuay, t. V, f.
119. “Comunicación s/firma al Comandante de San Antonio. Guayana, s/fecha. Se da el permiso.
323
AGNV, RevGuay, T. IV, f. 191. “Policarpo Díez Velazco al Gobernador y Comandante General de la
Provincia, Puedpa, 07 agosto 1818.
324
AGNV, RevGuay, t. V, f. 133. “Comunicación s/firma al comandante de San Felipe”, Guayana, 24
octubre 1818.
325
AGNV, RevGuay, t. IV, f. 229. “Uzcátegui al Gobernador y Comandante General de la Provinica”,
Upata, 31 octubre 1818.
116

Una vez más, nuestro oficial inglés va a ser el observador de situaciones—unas por
vivencia y otras como espectador callado. Hay que recordar que el trato de soldado raso
en los ejércitos europeos también era muy parecido—pero ¿qué indígena sabía de
Europa?

Alexander Alexander va a continuar como nuestro testigo. Debido a su estado


enfermizo, no salió con el ejército en octubre, sino un mes más tarde, el 20 de
noviembre de 1818.326 Aunque su viaje fue hecho en condiciones bastante decentes
para la época, tuvo su contacto con diferentes elementos de la naturaleza que hacían la
vida en los llanos difícil: por el agua hubo caimanes y caribes, cuando bajaba a tierra
hubo tábanos, mosquitos, y garrapatas. Por ser un período de guerra, las riberas del río
estaban infestadas de desertores de los dos ejércitos acechando a los barcos y sus
pasajeros desde los bosques, donde también había tigres que se acercaron en la noche.

Llegaron justo antes de Navidad a El Cojeral; allí estaba Páez con sus hombres.
De allí siguió hasta reunirse con la división de Anzoátegui, donde estaba la fuerza de
Rifles. En los días y las semanas siguientes entrarían en batalla y pasaría todas las
privaciones de sus compañeros, a veces hasta peor por no estar acostumbrado al clima.
Escaseaba la comida, y en unos momentos duraron días en constante movimiento—
soldados, oficiales, civiles, mujeres y niños—huyendo desordenadamente hacia quién
sabía qué punto para escapar de tropas españoles bien armados. El trato, tanto a los
indígenas como a los ingleses fue de poca preocupación y respeto; en muchas ocasiones
la sobrevivencia se debía más a la suerte o el aguante de los soldados que a la
solidaridad que parecía ausente en el recuento de las peripecias del momento.

Con tanto soldado nuevo, por las condiciones del terreno y por fallas en
comunicación típicas de la época, la vivencia del ejército fue difícil y cada día los
problemas empeoraban provocando el rechazo de los indígenas a la situación en que les
habían metido y las deserciones aumentaban. El resultado de estas circunstancias llevó
a un maltrato extremo dirigido a los desertores. Para permitir que captemos en forma
más completa el ambiente, dejemos la palabra a quien presenció las acciones tomadas
para mantener el orden en las filas:

…pero la más terrible y dolorosa escena tenía lugar justo antes de marchar
por la mañana, cuando los pobres indios, a quienes se había forzado a salir de sus
hogares, y eran retenidos contra su voluntad, eran recapturados durante la noche

326
ALEXANDER, 1978, P. 36.
117

cuando intentaban volver a sus bosques nativos. Apenas si pasaba un día en que no
hubiera tres o cuatro de estos fusilados, sin fórmula de juicio, por desertores; se les
separaba de la guardia que los custodiaba, simplemente, se les llevaba un poco fuera
del camino, a vista de todos, y se les fusilaba con una sola bala para ahorrar
municiones. Un oficial criollo estaba siempre presente, quien con su espada los
decapitaba, y donde caían allí se les dejaba sin sepultar. El General Answartez
[Anzoátegui] estaba comúnmente presente, ya que el General Páez venía en la
retaguardia con la caballería. Estas cruentas ejecuciones eran realizadas con proterva
crueldad, a quemarropa, a veces tan cerca, que los fusiles incendiaban las camisas de
las víctimas, Una vez que los fusilamientos perdieron su efecto—pues nada parecía
detener el espíritu de deserción, si pudiera llamársele—vi a tres robustos indios
jóvenes, bien plantados, de pie para ser fusilados, sin un murmullo o una lágrima, con
el pelotón de fusilamiento detrás de ellos. Cuando las armas eran cargadas y
presentadas, el indio de la derecha era movido un poco a su derecha; se hacía una
indicación secreta al pelotón de fusilamiento para que no lo mataran, y les dispararan
solo a los otros dos, que en un momento caían muertos a los pies del primero. Este se
mantuvo firme como un roble, ni un suspiro ni una queja se escaparon de sus labios,
ni siquiera se estremeció, pues yo tenía los ojos fijos en él. Noble tipo, pensé, se te ha
perdonado, pero su varonil corazón estaba solo reservado para un más severo
sufrimiento. Fue retirado del sitio donde yacían sus compañeros, ahora cadáveres
decapitados, y atado con un trozo de rejo a un triángulo de maderos cortados clavados
en el piso. Se ordenó que el tambor redoblara largamente para ahogar sus gritos,
mientras lo golpeaban con palos en las nalgas por tan largo tiempo que yo me
preguntaba cómo era posible que la naturaleza humana pudiera soportar el
sufrimiento. La práctica de fusilar fue prácticamente abandonada, y se recurría a esta
barbaridad más grande, si es posible, que producía un sufrimiento más duradero. Qué
les pasaba después de la paliza fue algo que nunca supe; pero seguramente por la
pena, y sus anteriores sufrimientos, debieron morir.327

Orgullosos e impávidos, ¡cuánto odio tenía que embargar a los indios que
sobrevivían estos mal tratos cargados de desprecio a su humanidad!

La crueldad en el momento de retirada, llegó a ser más fuerte en los días


cuando estaban ya más seguros acampados en la desembocadura del río. Según un
comentario que hace referente los castigos en el ejército inglés, conocidos por muy
fuertes, lo que había presenciado sobrepasaban por mucho aquellos. Alexander perdió
su respeto y su deseo de servir a “…hombres que podían perpetrar crímenes
semejantes.”328

Esta situación continuaría durante las marchas de 1819, y es Soublette quien se


queja en un momento, y busca cómo resolver el problema, no por preocuparse tanto de

327
ALEXANDER, 1975, p.49.
328
ALEXANDER, 1975, p.
118

la vida de los soldados de la tropa, sino porque representaba una baja tan enorme en el
número de plazas.329

El efecto de estos castigos fue un rechazo visceral de los indígenas a la vida


militar y a las autoridades. Los que se lograron escapar y no ser recapturados volverían
a sus terruños amargados y llenos de odio y rencor hacia los blancos, causando con su
regreso un aumento vertiginoso en la violencia en la región de Caroní que tendría que
ser confrontado por el Estado durante los años 1819 y 1820.

La peste

El conocimiento de las condiciones de las misiones, después de ser tomadas


por los republicanos, lo debemos en gran parte a John Princep, un comerciante
“inglés”,330 que visitaba las misiones con un amigo en los últimos meses de 1818. Este
viajero guardó sus observaciones en un diario titulado en castellano, Diario de un viaje
de Santo Tomé de Angostura en la Guayana Española, a las misiones capuchinas del
Caroní. Gracias a él podemos percibir la condición de las misiones y de sus habitantes
a casi dos años de su toma y cerciorarnos de los rasgos geográficos, demográficos y
culturales de la región.

El diario de Princep, más que cualquier otro documento, revela con mucha
objetividad cómo Caroní fue afectada por los estragos de la guerra de emancipación. En
el momento de su visita, la región estaba padeciendo una hecatombe demográfica por
una pestilencia originada supuestamente por las condiciones insalubres reinantes en San
Miguel de Unata, ubicado en la ribera sur del Orinoco, donde se acostumbraban matar el
ganado y secar la carne al sol para hacer tasajo. La infección desatada había pasado a la
mayoría de los pueblos alrededores; su brote, junto con la posible presencia de otras
enfermedades como la malaria (común en la zona), la gonorrea y la sífilis que
probablemente brotaban con el paso de grupos grandes de hombres en este tiempo de
guerra, agravaron las condiciones de salud, especialmente de los indígenas, y el efecto
fue una gran mortandad en la población. Los pormenores anotados por Princep nos
ayudan a percibir que las secuelas de un gran conflicto no se limitaban a los campos de

329
“Carta de Soublette al Presidente del Estado”, Rincón Hondo, 06 mayo 1819, en: O’LEARY, 1981,
volumen 16, doc.660.
330
PRINCEP, 1975, p. x. Princep, igual que su socio James Hamilton, fue escocés. La versión original
del libro es en inglés.
119

batalla; éstos asumían una vida propia, como el rastro dejado por las aguas de un diluvio
que desbordan a las quebradas y dejan con su paso cambios impredecibles antes de su
acontecer.

En el caso de Caroní, una de las regiones menos tocadas por el clarín de


batalla, el efecto principal del conflicto hasta el momento había sido una baja
demográfica provocada por la recluta de los hombres indígenas, y por el abandono de
pueblos. Sin embargo, los que quedaban eran testigos de una continua merma de todos
los recursos que significaban el bienestar de la región: el ganado bovino, mular y
caballar; los carneros y cochinos, la yuca, arroz y otros granos. Y ahora, con la
aparición y propagación de una pestilencia no prevista, la población se encontraba
carente de medios organizativos para confrontar la situación y desamparado por las
autoridades.

Viajar con Princep y su acompañante es introducirnos en un ambiente


prometedor y espantoso a la vez. Es promisorio por la descripción de lo bello de las
tierras atravesadas con sus arroyos, sus bosques, sus sabanas, sus saltos, y por los
bolsillos de tierras fértiles donde los conucos brindaban un sustento. Pero también es
espantosa por la condición de inanición en que se encontraban muchos habitantes
debilitados por las enfermedades y ya muriéndose de las fiebres. Se nota en ciertos
sitios una extrema pobreza y un estado de salud tan precario y sin atenuantes que no
lograron enfrentar la situación con esfuerzos mancomunados.

Nuestros viajeros observan con interés y curiosidad de comerciantes las


condiciones prevalecientes en la región y con un tinte científico típico de su época y su
origen. Ajenos a las circunstancias que habían perturbado a la región en los últimos
años, se nota en ellos una actitud algo indiferente al sufrimiento encontrado en los
caminos y en los pueblos, quizás debido en parte a su imposibilidad de ofrecer alguna
solución a lo que estaba ocurriendo. Ya las secuelas de la guerra se habían apoderado
de la región y sólo los más fuertes, o los que tenían más suerte, tendrían la posibilidad
de sobrevivir la época.
120

Mapa 03

Mapa del viaje de John Princep y el Dr. K


La base de este mapa es una copia del mapa de Agustín Codazzi en la página 197
del libro de Carl Geldner, Notaciones de un viaje por Venezuela, 1866-1868
121

La visita de dos ingleses

La presencia de John Princep y su socio James Hamilton en Guayana fue


causada por los intereses comerciales de Inglaterra en aprovechar el momento de la
lucha independentista para afianzar un mercado emergente y surtir a los rebeldes con
armas, municiones, uniformes, entre otros renglones. Llegaron a Angostura en 1818
para proveer armas y uniformes al ejército; los dos fueron entusiastas de la causa
independentista. Hamilton331, posteriormente arrendatario de algunas de las mejores
tierras en el suroriente de las misiones, quedaría en Guayana hasta su muerte al
principio de la década de 1840. Por su parte Princep, después de regalarnos sus
observaciones, pronto desaparecerá del escenario con su muerte en septiembre de 1819,
a causa de las fiebres que acosaron Angostura en este tiempo.332.

Estaba previsto que parte del pago de la mercancía traída por ellos iba a ser
pagada en tabaco de las misiones; también hubo conversaciones sobre la posibilidad de
formar una colonia rural de—“los pobres de Escocia”—en la zona. Para conocer mejor
la región y sus condiciones, Princep hizo una gira por la mayor parte de las misiones
con un amigo, el “Dr. K”,333 entre el 29 de octubre y el 18 de diciembre de 1818; sus
observaciones quedaron anotadas en su diario.

Su viaje nos brinda un retrato escrito de la forma en que se viajaba en aquellos


tiempos: con armas blancas y pistolas para su seguridad, con problemas constantes en
lograr bestias adecuadas para montar o llevar el equipaje, con un mínimo de comida,
excepto al principio, y por la falta de lugares para aprovisionarse. La descripción del
paisaje durante todo el viaje nos permite verlo como fue en antaño, y para gente de
Guayana que conoce los caminos al sur del Orinoco, su lectura es una delicia porque es
posible hoy encontrar los mismos hitos naturales que Princep anotaba. Tenía buen ojo
para el terreno y la capacidad para describirlo.

Por medio de él encontramos a gente criolla conocida en las fuentes:


Uzcátegui, Tarife, Landa, Silva, Cornejo, Morales y muchos otros que no tienen

331
Hamilton llegó a ser bien considerado por El Libertador, y fue él quien tradujo el discurso de
Angostura a inglés. No hemos encontrado un estudio serio de este personaje tan interesante para la
región.
332
“Carta de Roscio a Francisco José Yanes”, Angostura, 16 septiembre 1819, en: ROSCIO, 1953, t. III,
pp. 61-62.
333
ALEXANDER, 1978, pp. 16-17. El “Dr. K” parece ser el Dr. Kirby, un médico inglés que ejercía en
Angostura en este tiempo. Alexander Alexander había viajado por barco de Demerara a Angostura en la
compañía del Dr. Kirby y su señora
122

nombres pero cumplen con un trabajo u otro, o sufren tratando de sostener a sus
familias en momentos de un cataclismo social como fueron los años de la guerra de
emancipación. Curiosos, los viajeros observan a los indígenas en diferentes lugares,
cumpliendo con servicios innumerables, quedando con los restos de tradiciones
misionales y muriéndose de fiebre e inanición en varios de los pueblos por donde
pasaba. Por Princep sabemos algo de la infraestructura de las misiones, las condiciones
en que quedaron después de la invasión, la vida cotidiana de la gente, la cantidad de
ganado bovino, yeguas y potros que quedan y las manadas que siguen arreando hacia
los mataderos. Su viaje es un compendió de información, tanto importante como trivial,
que permite advertir los efectos de la ocupación sobre esta parte de la República.

Su cuento del viaje nos lleva a casi todas las misiones (faltando Avechica,
Cura, San Serafín, San Pedro de las Bocas, y Currucay que quedaron todas demasiado al
sur para sus intereses, y las primeras dos y la última ya abandonadas). Al salir de
Angostura el 29 de octubre, tomaron el camino que iba por Panapana, San Felipe y el
paso de Caruachi. Luego pasaron por San Antonio antes de llegar a Upata en la tarde
del 2 de noviembre. Mientras quedaron en Upata esperando la mejora de Uzcátegui
quien estaba muy enfermo con la fiebre, hicieron varias excursiones conociendo las
zonas aledañas de Cupapuy, Altagracia y Santa María. En esta parte del diario hay unas
descripciones de diferentes cultivos en los alrededores y especialmente del trabajo del
Sr. Tarife, un vecino de Upata que por ser un hombre mayor no fue llevado por la
recluta. Los invitó a su hacienda donde tenía una plantación de caña de azúcar que
producía papelón y aguardiente que nos provee unas ideas de cómo se vivía de la tierra
en tiempos menos turbulentos. Por supuesto, él ya sentía la falta de mano de obra
común a la región porque había perdido sus esclavos reclutados para el ejército.

En esta parte del viaje, exceptuando lo referente a la pestilencia que trataremos


después, sus mejores relaciones son las que detallan el terreno y los caminos, y una
descripción general que ofrece de la misión de Caruachi, que sirve en gran manera para
todos porque nos informa que “Como todas estas aldeas indias están construidas casi
siguiendo los mismos planos, la descripción de una servirá para todas.”334 Incluye en
esta parte dos croquis: uno de Altagracia y otro de Cupapuy; fuera de esto en los demás
pueblos visitados sólo comenta los aspectos arquitectónicos que le llama la atención.

334
PRINCEP, 1975, p. 8.
123

Plano 01
Planos de las misiones de Cupapuy y Altagracia hechos por John Princep
124

Invariablemente comenta que la despoblación es la consecuencia de la fiebre, la


conscripción y la deserción (entiéndase huida), que han afectado a todos los poblados.
También comenta la presencia de familias criollas en varias de las misiones,
especialmente Caruachi, El Palmar, y Caroní.

La huida a los bosques, principalmente de los guaica y los caribe, y la unión de


grupos de desertores del ejército, habían propiciado la instauración de bandas
depredadores y al ser perseguidos casi siempre hubo el derramamiento de sangre. Se
nota en todo el viaje un ambiente de suspicacia tanto en los moradores cuando llega
gente, como en los viajeros cuando ven a otros en el camino.

Hay muchos comentarios referentes la baja en el número de ganado. Debido a


esto, Princep comenta que “...la suma no llega hoy a los 15000; en consecuencia,
prevalece mucho descontento entre la población indígena, que se ha agravado no poco
por culpar ellos a sus nuevos amos por sus desgracias.”335

Sería el 15 de noviembre cuando finalmente salen a recorrer las misiones del


oriente y sur. La demora fue porque Cornejo, quien los iba a guiar, no llegó por tener
que perseguir a unos indígenas que abandonaron a Cumamo, y luego éstos causaron
revuelo porque asesinaron la partida enviada para devolverlos al pueblo.336 El 15 fueron
hasta Santa María donde permanecieron cuatro días. En este tiempo hubo
conversaciones, y un comentario en el Diario es interesante porque hablan de cómo los
frailes fueron sorprendidos y que: “Todos estuvieron de acuerdo en que, de haberse
unido y levantado a su pueblo, fácilmente podrían haber expulsado a los invasores.”337

El Dr. K., con el interés de descifrar el problema de la pestilencia, logró en aras


del conocimiento científico que los oficiales le permitiesen “…disecar la próxima
persona que muriera de la fiebre.”338 La mañana siguiente, el 17 de noviembre, le
ofrecieron el cadáver de una mujer india e hizo la disección en compañía de varios
testigos. Sin embargo, tuvieron que mantener alejados a las mujeres que fisgoneaban lo
que estaban haciendo con el cuerpo de la recién fallecida y que las autoridades
mantuvieran a distancia con piedras tiradas por unos muchachos. La reacción de
Princep, por la agitación por parte de las indias, era una de disgusto por la invención por

335
PRINCEP, 1975, p. 21.
336
PRINCEP, 1975, p. 27.
337
PRINCEP, 1975, p. 28.
338
PRINCEP, 1975, p. 28.
125

ellas de cuentos acusando al Dr. K. de utilizar partes del cuerpo para hacer sus píldoras,
y otras acusaciones. Para Princep fue un problema de ignorancia y superstición.
Resulta natural preguntarse el impacto cultural que tuvo a los ojos de personas que no
sabían de los avances médicos, saber que el cuerpo de una persona conocida y
probablemente querida, fuese abierto con un cuchillo y sus órganos sacados. Fue
suficiente para causar una reacción de miedo y terror por parte de las amigas y los
familiares de la mujer.

Fue el 19 cuando finalmente un nutrido grupo salió hacia El Palmar, a unas 9


horas de camino. Tabaco y algodón, además de la cría de ganado fueron los trabajos en
esta misión, ya tomada por Sedeño para establecer a su familia. 339 Varios criollos se
habían asentado allí340, pero como encontraron que muchas de las casas de los indígenas
estaban vacías; Princep lo atribuía posiblemente al hecho que ‘‘…las dos castas nunca
concuerdan.’’341 En el sitio le contaron de un camino al Caño de Toro, un brazo del río
Imataca ya cerrado, pero antes utilizado por los frailes para llevar el ganado y sacarlo
sin pagar los impuestos de exportación, y comentaron que sería posible abrir el camino
de nuevo.

La fiebre había hecho sus estragos en El Palmar, pero no tanto como en los
pueblos más cercanos al río. A falta de los frailes o algún sacerdote, unos sirvientes
hacían un servicio vespertino en una forma descuidada, pero casi ningún ‘‘nativo’’
asistía a estos actos.

El día siguiente siguieron a Cumamo pasando por varios potreros donde


todavía quedaban yeguas y potros. También encontraron en la zona abundancia de
queso y leche. Cuando llegaron a Cumamo supieron más del problema que demoró la
venida de Cornejo para guiarlos. Habían sido los caribe que huyeron al monte, y
cuando unos veinte con su capitán fueron perseguidos, éstos mataron 15 del
destacamento enviado a buscarlos.342 Según Princep, la razón de este escape había sido,
sin duda alguna: el miedo a la recluta y el gusto del caribe por la ‘‘vida salvaje’’. 343 De

339
Al General Manuel Cedeño le fue concedido extensas tierras por El Palmar y una gran cantidad de
ganado en reconocimiento de sus esfuerzos en la persecución y captura de Piar en septiembre y octubre de
1817.
340
AGNV, RevGuay, t. III, f. 114. “Decreto del Libertador abriendo las tierras del Departamento de
Caroní a quien quisiera avecindarse”, Nueva Guayana, 7 septiembre 1818. Este decreto derogó las leyes
españoles que no permitían acceso a gente no indígena. Fue publicado por Bando.
341
PRINCEP, 1975, p. 31.
342
PRINCEP, 1975, p. 33.
343
PRINCEP, 1975, p. 33.
126

acuerdo a todos los relatos sobre Cumamo, aunque hubo tabaco, algodón, arroz y maíz
abundante, el pueblo parecía tener un futuro dudoso por el abandono de su gente.

El día siguiente continuaron a El Miamo que quedaba a pocas horas. El


principal pueblo de los caribe, lo encontraron muy reducido por la fiebre, la
conscripción y la deserción. Había unos 40 enfermos, pero tenía un comandante, Silva,
quien mantenía bastante orden. Silva había trabajado con los frailes y comentaba que la
misión de El Miamo había sido la única que no había sido saqueada en el tiempo de la
invasión.344

Al observar el ritmo de trabajo de esta misión que seguía las costumbres viejas,
Princep pudo percatarse de la organización bajo los republicanos. Había un teniente
encargado con un mayordomo responsable para el ganado, y otro—un sargento—que
supervisaba las plantaciones. Todos criollos. Había un capitán indígena, aparentemente
hereditario, con varios subalternos que mandaban a su propia gente. Había gente
asignada para trabajar el ganado y la artesanía. Las mujeres trabajaban hasta las 4 de la
tarde y normalmente todos laboraban una semana para el Estado y una semana en sus
propios conucos. Todavía tenían hilanderas que eran las muchachas indígenas, muy
jóvenes para asumir el trabajo en los conucos.

La gente se reunía el domingo para hacer el servicio y como había muchos


jóvenes lo hacían con gusto en filas separadas de muchachos y muchachas, pero con
oraciones y una procesión en que Silva tomaba parte. Aquí, por lo menos, con alguien
encargado que sabía cómo había sido la rutina, se lograba que los rituales de siempre
fuesen cumplidos y la gente estuviera más tranquila. En la mañana, antes de partir,
Princep asistió al reparto del trabajo donde hubo unos 300 indígenas, y Silva leyó el
servicio.

El camino de El Miamo a Tumeremo era de unas horas casi sin descanso y a


pleno sol. En Tumeremo encontraron al padre dormido, y por su descripción, era José
Félix Blanco, vuelto de los llanos de Casanare y residenciado allí. No estaba en muy
buenas condiciones, pero sí con su marcado patriotismo a todo dar. Sin embargo, a
pesar que Tumeremo tenía muchas posibilidades entre ganado, algodón y tabaco, a
Princep le pareció que el padre no era la persona para logar que la gente estuviera
realmente industriosa. La población había disminuido mucho, quedando sólo unos 286

344
PRINCEP, 1975, p. 34.
127

de los cuales 36 fueron hombres, 125 mujeres, y otros 125 niños. De forma parecida, en
El Miamo todavía había 405: 25 hombres, 250 mujeres y 130 niños. La desproporción
en el número de mujeres fue el efecto de la recluta.

Princep siguió él 25 a Tupuquén. Encontró el pueblo con poca población, unos


150 personas, porque los hombres se habían ido al monte y sus mujeres los habían
seguido. Este pueblo reaccionó con espanto a la primera recluta. Posibilidades de cría
y siembra había, pero ahora el ganado—tanto bovino como caballar—se veía arisco por
falta de atención, porque era más importante aprovisionar al gobierno que atender a las
manadas. Hubo rebaños de reses y caballos; hubo tabaco y algodón. Pero también se
encontraba edificios desiertos.

El día siguiente, Princep llegó a Carapo donde encontró el comandante del


distrito, Cornejo, ocupado arreglando un envío de mil cargas de provisiones. Pensaba
que con las guarichas trabajando con buena voluntad, como se venían, podía enviar unas
500 cargas de casabe. De su descripción, deducimos que una carga normal era 200
libras para mulas, 150 para caballos. Pero ahora casi no había mulas porque se habían
ido desapareciendo del escenario; tanto que “…los indios rara vez roban mulas, ya que
su detección es más fácil.”345

En Carapo también la fiebre había llegado y hubo unos 40 enfermos; creían


que la infección fue causada por la constante comunicación que muchos de los vaqueros
tenían con San Miguel por llevar el ganado allí para la matanza. El día siguiente, los
ingleses conversaban con Cornejo sobre la idea de fundar una colonia escocesa en la
zona, que a él le parecía posible. A medio día llegó el comisionado norteamericano,
Irving, que estaba haciendo un viaje parecido, pero en sentido contrario. Hubo interés
en las tierras misionales.

Continuó a Guasipati que encontró bien situada y bien construida con edificios
sólidos. Pero además de la penetración de la fiebre, anotaba que había un problema de
disentería aún más problemático, que podría ser una consecuencia de la fiebre. De la
gente sana, Princep mencionaba a un corista instruyendo niños en el servicio religioso, y
“… tres de ellos ya sabían leer.”346 Pero, Guasipati no atraía y a medio día salieron
hacia La Pastora, famosa por ser el núcleo originario del hato. Ahí encontró a
Velásquez, un comandante que manejaba su gente como si fueran hijos, y tenía todo en

345
PRINCEP, 1975, p. 40.
346
PRINCEP, 1975, p. 41.
128

buen estado en una labranza de tabaco, algodón y plátanos. El trabajo con ganado se
veía muy reducido, porque de los rebaños de ganado y caballos, antes legendarios en
tamaño—más de 100.000 mil—ahora estaban reducidos a unos mil quinientos (1500) de
reses y unas mil cien (1100) yeguas y potros.347

De La Pastora, donde permanecieron dos días, hicieron una visita a Ayma, y


luego pasaron a Puedpa, Santa Clara y Guri. Todas estas eran misiones anteriormente
orientadas a la cría de ganado, pero ahora con ambientes relajados y descuidados por la
falta de exigencia por la merma en las manadas. En varias partes de su relato, hay
mención de un toque de dejadez en muchos sitios, aunque a veces encuentra a gente
trabajando, como en Ayma, con la hechura de enjalmas para el transporte de provisiones
para el ejército. Pero el ambiente allí también era de miedo suprimido porque la gente
de Ayma había huido al monte por la recluta de Anzoátegui, y de los que habían vuelto,
muchos fueron sacados del monte por unos “…jinetes caribes de Carapo empleados en
este servicio, que habían diseminado mucho terror y muerto a muchos de los
fugitivos.”348 Entonces, ¿en quiénes podían confiar los naturales de la región?

Puedpa, famosa por sus terrenos y manadas, Princep lo declara deplorable, y


Santa Clara la encontró totalmente abandonada. Si bien la fiebre había penetrado hacia
estos pueblos también, su virulencia no había sido tan mortífera; pero los indígenas
habían desaparecido del escenario.

El camino a Guri, largo y fatigoso, casi reventó a los caballos que al llegar no
tenían ya ninguna fuerza ni aguante.349

También el poblado de Guri se encontraba muy afectado por las fiebres, y su


población guaica estaba en la selva. Pero para divertir a los visitantes, un grupo de
jóvenes indígenas caribes organizaron un baile en la noche, y hasta una representación
sincrética de un baile de guerra caribe en que el protagonista asumía el papel
de…¡Moctezuma!350

347
PRINCEP, 1975, p. 42.
348
PRINCEP, 1975, p. 44.
349
No sería hasta finales del siglo XIX, con el uso de los microscopios, que los veterinarios advertirían
de la causa de esta enfermedad debilitante llamada coloquialmente, “ la derrengadera”, endemia del
trópico que debilitaba y luego provocaba la muerte de los caballos de la región. En cuanto a las mulas,
éstas fueron menos afectadas por la endemia, y por esto fueron preferidas para los trabajos de carga, y
como monturas en viajes largos.
350
PRINCEP, 1975, p. 48.
129

La fertilidad de los terrenos alrededor de Guri, y la abundancia posible con una


buena siembra y el cuidado de algodón, tabaco, arroz y maíz, quedaron anotadas en el
diario, pero con la advertencia que se necesitaría una población fija y sana.

Después de este periplo, debieron volver a Upata, pero apenas llegaron


empapados a Capapuy, atrapados por un diluvio que los alcanzó en el camino y les
retrasó el retorno. Encontraron que la fiebre allí había amainado, aunque la gente seguía
muriéndose de hambre y debilidad, ya que no había quien atendiera a los enfermos, ni
quien pudiera salir en busca de alimento en los conucos. Para el momento de la visita,
en Cupapuy habían enterrado a 320 víctimas de la enfermedad.

Los dos ingleses duraron una semana más en Upata reuniendo información.
Uzcátegui también planificó ir a Angostura para mejorar su salud. De hecho no
volvería, porque asumiría puestos de autoridad en la capital, y eventualmente sería por
un tiempo el gobernador de la provincia. Al salir de Upata, Uzcátegui dejaría las
misiones a Cornejo quien volvería a vivir en Upata para dirigir las tareas.

Ahora, nuestros ingleses iniciaban el viaje para conocer la desolación de las


misiones del norte donde la población había sido casi aniquilada. Se despidieron de
Upata el 14 de diciembre, y una vez dejado atrás Altagracia, se metieron por la selva
que tenían que traspasar para llegar a San Félix, también conocida como la misión de
Montecalvario. Quedaron impresionados por los esqueletos de más de 100 caballos que
encontraron en el camino.351

Llegaron a San Félíx a las 8 de la noche por suerte, porque casi se perdieron en
la oscuridad de la noche. Encontraron al teniente y toda su familia con la fiebre, y aquel
con un hígado tan hinchado que se temía su muerte. De los habitantes, sólo quedaban
cinco. Esta misión fue situada a unos cuantos kilómetros del río Orinoco donde termina
la sabana de la mesa de Chirica por su límite sur. Señala el viajero que la vista hacia el
norte fue muy hermosa, aunque no se veía el río por la elevación de la sabana.352

351
Es que hoy, cuando viajamos a Upata por tierras cultivadas en ambos lados de la carretera, no
imaginamos los problemas de transitar por una selva tropical donde un animal no puede encontrar pasto y
al debilitarse, se desploma en el camino sin posibilidad de reponer fuerzas por la escasez de pastos y
agua.
352
La misión de San Félix no tiene nada que ver con la ciudad de San Félix que se formó más tarde con el
nombre Puerto de Tablas, en la ribera sur del Orinoco. Su ubicación es conocida por unos pocos quienes
durante la década de 1980 buscaron y encontraron los restos del piso de su iglesia. Estos restos quedan
casi a final del barrio conocido como Chirica Vieja, y según se tiene entendido, cercana a la primera gran
curva a la izquierda del recto que continúa después del semáforo donde está el cruce para El Rosario.
Hasta el momento no hemos podido conocer el sitio.
130

De San Félix, Princep decidió visitar San Miguel sin el Dr. K, a quien alguien
le había robado el caballo durante la noche. Se fue con un acompañante y pasaron por
donde veían a mano derecha ‘‘…un hermoso anfiteatro de colinas, y una tremenda
cordillera parece correr en dirección de Guayana Vieja…’’. 353 Es la perfecta
descripción de lo que vemos hoy mirando al oriente desde la parroquia Vista al Sol.

La hermosura quedó atrás al llegar a San Miguel. Aunque bien emplazado en


la falda de una colina sobre el Orinoco,354 el resultado de las continuas matanzas, y en
fin, de los descuidos sanitarios, presentaba un escenario dantesco. Dejemos que nuestro
inglés lo describa:

Su elevada posición y la continua corriente del río, deberían asegurarle su


salubridad, pero parecería que, además de la recurrencia anual de las fiebres
intermitentes, que se experimenta a todo lo largo de las orillas de este río, durante
los meses de septiembre y octubre, el aire había adquirido en esta temporada un
carácter peculiarmente maligno, que puede atribuirse sólo al sacrificio del
ganado, y ciertamente el lugar presentaba un hórrido espectáculo. Los animales
habían sido sacrificados en el centro mismo de la plaza, y la carne estaba colgada
para secarse al sol a la banda de sotavento, pero era tan gruesa y los trozos tan
cerca unos de otros, que empeoraba el hedor de las menudencias, etc., etc., que se
habían dejado tiradas para que se pudrieran cerca. En la época de mi visita, el
sitio estaba sembrado de cuernos, calaveras, y huesos, y aunque la plaza misma
había sido barrida recientemente, y la basura quemada, sin embargo todos los
alrededores estaban cubiertos de las reliquias, y miles de zamuros se saciaban
triunfantes de carroña. Hasta la iglesia había sido contaminada con la carne: la
galería estaba llena aún de cueros pudiéndose…. 355

La mortandad había castigado a los empleados y sus familiares: todos habían


perecido con cuerpos todavía sin enterrar. El responsable por tal desastre había sido
despedido, pero el señor encargado de enderezar la situación y toda su familia sufrían
también de la fiebre y casi no conseguía gente para trabajar en el sitio. Las labores
fueron hechas por unos 5 muchachitos indígenas traídos de la selva donde habían huido.
Visto y olfateado el desastre, después de pasar un tiempo con el encargado, Princep y su
acompañante volvieron a San Félix donde encontraron que el caballo de Dr. K no había
aparecido.

353
PRINCEP, 1975, p. 55.
354
La misión de San Miguel de Unata , según hemos podido averiguar, se formó a la izquierda de lo que
es hoy la carretera que lleva al estado Delta Amacuro. Estaba ubicada, por pura coincidencia,
aproximadamente donde hoy se encuentra el Matadero Municipal de San Félix. En 1841, los vecinos
pidieron a la Diputación Provincial permiso para mudarse todos al sitio de un puerto de tablas donde de
nuevo habían comenzado a embarcar ganado a Trinidad y las Antillas, creando un sitio que necesitaba
mano de obra. El permiso fue concedido y San Miguel quedó abandonada. En 1871, el nombre de Puerto
de Tablas fue cambiado por el de San Félix, probablemente en honor a la batalla del mismo nombre.
355
PRINCEP, 1975, p. 55.
131

Salieron a la mañana siguiente al puerto de San Joaquín, para enviar el equipaje


por barco a Angostura, lo que permitiría al Dr. K el uso de una montura. Despacharon
su equipaje junto con un tasajo que estaban enviando para la capital y aprovecharon
para recorrer las bellezas escénicas. San Joaquín estaba situado debajo del salto del
brazo derecho, conocido por nosotros como Macagua. La belleza del sitio era un
embrujo, y un tremendo contraste con la imagen mortífera de la putrefacción de San
Miguel.

Siguieron la orilla derecho del río Caroní hasta la misión del mismo nombre.
Princep comenta su ubicación cercana al río y lo raro de los dos pisos en la parte atrás
de la iglesia donde se alojaba el prefecto y sus otros oficiales, e informa que la iglesia
fue reconstruida en ladrillo en 1784. También la fiebre había hecho sus estragos aquí y
sólo encontraron unos 5 indios y unos residentes criollos, que también sufrían por la
epidemia. No se quedaron mucho tiempo, pero tenía que cambiar el caballo de Princep,
porque sus cascos habían quedado tan dañados por el viaje, que no podía seguir
cabalgando en él.

Continuaron las 3 leguas que faltaban para llegar a Morocuri donde llegaron
por la tardecita. El comandante y unos 30 trabajadores estaban desgranado maíz. Estos
trabajadores indígenas eran encerrados cada noche en un depósito grande, porque
acababan de ser traídos de la selva donde habían huido por los estragos de la fiebre. De
raza caribe, hasta su capitán estaba preso con ellos. Las notas de Princep señalaban que
la población había bajado de unos 800 a unos 50.

El día siguiente siguieron unas pocas leguas más para llegar a Caruachi donde
encontraron a Uzcátegui. Una vez más hubo problemas con los caballos que no podían
andar y al fin Princep compró uno ciego, pero de buena estampa, que decidió aceptar
por falta de algo mejor. El 18 en la mañana cruzaron por el paso de Caruachi con la
idea de hacer el viaje a Angostura en una sola jornada, porque Uzcátegui iba a su propio
ritmo por estar todavía en un estado febril. Desayunaron en San Felipe, y luego a las
dos llegaron a Palma Sola donde descansaron hasta las 4, cuando salieron para seguir el
viaje. Sus caballos lograron llevarlos a Angostura donde llegaron a las 11 de la noche.
Su última descripción es de la condición de las bestias:

Mi nueva compra prometía portarse bien, dieciocho leguas para el


primer día de trabajo no era un mal comienzo, su figura linda y sus pasos buenos,
pero poco después murió de una enfermedad de la garganta, durante la
subsiguiente enfermedad mía y de mi criado. Nuestro equipaje no llegó sino al
132

anochecer del día siguiente. La pobre yegua del soldado tan cansada, que ni la
fuerza ni la persuasión lograron hacerla que se quitara de la puerta, donde
permaneció por una semana entera, y luego se las arregló para hallar el camino a
la sabana.356

Con este remate, algo fuera de lo común, de una aventura que duró más de un
mes y medio, quedamos con una descripción de parte de la realidad de la vida en la
Guayana del siglo XIX. Aunque sea un relato en muchos sentidos superficial, nos
permite conocer unos cuantos de los pormenores de la vida de aquel entonces, y la vida
específica de la gente que habitaba en las diferentes misiones de Caroní, ya venidas a
menos.

Los cambios habían sido tan abruptos y continuos en estos dos años, y el orden
tan trastocado, que parece que cada persona miraba a su alrededor y se preguntaba ¿qué
más podría suceder? La estructura había tambaleado, y no hubo quien lo pudiera
endurecer. Hubo gente nueva viviendo en los pueblos, y no fueron indígenas; muchos
de los viejos habitantes indígenas fueron a vivir por el monte. Hubo amenazas y
desconfianzas en todos partes. Como las manadas habían revertido a un estado
semisalvaje por la falta de atención de los hombres, estos volvieron a un estado más
primitivo por las experiencias amargas vividas, y perdieron su fe en las acciones de
otros. Las mujeres abundaban, pero los hombres, si volvían, no podían ponerse a vivir
con ellas en los pueblos. Cuando volvían clandestinamente a veces ni encontraban a sus
familiares, porque habían perecido por falta de sus brazos fuertes que quizás podrían
haber hecho algo frente a la inanición colectiva que se apoderó de la población enferma.

Si las acciones tomadas por los republicanos habían afectado a la población en


sentido negativo, la naturaleza había propinado un golpe más contundente todavía.

La peste, su desenlace entre los indígenas y para las autoridades

En el temprano siglo XIX, todavía las creencias médicas giraban alrededor de


una idea de transmisión de infección por el aire. Hombre de su tiempo, Princep lo
describía muy bien:

El hedor de los huesos y de los menudencias, dejados, como de


costumbre, en la plaza para que se pudrieran, había infectado el aire de tal
manera, que no queda vivo un solo indio; y todos los vagueros [sic] y reseros que

356
PRINCEP, 1975, p. 60.
133

habían venido con las reses, regresaron con la fiebre, y diseminaron la infección
en toda la región.357
Sin embargo, una vez analizadas las diferentes referencias a la pestilencia, y
revisada la disección que hizo el Dr. K., se deduce que si bien la muerte de los de San
Miguel pudo tener su desenlace por la falta grave de control sanitario, la epidemia no
fue causada por la descomposición de carnes, sino fue una epidemia de Paludismo
Falciparum, conocido como Malaria terciaria maligna. Este tipo de malaria es
transmitida por el mosquito anófeles darlingui, y es temida por la intensidad de sus
fiebres y el alto porcentaje de mortandad en sus víctimas.358

Ciertamente el descuido sanitario prestó para un ambiente precario en cuanto a


la salud, pero tal como mencionaron Princep y el Dr. K tantas veces, la falta de atención
a los enfermos y una buena alimentación fueron factores de peso en el alto nivel de
mortandad. Lo triste es que muchos, tanto criollos como indígenas, no aceptaron usar la
cáscara de quina como una parte importante del tratamiento; si la hubieran usado es
posible que muchos se hubieran salvado.359

Lo que no logramos precisar, es por qué la epidemia brotó en este año. Al


respecto, Princep señala:

“La región [de Upata] siempre había sido considerada sana, y la fiebre
nunca había sido conocida antes de esta temporada; pero ahora sus estragos eran
terribles; una cuarta parte de la población había perecido, y resultó ser más
destructiva para los indios que para los criollos.360

Quizás el hecho del paso y/o vivencia de grupos grandes de soldados en varios
sitios cercanos durante los últimos dos años, en tiempos cuando no hubo letrinas de
ningún tipo, causaba una acumulación de excretas en el suelo que resultó ser un caldo
de cultivo de diversas enfermedades que debilitaba a la población, quitando la fuerza de
resistir la malaria falciparum. De todos modos, el fallecimiento de tanta población tuvo
un efecto demográfico significativo, aunado al miedo engendrado que fue un factor para
el retiro de mucha de la población al interior de la región.

357
PRINCEP, 1975, p. 16.
358
UZCÁTEGUI, Anexo 08, Patología. En la revisión patológica se incluyó el dato de un defecto
genético, conocido “…como drepanocitosis que confiere a la persona que lo padece inmunidad natural
contra el paludismo y es muy frecuente en esa zona, lo que pudiera explicar en algunos casos de
pobladores que no presentaron la enfermedad
359
UZCÁTEGUI, Anexo 08, Patología.
360
PRINCEP, 1975, p. 12.
134

En su escrito, Princep muchas veces compara la población que encuentra en los


pueblos con unos datos de un documento que encontró en Guri que tenía el estado de las
misiones en 1803361; sin embargo, para entender mejor la situación demográfica al
principio de 1819, utilizaremos los datos del último censo de 1816, y tomaremos en
cuenta que la baja en la población fue un resultado de 3 factores: deserción de las
misiones por sus indígenas, la recluta forzada de los hombres indígenas, y los efectos de
la epidemia desatada.

Tabla 04
Tabla comparativa de la población en las misiones
según los datos de 1816 y la información ofrecida por John Princep en diciembre
de 1818

LAS MISIONES Población en Población


octubre de1816 aproximada
según Princep -
fin de 1818
NORTE:

Santa Ana de Puga 578 No hay datos

San Miguel de Unata 751 Unos 10

Montecalvario o San Félix 517 5 mas una


familia con 3
criados

La Purísima Concepción de Caroní 946 5 indios y unos


criollos

Santa Eulalia de Morocuri 730 Unos 50

San Ramón de Caruachi 634 Unos 100

CENTRO

San Francisco de Altagracia 754 Casi despoblada

San José de Cupapuy 1168 700 a 800 con


439 enfermos,
muriendo 12-14
c/día
Santa María de Yacuario 661 Unos 125
enfermos que
era más que los
convalecientes.

361
PRINCEP, 1975, p. 48.
135

Gente retirada a
sus conucos
San Antonio de Huicsotano 955 El comandante,
su gente y más
de 100 indios

ORIENTE

San Miguel del Palmar 1015 La mayoría


huido a la selva

La Conversión de San Pablo de 364 Abandonada.


Huida a las
Cumamo montañas
vecinas.
Nuestra Sra. de Montserrat de Miamo 1041 405 –
hombres25,
mujeres 250,
niños 130
San Fidel del Carapo 1000 415 – hombres
40, mujeres 250,
niños 125

Nuestra Sra. del Rosario de Guasipati 984 Muy reducido

San Félix de Cantalicio de Tupuquén 736 113 – hombres


28, mujeres 60,
niños 25

Nuestra Sra. de Belén de Tumeremo 632 286 – hombres


36, mujeres 125,
niños 125

CENTRO-SUR

La Divina Pastora de Yuruario 833 No dio


información

San José de Leonisa de Ayma 710 Hubo huida


pero muchos ya
habían vuelto

Nuestra Sra. de los Dolores de Puedpa 412 Los Guaicas


habían huido
todos

Santa Clara de Yavarapana 362 Casi


abandonada

San Buenaventura de Guri 758 150

SUR

Sta. Rosa de Lima de Cura 551 Abandonada

San Juan Bautista de Avechica 732 Abandonada

Sam Serafín de Arabatama 347 No está


mencionada
136

San Pedro de las Bocas 638 No está


mencionada

Santa Magdalena de Currucay 355 Abandonada

Fuentes: Para 1816: BARCELONA, Fulgencio de. “Estado de la misión de Guayana dado por
el último Prefecto P. Fulgencio de Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816). En CARROCERA, 1979, t. III,
pp. 314-317. Para el fin de 1818, PRINCEP, 1975, San Miguel de Unata, p. 56; San Félix, p. 54; Caroní
y Morocuri, p. 58; Caruachi, p. 08; Altagracia, p. 25; Cupapuy, p. 16; Santa María, p. 26; San Antonio, p.
11; El Palmar, p. 31; Cumamo, p. 33; Miamo, Carapo, Tupuquén y Tumeremo, p. 52; Guasipati, p. 42;
Pastora y Ayma, p. 43; Puedpa y Santa Clara, p. 45; Guri, p. 48; Cura, Avechica y Currucay, p. 20.

Ni una aproximación media cierta se puede hacer; pero se infiere una baja
dolorosa en la población y un pánico que se había apoderado de gran parte de la gente.
Ciertamente el impresionante número de muertos significa la desaparición de familias
enteras, o la mayoría de sus miembros, con la pérdida por consiguiente de su cultura
milenaria. ¿Quién contará los cuentos de los viejos dioses? ¿Quién enseñará el uso de
las plantas medicinales? ¿Quién cantará las viejas canciones pasadas de generación en
generación? ¿Quién se preocupará para la formación de los jóvenes en la casa y pesca?
¿Quién formará a las muchachas en los cuidados de niños, cocina y conuco? ¿Dónde
están los herreros y los tejedores? ¿Quién puede decir por donde van los ríos, y lo que
hay detrás de los cerros y montañas adyacentes? ¿Quién recordará los viejos tiempos
cuando comenzaron las misiones? Y quién quedará para decirle a los hombres que
logren volver de la guerra: “Mi amigo, tu familia falleció.”

Larga y amarga es la retahíla de situaciones que se pueda imaginar frente a la


desaparición de tantas personas. La generación que lograra sobrevivir tendría que
adoptar las costumbres de los criollos que vivían alrededor y controlaban la economía
de la región; y los jóvenes, al crecer, en vez de ser indígenas de una etnia, asumirían la
figura de peón.

Queda enterarnos de cómo esto afectó a los republicanos y su ejército. En


octubre, el coronel Vicente Sucre fue reemplazado en las fortalezas de la Antigua
Guayana por el general Pedro León Torres.362 Al asumir León su cargo, informa a sus
superiores que el punto de las fortalezas es mortífero y tiene que formar un hospital.363

362
AGNV. RevGuay, t. VI, f.359. “Coronel Vicente Sucre al Gobernador de la provincia”. Antigua
Guayana, 19 octubre 1818.
363
AGNV. RevGuay t. VI, f. 360. “General Pedro León Torres al Gobernador de la provincia”, Antigua
Guayana, 24 octubre 1818.
137

Todavía por diciembre, se queja que con tantos enfermos todo el trabajo de arreglo de
las fortalezas está frenado.364

En Upata, Landa seguía tan enfermo que solicitaba permiso de irse a Angostura
a curarse.365 Parece que su solicitud fue aprobada, pero que no se mejoraba tanto,
porque en enero, desde la capital, entregaba su solicitud para separarse temporalmente
de su cargo por su enfermedad.366 Aparentemente su condición cambió poco, porque en
marzo remitía su carta de renuncia, la cual sería aceptada por Lecuna quien consideraba
la renuncia fundada y proponía a José Antonio Iribarren como su reemplazo.367

Anterior a esto el Comandante de Upata recibió una comunicación escrita el 18


de febrero informando que el día anterior el Congreso había nombrado a El Libertador y
Francisco Antonio Zea, presidente y vice-presidente de la República respectivamente.
El oficio ordenaba la publicación de los nombramientos con una salva de artillería y una
iluminación, y añadía a la vez el aviso que Su Excelencia había nombrado a Agustín
Armario como Comandante General de las Misiones de Caroní.368

De los indígenas no se dijo nada. No sería hasta el 22 de marzo que al coronel


Martín, enviado a la otra ribera del Caroní, se le ordenara reunir a todos los hombres
útiles para tomar las armas con la advertencia “sin tocar a los naturales.” El oficio no
indicaba la razón.369 Si fue para protegerlos, la intención era ya demasiado tardía.

Recapitulación de capítulo

La extracción de los bienes de las misiones proseguía porque suplir las


necesidades del ejército y la de los civiles que apoyaban desde Angostura, seguía
dependiendo del disminuido caudal que éstas tenían. Las autoridades emplazadas en

364
AGNV, RevGuay, t. VIII, ff. 42. “General León Torres al Gobernador y Comandante General de la
Provincia”, Antigua Guayana, 28 diciembre 1818.
365
AGNV. RevGuay, t. VIII, f. 111. “Manuel Landa a los Ministros de Hacienda Pública”. Upata, 21
diciembre 1818.
366
AGNV. RevGuay t. VIII, f 110. “Vicente Lecuna al Director General de Rentas Nacionales”,
Angostura, 13 enero 1819.
367
AGNV, RevGuay, , t. VIII, f. 120. “Manuel Landa a los Ministros de Hacienda Nacional”, Angostura,
9 marzo 1819. AGNV, RevGuay, t.VIII, f 119. “Vicente Lecuna al Director General de las Rentas”,
Angostura, 10 marzo 1819. AGNV, RevGuay, t. VIII, f. 119 vto. “Director General de Rentas a los
Ministros de la Hacienda Nacional”, Angostura, 15 marzo 1819.
368
AGNV, RevGuay t. VII, f.217 vto. “Comunicación a Comandante de Upata”, Angostura, 18 febrero
1819.
369
AGNV, RevGuay, t. VII, f. 220 vto. “Comunicación al Coronel Martín”. Angostura, 22 marzo 1819.
El subrayado es nuestro.
138

Caroní se esforzaron en atender a todas las exigencias de entrega y producción


comunicadas a ellas desde Angostura.

Se trataba de mantener un trato decente hacia los indígenas cuyas labores


permitieron que pudiesen cumplir con las órdenes mandadas desde la capital, pero cada
día era más difícil lograr lo pautado. La mano de obra escaseaba y rendía menos que
antes por falta de hombres. La disminución de las manadas y los rebaños hacían más
difícil cada mes realizar las faenas y cumplir con las entregas. Surgieron indicios
fuertes de mal manejo, aprovechamiento y corrupción en los empleados que no
estuvieron tan ganados por ninguna causa que no fuera la de ellos mismos.

Los indígenas tenían que seguir cumpliendo órdenes, pero ahora estaban
resabiados, inseguros y temerosos, porque no podían confiar en los que gobernaban. El
regreso furtivo de los hombres que desertaban no mejoró la situación porque eran
prófugos, y naturalmente reconcomidos por el trato recibido como recluta y unos con
odios furiosos, no sólo por lo que les pasaba sino por el triste y amargo fin de familiares
y amigos. El aumento de violencia fue considerable, y afectaba tanto a los criollos
como a los indígenas. Ahora era cada uno por sí solo, y diferencias de etnia pudiera ser
causa de saña y el deseo de amilanar.

En un ambiente tan enrarecido, entró un enemigo a quien nadie esperaba ni


entendía: la peste. En términos del siglo XIX, fue una desgracia casi sobrenatural, y
ahora ni hubo un religioso a quien acudir para recibir un mensaje reconfortante. Entre
tantos males surgidos de nuestra guerra de liberación, en dos años las misiones de
Caroní perdieron casi todo su patrimonio social y económico y los indígenas quienes
quedaron en la región tuvieron que seguir sobreviviendo en una realidad transformada
con un pasado borroso por la pérdida de una memoria colectiva sepultada con los
huesos de todas las víctimas de la guerra de emancipación en Caroní. Era una guerra
que se les había hecho extraña.
139

CONCLUSIONES

Esta investigación fue llevada a cabo con el interés de aclarar lo que pasó con
los indígenas de Caroní en los años de la invasión y conquista por los republicanos y
luego, bajo el control militar de éstos entre los aciagos años de 1817 a 1819. En
realizarla hemos podido llegar a unas conclusiones sencillas:

 La emancipación de Venezuela de España fue lograda en gran parte por los


recursos presentes en las misiones de Caroní y el desarrollo de éstas se debió a
años de labores de los indígenas combinado al genio organizativo de los
capuchinos catalanes.

 Una vez perdido el liderazgo de los frailes, los indígenas quedaron sumisos bajo
la autoridad de sus nuevos mandatarios porque estos tenían la fuerza y la
organización para controlarlos.

 Controlados, continuaron en un estado de servidumbre que les ofreció pocos


cambios de su condición anterior. Quizás el más notable es que debían ser
pagados de una forma u otra por sus labores, aunque no hay pruebas que esto
ocurriera en todos los casos, ni que recibieran un reconocimiento económico
adecuado por los trabajos realizados.

 El discurso republicano en cuanto a derechos, fue sólo esto—un discurso—y no


contempló cambios societales para los cuales nadie estuvo preparado.

 Para estar bien como indígena, tenían que estar entre los suyos.

 Apreciados sólo por lo que representaban como mano de obra, tal aprecio no
representaba el respecto a sus personas, porque eran indígenas.

En estos años conmemorativos del bicentenario de la lucha para la


emancipación de nuestro país del yugo español, hace falta indagar en el efecto que tuvo
este conflicto sobre los diferentes sectores de la población, especialmente de los grupos
que no tuvieron injerencia en las decisiones tomadas en abordar esta disputa, pero
cuyas vidas fueron altamente afectadas. Dentro de estos grupos estuvo, sin duda
alguna, el de los indígenas que vivían en las misiones del Caroní. Durante un siglo
estos indígenas habían desarrollado una nueva forma de vivir traducida en su
140

subordinación a los frailes de la congregación de los capuchinos catalanes que desde


1724 habían llegado a la región del Caroní.

La falta de estudios continuos y cada vez más profundos sobre los grupos de
indígenas, fuente básica de la sangre que corre en la mayoría de los venezolanos de hoy,
ha mantenido a este grupo marginado de nuestro quehacer histórico y casi en un estatus
de invisibilidad. Los enfoques historiográficos comunes a nuestra tradición, apenas
comienzan a salir de la observación preferencial de los que llevaron a los
conglomerados humanos a la guerra y que los mantuvieron activos—directa o
indirectamente, queriendo o no queriendo—en ella. En el caso de los indígenas del
Caroní, su presencia en el conflicto brilla por su ausencia en los relatos y estudios, y, en
el mejor de los casos, es un orgullo superficial y sin conocimiento de causa, del honor
de haber servido en el batallón de Rifles.

Parecida a esta ausencia de conocimiento de causa, es el enfoque que tienen


nuestros estudios sobre la importancia de las misiones del Caroní en nuestra historia.
Hay una falta de estudios sobre la relevancia del quehacer cotidiana de los indígenas
subordinados a los frailes, y la importancia que tuvieron en el desarrollo de Guayana
debido a su preparación en nuevas ocupaciones que les permitió acumular y dominar
toda una serie de adiestramientos utilizables en lograr lo que comúnmente hoy en día
titulamos “mejor calidad de vida”.

Los estudios hechos hasta ahora, tienden a enfocarse hacia los problemas
políticos surgidos alrededor de las misiones y las autoridades españoles de Guayana, la
importancia de la presencia de las misiones para constituir nuestra territorialidad, y del
elemento económico en cuanto a una valoración, por decirlo así, “en metálico” de los
bienes encontrados en sus predios. Pero poca ha sido la atención dada a la
trascendencia del papel del indígena que logró dominar conocimientos nuevos que le
permitieron el crecimiento de las misiones tanto en su demografía como en su beneficio
para los que habitaban en ellas. Tampoco ha sido considerado adecuadamente el papel
singular que tuvo la capacidad organizativa de los capuchinos catalanes en desarrollar
en forma tan admirable el binomio hato/común que lo elevó a un nivel de cohesión
económica asombrosa para la época.

Los estudios que llegan al común de la gente, no son necesariamente los


mejores. Hay pocos que ayuden apreciar los alcances de los esfuerzos hechos en poblar
la región guayanesa; los enfoques tienden a ser más estrechos y se limitan a los
141

españoles o a los negros en los aspectos económico, social y político. En hacer esto se
nos han escapado los pormenores de una evolución humana histórica en las extensas y
tan apartadas tierras de Guayana que afectó contundentemente el proceso nacional de la
independencia.

El grupo humano conocido como los indígenas de las misiones del Caroní, fue
considerado culturalmente atrasado e incompetente por los dos grupos que los
dominaron en los siglos XVII y XIX: los misioneros y los republicanos. Sin embargo,
los hombres y las mujeres de esta colectividad, organizados por los misioneros, se
apoderaron en pocas décadas de tantos conocimientos que el resultado de su mano de
obra en diversas ocupaciones trascendió en el establecimiento de una riqueza
agropecuaria que salvaría a los republicanos venezolanos en uno de sus momentos más
deprimentes por falta de recursos.

Sin voluntad propia en hacerlo, fueron los creadores históricos del bienestar que
salvaría a la incipiente República. Sin voluntad propia en hacerlo, la presencia de sus
hombres en el ejército libertador aportaría gran parte de la fuerza necesaria para vencer
a los españoles por los llanos de Venezuela y por las sendas de las cordilleras andinas
que los llevarían hacia Boyacá.

Por las exigencias de una guerra despiadada estos mismos indígenas tuvieron
que participar en desmoronar sus logros alcanzados en un siglo de aprendizaje y labores.
Mientras el mundo que ellos conocían se desintegraba en beneficio de otros, apenas
fueron tomados en cuenta como personas. A final, atormentados por la desgracia de
una pestilencia, numerosos miembros de sus comunidades murieron indefensos y sin
asistencia; no hubo ni la presencia de alguien que les diera el pésame.

Esta muestra de lo inconcebible, seguramente no es la única en nuestro país.


Hace falta fortalecer los nuevos enfoques antropológicos y sociológicos de la historia
que nos permitan llegar a un conocimiento más respetuoso de las diferentes actuaciones
de los protagonistas menores de nuestra pasado histórico y cómo han influido
constantemente en el desarrollo nacional. Es necesario considerar con seriedad el
discurrir de la “historia desde abajo” que tanta falta hace para apreciar que lo que somos
es el resultado de las necesidades y los esfuerzos de muchos más que los personajes
estelares que han dominado el escenario histórico hasta ahora.
142

En cuanto a nuestra historia regional de Guayana y nuestra historia nacional,


sugerimos que hace falta:

 Apoyar estudios serios en todos los ámbitos que ayuden quitar la venda de los
mitos dorados y los hechos olímpicos que tanto daño nos hacen.

 Propulsar nuevas investigaciones que se enfoquen hacia los diferentes esfuerzos


humanos necesarios para lograr la vivencia en los terrenos tropicales de nuestra
región y país desde sus inicios.

 Estimular la valoración histórica de las acciones de variados grupos, pasados y


presentes, que forman parte de la evolución humana de nuestra sociedad,
aclarando los intereses encontrados en ellos y las personalidades que la
conforman, para determinar cómo sus vivencias han influido en la formación
del hombre y la mujer de hoy.

 Propiciar, en este período bicentenario, la reflexión sobre los grandes sacrificios


que correspondieron a cada elemento de la sociedad vivir una guerra tan larga y
cruenta y apreciar lo difícil que fue para todos entender lo que realmente estaba
sucediendo.
143

ANEXO 01

Estado de la misión de Guayana dado por el último Prefecto P. Fulgencio de


Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)
Misión Fund. Nación de indios Existentes
Purísima Concepción de Caroní 1724 Guayanos o Pariagotos 946
Santa María de Yacuario 1730 Guayanos o panacayos 661
San José de Cupapuy 1733 Guayanos 1.168
N.P.S. Francisco de Altagracia 1734 Guayanos 754
San Miguel del Palmar 1734 Guayanos y caribes 1.015
Divina Pastora de Yaruario 1737 Guayanos 833
Nta. Sra. De Monserrat de Miamo 1748 Caribes 1.041
San Fidel del Carapo 1752 Caribes 1.000
Santa Eulalia de Murucuri 1754 Caribes y guaraúnos 730
San Joséde Leonisa de Ayma 1755 Guaicas 710
Ntra. Sra. del Rosario de Guasipati 1757 Caribes 984
Santa Ana de Puga 1760 Aruacas, caribes y guaraúnos 578
Santa Cruz del Calvario 1761 Guaraúnos y sálivas 517
San Ramón de Caruachi 1763 Caribes 634
San Antonio de Huicsatono 1765 Guayanos 955
La Conversión de San Pablo
de Cumamo 1767 Caribes 364

Ntra. Sra. de los Dolores de Puedpa1769 Guayanos y guaicas 412


San Félix de Tupuquén 1770 Caribes 736
San Pedro de las Bocas 1770 Guaicas 638
San Buenaventura de Gurí 1771 Guaicas y caribes 758
San Miguel de Unata 1779 Aruacas y guayanos 751
Santa Clara de Yavarapana 1779 Guaicas 362
Santa Clara de Arabatayma 1779 Guaicas 347
Santa Rosa de Lima de Cura 1782 Guaicas 551
Santa Magdalena de Currucay 1783 Arinagotos 355
San Juan Bautista de Avechica 1783 Guaicas y arinagotos 732
Nuestra Sra. de Belén de Tumeremo1788 Guayanos 632
Villa de San Antonio de Upata 1762 Españoles 1.598
Villa de San Isidro de Barcelonesa 1770 Españoles 494
Suma total …….. 29 Suma total ………… 21.246
Son: Españoles: 2.092 Indígenas: 19.154
Fuente: BARCELONA, Doc. 323 ‘‘Estado de la misión de Guayana dado por el último Prefecto P.
Fulgencio de Barcelona (Caroní, 13 octubre 1816)’’ en: CARROCERA III, 1979, pp. 314-317
144

ANEXO 02

Comisionados de Justicia

Pueblo Nombre Fecha del nombramiento

Altagracia Pedro Tarife 07 febrero 1817


Tupapuy (Cupapuy) José María Cardoso 07 febrero 1817
Santa María Juan Gómez 07 febrero 1817
San Antonio Joaquín Alcocer 07 febrero 1817

Puedpa Juan José Cardozo 20 febrero 1817


Santa Clara (a) a) Juan José Cardozo (interino) 20 febrero 1817

Ure (Gurí) Tnte Coronel Fernando Tremarias 25 febrero 1817

Carapo Francisco Muñoz 28 febrero 1817

Avechica Salvador Rodíguez 02 marzo 1817


Tupuquén Gabriel Ribas 02 marzo 1817
Tumeremo Ildefonso Álvarez 02 marzo 1817
Aima Gaspar Estudillo 02 marzo 1817
Guasipati Antonio Alcocer 02 marzo 1817
El Palmar N. Castillejo 02 marzo 1817
Miamo José Antonio Piña (interino) 02 marzo 1817
Cumanco (Cumamo) José Antonio Piña (interino) 02 marzo 1817

Cura (a) a) José Francisco Silva 04 marzo 1817


La Pastora Agustín Estudillo (interino) 04 marzo 1817

Cura (b) b) Rito Landaeta 05 marzo 1817


Caroní Toribio Arias 05 marzo 1817
Santa Clara (b) b) José Francisco Silva 05 marzo 1817

San Serafín Capt. Pedro Borges 06 marzo 1817


San Pedro Capt. Pedro Borges 06 marzo 1817

Barceloneta Ignacio Ibarra 07 marzo 1817


Currucay Ignacio Ibarra (Interino) 07 marzo 1817

Sus nombramientos se encuentran anotados en PIAR, [1817], 1981, febrero-marzo, volumen


15, pp. 198-222.
145

ANEXO 03
“Las Misiones del Caroní regidas y administradas por José Félix Blanco – Reglamento para su
gobierno dictado por él mismo”
Introducción al Reglamento.
No con otro objeto se han reunido los hombres en sociedad, que con el de
proporcionarse todos los bienes y ventajas, de que no podrían gozar en el aislado y facticio
estado de pura Naturaleza. La disparidad de sus fuerzas, así morales como físicos; la diversidad
de sensaciones, necesidades y recursos respectivos; la divergencia de opiniones por la sucesiva
de pasiones é intereses, --fueron todos muy poderosos motivos para persuadirles y convencerles
de la precisión en que estaban de elegir y cometerse a una autoridad que los dirigiese, con
derecho para obligarlos a obrar en beneficio común y recíproco. Al efecto, renunciando todos
de consumo a aquella independencia natural, cuyo ejercicio aislado debía serles funesto, se
sometieron a un centro de poder que con uniforme y constante impulso condujese aquel gran
todo al deseado fin de la asociación.
Estas son las bases sobre que está fundado el edificio social: bases eternas é
indestructibles, que la despejada razón contempla para su convencimiento y firmeza. Pero por
ineluctables que sean estos principios, los prestigios de la educación, las costumbres, el genio y
el hábito inveterados a la esclavitud, forman en nuestro pueblos una nueva naturaleza, acaso
mas fuerte que la primitiva: es preciso que los funcionarios públicos consagremos nuestro
esmero y celo patriótico a descorrer el denso velo de estas ominosas prevenciones para que
desaparezcan las tinieblas del error y se suceda la refulgente y vivificadora luz de la razón y de
la justicia.
Tal es la empresa que ha tomado en consideración el Soberano Congreso de Venezuela
a favor de los Indígenas del Caroní, y de la que me hallo encargado por el Supremo Gobierno
respecto de este Departamento, a pesar de la insuficiencia de mis luces y talento. Mas, por
fervientes que sean los votos de la Soberanía y grandes los deseos que me animen por llenarlos,
todos serán insuficientes, si las autoridades intermedias del Departamento no concurren por sí a
un objeto tan interesante y a una obligación tan sagrada. Todo funcionario, todo hombre
constituido en algún destino, cualquiera que sea la parte que se le confíe en la Administración
pública, debe dedicarse entera y exclusivamente al desempeño de su Ministerio por el bien de la
República; pues que la salud de esta es la ley y felicidad suprema.
Así, al proponerme y dictar las primeras reglas que deben contribuir a la verdadera
regeneración política de estos naturales, me prometo que todos y cada uno de los subalternos del
Departamento y sus habitantes, cumplirán los deberes que se les prescriban en este reglamento a
beneficio del orden y seguridad interior del territorio, y del bien y felicidad de sus mismos
habitantes.
La razón obra en todas las cosas por convencimiento de lo justo y equitable, objetos de
este reglamento. Ningún otro estímulo debe animar a los hombres dotados al menos de un
sentido común, y guiados por una recta conciencia. Mas, si en el Departamento hubiese
algunos, en quienes la razón haya perdido su imperio, será dolorosamente necesario reducirlos
por la fuerza, y aterrarlos con el castigo. No es mi empresa reformar a los malvados con
tormentos, crueldades y suplicios: prevenir el mal antes que corregirlo, es mi intento; porque las
buenas reglas y prudentes instrucciones, forman al buen ciudadano. Al efecto en el
Departamento de mi cargo, se observará el reglamento que sigue.
J. Fx. Blanco.
146

II

Reglamento para el Gobierno de las Misiones.


Dividido el Departamento de Caroní en seis pequeños distritos, para su más fácil
administración, y compuestos cada uno de estos de más o menos pueblos conforme a la
topografía del país, corresponde a cada uno de sus comisionados satisfacer los deseos de la
autoridad suprema con el cumplimiento de las instrucciones siguientes:
Artículo 1.°
Los comisionados deben tratar muy bien a los naturales haciéndoles entender que terminada la
campaña contra la Guayana, quedarán gobernándose por sí mismos sin otra dependencia que la
de la autoridad suprema de la República, siempre que su capacidad moral sea bastante a
proporcionarles su felicidad.
Artículo 2.°
Ningún rigor emplearán por ahora con los indios; y por el contrario se les tolerará cuanto sea
compatible con el orden público, mientras no se tome la Guayana. Entonces se les aplicará el
rigor de la Ley y se les hará entrar en su más estricto deber; pero desde ahora quedan abolidas
todas las vejaciones personales que hasta aquí han sufrido, excepto el trabajo de conucos, y
demás propiedades y existencias del Estado en estas Misiones. Así se les permitirá el uso de sus
trajes y costumbres sin reforma por ahora.
Artículo 3.°
Es su primer deber, reducir los naturales a sus poblaciones: proveer a todas sus necesidades:
protegerlos contra las violencias e injusticias de los que ellos llaman españoles: tratar de su
ilustración, así en los dogmas de la región católica como en los principios de la justa causa que
defendemos: velar sobre la tranquilidad y seguridad de sus pueblos, dando parte a sus
respectivos Comandantes de cualquier acontecimiento que pueda perturbarlas: fomentar la
agricultura y la industria: adelantar las artes mecánicas: conservar las propiedades del Estado y
aumentar por todos los medios posibles la cría de ganado vacuno y cabrío, como la caballar y
mular.
Artículo 4.°
Como la agricultura, que es uno de los ramos que mas hacen florecer los pueblos, ha estado
demasiado descuidada en esta Misiones y contraída únicamente a la triste raíz de yuca, a
algunos granos, y a lo menos a un pequeño número de matas de algodón, que apenas producen
para el vestido de los naturales; deben los comisionados poner todo su esmero en las labranzas
del Estado que han de proporcionar la subsistencia al Ejército. Al intento aprovecharán lo poco
que resta de la estación presente antes que se avancen demasiado las aguas, para aumentar todo
lo posible las sementeras de los artículos de primera necesidad, limpiar las que haya plantadas,
construir trojes para su depósito a la cosecha, y no descuidar por las labranzas del Estado, las de
los naturales que deben marchar a paso igual en su cultivo, fomento y prosperidad.
Artículo 5.°
Ningún comisionado extraerá ni permitirá extraer cosa alguna de sus pueblos sin la competente
orden de la comisión general, comunicada por conducto de los respectivos Comandantes de
distritos; a menos que la exigencia de momentos sea tal que no dé lugar a comunicaciones
dilatadas por los órganos regulares, en perjuicio del servicio público.
Artículo 6.°
Quedan sin embargo sujetos directa o indirectamente a la comisión general los potreros de
mulas y caballos, de los cuales no permitirá extraer ni una bestia sin orden de la misma
comisión general, al comisionado particular de la jurisdicción en que se halla el potrero. La
147

infracción de este y del anterior artículo por pequeña que sea, trae una enorme responsabilidad
sobre el infractor.
Artículo 7.°
Siendo la subsistencia del Ejército la primera atención de todos los comisionados, deben tener
muy bien organizada y montada en número suficiente de bestias, la arria o arrias que exijan sus
sementeras para el trasporte de sus frutos al almacén general del distrito, en tales términos que
pueden ser útiles al primer aviso del Comandante, para la exportación que se haga de todos ellos
desde el dicho almacén hasta el Cuartel general cuando la necesidad lo exija.
Artículo 8.°
La reunión de hombres útiles en el Ejército para la defensa común incumbe más que a nadie a
los comisionados. Habiendo pues dado los pueblos sus respectivos contingentes de reclutas
para el aumento de los cuerpos, deben interesarse en que cuando aquellos se separen de la
fuerza armada con licencia o sin ella, para venir a sus casas, sean inmediatamente restituidos a
ella, pero con esta diferencia que los desertores serán irremisiblemente aprehendidos y bien
amarrados se remitan al Cuartel general a disposición del primer Jefe del Estado Mayor General
y los que se presenten voluntariamente serán remitidos en libertad, mas siempre a cargo de uno
o dos hombres de respeto de los mismos naturales. Los que trajeren licencia volverán a sus
cuerpos concluido el término de ella.
Artículo 9.°
Ningún comisionado permitirá que individuo alguno de los que llaman españoles funde ni
establezca hacienda de ganados, de caballos ni mulas en la Misión de su cargo, por el gravísimo
perjuicio que atraería a la hacienda de la misma Misión semejante permiso: en inteligencia de
que si alguno hay en el día establecido debe sacar inmediatamente sus animales para las sabanas
de Upata, territorio que se les señala para la cría y conservación de sus animales.
Artículo 10.°
Aunque la hospitalidad a nadie debe negarse, y mucho menos en las actuales circunstancias en
que una dura ley de la necesidad ha arrojado a la mas sana parte de Venezuela hasta el término
de esta provincia; como por otra parte el Gobierno no debe permitir que haya holgazanes en los
pueblos, comiéndose como los zánganos la miel de las industriosas abejas, prohíbe
expresamente a los comisionados el que permitan en sus pueblos por mas de un día natural a
ningún transeúnte, bien sea emigrado, bien vecino de otro pueblo, bien sea empleado en las
Misiones sin el conocimiento o licencia del Jefe supremo o de la Comisión general.
Artículo 11.°
Los comisionados no pueden ausentarse de sus pueblos ni salir fuera del territorio de su
jurisdicción sin licencia escrita de los Comandantes de distritos; cuya prohibición se extiende en
los mismos términos a los mayordomos y demás españoles empleados en servicio de la Misión.
Los mismos naturales no podrán salir de sus pueblos a otros, sin el correspondiente pasaporte de
los comisionados, esto solo en caso de diligencia urgente, y nunca meramente por pasear,
porque esto se opone a la policía de todo pueblo industrioso.
Artículo 12.°
Establecido en los trabajos de cada Misión el método alternativo de una semana para el Estado y
otra para los naturales, se racionará de carne a estos, solamente la semana que trabajen en las
propiedades del Estado, y el número de reses aplicables al caso se debe determinar por los
Comandantes de distritos, calculando para ello la población y la riqueza del hato, economizando
todo lo posible y prohibiendo expresamente que se mate ganado pequeño y las hembras. Para el
acierto en la asignación de reses, cada Comandante tiene el estado de las existencias de su
distrito.
148

Artículo 13.°
No permitirán los comisionados que se introduzcan y vendan licores en sus rublos, ni bebida
alguna fermentada.
De resto la Comisión general se promete que la prudencia de los comisionados ocurra a los
casos que puedan presentarse, fuera de los contenidos en estos artículos, consultando siempre el
bien general y la felicidad de los naturales, y que en todo acontecimiento arduo, a que no
alcancen a dar evasión, darán parte a sus Comandantes de distrito para la deliberación mas
acertada.
Artículo 14.°
Ningún comisionado admitirá al servicio de su Misión persona alguna sin el consentimiento del
Comandante del distrito, y este no podrá tampoco hacerlo sin que el aspirante lleve un
documento que acredite su buen porte en la Misión en que anteriormente haya servido.

Altagracia, Julio 22 de 1817.


J. Fx. Blanco.

Fuente: BLANCO y AZPÚRUA, 1978, vol. V, doc. 1253, pp. 695-698.


149

Anexo 04
Estado general que manifiesta la población y existencias de las Misiones de los distritos de Este,
Centro Sur y Alto Caroní, con expresión nominal de las del B. Caroní y bajo Orinoco, todos de
Este Departamento, (22 octubre 1817)
Fuente: AGNV, RevGuay, Tomo II, f.214 Blanco
150

Anexo 05

Contribuciones de los Pueblos del Interior en hombres y efectos exportables, fuera de [ilegible],
en 8 meses que han estado a cargo del Comisionado General que subscribe (22 octubre 1817)
Fuente: AGNV, RevGuay, Tomo II, f. 251. BLANCO.
151

Anexo 06

Estado general de los empleados de las Misiones del Este, Centro, Sur y Alto Caroní en clase de
Comisionados, Mayordomos, yeguamanseros y Encargados de Labranzas
(25 octubre 1817)
Fuente: AGNV, RevGuay, Tomo II, f.250. BLANCO.
152

Anexo 07
Relación del número de labranzas de Cacao, Café y Caña que ezisten en Upata—
Noviembre 1817
f. 224
Matas Matas Almes Arras Botjas
de de café caña azcar Ron
cacao
C° José Alcocer -- 1200 8 -- 60
C° Dionisio Rivas -- 1500 1 -- --
C° José María Cardoso -- -- 15 -- 50
C° Félix Lesama 3000 30000 3 -- --
C° Pedro Tarife -- 400 12 -- 40
C° Blas Montilla -- -- 12 -- 20
C° Manuel Gomes 200 8000 12 -- --
C° Francisco Muñoz -- 4000 10 -- 20
C° Antonio Ascanio -- -- 1 -- --
C° José Burmeister -- 3000 -- -- --
C° Franco Burmeister -- 3000 -- -- --
C° Gabriel Rivas -- 50 1½ -- --
C° Patricio Rivas 300 -- 1 -- --
C° Cristóbal Rivas -- 200 2 -- --
C° Ventura Burmeister -- 1000 1 -- --
C° Juan Gomes 300 200 10 10 100
C° Diego Rodríguez 100 300 -- -- --
C° Esteban Astudillo 20 30 1½ -- --
C° Juan Odreman 50 5000 2 -- --
C° Pedro Gomes -- -- 2 -- --
C° Diego Navarro -- -- 100 -- --
C° Franco Henriques 20 10 1 -- --
C° Antonio Meneses 1300 1200 -- -- --
C° Gaspar Astudillo 20 30 5 -- --
C° Franco Viamonte 50 100 3 -- --
C° Felix Farras -- 100 2 -- 100
C° Domingo Vilches 612 800 2 -- --
Embargda pr el Estdo qe llaman -- 150 5 -- --
de Juan Surá
Suma 5972 60370 112 10 460
224 v
153

Prosigue -- Matas de Matas de Almes Arras Botjas


cacao café
caña azcar Ron
Suma de la vuelta 5972 60370 112 10 460
Embarga pr el Esto qe llaman 365 307 18
de Aponte

Embarga pr el Esto qe llaman 1000


de Ventura Dias

Embarga pr el Esto qe llaman 10000


De Manl Guevara
_____ ____ _____ ____ _____
Totales 6337 71677 130 10 460
Sor. Comdo. Genl

Dirijo a manos de V. el Censo que a virtud de su orden se ha formado en este territorio


de mi mando de las labranzas, del num°. de arboledas qe comprenden, y de sus producciones
anuales.
Por él conocerá V. la suma decadencia en que se encuentra la Agricultura en este País.
Este terreno, muy a proposito a lo menos para sementeras de caña y tabaco, no presenta el
incremento que ofrece su fertilidad, y en tanto tiempo de cultivo no hay una hacienda qe puede
denominarse tal. Creo que sus habitantes, contentos con lo necesario a la vida por no haber otro
estímulo, no han cuidado de lo superfluo que forma la base de comercio, de la abundancia, y de
la pública prosperidad.
En el país deben esperarse menores progresos por ser más difíciles los recursos, si la
mano del Gobierno con su sabia providencias con entra a proporcionarlos y dar un impuso qe
perfeccione la obra. Todo lo / [225] mas está perdido en la estacion presente por defecto de
cultivo, y son muchas las labranzas qe se hallan amontadas: han escaseado los víveres tanto, que
ni el maíz ni el casabe se encuentra, falta la esclavitud con que se trabajaba, falta el Peonaje de
Indios qe era un auxilio supletorio: Es una lastima como se está pasando la caña por no tener
con que beneficiarla: También es un dolor como el café se pierde en las matas por no haber con
quien cogerlo. Yo bien conozco qe las circunstancias del tiempo así lo permiten; pero no puedo
menos, en cumplimto de mis deberes, qe hacerlo presente a V. por si encuentra un arbitrio que
esté a su alcance con que mejorar la suerte de estas habitantes, y remedian tantos males que
influyen en perjuicio publico. Estos vecinos destiladores de aguardte están conformes en vender
al Estado la botija de este licor a cinco pesos, sin embargo de qe a otros particulares la dan a
seis.
Es quanto puedo informar a V en el asunto qe se me pide. Upata y Noviembre 17 de
1817.
[Rúbrica] A. Mayz

Fuente: AGNV, Gobernación de Guayana. 1817. Tomo II, ff. 224-225.


Relación que manifiesta el número de labranzas de Cacao, Café y Caña
qe existen en esta Villa, y estado de productos en qe se hallan.
154

ANEXO 08

Explicación de la disección y patología de la indígena fallecida


en la misión de Santa María por el Dr. Carlos Uzcátegui. (Noviembre, 2009)

Según lo registrado en el documento evidentemente se trata de una epidemia de


"Paludismo Falciparum" conocida como Malaria terciaria maligna, que se incrementa
en el período de lluvia por la humedad relativa del aire, vegetación y aguas estancadas.

Periodo de Incubación del falciparum: 12 días.

Transmisibilidad: de hombre infectado a hombre sano, el vector es el mosquito anófeles


(para el área que interesa, el vector es el anófeles darlingui, que es el transmisor del
falciparum).

El área endémica está descrita como área malaria meridional, que abarca los estados
Bolívar, Apure y Amazonas; es donde se encuentra este anófeles y transmite el
paludismo falciparum.

CLINICA:
1.- Paroxismo de escalofrío fiebre y sudoración: empieza con escalofrío que dura de una
a dos horas, en las siguientes tres a cuatro horas fiebre alta, piel seca y caliente, en las
dos últimas horas sudoración.
Al principio la fiebre es cotidiana y luego cambia a terciana o cuartana.
2.-Anemia: por destrucción excesiva de glóbulos rojos, la falciparum es la más grave.
3.- Esplecnomegalia: Aumento de volumen del bazo, está en el 80% de los infectados
con falciparum.
4.-Hepatomegalia e ictericia: Aumento del hígado y color amarillento en la piel, está en
el 40% de los infectados.
5.-Síntomas gastrointestinales: Anorexia (falta de apetito), nauseas, vómito, diarrea,
dolor abdominal, ascitis (abdomen grande por retención de líquido), edema,
hipertensión, otros síntomas neurológicos (cefalea, letargo, delirios, convulsión y
coma).
6.- Complicación: Insuficiencia Renal aguda, paludismo álgido, colapso circulatorio por
insuficiencia suprarrenal, encefálico por anoxia tisular por lesiones graves en el cerebro.
155

DATO:
Hay un defecto genético que consiste en forma anormal del glóbulo rojo, que se conoce
como drepanositosis que confiere a la persona que lo padece inmunidad natural contra
el paludismo y es muy frecuente en esa zona, lo que pudiera explicar en algunos casos
de pobladores que no presentaron la enfermedad.

DESCRIPCIÓN ANATOMOPATOLÓGICA DE LA ENFERMEDAD (AUTOPSIA):

Es muy parecida a la descripción hecha en la época.


Lo que le faltó fue la parte microscópica.
La parte macroscópica, tiene mucha coincidencia.

DESCRIPCIÓN ACTUAL DE LA ENFERMEDAD:


Hígado: aumenta de tamaño, de color rojo achocolatado a gris pardo o negro, con
necrosis centro-lobulillar.
Vasos sanguíneos del estómago: turgentes por invasión del parásito.
Bazo: Aumenta de tamaño congestivo y pigmentado (pigmento palúdico).
Vasos sanguíneos intestinales: Turgente por invasión del parásito.
Riñones: Necrosis tubular aguda, que puede ser por hemolisis masiva o por reducción
del flujo sanguíneo, debido a la hipovolemia e hiperviscosidad sanguínea.
Cerebro: de color gris, por el pigmento palúdico, edematoso y pequeñas hemorragias
petequiales en la sustancia blanca.

También hay que tomar en cuenta las condiciones sanitarias y de salubridad precarias, la
alimentación del paciente enfermo, falta de tratamiento adecuado a pesar de que
describen la toma de la cáscara de quina que era realmente el tratamiento en esa época y
actualmente, y que pudiera haberlos salvado a todos.
156

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