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UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS


V SEMESTRE
DERECHO PENAL ESPECIAL I.
Docente: Dr. Manuel López Noriega.
___________________________________________________________________

EXTRACTOS DE JURISPRUDENCIA COLOMBIANA: CRÍMENES DE LESA


HUMANIDAD Y CRÍMENES DE GUERRA (CONTRA EL DIH).

FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES DE LA PUNICIÓN:


Arts..

______________________________________________________________________________

I
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, auto de segunda instancia de Justicia y Paz, del veintiuno
(21) de septiembre de dos mil nueve (2009), radicado 32.022, M.P. Dr. Sigifredo Espinosa Pérez.
“4. NATURALEZA DE LOS DELITOS COMETIDOS POR LOS
GRUPOS ARMADOS AL MARGEN DE LA LEY.

La doctrina distingue dos grandes categorías de crímenes graves contra la


comunidad internacional, a saber, los crímenes de guerra o infracciones graves al derecho
internacional humanitario y los crímenes de lesa humanidad o contra la humanidad.

Sobre los primeros, se destaca que las normas que conforman el llamado derecho
internacional humanitario están compendiadas en los cuatro Convenios de Ginebra del 12 de
Agosto de 1949: el primero para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de
las fuerzas armadas en campaña; el segundo para aliviar la suerte que corren los heridos, los
enfermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar; el tercero relativo al trato
debido a los prisioneros de guerra y el cuarto relativo a la protección debida a las personas
en tiempo de guerra. Convenios que están adicionados por el Protocolo I relativo a la
protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, y el Protocolo II
relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados no internacionales.

Colombia es parte de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, aprobados mediante


la Ley 5ª de 1960, y vigentes desde el 8 de Mayo de 1962. Igualmente, mediante la Ley 11
de 1992 se aprobó el Protocolo Adicional I, mientras que el Protocolo adicional II fue
aprobado mediante Ley 171 de 1994.

A su vez, el artículo 214, numeral 2º, de la Carta Política dispone que "en todo caso se
respetarán las reglas del derecho internacional humanitario", lo cual significa que en
Colombia, independientemente de la adhesión a tales instrumentos internacionales, operó
una incorporación automática del derecho internacional humanitario al ordenamiento interno
nacional, lo cual es congruente con el carácter imperativo que caracteriza sus principios
axiológicos, que hacen que este cuerpo normativo integre el ius cogens, según lo explicó la
Corte Constitucional en la sentencia C-574/92:

"En síntesis, los principios del derecho internacional humanitario plasmados en


los Convenios de Ginebra y en sus dos Protocolos, por el hecho de constituir un
catálogo ético mínimo aplicable a situaciones de conflicto nacional o
internacional, ampliamente aceptado por la comunidad internacional, hacen
parte del ius cogens o derecho consuetudinario de los pueblos. En
consecuencia, su fuerza vinculante proviene de la universal aceptación y
reconocimiento que la comunidad internacional de Estados en su conjunto le ha
dado al adherir a esa axiología y al considerar que no admite norma o práctica
en contrario. No de su eventual codificación como normas de derecho
internacional, como se analizará con algún detalle más adelante. De ahí que su
respeto sea independiente de la ratificación o adhesión que hayan prestado o
dejado de prestar los Estados a los instrumentos internacionales que recogen
dichos principios.

El derecho internacional humanitario es, ante todo, un catálogo axiológico cuya


validez absoluta y universal no depende de su consagración en el ordenamiento
positivo.1"

De allí que, en todo tiempo y lugar, en desarrollo de un conflicto armado, tanto los
integrantes de los grupos armados irregulares como los miembros de las Fuerzas Armadas
están obligados a respetar las reglas del derecho internacional humanitario, porque
consagran aquellos principios mínimos de humanidad que no pueden ser derogados ni siquiera
en las peores situaciones del conflicto.

De otro lado, no puede obviarse que el artículo 93 de la Carta Política establece la


prevalencia en el orden interno de ciertos contenidos de los tratados de derechos humanos
ratificados por Colombia. Sobre el punto, la doctrina constitucional ha precisado que para
que opere la prevalencia de tales tratados en el orden interno "es necesario que se den los
dos supuestos a la vez, de una parte, el reconocimiento de un derecho humano, y de la
otra que sea de aquellos cuya limitación se prohíba durante los estados de excepción" 2. En
tales circunstancias es claro que los tratados de derecho internacional humanitario, como los
Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos Adicionales de 1977, cumplen tales
presupuestos, puesto que ellos reconocen derechos humanos que no pueden ser limitados
durante los estados de excepción.

En ese sentido, es obligación del Estado colombiano garantizar que las violaciones
graves al derecho internacional humanitario sean castigadas como lo que son, esto es, como
atentados que no sólo afectan la vida, la integridad física, la dignidad, la libertad de las
personas, entre otros bienes relevantes, sino que atentan contra valores fundamentales
reconocidos por la humanidad entera y compilados en el conjunto de normas que conforman
el llamado derecho internacional humanitario.

Precisamente, en cumplimiento de esa obligación, el Código Penal de 2000 introdujo


al ordenamiento jurídico un catálogo de conductas punibles, en aproximación, que castigan
las infracciones graves contra las personas y los bienes protegidos por el D.I.H., las cuales
fueron plasmadas en el Libro 2º, Título II, Capítulo único, de la Ley 599 de 2000 3, como
respuesta a la necesidad de brindar un nivel especial de protección a la población civil
afectada por la magnitud del conflicto armado que desde décadas atrás se vive en Colombia,
tal como se lee en la exposición de motivos a esta Ley:

1
Sentencia C-574/92.
2
Corte Constitucional, sentencia C-295/93
3
Se incluyen como delitos contra personas y bienes protegidos por el derecho internacional humanitario, los de homicidio en persona protegida,
lesiones en persona protegida, tortura en persona protegida, acceso carnal violento y actos sexuales violentos en persona protegida, prostitución
forzada o esclavitud sexual, utilización de medios y métodos de guerra ilícito, perfidia, actos de terrorismo, actos de barbarie, tratos inhumanos y
degradantes y experimentos biológicos en persona protegida, actos de discriminación racial, toma de rehenes, detención ilegal y privación del
debido proceso, constreñimiento a apoyo bélico, despojo en el campo de batalla, omisión de medidas de socorro y asistencia humanitaria,
obstaculización de tareas sanitarias y humanitarias, destrucción y apropiación de bienes protegidos, destrucción de bienes e instalaciones de
carácter sanitario, destrucción o utilización ilícita de bienes culturales y de lugares e culto, ataque contra obras e instalaciones que contienen
fuerzas peligrosas, represalias, deportación, expulsión, traslado o desplazamiento forzado de población civil, atentados a la subsistencia y
devastación, omisión de medidas de protección a la población civil, reclutamiento ilícito, exacción o contribuciones arbitrarias y destrucción del
medio ambiente.
“En la situación de conflicto armado interno que padece Colombia, muchas de las
conductas vulneratorias o amenazadoras de Derechos Humanos, constituyen a la vez
infracciones al Derecho Internacional Humanitario. Son ellas acciones u omisiones con
las cuales quienes participan directamente en las hostilidades -los combatientes-
incumplen los deberes o quebrantan las prohibiciones que les ha impuesto el artículo 3º
común a los Cuatro Convenios de Ginebra y el Protocolo II adicional.

“El sujeto activo de una infracción al Derecho Internacional Humanitario puede


ser cualquiera de las personas que dentro de un conflicto armado combaten a
favor de una u otra parte contendiente. Las infracciones graves a la normatividad
humanitaria se denominan hoy, en la jurisprudencia y en la doctrina
internacionales, crímenes de guerra.

“Estos crímenes de guerra presentan una más intensa y múltiple lesividad frente
a otras conductas punibles comunes, dado que con ellas se atenta, no solamente
contra bienes jurídicos tales como la vida, la integridad corporal de personas
protegidas, la dignidad, la libertad individual, el derecho a un debido proceso
legal, sino que además ofenden ese interés jurídico autónomo que es el derecho
internacional de los conflictos armados.

“En la propuesta legislativa se incluye un capítulo especial denominado


“Conductas punibles contra personas y bienes protegidos por el Derecho
Internacional Humanitario”, que agrupa una serie de tipos penales que describen
y penalizan aquellos comportamientos que representan las más graves
infracciones a esa normatividad internacional que Colombia se comprometió a
respetar y a aplicar.
“(…)
“Las razones de conveniencia y necesidad para la creación de estas conductas
punitivas emergen en forma ostensible del agudo conflicto bélico que afronta el
país.

“Refiriéndose a ello los señores Nigel Rodley y Brace Wally Ndiaye, relatores
especiales de Naciones Unidas – encargados respectivamente del tema de la
tortura y del tema de las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias – en
visita realizada al país entre el 17 y el 26 de octubre de 1994, señalaron: “...En
las zonas de conflicto armado continúan registrándose violaciones y
abusos de los derechos humanos en gran escala por parte de los
miembros de las fuerzas de seguridad, de los grupos paramilitares o de
¨justicia privada¨ de los que se dice con frecuencia que colaboran con
ellas, y de los grupos insurgentes armados” (Naciones Unidas, Informe
Conjunto sobre Visita de Relatores Especiales encargados de la cuestión de la
tortura y de la cuestión de las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias,
16 de Enero de 1995, Pag. 9).

“Se incluye como conducta violatoria de esta normatividad ese hecho injusto y
conmovedor del desplazamiento forzoso de personas, causado por la
violación de los derechos humanos y por el conflicto armado. La migración de
personas es obra conjunta de las partes en conflicto, y demuestra en los
contendientes total olvido y menosprecio de elementales principios de
humanidad.

“El Estado colombiano debe adoptar todas las medidas, incluidas las legislativas
en el ámbito penal, para afrontar este drama humano y social que padecen
millares de colombianos a quienes la guerra fratricida despojó de su mínimo vital.
Este proyecto aporta la cuota que le corresponde en ese imperativo institucional.

De otra parte, al lado de la importancia que tiene la adopción en la legislación interna


de los tipos penales encaminados a prevenir las violaciones graves al derecho internacional
humanitario, debe señalarse que el Estatuto de Roma 4 entró a reforzar la eficacia de la

4
Aprobado mediante la Ley 742 de 2002.
persecución y sanción de los crímenes de guerra a nivel nacional mediante la creación de un
órgano jurisdiccional de carácter permanente que complementa a las jurisdicciones
nacionales y las incentiva a ejercer su jurisdicción sobre los tipos penales recogidos en el
artículo 8º del Estatuto en cuestión5.

La Corte Penal Internacional constituye una jurisdicción de última ratio que


conocerá de los crímenes de guerra cometidos en un determinado conflicto armado, si
conforme al artículo 17 del Estatuto de Roma, las jurisdicciones nacionales afectadas:

“(i) no llevan a cabo investigación o enjuiciamiento alguno (inacción a priori); (ii)


inician sus actuaciones pero las suspenden antes de finalizarlas sin razón técnica
que lo justifique a la luz de sus respectivas leyes de enjuiciamiento penal
(inacción a posteriori); (iii) no tienen la disposición necesaria para llevar realmente
a cabo las investigaciones o enjuiciamientos iniciados (falta de disposición); o (iv)
no tienen la infraestructura judicial necesaria para llevar a cabo las actuaciones
que han iniciado debido al colapso total o parcial de su administración de justicia
o al hecho de que carecen de ella (incapacidad)” 6.

Por lo tanto, la creación de la Corte Penal Internacional como un órgano que se ocupa
de seguir las actuaciones de las jurisdicciones nacionales afectadas, al punto que la
inactividad de las últimas provocará la actividad de la primera, demuestra que existe un
principio de justicia universal respecto de la investigación y persecución de los crímenes de
guerra, que refuerza y legitima las actuaciones nacionales encaminadas a ese propósito.

Ahora bien, para la aplicación de los delitos tipificados en el Título II de la parte


especial del Código Penal de 2000, se requiere, en primer lugar, la concurrencia de un
elemento normativo especial, a saber, la existencia de una situación que pueda ser calificada
como “conflicto armado” no internacional, porque todos los tipos penales allí consagrados
requieren que la conducta se ejecute en desarrollo o con ocasión del mismo 7.

Se advierte, en primer lugar, que la constatación de la existencia de un conflicto


armado no internacional, es decir, de una situación de hecho, es una cuestión completamente
distinta al reconocimiento del estado de beligerancia de los actores del conflicto. Hoy,
jurídicamente, está descartado por el artículo 3º común a los Convenios de Ginebra que la
aplicación de las normas humanitarias tenga efecto jurídico sobre el estatuto de las partes
contendientes. Así lo reconoció la Corte Constitucional al estudiar la exequibilidad de la Ley
171 de 1994, mediante la cual se adoptó como legislación interna el protocolo II adicional a
los Convenios de Ginebra de 1949:

“De un lado, el artículo 3º común señala que la aplicación de sus


disposiciones ‘no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de las partes en
conflicto’. Esta pequeña frase implicó, en su momento, una verdadera
revolución jurídica, puesto que permitió que, en los conflictos internos, la
aplicación de las normas humanitarias dejara de estar subordinada al
reconocimiento de beligerancia de los insurrectos.

“En efecto, antes de los Convenios de Ginebra de 1949, un sector de la


doctrina consideraba que el derecho de los conflictos armados sólo operaba
una vez que el Estado en cuestión, o terceros Estados, hubiesen reconocido la
beligerancia de los alzados en armas. Esto significa que para que un grupo
rebelde pudiera ser considerado sujeto de derecho internacional humanitario
era necesario que se le reconociera previamente como verdadero sujeto de

5
Ensayos sobre la Corte Penal internacional. Héctor Olásolo Alonso. Bogotá. Pontificia Universidad Javeriana, Medellín, Biblioteca Jurídica
Dike, 2009, pag. 487.
6
Íbidem, pag. 492
7
Ver artículos 135 a 164 de la Ley 599 de 2000.
derecho internacional público, puesto que, en términos muy elementales, la
declaratoria de beligerancia confiere a los rebeldes o grupos armados
irregulares un derecho a hacer la guerra en igualdad de condiciones y con
iguales garantías internacionales que el Estado. Con tal declaratoria, los
beligerantes dejan entonces de estar sujetos al orden jurídico nacional, y el
conflicto interno se transforma en una guerra civil que se rige por las normas
propias de las guerras interestatales, ya que los alzados en armas son
reconocidos, ya sea por el propio Estado, ya sea por terceros Estados, como
una "comunidad beligerante" con derecho a hacer la guerra. En esa situación,
aquellos beligerantes que sean capturados por el Estado gozan
automáticamente y de pleno derecho del estatuto de prisioneros de guerra, y
por ende no pueden ser penados por el solo hecho de haber empuñado las
armas y haber participado en las hostilidades, puesto que la declaratoria de
beligerancia les ha conferido el derecho a ser combatientes.

“Como es obvio, esa situación comportó la inaplicación de las normas


humanitarias en los conflictos no internacionales, puesto que la declaratoria
de beligerancia afecta profundamente la soberanía nacional. Por ello, los
Convenios de 1949 distinguieron rigurosamente entre la declaratoria de
beligerancia y la aplicación del derecho humanitario, al señalar que sus
disposiciones no podían ser invocadas para modificar el estatuto jurídico de
las partes. Esta frase corta entonces de raíz cualquier equívoco sobre la
posibilidad de que el derecho humanitario pueda erosionar la soberanía de un
Estado. En efecto, ella significa que la aplicación, por parte de un Estado, de
las normas humanitarias en un conflicto interno no implica el reconocimiento
de beligerancia de los alzados en armas.

“Por consiguiente, en un conflicto armado no internacional, los alzados en


armas son sujetos de derecho internacional humanitario, puesto que están
obligados a respetar las normas humanitarias, ya que éstas son normas de
ius cogens imperativas para todas las partes del conflicto…” 8.

No desconoce la Sala que el reconocimiento de la existencia de un conflicto armado


es un acto político de complicadas consecuencias, que no corresponde declarar a la
judicatura, pero esa situación no impide que exclusivamente, para efectos de la aplicación
de la ley de justicia y paz, conforme su naturaleza y fines, el operador judicial, al momento
de investigar y juzgar las conductas que pueden encajar en las descripciones típicas de los
“delitos contra personas y bienes protegidos por el derecho internacional
humanitario”, verifique la existencia de esa situación en aras de salvaguardar los valores
protegidos por el derecho internacional humanitario, que están por encima de cualquier
consideración política.

En este sentido, la verificación judicial de que ciertos comportamientos se


encuentran vinculados con el conflicto armado, se halla legitimada en el contexto de la Ley
975 de 2005, precisamente porque el acto político ya ha sido consignado expresamente
dentro de los fundamentos de la norma, en particular, cuando allí se establecen como fines
de la misma la consecución de la paz y la reconciliación nacional, significando de entrada que
la desmovilización que allí se consagra opera respecto de miembros de grupos armados al
margen de la ley, cuyo accionar no podría desvincularse del D.I.H.

Ahora bien, con el fin de determinar cuáles son los requisitos mínimos que deben
concurrir en una situación de crisis interna para que pueda ser calificada como conflicto
armado y por tanto devenga aplicable el derecho internacional humanitario, ha de partirse
de los conceptos que se deducen del artículo 3º común a los Convenios de Ginebra de 1949 y
el Protocolo II de 1997.

8
Sentencia C-225 de 1995
El artículo 3º menciona y regula los conflictos armados no internacionales, pero no
los define. Por su parte, el Protocolo II, al señalar el ámbito de aplicación del mismo, detalla
los elementos de una situación de conflicto interno al señalar que:

“1º. El presente Protocolo, que desarrolla y complementa el artículo 3 común de


los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, sin modificar sus actuales
condiciones de aplicación, se aplicará a todos los conflictos armados que no estén
cubiertos por el artículo 1º del Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del
12 de agosto de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos
armados internacionales (Protocolo I) y que se desarrollen en el territorio de
una Alta Parte contratante entre sus fuerzas armadas y fuerzas armadas
disidentes o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un
mando responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un
control tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y
concertadas y aplicar el presente Protocolo.

“2º. El presente protocolo no se aplicará a las situaciones de tensiones internas y


de disturbios interiores, tales como los motines, los actos esporádicos y aislados
de violencia y otros actos análogos, que no son conflictos armados” (se ha
destacado).

Esto significa que, conforme al Protocolo II, para que pueda hablarse de conflicto
armado deben existir: (i) enfrentamientos entre el Estado y actores armados disidentes,
siempre y cuando éstos tengan (ii) mando responsable y (iii) control territorial suficiente
para realizar operaciones militares y (iv) aplicar las normas humanitarias 9.

Por lo tanto, la idea de conflicto armado refleja la existencia de una confrontación


colectiva, donde es necesario que los grupos de individuos que participan en la misma tengan
una organización suficiente para planear y ejecutar operaciones militares de manera
sostenida y concertada, así como para imponer disciplina en nombre de una autoridad de
hecho. Además, en relación con el control territorial, el Comité Internacional de la Cruz
Roja, en su comentario al Protocolo adicional II a los Convenios de Ginebra de 1949, señala
que:

“…es la palabra ‘tal’ la que da la clave de la interpretación. El control debe ser


suficiente para poder realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y
aplicar el Protocolo, es decir, cuidar a los heridos y los enfermos, por ejemplo, o
recluir a los prisioneros y tratarlos debidamente” 10

También, es pertinente reseñar que el apartado 2.f) del artículo 8 del Estatuto de
Roma, en relación con los crímenes de guerra previstos en el apartado 2.e), extiende el
contenido de la noción de conflicto armado a las situaciones de enfrentamiento entre
grupos armados organizados entre sí, sin intervención de las fuerzas armadas del Estado:

“2. f) …El párrafo 2.e) del presente artículo se aplica a los conflictos armados que
no son de índole internacional, y, por consiguiente, no se aplica a situaciones de
disturbios y tensiones internas, como motines, actos aislados y esporádicos de
violencia u otros actos de carácter similar. Se aplica a los conflictos armados que
tienen lugar en el territorio de un Estado cuando existe un conflicto armado
prolongado entre las autoridades gubernamentales y grupos armados
organizados o entre tales grupos”.

Sobre el punto, cabe destacar que la Sala de Cuestiones Preliminares I de la Corte


Penal Internacional, en la reciente decisión sobre la confirmación de los cargos en el caso

9
Rodrigo Uprimny. ¿Existe o no conflicto armado en Colombia?.Consultado en Internet en www.derechoshumanosypaz.org.
10
Ver Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Comentario del Protocolo adicional II a los Convenios de Ginebra de 1949, Párrafo 4457,
disponible en Internet en www.icrc.org.
Lubanga, calificó como conflicto armado de carácter no internacional la situación de
enfrentamientos entre varios grupos armados organizados (UPC/FPLC, FNI y PUSIC) en el
territorio del distrito Ituri (República Democrática del Congo), sin la intervención de las
fuerzas armadas gubernamentales11.

Pero la sola constatación de que la conducta se produjo en el seno de un conflicto


armado no es suficiente para calificar el delito como violatorio del derecho internacional
humanitario, sino que probatoriamente tiene que acreditarse que la misma está vinculada
con el conflicto, porque su existencia juega un papel sustancial en la decisión del autor de
realizar la conducta prohibida, en su capacidad de llevarla a cabo o en la manera de
ejecutarla12, requisito que se deriva de la concepción de los crímenes de guerra como
infracciones graves de las normas que regulan el comportamiento de las partes
contendientes durante los conflictos armados.

Frente a la naturaleza del vínculo requerido, en la medida en que tal aspecto no es


definido en el Estatuto de Roma, como tampoco en otra norma internacional aplicable, y
menos en el Código Penal nacional, resulta pertinente acudir al concepto fijado en fallos de
Tribunales Internacionales:

“Sobre esta cuestión la Sala de apelaciones del TPIY 13 y del TPIR14 ha señalado
que no es necesario que exista un vínculo directo entre la conducta y el conflicto
armado en el sentido de que aquella no tiene por qué producirse en medio del
fragor del combate. Según la Sala de apelaciones basta con que exista una
relación de cierta proximidad entre la conducta y las hostilidades que se están
desarrollando en cualquier otro lugar del territorio controlado por las partes
contendientes, de manera que se pueda afirmar que su comisión o la manera de
llevarse a cabo se encuentra influenciada por la existencia del conflicto armado 15.

“Por su parte, la SCP16 I de la CPI17, en su decisión sobre la confirmación en los


cargos en el caso Lubanga, ha reafirmado la jurisprudencia de la Sala de
apelaciones del TPIY y del TPIR en esta materia, al tiempo que ha subrayado que
el conflicto armado, si bien no tiene porqué ser la causa última de la comisión de
la conducta, debe como mínimo haber jugado un papel sustancial en la decisión
del autor de realizarla, en la capacidad del autor de llevarla a cabo o en la
manera en que la misma ha sido finalmente ejecutada. En cualquier caso, es
importante subrayar que esto no significa que el autor deba pertenecer a las
fuerzas armadas de alguna de las partes contendientes puesto que, como bien ha
sido señalado, los crímenes de guerra pueden ser también cometidos por
personas que ni son combatientes ni participan directamente en las
hostilidades…”18

Pero además, debe considerarse que la constatación de una situación de conflicto


armado interno, no significa que en la misma no se puedan producir manifestaciones del
terrorismo, puesto que, como se analiza por el Letrado de Sala de la Corte Penal
Internacional, profesor Héctor Olásolo Alonso, y la profesora Ana Isabel Pérez Cepeda, en
su ensayo sobre “Terrorismo internacional y conflicto armado: Dos Fenómenos distintos
pero no excluyentes”, ambos fenómenos pueden en ocasiones acontecer de manera
simultánea sobre un mismo territorio:

11
Ver al respecto comentario traído por Héctor Olásolo Alonso y Ana Isabel Pérez Cepeda, en su libro” Terrorismo Internacional y Conflicto
Armado”. Editorial Tirant lo Blanch, Valencia 2008, pag. 133.
12
Cita de Héctor Olásolo Alonso en “Ensayos sobre la Corte Penal Internacional”, antes referenciado. Pag. 541
13
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia
14
Tribunal Penal Internacional para Ruanda
15
Sentencia de apelación del TPIY en el caso Kunarac (párrafo 58) y sentencia de apelación en el caso Lubanga, párrafo 287. En el mismo
sentido, vid., sentencia de apelación del TPIY en el caso Kunarac (párrafo 52) y sentencia de apelación en el caso Rutaganga (párrafos 570-572).
16
Sala de Cuestiones Preliminares I
17
Corte Penal Internacional
18
Héctor Olásolo Alonso y Ana Isabel Pérez Cepeda, Terrorismo Internacional y Conflicto Armado. Editorial Tirant lo Blanch, Valencia 2008.
“Este sería el caso cuando una de las partes contendientes recurre a actos de
violencia dirigidos contra la población civil con el fin de aterrorizarla para obtener
una ventaja político-militar en relación con el conflicto armado, o incluso cuando el
recurso al terror contra la población civil para obtener un objetivo político no se
encuentra vinculado con el conflicto armado existente en el territorio del estado
afectado” 19.

Por lo tanto, si las operaciones ejecutadas por los grupos armados organizados se
dirigen sistemáticamente contra personas y bienes que no constituyen objetivos militares,
para efectos de la responsabilidad individual de sus miembros, las conductas ejecutadas en
ese contexto de violencia al mismo tiempo que pueden configurar crímenes de guerra 20,
constituyen delitos de lesa humanidad21, genocidios22, violaciones graves de derechos
humanos23 e incluso delitos comunes si se dan los presupuestos para ello. Esto último,
porque el Convenio Internacional para la Supresión de la Financiación del Terrorismo,
adoptado por la ONU el 9 de diciembre de 1999, y aprobado a nivel nacional mediante la Ley
808 de 2003, establece que:

“Comete delito en el sentido del presente Convenio quien por el medio que fuere,
directa o indirectamente, ilícita y deliberadamente, provea o recolecte fondos con
la intención de que se utilice, o a sabiendas de que serán utilizados en todo o en
parte, para cometer cualquier acto destinado a causar la muerte o lesiones
corporales graves a un civil o a cualquier otra persona que no participe
directamente en las hostilidades en una situación de conflicto armado, cuando, el
propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una
población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un
acto o a abstenerse de hacerlo”.

De acuerdo con la mencionada Convención, comete delito enmarcado dentro del


contexto del terrorismo, quien financia operaciones encaminadas a causar la muerte o
lesiones corporales graves a civiles o personas que no participan directamente en las
hostilidades en una situación de conflicto armado, siempre que la conducta se ejecute
exclusivamente con el propósito de intimidar a la población civil, criterio que, como lo
reseñan los expertos antes citados 24, ha sido utilizado por algunas jurisdicciones nacionales
para denegar peticiones de asilo sobre la base de que la calificación como terroristas de los
delitos presuntamente cometidos por los peticionarios, privan a tales conductas de
cualquier naturaleza política.

A nivel interno, ya esta Corporación se ha pronunciado en el sentido de que las


conductas cometidas por los integrantes de grupos paramilitares, entre ellos, los miembros
de las autodefensas que en virtud de acuerdos con el Gobierno Nacional se han
desmovilizado, no tienen posibilidad de enmarcarse dentro del concepto de delito político,
porque, entre otras razones, sus actos “no fueron ejecutados con el propósito de atentar
contra el régimen constitucional y legal vigente, con denunciado apoyo de importantes
sectores institucionales y procurando obtener beneficios particulares” 25.

Ahora bien, es importante señalar que los Estados que redactaron el Estatuto de
Roma reafirmaron, por omisión de toda relación con un conflicto armado, que los crímenes

19
Íbidem, pags. 73 y ss.
20
Cfr. Estatuto de la Corte Penal Internacional, artículo 8°. Violaciones severas de las Convenciones de Ginebra de 12 de agosto de 1949.
21
Cfr. Estatuto de la Corte Penal Internacional, artículo 7°.
22
Cfr. Estatuto de la Corte Penal Internacional, artículo 6°.
23
Caracterizadas por no constituir un ataque generalizado y sistemático, y por ello su diferenciación respecto de los crímenes de lesa humanidad.
24
Al respecto, en su libro “Terrorismo Internacional y Conflicto Armado, el profesor Olásolo Alonso y la profesora Pérez Cepeda, traen dos
ejemplos paradigmáticos en los EE.UU y el Reino Unido. Pag. 140.
25
Decisión del 11 de julio de 2007, radicado No. 26.945
de lesa humanidad pueden cometerse en tiempo de paz o durante conflictos armados.
Aunque los Tribunales de Nuremberg y Tokio limitaron su competencia respecto de los
crímenes de lesa humanidad a los cometidos durante la Segunda Guerra Mundial,
posteriores instrumentos internacionales y la misma jurisprudencia internacional 26, han
puesto de manifiesto que no es necesario que el acto se cometa durante un conflicto armado
para que constituya un crimen de lesa humanidad.

Cuando nos referimos a los crímenes de lesa 27 humanidad, hablamos de infracciones


graves al derecho internacional de los derechos humanos, que ofenden la conciencia ética de
la humanidad y niegan la vigencia de las normas indispensables para la coexistencia humana.
En ese sentido, el efecto del delito de lesa humanidad tiene dos dimensiones: por un lado
inflige un daño directo a un grupo de personas o a un colectivo con características étnicas,
religiosas o políticas y, por otro lado, causa un daño por la vía de la representación a toda la
humanidad.

En la segunda dimensión, la naturaleza del acto lesivo es de tal magnitud, que la


humanidad se hace una representación del daño, evocando el dolor y el sufrimiento que
provocaron dicho tipo de actos a otros seres humanos, presumiéndose que esos hechos
socavan la dignidad misma de los individuos por la sola circunstancia de ejecutarse a pesar
de que no estén involucrados directamente los nacionales de otros países. Así entonces, el
daño que produce el delito de lesa humanidad se traslada, por representación, a toda la
comunidad internacional, constituyéndose en el límite de lo soportable para la humanidad y
el ser humano.

Sobre la esencia del delito de lesa humanidad, vale traer a colación lo expresado por
el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoeslavia, en su sentencia sobre el caso
Erdemovic:

“Los crímenes contra la humanidad son actos graves de violencia que dañan a los
seres humanos al atacar lo que les es más esencial: su vida, su libertad, su
bienestar físico, salud y/o dignidad. Son actos inhumanos que por su extensión y
gravedad sobrepasan los límites tolerables por la comunidad internacional, la
cual debe forzosamente exigir su castigo. Pero los crímenes contra la humanidad
también trascienden lo individual, puesto que cuando lo individual es violado, la
humanidad viene a ser objeto de ataque y es negada. De allí el concepto de la
humanidad como víctima que caracteriza de manera esencial los crímenes contra
la humanidad”

Antes del Estatuto de Roma, los principios para el juzgamiento de los delitos de lesa
humanidad se encontraban dispersos en varios instrumentos jurídicos. Así, en tiempos de
guerra, la categorización de tales delitos estaba dada por las Convenciones de Ginebra y de
la Haya, mientras que en tiempo de paz, este tipo de conductas estaba tipificado en
Convenciones diversas, tales como los Principios de Derecho Internacional reconocidos por
el Estatuto y las sentencias del Tribunal de Nuremberg, la Convención sobre la
imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad, y la Convención para la
Prevención y sanción del Delito de Genocidio.

En el Estatuto del Tribunal de Nuremberg, artículo 6, literal c.), se incluyeron como


crímenes de lesa humanidad: el asesinato, el exterminio, el sometimiento a esclavitud, la
deportación o cualquier acto inhumano cometido contra la población civil antes o durante la
guerra, y las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos, en ejecución o en
26
El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia en la sentencia de apelación del caso Tadic, de 14 de noviembre de 1995, afirmó que
no se requiere probar la relación de los delitos en cuestión con situaciones de conflicto armado.
27
El término “Lesa” viene del latín “laesae”, que corresponde al participio presente, en voz pasiva, del verbo “Laedo”, que significa: herir,
injuriar, causar daño.
conexión con cualquier crimen de la jurisdicción del Tribunal, sean o no una violación de la
legislación interna del país donde hubieren sido perpetrados 28.

Con el paso del tiempo el catálogo de los crímenes de lesa humanidad se ha ido
ampliando, por ejemplo, con el apartheid, la desaparición forzada de personas, la violación
y la prostitución forzada. De igual manera, los elementos esenciales de la noción de crimen
de lesa humanidad han sido precisados por ciertos tratados internacionales, resoluciones
del Consejo de Seguridad de la ONU y sentencias proferidas por los Tribunales Penales
Internacionales ad hoc para Ruanda y la Antigua Yugoslavia.
 
A partir de la vigencia del Estatuto de Roma, se codifican los principios y los tipos
penales internacionales que se hallaban antes dispersos en varios pactos o tratados
internacionales. Es así como en el artículo 7º se describen algunos tipos penales que caben
dentro de la definición dada a "Delitos de Lesa Humanidad", agregando características
comunes a estos como los de "generalidad", "sistematicidad" y "conocimiento". Sin embargo,
el Estatuto no entra a diferenciar entre delitos internacionales y delitos de lesa humanidad,
razón por la cual se considera que los últimos forman parte del género de los primeros y,
por lo tanto, siendo específicos contienen rasgos muy concretos que los diferencian de
otros delitos.

La definición de crimen contra la humanidad o crimen de lesa humanidad recogida en


el Estatuto de Roma comprende las conductas tipificadas como asesinato; exterminio;
esclavitud; deportación o traslado forzoso de población; encarcelación u otra privación
grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional;
tortura; violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización
forzada u otros abuso sexuales de gravedad comparable; persecución de un grupo o
colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos,
culturales, religiosos, de género definido en el párrafo 3, u otros motivos universalmente
reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho internacional, en conexión con
cualquier otro acto mencionado en el presente párrafo o con cualquier crimen de la
competencia de la Corte; desaparición forzada; apartheid (discriminación racial
institucionalizada); o cualesquiera actos inhumanos que causen graves sufrimientos o
atenten contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se
cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con
conocimiento de dicho ataque29.

Se advierte que en el proyecto de texto definitivo de los elementos de los crímenes


tipificados en el Estatuto de Roma 30, a manera de introducción del artículo 7 del mismo, se
anotó:

“1. Por cuanto el artículo 7 corresponde al derecho penal internacional, sus


disposiciones, de conformidad con el artículo 22, deben interpretarse en forma
estricta, teniendo en cuenta que los crímenes de lesa humanidad, definidos en el
artículo 7, se hallan entre los crímenes más graves de trascendencia para la
comunidad internacional en su conjunto, justifican y entrañan la responsabilidad
penal individual y requieren una conducta que no es permisible con arreglo al
derecho internacional generalmente aplicable, como se reconoce en los principales
sistemas jurídicos del mundo.

“2. Los dos últimos elementos de cada crimen de lesa humanidad describen el
contexto en que debe tener lugar la conducta. Esos elementos aclaran la

28
Se puede consultar el Estatuto del Tribunal de Nuremberg, en Jiménez de Asúa, Tratado, Tomo II, 1964, pags. 1232 ss.
29
Artículo 7.1 del Estatuto de Roma.
30
Doc. PCNICC/2000/INF/3/ADD.2, de 2 de noviembre de 2000.
participación requerida en un ataque generalizado o sistemático contra una
población civil y el conocimiento de dicho ataque. No obstante, el último elemento
no debe interpretarse en el sentido de que requiera prueba de que el autor tuviera
conocimiento de todas las características del ataque ni de los detalles precisos del
plan o la política del Estado o la organización. En el caso de un ataque
generalizado o sistemático contra una población civil que esté comenzando, la
cláusula de intencionalidad del último elemento indica que ese elemento existe si
el autor tenía la intención de cometer un ataque de esa índole.

“3. Por “ataque contra una población civil” en el contexto de esos elementos se
entenderá una línea de conducta que implique la comisión múltiple de los actos
que se refiere el párrafo 1 del artículo 7 del Estatuto contra una población civil a
fin de cumplir o promover la política de un Estado o de una organización de
cometer ese ataque. No es necesario que los actos constituyan un ataque militar.
Se entiende que la “política…. de cometer ese ataque” requiere que el Estado o la
organización promueve o aliente activamente un ataque de esa índole contra la
población civil”.

Como lo reconoció la Corte Constitucional en la sentencia de revisión a la ley


aprobatoria del Estatuto Penal de Roma 31, la definición de crímenes de lesa humanidad que
trae el Estatuto difiere de la empleada hasta el momento en el derecho penal internacional
en varios aspectos. Por un lado, el Estatuto amplía la definición para incluir expresamente
las ofensas sexuales (distintas a la violación 32), el apartheid y las desapariciones forzadas.
Además, el Estatuto aclara que tales crímenes se pueden cometer en tiempos de paz o de
conflicto armado y no requiere que se ejecuten en conexión con otro crimen, salvo que se
trate del enjuiciamiento de cualquier grupo o colectividad, la cual ha de estar relacionada
con otro acto enumerado en el artículo 7.1, o cualquier otro delito de la competencia de la
Corte Penal Internacional.

Ahora bien, el ataque sistemático o generalizado implica una repetición de actos


criminales dentro de un periodo de tiempo, sobre un grupo humano determinado al cual se le
quiere destruir o devastar (exterminar) por razones políticas, religiosas, raciales u otras.
Se trata, por lo tanto, de delitos comunes de máxima gravedad que se caracterizan por
ser cometidos de forma repetida y masiva, con uno de tales propósitos.

En ese contexto, el crimen de lesa humanidad se distingue de otros crímenes,


porque: a) no puede tratarse de un acto aislado o esporádico de violencia, sino que debe
hacer parte de un ataque generalizado, lo que quiere decir que está dirigido contra una
multitud de personas; b) es sistemático, porque se inscribe en un plan criminal
cuidadosamente orquestado, que pone en marcha medios tanto públicos como privados, sin
que, necesariamente, se trate de la ejecución de una política de Estado; c) las conductas
deben implicar la comisión de actos inhumanos, de acuerdo con la lista que provee el mismo
Estatuto; d) el ataque debe ser dirigido exclusivamente contra la población civil; y e) el
acto debe tener un móvil discriminatorio, bien que se trate de motivos políticos, ideológicos,
religiosos, étnicos o nacionales.

Con el fin de precisar los términos que se incluyen en la definición del concepto de
crimen de lesa humanidad, la Sala se permite transcribir el artículo 7.2 del Estatuto, en
cuanto define que debe entenderse por:

“a) Por "ataque contra una población civil" se entenderá una línea de conducta
que implique la comisión múltiple de actos mencionados en el párrafo 1 contra

31
Sentencia C-578 de 2002.
32
Esta conducta está incluida en los Estatutos de los Tribunales de Yugoslavia (artículo 5(g)) y Ruanda (artículo 3(g), pero no fue incluida en el
Estatuto del Tribunal de Nuremberg.
una población civil, de conformidad con la política de un Estado o de una
organización de cometer esos actos o para promover esa política;
b) El "exterminio" comprenderá la imposición intencional de condiciones de vida,
la privación del acceso a alimentos o medicinas entre otras, encaminadas a
causar la destrucción de parte de una población;
c) Por "esclavitud" se entenderá el ejercicio de los atributos del derecho de
propiedad sobre una persona, o de algunos de ellos, incluido el ejercicio de esos
atributos en el tráfico de personas, en particular mujeres y niños;
d) Por "deportación o traslado forzoso de población" se entenderá el
desplazamiento de las personas afectadas, por expulsión u otros actos coactivos,
de la zona en que estén legítimamente presentes, sin motivos autorizados por el
derecho internacional;
e) Por "tortura" se entenderá causar intencionalmente dolor o sufrimientos graves,
ya sean físicos o mentales, a una persona que el acusado tenga bajo su custodia
o control; sin embargo, no se entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que
se deriven únicamente de sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o
fortuita de ellas;
f) Por "embarazo forzado" se entenderá el confinamiento ilícito de una mujer a la
que se ha dejado embarazada por la fuerza, con la intención de modificar la
composición étnica de una población o de cometer otras violaciones graves del
derecho internacional. En modo alguno se entenderá que esta definición afecta a
las normas de derecho interno relativas al embarazo;
g) Por "persecución" se entenderá la privación intencional y grave de derechos
fundamentales en contravención del derecho internacional en razón de la
identidad del grupo o de la colectividad;
h) Por "el crimen de apartheid" se entenderán los actos inhumanos de carácter
similar a los mencionados en el párrafo 1 cometidos en el contexto de un régimen
institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial sobre
uno o más grupos raciales y con la intención de mantener ese régimen;
i) Por "desaparición forzada de personas" se entenderá la aprehensión, la
detención o el secuestro de personas por un Estado o una organización política, o
con su autorización, apoyo o aquiescencia, seguido de la negativa a informar
sobre la privación de libertad o dar información sobre la suerte o el paradero de
esas personas, con la intención de dejarlas fuera del amparo de la ley por un
período prolongado.
3. A los efectos del presente Estatuto se entenderá que el término "género" se
refiere a los dos sexos, masculino y femenino, en el contexto de la sociedad. El
término "género" no tendrá más acepción que la que antecede”.

También es pertinente reseñar que en la citada sentencia C-370 de 2006, la Corte


Constitucional destacó que estos crímenes, que ofenden la dignidad inherente al ser
humano, tienen varias características específicas, a saber:

“Son crímenes imprescriptibles. Son imputables al individuo que los comete, sea o
no órgano o agente del Estado. Conforme a los principios reconocidos en el
Estatuto del Tribunal de Nuremberg, toda persona que comete un acto de esta
naturaleza "es responsable internacional del mismo y está sujeta a sanción".
Igualmente, el hecho de que el individuo haya actuado como jefe de Estado o
como autoridad del Estado, no le exime de responsabilidad. Tampoco, puede ser
eximido de responsabilidad penal por el hecho de haber actuado en cumplimiento
de órdenes de un superior jerárquico: esto significa, que no se puede invocar el
principio de la obediencia debida para eludir el castigo de estos crímenes. A las
personas responsables ó sospechosas de haber cometido un crimen contra la
humanidad no se le puede otorgar asilo territorial ni se les puede conceder
refugio”.

Ahora bien, a nivel interno, los crímenes de lesa humanidad tienen fundamento
constitucional y legal.
En el primer orden, la Carta Política contiene una serie de mandatos que se
constituyen en la plataforma para la punición de los crímenes de lesa humanidad. Así, el
artículo 11 dispone que “[E]l derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte”;
por su parte, el artículo 12 establece que "nadie será sometido a desaparición forzada,
a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes" ; el artículo 13 recoge el
principio fundamental de igualdad, que para el efecto prohíbe cualquier tipo de
discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión
política o filosófica; el artículo 17 en cuanto prohíbe la esclavitud, la servidumbre y la trata
de seres humanos en todas sus formas.
Simultáneamente y en forma complementaria, en virtud de la teoría del bloque de
constitucionalidad, derivada del artículo 93 de la Carta Política, que consagra la prevalencia,
en el orden interno, de los tratados y convenios de derechos humanos y derecho
internacional humanitario, resulta indiscutible la fuerza vinculante del conjunto de normas
internacionales que prohíben conductas constitutivas de crímenes de lesa humanidad.
En ese orden, se alza en primer lugar la “Convención para la prevención y la
sanción del delito de genocidio”, adoptada por la Asamblea General de la ONU el 9 de
diciembre de 1948 y aprobada mediante la Ley 28 de 1959. Esta Convención parte del
supuesto según el cual el genocidio es un delito de derecho internacional 33, por lo cual las
partes contratantes se obligan a prevenirlo y sancionarlo penalmente. También define lo
que ha de entenderse por genocidio, señalando que en ningún caso este delito puede ser
considerado como de carácter político. Aclara que las personas acusadas de genocidio serán
juzgadas por un tribunal competente del Estado en el cual el delito fue cometido, o ante la
Corte Penal Internacional que sea competente respecto a aquellas de las Partes
Contratantes que hayan reconocido su jurisdicción.

También se tiene, en segundo lugar, la “Convención contra la tortura y otros tratos


o penas crueles, inhumanos o degradantes”, adoptada por la Asamblea General de la ONU
en su Resolución 39/46 de 10 de diciembre de 1984, aprobada en Colombia por la Ley 70 de
1986 y ratificada el 8 de diciembre de 1987, en cuyo artículo 1º se define el delito de
tortura, y en el artículo 4º se impone a los Estados la obligación de perseguir tal crimen e
incorporar en las legislaciones nacionales normas que garanticen la compensación adecuada
para las víctimas del mismo. En el mismo sentido, se alza la “Convención Interamericana
para prevenir y sancionar la tortura”, aprobada mediante la Ley 408 del 28 de octubre de
1997.

Igualmente, Colombia suscribió el 8 de mayo de 1994 la “Convención Interamericana


sobre desaparición forzada de personas”, adoptada por la Asamblea General de la ONU el
9 de junio de 1994, y aprobada internamente por la Ley 707 de 2001. En esta Convención,
los Estados americanos signatarios parten de la base de que la desaparición forzada de
personas viola múltiples derechos esenciales de la persona humana, por lo cual se
comprometen a adoptar varias medidas, entre ellas:

a) La tipificación como delito de la desaparición forzada de personas y la imposición


de una pena apropiada de acuerdo a su extrema gravedad; b) el establecimiento de la
jurisdicción del Estado sobre la causa en los casos en que el delito se haya cometido en su
territorio; c) la consagración de la desaparición forzada como delito susceptible de
extradición; e) La prohibición de aceptar la obediencia debida como eximente de
responsabilidad; y f) la prohibición de que presuntos responsables del delito sean juzgados
por jurisdicciones especiales.

33
La doctrina ha considerado que el delito de genocidio constituye una especie o una modalidad agravada del género de los crímenes de lesa
humanidad. Ver, en ese sentido, Yves Ternon, El estado criminal: los genocidios en el siglo XX. Barcelona, Editorial Península, 1995, pag. 44.
También es pertinente destacar que el artículo séptimo de la Convención establece
que la acción y la sanción penal por el delito de desaparición forzada de personas no están
sujetas a prescripción; sin embargo, el segundo inciso reconoce una excepción cuando exista
una norma interna que impida la aplicación de la imprescriptibilidad, caso en el cual el
período de prescripción debe ser igual al término de la sanción del delito más grave en la
legislación del país.

Al estudiar este precepto en la sentencia de revisión previa a la ley aprobatoria de la


Convención34, la Corte Constitucional partiendo del mandato establecido en el artículo 28 de
la Carta Política, según el cual “[e]n ningún caso podrá haber detención, prisión ni arresto
por deudas, ni penas y medidas de seguridad imprescriptibles”, dijo que Colombia se
encuentra en el evento regulado por el segundo inciso del artículo 7º de la Convención para
efectos de la prescripción de la pena, en relación con la cual no opera el principio de
imprescriptibilidad.

Pero como la prohibición contenida en el artículo 28 no se refiere explícitamente a la


acción penal, tras efectuar el análisis constitucional pertinente, concluyó que la regla de
imprescriptibilidad de la “acción” penal por el delito de desaparición forzada, contenida en
el inciso primero del artículo 7 de la Convención, no resulta contraria a la Carta Política. De
allí que, el legislador, al adecuar el ordenamiento interno al tratado puede establecer la
imprescriptibilidad de la acción para dicho delito. Sin embargo, aclaró que si el delito está
consumado, los términos de prescripción de la acción empezarán a correr una vez el acusado
haya sido vinculado al proceso.

Se acudió también al artículo 12 de la Carta Política 35, para señalar que la


prohibición allí contenida impone al Estado un deber especial de protección, que implica a su
vez, una ampliación del conjunto de facultades de que dispone el legislador para satisfacer
el interés en erradicar la impunidad, potestad que se traduce específicamente en la
facultad para extender el término de prescripción. En primer lugar, por el interés en
erradicar la impunidad, para lo cual es necesario que la sociedad y los afectados conozcan la
verdad, que se atribuyan las responsabilidades individuales e institucionales
correspondientes, y en general que se garantice el derecho de las víctimas a la justicia. En
segundo lugar, por el derecho de las víctimas a recibir una reparación por los daños. En
tercer lugar, debido a la dificultad que suponen la recopilación de las pruebas necesarias y
el juzgamiento efectivo de quienes habitualmente incurren en tales conductas.

En la misma sentencia se reafirmó que el delito de desaparición forzada debe


considerarse como de ejecución continuada o permanente hasta que no se conozca el
paradero de la víctima. “Esta obligación, dijo la Corte Constitucional, resulta razonable si
se tiene en cuenta que la falta de información acerca de la persona desaparecida impide
a la víctima y a sus familiares el ejercicio de las garantías judiciales necesarias para la
protección de sus derechos y para el esclarecimiento de la verdad: la persona sigue
desaparecida. Esta situación implica que la lesión de los bienes protegidos se prolonga
en el tiempo, y por tanto, la conducta sigue siendo típica y antijurídica hasta que el
conocimiento que se tenga acerca del paradero de la persona permita el ejercicio de tales
garantías judiciales.36 En esa medida, la conducta de desaparición forzada se realiza
34
Sentencia C-580 de 2002.
35
“Art. 12. Nadie será sometido a desaparición forzada, a tortura ni tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”
36
Así mismo, dice el numeral 2º del artículo 17 de la Declaración 47/133: “ 2. Cuando los recursos previstos en el artículo 2 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos ya no sean eficaces, se suspenderá la prescripción relativa a los actos de desaparición forzada hasta
que se restablezcan esos recursos.” Por su parte, el artículo 2º del mencionado Pacto dice:
“3.Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que:
a) Toda persona cuyos derechos o libertades reconocidos en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo, aun
cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales;
b) La autoridad competente, judicial, administrativa o legislativa, o cualquiera otra autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado,
decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso, y desarrollará las posibilidades de recurso judicial;
c)Las autoridades competentes cumplirán toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso.”
durante el tiempo en que se prolongue la privación de la libertad y no se tenga
información acerca de la persona o personas que se encuentren en tal circunstancia 37”.

Finalmente, cabe citar el Estatuto de Roma, que como ya se anotó se constituye en


parámetro básico de la sistematización y positivización de los delitos de lesa humanidad.

Ahora bien, el genocidio, la desaparición forzada y el desplazamiento forzado, sólo


fueron introducidos como delito en la legislación nacional a través de la Ley 589 de 2000,
que fue incorporada y ampliada en el nuevo Código Penal –Ley 599 de 2000-.

En los debates legislativos previos se insistió en que la tipificación en el ámbito


interno de tales delitos, junto con la tortura, pretendía “lograr la plena vigencia de los
Derechos Humanos en nuestro país y adecuar nuestra normatividad a los postulados
del Derecho Internacional de los Derechos Humanos” 38.

Se advierte que al interior de la Comisión y en la Plenaria del Senado, siempre estuvo


presente la idea de incorporar tales delitos a través de la introducción de un nuevo título en
el Código Penal, denominado “Delitos de lesa humanidad”, el cual contendría los tipos
penales que tipificaban la desaparición forzada de personas, el genocidio, la tortura, el
desplazamiento forzado y la “masacre”39, figura que fue luego eliminada.

Fue así como en la ponencia para primer debate al proyecto de Ley No. 20 de 1998,
en el Senado de la República, se expuso:

“1. Delitos de Lesa Humanidad. Consideramos nuestro deber para con las
personas que quieran conocer el espíritu del presente proyecto, hacer una
presentación de lo que debe entenderse como Lesa Humanidad, para que así no
se preste a equívocos comportamientos como Desaparición Forzada, Secuestro y
privación ilegal de la libertad.

“Los delitos de Lesa Humanidad, con su ejecución no sólo vulneran los bienes
jurídicos de las víctimas, sino que afectan a todo el género humano en su
conjunto, por desconocer el respeto universal de los derechos humanos. Se les da
tal nombre porque agravian, lastiman y ofenden a la universalidad de los
hombres. Se caracterizan porque ofenden la conciencia ética de la humanidad y
niega la vigencia de las normas indispensables para la coexistencia humana.

“Los delitos de Lesa Humanidad no son tales por violar normas positiva de un
Estado, o derechos adquiridos de personas, grupos o instituciones, ni porque así
lo califique determinado código penal, sino porque constituyen afrentas a la
dignidad humana, y en cuanto tales, hieren y ofenden la humanidad como
humanidad”40.

No obstante, en momentos posteriores y después de múltiples discusiones, algunos


legisladores consideraron que tipificar bajo el título de “delitos de lesa humanidad” cuatro
conductas, limitaría el concepto adoptado por el Estatuto de la Corte Penal Internacional.
Así lo dejó consignado la Senadora Vivianne Morales Hoyos en la discusión del citado
Proyecto de ley:

37
En tal sentido, el artículo 26 del Código Penal establece que “[l]a conducta punible se considera realizada en el tiempo de la ejecución de la
acción o en aquél en que debió tener lugar la acción omitida, aun cuando sea otro el del resultado.”
38
Senado de la República. Proyecto de ley No. 20 de 1998, Gaceta del Congreso No. 126 del 22 de julio de 1998, pag. 26.
39
La redacción del tipo penal propuesto para esta conducta era del siguiente tenor: “El que con el fin de intimidar a un sector de la población o
generar zozobra, de muerte bajo un mismo contexto de acción, a varias personas que se encuentren en estado de indefensión o inferioridad o que
hayan sido puestas en tales circunstancias incurrirá en prisión de cuarenta y cinco (45) a sesenta (60) años, en multa de quinientos (500) a dos mil
(2.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes y en interdicción de derechos y funciones públicas de cinco (5) a diez (10) años.
“La pena mínima establecida en el inciso anterior se aumentará en cinco años, cuando el hecho sea cometido por servidor público” (ver ponencia
para primer debate al proyecto de ley No. 20 de 1998, Senado de la República, Gaceta No. 185).
40
Gaceta del Congreso No. 185 del 17 de septiembre de 1998, pag. 6.
“(…) Pienso que estamos en mora de introducir una legislación en el Código Penal,
sobre el tema de la desaparición forzada, pero creo que este proyecto es
susceptible de mejorarse, en primer lugar considero que llamar al título, sobre los
delitos de lesa humanidad, es ampliar o reducir, perdón, indebidamente el
alcance de todos los delitos de Lesa Humanidad, porque aquí, solamente
consagramos cuatro, cuando se conoce más de diez delitos de lesa humanidad, y
en la última definición del estatuto de la Corte Penal Internacional, también da la
posibilidad de ampliar, en los delitos de lesa humanidad, a todos aquellos actos
inhumamos, cometidos, dice la definición, de carácter similar, que causen
intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad
física o la salud mental o física.”41

No se tiene certeza si por esa razón, en la ponencia para primer debate al proyecto
de ley No. 142 de 1998 de la Cámara 42,“por medio del cual se tipifica la desaparición
forzada de personas, el genocidio, la masacre, el desplazamiento forzado; se modifica y
aumenta la pena para el delito de tortura; se modifica la Ley 200 de 1995 y se dictan
otras disposiciones”, a pesar de que se mantuvo el título de “Delitos contra la humanidad”,
se propuso consagrar como delitos autónomos la desaparición forzada, la tortura y el
traslado forzoso de una población, “y cuando ellos o el homicidio sean parte de un ataque
generalizado o sistemático a una población civil, sean considerados crímenes de lesa
humanidad”, mediante la creación de un artículo que precisará lo anterior, que fue
redactado de la siguiente manera:

“Sin perjuicio de los comportamientos definidos en el Derecho Internacional como


delitos de Lesa Humanidad se considerarán así, el homicidio, el secuestro
extorsivo, la desaparición forzada de personas, la tortura y el traslado forzoso de
población, cuando se cometieren como parte de un ataque generalizado o
sistemático contra una población civil. La pena descrita en estos tipos penales se
aumentará de una tercera parte a la mitad y se impondrá una multa de (1.000) a
tres mil (3.000) salarios mínimos legales mensuales vigentes y en interdicción de
derechos y funciones públicas de cinco (5) a diez (10) años”.

No obstante, el anterior proyecto fue finalmente concordado con el proyecto de Ley


No. 40 de 199843, correspondiente al nuevo Código Penal, que no incluyó la norma que definía
los delitos de lesa humanidad, incorporando las conductas que desde un inicio se
consideraron como de esa naturaleza, dentro de aquellos títulos que consagran bienes
jurídicos tradicionales.

Pero es claro para la Corte que la no incorporación en la legislación interna de una


norma que en estricto sentido defina los delitos de lesa humanidad, no impide su
reconocimiento a nivel nacional, porque con base en el principio de integración –artículo 93
de la Carta Política- debe acudirse a los instrumentos internacionales que por virtud del
bloque de constitucionalidad obligan en la interpretación y aplicación de las normas.

Por lo demás, así se dejó expreso en la exposición de motivos a la tipificación de los


crímenes de graves violaciones a los derechos humanos, que son, desde la perspectiva
internacional, delitos de lesa humanidad –genocidio, desaparición forzada, desplazamiento
forzado y tortura-:

“DELITOS DE GRAVES VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS.

41
Gaceta del Congreso No. 369 del 23 de diciembre de 1998, página 34.
42
Gaceta del Congreso No. 37 del 7 de abril de 1999
43
En el acta se dejó constancia de que se formalizó “un acuerdo con el señor Fiscal General de la Nación para que los artículos redactados en esta
ponencia, sean incorporados al texto del Nuevo Código Penal, con la salvedad de que las penas se modificarán para hacerlas concordantes con los
topes máximos establecidos en esa ley” (Ver Gaceta del Congreso No. 37 del 7 de abril de 1999, pág. 8)
“(…) De manera explícita el artículo 12 superior introduce la prohibición tajante
de someter a persona alguna a torturas, a tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes.

“Simultáneamente y en forma complementaria el artículo 93 de la nueva


Constitución consagra la prevalencia, en el orden interno, de los tratados y
convenios Internacionales que reconocen los derechos humanos.

“Los instrumentos internacionales que “reconocen los derechos humanos” son,


principalmente, aquellos que hacen parte de dos sistemas normativos de
carácter supraestatal: el derecho internacional de los derechos humanos y el
derecho internacional de los conflictos armados o derecho internacional
humanitario.

“El derecho internacional de los derechos humanos, que es el que interesa en


este aparte de la exposición, está conformado por el conjunto de normas
internacionales de índole convencional cuyo objeto y fin es “la protección de los
derechos fundamentales de los seres humanos, independientemente de su
nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente a los Estados
contratantes” ( Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión consultiva
O.C. 2/82 del 24 de diciembre de 1982, serie A, No.2, párr.29).

“Este ordenamiento normativo de protección se halla contenido en los


instrumentos internacionales, sean éstos de ámbito universal o regional,
suscritos para otorgar una fuerza vinculante indiscutible a los derechos
reconocidos y enunciados por la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948. De él hacen parte, entre otros, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, suscrito el 21 de diciembre de 1966, aprobado por
Ley 74 de 1968 y ratificado el 29 de octubre de 1969; la Convención Americana
de Derechos Humanos, suscrita el 22 de noviembre de 1969, aprobada por Ley
16 de 1972, y ratificada el 31 de Julio de 1973; la Convención contra la tortura y
otros tratos crueles, inhumanos y degradantes, suscrita el 10 de abril de 1985,
aprobada por la Ley 70 de 1986, y ratificada el 8 de diciembre de 1987; la
Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura, aprobada el 28
de octubre de 1997 por Ley 408, pendiente de ratificación; la Convención para la
prevención y sanción del delito de Genocidio, adoptada el 9 de diciembre de
1948, entrada en vigor el 12 de enero de 1951, aprobada por Ley 28 de 1959.

“La prevalencia de estos tratados internacionales sobre derechos humanos ha


sido interpretada por la Corte Constitucional mediante la doctrina del “bloque de
constitucionalidad”. Según ella, dichos tratados hacen parte de un conjunto de
normas y principios que “sin aparecer formalmente en el articulado del
texto constitucional, son utilizados como parámetros del control de
constitucionalidad de las leyes, por cuanto han sido normativamente
integrados a la Constitución” (Corte Constitucional, sentencia C-225 de Mayo
18 de 1995).

“En consecuencia, hoy por hoy, los tratados en materia de derechos humanos ya
no sólo tienen con respecto a nuestro sistema jurídico el papel tradicional de
fuentes, sino que constituyen además pauta suprema del intérprete en la tarea
de fijar el sentido y alcance de las disposiciones de orden constitucional y legal
en las cuales se positiviza la protección a los derechos del hombre.

“Las desapariciones forzadas constituyen una técnica de terror que viola los
derechos humanos a la vida, a la integridad física, a la libertad individual, a la
seguridad personal, al régimen humanitario de detención, y al reconocimiento de
la personalidad jurídica consagrados en los artículos 11, 12, 14 y 28 de la
Constitución.

“Las consideraciones que motivaron a la Organización de los Estados


Americanos, a adoptar un instrumento internacional para la prevención y castigo
de este crimen, resultan elocuentes para justificar su tipificación: “La
desaparición forzada de personas constituye una afrenta a la conciencia
del hemisferio y una grave ofensa de naturaleza odiosa a la dignidad
intrínseca de la persona humana (...) y viola múltiples derechos
esenciales de la persona humana, de carácter inderogable...”
(Considerandos de la Convención Interamericana sobre la Desaparición Forzada
de personas).

“Las desapariciones forzadas se presentan hoy, en 40 países del mundo,


incluida la República de Colombia, en donde este fenómeno revela uno de los
más dramáticos aspectos de la crisis de los derechos que padece. Entre 1994 y
1996, fueron denunciados 1.012 casos de desapariciones forzadas ante la
Defensoría del Pueblo (Informe de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para
los Derechos Humanos, febrero 20 de 1998, punto 41).

“Tan alarmante situación hacía inaplazable la urgencia de incluir dentro de las


conductas punibles esta práctica infamante. Sobre esta necesidad se ha
pronunciado con vehemencia la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas sobre el caso de Colombia: “La Comisión pide la urgente aprobación
y adopción del proyecto de Ley que tipifica las desapariciones forzadas,
el genocidio e incrementa las penas para la tortura, y la adopción de
otras medidas más eficaces para prevenir y acabar con los actos de
desapariciones forzadas” (Declaración del Presidente de la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre el caso de Colombia, versión
final en español, 6 de abril de 1998).

“En diciembre de 1992 Amnistía Internacional adoptó el ”Programa de 14


puntos para prevenir las desapariciones forzadas”. En este documento se
enuncian las medidas que conforme a esta organización deben tomar los
gobiernos empeñados en combatir esa gravísima violación de los derechos
humanos. Entre ellas figura la prohibición legal de las desapariciones forzadas
mediante su tipificación como delito.

“El delito de desaparición forzada de personas se consagra como un tipo penal


autónomo que recoge sus elementos estructurales de la Convención
Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, de la cual aún no es
parte Colombia.

“El Genocidio es considerado por la comunidad universal como un delito de


derecho internacional, contrario al espíritu y a los fines que persigue las
Naciones Unidas y que el mundo civilizado condena. Se trata de un crimen que
en todos los períodos de la historia ha infligido grandes pérdidas a la
humanidad, y que para liberarla de un flagelo tan odioso se requiere de la
cooperación internacional. La decisión política de los Estados de penalizar tan
repudiable conducta contribuye en enorme medida a ese propósito.

“En la propuesta legislativa que hoy presentamos se tipifica el genocidio, en sus


diversas modalidades, tomando los elementos esenciales de la figura de la
Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio.

“Según el artículo 1º de la Convención contra la tortura y otros tratos y penas


crueles, inhumanos y degradantes, aprobada por el Congreso Colombiano
mediante Ley 70 de 1986, “se entiende por tortura todo acto por el cual se
inflijan intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves,
ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya
cometido, o se sospeche que haya cometido, o de intimidar o coaccionar
a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo
de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos
por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones
públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia”.
“De la anterior definición se tomaron los elementos estructurales del tipo penal de
tortura que se propone, ajustando así su concepción a la doctrina y los
instrumentos internacionales. La tipificación que actualmente contempla el
Código Penal dista mucho de tal concepción, por lo que ella no satisface a
cabalidad el compromiso adquirido por Colombia al suscribir la Convención.

“Históricamente la tortura está relacionada en forma estrecha con el abuso


criminal del poder, pues surgió como instrumento para extraer confesiones. Sin
embargo, en los tiempos que corren es frecuente ver a particulares torturar con
fines análogos a los de quienes lo hacen en nombre del Estado. Como
torturadores obran también, los miembros de los grupos insurgentes,
delincuencia organizada, bandas terroristas y pandillas criminales comunes
cuando atormentan a aquellos que mantienen en su poder.

“Sea un servidor público o un particular, el sujeto activo del delito de tortura es


siempre alguien que ejerce sobre la víctima un poder fáctico que lo coloca en
posición privilegiada para agredirla.

“La anterior reflexión inspiró la concepción de la tortura como una conducta


punible de sujeto activo simple, con una agravante derivada de la calidad de
servidor público del agente.

“Desde el punto de vista fáctico sobradas son las razones que compelen a
tipificar el delito de tortura en el contexto de los instrumentos internacionales y a
endurecer su tratamiento punitivo: “La Defensoría del Pueblo da cuenta de
65 casos de tortura denunciados ante esa Institución en 1996. Por otro
lado, el Banco de Datos de CINEP – Justicia y Paz, se registran 155 casos
entre octubre de 1996 y septiembre de 1997. Hasta Noviembre de 1997
esta Oficina recibió información sobre 28 casos” (Informe de la Alta
Comisionada de las Naciones Unidas para Derechos Humanos Colombia,
Febrero 20 de 1998, puntos 47 a 50).

“Se regula igualmente el delito de desplazamiento forzado, ya explicado en el


punto anterior.

“Se ubican en los tradicionales bienes jurídicos protegidos así: el genocidio en el


título de delitos contra la vida y la integridad personal; la desaparición forzada,
tortura y desplazamiento forzado en el título delitos contra la libertad individual y
otras garantías”44

Por lo tanto, para efectos de calificar los crímenes atroces cometidos contra la
población civil por los grupos armados al margen de la ley, dentro del contexto de los
llamados crímenes de lesa humanidad, debido a que se trata de una variedad de delitos de
graves violaciones a los derechos humanos, que fueron tipificados en la legislación nacional
bajo títulos que consagran bienes jurídicos tradicionales, los operadores jurídicos deberán
remitirse al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional para fijar su contexto, en
concreto, a su artículo 7º, concordándolo con las normas del Código Penal nacional que
castigan tales comportamientos.

Ahora, sobre la imprescriptibilidad que caracteriza los delitos de lesa humanidad,


directamente consagrada en el Estatuto de Roma, cabe precisar, acorde con lo examinado al
momento de referenciar la Convención Interamericana sobre desaparición forzada de
personas, que si bien la Corte Constitucional, en la Sentencia C-580 de 2002 (a la cual se
hizo referencia allí), estudió en concreto lo correspondiente a la prescripción de la pena y la
acción respecto de esa conducta punible, los criterios plasmados en ese antecedente sirven
de referente necesario para delimitar el mismo factor de enervación de la persecución
estatal, en torno de los otros delitos de lesa humanidad.

44
Ver exposición de motivos al Nuevo Código Penal
En particular, la sentencia que se analiza advirtió cómo el artículo 28 de la Carta
Política, solo establece limitación, en punto de la prescripción, en lo tocante a la pena, pero
no alude directamente a la “acción” penal, entendida esta como la facultad estatal de
investigar y juzgar los delitos.

Así, se halla claro que en Colombia, acorde con la prohibición expresa del artículo 28, la
pena aplicada, para cualquier tipo de delito, incluidos los de lesa humanidad, no es
imprescriptible.

Cosa diferente ocurre con la acción penal, en cuyo caso, precisamente por virtud de la
gravedad de las conductas, la necesidad de protección y resarcimiento de las víctimas y el
deseo de precaver la impunidad, en los casos de delitos como el de desaparición forzada
(que fue el directamente examinado por la Corte Constitucional), se hace menester realizar
un balanceo con los derechos de los procesados.

En consecuencia, efectivamente el delito en sí mismo es imprescriptible, dice la Corte


Constitucional, lo que faculta la posibilidad de investigarlo en cualquier tiempo.

Empero, añade, precisamente por ocasión de la necesaria ponderación entre las


finalidades de la imprescriptibilidad y los derechos de los procesados, en los casos en los
cuales la justicia ya ha individualizado y vinculado (a través de indagatoria o declaratoria de
persona ausente, o, agrega la Sala, para los casos regulados por la Ley 906 de 2004, de la
formulación de imputación) a los partícipes o intervinientes en los hechos, sí debe
atenderse a las normas que regulan la prescripción, pues, la persona, ya sometida al imperio
de la justicia, no puede permanecer indefinidamente en condición sub iudice.

En concreto, esto dijo el Tribunal Constitucional:

“Sin embargo, el interés estatal en proteger a las personas contra la desaparición


forzada no puede hacer nugatorio el derecho a un debido proceso sin dilaciones
injustificadas.  Por lo tanto, cuando el Estado ya ha iniciado la investigación, ha
identificado e individualizado a los presuntos responsables, y los ha vinculado al
proceso a través de indagatoria o de declaratoria de persona ausente, la situación
resulta distinta.  Por un lado, porque en tal evento está de por medio la
posibilidad de privarlos de la libertad a través de medios coercitivos, y además,
porque no resulta razonable que una vez vinculados al proceso, los acusados
queden sujetos a una espera indefinida debida a la inoperancia de los órganos de
investigación y juzgamiento del Estado. 
 
“En tales eventos, el resultado de la ponderación favorece la libertad personal.  
En particular, el interés de la persona vinculada a un proceso penal de definir su
situación frente a medidas a través de las cuales el Estado puede privarlo
materialmente de la libertad.  Por lo anterior, la imprescriptibilidad de la acción
penal resulta conforme a la Carta Política, siempre y cuando no se haya vinculado
a la persona al proceso a través de indagatoria. Cuando el acusado ya ha sido
vinculado, empezarán a correr los términos de prescripción de la acción penal, si
el delito está consumado.
“Así, como conclusión del análisis precedente, la Corte establece que la regla de
imprescriptibilidad de la acción penal por el delito de desaparición forzada,
contenida en el inciso primero del artículo 7 de la Convención, no resulta contraria
a la Carta Política.  El legislador, al adecuar el ordenamiento interno al presente
tratado, puede establecer la imprescriptibilidad de la acción para dicho delito. 
Sin embargo, si el delito está consumado, los términos de prescripción de la
acción empezarán a correr una vez el acusado haya sido vinculado al proceso. 
“Entre tanto, en lo que se refiere a la imprescriptibilidad de la pena, deberá
aplicarse el inciso segundo que dispone que la prescripción de la pena será igual
a la del delito más grave previsto en la legislación interna.”

Tres son, entonces, las conclusiones que se extraen de lo dicho por la Corte
Constitucional:

i) Acorde con nuestra Carta constitucional, en ningún caso puede predicarse


imprescriptibilidad de la pena impuesta; ni siquiera en tratándose de delitos de
lesa humanidad.
ii) Es perfectamente factible que algunos delitos, particularmente los de lesa
humanidad, gocen de la posibilidad de que su investigación sea imprescriptible.
iii) Empero, cuando respecto de esos hechos ya existe una persona individualizada
y formalmente vinculada al proceso (no basta con el cumplimiento de una sola
condición, vale decir, se tienen que conjugar la individualización y la formal
vinculación, para que se repute existente el derecho del procesado), respecto
de ella no opera la imprescriptibilidad.

Es factible, entonces, que un delito de lesa humanidad reporte como tal la condición
de imprescriptibilidad en su investigación, pero acerca de personas determinadas –
individualizadas y formalmente vinculadas- exija el cumplimiento de los términos de
investigación y juzgamiento. Debe agregarse, eso sí, como lo señaló el alto Tribunal
Constitucional, que en los casos de delitos permanentes –como la desaparición forzada-, ese
término prescriptivo no corre hasta que se sepa del destino del desaparecido, porque de
acuerdo con el artículo 84 del Código Penal la prescripción debe contarse “desde la
perpetración del último acto”.

Desde luego, reitera la Corte que esos fundamentos perfectamente son válidos para
atender en el caso concreto la evaluación de cualquier delito de lesa humanidad y los
efectos que sobre el mismo pueda traer la prescripción de la acción penal y la pena.

De otro lado, acorde con los instrumentos internacionales antes citados, debe
señalarse que además de su carácter de imprescriptibles, los delitos de lesa humanidad
repudian figuras tales como las leyes de punto final 45, amnistías y autoamnistías, y en
general, todo tipo de normas que atenten contra los derechos de las víctimas a tener un
recurso efectivo que les permita conocer la verdad. Así lo señaló la Corte Constitucional en
la sentencia C-580 de 2002:

“Figuras como las leyes de punto final que impiden el acceso a la justicia, las
amnistías en blanco para cualquier delito, las auto amnistías (es decir, los
beneficios penales que los detentadores legítimos o ilegítimos del poder se
conceden a sí mismos y a quienes fueron cómplices de los delitos cometidos), o
cualquiera otra modalidad que tenga como propósito impedir a las víctimas un
recurso judicial efectivo para hacer valer sus derechos, se han considerado
violatorias del deber internacional de los Estados de proveer recursos judiciales
para la protección de los derechos humanos, 46 consagrados en instrumentos
como, por ejemplo, la Declaración Americana de Derechos del Hombre, 47 la
45
Recuérdese lo ocurrido en Argentina con las leyes de punto final que favorecían a los militares por violaciones graves de derechos humanos.
46
Así lo ha señalado la Corte Interamericana de Derechos Humanos al afirmar que “(...) la inexistencia de un recurso efectivo contra las
violaciones a los derechos reconocidos por la Convención constituye una trasgresión de la misma por el Estado Parte en el cual semejante
situación tenga lugar. En ese sentido debe subrayarse que, para que tal recurso exista, no basta con que esté previsto por la Constitución o la ley o
con que sea formalmente admisible, sino que se requiere que sea realmente idóneo para establecer si se ha incurrido en una violación a los
derechos humanos y proveer lo necesario para remediarla.” (subrayado agregado al texto). Corte Interamericana de Derechos Humanos, Garantías
Judiciales en Estados de Emergencia (Arts. 27.2, 25 y 8, Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de
octubre de 1987, Serie A No. 9, párrafo. 24.
47
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, OAS Res. XXX, aprobada en la Novena Conferencia Internacional Americana
(1948), reimprimido en Documentos Básicos Concernientes a los Derechos Humanos en el Sistema Interamericano, OEA/Ser.L.V/IL82 doc.6
rev.1 p. 17 (1992). Artículo XVIII. Derecho de justicia. Toda persona puede ocurrir a los tribunales para hacer valer sus derechos. Asimismo debe
Declaración Universal de Derechos Humanos, 48 la Convención Americana de
Derechos Humanos49 y la “Declaración sobre los principios fundamentales de
justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder.” 50

Por ello, la Corte llama la atención respecto de hechos delictuosos de enorme


gravedad y amplia connotación nacional -valga, apenas para citar ejemplos puntuales, lo
sucedido con la toma guerrillera del Palacio de Justicia y el exterminio de los miembros de
la Unión Patriótica-, para que su investigación y juzgamiento se adapten a los estándares
internacionales hoy vigentes.

Toda esta referencia a los lineamientos básicos que caracterizan los crímenes de
guerra y los delitos de lesa humanidad, tiene por objetivo definir el contexto en el que
pueden encuadrarse los delitos cometidos por los integrantes de grupos paramilitares,
entre ellos, los miembros de las autodefensas que en virtud de acuerdos con el Gobierno
Nacional se han desmovilizado, punto en el cual parte la Sala de reconocer que tales grupos
armados al margen de la ley se organizaron en un principio bajo dos objetivos específicos, a
saber, actuar como estructura antisubversiva y como banda de delincuencia organizada con
fines de “limpieza social”, contexto en el cual, ha de admitirse, cometieron
simultáneamente toda suerte de acciones delictivas, así, crímenes de guerra, delitos de lesa
humanidad y delitos comunes51, resultando de suma complejidad el proceso de imputación de
delitos.

Así, por ejemplo, una masacre tiene lugar al mismo tiempo en que se portan armas y
prendas de uso privativo de las fuerzas armadas o que se usan vehículos hurtados, además
de que también se ocasionan torturas, lesiones, secuestros, etc.

No puede perderse de vista en este punto, que si bien el crimen de guerra puede
coincidir como delito de lesa humanidad, éste va más allá de la violación de las leyes y
costumbres de la guerra, porque lesiona los derechos más fundamentales de la persona
humana como ser individual y colectivo. “Los delitos de lesa humanidad desarticulan y
agravian las bases más vitales de la convivencia de la especie, a tal punto que el
concepto de “hombre” como la más clara expresión de nuestro existir y coexistir

disponer de un procedimiento sencillo y breve por el cual la justicia lo ampare contra actos de la autoridad que violen, en perjuicio suyo, alguno
de los derechos fundamentales consagrados constitucionalmente.
48
Declaración Universal de Derechos Humanos, A.G. res. 217 A (III), ONU Doc. A/810 p. 71 (1948). Artículo 8. Toda persona tiene derecho a
un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos
por la constitución o por la ley.
49
Convención Americana de Derechos Humanos, Serie sobre Tratados, OEA, No. 36, 1144, Serie sobre Tratados de la ONU, 123 entrada en
vigor 18 de julio de 1978, reimprimido en Documentos Básicos Concernientes a los Derechos Humanos en el Sistema Interamericano,
OEA/Ser.L.V/II.82 doc.6.rev.1 p. 25 (1992). Artículo 25. Protección Judicial. 1.Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a
cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de
sus funciones oficiales. 2. Los Estados partes se comprometen: a) A garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del
Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso; b) A desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y c) A
garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso.”
50
Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder , Adoptada por la Asamblea General
en su resolución 40/34, de 29 de noviembre de 1985. Acceso a la justicia y trato justo. “4. Las víctimas serán tratadas con compasión y respeto por
su dignidad. Tendrán derecho al acceso a los mecanismos de la justicia y a una pronta reparación del daño que hayan sufrido, según lo dispuesto
en la legislación nacional. 5. Se establecerá y reforzarán, cuando sea necesario, mecanismos judiciales y administrativos que permitan a las
víctimas obtener reparación mediante procedimientos oficiales u oficiosos que sean expeditos, justos, poco costosos y accesibles. Se informará a
las víctimas de sus derechos para obtener reparación mediante esos mecanismos. 6. Se facilitará la adecuación de los procedimientos judiciales y
administrativos a las necesidades de las víctimas: a) Informando a las víctimas de su papel y del alcance, el desarrollo cronológico y la marcha de
las actuaciones, así como de la decisión de sus causas, especialmente cuando se trate de delitos graves y cuando hayan solicitado esa información;
b) Permitiendo que las opiniones y preocupaciones de las víctimas sean presentadas y examinadas en etapas apropiadas de las actuaciones siempre
que estén en juego sus intereses, sin perjuicio del acusado y de acuerdo con el sistema nacional de justicia penal correspondiente; c) Prestando
asistencia apropiada a las víctimas durante todo el proceso judicial; d) Adoptando medidas para minimizar las molestias causadas a las víctimas,
proteger su intimidad, en caso necesario, y garantizar su seguridad, así como la de sus familiares y la de los testigos en su favor, contra todo acto
de intimidación y represalia; e) Evitando demoras innecesarias en la resolución de las causas y en la ejecución de los mandamientos o decretos
que concedan indemnizaciones a las víctimas. 7. Se utilizarán, cuando proceda, mecanismos oficiosos para la solución de controversias, incluidos
la mediación, el arbitraje y las prácticas de justicia consuetudinaria o autóctonas, a fin de facilitar la conciliación y la reparación en favor de las
víctimas.”
51
Ver monografía sobre “Fórmulas de imputación de crímenes internacionales en el marco de Justicia y Paz”. Observatorio Internacional DDR-
Ley de Justicia y Paz y CITpaz. Area de Justicia. Director: Alejandro Aponte.
dignamente, está seriamente desconocido y afectado por las manifestaciones de
violencia”52.

Por eso, desde la perspectiva de la gravedad, si bien es cierto que el desvalor


causado por una determinada conducta que al mismo tiempo puede constituir un crimen de
lesa humanidad, un crimen de guerra o un delito común, dependerá en última instancia de la
naturaleza de los bienes jurídicos individuales afectados, ha de admitirse que cuando ellos
coinciden (vida, integridad física, integridad psicológica, libertad sexual, etc), debe
considerarse que el desvalor derivado de que la existencia de un conflicto armado haya
jugado un papel sustancial en la decisión del autor de llevar a cabo una conducta, en su
capacidad de realizarse o en la manera en que la misma fue finalmente ejecutada, no es
comparable con el desvalor generado cuando se considera que la conducta formó parte de un
ataque sistemático o generalizado contra la población civil o por ser el medio con el que se
pretendió aterrorizar a la población. De ahí que, como lo concluyen los ya citados profesores
Héctor Olásolo Alonso y Ana Isabel Pérez Cepeda, los crímenes de guerra parecen merecer,
en principio, una respuesta penal menos severa que los crímenes contra la humanidad y que
los actos de violencia terrorista53.

Pero además, no puede desconocerse que la comisión múltiple de delitos que se


requieren para alcanzar la categoría de crímenes de lesa humanidad, incrementa la gravedad
del delito, porque una víctima que es atacada en el contexto más amplio de un ataque
generalizado o sistemático es mucho más vulnerable, en la medida en que se suprimen todos
los medios de defensa.

Tomando en consideración los anteriores factores relevantes, la Corte no duda en


señalar que las graves conductas cometidas por los paramilitares deben enmarcarse,
primordialmente, dentro del contexto de crímenes de lesa humanidad, pues el ataque
perpetrado contra la población civil adquirió tales dimensiones de generalidad y
sistematicidad, que alteró de manera significativa el orden mínimo de civilidad, implicando el
desconocimiento de principios fundantes del orden social imperante.

Los asesinatos, torturas, masacres, desapariciones, desplazamientos forzados,


violaciones, y en fin las múltiples violaciones sistemáticas a los derechos humanos
confesadas hasta el momento por los desmovilizados de esos grupos armados que han sido
escuchados en versión libre en el trámite del procedimiento señalado en la Ley 975 de
2005, no dejan duda de que se configuran las características esenciales que delinean los
delitos de lesa humanidad, en los términos aquí analizados.

Y es a partir de este reconocimiento que es posible imputar el delito de concierto


para delinquir agravado, que no se encuentra dentro de las categorías tipificadas en el
capítulo de los delitos contra personas y bienes protegidos por el derecho internacional
humanitario, cuando, como se dijo recientemente en el caso de Wilson Salazar Carrascal,
alias “El Loro”, se trata del comportamiento delictivo central, ya que las actividades
criminales objeto de atribución en el marco de la Ley 975 de 2005, responden a fenómenos
propios de la “criminalidad organizada” y de “violaciones sistemáticas y generalizadas
de derechos humanos”54.

Y resulta lógico que esa conducta no se encuentre dentro de la categorización de los


delitos contra personas y bienes protegidos, porque el derecho internacional humanitario,
entendido como el conjunto de normas que regulan el comportamiento de las partes
52
Crímenes de Lesa Humanidad. Jesús Orlando Gómez López. Ediciones Doctrina y Ley Ltda. Bogotá. 1998. pag. 46.
53
“Terrorismo Internacional y Conflicto Armado”, obra citada. Pag. 166.
54
Auto del 31 de julio de 2009, radicado No. 31.539
contendientes durante un conflicto armado, tiene como fin último la limitación, que no la
sanción de los conflictos armados, obligando en la misma medida a todas las partes
contendientes, con independencia de quién inició el conflicto y de las razones que lo
suscitaron.

En consecuencia, excluida toda distinción que tenga su origen en la presunta


responsabilidad de alguna de las partes contendientes en la iniciación del conflicto armado,
cualquier presunta violación del derecho internacional humanitario debe analizarse a la luz
de los estándares establecidos por el mismo55. De esa manera, sólo las infracciones más
graves del derecho internacional humanitario, denominadas “crímenes de guerra”, dan lugar
a la responsabilidad penal individual de sus autores, quedando por fuera la sanción de otras
conductas que a la luz de esas normas no configuran delito.

La solución al problema jurídico planteado es de complejas dimensiones, ya que lo que


está en juego es la aplicación de normas que sancionan las violaciones graves al derecho
internacional humanitario frente a normas que sancionan delitos comunes que pueden
enmarcarse dentro del contexto de lesa humanidad, pues aunque no son incompatibles, no
puede a la hora de efectuarse la adecuación típica de los hechos juzgados, ubicarse unas
conductas dentro del contexto especial del Título II, capítulo I del Código Penal, y otras,
ocurridas en el mismo contexto, por fuera de él, sin una argumentación válida que lo
justifique56.

Y es eso lo que ha venido sucediendo en el presente caso, donde se imputaron delitos


en el contexto del conflicto armado, como el homicidio en persona protegida, pero se
excluyeron otros ocurridos en el mismo contexto, como el desplazamiento forzado, a pesar
de que la misma conducta está tipificada como infracción grave al D.I.H. en el artículo 159
del Código Penal. Igual sucede con el delito de secuestro, que fue imputado como delito
común y no dentro del contexto del conflicto armado como “toma de rehenes”, tipificado en
el artículo 148 ibídem.

Sirven, entonces, los criterios anotados en precedencia, de pauta necesaria para el


fiscal al momento de delimitar la adecuación típica de las conductas imputadas, y para los
Magistrados de la Sala de Justicia y Paz, cuando deban pronunciarse acerca de la legalidad
de los cargos aceptados por el postulado.”
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, auto de segunda instancia de Justicia y Paz, del veintiuno (21) de
septiembre de dos mil nueve (2009), radicado 32.022, M.P. Dr. Sigifredo Espinosa Pérez.

II
DIFERENCIAS ENTRE DELITOS COMUNES Y CRÍMENES DE LESA
HUMANIDAD, REQUISITOS PARA LA CONFIGURACIÓN DE ESTOS
ÚLTIMOS Y DE SU CARACTERIZACIÓN (Caso del SECUESTRO de GLORIA
LARA DE ECHEVERRI, Directora de Integración y Desarrollo de la
Comunidad del Ministerio de Gobierno, por parte de la Organización
Revolucionaria del Pueblo O.R.P).

Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de revisión del veintitrés (23) de mayo de dos mil doce
(2012), radicado 34.180, M.P. Dr. José Leonidas Bustos Martínez.-
“HECHOS

Conforme con las pruebas aportadas por el actor, el juzgador de segunda


instancia los resumió de la forma como sigue:
55
“Terrorismo Internacional y Conflicto Armado”, obra citada. Pag.83.
56
Mucho menos, si, como ya se anotó, recurrir al D.I.H., implica necesariamente reconocer que algunas conductas no son delictuosas (entre otros,
el ataque a las fuerzas armadas, si les tiene como una parte del conflicto), por entenderse connaturales a las hostilidades.
“El 23 de junio de 1982, a eso de las 7:30 p.m., cuando la Dra. GLORIA LARA DE
ECHEVERRI, a la sazón Directora de Integración y Desarrollo de la Comunidad del
Ministerio de Gobierno, se desplazaba en su vehículo oficial, de sus oficinas a su
residencia ubicada en el norte de esta Capital, fue interceptada a la altura de la carrera 17
con calle 36, por varios sujetos armados de pistola y metralleta que se movilizaban en
otro vehículo y quienes de inmediato, procedieron por la fuerza a penetrar al auto oficial,
inutilizando al conductor y llevándose secuestrada a la Dra. LARA DE ECHEVERRI en
un tercer automóvil que esperaba por el lugar de los acontecimientos.

Poco después de ocurridos estos hechos, QUERUBÍN SÁNCHEZ, conductor del


vehículo oficial, quien fuera dejado en libertad por los plagiarios en otro sitio de la
ciudad, dio cuenta del insuceso a los familiares de la Dra. GLORA LARA, y éstos, a las
autoridades policivas, quienes de inmediato entraron a desplegar actividades propias de
sus funciones.

Desde entonces, varios jueces de instrucción criminal, con la colaboración permanente


de los organismos de Policía Judicial del Estado, y de los mismos allegados a la víctima,
realizaron toda clase de diligencias investigativas, en procura de lograr su rescate sana y
salva, así como la identificación de los responsables de tan repudiable hecho. Empero,
sólo después del 28 de noviembre de 1982, fecha en que fue hallado su cadáver en las
inmediaciones del barrio Bonanza de esta capital, cubierto con una tela de color negra
con las siglas en rojo O.R.P., la investigación del secuestro y ahora también del
homicidio de la Dra. GLORIA LARA DE ECHEVERRI, entró en una etapa de
esclarecimiento al producirse pistas de suma importancia suministradas por la
información del agente del D.A.S. José Vicente González, gracias a la cual, fue posible
la captura de los implicados pertenecientes a la O.R.P, y la aceptación de su
participación en los hechos, primero, en versión rendida ante miembros de la Brigada de
Institutos Militares, con funciones de Policía Judicial, y luego, ante el propio juez
investigador.

En efecto, el detective José Vicente González, adscrito al Departamento Administrativo


de Seguridad D.A.S., mediante escrito fechado el 6 de diciembre de 1982, y que obra a
folios 4, 5, y 6 del C. O. No. 4 certificó que ha recibido la siguiente información
relacionada con el secuestro y posterior asesinato de la Señora GLORIA LARA DE
ECHEVERRI y cuya fuente es de suma credibilidad.

A continuación el certificante señala que el 6 de diciembre del año en curso (1982), un


particular con quien conversó hacia las 15:30 horas, en un lugar de esta ciudad, le
manifestó pertenecer al Movimiento Revolucionario del Pueblo, antes Movimiento
Nacional Democrático, sustituido por otro, conocido como Democracia Popular, el que a
su vez, por divergencias de sus dirigentes se dividió en dos: el Partido de Trabajo en
Colombia y la Organización Revolucionaria del Pueblo O.R.P., orientada ésta por
VICTOR MANUEL ROJAS CÁRDENAS y MIGUEL GAMBOA.
Agrega el detective González, que su informante le manifestó que para los años de 1980,
1981 y primer semestre de 1982, la O.R.P., estaba integrada por más o menos 15
militantes, entre los cuales figuraban VÍCTOR MANUEL ROJAS CÁRDENAS,
FERNANDO MARTÍNEZ… JUAN TADEO ESPITIA SUPELANO, MIGUEL
ÁNGEL VARGAS CASTRO, DIANA GIRALDO RODRÍGUEZ… MIGUEL
GAMBOA, NUBIA SANDOVAL, RAÚL N.N., HERNÁN LORA MENDOZA y
FREDY RIVERA.

Expresa el secreto del D.A.S., en su certificación, que de acuerdo con su informante, en


el mes de junio/82 se reunieron en la calle 23 con Cra. 12, edificio de la esquina oficina
412 MIGUEL GAMBOA, EMPERATRIZ SAMPER (sic) CANCINO, JUAN TADEO
ESPITIA SUPELANO, FREDY RIVERA y FROILAN RIVERA para planear y discutir
los detalles relativos al secuestro de la señora LARA DE ECHEVERRI, asignándose,
entonces, los siguientes trabajos: MIGUEL GAMBOA sería encargado de hacer las
negociaciones con la familia de la secuestrada para la entrega del dinero; RODRIGO
PINILLA encargado del planeamiento de secuestro; FREDY RIVERA, partícipe del
mismo, y quien fue al parecer, el que disparó a la víctima y FROILAN RIVERA MEZA,
encargado de la consecución de los vehículos.

Concluye la información rendida al comandante de la Brigada de Institutos Militares,


por el Policía Judicial placa No. 1320, perteneciente al Departamento Administrativo de
Seguridad DAS, y adscrito a la agrupación CAES de dicho comando, señor JOSÉ
VICENTE GONZÁLEZ, afirmando que también fue informado que JORGE LENIS
LOZANO, secretario de la ANUC… fue la persona que sostuvo el primer contacto con
JAIME TORRES (a. Antonio), periodista del diario EL BOGOTANO, en predios de la
Universidad Nacional, donde le hizo entrega de una fotografía como prueba de
supervivencia de la señora LARA DE ECHEVERRI, así mismo RAFAEL REYES
recibió una nota de JAIME TORRES entre el 27 y 28 de noviembre anunciándole que
iba a suceder algo importante y que no se moviera y que como él sabía desde hace año y
medio la O.R.P., había tenido problemas en el CAQUETÁ surgió una división Troskista
(sic)…”

ACTUACIÓN PROCESAL RELEVANTE

De la lectura de los documentos allegados con la demanda, se tiene que por los
hechos descritos fueron vinculados a la actuación Juan Tadeo Espitia Supelano,
Fredy José Rivera Arboleda, Wilberto Antonio Rivera Meza, Froilan Rivera Meza,
Emperatriz Santander Cancino, Robison Rafael Rivera Arrieta, José Miguel
Gamboa López, Miguel Ángel Vargas Castro, Hernando Franco D’laytz, Gloria
Medellín, Diana Giraldo Rodríguez, Hernán Rafael Lora Mendoza, Rodrigo Alberto
Pinilla Candela, Betty Suárez Mahecha, Víctor Manuel Rojas Cárdenas y Gloria
Inés Acosta Barrera, a quienes se acusó por los delitos de secuestro extorsivo y
homicidio agravados, de conformidad con lo previsto por los artículos 268, 270-3
y 6, 323 y 324-7 del Decreto 100 de 1980.

El trámite de la causa estuvo a cargo de un juez de Orden Público de la Seccional


de Bogotá, quien mediante sentencia del 12 de febrero de 1992 absolvió a los
acusados.

La decisión, en síntesis, se basó en el hecho de que la confesión de los


sindicados, realizada ante los funcionarios de la Brigada de Institutos Militares,
se obtuvo por medio de tortura. Su origen ilícito, consecuentemente, imponía
excluirlas de la actuación.

Precisó, igualmente, que en el proceso no fue posible controvertir las afirmaciones


de la persona que supuestamente, le informó al detective del DAS, José Vicente
González, quiénes habían sido los autores de las conductas punibles, toda vez
que el servidor público citado, sin motivo legal atendible, se negó a identificarlo,
en sus declaraciones no supo explicar la forma como se contactó con el
informante, el lugar y la fecha del encuentro y sus declaraciones se caracterizan
por la vaguedad y el nerviosismo.

Por lo demás, al proceso se allegaron diversas pruebas que contribuyen a


desvirtuar la responsabilidad de los acusados en las conductas punibles a ellos
atribuidas.

El Tribunal de Orden Público, mediante sentencia del 20 de agosto de 1992, con


la cual resolvió el recurso de apelación interpuesto por la Fiscalía, consideró que
las torturas relatadas por los procesados no existieron, constituían retractaciones
tardías y fueron descartadas, inclusive, en la investigación que sobre el
particular adelantó la Procuraduría General de la Nación. De esa manera,
estableció la responsabilidad de los acusados y profirió la siguiente condena: 28
años de prisión a Juan Tadeo Espitia Supelano, Fredy José Rivera Arboleda,
Wilberto Antono Rivera Meza, Froilan Rivera Meza, Emperatriz Santander
Cancino, Robinson Rafael Rivera Arrieta, José Miguel Gamboa López, Miguel
Ángel Vargas Castro, Hernando Franco D’Laytz, Gloria Medellín, Diana Giraldo
Rodríguez y Hernán Rafael Lora Mendoza, por los delitos de homicidio y
secuestro extorsivo agravados.

Y, en su condición de coautores del punible de secuestro extorsivo, sentenció a


12 años de prisión a Rodrigo Alberto Pinilla Candela, Betty Suárez Mahecha,
Víctor Manuel Rojas Cárdenas y Graciela Inés Acosta Barrera.

Contra la sentencia de segunda instancia varios procesados impugnaron de


manera extraordinaria, las demandas fueron admitidas y luego de recibirse el
concepto del Ministerio Público, al advertir que la acción penal se encontraba
prescrita, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, declaró la
ocurrencia de tal fenómeno y dispuso la cesación de todo procedimiento respecto
de todos los procesados(…)

(…) CONSIDERACIONES DE LA CORTE…

(…)3. Los delitos de lesa humanidad. El análisis de esta categoría delictual,


comienza por precisar que el ordenamiento colombiano no establece qué es un
crimen de lesa humanidad, ni define el contexto en el que deben ejecutarse las
conductas para que así sean tipificados.

A efectos de contribuir a su ubicación, dentro de su género próximo, se puede


decir que dicha categoría delictiva hace parte de lo que se conoce como crímenes
internacionales, dentro de los cuales se identifican: los crímenes de agresión, el
genocidio, los delitos de lesa humanidad, y las infracciones graves contra las
normas de la guerra.

Crímenes Internacionales. Consecuencias de su Configuración:


Flexibilidad del Principio de Legalidad. Atemporalidad de las Normas
que los Sancionan. Interés Internacional en su persecución y Sanción.

El ordenamiento penal patrio, en relación con los denominados delitos


internacionales, sólo se ocupa del genocidio (arts. 101 y 102), y de las
violaciones al Derecho Internacional Humanitario (arts. 135 a 164), más no se
ocupa de los delitos contra la humanidad ni del crimen de agresión.

Determinar cuándo un comportamiento punible se inscribe dentro de la categoría


de los delitos contra la humanidad, o dentro del concepto genérico de los
crímenes internacionales, resulta de la mayor relevancia por el impacto que
ocasionan y por las consecuencias jurídicas que de ello se desprende.

En efecto, son delitos que trascienden el ámbito doméstico de una nación y


afectan su soberanía, pues al convertirse en crímenes internacionales, el Estado
donde sucedieron deja de ser el único facultado para perseguir y sancionar a los
autores o partícipes, adquiriendo igualmente competencia para hacerlo otros
Estados o los tribunales internacionales. Por eso se dice que ‘la criminalidad de
estos delitos, anula la soberanía estatal, convirtiéndolos en crímenes
internacionales’.57
57
David Luban en su Teoría de los Crímenes de Lesa Humanidad, identifica las siguientes características o rasgos definitorios de los delitos
contra la humanidad: i) se cometen tanto contra nacionales de un país como contra extranjeros, ii) su criminalidad anula la soberanía estatal,
convirtiéndolos en crímenes internacionales, iii) son cometidos por grupos políticamente organizados, contra otros grupos típicamente de la
misma sociedad (la acción estatal que inicialmente los generaba, normativamente se convirtió en un elemento más amplio: el ataque generalizado
o sistemático, vinculado con la política de un Estado o de una organización); iv) consisten en los actos de violencia y persecución más graves y
De otra parte, en esta clase de ilícitos el principio de legalidad no comparte el
carácter estricto que rige en los delitos comunes 58. Además, “Son crímenes
imprescriptibles. Son imputables al individuo que los comete, sea o no órgano o
agente del Estado. Conforme a los principios reconocidos en el Estatuto del
Tribunal de Núremberg, toda persona que comete un acto de esta naturaleza "es
responsable internacional del mismo y está sujeta a sanción". Igualmente, el
hecho de que el individuo haya actuado como jefe de Estado o como autoridad
del Estado, no le exime de responsabilidad. Tampoco, puede ser eximido de
responsabilidad penal por el hecho de haber actuado en cumplimiento de
órdenes de un superior jerárquico: esto significa, que no se puede invocar el
principio de la obediencia debida para eludir el castigo de estos crímenes. A las
personas responsables o sospechosas de haber cometido un crimen contra la
humanidad no se le puede otorgar asilo territorial ni se les puede conceder
refugio”59.

Lo anterior, conforme ha precisado la Corte, teniendo en cuenta la reacción que


generan en la comunidad internacional, en tanto que el titular de los derechos
afectados resulta siendo la humanidad en su conjunto, razón por la cual, desde
esa época de la historia, comenzó a inscribirse ecuménicamente un nuevo
derecho con unas categorías distintas a las de cada nación, debido al grado de
complejidad originado en la inexistencia de un legislador estricto sensu y de una
autoridad judicial de alcance planetario establecida para sancionarlos. 60

La sociedad horrorizada con la capacidad de maldad del hombre probada de


manera insuperable con la segunda guerra mundial, contraria a la expectativa
de racionalidad en el horizonte del antropocentrismo, en el que ni la especie
humana ni la razón importaron, debió iniciar la construcción de unos
parámetros internacionales, o mejor, supranacionales, que involucraran a la
comunidad orbital en la regulación, tipificación y sanción de tales actos que
avergüenzan, tanto a la razón como a la humanidad, a la vez que a uno y otro
amenazan y humillan.

En ese contexto, se replanteó en función de la protección de la comunidad


humana, la dogmática del derecho penal internacional y se redefinió el
principio de legalidad.

“Es así que el artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia 61 reconoce
como fuentes de derecho, con los tratados internacionales, a la costumbre internacional,
los principios generales del derecho y la jurisprudencia y la doctrina; superando a la ley
como su fuente exclusiva.

Resulta oportuno reconocer que a partir de la vigencia de los Tratados de Derechos


Humanos se ha universalizado el compromiso legislativo en pro de su reivindicación y
se han precisado los niveles de protección de los habitantes del mundo, en dos sistemas
interrelacionados entre sí, con la obligación doméstica de ajustar sus estándares a la
sistemática internacional.

abominables que pueda tolerar la humanidad, v) son cometidos contra víctimas por su pertenencia a una población más que por sus características
personales.
58
Auto de segunda instancia del 16-12-10 Rad. 33039
59
C-370-06 con la cual se analizó la constitucionalidad de la Ley 975/05 de Justicia y Paz.
60
Auto de segunda instancia del 16-12-10 Rad. 33039
61
“1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que le sean sometidas, deberá aplicar:
a. las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes;
b. la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho; c. los principios generales de derecho
reconocidos por las naciones civilizadas;
d. las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones, como medio auxiliar para la
determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el Artículo 59.
2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio ex aequo et bono, si las partes así lo convinieren.”
Es más, tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos como el Pacto de
San José y el Convenio Europeo de Derechos Humanos, extienden el principio de
legalidad al derecho internacional.

Así, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos advierte en su artículo 15


numeral 1º que ‘Nadie podrá ser condenado por actos u omisiones que en el momento de
cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional o internacional.’

Pero va más allá en su numeral 2º en el que de manera tajante advierte: ‘Nada de lo


dispuesto en este artículo se opondrá al juicio ni a la condena de una persona por actos
u omisiones que, en el momento de cometerse, fueran delictivos según los principios
generales del derecho reconocidos por la comunidad internacional.’

Por su parte, el Pacto de San José en su artículo 9º al consagrar el principio de legalidad


no lo limita al derecho patrio señalando que: ‘Nadie puede ser condenado por acciones u
omisiones que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho
aplicable.’

A su turno, el Convenio Europeo de Derechos Humanos al reconocer el principio de


legalidad, establece en su artículo 7º una fórmula similar a la adoptada por el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, al advertir en su numeral 1º que: ‘Nadie
podrá ser condenado por una acción u omisión que, en el momento en que haya sido
cometida, no constituya una infracción según el derecho nacional o internacional.’ En su
numeral 2º, advierte de manera perentoria que: ‘El presente artículo no impedirá el juicio
y el castigo de una persona culpable de una acción o de una omisión que, en el momento
de su comisión, constituía delito según los principios generales del derecho reconocidos
por las naciones civilizadas.’

Esta cláusula colocada, tanto en la Convención Europea como en el Pacto Internacional


de Derechos Civiles y Políticos, claramente alude a los principios generales del derecho
internacional como fuente de derecho penal internacional, aún frente a la inexistencia de
tratado o ley que así lo dispongan.

Tal flexibilización a la legalidad, que implica una restricción a las garantías del
justiciable en pro de la lucha contra la criminalidad que agravia a la humanidad, se
explica en que con frecuencia se trata de una manifestación delincuencial auspiciada –o
sistemáticamente cometida- por los Estados totalitarios, que por supuesto no estarían
interesados en legislar tipificando sus propios actos.

La experiencia más temprana de la flexibilización o redefinición del principio de


legalidad a escala internacional se vivió en los procesos de Núremberg 62, regidos por
unos principios, el primero de los cuales advierte:
‘Toda persona que cometa un acto que constituya delito de derecho internacional es
responsable de él y está sujeta a sanción.’

Y en el principio II se estipula que:

‘El hecho de que el derecho interno no imponga pena alguna por un acto que constituya
delito de derecho internacional no exime de responsabilidad en derecho internacional a
quien lo haya cometido.’

Por su parte, en los ‘Principios de cooperación internacional en la identificación,


detención, extradición y castigo de los culpables de crímenes de guerra, o de crímenes
de lesa humanidad63’ se leen los siguientes:

62
Aprobados por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas en 1950.
63
Aprobados por las ONU, en Asamblea General por medio de Resolución 3074 (XXVIII), el 3 de diciembre de 1973.
1. Los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad, dondequiera y cualquiera
que sea la fecha en que se hayan cometido, serán objeto de una investigación, y las
personas contra las que existen pruebas de culpabilidad en la comisión de tales crímenes
serán buscadas, detenidas, enjuiciadas y, en caso de ser declaradas culpables, castigadas.

2. Todo Estado tiene el derecho de juzgar a sus propios nacionales por crímenes de
guerra o crímenes de lesa humanidad.

Así, es claro que sin importar el momento de comisión del delito… el mismo debe ser
juzgado, pero a la vez que el Estado en que se cometió tiene derecho a investigarlo y en
dado caso a imponer las condenas de rigor.

En el mismo instrumento, en su numeral 8º se dispone que:

‘Los Estados no adoptarán disposiciones legislativas ni tomarán medidas de otra índole


que puedan menoscabar las obligaciones internacionales que hayan contraído con
respecto a la identificación, la detención, la extradición y el castigo de los culpables de
crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad.’

Así, el principio de legalidad en tratándose exclusivamente de crímenes internacionales


–de agresión, de guerra, de lesa humanidad y genocidio-, se redefine en función de las
fuentes del derecho, ampliándolas en los términos del artículo 38 del Reglamento de la
Corte Internacional de Justicia, a los tratados, la costumbre, los principios generales
del derecho, la jurisprudencia y la doctrina internacional.” 64 (subrayas no
incluidas en el texto.)

Otra consecuencia jurídica que recae sobre los crímenes de lesa humanidad, es
el hecho de que su enjuiciamiento y castigo está librado de los marcos
temporales a los cuales se someten los delitos ordinarios, conforme lo prevé la
Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los
Crímenes de Lesa Humanidad65, adoptada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas mediante resolución 2391 del 26 de noviembre de 1968, vigente
desde el 11 de noviembre de 1970, y lo ratifica el artículo 29 del Estatuto de la
Corte Penal Internacional al señalar que los crímenes de la competencia de la
Corte no prescribirán, es decir, los de lesa humanidad, el genocidio, los crímenes
de guerra y los crímenes contra la paz, con las precisiones que en su momento
consignó la Corte Constitucional, de la forma como sigue:

“Según esto, la Corte Penal Internacional no deja de tener competencia sobre dichos
crímenes, pese a que, dada la redacción amplia del Estatuto, la acción penal o la pena
hayan prescrito según las reglas del derecho interno. Pero esta medida plantea algunos
problemas jurídicos que es necesario resolver: ¿qué sucede cuando una sentencia penal
ha declarado la prescripción de la acción penal o de la pena por un crimen de
competencia de la Corte y ésta pretende perseguir y sancionar a uno o varios nacionales
por los mismos hechos? Por otra parte, ¿establece el artículo 29 del Estatuto de Roma un
tratamiento diferente al previsto en el artículo 28 de la Constitución que prohíbe las
penas y medidas de seguridad imprescriptibles?

En lo que respecta al primer problema, la Corte Constitucional considera que el propio


Estatuto de Roma delimita la competencia de la Corte Penal Internacional (principio de
complementariedad, artículos 17 a 19 ER) respecto de delitos de competencia de la
justicia penal nacional, al restringir la admisibilidad de la intervención de la Corte Penal

64
Auto del 16-12-10 Rad. 33039
65
Como antecedente hitórico de este instrumento se tiene el hecho de que pasados más de 20 años después de la Segunda Guerra Mundial, varios
de los sistemas judiciales de los países que investigaban a los criminales nazis, enfrentaban la posibilidad de la impunidad por el inminente
vencimiento de los términos de prescripción. La Convención de Nueva York de 1968, tuvo entonces origen en la solicitud presentada a nombre
del gobierno polaco, con la cual se advirtió que la legislación penal alemana, bajo la cual se adelantaban numerosos procesos , corría el peligro de
dejar en la total inmunidad a varios autores contra los cuales ni siquiera se había iniciado proceso. Sobre el particular, véase el importante
documento ya citado del doctor Guerrero Apráez.
Internacional a los casos en que la jurisdicción nacional no está dispuesta o no es capaz
de perseguir el crimen que caiga en la esfera de su competencia (artículo 17 ER). Por
ello, cuando se ha declarado judicialmente la prescripción de la acción penal o de la
sanción penal, salvo que se pruebe la intención de sustraer al acusado de su
responsabilidad por crímenes de la competencia de la Corte, no puede afirmarse que la
jurisdicción nacional no esté dispuesta o no sea capaz de perseguir el delito. (Se
subraya).

Precisamente en relación con la garantía constitucional de la imprescriptibilidad de las


penas, en un pronunciamiento anterior la Corte declaró exequible 66 la "Convención de
las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias
Sicotrópicas", suscrita en Viena el 20 de diciembre de 1988", bajo el entendido de que el
Gobierno Nacional, al momento de depositar el respectivo instrumento de ratificación de
la Convención, formularía las reservas y declaraciones hechas por el Congreso de la
República, entre ellas la sexta relativa a que "Colombia entiende que el párrafo 8º del
artículo 3º de la Convención67 no implica la imprescriptibilidad de la acción penal."
Sostuvo la Corte sobre la garantía constitucional de la imprescriptibilidad de la pena lo
siguiente:

“Respecto de la pena, el artículo 28 de la Constitución Política, en el último inciso se


refirió a que en ningún caso podrá haber penas imprescriptibles. El transcurso del tiempo
obra como causa de extinción de la punibilidad no solamente en abstracto -prescripción
del delito-, sino en concreto -prescripción de la pena-, y, por consiguiente, pone fin al
proceso penal.

El Estado se encuentra en la obligación de investigar dentro de un determinado tiempo la


presunta comisión de un hecho punible. Este principio es parte integrante de los
principios que conforman un Estado social de derecho que vela por la dignidad de la
persona y el respeto efectivo de los derechos humanos, de conformidad con los artículos
1º y 2º de la Constitución Política.

Así, el principio de celeridad debe caracterizar los procesos penales. Ni el sindicado


tiene el deber constitucional de esperar indefinidamente que el Estado califique el
sumario o profiera una sentencia condenatoria, ni la sociedad puede esperar por siempre
el señalamiento de los autores o de los inocentes de los delitos que crean zozobra en la
comunidad.

Consagrar la imprescriptibilidad de la acción penal, viola el artículo 2º numeral 1º del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas y el artículo
24 de la Convención Americana de Derechos Humanos, instrumentos internacionales
que, al tenor del artículo 93 superior, prevalecen en el orden interno.

Por tal razón, con base en los instrumentos internacionales que Colombia ha ratificado y
en la Constitución Política de 1991 es imposible pensar en interpretar en forma diferente
la prescriptibilidad de la acción penal y de la pena, por lo cual la declaración se ajusta
plenamente a la Constitución.”

No obstante lo anterior, la Corte Penal Internacional sí puede –en razón del principio de
imprescriptibilidad de los crímenes de su competencia– llegar a investigar y juzgar
conductas constitutivas de cualquiera de los mencionados crímenes, así la acción penal o
la sanción penal para los mismos haya prescrito, según las normas jurídicas nacionales.

El tratamiento diferente que hace el Estatuto de Roma respecto a la imprescriptibilidad


de los crímenes de competencia de la Corte Penal Internacional, tiene fundamento en el
66
Corte Constitucional, Sentencia C-176 de 1994, M.P. Alejandro Martínez Caballero.
67
El parágrafo 8º del artículo 3º de la mencionada Convención establece: “Artículo 3º Delitos y sanciones. (...) 8. Cada una de las Partes
establecerá, cuando proceda, en su derecho interno un plazo de prescripción prolongado dentro del cual se pueda iniciar el procesamiento por
cualquiera de los delitos tipificados de conformidad con el párrafo 1º del presente artículo. Dicho plazo será mayor cuando el presunto delincuente
hubiese eludido la administración de justicia.”
artículo 93 de la Constitución. Se trata de un tratamiento distinto respecto de una
garantía constitucional que está expresamente autorizado a partir del Acto Legislativo 02
de 2001 y que opera exclusivamente dentro del ámbito regulado por dicho Estatuto.”68

Es decir, sólo de los delitos de competencia de la Corte Penal Internacional, se


predica, sin limitaciones de ninguna índole, la imprescriptibilidad de la acción o
de la pena, cualquiera sea la época en que hayan ocurrido, lo cual implica,
necesariamente, identificar si la conducta en cuestión corresponde típicamente,
según el derecho internacional, al delito de genocidio, a un crimen de guerra, a
un delito de lesa humanidad, o a un crimen de agresión.

En esa perspectiva, téngase en cuenta, como ya se indicó, que los delitos de lesa
humanidad se enmarcan dentro del listado de conductas consideradas como
crímenes internacionales69, en el que también se ubican el genocidio, los crímenes
de guerra y el crimen de agresión70, respecto de los cuales, paulatinamente, se
ha construido el consenso de la comunidad internacional para la protección de
los valores de la dignidad humana y el repudio a la barbarie, lo cual implica “el
reconocimiento de un conjunto de graves violaciones a los derechos humanos y al
derecho internacional humanitario como crímenes internacionales, cuya sanción
interesa a toda la comunidad de naciones por constituir un core delicta iuris
gentium, es decir, el cuerpo fundamental de graves crímenes cuya comisión
afecta a toda la humanidad y ofende la conciencia y el derecho de todas las
naciones.”71

Caracterización del crimen de lesa humanidad.

A nivel normativo, la categoría delito de lesa humanidad surge al final de la


segunda guerra mundial, frente al vacío que los instrumentos jurídicos
internacionales presentaban para penalizar la diversidad de conductas inéditas,
desencadenadas por la denominada solución final que condujera al exterminio
del pueblo judío.72

68
C-578-02
69
“La doctrina distingue dos grandes categorías de crímenes graves contra la comunidad internacional, a saber, los crímenes de guerra o
infracciones graves al derecho internacional humanitario y los crímenes de lesa humanidad o contra la humanidad. Sobre los primeros, se destaca
que las normas que conforman el llamado derecho internacional humanitario están compendiadas en los cuatro Convenios de Ginebra del 12 de
Agosto de 1949: el primero para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de las fuerzas armadas en campaña; el segundo para aliviar
la suerte que corren los heridos, los enfermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar; el tercero relativo al trato debido a los prisioneros
de guerra y el cuarto relativo a la protección debida a las personas en tiempo de guerra. Convenios que están adicionados por el Protocolo I
relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, y el Protocolo II relativo a la protección de las víctimas de los
conflictos armados no internacionales… Colombia es parte de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, aprobados mediante la Ley 5ª de 1960, y
vigentes desde el 8 de Mayo de 1962. Igualmente, mediante la Ley 11 de 1992 se aprobó el Protocolo Adicional I, mientras que el Protocolo
adicional II fue aprobado mediante Ley 171 de 1994.” Ver Auto del 21-09-09 Rad. 32022.
70
“… no existe aún consenso sobre su contenido expreso como crimen internacional, a pesar de los esfuerzos del derecho internacional para
regular el uso de la fuerza como medio para que los Estados hagan valer sus derechos y protejan sus intereses y de su prohibición expresa en la
Carta de Naciones Unidas. Un primer intento por la consagración de la responsabilidad penal individual por agresión se encuentra en la Primera
Guerra Mundial en el Tratado de Versalles, para el juzgamiento del Kaiser Guillermo “por una ofensa suprema contra la moralidad internacional y
la santidad de los tratados.” Posteriormente, en los Tribunales de Nuremberg y Tokio, los jefes y organizadores del Eje fueron procesados y
sancionados por “crímenes contra la paz”, definidos por el artículo 6(a) del Estatuto de Nuremberg como “la planeación, preparación, iniciación o
libramiento de una guerra de agresión o una guerra en violación a tratados internacionales, acuerdos, o garantías”. No obstante, esta definición no
precisó las características de la agresión como crimen que generara responsabilidad individual. Los esfuerzos posteriores por definir el crimen
agresión se apartaron y se concentraron en la definición del término agresión, sin definir sus elementos para efectos penales. Ello explica, en parte,
la razón por la cual los Tribunales para Yugoslavia y para Ruanda no lo hayan incluido en sus Estatutos, y también el hecho de que tal crimen aun
no haya sido precisado en el Estatuto de Roma.” C-758-02.
Desde otra perspectiva, algunos expertos explican esta omisión en lo que califican como el ‘sistema dualista’ de la justicia penal internacional
“una suerte de doble vía por la cual, a la par de una justicia para los derrotados y los pueblos oprimidos, funciona una ‘justicia a medida’ para las
grandes potencias del planeta y sus líderes vencedores… Al respecto, Antonio Cassese – Presidente del Tribunal Especial para el Líbano –
subrayó: […] desde 1946 hasta hoy, jamás se celebró un proceso, ni en el ámbito nacional ni en el internacional, para juzgar presuntos crímenes
de agresión, pese a que son numerosos, indiscutiblemente, los casos en los cuales los Estados cometieron actos de agresión y a que, con relación a
algunos de ellos, el Consejo de Seguridad mismo haya reconocido expresamente la subsistencia de un acto de agresión de parte de un Estado.”
(notas y cita en “La Justicia de los Vencedores de Núremberg a Bagdad”. Danilo Zolo. Ed. Trota 2006.).
71
Ver C-578-02 por medio de la cual la Corte Constitucional declaró exequible la Ley 742 de 2002, la cual aprobó el Estatuto de Roma de la
Corte Penal Internacional.
72
La Génesis de la noción de crimen de lesa humanidad. Artículo de Víctor Guerrero Apráez, publicado en la Revista Derecho Penal
Contemporáneo No. 6 Ed. Legis. Bogotá 2006.
De esa manera, por determinación de las potencias vencedoras 73, fueron
incluidos en la Carta de Núremberg y se le atribuyó competencia a ese Tribunal
para juzgar crímenes contra la humanidad, sin limitar sus poderes
sancionatorios “a quienes cometieron crímenes de guerra en el sentido tradicional
sino incluir a quienes cometieron otros crímenes graves que se substraen al
ámbito de los crímenes de guerra tradicionales, tales como los crímenes donde la
víctima es apátrida, o tienen la misma nacionalidad que la del perpetrador, o la
de un Estado aliado con la del perpetrador.”74

La doctrina especializada agrega sobre el particular que, en comparación con el


genocidio o el crimen de guerra, la noción de los crímenes de lesa humanidad ha
sido particularmente cambiante, razón por la cual resulta imposible intentar
definirlos, salvo que se haga dentro de un contexto normativo específico, pues “…
aquello que entendemos por crimen de lesa humanidad dependerá de si nos
ubicamos en el ámbito del Tribunal Penal Internacional de Núremberg, o si lo
hacemos en aquel de cada uno de los tribunales penales internacionales ad hoc,
e igualmente, en el contexto del Estatuto de Roma de la C.P.I.” 75

Así, por ejemplo, en el Estatuto del Tribunal de Núremberg, se establecía una


dependencia entre el crimen contra la humanidad y la comisión de un crimen de
guerra o un crimen contra la paz76.

El estatuto del Tribunal (ad hoc) de la Haya para la antigua Yugoslavia, definió
también los delitos de lesa humanidad, como crímenes cometidos en conexión
con un conflicto armado77, pues si bien los hechos iniciaron en el escenario de
una clásica guerra de secesión nacional, esta “… fue convertida vertiginosamente
en un conflicto internacional por el reconocimiento como Estados que hicieran las
naciones europeas a las provincias que buscaban su independencia.” 78

Por contraste, el Estatuto del Tribunal (ad hoc) de Arusha 79 para Ruanda no lo
hizo depender de un conflicto armado, toda vez que el inenarrable genocidio que
vivió ese país hacia 1994, surgió de la persecución que una de sus etnias, los
hutus, emprendió contra los tutsis y los hutus moderados, y los crímenes fueron
cometidos en el curso de un ataque generalizado y sistemático, contra una
población civil en razón de su nacionalidad, o pertenencia a un grupo político,
étnico, racial o religioso.80

Por último, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, reitera la


independencia del crimen de lesa humanidad con el conflicto armado, cualquiera
que este sea, y determina su existencia a partir de las conductas enumeradas en
el artículo 7°, siempre que se comentan con ocasión de un ataque generalizado o
sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque, 81 lo
cual quiere decir que los delitos de lesa humanidad contienen un elemento
73
“En Núremberg y Tokio se establecieron tribunales penales internacionales para procesar a los enemigos derrotados. Veintidós jerarcas nazis y
veintiocho altos exponentes del gobierno y del ejército japonés fueron sometidos a juicio. Al final de los dos procesos se infligieron penas
ejemplares, entre las cuales se cuentan diecisiete condenas a muerte que se ejecutaron de inmediato. Fueron casi quinientas las ejecuciones de
ciudadanos alemanes al finalizar los juicios sucesivos que los norteamericanos, británicos y franceses organizaron en Núremberg y otras ciudades
alemanas. Poco se sabe de los muchos procesos que organizaron los soviéticos en los territorios que ocuparon.” Zolo. Obra citada.
74
El Crimen de Lesa Humanidad. Fundamentación en el Derecho Internacional Consuetudinario. Por Javier Giraldo M., S.J.
75
Jurisprudencia Penal Internacional Aplicable en Colombia. Alejandro Ramelli Arteaga. Giz, Universidad de los Andes, Embajada de la
República Federal de Alemania Bogotá.
76
Artículo 6°-C “Crímenes contra la humanidad: a saber, asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra
cualquier población civil, antes o durante la guerra, o persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos en ejecución o en conexión con
cualquier crimen dentro de la jurisdicción del Tribunal, ya sea en violación o no de la legislación nacional del país donde fueron perpetrados.”
77
Artículo 5° TPIY “El Tribunal Internacional tendrá competencia para enjuiciar a los presuntos responsables de los crímenes que se señalan a
continuación, cuando hayan sido cometidos contra la población civil durante un conflicto armado, interno o internacional…”
78
Víctor Guerrero Apráez, artículo citado.
79
Arusha, ciudad de Tanzania donde se ubicó la sede de ese tribunal internacional.
80
Así lo establecía el artículo 3° del Estatuto: “El Tribunal Internacional para Ruanda está habilitado para juzgar a los presuntos responsables
de los siguientes crímenes cuando éstos han sido cometidos en el curso de un ataque generalizado y sistemático, y dirigidos contra cualquier
población civil en razón de su nacionalidad o pertenencia a un grupo político, étnico, racial o religioso…”
material (ataque masivo o sistemático contra una población civil) y otro de
orden subjetivo (el autor debe tener conocimiento de la existencia del ataque).82

Y, si bien la legislación colombiana no define los delitos de lesa humanidad, ni


prevé un catálogo específico de las conductas que universalmente se enmarcan
dentro de esa categoría, con relación a su fundamento punitivo la Corte ha
precisado que la Carta Fundamental junto con los Tratados que la
complementan en bloque de constitucionalidad, prevén los mandatos que se
constituyen en la plataforma para la punición de esa gama de delitos. 83

“Así, el artículo 11 dispone que ‘[E]l derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de
muerte’; por su parte, el artículo 12 establece que ‘nadie será sometido a desaparición
forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes’; el artículo 13
recoge el principio fundamental de igualdad, que para el efecto prohíbe cualquier tipo de
discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión,
opinión política o filosófica; el artículo 17 en cuanto prohíbe la esclavitud, la servidumbre
y la trata de seres humanos en todas sus formas.

Simultáneamente y en forma complementaria, en virtud de la teoría del bloque de


constitucionalidad, derivada del artículo 93 de la Carta Política, que consagra la
prevalencia, en el orden interno, de los tratados y convenios de derechos humanos y
derecho internacional humanitario, resulta indiscutible la fuerza vinculante del conjunto de
normas internacionales que prohíben conductas constitutivas de crímenes de lesa
humanidad.

En ese orden, se alza en primer lugar la ‘Convención para la prevención y la sanción del
delito de genocidio’, adoptada por la Asamblea General de la ONU el 9 de diciembre de
1948 y aprobada mediante la Ley 28 de 1959. Esta Convención parte del supuesto según el
cual el genocidio es un delito de derecho internacional 84, por lo cual las partes contratantes
se obligan a prevenirlo y sancionarlo penalmente. También define lo que ha de entenderse
por genocidio, señalando que en ningún caso este delito puede ser considerado como de
carácter político. Aclara que las personas acusadas de genocidio serán juzgadas por un
tribunal competente del Estado en el cual el delito fue cometido, o ante la Corte Penal
Internacional que sea competente respecto a aquellas de las Partes Contratantes que hayan
reconocido su jurisdicción.

También se tiene, en segundo lugar, la ‘Convención contra la tortura y otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes’, adoptada por la Asamblea General de la ONU en su
Resolución 39/46 de 10 de diciembre de 1984, aprobada en Colombia por la Ley 70 de
1986 y ratificada el 8 de diciembre de 1987, en cuyo artículo 1º se define el delito de
tortura, y en el artículo 4º se impone a los Estados la obligación de perseguir tal crimen e
incorporar en las legislaciones nacionales normas que garanticen la compensación adecuada
para las víctimas del mismo. En el mismo sentido, se alza la ‘Convención Interamericana
para prevenir y sancionar la tortura’, aprobada mediante la Ley 408 del 28 de octubre de
1997.

Igualmente, Colombia suscribió el 8 de mayo de 1994 la ‘Convención Interamericana


sobre desaparición forzada de personas’, adoptada por la Asamblea General de la ONU el
9 de junio de 1994, y aprobada internamente por la Ley 707 de 2001. En esta Convención,
los Estados americanos signatarios parten de la base de que la desaparición forzada de
personas viola múltiples derechos esenciales de la persona humana, por lo cual se
comprometen a adoptar varias medidas, entre ellas:
81
Artículo 7° Estatuto de Roma: “1. A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por ‘crimen de lesa humanidad cualquiera de los actos
siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho
ataque…”
82
Ramelli Arteaga en el libro citado, páginas 272 a 278
83
Auto del 21-09-09 Rad. 32022
84
La doctrina ha considerado que el delito de genocidio constituye una especie o una modalidad agravada del género de los crímenes de lesa
humanidad. Ver, en ese sentido, Yves Ternon, El estado criminal: los genocidios en el siglo XX. Barcelona, Editorial Península, 1995, pag. 44.
a) La tipificación como delito de la desaparición forzada de personas y la imposición de
una pena apropiada de acuerdo a su extrema gravedad; b) el establecimiento de la
jurisdicción del Estado sobre la causa en los casos en que el delito se haya cometido en su
territorio; c) la consagración de la desaparición forzada como delito susceptible de
extradición; d) La prohibición de aceptar la obediencia debida como eximente de
responsabilidad; y e) la prohibición de que presuntos responsables del delito sean
juzgados por jurisdicciones especiales.

También es pertinente destacar que el artículo séptimo de la Convención establece que la


acción y la sanción penal por el delito de desaparición forzada de personas no están sujetas
a prescripción; sin embargo, el segundo inciso reconoce una excepción cuando exista una
norma interna que impida la aplicación de la imprescriptibilidad, caso en el cual el período
de prescripción debe ser igual al término de la sanción del delito más grave en la legislación
del país.

En la misma sentencia85 se reafirmó que el delito de desaparición forzada debe
considerarse como de ejecución continuada o permanente hasta que no se conozca el
paradero de la víctima. ‘Esta obligación, dijo la Corte Constitucional, resulta
razonable si se tiene en cuenta que la falta de información acerca de la persona
desaparecida impide a la víctima y a sus familiares el ejercicio de las garantías
judiciales necesarias para la protección de sus derechos y para el esclarecimiento de la
verdad: la persona sigue desaparecida. Esta situación implica que la lesión de los
bienes protegidos se prolonga en el tiempo, y por tanto, la conducta sigue siendo típica
y antijurídica hasta que el conocimiento que se tenga acerca del paradero de la persona
permita el ejercicio de tales garantías judiciales.86 En esa medida, la conducta de
desaparición forzada se realiza durante el tiempo en que se prolongue la privación de
la libertad y no se tenga información acerca de la persona o personas que se
encuentren en tal circunstancia87’.

Finalmente, cabe citar el Estatuto de Roma, que como ya se anotó se constituye en


parámetro básico de la sistematización y positivización de los delitos de lesa
humanidad.”88

De acuerdo con lo anterior, esta Corporación ha sido enfática al precisar que la


no incorporación en la legislación interna de normas que en estricto sentido
definan los delitos de lesa humanidad, no impide su reconocimiento a nivel
nacional, pues con base en el principio de integración (art. 93 C.P.), debe
acudirse a los instrumentos internacionales alusivos a los derechos humanos y a
los derechos fundamentales, en especial, en lo que al tema analizado se refiere,
al Estatuto de Roma para la Corte Penal Internacional, Instrumento que
condensa la evolución del consenso de la comunidad internacional para la
protección de los valores de la dignidad humana y de repudio a la barbarie.

De más está decir89 que Colombia hace parte de ese acuerdo ecuménico para la
lucha contra la impunidad frente a las más graves violaciones a los derechos
humanos y al Derecho Internacional Humanitario. Su compromiso se refleja en el
hecho de ser parte de los principales instrumentos internacionales que recogen el
85
C-580-02
86
Así mismo, dice el numeral 2º del artículo 17 de la Declaración 47/133: “ 2. Cuando los recursos previstos en el artículo 2 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos ya no sean eficaces, se suspenderá la prescripción relativa a los actos de desaparición forzada hasta
que se restablezcan esos recursos.” Por su parte, el artículo 2º del mencionado Pacto dice:
“3.Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a garantizar que: a) Toda persona cuyos derechos o libertades reconocidos
en el presente Pacto hayan sido violados podrá interponer un recurso efectivo, aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que
actuaban en ejercicio de sus funciones oficiales; b) La autoridad competente, judicial, administrativa o legislativa, o cualquiera otra autoridad
competente prevista por el sistema legal del Estado, decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso, y desarrollará las
posibilidades de recurso judicial; c) Las autoridades competentes cumplirán toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso.”
87
En tal sentido, el artículo 26 del Código Penal establece que “[l]a conducta punible se considera realizada en el tiempo de la ejecución de la
acción o en aquél en que debió tener lugar la acción omitida, aun cuando sea otro el del resultado.”
88
Auto del 21-09-09 Rad. 32022, citado
89
Siguiendo literalmente lo expuesto al respecto por la Corte Constitucional en la Sentencia C-578-02
consenso internacional en esta materia y que han servido de base para la
creación de la Corte Penal Internacional. Entre otros: i) Convención para la
Prevención y Represión del Genocidio de 1948, aprobada por la Ley 28 de 1959;
ii) Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación racial, aprobada por la Ley 22 de 1981; iii) Convención contra la
Tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, aprobada como
legislación interna por la Ley 76 de 1986; iv) Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y Protocolo Facultativo aprobada por la Ley 74 de 1968; v)
Convención Americana sobre Derechos Humanos, aprobada por la Ley 16 de
1972; vi) Los Cuatro Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949,
incorporados a nuestro ordenamiento interno mediante la Ley 5 de 1960:
Convenio I, para aliviar la suerte que corren los heridos y enfermos de las
fuerzas armadas en campaña; Convenio II, para aliviar la suerte que corren los
heridos, los enfermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar;
Convenio III, relativo al trato debido a los prisioneros de guerra; Convenio IV,
relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra; vii)
Protocolo I Adicional a los Cuatro Convenios de Ginebra de 1949, aprobado como
legislación interna por la Ley 11 de 1992; viii) Protocolo II Adicional a los Cuatro
Convenios de Ginebra de 1949, aprobado como legislación interna por la Ley 171
de 1994; ix) Convención sobre la represión y castigo del Apartheid aprobada por
la Ley 26 de 1987; x) Convención Americana contra la Desaparición Forzada,
incorporada a nuestro ordenamiento interno mediante la Ley 707 de 1994.

Por tal razón, el escenario normativo en el que corresponde construir los delitos
de lesa humanidad, con el fin de aproximar su caracterización, es el del Estatuto
de Roma, sin que sobre advertir que muy seguramente todas las conductas
punibles que sirven de medio para la ejecución de los crímenes de lesa
humanidad, ya se encuentran tipificadas en la legislación penal colombiana
como delitos ordinarios, advertencia que sirve para determinar que a dichas
conductas punibles, se les concederá una importancia superlativa, por encima de
los intereses nacionales, ya que son miradas en consideración a las
consecuencias propias de los crímenes internacionales, señaladas anteriormente.

Definición de los delitos de lesa humanidad en el Estatuto de Roma.

El artículo 7° de esa normatividad establece:

“1. A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por "crimen de lesa
humanidad" cualquiera de los actos siguientes cuando se cometa como parte de
un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con
conocimiento de dicho ataque:
a) Asesinato;
b) Exterminio;
c) Esclavitud;
d) Deportación o traslado forzoso de población;
e) Encarcelación u otra privación grave de la libertad física en violación de normas
fundamentales de derecho internacional;
f) Tortura;
g) Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado,
esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable;
h) Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en
motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género
definido en el párrafo 3, u otros motivos universalmente reconocidos como
inaceptables con arreglo al derecho internacional, en conexión con cualquier acto
mencionado en el presente párrafo o con cualquier crimen de la competencia de la
Corte;
i) Desaparición forzada de personas;
j) El crimen de apartheid;
k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente
grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud
mental o física.

2. A los efectos del párrafo 1:


a) Por "ataque contra una población civil" se entenderá una línea de conducta que
implique la comisión múltiple de actos mencionados en el párrafo 1 contra una
población civil, de conformidad con la política de un Estado o de una organización
de cometer esos actos o para promover esa política;
b) El "exterminio" comprenderá la imposición intencional de condiciones de vida, la
privación del acceso a alimentos o medicinas entre otras, encaminadas a causar la
destrucción de parte de una población;
c) Por "esclavitud" se entenderá el ejercicio de los atributos del derecho de
propiedad sobre una persona, o de algunos de ellos, incluido el ejercicio de esos
atributos en el tráfico de personas, en particular mujeres y niños;
d) Por "deportación o traslado forzoso de población" se entenderá el
desplazamiento de las personas afectadas, por expulsión u otros actos coactivos,
de la zona en que estén legítimamente presentes, sin motivos autorizados por el
derecho internacional;
e) Por "tortura" se entenderá causar intencionalmente dolor o sufrimientos graves,
ya sean físicos o mentales, a una persona que el acusado tenga bajo su custodia
o control; sin embargo, no se entenderá por tortura el dolor o los sufrimientos que
se deriven únicamente de sanciones lícitas o que sean consecuencia normal o
fortuita de ellas;
f) Por "embarazo forzado" se entenderá el confinamiento ilícito de una mujer a la
que se ha dejado embarazada por la fuerza, con la intención de modificar la
composición étnica de una población o de cometer otras violaciones graves del
derecho internacional. En modo alguno se entenderá que esta definición afecta a
las normas de derecho interno relativas al embarazo;
g) Por "persecución" se entenderá la privación intencional y grave de derechos
fundamentales en contravención del derecho internacional en razón de la
identidad del grupo o de la colectividad;
h) Por "el crimen de apartheid" se entenderán los actos inhumanos de carácter
similar a los mencionados en el párrafo 1 cometidos en el contexto de un régimen
institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial sobre
uno o más grupos raciales y con la intención de mantener ese régimen;
i) Por "desaparición forzada de personas" se entenderá la aprehensión, la
detención o el secuestro de personas por un Estado o una organización política, o
con su autorización, apoyo o aquiescencia, seguido de la negativa a informar
sobre la privación de libertad o dar información sobre la suerte o el paradero de
esas personas, con la intención de dejarlas fuera del amparo de la ley por un
período prolongado.
3. A los efectos del presente Estatuto se entenderá que el término "género" se
refiere a los dos sexos, masculino y femenino, en el contexto de la sociedad. El
término "género" no tendrá más acepción que la que antecede.” 90
90
El artículo 9° del Estatuto de Roma prevé la estructura y el diseño de los “Elementos de los Crímenes” destinados a ayudar a la Corte Penal
Internacional a interpretar y aplicar los artículos 6 (genocidio), 7 (crímenes de lesa humanidad) y 8 (crímenes de guerra). Respecto de los crímenes
de lesa humanidad, deben atenderse los siguientes elementos generales: “1. Por cuanto el artículo 7 corresponde al derecho penal
internacional, sus disposiciones, de conformidad con el artículo 22, deben interpretarse en forma estricta, teniendo en cuenta que los
crímenes de lesa humanidad, definidos en el artículo 7, se hallan entre los crímenes más graves de trascendencia para la comunidad
internacional en su conjunto, justifican y entrañan la responsabilidad penal individual y requieren una conducta que no es permisible con
arreglo al derecho internacional generalmente aplicable, como se reconoce en los principales sistemas jurídicos del mundo. 2. Los dos
últimos elementos de cada crimen de lesa humanidad describen el contexto en que debe tener lugar la conducta. Esos elementos aclaran
la participación requerida en un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y el conocimiento de dicho ataque .
No obstante, el último elemento no debe interpretarse en el sentido de que requiera prueba de que el autor tuviera conocimiento de todas
las características del ataque ni de los detalles precisos del plan o la política del Estado o la organización. En el caso de un ataque
generalizado o sistemático contra una población civil que esté comenzando, la cláusula de intencionalidad del último elemento indica que
ese elemento existe si el autor tenía la intención de cometer un ataque de esa índole. 3. Por ‘ataque contra una población civil’ en el
contexto de esos elementos se entenderá una línea de conducta que implique la comisión múltiple de los actos a que se refiere el párrafo
1 del artículo 7 del Estatuto contra una población civil a fin de cumplir o promover la política de un Estado o de una organización de
cometer ese ataque. No es necesario que los actos constituyan un ataque militar. Se entiende que la ‘política... de cometer ese ataque’
requiere que el Estado o la organización promueva o aliente activamente un ataque de esa índole contra una población civil.” Y, en torno
De acuerdo con la definición que ofrece el Estatuto, los comportamientos ilícitos
enumerados en su artículo 7°, por sí mismos, no constituyen crímenes de lesa
humanidad, pues con independencia del horror, la atrocidad o el impacto que
puedan generar, por ejemplo, el asesinato de una persona (destacada o
anónima), la tortura que se realice sobre un ser humano, el hecho de
desaparecerlo de manera forzada, o de ejercer en él actos discriminatorios, no
determinan la existencia automática del delito internacional indicado.

Las conductas enunciadas (asesinato, exterminio, esclavitud, deportación o


traslado forzoso, tortura, agresiones sexuales, persecución de un grupo,
desaparición forzada, el apartheid, u otros actos inhumanos), constituyen
crímenes de lesa humanidad, sólo en el escenario de un ataque generalizado o
sistemático orquestado contra una población civil, si el agente sabe de la
existencia del ataque y, adicionalmente, con su conducta, cualquiera de las
descritas en el artículo 7° del Estatuto de Roma, alimenta y contribuye a los
propósitos de dicho ataque.

En otros términos, los crímenes de lesa humanidad demandan un contexto


general dentro del cual se desarrollan, esto es, el ataque ordenado contra una
población civil, del cual tiene pleno conocimiento el agente, quien lleva a cabo uno
cualquiera de los comportamientos enunciados en el artículo 7°, para alcanzar
las políticas o los planes de quienes disponen el ataque.

El propósito de ejecutar la conducta inhumana, con el conocimiento de que la


misma se inscribe en el contexto de un ataque generalizado o sistemático contra
una población civil, es el elemento que transforma los actos indicados en
crímenes de lesa humanidad, “… no en vano el encabezado del artículo 7°
dispone que el autor debe poseer ‘conocimiento de dicho ataque’, de lo contrario,
sin este conocimiento especial, su aspecto subjetivo se enmarcaría dentro de un
delito común.”91

En los instrumentos que antecedieron al Estatuto de Roma, también el elemento


intencional, el móvil, era el que connotaba los delitos referidos. De hecho, en uno
de los informes sobre el proyecto del Código de Crímenes contra la Paz y la
Seguridad de la Humanidad, el Relator especial, al desentrañar el significado de
la expresión ‘crímenes contra la Humanidad’ e identificar diversas definiciones
posibles, indicó: “Parece que el único elemento objeto de consenso es el móvil.
Todos los autores, todas las decisiones de jurisprudencia, todas las resoluciones
de los congresos internacionales, coinciden en el hecho de que lo que caracteriza
al crimen de lesa humanidad es el móvil, es decir la intención de atentar contra
una persona o un grupo de personas, por motivos raciales, nacionales, religiosos
o de opiniones políticas. Se trata de una intención especial, incorporada en el
crimen, que le confiere su particularidad.”92

La diferencia es que en el Estatuto de Roma el móvil no se contrae a los motivos


raciales, nacionales, religiosos o políticos. Pueden ser estos u otros de naturaleza
diversa, lo importante es que constituyan el punto de enfoque del ataque contra
la población, y que en orden a realizarlo el autor desarrolle el ilícito concreto.

al crimen de lesa humanidad de asesinato, se cuenta con los siguientes elementos específicos: “1.  Que el autor haya dado muerte a una o
más personas; 2. Que la conducta se haya cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático dirigido contra una
población civil; 3. Que el autor haya tenido conocimiento de que la conducta era parte de un ataque generalizado o sistemático dirigido
contra una población civil o haya tenido la intención de que la conducta fuera parte de un ataque de ese tipo.”
91
Sánchez Sánchez, artículo citado.
92
Javier Giraldo, documento citado
Es decir, esa población civil 93 puede no estar cohesionada por alguno de los
elementos o bienes jurídicos comunes a una categoría de personas (razas,
nacionalidades, religiones, ideas políticas, etc.) 94, sino por circunstancias
particulares que la convierten en el objetivo del ataque generalizado o sistemático
dispuesto en su contra95.

Piénsese, por ejemplo, en lo que ha venido sucediendo en el país durante varios


años con los defensores de derechos humanos 96, o con las personas que lideran
los movimientos de restitución de tierras de las que fueron despojados por grupos
ilegales al margen de la ley97. Los valores o los bienes jurídicos que los vinculan,
no se identifican seguramente con los que consuetudinariamente la doctrina y la
jurisprudencia internacional han considerado desde la perspectiva de los
conflictos, padecidos fundamentalmente desde el siglo pasado por la
humanidad, los cuales, por supuesto, tuvieron orígenes diferentes y ello permite
explicar también, por qué los modelos de justicia ideados por la comunidad
internacional, resultan igualmente desemejantes. Lo cierto es que, en los casos
citados, se presenta una circunstancia de la cual deriva el móvil que desata el
ataque en contra de ese grupo poblacional, y torna de lesa humanidad los
asesinatos, las torturas, las desapariciones, etc., ejecutadas contra ese conjunto
de personas, por atreverse a reivindicar los derechos humanos o la recuperación
de sus tierras.

En el caso Akayesu el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, en cuanto a las


particularidades del ataque, precisó que el carácter generalizado implica que
debe ser: frecuente, ejecutado colectivamente, de gravedad considerable y
dirigido contra multiplicidad de víctimas; y sistemático significa que debe ser
cuidadosamente organizado y que atienda un plan o política preconcebida.

En el Estatuto de Roma (art. 7.2.a), el “Ataque contra una población civil” se


define como una línea de conducta que implica la comisión de múltiples actos de
asesinato, exterminio, esclavitud, deportación o traslado forzoso, encarcelación u
otra privación grave de la libertad, persecución de un grupo, desaparición
forzada, apartheid, u otros actos inhumanos; atendiendo las políticas de un
93
El término “… tiene su origen en la expresión ‘civiles’, empleada en la definición de crímenes contra la humanidad durante la Segunda Guerra
Mundial. Además, ha sido recogida en los Protocolos I y II adicionales a los Convenios de Ginebra, para designar a no combatientes y fue incluida
por los Estatutos de los Tribunales para Yugoslavia y Ruanda. Sin embargo, como quiera que tanto en el Estatuto de Roma como en el Estatuto
para Ruanda no se requiere la existencia de un conflicto armado, es útil recordar la definición empleada en el caso Kayishema No. ICTR-95-1-T
de la Cámara de Juzgamiento II (Trial Chamber II) del Tribunal de Ruanda que definió de manera amplia el concepto de población civil: en el
contexto de la situación de la Prefectura de Kibuye, donde no había conflicto armado, la definición de civiles, incluye a todas las personas excepto
a aquellas que tienen el deber de preservar el orden público y el uso legítimo de la fuerza. Por lo tanto, el concepto ‘no civiles’ incluiría, por
ejemplo, a los miembros de las FAR, del RPF, la Policía y la Gendarmería Nacional”. C-578-02 nota al pie No. 186.
94
“Lo que transforma semejantes actos en crímenes contra la humanidad es el hecho de que están dirigidos esencialmente contra el género
humano que está formado por razas, nacionalidades y religiones diferentes y que presenta una pluralidad de concepciones filosóficas,
sociales y políticas. ()Estando el crimen contra la humanidad dirigido contra bienes jurídicos comunes a una categoría de personas (razas,
nacionalidades, religiones, etc.), no atañe al individuo considerado aisladamente sino al individuo en cuanto miembro de una colectividad. De
allí el carácter de exterminio, sometimiento o persecución masiva, bajo el cual se presentan, en la mayoría de los casos, los crímenes contra la
humanidad. (A la protección penal general de la vida humana, de la libertad y de otros bienes jurídicos inherentes a la existencia del hombre en
el seno de la sociedad, se superpone por consiguiente una protección penal especial. Son la raza, la nacionalidad, la religión y otros elementos de
diversidad del género humano los que conforman el objeto de esta protección penal especial. () en la definición legal del crimen contra la
humanidad hay que admitir la noción del ‘dolus especialis’. Al hacer del móvil, es decir, de la intención criminal especial un elemento
constitutivo del crimen contra la humanidad, se llega así a una distinción neta y precisa entre esto s crímenes y los crímenes y delitos de derecho
común reprimidos por todas la legislaciones del mundo.” Vespasiano V. Pella, en concepto que rindió ante el Secretariado de la ONU en 1950,
citado por Giraldo Moreno.
95
En ‘Una Teoría sobre los Crímenes contra la Humanidad’, David J. Luban sostiene que “… el mal fundamental que el derecho de los crímenes
contra la humanidad pretende condenar es una perversión de la política; el uso del poder político y militar para agredir en lugar de proteger el
bienestar de aquellos sobre los cuales los autores ejercen autoridad de facto.”
96
“Cada semana es asesinado un defensor de derechos humanos en Colombia” dice el informe que presentó en Suiza el programa ‘Somos
Defensores’, el cual “… alerta sobre las 239 agresiones contra las personas encargadas de velar por los derechos humanos, que hubo en el país
durante el 2011. Además recoge con indignación el asesinato de 49 de ellos.” Revista Semana, lunes 5 de marzo de 2012. Información de la que
también dio cuenta el editorial de El Espectador del 18-03-12, señalando, además, que “a nivel internacional se repite y describe esta vergonzosa
realidad. Hace poco el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo entregó un informe sobre la situación de violencia contra sindicalistas
y trabajadores sindicalizados entre 1984 y 2011. Un informe que contradice aquella afirmación tantas veces utilizada en el debate del TLC con
Estados Unidos de que quienes se oponían a él exageraban la situación. No parece tanto: 2.800 sindicalistas asesinados, 216 desapariciones
forzadas, 83 casos de tortura y 163 secuestros, de acuerdo con una de las fuentes del informe.”
97
Más de 50 líderes de restitución de tierras han sido asesinados en los últimos tres años, informa eltiempo.com. “Van 53 líderes asesinados desde
que inició el proceso de restitución de tierras” Vanguardia.com (08-06-11). El 8 de marzo de 2012 el Ministro de Gobierno anunció que 45 de los
principales líderes de restitución de tierras se encuentran con “esquemas duros de protección” y que entre marzo y abril serán 175. El
Heraldo.com.
Estado o de una organización de cometer esos actos o para promover esa
política.

El carácter generalizado del ataque implica que debe ser masivo, frecuente o lo
que es igual, dirigido contra una multiplicidad de víctimas, lo cual implica que la
víctima es colectiva: el grupo objeto del ataque, de ahí que se emplea la
palabra ‘población’, es decir, “el conjunto de personas que habitan la tierra o
cualquier división geográfica de ella, o el conjunto de individuos de la misma
especie que ocupan una misma área geográfica”, 98 de manera que quienes
cometen crímenes contra la humanidad tienen por objetivo a individuos sobre
una base colectiva o no individualizada99.

El término población civil, en la jurisprudencia del Tribunal Penal Internacional


para la antigua Yugoslavia, alude igualmente al carácter masivo o sistemático
del ataque, con lo cual excluye los actos totalmente aislados. En la expresión
referida “el acento no es puesto en la víctima individual, sino, ante todo, en la
colectiva”, toda vez que la victimización del individuo no deriva de sus
características personales, sino de su pertenencia a un determinado grupo o
población civil que es tomado como blanco100.

En el Estatuto de Roma (art. 7.2.a), se reitera, el ataque contra una población


civil debe entenderse como “una línea de conducta que implique la comisión
múltiple de actos mencionados en el párrafo 1 contra una población civil, de
conformidad con la política de un Estado o de una organización de cometer ese
ataque o promover esa política”, por todo lo cual se concluye que los actos
totalmente aislados, aquellos que no se dirigen contra una colectividad, no se
enmarcan dentro del concepto delitos de lesa humanidad. 101

En estos crímenes destaca igualmente la naturaleza colectiva del autor.


Inicialmente, tenían tal condición sólo los agentes estatales; luego se entendió
que junto con el Estado, podían igualmente incurrir en crímenes contra la
humanidad, los particulares que actuaban con la aquiescencia o por avenencia
de agentes del Estado, y la concepción actual del derecho internacional es que el
perpetrador puede ser el Estado o una organización particular sin nexos con
aquel.

Sin embargo, esa organización o grupo debe contar con algún poder que permita
asimilarlo al Estado, pues según se indicó, los delitos de lesa humanidad ‘los
cometen grupos políticamente organizados, contra otros grupos, típicamente
dentro de la misma sociedad’.102 Así lo precisó la jurisprudencia del Tribunal
Penal Internacional para la antigua Yugoslavia103 al señalar:

“Otro asunto se refiere a la naturaleza de la entidad que está detrás de la política. La


concepción tradicional, de hecho, era que, no solo esa política debe existir sino que la
política debe ser del Estado, como en el caso de la Alemania Nazi. La opinión
Predominante era, como lo ha explicado un comentador, que los crímenes contra la
humanidad, en cuanto crímenes de naturaleza colectiva, exigen una política de Estado
‘puesto que su comisión requiere el uso de las instituciones, de personal y de recursos
del Estado para realizar, o para estorbar que se impida la comisión de los crímenes
específicos descritos en el artículo 6,c (de la Carta de Núremberg)’. Si este pudo haber
98
Diccionario de la Lengua Española
99
David Luban, Teoría de los Crímenes contra la Humanidad.
100
Así lo puntualizó el TPIY en el caso Tadic. Ramelli Arteaga. Ob. cit.
101
La Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, en el informe que contiene el Proyecto de Código de Crímenes contra la Paz y
contra la Seguridad de la Humanidad (Documento A/51/10), antecedente del Estatuto de Roma, ya precisaba en relación con los delitos de lesa
humanidad (art. 18), que los actos inhumanos deben ser cometidos a gran escala, es decir, dirigidos contra una multiplicidad de víctimas, de tal
suerte que quedan excluidos de esa categoría los actos inhumanos aislados que tengan por objeto una sola víctima.
102
Luban. Ob. Cit. Pág. 62
103
Caso IT-941-T – Tadic, citado por Giraldo Moreno.
sido el caso durante la Segunda Guerra Mundial, y así la jurisprudencia seguida por
las cortes en la adjudicación de cargos de crímenes contra la humanidad fundados en
acontecimientos denunciados como ocurridos en ese período, este no es ya el caso. En
cuanto primer tribunal internacional que se ocupa de acusaciones de crímenes contra la
humanidad que se denuncian como ocurridos después de la Segunda Guerra Mundial,
este Tribunal Internacional, no se siente vinculado a la doctrina del pasado sino que
debe aplicar el derecho internacional consuetudinario tal como se presentaba en el
momento de los delitos. A este respecto el derecho, en relación con los crímenes contra
la humanidad, se ha desarrollado para tener en cuenta fuerzas que, aunque no sean las
de los gobiernos legítimos, tienen control, de hecho, o la posibilidad de movilizarse
libremente, dentro de un territorio concreto.” (subrayas fuera de texto).

De lo hasta aquí expuesto, tenemos:

1. El artículo 7° del Estatuto de Roma constituye el principal referente a la hora


de definir los delitos de lesa humanidad.

2. De acuerdo con el encabezado de esa disposición, para que una conducta


constituya un delito de lesa humanidad, y no un delito ordinario, es necesario
que ocurra en el contexto de un ataque dirigido contra una población civil, y que
tenga una naturaleza sistemática o generalizada. Además, es necesario que
exista un vínculo entre la conducta de que se trate y el ataque dirigido contra la
población civil consistente en que el comportamiento debe hacer parte de dicho
ataque. Se requiere también que el autor haya tenido conocimiento de que la
acción específica que se le imputa era parte de un ataque generalizado o
sistemático dirigido contra una población civil o haya tenido la intención de que
la conducta fuera parte de un ataque de ese tipo.

3. Conforme con el artículo 7-2-a del citado Estatuto, el ‘ataque’ se define como
línea de conducta en ejecución de una política de un Estado o de una
organización de cometer o promover la comisión contra una población civil de
múltiples actos de: i) asesinato, ii) exterminio, iii) esclavitud, iv) deportación o
traslado forzado de población, v) encarcelamiento u otra privación grave de la
libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional,
vi) tortura, vii) violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo
forzado, esterilización forzada o abusos sexuales de gravedad comparable; viii)
persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en
motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género,
u otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al
derecho internacional; ix) desaparición forzada de personas, x) apartheid, y xi)
otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente
grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud
mental o física. Por lo tanto, se excluyen del concepto de lesa humanidad
conductas aisladas.104

3.1 El ataque en la definición del delito de lesa humanidad, no se refiere


necesariamente a uno de naturaleza militar, sino a campañas u operaciones
adelantadas contra la población civil, de manera que los civiles como tales deben
ser el objeto principal del ataque, no las víctimas colaterales del mismo. 105

3.2 Por lo demás, las potenciales víctimas del ataque son grupos que pueden
distinguirse por razón de nacionalidad, etnia, u otras características, de manera
que los ataques casuales, esporádicos, o individuales, se sustraen al concepto de
delitos de lesa humanidad.

104
ICC-01/09-19-Corr, para.80.
105
ICC-01/05-01/08-424, para. 77; ICC_01/99-Corr, para.82.
3.3 El ataque, de igual modo, obedece a una política de un Estado o de una
organización que alientan, incentivan, o promueven activamente la realización de
los ilícitos contra la población civil; de manera que puede presentarse por acción
de sus agentes o a través de omisiones deliberadas que faciliten su realización.

Según lo anterior, la política inmersa en los crímenes de lesa humanidad, puede


ser diseñada por el Estado o por organizaciones con capacidad para cometer un
ataque sistemático o generalizado, lo cual puede suceder, por ejemplo, si el grupo
se encuentra bajo un mando responsable o con jerarquía establecida; posee de
hecho los medios para llevar a cabo el ataque contra la población civil; ejerce el
control sobre parte del territorio del Estado; o su objetivo principal es el de
realizar conductas punibles contra la población civil.

3.4 El carácter generalizado del ataque implica que debe ser masivo, frecuente,
realizado colectivamente con una gravedad considerable y dirigido contra una
multiplicidad de víctimas; también lo será si tiene lugar a lo largo de una amplia
parte del territorio.

4. Por último, para que exista un crimen de lesa humanidad, los actos punibles
específicos que se imputan, no solo deben ser los que recoge el artículo 7.1 del
Estatuto de Roma, sino que deben ser parte del ataque general o sistemático
dirigido contra una población civil. Si las conductas punibles enunciadas no son
parte de dicho ataque, estaremos en presencia de un delito ordinario, no ante un
crimen de lesa humanidad.

A lo anterior se suma que el agente, entonces, debe tener conocimiento de que los
actos punibles en que interviene, son cometidos como parte del ataque dirigido
contra la población civil.

El artículo 30 del Estatuto, en relación el elemento de intencionalidad, prescribe


lo siguientes:

“Elemento de intencionalidad.
1. Salvo disposición en contrario, una persona será penalmente responsable y
podrá ser penada por un crimen de la competencia de la Corte únicamente si
actúa con intención y conocimiento de los elementos materiales del crimen.
2. A los efectos del presente artículo, se entiende que actúa intencionalmente
quien
a) En relación con una conducta, se propone incurrir en ella;
b) En relación con una consecuencia, se propone causarla o es consciente de
que se producirá en el curso normal de los acontecimientos.
3. A los efectos del presente artículo, por ‘conocimiento’ se entiende la
conciencia de que existe una circunstancia o se va a producir una consecuencia
en el curso normal de los acontecimientos. La palabra ‘a sabiendas’ y ‘con
conocimiento’ se entenderán en el mismo sentido.”

A modo de resumen: Caracterizar el delito de lesa humanidad supone atender el


contexto en que se produce, el móvil, la forma, el destinatario del ataque, así
como el victimario.

1. Demanda un contexto general dentro del cual se desarrolla el ataque ordenado


contra la población civil, del cual tiene pleno conocimiento el agente que lo
realiza, a través de cualquiera de las conductas descritas en el artículo 7.1 del
Estatuto de Roma, para lograr los planes de quienes lo dispusieron.
2. Requieren de un móvil, el cual no se contrae a motivos raciales, nacionales,
religiosos o políticos, sino a cualquier circunstancia que cohesione al grupo
poblacional objeto del ataque.

3. El ataque bajo el cual se desarrollen las conductas debe ser generalizado,


vale decir, masivo, frecuente, ejecutado colectivamente, de gravedad
considerable y dirigido contra multiplicidad de víctimas. También debe ser
sistemático, o sea, cuidadosamente organizado, atendiendo un plan y política
preconcebida, el cual debe enfocarse contra una población civil.

4. Por último, para que las conductas se consideren delitos de lesa humanidad,
deben ser realizadas por un grupo de agentes del Estado, o por particulares que
obran con su anuencia o avenencia, o que no tienen relación con el Estado.

El caso puesto a consideración de la Corte no constituye un crimen de


lesa humanidad. No obstante la gravedad de las conductas punibles de
secuestro y homicidio de las cuales se hizo víctima a la señora Gloria Lara de
Echeverri, y a pesar de la crueldad e insensibilidad con la que, según los
términos de la demanda, obraron los agentes; esos eventos ilícitos, no
constituyen un delito internacional de lesa humanidad.

A diferencia de lo expresado por el demandante, no se advierte que dichas


conductas punibles hubieren tenido lugar en el contexto de un ataque sistemático
o generalizado, dirigido contra una población civil, por parte del Estado o de una
organización que de facto tuviera control y posibilidad de movilizarse libremente
en una parte del territorio nacional.

Ninguna evidencia se tiene acerca del reconocimiento que como organización


pudiera tener el grupo ilegal que, al parecer, adelantó el plagio y posterior
asesinato de la señora Gloria Lara de Echeverri. No existe referencia acerca del
poder que ejercía, de los lugares donde se movilizaba y desplegaba dominio.
Tampoco de que hubiere ideado y llevado a cabo un plan sistemático y
generalizado contra una población civil determinada, sin que a los efectos de
concretar la existencia de un delito de lesa humanidad, resulte suficiente la
afirmación del demandante, según la cual, se trataba de una organización ilegal
que quiso “programar una serie de secuestros de varios candidatos, entre
quienes sobresalían connotados empresarios como ARDILA LULE (sic), banqueros
como JAIME MICHELSEN URIBE y políticos como la doctora GLORIA LARA DE
ECHEVERRI”; pues no se tiene información de otras acciones ilícitas que hubiere
ejecutado la supuesta organización contra una población civil que constituyera el
blanco de su ataque, por motivo de su nacionalidad, etnia, condición racial,
sexual, social, religiosa, política, ideológica, etc.

La relación de los nombres que expone en el libelo, confirma la hipótesis de que el


propósito era llevar a cabo una serie de ataques selectivos contra algunos
personajes de la vida nacional, que no mantenían un vínculo entre sí y que
antes, por el contrario, se hallaban ubicados en orillas opuestas de la política, la
economía, la industria y el comercio; todo lo cual permite descartar, como se ha
venido insistiendo por la Corte, la existencia de un plan preconcebido a atacar de
manera sistemática o generalizada una población civil.

De hecho, las copias de las decisiones anexas a la demanda, no informan sobre


la ejecución de delitos similares frente a otras víctimas, de los cuales deducir que
existía como situación consolidada, un ataque sistemático o generalizado
orquestado contra la población civil.
El comportamiento, en síntesis, se exhibe casual y de naturaleza ordinaria. La
crueldad propia del plagio, los tormentos a los que se somete a la víctima y la
ejecución que no en pocos casos sucede al secuestro, a pesar del dolor que
representa a los familiares y allegados de la víctima, o incluso a una parte de la
población cuando, como en este caso, se atenta contra un personaje público; son
aspectos que no se corresponden con las categorías jurídicas establecidas
internacionalmente para definir un crimen de lesa humanidad, el cual, se repite,
surge de plurales asesinatos, actos de exterminio, esclavitud, deportación o
traslado forzoso, tortura, agresión sexual, persecuciones de un grupo,
desaparición forzada, apartheid, etc., que se ejecutan dentro del marco de un
ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento
de que se actúa en desarrollo del aludido ataque.

La tipificación de los crímenes internacionales debe surgir de la concurrencia de


los elementos que caracterizan el genocidio, los crímenes de lesa humanidad, o
los crímenes de guerra, no de las sensaciones o subjetividades que un concreto
caso pueda generar al momento de valorarlo, pues no puede perderse de vista
que también las graves violaciones a los derechos humanos y al derecho
internacional humanitario, están sometidas al principio de legalidad que, en caso
de ser desconocido, puede reivindicar el interesado ante los organismos y
tribunales con competencia para garantizar los derechos humanos. Al punto, vale
la pena citar aquí el asunto Korbely Vs. Hungría, en el cual la Corte Europea de
Derechos Humanos declaró admisibles, por unanimidad, las quejas del
demandante106 alusivas al desconocimiento del principio de legalidad, por haber
sido condenado en su país, por un acto que no constituía crimen contra la
humanidad107. Consideró ese organismo en su fallo lo siguiente:

“El Tribunal pone de relieve que las jurisdicciones internas, se limitaron a investigar si
Tamás Kaszás y János Senkar eran beneficiarios de la protección acordada por el
artículo 3 común [a las Convenciones de Ginebra]. No verificaron si el homicidio del
que habían sido víctimas, cumplía con otras condiciones, sin las cuales no podía ser
calificado como crimen contra la humanidad, omitiendo, especialmente, el examen de si
se inscribía en el marco de un ataque masivo y sistemático contra la población civil.
Cierto, la sala de revisión del Tribunal Supremo estableció, que era de pública
notoriedad, que ‘el poder central dictatorial [había lanzado] sus tropas contra los
grupos armados revolucionarios que se constituían (…) [y que] concretamente, [el
ejército había emprendido] una guerra contra la inmensa mayoría de la población…
Pero no se pronunció sobre el punto de saber si el acto cometido por el demandante se
inscribía en la política estatal así evocada y pertenecía, por ello, a la noción de crimen
contra la humanidad… En estas condiciones, el Tribunal estima que no es cierto, que en
el presente asunto, se hayan reunido los elementos constitutivos de un crimen contra la
humanidad.”

En síntesis, al excluirse en este caso la presencia de un crimen de lesa


humanidad, no procede predicar la imprescriptibilidad de las conductas que
pudieron generarlo, razón por la cual la demanda de revisión no está llamada a
ser admitida.”
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de revisión del veintitrés (23) de mayo de dos mil doce
(2012), radicado 34.180, M.P. Dr. José Leonidas Bustos Martínez.-

III
EL ESTADO DE GUERRA O CONFLICTO ARMADO NO ES ACTUALMENTE
UN REQUISITO ESENCIAL PARA CATALOGAR UN ACTO COMO CRÍMEN DE
106
János Korbely, Capitán del Ejército Húngaro que durante la revolución suscitada en ese país en 1956, tuvo a cargo el grupo de oficiales
encargado de retomar el control de la Comisaria de Tata, hechos en los que se dio muerte a dos rebeldes, Tamás Kaszás y János Senkár, y por los
cuales fue condenado como autor de un crimen contra la humanidad.
107
Sentencia dictada en Estrasburgo el 19 de septiembre de 2008.
LESA HUMANIDAD. REITERACION DE LOS REQUISITOS ESENCIALES
PARA SU CONFIGURACIÓN. CASO DEL MAGNICIDIO DE LUIS CARLOS
GALAN SARMIENTO, DONDE ESTUVO INVOLUCRADO EL GRAL (R.)
MIGUEL ALFREDO MAZA MÁRQUEZ:

Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, auto de reposición del dieciséis (16) de febrero de dos mil quince
(2015), radicado 44.312.-
“CONSIDERACIONES DE LA CORTE

Esta Sala mantendrá la decisión impugnada por las siguientes razones:

1.- La primera alegación del defensor para soportar su pedido de nulidad,


tomó como premisa mayor que el estado de guerra o conflicto armado era un requisito
esencial para catalogar un hecho como crimen de lesa humanidad.

Tal argumento fue desvirtuado por la Corte en la decisión impugnada, cuando


a través de la recopilación y análisis del recorrido normativo y jurisprudencial se
concluyó que el concepto de lesa humanidad, si bien es cierto se contextualizó
históricamente en el siglo XX dentro de escenarios de guerra o conflicto armado, esa
condición fue progresivamente excluida como ingrediente esencial, en tanto fueron
apareciendo actos de grave afectación a los derechos humanos por fuera de esos
escenarios, es decir, el concepto de lesa humanidad adquirió una mayor cobertura.

En la decisión impugnada se dejó en claro que desde la Ley n° 10 del Consejo


de Control Aliado promulgada el 20 de diciembre de 1945 y el Estatuto del Tribunal
Militar Internacional de Tokio, fechado el 19 de enero de 1946, se excluyó la relación
entre el crimen contra la humanidad y los estados de guerra o la guerra de agresión,
omisión destacada por la doctrina internacional 108 para concluir que a partir de allí
nació la tendencia de aceptar que este tipo de crímenes no solo se podían presentar en
los estados de guerra nacional o internacional o de conflictos armados, sino en
cualquier momento y, por ende, podían ser perpetrados por cualquier persona.

A esa misma conclusión arribó la Corte Constitucional en sentencia C-578 de


2002, ampliamente citada en la providencia recurrida.

Así las cosas, habiéndose descartado que el estado de guerra nacional o


internacional o el conflicto armado, escenarios en los cuales se evidencia la directa o
indirecta intervención de la fuerza o poder estatal, fuera un elemento determinante
para establecer la existencia de un crimen de lesa humanidad, la Corte no se extendió
a lo que ahora, en sede del recurso de reposición, rescató el defensor como verdad de a
puño, cual es la necesaria participación en la agresión de un agente gubernamental o
de una política estatal, o de un grupo semejante al estatal con dominio territorial y
capacidad para regular la vida de sus habitantes.

No se desconoce que en el Estatuto de Roma se alude al elemento de plan o


política de Estado, pero ello no significa que solo puedan ser considerados como
crímenes de lesa humanidad aquellos perpetrados por agentes gubernamentales en
cumplimiento de políticas estatales, pues en este mismo Estatuto se admite que
organizaciones privadas también pueden cometer ese tipo de graves atentados contra
los derechos humanos.

Y como quiera que en el caso concreto la Fiscalía le atribuye el crimen del doctor
Galán Sarmiento a una organización privada, no era necesario referirse en profundidad
a dichos elementos que caracterizan el delito de lesa humanidad cuando proviene de
políticas de Estado, pues no es la hipótesis que se maneja en este asunto.

Es por ello que la providencia recurrida hace énfasis en la jurisprudencia de los


Tribunales Penales Internacionales para la antigua Yugoslavia 109 y para Ruanda más

108
Werle, Gerhard. Tratado de Derecho Penal Internacional. Valencia 2011, 2ª ed. Tirant lo Blanch, pg. 464
109
Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, caso Fiscal v. Kunarac, Sentencia del 12 junio de 2002, párr. 98. También ver los
casos: Fiscal v. Blaškić, Sentencia del 29 de julio de 2004, párr. 120; Fiscal v. Kordić, Sentencia del 17 de diciembre de 2004, párr. 98; Fiscal v.
Blagojevic y Jokic, Sentencia del 17 de enero de 2005, párr. 546; y Fiscal v. Brdjanin, Sentencia del 1 de septiembre de 2004, párr. 137.
que en las decisiones de la Corte Penal Internacional 110, pues, se reitera, nos
encontramos frente a un delito de lesa humanidad materialmente ejecutado no por
agentes gubernamentales, sino por miembros de una organización privada y en época
anterior a la vigencia del Estatuto de Roma.

En efecto, los estatutos para Yugoslavia y Ruanda no incluyeron como elemento


de los crímenes de lesa humanidad el hecho de que su comisión obedeciera a un plan
o política de un Estado u organización, tampoco existe evidencia de que el derecho
internacional consuetudinario –ius cogens- que se aplica en este caso, exigiera que
para la configuración de esta clase de conductas se deba probar la existencia de la
política de un Estado u organización 111. Sin embargo, se reconoce que esta posición ha
sido cuestionada por una parte de la doctrina, que afirma que esta negación desconoce
que en la realidad solo estructuras estatales o para estatales, tienen la capacidad de
cometer crímenes de esta naturaleza masiva y sistemática 112. Ello, no solo por el nivel
de organización y coordinación que se requiere, sino también considerando la cantidad
de recursos económicos que por lo general se necesitan para cometer este tipo de
conductas.

El esfuerzo argumentativo de la Sala se concentró en sustentar la existencia de


los elementos que para la fecha de la comisión de los hechos bajo estudio eran los
constitutivos del crimen de lesa humanidad y por ello en la providencia impugnada se
trajo a colación decisiones de tribunales internacionales como los de Yugoslavia113 y
Ruanda114, en las cuales se interpretaron, entre otros, los Convenios de La Haya sobre
las Leyes y Costumbres de la Guerra Terrestre de 1899 y 1907, los Estatutos del
Tribunal Militar Internacional de Núremberg (firmado en Berlín el día 6 de octubre de
1945), la Ley n° 10 del Consejo de Control Aliado (promulgada el 20 de diciembre de
1945115), el Estatuto del Tribunal Militar Internacional de Tokio (fechado el 19 de enero
de 1946), a través de las cuales se fijaron como elementos constitutivos del crimen de
lesa humanidad la existencia de un ataque masivo, generalizado y sistemático contra la
población civil y la directa relación entre el ataque y el agresor, sin que dentro de ellos
se encuentre necesariamente la acción de agentes estatales o políticas
gubernamentales, como tampoco la presencia de un grupo análogo al Estado.

Concretamente, sobre la presencia de un vínculo entre la conducta del acusado


y las características del ataque contra la población civil se mencionó la decisión del
caso "Fiscal vs. Mrksic y otros" del 3 de abril de 1996, también se citó el caso “Fiscal
vs. Kupreskic”, decisión del 14 de enero de 2000, y la decisión tomada por la Sala de
Primera Instancia del TPIY, el 22 de febrero de 2001 en el caso "Fiscal vs. Kunarac y
otros".

Estas decisiones de tribunales internacionales consolidaron los requisitos


esenciales para calificar un hecho como crimen de lesa humanidad, tanto así que fue
punto de partida para que el Estatuto de Roma, firmado el 17 de julio de 1998, los
acogiera como elementos determinantes.

En este mismo sentido se ha pronunciado la Sala Penal de la Corte Suprema de


Justicia al referirse concretamente a los elementos del delito de lesa humanidad, por
ello se citó en la decisión recurrida un auto que resume la posición de esta
Corporación (CSJ SP, 3 dic. 2009, rad. 32672). Al respecto se dijo:

110
Bou, Valentín. "Crimes Against Humanity In Contemporary International Law." The Diversity of International Law: Ensayos en honor del
Profesor Kalliopi K. Koufa. Eds. A. Constantinides y N. Zaikos. Martinus Nijhoff, 2010, pág. 551.
111
Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, Fiscal v. Kunarac, Sentencia del 12 de junio de 2002, párr. 98. También ver los
casos: Fiscal v. Blaskic, Sentencia del 29 de Julio de 2004, párr. 120; Fiscal v. Kordic, Sentencia del 17 de diciembre de 2004, párr. 98. Ver
también, Schabas, William A. "Crimes Against Humanity: The State Plan Or Policy Element." The Theory and Practice of International Criminal
Law, Eds. Martinus Nijhoff, 2008, p. 347.
112
M.C. Bassiouni “Crimes against Humanity in International Criminal Law”, 1999, pág. 249. Ver también, Faustin Z. Ntoubandi. "Crimes
against Humanity in International Law." Amnesty for Crimes against Humanity under International Law. Martinus Nijhoff Publishers, 2007, pág.
59.
113
Creado mediante Resolución 827 del 25 de mayo de 1993 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
114
Creado mediante Resolución 955 del 8 de noviembre de 1994 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
115
El 20 de diciembre de 1945, los Aliados promulgaron la Ley nº 10 del Consejo de Control Aliado ( Control Council Law
nº10), para el castigo de las personas que fueran culpables de haber cometido Crímenes de Guerra, Crímenes contra la
Paz, o Crímenes contra la Humanidad.
El ataque sistemático o generalizado implica una repetición de actos criminales dentro de un
periodo, sobre un grupo humano determinado al cual se le quiere destruir o devastar
(exterminar) por razones políticas, religiosas, raciales u otras. Se trata, por tanto, de delitos
comunes de máxima gravedad que se caracterizan por ser cometidos de forma repetida y masiva,
con uno de tales propósitos.

En ese contexto, el crimen de lesa humanidad se distingue de otros crímenes, porque:

a) no puede tratarse de un acto aislado o esporádico de violencia, sino que debe hacer parte de
un ataque generalizado, lo que quiere decir que está dirigido contra una multitud de personas;

b) es sistemático, porque se inscribe en un plan criminal cuidadosamente orquestado, que pone


en marcha medios tanto públicos como privados, sin que, necesariamente, se trate de la
ejecución de una política de Estado; (se destaca y subraya por la Sala)

c) las conductas deben implicar la comisión de actos inhumanos, de acuerdo con la lista que
provee el mismo Estatuto;

d) el ataque debe ser dirigido exclusivamente contra la población civil; y

e) el acto debe tener un móvil discriminatorio, bien que se trate de motivos políticos, ideológicos,
religiosos, étnicos o nacionales.

Igualmente se destacó que dada la trascendencia a nivel internacional de los


crímenes de lesa humanidad, pues anula la soberanía de los Estados, el compromiso
universal de perseguir y sancionar a sus autores merece un especial tratamiento. Al
efecto, se citó lo que esta Sala ha señalado recientemente (CSJ SP, 23 may. 2012, rad.
34180):

De otra parte, en esta clase de ilícitos el principio de legalidad no comparte el carácter estricto
que rige en los delitos comunes116.
[…]
Lo anterior, conforme ha precisado la Corte, teniendo en cuenta la reacción que generan en la
comunidad internacional, en tanto que el titular de los derechos afectados resulta siendo la
humanidad en su conjunto, razón por la cual, desde esa época de la historia, comenzó a
inscribirse ecuménicamente un nuevo derecho con unas categorías distintas a las de cada
nación, debido al grado de complejidad originado en la inexistencia de un legislador estricto
sensu y de una autoridad judicial de alcance planetario establecida para sancionarlos. 117

Ahora, contrario a lo que sostiene el recurrente, el hecho que se hayan citado


decisiones de tribunales penales internacionales de fecha posterior al año 1989, en el
que suceden los hechos aquí juzgados, no significa que en tales determinaciones se
hayan aplicado e interpretado normas internacionales antecedentes, por ejemplo de
los años cuarenta, luego carece de fundamento la crítica de la defensa acerca de una
prohibida retroactividad que en realidad no ha existido.

Así las cosas, aunque en el presente estudio se tomaran en consideración los


requisitos señalados en el artículo 7 del Estatuto de Roma, que incluye la
demostración de un plan o política estatal cuando el hecho haya sido cometido por
agentes gubernamentales, de todos modos, la conclusión a la que arribó la Sala no
cambiaría, porque ya se ha dicho que los crímenes materia de juzgamiento le fueron
atribuidos no a agentes estatales sino al cartel de Medellín, organización privada que
ejecutó masivamente acciones delincuenciales en una época determinada de la
historia de Colombia, producto de un ataque generalizado y sistemático en contra de
la población civil, que obedecía a la directriz trazada por su máximo líder, consistente
en exterminar a todo aquél que se opusiera a sus ilegítimos intereses.

Sobre la viabilidad de que grupos privados puedan incurrir en crímenes de


lesa humanidad, la Corte Penal Internacional ha señalado:

[…] respecto al elemento organizacional la Cámara nota que el Estatuto no es claro frente al
116
Auto de segunda instancia del 16-12-10 Rad. 33039
117
Auto de segunda instancia del 16-12-10 Rad. 33039
criterio que debe cumplir un grupo para poder ser considerado una “organización” para los
propósitos del artículo 7(2)(a). Mientras algunos afirman que solo aquellas organizaciones
similares a un Estado [state-like organizations] pueden cualificar, la Cámara es de la opinión
que la naturaleza formal de un grupo y su nivel de organización no pueden ser criterios
definitorios. En su lugar, como otros han planteado convincentemente, el criterio definitorio
debe ser si el grupo tiene la capacidad para llevar a cabo actos que atenten contra valores
humanos fundamentales.118

Más adelante, citando los comentarios que al artículo 43 del Borrador del
Estatuto hizo la Comisión de Derecho Internacional al limitar los posibles
perpetradores de los crímenes a oficiales públicos de un Estado o sus representantes,
esta misma Corporación sostuvo que:

[…] es cierto que estos, en vista de su posición oficial, tienen la oportunidad real de cometer los
crímenes cubiertos por el artículo; sin embargo, el artículo no descarta la posibilidad de que
actores privados con poder de facto u organizados en bandas o grupos criminales puedan
cometer este tipo de violaciones sistemáticas o generalizados a los derechos humanos cubiertos
por el artículo […]119

Con estos pronunciamientos la jurisprudencia de la Corte Penal Internacional


abrió la posibilidad de que incluso actores privados que, sin contar con ese nivel de
organización característicos de un Estado, pero que tengan la capacidad para cometer
crímenes masivos y sistemáticos, puedan ser hallados responsables por la comisión de
delitos de lesa humanidad.

Además, se debe recordar, que la versión oficial del Estatuto de Roma en


español no exige siquiera que la política venga de un grupo organizado, pues solo
emplea la palabra grupo y no incluye organizado.

De lo anterior se desprende sin mayor dificultad que la Corte Suprema de


Justicia en manera alguna le otorga a las acciones del cartel de Medellín o a los
comportamientos delincuenciales de Pablo Emilio Escobar Gaviria la categoría de
“estatales” o guiados por una política estatal, mucho menos que obrara como un
agente del Estado, tal como lo reprocha a esta Corporación el recurrente, afirmación
que se explica por el equívoco de seguir insistiendo en que el delito de lesa humanidad
tiene esencialmente un origen gubernamental o estatal.

En el mismo sentido debe precisarse que esta Corporación no desconoce que


el cartel de Medellín innegablemente era una organización criminal que tenía la
capacidad suficiente, y así lo demostró, para atacar sistemática y generalizadamente a
la sociedad civil colombiana, uno de cuyos actos fue el homicidio de Luis Carlos Galán
Sarmiento, como parte de un plan criminal preconcebido por Pablo Emilio Escobar
Gaviria, líder de esa organización criminal armada, con estructura piramidal, grupo
que para garantizar la impunidad de sus acciones delincuenciales se fijó como
objetivo principal la eliminación sistemática de quienes se opusieran a sus intereses,
con tal contundencia que logró desestabilizar al Estado Colombiano, a tal punto que a
consecuencia de sus múltiples atentados el gobierno nacional, mediante Decretos
1038 de 1984 y 3030 de 1990, se vio precisado a declarar turbado el orden público y
la anormalidad constitucional. De ahí que se haya destacado en la decisión
impugnada:

…el accionar sistemático del cartel de Medellín contra todo el que se opusiera o amenazara sus
ilegítimos intereses, valga decir, fue un plan criminal ejecutado a través de una pluralidad de
acciones guiadas por el mismo patrón de conducta, con identidad de propósito y dirigido contra
un grupo específico de individuos.

Con estas referencias, no queda duda alguna de que en este asunto se reúnen
los elementos esenciales para calificar los hechos objeto de juzgamiento como delitos
118
Corte Penal Internacional, Sala de Asuntos Preliminares, Solicitud de apertura de investigación en Kenia, pág. 90.
119
Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, caso Fiscal v. Blaskic, Sentencia del 3 de marzo de 2000, párr. 205. Ver también R.
Dixon, C. K. Hall, "Article 7" en: O. Triffterer (ed.). Commentary on the Rome Statute of the International Criminal Court - Observer's Notes,
Article by Article, 2" ed., 2008, págs. 236 y 237. También en el Yearbook of the International Law Commission 1991, Volumen 2, Parte 2, 1991,
pág. 103.
de lesa humanidad.

De otro lado, tampoco se ha desconocido en la decisión impugnada que el


acusado ostentara para el momento de los hechos un alto cargo en el Departamento
Administrativo de Seguridad, extinto organismo de inteligencia de Colombia, hecho
fáctico que si bien tiene importancia, no es el soporte para afirmar la existencia del
crimen de lesa humanidad.

2.- Sobre la supuesta lesión al principio de legalidad por inaplicación del


artículo 83 del Código Penal y que la imprescriptibilidad de los delitos de lesa
humanidad no hace parte del ius cogens, responde la Corte:

Los antecedentes jurisprudenciales en los que se sustentó la decisión (entre


ellos: CSJ AP, 22 sep. 2010, rad. 30380; CSJ SP, 23 may 2012, rad. 34180), los que a
su vez refieren a la Convención sobre la imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra
y de Lesa Humanidad adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas
mediante resolución 2391 del 26 de noviembre de 1968, vigente desde el 11 de
noviembre de 1970, revelan claramente que ha sido posición pacífica y constante de
esta Corporación que no se incurre en violación a las garantías o principios
constitucionales, tratándose de delitos de lesa humanidad, cuando se hace prevalecer
la imprescriptibilidad de la acción penal por sobre los términos de prescripción
señalados la ley penal colombiana, concretamente en el artículo 83 del Código Penal.

Esta posición de la Corte implica que una consecuencia jurídica de catalogar un


hecho como crimen de lesa humanidad, es librarlo de los límites señalados en la ley
como marco temporal para su persecución penal, es decir, darle un tratamiento
distinto de los delitos ordinarios, acatando con ello la voluntad de la comunidad
internacional de propender por el castigo de sus responsables y evitar la impunidad,
tal cual aparece en el preámbulo de la citada Convención.

Ahora, la voluntad internacional quedó allí plasmada como normativa del ius
cogens, otra cosa es que los Estados procedan a incorporarla a las legislaciones
internas, lo que no es óbice para que pueda ser aplicada preferentemente cuando se
esté en presencia de un crimen contra la humanidad.

Ello es lo que precisamente viene resaltando esta Corporación en tanto no hace


falta la suscripción de la convención, ni la derogatoria de las normas sobre
prescripción, para acoger la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Al
respecto, dijo la Corte Suprema de Justicia (CSJ AP, 22 sep. 2010, rad. 30380):

pese a que Colombia no ha suscrito la Convención sobre la imprescriptibilidad de los Crímenes


de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, […] es evidente que tal normativa integra la
más amplia noción de ius cogens [conjunto de preceptos inderogables, imperativos (no
dispositivos) e indisponibles, con vocación universal, cuya no adhesión por parte de un Estado
no lo sustrae de su cumplimiento como compromiso erga omnes adquirido para prevenir y
erradicar graves violaciones a los derechos humanos que desconocen la humanidad y su
dignidad]120.
[…]
En suma, considera la Sala que, retomando la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos121 en cuanto a que la prescripción de la acción penal no puede operar
válidamente para generar impunidad en los delitos de lesa humanidad, además de que dar
validez a las normas internas sobre prescripción en estos casos comporta una violación de la
obligación del Estado, se impone declarar que respecto de los hechos definidos en esta
actuación, por corresponder a crímenes de lesa humanidad, no opera a favor de los autores o
partícipes el fenómeno de la prescripción, pues se trata de comportamientos imprescriptibles.

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ratificando la


obligación que tienen los Estados de respetar este tipo de normas internacionales y de
evitar el incumplimiento de las mismas, así en el orden interno no se haya ratificado la

120
Cfr. Sentencia C-225 de 1995.
121
Fallo del 15 de septiembre de 2005. Caso Masacre de Mapiripán versus Colombia.
convención, en sentencia del 26 de septiembre de 2006, caso Almonacid Arellano Vs
Chile, señaló lo siguiente:

[…] aun cuando Chile no ha ratificado dicha convención –se refiere a la ya citada convención
sobre imprescriptibilidad-, esta Corte considera que la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa
humanidad surge como categoría de norma del Derecho Internacional General (ius cogens), que
no nace con tal convención sino que está reconocida en ella. Consecuentemente, Chile no puede
dejar de cumplir esta norma imperativa […]122

Estas referencias dejan en claro que indistintamente pervivan en el derecho


interno normas que regulan la figura de la prescripción, éstas ceden su aplicación
cuando se trata de crímenes de lesa humanidad.

Entonces, como no se trata de la derogatoria tácita de reglas atinentes a la


prescripción de la acción penal, sino de la aplicación preferente de normas
internacionales para eventos concretos y determinados, no es necesario acudir a la
excepción de inconstitucionalidad para no tener en cuenta el término prescriptivo
señalado en el artículo 83 del Código Penal, como lo pretende el impugnante.

Sencillamente, ante la redefinición o flexibilización del principio de legalidad


cuando se trata de crímenes de lesa humanidad, es claro que las disposiciones del
orden interno, por autorización constitucional a través de la figura del bloque de
constitucionalidad consagrado en el artículo 93 de la Carta Política, permiten a
cualquier juez de la República aplicar de manera preferente el derecho penal
internacional.

En este orden de ideas, no siendo de recibo los argumentos de la defensa técnica, se


mantendrá la decisión impugnada.”
Corte Suprema de Justicia, Sala (Plena) de Casación Penal, auto de reposición del dieciséis (16) de febrero de dos
mil quince (2015), radicado 44.312.-

IV
CARACTERIZACIÓN DE LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD:

Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de casación SP9145-2015 del quince (15) de julio de
dos mil quince (2015), proceso radicado No. 45.795, M.P. Dr. Eyder Patiño Cabrera.-
“El derecho universal, de manera más o menos homogénea, ha decantado
ciertas características que diferencian a los delitos de lesa humanidad del resto de
categorías de crímenes internacionales y de los punibles comunes. En esencia, son las
que siguen:

i) Corresponden a ultrajes especialmente lesivos de la dignidad humana que


degradan de forma grave los más caros intereses del ser humano, como la vida, la
libertad, la integridad física, la honra, entre otros.

ii) Se trata de eventos sistemáticos y generalizados -no aislados o esporádicos-,


que representan una política deliberada del Estado ejecutada por sus agentes o una
práctica inhumana, tolerada por el mismo, desplegada por actores no estatales.

Que el ataque sea generalizado significa que puede ser un acto a gran escala o
múltiples actos que involucran un número importante de víctimas. Por su parte, la
sistematicidad resulta de que la conducta sea el resultado de una planificación
metódica, inmersa en una política común.
iii) Pueden ser cometidos en tiempo de guerra o de paz.

iv) El sujeto pasivo primario de las conductas es, fundamentalmente, la


población civil y, en un plano abstracto pero connatural a la ofensiva contra la
individualidad del ser humano y su sociabilidad, la humanidad en general.

122
Cita contenida en la obra Jurisprudencia Latinoamericana sobre Derecho Penal Internacional, ed. Kai Ambos/Ezquiel Malarino. Ed. Konrad
Adenauer Stiftung.2008 pg. 375
v) El móvil debe descansar en criterios discriminatorios por razón de raza,
condición, religión, ideología, política, etc.

En este sentido, esta Corporación ha precisado que

(…) el crimen de lesa humanidad se distingue de otros crímenes, porque: a) no puede tratarse de
un acto aislado o esporádico de violencia, sino que debe hacer parte de un ataque generalizado,
lo que quiere decir que está dirigido contra una multitud de personas; b) es sistemático, porque
se inscribe en un plan criminal cuidadosamente orquestado, que pone en marcha medios tanto
públicos como privados, sin que, necesariamente, se trate de la ejecución de una política de
Estado; c) las conductas deben implicar la comisión de actos inhumanos, de acuerdo con la lista
que provee el mismo Estatuto; d) el ataque debe ser dirigido exclusivamente contra la
población civil; y e) el acto debe tener un móvil discriminatorio, bien que se trate de motivos
políticos, ideológicos, religiosos, étnicos o nacionales. (CSJ AP, 13 may. 2010, rad. 33118)

De ahí que la Corte haya definido a tales delitos como aquellas «infracciones graves
al derecho internacional de los derechos humanos, que ofenden la conciencia ética de la humanidad y
niegan la vigencia de las normas indispensables para la coexistencia humana». (CSJ SP, 21 sept. 2009,
rad. 32.022).
Ciertamente, por tan especial connotación, la comunidad internacional –en
diversos tratados y convenios-, le ha atribuido a esta categoría de delitos una condición
particular, la de ser imprescriptibles, con el único propósito de evitar la impunidad que
podría tender a revictimizar a los sujetos pasivos de esas graves infracciones. ”
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, sentencia de casación SP9145-2015 del quince (15) de julio de
dos mil quince (2015), proceso radicado No. 45.795, M.P. Dr. Eyder Patiño Cabrera.-

AUTORIDAD COMPETENTE PARA DECLARAR UN DELITO COMO DE LESA


HUMANIDAD Y CONCEPTO DEL MISMO./ CONCEPTO DE MASACRE./
DIFERENCIA ENTRE LOS DELITOS DE LESA HUMANIDAD CON LOS
CRÍMENES DE GUERRA Y LOS DELITOS COMUNES./ CONCIERTO PARA
DELINQUIR COMO DELITO DE LESA HUMANIDAD.-

Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Auto interlocutorio (AP2230-2018) del treinta (30) de mayo (05)
de dos mil dieciocho (2018), proceso radicado No. 45110, M.P. Dr. .-
DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Determinación: autoridad competente
para declarar un delito como de lesa humanidad Tesis: «Competencia para
declarar que un delito es de lesa humanidad El Estado colombiano ha asumido
compromisos internacionales (tratados, convenios, aceptación del ius cogens)
en ámbitos regionales y universales, a través de los cuales se obliga a luchar
decididamente contra los delitos de lesa humanidad y a evitar que las acciones
penales derivadas de ellos prescriban. La materialización de esos deberes al
interior del país involucra a diversas autoridades; entre ellas, las estrictamente
judiciales y la Fiscalía General de la Nación, a quienes corresponde declarar
cuándo una manifestación delictual se cataloga como de lesa humanidad. La
Sala de Casación Penal, como autoridad judicial que es, también tiene
competencia para declarar si los hechos investigados se refieren a delitos que
se catalogan como crímenes de lesa humanidad. “(…) La declaración de crimen
de guerra o crimen de lesa humanidad es un acto de connotación judicial (léase
de autoridad judicial) que bien puede hacerlo el funcionario de la Fiscalía
General de la Nación que cumple el papel de acusador, o bien el juez del
conocimiento en cualquier oportunidad, a instancia del Ministerio Público o por
petición de un ciudadano…”. Cualquier asomo de discusión al respecto fue
zanjado con la expedición de la Ley 1719 de 2014, en tanto expresamente
determinó que en la autoridad judicial radica la competencia para declarar que
un delito es de lesa humanidad. En su artículo 15, inciso 2°,en efecto, se
dispuso: “La autoridad judicial competente que adelante la investigación y el
juzgamiento, deberá declarar que la(s) conducta(s) por la cual se investiga o
juzga es de lesa humanidad, cuando así se establezca.”. Por supuesto, esa
atribución también se entiende diferida a la Fiscalía General de la Nación».
MASACRE - Concepto Tesis: «Concepto de masacre No existe en la
legislación interna ni en la foránea conocida una definición de masacre, para
tipificar sobre esa base un delito autónomo. En general, se trata a la manera de
un concurso de homicidios y de lesiones personales, agravados por diferentes
causales, a menudo la indefensión de las víctimas. Según el diccionario de la
Real Academia Española (RAE), masacre significa “Matanza de personas por lo
general indefensas”. El verbo masacrar es definido por la RAE como la acción
de “cometer una matanza humana o asesinato colectivo”. En el Diccionario de
Derecho Usual de G. CABANELAS, respecto de la palabra masacrar se expresa:
“Galicismo por matar o asesinar, especialmente en gran cantidad; como en las
persecuciones terroristas, en acciones bélicas, en saqueos de poblaciones, etc.”.
En concepto de BADILLO GRAJALES: “Una masacre es un tipo de asesinato
que consiste en asesinar varios individuos al mismo tiempo e
indiscriminadamente y que se caracteriza especialmente porque las víctimas se
presentan indefensas ante ese ataque del que son objeto, es decir, no disponen
de la posibilidad de defenderse. Generalmente, esta modalidad de asesinato es
perpetrada por una persona o un grupo que dispone de un cuantioso
armamento que le facilita el ataque a varios blancos a la vez. Entonces, la
principal característica que ostenta este asesinato es la desigualdad de
condiciones que existe entre atacante y víctima, estando como indicábamos
ésta última en inferiores condiciones siempre. Y el otro rasgo distintivo es que
normalmente presentan una enorme carga de alevosía, crueldad y violencia.”
En aquel contexto, una masacre podría adecuarse típicamente en un concurso
de homicidios agravados, homicidios en persona protegida o, en el delito de
genocidio, cuando ello fuere procedente».
PARAMILITARISMO - Génesis / PARAMILITARISMO - Características
Tesis: «Génesis y desarrollo de grupos armados ilegales o del movimiento
paramilitar en Colombia El fenómeno del paramilitarismo ha sido abordado por
la Sala en múltiples oportunidades, para auscultar sus orígenes e interpretar
los fenómenos que dieron lugar a la conformación de estos grupos armados
organizados al margen dela ley. En decisión de 24 de febrero de 2016, dentro
del radicado 45625, SP 2230-2016, la Corte expresó: “(…) el fenómeno
paramilitar en Colombia, de cuyo origen se tienen comprobadas referencias a
partir de la década de los años ochenta, tuvo como cimiento el propósito de
algunos ganaderos, comerciantes, agricultores, campesinos, estudiantes y
personas de diversa ideología y condición social, de unirse para conformar
rudimentarios ejércitos privados de autodefensa, con el fin de reaccionar y
contrarrestar con las armas el maniobrar de los grupos subversivos que habían
tomado posición de los territorios abandonados a su suerte por el Estado,
utilizando como métodos de financiación el terrorismo, el secuestro, la
extorsión, el hurto, el desplazamiento, la desaparición forzada, el cultivo y
comercialización de sustancias psicotrópicas, entre otros graves atentados a los
derechos humanos, so pretexto de reivindicar las condiciones de desigualdad
social. 103. En la medida en que los grupos de autodefensa se fueron
afianzando en los lugares desde donde dispusieron la lucha antisubversiva, en
especial en la región del Magdalena Medio, en donde en tiempo récord
recuperaron el terreno perdido y generaron una situación de facto para suplir la
autoridad estatal, al igual que sus adversarios, lo hicieron en un escenario de
violencia generalizada, utilizando ejércitos de milicianos para suprimir a sangre
y fuego cualquier elemento perturbador que amenazara el logro de sus
designios, al punto de llegar a convertirse en una verdadera afrenta para la
población civil, dada la forma cruel y despiadada como se impusieron durante
el recrudecimiento del llamado conflicto armado ilegal. Para entonces, dichas
agrupaciones ya tenían ganado el mote de ‘paramilitares’, operando como
verdaderas estructuras organizadas de poder, con autonomía e independencia
financiera y militar. 104. La consolidación económica y militar y el alto grado de
aceptación en las comunidades, llevó a las cabezas visibles de dichas
agrupaciones, a confederarse bajo el rótulo de ‘Autodefensas Campesinas de
Córdoba y Urabá’ (ACCU), que posteriormente se mutaron en ‘Autodefensas
Unidas de Colombia’ (AUC), a través de una serie de reuniones en las que
diseñaron las disposiciones tácticas de lo que sería su plataforma política,
concebida para maniobrar los hilos del poder local, regional y nacional con sus
propios representantes, en cuya empresa se vincularon simpatizantes de todo
orden, esto es, locales y foráneos, sin distingo partidista, concepción ideología,
programas de gobierno o antecedentes electorales y, bajo las huestes de los
tradicionales movimientos políticos y o Que el ataque sea generalizado significa
que puede ser un acto a gran escala o múltiples actos que involucran un
número importante de víctimas. Por su parte, la sistematicidad resulta de que
la conducta sea el resultado de una planificación metódica, inmersa en una
política común. iii) Pueden ser cometidos en tiempo de guerra o de paz. iv) El
sujeto pasivo primario de las conductas es, fundamentalmente, la población
civil y, en un plano abstracto pero connatural a la ofensiva contra la
individualidad del ser humano y su sociabilidad, la humanidad en general. v) El
móvil debe descansar en criterios discriminatorios por razón de raza, condición,
religión, ideología, política, etc.”. Así mismo, algunas conductas que
constituyen delitos de lesa humanidad, han sido enlistadas en diferentes
ordenamientos a lo largo de la historia; unas veces con vinculación con los
conflictos armados, y otras, para precisar que pueden cometerse en tiempos de
paz o de guerra. […] De manera más estructurada, el Estatuto de Roma,
suscrito el 17 de julio de 1998, sentó las bases para codificar los delitos de lesa
humanidad y los elementos que los configuran. […] De acuerdo con el texto
transcrito, los elementos que deben acreditarse para que se configure un
crimen de lesa humanidad, se contraen a: i) un ataque contra la población civil,
ii) con carácter general o sistemático, y iii) con conocimiento del ataque. Sobre
el primer elemento, el Estatuto contempla en el artículo 7º, numeral 2º, literal
a), lo que debe entenderse por ataque contra una población civil, “… una línea
de conducta que implique la comisión múltiple de actos mencionados en el
párrafo 1 contra una población civil, de conformidad con la política de un
Estado o de una organización de cometer ese ataque o para promover esa
política”».
DELITOS DE LESA HUMANIDAD - DIFERENCIA CON LOS CRÍMENES
DE GUERRA Y LOS DELITOS COMUNES Tesis: «La Sala también ha
establecido diferencias entre los crímenes de lesa humanidad y los restantes
delitos: “En ese contexto, el crimen de lesa humanidad se distingue de otros
crímenes, porque: a) no puede tratarse de un acto aislado o esporádico de
violencia, sino que debe hacer parte de un ataque generalizado, lo que quiere
decir que está dirigido contra una multitud de personas; b) es sistemático,
porque se inscribe en un plan criminal cuidadosamente orquestado, que pone
en marcha medios tanto públicos como privados, sin que, necesariamente, se
trate de la ejecución de una política de Estado; c) las conductas deben implicar
la comisión de actos inhumanos, de acuerdo con la lista que provee el mismo
Estatuto; d) el ataque debe ser dirigido exclusivamente contra la población civil;
y e) el acto debe tener un móvil discriminatorio, bien que se trate de motivos
políticos, ideológicos, religiosos, étnicos o nacionales.”».
DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Prescripción: convención sobre la
imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad
Tesis: «La Convención sobre Delitos de Lesa Humanidad y su
imprescriptibilidad contiene una serie de principios de ius cogens, y como tal
puede aplicar en Colombia, aún cuando no haya sido ratificada a través de una
ley que la incorpore al orden interno. Sobre ese específico tópico, la Sala de
Casación Penal, en Sentencia de 23 de noviembre de 2016 (SP1695-2016;
radicación 44312), hizo estas precisiones: “Concretamente, como la censura del
defensor también se ha extendido a la supuesta transgresión del principio de
legalidad en razón de la aplicación preferente de la Convención sobre la
Imprescriptibilidad de los Delitos de Lesa Humanidad, en la audiencia
preparatoria se acudió a la tesis jurisprudencial ya consolidada por la Corte
Suprema de Justicia, consistente en que cuando se está en presencia de un
delito de lesa humanidad, se redefine esa garantía y se ajusta a los estándares
internacionales. (…) Ahora, frente a la censura del defensor en torno a que la
Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de lesa
humanidad no puede aplicarse en el orden legal interno colombiano sin previa
aprobación legislativa, se advierte que no fue por analogía que se acudió a ella,
sino por cuanto ese mismo instrumento internacional, suscrito el 26 de
noviembre de 1968 con entrada en vigor mundial el 11 de noviembre de 1970,
en su preámbulo establece: Considerando que los crímenes de guerra y los
crímenes de lesa humanidad figuran entre los delitos de derecho internacional
más graves, Convencidos de que la represión efectiva de los crímenes de guerra
y de los crímenes de lesa humanidad es un elemento importante para prevenir
esos crímenes y proteger los derechos humanos y libertades fundamentales, y
puede fomentar la confianza, estimular la cooperación entre los pueblos y
contribuir a la paz y la seguridad internacionales, Advirtiendo que la aplicación
a los crímenes de guerra y a los crímenes de lesa humanidad de las normas de
derecho interno relativas a la prescripción de los delitos ordinarios suscita
grave preocupación en la opinión pública mundial, pues impide el
enjuiciamiento y castigo de las personas responsables de esos crímenes,
Reconociendo que es necesario y oportuno afirmar en derecho internacional,
por medio de la presente Convención, el principio de la imprescriptibilidad de
los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad y asegurar su
aplicación universal…” De otra parte, esta Sala Penal en varias oportunidades
ha venido haciendo esa preferente aplicación de la Convención, no obstante que
nuestro país no la ha suscrito ni ratificado. Al respecto, en la audiencia
preparatoria se citó (CSJ AP, 22 sep. 2010, rad. 30380): “…pese a que Colombia
no ha suscrito la Convención sobre la imprescriptibilidad de los Crímenes de
Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, firmada el 26 de noviembre de
1968 y con entrada en vigor mundial el 11 de noviembre de 1970, es evidente
que tal normativa integra la más amplia noción de ius cogens [conjunto de
preceptos inderogables, imperativos (no dispositivos) e indisponibles, con
vocación universal, cuya no adhesión por parte de un Estado no lo sustrae de
su cumplimiento como compromiso erga omnes adquirido para prevenir y
erradicar graves violaciones a los derechos humanos que desconocen la
humanidad y su dignidad]. Así las cosas, se insiste que el ius cogens, como
grupo de normas de derecho consuetudinario internacional, pueden ser
aplicadas en Colombia por virtud de la cláusula de prevalencia de los
instrumentos internacionales referidos a los derechos humanos, también
conocido como bloque de constitucionalidad (art. 93), el cual no está
condicionado a la existencia de un vacío normativo, sino que por orden
constitucional es una herramienta de interpretación judicial.” Similar reflexión
se aviene frente a algunas conductas punibles que deben declararse de lesa
humanidad, pese a que fueron cometidas antes de que Colombia suscribiera los
tratados que admitieron formalmente la jurisdicción de la Corte Penal
Internacional (Estatuto de Roma): “En cuanto al concepto de lesa humanidad
derivado del ius cogens, respecto de hechos sucedidos antes de la entrada en
vigor del Estatuto de Roma, la Corte Suprema de Justicia ha considerado
posible atraerlo a nuestro orden jurídico interno. Al respecto, se ha precisado
(CSJ AP, 21 sep. 2009, rad. 32022): “Antes del Estatuto de Roma, los principios
para el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad se encontraban dispersos
en varios instrumentos jurídicos. Así, en tiempos de guerra, la categorización
de tales delitos estaba dada por las Convenciones de Ginebra y de la Haya,
mientras que en tiempos de paz, este tipo de conductas estaba tipificado en
Convenciones diversas, tales como los Principios de Derecho Internacional
reconocidos por el Estatuto y las sentencias del Tribunal de Núremberg, la
Convención sobre la imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa
Humanidad, y la Convención para la Prevención y sanción del Delito de
Genocidio.” Queda claro que no se trata de acudir en forma retroactiva al
Estatuto de Roma ni a otro ordenamiento específico, para extraer de ahí los
lineamientos básicos para los delitos de lesa humanidad, ya que, como se dijo,
desde mucho antes tales nociones son aplicables internamente por formar
parte del derecho consuetudinario internacional o ius cogens».
DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Principio de legalidad / CONCIERTO
PARA DELINQUIR - Como delito de Lesa Humanidad Tesis: «Existen delitos que
no se han enlistado en un texto normativo (ley, convención, tratado) como
crímenes de lesa humanidad. No obstante, cuando están íntimamente
relacionados con comportamientos punibles que revisten esa connotación,
adquieren el mismo carácter y siguen idénticas consecuencias, tales como la
universalidad de la jurisdicción y la imprescriptibilidad. Así ocurre con el delito
de concierto para delinquir, que abarca la actividad de estructuras
paramilitares y/o autodefensas, cualquiera sea su objetivo o denominación,
cuando las transgresiones cometidas comprenden ataques contra algún sector
de la población civil y se reúnen los elementos de generalidad y sistematicidad.
Tal observación resulta necesaria, como quiera que la investigación se adelanta
por multiplicidad de conductas punibles ejecutadas por grupos armados
organizados ilegales, que atentaron de manera generalizada, indiscriminada y
permanente contra la población civil, entre otros lugares del país, en las
poblaciones de […] e […] (Antioquia), donde al desarrollar el ideario criminal
concertado, avanzaron inclusive hasta la comisión de masacres y cometieron
otros homicidios selectivos, como el de JMV, en Medellín, precisamente por
denunciar reiteradamente tales conductas, dada su condición de defensor de
los derechos humanos. Dado que el incentivo, creación, promoción o utilización
de grupos armados ilegales se adecúa típicamente en concierto para delinquir,
esta conducta punible compagina con los criterios de lesa humanidad, cuando
los crímenes cometidos con participación de esas organizaciones se catalogan
de la misma manera. La Corte Suprema de Justicia dejó en claro que: “los
delitos de lesa humanidad son el género, con por lo menos dos especies, una de
ellas es aquella que está contenida en la descripción de tratados
internacionales esto es, la tipificación precisa de conductas; y otra está
conformada por el horizonte amplio de la universalidad de los delitos, de suerte
que cualquier delito, así no esté incluido en dichos consensos internacionales,
puede pertenecer a tal dimensión, según lo dispuesto en el inicio de la citada
figura. Por tanto, resulta ser contrario a la jurisprudencia en cita, suponer que
los únicos delitos que atentan contra la conciencia de la humanidad son los
que están contenidos en los Tratados. (…) Este argumento sirvió precisamente
para concluir que el delito de concierto para delinquir agravado, que no está
incluido en nuestra legislación, en los instrumentos internacionales como de
lesa humanidad, en tanto comparte las características de esta categoría
delictiva, sería considerado como tal: “Tomando en consideración los anteriores
factores relevantes, la Corte no duda en señalar que las graves conductas
cometidas por los paramilitares deben enmarcarse, primordialmente, dentro del
contexto de crímenes de lesa humanidad, pues el ataque perpetrado contra la
población civil adquirió tales dimensiones de generalidad y sistematicidad, que
alteró de manera significativa el orden mismo de civilidad, implicando el
desconocimiento de principios fundamentales del orden social imperante. Los
asesinatos, torturas, masacres, desapariciones, desplazamientos forzados,
violaciones, y en fin las múltiples violaciones sistemáticas a los derechos
humanos confesadas hasta el momento por los desmovilizados de esos grupos
armados que han sido escuchados en versión libre en el trámite del
procedimiento señalado en la ley 975 de 2005, no dejan duda que se configuran
las características esenciales que delinean los delitos de lesa humanidad, en los
términos aquí analizados”. En conclusión, el concierto para delinquir, cuando
guarda conexidad con delitos de lesa humanidad, alcanza el mismo paradigma
para todos los efectos jurídicos. Ello, porque la pluralidad de punibles en que
incurren organizaciones armadas ilegales, como las autodefensas, sus facciones
o afines, o grupos paramilitares, cuando alcanzan sistematicidad y las otras
características, pueden erigirse en delitos de lesa humanidad. No se ignora que
algunos gregarios de grupos armados ilegales han sido procesados o
condenados por conductas punibles agravadas, como homicidios y concierto
para delinquir, por los mismos hechos que aquí se investigan, o conexos con
ellos, sin que en otros procesos aquellos comportamientos se hayan calificado
como delitos de lesa humanidad. No obstante, un análisis contextualizado de
esa forma de violencia sistemática contra opositores de las ideologías que las
fomentaron, como los defensores de derechos humanos que asumieron la tarea
de formular denuncias, puede dar lugar a adjetivar ahora en calidad de delitos
de lesa humanidad algunas de las conductas punibles cometidas, como
igualmente ocurre frente al concierto para delinquir y el homicidio, atribuibles a
grupos armados ilegales; tal el caso de las masacres de San Roque, La Granja y
El aro; y, en concreto, el atentado contra JMV, asesinado el […] de […] de 1998
en Medellín, al parecer por consecuencia de sus denuncias sobre aquellas
matanzas».
DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Prescripción: son delitos
imprescriptibles / DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Prescripción: son delitos
imprescriptibles, hasta que el sujeto es vinculado al proceso penal Tesis: «Los
crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles. En el marco del derecho
internacional, la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad es
norma de ius cogens, reconocida y aplicada por el Estado colombiano y los
tribunales supranacionales. El Estatuto de Roma contempla en el artículo 29 la
imprescriptibilidad de los crímenes que son de su competencia. Por su parte, la
Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los
Crímenes de Lesa Humanidad, adoptada en la organización de Naciones Unidas
en noviembre de 1998, dispone en el artículo 1º que los crímenes de lesa
humanidad cometidos tanto en tiempo de guerra como en tiempo de paz son
imprescriptibles. En el orden interno, la Corte Constitucional ha estudiado el
tema de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad, al
confrontarla con la prohibición contenida en el artículo 28 de la Carta Política,
para concluir que la norma interna solo establece la necesidad de un límite
temporal frente a la prescripción de la pena, pero no alude expresamente a la
acción penal. En ese contexto, los delitos de lesa humanidad no prescriben y el
Estado tiene la obligación de adelantar su investigación y juzgamiento en
cualquier tiempo. La imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad
consiste en que el Estado tiene la potestad y el deber de investigarlos sin límite
en el tiempo. Sin embargo, no se trata de una prerrogativa absoluta, toda vez
que la persona que ya ha sido vinculada a la investigación mediante indagatoria
o declaración de persona ausente, bajo el régimen de la Ley 600 de 2000, no
puede permanecer indefinidamente atada al proceso, a la espera de las resultas
del trámite. En tales hipótesis, los términos de prescripción de la acción penal
empiezan a correr desde el momento de la vinculación al proceso. Al respecto,
la Sala en decisión de 21 de septiembre de 2009, dentro del radicado 32022,
acotó: “ii) Es perfectamente factible que algunos delitos, particularmente los de
lesa humanidad, gocen de la posibilidad de que su investigación sea
imprescriptible. iii) Empero, cuando respecto de esos hechos ya existe una
persona individualizada y formalmente vinculada al proceso (no basta con el
cumplimiento de una sola condición, vale decir, se tienen que conjugar la
individualización y la formal vinculación, para que se repute existente el
derecho del procesado), respecto de ella no opera la imprescriptibilidad. Es
factible, entonces, que un delito de lesa humanidad reporte como tal la
condición de imprescriptibilidad en su investigación, pero acerca de personas
determinadas -individualizadas y formalmente vinculadas- exija el
cumplimiento de los términos de investigación y juzgamiento.”. A este respecto,
es necesario precisar aquí que el artículo 332 de la Ley 600 de 2000, acerca de
la vinculación formal al proceso, estipula: “El imputado quedará vinculado al
proceso una vez sea escuchado en indagatoria o declarado persona ausente”.
De otro lado, la caracterización de imprescriptibilidad de los delitos de lesa
humanidad no contraviene la vigencia de los principios de tipicidad y estricta
legalidad de los delitos y de las penas. Esto por cuanto, mientras no se
produzca la vinculación formal del implicado no acaecerá el fenómeno de la
prescripción y, a pesar del paso del tiempo y la evolución normativa, el nomen
iuris y las sanciones a que haya lugar serán las que correspondan a las
vigentes al tiempo de los hechos, salvo norma favorable posterior».
CASO MASACRE DE SAN ROQUE - Contexto / CASO MASACRE DE
ITUANGO - Contexto / CASO MASACRE DEL ARO - Contexto / CASO
HOMICIDIO DE JESUS MARIA VALLE JARAMILLO - Contexto / DELITOS DE
LESA HUMANIDAD - Ataque sistemático o generalizado Tesis: «Antes de
concluir en la necesidad de declarar algunos de los delitos aquí investigados
como crímenes de lesa humanidad, se retomarán algunos hitos relevantes.
Acorde con lo expuesto, las graves conductas vulneradoras de derechos
humanos mencionadas en el acápite de las situaciones fácticas, fueron parte de
ataques sistemáticos y generalizados dirigidos contra la población civil,
planeados y organizados en cumplimiento de políticas emanadas del grupo
paramilitar que las ejecutó, elementos que permiten caracterizar los delitos
como crímenes de lesa humanidad. La compulsa de copias que dio lugar a la
apertura de investigación previa y la denuncia instaurada por ICC, reportan
que durante la década de los 90, grupos armados organizados al margen de la
ley, a instancia de ganaderos, comerciantes y hacendados, se conformaron e
incursionaron en varios municipios del departamento de Antioquia.
Particularmente, para los años 1996 y 1997, paramilitares con apoyo de
integrantes de la fuerza pública, ejecutaron un gran número de acciones
delictivas dirigidas contra la población residente en los municipios de San
Roque e Ituango, dejando numerosas víctimas de homicidio, secuestro,
desplazamiento, hurto y destrucción de bienes, además de otras violaciones a
los derechos humanos. Estos ataques no fueron aleatorios; respondieron a una
organización y planeamiento, a una política criminal del grupo irregular que los
ejecutó. La incursión paramilitar en esa región y la colaboración o participación
de algunos miembros de la Policía Nacional, las Fuerzas Militares y otras
autoridades públicas, para la ejecución de sus acciones violentas, fue
denunciada por JMVJ, quien de manera reiterada solicitó al entonces
Gobernador de Antioquia, AUV, protección para la población civil, sin que, ha
sido denunciado, se tomaran medidas para conjurar el peligro que sobre ella se
cernía. La sentencia proferida el 2 de febrero de 2015, por la Sala de Justicia y
Paz de Medellín, en contra de RVM, por las masacres de La Granja y El Aro,
cuya copia fue remitida a esta actuación (única instancia, radicación 45110),
indica que las acometidas violentas fueron ejecutadas por integrantes de
autodefensas con radio de acción primordial en Antioquia y Córdoba,
estructuras distinguidas por su predisposición antisubversiva y, además, por
actuar en cumplimiento de órdenes emitidas por CC y SM Fue así como, para
desarrollar su objeto gremial ilícito, el grupo armado, previa coordinación con
algunos servidores de la fuerza pública y autoridades gubernamentales del
orden departamental, arribaron a la región y con lista en mano dieron muerte a
pobladores ajenos al conflicto, con el pretexto de que estaban señalados de ser
colaboradores o miembros de los grupos guerrilleros y eran, por ende, objetivo
militar. La misma sirvió muchas veces para el desplazamiento masivo de
personas y la consiguiente ocupación de las tierras que los pobladores se veían
obligados a abandonar. Los grupos de autodefensas, en su afán por cumplir el
designio criminal fijado por los comandantes de la organización, estigmatizaron
a la población civil residente en las zonas de influencia guerrillera, como
ocurrió no sólo en los municipios de Ituango y San Roque, sino en muchos
otros de la geografía nacional. Similar situación se presenta frente al grupo
armado que, como hipótesis investigativa, supuestamente se conformó y asentó
en la Hacienda […], de propiedad de la familia UV, aparentemente con el
pretexto de contrarrestar la acción del grupo insurgente denominado Ejército
de Liberación Nacional. No debe perderse de vista que, en el caso de las
masacres de Ituango, el uno de julio de 2006, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos profirió sentencia condenatoria contra el Estado
colombiano, al encontrar demostrada su responsabilidad, por aquellos actos de
omisión, aquiescencia y colaboración por parte de algunos los miembros de las
fuerzas armadas con radio de acción en los municipios afectados. Esa
estructura paramilitar con asiento en el municipio de Ituango y aledaños, se
integró con hombres de la red urbana de autodefensas en Medellín, que se
desplazaban al área rural de San Roque para ejecutar masacres y homicidios
selectivos. Con el tiempo, fueron conocidos como Bloque Metro de las
autodefensas. El homicidio de JMVJ fue cometido, acorde con lo denunciado,
por integrantes de una facción de autodefensas en coalición con miembros de la
fuerza pública y algunas autoridades civiles, para acallar sus señalamientos
sobre la violación sistemática de los derechos humanos, la violencia y las
masacres que afectaban la municipalidad de Ituango y sus alrededores. Según
lo indicado, la eliminación de los defensores de derechos humanos, también fue
un objetivo previsto en la política criminal fijada desde los mandos de la
organización ilegal de autodefensas. JMV sabía que sobre él se cernía una
amenaza de muerte, que a raíz de sus denuncias había sido estigmatizado,
tildado como afín a los grupos rebeldes y por esa razón declarado objetivo
militar de las autodefensas. DFMB, alias “[…]”, señaló que fue un crimen
ordenado por CCG, comandante máximo de las Autodefensas Unidas de
Colombia, ante solicitud de PJM, Secretario de Gobierno de Antioquia ya
fallecido, bajo el argumento de que se trataba de alguien muy molesto por los
señalamientos que estaba haciendo contra agentes del Estado, como partícipes
en las masacres de La Granja y El Aro. La muerte de JMV, de acuerdo con
estos elementos de juicio, fue parte de un ataque sistemático en contra de
defensores de derechos humanos que levantaron su voz para denunciar las
afrentas contra la población civil, las alianzas entre la fuerza pública y los
paramilitares; y que, además, visibilizaron el incumplimiento de las autoridades
del deber de prevenir estos hechos y proteger a la comunidad. Valga recordar a
los esposos MC y EA, cuyo homicidio se perpetró el 19 de mayo de 1997, y
EUM, asesinado el 18 de abril de 1998 en Bogotá, reconocidos activistas de los
derechos humanos, ultimados por similares motivos. El Estado Colombiano fue
declarado responsable por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en
Sentencia de 27 de noviembre de 2008, por el homicidio de JMVJ, al quedar
establecido que su vida fue segada para acallar las denuncias que había
formulado sobre los crímenes perpetrados en Ituango por paramilitares en
connivencia con miembros de la fuerza pública. La misma Corte Interamericana
ordenó a Colombia adelantar las investigaciones y sancionar a los responsables
del crimen de JMVJ y remover todo obstáculo que impidiera llegar al
conocimiento de la verdad. […] Uno de los obstáculos de iure, podría consistir
en la prescripción normal de la acción penal. Por ello, al declarar que el
homicidio de JMVJ es de lesa humanidad, se impide el acaecimiento de ese
fenómeno, dado que no fue un crimen aislado, sino uno más de la
sistematicidad y generalidad con que actuó el grupo armado ilegal que lo
cometió, a instancias de sus líderes y promotores. Es evidente, entonces, que
los hechos investigados, constitutivos de masacres ejecutadas por los grupos de
autodefensa, constituyen crímenes de lesa humanidad por ser parte de ataques
sistemáticos y masivos dirigidos contra la población civil, planeados y
organizados en cumplimiento de políticas emanadas del grupo que las
implementó. Así mismo, el delito de concierto para delinquir, que se configura
por la conformación, constitución, fomento, promoción, dirección, o
financiamiento de estas estructuras paramilitares o de autodefensa, con
independencia de que esta conducta punible no esté incluida de manera
expresa en los tratados internacionales, a título de delito de lesa humanidad, al
compartir sus características asume la misma condición, como lo ha sostenido
la Sala de Casación Penal. En conclusión, el contexto y circunstancias de las
conductas investigadas, hasta aquí referidas, las erigen en crímenes de lesa
humanidad que no prescriben y frente a los cuales el Estado Colombiano tiene
la obligación de investigar y juzgar a quienes resultaren responsables. Como el
presente asunto se encuentra en fase de indagación previa, la declaratoria de
lesa humanidad en este momento procesal no conlleva ninguna irregularidad
de procedimiento ni de garantía, toda vez que el doctor AUV, contra quien se
sigue, está en posibilidad de ejercitar sus derechos de contradicción y defensa
sin más limitaciones que las impuestas por el ordenamiento jurídico».
JURISPRUDENCIA RELACIONADA: Rad: 33301 | Fecha: 11/03/2010 | Tema:
DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Competencia: autoridad competente para
declarar un delito de lesa humanidad Rad: 45625 | Fecha: 24/02/2016 |
Tema: PARAMILITARISMO - Génesis (NUEVO) Rad: 32022 | Fecha:
21/09/2009 | Tema: DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Elementos / DELITOS
DE LESA HUMANIDAD - Prescripción: son delitos imprescriptibles Rad: 45795
| Fecha: 15/07/2015 | Tema: DELITOS DE LESA HUMANIDAD - Prescripción:
son delitos imprescriptibles, hasta que el sujeto es vinculado al proceso penal
Rad: 44312 | Fecha: 23/11/2016 | Tema: CASO MASACRE DE ITUANGO -
Contexto Rad: 30380 | Fecha: 22/09/2010 | Tema: CASO MASACRE DE
ITUANGO –
Contexto Rad: 33118 | Fecha: 15/05/2013 | Tema: CASO MASACRE
DEL ARO - Contexto / CASO HOMICIDIO DE JESÚS MARIA VALLE
JARAMILLO - Contexto
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Auto interlocutorio (AP2230-2018) del treinta (30) de mayo (05)
de dos mil dieciocho (2018), proceso radicado No. 45110, M.P. Dr. .-
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UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO


FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS
DERECHO PENAL ESPECIAL I.
Docente: Manuel López Noriega.

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