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Sara Gómez Seibane/José Luis Ramírez Luengo*

➲ La historia del castellano en el País Vasco:


recuento bibliográfico, trabajos desarrollados,
perspectivas de futuro

1. Introducción

Pese a su manifiesto interés, por razones de diversa índole, se puede decir que el
ámbito vasco no ha sido en ningún caso un foco de atención en los estudios de Filología
Hispánica: en efecto, aunque hechos como la existencia en esta zona de un romance muy
antiguo con características muy marcadas, o el secular contacto que se produce entre este
romance y la lengua vasca –así como las repercusiones que este contacto tiene en la con-
formación de determinadas características del español1– sean argumentos más que sufi-

* Sara Gómez Seibane ha estudiado Filología Hispánica en la Universidad deDeusto (Bilbao)y es miem-
bro del grupo de investigación SAI (Seminario Alfonso Irigoien). Sus áreas de trabajo son el ámbito
norteño vasco-románico y la filología y tecnología en la edición de textos, la primera de las cuales está
desarrollando en su tesis sobre concordancia nominal a partir de documentos medievales del País Vasco.
Asimismo junto con otros integrantes de dicho grupo, está editando documentos de la zona vasca entre
los siglos XVI y XIX. Actualmente, es docente de Lengua Española en la Universidad de Castilla-La
Mancha en Ciudad Real.
José Luis Ramírez Luengo es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto (España),
desarrolla su labor docente en estos momentos en la Universidad de Jaén (España). Ha investigado en
diversas instituciones de Europa y de América Latina, y ha impartido docencia en diferentes universida-
des de Uruguay, Argentina, Bolivia, Chile y Brasil. Su ámbito de investigación fundamental lo constitu-
ye la historia de la lengua española, tanto en España como en América, así como el contacto lingüístico
del español con el portugués; sobre tales temas ha publicado diversos trabajos y reseñas, entre los que
destacan Breve historia del español de América (Madrid: ArcoLibros, 2007) y El español en sus textos
(con C. Pérez Cordón; Lugo: Axac, 2007).
1 De hecho, Alarcos Llorach (1982: 13) considera que el bilingüismo vasco-románico de las tierras del
alto curso del Ebro “es responsable de las especiales características que adoptó el romance castellano.
Características que, para decirlo rápida y esquemáticamente, se reducen a ser un latín mal aprendido por
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indígenas que tendrían por lengua propia el vasco o algún dialecto íntimamente emparentado con éste.
De otro modo: el castellano es, en el fondo, un latín vasconizado, una lengua que fueron creando gentes
eusquéricas romanizadas”. En este sentido, algunas cuestiones en el plano fonético-fonológico como el
betacismo, la configuración de un sistema vocálico de cinco unidades, o la desaparición de la /f–/ inicial
latina constituyen apartados de obligado estudio en todas las gramáticas históricas o historias de la len-
gua española (Menéndez Pidal, 1923/1956, 1962; Lapesa 1981). No obstante, aun en este contexto, los
aspectos morfosintácticos que se pueden desprender de este secular contacto de lenguas han gozado de
menor atención; en relación con esto, caben citar las aportaciones de López García (1985, 1985b) con-
cernientes a las influencias mutuas en este nivel lingüístico, que dieron lugar a una polémica en la que
intervinieron Trask y Wright (1988), y de nuevo el propio López García (1988).
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cientes para justificar una atención privilegiada a las variedades romances habladas en
esta zona, lo cierto es que hasta hace poco éstas constituían probablemente unas de las
más desconocidas de toda la Península Ibérica2.
Afortunadamente, de un tiempo a esta parte se han ido desarrollando poco a poco los
estudios que analizan determinadas características de tales variedades del español, muy
especialmente en lo que respecta al plano sincrónico: cabe destacar, entre otros, los estu-
dios de Echaide (1968), Zárate (1976), Etxebarría (1985, 1986, 1997, 2004), Oñederra
(2004) y Fernández Ulloa (1997, 1998), en los que se trata la situación resultante de la
convivencia de lenguas en la zona, así como el trabajo de Urrutia (2002, 2006), en el que
se analizan los usos y actitudes en relación con ambas lenguas en la población estudian-
til de la zona vasca.
Asimismo, y por lo que respecta a búsquedas más concretas sobre algunos niveles de
la lengua, Echaide (1966), Túrrez (1988) y recientemente Iríbar et al. (en prensa) han ana-
lizado las peculiaridades fonéticas que se dan en la lengua española en la zona vasca,
mientras que Urrutia (1988, 1995), Rodríguez Llopis (1997) y Fernández Ulloa (1996,
2000, 2001) tratan determinadas características de la morfosintaxis: usos de indicativo por
subjuntivo, perífrasis verbales, marcadores discursivos, etc. A lo anterior se deben añadir,
además, algunos trabajos sobre otros aspectos del nivel morfosintáctico, tales como el sis-
tema de clíticos (Landa 1993, 1995; Landa/Franco 1992; Korkostegi 1992; Fernández
Ulloa 2002; Urrutia/Fernández Ulloa 1995, 1997, 1998; Urrutia 2002b, 2006), o el orden
de las palabras en hablantes bilingües (Steenmeijer 1979). Por otro lado, los trabajos refe-
ridos al léxico son muy anteriores, remontándose en ocasiones a principios del siglo XX;
conviene recordar aquí, entre otras, las investigaciones de Baraibar/Zumárraga (1903),
López de Guereñu (1958) o Velilla Barquero (1971), centradas en el ámbito alavés, y las
de Etxebarría (1988) y Torres (1993) o, desde otro punto de vista, Gómez (2000).

2. La historia del castellano en el país vasco: lo hecho

Dentro del capítulo de los estudios históricos sobre el castellano del País Vasco es
necesario señalar, en primer lugar, la discusión existente en torno a la propia naturaleza
de ese romance, y a este respecto destacan las aportaciones de Echenique, quien, tanto en

Por otro lado, desde el punto de vista de la influencia de las lenguas latina y romance sobre el euskera,
aspecto que queda fuera del objetivo de este trabajo, hay que señalar que, según Michelena (1964), la
prehistoria e historia de la lengua vasca no pueden entenderse al margen de la lingüística románica: en
efecto, los numerosos elementos latinos y, posteriormente, romances, presentes en el vascuence, espe-
cialmente, en el léxico y en lo fonético, constituyen una fuente de datos para la reconstrucción, entre
otras cuestiones, de su sistema consonántico antiguo. La absorción de latinismos y romanismos por la
lengua vasca ha sido tratada en trabajos clásicos (Schuchardt 1906/1957-1960; Rohlfs 1933; Michelena
1974, 1985; Caro Baroja 1945; García de Diego 1981/1951).
2 En numerosas ocasiones, además, más que al romance propio de la zona se ha atendido a las estilizaciones
literarias de tal romance hablado por los vascos, encarnadas en la figura cómica del “vizcaíno”, de amplio
cultivo en la literatura áurea, o de lo que se ha dado en llamar habla aldeana, registrada en la zona norteña a
partir del siglo XVIII. La bibliografía sobre este tema es ingente, por lo que, a manera de ejemplo, véanse
Frago Gracia (1986), Legarda (1953), Penas Ibáñez (1993), Ramírez Luengo (2001) o Urquijo (1925); para
el segundo tópico, ténganse en cuenta además los trabajos de Madariaga (1999) o Gómez (2002, 2002b).
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sus varios trabajos de síntesis (Echenique 1987, 1997, 2004) como en numerosos artícu-
los, defiende la existencia de un romance autóctono durante el período medieval en las
actuales Guipúzcoa y Vizcaya3 (Echenique 1986, 1988, 1990, 1991, 1992), hipótesis que
explica de la siguiente manera:

Creo que la existencia de numerosos elementos latinos (y muy antiguos) en la lengua


vasca, la ausencia de noticias que, con posterioridad, nos hablen de una posible venida del
romance al corazón del territorio vasco, así como, por otra parte, la existencia de documentos
redactados en latín (…) en dicha zona, nos conduce a la conclusión de que el romance, ahí, es
continuación directa de la lengua latina y forma parte de la Romania propiamente dicha
(Echenique 1991: 101)4.

Ahora bien, tanto esta autora en trabajos posteriores (Echenique 1995, 1998; Echeni-
que/Sánchez Méndez 2005: 73) como otros investigadores (Isasi 2006b, Ramírez Luen-
go 2005) prefieren matizar un tanto la afirmación anterior, de modo que, si bien es ver-
dad que en ningún caso se pone en duda el carácter autóctono del romance hablado en la
región, lo cierto es que tal romance se interpreta ahora más bien como una subvariedad
del castellano –como uno más de los formantes de la koiné castellana, en palabras de
García de Diego (1950)– que como un dialecto diferenciado y con entidad propia, a la
manera del navarro o del aragonés5.
Más allá de este punto, sin embargo, las publicaciones ocupadas del estudio concreto
de las características de ese romance resultan algo más escasas: en efecto, en contraste
con el caso del navarro, que cuenta ya con una amplia bibliografía6, los trabajos que se

3 Esta idea del contacto temprano vascorrománico –aunque sin llegar a mencionar la presencia de un dia-
lecto romance autóctono– había sido señalada anteriormente por García de Diego:

El caudal románico del vasco, en conjunto, no debe considerarse como un aluvión tardío de
las hablas colindantes (...), sino como un caudal propio; esto es, un fondo latino asimilado por las
regiones que fundamentalmente hablaban vascuence, fondo que siguió en parte una evolución en
parte semejante a la de las hablas vecinas (García de Diego 1978: 198).
4 A este respecto, últimamente se están aportando nuevos datos que revelan una romanización bastante
más intensa de lo que se consideraba hasta el momento. Para esta cuestión, véanse los trabajos recogi-
dos en Eusko Ikaskuntza (1998).
5 Desgraciadamente, el hecho de que no exista documentación original anterior al siglo XIV impide com-
probar el grado de divergencia del romance del País Vasco respecto del castellano en momentos anterio-
res: en efecto, si bien los documentos de la Baja Edad Media vizcaína ofrecen ciertas peculiaridades en
los diferentes niveles lingüísticos, en ningún caso es posible determinar a partir de ellos si son éstas
características aisladas que existen en el romance de Vizcaya como subvariedad del castellano o, por el
contrario, se trata del remanente de un proceso de convergencia lingüística que ha llevado al primitivo
romance vizcaíno a castellanizarse y fundirse en el castellano circundante en un proceso que se podría
considerar de koineización y que sería semejante al que se dio con el navarro en el siglo XV (González
Ollé 1970: 93, Neira Martínez 1982); así, esas peculiaridades señaladas no constituirían, como se acaba
de indicar, sino los restos, conservados aún en los siglos XIV, XV y XVI, de un romance autóctono sumer-
gido bajo el castellano que ofrece la documentación, y que conforma desde este momento, por tanto,
una variedad regional de éste. Véase, en este sentido, lo indicado por Isasi (2002c: 135, 152).
6 Recuérdense los trabajos de González Ollé (1970, 1970b, 1983, 1996, 1997), Ciérbide (1970, 1972,
1980, 1986), Saralegui (1971, 1977, 1995), Tabernero (1996), Viñes Rueda (1977), Líbano Zumalacá-
rregui (1977), Pérez-Salazar (1992, 1993 y 1995), Hilty (1995) o Martínez Pasamar (1995), entre otros.
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dedican al análisis de las fuentes documentales de la zona vasca son todavía claramente
insuficiente7, muy especialmente en el caso de algunos de los ámbitos geográficos con-
cretos que componen la región.
De este modo, tal vez el área más desconocida sea la alavesa, que cuenta con algunos
precedentes tempranos como las notas que sobre el léxico de la región ofrece, desde un
punto de vista histórico, García de Diego (1978), a lo que se debe sumar un estudio pos-
terior de Ciérbide (1988-1990) centrado en el análisis de este mismo nivel lingüístico en
el siglo XV; así mismo, existe también un breve trabajo de conjunto de Santiago Lacues-
ta (1977), quien comienza el estudio de la documentación alavesa con la intención de
caracterizar el habla de este territorio durante los siglos XIII y XIV8.
Por lo que se refiere a Guipúzcoa, los estudios son, si bien igualmente escasos, al
menos algo más numerosos, y tienen el valor añadido de ampliar el período cronológico
analizado, al no centrarse exclusivamente en lo medieval: por lo que se refiere a los
siglos XV y XVI, cabe destacar las aportaciones de Álvarez Álvarez (1992) y Osés (1993,
1996, 1998), quienes no hallan en sus corpora peculiaridades significativas respecto al
marco general castellano9; también centrados en esta época, se debe añadir a lo ya indi-
cado otro trabajo de Álvarez Álvarez (1993) sobre los tiempos compuestos, así como un
minucioso análisis de Gómez Seibane (2005) en el que se analiza con detenimiento el
uso de las grafías coa–, goa–, de raigambre navarra pero no desconocidas ni en Guipúz-
coa ni en el ámbito vizcaíno de este mismo período10.

7 De hecho, las búsquedas que toman por base estos textos se centran en muchos casos al campo de la
onomástica, y a este respecto, hay que señalar, entre otros, los trabajos de Líbano Zumalacárregui
(1995, 1996, 1999, 1999b), Irigoien (1987, 1995, 1995b, 1997, 1997b, 1997c) o Echevarría Isusquiza
(1992, 1998, 1998b, 1999) en el caso del occidente vizcaíno. A este respecto, esta autora mantiene la
hipótesis de que la toponimia de Las Encartaciones no manifiesta huellas de bilingüismo y muestra un
espacio románico afín a los territorios cántabros, alaveses y del norte de Burgos, como lo demuestran
los casos de mantenimiento de /f-/ aspirada (Echevarria Isusquiza 1992), restos lexicalizados de /-mb-/
y palatalización de /l-/, cierre de vocales finales, sobre todo /-o/ (Echevarria Isusquiza 1998) o termina-
ciones en /-ío/, /-ía/ resultado del castellano /-illo/, /-illa/ con articulación yeísta antigua y arraigada
(Echevarria Isusquiza 1998b). Concluye, por tanto, que el romance de Las Encartaciones es habla romá-
nica antigua, no nacida “dentro de la Vizcaya vascohablante sino que se aproxima a ella desde la zona
indoeuropea” y que “puede haber sido uno de los veneros del castellano de Bilbao, principal centro irra-
diador de castellanización en la provincia” (Echevarria Isusquiza 1999: 32). No obstante, de acuerdo
con la tesis de Menéndez Pidal (1962) sobre las tres fases de romanización en el nordeste peninsular,
Aguirre Gandarias (1990) sostiene que en Las Encartaciones se mantuvo la lengua vasca, a excepción
de su extremo más occidental. Prueba de ello es lo recogido en dos documentos de principios del siglo
XVI, que forman parte del pleito sucesorio al mayorazgo de San Martín de Muñatones tras la muerte de
Lope García de Salazar. En ambos textos se solicita un intérprete conocedor de la lengua vasca con
objeto de que recoja las declaraciones de los testigos (de Bilbao, Baracaldo, Somorrostro y Carranza),
que “son bascongados, que no entienden la lengua castellana” (Aguirre Gandarias 1990: 11).
8 Recientemente, Ramos Remedios (2000) ha analizado documentación anterior a esta fecha: se trata de
cartularios de entre los siglos IX y XIII, en los que resulta difícil dilucidar si están escritos en un romance
disfrazado de grafía y gramática latina, o bien en latín con interferencias romances. En todo caso, las
conclusiones de esta lingüista apuntan a que el romance de estos textos es castellano, si bien no tan
“novedoso” como el que “se desarrolla un poco más al sur” (Ramos Remedios 2000: 91).
9 No obstante, Osés (1994) señala la pertinencia de llevar a cabo otros estudios sobre esta zona, e indica
la necesidad de analizar los textos en gascón del área oriental guipuzcoana, así como de delimitar la
huella de los núcleos judíos del País Vasco medieval.
10 Según se señala en este trabajo (Gómez Seibane 2005), la concentración de estas grafías se produce en
los textos de dos únicos escribanos, lo que permitiría, por un lado, considerarlas como reflejo fonético
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Ahora bien, más allá de lo medieval, una serie de trabajos han comenzando muy
recientemente a arrojar luz sobre determinadas características del español de Guipúzcoa
en el siglo XVIII, lo que resulta de notable interés por dos motivos: por un lado, por servir
de enlace entre los estudios de la época medieval y los de la sincronía actual; por otro, y
desde un punto de vista más general, por aportar nuevos datos sobre una época tan aban-
donada en la historia de la lengua española como es la Centuria Ilustrada11.
Así, el estudio de esta época arranca con un trabajo de Gómez Seibane y Ramírez
Luengo (2003), quienes analizan una carta de un emigrado a Indias en esta época y
advierten una serie de características compartidas con la documentación medieval vizca-
ína y guipuzcoana, así como peculiaridades actuales del español de Guipúzcoa y cierto
grado de conservadurismo con respecto al español estándar de ese momento12; a este tra-
bajo inicial se deben sumar, además, otros estudios recientes de los mismos autores
(Gómez Seibane 2004, Ramírez Luengo 2005b, 2006), en los que se estudian determina-
dos aspectos del español de la región, tales como los clíticos, el uso de los diminutivos y
el empleo de las formas verbales de subjuntivo –en la búsqueda del origen de si tendría–
respectivamente. Si bien es evidente que queda todavía mucho por investigar sobre el
español guipuzcoano del siglo XVIII, lo cierto es que estos primeros trabajos desarrolla-
dos hasta el momento tienen la virtud de aportar ya algunos resultados de interés, lo que
sugiere la conveniencia de llevar a cabo nuevos y más profundos estudios que vayan
completando la historia lingüística de la zona.
Sin embargo, es sin duda Vizcaya el área más analizada y mejor conocida de toda la
zona vasca gracias a los estudios de Isasi, cuyos trabajos constituyen referencia obligada
para todo lo que tiene que ver con la historia lingüística de este territorio en concreto y
del País Vasco en general; de hecho, no es exagerado decir que sus investigaciones de los
años noventa se erigen como un hito de primera magnitud en lo que tiene que ver con
este tema, no sólo por los resultados que expone en múltiples artículos, sino también por
el nacimiento, a raíz de esas primeras búsquedas, de un grupo de trabajo que agrupa a

de un fenómeno de neutralización de timbres o confusión articulatoria de las vocales u/o en contacto


con –a, aunque no se descarta que tal neutralización se deba a la existencia de una atracción analógica
de -koa o a la presencia de préstamos léxicos como legoa o goardar, como ya ha indicado Isasi (1998b:
745-746). Por otro lado, hay que tener presente que estas grafías responden a una tradición escrituraria
que, hasta el momento, es considerada de origen navarro, pero debilitada, al parecer en las áreas vizcaí-
na y guipuzcoana; para esta última, se desconoce por el momento el factor que determina que dicha tra-
dición escrituraria esté presente en unos escribanos y ausente en otros.
11 No es necesario hacer hincapié aquí en el grado de abandono en que se encuentran los estudios lingüís-
ticos que se centran en el siglo XVIII, muy especialmente en lo que se refiere al análisis del propio siste-
ma de la lengua en sí; tal hecho no deja de ser sorprendente si se tiene en cuenta la importancia que esta
época tiene en el desarrollo diacrónico del español, habida cuenta de que constituye el tránsito hacia la
modernidad lingüística –en un proceso que está aún sin estudiar pero cuyo conocimiento es, a todas
luces, de una importancia capital–, así como el momento en el que el español se adapta léxicamente al
mundo moderno, en el que la Academia lleva a cabo un proceso de codificación y estandarización
clave, y en el que se produce la definitiva dialectalización de la América Hispánica, por citar sólo varios
de los aspectos más relevantes que tienen lugar en el Siglo de las Luces. Por suerte, parece descubrirse,
de un tiempo a esta parte, un interés creciente por esta época, de lo que constituye una muestra eviden-
te, por ejemplo, el trabajo coordinado por Fuertes Gutiérrez/García Folgado/Ramírez Luengo (2004).
12 Por supuesto, entiéndase estándar en esta ocasión de la forma más intuitiva posible, habida cuenta de las
dificultades que presenta aplicar este término –tal y como se entiende hoy– a la lengua del siglo XVIII.
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algunos de sus discípulos y conforma el Seminario Alfonso Irigoien (SAI), dirigido por
ella misma.
De este modo, Isasi comienza en 1993 la caracterización del castellano en los docu-
mentos tardomedievales, poniendo de relieve algunos rasgos cuyo grado de peculiaridad
habrá que ir definiendo, según ella ha señalado repetidamente, a medida que progresen
los trabajos sobre la propia documentación vizcaína y las posibilidades de contrastarlos
con expurgos paralelos de otras áreas castellanas. Su línea de investigación parte de un
primer trabajo introductorio (Isasi 1993) en el que presenta aspectos que ha ido desarro-
llando en otras páginas, y que atañen a todos los niveles lingüísticos, según se puede ver
en algunas de sus publicaciones recientes (Isasi 1998, 2000, 2002, 2002b, 2006b).
Entre otros trabajos de la misma estudiosa centrados preferentemente en niveles con-
cretos como el léxico, se encuentran otros estudios (Isasi 1995, 1995c y 1999b) en los
que se contribuye a un importante anticipo en las fechas de aparición de algunas voces,
así como testimonios de otras formas no documentadas que tienen su origen tanto en la
presencia de la lengua vasca como en la penetración del elemento galorrománico en la
zona. A esto se añade, además, la constatación del uso en Vizcaya de numerosos voca-
blos considerados hasta el momento propios del navarro y del aragonés o bien de las
hablas occidentales, lo que sitúa al área vasca en el punto de confluencia léxica de ambas
zonas geográficas, algo que constituye, precisamente, uno de los aspectos más significa-
tivos de este nivel lingüístico en la región. En esta línea, otro trabajo desarrollado por
SAI (Isasi et alii 2005) parece llegar a conclusiones semejantes a partir del estudio siste-
mático del léxico de los documentos notariales bajo y tardomedievales de la región,
materiales que constituyen el corpus de estudio habitual para la reconstrucción de este
romance vizcaíno medieval13.
En el nivel gráfico-fonético, Isasi ve una posible influencia de la lengua vasca en
ciertos rasgos como la presencia de formas con vocal protética ante /r/ o la sustitución
del fonema /f/ por /p/ (Isasi 1993), así como en la alternancia de la secuencia il con ill
–tratada en Isasi (1995b)–, para la que presenta la hipótesis de esa interferencia al menos
como co–causa del fenómeno, si bien la autora subraya la necesaria cautela con que se
han de interpretar unos datos todavía parciales14.
También en Isasi (1997) se presenta una serie de fenómenos fonéticos que pueden
deberse al influjo del euskera, varios de los cuales son objeto de nuevos análisis en otros
trabajos (Isasi 1998b; 2002; 2002b); de todos ellos, las confusiones en las grafías de las
sibilantes es sin duda el aspecto más interesante, debido a su posible relación con el
seseo registrado actualmente en la zona vasca: si bien los ejemplos medievales permiten

13 Anteriormente, ya Arzamendi (1985) había empleado documentación de este tipo de entre los siglos XI
y XVI –sobre todo de Navarra, y, en menor medida de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa– para recopilar for-
mas de origen vasco como topónimos, antropónimos, nombres comunes, formas verbales y formas
invariables.
14 Dada la existencia de términos cognados en castellano y euskera en los que se descubre este fenómeno
–aville/abila, pylla/pila, pilloto/pilotu, etc.– y la ausencia de referencias a este aspecto en los estudios
de grafemática castellana, podría aducirse como explicación que la palatalización contextual del euske-
ra en ciertas áreas vizcaínas se haya transferido a la pronunciación —y a la grafía— de estas formas
romances. No obstante, las limitaciones del conocimiento diacrónico de los dialectos vascos impiden
que esta interpretación pueda considerarse como causa segura (Isasi 2002c).
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otras explicaciones, los casos de trueques que Isasi registra en el siglo XVIII en diversas
zonas de Vizcaya15 (Isasi 2006) permiten afirmar la existencia de una pronunciación
seseante en la zona desde fines de la Edad Media, si bien su posible distribución socio-
lingüística aún debe ser indagada16.
Por otro lado, en relación con lo anterior y siguiendo estos primeros trabajos, hay
que apuntar también las investigaciones de Gancedo Negrete (2066) y Romero Andone-
gi (2002, 2003, 2005), en las que se amplían noticias sobre algunas de las peculiaridades
gráfico–fonéticas señaladas repetidamente por la misma Isasi (1993, 1997, 1998b,
2002b), como por ejemplo el uso de las secuencias coa-, goa-, habituales en Navarra y
presentes también en Guipúzcoa (Gómez Seibane 2005), para la representación gráfica
de /kwa/ /gwa/ en diversas áreas vizcaínas como Durango y Bermeo, muy especialmente
en determinados elementos léxicos como legoa o goardar y sus derivados17.
En cuanto a la morfosintaxis, Isasi (1994) analiza el sistema de posesivos, donde se
presentan divergencias con respecto al sistema castellano estándar por la pervivencia del
uso de so, antepuesto incluso a sustantivos femeninos, en épocas muy tardías respecto a
la cronología generalmente aceptada para el resto peninsular, lo que podría representar,
según adelanta la propia autora, un desarrollo propio y peculiar de estos elementos mor-
fosintácticos en una zona que no se circunscribe estrictamente a Vizcaya, dado que Moral
(2006) descubre una situación semejante para el oriente cántabro18. Asimismo, a esto se

15 En la línea de estos últimos aportes de Isasi, la historia lingüística de la Vizcaya dieciochesca está sien-
do estudiada recientemente en el marco del seminario SAI por Gómez Seibane (2006b), quien, en el
análisis de un pleito por injurias y amenazas de principios de este siglo, observa usos que, nuevamente,
enlazan con al ámbito occidental —como la tendencia a deshacer hiatos, -i en la segunda persona del
plural del imperativo, haber de y tener de + infinitivo con valor obligativo o de propósito de realizar
una acción—, así como otros explicables por el contacto con la lengua vasca y presentes en el habla
actual (artículo como posesivo con nombres de parentesco, demostrativos sin valor despectivo referidos
a personas presentes en el momento de la enunciación, etc.); con todo, es mucho lo que todavía queda
por analizar sobre el español utilizado en Vizcaya en este momento. Por otro lado, épocas como el siglo
XVII no han recibido atención suficiente: se cuenta, únicamente, con un trabajo de Bizcarrondo (2002),
cuya conclusión es muy provisional dadas las características del texto tomado como base del análisis.
16 Estas cacografías, pese a que suelen concentrarse en documentos o partes de documentos en los que es
posible identificar una mano de escribiente menos experta, no se presentan exclusivamente en el léxico
patrimonial o regional, sino que hay testimonios de confusión gráfica en léxico culto e, incluso, termi-
nología notarial; por otro lado, parece que determinados entornos —posición implosiva, repetición de
apicoalveolar-interdental— favorecen la aparición de seseo, cuya manifestación reiterada en determina-
das voces sugiere un fenómeno de lexicalización. Es evidente, por tanto, que aún es necesario llevar a
cabo muchos estudios sobre este fenómeno, en los que se precisen la pronunciación resultado de la neu-
tralización consonántica y, según indica la misma Isasi (en prensa), “las causas que justifican las con-
fusiones en los vascoparlantes, dadas las limitaciones que persisten en la reconstrucción de la evolu-
ción interna diacrónica y dialectal de las sibilantes en euskera”.
17 Como ya se ha señalado anteriormente, Isasi (1993, 1997, 1998b, 2002b) ha comprobado que coa-, goa-
y sus variantes alternan en el uso con ua en los fondos documentales vizcaínos. En el caso de la scripta
medieval guipuzcoana, Álvarez Álvarez (1992: 14) registra en el mencionado traslado de 1599 la grafía
qua mayoritariamente para /kwa/ y goa, para /gwa/. Por su parte, Osés (1993) señala el uso de la grafía
quoa como excepcional frente a qua y la presencia alternante de goa y gua. No obstante, no se explicita
claramente el uso de abreviaturas y el de formas plenas.
18 Según recoge Isasi (2002c: 143-4), estos testimonios tienen interpretaciones diversas: por una parte,
pueden considerarse muestra del conservadurismo del castellano periférico (Frago Gracia 1999: 130);
por otra, cabría plantearse la semejanza entre so/su o incluso, como para lo asturiano y leonés, la exis-
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228 Sara Gómez Seibane/José Luis Ramírez Luengo

debe sumar una serie de trabajos en los que Isasi apunta nuevos rasgos morfológicos que
serán objeto de estudio tanto de ella misma como de los miembros de su equipo: cabe
destacar, en lo relativo a la distribución de modos verbales, el uso del futuro de indicati-
vo por el de subjuntivo, especialmente en suboraciones de acción futura o contingente
(Isasi 2000, 2002b, 2002c) y los gerundios construidos sobre tema de perfecto (Isasi
2002b, 2006b), en conexión con el área oriental; en esta misma línea de convergencia
con el área navarra, Isasi (2002c, 2002b) señala el uso de cada en construcciones absolu-
tas, y advierte, además, la conveniencia de abordar el estudio del orden de los elementos
y el uso de los clíticos (Isasi 2002c), así como el análisis de la posible moción de núme-
ro del reflexivo si (Isasi 2002c, 2006b) o aspectos como la vitalidad de la forma faza
(Isasi 2006b) o la pervivencia de formas verbales más allá de las cronologías común-
mente aceptadas para la documentación castellana (Isasi 2002c).
A estas caracterizaciones se debe añadir el trabajo de investigación de Gómez Seiba-
ne (1998), quien analiza la concordancia nominal en la documentación vizcaína, y seña-
la la existencia de rasgos divergentes para con el castellano general de la época, así como
la posible presencia del neutro de materia en la zona; sobre la concordancia desarrolla un
detallado trabajo posterior en el que concluye que “en la documentación vizcaína tardo y
postmedieval no hay en el sustantivo confusiones caóticas de género (...) sino sustanti-
vos de género vacilante por causas histórico–evolutivas” (Gómez Seibane 2002: 167)19,
y que, en este aspecto, la documentación vizcaína comparte semejanzas tanto con las
hablas orientales como con las leonesas o asturianas20. Estas conclusiones armonizan
con la idea, aplicable también a otros niveles lingüísticos, de que Vizcaya –o el País
Vasco en general– conforman una zona de contacto interdialectal dentro de la koiné cas-
tellana descrita por García de Diego (1950)21.
En la línea de aportaciones sobre el uso de los pronombres en la zona, si bien es un
tema que aún se debe estudiar con mayor detenimiento, Gómez Seibane (2006) analiza
la variación pronominal en la documentación vizcaína, y en sus conclusiones –que deben
tomarse únicamente como tendencia– destaca las coincidencias de un documento bilbaí-
no de 1467 con el sistema pronominal descrito por la dialectología actual para la zona
occidental, muy especialmente en lo que respecta a la pronominalización con lo de obje-

tencia de realizaciones más o menos cerradas de la forma etimológica so. Más dudosa parece la hipóte-
sis de que las vacilaciones de timbre se dieran también en el euskera vizcaíno de la época, aunque una
explicación multicausal podría ser aceptable, teniendo en cuenta, además, que la tendencia a la confu-
sión de géneros pudo ser relevante.
19 Parte de estas divergencias con respecto al castellano de otras regiones pueden ser achacadas al contac-
to lingüístico con el euskera, ya que es posible que la existencia de correlatos fonético-semánticos docu-
mentados desde el siglo XVI en lengua vasca incrementara la tendencia vacilante o la definitiva adscrip-
ción a uno de los dos géneros en algunos de estos sustantivos
20 En este sentido, el neutro de materia sería uno de los rasgos que la zona vizcaína comparte con Asturias
y Cantabria; sobre el uso tardomedieval de tal fenómeno, véase el análisis de la misma Gómez Seibane
(2003) sobre documentación de Castro Urdiales, donde se comprueba su existencia en el período bajo y
postmedieval en esta área cántabra limítrofe con Vizcaya.
21 En relación con este punto, Sánchez-Prieto Borja (2004: 425, 427) enlaza la cuestión de la variación
interna del castellano con la relación entre grafías y fonemas en el siglo XIII, lo que le lleva a plantear
qué sistema fonológico representan los usos gráficos de la denominada ortografía alfonsí, y si existen
variedades geográficas distintas detrás de los códices y documentos del Rey Sabio, lo que, en cierto
modo, es también aplicable a la documentación vizcaína de la Baja Edad Media.
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La historia del castellano en el País Vasco 229

tos directos continuos femeninos, pues no se ha observado leísmo para referentes conti-
nuos22; por su parte, Polo Cano (2006) señala el mantenimiento de la forma ende hasta el
siglo XVI, muy especialmente en expresiones formularias, lo que parece favorecer, una
vez más, la idea del carácter arcaizante del castellano de esta zona (Frago Gracia 1999:
130; Ramírez Luengo 2002: 2327).
En cuanto al sistema verbal del romance vizcaíno bajomedieval, unas primeras calas
inciden una vez más en la caracterización de la región como zona de contacto de diferen-
tes realidades dialectales y posible reducto arcaizante en cuanto al desarrollo de algunos
usos: respecto a lo primero, Ramírez Luengo (2001c) se ocupa de los usos del futuro de
indicativo por tiempos de subjuntivo que había apuntado ya Isasi en varias ocasiones
(Isasi 2002, 2002b), y que parecen relacionar al romance de la zona con los propios del
oriente peninsular, como el navarro o el aragonés; en cuanto al segundo, Ramírez Luen-
go (2002) lleva a cabo un estudio específico sobre el futuro de subjuntivo, en el que se
pone de manifiesto el mantenimiento en el siglo XV de la desinencia –o, así como mues-
tras de cierta debilidad y gramaticalización.
Se deben señalar, del mismo modo, otros dos trabajos sobre el sistema verbal (Ramí-
rez Luengo 2000, 2001b) que constituyen una aproximación a las estructuras condicio-
nales de la época, y que parecen poner de manifiesto la inexistencia de la construcción si
tendría, rasgo habitual actualmente en el español de la región23. En esta línea, un trabajo
de mayor envergadura (Ramírez Luengo 2005) también llega a conclusiones interesantes
sobre el uso de estas estructuras en el castellano de la Vizcaya bajomedieval, y entre ellas
destaca la semejanza que se descubre entre la situación vizcaína y la de otras regiones
castellanas –tanto en lo general como en fenómenos específicos como la sustitución de
cantare–, y, por tanto, su oposición a las soluciones propias de los romances peninsula-
res orientales; este hecho parece favorecer, en esta ocasión desde la morfosintaxis, la
idea mencionada anteriormente de este romance como subvariedad del castellano, hipó-
tesis que había defendido en trabajos anteriores la misma Isasi.
Este mismo trabajo (Ramírez Luengo 2005) incide también en la caracterización de
la propia lengua notarial utilizada en la documentación vizcaína bajomedieval, y a este
respecto es destacable el aumento de la complejidad que se registra en la expresión con-
dicional de la segunda mitad del siglo XV, y que tiene su reflejo más evidente en las fór-
mulas notariales, cuyo empleo se incrementa en este período24. En esta línea de estudio
de lo específicamente notarial –y siguiendo la línea marcada en Isasi (1998)–, se deben

22 El uso pronominal del texto de Lekeitio de 1487 sólo revela leísmo para objetos directos personales
masculinos singulares y no para plurales, uso descrito para el habla actual de gran parte del País Vasco y
norte de Navarra.
23 Este mismo asunto es también analizado en un corpus guipuzcoano del siglo XVIII (Ramírez Luengo
2006) en el que tampoco se localiza, lo que parece indicar una introducción tardía de tal rasgo en la
variedad lingüística de la zona. Otros aspectos verbales señalados en ese trabajo son la preferencia por
el alomorfo –se frente a –ra en los usos de pretérito de subjuntivo, salvo en la prótasis condicional,
donde –ra resulta mayoritaria (sin duda, por la presencia aún en el siglo XVIII del esquema si tuviera,
diera). Por otro lado, en los usos indicativos, se emplea exclusivamente –ra aunque en el segundo perí-
odo (1736-1770) se observa una gramaticalización de estos usos en los tres verbos modales (querer,
poder, deber).
24 Ahora bien, este aumento de la complejidad se descubre también en otros aspectos, como por ejemplo en
el acrecentamiento y diversificación de las formas de introducir el contenido condicional en los textos.
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230 Sara Gómez Seibane/José Luis Ramírez Luengo

indicar, además, otros trabajos como Ramírez Luengo (2005c) y Moral (2006b), centra-
dos en el estudio del formulismo notarial y la tradición discursiva de las cartas de venta
respectivamente, o Ramírez Luengo (en prensa), en el que se analiza la decadencia del
participio en –udo y se relaciona con el usus scribendi y las preferencias individuales de
los diversos escribanos25.

3. Algunos trabajos para el futuro

Los trabajos desarrollados hasta el momento permiten descubrir no sólo los puntos a
los que más atención se ha concedido en el estudio de la historia lingüística del País
Vasco, sino también –y de ahí su importancia– los aspectos y fenómenos que han queda-
do relegados hasta el momento y cuya investigación resulta más urgente; es posible, por
tanto, establecer una lista de tareas que se deberán llevar a cabo en el futuro como forma
de completar la historia del castellano en el País Vasco.
De este modo, y desde un punto de vista geográfico, es imprescindible acometer el
estudio de zonas como Guipúzcoa y muy especialmente Álava, las áreas más abandona-
das en la investigación, y cuyo conocimiento permitirá establecer el grado de unidad de
este romance y las características propias de cada territorio. En esta línea –y como paso
posterior a los estudios sobre estas zonas–, será necesario también llevar a cabo compa-
raciones entre los tres territorios, a fin de determinar fronteras dialectales y posibles sub-
divisiones dentro del romance de la zona vasca; asimismo, en relación con las conexio-
nes del área vasca con el continuo dialectal norteño, son necesarios, además, nuevos
estudios de regiones circunvecinas sobre tipologías homogéneas en cortes sincrónicos
idénticos, con objeto de comprobar tanto la especificidad de los rasgos del castellano del
área vasca como el mantenimiento de las correspondientes cronologías generales (Isasi
2006b; Gómez Seibane en prensa).
Por otro lado, se hace también necesario ampliar los períodos cronológicos estudia-
dos: además de continuar con el análisis de las épocas a las que hasta ahora se ha presta-
do más atención –la Edad Media, la época tardomedieval y, en menor medida, el siglo
XVIII–, es preciso comenzar el estudio de otros momentos menos o nada atendidos, como
los siglos XVII o XIX, de manera que se pueda completar la evolución histórica de deter-
minados fenómenos a lo largo de los diferentes siglos y se pueda vincular a los datos que
ofrecen los estudios sobre la sincronía actual.
Más allá de lo diatópico y lo diacrónico, no hay que olvidar que algunos aspectos del
propio sistema lingüístico de este castellano empleado en la zona vasca no resultan
demasiado conocidos por el momento, por lo que en el futuro se deberá ir completando
la misma descripción de tal romance y de sus principales características internas: aspec-
tos como el seseo, los usos pronominales, el sistema verbal o la presencia de léxico de
origen galorrománico –entre otros muchos– son algunos de los puntos que merecen un

25 Por otro lado, contamos con una primera aproximación integradora de las vertientes pragmática y dis-
cursiva al análisis lingüístico de textos vizcaínos del siglo XVIII, en la que se observan elementos rela-
cionados, por un lado, con la conversación oral y, por otro lado, con su articulación en una interacción
conflictiva (Gómez Seibane 2006b).
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análisis más detallado del que por el momento se les ha prestado. En esta línea, y consi-
derando la propia idiosincrasia de los materiales empleados como base para los análisis,
es preciso, además, seguir con el estudio de las características propias del registro nota-
rial, no sólo por el interés que encierran en sí mismas, sino también como forma de inter-
pretar de forma más precisa los datos que ofrecen los textos.
Desde otro punto de vista, sería también de interés ampliar los estudios que tienen
por objeto la historia externa de este castellano, que sin duda pueden aportar datos de
notable importancia para comprender su situación en diferentes momentos históricos:
así, obras tales como las Actas dieciochescas de la Real Sociedad Vascongada de Amigos
del País, los manuales escolares para la enseñanza de español o los diarios de los viajeros
que visitan la región –muy especialmente en los siglos XVIII y XIX– probablemente ateso-
ran informaciones de cierta relevancia sobre la situación lingüística de la zona o la valo-
ración del castellano aquí empleado, aspectos que por el momento se ignoran y cuyo
conocimiento puede contribuir, por ejemplo, a esbozar el estatus sociolingüístico y la
distribución de fenómenos como el seseo.
Todo estos estudios, por su parte, han de aportar los datos que permitan responder
algunas de las cuestiones de tipo teórico que esta variedad romance plantea, y que atañen
directamente a su naturaleza o a sus características intrínsecas: ¿existió en algún momen-
to –tal vez en la Alta Edad Media– una realidad dialectal autónoma y diferenciada?,
¿constituyó desde siempre el romance del País Vasco una subvariedad del castellano? Y,
desde otro punto de vista, ¿es realmente un habla conservadora?, ¿en qué puntos y a par-
tir de qué momento es así? Es evidente que, por el momento, las respuestas a tales pre-
guntas son necesariamente parciales, por lo que sólo a partir de un conocimiento mayor
de la historia lingüística de la región se podrá, con datos más abundantes, arrojar luz
sobre estas cuestiones.
Por último, conviene no olvidar una tarea de primera importancia como base sobre la
que desarrollar todo lo indicado hasta este momento: es necesario contar con corpora
documentales sobre los que basar los estudios que se lleven a cabo en el futuro, por lo
que tal vez la edición con criterios filológicos fiables de textos de diversa tipología
–como la correspondencia privada, o las actas de procesos judiciales– sea una de las
labores más importantes que a corto plazo se ha de implementar, muy especialmente por
lo que se refiere a momentos posteriores a la Edad Media26; evidentemente, sólo cuando
se cuente con esos materiales de trabajo será posible acrecentar de manera sólida y con-
fiable los conocimientos existentes hasta el momento sobre la historia del castellano de
la zona vasca.

4. Conclusión

Así pues, es aún mucho lo que queda por analizar sobre la historia del castellano del
País Vasco, tanto desde un punto de vista teórico como en lo que atañe al mismo estudio

26 A este respecto, hay un proyecto en marcha que en breve dará sus frutos y que constituirá un primer cor-
pus de documentación dieciochesca filológicamente fiable (Gómez Seibane y Ramírez Luengo en pre-
paración).
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232 Sara Gómez Seibane/José Luis Ramírez Luengo

de la documentación y a la descripción de las características propias del romance emple-


ado en la región a través de los siglos.
Es posible, sin embargo, ser optimistas: tanto el gran desarrollo experimentado en
los últimos años como la existencia de grupos de trabajo dedicados específicamente a
este campo permite augurar que en los próximos años el conocimiento de la historia lin-
güística de la zona vasca se va a incrementar de forma importante, de modo que no es
improbable que muchas de las preguntas que quedan planteadas por el momento reciban
respuesta en un lapso temporal relativamente breve.
Es inevitable, con todo, hacer hincapié una vez más en la necesidad de seguir traba-
jando a este respecto, ya que sólo la unión de los esfuerzos de muchos investigadores va
a aportar las respuestas de las que se hablaba antes. Será necesario, pues, seguir investi-
gando y cubriendo las lagunas de información que existen por el momento; tal vez así se
puedan cambiar en un plazo de tiempo relativamente breve las frases con las que comen-
zaba este trabajo, y el castellano de la zona vasca deje de ser uno de los grandes desco-
nocidos dentro del mapa dialectal de la Península Ibérica.

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