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Thomas H. Ogden PDF
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º 71
El tercero analítico:
el trabajo con hechos clínicos intersubjetivos*
THOMAS H. OGDEN
*Título original: «The Analytic Third: Working With Intersubjective Clinical Facts»; Thomas
Ogden. Publicado en International Journal of Psychoanalysis, 1994, 75: 3-19. Copyright © Institute
of Psycho-Analysis, London, 1994. Reproduced with permission of Blackwell Publishing Ltd. Tra-
ducido por Jessica McLauchlan. Traducción corregida por José Manuel Martínez Forde.
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cerraban. Tenía que procurar terminar la última sesión de análisis del día
a las 5 y 50 en punto, si quería llegar al taller antes de que cerrara. En mi
mente, tenía una imagen vívida de mí mismo parado frente a las puertas
cerradas del taller con el rugido del tráfico detrás de mí. Sentí una intensa
impotencia y rabia (y también un poco de autocompasión) sobre la ma-
nera en que el propietario del taller había cerrado sus puertas a las 6 en
punto, a pesar de que yo era un cliente habitual desde hacía años y que
él sabía muy bien que necesitaría mi coche. En esta experiencia fantasea-
da, había un sentimiento profundo e intenso de desolación y aislamiento,
como también una sensación física palpable de la dureza de la acera, el
olor pestilente de los humos de los tubos de escape, y la textura arenosa
de las sucias ventanas de vidrio de las puertas del taller.
Aunque en aquel tiempo no tenía plena conciencia de ello, retros-
pectivamente puedo ver mejor que estaba bastante afectado por esta serie
de sentimientos e imágenes, que habían empezado con mis rumias nar-
cisistas/competitivas y terminado con las fantasías de concluir de forma
impersonal la sesión de mi último paciente del día y luego ser dejado fuera
por el propietario del taller.
Al volver a escuchar al Sr. L con más atención, me esforcé por juntar
las cosas sobre las que estaba hablando en esos tiempos: la inmersión de
su esposa en su propio trabajo y el agotamiento que sentían ambos al final
del día; los percances financieros de su cuñado y su inminente bancarro-
ta; una experiencia mientras hacía jogging, en la que el paciente estuvo
involucrado en un conato de accidente con un motociclista que conducía
de manera temeraria. Podía haber escogido cualquiera de estas imágenes
como símbolo de los temas discutidos previamente, incluido el mucho
desapego que parecía impregnar todo aquello sobre lo que el paciente es-
taba hablando, como también la desconexión que yo sentía tanto por par-
te de él como de mi parte. Sin embargo, decidí no intervenir, porque sentía
que si a estas alturas intentaba ofrecer una interpretación estaría solo repi-
tiéndome y diciendo algo a fin de tranquilizarme por tener algo que decir.
El teléfono de mi consultorio había sonado al comienzo de la se-
sión y el contestador había hecho clic dos veces para grabar un mensaje
antes de reanudar su silenciosa vigilia. En el momento de la llamada, no
había pensado conscientemente acerca de quién podría ser, pero a estas
alturas de la sesión miré el reloj para ver cuánto faltaba para poder oír el
mensaje. Me sentí aliviado de pensar en el sonido de una voz fresca en la
cinta del contestador. No era que imaginaba encontrar una noticia buena
específica; se trataba más de que anhelaba una voz limpia y clara. Había
un componente sensorial en la fantasía: podía sentir una brisa fresca bañar
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Discusión
3. Lo que he dicho aquí sobre los pensamientos y sentimientos del analista que están siendo contex-
tualizados en cada caso, y por ello alterados, por la experiencia con el paciente podría parecer que lleva a la
conclusión de que todo lo que el analista piensa y siente debería ser considerado contratransferencia. Sin
embargo, yo creo que el uso del término contratransferencia para referirse a todo lo que el analista piensa
y siente y experimenta sensorialmente oscurece la simultaneidad de la dialéctica de la unidad (oneness)
y la dualidad (twoness), de la subjetividad individual y la intersubjetividad que es el cimiento de la rela-
ción psicoanalítica. Decir que todo lo que el analista experimenta es contratransferencia es solo declarar
la autoevidencia de que estamos todos atrapados en nuestra propia subjetividad. Para que el concepto de
contratransferencia tenga más sentido que esto, debemos volver a re-plantear de manera continua el con-
cepto en la dialéctica del analista como entidad separada y el analista como creación de la intersubjetividad
analítica. Ninguno de estos «polos» de la dialéctica existe en forma pura y nuestra tarea es hacer cada vez
más exposiciones detalladas sobre la naturaleza específica de la relación entre la experiencia del sujeto y el
objeto, entre la contratransferencia y la transferencia en cualquier momento dado.
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particular del libro no solo estaba reprimido, sino que también aún no
había llegado a tenerlo de la manera en que lo tendría en esta sesión. No
fue hasta semanas después de la sesión descrita que me percaté de que
este libro estaba en su origen (y estaba en proceso de serlo) íntimamente
asociado con sentimientos de soledad. Advertí por primera vez (en las
semanas siguientes), que había leído este libro varias veces durante un
periodo de intensa soledad en mi niñez, que me había identificado por
completo con Wilbur en tanto que inadaptado y marginado. Considero
estas asociaciones (en gran parte inconscientes) con Charlotte’s Web no
como una recuperación de un recuerdo reprimido, sino como la creación
de una experiencia (en y mediante la intersubjetividad analítica) que no
existía previamente en la forma que estaba tomando ahora. Esta con-
cepción de la experiencia analítica es central para el presente artículo: la
experiencia analítica ocurre en la cúspide entre el pasado y el presente, e
involucra un «pasado» que está siendo creado nuevamente (tanto para el
analista como para el analizando) por medio de una experiencia generada
entre el analista y el analizando (es decir, dentro del tercero analítico).
Cada vez que mi atención consciente se desplazaba de la experiencia
de «mis propios» reveries a lo que el paciente estaba diciendo y a cómo
me lo estaba diciendo y cómo estaba conmigo, yo no estaba «retornan-
do» al mismo lugar que había dejado segundos o minutos antes. En cada
caso, la experiencia del reverie me había cambiado, a veces solo de manera
imperceptible. En el curso del reverie que acabo de describir, algo había
ocurrido que de ninguna manera debe considerarse mágico o místico. En
verdad, lo que había ocurrido era tan normal y corriente, tan discretamen-
te banal, que era casi imperceptible como evento analítico.
Cuando volví a centrar mi atención en el Sr. L luego de la serie de
ideas y sentimientos respecto al sobre postal, estaba más receptivo a la
calidad esquizoide de su experiencia y a la vacuidad tanto de su intento
como del mío de crear algo juntos que se sintiera real. Era consciente más
profundamente del sentimiento de arbitrariedad asociado con su sentido
de su lugar en su familia y el mundo, como también con el sentimiento de
vacío asociado con mis propios esfuerzos de ser un analista para él.
Luego me vi implicado en una segunda serie de pensamientos y sen-
timientos autoenvolventes (siguiendo a mi único intento parcialmente
satisfactorio de conceptualizar mi propia desesperanza y la del paciente
en términos de identificación proyectiva).4 Mis pensamientos fueron in-
4. Creo que se puede comprender un aspecto de la experiencia que estoy describiendo en térmi-
nos de identificación proyectiva, pero la manera en que fue utilizada, en el momento que surgió, fue
predominantemente al servicio de una defensa intelectualizadora.
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5. De esta forma indirecta (es decir, permitiéndome recurrir libremente a mi experiencia incons-
ciente con el paciente en la construcción de mis intervenciones) «le hablé» al paciente sobre mi propia
experiencia del tercero analítico. Esta comunicación indirecta de la contratransferencia contribuye de
una manera fundamental al sentimiento de espontaneidad, vitalidad y autenticidad de la experiencia
analítica.
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sentirse presente aquí conmigo y que, cada vez más, se sentía incapaz de
pensar en algo que decir. Le dije que pensaba que estaba intentando hacer-
se invisible en su silencio, como si en verdad no estuviera aquí y que ella
esperaba que el hacerlo así supusiera un menor esfuerzo para mí y evitara
que me enfermara.
Respondió que era consciente de que se disculpaba continuamente y
que en un momento determinado se había sentido tan harta de sí misma
que sintió, pero no me lo dijo, que lamentaba que alguna vez se hubiera
«metido en esta cosa» (el análisis) y deseaba poder «borrarlo, hacer que
nunca hubiera sucedido». Añadió que pensaba que yo estaría en mejores
circunstancias también, y se imaginaba que yo lamentaba haber aceptado
trabajar con ella. Dijo que esto era similar a un sentimiento que tenía des-
de hacía tanto tiempo como podía recordar. Aunque su madre repetidas
veces le aseguró que se sintió emocionada de estar encinta de ella y ha-
bía anhelado su nacimiento, la Sra. B estaba convencida de que ella había
«sido un error» y que su madre no había querido tener hijos para nada.
Cuando la paciente nació, su madre tenía cerca de 40 años y su padre
alrededor de 45, era hija única y, hasta donde ella sabía, no había habido
ningún otro embarazo. La Sra. B me contó que sus padres eran personas
muy «dedicadas», y por ello se sentía en extremo desagradecida al decirlo,
pero la casa de sus padres no le hacía sentir que era un lugar para niños. Su
madre mantenía todos los juguetes en la habitación de la Sra. B de manera
que su padre, un «académico serio», no fuera molestado cuando leía y
escuchaba música en las noches o las tardes de fin de semana.
La conducta de la Sra. B en el análisis parecía reflejar un esfuerzo
inmenso por comportarse «como un adulto» y no hacer de «mi hogar»
(el análisis) un revoltijo emocional, esparciendo en él pensamientos, sen-
timientos o conductas irracionales o infantiles. Me acordé de sus comen-
tarios en el primer encuentro acerca del extrañamiento y la sensación de
irrealidad que sentía en mi consultorio (haber salido de una película de
Woody Allen). La Sra. B se desgarraba inconscientemente entre su nece-
sidad de conseguir mi ayuda y su temor de que el propio acto de reclamar
un lugar para ella conmigo (en mí) me vaciaría o mataría. Pude compren-
der mi fantasía (y las experiencias sensoriales asociadas con ella) de tener
un tumor cerebral como reflejo de una fantasía inconsciente de que la
propia existencia de la paciente era un tipo de crecimiento ávido, egoísta y
destructivo que ocupaba un espacio sin tener derecho.
Después de hablarme sobre sus sentimientos acerca del hogar de sus
padres, la Sra. B reiteró su preocupación de estar presentando una imagen
inexacta de ellos (en particular de su madre), que me llevaría a ver a su
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Para finalizar, intentaré reunir varias ideas acerca de la noción del ter-
cero analítico que han sido desarrolladas, de manera explícita o implícita,
en el curso de las discusiones clínicas precedentes.
El proceso analítico refleja el interjuego de tres subjetividades: la del
analista, la del analizando y la del tercero analítico. El tercero analítico es
una creación del analista y el analizando, y a la vez el analista y el anali-
zando (qua analista y analizando) son creados por el tercero analítico (no
hay analista, ni analizando, ni análisis en ausencia del tercero).
Al ser experimentado el tercero analítico por el analista y el anali-
zando en el contexto de su propio sistema de personalidad, historia per-
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RESUMEN
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Palabras clave:
Contratransferencia. Ficción somática. Interdependencia Objeto-sujeto.
Intersubjetividad. Proceso analítico. Psicoanálisis intersubjetivo. Reveries
del analista. Tercero analítico.
SUMMARY
Key words:
Analyst’s Reveries. Analytic process. Analytic Third. Countertransfe-
rence. Intersubjectivity. Object-Subject Interdependence. Psychoanalysis
Intersubjetive. Somatic delusion.
RÉSUMÉ*
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Mots clé:
Contretransfert. Fiction somatique. Interdépendance objet-sujet. Inter-
subjectivité. Processus analytique. Psychanalyse intersubjective. Reveries
de l’analyste. Tiers analytique.
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