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Grado de desarrollo de las sociedades prehispánicas

Cuando los españoles llegaron a las


Américas los grupos aborígenes que
habitaban el continente habían alcanzado
variados niveles de desarrollo.
Generalmente se oye hablar de los incas,
mayas, aztecas, y se tiende a pensar que
esas civilizaciones ejemplifican el mundo
aborigen del siglo XV. Sin duda, fueron
sociedades cuya cultura material nunca
dejará de asombramos, y las muchas
crónicas que nos dejaron los
conquistadores suministran una interesante relación histórica de sus costumbres
religiosas, organización política y actividades de la vida cotidiana. Sin embargo,
cuando Colón y sus aventureros desembarcaron en las Antillas, este continente
llevaba más de 15 mil años de estar ocupado por grupos humanos desde Alaska
hasta la Tierra del Fuego, y del Pacífico hasta el Atlántico; es decir, prácticamente
todos los ambientes naturales y su inagotable variedad biológica ya eran
conocidos y explotados por los indígenas: los áridos desiertos de las costas
peruana y chilena, los desiertos del suroccidente de los Estados Unidos, las
grandes planicies de Norteamérica y las interminables pampas argentinas; la
monumental cordillera de los Andes y las montañas rocosas, las selvas de
Yucatán, Darién y Amazonas y las heladas tierras del norte del Canadá y el
extremo sur de América.

Así como la naturaleza ofrecía una ecología


variada, el hombre desarrolló culturas
disímiles, con sistemas adaptativos
adecuados a los sitios donde se iba
instalando, generando respuestas
particulares ante los retos del medio
ambiente. Al estudiar a nuestros lejanos
antepasados hemos de recordar que, en
gran medida, su desarrollo fue dado por la
relación entre el hombre y su entorno. Lo
que más llama la atención es que las
grandes civilizaciones de América se desarrollaron en sitios muy difíciles: mayas,
en las húmedas y poco productivas selvas del Yucatán; aztecas, en una isla en
medio de un lago rodeado de enemigos; y los incas, en tierras muy elevadas y de
productividad agrícola relativamente baja.

En términos de desarrollo sociopolítico y socioeconómico, las tres grandes


civilizaciones del continente americano se clasifican como Estados, con presencia
de gobiernos políticamente centralizados, ejércitos grandes y poderosos y
diversas jerarquías políticas y sociales Pero no todas fueron así. Hoy los
arqueólogos saben que a la llegada de los españoles las Américas estaban
pobladas por miles de sociedades aborígenes que se hallaban en etapas
intermedias de complejización que cubrían la inmensa mayoría del territorio. Estas
sociedades se conocen como cacicazgos, o sociedades cacicales.

En el desierto del suroeste de


Norteamérica florecieron culturas que
alcanzaron un alto grado de desarrollo
tecnológico. Mediante el riego artificial,
los indígenas conocidos con el nombre
de hohokam convirtieron en verdes
sembradíos los áridos suelos donde en
condiciones naturales no se habría
podido mantener una población estable y
numerosa.

Lo que lograron estos indígenas en arquitectura e ingeniería es sorprendente. Los


hohokam concentraron su esfuerzo en el riego artificial. Vivían en las
inmediaciones del río Gila, del que tomaban agua para sus siembras y la
conducían por canales de casi 5 km de longitud hasta Skoaquik ("lugar de las
serpientes"), el asentamiento arqueológico más conocido, al sureste de la actual
ciudad de Phoenix, en el estado de Arizona. Para que el sol no evaporara
rápidamente las aguas sin que las plantas alcanzaran a aprovecharla, inundaban
los campos cultivados (lo que un agrónomo moderno llamaría "riego por
sumersión"). Fabricaban grandes esteras de fibras vegetales que servían como
barreras para contener las aguas. Con ellas detenían el flujo de un canal y
cambiaban el curso de otros para regar diferentes campos, mediante este
ingenioso sistema produjeron diversos cultivos, principalmente de maíz.
Naturalmente, tales obras de ingeniería requerían el trabajo colectivo de muchas
personas para proveer a la subsistencia del grupo en un ambiente difícil, y
debieron ser cuidadosamente planificadas, lo cual supone cierto grado de
organización y gobierno.

El área está sembrada de lugares


arqueológicos, muchos de ellos considerados
sagrados por los indígenas actuales. Allí se
encuentran aún los restos de construcciones
gigantescas. Pueblo Bonito, por ejemplo,
rodeado por una gran muralla, con tres pisos de
altura, centenares de habitaciones y varios
sitios ceremoniales (Kivas) en el centro. En
Mesa Verde, los indígenas construyeron sus
habitaciones en despeñaderos de roca,
formando verdaderas aldeas bajo la protección de inmensos abrigos rocosos. Allí
realizaban sus labores diarias viviendo en comunidad.
Dando un gran salto, al norte de
Suramérica, encontramos a los indígenas
de la Sierra Nevada de Santa Marta, en
Colombia, conocidos genéricamente como
taironas. Los restos arqueológicos nos
hablan de una cultura bastante
desarrollada en campos como la
ingeniería y la orfebrería. Son notables los
logros alcanzados en la construcción de
grandes terrazas de tierra y rocas, cuya
función primordial era aumentar el espacio
horizontal plano en áreas donde era prácticamente imposible hallar un sitio donde
construir una casa; y los taironas no solamente construyeron una o dos casas sino
poblaciones enteras con cientos de casas cimentadas sobre roca, sin emplear
materiales cohesitivos. Se encuentran puentes monolíticos, grandes plazoletas
enlosadas de piedras bien pulidas, sistemas de canalización de las aguas lluvia
que evitaban el lavado y erosión de los empinados perfiles montañosos, y hasta el
riego artificial en la árida costa aledaña a Santa Marta. Logros de este tipo
solamente son posibles en sociedades que los arqueólogos llamamos "complejas",
para indicar que han alcanzado niveles generales de manejo de los intereses
públicos con algún grado de centralización administrativa y jerarquización de los
individuos en el ámbito de lo político.

Las regiones de selva tropical jamás fueron prósperas en términos de colonización


temprana, pues el patrón de asentamiento aislado y el sistema de adaptación
aborigen no eran compatibles con el plan colonizador español de poblaciones
nucleadas y de una producción intensiva y estable. Las selvas eran -y son aún-
áreas de inagotable riqueza, siempre y cuando su explotación fuese racional: esa
racionalidad la dan las culturas aborígenes.

Poblamiento de América

El poblamiento de América es el proceso por


el cual se diseminó la especie humana en el
continente americano. Los científicos no tienen
dudas de que los seres humanos no son
originarios de América, por lo que esta fue
poblada por humanos provenientes de otra
parte. La evidencia paleoantropológica apoya la
hipótesis de que los humanos llegaron a
América procedentes de Siberia, en el extremo
noreste de Asia.

Desde el punto de vista de la teoría del poblamiento tardío, los paleoamericanos


entraron al continente durante la última glaciación, que permitió el paso hacia el
Nuevo Mundo a través de Beringia. Este evento ocurrió entre 14 mil y 13 mil años
A. P. Por otro lado, la teoría del poblamiento
temprano dice que los humanos llegaron a
América mucho antes, basados en el
descubrimiento de restos cuyos fechamientos por
carbono 14 dan una antigüedad mayor que 14
mil años A. P. A la investigación
paleoantropológica se suma la información
producida por la genética, que ha servido para
reforzar algunas conjeturas sobre el origen de los
americanos.

En general, se considera que la mayor parte de los indígenas americanos son


descendientes de un grupo único proveniente del noreste o el oriente de Asia. Los
pueblos de habla na-dené son descendientes de una segunda ola migratoria que
se estableció en el norte de América, mientras que los esquimales llegaron al
continente en el flujo migratorio más reciente.1 Después de que los
paleoamericanos entrasen al continente, el paso de Beringia fue cubierto
nuevamente por el mar, de modo que quedaron prácticamente aislados del resto
de la humanidad. Salvo el caso de una breve colonización vikinga en la costa de
Canadá y Groenlandia, no hay evidencia contundente que respalde un posible
contacto transoceánico entre la América precolombina y el resto del mundo.

Después del contacto colombino se plantearon algunas conjeturas para explicar el


origen de los indígenas americanos, por ejemplo, mediante el mito de la Atlántida
o de las tribus perdidas de Israel. El avance de la investigación científica permitió
demostrar que no había relación material entre el origen de los amerindios y esas
creencias, por lo que esas antiguas hipótesis quedaron descartadas.

Mesoamérica

Mesoamérica ‘intermedio’)? es la región del


continente americano que comprende la mitad
meridional de México, los territorios de
Guatemala, El Salvador y Belice, así como el
occidente de Honduras, Nicaragua y Costa
Rica. No debe confundirse con la región
mesoamericana, concepto acuñado para
denominar una región geoeconómica por
organizaciones internacionales tales como la
OCDE;1 Mesoamérica, como se define en este
artículo, es un área definida por la cultura. Esta
región vio el desarrollo de una civilización indígena en el marco de un mosaico de
gran diversidad étnica y lingüística. La unidad cultural de los pueblos
mesoamericanos se refleja en varios rasgos que Paul Kirchhoff definió como el
complejo mesoamericano.2 La definición de lo que se acepta como
mesoamericano es objeto de discusión entre los
estudiosos de esta civilización; sin embargo, con
frecuencia se menciona en el inventario la base
agrícola de la economía, el cultivo del maíz, el
uso de dos calendarios (ritual de 260 días y civil
de 365), los sacrificios humanos como parte de
las expresiones religiosas, la tecnología lítica y la
ausencia de metalurgia, entre otros. En su
momento, la definición del complejo
mesoamericano sirvió para distinguir a los
pueblos mesoamericanos de sus vecinos del
norte y el sur.

El desarrollo de Mesoamérica se extendió por varios siglos. Los especialistas


discuten sobre la época que puede considerarse el «inicio» de la civilización
mesoamericana. De acuerdo con algunas posturas, el hito inicial consiste en el
desarrollo de la alfarería. Otros consideran que el primer complejo mesoamericano
se desarrolla entre los siglos XV y XII a. C., período contemporáneo a la cultura
olmeca. A lo largo de su historia, los pueblos mesoamericanos construyeron una
civilización cuyas expresiones hablan de elementos compartidos por varios
pueblos y rasgos que los distinguen entre sí. En la medida que avanzó el proceso
civilizatorio, algunos rasgos se homogeneizaron por el contacto interétnico y otros
adquirieron especificidad en ciertos contextos. Este proceso fue continuo y
perduró hasta la colonización española. Algunos autores emplean indistintamente
los nombres nahuas para describir objetos y conceptos originales de
Mesoamérica,3 y otros destacan las diferencias entre los pueblos de la región.4

La mayor parte de los pueblos mesoamericanos hablaron lenguas pertenecientes


a las siguientes familias lingüísticas: otomangueana, mayense, mixezoqueana,
totonacana y utoazteca. Otras lenguas están aisladas o no pudieron ser
clasificadas porque desaparecieron en el proceso de castellanización que
comenzó con la colonización española y continúa hasta la fecha. Este mosaico de
lenguas y etnias estuvo presente durante la época prehispánica y tiene su
correlato en las numerosas culturas indígenas que se desarrollaron en diversas
zonas y tiempos de Mesoamérica, entre las cuales las más estudiadas han sido la
mexica, la maya, la teotihuacana, la zapoteca, la mixteca, la olmeca o la tarasca. A
pesar de la concentración de estudios que se han dado en el caso de esas
importantes culturas, Mesoamérica fue escenario de muchos pueblos, algunos de
los cuales han apenas comenzado a ser investigados a partir de excavaciones
recientes

América

América es el segundo continente más grande del planeta, después de Asia.


Ocupa gran parte del hemisferio occidental de la Tierra. Se extiende desde el
océano Glacial Ártico por el norte hasta el Cabo de Hornos por el sur, en la
confluencia de los océanos Atlántico y Pacífico, los cuales a su vez delimitan al
continente por el este y el oeste, respectivamente.

Debido a su gran tamaño y sus características geográficas, en algunas culturas


América es dividida tradicionalmente en América del Norte, América Central, las
Antillas y América del Sur.1 Algunos geógrafos consideran a América Central y las
Antillas como una subregión dentro de América del Norte. Atendiendo a sus
características culturales, se distinguen América Anglosajona y América Latina.

América comenzó a tener un contacto masivo y significativo con el Viejo Mundo a


partir de 1492 por Cristóbal Colón, aunque existen vestigios de asentamientos
vikingos datados en el siglo XI, y que forman parte del patrimonio mundial de la
Unesco.2

La primera vez que se utilizó el nombre «América» en Europa para designar las
tierras a las que llegó Colón fue en un tratado titulado Cosmographiae Introductio,
redactado por Mathias Ringmann y otros para acompañar al planisferio mural
Universalis Cosmographia, dibujado por el cartógrafo alemán Martín
Waldseemüller, donde además, por primera vez, América aparecía rodeada de
agua y perfectamente diferenciada de Asia, con banderas castellanas y leyendas
que indicaban que aquellas tierras habían sido descubiertas per mandatum regis
Castelle. El nombre «América» aparecía sobre América del Sur, todavía separada
de América del Norte por un estrecho paso interoceánico. El tratado corregía las
concepciones ptolemaicas incorporando los descubrimientos de españoles y
portugueses, pero titulaba al nuevo continente América en honor a Américo
Vespucio a quien tanto el tratado como el mapa atribuían el descubrimiento.3 4 5
Vespucio, navegante de origen florentino que realizó algún viaje al servicio de
España, fue probablemente el primer europeo en proponer que esas tierras eran
en realidad un continente nuevo y no parte de Asia como pensaba Cristóbal Colón.
Siguiendo la línea de los otros continentes con nombre femenino, se latinizó el
nombre del explorador y se feminizó, resultando América.6 Gracias al desarrollo
de la imprenta, las denominaciones de Waldseemüller se divulgaron rápidamente
en los círculos científicos de Europa.7

Para referirse a las islas y toda la masa continental del hemisferio occidental, el
geógrafo de origen flamenco Gerardus Mercator usó la misma palabra América
por primera vez en sus trabajos cartográficos con un mapa del mundo editado en
el año 1538. Por otro lado, la Monarquía Española denominó jurídicamente a sus
posesiones americanas como Reinos castellanos de Indias. La Corona Británica
las llamó Indias Occidentales.

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