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5.

Mitopoéticos

A finales de los 70, a partir de este nicho psicoterapéutico profeminista, se


desprende el movimiento mitopoético, el cual deriva hacia un esencialismo
recalcitrante y, en algunos casos, hacia posiciones abiertamente reaccionarias
contra el feminismo (en concreto la de los man defender). Uno de sus
iniciadores, Warren Farrell, gira del profeminismo liberal al esencialismo

26 Sobre la cuestión de la terapia y la individualización pueden verse R. Castel, et. al., (2006) “ Pensar y
resistir. La sociología crítica después de Foucault”, Círculo de Bellas Artes, Madrid; Espai en Blanc
(2007) “La sociedad terapéutica”, Espai en Blanc/Bellaterra, Barcelona; “Psicología crítica. Entre el
malestar íntimo y la miseria social” Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, Barcelona, nº 76,
sept., 2007.
27 Sobre la relación entre feminismo y expansión de los grupos terapéuticos ver Eva Illouz, op. cit, 2006.
masculinista. Farrell pasa de activador de redes de apoyo entre hombres para
la NOW (la National Organization for Women fundada por Betty Friedan) en los
70 a detractor del feminismo y defensor del sexo como base biológica de una
diferencia esencial, hasta terminar acercándose a los rituales mitopoéticos.
Para Farrell existen dos psicologías bien diferentes, la masculina y la femenina,
la de los hombres y la de las mujeres. Habría que hacer una redefinición del
poder y girar de la esfera pública a la esfera interior de la emociones. Señala
Connell que el argumento es que los hombres no se sienten con control sobre
sus propias vidas, por lo tanto carecen de poder. Y la explicación la
encontraron en un yo-masculino profundo en conflicto por las expectativas
culpabilizadoras de las mujeres, especialmente sobre la competencia
emocional de los hombres, y al que la vida moderna impedía acceder.

A finales de los 80 Farrell conecta con Herb Goldberg, otro experto cercano a
posturas mitopoéticas. Con reminiscencias del ecologismo, Golberg llega a
defender la existencia de una diferencia esencial entre el mundo emocional
masculino y el femenino (basa su argumento en un supuesto diferenciador
inconsciente universal macho vs madre-tierra). Para él, en principio, la terapia
era una forma de reajustar la comunicación entre hombres y mujeres partiendo
de su supuesta diferencia emocional fundamental pero, poco a poco, pasa a
criticar el estilo emocional defensivo y susceptible de las feministas.

Robert Bly, “pope” del movimiento mitopoético desde la publicación de su best-


seller Iron John en 1990, se adentra en la búsqueda de la masculinidad
verdadera que sitúa en el arquetipo del hombre-guerrero. Durante los 80, al
abrigo del reajuste neoliberal y neoconservador de Reagan, el sentido que
habían tomado los grupos de terapia mitopoéticos era el de restaurar la
masculinidad verdadera de los desorientados varones modernos. ¿Cómo
restaurar la masculinidad auténtica? A través de ritos de iniciación: los grupos
mitopoéticos representan ritos de iniciación a la masculinidad tomados de
antiguas culturas patriarcales (aborígenes australianos, indios americanos,
antigua Grecia, etc.) en las que se supone que los hombres, asociados al
arquetipo del guerrero, estaban conectados con la masculinidad auténtica y
que eran los únicos que podían transmitírsela a sus jóvenes vástagos. La
lógica arquetípica de estos ritos mitopoéticos es separar al joven de la
feminidad (a la que se ha visto expuesta por la industrialización que provoca la
separación entre padres e hijos, entre mundo público-masculino y mundo
doméstico-femenino). Se supone que una vez adquirida la masculinidad, el ya-
hombre está preparado para el emparejamiento heterosexual.

Es interesante entender el recurso al simulacro de los ritos de paso como un


indicador del limbo identitario al que puede llevar identificarse como hombre en
una sociedad que abandonaba las posibilidades de solidez, de “plan de vida”,
que había estado ofreciendo el Estado del Bienestar hasta los 70. La reacción
mitopoética parece más bien una búsqueda antropo-psicologicista, según una
tradición psicoanalítica jungiana, ante la liminalidad28 de las sociedades
urbanas complejas en la que los individuos encuentran cada vez más difícil
mantener enclaves identitarios estables y lineales del tipo hombre-
heterosexual-trabajador/profesional-esposo-padre-hijo, etc.

La deriva mitopoética se desvinculó del discurso político de la igualdad de las


feministas liberales hasta situarse en el de las emociones personales y en la
afirmación esencialista de la diferencia. Bly, Farrell y Golberg coinciden en
lanzar un mensaje de desculpabilización, enorgullecimiento y victimización de
hombres para hombres ante lo que percibían como un ataque de las feministas
y una opresión del capitalismo industrial (aunque, irónicamente, los seguidores
de Bly se encuentran en sectores de trabajo postindustrial y de consumo New
Age29). El contraste grupal de la experiencia personal, la expresión emocional y
la separación simbólica de lo femenino como conquista de lo masculino (cuya
referencia ritual es el hombre-guerrero) se convirtió en el eje articulador de la
política terapéutica mitopoética para producir auténticos hombres.

28 El concepto antropológico de liminalidad se refiere a cuando nos encontramos en el umbral de la


identidad. En los ritos de paso a la masculinidad adulta de ciertas culturas el joven podía pasar un periodo
de aislamiento en el que tenía que cumplir una misión. Una vez superado este periodo podía volver a la
comunidad ya como “hombre adulto”, así era reconocido y percibido por la comunidad y por sí mismo, lo
que implicaba una serie de cambios simbólicos y materiales. Este periodo de indefinición identitaria entre
el ya y el todavía (ya no es niño o joven / todavía no es adulto) sería un ejemplo de liminalidad.
29 Para profundizar sobre el significado antropológico, el esencialismo y la misoginia mitopoética véase
M. Kaufman y M. Kimmel “Weekend warriors. The new men's movement” en H. Brod y M. Kaufman
1994) “Theorizing masculinities”, Thousand Oaks, SAGE, London. También Ian Parker (1997)
“Hombre, mito y subjetividad psicoanalítica”, Archipiélago: Cuadernos de crítica de la cultura, Madrid, nº
30, pp. 79 -85. Un texto introductorio a las cuatro corrientes principales, de hombres, incluida la
mitopoética, en castellano en M. Kimmel (1996) “¿Se puede hablar de un movimiento de hombres?” en
www.sindominio.net/~txespa/Cuatrocorrientes.rtf.
Por último, destacar que existen grupos vinculados al ecologismo y al pacifismo
que aunque no son propiamente mitopoéticos comparten con éstos la
tendencia al espiritualismo y al esencialismo, en búsqueda de una fusión entre
lo que conciben como las dos esencias, masculina y femenina, que
supuestamente todo ser humano porta en su interior. Aunque su tendencia es
igualitarista, sus presuposiciones sobre el género son conservadoras y su
práctica no tiene trascendencia política.

Hasta aquí hemos repasado algunas características de los hombres


profeministas y de los mitopoéticos. Entre los primeros podemos diferenciar
dos tendencias: una, la del crecimiento personal de los primeros grupos de
autoconciencia o de liberación masculina, y otra con una mayor proyección
hacia lo sociopolítico y con pretensiones de articularse como movimiento social.
Por otro lado, hemos visto a los mitopoéticos y su mística de la ritualidad, sus
actitudes antifeministas, sus supuestos esencialistas, homófobos y misóginos.
Como en todo, hay grados y no podemos considerar estas corrientes como
bloques puros y estancos, sino que más bien se mezclan y entrecruzan entre
sí. Se da una mayor fusión entre los profeministas que podemos llamar del
“crecimiento personal” y los profeministas “sociopolíticos o igualitaristas”, lo que
no excluye totalmente la mezcla con sectores mitopoéticos.

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