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Mateo 25:1–13.
ESPOSO - En la Biblia, se utiliza la imagen de la boda como símbolo de la venida del Señor
(Isaías 62:5; Mateo 22:1–14). En las bodas judías se anunciaba la llegada del esposo a la
casa de su prometida. Las bodas solían celebrarse por la noche, y las lámparas se
encendían al anochecer. Por tanto, las diez vírgenes esperaban la llegada del esposo
antes de la medianoche; pero él llegó más tarde y fue anunciado de manera repentina.
No sabemos el momento en que se producirá la segunda venida de Cristo, pero debemos
prepararnos para ella como si pudiera producirse en cualquier momento, ya sea pronto o
tarde.
ACEITE - Las olivas o aceitunas se sumergen en agua para limpiarlas y quitarles el amargor, tras lo cual se machacan para
extraer su aceite. El aceite de oliva, que se produce en toda la región mediterránea, tenía múltiples usos antiguamente:
alimento, aceite para cocinar, condimento, tratamiento de heridas, ingrediente de productos cosméticos y jabones, y
combustible para lámparas.
El aceite de la parábola representa nuestra fe y testimonio, nuestra pureza y dedicación, nuestras buenas obras y el hecho
de que guardamos los convenios que hemos concertado, siendo todas ellas maneras mediante las cuales hemos “tomado
al Santo Espíritu por guía” (D. y C. 45:57).
Las vírgenes prudentes no podían compartir su aceite con las insensatas, ya que “el aceite de la preparación espiritual no
se puede compartir”
(Marvin J. Ashton, “A Time of Urgency”, Ensign, mayo de 1974, pág. 36).
Por Miguel A. Arizola
VASIJAS - Las vasijas de la parábola eran contenedores para
almacenar aceite de reserva. Ser prudente significa estar
preparados para lo inesperado con una dosis adicional de fe, de
testimonio y del Espíritu Santo en nuestra vida. A veces nos
confiamos y pensamos que tenemos lo suficiente para salir
adelante. No obstante, seguir al Salvador significa mucho más que
sólo salir adelante. Implica esforzarnos siempre por acercarnos más
a Él, y prepararnos para los momentos en los que se pondrá a
prueba nuestra paciencia, fe y testimonio.
D. y C. 88:88–92
¿A quién perdonaríamos?
¿Qué confesiones haríamos?
¿Qué dejaríamos de hacer?